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Estudios de Filosofía

Print version ISSN 0121-3628

Estud.filos  no.48 Medellín july/Dec. 2013

 

ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN

 

El concepto de sagacidad: su función en el método de la filosofía*

 

The concept of shrewdness: its function in the philosophical method

 

 

Por: Mario Caimi

(CONICET) Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina E-mail: mcaimi3@yahoo.com

 

Fecha de recepción: 18 de abril de 2013 Fecha de aprobación: 5 de mayo de 2013

 


Resumen.

En la Antropología, en la sección referida a las facultades cognoscitivas superiores, se presenta la sagacidad como el don de la indagación. Con eso se indica que tiene un lugar en la investigación científica. En nuestro trabajo examinamos la función que se puede atribuir a la sagacidad en el método de investigación. La presencia de la sagacidad en un investigador es contingente, pero se la puede considerar como una condición que determina el alcance del método y sus límites. También determina algunas características de los resultados de una investigación. Por eso, sugerimos que la sagacidad es una condición accesoria del método. La inteligencia personal del científico resulta así un elemento decisivo en la investigación, tanto en el planteo de los fines de ésta, como en el progreso del trabajo, y especialmente en las fases de diseño, de invención y de descubrimiento.

Palabras clave: Kant, sagacidad, método de investigación, Methodenlehre, razón, juicio.


Abstract.

In Anthropology, in the section that refers to higher cognitive faculties, shrewdness is presented as the gift of inquiry. This indicates that it has a place in scientific research. In our work we examine the role that can be attributed to shrewdness in the research method. The presence of shrewdness in a researcher is contingent, but it can be considered as a condition that determines the scope of the method and its limits. It also determines some features of the results of an investigation. Therefore, we suggest that shrewdness is an accessory condition of the method. The scientist's personal intelligence is thus a critical element in the research, both in the posing of its purposes, and in the progress of work, and especially in the design stages of invention and discovery.

Key words: Kant, shrewdness, research method, Methodenlehre, reason, judgment.


 

 

Introducción

Tema de este trabajo será el concepto de sagacidad, y su función en el método de la filosofía.

La metáfora inicial de la Methodenlehre de la Crítica de la razón pura determina de una manera muy precisa el desarrollo del texto. Es una metáfora tomada de la arquitectura. Por ella, el método queda determinado como un método para construir. Lo que hay que construir con ese método es un sistema de la razón pura (Kant, 1968: III, KrV B 735 ss.).

La concepción del método que así queda determinada no es la única concepción posible. Pareciera que la metáfora de la construcción hubiera orientado de manera muy definida la investigación acerca del método, y al darle esa orientación, hubiera excluído otras posibles maneras de concebir el método y otras funciones importantes de éste. De Vleeschauwer (1967: 169) ha señalado algunas concepciones del método filosófico, que le asignan a éste las funciones de descubrimiento, de invención, de progreso de la ciencia. Pero si bien Kant ya desde 1763 reconoce que una de las características de la filosofía es la de buscar siempre nuevas verdades fundamentales, y que ese descubrimiento no tendrá nunca fin (Kant, 1968: II, UüD, 281), al mismo tiempo le impone a esa tarea limitaciones bastante estrictas; según la Investigación sobre la nitidez de los principios de la teología natural y de la moral, lo que se pretende investigar es: a) el grado de certeza que puede alcanzar la metafísica, y b) la manera de alcanzar ese grado de certeza. Nada se dice allí de la invención, ni del hallazgo de verdades nuevas (Kant, 1968: II, 275). Y todavía mucho más tarde, en la Lógica, le sigue asignando al método solamente las funciones de construcción de un orden sistemático (Kant, 1968: IX, 139).

Sin embargo, el problema del hallazgo de verdades nuevas forma parte del universo kantiano. El tema se encuentra tratado en Crusius (1965: 172, § 98 ss.), con el título de Ingenium. Éste forma la cuarta potencia fundamental del entendimiento. Es la potencia de inventar o de encontrar (Erfindungskraft). Es, según Crusius, la facultad de pasar de una idea a otra, no por asociación ni por memoria ni por análisis.1

En algún momento Kant ha advertido que el descubrimiento de verdades, propósito de la investigación científica, descansaba sobre algunas condiciones que no podían establecerse a priori, sino que eran una especie de premisa fácticamente dada, constituída por la inteligencia del investigador individual. Un indicio de ese momento de la evolución del pensamiento kantiano se encuentra precisamente en el concepto de sagacidad, y en la explicación que de él se ofrece en la Antropología, en la Lógica, y en algunas reflexiones. La sagacidad no es una condición trascendental del conocimiento, pero es una suerte de condición pragmática de él. Más precisamente, el reconocimiento de la sagacidad como una condición del conocimiento efectivamente alcanzable nos conduce a adoptar una máxima de cautela: la máxima pragmática de tener en cuenta el carácter limitado y siempre insuficiente de la propia sagacidad individual. Acerca de esas máximas pragmáticas del conocimiento escribe el investigador español Pedro Jesús Teruel que ''las máximas así incorporadas permiten potenciar la destreza y la perspicacia y ayudan a aproximarse a la sabiduría'' (Teruel, 2008: 242).

Hacia el final del libro primero de la ''Didáctica'' de la Antropología hay un parágrafo que trata de un cierto don o talento natural: el don de indagación, que suele intervenir en el descubrimiento de algo nuevo en las ciencias. Ese don se llama la ''sagacidad''.

La sagacidad se presenta como un don natural. Trataremos de ver aquí, en nuestra exploración de este concepto, cuál es su función en el método de la filosofía.

Consideremos, ante todo, el pasaje que pretendemos estudiar. Está en las páginas 223 y 224 del tomo VIII de la edición de la Academia, y dice así:

B.

De la sagacidad o del don de indagación.

§ 56. Para descubrir algo (que está escondido, ya sea en nosotros mismos o en otro lugar), se precisa, en muchos casos, un talento particular de saber cuál es la mejor manera de buscar: un don natural de juzgar de antemano (iudicii praevii) dónde podría encontrarse la verdad; de seguirles el rastro a las cosas, y de aprovechar los mínimos indicios de afinidad para descubrir lo buscado, o para inventarlo. La lógica de las escuelas no nos enseña nada sobre esto. (...) Sin embargo, hay gente que tiene un talento [224] para descubrir los tesoros del conocimiento, como si lo hicieran con una varilla de rabdomante en la mano, sin haberlo aprendido; lo cual no pueden tampoco enseñárselo a otros, sino que sólo pueden mostrárselo a éstos, ya que es un don natural.

 

El concepto de sagacidad

La sagacidad es uno de los tres talentos de la facultad cognoscitiva. Los otros dos son el ingenio (Witz, talento de establecer comparaciones y de encontrar igualdades entre cosas diversas) y el genio, talento de la originalidad (Kant, 1968: VII, 220). La sagacidad se distingue de éstos en que ella tiene precisamente una función metódica en la ciencia, mientras que toda la función del ingenio consiste en la producción de sus ocurrencias; éstas pueden ser tales, que no sirvan para otra cosa que para ser disfrutadas; y el genio, por su parte, no es un talento para encontrar lo que ya existe pero está oculto, sino para crear, urdir o imaginar algo completamente nuevo. Como vemos ya aquí, a la sagacidad le corresponde cierta función metódica: ella interviene efectivamente en el quehacer de la ciencia. No hay método para la adquisición de ninguno de estos tres talentos, pero hay, en cambio, una función metódica que se sigue de uno de ellos, precisamente de la sagacidad.

Locke (1959) define la sagacidad como cierta habilidad: ''Cierta presteza en la mente, para hallar esas ideas intermedias (destinadas a descubrir la concordancia o discordancia de otras), y para aplicarlas correctamente, es, supongo, lo que se llama 'sagacidad'''.2 Baumgarten la define como un hábito: ''el hábito de percibir el nexo de muchas cosas es la sagacidad de la razón''.3 En ambos casos, el concepto de sagacidad pertenece, ante todo, a la psicología empírica. Pero en ambos casos, también encontramos que el concepto de sagacidad se conecta con un arte del descubrimiento de la verdad. El don de la sagacidad consiste en la habilidad de rastrear la verdad (Kant lo compara con el olfato de los perros de caza; y en efecto, sagax es un adjetivo que se aplica a los perros).4

En la sagacidad se apoya la lógica, cuando procura satisfacer la exigencia de establecer reglas o principios de la investigación,5 para que la indagación no se efectúe al azar. La sagacidad puede contribuir al establecimiento de esos principios porque en ella reside la habilidad de detectar los más sutiles indicios por los cuales pueda rastrearse la verdad. Si bien la sagacidad no puede ser parte de la lógica (porque la lógica se ocupa de la forma del pensamiento, mientras que la sagacidad atiende al contenido), sin embargo la sagacidad tiene una función en la lógica: la producción de juicios provisionales. Debemos al profesor La Rocca un estudio detallado de estos juicios, que tienen un lugar central en el tema que nos ocupa.6 Precisamente los juicios provisionales son aquello que define la sagacidad según Mellin: ''La sagacidad es un talento natural de juzgar de manera provisional (judicii praevii) dónde podría hallarse la verdad'' (1968: 154-156). Estos juicios provisionales tienen la finalidad de descubrir algo que se busca: una verdad que se busca. A la sagacidad le corresponde, según lo dice Kant en la Refl. 1485, ''descubrir algo (hallar algo que ya estaba dado), como las propiedades del imán, o América, o las leyes del movimiento de los cielos, o la electricidad estática'' (Kant, 1968: Refl. 1485, XV, 699). Por eso, mientras el ingenio se limita a detectar afinidades, y el genio inventa algo nuevo, la sagacidad tiene una función heurística que la vincula con la ciencia de manera particularmente estrecha. En este sentido, la sagacidad tiene su lugar en la lógica, como un momento de la doctrina del método; así lo ha señalado la investigadora María Jesús Vázquez Lobeiras (2000): ''Cabe destacar (...) la importancia concedida en la lógica ilustrada a los aspectos metodológicos. La lógica contiene directrices para establecer un orden en el ámbito del conocer como consecuencia del ejercicio bien conducido de la racionalidad'' (2000: 37). El problema que la sagacidad ayuda a resolver mediante sus juicios provisionales es encontrar la verdad sin auxilio de procedimientos deductivos, pero ejerciendo la razón de un modo ''bien conducido'', es decir, aplicando algún método y no procediendo de manera azarosa ni caprichosa.7

 

Los juicios provisionales de la sagacidad

Es, entonces, en el proceso de adquisición de conocimientos donde la sagacidad desarrolla su función de producción de juicios provisionales. Mellin (1968) explica que esos juicios son la expresión de la opinión; son el resultado de juzgar de modo problemático (pero no son ellos mismos equivalentes por completo a juicios problemáticos). En ellos, el predicado se junta con el sujeto solamente gracias a la categoría de la posibilidad. La función de la sagacidad, como productora de juicios provisionales, viene a satisfacer una necesidad legítima de la lógica. En el proceso de adquisición de conocimientos es imprescindible este juzgar previo, que es el que permite después suponer y afirmar. Kant explica, en la Lógica que ''los juicios provisionales son muy necesarios, ciertamente imprescindibles para el uso del entendimiento en toda meditación e investigación, puesto que sirven para guiar al entendimiento en sus indagaciones y para poner a su disposición, en relación con esto, medios diversos'' (Kant, 1968: IX, 75; trad. Kant, 2000: 131). La mayor parte de nuestro conocimiento empieza por la opinión, y sólo después encontramos fundamentos para transformar esa opinón en conocimiento, o para abandonarla del todo. Mellin ha expresado esto con especial claridad:

A veces tenemos un oscuro presentimiento de la verdad; sentimos como si la cosa pudiera comportarse de tal y tal manera. Una cosa nos parece contener características de la verdad; presentimos ya su verdad, antes de conocerla con certeza bien determinada. (...) La lógica debería dar reglas sobre ese opinar, pero aquí hay una laguna en la lógica, que todavía no ha sido colmada. Se puede exigir legítimamente de la lógica que suministre reglas acerca de cómo se ha de investigar con provecho (1968: 203, art. ''Meinen'').

Este ''oscuro presentimiento'', que Mellin (citando la Lógica)8 menciona aquí, se expresa mediante juicios problemáticos a los que acompaña la conciencia de su carácter provisional.9 Es precisamente la conciencia de ese carácter provisional lo que impide que un juicio provisional se convierta precipitadamente en un juicio determinante. Tales juicios provisionales no son meros juicios problemáticos; el carácter problemático de un juicio es una modalidad puramente lógica de él, que le quita la pretensión de verdad; mientras que el carácter provisional del juicio contiene el germen de una afirmación (verdadera o falsa) acerca de la cosa juzgada. Claudio La Rocca explica que: ''como parte de un proceso gradual de conocimiento, los juicios provisionales se presentan con un rango intermedio entre verdad establecida y falsedad: como una especie de atisbo que puede, e incluso debe, convertirse en objetividad'' (2003: 102). El juicio provisional expresa ese oscuro presentimiento de la verdad, del que habla Mellin, y orienta así la actividad de investigación de la verdad. Es precisamente esa orientación hacia un contenido, esa especie de vocación frustrada o de propósito inhibido de ser un juicio determinante acerca de una cosa, lo que distingue el juicio provisional del juicio problemático.

Los comentaristas han sostenido con muy buenas razones, tanto textuales como sistemáticas, la identidad de los juicios provisionales de la sagacidad, con los juicios de reflexión.10 Sin embargo, quisiera sugerir que se podría encontrar una diferencia entre esos tipos de juicio: mientras que la función del juicio de reflexión es buscar y suministrar un principio de unidad (un concepto, o el análogo de un concepto) para una multiplicidad dada, el juicio provisional de la sagacidad está dirigido a otro tipo de descubrimientos. Su función no es tanto la de buscar el concepto o principio faltante que permita concebir como una unidad la multiplicidad percibida, sino ante todo ayudarnos a llegar a percibir esa multiplicidad misma.11 El juicio de reflexión conduce al hallazgo de un concepto (o del análogo de un concepto); mientras que el juicio provisional conduce al hallazgo, p. ej., de América (cf. Kant, 1968: Refl. 1485, XV, 699). Es verdad que el juicio provisional interviene también cuando se trata de buscar un concepto o principio (es decir, interviene como un momento de la reflexión). Pero la tarea de buscar ese concepto no describe exhaustivamente la función de esa clase de juicios. El juicio provisorio sirve también —y principalmente— de guía, o de tentáculo, para abrir un camino a la investigación, incluso allí donde no se presenta todavía una multiplicidad dada que deba ser unificada. Aquí es donde forma un elemento imprescindible del método heurístico. Además, en la formación de los juicios de reflexión se encuentra también ese momento previo que es el juicio provisional; lo que parece ser una razón atendible para no identificar sin más los juicios de reflexión con esos precursores necesarios de ellos.

Si admitimos que eso es así, entonces le restituimos a la sagacidad (es decir, al talento para formar juicios provisionales) una función en la metodología de la investigación.

 

La función de la sagacidad en el método

¿Qué ocurriría si admitiéramos que —como parece sugerir la doctrina kantiana de los talentos— todo el delicado y complejo instrumentario de conocimiento descrito en la Crítica de la razón pura y en otras obras depende, en último término, de una inteligencia que es un don de la naturaleza, o depende incluso de un instinto (como lo dice Kant en una de las notas manuscritas sobre la Antropología)?12

De lo que venimos diciendo se desprende que los juicios de la sagacidad son imprescindibles; sin ellos no habría investigación de la verdad. Son precursores necesarios de juicios determinantes acerca de objetos que se procura conocer. Son la expresión de la opinión, que es una modalidad del asentimiento que se otorga a un conocimiento. Ahora bien, la opinión, sus elementos constitutivos y sus variantes, son asunto de la doctrina del método. Por consiguiente, los juicios provisionales y el talento de producirlos: la sagacidad, tienen su lugar en la doctrina del método. Como la doctrina del método tiene, además de su función heurística, la función de construir un sistema del conocimiento, la sagacidad ha de contarse, entonces, entre las condiciones que intervienen en la construcción de ese sistema. No es una condición formal del sistema; pero su participación contribuye decisivamente a la determinación concreta del sistema de conocimiento que se pueda construir. Como producto concreto de un sujeto concreto, el conocimiento está efectivamente sometido a esa condición; depende del grado de sagacidad que haya sido otorgado al cognoscente particular que lo produce.13 A la construcción de un sistema precede un momento pre-científico; y el sistema mismo tiene origen en esta ocurrencia originaria pre-científica que es la que le suministra incluso sus primeros principios. Kant reconoce esto cuando escribe, en la Crítica de la razón pura, que: ''los sistemas parecen haberse formado como los gusanos, por una generatio aequivoca, incompletos al comienzo, y con el tiempo completos, a partir de la mera confluencia de conceptos recolectados'' (Kant, 1968: III, KrV B 863). Ese momento pre-científico que precede a la configuración de un sistema está comandado por los talentos del entendimiento, dones de la naturaleza que son como condiciones de él.14

Es forzoso, entonces, concluir que la sagacidad es, en los hechos, una condición de la que depende la verdad. Esta conclusión podría parecer algo temeraria; pero tiene alguna confirmación textual, de la que daremos cuenta en lo que sigue.

En resumen, las cosas son las mismas, las palabras y los conceptos son los mismos para todos. Y sin embargo, cambian completamente en cada caso, según cierto nivel de inteligencia que tiene cada cual. A esa cantidad fáctica de inteligencia aplicada a la investigación es a lo que damos el nombre de sagacidad; es, como ya hemos dicho, una condición pragmática, pero universal, del conocimiento, y le pone límites infranqueables a éste.

Esto podría confundirse con una observación psicológica. Pero el propósito de nuestra investigación no es hacer una reflexión psicológica sobre las variedades de la inteligencia, sino una observación metodológica sobre los límites efectivos de la objetividad.15 Podemos admitir que la sagacidad es una facultad psicológica; pero tenemos que reconocer que sus consecuencias sobrepasan la psicología. Este límite psicológico de la objetividad, a saber: la inteligencia de cada cual, parece un límite infranqueable. Uno podría pensar que una cuidadosa aplicación del método podría atravesar ese límite. Podría pensar que si le explico a otro mi concepto con suficiente claridad y distinción, el otro podría llegar a entender mi concepto (y no siempre sólo el suyo que lleva el mismo nombre que el mío). Pero aunque así fuese, su comprensión seguiría estando condicionada por su propia, personal capacidad para conectar ese concepto con otros, para ver sus posibles derivaciones, y sobre todo, para atravesar los límites aparentes del concepto que yo le he transmitido.

La facultad de atravesar los límites de un concepto es lo que Kant llama sagacidad. Los límites de la comprensión, dentro de los que cada cual queda fatalmente encerrado, son lo que Kant llama horizonte.

 

Sagacidad y horizonte privado del conocimiento

Justo porque permite el descubrimiento de cosas nuevas (de América), la sagacidad produce un ensanchamiento del horizonte del conocimiento privado.

En la Lógica se define el horizonte del conocimiento como ''la adecuación de la magnitud del conjunto de los conocimientos a las aptitudes y propósitos del sujeto''.16 Hay un horizonte universal de la razón en general, que está determinado por lo que puede saber el hombre en general como ser humano; pero además se puede distinguir un horizonte particular u horizonte privado, que concierne a cada sujeto particular (Kant, 1968: IX, 41; trad. Kant, 2000: 104). A éste se refiere la definición antes citada, cuando dice que las aptitudes del sujeto (sus talentos, y entre ellos, la sagacidad) determinan la cantidad de sus conocimientos, tal como determinan también esa cantidad los propósitos del sujeto (pues algunos conocimientos han de quedar excluídos del horizonte por no ser atinentes a esos propósitos). Un sujeto abarcará un horizonte de conocimientos más amplio o más estrecho, según sus aptitudes; y ensanchará o limitará ese horizonte según sus propósitos. Entre las particularidades empíricas del sujeto cognoscente está su horizonte. Para determinar este último horizonte hay que tener en cuenta, entonces, tanto las aptitudes del sujeto (hasta dónde éste puede llegar) como los propósitos del sujeto (hasta dónde éste quiere llegar). Podríamos decir que lo primero (las aptitudes del sujeto) le impone cierta limitación fija a la ampliación de su conocimiento. No es una limitación universalmente necesaria, pero sí es necesaria subjetivamente, para cada sujeto particular; esto se explica en la Refl. 1977: ''Algo sobrepasa mi horizonte cuando requiere un radio mayor, una elevación de mi punto de vista mayor de lo que yo soy capaz.''17 Lo segundo (los propósitos del sujeto) impone a la ampliación de su conocimiento ciertos límites contingentes, relativos al interés del sujeto en un momento determinado; en la misma reflexión que acabamos de citar se explica: ''algo está fuera de mi horizonte cuando requiere un punto de vista diferente de aquel en el que estoy situado ahora'' (Kant, 1968: Refl. 1977, XVI, 181).

El concepto de sagacidad forma parte de la doctrina del horizonte de dos maneras: Por una parte, la sagacidad es uno de los factores que, como condiciones, determinan el horizonte; es un factor que posee necesidad (no necesidad absoluta, sino solamente relativa, con respecto al sujeto) y que determina el horizonte de un sujeto. Por otra parte, la sagacidad es un talento que permite, en un caso ideal, ensanchar el horizonte efectivamente dado, incluyendo en él objetos que no habían sido descubiertos antes.

Podría parecer que esta doctrina del horizonte fuese ajena a la teoría de la investigación (que es donde tiene su función propia la sagacidad); porque la investigación se realiza dentro de un horizonte determinado, y el ensanchamiento del horizonte no es igual a la ampliación del conocimiento. Sin embargo, el ensanchamiento del horizonte se efectúa precisamente cuando se advierten relaciones, parentescos o afinidades entre materias que antes se consideraban separadas y ajenas unas a otras. La facultad de advertir conexiones inesperadas es precisamente la sagacidad; ella es la que nos lleva a tantear la posibilidad de establecer conexiones que no habían sido percibidas antes. Ese tanteo son los juicios provisorios de los que hemos hablado. Gracias a la sagacidad, entonces, es posible que uno eleve su punto de vista, ensanche su horizonte e incluya en él objetos que antes parecían ajenos a él, ya por estar fuera de él (fuera del interés), ya por sobrepasarlo (por sobrepasar la capacidad o la aptitud concreta de alguien).

 

Horizonte y sagacidad

Tanto el horizonte privado como la sagacidad tienen en común que imponen ciertos límites al conocimiento, límites que no dependen de fundamentos a priori (como es el caso del horizonte racional universal), sino que dependen de una inexplicable generosidad o de una igualmente inexplicable mezquindad de la naturaleza. El método de investigación ve aquí limitada su eficacia; uno se atrevería a decir que sus reglas son apenas unos sustitutos insatisfactorios de cierto don de Dios o de la naturaleza.

Para expresar esto con más cuidado, podríamos distinguir dos aspectos en el método de investigación: por una parte, el método tiene una función de legitimación de los hallazgos del investigador: sirve para que todo el trabajo científico se preserve de ser una iluminación fanática o una convicción obcecada e infundada, y sea un conocimiento racionalmente fundado; por otra parte, el método sirve, o procura servir, para el hallazgo de nuevas verdades.18 En este punto es donde intervene la sagacidad; su presencia (o la falta de ella) establece los límites de la posibilidad del progreso de la ciencia.

En realidad, aunque admitiéramos todo eso que llevamos dicho, las cosas quedarían tal como están en el terreno de la investigación. La consideración de la sagacidad y del horizonte privado condicionado por ella no agrega nada a la investigación misma; sólo sirve para que advirtamos que la operación de la investigación está condicionada por algo exterior a esa operación: algo de lo que depende la aplicación del método e incluso la recta interpretación de éste. Nos permite advertir que hay algo que está por encima de la actividad de investigación, condicionándola: el talento del investigador, su inteligencia, su habilidad innata.

La condición fáctica (no apriorística, aunque previa) que así se incorpora al método es una condición que no consiste solamente en la aplicación cuidadosa de preceptos, sino que es un don imprevisible e inmanejable. Con ella, se incorpora al método un precepto de humildad: toda verdad que podamos alcanzar estará condicionada por nuestras propias limitaciones personales, por el grado siempre insuficiente de sagacidad y de inteligencia que aportemos a la investigación. El método matemático (que para Wolff es el modelo del método filosófico, como lo dice en el Discursus praeliminaris, 1740) revela aquí su carácter incompleto, su necesidad de un complemento que es exterior a la matemática. Cuando el investigador acepta que sus limitaciones afectan sus propias conclusiones, retorna la duda cartesiana y una variante de ella vuelve a imponerse a la investigación científica: toda aseveración, toda interpretación de los datos, deberán enunciarse con cautela, pues estarán sujetas a la sospecha de que la sagacidad y las otras condiciones subjetivas que nos han conducido a ellas podrían ser insuficientes. Kant confirma que ha tenido presentes estas reflexiones, cuando escribe: ''Lo que está más allá de mi horizonte no está, por eso, más allá del horizonte de otros. Para prevenir la vanidad''.

La crítica de la razón, al imponer límites a las pretensiones de la razón pura, impuso cierta humildad al racionalismo dogmático. La doctrina de la sagacidad impone ahora un grado adicional de humildad también a las pretensiones del filósofo crítico.

 


Notas al pie

* El artículo forma parte de los trabajos como investigador de planta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) de Argentina y es producto del Grupo de Estudios Kantianos, que tiene su sede en el Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

1 También Leibniz explora la cuestión en la Dissertatio de arte combinatoria y en la Scientia Generalis. Characteristica, especialmente en el ''Discours touchant la methode de la certitude et l'art d'inventer'', (Leibniz, 1875-1890: VII, 174). Pero su interés se dirige a las posibilidades de hallazgo de verdades nuevas a partir de la estructura sistemática de las compilaciones de verdades ya conocidas. (Sobre el ars inveniendi en Leibniz y en Wolff, véase: Di Sanza, 2010: 117 ss.).

2 ''A quickness in the mind to find out these intermediate ideas (that shall discover the agreement or disagreement of any other), and to apply them right, is, I suppose, that which is called ʻsagacity''' (Locke, 1959: 179, Book IV, Chapter II, § 3).

3 ''Plurium rerum nexum perspiciendi habitus est sagacitas rationis'' (Baumgarten, 1779: 238, § 645). Baumgarten traduce esto último al alemán como ''erfindsame Vernunft'', ''razón inventora'' o ''creadora'' o ''fértil en invenciones''. Con eso se acerca a lo que Kant, según hemos visto, entiende por ''genio''.

4 Reinhardt Brandt (1998), en su comentario a este pasaje, señala la importancia del olfato y la asociación con los perros.

5 ''Porque es una exigencia que se hace a la lógica y que no se ha tomado suficientemente en cuenta, la de que facilite también las reglas para buscar convenientemente, es decir, no sólo en pro de juicios determinantes, sino también de juicios previos (iudicia previa) que nos conducen a pensamientos; una enseñanza que incluso puede servir al matemático como indicación para sus invenciones y que también él aplica a menudo'' (Kant, 1968: VI 478). Seguimos la traducción de Adela Cortina Orts y Jesús Conill Sancho (cf. Kant, 1989: 354).

6 Sobre los ''juicios provisionales'', véase el excelente estudio de Claudio La Rocca (2003). Hay una versión alemana resumida (La Rocca, 2001). Véase también La Rocca (2010).

7 ''Sin moverse en la oscuridad absoluta'', dice La Rocca (2003: 84).

8 ''Tenemos a veces un oscuro presentimiento de la verdad. Una cosa parece contener notas de la verdad, presagiamos su verdad ya antes de conocerla con certeza determinada'' (Kant, 1968: AA IX, 67; trad. Kant, 2000: 126).

9 ''El juzgar provisional es, pues, un juzgar que es meramente problemático con conciencia de serlo'' (''Das vorläufige Urtheilen ist also ein mit Bewusstsein bloss problematisches Urtheilen''; Kant, 1968: AA IX, 74). Nos apartamos aquí ligeramente de la traducción de Vázquez Lobeiras (cf. Kant, 2000).

10 ''La corrispondenza tra ingegno, giudizi provvisori e capacità riflettente di giudizio è chiarissima'' (La Rocca, 2003: 91, nota).

11 Por eso, los juicios provisionales son juicios que quedan in suspenso, conservando su interés por la cosa que ha de ser juzgada; no quedan simplemente in dubio, es decir, su provisoriedad no consiste simplemente en abstenerse de decidir si la cosa es verdad o no. Los juicios provisionales de la sagacidad son ''anticipaciones'' de un juicio determinante sobre una cosa (Kant, 1968: IX, 75).

13 Eso es lo que se sigue de las notas manuscritas sobre la Antropología citadas por Vorländer en el ''Apéndice I'' de su edición de la obra, p. 302: ''Es sind Naturgaben (...) [m]an versteht hierunter nicht blos das Vermögen, sondern auch ein Hang (Instinkt) dazu, sich derselben zu bedienen (so dass gleichsam unwillkührlich dahin streben den Verstand hinreichend mit Stoff zum Denken zu versorgen)''.

13 En ese sentido afirmó E. Goldhauer: ''Wer die Methode entwirft muss die eigene Subjektivität als Bedingung in sie hineinbringen'' (citado por Caimi, 2001: 20).

14 Pascal expresó este pensamiento de manera especialmente clara cuando escribió: ''Conocemos la verdad no solamente por la razón, sino también por el corazón; y de esta última manera conocemos los primeros principios (...). Y sobre esos conocimientos del corazón y del instinto ha de apoyarse la razón, y en ellos ha de fundar todo su discurso'' (Pascal, 1963: 512, § 110).

15 El pasaje de la psicología a la epistemología primero, y a la filosofía trascendental después, es tema de la investigación de Claudio La Rocca (2010: 421; especialmente).

16 ''(...) die Bestimmung des Horizonts unser Erkenntnisse, unter welchem die Angemessenheit der Größe der gesammten Erkenntnisse mit den Fähigkeiten und Zwecken des Subjects zu verstehen ist'' (Kant, 1968: IX, 40; trad. Kant, 2000: 103).

17 ''Es geht etwas über meinen Horizont, wenn es einen größern Halbmesser, als in meinem Vermogen ist, eine großere Hohe meines Sehepuncts erfodert, als in meinem Vermögen liegen. Es ist, liegt etwas ausser meinem Horizont, wenn es einen andern Standpunct erfodert, als der, in welchem ich gesetzt bin. Horizont ist die Angemessenheit der Große der Gesammten Erkenntnisse mit den Fahigkeiten und Zweken des Subiects. Der Horizont wird entweder der Größe oder der Lage nach verschieden sein, dem Standpuncte nach'' (Kant, 1968: Refl. 1977, XVI, 181; trad. Kant, 2000: 103, nota).

18 Estos aspectos del método los ha distinguido De Vleeschauwer (1967: 167-183).


 

 

 

Bibliografía

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