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Estudios de Filosofía

Print version ISSN 0121-3628

Estud.filos  no.69 Medellín Jan./June 2024  Epub June 05, 2024

https://doi.org/10.17533/udea.ef.352524 

Artículo de investigación

Acerca del conocimiento, uso y vivencia de la historia* **

About the knowledge, use, and experience ofhistory

Oscar Javier Jiménez Piraján*** 

*** Universidad de San Buenaventura, Bogotá, Colombia E-mail: jimenez.74@gmail.com ORCID: 0000-0002-2330-6016


Resumen

El trabajo propone una reflexión en torno al hecho histórico como determinante de la vida presente y, por lo tanto, del destino de los hombres, los pueblos y civilizaciones. A la luz de lo planteado por Nietzsche en la Segunda consideración intem- pestiva, la historia puede ser narrada de forma monumental, anticuaria o crítica. Estas formas constituyen modos de vivir el presente y el destino propio. Se busca entender cada una de estas posibles actitudes frente al pasado, a la vez que se indaga el sentido de dicha interpretación para el hombre de hoy, inmerso en su singular experiencia de la temporalidad.

Palabras clave: historia; experiencia temporal; sentido histórico; cultura; usos de la historia

Abstract

The present work proposes reflecting on the historical fact as a determinant of present life and, therefore, of the destiny of men, peoples, and civilizations. Considering what Nietzsche raised in the Second Untimely Consideration, history can be narrated in a monumental, antiquarian, or critical way. These constitute ways of living the present and one’s destiny. It seeks to understand each of these possible attitudes towards the past while investigating the meaning of this interpretation for today’s man, immersed in his unique experience of temporality.

Key words: History; temporary experience; historical sense; culture; uses of History

Introducción

La historia -en tanto memoria de lo vivido- constituye para el hombre concreto la determinación de su lenguaje, creencias, hábitos y tradiciones; en buena medida, también de su destino. Pertenece al ámbito del pasado, de lo acontecido, y también al de aquello que acontece; vivir es a su vez hacer historia. Esta afirmación señala un hecho evidente, un lugar común; es decir, un lugar dónde detenerse, pues en los lugares comunes suele habitar el asombro.

Dicha certeza histórica no siempre ha sido un lugar común, en tanto la historia es un hecho reciente; lo anterior se afirma teniendo en cuenta el alcance limitado de la evidencia historiográfica y la ausencia de escritura en muchas comunidades humanas, pasadas y presentes.1 Hay un elemento ahistórico de la existencia, y esta a su vez arroja al olvido buena parte del acaecer; es una condición que cada uno puede constatar en su propia experiencia: en la vida y en la historia, es más lo que olvidamos que aquello que recordamos.2 Este es un hecho que el ámbito del pensamiento de la época de Nietzsche, exaltada de historicismo, parecía soslayar en aras de una pretendida objetividad y primacía del conocimiento histórico, de su estatus científico, fuente de certeza para el estado de cosas presente.3

La filosofía, en cuanto es conciencia de su época, es también reflexión histórica. En la Segunda consideración intempestiva, Nietzsche señala tres formas de la memoria histórica, a las que designa: monumental, anticuaria y crítica. Tras pensar el significado y las implicaciones de cada uno de estos posibles modos del ser histórico para el presente, esta reflexión pregunta por la actualidad de dicha visión y su valor como filosofía para ser pensada hoy. Por otra parte, se hace énfasis en la importancia de la crítica que la filosofía tiene que ejercer hoy sobre la historia; ante la urgencia de que el pensamiento asuma la dirección del devenir humano, de que este no sea determinado por la técnica ciega o por la irracionalidad, esta crítica es también y, ante todo, conciencia de la historia que hacemos como individuos y sociedad.

1. Relevancia de la reflexión acerca de los usos de la historia

Es necesario señalar el lugar que ocupa la reflexión sobre los usos, ventajas y desventajas de la historia, tanto en el contexto de la obra de Nietzsche como respecto a su época.4 Esta crítica de los métodos y del enfoque de los estudios históricos es el tema de la Segunda consideración intempestiva; sin embargo, resulta significativo que este problema particular es exclusivo de dicha obra, y no presenta un desarrollo posterior, es decir, en la obra tardía de Nietzsche, al menos en los términos planteados por la segunda consideración.5 Las categorías -monumental, anticuaria y crítica- no aparecen en adelante, con lo cual se puede sugerir que la discusión allí entablada se encuentra superada, sin que por ello pierda valor como tema de reflexión -así como para el momento contemporáneo, con su particular experiencia de lo histórico.

En todo caso, estos problemas, en otros términos y categorías, se encuentran presentes en las discusiones tardías. La historia crítica es definitiva en las etapas posteriores de la obra: en el periodo medio más científico y objetivo (Aurora; Humano, Demasiado Humano), previo a un período más alegórico (Así habló Zaratustra); y al final, en el periodo decididamente crítico (El Anticristo), y apelando a la historia como ámbito de la reflexión filosófica -en el sentido más fuerte y no en el más formalmente académico, del que el propio Nietzsche se aleja tanto en su vida como en su obra-. La Genealogía de la Moral es otro caso ejemplar de la crítica ejercida sobre la verdad histórica, crítica de la cultura, de la moral y en general de la verdad establecida, apoyada en la base de un conocimiento profundo y erudito de la historia; conocimiento, en todo caso, apropiado para sí y transformado en valor para el futuro.

El papel de los estudios históricos en la propia formación del filósofo, y por supuesto en su obra, es de gran importancia y no se puede perder de vista:6 Nietzsche es filólogo clásico, lo que en el fondo significa, en gran medida, ser historiador de las obras clásicas, esto es, estudiar la historia de las palabras y, con ello, la historia del propio sentido que ha ido adquiriendo el mundo a través de sus diversas -sucesivas o contemporáneas- configuraciones. Pero su relación vital con la filología se comporta de forma análoga a su relación con la historia: no puede ver en ella un ejercicio académico, objetivo y frío como pura materia inerte que se observa; como ocurre con la filología clásica, la relación de Nietzsche con la historia deriva en reflexión filosófica, comprometida a fondo con la vida. Esta postura, como es bien sabido, significó una relación problemática de Nietzsche con la filología académica de su tiempo.7

Lo que se quiere señalar es que esta relación polémica con la filología clásica es, a su vez, confrontación con la historia académica -en tanto, para el historicismo como corriente de pensamiento hegemónica en la época, la historia clásica y sus obras son la fuente de formación en los valores que la cultura necesita preservar-. La polémica de Nietzsche con la filología académica es también polémica con su propio tiempo: la filología clásica es una ciencia objetiva, a la medida del historicismo y el objetivismo en boga. La concepción de la filología para Nietzsche no está imbuida de historicismo, sino que es una mirada alegórica, la mirada intempestiva del filósofo. Tanto en la crítica como en la creación de su propia obra, Nietzsche encarna la relación agónica entre historia y filosofía, entre pasado y presente, para la creación del porvenir.

2. Los usos de la historia y su importancia para la vida

En tanto ser histórico, la propia actitud que frente a la historia muestra un hombre, pueblo o civilización es determinante para la medida de su salud y fuerza. Es su forma de asumir lo histórico, de otorgarle valor, de incorporarlo a la propia cultura por vía de la formación y educación de los individuos:

La historia forma parte del ser vivo en tres aspectos: en tanto que éste es activo y aspira, en tanto preserva y venera, y en tanto sufre y necesita de liberación. A esta trinidad de relaciones corresponde una trinidad de formas de historia: cabe distinguir una forma monumental, una forma anticuaria y una forma crítica de la historia (Nietzsche, 2011, p. 703).

Estas formas son actitudes o modos de asumir el pasado, que definen el modo en que la historia influye en el hombre en su formación:8

  1. en tanto es activo y aspira: como inspiración y ejemplo para el presente, para transformar su realidad y hacer su historia,

  2. como justificación y sentido para la acción presente; en tanto preserva y venera

  3. el pasado, y

  4. si a causa de su propio pasado, sufre y necesita liberarse; su actitud frente a él es, en consecuencia, de ruptura, e incluso, destrucción.

En tanto modos de relacionarse con el propio pasado, estas actitudes forman parte de la cultura, en el sentido profundo y fuerte de esta palabra: como síntesis9 armónica y vital de la experiencia. La importancia de su estudio radica en este carácter, determinante para la época presente y para la formación del hombre futuro.10

2.1. El uso monumental de la historia

Existe, en primer lugar, un uso monumental de la historia: “Pertenece la Historia ante todo al individuo activo y poderoso, a aquel que sostiene una magna lucha, necesita modelos, maestros, confortadores, y no puede encontrarlos entre sus compañeros en el presente” (Nietzsche, 2011, p. 703). Historia como testimonio de que es posible superar la mediocridad, indiferencia y medianía del presente; de que son posibles belleza, gloria y sabiduría.11

Esta observancia activa de la historia propicia un tipo de hombre a su vez superior, en la medida en que son más importantes para el enriquecimiento de la vida, los seres ejemplares que las obras de arte en sí mismas. Los genios y hombres ejemplares demuestran a los hombres del presente que es posible sobreponerse a los instintos animales y a la mediocridad, convertirse en creadores: en enriquecedores y justificadores de la vida;12redimen la vida, que es perecedera, precaria y limitada, imperfecta en todos los sentidos. Como el arte embellece la miseria del mundo, lo hacen -con su ejemplo- las vidas de seres excepcionales que trascienden no sólo a sus adversidades, sino también a las comodidades, deseos, vicios e instintos vulgares y gregarios.13

La forma monumental de la historia tiene un uso ejemplarizante, que pretende conservar y mantener vivos los valores considerados supremos, en los que la humanidad aspira a alcanzar su máxima realización. Es necesaria una historia monumental para preservar la esperanza en el porvenir y en sus posibilidades, y perseverar en la lucha por engrandecer vida y cultura:

Que los grandes momentos en la lucha de los individuos forman una cadena, que en ellos perdura a través de los milenios un plano estelar de humanidad, que lo supremo de tal momento, caducado hace ya mucho tiempo, continúa siendo para mí algo vivo, claro y grande: he aquí la idea subyacente a la fe en la humanidad, idea que se corresponde con la exigencia de una historia monumental (Nietzsche, 2011, p. 703).

La historia monumental narra y crea, a la vez, un pasado digno y edificante de la nación, la raza, la iglesia, del pueblo:

Mientras el alma de la historiografía esté en los grandes incentivos que extrae de ella un poderoso, mientras el pasado tenga que ser descrito como algo digno de emulación, como algo susceptible de emulación y repetición, él mismo se halla desde luego expuesto al peligro de ser desviado un poco, embellecido y así aproximado un poco a la libre invención; hasta se dan épocas que no saben discernir entre un pasado monumental y una ficción mítica; porque de uno y otro mundo pueden extraerse los mismos incentivos (Nietzsche, 2011, p. 705).

El historiador transfigura los hechos y los narra con un efecto preciso: edificar, ejemplarizar, inspirar. La historia debería ser escrita por individuos excepcionales: la grandeza del historiador está en ser también artista.14 Esta transfiguración del pasado, a la vez que declaración en favor del arte, de la vida y de la acción (frente a la historia, el conocimiento y la ciencia),15 es en sí misma una experiencia estética del pasado y determina, por lo tanto, su interpretación y valor para el presente.16 Finalmente, se debe recalcar que el propósito último de esta forma de asumir la historia es el de emular a las grandes personalidades del pasado, justamente en lo que éstas tienen de ejemplar: su voluntad de ruptura y de establecimiento de la propia historia.17 En este sentido, la historia monumental cumple un fin enriquecedor y útil; de lo contrario, es perjudicial para la vida.

2.1.1. Perjuicios de la historia monumental para la vida

El uso monumental de la historia no es un recurso exclusivo de individuos fuertes, inspiración para hacer historia en el ámbito de las ideas, el arte o la política. También se requiere de un uso de la historia monumental para dirigir el pensamiento de las mayorías, por sugestión y adoctrinamiento, en todo caso, desde la formación. Por esta razón, debe gobernar al mundo “la sorda rutina”, con su indiferencia -odio incluso- por todo aquello que no sea actual e inmediato, provechoso -que sea intempestivo18-:

Pero precisamente en esta exigencia de que lo grande deba ser eterno se desencadena la más terrible lucha. Pues todo lo que todavía vive grita: “¡No!” lo monumental no debe producirse -tal es la contraconsigna. La sorda rutina, lo mezquino y lo vil que llena todos los rincones del mundo y como pesado vaho envuelve todo lo grande, se vuelca entorpeciendo, engañando, rebajando y asfixiando en el camino que lo grande ha de recorrer rumbo a la inmortalidad. Pero ¡este camino corre por las mentes humanas!, por las mentes de animales azorados y efímeros que se asoman siempre de nuevo a los mismos apremios y a duras penas logran conjurar por breve tiempo la perdición. Porque lo que por lo pronto quieren es una sola cosa: vivir a cualquier precio (Nietzsche, 2011, p. 704).

En su forma monumental, la historia entraña un peligro para la vida, si la primacía de los valores mediocres de la mayoría desalienta el crecimiento de cultura auténtica;19 si sólo se acude a ella como al espectáculo administrado de una cultura, por demás, característica de un hombre que no conoce nada propio, aunque devora experiencias, datos, interpretaciones y opiniones.20 El espíritu de grandeza que alentó las obras ejemplares del pasado carece de valor, si su influencia se limita a la veneración, al conformismo y a la comodidad, que son enemigos de lo grande: “Pues no quieren que surja lo grande; su recurso es decir: “¡Mirad, lo grande ya está ahí!”. En verdad lo grande que ya está ahí les importa tan poco como lo grande que surge: como lo atestigua su vida(Nietzsche, 2011, p. 706; la cursiva es del autor).

La veneración exacerbada de un supuesto pasado monumental es, al contrario, terreno propicio para el fanatismo, el uso astuto de la agitación y la propaganda, la manipulación de masas e incluso su aprovechamiento en causas siniestras:21

La historia monumental engaña mediante analogías: con seductoras similitudes tienta al valiente a la temeridad y al entusiasta al fanatismo, y si se imagina esta historia hasta en las manos y mentes de los egoístas con talento y de los malhechores exaltados, se destruyen reinos, se da muerte a príncipes, se instigan guerras y revoluciones y se aumenta aún más el número de “efectos en sí” históricos, esto es, de efectos sin causas suficientes. Esto, para recordar los daños que la historia monumental puede ocasionar entre los poderosos y los activos, ya sean buenos o malos; ¡y no digamos cuando se apoderan y se valen de ella los impotentes y los inactivos! (Nietzsche, 2011, p. 706).

La historia monumental es útil a la vida si la exaltación del pasado inspira ruptura de la propia historia, superación: el hombre no se supera a sí mismo sin superar sus obras, si de ellas no surge algo nuevo y grande, si la grandeza del pasado es simple objeto de contemplación;22 es decir, si la imagen que prevalece del pasado lo glorifica al punto de reducir el presente con la idea fatal de que la gloria pasada es insuperable. Si el pasado monumental es un instrumento del poder para perpetuarse y producir efecto entre las masas mediocres, egoístas y exaltadas, representa una inconveniencia del historicismo para la vida, en tanto se reduce la vivencia de la historia a una mímesis manipulada.23

2.2. El uso anticuario de la historia

Como se ha señalado, lo que conserva la memoria es tan determinante como aquello que olvida; la historia es aquello que logramos no olvidar.24 La historia anticuaria es una permanente veneración y respeto hacia el pasado en su integridad, no una exaltación de sus aspectos heroicos:

La historia pertenece, pues, en segundo lugar, al que preserva y venera, a aquel que con lealtad y amor mira allí de donde proviene y en donde se ha formado; con esta piedad expresa, en cierto modo, su gratitud por su existencia” (Nietzsche, 2011, p. 707).

La historia anticuaria encuentra justificación y conformidad en la fría concreción de los hechos, en su pretendida objetividad.25 La cultura anticuaria es fiel a su legado, leyes y costumbres. Busca identidad, instinto de comunidad, sentido de pertenencia. Gracias a su influjo se instituye un nosotros: “de esta manera, con este ‘nosotros’, mira por encima de la efímera y curiosa vida individual y se identifica con el espíritu de su hogar, de su linaje, de su ciudad” (Nietzsche, 2011, p. 707).

Para la historia en su uso anticuario, tanto lo grande y fuerte como lo absurdo hallan -en la razón- finalidad y justificación.26 No hay una valoración del pasado para extraer de él vivificación y fuerza, sólo se pretende documentarlo objetivamente.27

El sentido anticuario de un ser humano, de un vecindario, de todo un pueblo, siempre se caracteriza por un campo visual limitadísimo; es muy poco lo que percibe, y este poco lo ve demasiado cercano y demasiado aislado, no es capaz de medirlo y, por consiguiente, considera todo igualmente importante, es decir, atribuye a todo lo individual una importancia excesiva (Nietzsche, 2011, p. 709).

Esta aspiración a racionalizar completamente la realidad y el pasado corresponde a la necesidad humana de sentido, de ser parte de un “proceso universal”;28 para esta concepción teleológica de la historia dicho sentido puede explicarse porque:

  1. el propósito de la vida humana es la salvación (concepción teológica): el proyecto de la historia del hombre es el proyecto de Dios, la realización de su voluntad; o

  2. el propósito de la vida es la realización de la conciencia (concepción racionalista): la historia es el progreso y despliegue del Ideal, y toda historia es parte de un desarrollo y, por lo tanto, es racional.

Tal interpretación tiene raíz suprahistórica: para ella, la historia tiene fin, propósito o meta. Porque está predestinada y su destino es ineludible, ella concibe cada paso del obrar humano como necesario dentro de la historia de la salvación y como encarnación de una voluntad superior y divina. Es la encarnación de una filosofía del éxito,29 de la justificación, sublimación e idealización de las estructuras dominantes; su reverencia lógica hacia dichas realidades concretas de la historia se consuma en la filosofía de la historia hegeliana: toda la realidad es racional.30 Cada nuevo hecho, dato, artilugio técnico o conocimiento científico significa evolución y progreso, está justificado y justifica a su vez las configuraciones y estructuras -sociales, económicas, políticas, religiosas- del presente.31

En esta dinámica de racionalización de la historia efectiva,32 Nietzsche pone de manifiesto la irrupción del carácter irracional de la existencia.33 Esto es, la imposibilidad de definir un fundamento racional, el desconocimiento de las más profundas motivaciones de los actos históricos, soslayadas éstas en la explicación teleológica racional, para la cual todo lo que acaece posee un sentido.34 La mentalidad moderna resuelve a su vez el elemento irracional, privilegiando una visión en la que todo poder o valor histórico ostenta un carácter necesario y racional, en tanto se ha hecho efectivo en la historia.35 Suprime así toda reinterpretación del pasado en cuanto lo considera acaecido, conocido y justificado objetivamente; descarta la posibilidad de que las cosas sean de otra forma, de una realidad distinta posible.36 En este horizonte, las condiciones bajo las cuales se vive quedan definidas por una lógica suprahistórica o por un poder divino, mientras sus auténticas razones y raíces históricas permanecen ocultas, olvidadas en el abismo de la ahistoricidad.37

2.2.1 Perjuicios de la historia anticuaria para la vida

La historia anticuaria alienta la indiferencia general; resta peso, valor y significado a la vida de seres concretos cuya participación en la historia consiste en el anonimato y la intrascendencia: síntoma de lo anterior es que en la época contemporánea el instrumento de medición de la masa es la estadística. Esta actitud medrosa y mediocre es responsable de que haya historias, pero ningún acontecer: ocurren cosas todo el tiempo, y, sin embargo, el espíritu reposa, satisfecho y conforme, sin que actos genuinamente creadores irrumpan en el devenir, y se manifiesten en la historia como espíritu creador.38

La concepción de justicia del historicismo se encuentra del lado de la historia, el conocimiento y la ciencia. Se trata de una concepción de lo justo como aquello que se debe alcanzar, basada en el modelo del estado de cosas al que la historia supuestamente justifica.39Nuevamente, se construye el relato de un estado de cosas justo, sobre la base de una historia esencialmente injusta. Y se justifica, no solamente el estado de cosas, sino la historia que lo ha propiciado y, con ella, las configuraciones de poder particulares que lo han hecho posible. Sin embargo, la libertad posible para el hombre es la renovación del vínculo entre su vida y su pasado, es decir, su historia propia. Esta concepción es contraria a la de una historia absoluta, donde la vida individual está ya determinada por la realidad concreta.

2.3 El uso crítico de la historia

Un tercer modo de la historia es el crítico. La crítica impulsa adelante a la ciencia histórica y la cultura, dinamiza la historia al reinterpretar los hechos, interroga al pasado sustrayéndolo del conformismo y comodidad de su uso anticuario:40

Es preciso que, para poder vivir tenga la fuerza y la emplee de tanto en tanto, de quebrar y disolver un pasado: para cuyo fin abre juicio sobre él, lo hace objeto de una estricta investigación y, por último, lo condena; pero todo pasado merece ser condenado -pues en las cosas humanas siempre han privado la violencia y la debilidad humanas.41 No es la justicia la que aquí juzga; y menos es la clemencia la que aquí pronuncia el veredicto: es, exclusivamente, la vida, ese poder oscuro e impulsor que con insaciable afán se desea a sí mismo. Su fallo es siempre implacable, siempre injusto, porque jamás ha fluido de la fuente pura del conocimiento; pero en la mayoría de los casos el fallo sería el mismo aunque lo pronunciase la justicia. “Pues todo lo que nace merece sucumbir. Por eso sería mejor que nada naciese” (Nietzsche, 2011, p. 710).

Esta actitud crítica ante la historia cumple una labor revitalizadora:42 los valores del presente se abren paso, arrebatan al pasado su carácter irrevocable, monumental y anticuario, ejemplar y venerable. La auténtica creación implica quebrar los valores contemporáneos aceptados, la opinión y el gusto común. Es necesaria una labor de ruptura, desmitificación y desenmascaramiento de las ilusiones que constituyen la historia y la cultura.

La crítica de la cultura y de la historia necesitan la labor del docto y el erudito, la objetividad científica necesaria para asumir de forma objetiva sus resultados, aunque estos socaven la legitimidad de lo aceptado como verdad;43 la historia crítica prefigura a la genealogía.44 El relato histórico da forma al pasado para favorecer una historia particular, ya que la historia como acontecer (Geschichte) es inabarcable, mientras que la historia narrada (Historie) de esos acontecimientos es siempre interpretación; no hay objetividad completa posible. De igual forma, el curso de la historia puede exigir que tales privilegios y ocultamientos salgan a la luz y propiciar, por ejemplo, un cambio en la distribución de fuerzas de la sociedad:

Pero a veces la misma vida que necesita del olvido pide la destrucción por un lapso de tiempo de ese olvido; precisamente entonces ha de ponerse en evidencia la injusticia inherente a la existencia de tal o cual cosa, de tal o cual prerrogativa, casta o dinastía, y hasta qué punto esa cosa merece desaparecer (Nietzsche, 2011, p. 710).

Esta renovación de la cultura como permanente reinterpretación de la historia se opone al olvido. Escribir permanentemente la historia implica crítica como labor destructora y creadora a la vez, pues la crítica juzga las verdades de anticuario y monumentales que son los hechos “oficiales” con sus interpretaciones, para traer del olvido verdades nuevas. Aquello en lo que fija su mirada la crítica (“tal o cual prerrogativa, casta o dinastía”) es examinado ahora sin el respeto y la veneración que hasta ahora le otorgó la historia.45

La perspectiva crítica de la historia juzga el pasado y el presente en aras de la justicia o el bien del hombre futuro. Mientras tanto, el anticuario mide la historia según el valor que tenga para su propia preservación; el monumental la mide según le inspire a actuar y según explote a su vez sus impulsos de reconocimiento. El modo crítico de la historia es en este sentido, el más objetivo: la crítica no busca olvidar, enaltecer o reducir ningún hecho, obedece al impulso más auténtico de búsqueda de la verdad. La historia anticuaria y la monumental miran al pasado; la crítica mira al futuro, en el sentido en que su mirada obedece a una visión histórica particular de la justicia y de la verdad, y por lo tanto a un ideal de justicia y verdad. En su tarea dinamizadora de la historia, la crítica representa tanto una necesidad como un peligro.

2.3.1 Peligro y necesidad de la historia crítica para la vida

La labor crítica en sí entraña peligro porque socava la naturaleza de la cultura; es peligrosa para la misma vida por cuanto ella -la vida- habita y se nutre en ese suelo histórico, en creencias y convicciones, en su identidad, que incluye la religión, la tradición, el orgullo patrio: “Es siempre un proceso peligroso, peligroso para la vida misma: y los seres humanos o las épocas que sirven a la vida juzgando o destruyendo un pasado siempre son individuos y épocas peligrosos y expuestos a peligros” (Nietzsche, 2011, p. 710). La crítica es peligrosa en la medida en que, quien cuestiona su pasado y su historia, se cuestiona a sí mismo desde su origen, pues su presente es resultado de las generaciones pasadas, de sus aciertos y errores, incluso de sus crímenes.46

El pasado histórico conserva nuestra naturaleza; de modo que ahondar en lo oscuro y olvidado de esa naturaleza es una labor constructora de conocimiento, a su vez que destructora de convicciones, discursos y creencias. Socavar el pasado y la historia de una cultura implica reemplazar su naturaleza por otra. Por otra parte, la crítica del pasado y la tradición puede también revalorizar la cultura; la historia crítica conlleva un efecto de superación del pasado, de su desmitificación.47 Superar el pasado implica un cambio en la medida de su valor para la vida presente, y ésta es tarea de la crítica histórica, a la vez que su necesidad: un incesante interrogar al pasado heredado, inculcado. Esta tensión entre la historia establecida por verdad y su permanente indagación, implanta en su lugar una nueva disciplina, una nueva verdad ajustada al ideal de la época, una segunda naturaleza.48

Finalmente, se hace importante señalar que el principal peligro de la actitud crítica ante la historia es el hecho de que esta crítica no signifique en el fondo peligro alguno: es decir, que de su uso debería resultar un incremento de fuerza y permanente revalorización de la vida. La crítica, si es auténtica crítica del arte, la historia, la ciencia o la política, tiene valor en tanto sea un elemento dialéctico de transformación de la propia vida o de la historia. Lo que esto significa es que la crítica para ser auténtica ha de corresponder a una vivencia, a una praxis, a una determinación: debe poseer valor. Y no ser, por el contrario, simple actividad, trabajo intelectual. La ciencia recaba conocimiento; el uso que de este se haga en beneficio o perjuicio de la vida es justamente el centro del problema planteado aquí.

3. Actualidad y pertinencia de los usos de la historia para la vida presente

En general, en su uso crítico la historia puede, como en el monumental o el anticuario, significar ventajas y peligros para la vida. Puede señalarse cómo, en primer lugar, las tres formas o usos de la historia se encuentran presentes no sólo en la labor historiográfica de escritura y fijación de la historia, sino en la propia vivencia de la historia. Las tres son formas de concebir el pasado, a la vez que actitudes frente a éste y ante el presente.

Cada uno de los tres modos de historia existentes se justifica precisamente en un único suelo y en un único clima: en cualquier otro se convierte en una mala hierba que todo lo invade. El ser humano que aspira a crear algo grande se apropia del pasado, si es que lo necesita, mediante la historia monumental; en cambio, quien se inclina por detenerse en lo acostumbrado y tradicional cultiva lo pasado como historiador anticuario; y únicamente aquel al que un apremio actual oprime el pecho y que ansía sacarse de encima esta carga, cueste lo que cueste, tiene una necesidad de historia crítica, esto es, la necesidad de una historia que juzgue y condene(Nietzsche, 2011, p. 707; las cursivas son del autor).

Sólo el hombre exalta, venera o problematiza su pasado, porque sólo el hombre es histórico. Esta condición de ser histórico es la raíz misma de la conciencia: como ser que tematiza su pasado y entabla con él una relación de veneración, conformidad o crítica, el hombre es a su vez el ente capaz de determinar su propia historia.

En este sentido, la pregunta por la actualidad de estas consideraciones tendría que hacerse de cara a la experiencia de la historia en la época contemporánea. Se puede empezar por señalar un peligro de manipulación de lo histórico, de construcción -y destrucción- de discursos a voluntad del poder dominante. Una reescritura del pasado, posible gracias a las omnipotentes redes de la información, hace parte de una realidad mediada desde estructuras de poder sin precedentes en la historia misma; y hace posible, además, que la historia en cuanto relato que justifica el pasado, sea un discurso hegemónico difundido y aceptado de forma general y sin crítica.

Aquí puede leerse el fenómeno contemporáneo de lo histórico desde una perspectiva monumental; por ejemplo, en la constante magnificación que la historia hace de acontecimientos o personajes, de si exalta cualidades y virtudes nobles, o si es un instrumento de la propaganda política y económica. La manipulación de la historia con fines monumentales fue una realidad en la época de Nietzsche, como en la época de Tucídides; y con mayor alcance, en la de los grandes conglomerados mediáticos, la concetración del poder privado por encima del estado y las hegemonías globales.49 La verdad histórica está en construcción ahora, en el momento presente, sujeta a la manipulación del poder y exige del ejercicio incontestable de la crítica. Precisamente ahora se escribe la historia del pasado inmediato; pero la propia inmediatez de la información -ese ente inconmensurable- en contraste con la apariencia de una historia abierta, de libre acceso y democrática, ofrece la permanente sospecha y la evidencia de su manipulación, sesgo, de la inevitable hegemonía de interpretaciones particulares. En este caso no se habla ya de una intervención, manipulación e incluso, revalorización del pasado, sino ya, de la determinación de la historia futura, esto es, del presente.

La misma profusión de medios tecnológicos para difundir información y contenido -ninguna de estas palabras significa o implica verdad-, a cambio de garantizar la objetividad en la narración de la historia, propicia más la ambigüedad y la ilusión de rigor científico, de la pretendida verdad. En este sentido una forma anticuaria de la verdad histórica puede explicar el uso que de la historia se sigue haciendo para justificar la configuración presente de poder. La actitud que justifica toda la historia acaecida, con sus injusticias y crímenes, en virtud de un desarrollo racional, está más presente hoy, justamente cuando el poder se permite ese carácter, justificado en la razón y la ciencia.

Conclusión

Aquí revela su valor para hoy la actitud que frente a la historia asumimos: la más remota, la reciente y la historia presente, interpelan la conciencia del ente que piensa con su carga de realidad inobjetable, con sus circunstancias, valores y, sobre todo, con su pretendida verdad. Pero esa experiencia de la historia es mediata, pese a la ilusión de su inmediatez, accesiblidad y evidencia: la sociedad administrada, centrada en la producción, posee el poder necesario para producir también una historia, un pasado, un discurso, una interpretación, una realidad. Frente a ese poder estructural -que constituye bajo su dominio el discurso hegemónico de la historia- el individuo sólo es capaz de participar de la historia en un horizonte limitado a sus circunstancias sociales, políticas, religiosas; pero ante todo, a su propio discernimiento de la historia y de lo inobjetablemente real. Este determinará, si en su visión de la historia es dominante la admiración que quiere superar; la veneración que busca conservar; o la crítica destructora de verdades aparentes, indispensable si se aspira a verdades y valores nuevos.

Esta realidad contemporánea consiste en presenciar el hecho permanente de la historia en tanto acaece: hoy la historia mundial es un hecho que ocurre ante nuestra mirada de espectadores, del que somos testigos simultáneos en virtud de una extraordinaria estructura técnica, racional, que hace posible esa presencia real de la historia en tanto hecho que se concreta. Sin embargo, esta condición sigue siendo la de una experiencia mediata de la realidad: la historia es producida, manipulada y en todo caso es siempre, inevitablemente, una experiencia limitada al horizonte de significación, de valores, de interpretación: a la cultura del hombre concreto que vive su propia historia. Aquí el ejercicio de la crítica se hace tarea filosófica, ejercicio permanente de mostrar el sentido, de ser conciencia activa de su época. Ser conciencia de la época en la medida del propio horizonte de lo posible, consiste en ser testigo y crítico, y en todo caso e indefectiblemente, en ser parte activa de la historia, único propósito razonable de este ser consciente.

Referencias

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1 Cfr. Carbonell, Ch. (1981). “Muy numerosas fueron y numerosas siguen siendo las sociedades sin historiografía. No se conoce, sin embargo, ninguna, por toscos que fuesen su lenguaje, su organización, sus técnicas y sus modos de pensamiento, que no haya tenido un conocimiento de su pasado. Sin la escritura sin embargo la memoria se mantiene pobre, confusa, frágil” (p. 9).

2 Las dimensiones de la temporalidad (histórica, suprahistórica, ahistórica), propuestas por Nietzsche, han sido examinadas, como un primer análisis de la experiencia del tiempo a la luz de la Segunda consideración intempestiva, en un trabajo previo. Cfr. Jiménez, O. (2021).

3 Cfr. Carbonell, Ch. (1981). “Frágil, la memoria histórica lo es sin duda más aún que la mítica. Las vicisitudes políticas imponen a veces prudentes amnesias —¡primera forma del revisionismo histórico!— o acrobáticas fusiones de listas” (p. 11).

4 Cfr. Breazeale, D. (2000), Para quien Nietzsche ejemplifica, en su propia obra, el camino hacia el conocimiento de verdades más altas, pasa por una vasta cultura histórica y produce transvaloraciones del grado de GM, MBM o AC, donde la historia y el pasado —en forma más o menos alegórica, más o menos concreta, pero en todo caso asimilada a un nivel de reflexión enteramente filosófico— constituyen el propio suelo donde el hombre vive su propia historia.

5 Cfr. Brobjer, T. H. (2004), quien identifica de forma indudable la necesidad de que el filósofo sea historiador: aunque el conocimiento de la historia traiga ventajas y desventajas para la vida, este es necesario en la síntesis que el filósofo debe buscar en la cultura. El filósofo no puede prescindir del conocimiento histórico, al contrario, debe asimilarlo.

6 Cfr. Brobjer, T. H. (2004), para quien hay evidencias de que la formación filosófica de Nietzsche es en general autodidacta; por otra parte, está familiarizado con todos los grandes historiadores, clásicos y contemporáneos (Heródoto, Jenofonte, Tácito, Polibio, Tucídides; Mommsen, Niebuhr, Droysen, Burckhardt, Grote, Gibbon, Sybel y Ranke).

7 Con respecto a la famosa polémica con Ulrich von Wilamowitz-Möllendorff, quien en su escrito ¡Filología del futuro!, descalificó las interpretaciones alegóricas y filosóficas de Nietzsche acerca de la tragedia, cfr. (Nietzsche, 2011) concretamente el apéndice del primer tomo de la edición de Obras Completas empleada para este trabajo (pp. 861-951).

8 Cfr. Heidegger, M. (2012), para quien la separación que hace Nietzsche de la temporalidad en tres dimensiones prefigura su propia “historicidad del Dasein”: “Distingue allí tres clases de saber histórico: el monumental, el anticuarial y el crítico, sin mostrar, sin embargo, explícitamente la necesidad de esta tríada, ni el fundamento de su unicidad […] El comienzo de su segunda consideración permite conjeturar que él comprendía más de lo que daba conocer” (p. 409).

9 Nietzsche parece definir la cultura y, con ella, el pensamiento, y con él y concretamente, a la filosofía, como una síntesis de la experiencia vital; entre olvido, memoria y trascendencia, entre conservar el pasado, destruirlo y superarlo. Cfr. Jiménez, O. (2021)

10 Para Fink, E. (1976), la importancia de la caracterización que hace Nietzsche del pasado en tres formas de asumirlo, radica “[…] menos en su mostración del peligro que para una cultura representa la exageración del sentido histórico, que, en su interpretación de la existencia humana desde la perspectiva de las estructuras temporales, de las dimensiones del pasado, el presente y el futuro” (p. 44).

11 Cfr. Nietzsche. (2011): El individuo fuerte mira hacia la Historia “[…] para no sucumbir al desaliento y a la náusea en medio de los ociosos débiles y desesperanzados, de los compañeros aparentemente activos, pero en realidad tan sólo excitados y vociferantes, mira hacia atrás y hace alto en la marcha hacia su meta para tomar aliento” (p. 703).

12 Cfr. Church, J. (2015). Los individuos ejemplares no necesariamente deben tener un papel decisivo en la historia, a favor de una determinada interpretación; es su propia vida y su obra lo que testimonia la posibilidad perenne de vivir una vida acorde con el ejemplo, ejemplar en sí misma. En este sentido el valor para la vida de las existencias ejemplares es, también, como el de sus obras, un valor estético.

13 Cfr. Ward, J. (2011), quien propone también una visión estética del valor de la existencia, donde aquello que Nietzsche valora, son vidas individuales. Esencialmente son los grandes individuos ejemplares los responsables de hacer la historia, de la misma forma que las culturas fuertes son las que pueden engendrar individuos grandes

14 Según lo cual, la tarea principal del historiador no es la objetividad y la fidelidad absoluta a los hechos, que no es posible, sino una labor estética, la producción de un efecto estético que se puede manifestar en cualquier época, independientemente de las causas que lo producen. Cfr. Nietzsche. (2010): “Lo monumental prescinde de las causas. ‘Efecto en sí’, ‘lo que produce un efecto en todas las épocas’ (o lo que puede originarse en todas las épocas, para lo que las causas están ahí siempre)” (p. 498).

15 Con respecto al carácter metafórico de la realidad, Vattimo resume el carácter general de la postura nietzscheana en torno a la realidad histórica, y científica en general, como metáfora: “Aun aquello que creemos la realidad y que distinguimos de las interpretaciones es ya el producto de una actividad metafórica, “libremente creadora y poetizante”; solo que estas metáforas, debido a que se han convertido en la base de toda una sociedad, época, o unidad histórica, no son ya más reconocidas como tales” (s.f., p. 73).

16 Cfr. Doran, R. (2000). El arte es una potencia de la vida tan poderosa, que según Nietzsche es la verdadera metafísica. El pensamiento de Nietzsche también acerca de la historia y del conocimiento, es un pensamiento estético, pues estética es la naturaleza de toda interpretación.

17 El influjo deseable de la historia monumental hacia la vida debería ser, justamente, animar dicha ruptura y superación. Lacoue- Labarthe (1983): “La ruptura, la voluntad de ruptura —que es pura voluntad creadora: voluntad del por-venir— siempre es tal que repercute en la captación del modelo. De manera más exacta: vuelve enigmático al modelo. O de manera aún más exacta: restituye el modelo el enigma de la ruptura que él mismo fue” (p. 33).

18 Acerca de la definición del carácter de intempestivo; así como de la naturaleza intempestiva del pensamiento filosófico, cfr. Jiménez, O. (2021).

19 Aunque necesaria como ejemplo e inspiración para la vida, la historia puede llegar a ser considerada incluso superflua; se puede vivir sin ella. Cfr. Nietzsche. (2010): “Para el hombre que sufre profundamente la existencia, la historia no es nada; él encuentra por todas las partes el mismo problema que cada día le señala. Pero la historia sí es algo para los hombres de acción, para aquel que no es sabio, para aquel que todavía ha de esperar todo, que no se resigna, que lucha -necesita la historia como exempla de aquello que uno puede alcanzar, de cómo alguien puede llegar a obtener honores, pero de modo especial la necesita como templo de la fama. La historia tiene un efecto ejemplar y vigorizante”.

20 Cfr. Lemm, V. (2010), para quien la historia monumental parece privilegiar el pasado sobre el presente pues resta valor al mismo. Propicia la idea de que el presente es irremediablemente inferior al pasado, de que su grandeza no se puede alcanzar y que ella justifica a su vez la configuración presente de poder. Alimenta, a su vez, las ilusiones de grandeza nacional, racial, etc.

21Cfr. Whyte, M. (2008). Este artículo se refiere al uso que los filósofos del régimen nazi hicieron de la figura y obra de Nietzsche, para justificar la ideología nacional socialista. También es de anotar que el uso de la imagen y la ideología de Nietzsche se extendió más allá del círculo de los filósofos, y fue ofrecida al público para exaltación de la ideología. Llama la atención la utilización, para fines de manipulación gregaria, del pensamiento de un filósofo que no aspiraba a tener “seguidores”.

22Cfr. Berkowitz, P. (1994). La historia monumental presume ser la verdad acerca de la excelencia humana, y sin embargo como se ha visto, es una constante reconstrucción y manipulación de los hechos.

23El efecto mimético se contrapone así a un efecto poiético; éste último sería al hilo de las consideraciones aquí expuestas, el efecto deseable y verdaderamente útil de la historia para la vida.

24El impulso anticuario se opone al crecimiento de todo lo nuevo. Cfr. Nietzsche, (2010): “La necesidad de vida exige lo clásico, la necesidad de verdad lo anticuario. Lo primero trata el pasado con arte y con una fuerza artística transfiguradora” (p. 497).

25Cfr. Frey, (2015) para quien “El concepto de lo anticuario se reduce a una cifra para la historia científica, lo que en opinión de Nietzsche conduce a una verdad sin consecuencias que ya no tiene importancia para el hombre” (p. 277).

26El sentido de lo anticuario resta valor a lo grande, a la vez que se opone a su surgimiento. Cfr. Nietzsche. (2010): “Aspiración del anticuario a devaluar siempre aquello que está fuera de lo común haciéndolo comprensible, es decir, común. Por eso, destruyen con todas sus fuerzas lo monumental” (p. 498).

27Lo anticuario es enemigo de lo clásico; Cfr. Nietzsche. (2010): “La manera anticuaria que elimina lo más posible lo clásico o busca pensarlo como una posibilidad completamente individual. Porque mucha razón se emplea en comprender de esta manera cualquier pedacito del pasado, se piensa finalmente que es también la razón la que lo ha producido. Así surge la superstición de la racionalidad de la historia: por lo cual la necesidad absoluta es comprendida como manifestación de la racionalidad y la finalidad. Pero los máximos poderes históricos son la estupidez y el diablo” (p. 497).

28Jaspers, K. (1968), afirma que: “En Occidente, la filosofía de la historia estaba fundada en la creencia cristiana […] Así decía Hegel todavía: Toda la historia va a Dios y viene de Él; el advenimiento del Hijo de Dios es el eje de la historia universal. Nuestra manera de contar el tiempo es el testimonio cotidiano de esta estructura cristiana de la historia universal” (p. 19).

29Acerca del carácter hegeliano de esta filosofía del éxito, cfr. Frey (2015): “Para Nietzsche, Hegel es el promotor de este optimismo histórico, que finalmente demboca en una ‘adoración del éxito’. Ahora, sin embargo, todos los subyugados por el éxito se rebelan contra la idea de un sentido inmanente” (p. 286).

30Con “filosofía del éxito” se refiere Nietzsche, en general, al historicismo filosófico heredero de Hegel. Cfr. Löwith (1968): “Tal historicismo filosófico tuvo el más peligroso influjo sobre la cultura alemana, pues debió ser, necesariamente, “terrible y destructor”, toda vez que semejante fe en el sentido de la historia conducía al culto idolátrico de lo efectivo” (p. 254).

31Leemos en esta definición de filosofía del éxito la crítica inherente a una equiparación entre progreso material y el cultural, es decir, que el progreso técnico o científico no es una garantía de que la humanidad en su conjunto sea mejor. Cfr. Nietzsche. (2010): “La divinización del éxito es completamente adecuada a la bajeza humana. Pero quien ha estudiado con precisión alguna una vez un único éxito, sabe qué clase de factores (estupidez, maldad, pereza, etc.) han concurrido siempre en él, y no como factores despreciables.” (p. 501).

32Cfr. Nietzsche. (2010): “¡Es absurdo que el éxito deba tener más valor que la bella posibilidad que subsistía todavía un momento antes! Pero ver incluso en la historia la realización de lo bueno y lo justo es una blasfemia contra lo bueno y lo justo. ¡Esta bella historia del mundo, para hablar con Heráclito, es ‘un montón confuso de basura’! Lo que es fuerte se impone, ésta es la ley universal: ¡si al menos eso no coincidiese tan a menudo con lo que es estúpido y malo!” (p. 501).

33Para Lukács (1972), este carácter fundamental de lo irracional no es una idea aislada de Nietzsche; hay una corriente irracionalista que pasa por Schelling, Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger, y que conduce finalmente al auge del autoritarismo y al nazismo. Dicha concepción irracionalista del mundo y de la historia controvierte toda idea de sistematicidad y finalidad en la Historia, y propende por un subjetivismo romántico. Tal idea desestima una dirección racional de los procesos sociales, y con ello legitima el poder reaccionario y antiprogresista.

34Lukács (1972): “Desde Schopenhauer, y sobre todo desde Nietzsche, asistimos a un proceso en que el pesimismo irracionalista va minando y destruyendo la convicción de que existe un mundo exterior objetivo y de que el conocimiento imparcial y concienzudo de este mundo puede ofrecer la solución a todos los problemas provocados por la desesperación. El conocimiento del mundo va convirtiéndose aquí, cada vez más marcadamente, en una interpretación del mundo progresivamente arbitraria” (p. 70).

35Lemm, V. (2010) aborda la lectura de la Segunda Consideración desde la perspectiva de la justicia: el historicismo otorga a la historia el máximo valor. El historicismo considera que la configuración de los hechos se corresponde con la razón, de manera que la historia, aún con toda su injusticia, ha terminado por engendrar la justicia. Esta es una contradicción y es un hecho que la realidad refuta.

36De acuerdo con Lemm, V. (2010), la idea de justicia no es constante, eterna o fija; cambia según la configuración del momento histórico propio. El presente tiene la idea de que es más justo que cualquier época pasada, de que su configuración presente es un progreso y una evolución frente a todo lo vivido en el pasado. Considera que su época es la más justa, basado en la supuesta objetividad y verdad de su historia.

37Cfr. Gama (2007): “Dado el propósito de la Segunda intempestiva, Nietzsche deriva de esta experiencia con el tiempo el cuadro de lo que sería una relación genuina del hombre con el pasado, en contraste con el cual se pondrá en evidencia lo nefasto de un conocimiento histórico positivizado. De allí surge para cada cultura la exigencia de construir permanentemente una renovada relación vital con su historia. En Hegel, en cambio, la experiencia de la certeza sensible representa el punto de partida de un movimiento que no se dispersa en distintas realizaciones culturales, sino que sigue un camino único que culminará en un saber absoluto” (p. 31).

38Nietzsche explicita no sólo el papel de la historia anticuaria en la formación del pensamiento de la masa, sino su relación con el genio y lo monumental, poniendo como ejemplo el cristianismo. Cfr. Nietzsche. (2010): “La estadística demuestra que hay leyes en la historia. Sí, ella demuestra cómo la masa es vulgar y repugnantemente uniforme […] Cuanto más vulgar y uniforme es una masa, tanto más rigurosa es la ley estadística” (p. 500).

39Cfr. Lemm, V. (2010), para quien la historia anticuaria es inherentemente injusta con la vida, pues quiere la preservación de un estatus de vida injusto. El entendimiento anticuario de la historia toma del pasado todo lo que este ofrece y le da el mismo valor, en tanto se encuentra justificado y a su vez justifica el estado actual de cosas.

40Cfr. Según Breazeale, D. (2000), el papel del historiador crítico puede no ser el de crear nuevos valores estéticos, pero sí el de preservar el carácter científico de la historia y su valor más alto: la búsqueda de la verdad.

41De acuerdo con el texto fijado en la eKGWB, encontramos una inconsistencia en la traducción citada, con lo cual, este pasaje debe leerse así: “—pues en las cosas humanas siempre han primado la violencia y la debilidad humanas” (“immer ist in ihnen menschliche Gewalt und Schwäche mächtig gewesen.). Cfr. Nietzsche., F. (1967): Nietzsche Source — Digitale Kritische Gesamtausgabe Werke und Briefe (eKGWB), HL.

42Cfr. Breazeale, D. (2000), para quien, la importancia de la crítica es conseguir una comprensión de la historia lo más cercana a la verdad, pero a la vez, una comprensión que propicie una interpretación fuerte de la vida: no una interpretación pesimista, signada por el resentimiento y la culpa, valga decir, por instintos débiles y gregarios.

43Nietzsche ejemplariza y ejemplifica: en su propia obra, el camino hacia el conocimiento de sus verdades más altas pasa por una vasta cultura histórica y produce transvaloraciones del grado de la Genealogía de la Moral, Más allá del bien y del mal o El Anticristo, donde la historia y el pasado —en forma más o menos alegórica, más o menos concreta, pero en todo caso asimilada a un nivel de reflexión enteramente filosófico— constituyen el propio suelo donde el hombre vive su propia historia.

44En la relación crítica entre el estudioso y la verdad; cfr. Nietzsche (2011): “se enfoca su pasado con criticismo y se la corta por la base, violando cruelmente todos los piadosos respetos” (p. 710).

45Cfr. Nietzsche. (2011): “Pues siendo como somos los resultados de generaciones anteriores, somos también los resultados de sus yerros, pasiones y extravíos, y aún de sus crímenes; no es posible desligarse del todo de esa cadena. No por condenar esos extravíos y considerarnos emancipados de ellos deja de ser un hecho que provenimos de ellos” (p. 170).

46La historia crítica prefigura la genealogía, implementada por el propio Nietzsche como instrumento histórico y filosófico. Foucault (2004): “Así pues, hacer genealogía de los valores, de la moral, del ascetismo, del conocimiento, no será jamás partir a la búsqueda de su “origen”, despreciando como inaccesibles todos los episodios de la historia; será, al contrario, insistir en las meticulosidades y azares de los comienzos; prestar una atención escrupulosa a su irrisoria mezquindad, prepararse a verlos surgir, al fin sin máscaras, con la cara del otro” (p. 23).

47Cfr. Nietzsche. (2011). La idea de una segunda naturaleza está expuesta en estos términos: “Llegamos, cuando más, a un choque entre la naturaleza ingénita y heredada y nuestro conocimiento, acaso también a la lucha de una disciplina nueva y severa contra lo desde antiguo heredado e inculcado, plantamos una costumbre nueva, un instinto nuevo, una segunda naturaleza, y de esa forma se atrofia la primera. Se trata, en cierto modo, de una tentativa de darse a posteriori un pasado del que se quisiera provenir, en contraposición a aquel del que se proviene -tentativa siempre peligrosa, por ser muy difícil dar con un límite en la negación de lo pasado y porque las segundas naturalezas suelen ser más débiles que las primeras” (p. 710).

48En el marco de esta reflexión, es importante no perder de vista el hecho de que la Historia, en tanto conocimiento, tradición, cultura, es un fenómeno colectivo y, en último término, social. Cfr. Guzmán, L. (2020).

49Acerca de la apropiación de la tecnología como parte integral de la formación en la sociedad contemporánea, cfr. Schuck, R. (2020).

* El presente artículo forma parte de una investigación de carácter más amplio en torno a la condición histórica del hombre concreto a la luz de la filosofía, y ha sido desarrollado como parte del trabajo del Grupo de Investigación Ereignis.

***Cómo citar este artículo Jiménez Piraján, O.J. (2024). Acerca del conocimiento, uso y vivencia de la historia. Estudios de Filosofía, 69, 95-114. https://doi.org/10.17533/udea.ef.352524

Recibido: 02 de Febrero de 2023; Aprobado: 13 de Junio de 2023

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