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Estudios de Filosofía

Print version ISSN 0121-3628

Estud.filos  no.50 Medellín July/Dec. 2014

 

ARTÍCULOS

 

Atención, referencia e inescrutabilidad*

 

Attention, reference, and inscrutability

 

 

Ignacio Ávila Cañamares

G.I. Relativismo y racionalidad Departamento de Filosofía Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia. E-mail: iavilac@unal.edu.co.

 

Fecha de recepción: 28 de abril de 2014
Fecha de aprobación: 3 de junio de 2014

 


RESUMEN

En este ensayo discuto la crítica de John Campbell a la tesis de la inescrutabilidad de la referencia de Quine. Primero defiendo que los argumentos de Campbell no dan en el blanco, pues él pasa por alto la conexión que Quine traza entre referencia, cuantificación, y ontología. Luego discuto otra línea de argumentación contra la inescrutabilidad que invoca la concepción relacional de la atención de Campbell. Finalmente, sugiero que esta línea –aunque insuficiente y necesitada de complemento– pone de manifiesto que tras las posturas de ambos autores sobre la referencia hay importantes ideales filosóficos hacia los cuales debe dirigirse la discusión.

Palabras clave: Quine, Campbell, inescrutabilidad de la referencia, teoría relacional de la atención.


ABSTRACT

In this paper I discuss John Campbell's criticism of the Quinean thesis of the inscrutability of reference. First I claim that Campbell's arguments miss the point because he overlooks the link Quine draws between reference, quantification, and ontology. Then I discuss another line of thought against inscrutability that appeals to Campbell's relational view on attention. Finally, I suggest that this line –though insufficient and in need of a complement– brings out the fact that behind the views held by these authors on the topic of reference there are important philosophical ideals which should be discussed.

Keywords: Quine, Campbell, inscrutability of reference, relational theory of attention.


 

 

En Reference and Consciousness John Campbell propone una sugestiva teoría sobre el rol de la atención perceptual para nuestro pensamiento demostrativo sobre el mundo circundante. La tesis central de Campbell es que la atención perceptual nos proporciona el conocimiento de la referencia de un término demostrativo y, de esta forma, ella juega un rol crucial en la justificación de los patrones de inferencia que usamos en proposiciones que contienen demostrativos. Desde la introducción a su libro, Campbell anuncia que su propuesta es una reivindicación de una intuición de sentido común según la cual nuestro patrón de uso de un término está determinado por nuestro conocimiento de su referencia. Campbell afirma que esta intuición ha sido cuestionada por filósofos como Quine y el segundo Wittgenstein, para quienes sólo parece haber patrones de uso que, en última instancia, no están controlados por un conocimiento de la referencia. En el caso de Quine, Campbell cree que su tesis de la indeterminación de la traducción es una expresión de esta actitud: ''Cuando sólo tenemos el patrón de uso a considerar –dice Campbell pensando en Quine– encontramos que parece quedar indeterminada la adscripción de significado a los términos del lenguaje'' (Campbell, 2002a: 4)

Pero el asunto va más lejos. Campbell considera que su defensa de la primacía del conocimiento de la referencia sobre nuestro patrón de uso de un término no sólo intenta rescatar una intuición de sentido común, sino que en realidad implica un modelo general del lenguaje en el que el punto fundamental de contacto entre lenguaje y mundo está dado por el conocimiento que nos proporciona la atención perceptual sobre la referencia de un demostrativo (cf. Campbell, 2002a: 228). Este modelo contrasta con un modelo como el propuesto por Quine, en el cual el punto básico de contacto entre el lenguaje y el mundo está dado más bien por una asociación entre patrones de estimulación y todos oracionales que es previa al nivel de la referencia.1 En este sentido, no es extraño que Campbell dedique buena parte del capítulo once de Reference and Consciousness a discutir con Quine. Si él quiere tener éxito en su defensa de un modelo del lenguaje en el que el conocimiento de la referencia ocupa un lugar central, entonces debe mostrar que la tesis quineana de la inescrutabilidad de la referencia está desenfocada. Más aún, Campbell debe mostrar también que los hechos sobre el significado y la referencia que Quine considera inescrutables en realidad se hallan disponibles gracias a la atención perceptual.

El propósito de este ensayo es examinar una buena parte de la crítica de Campbell a Quine. En la primera sección, haré una presentación breve del argumento que Campbell esgrime contra la tesis de la inescrutabilidad de la referencia. En la segunda sección, señalaré las razones por las que considero que este argumento no logra dar en el blanco. En líneas muy generales, mi punto será que el fallo de Campbell radica en que, al no tener en cuenta la estrecha conexión que traza Quine entre referencia, cuantificación y ontología, pasa por alto el nivel donde se sitúa la tesis de la inescrutabilidad. En la tercera sección, exploraré otra línea de argumentación de Campbell contra la inescrutabilidad que invoca su concepción relacional de la atención perceptual. Argumentaré que esta línea en últimas también es insuficiente y requiere complementos importantes. Finalmente, en la última sección, me valdré de dicha línea de argumentación para poner de manifiesto que a la base de las propuestas de Quine y Campbell se hallan significativos ideales filosóficos que determinan sus respectivas concepciones de la referencia. Mi impresión entonces es que el debate sobre la referencia debe dirigirse hacia el escrutinio teórico de dichos ideales.

 

1. El argumento de Campbell

La noción de significado estímulo es un tópico recurrente en muchos escritos de Quine. Dicho brevemente, el significado estímulo de una oración observacional es el conjunto de receptores sensoriales activados que provoca el asentimiento o el disentimiento de un hablante a la oración en una ocasión dada (cf. Quine, 1960: 32–33). Quine sostiene que el significado estímulo constituye toda la realidad objetiva –el fact of the matter, por usar su propia expresión– sobre el significado. La tesis de la inescrutabilidad de la referencia es entonces la idea de que los hechos objetivos sobre el significado estímulo no determinan de modo unívoco la referencia de los términos de un lenguaje extranjero y, por consiguiente, podemos confeccionar manuales de traducción que sean mutuamente incompatibles en la asignación de entidades a dichos términos y, sin embargo, sean compatibles con toda la evidencia disponible. El punto clave de la tesis de la inescrutabilidad de la referencia es entonces que no existen hechos objetivos más allá del ámbito del significado estímulo que determinen cuál de las asignaciones alternativas de entidades a un término es la correcta. La referencia de un término es por eso inescrutable o –como también dice Quine en sus últimos escritos– indeterminada. Su famoso ejemplo del término 'gavagai' proporciona una ilustración al respecto. De acuerdo con Quine, podemos traducir indistintamente este término como 'conejo', 'instancia de conejidad', 'parte no separada de conejo', 'estadio de conejo', etc. Y en todos estos casos la evidencia empírica es insuficiente para decidir entre estas traducciones alternativas, y no hay hechos objetivos más allá del ámbito del significado estímulo que nos permitan zanjar la cuestión acerca de a qué tipo de entidad refiere 'gavagai'. Pero el asunto no termina aquí. Si el significado estímulo por sí mismo no determina la referencia de los términos de un lenguaje extranjero, entonces por la misma razón la referencia de los términos de nuestro propio lenguaje tampoco estará determinada por los hechos objetivos del significado estímulo. La inescrutabilidad de la referencia –concluye entonces Quine– ''empieza por casa''.2

Campbell señala que el supuesto subyacente a la tesis de la inescrutabilidad de la referencia es la idea de que ''los hechos duros sobre el significado –los hechos sobre el significado estímulo– pueden caracterizarse de modo previo a una consideración de los hechos acerca de qué refiere a qué'' (Campbell, 2002a: 219). Él trata entonces de socavar este supuesto con dos jugadas básicas. Primero, argumenta que una caracterización apropiada del significado estímulo de una oración requiere inevitablemente que acudamos a la atención perceptual y, segundo, sostiene que la atención a un objeto en la experiencia nos da por sí misma el conocimiento de la referencia. El resultado general es que si una caracterización apropiada del significado estímulo requiere que apelemos a la atención perceptual y, a su vez, ésta nos da por sí misma un conocimiento de la referencia, entonces no sólo los hechos duros sobre el significado no pueden explicarse sin considerar los hechos sobre la referencia, sino que además estos últimos están claramente disponibles en la atención. En consecuencia, no hay lugar para la inescrutabilidad de la referencia.

De acuerdo con Campbell, una caracterización apropiada del significado estímulo de una oración observacional requiere del concurso de la atención perceptual porque los meros patrones estimulativos son insuficientes para provocar el asentimiento o el disentimiento a la oración. Campbell parece tener buenas razones empíricas aquí. La así llamada ceguera inatencional o inattentional blindness es un fenómeno perceptual en el que un objeto produce un patrón adecuado de estimulación en un sujeto y, sin embargo, el objeto no es notado por el sujeto. También están los casos de variación atencional encubierta o covert attention en los que el foco de atención consciente varía sin que haya alteración alguna en el estímulo sensorial. En los dos casos, el sujeto puede recibir un patrón estimulativo apropiado y, sin embargo, no asentir ni disentir a una oración observacional simplemente porque en ese momento su atención está dirigida a otro sector de la escena perceptual. De esta forma, el asentimiento o el disentimiento a una oración observacional no es provocado únicamente por la recepción de patrones apropiados de estimulación, sino que también se requiere que el sujeto atienda conscientemente al sector relevante de la escena perceptual. Así, Campbell concluye que el significado estímulo de una oración observacional no puede caracterizarse al modo de Quine en términos de mera estimulación. Se necesita además el concurso de la atención perceptual.

El paso siguiente de Campbell es argumentar que la atención perceptual nos da por sí misma el conocimiento de la referencia de un término. Como hemos visto, Quine sostiene que la información perceptual por sí misma no nos permite decidir si el término 'gavagai' refiere a conejos, estadios de conejo, partes no separadas de conejo, instancias de conejidad, etc. La razón de Quine aquí es que al señalar un conejo ''se ha señalado también un estadio de conejo, una fusión de conejo, y el lugar donde se manifiesta la conejidad'', y ''al señalar una parte integral de conejo se señala también a los otros cuatro tipos de cosas y así sucesivamente'' (Quine, 1960: 52–3). Campbell rechaza este argumento sobre la base de que no tiene en cuenta el rol de la atención perceptual. En su opinión, la clave está en que estos tipos diferentes de entidades demandan formas distintas de atención perceptual que son empíricamente detectables en la experiencia. En sus palabras:

El sujeto que atiende a un estadio temporal simplemente dejará de atender en un cierto punto, cuando el estadio haya alcanzado su fin. En cambio, el sujeto que atiende a un conejo continuará, incluso después de que el estadio haya terminado [...] El sujeto que atiende visualmente sólo a una parte no separada de conejo, e ignora el resto del conejo, notará la sangre sólo en la parte de conejo y no notará la sangre en otros sitios del conejo; el sujeto que atiende a todo el conejo notará una cantidad suficiente de sangre en muchos lugares de la cosa. (Campbell, 2002a: 223)

Así las cosas, si –como afirma Campbell– la atención perceptual nos permite realmente distinguir entre los conejos y sus esotéricas alternativas ontológicas, entonces los hechos sobre la referencia que para Quine resultan inescrutables en realidad se hayan enteramente disponibles en nuestra experiencia perceptual y, por consiguiente, no hay lugar para la tesis de la inescrutabilidad de la referencia. El argumento de Campbell puede resumirse entonces en los siguientes términos:

    1. La atención perceptual es necesaria para una caracterización apropiada del significado estímulo.

    2. La atención perceptual nos permite distinguir entre distintos tipos de alternativas ontológicas.

    3. Los hechos sobre la referencia que Quine considera inescrutables se hallan disponibles al nivel de la experiencia gracias a la atención perceptual (por premisa 2).

    4. No hay inescrutabilidad de la referencia.

En la siguiente sección discuto este argumento.

 

2. Atención e inescrutabilidad

La crítica de Campbell está dirigida básicamente a la posición que Quine adopta en Word and Object y, en este sentido, me parece que la reflexión que anima a la primera premisa de su argumento va por buen camino. Sin embargo, esta premisa pierde cierta fuerza cuando se la considera a la luz de algunos trabajos posteriores de Quine. En particular, en ellos hay al menos dos aspectos que resultan pertinentes para la presente discusión. El primero es que Campbell no considera algunos pasajes en los que Quine invoca la noción de prominencia.

Por ejemplo, en The Roots of Reference dice:

La prominencia facilita mucho el aprendizaje de palabras observacionales. Aquí es donde el señalar ofrece sus beneficios. La escena es selectivamente animada (enlivened) por la conspicua intrusión de un dedo ante el objeto elegido, o por el movimiento del dedo resaltando la región elegida.

Y unas líneas después:

El señalar contribuye acentuando la prominencia de una porción del campo visual. Primariamente esta prominencia se le concede indiscriminadamente al dedo que señala y a su trasfondo y vecindad inmediatos, a través de la acción familiar del movimiento y el contraste. Incluso en este efecto primitivo hay una ganancia: la mayoría de los sectores irrelevantes de la escena se eliminan de la atención (Quine, 1974: 45; véase también Quine, 1995a: 19)

La importancia de estos pasajes radica en que –como lo deja claro la última línea citada– con ellos Quine sí parece estar dejando un espacio importante para la atención perceptual en su reflexión sobre la comunicación y el aprendizaje lingüístico. De hecho, resulta difícil no trazar una conexión entre el tipo de atención perceptual exigido por Campbell y la descripción quineana de la prominencia y la ostensión en estos pasajes. En ambos casos, lo que se quiere resaltar es precisamente la manera como el sujeto dirige su mirada a un sector de la escena y deja otros en el trasfondo, y cómo esto contribuye inequívocamente al intercambio lingüístico.

El segundo aspecto que aparece en los últimos trabajos de Quine tiene que ver con un ajuste en su posición sobre las oraciones observacionales. En parte como resultado de su discusión con Davidson, Quine finalmente abandona la noción de significado estímulo de su caracterización del significado de tales oraciones. Él dice:

Davidson llama a su posición una teoría distal del significado y a la mía una teoría proximal. En realidad, mi posición en semántica es tan distal como la suya. Mis oraciones observacionales tratan sobre el mundo distal [...] La expresión 'significado estímulo' en otros de mis escritos es claramente el villano de la película. Ella no es parte alguna del asunto intersubjetivo de la semántica. (Quine, 1993: 114 n. 1)3

Si juntamos estos dos aspectos del pensamiento de Quine después de Word and Object, las preocupaciones de Campbell con respecto a la imposibilidad de caracterizar el significado estímulo de una oración observacional en términos de mera estimulación pierden parte de su relevancia. Quine no sólo parece estarle dando un lugar a la atención perceptual en su reflexión sobre el lenguaje, sino que además nos dice que en su postura el significado de la oración observacional está relacionado –a la manera de Davidson– con los rasgos distales del entorno y no con la activación proximal de receptores asociada a su antigua noción de significado estímulo. Incluso podríamos pensar que ambos aspectos están conectados en el siguiente sentido: es justamente porque podemos dirigir la atención perceptual a distintos objetos del mundo circundante que el significado de las oraciones observacionales está relacionado con los rasgos distales del entorno. Y, vista desde esta perspectiva, la preocupación de Campbell sobre el significado estímulo no parece muy inquietante.

Ahora bien, puede pensarse que aun si la primera premisa del argumento de Campbell pierde relevancia a la luz de los ajustes que introduce Quine en su postura tardía, en realidad estos ajustes traen muy buenas noticias para Campbell. Después de todo, alejados de la activación proximal de receptores, Campbell puede sostener que la razón por la cual la atención perceptual a los rasgos distales del entorno es crucial para una caracterización del significado de las oraciones observacionales es precisamente que –como reza la segunda premisa de su argumento– ella nos permite conocer el tipo relevante de objeto del que trata la oración. De este modo, la tesis de la inescrutabilidad de la referencia se iría por la borda y Campbell alcanzaría su tesis capital de que el significado depende del conocimiento de la referencia que nos proporciona la atención perceptual. Que esto sea así depende, claro está, de la fuerza que tenga la segunda premisa de su argumento. En realidad, es allí donde está el punto medular de la argumentación de Campbell. Si es verdad que la atención perceptual nos permite distinguir entre conejos y sus alternativas ontológicas y esto es todo lo que necesitamos para fijar la referencia, entonces tendremos un poderoso antídoto contra la inescrutabilidad de Quine. Si, por el contrario, las condiciones para hacer referencia y distinguir varias alternativas ontológicas van más allá de lo que la atención puede darnos, el argumento de Campbell no logrará alcanzar su objetivo. Supondré, por tanto, que el eje central del argumento de Campbell se mantiene incluso si tomamos en consideración los ajustes que Quine introduce en su postura después de Word and Object.

¿Nos da entonces la atención perceptual por sí misma el conocimiento de la referencia? ¿Nos permite por sí sola distinguir entre conejos y sus alternativas ontológicas? Al abordar estas cuestiones no debemos pasar por alto el vínculo que establece Quine entre referencia, cuantificación y compromiso ontológico en su teoría. Su famoso estribillo de que ''ser es ser el valor de una variable'' es una expresión muy condensada de este vínculo. Con este estribillo Quine quiere indicar, por un lado, que los compromisos ontológicos de una teoría están codificados en su aparato de cuantificación y no en los nombres propios o, para el caso de la presente discusión, en los términos demostrativos. Por otro lado, y en plena consonancia con esto, con su estribillo Quine quiere indicar que las expresiones genuinamente referenciales son las variables ligadas de la cuantificación y sus contrapartes vernáculas del lenguaje cotidiano. En efecto, si los compromisos ontológicos de una teoría sólo están codificados en tales variables, no es extraño que ellas sean también los vehículos de la referencia. Las entidades a las que nos refiramos serán precisamente los valores de dichas variables. El resultado de esta concepción es entonces que la referencia es un logro que requiere un dominio adecuado del aparato lingüístico de la cuantificación y sus elementos auxiliares, tales como los pronombres relativos o las terminaciones plurales. Así, en la propuesta de Quine la referencia a entidades sólo tiene lugar en el contexto teórico de la cuantificación. La diferencia entre la referencia a conejos y la referencia a sus contrapartes conejiles será entonces una diferencia al nivel teórico de los valores de las variables ligadas a la cuantificación.

Pienso que una insuficiencia importante de la crítica de Campbell a Quine es que no hay nada en ella que vaya contra esta concepción –por lo demás polémica– del vínculo entre referencia, cuantificación y compromiso ontológico. Quizá Campbell piense que en la medida en que la atención perceptual nos permita distinguir entre conejos y sus contrapartes ontológicas resulta innecesario argumentar en contra del vínculo que he reseñado. Si –como él cree– la determinación de la referencia ya se alcanza al nivel más bajo de la atención perceptual, puede parecer ocioso argumentar contra la idea de que la referencia es un logro teórico ligado a la cuantificación para neutralizar la tesis de la inescrutabilidad de la referencia.

Sin embargo, a mi modo de ver esta impresión es equivocada. Al no haber un argumento contra la concepción quineana del vínculo entre cuantificación y referencia se abre un boquete en el intento de Campbell por bloquear la inescrutabilidad. Esto se debe a que una de las consecuencias de la tesis quineana del estatuto puramente teórico de la referencia es que la capacidad perceptual –cualquiera que sea– de discriminación de entidades en el entorno es insuficiente para fijar la referencia a objetos, y lo es justamente porque a nivel perceptual falta toda la estructura teórica ligada a la cuantificación. En esta dirección, el propio Quine explica:

Como dice Donald Campbell, la reificación es innata en el hombre y otros animales superiores. Yo concuerdo, sujeto a un adjetivo calificador: la reificación perceptual. Reservo 'reificación plena' [full] y 'referencia plena' para el sofisticado estadio donde se puede preguntar y afirmar o conjeturar la identidad de un objeto de un tiempo a otro con independencia del parecido exacto. Tales identificaciones dependen de nuestra elaborada teoría sobre el espacio, el tiempo, y las trayectorias inobservadas de los cuerpos entre las observaciones [...] Hasta que no se le dé sentido a la distinción entre ser la misma pelota y ser otra idéntica, la reificación de la pelota es perceptual más que plena. (Quine, 1995b: 350).4

En mi opinión, este pasaje debilita mucho el razonamiento de Campbell a favor de su segunda premisa. Campbell necesita que diferentes modos de atender perceptualmente al entorno estén ligados a diferentes tipos de reificación perceptual del hablante, y que estas diferencias determinen por sí mismas la referencia de sus términos. El punto de Campbell es precisamente que hay una diferencia atencional importante y fácilmente detectable entre quien atiende a un estadio de conejo, quien atiende a una parte no separada de conejo, y quien atiende a un conejo. Pero si –como sugiere Quine en el pasaje anterior– la reificación perceptual es innata, entonces las diferentes formas de atender a una presencia en el entorno tendrán lugar sobre la base de un trasfondo de reificación perceptual común. Diferentes modos de atención por sí mismos no marcarán entonces diferencias en el tipo de reificación perceptual que realiza el hablante. Y esto abre la puerta a un tipo de indeterminación como el que Campbell quiere evitar. Sobre el trasfondo común de la reificación perceptual innatamente compartida, dos hablantes pueden atender de igual modo a una presencia del entorno y, sin embargo, diferir en su concepción ontológica sobre ella. Por ejemplo, un sujeto que contempla el despliegue de una secuencia ordenada de fugaces estadios de conejo puede atender al entorno de la misma forma y por el mismo lapso de tiempo que alguien que más bien disfruta observando la persistencia obstinada de un mismo conejo a través del tiempo. Y, a la inversa, dos hablantes que por alguna razón difieren claramente en su modo de atender a una presencia del entorno pueden compartir los mismos compromisos ontológicos respecto a ella. Por ejemplo, alguien que atiende pertinazmente a una parte no separada de conejo porque está interesado en sus movimientos anatómicos puede compartir la misma concepción ontológica con alguien que más bien atiende al perfil total del conejo, aun si el foco atencional es distinto en cada caso. Así, estos dos tipos de situaciones parecen romper la estrecha conexión que quiere Campbell entre variaciones atencionales y variaciones en la referencia de los términos de los hablantes. Y, dadas estas situaciones posibles, parece claro que para saber si las variaciones en el modo de atención perceptual realmente corresponden a divergencias en la referencia, tendríamos que preguntar a los hablantes cosas como ''¿diriges tu atención a conejos, a partes no separadas de conejos, o a estadios de conejos?'', o ''¿por qué diriges tu atención del modo en que lo haces?''. Pero la dificultad que genera este procedimiento para el argumento de Campbell salta a la vista. Con él no sólo se está reconociendo de entrada que la atención perceptual por sí misma no determina la referencia, sino que además el procedimiento mismo de la pregunta cae bajo el alcance de la tesis de la inescrutabilidad.

El pasaje anterior de Quine también socava el argumento de Campbell en otro sentido. Supongamos –en contra de lo que he sostenido– que diferentes formas de atención sí marcan diferencias en el tipo de reificación perceptual del hablante. Desde una perspectiva como la de Quine, estas diferencias a nivel de la reificación perceptual sólo indicarían diferencias respecto a las circunstancias de asentimiento y disentimiento de las oraciones observacionales relevantes. Y el punto es que estas diferencias, aunque fueran detectables empíricamente por medio de una observación cuidadosa, no nos darían por sí mismas los hechos objetivos sobre la referencia que Campbell está buscando. Supongamos, por ejemplo, que en el lenguaje nativo la oración observacional 'Gavagai' está asociada a la cabeza perceptualmente reificada del conejo y no al todo conejil perceptualmente reificado al que nosotros asociamos 'Conejo'. Podría pensarse entonces que al detectarse esta divergencia también logramos establecer que el término nativo 'gavagai' refiere a la cabeza de conejo más que al conejo en su totalidad. Sin embargo, aun si descubrimos que los nativos sólo aplican el término 'gavagai' a las cabezas conejiles perceptualmente reificadas, esto no basta para sostener que hemos alcanzado los hechos sobre la referencia que busca Campbell. La inescrutabilidad de la referencia se reproducirá respecto a la cabeza conejil perceptualmente reificada del mismo modo que lo hace respecto al todo conejil perceptualmente reificado. Después de todo, el término 'gavagai' puede referir a cabezas de conejo, a estadios de cabeza–de–conejo, a partes no separadas de cabeza–de–conejo, etc. En consecuencia, incluso si se concede que diferentes modos de atención marcan diferencias en la reificación perceptual del hablante, todavía no se sigue que –como sostiene Campbell en la tercera premisa de su argumento– los hechos duros sobre la referencia están disponibles al nivel de la atención perceptual. La distinción quineana entre reificación perceptual y referencia plena nos bloquea este paso. Para obtener la conclusión que busca Campbell tendríamos entonces que o bien rechazar también esta distinción, o bien trazar un nexo constitutivo entre reificación perceptual y referencia plena. El problema es que –como he señalado antes– al no discutir el vínculo entre referencia, cuantificación y compromiso ontológico que está a la base de dicha distinción, el argumento de Campbell no nos da ninguna razón para adoptar alguna de estas alternativas.

Si esta reflexión es correcta, creo que podemos aclarar el sentido en el que Quine afirma que al señalar un conejo también señalamos un estadio de conejo, una parte no separada de conejo, una instancia de conejidad, etc. Esta afirmación no debe leerse –como parece hacerlo Campbell– como una afirmación sobre la ambigüedad inherente a la ostensión que –se supone– podría eliminarse discriminando varios modos de atención. El ejemplo de Quine no busca expresar el tipo de preocupaciones que tenía Wittgenstein con respecto a la ostensión.5 Su punto es más bien que la diferencia entre referirse a conejos y referirse a sus contrapartidas ontológicas es una diferencia en el valor de las variables ligadas de la cuantificación que, como tal, no es detectable en el nivel más bajo de la experiencia perceptual. De ahí precisamente que Quine piense que con apelar a la ostensión no resolvemos el asunto. En este sentido, una forma de expresar el punto de Quine es diciendo que su ejemplo es una ilustración del modo en que la reificación perceptual deja indeterminada la referencia plena. Aun si se superaran las perplejidades de Wittgenstein sobre la ostensión –y Quine piensa que estas dificultades son tratables–, el eje central de su ejemplo seguiría en pie. A mi modo de ver, el error central de la crítica de Campbell radica entonces en que al no considerar el vínculo que traza Quine entre referencia, cuantificación y compromiso ontológico, también pasa por alto el nivel mismo en el que se articula la tesis de la inescrutabilidad de la referencia. En efecto, una vez que se aprecia este nivel en su justa dimensión, también se observa que no hay caso en acudir a la atención perceptual o a su posible rol en la ostensión para socavar dicha tesis. Al menos en lo que respecta a la crítica de Campbell, podemos concluir entonces que la tesis quineana de la inescrutabilidad de la referencia sigue en pie.

 

3. La teoría relacional de la atención y la referencia

Una manera alternativa en la que podría intentarse resistir la tesis de la inescrutabilidad de la referencia desde la perspectiva de Campbell es apelando a una concepción de la atención que esté en sintonía con la teoría relacional de la experiencia que él propone en el capítulo seis de Reference and Consciousness (cf. también Campbell, 2002b y Campbell, 2009). De acuerdo con esta concepción, la percepción es un estado relacional que involucra al objeto mismo como un constituyente de la experiencia. Cambiar dicho objeto por uno cualitativamente idéntico altera entonces la naturaleza del episodio perceptual, aún si ambos episodios resultan indistinguibles en términos fenoménicos para el sujeto. La teoría relacional de la experiencia es actualmente objeto de una intensa discusión filosófica que aquí no podemos seguir. Para nuestros propósitos actuales, simplemente basta tener presente que –al ser el objeto un constituyente de la experiencia– no podremos caracterizar la experiencia de un sujeto con independencia de su objeto. En este orden de ideas, una manera de bloquear la reflexión de la sección anterior es justamente suscribiendo una teoría relacional de la atención perceptual en la que el estado atencional tenga como constituyente al propio objeto de atención. Así, el estado atencional de un sujeto que atiende a un conejo y el estado atencional de un sujeto que atiende un estadio de conejo serán por naturaleza distintos en tanto que sus constituyentes ontológicos son distintos. De este modo, contrario a lo que parece sugerir la reflexión quineana sobre la reificación perceptual, no habrá aquí lugar para una caracterización del episodio atencional que sea previa e independiente de la caracterización del objeto mismo de atención.6 Esto, a su vez, lleva a que la referencia esté completamente determinada por la atención. Si –como sostiene Campbell– la atención nos provee del conocimiento de la referencia y si, además, el objeto de atención es en sí mismo un componente del episodio atencional, entonces la referencia de los términos de un hablante que atiende a un objeto en el entorno estará fijada completamente por el hecho de que dicho objeto forma parte de la naturaleza misma de tal episodio atencional. Atender a un conejo anclará la referencia de los términos que usa el hablante al conejo que es objeto de atención en ese momento, y atender a un estadio de conejo anclará la referencia de dichos términos a tal estadio.

Sin embargo, considero que –independientemente de los atractivos que tiene la concepción relacional de la atención– ella por sí misma tampoco logra socavar del todo la reflexión de Quine. El problema básico radica en que no hay nada en esta concepción que haga que la atención perceptual fije por sí misma los compromisos ontológicos del hablante al nivel de la cuantificación y, en este sentido, deja abierto el tipo de resquicio que Quine necesita para su tesis de la inescrutabilidad. Hay al menos dos razones por las que la concepción relacional de la atención no logra fijar tales compromisos ontológicos del hablante. De un lado, el hecho de que el objeto sea un constituyente del episodio atencional no determina una única manera de atender a él. Vimos en la sección anterior que dos hablantes pueden atender del mismo modo a un objeto circundante y diferir en sus compromisos ontológicos; y, a la inversa, pueden atender de formas diferentes a un objeto y compartir una misma comprensión ontológica sobre él. Esta diversidad en los modos de dirigir la atención no cambia por el hecho de que el objeto como tal sea un constituyente del episodio atencional. De este modo, caracterizar el estado atencional del hablante en términos de su objeto constituyente o determinar la manera como dirige su atención al objeto circundante no nos revelará por sí mismo su comprensión ontológica de dicho objeto. De otro lado –y quizá más importante–, en la perspectiva de Quine los compromisos ontológicos de un hablante están ligados a su dominio de las pautas de reidentificación que le permiten reconocer un objeto como numéricamente el mismo en distintos momentos de observación y trazar sus trayectorias hipotéticas cuando no lo percibe. Y esto es algo que excede con mucho el ámbito en el que opera la atención perceptual. En este sentido, el hecho de que el objeto sea un componente del episodio atencional por sí mismo no nos dirá nada sobre el modo como el hablante concibe las trayectorias hipotéticas del objeto cuando no está en observación. Mi impresión entonces es que la concepción relacional de la atención por sí sola no nos proporciona los elementos para determinar unívocamente los compromisos ontológicos del hablante cifrados en la cuantificación. Dada esta situación, Quine podría sostener entonces que dos traductores podrían atribuir unos compromisos ontológicos distintos a los hablantes de un lenguaje sin violentar la evidencia disponible. Y en tal caso, incluso teniendo una caracterización de los objetos constituyentes de los episodios atencionales de los hablantes, no contaríamos por ello con una base de hechos objetivos que determine cuál de las traducciones alternativas es la correcta.

Podría objetarse que aun si los compromisos ontológicos del hablante siguen indeterminados a nivel de la cuantificación, la adopción de una concepción relacional de la atención sí consigue fijar la referencia al concebir al objeto como un constituyente del episodio atencional. Y esto –podría pensarse– es todo lo que Campbell necesita para neutralizar la inescrutabilidad de la referencia y darle vía libre a su tesis de que el conocimiento de la referencia determina nuestro patrón de uso de los demostrativos. Creo que en cierto sentido es plausible pensar esto. Sin embargo, debemos ser conscientes del alcance restringido de esta jugada. En primer lugar, debe notarse que la determinación de la referencia que se obtiene aquí se da porque se ha reemplazado la concepción de la referencia que tiene Quine por una comprensión alternativa. Básicamente, se ha pasado de una concepción en la que la referencia es inseparable de los compromisos ontológicos que tiene el hablante en virtud de su dominio de una teoría a una concepción en la que la referencia se da primariamente en el nivel de la relación entre atención perceptual y pensamiento demostrativo. Esto, a su vez, pone de relieve que en el punto en el que nos encontramos la discusión de fondo entre Campbell y Quine no sería –como parece pensar el primero– un desacuerdo ontológico sobre si existen o no los hechos objetivos que fijan la referencia. Se trataría más bien de un desacuerdo substantivo sobre el modo en que debe entenderse la referencia y sobre lo que debe proporcionarnos una teoría sobre ella. En la sección siguiente volveré sobre este punto.

En segundo lugar, la determinación de la referencia que se alcanza con la concepción relacional de la atención es una determinación que se obtiene al precio de que se suelten las amarras entre la referencia y los compromisos ontológicos cifrados en la cuantificación. Justamente, hemos visto que la idea de que los objetos mismos son constituyentes del episodio atencional no logra por sí sola que los compromisos ontológicos de los hablantes queden fijados unívocamente a nivel cuantificacional. Nos encontramos entonces en el siguiente impase: si mantenemos con Quine los vínculos entre compromiso ontológico y referencia a nivel de la cuantificación, entonces –como argumenté en la sección anterior– los argumentos de Campbell no logran contrarrestar la tesis de la inescrutabilidad de la referencia; y si, por otra parte, insistimos en el tipo de determinación de la referencia que nos da la concepción relacional de la atención, entonces se nos sueltan las amarras entre compromiso ontológico y referencia a nivel de la cuantificación. Es claro, por supuesto, que esta segunda movida tampoco impresionaría a Quine, en tanto que seguiríamos con la indeterminación con respecto al compromiso ontológico.

En este punto necesitamos entonces complementar la determinación de la referencia que nos ofrece la teoría relacional de la atención de Campbell con algo que impida que se suelten las amarras entre referencia y compromiso ontológico. En principio tenemos algunas opciones. Una de ellas es concederle a Quine –como hemos hecho hasta ahora– que los compromisos ontológicos de los hablantes están cifrados a nivel de la cuantificación y ofrecer una teoría en la que la referencia demostrativa determine también tales compromisos a ese nivel. Otra posibilidad es romper el vínculo quineano entre compromiso ontológico y cuantificación para proponer candidatos semánticos alternativos como depositarios de este compromiso, y luego complementar la concepción relacional de la atención de Campbell con una teoría en la que la referencia demostrativa determine también el nivel semántico donde ahora se cifran los compromisos ontológicos. Podría pensarse que una alternativa adicional y más sencilla es simplemente decir que estos compromisos se hallan cifrados en el nivel de la referencia demostrativa. Con esto no necesitaríamos una conexión adicional entre pensamientos demostrativos y modos de pensamiento no demostrativo, ni habría lugar para algún tipo de indeterminación quineana. Esta propuesta, sin embargo, carece de viabilidad puesto que nuestro discurso cotidiano sobre objetos macroscópicos claramente desborda el ámbito del pensamiento demostrativo y, de este modo, nuestro compromiso ontológico con tales objetos abarca por fuerza otro tipo de estructuras semánticas.

Debemos entonces decantarnos por alguna de las dos primeras alternativas arriba mencionadas. Y ambas –a pesar de las diferencias semánticas que puedan tener– apuntan a un mismo lugar: si queremos un antídoto fuerte contra la inescrutabilidad quineana, necesitamos que la determinación de la referencia que se logra al nivel del pensamiento demostrativo con la teoría relacional de la atención consiga fijar también los compromisos ontológicos del hablante más allá de este nivel. O, para decirlo de otro modo, necesitamos que la referencia demostrativa determine la referencia no demostrativa en cualesquiera que sea el lugar donde se codifican los compromisos ontológicos del hablante. Esto, a su vez, nos permitirá establecer con precisión el alcance del proyecto de Campbell. Hemos visto que él busca defender una concepción en la que el conocimiento de la referencia es lo que justifica los patrones de uso de los términos de nuestro lenguaje. La cuestión es entonces si la determinación de la referencia que nos brinda la teoría relacional de la atención sólo justifica nuestros patrones de uso de términos demostrativos y deja indeterminados los compromisos ontológicos de los hablantes a nivel no demostrativo (en cuyo caso el proyecto de Campbell tendría un alcance limitado); o si, por el contrario, irradia también a estos niveles eliminando cualquier vestigio de indeterminación quineana (en cuyo caso dicho proyecto tendría un alcance mucho más global).

Ignoro si podemos contar con una teoría en la que la referencia demostrativa consiga fijar también los compromisos ontológicos de los hablantes a nivel no demostrativo o si, por el contrario, al no haber una determinación sustantiva en este sentido, tengamos que resignarnos a convivir con un remanente ineludible de indeterminación quineana. Pero, sea lo que fuere al respecto, es importante notar que la búsqueda de una teoría de este tipo de entrada marca un importante distanciamiento de la concepción quineana de la referencia que, a mi modo de ver, es filosóficamente digno de exploración. Quisiera entonces finalizar este ensayo con una breve consideración sobre este punto. Con ello espero ilustrar también mi afirmación de párrafos atrás según la cual en el punto al que hemos llegado el eje central del desacuerdo entre Campbell y Quine es una profunda divergencia sobre el modo de entender la referencia y sobre lo que debe proporcionarnos una teoría sobre ella.

 

4. Teorías de la referencia y sus ideales

Hemos visto que en la filosofía de Quine los vehículos de la referencia son las variables ligadas de la cuantificación. También hemos visto que en su teoría la referencia es un logro altamente teórico que se consuma cuando el hablante domina el aparato de individuación de su lenguaje. Quisiera ahora insistir en algunos aspectos adicionales de esta concepción de la referencia que en este punto me interesa resaltar.

Para empezar, debe notarse que en ella la relación evidencial entre el lenguaje y el mundo está separada de la dimensión referencial del lenguaje. Para Quine, la relación evidencial está dada por la asociación entre oraciones observacionales entendidas holofrásticamente y estímulos, y es una relación que en sí misma no tiene valor referencial. Por su parte, la relación referencial codificada en la cuantificación no es de suyo una relación evidencial. No sólo podemos cuantificar sobre objetos acerca de los cuales no tenemos evidencia observacional directa –como las clases, los objetos abstractos, o las partículas subatómicas–sino que incluso en el caso de los objetos macroscópicos la referencia no exige que tengamos una relación evidencial directa con ellos.

Nótese también que el hecho de que en la filosofía de Quine la relación evidencial y la relación referencial vayan por separado es lo que está a la base de su tesis de la inescrutabilidad de la referencia. Al ser ambas relaciones distintas, podemos permutar libremente los valores de las variables de la teoría sin afectar sus vínculos con la observación. Y, en este sentido, diferentes traductores pueden atribuir compromisos ontológicos distintos a los hablantes sin violentar las relaciones evidenciales del lenguaje que están traduciendo.

Finalmente, es importante observar que en la filosofía de Quine los términos demostrativos son prescindibles en una teoría de la referencia apropiada para la ciencia. Esto no significa, por supuesto, que él abogue porque dejemos de emplear este tipo de recursos lingüísticos en el habla cotidiana. Su punto es más bien que los demostrativos –junto con los nombres propios, las actitudes proposicionales de re, los deícticos, y las oraciones ocasionales en general– son meros ''escoltas de la empresa científica'' (Quine, 1995a: 98), de los que puede prescindirse sin pérdida referencial cuando buscamos la estructura referencial mínima necesaria para la ciencia. Para Quine, cuando se trata de la referencia en el discurso científico las variables ligadas a la cuantificación hacen todo el trabajo que necesitamos.

Estos aspectos de la concepción de Quine sobre la referencia ponen de relieve, a su vez, dos ideales con los que él está firmemente comprometido. Como es bien sabido, Quine está interesado en la búsqueda de una notación canónica para la ciencia. En su opinión, esta notación sólo ha de contener variables ligadas y cuantificadores, predicados, y el signo de identidad (cf. Quine, 1960: cap. 5 para todo esto). Y, en un pasaje muy célebre de Word and Object, él incluso señala que ''la búsqueda de un patrón global de notación canónica que sea lo más simple y claro no debe distinguirse de la búsqueda de las categorías últimas, de un retrato de los rasgos más generales de la realidad'' (Quine, 1960: 161). Así, al pensar que dentro del estricto marco de la notación canónica los demostrativos y los deícticos son por completo prescindibles, Quine suscribe la idea de que una teoría de la referencia para el discurso científico debe prescindir de la dimensión perspectival que está necesariamente asociada a estos mecanismos lingüísticos.7 Para él, una descripción de las categorías últimas de la realidad es así una descripción en la que no cabe la idea de perspectiva que traen consigo los demostrativos y deícticos. En este sentido, con su notación canónica Quine se compromete con el ideal de que la ciencia ha de proporcionarnos lo que Thomas Nagel (1986) gráficamente ha llamado una perspectiva desde ningún lugar (a view from nowhere) o lo que Bernard Williams (1978) denomina una concepción absoluta de la realidad. Mi punto es entonces que la teoría quineana de la referencia en la que sólo la cuantificación tiene cabida y los demostrativos y deícticos son prescindibles es una expresión clara y muy refinada de este ideal de una comprensión del mundo que hace abstracción de la perspectiva que exigen los demostrativos y deícticos.

El segundo ideal subyacente a la teoría de la referencia de Quine es el ideal de generalidad. La teoría está diseñada para aplicarse indistintamente a cualquier tipo de entidades a las que queramos hacer referencia con independencia de sus rasgos ontológicos específicos y, en este sentido, se trata de una teoría con una inocultable pretensión de generalidad. Así, los valores de las variables ligadas pueden ser igualmente objetos macroscópicos, clases, entidades abstractas, partículas subatómicas, e incluso el tipo de entia non grata que Quine expulsa de su concepción ontológica por su resistencia a la extensionalidad. Dado este ideal de generalidad, es de esperar también que los demostrativos no ocupen un lugar en la teoría quineana de la referencia, puesto que ellos restringirían el alcance de la teoría a objetos macroscópicos singulares con los cuales podamos entablar relaciones perceptuales.

Supongamos ahora que aceptamos con Campbell que los demostrativos son ineliminables de una teoría de la referencia, y nos embarcamos en el proyecto de complementar la concepción relacional de la atención con una teoría en la que la referencia demostrativa fije también los compromisos ontológicos de los hablantes a nivel no demostrativo, de tal modo que eventualmente logremos eludir la inescrutabilidad quineana. Independientemente de si este proyecto llega a feliz término o no, es claro que él implica desde el principio un fuerte distanciamiento de los ideales que inspiran la concepción de la referencia de Quine. De un lado, al sostener que los demostrativos son ineliminables en una teoría de la referencia se está suscribiendo también la idea de que la dimensión perspectival que ellos imponen es ineludible para la comprensión del lenguaje y el pensamiento. La aceptación de los demostrativos está así en contravía del ideal de la ausencia de perspectiva que prescribe la notación canónica de Quine.

De otro lado, con la inclusión de los demostrativos el ideal de generalidad también debe abandonarse. Con ellos la teoría de la referencia que se diseñe no será aplicable indistintamente a cualquier tipo de entidades, sino que –al menos primariamente– la teoría habrá de restringirse a objetos con los que podemos tener el tipo de relaciones cognitivas que soportan el pensamiento demostrativo. En este sentido, los objetos macroscópicos singulares tendrán la primacía en una teoría de la referencia que vaya en esta dirección.

Finalmente, en una teoría de este tipo la relación evidencial y la dimensión referencial serán inseparables al menos para el caso de los demostrativos. Esto es patente en Campbell. Siguiendo una tradición que pasa por Strawson, Evans y McDowell y se remonta al menos hasta Russell, él considera que nuestro uso de términos demostrativos debe satisfacer el 'know–which requirement' o Principio de Russell.8 De acuerdo con este principio, para poder referirse a un objeto es necesario que el sujeto sepa a cuál objeto hace referencia. El uso de demostrativos requiere así un conocimiento individualizador que le permita al sujeto distinguir el objeto de su pensamiento de los demás objetos. Y, en este sentido, para Campbell –a diferencia de Quine– hay al menos un punto en el que la dimensión referencial del lenguaje es inseparable de su relación evidencial con el mundo. De ahí que él insista precisamente en el rol de la atención perceptual para el pensamiento demostrativo. Ella es la llamada a proporcionarnos el conocimiento individualizador que ancla nuestro pensamiento a sus objetos de referencia.

Visto desde este contexto general, no es extraño entonces que Campbell haya buscado los hechos objetivos sobre la referencia en el ámbito de la atención perceptual y el pensamiento demostrativo. Si en este ámbito la relación evidencial es inseparable de la dimensión referencial, entonces en principio se podría bloquear la idea de Quine de que podemos variar la referencia manteniendo intacto el vínculo evidencial entre el lenguaje y el mundo y, de este modo, la tesis de la inescrutabilidad quedaría sin piso. Sin embargo, ya he señalado en este trabajo porqué considero que esta estrategia por sí sola es insuficiente y no logra su objetivo. Visto desde el anterior contexto general, tampoco es extraño que en nuestro recorrido hayamos llegado a que un antídoto completo contra la inescrutabilidad requiere complementar la teoría relacional de la atención de Campbell con una teoría en la que la referencia demostrativa fije también los compromisos ontológicos de los hablantes a nivel del pensamiento no demostrativo. Pero sea que una teoría de este tipo sea viable o no, espero que en el punto que hemos alcanzado quede claro que tras las posturas de Quine y Campbell en torno a la tesis de la inescrutabilidad de la referencia se esconden asuntos mucho más profundos sobre el modo en que debe entenderse la referencia misma y sobre los ideales que animan sus teorías al respecto.

Mi impresión entonces es que, una vez que nos situamos en el terreno de la discusión sobre los ideales que deben animar a una teoría sobre la referencia, el debate sobre la inescrutabilidad se vuelve secundario. De entrada, cabe la pregunta de si la inescrutabilidad es una consecuencia ineludible de los ideales específicos en los que Quine enmarca su teoría de la referencia o si, por el contrario, se trata de un fenómeno lingüístico que debe encarar cualquier teoría de la referencia que podamos tener. Una respuesta a esta cuestión debe determinar entonces si en una teoría de la referencia no comprometida con los ideales de Quine hay lugar también para algún tipo de inescrutabilidad. En el contexto particular de este trabajo, esta pregunta ha tomado la forma específica de si podemos complementar la concepción relacional de la atención de Campbell con una teoría en la que la referencia demostrativa fije los compromisos ontológicos de los hablantes a nivel del pensamiento no demostrativo. Pero, independientemente de si es posible dicha teoría o no, hemos visto que al renunciar a los ideales que enmarcan la teoría de la referencia de Quine al menos podemos asegurar la determinación de la referencia a nivel del pensamiento demostrativo a través de la concepción relacional de la atención. Esto, a su vez, nos permite una reivindicación del modelo de Campbell según el cual el conocimiento de la referencia determina nuestro uso de los términos demostrativos del lenguaje. E incluso si resulta que no podemos extender el modelo de Campbell más allá del ámbito del pensamiento demostrativo, la discusión precedente pone de relieve que el abandono de los ideales que animan la teoría de la referencia de Quine nos permite al menos aceptar el modelo campbelliano en este ámbito. En este sentido, no es del todo cierto –como parece creer Campbell– que la aceptación de su modelo requiera la superación de la inescrutabilidad quineana de la referencia. Y no lo es porque –como argumenté en la segunda sección– esta tesis se mueve al nivel de la cuantificación y no al nivel de la relación entre atención perceptual y pensamiento demostrativo. Lo que sí resulta cierto es que la aceptación –así sea parcial– del modelo de Campbell requiere que abandonemos los ideales en lo que Quine enmarca su teoría de la referencia. De ahí precisamente mi insistencia en que dirijamos la discusión a este punto.

 


Notas

* El artículo forma parte de una investigación sobre la filosofía de W.V. Quine y se realiza dentro del grupo de investigación Relativismo y racionalidad de la Universidad Nacional de Colombia avalado por Colciencias.

1 En la filosofía de Quine, las oraciones observacionales en su cara holofrástica son precisamente el eslabón donde se conectan la teoría y los estímulos. Al respecto véase, por ejemplo, Quine, 1992: §2–3, y Quine, 1993.

2 Para una exposición más detallada de la tesis de la inescrutabilidad de la referencia, véase, por ejemplo, Quine 1960: cap. 2; Quine 1969; y Quine 1992: cap. 2.

3 En otro texto, refiriéndose también a las inquietudes de Davidson sobre las oraciones observacionales, Quine explica: ''Mi equivocado término 'significado estímulo' estuvo sin duda a la raíz del problema, y debería parafrasearse neutralmente en términos de la activación de receptores sensoriales, como hago ahora [...] Significado es lo que pueda ser, y puede mejor irse sin decirlo'' (Quine, 1999: 74). Y aún en otro lugar, Quine afirma tajantemente: ''Viejos lectores recordarán que el rango de entradas neuronales con las que una oración observacional está asociada es lo que en años pasados he llamado el significado estímulo afirmativo de la oración. Pero Føllesdal ha notado que la palabra 'significado' aquí es equivocada, puesto que el significado lingüístico debería ser el mismo para toda la comunidad lingüística, mientras que las entradas sensoriales no son comparables claramente de persona a persona. Por eso abandono dicho término'' (Quine, 1995b: 349–50).

4 Este pasaje en particular no está tomado de los textos más centrales de Quine, sino que aparece en una sección de réplicas a sus críticos. Sin embargo, la idea expresada en él sí es recurrente en su planteamiento filosófico (al respecto, véase Quine, 1974: 54 y 81–2; o Quine, 1983 por mencionar solo dos casos). La razón por la que he decidido citar este pasaje en lugar de otros radica en que en él Quine hace uso de una terminología que me resulta expositivamente muy conveniente para señalar algunas de las debilidades que encuentro en la crítica de Campbell.

5 Quine deja esto claro en Quine, 1969: 31, y Quine, 1974: §11.

6 El propio Campbell me sugirió esta línea de argumentación en un breve intercambio por correo electrónico.

7 Es bien sabido que el valor de verdad de oraciones que contienen demostrativos o deícticos depende inevitablemente del punto de vista, el emisor, y la posición espacial o temporal de quien las profiere. Así, por ejemplo, la taza de café que está a la izquierda de un hablante puede estar perfectamente a la derecha de otro, en cuyo caso el valor de verdad de la oración ''esta taza de café está a mi izquierda'' variará dependiendo de quién la dice. Los demostrativos y deícticos son, en este sentido, recursos lingüísticos perspectivales.

8 Para una iluminadora exposición de las maneras antagónicas como Russell y Quine conciben la referencia, véase Hylton 2000 y Hylton 2004. El contraste gana incluso más interés si se prescinde de los datos sensoriales russellianos y, en su lugar, se adopta una comprensión relacional de la atención en la línea de Campbell.


 

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