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Análisis Político

versión impresa ISSN 0121-4705

anal.polit. v.19 n.56 Bogotá ene. 2006

 

Artículo/Estudios

Globalización y relaciones internacionales en el entramado de un naciente tiempo global

Globalization and international relations in the framework of a global nascent time

 

Hugo Fazio Vengoa

Profesor titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.


RESUMEN

¿Qué es la globalización y cómo se pueden interpretar las transformaciones que ha producido en el escenario mundial?. El presente artículo propone que para aprehender la radicalidad de los cambios actuales se debe recurrir a la noción de globalización y a la manera como este proceso ha entrañado un cambio en el panorama mundial. Las transformaciones que tienen lugar en el campo de las relaciones internacionales sugieren que ya es hora de sustituir aquellas perspectivas que concebía el mundo pasado y/o presente a partir de un idealizado o normativo sistema westfaliano por una representación más abarcadora, rica y compleja como puede ser el de una formación social globalizada , la cual, además, de poner en evidencia las articulaciones históricas de los espacios nacionales con lugares distantes, alude a la realización de lo "nacional/internacional" como una dimensión espacial transnacional.

Palabras claves: Globalización, Relaciones Internacionales, Sociedad.

 


SUMMARY

What is globalization and how can the transformations it has produced worldwide be interpreted? This article suggests that to understand the roots of the current changes one must consider the concept of globalization and how this process is bringing about change in the world. The transformations taking place in the field of international relations suggest that it is time to replace the idealized or normalized Westphalian world view with a more encompassing perspective, one that is richer and more complex, such as that of globalized social formation, which, as well as making evident the historical ties between distant nations, alludes to the rise of the "national/international" as a transnational social dimension.

Key words:

globalization, international relations, society.

 


Grandes dificultades experimentan quienes en la actualidad se dedican al estudio de la realidad internacional; su campo de estudio, es decir, lo que de modo corriente se conoce como "lo internacional" o, simplemente, las relaciones internacionales, se ha convertido en una trama borrosa, confusa, e incluso, algunas de sus páginas, a veces, inasibles. Las anteriores certidumbres sobre sus prácticas se han vuelto inciertas. Si hasta hace poco lo internacional se refería a lo externo, a los juegos y dinámicas en el sistema de Estados, a la colisión de los "intereses nacionales" entre distintos actores, etc., en la actualidad, estas prácticas obviamente no han desaparecido, siguen manifestándose, y a veces incluso con gran intensidad, como ha ocurrido luego de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, pero recubren tan sólo un pequeño pliegue del acontecer mundial.

Este cambio en la naturaleza de las llamadas relaciones internacionales ha traído aparejado otro problema en ningún caso menor: el aparato analítico y categorial del que se dispone en los estudios internacionales, resulta insuficiente e ineficaz, razón por la cual urge emprender un cambio de perspectiva para poder dar cuenta de su naturaleza. El problema es enorme porque no se trata simplemente de trabajar sobre nuevos tópicos o nuevos derroteros de lo internacional; el asunto no consiste en sumarle temas adicionales a la agenda. La cuestión es que la calidad de las transformaciones que ha experimentado el mundo en las últimas décadas ha sido tan profunda, que por lo general los nuevos enfoques que han madurado siguiendo las trayectorias convencionales de los estudios internacionales se quedan a medio camino cuando intentar dar cuenta de sus particularidades 1, 2.

Claro que tampoco mejor suerte han corrido los intentos de algunos teóricos de las relaciones internacionales por trascender los viejos presupuestos sobre los cuales se construyó este campo del saber. Tampoco ellos han podido desarrollar nuevos enfoques que permitan superar las insuficiencias que pretenden atacar. Por lo general, han recurrido a la estrategia de simplificar y reducir a un vulgar esquematismo las interpretaciones tradicionales –sobre todo el realismo- con el ánimo de justificar la novedad de sus enfoques. De esta manera, han encapsulado los anteriores paradigmas dentro de un supuesto "territorialismo metodológico", por la centralidad que estos le acordaban a los juegos geopolíticos y a los Estados, para vanagloriarse de trascenderlos mediante el recurso a una metodología desterritorializada. Este procedimiento ha terminado suscitando más confusiones que aclaraciones, porque se centran en la crítica de su punto más débil –el sistema westfaliano-, con lo cual no sólo no aportan nada nuevo en la comprensión de lo internacional en el pasado, sino que tampoco logran construir nuevas vías para interpretar el presente mundial y menos aún para posicionar este campo del saber de cara al futuro3.

Como bien saben y han demostrado quienes profusamente han trabajado el tema de la globalización, el territorio no ha muerto 4. Lo que ocurre es que la organización espacial ya no puede interpretarse como un fenómeno unidimensional, ni bidimensional sino pluridimensional. En las actuales relaciones internacionales concurren numerosas lógicas espaciales y temporales, con fronteras discontinuas, lo cual redimensiona la importancia de analizar estas dinámicas y sus interacciones.

Ante esta disyuntiva, vale, entonces, preguntarse , ¿qué ha cambiado? y ¿a partir de qué premisas se puede emprender una nueva interpretación de "lo internacional"? A nuestro modo de ver, un nuevo derrotero que permita dar cuenta la esencia de estos radicales cambios se puede sintetizar en pocas palabras: la intensificación de la globalización. Difícil, por no decir improbable, es encontrar ámbito, dinámica social o región del planeta adonde no se extiendan los tentáculos de la globalización o donde no se perciban sus réplicas directas o indirectas. Cual genio, liberado de la botella donde se encontraba encerrado, la globalización, precedentemente confinada a determinados sectores (v, gr., la economía), a precisos radios de acción (el mundo atlántico) y a la imprecisa volubilidad de determinados actores (las grandes potencias) 5, en las últimas décadas del siglo XX se emancipó y se convirtió en una fuerza causada y causante 6, que ha entrado a remodelar la vida en el planeta.

Sin que se le pueda atribuir ninguna misión o pretensión teleológica, como podría ser el horizonte de una economía-mundo, una sociedad-mundo, una política-mundo o una cultura-mundo o una linealidad de menor a mayor en su desarrollo, cuando alcanza niveles tan elevados de intensificación, l a globalización llega para quedarse. En este plano se observa una de las diferencias de fondo entre el contexto globalizante que existió a finales del siglo XIX y el actual. El anterior se expresaba a través de la internacionalización y era, por tanto, reversible. No desmiente su naturaleza el hecho de que al iniciar el siglo XX, el mundo entrara en un ciclo de desglobalización. El actual, por el contrario, no sólo ha trascendido los marcos de la internacionalización, para asumir una fisonomía más compleja, sino que ha alcanzado unos niveles de compenetración tan elevados, que ningún evento ni la acción de ningún Estado puede aminorar o detener su marcha. Incluso el 11 de septiembre, acontecimiento que algunos autores interpretaron como la finalización de la incontrolada globalización 7, resultó ser un poderoso acelerador de la misma. La globalización, entre otros, acabó con uno de los monopolios más preciados de los Estados: la seguridad. Con posterioridad a los sucesos de Nueva York y Washington es cierto que se aminoró el ritmo de la globalización económica, pero se incrementaron sus manifestaciones sociales, políticas y culturales 8. Así, por ejemplo, desde ese fatídico 11 de septiembre, el tema de la seguridad no ha dejado de cambiar. Detrás la destrucción de las Torres Gemelas se encontraba Al Qaeda, red que actuaba desde Afganistán, tenía una cabeza visible y disponía de una red de financiamiento. Durante el 11 de marzo español la ecuación se volvió más compleja porque quienes pusieron las bombas no eran fuerzas extranjeras, sino inmigrantes magrebíes.

Pero las bombas suicidas de Londres dan una vuelta más a la tuerca porque, como ahora se sabe, los terroristas no eran turistas del terror ni inmigrantes recientes, sino ciudadanos británicos, algunos de segunda generación.
Estos hombres actuaron por su cuenta o coordinándose en células pequeñas y casi autosuficientes, con poco o nulo contacto directo (financiero, logístico) con Al Qaeda, pero intensamente motivadas por la ideología del radicalismo islámico globalizado a través de una vía de comunicación, Internet, que apenas comenzaba a desarrollarse en el ya remotísimo siglo XX" 9.

Por ello consideramos que para aprehender la radicalidad de los cambios actuales se debe recurrir a la noción de globalización y a la manera como este proceso ha entrañado un cambio en el panorama mundial. Por paradójico que pueda parecer, fue en el área de los estudios internacionales, cuyo campo es sin duda el más entreverado con la globalización, donde de manera más tardía se tomó conciencia de los cambios radicales que la globalización estaba ocasionando. La centralidad que habitualmente estos análisis le han acordado al Estado, a la diplomacia, a lo político, a la soberanía, a la territorialidad, a la negociación intergubernamental, etc., así como la persistencia de una visión simplificada de la globalización, la cual, a lo sumo, ha sido identificada con interdependencia 10, explica en alto grado que se tardara en avanzar en la comprensión de que éste es un fenómeno polivalente que atraviesa indistintamente todos los ambientes sociales y transforma la naturaleza de "lo internacional".

La globalización como interconexión

Pero, ¿qué es la globalización y cómo se pueden interpretar las transformaciones que ha producido en el escenario mundial? En los últimos veinte años se han acumulado diferentes aproximaciones al concepto y de cada una de ellas se infieren distintas cualidades del fenómeno, así como disímiles lecturas sobre el mundo presente y del campo de lo internacional. La más usual, la primera en consolidarse y que ha resultado ser la "políticamente más conveniente", ha consistido en identificarla con un incremento en las interconexiones entre los distintos colectivos humanos 11.

Los orígenes de esta lectura, muy económica en sus enunciados, se remontan a los ochenta cuando apareció una nueva literatura sobre las formas de gestión de las firmas multinacionales y su inevitable inserción en la economía mundial. Hace algunos años, Robert Boyer 12sostenía que esta primera tesis sobre la globalización se articuló en torno a cuatro acepciones que algunos economistas y estudiosos de las empresas le dieron al término. Algunos expertos en gestión empresarial recurrieron a este concepto para evidenciar la creciente interpenetración de los mercados en la esfera mundial y la carencia que experimentaban las compañías multinacionales para impulsar una adecuada estrategia de cara a los nuevos imperativos de la realidad planetaria. Otros la asociaron con una nueva forma de gestión de la empresa multinacional, la cual se integraba a escala mundial, e identificaron la globalización con el surgimiento de un mundo sin fronteras. Los terceros se referían al hecho de que dada la extrema movilidad de la empresa transnacional, los espacios nacionales debían ajustarse a las exigencias del medio externo. En este sentido, la globalización implicaba la superposición de las empresas multinacionales sobre los Estados en la definición de las reglas del juego prevalecientes en el sistema internacional. Por último, la globalización pasó a mostrar una nueva configuración de la economía internacional la cual se caracterizaba por la emergencia de una economía globalizada en la que las economías nacionales se descomponían para después rearticularse en un sistema que operaba directamente a escala planetaria. La globalización como interconexión, por tanto, fue la manera como los especialistas en administración y marketing percibían el mundo en el que se planteaba una gestión empresarial adaptada a la complejidad del medio competitivo con el objetivo de maximizar los beneficios y consolidar la participación de las empresas en el mercado mundial.

En general, mientras primó esta concepción, particularmente en los ochenta y el primer lustro de los noventa, la globalización se entendía como una dinámica fundamentalmente económica y que a lo más podía producir consecuencias o réplicas en los otros ámbitos sociales, sin que su esencia se realizara en estos planos. Así, por ejemplo, Eric Hobsbawm, insistía en que "l a globalización es un proceso que simplemente no se aplica a la política (…) políticamente hablando, el mundo sigue siendo pluralista, dividido en Estados territoriales" 13.

Hasta la fecha, esta tesis sigue siendo la más difundida sobre la globalización. No es gratuito, por tanto, que buen número de analistas sociales, en su mayoría economistas, sigan definiendo la globalización como "un proceso de creciente libertad e integración mundial de los mercados de trabajo, bienes, servicios, tecnología y capitales", dinámica cuyos líderes son los mercados, sus agentes fundamentales son las empresas multinacionales, los factores que determinan su expansión son las nuevas tecnologías en el transporte y en las telecomunicaciones y la liberalización de los intercambios de bienes, servicios y capitales tanto a través de negociaciones multilaterales como por decisiones unilaterales y bilaterales 14.

Esta definición de la globalización, por tanto, se ha utilizado para describir la creciente interacción e integración que se produce entre los pueblos a raíz de las facilidades que existen para que las ideas, las imágenes, los productos y el dinero fluyan a través de las fronteras como resultado de los crecientes avances tecnológicos y de la expansión del mercado. Esta definición encierra tres grandes virtudes: primero, destaca la importancia que en nuestro presente tiene el incremento de los flujos transfronterizos y otras formas de interdependencia (mayor crecimiento del comercio que la producción, inusitada expansión de los flujos financieros); segundo, muestra la manera cómo la competitividad, procedimiento sin duda bastante más complejo y direccionado que la legendaria competencia 15, aceita la compenetración entre los distintos colectivos, lo que ha redundado en una mayor densificación de las relaciones económicas y culturales a nivel internacional y en el surgimiento de nichos productivos y de servicio globales; por último, destaca la manera como, a partir de la economía, el liberalizado mercado ha penetrado todos los ámbitos sociales y ha entrado a participar en la recomposición del conjunto de las relaciones sociales.

No obstante sus aciertos, esta interpretación también reproduce una serie de incongruencias, las cuales, debido a su amplia difusión, han impedido que el concepto de globalización haya podido convertirse en una adecuada categoría social. En primer lugar, por su carácter normativo, abstracción de deseabilidad y condicionalidad a partir de la cual se analizan las distintas experiencias históricas, de manera análoga a la anteriormente popularizada teoría de la modernización 16. Pero también por su alto grado de permeabilidad para convertirse en un recurso discursivo. A partir de esta tesis se ha reproducido una prédica que se basa en el supuesto de que los Estados y las sociedades tienen que aumentar su competitividad internacional, es decir, deben actuar en favor de aquellos actores económicos internos que disponen de condiciones para internacionalizar sus actividades y hacer, de esa manera, atractivos sus respectivos países, suscitando así la atención de los grandes inversionistas y de las empresas transnacionales.

La globalización, de tal suerte, se convierte en un objetivo que todos deben perseguir si no quieren desaparecer o verse confinados a la periferia: para definirse como global players , las empresas, las sociedades y los Estados deben someterse a las normas de la competitividad internacional y de esa manera deben procurar mantenerse en el pelotón de punta de la economía globalizada. De este modo, en esta interpretación se esconde una importante condición político-ideológica: sustituye la tradicional división entre izquierda y derecha, y presupone una nueva segmentación, en la cual la globalización actúa como juez y parte: la división entre globalizados y no globalizados, versión remozada de la contraposición entre modernidad y tradición.

El carácter ideológico que comporta esta lectura de la globalización se visualiza igualmente en su entramado con el neoliberalismo, debido a que arranca del supuesto –por cierto, nunca demostrado- de que la empresa capitalista constituye un generador de bienestar, la competitividad del mercado maximiza la eficiencia económica y garantiza la libertad individual y la solidaridad social, lo que en un contexto de Estado mínimo se convierte en una garantía para la profundización de la democracia.

Además, el entrecruzamiento con el neoliberalismo permite diluir y, en ese sentido, esconder las asimetrías y las relaciones de poder que subyacen a estas mismas prácticas. Una buena ilustración de este contubernio entre globalización como intensificación de las interconexiones y el neoliberalismo lo observamos en palabras de Joseph Piqué, cuando escribe:

"Aunque pueda parecer paradójico, la globalización ayuda a todos los países en pie de igualdad, puesto que ayuda a diluir el poder que ciertos países, o bloques de ellos, hayan podido tener en el pasado, neutralizando así esquemas de dependencia que tan nocivos han sido históricamente. Con la internacionalización de las economías y el progreso de la tecnología, las distancias geográficas se acortan, los mercados se amplían, las posibilidades de elección aumentan en consecuencia y las relaciones cautivas, por tanto, se debilitan. En el fondo, la globalización nos hace más libres puesto que permite elegir con absoluta independencia a nuestros socios comerciales, financieros e, incluso, tecnológicos"17

Igualmente importante es el hecho de que con la difusión alcanzada por este tipo de interpretaciones sobre la globalización se busca promover valores de libertad económica y libertad política, es decir, la implantación de los principios organizadores de una democracia de mercado, conjunto de valores a partir de cuya aplicación se establecen nuevas formas de jerarquías, de acuerdo con el grado de arraipgo de estos principios en las distintas sociedades18.

Sin duda que la amplia divulgación de esta interpretación de la globalización en importantes medios económicos y políticos obedece a que es una visión fuertemente ideologizada que despersonaliza los intereses subyacentes en estas prácticas neoliberales e identifica el futuro con el incremento de este tipo de compenetraciones, de lo cual se infiere que quien no asuma los retos de la globalización, es decir, de la apertura y la integración a los mercados, se queda atrapado en un pasado decadente.

Esta interpretación adolece además de otro tipo de insuficiencias. De una parte, la globalización no es nada distinto a un nuevo vocablo acuñado para designar viejas prácticas, como la internacionalización, es decir, el aumento de la extensión geográfica de las actividades a través de las fronteras nacionales, la interdependencia, o sea, la codependencia que existe entre dos o más agentes internacionales y, en una versión, un poco más moderna, la transnacionalización, la cual denota que los flujos que se producen a través de la articulación de nexos, pero sin rebasar o anular las fronteras. Esta indefinición conceptual impide entender los nuevos aspectos que comportan las actuales formas de compenetración. Es sintomático que importantes estudiosos de la realidad contemporánea, como el antropólogo Ulf Hannerz, que se han quedado con esta acepción del término hayan terminado experimentando un desencanto con la utilidad del concepto:

" Me incomoda también, en cierto modo, el uso más bien prodigioso que se ha hecho del término globalización para describir cualquier proceso o relación que de alguna forma atraviesa los límites de un Estado. Es evidente que la mayoría de estos procesos y relaciones no se extienden a lo largo y ancho del mundo. El término transnacional es en cierto modo más humilde y a menudo más adecuado para fenómenos que pueden tener una escala y distribuciones variables, incluso cuando tienen como característica común el que no ocurran dentro de un Estado"19

Igualmente no permite precisar la calidad de los cambios que se han presentado en el conjunto de las relaciones sociales, puesto que es una perspectiva unidimensional que representa un determinismo economicista, perpetúa la contraposición entre lo global y lo local, como si se mantuvieran como espacialidades diferenciadas, e identifica la globalización sólo con situaciones mensurables, como el incremento del comercio exterior, de los flujos de capital y, en el mejor de los casos, la masificación de los bienes culturales.

Pero también es un enfoque que desatiende las disímiles y poderosas lógicas de poder que se reproducen dentro de estas dinámicas, porque como supuestamente carecería de un centro neurálgico nadie se encuentra en condiciones de controlarla, direccionarla o beneficiarse; tampoco precisa los actores interesados en este tipo de evoluciones, exime de antemano de cualquier tipo de responsabilidad y sirve, además, de excelente coartada 20.

Por último, pero no por ello menos importante, sus incongruencias obedecen a su escaso nivel de historización. Se mantiene apegada a una concepción "nacional" de la globalización, es decir, no sólo elude el análisis de las grandes transformaciones del mundo actual, sino que reproduce una visión dicotómica entre el adentro y el afuera, como si simplemente se estuviera asistiendo a una mayor intensificación de flujos entre partes dispersas, cuando precisamente esto último es lo que se ha revolucionado con la intensificación de la globalización.

En lo que respecta a las relaciones internacionales, la identificación de la globalización con el simple aumento de las interconexiones, ha servido de nuevo marco legitimador de las tesis realistas y neorrealista sobre los estudios internacionales porque como alude a una intensificación de los intercambios entre unidades separadas, permite suponer que la relación entre las unidades (dentro/afuera) sigue siendo más o menos la misma que antes, no obstante la intensificación experimentada por el proceso globalizador. También legitima este enfoque predominante sobre lo internacional porque los realistas ven la situación internacional como una especie de mercado en el que los Estados compiten en la persecución de sus propios intereses, mientras la "mano invisible" diplomática produce orden y estabilidad 21. Cuando se arranca de esta visión simplificada y normativa de la globalización, el estudio de la naturaleza de las relaciones internacionales puede seguir inscrito dentro de los mismos esquemas referenciales anteriormente existentes. No es casual, por tanto, que autores como Huntington naden a sus anchas en esta concepción de la globalización, porque siguen entendiendo el mundo a partir de una presunta existencia de unidades compartimentarizadas22.

Esta concepción, en síntesis, aun cuando mantiene todavía altos los niveles de popularidad, sobre todo en razón de la afinidad que mantiene con los actuales centros de poder, está condenada a desaparecer. No tanto por las incongruencias que reproduce y por la estrechez de miras de su enfoque, sino porque, como sostiene Kosellek, "puede que la historia – a corto plazo- sea hecha por los vencedores, pero los avances en el conocimiento de la historia –a largo plazo- se deben a los vencidos"23. A medida que no ha logrado materializar las expectativas que en su momento despertó, esta interpretación de la globalización ha ido perdiendo adeptos y ha allanado el camino para el surgimiento de contracorrientes discursivas, una de las cuales está representada por los movimientos alterglobalización.

La globalización como compresión espacio temporal

Una segunda corriente de interpretación, menos extendida en sus orígenes a finales de los ochenta que la anterior, pero que con el tiempo ha concitado numerosos adeptos entre los científicos sociales, y que ha servido de sustento para la emergencia de nuevos enfoques, que comentaremos más adelante, ha tenido por mentores al sociólogo británico Anthony Giddens y al geógrafo David Harvey, quienes han demostrado que las transformaciones económicas identificadas con la globalización constituyen simplemente los aspectos más visibles de mutaciones mucho más profundas que han ocurrido en el curso de los últimos decenios, como han sido el advenimiento de una nueva forma de modernidad y la creación de contextos de experiencia social que reubican en la cotidianidad lo personal, lo local y lo global.

Estas perspectivas se articulan en torno a la idea de que se asiste a una particular y radicalizada comprensión del tiempo y del espacio. L a globalización es, de acuerdo con Anthony Giddens, "la intensificación de relaciones sociales por todo el mundo, de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por acontecimientos que ocurren a muchos kilómetros de distancia y viceversa" 24, situación que ha permitido que el espacio y el tiempo se desconecten del lugar y que a las relaciones directas se conjuguen con relaciones "fantasmagóricas", es decir, las que tienen lugar entre ausentes, o para decirlo en palabras del mismo Giddens

"la globalización atañe a la intersección de presencia y ausencia, el entrelazamiento de los hechos sociales y las relaciones sociales 'a la distancia' con las contextualidades locales. Deberíamos entender la extensión global de la modernidad como una relación progresiva entre distanciamiento y mutabilidad crónica de las circunstancias y los compromisos locales"25

David Harvey 26, por su parte, sostiene que con la globalización se ha producido una transformación de naturaleza civilizatoria, cuyo núcleo se sintetiza en la compresión del espacio por el tiempo, situación que explica el acortamiento de los horizontes temporales, la reproducción de experiencias sociales en distintas dimensiones espacio temporales, la sincronización de los cambios en los distintos ámbitos sociales, con lo cual las explicaciones en términos de causas y efectos entran a representarse como resonancias.

Entre los aportes más significativos que ha supuesto esta aproximación a la discusión sobre la globalización encontramos que ha permitido superar la tesis fuertemente difundida que alimentaba la contraposición entre lo local a lo global, y que le asignaba al primero el sentido de continuidad (inmovilismo) y al segundo el de cambio (innovación). En sí, la globalización existe en la medida en que subsisten ámbitos que la anulan y contrarrestan. Sin la nación o lo local y sus límites territorializados, con espacialidades y temporalidades que le son consustanciales, no podría existir la globalización. Si estuviésemos frente a una real economía mundo no existiría la globalización económica, porque la espacialidad económica mundial sería una y homogénea. De la misma manera se presenta esta relación dialéctica en ocasiones y en otras simbiótica en el plano social, cultural y político. Esta es una de las premisas que explican el éxito democrático alcanzado por los países de la Europa Centro Oriental. Su adaptación al tiempo global, por ejemplo a través del establecimiento democrático, fue posible porque coincidió con un retorno a la soberanía 27 y no en una superación de la misma.

En sí la globalización existe porque subsisten múltiples espacialidades y temporalidades, algunas de ellas construidas por las mismas tendencias globalizadoras, que acentúan las diferencias, las oposiciones y las inclusiones. Ello se convierte en un nuevo elemento diferenciador de los espacios nacionales y subnacionales de acuerdo con el grosor y las formas de articulación que cada uno de ellos tenga con relación a los circuitos globalizados. De esta tesis se infiere que con la intensificación de la globalización las fronteras no desaparecen, sino que se reconstituyen de manera más fluida. La demostración de este último punto ha sido uno de los mayores méritos del trabajo de Saskia Sassen, quien, desde su legendario trabajo sobre la ciudad global 28, viene confirmando que el factor fundamental de las mismas consiste en la conformación de una red global de ciudades, lo que las lleva a convertirse en sitios estratégicos para las operaciones económicas globales. No existen entidades tales como una ciudad global por sí sola –como es el caso de la capital de un imperio. Por definición, la ciudad global es parte de una red de ciudades 29.

También tienen el mérito de haber demostrado que la globalización es un fenómeno multidimensional, que se expresa con diferentes ritmos, intensidades y alcances en la totalidad de ámbitos sociales. De ello se infiere que si la globalización es polivalente, sólo puede explicarse en términos globales. Por último, al identificar la globalización como un producto de la modernidad permite historizarla, es decir, aprehender las singularidades, dinámicas y diferencias de cada una de sus etapas, y comprender el momento de grandes redefiniciones en que se encuentran las sociedades presentes.

A partir de este tipo de concepciones, la globalización alude a cambios en la escala de la organización social moderna, por medio de la cual se encuentran en proceso de reacomodo los principios sustentadores de la vida social. Quizá, su aspecto más innovador consiste en que a diferencia del enfoque que sugiere que la globalización implica un aumento de los flujos transfronterizos, cuando se habla de un a superación del espacio por el tiempo se referencia una globalización no como interdependencia, sino como un proceso interior al mundo y a la totalidad de espacios sociales, incluido los más localizados.

En lo que respecta al campo de lo internacional, esta tesis ha profanado las usuales estratificaciones y compartimentarizaciones de las relaciones internacionales (dentro/afuera, soberanía, disimilitudes en términos de poder, etc.). Pero la perspectiva no sólo apunta a socavar estas hoy por hoy obsoletas distinciones , más importante es que ha entrado a cuestionar la mera posibilidad de mantener los presupuestos ontológicos sobre los cuales discurre el discurso imperante sobre lo internacional.

Esta nueva subjetivación de la temporalidad demuele, por tanto, otra importante frontera de la vieja dicotomía del adentro/afuera en la medida en que al comprimirse el tiempo, las anteriores duraciones nacionales, estructuradas en torno al crecimiento, la modernización y la historia (articulación entre el pasado y presente), que se contraponían al repetitivo y también caótico tiempo internacional, comienzan a ser subsumidos, sin desaparecer, por una temporalidad que desde lo global reubica y les otorga un sentido a las expresiones regionales, nacionales y locales. En este sentido, la globalización se asimila a un "proceso revolucionario" 30 que rearticula de otra manera la distinción nacional/internacional.

Si bien fácilmente se puede compartir la mayor parte de los presupuestos de estos enfoques, somos de la opinión de que uno de los puntos débiles de esta tesis es la asociación implícita, y en ocasiones explícita, entre la globalización y la universalización de las instituciones y prácticas propias de la modernidad occidental, con lo cual no sólo se desconocen otros desarrollos de modernidad 31, distintos al europeo y norteamericano, sino que la globalización, y por ende también la correspondiente planetarización, quedan subsumidas en la experiencia de la modernidad de Occidente. Lo que lleva particularmente a Giddens a pensar así es la suposición de que la globalización es directamente "consecuencia de la modernidad"32. La misma crítica se le puede hacer a David Harvey, cuando sostiene que "l os medios y experiencias modernos atraviesan todas las fronteras geográficas y étnicas, de clase y nacionalidad, religiosas e ideológicas; en este sentido, puede afirmarse que la modernidad une a toda la humanidad" 33.

La modernidad, y de suyo la globalización, tal como la entienden estos autores, constituye el trasvase de la experiencia de Occidente al resto del mundo, cuando se puede en realidad sostener algo diferente: con la globalización intensa se sincronizan múltiples trayectorias divergentes de modernidad que entran en resonancia. Compartimos, más bien, la idea de Hennerz, quien sostiene que aunque la globalización se identifica como una parte importante de la modernidad, a menudo resulta obvio, aunque sea implícitamente, que el área donde los teóricos se mueven a sus anchas continúa siendo el mundo Occidental.

"Los que tratan la modernidad en general –o ideas abstractas relacionadas con ellas, como la sociedad del conocimiento o la sociedad de la información- quizá debieran imponerse como una obligación el tratar de prestar un poco de verdadera atención a las implicaciones que tiene lo que ellos dicen para las personas situadas en los límites del ecúmene global: no sólo limitarse a ver si sus propuestas se confirman, sino sopesar también las consecuencias de las desigualdades de distribución que están surgiendo. Una de las grandes ventajas de la concepción de la modernidad como civilización es que presta atención a las asimetrías globales, a las relaciones centro-periferia. Al principio la modernidad no estaba en todas partes, y si bien se ha extendido por todas partes, o por lo menos hace que su presencia se sienta en todas partes, las condiciones bajo las que se produce esta presencia son muy variables" 34

La otra insuficiencia de esta tesis, derivada de una lectura de la globalización desde y para Occidente, consiste en la metamorfosis que experimenta para convertirse en un discurso neoliberal de izquierda en la medida en que como asume que la globalización es consecuencia de la modernidad occidental se debe propender por una nueva síntesis entre el Estado nacional y la economía mundial a través de la internacionalización del primero para ajustarlo a los imperativos del segundo 35.

Por último, conviene dedicar unas cuantas líneas a las tesis de David Held, quien, a partir de una reflexión inspirada en Giddens, ha desarrollado una perspectiva histórico-estructural de la globalización, a partir de la cual la define como "un proceso (o una serie de procesos) que engloba una transformación en la organización espacial y las transacciones sociales, evaluada en función de su alcance, intensidad, velocidad y repercusión, y que genera flujos y redes transcontinentales o interregionales de actividad, interacción y del ejercicio del poder". En contra de las interpretaciones deterministas, Held propugna por una concepción abierta del cambio global y rechaza todo tipo de concepción fija o singular del mundo globalizado 36.

De acuerdo con las tesis del politólogo británico, con la globalización se estaría produciendo un trasvase de las formaciones políticas nacionales a ámbitos globales, dada la constitución de circuitos, redes e instituciones que apuntan a la aparición de una democracia cosmopolita, las cuales además están redefiniendo la soberanía y la ciudadanía 37. Igualmente destaca la manera como ha cambiado el poder, el cual se ha expandido y se ejerce de formas distintas. En condiciones de intensa globalización el poder ya no reside en los lugares en los cuales se ejerce de modo inmediato 38 En razón de estos cambios, Held defiende el avance hacia un esquema de interdependencia política, "el sistema de la ONU", es decir, aquel foro internacional creado al finalizar la segunda guerra mundial, que supuso la igualdad de los Estados, sirvió de marco para la descolonización, para la puesta en marcha de las reformas de las instituciones internacionales y "más aún, suministró una concepción valiosa, a pesar de todas sus limitaciones, de un nuevo orden mundial basado en el acuerdo de los gobiernos y, en circunstancias propicias, de una entidad supranacional en defensa de los derechos humanos en los asuntos mundiales" 39. El problema que presenta esta interpretación es que a su manera también identifica la globalización con la constitución de una institucionalidad global, sobrepuesta a los Estados, y derivada de la experiencia de Occidente. Cuando en realidad, la globalización política constituye un escenario barrocamente constituido a través de entrecruzamientos que vinculan el antiguo y el nuevo mundo, que articulan las lógicas de los Estados, con las de los mercados y de las sociedades y que concatenan las expresiones locales, nacionales, regionales y transnacionales y globales.

La globalización como representación

Una tercera corriente explicativa, en buena parte derivada de la anterior, se organiza en torno a la idea de que la globalización es tanto una sociología de las interdependencias planetarias como una fenomenología de un mundo nuevo. Algunos de los aspectos más destacado por algunos de estos autores consiste en la idea de que la globalización es una manera de ser y de vivir en el mundo, situación peculiar que resulta de la tendencia hacia la sincronización y la uniformización de determinadas actividades en el mundo, del hecho de que estén surgiendo ciertos elementos propios de una vida cotidiana mundial ("somos ciudadanos mundiales porque el mundo penetró en nuestra vida cotidiana" 40) y una convivencia emotiva 41, así como el impacto que produce una producción discursiva asociada con la inmediatez.

Zaki Laïdi sostiene que como representación del mundo, la globalización se expresa como un imaginario social, algunos de cuyos componentes son: primero, las semejanzas en el mundo, es decir, el hecho de que por todas partes se encuentren formas de modernidad, estilos de vida más y más cercanos, que han acabado con la alteridad radical. Segundo, el imaginario de la vida cotidiana mundial, para el cual el sentido de las cosas se alimenta del instante presente, de la inmediatez. Tercero, los medios de comunicación que, entre otras, posibilitan la globalización de los afectos con lo cual la emoción se convierte en un vector para la comunicación intercultural 42 Cuarto, el mercado, el cual se realiza en la analogía comercial, pero también en un determinado radicalismo: la libre elección el cual se encuentra inexorablemente ligado el principio del relativismo. La libre elección significa que se debe elegir con base en la maximización de las preferencias personales. La sociedad se identifica a un mercado al punto de volverse tenue la diferencia entre esta y el mercado. De ello resulta que por imaginario social, se entiende el encadenamiento de hechos comúnmente admitidos e identificables (por ejemplo, la interdependencia de las economías), con representaciones contradictorias de esos hechos sociales (la interdependencia reduce la autonomía de los Estados, pero aumenta las elecciones de los individuos), amplifica estos hechos en el espacio (la globalización distorsiona la soberanía de los Estados) y en el tiempo (ingreso a una era totalmente nueva) 43.

Martin Shaw sintetiza adecuadamente esta concepción, cuando escribe:

"Dentro de lo global se ubican no sólo los conceptos transformados de tiempo y espacio, sino también los nuevos significados sociales que han derivado de ellos. Propongo entender esto como el desarrollo de una "conciencia común de la sociedad humana a escala mundial". Nos referimos a una conciencia creciente de la totalidad de las relaciones sociales humanas como amplio marco constitutivo de todas las relaciones. Entendemos que la sociedad, de modo paulatino, queda conformada básicamente por este marco incluyente, más que por tribus, naciones o comunidades religiosas distintas, aunque todas ellas continúen, de manera compleja y solapada, dentro de la sociedad global" 44

Todos estos autores tienen en común el hecho de entender por globalización tanto un espacio de experiencia como un horizonte de expectativas, que existe cada vez más como un horizonte cultural en el que, en diversas medidas, se forja nuestra existencia 45. Designa, por tanto, una nueva manera de posicionarse frente a las cosas y al mundo. El eje que denota la articulación de esta representación consiste en la emergencia de un referente planetario, el cual, como señala Fulvio Attinà cobra vigencia "cuando los hombres y mujeres que hablan diferentes lenguas reflexionan conjuntamente sobre las oportunidades de la globalización y también sobre los deberes morales comunes que ésta les impone, se está dando un paso adelante decisivo en el camino de construir una identidad colectiva más amplia que la identidad nacional en las que nos hemos educado en los últimos siglos"46. En este sentido, esta representación del mundo simboliza la emergencia de una naciente memoria global común, en la cual un papel destacado le ha correspondido a acontecimientos planetarios como la caída del muro de Berlín, la muerte de Lady Di, el advenimiento del año 2000, el 11 de septiembre de 2001, etc.

¿Qué factores se esconden detrás del surgimiento de estas nuevas formas de representación globales? Dos circunstancias han sido destacadas por esta literatura. La primera consiste en que la nueva estructura de la temporalidad y la aceleración de imágenes e información mediática destruye el espacio y borra la distancia temporal. El pasado es absorbido por el presente. "El sentido de continuidad histórica o, respectivamente, de discontinuidad histórica, que dependen de un antes y un después, ceden lugar a la simultaneidad de todos los tiempos y espacios prontamente accesibles en el presente" 47.

La segunda se expresa en la conformación de sociedades de mercado, es decir, aquel tipo de organización social que descansa en la generalización de la verdad de los precios en el sector mercantil, la extensión de la esfera comercial a sectores que se encontraban parcial o totalmente excluidos, la infiltración creciente de esta lógica en la construcción y el reconocimiento de las identidades profesionales, la penetración del imaginario mercantil en las relaciones sociales y el desarrollo de la lógica comercial en la regulación de los bienes públicos no transables 48. Esta sociedad de mercado se articula, por tanto, en torno a la creciente mercantilización de las actividades sociales como en la proclividad por representarse la esfera social como un mercado. Los dos factores convergen en un punto: la mayor parte de las representaciones contemporáneas se realizan en el contexto de la economía de mercado.

El papel de estos imaginarios y sus representaciones no pueden ser minimizados porque ayudan a conformar el mundo global, no obstante el hecho de que sus asideros en ocasiones sean frugales. Más aún. Como representación la globalización posibilita un reencantamiento del mundo en la medida en que potencia el surgimiento de una conciencia que permite hacer de la globalización no una fatalidad, sino una oportunidad cosmopolita. La globalización, en esta acepción, se convierte en una forma de trascendencia. Cuando se conceptualiza en términos de trascendencia, la globalización altera no sólo la identidad de las unidades con el sistema, sino que también las condiciones de existencia de los objetos y los campos en los cuales las unidades y el sistema se encuentran 49. Trascendencia significa que l o global se convierte en algo más que la mera suma de las partes, y que estas también son algo más que meros intervalos de la globalidad.

Como sugestivamente ha escrito el historiador británico Timothy Garton Ash, luego de los sucesos del 7 de julio de 2005, las relaciones internacionales se representan de una manera diferente porque los hechos que ocurren en lugares remotos, como Jartum o Kandahar, nos afectan de manera directa; a veces fatal, mientras nos dirigimos al trabajo, sentados en el metro. Ya no existe una cosa llamada política exterior. Esta es tal vez la lección más importante que nos enseña Londres 50.

La globalización como transformación histórica

Por último, la cuarta corriente explicativa de la globalización identifica la intensificación de este proceso con una transformación histórica; no con un simple nuevo entorno histórico, sino con un cambio de época, cuyos principales contornos estarían conformados por la constitución de contextos posnacionales. O, para decirlo en otras palabras, sugiere que la intensificación de la globalización denota la entrada del mundo en su conjunto, y no sólo una región del planeta, en una "segunda modernidad" 51 o en una "modernidad mundo" 52.

Un aspecto llamativo de esta concepción radica en que plantea la necesidad de un cambio de paradigma para explicar las situaciones, articulaciones y representaciones de esta nueva era histórica. De la anterior que se articulaba en torno a la nación, el territorio, la sociedad y el Estado nacional se impone la necesidad de construir una perspectiva que de cuenta del mundo como un entramado unitario.

Esta tesis incorpora varios elementos de las perspectivas anteriores. De la primera recupera el papel reconfigurador que ha asumido el liberalizado mercado y la acentuación de la competitividad, quintaesencia de la reorganización planetaria en el tiempo presente 53, dinámica que es entendida como una acentuación de la sincronización de las disímiles experiencias históricas nacionales y/o regionales, como un descubrimiento de la intimidad de los distintos colectivos humanos y la exacerbación de la competición entre los distintos sistemas sociales. De la segunda incorpora la tesis de la multiplicación de ámbitos espacio temporales que convergen, se encadenan y sincronizan, así como las transformaciones cualitativas que experimenta la modernidad en su versión actualizada. Por último, de la tercera integra la proposición de entender el papel que desempeñan las representaciones que se derivan de la globalización, así como asumir la experiencia global desde distintos niveles de enunciación.

La integración de este conjunto de presupuestos, articulados en torno a la idea de que se estaría asistiendo a un cambio civilizatorio, supone un radical cambio de perspectiva sobre la naturaleza del escenario de lo internacional porque obliga a reconsiderar este campo desde una óptica nueva en la cual se conjugan dos tipos de elementos: de una parte, los de transformación, es decir, aquellos cambios que se expresan en la profundización de una política global y en el advenimiento de una sociedad global.

A diferencia de la tesis de David Held que antes comentábamos sobre la globalización política, la política global no se refiere a la conformación de una supraestatalidad de tipo transnacional, una especie de Estado mundial, sino a una política entendida, de acuerdo con Mary Kaldor, como la interrelación entre las instituciones del gobierno global, o sea, los grupos, redes y movimientos que comprenden los mecanismos a través de los que los individuos negocian y renegocian contratos sociales o pactos políticos a escala global. "Es decir, un sistema de relaciones entre estados o grupos de estados ha sido suplantado por un entramado político más complejo, que implica a una serie de instituciones e individuos, y en el que hay un lugar, quizá pequeño, para la razón y el sentimiento individual y no sólo para el interés del Estado o bloque" 54.

La sociedad global, por su parte, no debe entenderse como la constitución de una colectividad homogénea, pues de hecho ninguna sociedad lo es ni lo ha sido; ni siquiera lo fueron las llamadas sociedades socialistas que tenían como propósito fundamental alcanzar una completa igualdad social.

"La sociedad global es y continuará siendo un todo poblado de provincias y naciones, pueblos y étnicas, lenguas y dialectos, sectas y religiones, comunidades y sociedades, culturas y civilizaciones. Las diversidades que florecieron en el ámbito de la sociedad nacional, cuando ésta absorbió feudos, burgos y tribus, etnias y naciones pueden tanto desaparecer como transformarse y desaparecer en el ámbito de la sociedad global. Los horizontes abiertos por la globalización comportan la homogeneización y la diversificación, la integración y la contradicción"55

La particularidad de la sociedad global consiste en que, a diferencia de los sistemas nacionales hasta hoy conocidos, que se consideraban normativos, que se pensaban en términos de una totalidad que coordinaba y adaptaba todos los aspectos de la existencia humana a través de mecanismos económicos, poder político y patrones culturales, esta se sitúa en niveles diferenciados de compenetración entre las disímiles espacialidades globalizantes 56

De otra parte, intervienen los factores de trascendencia, entre los cuales se cuenta la realización de lo "internacional" en los variados intersticios espacio temporales global. En términos de trascendencia, esta interpretación de la globalización le asigna un nuevo contenido al adjetivo global, revolucionando todas las perspectivas anteriores. Lo "global" no alude a una forma de planetarización, sea bajo la fórmula de la internacionalización, la interdependencia o la transnacionalización; presupone asumir lo mundial como una dinámica interna al planeta.

Si el mundo está ingresando en una nueva modernidad, las relaciones internacionales no representan vínculos entre partes, sino que escenifican unas nacientes y globalizadas relaciones internas mundiales. Esta perspectiva es sugestiva en su misma fundamentación porque cuando se asume el mundo como un todo, el entendimiento del sentido de cambio de época exhorta al desarrollo de una perspectiva analítica nueva que permita captar las articulaciones que tienen lugar en el interior de esta globalidad mundial. Ello no significa que las naciones, regiones y localidades desaparezcan, o pierdan su relevancia, sino que se sincronizan barrocamente, con diferentes ritmos e intensidades, en torno a un cúmulo de patrones globales.

Esta perspectiva introduce tres elementos de novedad con respecto a las tesis antes citadas. En primer lugar, asume que uno de los rasgos del mundo actual consiste en la compresión del espacio por el tiempo, pero no pretende identificar esta transformación con una práctica que se ciñe y deriva únicamente de la experiencia de Occidente. Es decir, sin entrar a cuestionar o negar las asimetrías que se presentan entre las distintas regiones del planeta, con el advenimiento de esta "modernidad-mundo", Occidente ha perdido no sólo el monopolio en la producción de sentido, sino que las naciones desarrolladas dejaron de marcar el rumbo a los países menos desarrollados.

Si bien todos los colectivos humanos han entrado a compartir un mismo horizonte espacio temporal, entre Occidente y el resto subsiste una enorme diferencia. Esta disimilitud la expresó, hace ya algunos años, Marcello Veneziani, en los siguientes términos: " Occidente dejó de ser una categoría espacial para transformarse en una categoría temporal, confundida con el concepto de modernidad, lo que implicaba un presente que transformaba con rapidez y, expulsando el pasado, entraba a modelar el futuro" 57 Al transformarse en una categoría temporal, Occidente se convirtió en un "localismo globalizado" que propaga una serie de elementos (tecnología, ciencia, estructura económica industrial, urbanización, etc.), pero en condiciones en que ninguno de ellos realiza su esencia.

Mientras las temporalidades anteriores se definían espacialmente, esta última se fundamenta en su mismo horizonte temporal. La mayor densidad que sigue teniendo Occidente en lo que podría llamar el tiempo global radica precisamente en que mientras gran parte del resto del planeta ha seguido inscrito en una dimensión espacial, Occidente se desterritorializó y se transformó en una categoría temporal, lo cual ha dado origen a otra serie de importantes transformaciones. Entre estas se observa que la historia, como proceso, se ha autonomizado y ha entrado a redefinir tanto a Occidente como al tiempo global. No es gratuito que precisamente en estas coordenadas se comenzara a evidenciar algo que hasta hace poco tiempo atrás hubiera sido impensable: la ampliación de la brecha de recorrido histórico y de perspectivas entre Estados Unidos y Europa 58.

Llevando esta tesis a un punto más extremo, se puede generalizar que el mundo desarrollado dejó de indicarles el camino a los países en desarrollo, pues, en un mundo globalizado, existen numerosas trochas para comprimir en el tiempo el mentado desarrollo. Pero también, estos últimos, en varios aspectos, son los que le muestran a los primeros la imagen de su propio futuro 59.

Lo que antes se interpretaba como consecuencia del atraso, a partir de esta perspectiva puede comenzar a interpretarse como una fortaleza. Una condición de existencia paradigmática de América Latina ha consistido en que la tradición y la modernidad han convivido en términos incluyentes 60, facilitando la adaptación a un mundo globalizado. Como señala Hennerz

"los europeos occidentales y los norteamericanos pueden encapsularse culturalmente y continuar siendo básicamente metropolitanos locales en vez de convertirse en cosmopolitas (…) Para lo que no son europeos occidentales o norteamericanos, o para los que no viven la vida cotidiana en algún enclave de la cultura occidental, es más probable que la vivencia de una cultura transnacional sea en sí misma una experiencia cultural diferente"61

En segundo lugar, las tres tesis anteriores tienen implícitamente en mente la idea de que con la intensificación de la globalización se estaría asistiendo a un desbordamiento de las naciones y en su entrecruzamiento tendría lugar la constitución de un mundo global. La globalización asumiría una direccionalidad, hacia la cual todas las naciones inexorablemente estarían avanzando. Reproducen el mismo defecto de todas las tesis que arrancan de la analogía interna que al transferir mediante una especie de spill over (desbordamiento) al plano externo los elementos propios de funcionamiento de las sociedades, desconocen las especificidades de lo "externo" o, mejor dicho, de lo global. Pasan por alto el hecho de que la globalización ha tenido ritmos y alcances diferenciados. Entender la globalización como transformación histórica sugiere que a medida en que este proceso se ha consolidado, la globalización se ha "autonomizado" de determinados campos y actores y ha comenzado a "gobernarse" por dinámicas externas a ella (v. gr., los desarrollos tecnológicos), pero también por procedimientos que a veces ella misma constituye (anulación de las distancias). Precisamente en ello radica la dificultad para comprender la globalización por ser una indeterminada realidad mundial que no se encuentra sujeta a ningún tipo de determinismo, causalidades ni de leyes; es, como decíamos antes, "causada y causante".

En tercer lugar, suponer que la globalización ha entrañado una transformación histórica obliga a modificar las aproximaciones usuales que han gobernado las ciencias sociales. No por prurito académico, sino porque la misma realidad se encuentra en un voraginoso proceso de transformación. E s un hecho que la historia en el mundo avanza más rápido que los estudios sociales, razón por la cual estos se encuentran permanentemente desfasados con respecto a la calidad de los cambios que tienen lugar en el escenario mundial. Jesús Martín Barbero, en el prólogo al libro de Milton Santos Por otra globalización. Del pensamiento único a la conciencia universal 62, de manera sugestiva escribió: "Es por falta de categorías analíticas y de historia que (…) seguimos mentalmente anclados en el tiempo de las relaciones internacionales, cuando lo que hoy necesitamos pensar es el mundo, es decir, el paso de la internacionalización a la mundialización".

El problema de fondo que plantea una perspectiva como esta de la globalización es que exige emprender una renovación en la mirada de los asuntos sociales, en alguna medida similar, al revolucionario cambio de perspectiva que introdujeron los pintores renacentistas italianos, perspectiva que permitía evitar los engaños ópticos, dio vida al 'punto de fuga' en el horizonte que es lo que permite captar las distintas dimensiones del objeto, independientemente del ángulo desde el cual se visualice. Con la globalización se presenta un desafío similar. La mayor parte de las lecturas de la globalización que antes hemos comentado no convergen en un punto el cual pueda ser identificado como el núcleo de este proceso. Las miradas se diseminan por fenómenos particulares, y no siempre se corresponden los unos con los otros. Por esta razón, consideramos que trabajar sobre el tema de la globalización lleva a emprender una renovación de la perspectiva que, reconociendo debidamente el carácter diferenciado que tiene cada uno de estos campos, proporcione una representación que permita captar la multidimensionalidad del fenómeno. Y es en este punto que las perspectivas antes señaladas se quedan a medio camino; terminan reduciendo el problema a un aspecto singular, cuando su naturaleza sólo se puede aprehender en términos igualmente globales.

Para comprender los pliegues de esta transdisciplinariedad temática se requiere recurrir a un paradigma no estático, sino dinámico, que permita aprehender los distintos presupuestos en los que se desenvuelve esta intimidad del mundo. No se puede seguir apegado a una división disciplinar y analizar, por ejemplo, el Estado (asunto politológico que sigue inscrito en una dimensión territorial) y el mercado (dinámica económica desterritorializada), para después establecer relaciones de convergencia o causalidad entre ellos. Un enfoque tal diluye y distorsiona las compenetraciones estratégicas que están redefiniendo tanto la política como la economía.

Son estas preocupaciones, así como la envergadura de los problemas del mundo actual, lo que ha llevado a estudiosos, como el sociólogo alemán Ulrich Beck, a proponer el tránsito del anterior nacionalismo metodológico hacia un nuevo cosmopolitismo metodológico.

"Desde la perspectiva del cosmopolitismo metodológico se ve con claridad súbita que lo nacional y lo internacional no pueden diferenciarse nítidamente para constituir unidades homogéneas separadas las unas de las otras. De esta manera, el contenedor de poder del Estado nacional se rompe desde dentro y desde fuera y surge una nueva óptica, una nueva perspectiva espaciotemporal, nuevas coordenadas de lo social y político, una nueva figura del mundo, que justifica un nuevo concepto para esta época, a saber, el de la Segunda Modernidad"63.

Es, en particular, a partir de esta última perspectiva como se puede comprender de manera más cabal la forma como la globalización se ha convertido en un componente central de los estudios internacionales. Es indudable que hasta hace poco el concepto "relaciones internacionales" era una noción lo suficientemente abarcadora como para explicar la casi totalidad de situaciones que tenían lugar en el campo de lo "externo". Sin embargo, en la actualidad, no sólo los Estados perdieron el monopolio de la actuación en el plano exterior; también se ha asistido a una profunda transformación en aquella frontera sobre la que se asienta toda la lógica discursiva sobre lo internacional: lo "interno" en contraposición con lo "externo". No es cierto que la dicotomía interno/externo esté desapareciendo. El problema es que dejó de detentar la centralidad que antes tuviera. Lo internacional ya no se realiza únicamente a partir de esta frontera, sino que debe incorporar dialécticamente estas dos vibraciones (lo nacional y lo internacional), no como polos opuestos, sino como entrelazamientos compenetrados, que en su contradicción, producen nuevas síntesis. Algunos eventos históricos comienzan a avalar esta perspectiva. En los países europeos los asuntos comunitarios dejaron de ser asuntos externos para asumirse como internos lo cual ha supuesto el fin del monopolio que en este campo le correspondía al gobierno central.

Las transformaciones que tienen lugar en el campo de las relaciones internacionales sugieren que ya es hora de sustituir aquellas perspectivas que concebía el mundo pasado y/o presente a partir de un idealizado o normativo sistema westfaliano por una representación más abarcadora, rica y compleja como puede ser el de una formación social globalizada , la cual, además, de poner en evidencia las articulaciones históricas de los espacios nacionales con lugares distantes, alude a la realización de lo "nacional/internacional" como una dimensión espacial transnacional.

El concepto de formación social globalizada comporta además otra particularidad: en su representación planetaria destaca las complejas interpenetraciones de las partes, no como fragmentos (v. gr., naciones), sino como segmentos que se compenetran. También designa que lo "nacional", "regional" o "local" constituyen realidades localizadas, pero cuyos nodos se encuentran deslocalizados, porque constituyen segmentos de una totalidad abarcadora. En una formación social globalizada el todo es más que la suma de las partes, porque los intersticios y redes que compenetran los distintos segmentos también constituyen formas de realización de lo global.

En una formación social globalizada el poder ya no reside ni en los lugares de donde emana ni en los cuales se ejerce de modo inmediato, situación que se explica por el hecho de que el poder ha abandonado su condición territorializada, se encuentra diseminado por la totalidad de intersticios que comunican y compenetran los distintos segmentos y asume una representación más soft , pero no por ello menos efectiva. Sólo así se entiende que el territorio haya dejado de ser una condición suficiente para la realización del poder.

Es, por tanto, entendiendo la globalización como una transformación histórica, que ha puesto los cimientos de una nueva era, como podemos entender la conversión del mundo en una categoría histórica. Esta última perspectiva es, a nuestro modo de ver, la que mejor permite dar cuenta de la radicalidad de los cambios que ha registrado la historia presente. Sin entrar a discutir si nos encontramos frente a una modernidad radicalizada, una segunda modernidad, o una modernidad-mundo, consideramos que el sello distintivo de nuestra época es el advenimiento de un tiempo global, como representación de una historia global y de una naciente sociedad global.

El tiempo global representa la transformación del mundo en una categoría histórica. La gran diferencia entre el tiempo mundial que debutó a mediados del siglo XIX y el tiempo global, era que el primero se configuraba espacialmente, y este se realiza temporalmente. El anterior se configuraba en torno a un núcleo, una semiperiferia, y una periferia, es decir, reconocía una interpenetración espacial, mientras que el actual temporaliza estas dimensiones y los núcleos, semiperiferias y periferias subsisten sin que medie ninguna relación espacial de naturaleza territorial. El anterior se representaba como una comunidad de Estados mientras el actual como una sociedad civil mundial, heterogénea, y multicentrada.

Cuando hablamos de una política global o de una sociedad civil global no estamos aludiendo a una metaestructura que recubre al mundo, sino a un entrelazamiento sincrónico y en ocasiones también dialéctico entre dimensiones aparentemente contradictorias. Es la institucionalidad democrática forjada durante dos siglos lo que explica la solidez de la democracia chilena con respecto a la boliviana. Pero también es la concordancia de la democracia con el reencuentro de la soberanía lo que explica el éxito cosechado por los países de la Europa Centro Oriental. Como acertadamente señala José Subirats, l os teóricos de la democracia cosmopolita tienen razón cuando señalan la creciente multiplicidad de conexiones que existen entre las personas, y que embrionariamente permitirían hablar de sociedad civil transnacional, generando identidades múltiples y compartidas en un mismo individuo o colectividad. Pero también es cierto que se necesita complementar la tradición liberal e individual de derechos con otros aspectos que expliquen los lazos que siguen uniendo y vinculando ciertos individuos con otros, a partir de elementos (no siempre coincidentes) como la lengua, la tradición compartida, un territorio común, la religión, o la voluntad repetidamente manifestada de pertenencia.

"No tiene por qué ser una situación estática, ni resistente a la modernización o a la contaminación cosmopolita como a veces se argumenta. Esas ideas, valores y sentimientos compartidos, varían y se modifican, generando mixturas y ensamblajes muy variados, pero no por ello forzosamente disolventes. En muchos casos, como argumentó Manuel Castells, sólo desde esa identidad percibida y sentida toma significado el cambio global"64

El tiempo global, corolario que sintetiza la concordancia entre globalización y modernidad-mundo, es una matriz, pero no un sistema en el sentido en que sus diferentes componentes y flujos no constituyen un todo rígido. Sus principales características se pueden resumir en: se representa barrocamente pues en él confluyen elementos premodernos, modernos y posmodernos; reconoce una pluralidad de temporalidades, con diferentes ritmos e intensidades, como, por ejemplo, el tiempo de la pobreza o del medio ambiente que se vehiculiza en la longue durée , mientras que la tecnología se despliega a alta velocidad, "arritmia que crean en las líneas imaginarias de fractura unos espacios crispados de fricción" 65; se distingue por la aceleración, la cual exacerba el cambio como producto de los mayores niveles de intimidad, que permite compararse y ser comparado y contamina las distintas formas de existencia; en el tiempo global coexisten el cambio con la permanencia, cuyo corolario es un entretejimiento de lo diacrónico con lo sincrónico; se acentúa la presentización, la cual se configura a partir del predominio del tiempo del mercado y de la asiduidad de los medios de comunicación y de la moderna tecnología; se refuerzan los encadenamientos, los cuales no se representan como una flecha del tiempo, sino que se personifican en la convergencia de disímiles trayectorias de modernidad y que, como producto de los entrelazamientos, concurren dinámicas que rompen con la secuencialidad de las causas y los efectos; se acentúa la sincronización, que articula diacronía (los disímiles itinerarios históricos) con la sincronía (la convergencia de experiencias que producen nuevas síntesis); por último, tienen lugar resonancias, es decir, réplicas, cuyas ondas penetran y transforman las viejas fronteras entre los distintos ámbitos sociales y entre los diferentes colectivos humanos. El tiempo global, en resumen, no es una flecha del tiempo universal sino una nueva cartografía de las relaciones internas al mundo.


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