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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.18 no.53 Bogotá Jan. 2005

 

Dossier: Paramilitarismo en Colombia


Santa Fe Ralito: Avatares e Incongruencias de un Conato de Negociación

Santa Fe De Ralito: Vicissitudes And Incongruities Of A Negotiation Attempt

Fernando Cubides Cipagauta

Profesor Titular de la Universidad Nacional , Departamento de Sociología, ha sido investigador asociado al IEPRI.


Resumen

Este artículo propone una revisión del fenómeno del paramilitarismo a partir de la consideración de dos elementos claves: poder y tierra. A diferencia de otros analistas e investigadores sociales que centran la explicación del paramilitarismo en las disputas en torno a la propiedad agraria, el autor considera que la cuestión de la tierra esta vinculada a la definición de un proyecto político de carácter local. Para ilustrarlo se presentan los ejemplos de la zona esmeraldifera y de Barrancabermeja, en donde el control territorial paramilitar esta definido en función de una vocación por los poderes locales y regionales. Es esta conjunción la que mantiene la cohesión de tales grupos pese a sus fisuras y tensiones, e incluso a la desaparición, real o virtual, de Carlos Castaño.

Palabras claves: paramilitarismo, poder, territorio, Colombia.


Summary

This article proposes a revision of the paramilitarism phenomena starting from two key elements: power and land. Unlike other analysts and social researchers that center the explanation of paramilitarism in the disputes around the agrarian property, the author considers that the question of the land is tied to the definition of a political project of local character. To illustrate it, the examples of the emerald zone and Barrancabermeja , where the paramilitary territorial control is defined in function of a vocation for local and regional powers are presented. Is this conjunction which keeps the cohesion of such groups in spite of fissures and tensions and even of the real or virtual disappearance of Carlos Castaño.

Keywords : paramilitarism, power, territory, Colombia .


Una de las cosas que saca a la luz el actual conato de negociación con los paramilitares es su ansía de poder. Y queda de presente que durante demasiado tiempo los analistas e investigadores sociales anduvimos despistados y terminamos subestimando el fenómeno por referirlo de manera exclusiva a la propiedad agraria. Como si la clave del asunto hubiera de ser tan sólo superponer al mapa de la propiedad agraria adquirida con recursos de la droga, el mapa de la presencia de los distintos grupos de autodefensa. El ejercicio, elemental, es indispensable; necesario pero no suficiente resulta saber cuánta tierra han acumulado los integrantes de la cúpula paramilitar, pero siempre que no se pretenda que todo lo que han buscado con "su" guerra es acumular tierra, y proteger con sentido de grupo sus patrimonios individuales. Sería tomar el efecto por la causa, y desconocer la metamorfosis que se ha estado produciendo. Esa pudo ser la mejor de las pistas en un comienzo, pero ya no es LA explicación por antonomasia. Las palabras claves hoy son territorio y poder; es decir el control territorial en función de una definida vocación por los poderes locales y regionales, y aquello que los mantiene cohesionados después de que salieran a la luz todas sus fisuras y tensiones y tras la desaparición, real o virtual, de Castaño, es la expectativa de una negociación que los favorezca, y entienden la favorabilidad como la consolidación del dominio alcanzado y el logro de la impunidad para algunas de sus acciones esto es como un problema de poder.

Decir, como afirma Darío Fajardo: "la guerra ha precipitado una alta concentración de la tierra" es formular un enunciado a primera vista incontrovertible, constatar uno de los efectos de esta guerra singular; sin embargo "la guerra" es una enunciación tán genérica como en su momento lo fue "la violencia" y de lo puro genérica tiende a soslayar a sus protagonistas y a encubrir con un manto también genérico responsabilidades concretas. Y en cuanto a la génesis del engendro paramilitar las responsabilidades son múltiples, y a la guerrilla le cabe su cuota, también. En un asunto tan intrincado, las atribuciones unilaterales, o las simplificaciones oscurecen el panorama. Por lo demás quienes más deciden, quienes más poder demuestran en la cúpula de los paramilitares, dejaron atrás hace tiempo su etapa de latifundistas, ya no miden su importancia en hectáreas de tierra: basta oir a "Don Berna" - que de seguro no ha oído nada de Mao, ni siquiera su aforismo: "e l poder nace del fusil" - hablar de los 20.000 fusiles, y de las zonas que les permiten controlar. Se pudieron dar el lujo, como Fidel y Carlos Castaño en su momento, de renunciar a parte de ese patrimonio a cambio del prestigio que da el aparecer como benefactores. Lo que está presenciándose es el efecto de un largo aprendizaje en el curso de una guerra singular, los dividendos que produce copiar unas orientaciones estratégicas de la guerrilla, aprendidas sobre el terreno.

Creo que hoy y a la luz de los hechos y evidencias acumulados, es posible ponerse de acuerdo en que la intensidad, y la diversidad de las violencias, están creando una nueva concepción del territorio. Algunos teóricos de la estrategia militar llegan a formular como principio, y de una manera axiomática la importancia del conocimiento geográfico: combatiente que no conozca bien el territorio en el que actúa, está condenado a perderlo. La discusión clausewitziana y postclausewitiziana, ha reformulado los términos de esa discusión, y subraya la primacía de la población sobre el territorio en su importancia estratégica, pero sin que llegue a minimizar al segundo de los componentes. Clausewitz sigue siendo un autor estudiado en todas las escuelas de los estados mayores, regulares e irregulares. No obstante, de hecho, en la situación colombiana de las dos últimas décadas como un rasgo sobresaliente parece obrado una inversión de dicho postulado : nos encontramos con que en un momento dado los actores armados y ante todo los paramilitares, parecen guiarse por la máxima: "si no cuentas con el apoyo de la población, busca dominar el territorio, que lo otro vendrá por añadidura ", así es que el nuestro resulta ser un territorio fragmentado y la nuestra una sociedad segmentada .

Una mirada simple al mapa de su presencia territorial nos comprueba que el parámetro que ha registrado una variación más drástica entre 1987, cuando el entonces jóven Ministro de Gobierno de la administración Barco, César Gaviria, hacía el primer reconocimiento oficial de la existencia del fenómeno, y registraba la existencia de al menos 140 organizaciones ilegales de autodefensa, dispersas en el territorio, y el panorama que se ofrece hoy a los negociadores gubernamentales en Santafé de Ralito, es que las que han subsistido de aquellas, se han propuesto y consiguieron expandirse y junto con el territorio, han adquirido bases sociales por segmentarias que sean.

Lo inevitable de una cierta recapitulación.

En tiempos, ya lejanos, en que se daba una confrontación directa con el Cartel de Medellín, el general Maza al frente del DAS dio a conocer ( o mejor: se produjo una filtración, pues esto del manejo velado o indirecto de la información sí que ha sido una constante en tratándose del paramilitarismo ) un diagnóstico completo para la fecha, algo así como todo lo que Ud. quisiera saber sobre el paramilitarismo y no se había atrevido a preguntar ( ver: " El Dossier paramilitar. SEMANA revela documentos secretos del gobierno sobre cómo son, cómo actúan y quiénes financian a los paramilitares" - SEMANA, Edición 362, Abril 17 de 1989. ) Y allí aparecían como reflejados en un espejo cóncavo, concentrados en un punto, para el caso Puerto Boyacá, los factores recurrentes, junto con principales protagonistas, y, siguiendo la metáfora teatral, con ellos los actores que apenas se insinúan tras la escena, además de un cierto coro. De ahí en adelante, con leves retrocesos, la evolución ha sido contínua. En el susodicho dossier aparecen de bulto, debidamente documentados y en una secuencia cronológica que es a la vez lógica:

a) el dinero de los narcotraficaficantes que organizan los primeros grupos con la motivación exclusiva, en efecto, de defender la tierra adquirida,

b) la participación de oficiales de alto rango- coroneles, comandantes de batallón- proveyendo logística, información de inteligencia, asesoría en el entrenamiento a los grupos ya formados.

c) la connivencia de las autoridades locales que ya sea por acción o por omisión favorecen la consolidación de dichos grupos.

d) el tácito avenimiento de autoridades departamentales y de funcionarios del orden nacional

e) ramas o capitulos locales de gremios nacionales, o nuevas organizaciones gremiales que se convierten en piezas de una estrategia de expansión

f) por último y lo más importante en la implantación del engendro, un sector de la población que los apoya explícitamente y como reacción a una campaña de exacciones indiscriminadas y a los diversos excesos cometidos por las FARC en un municipio como Puerto Boyacá en donde el Partido Comunista dominaba la escena política legal (" el Teletón del Magdalena Medio").

Tiene mucho valor que haya sido un investigador con sensibilidad de izquierda como Carlos Medina Gallego quien después de un trabajo de campo detallado que llevó a cabo justo en el momento que todos esos componentes se estaban aglutinando, haya mostrado su dinámica, las consecuencias perdurables de esa interacción. De ahí que su libro de 1990 Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia siga siendo antológico, la referencia obligada para entender la génesis del "modelo Puerto Boyacá" que luego se irá a replicar en otras regiones. Nos muestra en detalle, con sobra de evidencias, las consecuencias inesperadas y perversas de "la lógica combinatoria", o "la combinación de todas las formas de lucha", practicada desde los dos extremos del espectro ideológico; como por una suerte de fatalismo, si recurres a la legalidad como mero instrumento táctico y tu propósito genuino es abolirla, tenderás a hallar alguien que se te oponga con los mismos recursos. En un contexto tan intrincado, más tarde o más temprano surgirán partidarios del sistema que adoptarán como orientación estratégica y a favor de él, la " combinación de todas las formas de lucha "

En gracia a discusión se puede aceptar la hipótesis más pesimista: la denuncia que en su momento hizo José Miguel Vivanco de Human Rights Watch según la cual en 9 de las 18 brigadas en las que estaba organizado el ejército colombiano se encontraron evidencias de vínculos de oficiales con mando de tropa y grupos irregulares, núcleos o embriones de lo que serían más tarde frentes ya organizados. Un dato que ningún investigador podría pasar por alto, desconocer en la gravedad que implica, pero que por sí solo no explicaría la rapidez en el crecimiento, la expansión territorial del fenómeno paramilitar, su cobertura, su grado de implantación.

Podrían sorprender al lector del libro-autoreportaje Mi confesión de Carlos Castaño pareciéndole una impostura, las múltiples referencias elogiosas a la Constitución del 91, los guiños de corte santanderista a la norma de normas, a simple vista alegatos interesados para consumo externo. Pero no eran del todo impostados y reexaminar ese capítulo contribuye a mostrar cómo llevaron a cabo su aprendizaje de la política y de sus encrucijadas determinantes; a propósito un acertijo: ¿Alguien recuerda hoy por hoy con cuáles alianzas regionales y de la mano de qué grupos políticos llegaron los paramilitares a tener "su" representación en la Constituyente del 91 ?. Una cierta relectura de la Gazeta Constituyente no estaría de más.

Y el otro dato fundamental que ha variado desde aquel balance que presentara César Gaviria como ministro, es el grado de ingerencia internacional en el asunto. La omnipresencia alerta de Mr. William Wood en cada una de las instancias de este incipiente proceso ha sido marcada, por ejemplo. Por todo ello es que tiene mucho de fariseo el tono sensacionalista, de novedad absoluta o de hallazgo de última hora que le han dado varios medios al tema de "la paramilitarización del país" : no sin cierta perplejidad en un comienzo y tras derrochar una buena cantidad de energías en una actitud nominalista, en una suerte de orgía semántica ("¿ Qué nombre le pondremos? ") a partir de las evidencias accesibles, la investigación social la ha venido registrando, las bases de datos que se han venido construyendo la señalan con nitidez; así mismo la propia investigación social encendió las alertas acerca de los diversos nexos locales, regionales y nacionales y las redes más o menos tácitas con las que los paramilitares han contado, y sobre el papel fundamental del narcotráfico en su expansión. Aun cuando hay analistas que le encuentran sentido todavía a la disquisición semántica, al registro de todas las variantes de denominación que los propios grupos se dan, a cual más ostentosos, (caricaturescos algunos a fuer de ostentosos ) a la vez se ha comprobado lo indispensable de pensar el problema con categorías universales en procura de una genuina explicación; comparar con casos afines, discernir las similitudes, la confluencia en cuanto a las lógicas de acción con los "irregulares de estado" de otras latitudes. Si es que hay una lógica en la guerra irregular, intentar dilucidarla para el caso es un insumo clave del tratamiento. Hay que reiterarlo, y una mirada al panorama de la producción intelectual sobre el problema lo comprueba, la investigación social ha hecho lo suyo, y para hacerlo ha asumido los riesgos correspondientes: afrontando amenazas más o menos veladas, formas varias de intimidación, no tan acusadas como las que afrontan los periodistas, pero no menos reales y ominosas, sobre todo en la provincia y cuando el investigador se atreve a hablar con nombres propios.

Por cierto que esos mismos medios que hoy se rasgan las vestiduras en su momento contribuyeron a la magnificación del fenómeno paramilitar mediante entrevistas descontextualizadas a sus líderes en las que se les daba el trato de estadistas o en el modo en que difundieron en su momento ( fines del gobierno Samper ) el flamante "Acuerdo del Nudo de Paramillo", para no hablar de ciertos editoriales 1 -3 (1). Y habrá que decirlo aunque suene hereje a oídos castos, de todos los actores armados colombianos han sido los paramilitares los más mediáticos, quienes mejor han entendido los dividendos que pueden obtener del uso de los medios electrónicos e impresos. Hay que dudar que hayan sido lectores de Umberto Eco ( por aquello de "la guerrilla semiológica" en La estrategia de la ilusión ) u observadores, menos aún seguidores, del subcomandante Marcos y su guerrilla mediática, en ese aspecto el suyo ha sido un aprendizaje intuitivo, vernáculo, pero que se pone de presente desde sus primeros balbuceos ideológicos. Amplificar su mensaje y tratar de sintonizarlo con ciertas motivaciones colectivas subyacentes ha sido un propósito sistemático en su caso, en contraste con Alfonso Cano quien hace suya la afirmación del marxista francés " la opinión pública no existe" para desestimar manifestaciones coyunturales en aras del largo plazo, e insiste en la cuadratura del círculo: un partido político de masas…pero en la clandestinidad, cual profeta milenarista guiando a su pequeña tribu por el desierto en búsqueda perpetua de la tierra prometida: para el caso la insurrección de masas. En contraste los paramilitares han obrado con la prgamática presunción de que sí existe una especie de magma primario al que se puede llamar opinión pública, que se halla muy estratificado, y que es menester adaptar el mensaje según las circunstancias a las inclinaciones de uno u otro estrato, principalmente al del más amorfo: una cierta clase media de provincia, y su percepción de la seguridad y junto con los abogados penalistas que los asesoran en sus declaraciones y comunicados, es lícito deducir, que en el entorno de cualquiera de los jefes paramilitares uno de los cargos fijos ha de ser el de asesor de imagen.

Modos de control territorial: algunos ejemplos

Fueron muy valiosos en su momento los trabajos de Alejandro Reyes y su grupo de asistentes, en que daban cuenta minuciosa de la inversión de dinero del narcotráfico en tierras, inauguraron una línea de análisis y siguen siendo, hoy por hoy, un insumo ineludible del análisis 4. Más importante aún el corolario que el propio Alejandro postuló como una de las conclusiones en las que resumía toda una etapa previa de su trabajo pues a la vez daba cuenta de toda una inflexión estratégica del problema, o como dirían los dialécticos, el momentum en que la cantidad se convierte en cualidad, obsérvese lo sentencioso, lo categórico del tono: " En Colombia los conflictos sociales por la tierra han sido sustituidos por las luchas por el dominio territorial "5. También en esa dirección Alejandro Reyes desbrozó un terreno que, mal que bien, otros hemos seguido.

Y dado de una de las claves de esa rápida expansión, y de ese crecimiento en el número total de efectivos ha sido la capacidad de adaptarse a contextos regionales diversos, conviene examinar ejemplos regionales.

Primer Ejemplo : De cuando en cuando respecto de lo que significa el control territorial por grupos armados privados, el de la zona esmeraldífera en el occidente de Boyacá ha sido invocado como un arquetipo. Su cercanía a Puerto Boyacá, además ha dado lugar a la presunción ( no corroborada por suficientes evidencias ) de que el que se adoptó allí como modelo provenía de la zona esmeraldífera en donde ha habido una larga tradición de poderes armados particulares, habiéndose desencadenado, secuencialmente, varias guerras entre ellos por el control del negocio6. Lo problemático de dicha presunción es que si algo caracterizó las dos guerras entre esmeralderos fue lo cricunscrito y facilmente delimitable del territorio en donde se produjeron, y si algo ha sido una constante, y un rasgo característico tanto de los grupos armados organizados por los patrones de las esmeraldas, como de los que organizan de modo más espontáneo las "cuerdas" de guaqueros ha sido su nula trashumancia, su total adscripción en torno a la mina o veta que protegen. (Dada la singularidad de la situación en que fracasó el modelo de explotación directa del recurso minero por un ente público, así como el sistema de licitación) En contrapartida: si algo caracteriza a los paramilitares. desde fines de la década del 80 por lo menos, es su capacidad de expandirse, su movilidad, su trashumancia y ubicuidad en una región geográfica amplia. Pero sin duda que en el caso de la región esmeraldífera y en su evolución reciente, se registran tangencias y traslapes con las otras variantes del paramilitarismo. Y por otra parte es conocido, y está bien documentado el hecho del aprendizaje que llevan a cabo aquí en torno a las minas, quienes llegarán a ser capos del narcotráfico como Rodriguez Gacha. Una observación sobre el terreno que llevamos a cabo a comienzos del 2003, y en varias de las entrevistas a personajes representativos nos condujeron a una conclusión provisional: en efecto en la región no hay guerra, la paz está en boca de todos, pero no hay duda que se siguen armando a buen ritmo, se mueven todos los aprestos para la guerra, y no hay duda que quienes están al frente de las organizaciones, por rudimentarios estrategas que sean, tienen una "hipótesis de guerra", se preparan, no han dejado de armarse y sobre todo, hay visos de que los hombres de su organización están sometidos a un entrenamiento intensivo. Un entrenamiento en tácticas de guerrilla, una puesta a punto de todos los dispositivos necesarios, junto con un uso sistemático de las formas de comunicación electrónicas y satelitales más avanzadas en la forma de una red regional y en función preventiva. Es indudable que el control que han tenido sobre el territorio, incluyendo sus rencillas y las demarcaciones que lo subdividen, se ha ido refinando.Terminada la guerra entre esmeralderos hace diez años, y solemnizados los pactos a los que dio lugar con la bendición del obispo de Chiquinquirá (que desde entonces ha asumido el papel de árbitro de las diferencias que ocasionalmente surgen) la vehemencia, la reiteración de una retórica de la paz, nos habla más bien de lo cerca que ha estado, y que está, la guerra. Y a diferencia de esa presunción según la cual aquí habría surgido el arquetipo de dispositivo paramilitar, el catalizador de esa visión más expansiva, más trashumante y móvil de los grupos armados particulares organizados por los patrones de las esmeraldas, y su actuación coordinada ha sido, de una parte el propósito de replicar el modo de organización de los grupos paramilitares de otras regiones y de otra parte la incursión de la guerrilla en la región: una de las columnas de las FARC que había incursionado por los lados de Muzo y luego intentó implantarse entre Maripí y Pauna, fue prácticamente aniquilada. Con posterioridad, y en sintonía con el contexto nacional, el grado de coordinación se ha consolidado, así como la disposición a proyectarse o expandirse a las regiones adyacentes, aun cuando en ningún momento la organización existente en ésta región ha admitido vínculos con los restantes que integran esa "federación de grupos regionales" de la que hablaron Castaño y Mancuso, y mucho menos se ha dejado encuadrar en su organigrama. El grado de autonomía que preservan los grupos formados acá, el arraigo con el que cuentan y el aprendizaje adquirido, son las que determinan su tipicidad.

Segundo Ejemplo. En torno al caso de la ciudad de Barrancabermeja, enclave petrolero, se ha producido multitud de denuncias, pero está en mora una monografía regional que abarque la etapa más reciente. Barranca es un ejemplo flagrante de lo que en cuanto a control territorial hace posible la máxima brutalidad ejercida con método. Que a una ciudad de la importancia estratégica del puerto petrolero y con su reconocida tradición de movilización social, de epicentro de luchas sindicales, hayan llegado los paramilitares y en breve tiempo hayan conseguido implantarse, y suplantar las redes que a su favor había construido el ELN en muchas de las comunas urbanas y mantengan hoy una presencia ostensible, es difícil de entender a propios y extraños. No se trata de que los paramilitares ejerzan aquí un poder incontestado, o que no exista una genuina resistencia civil, mayoritaria en su contra, pero el caso es que se mantienen a la luz del día, gravitan de un modo determinante sobre la vida municipal, y lo claro es que no lo podrían hacer si tan solo fuesen un aparato militar, si no contaran con apoyos locales y regionales. Lo singular del caso es que se trata de una implantación en un contexto urbano complejo, un conglomerado urbano de cerca de 300.000 personas, mal contadas, propiciando algunas obras que se pretenden emblemáticas ("Parque Fidel Castaño" ) y coaligados con fuerzas políticas legales ( algunos de quienes asumen su vocería fueron concejales y tuvieron otros cargos de representación). Una larga serie de asesinatos colectivos de dirigentes comunales ( varias masacres y más de 250 víctimas ) y de seguro el conocimiento detallado de las redes preexistentes, fueron las acciones que precedieron el arribo explícito. Como lo narra una monografía en elaboración que tal vez aclare muchos de los interrogantes que se suscitan (2), quien aparece como comandante de toda la campaña de implantación ("Camilo Morantes", muerto en un operativo) era un desertor de las FARC, y además de su experiencia combativa y de su curtida formación en la guerra irregular, siendo oriundo de la región explota a su favor las rencillas y la rivalidad de larga data entre el ELN y las FARC, en particular la que existía en el entorno rural adyacente a la ciudad. En el presente, hay una intrincada puja por el control de las formas de representación comunitaria y la violencia directa ha disminuido un tanto, manteniéndose sin embargo un ambiente de intimidación, expectante.

Aquí, como en aquellas áreas que hacían parte de la "retaguardia profunda" de las FARC en lo que fuera la zona de despeje de los Departamentos del Meta y Caquetá es ineludible el interrogante acerca de la solidez de las redes que la guerrilla tenía a su favor y en cuya construcción invirtió muchos años de trabajo político, y acerca del grado de hegemonía que en verdad había adquirido en las bases sociales que reclamaba como suyas en los territorios bajo su control.

Ralito I, Ralito II y lo por venir

" Matan niños a media noche " decía Jesús Antonio Bejarano, alma bendita, en una expresión muy suya, y por desgracia con fundamento en los hechos, para subrayar los dilemas de cualquier negociación con los paras, el carácter patológico de la mayoría de lo que ellos mismos llaman sus " acciones de guerra", lo éticamente inadmisible de que en el curso de cualquier negociación se llegare a pactar la impunidad. Y a la vez, en su formidable intento de objetivar, de fundamentar con el máximo de raciocinio los temas ineludibles de una "Agenda para la paz", establecía la secuencia: el paramilitarismo ha surgido y se ha logrado expandir en función de la expansión guerrillera, ergo su erradicación definitiva depende de que se logre llegar a un tipo de negociación productiva, genuinamente política, con la insurrección. No se puede invertir la secuencia histórica en la que han surgido, los términos reales en los que se ha planteado el problema, pues, advertía admonitorio, se llegará a un punto de estancamiento. Pero aún si se tratara de meros "escarceos preliminares para llegar más tarde a una paz verdadera" ( o, si se mira con un sentido del largo plazo, sólo de un plante, del amago de un jugador que está cañando en tanto es propicia "la otra" negociación ) y excluyendo el nudo gordiano de la extradición que gravita de tal modo sobre las cabezas de muchos de quienes integran la cúpula, y que por razones crudamente geopolíticas ( Respice Polum ; ¡Manes de Don Marco Fidel Suárez ¡) no es negociable, las sinuosas tratativas que se llevan a cabo en Santafe de Ralito y que si se suman a "amenazas creíbles del uso de la fuerza " servirían al menos para desmovilizar a parte de sus efectivos, y para sacar de una vez por todas a la luz pública, y más allá del círculo de analistas, la magnitud real del fenómeno, sus dimensiones territoriales. Y han servido para constatar también las fisuras, las tendencias centrífugas, los innegables signos de descomposición, en abierto contraste con la guerrilla, la endeblez del aparato que han construido, el escaso grado de convicción de quienes se hallan encuadrados en él. Vehementes, vociferantes y cada vez más coléricos, es cierto que entre el primer conato de acuerdo (Ralito I ) y el segundo (Ralito II) han aumentado sus exigencias de impunidad y se muestran prepotentes, pero a la vez se hacen patentes las discordias internas, lo endeble del flamante organigrama, la inveterada tendencia a resolver sus disputas acudiendo al gatillo. Entre tanto hemos tenido que asistir a hechos que sólo se pueden calificar de estrambóticos, como las intervenciones en el Capitolio de dos de sus jefes y comulgar con la rueda de molino de sus buenas intenciones y de su pretendida desvinculación del negocio de la droga. Una vez más se pone de presente que su organización es una precaria amalgama de componentes disímiles, que a su contingente, un auténtico vertedero, han ido a parar toda clase de tránsfugas: exmilitares que huyen de la justicia, exguerrilleros, narcotraficantes activos o en receso, víctimas de la guerrilla y del secuestro extorsivo en plan de vindicta personal, funcionarios corruptos huyendo de investigaciones preliminares- incluyendo a aquellos que han drenado el régimen subsididado de salud-, reclutados por la fuerza así como soldados criollos de fortuna, combatientes cuya profesión, o incluso cuya vocación es la guerra. Y si los conatos falllidos de negociación- una negociación que en sus temas sustantivos no va, no puede ir, a parte alguna- inducen una desmovilización de al menos parte de ese contingente, ya de por sí ése sería un efecto valioso. Todo lo que sea restarle combatientes a esta guerra no puede ser sino positivo.

El paramilitarismo es un engendro con muchos padres, y digamos para aprovechar la imagen clásica, una hidra de muchas cabezas. Degradación evidente, y a la vez aprendizaje, los problemas de la negociación se han planteado como problemas de poder. Al menos sirven para volver a la vieja pregunta: ¿Qué es pues lo político?


COMENTARIOS

1. " En las Autodefensas, el gobierno de Ernesto Samper será siempre bien recordado, ni nos percatamos que pasó por el palacio de Nariño, solo estuvimos pendientes de su juicio ", afirmó Carlos Castaño.

2. Buena parte de la información para ilustrar este ejemplo ha sido tomada de una exposición preliminar de una monografía en curso auspiciada por la Corporación Nuevo Arco Iris.


REFERENCIAS

1. Mi confesión, Carlos Castaño revela sus secretos , Editorial La Oveja Negra , 2001. p.175.         [ Links ]

2. "Asesinatos políticos 1978-1998 según la Comisión Colombiana de Juristas y CINEP & Justica y Paz ".        [ Links ]

3. "Homicidios cometidos por las autodefensas según fuentes 1988- 2000 " , en Colombia, Conflicto armado, Regiones, Derechos Humanos y DIH, 1998-2002, Vicepresidencia de la República, Observatorio del Programa Presidencial de derechos Humanos y DIH, Bogotá, julio de 2002, páginas 46 y 47, y la cartografía que las acompaña.         [ Links ]

4. "Colombia no sabe cuanta tierra tienen los narcos", "La compra de tierras por narcotraficantes" y "Paramilitares: otro ángulo del narcotráfico", en Panorama Observatorio del narcotráfico , N°s 1,2, y 3 , respectivamente, enero/abril, mayo/agosto y septiembre/diciembre de 1994, IEPRI, Bogotá.         [ Links ]

5. "Conflicto y territorio en Colombia ", en Colonización del bosque húmedo tropical , Varios Autores, Bogotá, Corporación Araracuara, 1989, p.55.         [ Links ]

6. María Victoria Uribe, Limpiar la tierra-Guerra y poder entre esmaralderos , Ed. CINEP. Bogotá, 1992.         [ Links ]

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