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Investigación y Desarrollo

On-line version ISSN 2011-7574

Investig. desarro. vol.21 no.2 Barranquilla July/Dec. 2013

 

REPRESENTACIONES SOBRE LA INDEPENDENCIA
EN LOS MANUALES DE HISTORIA DE COLOMBIA*

Representations of independence in the
textbooks of colombian history

Luis Alfonnso Alarcón Meneses**
Universidad del Atlántico (Colombia)

*Este artículo hace parte del proyecto de investigación “Territorio, ciudadanía y memoria social: la construcción social de la región Caribe, 1930-1991”, el cual se desarrolló en la convocatoria “Transformar el Caribe” (2009-2013), financiada por la Universidad del Atlántico (Colombia).

**Profesor Titular Programa de Historia-Universidad del Atlántico. Doctor en Formación en Investigación Histórica y Comparada en Educación, Departamento de Historia de la Educación y Educación Comparada. UNED (España). Magister en Historia, Universidad Nacional de Colombia. Coordinador del Grupo Historia de la Educación e Identidad Nacional, Categoría B Colciencias. Editor Revista Historia Caribe. Premio Extraordinario de Doctorado UNED-2011/2012. Miembro de la Sociedad Española de Historia de la Educación. Programa de Historia Universidad del Atlántico, Bloque D, 2° piso, km. 7 Vía al mar. luchoalarconmeneses@gmail.com

fecha de recepción: marzo 13 de 2013
fecha de aceptación: agosto 6 de 2013


RESUMEN

Este trabajo aborda, desde la perspectiva histórica, las formas de representación del proceso independentista presentes en los manuales escolares que circularon en las escuelas de la región Caribe colombiana durante el siglo XX. Para ello se seleccionaron, como fuente y objeto de estudio, algunos de los textos de Historia más representativos para las escuelas de la región, a través de los cuales se identifican y analizan aspectos estrechamente relacionados con la independencia, tales como las identidades nacionales, los procesos de formación ciudadana, la construcción del Estado-nación y el papel de la región Caribe en este momento fundador del nuevo régimen republicano. El artículo hace especial énfasis en el análisis de las tendencias historiográficas y pedagógicas a las que pertenecen los manuales escolares analizados y las cuales, indudablemente, terminaron por influenciar en el tipo de representaciones e imaginarios colectivos que sobre el proceso de independencia fueron plasmados en estos artefactos de carácter ideológico y cultural.

palabras clave: Independencia, manuales escolares, Caribe colombiano, escuelas, Estado, nación, ciudadanía.


ABSTRACT

This paper discusses, from a historical perspective, the forms of representation of the independence process present in textbooks that circulated in schools in the Colombian Caribbean region during the twentieth century. Some of the most representative texts of history for schools in the region were selected as the source and object of study; through them, are analyzed and identified aspects closely related to independence, such as national identity, the citizenship formation processes, the construction of the nation state and the role of the Caribbean region as founder of the new republican regime in those times. The paper places special emphasis on the analysis of historiographical and pedagogical trends pertaining to the textbooks analyzed and which eventually undoubtedly influenced the type of representation and collective imaginary about the process of independence embodied in these artifacts of ideological and cultural character.

keywords: Independence, textbooks, Colombian Caribbean, schools, state, nation, citizenship.


Introducción

A propósito de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia en Latinoamérica y particularmente en países como Colombia se generaron diversos estudios que pretendían revisar el significado histórico de este proceso, el cual permitiría el surgimiento y posterior consolidación del Estado-nación, situación que implicó la ampliación de dos atribuciones para sus propios fines: la formación del ciudadano y la creación de la nación. Es así como en los últimos años los colombianos hemos asistido a una inusual producción historiográfica a través de la cual se buscó dar respuestas a una serie de hechos escasamente estudiados y los cuales van desde la participación política de los sectores subalternos, la vida cultural, la experiencia constitucional, las fiestas conmemorativas laicas y religiosas, las pugnas étnicas y regionales, la difusión de las ideas, la creación de la opinión pública, así como los problemas que debieron enfrentar nuestros antepasados para construir la nación.

A estos temas relativos a la independencia se suman algunos estudios que centraron su interés en el papel y el estado de la educación durante el proceso de emancipación. Sin embargo, uno de los temas que ha sido escasamente abordado tiene que ver con el lugar que ha ocupado la independencia como tema en la enseñanza de la historia nacional y particularmente sobre el lugar que esta ha ocupado en los manuales utilizados para enseñar historia en las escuelas colombianas a lo largo de los dos primeros siglos de vida republicana.

En efecto, historiar el lugar ocupado y la importancia dada al proceso de independencia en los textos escolares es aún una tarea pendiente por parte de quienes se ocupan de la historia de la educación, razón por la cual consideramos que este tipo de trabajos resulta pertinente y de gran utilidad a la hora de avanzar en la historiografía relativa al proceso de emancipación en América Latina, sobre todo si partimos de la premisa de que los manuales escolares constituyen parte fundamental de la memoria colectiva que se ha construido sobre este periodo de nuestra historia. Efectivamente, en los manuales encontramos las formas como, a través del tiempo, este proceso histórico ha sido representado por distintos autores, quienes de cierta manera reflejaban los códigos e imaginarios sociales que en cada época se han tenido con respecto a las luchas independentista que enfrentaron a los territorios latinoamericanos contra el imperio español.

Manuales escolares que, de cierta manera, reflejan los desarrollos y las tendencias historiográficas que han existido en nuestros países y lo cual, para el caso colombiano, tiene múltiples ejemplos que muestran las formas como ha sido interpretado el proceso inde-pendentista por parte de quienes, independientemente de su formación profesional, han abordado su estudio con el propósito de describir y explicar a su manera el punto de partida de la construcción del régimen republicano.

Por ello, antes de adentrarnos propiamente en las que existen en algunos de los manuales escolares para la enseñanza de la historia nacional utilizados en las escuelas del Caribe colombiano, es necesario precisar brevemente cuáles han sido los principales enfoques que la historiografía nacional ha dado a este tema.

LA INDEPENDENCIA EN LA HISTORIOGRÁFICA NACIONAL

En efecto, para la historiografía tradicional, una de las más prolífe-ras en cuanto a cantidad se refiere, la independencia ocupó una de sus principales preocupaciones en la medida en que esta era considerada como el mito fundador de la patria. En ella el héroe ocupa un lugar destacado en la gesta de la libertad, razón por la cual su figura es ensalzada y venerada por parte de la nueva "religión cívica", la cual lo convierte en el personaje ejemplo para las generaciones colombianas. Los principales exponentes para el siglo XIX fueron Restrepo (1858), Samper (1861), Acosta (1901) y Groot (1869), cuyos trabajos, a pesar de contener varios lugares comunes y problemas de interpretación, se constituyeron en los principales paradigmas que siguieron la mayoría de historiadores tradicionales de la primera mitad del siglo XX, quienes estuvieron estrechamente relacionados con la Academia Colombiana de Historia, el Boletín de Historia y Antigüedades y la Biblioteca de Historia Nacional, instituciones que en la práctica jugaron el papel de divulgadores de una historia cuyo principal propósito estaba dirigido a generar sentimientos patrióticos en los lectores, que por lo general terminaban asumiendo una actitud reverencial hacia un pasado plagado de héroes, máximos representantes de la estirpe criolla, considerados como los forjadores de la patria. Todo lo cual no era sino el resultado lógico de considerar que la principal función de la historia era moralizar y ejemplarizar al conjunto de la sociedad (Melo, 1996, p. 10), razón por la que el conocimiento del período de la independencia debía contribuir a crear una identidad nacional en torno a los héroes y mitos fundacionales (Reyes Cárdenas, 2009, p. 16).

Al despuntar los años sesenta aparecieron en el país los primeros trabajos que tomaban distancia de los viejos historiadores tradicionales o académicos; surge así la llamada historiografía revisionista de corte liberal y marcadamente política, cuyo máximo representante sería Indalecio Liévano Aguirre, autor del libro Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Esta obra, en su momento, constituyó una nueva interpretación de la historia colombiana y en especial del periodo de la independencia, el cual es abordado por Liévano con la clara intención de resaltar el papel que jugaron los sectores populares, colocándolos así al lado de la figura tradicional del héroe.

Simultáneamente a la historiografía revisionista, en los años sesenta y setenta entró a formar parte del escenario historiográfico la llamada "nueva historia colombiana", interesada, desde una metodología más rigurosa y profesional, en dar cuenta de una historia económica y social, con lo cual se abandona lo político como objeto de estudio. Por consiguiente, la independencia y el surgimiento del nuevo régimen republicano no hizo parte del interés de historiadores influenciados por corrientes marxistas y por la escuela de Annales, quienes consideraron que la independencia fue más bien un periodo en que triunfaron los intereses de las elites criollas, "forjadoras de un orden social que favorecía los intereses de ricos comerciantes, hacendados y mineros neogranadinos." (Reyes Cárdenas, 2009, p. 16).

Sin embargo, algunos historiadores como Bushnell (1966), Uribe (1964) y Ocampo (1974) se ocuparon del tema de la independencia, aunque interesados más en destacar el papel de las elites en el proceso. Solo a finales de los años ochenta Germán Colmenares, considerado el historiador colombiano más importante de la segunda mitad del siglo XX, se ocupó de este periodo de la historia colombiana al analizar La historia de la revolución, de José Manuel Restrepo (1858), que, según Colmenares, es una "prisión historio-gráfica" en la medida en que esta obra portadora de una narrativa moral "cerraba los caminos de la investigación a la infinitud de los hechos sociales" (Colmenares, 1986, p. 18).

Posteriormente, en la década de los noventa y durante los primeros años del siglo XXI, la historiografía sobre la independencia tuvo un inusual incremento, generado entre otras razones por la conmemoración del Bicentenario, lo cual trajo como resultado un importante número de trabajos relacionados con los nuevos enfoques e interpretaciones dadas a este proceso. Esto ha permitido abrir nuevos campos de trabajo relacionados con los actores, la agenda política, la formación de Estados y naciones, la soberanía y la participación de sectores populares, el papel de las regiones y localidades, entre otros temas, que ocupan el interés de los historiadores.

LA INDEPENDENCIA EN LOS MANUALES ESCOLARES

Con los anteriores momentos historiográficos como telón de fondo tendrá lugar la enseñanza de la historia en las escuelas colombianas durante el siglo XX, tiempo durante el cual aparecieron en el escenario educativo una serie de manuales escolares de historia en los que se abordó, desde distintas perspectivas de orden ideológico, político y pedagógico, el período de la independencia y la formación de la república. Sin embargo, ello no supone que, tanto la historia enseñada en la escuela, como la presente en los textos escolares, fuera una traslación directa, a manera de síntesis, de las afirmaciones y planteamientos de quienes, por interés o profesión, asumieron el rol de historiadores.

En efecto, las prácticas educativas en torno a la enseñanza de la historia han tenido, independientemente de la normatividad existente, las dinámicas propias de la institución escolar. En tal sentido, los diferentes manuales de historia han efectuado un recorrido que no siempre obedece a las tendencias historiográficas en boga, ya que en la gran mayoría de los casos el nuevo conocimiento historiográfico producido no se traslada automáticamente al texto escolar utilizado para la enseñanza, es decir, los resultados de la investigación histórica en la mayoría de los casos tardan en ser incorporados a los manuales utilizados para enseñar historia nacional. Esto ocurrió en especial con los manuales de corte tradicional, en los cuales se continúa ignorando la diversidad de interpretaciones y de opciones historiográficas, por lo que en ellos imperan puntos de vista unívocos sobre la independencia, en los que se cuenta la historia y no las historias (Dicroce, 2003, p. 115).

No obstante esta circunstancia, propia de un artefacto cultural como el manual escolar, a continuación analizaremos algunos que, a nuestro juicio -y luego de valorar la circulación y uso que estos alcanzaron a tener en las escuelas de la región-, permiten acercarnos a las formas como ha sido representada la independencia , los que de cierta manera reflejan, así sea con algún retraso y de manera simplificada, el estado de las investigaciones y del saber histórico (Colmenares, 1989).

Los textos aquí analizados se han agrupado, por razones de orden metodológico y de acuerdo con las tendencias historiográficas que encarnan, en momentos o escenarios en los que tendría lugar la enseñanza de la historia, entendida esta como un proceso educativo que no se puede desligar de la teatralidad que le serviría como telón de fondo o contexto social en el cual circularon, los cuales como dispositivos de poder producen efectos, algunos comparables a las ilusiones que suscita la tramoya teatral (Balandier, 1994, p. 16). Abordemos pues el manual en escenas.

PRIMER ESCENARIO: HENAO Y ARRUBLA. EL MANUAL CANÓNICO DE LA HISTORIA COLOMBIANA

Uno de los resultados de las conmemoraciones del primer centenario de la independencia, llevada a cabo en el país durante los primeros años del siglo XX, fue la publicación del Manual de Historia de Colombia, texto ganador del concurso convocado por la Academia de Historia1, con el apoyo del Ministerio de Educación en 1910. Este concurso buscaba dotar al país de un discurso histórico patriótico que desde las escuelas contribuyera a la reconciliación nacional, la cual para la época se constituía en un propósito fundamental para cicatrizar las heridas dejadas por la Guerra de los Mil Días, confrontación civil que tuvo lugar de 1899 a 1902, y que se convirtió en el mayor derramamiento de sangre de las guerras civiles en Colombia durante el primer siglo de vida republicana. Conflicto que, además, evidenció la debilidad de un Estado que resultó incapaz de mantener la unidad del territorio nacional, tal como quedó descubierto con la separación de Panamá auspiciada por los Estados Unidos.

Jesús María Henao y Gerardo Arrubla resultaron ganadores de este concurso, cuyos jurados, en su totalidad conservadores, consideraron que el texto era garantía de "un criterio imparcial y de un sincero propósito de ser fieles a la verdad" (Concepto del Jurado calificador, 1910), en el cual, según los jurados, "los hechos son relatados con la expresión necesaria de tiempo y de lugar, de los personajes y entidades que en ellos debe figurar, con todas las circunstancias que lo determinan é individualizan; todo lo cual impide que en la mente de quien estudie la historia se produzcan confusiones ó equívocos" (Concepto del Jurado calificador, 1910).

Este tipo de consideraciones sirvieron de justificación al jurado para recomendar que la obra de Henao y Arrubla se convirtiera en el manual oficial para la enseñanza de la historia colombiana, recomendación que fue acogida por el gobierno de Carlos E. Restrepo, quien a través del Decreto 963 del 26 de octubre de 1910, adoptó las dos versiones de la Historia de Colombia, una in extenso, destinada a la enseñanza de la historia en las escuelas secundarias y en la universidad, y un compendio, que sería utilizado en las escuelas primarias del país.

El manual de Henao y Arrubla, como sería conocido desde entonces, a pesar de ser un texto de carácter tradicional fundamentado en los trabajos pioneros de la historiografía nacional del siglo XIX, se convirtió en el primer texto escolar en dar cuenta, a través de una narrativa continua y ordenada, de una historia nacional detallada, que abarca cinco siglos comprendidos entre el descubrimiento (1500) y los primeros años del siglo XX (1904).

Sin embargo, esta narración, que para entonces fue considerada por los miembros de la Academia de Historia como propia de un nuevo concepto de historia que iba más allá de la mera descripción para privilegiar "la explicación e ilustración de las fases sucesivas del desarrollo, de la prosperidad y de la decadencia nacional" (Boletín de Historia y Antigüedades, n°. 67, 1910, p. 457), carecía de actitudes críticas, lo que en la práctica las convirtió, según Colmenares (1987), en "convenciones narrativas que servían para construir un épos patriótico en torno a los actores que desarrollaban casi siempre una acción ejemplar. La historia vista como un drama representado en torno al héroe, a la acción y personalidad de éste."

En efecto, la presencia del héroe (Barón & Ojeda, 2005, p. 76) y la preponderancia concedida a este se hace aún más evidente al momento en que los autores se refieren al periodo de la independencia, la cual ocupa, para el caso del texto utilizado en la escuela secundaria, el 22% de un total de 568 páginas, lo que para la época resultó ser una novedad, pues por lo general la mayoría de los manuales utilizados para la enseñanza de la historia nacional no superaban el 15% de la estructura y contenido de estos .

A lo largo de las 126 páginas dedicadas a la independencia, los autores dan a conocer sus representaciones sobre este periodo de la historia nacional, al cual consideran como un movimiento histórico ineludible al que necesariamente había que llegar para alcanzar la libertad, requisito previo para constituir una patria libre y soberana: "La independencia era un hecho del orden natural, una ley que iba a cumplirse mediante circunstancias oportunas [...]" (Henao & Arrubla, 1920, p. 312). El momento crucial que dio origen a la patria, y al que, según ellos, era necesario dar a conocer para inspirar los sentimientos patrióticos en las nuevas generaciones de colombianos, quienes de esta manera han de reconocer y valorar el papel jugado por los hombres que sacrificaron su vida a favor de la libertad. Para lograr su objetivo, los autores se valen de una narración caracterizada por la erudición sobre los sucesos de la revolución, la cual sería estructurada en una secuencia de hechos que se inician con lo que ellos llaman "preludios de la revolución", para luego ocuparse del desarrollo político-militar del proceso, destacando las principales etapas y protagonistas, en los que sobresale la figura del héroe, cuya imagen es asimilada al patricio romano, al que recomiendan emular por parte de la "juventud estudiosa" para que pueda convertirse en buenos ciudadanos.

En efecto, para Henao y Arrubla, la mejor forma de lograr un buen aprendizaje de la independencia nacional -representada por ellos como el resultado propio de la madurez alcanzada por los hijos de la madre patria-, era a través de la descripción ordenada de los principales acontecimientos históricos que, a su juicio, eran dignos de conocimiento y emulación, los cuales se convirtieron en memoria colectiva de varias generaciones por más de medio siglo, quienes debieron asimilar la narrativa de una historia lineal, que aunque en ocasiones se ocupa de algunos conflictos internos entre facciones políticas, privilegia una historia moralizante con la que se pretendió equilibrar las visiones conservadora y liberal sobre periodos como el de la independencia2, que fue considerado como "el paradigma de un proceso en el que se buscaba afirmar la necesidad del imperio de la ley sobre las pasiones o las imposiciones autoritarias de los caudillos" (Colmenares, 1987, p. 90).

En efecto, los autores de este manual estaban más interesados en conciliar estas dos visiones, pues para ellos la enseñanza de la historia debía asimilarse a un ritual sagrado, "religión cívica", evitando así incurrir en los enfrentamientos de orden doctrinal que habían caracterizado el conflictivo siglo XIX colombiano3; lo relevante era garantizar la reconciliación nacional, aunque ello implicara la manipulación y la adecuación de la memoria para imprimir en la mente de los estudiantes los actos ejemplarizantes y las gestas de los héroes de la patria.

Con ello se esperaba que la República se encaminara "resueltamente a un porvenir de ventura, bajo el influjo de la paz hermosa que prodiga con la abundancia, todo; y en que su hijos, en especial los jóvenes, cultivando el amor al suelo sagrado, aprendieran a apreciar cuánto ha costado y como debemos conservarlo y defenderlo" (Henao & Arrubla, 1920, p. 567).

De esta manera, el manual de Henao y Arrubla, al abordar la independencia a partir de una perspectiva moralizante, contribuyó para que desde la escuela colombiana se hiciera apología a favor de la nación, pero con énfasis en el concepto de patria, hacia donde estuvo dirigida la educación pública durante la primera mitad del siglo XX. Así, la educación tuvo entre sus objetivos principales la construcción de nuevos valores republicanos, lo cual pasó necesariamente por símbolos, mitos y recuerdos compartidos por todos los individuos que conformaban la República, que reclamaba la invención de mitologías nacionales para legitimar su existencia y garantizar la continuidad del proyecto de Estado-nación.

Sin embargo, al revisar cuidadosamente el texto encontramos que en este prima la perspectiva conservadora sobre la emancipación, así como una representación apegada a la tradición cristiana de la sociedad, que privilegia el aporte de las elites a un movimiento revolucionario en el que los sectores populares son relegados a un segundo plano en el escenario de la independencia.

SEGUNDO ESCENARIO: LA PRISIÓN HISTORIOGRÁFICA Y LA APOLOGÍA DE LA PATRIA CATÓLICA

Enfoques como el de Henao y Arrubla continuarían siendo la constante en la mayoría de los manuales para la enseñanza de la historia nacional que circularon en las escuelas colombianas durante la primera mitad del siglo XIX. Algunos de estos textos fueron solo adecuaciones o versiones simplificadas del manual canónico, convertido desde sus primeras ediciones en la prisión historiográfica que marcaria el derrotero de la enseñanza de la historia colombiana por varias décadas.

De los manuales que siguieron de cerca el paradigma establecido por Henao y Arrubla cabe destacar el texto Historia de Colombia. Significado de la obra colonial, independencia y república, del hermano lasallista Justo Ramón (1948) y la Historia de Colombia, cuyo autor fue el pedagogo antioqueño Julio César García (1949).

Ambos manuales iniciaron su circulación en una época caracterizada por graves conflictos sociales y políticos que desatarían la llamada violencia de los años cuarenta, la cual se agudizó luego del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el líder más destacado del partido liberal. Por esta razón, estos textos se trazaron como misión despertar un sentimiento patriótico que estuviera por encima de los conflictos partidistas, para que se pudieran atemperar los odios heredados por las nuevas generaciones de colombianos.

En efecto, para Justo Ramón, considerado el más destacado hacedor de manuales de esta comunidad religiosa en el país, el texto buscaba acercar a estudiantes y maestros a los umbrales de la historia, lo cual debía realizarse

[..] insinuando causas, valorando y coordinando realizaciones y acaecimientos, desprendiendo consecuencias y procurando encaminarlo todo a acendrar el más noble sentimiento de la nacionalidad, y la voluntad de hacerla cada vez más bella y amable, corrigiendo los errores que han entorpecido la ciudadana convivencia y el engrandecimiento de la Patria (Ramón, 1962, p. 9).

Esta tarea, según el autor, debía llevarse a cabo con cierta holgura y sintetizando los principales hechos de la historia nacional, con lo cual se buscaba facilitar el aprendizaje por parte de los alumnos, quienes podían asimilar de memoria el conjunto de los sucesos más relevantes, en especial el proceso de independencia4, que es abordado por Ramón a lo largo de 220 páginas, de un total de 426 que componen el manual, lo que de cierta manera es un indicador del valor otorgado al mito fundacional de la nación.

Por su parte, Julio Cesar García (1949) también fue partidario de simplificar los manuales de historia, sin que ello significara sacrificar la claridad argumentativa. García invitaba a que la historia sirviera de pretexto para que los jóvenes valoraran el significado de la patria y reconocieran la necesidad de mantener la unidad de la nación, sin que con ello se pretendiera convertirlos en sociólogos o filósofos de la historia, pues de los que se trataba, según García, era de dar a conocer, de manera clara e imparcial, los principales hechos de nuestra historia para que se fuera "formando un criterio generoso y patriótico sobre el pasado de Colombia y el aporte de sus hijos al engrandecimiento nacional" (García, 1949, p. 6).

Para ambos autores, al igual que para Henao y Arrubla, la historia de Colombia tenía como objetivo "fortalecer el amor a la Patria por el conocimiento de sus glorias y el sentido de solidaridad con el pasado y con el futuro de la nación" (García, 1949, p. 6), para ellos era necesario conocer el pasado de la patria, "como base para la interpretación del presente y clave para la solución de los problemas que nos reserva el porvenir."

En estos manuales5 se evidencia un elemento común en los textos escolares de historia que circulaban en Iberoamérica durante la primera mitad del siglo XX, en los que continúo presente el discurso a través del cual se fomentaba el amor a la patria, entendido este como una virtud cívica o política que va más allá de una vinculación a la unidad cultural, étnica y religiosa de un pueblo, pues este se relaciona más con el amor a la libertad común y a las instituciones de orden republicano que la sustentan.

En efecto, el amor que se pretendió fomentar, a través del sistema educativo en América Latina, resultó ser un amor particularista, ya que era el amor a la libertad común de un pueblo en particular, apoyado en instituciones con una historia particular, que tenía para ese pueblo un significado, o significados particulares que inspiraron y a cambio se sustentaban en una forma de vida y cultura particulares.

Ciertamente, según Virrolli (1997, p.26), históricamente, las consideraciones sobre una patria y el amor hacia esta se han realizado pensando en la libertad o la unidad como fin. Por ello, las elites que controlaban el Estado colombiano pretendieron fomentar un amor por las instituciones, establecer una homogeneidad cultural, étnica y religiosa. Para ello se valdrían de la educación, tanto en el espacio escolar como en los rituales públicos de carácter cívico, y de los manuales que tenían como objetivo formar ciudadanos defensores de la República. Por esta razón encontramos que los manuales aquí analizados resaltan la existencia de una cultura común, una memoria compartida: la historia patria.

Historia patria que el gobierno conservador de Mariano Ospina Rodríguez, quien gobernó entre 1946 y 1950, trató de incentivar con el fin de disipar la agitación política en la que se sumió la sociedad colombiana luego del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Es así como este gobierno dictó una serie de disposiciones legales entre las que cabe destacar el Decreto 2388 de 1948, en el cual se consideraba "que el conocimiento de la historia patria, el culto a los próceres y la veneración por los símbolos de la nacionalidad son elementos inapreciables de fuerza social, de cohesión nacional y de dignidad ciudadana" (Decreto n°. 2388 de 1948. Diario Oficial n°. 26779, Bogotá, 28 de julio de 1948), al mismo tiempo que se ordenaba que su enseñanza debía estar bajo la responsabilidad de maestros, quienes, además de versados en la materia y buenos ciudadanos, debían poseer una "mentalidad superior a las preocupaciones partidistas", lo que resultaba una quimera en una sociedad caracterizada por la confrontación política violenta. Este mismo decreto, además de ordenar que en cada escuela se colgara una imagen de Bolívar o Santander, elevados a la categoría de "patronos cívicos", delegó la vigilancia de los programas, de los textos y de todos los elementos vinculados a la enseñanza de la historia nacional a la Academia Colombiana de Historia.

De la Academia de Historia, "guardiana de la memoria histórica nacional", hacían parte, entre otros, el hermano lasallista Justo Ramón y Julio Cesar García, académicos que al momento de referirse a la independencia en sus manuales de historia recomendaban prudencia a los maestros, pues eran de la opinión que el estudio del periodo (1810-1830), considerado el germen de la nacionalidad colombiana, se prestaba usualmente a interpretaciones partidistas, por lo que se corría el riesgo de convertir "en manantial de discordia lo que debe ser motivo de comprensión y fuente de armonía para todos los colombianos" (Colmenares, 1987, p. 92). Razón por la que advertían en sus textos que "la independencia deberá encaminarse a exaltar el sentido heroico de los hechos y de los hombres [ ..] sin ahondar en el análisis de sucesos que puedan ser la causa de una perturbación del criterio de los estudiantes." (García, 1949, p. 8).

El temor a que la historia exacerbara el conflicto político por el que atravesó el país y el cual alcanzó niveles extremos en los años cincuenta y sesenta, es una de las razones que explica por qué en algunos manuales de historia el abordaje de esta temática está cargado de un discurso conciliador y amistoso, incluso con respecto a la forma como fueron tratadas las autoridades españolas durante la revuelta que tuvieron lugar en 1810 en Santa Fe de Bogotá:

Es natural que en un principio se hubieran cometido errores y algunos excesos [contra personas como el Virrey y su familia]. Pero pronto se sobrepusieron los sentimientos propios de una sociedad cristiana, que había sido formada en normas de caballerosidad y debía demostrar que lo cortés no quita lo valiente (García, 1949, p. 8).

Discurso moderado con el cual se buscaba cumplir con los acuerdos suscritos durante la realización de la Convención sobre la enseñanza de la Historia, adoptada por el Estado colombiano, a través de la Ley 72 de 1936, en la que se estableció la necesidad de

Efectuar la revisión de los textos adoptados para la enseñanza en sus respectivos países, a fin de depurarlos de todo cuanto pueda excitar en el ánimo desprevenido de la juventud, la aversión a cualquier pueblo americano (Ley 72 de 1936 en: Diario Oficial, n°. 2318, Bogotá, martes 19 de mayo de 1936).

El discurso sobre la independencia presente en estos manuales también estuvo caracterizado por una visión optimista y predestinada, "el suelo granadino se hallaba suficientemente abonado para la revolución" (Ramón, 1948, p.87), propios de la concepción cristiana de la que eran portadores los hermanos lasallistas, quienes durante las primeras décadas del siglo XX hicieron más visible su proyecto de patria católica.6

En efecto, en los textos de historia y formación ciudadana publicados por esta comunidad religiosa, tanto a Dios y a la Patria se les presentan como dos elementos naturales de gran valor y a los que se les debe rendir amor filial y reverenciarlos, como en efecto ocurrió con los nuevos símbolos aparecidos luego del proceso de emancipación y a los cuales la llamada religión cívica rendirá tributo.

Esta simbiosis entre Dios y la Patria fue muy común en los manuales de historia elaborados por miembros de congregaciones como la lasallista, tal como lo demuestra el manual de Historia de Colombia del hermano Justó Ramón, lo que mantuvo latente la función catequizadora, que le insiste a sus lectores en la necesidad de profesar el amor por una patria arraigada en profundos valores católicos.

TERCER ESCENARIO : REVISANDO LA HISTORIA, LOS OTROS EN LA ESCENA INDEPENDENTISTA.

Hasta bien entrada la década de 1960 los pocos trabajos que se habían ocupado del periodo de la independencia, por lo general, insistían que en Colombia, a diferencia de otros países latinoamericanos, los sectores populares se comportaron de manera pasiva durante este proceso. Por lo tanto, se aseveraba que para entonces el peligro de un levantamiento de las castas jamás se hizo evidente (Múnera Cavadía, 2010, p. 85), tal como lo demuestran las afirmaciones de algunos historiadores de reconocido prestigio, para quienes "Los líderes del movimiento procedían invariablemente de las clases altas de Colombia. Afortunadamente para ellos, las tensiones sociales no salieron a la superficie" (Graham, 1994), lo cual explica que "si no hubo una explosión del conflicto social y racial fue en gran parte debido a que las tensiones subyacentes no fueron puestas al frente por un proceso de rápido cambio socio-económico [...]" (Bushnell 1985). Situación que se vio reflejada en los manuales escolares utilizados para la enseñanza de la historia en las escuelas del país, en los que los sectores populares apenas fueron un referente sin mayor importancia en el escenario de la guerra por la independencia.

Sin embargo, esta lectura del proceso de independencia sufrió un giro con la aparición del trabajo de Indalecio Liévano Agui-rre, quien en Grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, publicado en 1964, dio visibilidad a los sectores populares, a los otros, en esta escena de la historia nacional. De esta manera Liévano Aguirre, quien encarnaba el revisionismo liberal, puso en entredicho el papel protagónico de los héroes que tradicionalmente habían ocupado el lugar principal en el escenario de la historia colombiana, introduciendo nuevos héroes provenientes de los llamados sectores subalternos, lo cual impactó en un público lector compuesto en su mayoría por estudiantes universitarios y de secundaria.

El libro de Liévano Aguirre se convirtió de hecho en un texto frecuentemente utilizado por los profesores de Ciencias Sociales para la enseñanza de la historia colombiana, razón por la cual se le ha reconocido el estatus de manual. En efecto, su obra se convirtió desde mediados de los sesenta en lectura obligada en los espacios intelectuales, así como también en el ámbito escolar, y desplazó a los tradicionales textos de historia patria (Ayala Diago, 1999, p. 110). Incluso, esta obra impactó en las discusiones historiográficas que para la época se llevaban a cabo en torno a la historia marxista y la conocida nueva historia, que conjuntamente con el trabajo de Liévano Aguirre introdujeron un nuevo discurso historiográfico en el país.

Aunque mantuvo el criterio político en la periodización de la historia nacional, esta obra fue abordada desde la perspectiva de los conflictos, entendidos estos como el motor de los procesos históricos-sociales que tuvieron lugar en el país, en los cuales el autor buscó explicación a las realidades del presente. Liévano Aguirre confiere particular importancia a la independencia, a la que considera un momento en que los sectores populares luchan por su derecho a la libertad.

Por ello, al referirse a los acontecimientos del 20 de julio de 1810 reivindica el papel protagónico del pueblo, al que considera el verdadero héroe de los sucesos históricos que llevaron a la conformación de la Junta de Santa Fe de Bogotá, razón por lo que denuncia a los historiadores tradicionales de falsear la verdad histórica a favor de las elites, pues según Liévano Aguirre

Como la oligarquía criolla necesitaba justificar la legitimidad de la Junta así nombrada, en los días siguientes se trató de disimular su origen arbitrario y su composición de casta, y los historiadores, guiados por los documentos parciales de la misma Junta, se encargaron de prolongar el equívoco. Existen, no obstante, valiosos documentos de la época, los cuales permiten establecer que las aclamaciones no fueron unánimes y que, en la selección de los vocales, no hubo verdadera consulta al pueblo, sino la más franca y deliberada imposición. (Liévano Aguirre, 2004, p 73)

Para Liévano Aguirre, el éxito de la junta solo fue posible gracias a la intervención de los sectores subalternos, sin la cual "La derrota del movimiento hubiera sido inevitable de no haber intervenido [ ..] las nuevas fuerzas en el conflicto", guiadas por un líder popular a quien este llama "un hombre extraordinario, el verdadero prócer del 20 de julio". Liévano se refiere a José María Carbonell,

[..] a quien nuestra historia oficial ha tratado de arrinconar en los modestos desvanes que se reservan para los personajes de secundaria importancia. Nada tiene ello de sorprendente, porque esa historia sólo ha otorgado el apelativo de "prócer" a los servidores sumisos de la oligarquía, y para los defensores del pueblo y los voceros de sus intereses, ha reservado invariablemente los calificativos de "demagogos", "agitadores" y "tiranos". (Liévano Aguirre, 2004, p. 73)

Este tipo de afirmaciones serán una constante en la narrativa de Liévano Aguirre sobre la independencia, lo cual constituye una ruptura con la forma como la historiografía tradicional se había referido al tema y en particular a los actores de un proceso en el cual subyace un conflicto entre distintos sectores sociales (notables criollos vs. desposeídos y humildes), para quienes, como es el caso de los sectores populares, el autor reclama su reconocimiento como actor protagónico del escenario independentista, pues "ya no era ese rebaño de ovejas, ese montón de bestias de carga que solo existía para obedecer y para sufrir."

La obra de Liévano Aguirre, el texto de historia con mayor número de ediciones en el país, aportó nuevas interpretaciones del proceso de independencia, las cuales circularon en los espacios escolares de los años setenta y ochenta generando en estos un marcado interés por encontrar en la historia explicaciones al presente violento y a las desigualdades sociales y económicas. Sin embargo, ello condujo a aplicar coyunturas del presente a las situaciones del pasado, lo que de cierta manera convirtió a este libro (en el que la oposición pueblo vs. oligarquía es la constante) en uno de los fundamentos del discurso populista que enarbolaron los sectores estudiantiles y profesorales de izquierda en contra de las políticas adoptadas por la oligarquía nacional a través del Estado-nación, el mismo que según Liévano Aguirre tuvo su cuna en la independencia.

CUARTO ESCENARIO : HISTORIAS QUE MATAN, LA BATALLAS DE LOS MANUALES.

A la interpretación revisionista de Indalecio Liévano Aguirre, quien desafió la historia oficial, le siguieron otros manuales de historia cuyos autores pretendieron romper con la historia anecdótica, tradicional y heroica representada por la Academia Colombiana de Historia. En efecto, en los años ochenta fueron editados varios manuales que, desde una perspectiva marxista y estructuralista, buscaban incorporar en el espacio escolar las nuevas interpretaciones y hallazgos de la nueva historia colombiana7, más afecta a la mirada estructural, en la que se le daba mayor relevancia a lo económico y social, desplazando así a los acontecimientos y hechos políticos que durante gran parte del siglo XX habían dominado el escenario de la enseñanza de la historia. En efecto, los autores de estos textos "no ponen énfasis en las fechas y héroes, sino enfocan toda la historia como sucesión de hechos, encadenados unos con otros, de tal modo que los procesos históricos están muy unidos a los sociales y aún más a los económicos" (Kalmanovitz & Duzán, 1986).

Los principales manuales de esta nueva tendencia historio-gráfica fueron el de Salomón Kalmanovitz y Silvia Duzán (q.e.p.d): Historia de Colombia (1986); Margarita Peña y Carlos Mora: Historia Socioeconómica de Colombia (1985); Rodolfo de Roux: Nuestra Historia 5. Historia cercana (1987). Estos textos se convirtieron en epicentro de una airada polémica agenciada por los miembros de la Academia Colombiana de Historia, y que se conoce en los círculos académicos como la "Batalla de los Manuales", la cual alcanzó niveles de intolerancia y persecución política contra sus autores, al punto que uno de ellos, Silvia Duzán, fue asesinada en 1990 por un grupo paramilitar de extrema derecha.

Estos tres manuales, que innovaron en cuanto a la pedagogía y contenidos utilizados para la enseñanza de la historia, tienen en común la reducción del número de páginas dedicadas a la independencia, periodo que se ve ostensiblemente menos destacado con respecto a otros temas considerados, por su contemporaneidad, de mayor importancia. Ejemplo de ello es el texto de Kalmanovitz y Duzán, quienes abordan la independencia en solo 34 páginas de un total de 200 que componen el libro, lo cual representa tan solo el 17% dedicado a este proceso; la obra se estructura en tres apartados: Independencia, Reconquista y La Gran Colombia y El pensamiento de Bolívar.

Los autores de estos manuales, al referirse a la independencia, la conciben como el resultado de la crisis vivida por las monarquías europeas en el siglo XVIII, las cuales se resquebrajaron como forma de poder político dando paso al ascenso de la burguesía, representada en las elites criollas, quienes influenciadas por la Ilustración enarbolaron las banderas de igualdad y libertad. En estos libros la independencia, concebido por algunos como "un traslado de poder o tan solo como un ascenso de la oligarquía criolla", es abordada como el resultado de un proceso enmarcado en estructuras de larga duración, lo que de cierta manera se alejan del detalle, de las especificadas de los mecanismos y de las formas como funcionaron las transformaciones y las acciones de individuos dentro de la colectividad. Con respecto a la independencia, los autores privilegian explicaciones generales o globales, que la muestran subordinada a las grandes lógicas de orden económico y social, sacrificando así las especificidades propias de un proceso que por sus características tuvo desarrollos particulares que van más allá del movimiento del 20 de julio que tuvo lugar en Santa Fe de Bogotá en 1810.

Los mencionados manuales comparten la visión acerca de que los intereses particulares de los criollos, la erróneamente llamada Patria Boba, frenaría el impulso inicial de la independencia "la élite criolla no concretó de inmediato un decisión plenamente emancipadora, debido a la presión de los conservadores y al temor de una insurrección incontrolable". De igual forma, estos textos, en especial los de Kalmanovizt, Duzán y De Roux, al abordar la independencia como un proceso que fue más allá de la llamada "historia batalla", terminan por dar muy poca importancia a los "héroes de la patria", quienes habían ocupado mucho más páginas en la "manualística" tradicional. Es así como al referirse a Bolívar y Santander lo hacen con la intensión de desacralizarlos y romper el mito bipartidista con el cual usualmente se les había representado por parte de los historiadores tradicionales o académicos, quienes se refieren a Bolívar como el militar y a Santander como el inmaculado civilizado. Por esta razón kalmanovitz y Duzán proponen la necesidad de descubrir a Bolívar, quien es representado en el texto como un "hombre multifacético" que pasó de ser

[..] un revolucionario culto y empeñado en la independencia americana, a ser un integracionista y para luego terminar siendo un conservador amigo de la aristocracia criolla que olvidándose de sus viejos aliados, los mestizos, se declara dictador. (Kalmanovitz & Duzan, 1986, p. 45)

Ante este tipo de interpretaciones, la Academia de Historia reaccionó acusando a los autores de desvirtuar la verdadera historia de la nación y de convertirse en detractores de los padres de la patria. Según Germán Arciniégas, y otros miembros de la Academia, se buscaba con ello demoler la historia en beneficio de la izquierda comunista y propiciar el desvertebramiento del Estado a favor de la guerrilla, razón por la cual convocaban: "No hay que caer en la tentación de consumir los productos de los guerrilleros que se atrincheran en "su" historia para secuestrar y asesinar a la de Colombia." (Boletín de Historia y Antigüedades, n°. 751, 1985, p. 978). Así mismo, se criticaba el poco espacio e importancia dado por estos manuales a la independencia y al uso de comics para representar a los actores del proceso, situación que según Arciniégas incitaba al desconocimiento del origen de la nación, así como a deslegitimar y burlarse de los héroes que nos habían dado la libertad y a olvidar los hechos gloriosos.

A las críticas de la Academia hicieron eco varios de los más importantes periódicos del país, los cuales dedicaron editoriales y columnas de opinión para mostrar su rechazo a la forma como era abordada la historia en estos manuales escolares. En uno de estos escritos se insiste en que lo que se busca con este tipo de manuales

[...] es de preparar la guerrilla como camino para llegar al régimen totalitario [...] allí se explica la guerra de independencia como un movimiento de los pobres contra los ricos [acaso] no sabe [el autor] que la guerra de independencia fue la unión de clases, en que los blancos libertaban a los negros y se unían con ellos para fundar república y los negros buscaban a los blancos para abrir el camino de la democracia que tendía a la igualdad, y comenzó estableciendo la igualdad ciudadana. (Melo Guevara, 1985)

Según estas palabras los manuales no eran otra cosa que una sarta de mentiras que pretendían incendiar la lucha de clases, en una sociedad que desde siempre se había caracterizado por la igualdad y la fraternidad entre los sectores sociales, quienes reconocían en los "blancos de la tierra" o criollos a los principales constructores de una democracia republicana casi perfecta, afirmaciones que resultaban un ultraje a los avances de la historiografía nacional, tal como lo manifestó en su momento el historiador Jorge Orlando Melo, quien al convocar a un debate civilizado consideró que tras esta actitud de condena impuesta por los censores de la Academia Colombiana de Historia estaba oculta "una visión paternalista que no cree ni respeta la inteligencia de los colombianos, y que cree que a estos se les sirve y se les educa mejor engañándolos y ocultándoles aspectos de la realidad" (Melo, 1989).

Este debate, que en la práctica fue el resultado de dos formas distintas de concebir la historia nacional y la forma en que esta debía ser enseñada, se caracterizó por el discurso peyorativo y estigmatizante imperante en la época. En efecto, esta discusión planteada por parte de los académicos y por algunos miembros de los partidos políticos tradicionales, quienes exigían que el gobierno tomara medidas para evitar la circulación de estos textos en las escuelas, muestra el nivel de la polarización social y política que caracterizaba el país en los años ochenta, situación que en las décadas siguientes alcanzaría niveles de violencia que incluso terminaron generando una serie de asesinatos contra intelectuales, que como en el caso de Silvia Duzán, habían sido señalados como enemigos de la patria, nación que ha visto morir a varios estudiosos de nuestra pasado, quienes, como ocurrió también con los historiadores Jesús Bejarano, Antonio Restrepo, Darío Betancourt, Hernán Henao y Jaime Gómez, se atrevieron a interpretar de otra forma la historia del país, una historia que para algunos es tan peligrosa que ha terminado con la vida de quienes se han atrevido a contarla.

QUINTO ESCENARIO: LA PERSPECTIVA REGIONAL. EL PAPEL DEL CARIBE EN LA INDEPENDENCIA

En medio de este clima de tensión, debates y conflictos sociales y políticos en los que se vieron involucrados algunos de los historiadores de la nueva historia de Colombia, los estudios regionales cobraron una dinámica que permitió efectuar otras miradas a la historia de un país caracterizado por su diversidad regional. En efecto, durante los años ochenta y noventa los estudios de la historia regional en el país alcanzaron un avance significativo, al punto de generarse una importante literatura sobre las regiones colombianas. El Caribe colombiano no fue la excepción y se convirtió en objeto y tema de estudios históricos fundamentados en métodos, fuentes y prácticas investigativas más profesionales que permitieron develar el papel de la región en el proceso de independencia.

Con el propósito de difundir los nuevos hallazgos del desarrollo histórico regional surgieron algunos proyectos que pretendían dotar a maestros y alumnos de materiales destinados a la enseñanza de la historia. Una de estas publicaciones lleva por título Colombia país de regiones, cuyo segundo tomo está dedicado a la región Caribe (Zambrano, 1988, p.169); es de notar que esta obra, a pesar de no haberse concebido originalmente como manual escolar, terminó siendo ampliamente utilizada en los espacios escolares de las principales ciudades de la costa. Al momento de abordar la independencia, este texto hace énfasis en las actitudes asumidas por las provincias frente a la Corona española, lo cual se constituyó en una fuente de conflictos entre las principales ciudades de la costa, pues mientras algunas fueron afectas a la causa patriota, como fue el caso de Cartagena, otras, como Santa Marta, fueron partidarias del statu quo, enfoque que invita a entender la independencia más allá de un movimiento homogéneo orientado desde el país andino, el cual indudablemente tuvo una dinámica que permitió evidenciar los conflictos y las rivalidades entre los distintos sectores por la búsqueda del poder y control de las nuevas instituciones republicanas.

Con la integración del currículo de Ciencias Sociales surgieron algunos otros manuales que desde la perspectiva regional pretendieron enfocar la enseñanza de la historia. Ejemplo de ello lo constituye el texto de Romero Jaramillo (1993), Ciencias sociales regionalizada. Región Caribe, destinada al 4°. grado de Educación Básica. En este texto los autores, con un lenguaje que resulta desproporcionado para niños con edades entre los 8 y 9 años, abordan la independencia como un proceso que en primera instancia resulta inconcluso debido a los intereses regionales de las diferentes elites criollas, quienes antepusieron sus intereses particulares a la necesidad de construir una república independiente.

Utilizando documentos y apartes de libros de historia, los autores se ocupan de los desarrollos de la independencia en la costa, y resaltan la influencia que sobre los líderes cartageneros tuvo la masonería de Jamaica, isla con la cual existía un estrecho vínculo comercial y político por parte de la elite que habitaba Cartagena, de la cual resaltan el sacrificio que dio a la nación al ofrendar a la causa patriota a un número importante de su dirigencia durante la reconquista española por parte de Pablo Morillo.

Con el subtítulo "La provincia induce al centro", el manual resalta la iniciativa de varias regiones en la búsqueda de la independencia, para lo cual destaca el "movimiento juntista", que tuvo su expresión en Cartagena con el establecimiento de la Junta de Gobierno el 22 de mayo de 1810, la cual a diferencia de la Junta de Santa Fe "propendía por la independencia absoluta de España". Al referirse a estos sucesos, los autores resaltan el hecho de ser Cartagena la primera provincia en declarar su independencia de España, razón por lo cual su discurso está lleno de un localismo extremo que raya con el parroquialismo, pues en su afán de reivindicar el papel de la costa, y especialmente el de Cartagena de Indias, terminan por abusar de una visión regionalista y chovinista, dejando de lado la relación de estos sucesos con el proceso independentista en el conjunto del Virreinato de la Nueva Granada.

El manual deja ver cómo los autores se interesan más en demostrar el papel pionero de la región en el proceso de independencia que por adentrase en las particularidades que este tuvo en el espacio local y regional:

Así como históricamente no es cierto que el 20 de julio de 1810 se dio el primer grito de independencia, pues ya se había dado en Mompox y Cartagena en mayo y junio del mismo año, tampoco es cierto que con la batalla de Boyacá se sellara nuestra independencia definitiva, porque fue el 10 de octubre de 1821, cuando las últimas tropas españolas, situadas en Cartagena [..] capitularon y abandonaron nuestro país. (Romero Jaramillo, 1993, p. 196)

Ciertamente, en este tipo de afirmaciones, y otras similares que ocupan la mayor parte de las 35 páginas dedicadas a la independencia, se evidencia más un discurso contestatario, apoyado en datos, nombres y fechas con las que se quiere demostrar la condición de pionera de la región, y en especial de Cartagena, que dar conocer los desarrollos de este proceso en el Caribe colombiano.

Sin embargo, a pesar del espíritu contestatario que caracteriza el discurso empleado por sus autores, el manual incorpora un elemento que resulta positivo en cuanto que rescata del anonimato a varios de los actores de la gesta independentista en la costa, quienes fueron ignorados en la mayoría de los manuales de historia, ya fueran estos tradicionales, revisionistas o de la llamada nueva historia. En efecto, este manual, que solo alcanzó la segunda edición, rescata del ostracismo histórico a personajes como José Padilla, quien a pesar de su condición de mulato guajiro logró convertirse en una de las más importantes figuras protagónicas en el proceso de independencia que tuvo lugar en la costa Caribe, región sobre la cual la guerra de emancipación tuvo repercusiones nefastas que impactarían en su ulterior desarrollo.

LO QUE SIGUE...

Con la aprobación de la Constitución de 1991, y con la nueva legislación educativa derivada de la nueva estructura constitucional, se generaron importantes innovaciones en los procesos de enseñanza de las Ciencias Sociales que traerían como resultado la aparición de un importante número de manuales en los que los temas relativos a la historia son abordados a través de diversas propuestas pedagógicas que buscan generar un pensamiento histórico-crítico en los estudiantes, para lo cual el tema de la independencia resulta de vital importancia en la medida en que este es aprovechado para comprender la ruptura con el viejo régimen y el advenimiento de la modernidad política en el país. Pero el análisis de la forma como es abordada allí la independencia, los escenarios históricos y las representaciones que sobre esta contribuyen a formar estos textos escolares será objeto de futuros artículos en que se dará cuenta de los avances de la investigación que se lleva a cabo sobre este objeto de estudio de la historia de la educación.


1  La Academia Colombiana de Historia fue creada en 1902 luego de la Guerra de los Mil Días.

2 A pesar del interés de los autores por balancear estas dos visiones de la historia de la independencia colombiana, encontramos que en el texto prima la perspectiva conservadora sobre la emancipación, aunque un poco más moderada de lo que históricamente había caracterizado la relación con los liberales.

3 En Colombia, la confrontación partidista, detrás de la cual no solo estaban intereses de orden económico sino también divergencias ideológicas y religiosas, fue una constante durante el siglo XIX, especialmente durante su segunda mitad, cuando la identificación partidista se hizo más fuerte. Esto lo evidencia la lucha por el poder entre liberales y conservadores durante las campañas presidenciales y las jornadas electorales, las cuales se distinguieron por el fraude y la violencia, las golpizas a los electores y jurados, la trampa en los registros electorales, el robo y destrucción de urnas, la suplantación y la embriaguez de los electores y jurados.

4 Para la descripción del proceso de independencia el autor se apoya en una serie de mapas en los cuales se representan las más importantes batallas que tuvieron lugar entre tropas realistas y patriotas, lo cual era una característica de los manuales lasallistas.

5La historiografía sobre manuales escolares ha tenido en la última década un desarrollo importante, lo cual de cierta manera es el resultado de las nuevas preguntas con las cuales es abordado este objeto de investigación, el mismo que tiene un carácter dual: a la vez es fuente y objeto de estudio.

6 En Colombia, desde finales del siglo XIX hasta las tres primeras décadas del siglo XX, el partido conservador estableció una alianza con la Iglesia, lo cual le permitió a esta legitimar su marcada injerencia en los asuntos más diversos de la sociedad y del Estado colombiano, en especial lo educativo, tal como quedo demostrado con la Ley sobre educación dictada por el Congreso de la República en 1903, cuyo artículo primero dispuso que la Instrucción Pública en Colombia debía ser organizada y dirigida en concordancia con los principios de la Religión Católica

7 Esta denominación se le dio a los nuevos estudios efectuados sobre la historia de Colombia realizados por profesionales de la disciplina, especialmente por economistas, quienes a partir de un modelo teórico y metodológico retomado de la escuela de Annales efectuaron nuevas interpretaciones de los procesos históricos. El énfasis lo tuvo la historia social y económica. Para la historia económica, al decir de Melo (1996) "se apoyaron con frecuencia en la teoría de la dependencia, mientras el marxismo parecía irse reduciendo a una orientación metodológica que buscaba ante todo hacer visibles los conflictos de clase y a mirar el mundo, en forma a veces algo populista o reivindicativa, desde la perspectiva de los sectores más explotados o marginados de la población. El ideal seguía siendo el de la tradición francesa: una historia total, en la que los procesos políticos o culturales pudieran enmarcarse en las estructuras económicas y los conflictos sociales."


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