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vol.26 número78UNA MIRADA A LAS ‘CIENCIAS MILITARES’ DESDE LAS CIENCIAS SOCIALESLiliana Estupiñán Achury. Desequilibrios Territoriales: Estudio sobre la descentralización y el ordenamiento territorial colombiano; Una mirada desde el nivel intermedio de gobierno. Bogotá, Universidad del Rosario, 2012, 416 págs índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Análisis Político

versão impressa ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.26 no.78 Bogotá maio/ago. 2013

 

Diego Silva Prada, Asociaciones campesinas en resistencia civil. Construcción de paz y desarrollo en el Magdalena Medio. Uniminuto-CEIIHS, Bogotá 2011.

Por: Julie Massai,
Docente e investigadora del IEPRI


El libro que se presenta es la publicación de la investigación doctoral (Universidad de Buenos Aires). El tema central es el análisis de la acción colectiva y movilización social en Colombia, y más generalmente en contexto de conflicto armado. El análisis se ubica en un marco temporal desde los años ochenta hasta la actualidad.

El autor plantea en este trabajo la necesidad de reflexionar sobre la forma como la población campesina responde a una situación de conflicto, ante la dificultad de posicionarse respecto a los actores armados, y como se promueve alternativas pacificas y proyectos productivos que no responden a las dinámicas del modelo del desarrollo agro-industrial. Después de contextualizar el conflicto en Colombia, partiendo del análisis de la zona del Magdalena medio, se hace énfasis en la historia regional y la formación de esa región en el imaginario nacional, en las principales características de la economía local, en la ausencia casi total de la presencia del estado y de su institucionalidad en muchas zonas alejadas; luego se examina el progresivo desarrollo del conflicto en esta región y el dominio de los actores armados. Se estudia en general las diferentes variables de la violencia económica y política, con mayor énfasis en la última, aunque ambas son descritas como estrechamente vinculadas.

Me parece que el primer aporte y valor propio de un trabajo de estas características es justamente la investigación empírica minuciosa, desde un trabajo de campo (realizado en 2009) que combina varias practicas como entrevistas y relatos de vida, en aras a examinar dos estudios de caso: las asociaciones campesinas del Carare y del Cimitarra, que tienen una trayectoria de una década aproximadamente, con altibajos. Se examina su conformación, sus motivos y su repertorio de acción. Igualmente se hace un estudio de sus discursos frente al contexto de conflicto, a las propuestas de paz, y a la concepción del desarrollo.

El autor parte de la hipótesis según la cual los ejercicios de la violencia política recaen en la población civil campesina, al mencionar: "Contrario a lo que la mirada militarista ha querido hacer ver, los actores centrales de esta guerra prolongada no son los ejércitos sino los campesinos, los pobladores rurales que han sido inscritos en las dinámicas de guerra pero que han respondido estratégicamente para construir la paz desde diversas alternativas económicas y políticas" (p. 18). Esa idea es el hilo conductor del trabajo en conjunto y particularmente del estudio de campo realizado. Otra idea de partida que se quiere demostrar es el cambio en la figura del campesinado, actor que se ha organizado y constituido en "sujeto politizado" en tanto actor "civil participante y constructor del bien común", y eso mediante acciones colectivas que "tienden a la refundación de los circuitos comunitarios basados en la solidaridad y el cooperativismo" (p. 20).

El autor propone así salir de una visión esencialista de los actores, proponer un nuevo acercamiento histórico y sociológico. También se propone cuestionar una visión rígida de lo que es "político", y dar énfasis al análisis de discursos de actores cuyas divergencias con discursos oficiales (pero también académicos) no son pocas. Finalmente su eje teórico central es conceptualizar la resistencia civil desde los aprendizajes de los dos casos.

En el capítulo de contextualización (cap. 2) se resaltan tres constantes históricas o elementos estructurales de la realidad social: la cultura política antidemocrática; las relaciones clientelares; el desarrollo insular de las regiones, que "son vigentes y hacen parte de la actual dinámica del conflicto" (p. 55). De allí, el autor insiste en que "todos los actores retoman los elementos estructurales para redefinirlos desde sus propios intereses y lógicas de acción, generando singulares dinámicas dentro de una guerra de baja intensidad y larga duración" (p. 59). Desde allí se plantea un análisis de las consecuencias de la debilidad estatal (tema de la justicia, falta de servicios de educación y salud y repercusiones sociales de la violencia política) y del difícil reconocimiento de la comunidad campesina.

Se profundiza en el estudio desde tres ejes: a) La "Desterritorialización" (p. 92) que es "la falta de referencias institucionales donde los espacios comunitarios están abiertos a las fuerzas irruptoras de los actores armados. La delimitación del espacio de la comunidad se fractura por las continuas entradas y salidas de las fuerzas coactivas (..) en los lugares comunitarios"; b) La "Destemporalización" (p. 93) que "crea un tipo de experiencia del tiempo en el que las dimensiones del paso y futuro se estrechan en un presente que no va mas allá dl imperativo de las angustias por la supervivencia en un contexto de fuego cruzado"; c) la redefinición del espacio público /privado por la "falta de asidero institucional para resolver la conflictividad social" (p. 91)

Luego se examinan las consecuencias de todo ello sobre la reorganización de los actores, su adaptación a las nuevas configuraciones de actores y de la violencia, evaluando cómo esto impacta sus repertorios de acción. De allí el examen de las estrategias y de los obstáculos a estas. Entre ellas se observan: 1) El pacifismo y la no-violencia activa; 2) La denuncia de cualquier forma de violencia cualquiera sea su perpetrador; y el reivindicar el derecho a la vida como valor, denunciando las violaciones a DH; 3) Afirmar la neutralidad: se observa dos posiciones diferentes en los actores estudiados; 4) Derecho al no involucramiento, Rechazo a ser tomado como blanco partidario, y rechazo a la entrada de las Fuerzas Armadas y actores armados ilegales a sus territorios. Pero también se observa 5) El abandono de la reivindicación de tierras así como el desarrollo de otra concepción del desarrollo agrario y proyectos productivos y 6) el desarrollo de alianzas con actores externos (ONG/cooperación internacional). Los obstáculos que enfrentan para desarrollar estas estrategias sin embargo siguen siendo poderosos: bloqueo económico (por el gobierno que impide la entrada de alimentos); Actores armados que rechazan la neutralidad, no creen en ella y/o adjudican los actores en un bando u otro; las divisiones internas de la población (diversidad de estatus nivel de vida, precariedad), y la ausencia de instituciones estatales.

No obstante dichos obstáculos se puede observar la consolidación de procesos organizativos campesinos regionales. Entre sus principales logros se pueden destacar: 1) crear "espacios de institucionalización realizando una construcción de estado desde las bases sociales"; responder a las demandas no escuchados por Estado, "potencializando lo político y lo económico proponiendo una mayor participación en la toma de decisiones colectivas y creando proyectos viables que defiendan la eco campesina de subsistencia"; 2) "lograr un reforzamiento del tejido social popular y una universalización de sus exigencias mediante la reapropiación del discursos de los DH" (ambas citas: p. 128). Pero también se observan divergencias en ambas Asociaciones, que proponen una actitud diferente frente al tema de la neutralidad. La Asociación del Carare la asume claramente: incluso se declara abierta e incluyente, y dialoga con todos los grupos armados, pero mantiene su postura de no-violencia activa; empero, han tenido problemas pues han sido infiltrados o han tenido que enfrentar la forma en que los actores armados los ubican en el campo adversario a pesar de su anhelada neutralidad. Mientras la Asociación del Cimitarra no es tan clara en cuanto a la neutralidad política (partidista) e ideológica.

Los repertorios de acción colectiva se examinan en detalle, y es un aporte fundamental del libro pues D. Silva realiza un pormenorizado examen de los discursos y de las estrategias asociadas. Debe destacarse aquí el análisis del concepto de Resistencia civil (cap. 4), y de sus diferentes modalidades concretas en ambos casos, sobre todo el del Carare. A pesar de sus debilidades intrínsecas, los actores del Carare logran mitigar la "intransigencia del conflicto" en el nivel de relaciones interpersonales y buscan la resolución pacífica de conflictos y convivencia. En el Cimitarra, las acciones tienen una tonalidad distinta, con mayor énfasis en acción humanitaria, el Campamento ecológico y la denuncia de los megaproyectos de minería o el reivindicar la biodiversidad, la protección de los Recursos naturales y del medioambiente para mitigar la pobreza, defender el nivel de vida campesina. En síntesis, el éxito mayor logrado con estas actividades es romper el bloqueo económico, y lograr "una apertura de la territorialidad campesina dirigida hacia el señalamiento de la extralimitación de la fuerza de los actores armados" (p. 137).

A continuación, el autor propone un análisis de los proyectos productivos realizados en alianza con actores externos (ONG y organismos de la cooperación internacional que se involucran en proyectos de subsistencia y "reproducción de la vida campesina"); Todo ello en aras a elaborar un modelo de desarrollo sostenible no conforme al modelo agroindustrial, sino partiendo de pequeños proyectos de corto y mediano plazo con productos locales. Después del debilitamiento organizativo en los 1990 y principios de la década del 2000, se observa una renovación con el surgimiento de actores diversos (mujeres, desplazados) que también tienen fuertes debilidades pero que ayudan a poner en la agenda política "el derecho a la vida".

El cap. 4 presenta el mayor aporte teórico, en torno a la definición de resistencia civil, especificando en que se diferencia de la desobediencia civil (más de corte individual), a partir de los aportes de H.D. Thoreau y de sus reapropiaciones por movimientos y lideres como Gandhi o Martin Luther King. Se hace énfasis en la dimensión colectiva del proceso de resistencia civil, vista como la lucha política contra todas las expresiones de la dominación social. Se diferencia dos tipos genéricos de acciones (De no cooperación, y de Intervención) y compara como los actores recurren a uno u otro tipo. La Asociación del Carare tiende a recurrir a Acciones de no cooperación, mientras la del Cimitarra usa mas acciones de intervención. Esas últimas son a su vez o bien "disruptivas" o creativas": entre las disruptivas están bloqueos de vías, paros y ocupación de tierras, y entre las creativas están acciones educativas de transmisión de valores, pedagogía y cursos en Derechos Humanos, formas de buscar el reconocimiento simbólico. La principal conclusión al respecto es que la A. del Cimitarra usa mas acciones disruptivas que la del Carare; pero también desarrolla acciones creativas de formación de ciudadanía y actividades pedagógicas, mientras la A. del Carare privilegia la opción de construir consenso con los Actores armados. Si bien no se explicita del todo el porqué de esa diferencia entre los dos actores, se da a entender que ello depende mucho de los distintos contextos en los que se ubican y la configuración de los actores armados así como experiencias de violencia local anteriores.

En síntesis, ambas asociaciones "al trabajar por la consecución de una paz amplia y profunda con raíces económicas y sociales paz, han funcionado como instituciones políticas tendientes a la estabilización de las expectativas y a la creación de ordenes sociales y por lo tanto menos propensos a la confrontación bélica". (p. 188). Más adelante insiste que son actores "reemplazantes de la institucionalidad estatal, y estructuras de defensa de las comunidades en los territorios en disputa" (p. 189).

En fin, a contracorriente de una visión institucionalista y cerrada de lo "político", se considera a estas asociaciones campesinos como actores políticos en la medida que cumplen cuatro roles fundamentales: 1) definir un territorio y lograr "una democratización" de los espacios gestados desde los proyectos campesinos; 2) Fomentar el aspecto participativo comunitario 3) Lograr la transformación y canalización del conflicto, 4) Lograra la ampliación de espacios públicos. Así mismo se resalta el rol que cumplen en la definición de proyectos de paz y desarrollo, y como sus visiones contrastan con las de actores oficiales que han rechazado la participación de la sociedad civil en los acuerdos de paz o procesos de negociación. Se resalta así que ven la paz estrechamente asociada al desarrollo, como un proceso y no un estado de cosas fijo y alcanzado, y se insiste también en la visión de una "imposible reconciliación" y el reto de la construcción de la "convivencia". Esto merece un serio debate académico de cara al proceso de paz actualmente iniciado en Colombia y a la posibilidad de una mayor participación de la llamada sociedad civil en dicho proceso.

En las conclusiones se analizan sintéticamente las fortalezas y debilidades de los actores, sus aportes discursivos pero también las ambigüedades de ciertas posturas políticas (partidistas) y la dificultad de mantener la neutralidad. El autor ha presentado así un análisis empírico como los hay aun muy pocos, con rigor y precisión y con una capacidad de vincular estrechamente y hábilmente lo empírico y le teórico que es también una calidad rara en trabajos de investigación.

Sin embargo, se podría esperar en futuros trabajos un mayor análisis de la relación con los actores externos. No está del todo desarrollado el acápite referido a las relaciones con ONG y la cooperación internacional, donde se menciona que "las críticas que se han hecho a los actores externos no son tan universales" como se creería (p. 182) sin explicitar la idea. Se entiende que no son del todo compartidas pero no se presenta una argumentación explicita al respecto. En las conclusiones hay más elementos pero falta ser mas explicito en este aspecto. Otros aspectos pueden también ser precisados, como el sistema de alianzas con actores internacionales que ha permitido "fortalecer un entramado de apoyo fundamental para el mantenimiento sostenido de la lucha social", sin que se analice cómo funciona ese sistema de alianzas y cuáles son sus resultados. Igualmente, se habla de amplias alianzas con actores internacionales (entre ellos: organismos de cooperación y ONG), pero sin dar información para ilustrarlo del todo. Así mismo, se habla de una clara conexión entre lo local y lo global, conexión que yo no alcance a percibir, ni en su funcionamiento ni en sus impactos. Desarrollar más esas ideas permitiría contrastar las observaciones empíricas con la literatura teórica sobre el rol de las ONG. Sería útil examinar con dichas alianzas con ONG impactan o no sobre el poder "social y político de las asociaciones campesinas. De esta manera seria un aporte empírico clave para rebatir algunos de los debates teóricos en torno a la dependencia de organizaciones del sur hacia el norte.

Otro aspecto me parece importante resaltar: la relativamente poca atención a los aportes de la teoría de la movilización social en un libro dedicado a la acción colectiva; lo que parecería demostrar una vez más la dificultad o la timidez (frecuente en la literatura sobre actores sociales en Colombia) para discutir de frente y analizar la pertinencia de este concepto de movilización social. Debería lograrse una justificación más clara del no uso de esta literatura, especialmente la que gira en torno al debate de la ciudadanía desde abajo, que merece ser discutido con más profundidad desde lo empírico; el estudio de caso comparado propuesto por D. Silva sería una buena oportunidad al respecto. También se podría retomar los aportes críticos que han realizado muchos movimientos sociales latinoamericanos sobre la dificultad de ejercer la ciudadanía en situación de desigualdad y pobreza, cuestionado los fundamentos de la ciudadanía liberal, aspectos que aquí no se analizan. Igualmente se podría haber analizado con más detalle las concepciones del "poder desde abajo" y la influencia que tuvieron en actores campesinos e indígenas en otros casos, para determinar si esto es o no pertinente en este caso.

No obstante estos aspectos no del todo desarrollados, el libro de Diego Silva Prada representa un aporte sustancial en muchos debates fundamentales para Colombia, no solo para académicos sino también para los actores y la sociedad civil de cara al actual proceso de paz apenas iniciado, frente a la violencia y como esta se manifiesta y afecta la acción colectiva de poblaciones civiles. También lo es para saber más de la relación entre violencia y el poder. Es un trabajo riguroso, juicioso y detallado desde un estudio empírico en condiciones difíciles y con limitaciones fuertes para la investigación. Es contundente en muchos de sus aportes y conclusiones. Lo considero por ende una lectura ineludible para cualquier persona interesada en comprender más acerca de la acción colectiva y la violencia en Colombia.