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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.22 no.67 Bogotá Sept./Dec. 2009

 

Resistencia no armada en Medellin.
La voz y la fuga de las comunidades urbanas
(1)

Non armed civil resistance in Medellin.
Voice and escape for the urban communities

Jaime Rafael Nieto López
El autor es sociólogo y magíster en ciencia política de la Universidad de Antioquia y candidato a doctor en Pensamiento político, democracia y ciudadanía de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla-España); es profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia y miembro del Grupo de Investigación: cultura, política y desarrollo social de la Universidad de Antioquia.


RESUMEN
Este artículo pretende mostrar que la población civil bajo dominio de los actores armadosno siempre hace de víctima pasiva de la violencia y la agresión armada, ni que su actitud sea inevitablemente la de la lealtad sumisa ante el dominio de los mismos. Muestra cómo en contextos urbanos signados por el control, el dominio y la violencia de los actores armados en conflicto como el correspondiente a la ciudad de Medellín, las comunidades barriales pobres –particularmente de las comunas 8, 9 y 13-, han realizado múltiples y variadas experiencias de resistencia civil no armada frente a la guerra y la violencia de los mismos. Se intenta mostrar que el escenario y la dinámica social, política, económica y cultural de los territorios urbanos de la ciudad, no sólo han estado protagonizados por los actores armados, sino también, por las comunidades barriales, las cuales con sus liderazgos y acciones colectivas, realizadas muchas veces de manera clandestina, soterrada o simulada, oponen resistencia a este dominio.
Palabras clave: Resistencia, conflicto, urbano.


SUMMARY
This article intends to show that civil population under the control of armed actors is not always a passive victim of violence and the armed aggression, neither that its attitude is inevitably of submissive loyalty in the presence of such control. It is showed how, in urban contexts signed by the control and violence of armed actors, like what occurs in the city of Medellín, poor neighborhood communities – particularly neighborhood communes 8, 9 and 13- have gone through multi ple and varied experiences of non armed civil resistance to the war and violence. The article tries to show that the social, political, economic and cultural scenario and dynamics of urban territories, have not only been played the armed actors but also by the neighborhood communities who, through their leadershi ps and collective actions, many times performed underground, oppose resistance to armed control.
Key Words: Resistencia, conflicto, urbano.

INTRODUCCIÓN

Medellín es y ha sido una de las grandes ciudades de Colombia más duramente golpeada por la guerra y la aplicación del modelo de desarrollo económico basado en el libre mercado y la privatización del Estado. Por un lado, en los últimos años entre finales del siglo XX y comienzos del XXI ha sido ostensible el proceso de urbanización de la confrontación armada, el cual adquiere nuevas dimensiones y desarrollos tras el desalojo de las guerrillas de varios sectores periféricos de la ciudad por parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y su posterior proceso de desmovilización, permitiéndoles ejercer un control territorial hegemónico sobre la población civil. Por otro lado, persiste el estancamiento o deterioro de los niveles de pobreza y exclusión social en amplios sectores de la ciudad en términos de ingresos, empleo y seguridad social, pese al aparente esfuerzo de las últimas administraciones en mejorar la cantidad y calidad de la oferta educativa(2).

Los últimos desarrollos de la confrontación armada y la reconfiguración de poderes y para-poderes en la ciudad se expresan en la pronunciada redución de los indicadores de criminalidad en los últimos años. Así, mientras en el año 2002 en Medellín se presentaron un total de 3721 muertes violentas por homicidios, en el año 2003 la tasa fue de 2012 casos, en el 2004 fue de 1187 y en el año 2005 cayó súbitamente a 781. Pese a las muy variadas y controvertibles hipótesis explicativas de esta redución drástica en la tasa de homicidios, lo cierto es que ella coincide, por un lado, con la pervivencia y el monopolio de la criminalidad ejercido por el Bloque Cacique Nutibara (BCN) de las AUC liderado por alias Don Berna tras la desmovilización ocurrida en diciembre de 2003, y por el otro, con la pervivencia de viejas y nuevas formas de control y dominio sobre amplios sectores de las comunidades barriales de la ciudad, una de cuyas manifestaciones es el continuo flujo de desplazamiento forzado intraurbano. El control territorial y poblacional del paramilitarismo está basado hoy, más que en el ejercicio abierto de la violencia y la coerción, como el homicidio, la masacre, la desaparición forzada, en la intimidación autoritaria y otras formas de violencia menos visibles, que vulneran los derechos humanos de la ciudadanía, producto tanto de su continuada presencia en el territorio como del dominio y la imposición de nuevos liderazgos en las organizaciones comunitarias y sociales(3).

Es común que en situaciones de dominio autoritario de los actores armados o de confrontación entre éstos, muchos estudios académicos destaquen la condición de víctima de la población civil o que, en el mejor de los casos, se desestime por parte de estos mismos estudios cualquier otra posibilidad de acción diferente a la forzada y sumisa convivencia o a la criminalización al ser incluida en las estrategias de guerra de los actores armados. Sin desestimar el impacto negativo que ha producido los niveles de degradación de la guerra sobre la pobación civil en términos de derechos y libertades, empezando por los más elementales referidos a la preservación de la vida y el territorio, en este artículo pretendo ir a contrapelo de esta perspectiva y mostrar que la población civil bajo dominio de los actores armados no siempre hace de víctima pasiva de la violencia y la agresión armada ni que su actitud sea inevitablemente la de la lealtad sumisa ante el dominio de los mismos. Pretendo mostrar cómo en contextos urbanos signados por el control, el dominio y la violencia de los actores armados como el correspondiente a la ciudad de Medellín, las comunidades barriales pobres -particularmente de las comunas 8, 9 y 13-, han realizado múltiples y variadas experiencias de resistencia civil no armada frente a la guerra, la violencia y la exclusión social.

Asi mismo, con el reconocimiento y visibilización de estas experiencias, se busca mostrar que el escenario y la dinámica social, poítica, económica y cultural de los territorios urbanos de la ciudad, no sólo ha estado protagonizado por los actores armados, sino también por las comunidades barriales, con sus liderazgos y sus múltiples experiencias de resistencia civil no armada, desarrolladas muchas veces de manera heróica, clandestina, soterrada o simulada. En este artículo presentaré, en pirmer lugar, algunas consideraciones teóricas de carácter general sobre el tema de la resistencia, en segundo lugar esbozaré una síntesis del contexto de realización de tales experiencias, en tercer lugar efectuaré un descripción analítica de algunas de estas experiencias, y por último presentaré algunas conclusiones finales.

TRAYECTORIAS, LÓGICAS Y DISCURSOS

Las experiencias colectivas de resistencia civil no armadas contra la guerra o contra la exclusión social no son exclusivas de Medellín, y quizás ni siquiera de Colombia. Experiencias de resistencia civil no armadas se han conocido en muchos otros países y regiones del mundo. Sin embargo, si bien tienen en tales experiencias más generales, antecedentes y puntos de referencia fundamentales, las experiencias de Medellín que aquí se describen, presentan respecto de ellas tópicos y rasgos diferenciados, algunos muy marcados, tal y como lo intentaremos indicar enseguida.

Los estudios sobre resistencia civil no armada en Colombia han tenido dos referentes básicos: por un lado, las movilizaciones nacionales contra la guerra o sus efectos sobre la población civil, caracterizadas generalmente bajo el lema de sociedad civil por la paz; y, por otro lado, los movimientos territoriales protagonizados por lo general por la población indígena, afrodescendiente y campesina, bajo la categoría de resistencia civil. Lo que destaca en casi todos estos estudios, especialmente en los del segundo tipo, es su marcado énfasis político, así como también la relación directa que establecen entre el fenómeno de la resistencia civil con el conflicto armado colombiano, especialmente en su etapa de agudización y degradación, la capacidad de interlocución de las comunidades con los actores armados, las exigencias de no ser involucradas en el conflicto armado, el derecho al territorio y a no ser desplazadas, a que se respete su autonomía y su identidad; también subrayan el capital societario y organizativo acumulado históricamente por parte de las comunidades involucradas en tales experiencias y el hecho de que por lo general están asentadas en un territorio común.

Entre otros de sus aportes se encuentra el de ampliar el concepto de resistencia civil más allá del referente estatal; ampliación más que pertinente para contextos de confrontación armada y de "soberanías en vilo" como las existentes en amplios territorios de la geografía nacional. La disputa por la soberanía sobre territorios y poblaciones compromete una dinámica de violencia y agresión contra la ciudadanía, no sólo por parte del Estado, sino también por parte de las guerrillas y el para-militarismo, de modo que las múltiples experiencias de resistencia civil no armadas de los últimos años en el país van dirigidas no sólo contra el Estado, sino también contra los actores armados irregulares. Así mismo, tales estudios ponen de relieve el recurso que estas experiencias de resistencia civil no armadas hacen a medios no violentos en sus repertorios de acción, como los cabildos, las mingas, las asambleas comunitarias, las marchas, la denuncia pública y las redes de hermanamiento, entre otros. En ese sentido, es notable el marcado interés que tales aproximaciones han puesto en las acciones colectivas de confrontación y desafío abierto, públicas, teatralizadas, contra los actores armados, como acciones ejemplarizantes de resistencia civil no armada, lo cual hace pensar que otras expresiones, menos dramáticas, sutiles, discretas, simuladas, micro-territoriales, producidas en el mismo espacio de dominio y control de los actores armados, como las que aquí presentaremos, por ejemplo, se hayan subestimado o simplemente desconocido.

Por último, cabe hacer algunas precisiones de orden conceptual desde las cuales abordamos y presentamos las experiencias de resistencia civil no armadas de este artículo. El concepto clave aquí es el de resistencia. A partir de él pueden interpretarse y dotar de sentido las mútiples y variadas experiencias y estrategias colectivas de las comunidades barriales de las comunas 8, 9 y 13 al rebelarse contra los poderes de facto y autoritarios de los actores armados, así como aquellas dirigidas a afrontar la dramática situación de exclusión social. La idea de resistencia es tan vieja como su prácica y está asociada directamente a diferentes formas de poder, dominación, opresión o injusticia. De modo que la resistencia corresponde a cualquier expresión colectiva de oposición, inconformidad o confrontación frente a estrategias de dominación o a situaciones de injusticia percibidas como tales por grupos o actores colectivos. La resistencia es la contrapartida del poder. Como lógica de acción colectiva se dirige contra el poder cualquiera sea la naturaleza y dimensiones de éste, bien sea estatal o no estatal, político o de cualquier otro tipo. Así mismo, la resistencia puede ser armada o no armada, abierta o simulada, publica o soterrada, confrontacional o indirecta, de horizonte emancipatorio o puramente reivindicativo1,2(4).

Subrayar la idea de lógica de la acción colectiva en la resistencia, significa así mismo poner en el primer lugar de las definiciones el sentido de la acción sobre las formas, y no inferir la lógica de la acción de sus formas. Este planteamiento es importante tenerlo presente a la hora de distinguir entre acciones colectivas de carácter general producidas en contextos de violencia y aquellas específicas de resistencia orientadas contra el dominio de los actores armados o violentos como las que aquí se presentan. La resistencia como lógica de acción es agenciada por actores colectivos. Teóricamente hablando comprende múltiples formas de acción colectiva: desde estallidos y sublevaciones espontáneas contra el poder, insurrecciones, guerras civiles, huelgas, plantones, tomas de fábricas, desobediencia civil, asambleas, reuniones, movimientos sociales, formas societarias de economía social o popular (cooperativas y solidarias), formas orgánicas según ciclos de protestas y estructuras de oportunidad política, movilizaciones callejeras, protestas puntuales, educación popular, radios y medios comunitarios alternativos, hasta formas más sutiles, calladas, ocultas, subrepticias, propias de la resistencia bajo regímenes totalitarios y autoritarios(5).

Hemos situado al lado de la categoría resistencia la de civil no armada. Para el caso colombiano y para el análisis de las experiencias que acá se presentan, consideramos conveniente subrayar estos apelativos de "civil" y "no armada" para la resistencia así parezca tautológico para la mayoría de los estudiosos del tema en el país. Desde nuestra perspectiva no es suficiente indicar el carácter civil de la resistencia para inferir su adhesión necesaria a métodos no violentos de acción. Lo civil, histórica y teóricamente hablando, más que referirse a lo métodos de acción se refiere al carácter de los protagonistas de la acción, esto es, a los ciudadanos. Como cabe la hipótesis (corroborada históricamente en Colombia y otros países) de que los ciudadanos para el ejercicio o defensa de sus derechos puedan recurrir a la fuerza o a la violencia, es pertinente y necesaria acompañar la expresión "no armada" para referirnos al tipo de experiencias de resistencia civil que no recurre a ellas y así evitar restringir indebidamente el carácter civil a las acciones no armadas3.

Por lo general, este equívoco hace que muchas interpretaciones –hoy dominantes en los medios académicos- sólo incluyan bajo el concepto de resistencia civil a manifestaciones civilistas, pacíficas y no violentas de la ciudadanía, y dejen de lado experiencias históricas, pasadas y presentes, en las que los civiles (la ciudadanía) se ven conminados o forzados a recurrir a las armas o a medios violentos para defender sus derechos y autonomía y oponerse a las diferentes estructuras y actores de dominación. De modo que el carácter civil que aquí le conferimos al concepto de resistencia no proviene del sentido no violento de la acción colectiva, sino ante todo del carácter de sus protagonistas y del alcance de sus objetivos. Sus protagonistas son ciudadanos y no combatientes, no son soldados miembros de ejércitos ni gente que vive en función de o para el oficio de la guerra. Son ciudadanos, que forzados a defender sus derechos (civiles, políticos, sociales, culturales o nacionales) y su autonomía contra cualquier régimen o actor político de dominación, pueden o no recurrir a las armas en sus acciones colectivas, según las circunstancias sociales o políticas en las que se ven situados. Por consiguiente, vale la pena diferenciar, entre el hecho real de experiencias recientes de resistencia civil no armadas en Colombia, y la prescripción -basada por lo general en estos mismos hechos reales- según la cual la resistencia civil para ser civil tenga que ser siempre y necesariamente no armada.

Lo antes dicho nos permite precisar los alcances del carácter no armado de la resistencia civil. De acuerdo con la perspectiva teórica aquí adoptada, esta dimensión "no armada" designa exclusivamente unas estrategias de acción y un modo de actuar que se basa en los medios propios que caracterizan a las acciones colectivas de resistencia civil no armadas, como por ejemplo, las manifestaciones públicas, las tomas civiles de edificios (casi siempre públicos), la huelga, el boicot, el éxodo voluntario, la mediación, la desobediencia civil, la no colaboración, la obediencia pasiva, la simulación, la fiesta, el rumor, entre otros. Lo cual nos permite diferenciarlas, no sólo de las formas de resistencia civil armadas, sino también del movimiento o la doctrina filosófica política de la noviolencia, aun si muchos de sus protagonistas se inspiran en esta última.

Por último, visibilizar las diversas expresiones de resistencia civil no armadas permite comprender las dinámicas de guerra y violencia respecto de la población civil, no sólo desde la tradicional condición de víctimas o población sujeta a dominio, sino también desde el reconocimiento de procesos sociales comunitarios autónomos, de organización, participación, reconstrucción del tejido social y construcción de proyectos de autogestión social y política desarrollados por sectores de base de la ciudadanía como alternativa a la confrontación armada, la violencia y la exclusión social(6).

SOBERANÍAS FRAGMENTADAS Y MICROPODERES TERRITORIALES

Este acapite se refiere a los contextos de acción de la resistencia, los cuales se evocan como límites y posibiidades de las experiencias aquí presentadas. Durante la última fase de la confrontación armada en Medelín, que comprende prácticamente los últimos diez años (1996-2006), la lucha entre grupos milicianos y bandas delincuenciales del período anterior cedió lugar a la disputa entre los actores de la confrontación armada nacional, como parte de la fase de urbanización reciente del conflicto político armado nacional en la ciudad y de resignificación del territorio urbano según las lógicas de la guerra y los nuevos procesos de acumulación capitalista a escala global.

La desmovilización de algunos grupos milicianos a mediados de los noventa, permitió a las fuerzas de milicia directamente relacionadas con las FARC y el ELN consolidar su presencia inicialmente en los barrios pobres de Medellín, específicamente en las zonas ubicadas en la periferia urbana, cerca de los asentamientos de desplazados o barrios de extrema pobreza, como los correspondientes a las comunas 8, 9 y 13. De esta manera, la insurgencia empieza un proceso de consolidación creciente de su presencia en la ciudad. Como se dijo antes, se posesionan en las comunas 8 y 9, donde protagonizan uno de las confrontaciones de mayor relevancia, a través de las milicias del ELN contra la banda de Los Chamizos articulada a los paramilitares. En esta zona de la ciudad se destacan, además de las milicias Ocho de Marzo vinculadas al ELN, los comandos urbanos 6 y 7 de Noviembre, la presencia de múltiples bandas y combos barriales que operan al servicio de bandas más poderosas, muchas de ellas vinculadas más tarde a grupos paramilitares. La disputa aquí estuvo centrada, entre otros objetivos, por la valoración de la zona como un territorio estratégico, ya que es la entrada al corregimiento de Santa Elena y punto de ingreso al aeropuerto José María Córdoba y al Oriente antioqueño. Esta confrontación estuvo acompañada, además, por los enfrentamientos entre las bandas de La Cañada (perteneciente al barrio Villa Liliam) y La Sierra, la cual se agravó más tarde con la llegada de diversos actores antagonistas, tanto paramilitares como milicias de las FARC y del ELN.

En la Comuna 13 es notoria la presencia y dominio consolidado de los Comandos Armados Populares-CAP, quienes de esta manera controlan un territorio estratégico, dada la proyección de importantes obras de infraestructura vial, como el túnel de occidente y la ampliación de ese importante corredor vial hacia Urabá, además de conectar con la subregión de Urabá y Santa fe de Antioquia. Esa presencia de las milicias populares, por más de diez años en la Comuna 13 (finales de los años ochenta y década de los años noventa), logró su cometido inicial como un micro poder alterno al controlar gran parte del territorio de la comuna desterrando las bandas delincuenciales y personas "indeseables" a través de las llamadas "limpiezas sociales", una práctica ejercida indistantemente por todos los actores armados, incluidos los estatales.

Con la incursión del paramilitarismo a la ciudad a finales de los años noventa, puede decirse que el conflicto armado nacional se urbaniza en Medellín, entrando a una fase de escalonamiento. Su despliegue comprende amplias zonas de la ciudad, desarrollando procesos de control y configuración de poderes de facto y autoritarios, en términos similares a los implantados por las guerrillas. A partir de 1999 los paramilitares comienzan su ofensiva, inicialmente articulando y cooptando diferentes bandas a su estructura organizativa, para posteriormente arremeter abiertamente contra varios grupos insurgentes y, en algunas ocasiones, desplegando grandes operaciones militares en coordinación con el ejército y la policía, como en la Comuna 13 y los barrios La Sierra y Ocho de Marzo en las comunas 8 y 9 respectivamente.

En el 2001 el paramilitarismo ya había consolidado su presencia en varias comunas de Medellín.En los barrios La Sierra, Trece de Noviembre, Ocho de Marzo y Juan Pablo II de las comunas 8 y 9, las AUC eliminaron a los comandos urbanos y las milicias del pueblo del 6 y 7 de noviembre con el proposito de controlar el ingreso al oriente antioqueño. Este proceso estuvo precedido, primero por la cooptación de las bandas del sector de la comuna 8 por el Bloque Metro (BM) de las AUC, y luego por la disputa encarnizada entre este último y el BCN, quien luego de imponerse sobre el BM, incursiona en el barrio Ocho de Marzo, que con apoyo del ejército y otros organismos de seguridad del Estado, desaloja a las milicias del ELN. Estas sucesivas incursiones tuvieron un altísimo costo humanitario para la población civil, la cual se vio sometida, inerme, al fuego cruzado de los actores armados, vivieron escenas de zozobra y dolor por la muerte o herida de algún familiar, y muchos padecieron el desplazamiento forzoso intraurbano, viéndose obligados a emigrar a otros sectores de la ciudad.

La incursión en la Comuna 13 se produce en el 2000, a través de comandos del BM, que sin embargo es contenido por las milicias de los CAP y de la insurgencia, hasta la llegada definitiva del BCN, que desplaza al BM y despliega una acción militar conjunta con organismos de seguridad y fuerzas armadas oficiales, que concluye con la Operación Orión(7) desplazando a las milicias de los CAP y las guerrillas en 2003. Los operativos militares a gran escala por parte del ejército y los paramilitares fue la forma más eficaz de hacerse al control militar y sociopolítico de estas zonas. Se desarrolló un amplio despliegue de fuerza y violencia por parte de los paramilitares y de las fuerzas militares estatales, desarrollándose 9 operativos militares en el 2002 en la Comuna 13. La operación Orión fue la operación más significativa en este proceso de ofensiva contra la insurgencia, afectando con el despliegue de fuerzas armadas la vida, la tranquilidad y la seguridad de la población civil que se encontraba en medio del fuego cruzado, principalmente de los barrios Belencito, El Corazón, Veinte de Julio, El Salado, Las Independencias I, II y III y Nuevos Conquistadores, de donde algunos de sus pobladores resultaron muertos o heridos y la población en general padeció estados de pánico, zozobra y miedo colectivos.

Con estas operaciones contrainsurgentes combinadas, se cierra el ciclo miliciano insurgente y para el 2003, puede decirse que han concluido las fases de incursión y consolidación del paramilitarismo en la ciudad. A partir de entonces, se inicia un proceso de legitimación, que empata y se fortalece tras la desmovilización del BCN. Esta consolidación y legitimación del proyecto paramilitar se inscribe en las lógicas de redefinición del territrio en función de procesos de acumulación de capital a escala local y global, y, así mismo, en función del control contrainsurgente sobre la población urbana y el monopolio de la criminalidad, en un nuevo marco de gobernabilidad de la ciudad basado en la hegemonía del paramilitarismo en las comunas populares.

Por otro lado, la disputa por las territorialidades y soberanías es también la disputa por la población civil, que se ha convertido junto al territorio en el objetivo principal y central de la guerra. Esta se desarrolla, por consiguiente, como un escenario desde el cual los diferentes actores pretenden imponer ordenes alternos (contraestatatales o paraestatales) en la ciudad o la prevalencia del orden legal vigente. De este modo, la imposición de tales órdenes permite delimitar territorios en la ciudad e imponer un control autoritario (y, muchas veces, totalitario) sobre las múltiples expresiones de la vida cotidiana de la población, con sus sistemas de códigos y penalizaciones en los que las libertades personales y colectivas quedan suspendidas y su ejercicio sujeto a la voluntad y los requerimientos de dominio y criminalización del actor armado que ejerce el micropoder territorial4. Regímenes de arbitrariedad, en los que, como diría Foucault, los sujetos de derecho son tratados como sujetos de policía5. Tal sistema de códigos y penalizaciones, respaldado por lo general en comandos de ocupación, impone patrones de comportamientos individuales y colectivos, horarios de ingreso y salida del territorio, delimita zonas de inclusión y de exclusión, impone destierros y desplazamientos poblacionales intraurbanos, establece tributos, imparte justicia e impone un riguroso sistema de regulaciones sobre múltiples actividaes de la vida comunitaria, como por jemplo, la contratación de las organizaciones comunitarias con la Administración municipal, los conflictos intrafamiliares y entre vecinos, provee seguridad y establece marcas de diferenciación en la ciudad. Se trata de micropoderes, que además de monopolizar la violencia, el tributo y la ley, pretende controlar los cuerpos y los imaginarios de los pobladores.

De acuerdo con el eje de la resignificación del territorio y el control poblacional, se configuran en las periferias urbanas de la ciudad, diferentes modalidades de soberanías fragmentadas y porosas, según la consolidación o debilidad de los micropoderes allí establecidos. Soberanías fragmentadas, que en algunos casos corresponde a áreas claramente delimitadas, de control consolidado de un actor armado, conjugadas con la presencia de soberanías frágiles, ambiguas, superpuestas o en vilo, que corresponde a dominios deleznables o territorialidades en disputa entre los actores armados. Este último tipo de soberanías son las más complejas y azarosas para la realización de acciones sociales comunitarias, especialmente para el desarrollo de aquellas relacionadas con la resistencia civil no armada.

En este contexto de confrontación armada y de violencia, estamos en presencia de una mutiplicidad de micropoderes de signos políticos y militares diferentes, que tienen en común el ejercicio autoritrio del poder y la dominación. Sin embargo, la actitud y el comportamiento de los dominadores frente a las organizaciones sociales y sus líderes no ha sido la misma en todas las territorialidades bajo dominio. Las formas de dominio variaban, muchas veces dependiendo del tipo de actor, otras dependiendo de los microcontextos de la confrontación y otros del grado de legitimidad de los liderazgos comunitarios. Bajo el dominio de algunos de estos micropoderes, por ejemplo, las organizaciones sociales y los liderazgos reconocidos por las comunidades fueron decididamente desmanteladas, perseguidas o sustituidas; en otros, se respetaron las organizaciones sociales pero se impusieron nuevos líderes, conforme a las lógicas de los dominadores; y en otros, muy pocos, los dominadores respetaron la autonomía e iniciativa de las organizaciones comunitarias y sus líderes, logrando en algunos casos trabajar con ellos.

Por otra parte, cabe tener en cuenta que una constante en Medellín ha sido, que los territorios más duramente golpeados por la situación de violencia y confrontación armada, han sido igualmente aquellos donde se asientan los sectores tradiciolamente excluidos, social, económica y espacialmente. Por lo general, el mapa de la guerra y la violencia en la ciudad coincide con el mapa de la exclusión y la pobreza, tal como lo revelan los indicadores sociales de los últimos años en las tres comunas. Como contrapartida, no es casual que las experiencias colectivas de resistencia en estos territorios se nutran y encuentren sus principales motivaciones en los efectos que tales fenómenos ejercen sobre la ciudadanía, y que muchas veces la resistencia lo sea no sólo contra la violencia de los actores armados sino también contra las situaciones de exclusión social, o viceversa.

RESISTENCIA CIVIL NO ARMADA EN MEDELLÍN

Las experiencias y acciones de resistencia civil no armadas protagonizadas por las comunidade barriales en las comunas 8, 9 y 13, presentan una variedad de matices y modalidades que se desarrollan según el eje de la guerra y la violencia o según el eje de la exlusión social y la pobreza. Las correspondientes al primer eje varían en un arco relativamente amplio, que comprende desde acciones directas de denuncia y confrontación a los actores armados, como la recolección de firmas en la comunidad para oponerse a exigencias abusivas de los actores armados, denuncias públicas, marchas, el no pago de vacunas, entre otros, hasta acciones menos directas y frontales, más sutiles y soterradas, que involucran a diferentes sectores comunitarios, especialmente a la población juvenil. Estas útimas se despliegan especialmente en los campos culturales, lúdicos, artísticos, comunicativos y deportivos, con el objetivo de sustraer a la ciudadanía de la confrontación o de la cooptación de los actores armados, generando espacios alternativos de socialización y autonomía diferentes a los de la violencia y la guerra. Las correspondientes al eje de la exclusión social y la pobreza, se desarrollan a través de procesos autogestionarios y de emprendimientos productivos colectivos. Muchos de ellos, aunque por lo general no logran trascender el umbral de la sobrevivencia, les ha permitido mejorar en gran medida su calidad de vida, integrarse comunitariamente y realizar acciones colectivas solidarias.

Muchas de estas experiencias de diverso tipo de resistencia civil no armadas, tienen como antecedentes los procesos comunitarios y organizativos que dieron origen a sus barrios a mediados de la década de los ochenta, experiencias en sí mismas de resistencia frente a la exclusión socio-espacial y por el derecho a la ciudad. Como suele ocurrir con el origen de muchos barrios populares de Medellín durante la llamada "segunda colonización urbana", los territorios barriales de estas tres comunas se originan y construyen tras una ardua y prolongada lucha de resistencia de sectores excluidos por apropiarse de un espacio en la ciudad. Esta construcción comunitaria del territorio se ha realizado a través de la invasión, la autocontrucción de viviendas y de equipamientos urbanos comunitarios, como la construcción de andenes, el entamboramiento de quebradas, la construcción de fachadas, la canalización de aguas, la construcción de redes de alcantarillado y acueducto, todo ello producto de la acción mancomunada de sus pobladores. Los convites, por ejemplo, han sido una forma tradicional de organización y de acción colectiva de las comunidades urbanas y rurales para afrontar sus problemas y demandas comunes por ser incluidos en la ciudad.

Estas historias compartidas de las comunidades representan un acumulado social e histórico que dotan a sus miembros y a sus líderes de un fuerte sentido de identidad y de pertenencia, reactivado y actualizado cada vez que en situaciones extremas, como por ejemplo las vividas más tarde bajo dominación y control de los actores armados, son recuperadas para afirmar la vida comunitaria, las libertades y la autonomía de sus pobladores. Pese a la interrupción violenta de este acumulado comunitario por la incursión de los actores armados, la cercanía en el tiempo de estos procesos ha posibilitado que en muchos sectores los lazos de solidaridad y los liderazgos originarios pervivan y jueguen un papel central en las experiencias recientes de resistencia civil no armada en estos sectores barriales. De modo que, desde mucho antes de las experiencias recientes de resistencia civil no armadas realizadas por las comunidades barriales de las comunas 8, 9 y 13, muchas de ellas habían desarrollado experiencias maravillosa de construcción y apropiación del territorio, de construcción de espacios colectivos de encuentro y de equipamiento urbano y de construcción de su hábitat familiar; y, lo más importante, se habían construido como comunidad. Los lazos vecinales, los afectos, la solidaridad y la ayuda mutua y el sentido de pertenencia a un nosotros, afloró y se cimentó en las jornadas diarias de trabajo comunitario y en el encuentro cotidiano con el otro para afrontar las dificultades individuales y colectivas. Es en estos territorios construidos comunitariamente donde la resistencia, pese a las adversidades impuestas por los mismos a quienes se resiste, ha podido florecer y persistir(8).

LA ATRACCIÓN DEL VACÍO SOBRE EL DESEO DE LLENURA. LA SUSTRACCIÓN Y LA FUGA

En su ambición totalitaria de dominio territorial y poblacional, los poderes y micropoderes armados en las comunas 8, 9 y 13 se orientan según el deseo de llenura, una suerte de biopoder orientado al control del territorio y de los cuerpos de los dominados. Por el contrario, muchas de las experiencias de resistencia comunitaria en estas comunas se orientan según la estrategia de la vaciedad, una suerte de sustracción o defección del poder que les permite articular procesos alternativos frente a la violencia y el control de los actores armados. De este modo, el vacío y la fuga se convierten en la estrategia de resistencia más destacada, no sólo por su adecuación a las circunstancias de dominio, sino también por su eficacia. La una va con la otra. La fuga es la posibilidad siempre latente de desplazarse de un punto de control y dominio a otro, posibilita que los cuerpos nómadas vacíen al poder de su objeto de deseo, una exuberancia social que el poder no alcanza a devorar, aunque intenta someterlo todo. Este nomadismo que se desplaza y fluye incesante en el mismo territorio de los dominadores recrea y reconstruye sentido, identidad y trayectorias6(9).

Es en este tipo de contextos límites, en el que el riesgo de la vida pende muchas veces de un hilo, en los que las comunidades populares van desarrollando sus estrategias y experiencias de resistencia contra los actores armados, sin declinar al dominio autoritario y arriesgando el ensayo de formas sutiles, calladas, simuladas o invisbles de resistencia. Activar sus microengranajes y lograr que su fuerza cohesionadora molecuar se despliegue y gane espacio en el territorio, no es fácil ni sencillo, algunas sucumben y otras apenas logran permanecer. La vaciedad, más que la confrontación, es pues una de las formas predilectas de expresión de la resistiencia civil no armada en las comunas 8, 9 y 13 en Medellín, tal como lo ilustraremos enseguida7(10).

Aquí cabe destacar algunas experiencias, muchas de las cuales, como se ha dicho, se mueven en el campo de la cultura, lo lúdico y lo deportivo. Este es el caso de La Corporación Diáfora del barrio Caicedo de la comuna 8. La Corporación presenta un proceso de resistencia a través de la cultura, el arte y la lúdica. Es un tipo de resistencia no contestaría frente a los actores armados, que busca evitar que niños, niñas y jóvenes se dejen seducir por la guerra, por esto, crea y abre espacios alternativos de socialización y vida. Sus miembros consideran que a través del arte y la cultura se cautiva a muchas personas especialmente a niños y jóvenes y se genera conciencia social comunitaria.

La Corporación prefiere utilizar estrategias que generen opciones no armadas a tener que confrontar directamente a los grupos armados, lo cual les generaría represalias y amenazas dado que es muy difícil vivir en el mismo barrio con los armados y enfrentarlos sin poner en riesgo la seguridad de sus vidas.

"Cuando el Estado no es capaz de garantizar la seguridad, entonces hay que jugársela de otra manera, toca sobrevivir, toca apostarle y hacerle el quite con lo que no se está de acuerdo, hay que buscar opciones diferentes".8

De la Corporación hacen parte 60 personas, los cuales en su mayoría son jóvenes y niños; el territorio de acción es principalmente el barrio Caicedo. Sin embargo, han realizado acciones y proyecciones hacía la comunidad en diferentes barrios y sectores de la comuna y en espacios de ciudad como en el desfile de Mitos y Leyendas.

Trabajan principalmente con tres componentes de acción, donde cada uno tiene un proyecto piloto. En el componente de arte y cultura realizan formación artística. Hay un grupo de chirimía de adultos y de jóvenes, hay comparsa, teatro, sancos y grupos de danza. Gestionan recursos para hacer procesos de formación en los diferentes barrios de la comuna. Además tienen una serie de programaciones culturales donde realizan mensualmente una actividad llamada "La Lunada", el cual es un espacio de encuentro e integración por excelencia, es cultural y de libre expresión. En el componente de educación y comunicación el proyecto piloto es de promoción de la lectura, porque reconocen que el nivel educativo en la comuna es muy bajo, por lo tanto se trabajan los valores culturales y literarios con jóvenes, niñas y niños. Y en el componente de las prácticas recreativas fomentan el deporte, el ocio y la lúdica, con el propósito de introducir valores de convivencia, respeto y cooperación.

Las actividades que más han impactado a la comunidad son la hora del cuento, el libro correo, la caravana con libros y los encuentros de chirimía que se realizan anualmente en septiembre. Además, participan en mitos y leyendas donde interactúan con otras organizaciones en el ámbito de ciudad.

Las y los integrantes de la Corporación, están en desacuerdo con cualquier proceder armado y violento, por esto posibilitan otros espacios de convivencia y de socialización, su estrategia es persuasiva, creando espacios alternativos a través de la música, el teatro, la danza. Así, uno de los logros más significativos que han tenido es que las y los jóvenes que han participado en el proceso de la Corporación no se han incorporado a la dinámica de conflicto y violencia que enfrenta la comuna.

"No nos consideramos abiertamente como un grupo de resistencia, pero generamos otras alternativas… porque si nos declaramos un grupo de resistencia civil ante la comunidad, eso generaría un temor y tal vez represalias, por el contrario, sí nos consideramos como una alternativa no violenta. (…) en siete años no hemos tenido ni una sola persona que haya desertado del proceso de nosotros para hacer parte de un proceso armado, cuando decimos ni una sola persona, eso es ya un indicador muy grande en una comunidad…".9

Una experiencia similar de resistencia la encontramos en el barrio Gerona de la comuna 9 desarrollada por iniciativa de la Corporación Activos por Nuestro Barrio, cuya actividad se realiza entre 1998 y 2002. El contexto de acción de esta Corporación corresponde al dominio de una banda juvenil en disputa por el territorio con otras bandas del sector; es un contexto marcado por la violencia y la intimidación, en el que cunde el miedo y la zozobra entre sus pobladores. Por otra parte, el liderazgo comunitario representado en la JAC por muchos años fue destruido por la acción criminal de los delincuentes; muchos líderes fueron asesinados y otros desterrados del barrio, muchas veces porque estos líderes tenían relaciones con la Administración municipal o con la iglesia, instituciones hacia las cuales las bandas sentían gran hostilidad y resentimientos.

Uno de las preocupaciones más importantes de la comunidad, aparte de la azarosa vida barrial respecto de la seguridad física, la tranquilidad y el ejercicio de las libertades, tenía que ver con el riesgo de que niños y jóvenes engrosaran las filas de las bandas y quedaran atrapados en la situación de violencia, motivo por el cual éstos se convierten desde un principio en el referente predilecto de trabajo de la Corporación y en el centro gravitacional de las acciones de resistencia contra el dominio y control delincuencial del barrio.

La iniciativa de crear La Corporación Activos Por Nuestro Barrio surgió de los líderes barriales del sector junto con sus familiares y algunos vecinos. Tienen una orientación muy práctica, en el sentido de realizar un trabajo recreativo con niños y adolescentes y con adultos mayores. Hacían regularmente convocatorias en un espacio del sector y realizaban con los asistentes diferentes actividades, buscando por esta vía mostrarles otros espacios alternativos a la violencia que le permitiera a los niños y adolescentes dónde proyectarse y participar colectivamente. Así lo describe una de sus lideresas fundadoras:

"Había muchos niños y se vio la necesidad de poner a trabajar en algo a los niños, como el barrio vivía una situación de violencia muy fuerte y había que entretenerlos en algo, eso se fue creciendo y tuvo mucha acogida en la comunidad". 10

Es así como el trabajo consistía en realizar actividades culturales los fines de semana, especialmente los sábados, por medio de talleres de pintura, recreación, teatro, presentación de películas, concursos de canto y de baile y organización de torneos deportivos, para lo cual muchas veces contaron con el apoyo de Ongs como la Corporación Región, de Comfenalco, de Comfama, del Sena y de algunas dependencias de la Administración municipal, como la Secretaría de Gobierno, el Inder, la Secretaría de Salud y de Desarrollo Social. Se contó también con el apoyo de la Red Comunitaria de la Centro-oriental (REDCOR), especialmente en la realización de talleres de formación en liderazgo. En estas actividades, se ponía mucho énfasis en los valores relacionados con la convivencia, el respeto al otro, la tolerancia y la autonomía: "empezaron con los niños, trabajaron los valores porque era fundamental".

En la medida en que profundizaban y ampliaban el trabajo con la población infantil y joven, lograban involucrar también a los adultos y padres de familia, proyectando de esta manera otro campo de acción comunitaria como es el trabajo relacionado con la violencia intrafamiliar, que era el otro escenario y tipo de violencia que los azotaba. Es así como de toda esta experiencia surge "Toldillos de Mambrú", que era como denominaban sus actividades. Con el transcurrir de los años, "Toldillos de Mambrú" logra tener mucha acogida en la comunidad del barrio y se fue expandiendo, incluyendo a más jóvenes adolescentes, proyectándose luego hacia el trabajo con los adultos mayores, de lo cual surge la Corporación "Anhelos de Vivir". "Toldillos de Mambrú" se convirtió de esta manera, poco a poco, en un momento y espacio de encuentro, de congregación comunitaria, no sólo de los niños y jóvenes que concurrían masivamente a las actividades culturales ya indicadas, sino también en general de los vecinos de la comunidad, convirtiéndose prácticamente en el único espacio que les permitía socializar sus temores y expectativas frente al dominio armado de la banda juvenil del sector y los alentaba a continuar con el trabajo que se venía realizando.

A pesar de que la Corporación no institucionalizó un acto público emblemático de su presencia y reconocimiento en el barrio, "durante ocho años, celebraban cada año la navidad comunitaria, el día de la familia, el día del niño, las noches de luna", todo esto en la cancha Policarpa Salavarieta del sector, convirtiéndose en la oportunidad para profundizar la vida vecinal entre los moradores, generar confianza, dialogar respecto de la situación de violencia y, en general, fortalecer el sentido de pertenencia comunitaria. "La gente participaba mucho, faroles comunitarios, toda la familia participaba, todas las navidades, el día del niño igual. El club vacacional, también, que el canelazo, que esto, que lo otro".

De este modo, la experiencia cultural y lúdica realizada por los líderes de la Corporación, se convirtió prácticamente en la única expresión de resistencia contra la dominación y el control criminal que ejercía la banda juvenil del sector sobre la comunidad. Se trataba de construir un campo de interacción social comunitaria, a partir del juego, la lúdica, el baile y el teatro, que contrarrestara la intimidación y al mismo tiempo la fuerza de atracción de la vida delincuencial sobre los jóvenes y los niños. Esto marcaría desde su creación la lógica y el tipo de acciones de resistencia de la comunidad y de los líderes frente al control y dominio de la banda de delincuentes. Es así cómo el trabajo lúdico estuvo orientado a sustraer a los niños y jóvenes de la vida de las bandas, pero sin meterse para nada con la acción realizada por ellas. No pelean con las bandas ni confrontan ni dialogan con su jefes, sino que intentan realizar un trabajo mas callado, sutil, discreto; no de confrontación con quienes los dominan, sino de invitación alternativa a la comunidad, de sustracción de los niños y adolescentes de la influencia de las bandas y la delincuencia. El relato que tienen sobre la importancia de su trabajo con los niños, es que "hay que trabajar con valores desde muy pequeños y hay que mostrarles a los muchachos otras alternativas diferentes". No es algo inocente como se pudiera pensar a primera vista, es algo con sentido, intencionado, que intenta dialogar a su manera con la situación de violencia y de confrontación armada.

En la comuna 13 es quizás donde más han proliferado estrategias de resistencia civil no armadas del tipo y modalidades aquí descritas, aunque mezcadas en algunos casos con manifestaciones de confrontación. Entre muchas otras, destaca, por ejemplo, las realizadas por la Corporación Juvenil Sal y Luz. La Fiesta por la Vida, por ejemplo, es una actividad que se conmemora anualmente, desde 1999, motivada por el asesinato de uno de los fundadores de la Corporación. Tiene como objetivo rescatar el verdadero valor de la vida, "es decirle a los violentos no más muertes", en palabras de uno de sus líderes:

"(en la fiesta por la vida) sacamos muchas actividades, eso ha sido algo importante que se convierte en un evento de comuna. Este año se hicieron varias cosas, se mostró la vida desde lo ambiental, se capacitaron en temas en una semana, trabajamos el medio ambiente, tema de derechos sexuales y reproductivos, fue una semana, se trabaja la recreación, el teatro, la fotografía, la cultura y el último día se hace un gran evento de cierre".11

Además de este evento público reconocido en la Comuna 13, se han gestado diversas alternativas civiles con las que hacen presencia en barrios a los cuales normalmente no llegan otras organizaciones e instituciones de la ciudad. Entre estas, propiciar espacios de encuentro, socialización, organización y creación juvenil. Propuesta que se materializa con la creación de la Red de organizaciones juveniles "Uniendo Sueños", los video-conciertos en las diferentes zonas de la comuna, la propuesta de formación de jóvenes en procesos de organización y participación escolar, como es el caso de la UCE 13 -Unión de Consejos Estudiantiles de la Comuna 13-.

Otras acciones colectivas de resistencia de carácter más directo frente al conflicto armado son: la socialización con jóvenes de distintos proyectos de vida alrededor de la cultura, la objeción de conciencia y las actividades artísticas, los encuentros deportivos semestrales descentralizados (va en la 4ta versión). "La idea es crear espacios de socialización que rompan el sentido de competitividad e integren valores solidarios y de convivencia, por eso las reglas del juego son el respeto, la solidaridad de la barra, la convivencia, no se gana por goles sino por cumplir los anteriores criterios"12. También realizan las caminatas nocturnas tratando de vencer el estigma de que en la noche no se puede caminar en la 13, lo cual les permite propiciar el reonocimiento de la comuna y sus sectores. Y por último, realizan la iniciativa Sueños de Esquina, en la que se organizan pequeños eventos artísticos, culturales, juveniles, de carácter rotativo, en las esquinas representativas de los barrios en donde se socializan experiencias y se incentiva la participación y creación juvenil, evento significativamente transformador en la memoria barrial por la tradición de dolor y muerte que han representado las esquinas de los barrios populares de la ciudad durante los distintos periodos de violencia desde las bandas del narcotráfico hasta hoy.

Las personas que integran la Corporación Sal y Luz plantean que su resistencia civil no armada no es directa, pero "es a través de las actividades que realizamos que le anunciamos a los violentos que no estamos con su proyecto", el discurso de resistencia frente a la guerra, pero también de participación ciudadana, se difunde mediante las visitas a los colegios, los conciertos y los medios de comunicación de la comuna con los periódicos de difusión local Contá Contá, Siglo XXI, Signos desde la 13 y de la televisión comunitaria.

Además de las actividades antes mencionadas, Sal y Luz tiene una postura integral de todos los barrios de la comuna, lo que le ha permitido insertarse en procesos de planeación de su desarrollo, destacando el nuevo papel de los y las jóvenes en el desarrollo de sus propias propuestas de comuna y ciudad.

"Después del conflicto la comuna dio un cambio muy importante de participación, nace como la necesidad de articulación, de espacios en donde se reúnan fuerzas y empezar a planear, ahí se empieza a pensar en el plan de desarrollo de la 13. Se empezó con reuniones de organizaciones, Corapaz, Realizadores y Sal y Luz lideraron el proceso. En el 2003 se sientan las tres organizaciones y se piensan el proceso de articulación comunitaria y en el 2004 se inicia el proyecto del Plan de Desarrollo.
El conflicto ha seguido, no se han solucionado los problemas y la guerra sigue pero de todas maneras ese periodo permitió reaccionar y gestar cambios.
El mismo trabajo que hacen las organizaciones en la 13 hacen parte de esa resistencia, aunque no es directa al conflicto estamos haciendo una acción para hacerle ver a la ciudad que la Comuna 13 no es como la están pintando".13

LA VOZ Y LA ESPADA

Al lado del tipo y estrategias de resistencia civil no armadas, simuladas, soterradas y sustractoras, también encontramos en las comunas 8, 9 y 13, aunque menos frecuentes, experiencias y estrategias más abiertas, directas, confrontacionales o mediadoras contra los actores armados por parte de las comunidades barriales. Es la experiencia desarrollada, por ejemplo, por la Junta de Acción Comunal (JAC) del Barrio Villatina de la Comuna 8, un sector de amplia trayectoria comunitaria, que ha enfrentado múltiples adversidades desde la ocupación y construcción del territorio a mediados de los años 80s hasta la coyuntura más reciente de presencia y disputa entre actores armados por ejercer dominio en su sector. Entre algunas de sus acciones de resistencia destaca la realizada en 2005, la cual tuvo un carácter explícito y abierto en contra de los actores armados que querían extorsionarlos, a pesar de los riesgos que ella implicó para la seguridad de sus líderes y moradores.

Ese año un grupo armado quiso extorsionar a la comunidad por medio del acostumbrado método del cobro de vacunas. Frente a ello se prendieron las alarmas y se convocó de inmediato a la comunidad a través de un boletín, donde se invitaba a una asamblea comunitaria en la que se iba a discutir lo que estaba pasando. Ese día participaron 450 personas de la comunidad, pero también infiltrados de los grupos armados. Así lo relata uno de los promotores de la acción:

"En el año 2005, siendo presidente de la Junta de Acción Comunal otro sector armado iba a vacunar el barrio, entonces los comerciantes me empezaron a contar de lo de las vacunas, yo tenía mucha presión de la comunidad, de la familia… entonces saqué un boletín invitando a una asamblea comunitaria, lo empecé a repartir para hablar de lo que estaba pasando en el barrio… el día de la asamblea llegó mucha gente, el total de personas que participaron fue de 450. (…) empecé a indagar y dentro de la asamblea habían personas de los grupos armados… yo pregunté ¿la comunidad se va a dejar vacunar o va a hacer resistencia frente a esto?".14

En la asamblea se acordó recoger unas firmas y finalmente se redactó un memorial donde se recogieron 3800 firmas de las personas de la comunidad, estas firmas las depositaron en la oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, en la Personería Municipal, en la Secretaria de Gobierno, en la Secretaría de Desarrollo Social y en el Comando de la policía Metropolitana, lo cual equivalía a una denuncia pública inteligentemente dirigida de manera central a las instancias gubernamentales responsables de velar por el cumplimiento de los acuerdos establecidos por el grupo armado (AUC) tras la desmovilización de sus efectivos en 2003. Los grupos armados y las instancias gubernamentales no se esperaban una respuesta tan contundente de la comunidad y una acción tan directa frente a la extorsión procedente de los primeros.

El memorial declaraba abiertamente, que "la comunidad del barrio Villatina, no estaba dispuesta a dejarse vacunar, a pagar una deuda que no tenía, y no le iban a dar importancia a personas que estaban suplantando a la autoridad, la única autoridad a la cual se acogían y respetaban era la que figuraba en la constitución política de Colombia, la que está legalmente reconocida". Puede notarse cómo el discurso esgrimido por la comunidad en dicho memorial no es unívoco. Está cargado de sentidos. Traduce tanto el rechazo abierto contra la agresión de los actores armados, como el contexto de oportunidad en que se produce. Es claro que el desafío abierto proclamado por la comunidad, juega a su favor, por un lado, con la expectativa de reconocimiento por parte de los agresores, de la legalidad estatal y de las autoridades instituidas, y por otro lado, con la expectativa del deber de intervención de dichas autoridades en virtud no sólo de su obligación constitucional sino de representar directa o indirectamente la contraparte de lo establecido legalmente en los acuerdos de desmovilización15. Pese a que, a partir de ese momento, los integrantes de la JAC empezaron a ser amenazados e intimidados y tuvieron que acudir a instancias de Derechos Humanos para demandar protección por sus vidas, esta acción de resistencia arrojó sus frutos ya que se evitó que los grupos armados siguieran coaccionando para cobrar vacunas. Adicionalmente, la acción de denuncias ante instancias internacionales reforzó un mayor control de las acciones de los grupos armados que estaban en el proceso de reinserción.

La redacción del memorial y el respaldo masivo que la comunidad le dio con su firma, se constituyó a la postre en una de las acciones colectivas de resistencia más directas realizadas por la comunidad de Villatina en rechazo a la intimidación y a la presión que quisieron ejercer los grupos armados en este sector. La valentía y el interés de concientizar a las personas del sector por parte de algunos líderes, permitieron que de una manera colectiva las personas rechazaran y denunciaran la extorsión y regularan las acciones delictivas de los reinsertados.

Aunque la anterior acción de resistencia ha sido una de las más significativas en referencia al conflicto armado, la JAC también acostumbra realizar otras, como la fiesta del abuelo en el mes de noviembre, en la que participan en promedio 260 abuelos y abuelas del barrio, donde se integran y realizan actividades culturales, músicales ylúdicas, entre otras. En Navidad se realiza la Navidad Comunitaria, se integra a todos los niños y niñas del barrio y se les da un pequeño regalo que es gestionado con las mismas organizaciones, parroquias y comerciantes del sector.

Una experiencia distinta de resistencia es la desarrollada por la Corporación Pro-Desarrollo Social y Cultural del barrio Caunces de Oriente de la comuna 9. Aunque guarda muchas similitudes con la anterior, por el hecho de ser pública, abierta y directa, se diferencia de ella porque no es confrontacional ni de denuncia sino de mediación frente a los actores armados.

La Corporación Pro-Desarrollo Social y Cultural surgió de la mano de la JAC a finales de los 80s, por el interés de la Junta de atender la necesidad de dotar al barrio de antena parabólica, muy de moda para la época en los barrios populares de Medellín para acceder a la televisión por cable a bajos costos. Hasta que irrumpieron las bandas delincuenciales en el barrio y la confrontación entre ellas se agudizó, la Corporación entra a jugar un papel fundamental en términos de resistencia frente a los actores armados y la confrontación violenta que protagonizan. Se trata de un contexto marcado por la confrontación persistente entre bandas juveniles delincuenciales, que ejercen soberanías transitorias sobre territorios delimitados del barrio ("arriba" y "abajo"). Más tarde, con la irrupción durante los primeros años de la década del 2000 de las AUC al sector, estas bandas son cooptadas por los bloques paramilitares, de forma tal que la banda de los "de arriba" adopta la divisa del BM y la de los "de abajo" la divisa del BCN.

La comunidad experimentó por este tiempo situaciones colectivas de miedo, zozobra y desamparo, haciendo que muchos de sus habitantes permanecieran encerrados en sus casas, sin posibilidades de frecuentar los lugares tradicionales de la vida barrial, ni de participar en eventos y actividades de encuentro comunitario, pues eran objeto de intimidación y de control riguroso por los actores armados dominantes. "Hace 6-7 años a la gente le daba miedo salir a la calle, por ejemplo, en la parroquia cuando hacían el evento de la semana patronal, una miniteca, viejoteca, iban 3 o 4 personas, los organizadores". Muchos no pudieron seguir soportando la azarosa situación del barrio y se vieron obligados a abandonar sus viviendas, colocados en situaciones de desplazamiento forzado o de destierro por los bandos armados enfrentados.

En medio de esta grave situación de confrontación y violencia, con la JAC prácticamente desaparecida del escenario y una comunidad intimidada y presa del miedo, la Corporación desarrolla algunas iniciativas muy valiosas tendientes a convocar y vitalizar el encuentro comunitario, estimular la superación de la situación de miedo colectivo e impedir que los jóvenes sean reclutados o victimizados por los actores armados. Para ello, persiste en la realización de las actividades culturales vinculadas con la parabólica y el canal comunitario. Sin embargo, lo más destacado de esta experiencia de la Corporación en términos de resistencia directa han sido los diferentes ensayos de mediación entre la comunidad y los actores armados y de éstos entre sí, efectuados por su líder, con el acompañamiento del párroco y de lideres comunales, todo con el propósito de acercar a los jefes de las bandas de los "de abajo" con los "de arriba" y establecer acuerdos entre éstos que pusieran término al conflicto y suspendieran la hostilización a la comunidad.

Algunas de estas acciones de mediación y de paz se realizaron por iniciativa de uno de los bandos en conflicto.

"Como los de arriba eran más poquitos comenzaron a verse más diezmados, además porque ponían más muertos, entonces llegó un momento en el que el jefe de arriba dijo que había que hacer la paz, entonces citó al sacerdote de la comunidad, al presidente de la acción comunal y a mi persona, y dijo que buscaran con quienes más la realizaban, pero querían que se acabara (la violencia), entonces éstos empezaron de razoneros…Así fueron donde los de abajo y les dijeron que querían la paz. No se podía pasar para abajo o para arriba, entre sectores. Se empezaron los acercamientos, vino el arzobispo, un sacerdote muy preparado en el tema de la guerra y la paz. Los de abajo decían que el conflicto se solucionaba fácil: matando al jefe de arriba y listo".16

En otra oportunidad, antes de la desmovilización del BCN, realizaron también un proceso de mediación, esta vez motivados por la preocupante situación de violencia y miedo en que se encontraba la comunidad, especialmente los jóvenes, siendo ésta quizás la que más resultados directos y positivos arrojó.

"La acción de mediación se dio cuando el jefe de los de arriba habló de paz con el sacerdote, pero éste dijo que no podía solo y ahí fue cuando se reunió con el presidente de la acción comunal, una religiosa y el presidente de la Corporación y fueron a hablar con los de abajo y les dijeron que frenaran la forma de balacera indiscriminada, afectando a gente que no tenía nada que ver, que los jóvenes no todos eran malos y no todos estaban con ellos. En eso consistió, en empezar a frenar esa parte. Los de abajo se comprometieron a que eso no iba a volver a suceder. Estos continuaron con las acciones violentas, pero atacando sólo a las personas del conflicto, iban y buscan a los del conflicto".17

Más que confrontar con los actores armados, se trataba de mediar, por lo menos para sacar a la comunidad de la confrontación entre los bandos armados.

"Fue más bien un esfuerzo para sacar a la población civil del conflicto, para que la gente estuviera más tranquila. Esto fue como en el 2002-2003, antes de la desmovilización; cuando hubo lo de la desmovilización ya el conflicto se había aplacado un poco".18

Una de las características y debilidades de esta experiencia de resistencia civil no armada es que se desarrolló por iniciativa personal de unos cuantos líderes comunitarios y el párroco de la iglesia. Sin embargo, se trata de unos líderes con amplio reconocimiento y respaldo de la comunidad, que debido al miedo y la zozobra que invade a los moradores de Caunce de Oriente, le brindan un apoyo pasivo a su actuación, a la manera del Uno de Zizek en los campos de concentración nazi, "que ocupa un lugar construido (presupuesto) por los otros"19.

Entre las muy contadas experiencias de resistencia civil no armada de carácter confrontacional, pública y directa en la comuna 13, destaca la realizada por la Asociación de Mujeres de la Independencia (AMI). Se trata de una experiencia singular que conjuga tres aspectos centrales: uno, el de ser protagonizada por mujeres; dos, que se origina en el campo de la resistencia contra la pobreza y la exclusión social; y tres, que se convierte en uno de los referentes emblemáticos de la resistencia contra el dominio de los actores armados sin renunciar a las motivaciones y actividades que le dieron origen.

La Asociación surge a raíz de la realización del Programa de Mejoramiento de Barrios Subnormales de Medellín –PRIMED-(11), cuya ejecución contemplaba la participación comunitaria en la programación de lo qué se iba a hacer para mejorar la infraestructura barrial de la comuna 13 teniendo en cuenta las propuestas que tuvieran los mismos pobladores y pobladoras. Ese primer espacio convocante condujo a la conformación de AMI, integrada inicialmente por treinta socias a las que se han unido doce mujeres más, motivadas en ese momento por un ahorro programado como una alternativa a la exclusión económica, reunidas en una casa anteriormente en alquiler que hoy es de su propiedad. De esa primera motivación surgió la idea del Bazar Solidario, realizado con aportes voluntarios de distintas organizaciones de la Comuna 13 que aportan ropa, juguetes, comida, para gestionar recursos dedicados al auto-sostenimiento de la Asociación. Este proceso organizativo ha derivado en la construcción colectiva de procesos auto-sostenibles que han permitido mejorar la calidad de vida de las mujeres cabeza de familia que integran la Asociación, a través de las capacitaciones en el manejo de maquinas, computadores y la formación artesanal con los talleres de manualidades, actividades que hoy tienen todos los visos de convertirse en una micro empresa altamente creativa y sostenible.

Con la intensificación de la guerra en el año 2002 tuvieron una coyuntura de persecución, intimidación y soledad debido al desplazamiento intra-urbano que vivieron la mayoría de sus socias, frente a lo cual vinieron amenazas para el proceso organizativo. Tal situación fue leída por AMI hábilmente como retos, afrontados con el acompañamiento de distintas organizaciones no gubernamentales locales, nacionales, e incluso, internacionales. Es en ese año cuando realizan la Marcha de Solidaridad por la Vida, que se convierte en la experiencia de resistencia civil no armada más visible y directa en la comuna 13 ante la opinión pública nacional, contra la guerra. Esta acción estuvo secundada por Mujeres de Negro y Ruta Pacífica de las Mujeres, dos de las organizaciones de mujeres más directamente comprometidas a nivel nacional contra la guerra y la victimización de las mujeres por los actores armados.

"Desfilamos por todos los morros, habíamos más de 2000 mujeres. La iniciativa fue de las mujeres por que no queríamos tanta violencia, se hicieron murales muy bonitos. La intención era decir que las mujeres estábamos presentes y nos solidarizábamos con lo que había pasado. Las mujeres presentes nos solidarizamos con la 13, con tantos atropellos, violación a los derechos humanos".20

A partir de se momento se produce, en parte, lo que Scott llama la ruptura del cordon sanitaire entre el discurso oculto y el discurso público de la resistencia21. Desde entonces desarrollan una labor intensa y abierta de denuncia sobre la situación de violaciones a los derechos humanos y el control territorial armado, buscando visibilizar todo lo que estaba pasando en la comuna frente a las violaciones a los derechos humanos de la población civil en medio del conflicto. Buscando fortalecerse en ese intento, comenzaron a formarse en los mecanismos legales de defensa de los derechos fundamentales, participaron en seminarios nacionales e internacionales, asistieron y realizaron talleres de crecimiento personal, superación para víctimas del conflicto armado, a partir de lo cual han actuado como mujeres repetidoras de un conocimiento ante las víctimas de sus comunidades barriales. "Celebramos el 8 de marzo, día de la mujer, reunimos mujeres y pasamos películas, hablamos de lo que sienten y lo que tienen que decir de AMI. Todas dicen que AMI fue su liberación"22. De allí surgieron proyectos alternativos a la guerra para los niños, las niñas y jóvenes que hacen parte de la red de parentesco de AMI, además de otras acciones de resistencia civil no armada, como es el caso de la "Escucha Comunitaria" y los Semilleros de Jóvenes, niños y niñas con Proyectos Alternativos a la Guerra:

"Con la capacitación que nos dan las psicólogas aprendemos a escuchar a las personas y nosotras las ayudamos desde lo que podemos. Todas cuentan y lloran y se desahogan, se les brinda apoyo y si es necesario buscamos a donde les den orientación y asesoría".23

"La actividad de la escucha comunitaria todavía la realizamos, mas poquito pero sigue, mas que todo en grupo, porque la gente le gusta que las escuchemos todas en los talleres, comparten con sus compañeras. Nosotras nos formamos para poder hacer esto con Vamos Mujer, con ENDA y Mujeres que Crean. Los talleres en la tarde son un pretexto para el encuentro y para la escucha comunitaria".24

Formadas en la defensa de los derechos humanos, su experiencia es de confrontación a todos los actores armados, visibilizando la situación ante organizaciones no gubernamentales locales, nacionales e internacionales. Es así como se autodefinen,

"Somos civiles, neutrales y estamos contra la guerra.

Somos experiencia de resistencia civil porque estamos formando a las mujeres para mejorar su calidad de vida y la de sus familias y a los niños para mostrarles otro futuro diferente a la guerra.

La apuesta de resistencia civil se hace permanentemente a través de la formación en derechos humanos y capacitaciones diversas, y con acciones puntuales como la marcha de solidaridad por la vida convocando otras organizaciones amigas como la Ruta Pacífica y visibilizando la situación de la Comuna 13, es por esto que para los actores armados en algunos momentos la presencia de AMI fue molesta".25

CONCLUSIONES

Las experiencias de resistencia civil no armadas que aquí se han presentado, nos muestran que en las comunas populares de Medellín la ciudadanía no ha sido víctima pasiva ni ha estado impotente frente a los poderes autoritarios que los actores armados ejercen en sus territorios. Muchas de estas experiencias han sido posibles de realizar gracias al acumulado social logrado por las comunidades como producto de trayectorias de luchas y resistencias anteriores por el derecho a la ciudad. A pesar de los riesgos que la presencia de los actores armados representa contra la seguridad de sus vidas y la permanencia en el territorio, éstas logran articular múltiples formas de resistencia contra el domio de los mismos, por la defensa de sus derechos, de su autonomía y el fortalecimiento de la vida comunitaria. Estas formas de resistencia abarcan un espectro bastante amplio y diverso de matices en sus estrategias de acción, que van desde forma sutiles, calladas, invisibles o simuladas, hasta formas más abiertas de confrontación o mediación.

Así mismo, estas mismas experiencias de resistencia civil no armadas, nos muestran cómo la acción política comunitaria se realiza por métodos, vías y estrategias no convencionales, no a través de la confrontación abierta, ni a través de los discursos, declamaciones y rituales propios de la acción política; no a través de la acción dramática, abierta y desafiante, ni a través de los grandes acontecimientos, esos que "hacen historia", épicos, sino a través de acciones y estrategias que están más directamente relacionadas con la gente, con su vida cotidiana, con el juego, con la lúdica, con el deporte, con la fiesta, que muchas veces se realizan de manera simulada, discreta o tras el "disfraz" cultural.

Muchos teóricos y académicos, guiados casi siempre por marcos analìticos euronorcéntricos o convencionales, centrados más en los grandes movimientos sociales que pretenden realizar cambios estructurales en la sociedad, que se movilizan masivamente con discursos desafiantes de oposición y rechazo directo al poder hegemónico, han desconocido la importancia y el valor de este tipo de procesos de carácter "micro", cotidianos, moleculares, realizados por las comunidades barriales. El conocimiento de estas experiencias de resistencia civil no armadas en las comunas 8, 9 y 13, por el contrario, nos muestran cómo los procesos sociales y políticos locales, sectoriales, barriales, de base comunitaria, desarrollados por lo general en las urbes de las grandes ciudades latinoamericanas como Medellín, por ejemplo, han generado otras dinámicas de construcción de sociedad y de ejercicio de la política, de resignificación de prácticas y de referentes simbólicos, cuya comprensión y valoración requiere que los teóricos y analistas abandonen o resignifiquen sus enfoques y perspectivas convencionales acerca de las dinámicas sociales contemporáneas en América Latina.

Bien lo ha observado Raúl Zibechi: "Estoy firmemente convencido, como sugiere James Scott, de que los de abajo tienen proyectos estratégicos que no formulan de modo explícito, o por lo menos no lo hacen en los códigos y modos practicados por la sociedad hegemónica. Detectar estos proyectos supone básicamente combinar una mirada de larga duración, con énfasis en los procesos subterráneos, en las formas de resistencia de escasa visibilidad pero que anticipan el mundo nuevo que los de abajo entretejen en la penumbra de su cotidianidad. Esto requiere una mirada capaz de posarse en las pequeñas acciones, con la misma rigurosidad y el interés que exigen las acciones más visibles, aquellas que suelen 'hacer historia'"26. Las experiencias aquí descritas, como muchas otras aún por estudiar, requieren ser comprendidas y valoradas desde perspectivas renovadoras y creativas, que sin sacrificar las miradas macro o teatralizadas, hagan posible develar la inmensa riqueza y potencial transformador que ellas encierran en su aparente simplicidad, discreción y cotidianidad.

Muchas de estas experiencias estudiadas han tenido como estrategia la recuperación de los espacios públicos comunitarios vedados por el conflicto y cooptados por los actores armados, quienes se apropiaron de estos como una forma de control y negación de lo común. Por esto, muchas de las experiencias de resistencia civil no armadas en Medellín se centraron en desplazarse y apropiarse nuevamente de estos espacios, llenándolos de alegría y realizando actividades lúdicas, deportivas, culturales y artísticas que simbólicamente son un desafío de la vida a los poderes hegemónicos del terror y la muerte. Por lo general, todas las estrategias de acción desplegadas van dirigidas a volcar a la comunidad a la apropiación de dichos espacios o a a creación de otros nuevos, lo que les ha permitido romper fronteras y establecer puentes de diálogo y convivencia comunitarios. Estas acciones se hacen cada vez más fuertes y contundentes cuando, por ejemplo, como en algunas experiencias de las tres comunas, dichos espacios son tomados en la noche, lo que implica un doble desafío, ya que simbólicamente la noche en estos espacios ha tenido una connotación de peligro y de muerte. Por lo tanto, realizar actividades nocturnas con la comunidad ha permitido recuperar confianzas y tejer lazos de solidaridad y de valor civil entre las personas de la comunidad.

En este sentido, cabe destacar la importancia central que tuvieron y tienen las experiencias de resistencia civil no armadas centradas en el ámbito cultural, no sólo por el mayor peso relativo de las mismas frente a las de otro tipo, sino especialmente por las lecturas e interpretaciones que su ocurrencia suscita. En efecto, podemos decir que uno de los rasgos más sobresalientes presentado por estas expriencias, consistió en mostrar la manera cómo las comunidades barriales de estas tres comunas, a partir de sus experiencias de resistencia civil no armada, han logrado resignificar lo cultural en un sentido político y lo político en un sentido cultural. Parece un juego de palabras, pero es muchísimo más que eso. Estas experiencias muestran cómo las convocatorias culturales, artísticas, deportivas, lúdicas y musicales, se convirtieron para las comunidades prácticamente en la única manera de estar juntos, de afirmar un espacio colectivo, común, de encuentro, de reconocimiento mutuo, como miembros y partícipes de un nosotros. No es solo, pues, que a través de la música, el arte o cualquier otra expresión cultural, se expresara inconformidad, rechazo o malestar colectivo a la situación de violencia o al dominio de cualquiera de los actores armados; es el hecho mismo de que la comunidad se congregara como comunidad al rededor de estos espacios y de estas convocatorias, lo que le confiere un carácter y un alcance profundamente político a lo cultural, a la luz de las experiencias de resistencia estudiadas.

Por último, estas experiencias de resistencia civl no armadas muestran la profundidad y el potencial de lo pequeño. No son ni han sido escandalosas, pero han estado introyectadas en lo profundo del corazón y las conciencias de sus comunidades. Probablemente aún no correspondan al canón moderno instituido de ciudadanía, pero lo están reinventando. Probalmente no tengan aún un proyecto alternativo de país y ni siqueira de ciudad, pero es seguro que ni el uno ni la otra podrán seguir pensándose sin tener en cuenta y sin valorar en su profundidad y amplitud las potencialidades contenidas en ellas.


COMENTARIOS

1. Este artículo está basado en algunos de los hallazgos del autor en los marcos de la investigación realizada por Jaime Rafael Nieto L. (investigador principal), Mary Luz Alzate y Katherine Higuita (co-investigadoras) y Elizabeth Velez y Nathalia García (auxiliares de investigación): "Resistencia civil no armada al conflicto armado y la exclusión social. Casos Comunas 8, 9 y 13 de Medellín. 2002-2006". CISH-Univesidad de Antioquia. Medellín. 2008.

2. Según el Plan de Desarrollo Municipal: "Medellín es Solidaria y Competitiva" del actual Alcalde Alonso Salazar, persisten graves problemas sociales, expresados en altos índices de pobreza y miseria, los que afectan respectivamente al 65% y al 15% de la población de la ciudad. Personería de Medellín.Informe de Derechos Humanos 2008. Informe Ejecutivo.

3. Es de aclarar que tras la extradición de alias Don Berna a Estados Unidos, la captura o muerte de algunos de sus lugartenientes en la ciudad, el debilitamiento de la llamada Oficina de Envigado y la incursión de bandas paramilitares adscritas al sector de Don Mario, Medellín experiementa a partir de 2008 una nueva fase de reagrupamiento y disputas entre bandas delincuenciales y paramilitares, dando lugar a un nuevo flujo ascendente de homicidios.

4. De acuerdo con esta lógica, la distinción que pretende establecer Pilar Calviero entre confrontación y resistencia pierde todo sentido.

5. Hacer hincapié en estas últimas expresiones de resistencia, resulta importante puesto que, por lo general, los estudios colombianos sobre resistencia civil no armada, como se anotó arriba, sólo incluyen aquellas formas de resistencia caracterizadas por el desafío abierto al poder y la recurrencia a manifestaciones teatralizadas de confrontación y en las que los momentos heroicos cobran un sentido de marca.

6. La "exlcusión social" la asumimos aquí en sentido amplio y directo, para referirnos a la privación de todos aquellos ámbitos de realización de la ciudadanía social, relacionados con el derecho a la seguridad social, la educación, la salud, al hábitat, al trabajo, a la identidad de gènro y étnica.

7. La "Operación Orión", con la cual inaugura el Presdiente Uribe su politica de seguridad democrática, fue la acción emblemática de desalojo de las guerrillas del territorio de la ciudad en la que se conjugó la acción de las fuerzas de seguridad del Estado con comandos del BCN de las AUC, deviniendo en una acción de guerra contra la propia población civil que se pretendía salvaguardar.

8. Por razones de espacio omitiré en este artículo las experiencias correspondientes al eje de la exlcusión social y la pobreza y me centraré en las del primer eje.

9. Tales estrategias bordean lo que, en otro contexto, P. Virno, caracteriza bajo la idea del éxodo, "como sustracción emprendedora", en el que el conflicto no se presenta ya como una protesta, sino como una defección, en el que nada es menos pasivo que la fuga; el exit, dice Virno, modifica las condiciones en que tiene lugar el conflicto, más que presuponerlas como un horizonte fijo.

10. Las experiencias correspondientes a las comunas 8 y 13 están basadas en algunos de los hallazgos presentados por las co-investigadoras Katherine Higuita Alzate y Mary Luz Alzate Zuluaga a la Investigación.

11. Programa de cooperación internacional con el apoyo del banco alemán KFV, la contrapartida nacional del INURBE y el Sena, la alcaldía municipal de Medellín y la comunidad.


REFERENCIAS

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2. NIETO López Jaime Rafael. Resistencia. Capturas y fugas del poder. Desde Abajo. Bogotá. 2008.        [ Links ]

3. GUTIERREZ Sanín Francisco, "¿Ciudadanos en armas?", en AROCHA Jaime, Fernando Cubides y Myriam Jimeno (compiladores). Las violencias: inclusión creciente. Facultad de Ciencias Humanas-Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 1998.        [ Links ]

4. HERRERA Flórez Juan Alexander. Soberanía, criminalización y control punitivo no institucional en los barrios marginales de Medellín: el caso de la Zona Centro-oriental. Monografía para optar el título de Abogado. Facultad de Derecho, Universidad de Antioquia. Medellín. 2003.        [ Links ]

5. FOUCAULT M., Seguridad, territorio, población. FCE. Buenos Aires. 2006.        [ Links ]

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7. Katherine Higuita Alzate y Mary Luz Alzate Zuluaga, Resistencia Civil No Armada en Medellín. Comunas 8, 9 y 13. 2002-2006. CISH, Universidad de Antioquia. Medellín. 2008.        [ Links ]

8. Entrevista a líder comunitario, diciembre de 2007.         [ Links ]

9. Entrevista líder comunitario, diciembre de 2007.        [ Links ]

10. Entrevista a líder comunitaria en diciembre de 2007.        [ Links ]

11. Entrevista realizada a integrantes de la Corporación Sal y Luz en diciembre de 2007.         [ Links ]

12. Entrevista a integrante de la Corporación Sal y Luz, Diciembre de 2007.        [ Links ]

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20. Entrevista a líder de AMI, noviembre de 2007.         [ Links ]

21. SCOTT James C. Los dominados y el arte de la resistencia. Era. México. 2004.        [ Links ]

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23. SCOTT James C. Los dominados y el arte de la resistencia. Era. México. 2004.        [ Links ]

24. Intervención de líder en el Taller Comunitario realizado en abril de 2008.        [ Links ]

25. Intervención de líder en el Taller Comunitario realizado en abril de 2008.        [ Links ]

26. ZIBECHI Raúl. América Latina: Periferias urbanas, territorios en resistencia. Desde Abajo. Bogotá. 2008, pp. 8 y 9.        [ Links ]

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