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Estudios de Filosofía

Print version ISSN 0121-3628

Estud.filos  no.43 Medellín Jan./June 2011

 

Teísmo y Panteísmo en la teología de Epicteto: ¿es el lenguaje personalista una estrategia pedagógica?*

Theism and Pantheism in Epictetus’ Theology: Is the Personalist Language a Pedagogical Strategy?

Por: Rodrigo Sebastián Braicovich

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Universidad Nacional de Rosario

Rosario, Argentina

rbraicovich@gmail.com

Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2010

Fecha de aprobación: 13 de mayo de 2011


Resumen: El objetivo del trabajo consiste en analizar la interpretación de la teología de Epicteto propuesta recientemente por Keimpe Algra, la cual sugiere interpretar el lenguaje personalista de ciertos pasajes de las Disertaciones como una herramienta pedagógica bajo la cual se esconde un núcleo ortodoxo. Señalaré algunas dificultades importantes que presenta la interpretación de Algra, dificultades que obligan a concluir que la interpretación tradicional (la cual interpreta el personalismo de dichos pasajes en sentido literal, i.e., como expresión de una concepción teísta y personalista de la divinidad) permanece en pie.

Palabras clave: estoicismo; teología; panteísmo; personalismo.

Abstract: The goal of the present piece is to analyze the interpretation of Epictetus’ Theology recently put forward by Keimpe Algra, which suggests that we interpret the Personalist Language of certain passages of the Dissertations as a Pedagogical Tool beneath which hides an orthodox core. I will point to some important difficulties in Algra’s interpretation which force us to conclude that the traditional interpretation (that interprets the Personalist Language of the said passages in a literal sense, i.e., as the expression of a Theistic and Personalistic Conception of Divinity) still stands.

Keywords: Stoicism; Theology; Pantheism; Personalism.


1. Introducción

¿Es necesario suponer que el lenguaje fuertemente personalista que encontramos en los pasajes teológicos de las Disertaciones de Epicteto implica un distanciamiento decisivo respecto del estoicismo antiguo? ¿O podemos, por el contrario, suponer que la retórica personalista de Epicteto no implica su adhesión a ninguna doctrina contraria a la ortodoxia de la escuela? Haciendo excepción de la interpretación ofrecida por Adolph Bonhöffer a fines del siglo XIX (Vide. Bonhöffer, 2000), la respuesta que la crítica especializada ha ofrecido a estos interrogantes ha sido relativamente homogénea, coincidiendo en señalar no sólo la presencia de elementos personalistas/teístas en la filosofía de Epicteto (Cfr., entre otros: Colardeau, 1903: 239-282; Davis, 1903: 138-140; Davidson, 1907: 214-215; Duhot, 2003: 81-2; Germain, 2006; Hijmans, 1959: 13; Inwood, 1996: 258-9; Jagu, 1989; Lagrange, 1912; Long, 2002: 147-179; Rodríguez Moreno, 1999: 183; Sevenster, 1966; Spalding, 1903: 214) sino también el hecho de que dicha presencia constituye una innovación respecto de la tradición teológica del estoicismo antiguo. El lenguaje marcadamente personalista de numerosos pasajes de las Disertaciones, sumado a los diálogos y las plegarias dirigidas a Zeus que encontramos recurrentemente en sus páginas parecen ciertamente ofrecer apoyo a dicho consenso, en tanto parecen evidenciar un distanciamiento decisivo respecto de la concepción naturalista e inmanente de la divinidad defendida por el estoicismo antiguo. Este personalismo se expresaría en las frecuentes imágenes que encontramos en Epicteto de Zeus como observador, como padre y, fundamentalmente, como compañero y amigo (Cfr. entre otros, 2.17.23-29; 3.5.7; 3.24.60, 95-100; 4.3.9; 4.10.14) y suele ser considerado como una de las innovaciones (voluntarias o involuntarias, conscientes o inconscientes) aportadas por Epicteto al desarrollo de la escuela estoica[1].

En un artículo publicado recientemente, sin embargo, Keimpe Algra ofrece una interpretación novedosa y sustancialmente divergente respecto de la interpretación tradicional (personalista) de la teología de Epicteto. La propuesta de Algra se construye sobre lo que podríamos denominar una interpretación de tipo alegórico de las fuentes, la cual implica interpretar los pasajes de tinte más personalista que encontramos en las Disertaciones no al pie  de la letra sino como expresión de una necesidad de tipo práctico, a saber: hacer accesible a la audiencia la doctrina panteísta del estoicismo antiguo. Dado que la interpretación de Algra promete dar por tierra con una tradición interpretativa de larga data respecto del personalismo de la teología de Epicteto, las siguientes páginas tendrán por objetivo analizar la plausibilidad de la interpretación propuesta por el autor.

2.La interpretación de Keimpe Algra

El interrogante que motiva la investigación emprendida por Algra es expuesto con máxima claridad por el propio autor:

¿Hasta qué punto debe ser el uso [que hace Epicteto] de un lenguaje teísta tomado au pied de la lettre, y hasta qué punto refleja un teísmo más fuerte que la modalidad restringida y cualificada que encontramos en el estoicismo antiguo? […] Lo que haré será concentrarme en una serie de pasajes significativos que muestran, al menos en mi opinión, que la estructura superficial del lenguaje teístico representa un núcleo ortodoxo (Algra, 2007: 422)

Partiendo de este interrogante, el autor ofrece una argumentación que puede puede resumirse como sigue: [a1] el estoicismo antiguo combina elementos panteístas y teístas[2]; [a2] lo mismo sucede con las Disertaciones de Epicteto, donde encontramos ambos tipos de elementos; [a3] la teología de Epicteto es, en consecuencia, perfectamente ortodoxa. Como el propio Algra afirma explícitamente, esta argumentación no difiere en lo sustancial respecto de la interpretación ofrecida por Bonhöffer en sus estudios dedicados a Epicteto, en los que el autor alemán sostenía precisamente que las razones de la ortodoxia de Epicteto radicaban en el hecho de que los pasajes teístas que encontramos en las Disertaciones( son un eco de ciertas afirmaciones de tipo teísta ya presentes en las reflexiones cosmológicas del estoicismo antiguo. El aporte de Algra radica en que asigna una función filosófica específica a las desviaciones teístas tanto de Epicteto como del estoicismo antiguo, lo cual permite comprender porqué se vieron obligados (por razones de tipo pedagógicas) a recurrir a afirmaciones de carácter teísta[3]. Esto tiene por objetivo, en parte, hacer evidente la inadecuación de las lecturas de Epicteto que reconstruyen su concepción de la divinidad a partir de la interpretación absolutamente literal de los pasajes centrales de las Disertaciones (estrategia sobre la que se fundó, ya desde la Patrística, la acogida positiva que tuvieron las reflexiones de Epicteto en el seno del Cristianismo).

2.1.        Primera dificultad: dos tesis contrapuestas

El artículo de Algra presenta, cuanto menos, tres dificultades serias. La primera de ellas consiste en el hecho de que, a medida que el autor desarrolla su argumento, se hace evidente que existen dos tesis divergentes dentro del mismo artículo: la primera de ellas es la que resumimos anteriormente y es la que Algra promete desarrollar (Algra 2007:  36) y que sostiene, en la sección final, haber defendido (Algra 2007: 55). Curiosamente, sin embargo, el núcleo central del artículo consiste en el desarrollo de una tesis sustancialmente diferente respecto de la anterior, a saber: que no existen, en rigor, elementos teístas en las reflexiones teológicas de Epicteto, y que los pasajes en lo cuales Epicteto hace uso de un lenguaje claramente personalista pueden ser vertidos en un molde panteísta y acorde con la ortodoxia del estoicismo antiguo. En otras palabras: mientras que al inicio de su artículo Algra promete que demostrará [a2] que los pasajes teológicos de Epicteto expresan tanto una veta panteísta como una veta teísta y que [a3] esta doble vertiente es compatible con el estoicismo antiguo, el núcleo de su argumentación apunta, no obstante, a demostrar que [a2’] el lenguaje teísta de Epicteto no es más que una “interfaz”, una herramienta pedagógica que le permite tender un puente entre las doctrinas (panteístas) del estoicismo antiguo y su auditorio. Esta segunda tesis es mucho más radical que la anterior, en cuanto supone que, en sentido estricto, Epicteto es, a fin de cuentas, un filósofo panteísta, y que la totalidad de las expresiones de carácter personalista deben ser reinterpretadas como meros dispositivos pedagógicos[4]. Como resultado de esto, mientras que la primera tesis podía ser considerada como una continuación de la tradición señalada más arriba (la cual sostiene la presencia de elementos teístas en la teología de Epicteto[5]), esta segunda variante implica una clara ruptura con tal tradición.

La estrategia central del artículo de Algra consiste en agrupar los pasajes más controversiales de las Disertaciones en los que se aborda la relación del hombre con la divinidad bajo seis grandes topoi (la divinidad en tanto i) nos ve y/o supervisa; ii) nos ayuda; iii) nos habla; iv) nos castiga; v) la divinidad en cuanto padre; vi) las plegarias dirigidas a la divinidad) y vincularlas con distintos elementos doctrinales compatibles con el panteísmo materialista del estoicismo antiguo, fundamentalmente con la idea de providencia y la inmanencia de la divinidad en el mundo.  Así, a modo de ejemplo, Algra sugiere interpretar las frecuentes expresiones de Epicteto que aluden a Zeus en términos de “padre” y “hacedor” como meras referencias a la idea de dios en tanto es la “causa cósmica de que las cosas sean como son” (Algra 2007: 45).

2.2. Segunda dificultad: la interpretación alegórica

La virtud central del artículo de Algra reside no sólo en el hecho de que la interpretación propuesta resulta en principio sumamente convincente y atractiva, sino también en que la línea hermenéutica adoptada en el artículo podría ser proyectada a una cantidad importante de pasajes no analizados por el autor[6]. Su principal defecto, no obstante, consiste en los riesgos de tal estrategia, y con esto llegamos a la segunda de las dificultades a las que aludí anteriormente, a saber: la “interpretación alegórica” que propone Algra como herramienta central para reconciliar la teología de Epicteto con el estoicismo antiguo y evitar así las consecuencias heterodoxas del personalismo es, desde un punto de vista hermenéutico, sumamente arriesgada: si bien existen numerosos pasajes hacia los cuales podríamos proyectar la estrategia de la interpretación alegórica, esto se debe a que, en principio, cualquier pasaje puede ser interpretado alegóricamente (diecinueve siglos de exégesis bíblica y al menos dieciocho de discusiones talmúdicas lo demuestran). Podemos, a modo de ejemplo, suponer que la exigencia -recurrente en Epicteto- de agradar a los dioses es meramente una perífrasis utilizada por Epicteto para exhortarnos a vivir de acuerdo con la naturaleza. Desde ya, la vinculación entre ambas ideas es plausible y tiene la ventaja de liberarnos del peso de explicar cómo podemos “agradar” o “desagradar” a una entidad que, de acuerdo a la ortodoxia estoica, no es antropomórfica. No obstante, la propuesta de una posibilidad de lectura de un cierto pasaje no es, en sí misma, decisiva, y se requieren pruebas adicionales que hagan cuanto menos plausible la posibilidad sugerida, más aún cuando la lectura propuesta supone invertir el sentido literal de la expresión a analizar. Son precisamente estas pruebas adicionales las que Algra no ofrece en ningún momento, con lo cual su modelo de interpretación no pasa de ser sólo eso: un modelo posible. Sugerir, sin otro apoyo que la mera opinión del autor, que la caracterización de Dios como “un rey bueno y un verdadero padre” (1.6.40) que “se preocupa por nosotros y nos guarda paternalmente” (3.24.3) no implica la creencia en una divinidad de tipo personal es, cuanto menos, una petición de principio.

2.3. Tercera dificultad: pasajes irreductibles a una concepción panteísta

La interpretación de Algra enfrenta una tercera dificultad: cuando analizamos los seis encabezamientos bajo los cuales propone considerar los momentos más personalistas de las Disertaciones, se hace evidente que existen una serie de pasajes que no pueden ser clasificados bajo ninguna de los puntos sugeridos:

La divinidad no sólo nos concedió esas capacidades con las que podemos soportar todo lo que suceda [...] sino que además [...] nos las concedió incoercibles, libres de impedimentos, inesclavizables, las hizo absolutamente dependientes de nosotros. [...] ¿Y aún poseyendo estos dones libres y vuestros no os servís de ellos ni os dais cuenta de lo que habéis recibido ni de manos de quién, sino que seguís sentados padeciendo y angustiándoos, unos, ciegos para con el propio dador (ton donta) y sin reconocer al benefactor (ton euergetēn); otros, arrastrados por la bajeza a los reproches y las quejas contra la divinidad (1.6.40-42).[7]
Tu propósito era hacerte capaz de usar de acuerdo con la naturaleza las representaciones que te vinieran, sin frustrarte en tu deseo, sin caer en lo que aborreces, sin ser nunca infortunado, nunca desdichado, libre, sin trabas, incoercible, adecuándote al gobierno de Zeus, obedeciéndole (peithōmenon), complaciéndole (euarestounta), sin hacer reproches (mēdena memfomenon), sin hacer reclamaciones (mēden’ aitiōmenon), capaz de decir estos versos con toda tu alma: «Guíame, Zeus, y tú, Destino» (2.23.42)
Ojalá que [la muerte] a mí me sorprendiera cuando no me estuviera ocupando más que de mi proaíresis, para que me sorprenda impasible, libre de impedimentos, incoercible, libre. Quiero ser hallado ocupándome de eso, para que pueda decir a la divinidad: «¿Verdad que no transgredí tus mandatos? ¿Verdad que no usé para otra cosa los medios que me diste? ¿Verdad que tampoco obré de otro modo con las sensaciones, verdad que tampoco con las presunciones? ¿Verdad que nunca te hice reproches? ¿Verdad que nunca censuré tu gobierno? Enfermé cuando quisiste; los demás también, pero yo de buen grado. Empobrecí cuando tú lo quisiste, pero contento. No ocupé cargos porque tú no quisiste; nunca deseé una magistratura. ¿Verdad que nunca me viste más triste por ello? ¿Verdad que nunca dejé de acercarme a ti con el rostro luminoso, dispuesto a lo que mandaras, a lo que indicaras? ¿Ahora quieres que me vaya de la feria? Me voy y te doy todo mi agradecimiento porque me consideraste digno de participar en la feria contigo y de ver tus obras y de comprender tu gobierno» (3.5.7-10).
Me basta con poder extender las manos hacia la divinidad y decir: «No descuidé las facultades que recibí de ti para percatarme de tu gobierno y comprenderlo. Mira cómo he utilizado los sentidos, mira cómo las presunciones. ¿Verdad que nunca te hice reproches, verdad que nunca me desagradó nada de lo que sucedía o pretendí que fuera de otra manera, verdad que nunca transgredí mi condición natural? Te agradezco que me engendraras, te agradezco lo que me diste. Me basta con cuanto me he servido de tus dones. Tómalos de nuevo y pónlos en el lugar que quieras. Todo era tuyo. Tú me lo diste» (4.10.14-17).

Estos cuatro pasajes aluden a la idea -recurrente en la obra de Epicteto- de que debemos estar agradecidos con los dioses y no culparlos por los acontecimientos que tienen lugar en el universo. La idea de que debemos exhibir gratitud hacia los dioses (la cual se funde por momentos con la idea de que debemos agradar a Zeus) (Cfr. 1.12.8; 1.30.1; 2.23.42; 4.12.11) plantea un obstáculo serio a la interpretación panteísta sugerida por Algra[8]. En efecto: ¿es posible conciliar los pasajes citados con una concepción no personalista de la divinidad? ¿Es posible reducirlos a una mera “interfaz” destinada a acercar al auditorio al panteísmo de la escuela? No creo, personalmente, que sea posible; no, al menos, sin evidencia adicional de que esa era la intención última de Epicteto: aún si la interpretación de Algra se sostuviera por sí misma exclusivamente en cuanto a los topoi analizados por el autor, el concepto de gratitud y la idea de agradar a los dioses constituyen importantes obstáculos para la estrategia de la interpretación alegórica. Por otra parte, aun si concediéramos que los pasajes que Algra sí analiza son pasibles de ser interpretados en términos panteístas y que el lenguaje teísta en el que Epicteto se expresa en tales ocasiones obedece a una necesidad puramente pedagógica, cabe el interrogante acerca de qué tipo de objetivo pedagógico podrían asumir los topoi de la gratitud y de la exigencia de agradar a los dioses. No encuentro, personalmente, ninguna función ético-pedagógica que pudiera ser realizada recurriendo a tales expresiones, y la ausencia en el artículo de Algra de toda mención a los pasajes citados parece sugerir que Algra tampoco posee una respuesta a este interrogante.

3. Conclusiones

La importancia de una clarificación de la concepción de Epicteto de la divinidad se debe a que ciertos puntos sustantivos de sus reflexiones dependen en buena medida de ella y se verían sustancialmente afectados si accediéramos a considerar a Epicteto como un panteísta ortodoxo[9]. Si la propuesta interpretativa de Algra fuera plausible y tuviera un asidero convincente en las fuentes de Epicteto, esto no sólo implicaría revisar en su totalidad una tradición interpretativa de larga data, sino que nos obligaría a reflexionar fundamentalmente acerca de la relación que Epicteto establece entre el contenido de sus doctrinas y la función instrumental del discurso. Más aún: en caso de que la estrategia hermenéutica propuesta por Algra se mostrase fructífera para comprender de manera más adecuada la teología de Epicteto y la relación de la misma con la ortodoxia del estoicismo antiguo, dicha interpretación sería sumamente bienvenida cuanto menos por su originalidad, en tanto supondría corregir una tradición de lecturas sostenida a lo largo de dos milenios. En las páginas precedentes, sin embargo, indiqué tres dificultades importantes implicadas en la interpretación del autor. La primera de ellas consiste en la distancia que existe entre lo establecido por el propio Algra como hipótesis de trabajo y el desarrollo efectivo de su argumentación: mientras que inicialmente Algra promete demostrar que la teología de Epicteto es perfectamente ortodoxa en tanto oscila entre el panteísmo y el teísmo de modo análogo a como lo hacía el estoicismo antiguo, el desarrollo central del artículo tiene por objetivo demostrar que el lenguaje teísta de Epicteto es, en realidad, un mero dispositivo retórico con objetivos puramente pedagógicos. La segunda dificultad que señalé se vincula con el hecho de que para que la interpretación alegórica propuesta por Algra pueda ser defendida satisfactoriamente contra el cargo de mera arbitrariedad (en cuanto prácticamente cualquier pasaje puede, en principio, ser interpretado en forma alegórica), la misma debe apoyarse en pruebas independientes y complementarias a la interpretación propuesta, y Algra no ofrece tales pruebas. La última dificultad que señalé consiste en el hecho decisivo de que una serie sumamente importante de pasajes de las Disertaciones no pueden ser interpretados en los términos propuestos por Algra y parecen exigir que admitamos una concepción fuertemente personalista de la divinidad. En especial -y complementariamente a ciertos otros pasajes temáticamente heterogéneos- la idea de gratitud y la exigencia de agradar a los dioses no parecen tener lugar en un sistema estrictamente panteísta y materialista como el defendido por el estoicismo antiguo. Estas dos últimas dificultades son, según creo, suficientes para socavar la argumentación de Algra. Si esto es así, la interpretación tradicional (que supone la existencia de elementos fuertemente personalistas en Epicteto y que apunta a esa presencia como un elemento de distanciamiento con el estoicismo antiguo) sigue en pie, a pesar de la promesa inicial de Algra[10].

Referencias

* El presente artículo está vinculado a la investigación titulada La Psicología de la acción en Epicteto y se encuentra inscrito en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina, CONICET.

[1] La consideración de este aspecto como una innovación (o desviación) respecto de la ortodoxia establecida por el estoicismo antiguo depende, desde ya, de qué grado de coherencia y sistematicidad asignemos a los fragmentos que nos han llegado del primer período de la escuela vinculados con esta problemática. En otras palabras: si consideramos que los fragmentos conservados ofrecen una concepción panteísta sólida y sistemática de la divinidad, nos veremos obligados a conceder que las reflexiones de Epicteto suponen un viraje doctrinal importante; si, por el contrario, interpretamos que aquellos fragmentos ofrecen indicios de una concepción personalista o teísta de la divinidad paralela a (o en tensión con) la concepción panteísta oficial, la originalidad de Epicteto se disolverá sustancialmente.

[2] Ciertamente, el señalamiento por parte Algra de elementos teístas en el estoicismo antiguo no es, en sí mismo, ninguna novedad. Lo decisivo es hasta qué punto dichos elementos expresan doctrinas contradictorias con el panteísmo de carácter materialista defendido desde Zenón. Cfr. Algra 2003 y Baltzly 2003.

[3] A modo de ejemplo: la idea de que (contra Epicuro) los dioses se preocupan por los hombres (1.12) puede ser reducidas a términos puramente providencialistas que no exijan una concepción teísta de la divinidad (como pretende Algra 2007: 44), en el sentido de que todo acontecimiento que tiene lugar en el mundo forma parte de un plan divino que no necesariamente se encuentra presente en la mente de Zeus. Desde ya, la diferencia entre ambas expresiones es decisiva: mientras que la formulación personalista (los dioses “se preocupan” por nosotros) sugiere que hay “alguien hay afuera” observando constantemente y activamente preocupado por que nada malo nos suceda, la formulación de la misma idea en términos de un plan divino inmanente e impersonal carece de esta dimensión consolatoria. La concepción personalista de la divinidad compartida por buena parte de las religiones populares tiene su fundamento precisamente en esta dimensión puramente práctica: Zeus puede ofrecer consuelo y seguridad, y esto es algo que no puede hacerlo la idea de una divinidad que atraviesa el mundo como una materia sutil y que no admite ser identificada con una mente o una voluntad concreta.

[4] Si bien ya en la edición de Keith Seddon del Enchiridion podemos encontrar una interpretación netamente panteísta de la concepción de Epicteto de la divinidad, las afirmaciones de Seddon, a diferencia de lo que sucede en el caso de Algra, carecen de una argumentación sistemática y apoyo textual. Cfr. Seddon 2006: 21.

[5] Así parece deducirse, en efecto, de las precavidas palabras finales del artículo: “Las diferencias en cuanto al tenor y el énfasis entre Epicteto y los textos existentes de los estoicos antiguos puede hasta cierto punto deberse a la personalidad de Epicteto, a su esprit pieux, y a la veta socrática de su pensamiento. Adicionalmente, sin embargo, tales diferencias pueden ser explicadas en buena medida tomando en consideración la naturaleza y el propósito específico de las Disertaciones” (Algra 2007: 55; itálicas mías).

[6] Respecto de la noción de Zeus como “padre”, Cfr. 1.13.3; 1.19.9; respecto de la idea de que Zeus contempla lo que hacemos, Cfr. 2.8.14; respecto del tópico de la “amistad con los dioses”, Cfr. 2.17.29; 3.22.95; 4.3.9; respecto del carácter meramente retórico de los diálogos entre Epicteto y Zeus, Cfr. 3.24.94; respecto de la divinidad en tanto “orden cósmico”, Cfr. 1.6.13.

[7]Sigo la traducción de Paloma Ortíz García (Madrid, Gredos, 1993).

[8] Si bien me limito a indicar aquí los pasajes relacionados con estas dos ideas, las Disertaciones ofrecen una serie importante de pasajes -sumamente heterogéneos- que parecen igualmente resistir una interpretación panteísta (Cfr. entre otros, 1.9.7; 1.12.6-8; 1.19.2; 1.30.1; 2.8.18; 2.18.29; 3.5.8; 3.13.6; 3.24.14-16; 4.1.109; 4.12.11).

[9] Cabe considerar, a modo de ejemplo, la noción del daimon como divinidad o como un aspecto de la “conciencia”, el problema del relativo aislamiento al que parecen conducir por momentos sus reflexiones éticas (aislamiento que se ve mitigado en el caso de una concepción personalista de la divinidad), o el problema de la teodicea, entre otros.

[10]Algra (2007: 34) afirma que Anthony A. Long ofrece en su ya clásico estudio sobre Epicteto (Long 2002) lo que podría ser considerado como un camino intermedio entre el ferviente teísmo que buena parte de la tradición francesa ha supuesto presente en la teología de Epicteto, y el “teísmo con fines pedagógicos” que el propio autor propone. En efecto, Long sugiere que la diferencia entre la teología de Epicteto y la del estoicismo antiguo es fundamentalmente una diferencia de “lenguaje y énfasis” (Long, 2002:156) y afirma que el carácter distintivo de la teología de Epicteto “se extiende principalmente al entusiasmo con el cual nos exhorta a obedecer a Dios y a la calidez que infunde a su propia expresión de la preocupación de Dios por los seres humanos.” (Long, 2002: 147; cursivas propias). No obstante, caben dos objeciones contra la posibilidad sugerida por Algra de considerar que Long ofrece con esto una tercera vía de interpretación. La primera objeción concierne al fundamento mismo de la distinción: ¿puede haber un cambio de actitud o de énfasis que no se vea acompañado de una modificación en las convicciones defendidas por el autor? En otras palabras: ¿cuál sería la diferencia entre poseer una cierta actitud ante la divinidad y poseer una determinada concepción de la divinidad? ¿En qué sentido ambos elementos pueden ser independientes? La segunda objeción consiste en el hecho de que Long, en rigor, no ofrece una tercera vía: su interpretación de la teología de Epicteto se encuentra perfectamente en línea con la tradición señalada al inicio de este trabajo, la cual afirma el carácter fundamentalmente teísta de concepción de Epicteto de la divinidad y singulariza este elemento como un distanciamiento (mayor o menor, de acuerdo a cada intérprete) respecto del panteísmo defendido por el estoicismo antiguo.

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