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Estudios de Filosofía

versión impresa ISSN 0121-3628

Estud.filos  n.36 Medellín jul./dic. 2007

 

Carrizosa, Diana. El pensamiento de Empédocles a partir de sus versos. Fondo Editorial Universidad Eafit, Medellín, 2003, 216 p.

 

Esta obra reconstruye el pensamiento de Empédocles a partir de aproximadamente 470 fragmentos que sobreviven de sus dos obras conocidas, pero se apoya en el trabajo de otros, sean griegos, romanos, europeos o de América. Se arma un rompecabezas conceptual realmente complejo, pues a partir de fragmentos se construye un todo coherente, combinando la filología, la lectura detenida de textos filosóficos, poéticos, teóricos e históricos, reelaborándolo en un estudio claro y preciso. Se delimitan los capítulos según temas centrales del pensamiento empedócleo. La autora ha indicado lo conveniente de leerlos en orden lineal, pero no descarta otras posibilidades, para facilitar al estudiante que acuda directamente al tema de su interés. éstos son:

  1. Introducción
  2. Los cuatro elementos
  3. Tierra, Aire, Agua, Fuego
  4. Amistad y Odio
  5. Las fuerzas: artistas del ciclo cósmico
  6. Azar
  7. Nuestro mundo: un lazo hermana la totalidad
  8. El drama del daimon
  9. El pensador trágico
  10. Epílogo, o la muerte en el Etna

Aunque en una nota al pie de la página 15 se ofrece un brevísimo resumen de cada capítulo, es necesario ser más específico en la reseña, así el lector se puede hacer su propio juicio del trabajo.

1. En el primer capítulo se muestra la relación de Empédocles con el círculo pitagórico, algunas similitudes y diferencias entre el pensamiento de Parménides y el de Empédocles (tema que reaparece en el capítulo cuarto) y por qué la Tierra ingresa a esta cosmología; se considera con detenimiento la visión aristotélica que no puede aceptar los "cuatro elementos" y, brevemente, por qué el gran filósofo del siglo V a. c. pertenece a la "era trágica de los griegos".

2. El segundo capítulo estudia los elementos emparentados con los grandes dioses: Zeus-fuego, Hera-tierra, Hades-viento, Nestis-agua y trata de cómo estos componentes del cosmos "no son concebidos sólo como principios sino como principios vivientes en sí mismos". Se ahonda en esto hasta probar que para el filósofo en realidad eran "raíces"; luego se considera, en detalle, cada raíz. Al final se señala que la naturaleza ígnea y terráquea del filósofo mismo rige su concentración y su disolución.

3. El capítulo tercero se ocupa de los principios de acción de la Physis: Amistad y Odio son "conceptos generales como las cuatro raíces, creadores del universo entero y de su necesidad fundamental, se realizan a la vez particularmente en cada fenómeno natural, en cada ser, disposición, acto o gesto". (pp. 13-14) Se definen y se describen los estadios donde cada uno tiene mayor fuerza: el Esfero y la Acosmia.

4. El capítulo cuarto muestra detenidamente el movimiento incesante de lo existente por la tensión entre ambas fuerzas cósmicas y el proceso por el que se llega de un estadio al otro. En la página 109 se proporciona un gráfico útil para comprender este sistema viviente.

5. En el capítulo quinto se trata cómo el azar hace parte de la existencia del cosmos, esclareciendo que: "Las fuerzas [Amistad y Odio], actuando para siempre bajo sus propios designios, nunca diluirán la tensión de su enemistad, y es de esta persistencia en la batalla que surge el devenir universal, como obra a la vez dolorosa y placentera de firmes y vigorosos artistas". Se muestra cómo "el cosmos está sometido a un ciclo regido por la fatalidad" en una "ondulación incesante del placer al dolor y del sufrimiento a la bienaventuranza", con lo que se fundamenta la característica trágica de este pensamiento, sin considerarla negativa.

6. El capítulo sexto comienza con la relación entre el microcosmos y el macrocosmos que hay en la base de este pensamiento. Se muestra cómo el orden físico y el moral requieren de una explicación similar. Se ocupa de la importancia que para Empédocles tenía el cuidado de la sangre (por ser la que permite el pensamiento más elevado) y sus reglas de no matar ni comer carne. Todo desemboca en el tema principal del capítulo: la tendencia a la reunión de todo que instaura la Amistad en el cosmos. Se explica la redención que se da través del saber como algo cobijado por esta fuerza.

7. En el capítulo séptimo se trata el problema del alma, distinguiendo el alma corporal de otra más elevada. Se describe el proceso de la anamnesis, purificación mediante la cual el alma se puede liberar del ciclo cósmico (a donde ha llegado por un castigo), logrando fusionarse con lo que la originó.

8. El capítulo octavo muestra en toda su verdad la entereza de un pensador que acepta el dolor como inevitable y que persiste en vivir buscando el reino de la Amistad: "Impulsado por este vigor, puede el pensamiento transmutar en himno lo que ha nacido como queja, surgiendo el más pavoroso de los conocimientos bajo la forma de una voz que canta" (p. 201). En palabras lúcidas, tales como las anteriores, se caracteriza y define al pensamiento trágico, dando cuenta de su hondura.

9. El epílogo muestra cómo el filósofo tuvo el valor de internarse en el propio volcán, es decir, en sí mismo, haciendo parte de la divinidad. Con ello se aclara la leyenda de la "muerte en el Etna", y se deja sin piso la habladuría vana que crece en torno del supuesto "suicidio", para mostrar que la muerte de Empédocles se llevó a cabo en un nivel superior.

En primera instancia, el texto busca aclarar el pensamiento empedócleo, y lo logra gracias al estudio directo del mismo, que la autora justifica así:

(…) la razón más poderosa para cuidarse del criterio de "influencia" reside en que los grandes pensamientos exigen leerse primero a la luz de sí mismos, ya que si algo los caracteriza es su singularidad. Leerlos bajo la visión adormiladora de las continuidades, o del quiebre de éstas —continuidad disfrazada—, impide gozar de la auténtica fuerza que en ellos se está movilizando. El dato histórico opera como un refuerzo, pero no es lícito ir desde él a estatizar un pensamiento, como quien busca la tranquilidad en un elemento ajeno al paraje de donde brotó su inquietud. Es así como operan los narcóticos, pero el modo del recorrido, a la altura del pensamiento, es precisamente inverso: desde el pensamiento mismo para entablar múltiples relaciones, no únicamente filosóficas, también históricas, éticas, culturales. No la continuidad que se dibuja desde afuera o el dato histórico desalojando el pensamiento, sino las relaciones múltiples que el pensamiento es capaz de desplegar desde dentro (p. 25).

Como lo citado, a lo largo del libro se encuentran muchas ideas sólidas y contundentes que podrían existir por sí solas en una colección de escritos breves.

La mayoría de las noticias sobre Empédocles las proporcionan otros autores y un valioso aspecto del libro es el cuidado con que se lo desliga de las concepciones de filósofos y pensadores posteriores que lo retomaron, lo estudiaron o lo utilizaron, y cuyos sistemas de pensamiento no podían avenirse con el del fisiólogo-profeta-músico-filósofo-médico-poeta-físico-taumaturgo (a este respecto, de quien más se ocupa es de Aristóteles). Se esclarece lo dicho por Empédocles, se deja en pie un contacto directo con su manera de pensar y de brindar su pensamiento en hexámetros dactílicos. Para ello, la autora, además de formarse en la filosofía, se familiarizó con la mitología griega y con las creencias del mundo griego. Leyó con detenimiento a Hesíodo, a Homero, a los tres trágicos, a Aristófanes, a Píndaro y a otros. Estudió también las creaciones de Anaxágoras, Anaxímenes, Heráclito, Parménides, los pitagóricos, etc. Leyó minuciosamente a Aristóteles, Platón y Diógenes Laercio. Del mundo latino consultó a cumbres como Lucrecio, Plutarco y Horacio. De los modernos se adentró en obras de Spinoza, Hegel, Hölderlin y Nietzsche. Consultó las ediciones y los estudios clásicos de la filosofía presocrática como los de Dielz y Kranz, Bréhier, Kirk y Raven, la edición de Filósofos presocráticos de Editorial Gredos, o Empedocles: The Extant Fragments de Wright.[1] Es un cúmulo de lecturas en el que se pierde quien no tenga verdadero tesón. La estudiosa no se extravió en semejante viaje por el mundo de los libros y supo convertirlo en un apoyo firme para llegar a buen puerto. 

Otra de las razones por las que el texto es valioso es que ha sido revisado varias veces. Esto lo hace fiable, pues duró años gestándose. Recoge la tesis de grado de la autora para optar por el título en Filosofía y Letras, que hace nueve años fue publicada en edición restringida con el título Escritos empedócleos de Diana Carrizosa Moog.[2] La bibliografía consistía en lo que se encontraba en lengua española sobre los filósofos presocráticos o sobre Empédocles. La autora revisó cuidadosamente tal texto, retocándolo, haciendo precisiones con reordenamiento de frases o de ideas en varios párrafos, incluyendo apreciaciones filológicas, agregando notas, alargando párrafos, etc. Al nuevo libro ingresaron muchos términos griegos. En la "Introducción" se afirma que en nuestro medio académico existe "la urgencia de un espacio que nos aproxime directamente a la lengua griega" (p. 17). La estudiosa empezó su conocimiento del griego antiguo con Maria Cecilia Posada en nuestra ciudad, lo continúo en Bogotá, con el celo que la caracteriza, y ahora lo perfecciona en la Universidad Alexander von Humboldt de Berlín (de hecho, ya puede leer los fragmentos de Heráclito en griego). Así integró al texto conceptos, nombres de dioses, de personas y de obras en griego, con apreciaciones sobre sus sentidos e interpretaciones que lo enriquecen. La bibliografía misma incluye textos en otras lenguas.

A pesar de lo anterior, un aspecto en el que desmejoró es que el libro de 1996 incluía en un apéndice, y en lengua española, toda la obra de Empédocles y en la edición reciente se suprimió. Se debió conservar este anexo. Fuera de que es una fortuna poder acudir a los textos originales que se comentan a lo largo del estudio con tanta profundidad sin tener que acudir a otra fuente de consulta, incluirlos es hacer un llamado a que se domine el griego antiguo. Me atrevo a solicitar que en una próxima edición los fragmentos aparezcan, si es posible, en la lengua original y en la traducción española también. Igualmente se deben corregir algunos pocos errores tipográficos y editoriales que se indican en una fe de erratas que se anexará en breve al tomo.

El libro está pensado para acercarse al pensamiento griego anterior a Platón, pues la autora notó que en nuestro medio se carecía de un texto en español sobre la obra entera del filósofo presocrático. Merece un elogio por ver esta carencia y por suplirla con su obra. Ella se desenvuelve bien en el ámbito académico y el libro entraña un esfuerzo considerable para que sea acogido en universidades, pero excede este propósito y, una vez se ha leído su reelaboración de la filosofía empedóclea, el sistema de pensamiento específico queda en alto, al modo nietzscheano, para cuestionar hondamente. Así como el alemán que partió en dos la filosofía, que se expresó en una música escritural jamás oída antes en su "sinfonía" Así habló Zaratustra, y que es el filósofo predilecto de la autora, ella no sólo reproduce la filosofía sino que la regenera y lega una manera de ver el mundo que turba, que abre perspectivas nuevas para vivir la vida y para considerarla. En El pensamiento de Empédocles a partir de sus versos es evidente la presencia de las ideas del filósofo alemán sobre los presocráticos, especialmente las de textos como El nacimiento de la tragedia, o escritos de juventud de Nietzsche como La visión dionisíaca del mundo y, sobre todo, La filosofía en la época trágica de los griegos (todos fueron fuentes principales de cursos que la estudiosa dictó en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia hace unos años y que dejaron huella en sus estudiantes).

Inspirada en la presentación que Nietzsche hace de las cumbres del pensamiento presocrático como "las flores de un jardín", la autora se detuvo en una de aquellas cimas para tratarla a fondo, relacionándola con las demás. Fuera de realizar un trabajo realmente exigente, no descuidó la exposición clara, inteligible y organizada de lo encontrado. La prosa exige oídos que sepan acostumbrarse a nuevas melodías y, a medida que se lee, cada paso va brindando nuevos visos sobre cómo veía Empédocles la existencia. Se tiene una inquietud a lo largo de la lectura: la necesidad del dominio de la matemática para dar cuenta del sistema de pensamiento explicado. Las palabras retratan lo que las ecuaciones, las variables y los números dirían a su manera y, cuando una lógica tal subyace a la escritura, es porque se está hablando en tonos elevados.

El libro trata un momento de la filosofía en que la lógica razonada no primaba, y al entrar en contacto con ella tiene lugar una liberación de las cadenas racionales de Descartes o de la "causa" y del "efecto", del "sujeto" y del "objeto" kantianos. Se va a un ámbito donde la así llamada "intuición de la poesía", la física, la matemática y la filosofía estaban aunadas y permitían considerar la existencia sin estar "escindido": "(...) lo importante para nosotros es que sus poemas expresan, por sí mismos, el acaecimiento de otra forma del pensar, diferente del pensar lógico, sistemático y también, aunque sea posible trazar transversales entre ambos, de nuestra filosofía contemporánea. Poetizar es la manera de decir lo que es, ante una naturaleza que, manifestándose, no deja de ocultarse. Siguiendo el hilo de los versos, vamos avizorando un modo especial de la percepción, del contacto con el mundo, en el que la experiencia sagrada, las intuiciones e incluso la imaginación no son inhibidas por la pura razón" (p. 11). Se brinda un modo de vivir el "más allá", despejado de toda intromisión católica cristiana, y que resulta de sumo interés para la tan traída y llevada "Nueva era" que comercia tanto con temas tan serios. Se indica lo que implica desprenderse de la vida que ha tocado a cada uno en suerte "conociéndose a sí mismo", "siendo quien se es", o sea con un trabajo del alma verdaderamente descomunal y en términos ajenos a los que los que se practican actualmente. Hay una suerte de puente entre algunas variantes del hinduismo y la ciencia griega en esta filosofía, que abre fronteras a la espiritualidad, aún hoy.

El pensamiento de Empédocles a partir de sus versos hace pensar en el trabajo que realizó Rodolfo Mondolfo con Heráclito para presentarlo en lengua española. Actualmente, con una sólida formación en filosofía, con el dominio del alemán y del griego clásico, la autora estudia un tema de primer orden para la filosofía: Heráclito y Nietzsche. Si su primer libro es tan valioso, cabe esperar un segundo, tan o más hondo, con el fruto de sus búsquedas más recientes.

De la generación de estudiantes de filosofía a la que pertenezco, no conozco un libro filosófico propio tan completo y me siento orgulloso de haberlo visto nacer. Es envidiable dar a luz un texto donde se combinan las dotes filosóficas, el manejo de la escritura y la conciencia de que el saber es para entregarlo pues, permite la entrada al mundo de un gran ser que ahondó en el misterio de la vida con gran vigor, con seriedad proverbial y sin tapujos. Este fruto era necesario entre nosotros. El libro es de los que hace cesar la guerra si se estudia a fondo, tanto cuestiona, conmueve e implica. Esto se debe al encomiable trabajo paciente de reconstrucción y a la habilidad de unir cabos sueltos con el cuidado de recuperar el tejido original que se buscaba reparar. En este estudio se ha "rumiado" cabalmente, tomándose el tiempo de sopesar y de escribir desde otra instancia del espíritu. Guiado por la fuerza de la divina Amistad, el libro calma la sed filosófica.

A la editora, que fue a su vez maestra de filosofía de la autora, se le debe agradecer por dar a conocer una verdadera joya.

Nicolás Naranjo Boza

Instituto de Filosofía

Universidad de Antioquia

Medellín, Colombia



[1] Wright, M. R. (ed.). Empedocles: The Extant Fragments. Yale University Press, New Haven and London, 1981.

[2] Carrizosa, D. Escritos empedócleos [tesis de grado]. Sistemas y Computadores Ltda., Bucaramanga, el 12 de noviembre de 1996 (con 193 páginas de extensión —sin contar el anexo con los poemas del filósofo—).

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