SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.26 número78WIKILEAKS SUBORDINATE: SUPREMACY STATE IN THE SYSTEM INTERNATIONAL CONTEMPORARYDiego Silva Prada, Asociaciones campesinas en resistencia civil. Construcción de paz y desarrollo en el Magdalena Medio. Uniminuto-CEIIHS, Bogotá 2011 índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Análisis Político

versão impressa ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.26 no.78 Bogotá maio/ago. 2013

 

UNA MIRADA A LAS ‘CIENCIAS MILITARES’ DESDE LAS CIENCIAS SOCIALES*

Francisco Leal Buitrago**

* Ponencia presentada en el 'Simposio Interamericano sobre Ciencias Militares' , Bogotá, Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, 28 al 30 de noviembre de 2012.
** Sociólogo, Ph.D., Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y de Los Andes.


INTRODUCCIÓN

Mucho se ha discutido acerca de la naturaleza de las actividades militares, en especial acerca de si son un arte o un conjunto de ciencias. Tal vez el campo de esa discusión que se aproxima más a la concepción de ciencia es el de la estrategia.1 Esta se refiere al planeamiento y ejecución de operaciones militares que tienen relación directa en sus causas y efectos con la política, es decir, con las relaciones de poder en las organizaciones sociales.

Uno de los autores más citados al respecto es el militar prusiano Carl von Clausewitz (1780-1831), con su libro clásico De la Guerra. Sobre el particular, entre militares se repite su famosa frase que afirma que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". Sin embargo, si se tiene en cuenta la larga evolución de las organizaciones sociales que desembocó en la formación del Estado moderno, en la época de Clausewitz esa evolución aún estaba en marcha. Ésta transcurrió entre la finalización de la Guerra de los 30 Años, con la Paz de Westfalia, en 1648, y el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Lo más destacado en lo que se refiere a la variación en el tiempo de este axioma clausewitsiano proviene de la creación de Naciones Unidas, mediante la Carta de San Francisco, en 1945, una vez concluido el proceso de formación del Estado moderno, pues el principal objetivo de esa organización multilateral es el mantenimiento de la paz mundial y la prohibición del uso de la fuerza. Pese a las limitaciones de Naciones Unidas en el cumplimiento de este objetivo, en especial debido al anquilosamiento del Consejo de Seguridad y el poder de veto que tienen los países miembros permanentes frente a los cambios ocurridos desde su creación, la diplomacia -parte sustancial de la política- ha ocupado un espacio importante que antes era copado por la confrontación bélica. Además, esta situación ha sido reforzada por la importancia de las experiencias de integración comercial, económica y política entre países, puestas en marcha luego de la Segunda Guerra Mundial mediante acuerdos diplomáticos. De esta manera, hoy podría decirse que la guerra es una consecuencia del fracaso de la política, aunque en última instancia y a través de la guerra se defina o decante la política.

Dentro de este contexto, este escrito muestra una visión general desde las ciencias sociales, en particular desde la historia, la ciencia política y la sociología, sobre la formación del Estado moderno y su principal resultado -en relación con al tema tratado- que es la desprivatización de las guerras y el realce de la estrategia mediante el uso de la política.

Antes de entrar en materia, es necesario recordar algunas características inherentes a las sociedades, miradas éstas como organizaciones donde se establecen relaciones permanentes entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza.

El punto de partida se refiere a que los seres humanos son sociales por naturaleza y, en medio de sus diferencias individuales y de las que se derivan de las organizaciones en las que se insertan, el conflicto es parte sobresaliente de las relaciones sociales. Sobre esta base, en todas las formas históricas de organización social que se conocen, desde la antigüedad hasta el presente, el manejo de esos conflictos ha sido en ellas un factor ineludible.

En medio de las innumerables organizaciones sociales conocidas, la única que ha mostrado vocación y proyección universal es la denominada Estado-nación o Estado nacional, centrada en el Estado moderno. Esta característica, en realidad, no le es inherente per se, sino que se deriva de su inserción en el desarrollo del capitalismo como forma de producción económica, que es la que, por sus características, en especial por la de acumulación de capital, ostenta esa vocación universal.

En este sentido, aunque se toma como referente el proceso de formación del Estado moderno, el trabajo hace énfasis en lo ocurrido desde su culminación, en 1945, hasta el presente. Los tres siglos transcurridos de ese proceso se inician con la formación de un nuevo orden internacional a partir de la Paz de Westfalia, hasta la formación de un nuevo orden mundial con la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

EN BÚSQUEDA DE LA SOBERANÍA

Quizás lo que más sobresale en la formación del Estado moderno es el desarrollo del concepto de soberanía, centrado en la formación de las naciones y la búsqueda de autonomía a través de una violenta y permanente competencia entre ellas. Este concepto llegó a su clímax cuando todas las instituciones públicas -entedidas como el conjunto de normas referidas al funcionamiento y objetivos del Estado, con sus ramificaciones y dependencias, y con tendencia a permanecer en el tiempo- se relacionaron de diversa manera con la autonomía con respecto a la de los demás Estados nacionales.

El largo proceso de formación del Estado moderno pasó por diversas formas de organización. Estas transcurrieron desde la declinación de los reinos imperiales y sus colonialismos, la conformación de nuevos imperios que articulaban varias naciones -casi siempre una de ellas como dominante-, las revoluciones que impulsaron ese proceso -inglesa, en 1689, estadounidense, en 1776, y francesa, en 1789-, hasta el surgimiento de lo que el historiador británico Erik Hobsbawm (1917 - 2012) llamó el nuevo imperialismo, en la segunda mitad del siglo XIX. Éste fue motivado por el inicio de lo que puede denominarse la segunda etapa de industrialización capitalista. Tal fenómeno desató la necesidad de obtener nuevos recursos naturales para las industrias en los países donde se había consolidado la Revolución Industrial y que carecían de ellos. Esta revolución se caracterizó por la proyección del período mercantilista hacia formas emergentes de industrialización durante el siglo XVIII. Ese proceso de formación del Estado moderno se dio en medio de múltiples e intensas guerras entre los Estados en formación.

Entre las muchas guerras generadas durante esos tres siglos se destacan aquellas en las que hubo cambios cualitativos importantes en la estrategia, motivadas tanto por el genio político de estrategas, como por las innovaciones tecnológicas aplicadas al desarrollo de armamentos. Vale la pena mencionar al respecto la capacidad de innovación estratégica de Napoleón en sus campañas a comienzos del siglo XIX, los cambios derivados de la Guerra Francoprusiana en la segunda mitad del Siglo XIX -por ejemplo, el invento del fusil francés Gras, con cartucho metálico de 11 milímetros-, los desarrollos de la Primera Guerra Mundial (1914-1917) y sobre todo los de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tanto en estrategia como en tecnología, que provocaron el auge de la aviación militar y el ascenso continuado de la caballería mecanizada, en detrimento de la emblemática caballería convencional.

Para efectos de los objetivos de este análisis, la consecuencia central de la formación del Estado moderno fue la des-privatización de las guerras. En efecto, estas pasaron de ser instrumento de intereses privados de señores feudales, príncipes y reyes, a ser producto de decisiones cada vez más relacionadas con los intereses políticos de los Estados en gestación. En otras palabras, las guerras se hicieron públicas, en términos de intereses que finalmente se identificaron como nacionales y soberanos. La culminación de este proceso -al menos en teoría- fue cuando los Estados nacionales alcanzaran el monopolio legítimo en el uso de la fuerza, es decir, con el consenso de la mayoría de la sociedad identificada de manera pública con el Estado. Esta característica central del Estado moderno fue la que permitió definirlo como tal por parte del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920).

La separación entre lo lo público y lo privado en las relaciones sociales se alcanzó con el desarrollo de la ideología liberal, que se convirtió en soporte formal del capitalismo, pese a contradicciones que se presentan al respecto. Las tres revoluciones mencionadas fueron las que propiciaron, mediante sus pensadores, la difusión de esta ideología. Dentro de este ambiente, la proyección del individuo como tal, de la esfera privada a la emergente y exclusiva esfera pública, lo convirtió en ciudadano, con iguales deberes y derechos a nivel formal entre sus congéneres. De esta manera, triunfó el individualismo liberal, que es favorable al desarrollo del capitalismo, dentro de su objetivo de acumulación de capital. Quedaron rezagadas y subordinadas, entonces, las múltiples formas de organización anteriores en las que comunidades, colectividades y grupos sociales constituyen el eje de su funcionamiento.

Frente a este tipo ideal de Estado moderno -según la concepción weberiana- se presentan en la realidad diversas combinaciones de organizaciones que tienden al predominio de la ideología liberal y de las formas de producción capitalista. Pero lo más importante para el objetivo de este trabajo es la permanente búsqueda del ideal del monopolio legítimo del uso de la fuerza por parte de los Estados. El centro geográfico del largo proceso de formación del Estado moderno fue la Europa central, con proyecciones hacia otras latitudes, como por ejemplo Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia.

El subproducto principal de este contexto geopolítico con tendencia universal fueron las organizaciones sociales externas a tal núcleo geográfico, producto de los colonialismos y los imperialismos dinamizados por sus confrontaciones bélicas y sus relaciones de dominación. De esta forma, surgieron sociedades que con posterioridad llegaron a ser países, caracterizados por el atraso en términos de su desarrollo capitalista y problemas derivados de las distorsiones provocadas por las relaciones de dominación ejercidas por los países con industrialización temprana. Las diferencias entre estas organizaciones sociales y las que se derivaron del ejercicio de su dominación

fuera de sus centros geográficos tienden a mantenerse, debido a la globalización actual -iniciada en firme luego de la crisis económica mundial que comenzó en 1973- y a las relaciones asimétricas entre estos dos grupos de países. Pero así como hay notorias diferencias políticas entre los países de industrialización temprana, las hay aún más entre los atrasados.

CONTEXTO CONTEMPORÁNEO DESDE LA FINALIZACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Luego de culminar la Segunda Guerra Mundial emergió un mundo bipolarizado alrededor de Estados Unidos y la Unión Soviética. El primero representó el paradigma capitalista liberal y la segunda, el marxista leninista. Con este panorama de bipolaridad política e ideológica comenzó la Guerra Fría, tras la formulación, en Estados Unidos, de medidas que indujeron su dinámica.2 Ante el peligro que representaban las nuevas armas atómicas, la competencia por el control estratégico de áreas geográficas entre los dos ejes se desarrolló por medio de agrupaciones de países satélites alrededor de cada uno de ellos. La prueba de fuego al respecto fue la guerra de Corea, en la primera mitad de los años cincuenta, que terminó en tablas. La península coreana quedó dividida entonces en dos países antagónicos, sometidos a la influencia de cada una de las dos potencias mundiales, y también de China con respecto a Corea del Norte.

Consecuencia destacada del nuevo orden mundial que surgió de la finalización de la magna contienda bélica fueron los procesos de descolonización en Asia y Africa, ya que en América Latina habían ocurrido durante la primera mitad del Siglo XIX. Estos procesos se dieron en medio de guerras, unas más intensas que otras, frente a los colonialismos europeos que resurgieron en la segunda mitad del Siglo XIX, con el 'nuevo imperialismo' mencionado. En medio del tira y afloje bélico, nacieron problemas en las antiguas colonias, derivados de los poderes de las naciones colonialistas y sus imposiciones. Al respecto, cabe destacar los límites arbitrarios entre países y la separación de pueblos con sus nacionalidades divididas por fronteras supuestamente soberanas. Varios de estos problemas aún subsisten y son objeto de tensiones permanentes y no pocas guerras intestinas y entre naciones. El caso quizás más dramático es el del Medio Oriente, agravado por la 'resurrección' del Estado de Israel, bajo el supuesto de que había existido -sólo que casi dos siglos antes- y en detrimento de territorios pertenecientes a la antigua Palestina.

Con la proliferación de países y el crecimiento numérico de Naciones Unidas, al conjunto de los países más antiguos y de industrialización temprana se le llamó Primer Mundo, mientras que al grupo de aquellos atrasados, como los de América Latina, y los que se crearon con las guerras de descolonización se lo calificó de Tercer Mundo. Sin hacerlo explícito, el segundo mundo quedaba reservado a la Unión Soviética y sus satélites. Junto con este panorama se diseñaron las teorías del desarrollo, en particular en Estados Unidos, que suponían que los países atrasados debían transitar los mismos caminos de los avanzados para lograr su desarrollo. De esta forma, los países del Tercer Mundo pasaron a llamarse también subdesarrollados, lo que aumentó la influencia y también la injerencia de los desarrollados sobre aquellos. Esto se dio en especial en América Latina con relación a Estados Unidos, único país que realmente ejerció una hegemonía en el mundo con respecto al continente americano.

Tal vez el cambio más significativo derivado de la decantación de los Estados modernos fue el señalado sobre el realce de la diplomacia como instrumento central de las relaciones entre las naciones y la búsqueda de una paz universal, que sustituyó en gran medida a la competencia bélica entre naciones. Fundamento de esa diplomacia fue el derecho internacional, constituido en 1945 como alternativa frente al 'derecho de la Guerra', predominante en las relaciones entre naciones hasta la Segunda Guerra. Y el órgano judicial central que se derivó de la creación de Naciones Unidas fue la Corte Internacional de Justicia.

Sin embargo, estos significativos logros quedaron alterados por la Guerra Fría y la bipolarización mundial. Tal alteración implicó que el concepto de soberanía siguiera aplicándose en varios casos como recurso de arbitrariedad e impunidad, amparado por la potencia a la que estaba adscrito el Estado o los Estados con problemas. Pese a la creación de la Corte Internacional mencionada, con sede en La Haya, predominó en varios casos el ambiente de la Guerra Fría. Por eso, el estatuto de 1978 de este organismo corrigió algunos problemas sobre el particular.

Con la muerte del mariscal Tito, en 1980, volvió la inestabilidad en la Península de los Balcanes, recuperando así su vigencia el antiguo adjetivo de balcanización, equivalente a fragmentación en partes de una unidad, en especial geográfica. La concentración de etnias y naciones en esa península estratégica había provocado numerosos conflictos bélicos a lo largo de la historia. Regresaban entonces con la desaparición de la figura que había mantenido mediante la fuerza la unidad de la antigua Yugoslavia, dentro de la órbita de la Unión Soviética aunque con relativa independencia. Sin embargo, sólo hasta después de la Guerra Fría se verían las mayores consecuencias de su inestabilidad. Igual ocurrió, en 1994, con el genocidio de Ruanda, en África, en el intento de exterminio de la población minoritaria tutsi por parte de la mayoría hutu, ante la incapacidad de frenarla por parte de Naciones Unidas.

Los nacionalismos desmedidos que alimentaron visiones patrioteras durante las competencias bélicas que desembocaron en la formación del Estado moderno permanecieron así en varias latitudes, opacando las tendencias de convivencia entre las naciones. Aparte de las guerras que produjeron impacto internacional por sus consecuencias poco sospechadas, como lo ocurrido con la de Vietnam, surgieron también las guerras bautizadas como de baja intensidad por la británica Mary Kaldor (1946), producto de las confrontaciones entre los peones del ajedrez de las dos grandes potencias.

El modelo político estadounidense de la Guerra Fría se desarrolló sobre la base de la geopolítica clásica de origen alemán e inglés y se conjugó con la teoría realista de las relaciones internacionales. Ese modelo parte de considerar un mundo anárquico, en el cual cada Estado-nación es responsable de su propia supervivencia, al confiar sólo en sí mismo para protegerse de los demás. Plantea además la necesidad de mantener el statu quo como la situación más segura, tanto en el plano nacional como en el internacional. En este último plano, propende por el sostenimiento del orden jerárquico y las posturas hegemónicas. La tutela hegemónica se justifica al considerar que la democracia sólo es posible en los Estados modernos. Por eso, sobre la base del modelo, se creyó necesario proveer seguridad a los regímenes de los países atrasados frente a la influencia que sobre ellos pretendía la Unión Soviética.

La guerra de Vietnam fue uno de esos casos, además de ser una lección importante para las confrontaciones futuras. La competencia entre las dos potencias mundiales, la derrota del ejército francés en Indochina -su colonia- en 1954, los conflictos surgidos entre dos de las repúblicas nacidas de esa ex-colonia francesa -República Democrática de Vietnam, apoyada por China y la Unión Soviética, y República de Vietnam, al sur-, indujeron a Estados Unidos a intervenir para impedir la unificación de las dos repúblicas bajo la influencia comunista. Tras complicarse la situación, Estados Unidos decidió, en 1964, apoyar militarmente a Vietnam del Sur. Este apoyo creció con el tiempo, involucrando cada vez más a ese país en la guerra, hasta el punto de llegar a contar con más de medio millón de efectivos militares en su territorio y sufrir miles de bajas. Al final, con la oposición creciente de la opinión pública norteamericana a esa guerra, Estados Unidos acordó, en 1973, retirarse de la contienda, decisión que cumplió sólo en 1975, tras la victoria militar del país del norte con la ocupación de Saigón y la unificación de los dos Estados.

Esta fue la primera vez que Estados Unidos era derrotado en una guerra, que además de su prolongación, escalamiento, miles de muertes y destrucción de recursos naturales le implicó altos costos políticos y militares. La persistente guerra de guerrillas comunista minó toda clase de resistencias a la primera potencia militar del mundo. En el fondo, lo que se libró fue una guerra irregular que se enfrentó con la tecnología militar disponible en ese momento, excepto la de las armas atómicas. Esta confrontación asimétrica e irregular serviría de estímulo a confrontaciones posteriores mediante las mencionadas 'nuevas guerras'.

La distensión mundial en la segunda mitad de los años setenta se expresó en términos militares en una capacidad bélica altamente móvil y crecientemente tecnificada, factor que opacó a los ejércitos de los países atrasados, como los de América Latina. Ello obligó a un cambio de orientación estratégica en Estados Unidos. Pero, al final de los años setenta, el tema de la seguridad nacional reapareció en la agenda internacional debido a la reanudación de la Guerra Fría durante el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos (1981-1989). En los años ochenta se hizo obsoleta la guerra como medio de resolución de conflictos entre las potencias, en contraposición con su proliferación tanto interna como internacional en el mundo subdesarrollado y con mayor autonomía en sus causas y acompañamientos nacionales.

Con el fin de la Guerra Fría desapareció el comunismo como enemigo universal, pero surgieron fenómenos que son considerados nuevos enemigos no obstante ser ajenos a la órbita militar. Los conflictos armados durante la Guerra Fría tenían con frecuencia justificaciones políticas e ideológicas de origen internacional, pero con la finalización de esta época se abrieron paso las convocatorias bélicas por razones de carácter regional, étnico, religioso o nacionalista, como se ha visto en países de Europa, Asia y África. En el caso de América Latina, durante la Guerra Fría hubo conflictos armados causados por problemas étnicos, agrarios y del narcotráfico en países como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Perú y Colombia. Pero estas confrontaciones recibieron el estímulo de la política internacional. En muchos casos los opositores de los gobiernos fueron considerados como enemigos internos aliados del comunismo y la violencia desatada desbordó los mecanismos de control policivo, indujo intervenciones militares internas y militarizó a la policía.

DINÁMICA DE LA POSGUERRA FRÍA

Antes de que culminara la Guerra Fría ya había declinado la ideología de la Doctrina de Seguridad Nacional latinoamericana, a causa de la caída de las dictaduras militares y el inicio del llamado proceso de redemocratización. Aunque luego Estados Unidos dejó de preocuparse por la penetración del comunismo en la región, ello no implicó que se desentendiera de esta parte del continente. Por el contrario, su dominio se fortaleció. La pérdida de interés por Latinoamérica que implicó el derrumbe de la Unión Soviética, y la orientación de Japón, China y la Unión Europea hacia otras regiones, facilitó la nueva posición de Estados Unidos. Además, América Latina perdió valor estratégico debido a su escasez de recursos básicos para los países industrializados, su desempeño económico deficiente y su inestabilidad política. Por eso se convirtió en un actor internacional con pocas posibilidades de proyección, lo que hizo funcional la confirmación de su dependencia frente a Estados Unidos.

Con la finalización de la Guerra Fría la sobredimensión de la seguridad nacional estadounidense entró en un declive progresivo. Surgieron modelos alternativos de seguridad que no requieren de la tutela de Estados Unidos en América Latina y menos en otras latitudes. El Estado dejó de ser el objeto central de la seguridad y fue reemplazado por diversas entidades, como comunidades de países y regiones, la sociedad, la ciudadanía o simplemente las personas, con modelos como la seguridad comunitaria, la seguridad regional y la seguridad ciudadana. Además, la amenaza principal de la seguridad nacional: los Estados rivales y el comunismo, fue sustituida por múltiples amenazas, la mayoría de ellas trasnacionales y difusas, como por ejemplo el narcotráfico.

Con este panorama culminó el Siglo XX, ante una perspectiva idílica de funcionalidad de la diplomacia y grandes esperanzas para una paz duradera a nivel mundial. Algo así como la idea de 'paz perpetua' planteada por el filósofo prusiano Immanuel Kant (1724 - 1804). Además, la visibilidad de la globalización, iniciada tras la crisis económica de los años setenta pero opacada por la Guerra Fría, se fortaleció con la finalización de esta etapa del Siglo XX, ampliando los horizontes de cooperación entre naciones. El éxito de experimentos de integración, como el paradigmático de la Unión Europea, confirmaba tales esperanzas.

Excepción destacada de este ambiente fue el despertar de los Balcanes con sus numerosos grupos étnicos. Entre 1996 y 1999, Kosovo fue el centro del conflicto debido a los esfuerzos de independencia de Serbia con el apoyo de la nueva Yugoslavia, amparados por la mayoría de población albanesa. En la región intervino la OTAN, en 1999, con miles de misiones de combate y la tragedia de una 'limpieza étnica'. Fue tal el desastre bélico que obligó a crear el Tribunal Criminal Internacional para la antigua Yugoslavia con el fin de juzgar los responsables de la matanza, pero obtuvo pobres resultados. Otra excepción fue el genocidio de Ruanda, en el África subsahariana.

El ambiente de esperanzas de una paz universal cambió radicalmente luego de los acontecimientos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, ya que el presidente George W. Bush (2001 - 2009) le declaró la 'guerra universal' al terrorismo -la más difusa de las nuevas amenazas-y proclamó el principio del ataque preventivo. Los Estados recuperaron entonces gran parte de su preeminencia y la seguridad tendió a centrarse nuevamente en ellos. Sobre esta base y con la credibilidad que despertó la tragedia de ese ataque terrorista, el gobierno de Estados Unidos cometió varias tropelías, algunas con altos costos como la declaración de guerra e invasión a Irak, bajo el falso argumento de que tenía armas de destrucción masiva.

En estas circunstancias, no es por accidente que fuera en los países más alejados del modelo de democracia liberal donde resurgieron las antiguas guerras privadas, sobre todo luego de que con el fin de la Guerra Fría fueron liberados antiguos conflictos reprimidos de carácter étnico, religioso, nacionalista y regional. Sin embargo, estas situaciones no son tan sencillas de generalizar, pues con frecuencia tienen raíces más profundas y diversas que guardan relación con casos particulares que hacen más compleja la tendencia de generalización al calificar, de manera simple, como 'nuevas guerras' a la mayor parte de los conflictos bélicos con tendencia a la privatización. Además, con ellas adquirieron nuevas fuerzas los conflictos irregulares y asimétricos, donde la milenaria guerra de guerrillas continuó marcando su vigencia.

Con este panorama, Estados Unidos y la administración de Barack Obama (2009 - 2017) no pudieron liberarse de los traumas heredados, aunque el esfuerzo sobre el particular no ha sido el mejor. A las guerras de Irak y Afganistan se sumó la primavera árabe y los esfuerzos de liberarse de las satrapías. Pocos países lo lograron, como en el caso de Libia, pero Siria -país clave en el medio oriente- no ha logrado hacerlo en buena medida por el respaldo recibido de Rusia y China, y el temor de Estados Unidos y los países europeos de arriesgar su seguridad. Turquía, su antiguo aliado, le retiró el apoyo y hace parte de las tensiones en el Medio Oriente. El programa nuclear de Irán ha sido un problema más en el ambiente crítico de esa región. Por su parte, la tensión entre Israel y los palestinos sigue vigente, bajo las continuas provocaciones y retaliaciones de Israel frente al movimiento de resistencia islámico, Hamás, y a la yihad Islámica con visos terroristas. La reciente inclusión de Palestina como país observador en Naciones Unidas fue un triunfo frente a la reiterada oposición de Israel y Estados Unidos, y el disimulado del gobierno colombiano.

En este panorama sobresale el ascenso de China en el concierto mundial, pues ha llegado a ser la segunda economía del planeta bajo un proceso de modernización acelerado, en donde el régimen comunista sirve sólo de rótulo para mantener el autoritarismo de su manejo político antidemocrático. Pero su crecimiento económico sostenido ha servido para evitar mayores problemas en las economías de los países centrales en crisis, debido al tamaño de su economía y a sus relaciones comerciales con el resto del mundo, aunque éstas tienden a debilitarse. Por su parte, Rusia ha buscado recuperar el espacio que un día tuvo en el concierto mundial, pero aún le falta mucho para lograrlo.

Ante la crisis económica generada a finales de la primera década del Siglo XXI, debido a manejos arbitrarios de los sistemas financieros por parte de banqueros inescrupulosos y a la disminución o la carencia de controles oficiales, la Comunidad Europea ha llevado la peor parte. Pero Estados Unidos se encuentra en la cuerda floja debido a su enorme déficit fiscal. Además, está en manos de China en la medida en que sus gigantescas reservas alcanzan más de tres billones de dólares, la mayor parte en bonos del Tesoro de ese país. Por su parte, por primera vez en su historia, los llamados países emergentes y varios del antiguo Tercer Mundo han salido relativamente bien librados de la crisis económica mundial. Toda esta situación marca posiblemente el inicio de una nueva etapa en el contexto de un nuevo orden a nivel mundial.

POSIBILIDADES DE IDENTIFICACIÓN DE PERSPECTIVAS

Durante este período de la pos-guerra fría, el proceso de innovación tecnológica en los armamentos ha sido relevante, así como las nuevas estrategias derivadas más del crecimiento de la población, las ciudades, la economía y la tecnología en general que de nuevos estrategas políticos. Así mismo, provienen de los significativos cambios derivados de la globalización y de la aplicación de la diplomacia y la gestión de los organismos multilaterales para la solución de los conflictos. El realce que tuvo el concepto político de soberanía y sus aplicaciones para la solución de los conflictos a través de confrontaciones bélicas se opacó con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de las Naciones Unidas. Pero ello ocurrió más que todo con la finalización de la Guerra Fría y el auge de nuevas amenazas -diversas, difusas y trasnacionales- que no requieren necesariamente de acciones bélicas para su control. Este campo está lleno más de incertidumbres que de certezas. Sobre el particular, vale la pena señalar dos de los varios casos que podrían traerse a colación.

Las guerras asimétricas, a las que se les llamó de cuarta generación en elaboraciones castrenses, incorporan factores diversos que solamente pocos de ellos exigen un manejo militar, en el sentido convencional del término.3 A esto se le suma la incorporación de alta tecnología de punta en el manejo subrepticio de nuevos conflictos, con el fin de conseguir información y dar golpes certeros, como es el caso de los denominados drones, o aviones no tripulados, cada vez más sofisticados.4

Con estas anotaciones finales como punto de partida para elaboraciones futuras, puede afirmarse -en esencia- que el mundo se encuentra en una situación de profundas transformaciones, con consecuencias importantes en el campo militar. Lo que se percibe ahora no permite sacar ninguna conclusión definitiva. Más bien induce a buscar de manera permanente información actualizada, con el fin de no cometer costosos errores si se sigue pensando y actuando con los criterios tradicionales que han regido por largo tiempo en el campo militar, sobre la base de decisiones tomadas en la política.

Quizás sea tiempo ya de pasar del trajinado y abstracto enunciado de 'ciencias militares' al campo efectivo de su definición y de su práctica, no en términos de los sub-campos conocidos en la administración castrense, sino en el global de la investigación científica. Ésta tiene que contar con el rigor científico conocido y practicado desde hace al menos un siglo en el campo de las ciencias, y con mayor seguridad en el espacio particular de la estrategia. Para ello se requiere de la sistematización en las teorías elaboradas y articuladas de los diversos y numerosos conocimientos disponibles sobre el tema militar. Además, ese rigor debe proporcionarlo las reglas de metodologías científicas, que sirvan de guías para las interpretaciones de la realidad, apoyadas en las teorías que se decanten. Pero el campo de la 'estrategia en acción' no puede ser objeto de la ciencia, pues de lo que se trata allí es de buscar la victoria frente a un enemigo. Debe ser, por supuesto, la estrategia tomada como conocimiento histórico, pasado, presente y futuro.

COMENTARIOS

1 Por ciencia se entiende la producción de un conocimiento exclusivo , a partir de la aplicación de normas definidas de investigación, con el apoyo de conocimientos teóricos sustentados en patrones de calidad con respecto a la objetividad de las interpretaciones de los problemas analizados , con el fin de que la influencia de las ideologías no desborde el rigor de los procesos de investigación.

2 La rápida invasión militar y sometimiento político de los países de Europa Oriental por parte de la Unión Soviética, en la fase final de la Segunda Guerra, aceleró la reacción de Estados Unidos contra el comunismo. El Acta de Seguridad Nacional, promulgada en Estados Unidos en 1947 , fue el principal instrumento legal para el desarrollo de la concepción del Estado de seguridad nacional. Esta ley dió al gobierno federal el poder para movilizar y racionalizar la economía nacional al involucrar a los militares en ella, preparándolos para la eventualidad de una guerra. Por medio de esa ley se crearon el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) , instituciones que establecieron un nuevo patrón para el Estado y la sociedad, en virtud del papel dominante que asumía Estados Unidos en el concierto político mundial. Fue la ratificación formal de la Guerra Fría , que identificó a la Unión Soviética como el enemigo principal, a quien se consideraba responsable de las guerras anticoloniales y los procesos de cambio social del momento. Se determinó además que el medio fundamental para su control sería la aplicación del concepto de contención -formulado por George Kennan- frente a la Unión Soviética, mediante el cual se utilizaban los medios disponibles para evitar su expansión. Poco después apareció la concepción de guerra limitada -que excluye la confrontación atómica- como principio central del conflicto. La guerra de Corea fue la concreción inicial de este tipo de enfrentamiento.

3Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos, Universidad Militar Nueva Granada, "Guerras de cuarta generación", UMNG - IEGAP # 108, Bogotá, 16 de agosto de 2011.

4Gabriel de Paula, "Operaciones aéreas con vehículos no tripulados", Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales, CESDAI , Documento de Análisis Número 06, Bogotá, octubre 2012.