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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.27 no.80 Bogotá Jan./Apr. 2014

https://doi.org/10.15446/anpol.v27n80.45618 

http://dx.doi.org/10.15446/anpol.v27n80.45618

DAR O NO DAR PAPAYA: EL ROMPECABEZAS DE LA CONFIANZA INTERPERSONAL*

THE PUZZLE OF INTERPERSONAL TRUST

Juan Gabriel Gómez Albarello**

*El autor agradece a Edgar Javier López y Luis Fernando Pineda del Departamento de Estadística de la Universidad Nacional, por su ayuda en la solución de algunos problemas del modelo estadístico usado en esta investigación.

**Profesor Asistente del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Colombia. Email: jggomeza@unal.edu.co

Fecha de Recepción: 10/10/2013
Fecha de Aprobación: 18/03/2014


RESUMEN

Un aspecto no suficientemente considerado en la solución del dilema social de la redistribución de la riqueza es el papel mediador de la confianza. En este artículo presento evidencia preliminar a este respecto. Posteriormente considero varios mecanismos que pueden explicar los niveles de confianza interpersonal observados en 54 países incluidos en la quinta Encuesta Mundial de Valores (2005-2008). Los resultados de un modelo estadístico multivariado indican que las variables con mejor desempeño son el nivel de riqueza, la estabilidad política y, con un efecto negativo, la participación einclusión en los procesos de toma de decisión. Sin embargo, un análisis de los niveles de confianza interpersonal con base en las encuestas del Latinobarómetro realizadas entre 1996 y 2010 arroja resultados parcialmente distintos. Modelos posteriores podrían resolver esta disparidad tomando en cuenta la variedad de trayectorias históricas en cada región o modelando el efecto de los mecanismos derivados de la estructura social, económica y política de modo distinto.

Palabras Clave: confianza, desigualdad, heterogeneidad étnica, estabilidad política, instituciones.

SUMMARY

One aspect not sufficiently considered in solving the social dilemma of redistribution of wealth is the mediating role of trust. In this article, I present preliminary evidence in this regard. Later, I consider several mechanisms that may explain the observed levels of interpersonal trust in 54 countries included in the fifth World Values ​​Survey (2005-2008). The results of a multivariate statistical model indicate that the best performing variables are the level of wealth, political stability, with a negative effect , participation and inclusion in decision -making processes . However, an analysis of the levels of interpersonal trust based on surveys conducted between 1996 and Latinobarometer 2010 shows partly different results. Later models could resolve this disparity considering the variety of historical trajectories in each region or modeling the effect of mechanisms from social, economic and political structure differently.

Keywords: trust, inequality , ethnic heterogeneity , political stability, institutions.


A MODO DE INTRODUCCIÓN: DESIGUALDAD, REDISTRIBUCIÓN Y CONFIANZA

En muchas culturas es posible encontrar expresiones coloquiales acerca del riesgo de exponerse a ser víctima del engaño o de la violencia. "Dar papaya" es el término usado en Colombia para referirse a situaciones en las cuales habría sido necesario tomar precauciones adicionales para evitar el infortunio de ser defraudado o robado. La expresión es una admonición con respecto a depositar confianza en otros que están dispuestos a aprovecharse de uno.

Ordinariamente, los colombianos damos el consejo de "no dar papaya". Esta evidencia anecdótica se ve reflejada en los niveles observados de confianza interpersonal tanto en la Encuesta Mundial de Valores como en las del Latinobarómetro. Es preciso resaltar que, comparados con otros latinoamericanos, pareciera que los colombianos no hacemos nada distinto de lo que la prudencia aconseja. Sin embargo, si tomamos en cuenta el reporte de gente en otras sociedades en Europa o en Asia, bien pronto habremos de caer en cuenta que somos bastante desconfiados.

Este mayor grado de desconfianza podría ser considerado como un mero rasgo idiosincrático. No obstante, desde la década de los 1990s, la cosa se ha empezado a ver de otro modo, en particular, a la luz de teorías y evidencia que confluyen en destacar el vínculo que hay entre la confianza interpersonal, la cooperación y la integración social (Cook, 2001; Gambetta, 1988; Luhmann, [1973]1996; Hardin, [2006]2010; Sztompka, 2000; Warren, 1999). Este vínculo ha sido objeto de especial atención en lo que concierne al desempeño económico y al funcionamiento de las instituciones.

En efecto, hay evidencia de que los costos de transacción son mucho más bajos en sociedades en las cuales la gente confía en los demás (North, 1990). El tema, sin embargo, no se agota en la mayor inversión de recursos en actividades productivas, distintas de asegurarse de que los otros cumplan lo que prometen. El asunto también tiene que ver con las mayores oportunidades que se generan en sociedades en las cuales la confianza se defrauda menos (Fukuyama, 1995). En el mismo orden de ideas, varios autores han resaltado el hecho de que las instituciones que contribuyen al funcionamiento del mercado y de la misma democracia precisan de un entorno en el cual los individuos se comporten honestamente y con arreglo a normas compartidas (Ostrom, 1998; Putnam, 1993; Rothstein, 2004). Seguidores de este enfoque han postulado que instituciones honestas sucumben en entornos de desconfianza interpersonal y que su fracaso hace más gravosa la desconfianza existente (Hooge y Stolle, 2004). Así las cosas, es comprensible que buena parte de la literatura acerca de la confianza interpersonal esté guiada por esta pregunta: cómo modificar situaciones que acusan su erosión o su ausencia (Nannestad, 2008).

En América Latina la anterior pregunta se intersecta con otra: la relativa a la reducción de la desigualdad. Con buena razón, muchos enfoques acerca de la desigualdad han puesto el énfasis en la exclusión de los sectores sociales subordinados del proceso político institucional o en su integración subordinada mediante prácticas de cooptación y clientelismo (Cueva, 1985 y 1988; García, 1987; Lambert, [1963]1964; Rouquié, [1987]1989). Sin embargo, estos mismos enfoques usualmente han soslayado el efecto de la confianza interpersonal en el funcionamiento de las instituciones, incluidas aquellas que podrían implementar políticas redistributivas.

Para la izquierda política, así como para la izquierda intelectual, lo decisivo ha sido el control de los procesos de toma de decisión acerca de la distribución de los recursos. El control social informal, el imperio de la ley y la lucha contra la corrupción han sido, por el contrario, temas usualmente asociados con el centro o centro-derechas intelectuales. No obstante, la relación existente entre los niveles de confianza interpersonal, por un lado, y los niveles de tributación, por el otro, debería suscitar una reflexión acerca de la forma como los actuales niveles de desconfianza contribuyen a reforzar patrones de desigualdad. En efecto, si la expectativa generalizada es que la mayoría de los ciudadanos no cumplirá con sus deberes, entonces cada ciudadano tendrá un fuerte incentivo para eludir las cargas públicas que harían posible los procesos redistributivos. En otras palabras, con bajos niveles de confianza interpersonal, el dilema social de la redistribución tendrá una solución consistente en afirmar e incluso acendrar la desigualdad.

Si los tributos son el mecanismo fiscal idóneo para redistribuir la riqueza y reducir la desigualdad, y si la disposición para pagarlos depende de la confianza, entonces deberíamos observar un vínculo entre la confianza interpersonal y los niveles de tributación en cada país. Desde luego, la existencia o no de coaliciones políticas con un proyecto redistributivo es determinante en la aprobación e implementación de políticas que propendan por la reducción de la desigualdad. Sin embargo, es posible postular que la confianza es un factor del que depende la carga fiscal en un país. La evidencia limitada que presento a continuación sirve para considerar la relación que hay entre uno y otro fenómeno.

He tomado como referencia la proporción de personas que reportan confiar en los otros de la quinta Encuesta Mundial de Valores realizada entre el 2005 y el 20081, y la proporción del ingreso interno que corresponde a la carga fiscal de 54 países incluidos en la Encuesta, para lo cual me he servido del Informe del 2013 del Índice de Libertad Económica elaborado por la Fundación Heritage2. Como lo muestra la siguiente tabla, hay disparidades bastante significativas. Hay países como Brasil, Francia y Turquía en los cuales la carga tributaria es mucho más alta de lo que uno esperaría observar dados los bajos niveles de confianza interpersonal. También hay países como China, Indonesia, Tailandia y Vietnam en los cuales los altos niveles de confianza personal no se corresponden con los relativamente bajos niveles de tributación. La correlación observada entre estos dos niveles es moderada, pero estadísticamente significativa. Empero, al excluir los países mencionados anteriormente, en los cuales otros factores distintos de la confianza inciden notablemente en la carga tributaria, la correlación aumenta de un modo importante: de 0.46 a 0.64, siendo también esta última estadísticamente significativa (p < 0.001).3

De acuerdo con un prejuicio profundamente arraigado entre muchos latinoamericanos, la heterogeneidad étnica ha sido un obstáculo al desarrollo económico (Stavenhagen, 2002). A la heterogeneidad étnica también se le atribuye la dificultad para resolver el dilema social de la redistribución. De acuerdo con este prejuicio, la redistribución social de la riqueza sería un logro de sociedades homogéneas en las cuales se observan altos niveles de confianza interpersonal. A este respecto, los países escandinavos son el punto de referencia más común. De hecho, algunos autores se refieren a este fenómeno en los términos de "excepcionalismo nórdico" (Delhey y Newton, 2005). Así las cosas, no debería sorprendernos que haya quienes saquen la conclusión según la cual los niveles de confianza interpersonal dependen de la estructura social, en particular, del mayor o menor grado de heterogeneidad étnica observado en cada sociedad.

Sin embargo, esta es una generalización apresurada. Quienes la formulan pasan por alto el hecho de que sociedades étnicamente diversas como Canadá, Nueva Zelanda y Suiza tienen niveles de confianza mucho más altos que el de otras sociedades mucho menos heterogéneas. Lo dicho aquí justifica un nuevo examen acerca de las posibles causas de la confianza interpersonal.

Para realizar este examen voy a proceder del siguiente modo: en primer lugar, voy a examinar la pertinencia de la pregunta acerca de la confianza interpersonal incluida en las encuestas de cultura política. En este mismo apartado consideraré también la pertinencia de los enfoques que centran su atención en procesos colectivos y no en rasgos individuales. En segundo lugar, examinaré varios mecanismos que posiblemente intervienen en la generación de niveles más altos de confianza, cuyo efecto se deriva de características de la estructura económica, social y política. Luego, en tercer lugar, con base en las respuestas a la quinta Encuesta Mundial de Valores (2005-2008), presentaré los resultados de un modelo estadístico usado para determinar ese efecto y discutiré algunas de sus implicaciones. En cuarto lugar, presentaré un análisis de las respuestas a las encuestas del Latinobarómetro (1996-2010) que arrojan un resultado parcialmente distinto del modelo anterior y que plantean la necesidad de repensar la forma en la cual operan los mecanismos político-institucionales en los procesos de formación de la confianza interpersonal.

I. LA CONFIABILIDAD Y SUS POSIBLES EXPLICACIONES

Al indagar sobre el nivel de confianza interpersonal en cada país, muchas encuestas de cultura política incluyen la siguiente fórmula: "Hablando en general, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los demás?" Uslaner (2002) arguye que esta pregunta suscita respuestas referidas a la comunidad moral con la cual se identifica cada encuestado. En sociedades heterogéneas, el encuestado no proporcionaría una respuesta general sino una relativa al grupo de personas con las cuales cree compartir valores comunes, lo cual pondría en entredicho el significado general que los investigadores usualmente le atribuyen a esa respuesta. En una encuesta sobre confianza en Dinamarca, Nannestad (2008) observó que las respuestas de los daneses de origen y de los inmigrantes variaban dependiendo de la comunidad moral de referencia, lo cual refrenda el punto planteado por Uslaner. Sin embargo, como lo admite el mismo Nannestad, hay varias razones en favor de continuar usando las respuestas a la pregunta estándar sobre confianza interpersonal.

Además de consideraciones prácticas tales como dejar de usar una gran cantidad de información ya recaudada, hay evidencia de una fuerte correlación entre los niveles de confianza interpersonal, la percepción de la corrupción (Uslaner, 2002; Uslaner y Badescu, 2004) y la disposición para actuar honradamente (Bjørnskov, 2007). En relación con la evidencia contradictoria que proviene de experimentos acerca de la validez de la pregunta, consistentes en un juego de confianza entre un remitente y un destinatario (Glaeser et al., 2000; Fehr et al., 2002), Sapienza et al. (2007) plantearon la necesidad de distinguir dos dimensiones en el acto de confiar: por un lado, las preferencias específicas del remitente, basadas en su aversión al riesgo, su sentido de reciprocidad y su nivel de altruismo; por el otro, sus creencias acerca de la integridad (trustworthiness) de las demás personas, siendo estas últimas más proclives a actualizarse y a modificarse. Al tomar en cuenta esta distinción, Sapienza et al. pudieron establecer que las expectativas de losremitentes acerca de la integridad del destinatario estaban altamente correlacionadas con las respuestas a la pregunta sobre confianza interpersonal de la Encuesta Mundial de Valores.

Esas expectativas son estimaciones de la integridad de los demás basadas en la experiencia de cada individuo. Esa experiencia individual depende más de características de la sociedad tales como la distribución de recursos y la existencia de instituciones que castiguen a los oportunistas que de atributos personales como el grado de optimismo o el sentido de control sobre la propia vida, los cuales se asocian con la disposición a confiar en los otros (Delhey y Newton, 2003 y 2005). En efecto, en sociedades desiguales en las cuales el control de recursos le permite a los incumplidores obstruir la imposición de sanciones por parte de las autoridades tiene mucho sentido esperar que los individuos reporten bajos niveles de confianza. Dicho de otro modo, independientemente de la orientación personal de cada individuo ante la vida, esto es, más o menos optimista, etc., donde el imperio de la ley es débil y la desigualdad económica es pronunciada, la estimación de la integridad de los otros habrá de ser generalmente baja. Lo dicho proporciona un sólido argumento para concentrar la atención en procesos colectivos relativos al efecto que tienen ciertos mecanismos sociales en el aumento o la reducción de los niveles de confianza interpersonal.

II. MECANISMOS SOCIALES QUE CONTRIBUYEN A LA GENERACIÓN O EROSIÓN DE LA CONFIANZA INTERPERSONAL

Al considerar la relación entre los niveles agregados de confianza interpersonal en cada país con las características de su estructura económica, social y política es insuficiente proporcionar evidencia basada en regularidades establecidas mediante un modelo estadístico. Los resultados de cualquier modelo solamente resultarán inteligibles si podemos especificar los mecanismos que permiten postular la relación existente entre los atributos de una estructura social y las disposiciones y acciones observadas de los individuos (Hedström y Swedberg, 1998). Tal es el enfoque seguido en este trabajo acerca de la generación o erosión de la confianza interpersonal.

Es posible que el efecto de algunos mecanismos refuerce el efecto de otros. Igualmente, es posible que ese efecto sea contradictorio y que, por lo tanto, la influencia de un mecanismo en la disposición individual para confiar o no hacerlo resulte anulado por otro. Para los efectos de hacer una inferencia acerca de esos efectos, uno de los problemas más serios concierne a la fuerte correlación entre algunas de las variables incluidas en los modelos estadísticos, problema que abordaré en la siguiente sección. En este acápite haré una referencia a los mecanismos cuya influencia se espera observar y que remiten a las características de la estructura económica, social y política de cada país. Muchos de estos mecanismos han sido identificados en estudios previos sobre el tema.

Estructura Económica

En relación con la estructura económica, hay dos mecanismos que han recibido una atención destacada en la literatura sobre confianza interpersonal: el nivel de riqueza existente en cada país y el de desigualdad en la distribución del ingreso. En relación con el primero, el argumento principal consiste en señalar que donde hay riqueza al menos una cierta proporción de individuos tiene un control directo de numerosos recursos y los utilizará para inducir a otros a cumplir con lo que han prometido o para castigar el incumplimiento (Delhay y Newton, 2005).

Respecto a la desigualdad, como lo he mencionado anteriormente, el argumento es del siguiente orden: con un alto grado de concentración de recursos, unos pocos pueden interferir en la acción de las autoridades para obstruir el castigo de su incumplimiento. La ocurrencia de este fenómeno ha quedado condensada en el dicho, "la ley es para los de ruana". Por el contrario, en una sociedad en la cual haya una distribución del ingreso con bajos niveles de concentración, lo que uno espera observar es que, al ser similar la cantidad de recursos que cada individuo puede movilizar para obtener una resolución favorable a sus intereses en un caso de conflicto, el efecto de esa movilización se anulará recíprocamente y la mayor o menor confianza dependerá de la forma como funcionen las instituciones para resolver ese conflicto. La conexión entre la desigualdad y la desconfianza puede producirse de otro modo. En sociedades desiguales y estratificadas los individuos pueden no reconocerse como miembros de una misma comunidad moral: los que tienen pueden desconfiar de los que no, y viceversa, a cuenta de prominentes diferencias que los separan.

El efecto de estos dos mecanismos puede ser contradictorio puesto que hay sociedades con altos niveles de riqueza y de desigualdad, lo cual amerita su consideración por separado.

Estructura Social

En relación con la estructura social hay varios mecanismos a tener en cuenta. De acuerdo con una respetable tradición en el pensamiento político que se remonta a Alexis de Tocqueville ([1835-1840]1963) y John Stuart Mill([1859]1953), la existencia y mayor número de asociaciones voluntarias aparentemente contribuye a la generación de mayores niveles de confianza. La distinción que realizó Putnam (1993) entre asociaciones que tienen un efecto de vinculación (bonding), por un lado, y de conexión y extensión (bridging), por el otro, parece destinada a captar el hecho de que no todas las asociaciones producen el mismo efecto. El efecto de estas últimas sería el decisivo en relación con la formación de lazos tenues (weak ties). A pesar de la mención recurrente de este argumento, en varios estudios la asociación entre uno y otro fenómeno dista de ser concluyente (Billiet y Cambré, 1999; Booth y Richard, 2001; Torcal y Montero, 1999; Whiteley, 1999). En un estudio más reciente, Freitag y Bühlmann (2009) encontraron que la membrecía en asociaciones incrementaba la probabilidad de tener la disposición de confiar en los demás de forma generalizada y que ese efecto se incrementaba en países con sistemas electorales de representación proporcional. Dicho esto, sin embargo, en la literatura sobre el tema usualmente no se especifica cuál es el mecanismo que hace que la participación en asociaciones voluntarias contribuya a generar mayor confianza en miembros de otros grupos sociales, un punto destacado por Rothstein y Stolle (2008).

Ese mecanismo podría especificarse en línea con la hipótesis del contacto de Allport (1954) según la cual el medio más efectivo de reducir el prejuicio de miembros de un grupo social mayoritario hacia otro minoritario es el del trato entre ambos. Empero, la literatura sobre este fenómeno también abunda en evidencia contradictoria, lo cual ha llevado a algunos autores (Rothbart y John, 1985) a postular factores mediadores del contacto en la reducción del prejuicio. Así las cosas, el efecto de las asociaciones voluntarias en la generación de la confianza interpersonal no será considerado en el modelo estadístico a cuenta de la falta una teoría claramente especificada acerca de ese efecto, así como de la carencia de datos que permitan tomar en cuenta la acción de los efectos mediadores en la reducción del prejuicio.

Un aspecto bastante prominente de la estructura social es el grado de heterogeneidad étnica, lingüística y religiosa. Varios estudios han encontrado evidencia de mayores niveles de confianza en sociedades homogéneas y su recíproco: menores niveles de confianza en sociedades heterogéneas, tanto al nivel agregado como en estudios locales (Alesina y La Ferrara, 2002; Anderson y Paskeviciute, 2006; Delhey y Newton, 2005; Pennant, 2005; Putnam, 2007; Stolle, 2005). Por el contrario, otros estudios desestiman el efecto de la heterogeneidad étnica pues en varios modelos no ha resultado estadísticamente significativo (Bahry et al., 2005; Bjørnskov, 2007; Leigh, 2006; Paxton, 2002). Tan importante como sopesar esta evidencia es la tarea de especificar el mecanismo que conecta homogeneidad con confianza puesto que es posible que su efecto sea moderado o anulado por otros mecanismos, un aspecto que a mi juicio no sido adecuadamente considerado en estudios previos.

La selección de grupo y el altruismo podrían servir para explicar por qué las sociedades homogéneas habrían de exhibir mayores niveles de confianza. Se trata de un argumento cuyo antecedente más importante se encuentra en las ideas de Charles Darwin en El Origen del Hombre ([19871]1953), retomadas luego por E. O. Wilson (1975), Sober y Wilson ([1998]2000), y Wilson y Wilson (2007). Estas ideas pueden ser resumidas así: aunque desde el punto individual un comportamiento honesto proporcione rendimientos menores que los de una conducta traicionera, desde el punto de vista colectivo las cosas son diferentes. Un grupo de individuos honestos tendrá una ventaja evolutiva respecto de un grupo de individuos poco honrados. Sin embargo, para que los individuos honestos prevalezcan dentro su mismo grupo, cada uno ha de procurar la reproducción de aquellos que les son similares. La similaridad está dada por la pertenencia al grupo, no meramente a la familia. Así las cosas, la homogeneidad y la confianza habrían de reforzarse mutuamente por el hecho de que los individuos tendrían un incentivo para actuar de forma desinteresada y honesta hacia aquellos que son percibidos como próximos, esto es, étnicamente homogéneos.

Si estos mecanismos operaran de este modo, entonces habríamos de observar uniformemente altos niveles de confianza en todas las sociedades homogéneas. Empero, tal no es el caso. Sociedades relativamente homogéneas como Chipre, Chile y Egipto tienen niveles de confianza por debajo de países como Bulgaria, Etiopía e India, donde la heterogeneidad étnica es mucho mayor. Una implicación adicional de la acción del mecanismo antes descrito es que la virulencia de los conflictos internos debería ser menor en sociedades homogéneas que en sociedades heterogéneas: el reconocimiento de similaridad debería atenuar el odio hacia el otro. En general, las guerras civiles son mayormente virulentas, más que las guerras internacionales. Mecanismos tales como el narcisismo de las pequeñas diferencias contribuye a que el odio hacia el próximo sea más intenso que el odio hacia el extraño. La evidencia acerca de las guerras civiles muestra que su intensidad no depende del grado de heterogeneidad étnica (Jacoby, 2011).

Es posible, sin embargo, que la heterogeneidad relevante no sea la étnica sino la religiosa. El mecanismo mediante el cual la religión influye en la confianza tiene que ver más con la conducta prosocial y honesta auspiciada por la creencia en divinidades omniscientes que vigilan y castigan a los individuos (Bateson et al, 2006; Bering et al, 2005; Haley y Fessler, 2005; Randolph-Seng y Nielsen, 2007). De acuerdo con esta teoría, la creencia de que ciertos grupos de individuos no se sienten vigilados por las mismas divinidades omniscientes o por ninguna daría motivos para expresar hacia ellos desconfianza, tal y como sucede con los ateístas en los Estados Unidos (Gervais et al, 2011).

En relación con la heterogeneidad lingüística, Anderson y Paskeviciute (2006) afirman que ésta impide la mayor eficiencia en las interacciones entre miembros de los diferentes grupos, pero confinan ese efecto a la discusión y asociación políticas, mas no a la confianza interpersonal, porque consideran que las dos primeras requieren de interacción y comunicación. Esto es implausible porque los malentendidos entre personas de comunidades lingüísticas distintas pueden ser una fuente de aprehensión que dificulte la cooperación. Esto parecen reconocerlo Anderson y Paskeviciute al señalar que la movilización de personas de una misma comunidad lingüística será mucho más fácil que la de miembros de comunidades lingüísticas diferentes.

Estructura Política

A diferencia de la estructura social y económica, la estructura política puede ser el objeto de intervenciones deliberadas dirigidas a proporcionar incentivos a los individuos para actuar de una manera honesta. Sin embargo, como en las demás esferas de acción social, muchas de esas intervenciones pueden tener efectos no previstos ni deseados. Además, el mismo desacuerdo acerca del tipo de instituciones con las cuales se podrían generar esos incentivos puede minar completamente las bases de la confianza. Por esta razón, al considerar mecanismos derivados de la estructura política, destacaré en primer lugar la estabilidad política.

Tucídides ([Circa 431 AEC]1971) captó bien el efecto de las luchas intestinas sobre la comprensión habitual de lo que es correcto y de lo que no lo es. En su Historia de la Guerra del Peloponeso (3.82.4) notó que la vehemencia y la malignidad con la cual se enfrentaron los partidos oligárquico y democrático en Corcira tuvo el efecto de modificar la evaluación tradicional de muchas situaciones (Wilson, 1982). Lo que en el pasado se consideraba ominoso resultó digno de aprobación y viceversa: por ejemplo, la agresión irreflexiva, coraje; la previsión y la cautela, cobardía; la ecuanimidad, falta de resolución; el entusiasmo fanático, hombría; etc.

Tucídides vio en tándem el agrietamiento de la comprensión habitual de lo correcto y lo incorrecto, y el debilitamiento de los lazos sociales. En contextos de crisis políticas internas, el oportunismo prevalece sobre la fidelidad a los acuerdos, erosionando de este modo las bases de la confianza. Delhay y Newton (2005) procuraron captar el efecto de este mecanismo mediante la inclusión de una variable relativa a la ocurrencia de guerras civiles. Sin embargo, este no es el único tipo de evento que causa inestabilidad política y que, consiguientemente, erosiona la confianza. Crisis económicas severas y políticas que, lejos de despejar la incertidumbre, la ahonden también causan una grave pérdida de estabilidad política y una extensión de comportamientos oportunistas. Esto puede explicar por qué en su modelo las guerras civiles no tuvieron ninguna significancia estadística respecto de los niveles de confianza. Lo dicho entonces indicaría que la estabilidad política es una de las principales causas de los niveles de confianza interpersonal. Su efecto podría moderar en alto grado el de la heterogeneidad étnica, como lo sugieren los casos de Canadá, Nueva Zelanda y Suiza.

Los mecanismos que conectan las instituciones políticas con los niveles de confianza se pueden agrupar del siguiente modo. Un primer grupo de mecanismos concierne a la sanción del oportunismo y la deshonestidad. A este respecto, una primera evidencia del vínculo entre instituciones y confianza es la correlación observada entre el nivel de corrupción percibida y la disposición a confiar en los otros mencionada anteriormente (Uslaner, 2002; Uslaner y Badescu, 2004). El argumento más general concierne a la capacidad de las instituciones para proporcionar incentivos para actuar honestamente por la vía de un funcionamiento equitativo, razonablemente eficiente y no sesgado (Rothstein y Stolle, 2008). La expectativa de que las instituciones sancionan a los deshonestos es la que serviría de fundamento a la confianza en los otros. En ausencia de instituciones relativamente imparciales y eficientes, lo que se espera observar es que los individuos recurran a redes particulares que ofrezcan protección respecto del fraude y de la violencia.

A la luz de lo anterior, Rothstein y Stolle arguyen que la dimensión de la implementación de las decisiones es por ello más importante que la de representación política. Esta última alimentaría una disposición partidista y sesgada, propia de la naturaleza competitiva de los sistemas políticos. En apoyo de su teoría citan evidencia relativa a la baja correlación entre la confianza en las instituciones y la confianza interpersonal. Por el contrario, Freitag y Bühlmann (2009) sostienen que las instituciones representativas sí proporcionan incentivos para confiar en los otros por la vía de incluir a diversos grupos, particularmente minorías, en el proceso de toma de decisiones. De acuerdo con esta tesis, no todas las instituciones representativas tienen un efecto positivo en la generación de confianza. Solamente aquellas donde el poder se comparte y se reducen las diferencias por la vía de consensos y compromisos. Normas de inclusión y reciprocidad propias de regímenes de representación proporcional se extenderían a otros ámbitos y favorecerían la generalización de la confianza. Los resultados de su modelo indican que el efecto de las instituciones representativas, con la cualificación anteriormente anotada, sí es estadísticamente significativo, lo cual sirve de apoyo a la tesis relativa al efecto de un segundo grupo de mecanismos sobre los niveles observados de confianza interpersonal.

Es posible que las evaluaciones que los individuos hacen de la integridad de los demás tengan que ver más con la huella de la trayectoria política que con su más reciente experiencia. En otras palabras, el efecto sus interacciones con otros en esas evaluaciones se produciría con cierto retraso. Si así fueran las cosas, en los antiguos regímenes comunistas tendrían que observarse niveles de confianza interpersonal dado que muchos individuos dependían de redes de lazos fuertes para tener acceso a privilegios y protección contra la arbitrariedad estatal. De modo más general, habríamos de observar un vínculo entre la trayectoria del régimen político y los niveles de confianza: entre más autoritario, menos confianza y viceversa pues en regímenes carentes de respeto a la ley y de representación política el efecto de los mecanismos institucionales sobre la confianza no sería positivo.

III. OPERACIONALIZACIÓN DE LAS TEORÍAS, DATOS Y MODELO ESTADÍSTICO

Si el efecto de algunos de los mecanismos descritos anteriormente se intensifica o anula por el efecto de otros, al realizar un análisis al nivel agregado, en el cual se toma como unidad de análisis cada país, es preciso que este sea un análisis multivariado. Este análisis permite tomar en cuenta el efecto promedio de cada mecanismo, asumiendo como constante el efecto de los demás. También permite considerar las posibles interacciones entre los diferentes mecanismos. Con el fin de llevar a cabo este trabajo, la magnitud observable correspondiente a cada aspecto de las teorías mencionadas anteriormente la he definido operativamente de la siguiente forma:

— la riqueza mediante la paridad de poder de compra en cada país en el año en el que se realizó la encuesta, tal y como ha sido reportada por el Fondo Monetario Internacional4;

— la desigualdad mediante mediante el coeficiente de Gini, reportado en las series de la Base de Datos Mundial de Desigualdad del Ingreso de Naciones Unidas5;

— el grado de heterogeneidad étnica, lingüística y religiosa mediante el índice de fragmentación construido por Alesina et al. (2003), disponible en el sitio The MacroData Guide6;

— la estabilidad política, el funcionamiento equitativo, razonablemente eficiente y no sesgado, y la representación política incluyente mediante los indicadores de gobierno (governance) elaborados por el Banco Mundial (Kaufmann et al., 2010), utilizando el valor promedio de cada indicador en el periodo previo a la realización de la encuesta7;

— los regímenes comunistas los agrupé mediante una variable categórica dicotómica8;

— la trayectoria histórico-política la operacionalicé transformando el Índice Polity IV9, de forma que las características del régimen político cada año fuesen incluido en el modelo con un efecto de retardo.

Antes de presentar los resultados, conviene advertir que las variables con las cuales se ha querido captar el efecto de la estructura política están fuertemente correlacionadas, lo cual genera un alto nivel de multicolinealidad que afecta la precisión de las estimaciones incluidas en el modelo.

Tabla 2.

Debido a que la distribución de algunas de las variables no era normal, se realizó una tranformación Box-Cox, utilizando el logaritmo natural10. Se utilizó una regresión stepwise con el fin de determinar el modelo estadístico que proporciona una descripción óptima de la relación de las variables explicativas con la variable explicada. Este método de selección del modelo estadístico y proporcionó una solución al problema mencionado por la vía de eliminar variables. Sin embargo, se trata de una solución no exenta de problemas puesto que la omisión de variables relevantes distorsiona los coeficientes estimados, por lo cual los resultados presentados a continuación han de ser tomados con un grano de sal o dos.

Tabla 3.

Como puede verse, las variables con mejor desempeño han sido aquellas con las cuales se buscó captar el efecto de la riqueza, de la estabilidad política y de la participación e inclusión en los procesos de toma de decisión. En relación con el efecto de esta última, el resultado de este modelo sugiere que la teoría de Rothstein y Stolle (2008) tiene más fundamento que la de Freitag y Bühlmann (2009). En efecto, si la teoría de estos últimos fuese acertada, el signo del coeficiente debería ser positivo: a mayor voz y rendición de cuentas habríamos de observar mayor niveles más altos de confianza. El signo negativo indica, más bien, que el efecto partidista y sesgado de la participación prevalecería sobre la extensión de normas de inclusión y reciprocidad. El efecto de la riqueza está en conformidad con lo observado en otro conjunto de fenómenos tales como la fuerte correlación de los valores del Índice de Desarrollo Humano y el Producto Interno Bruto de cada país11, así como con teorías que postulan una fuerte relación entre la modernización económica, el cambio de valores y la democratización (Inglehart y Welzel, 2005).

Los resultados también confirman la relación planteada entre la estabilidad política y los niveles de confianza. Esta relación puede ser interpretada a la luz de un argumento evolutivo, como el que elaboró Walter Bagehot en Physics and Politics ([1872]1902). De acuerdo con este argumento, lo crucial para una comunidad política no sería tanto un alto nivel de homogeneidad étnica sino de homogeneización realizada mediante instituciones que hubiesen suprimido las diferencias que amenazarían su unidad. Una vez consolidada dicha homogeneización, esa comunidad política podría admitir en su interior un amplio grado de difusión del poder político, esto es, de democracia. Desde este punto de vista, al explicar los niveles de confianza, el efecto de la estabilidad política tendría cierta primacía sobre el efecto de las instituciones encargadas de mantener el orden o de regular los conflictos políticos.

En varios de los modelos considerados, las variables relativas a la desigualdad, la heterogeneidad (étnica, lingüística y religiosa), las instituciones encargadas de castigar el oportunismo y la deshonestidad, el grado de funcionamiento eficiente de las mismas, el tipo de régimen y la trayectoria histórico-política no alcanzaron significación estadística. Este resultado pondría en entredicho el efecto de varios mecanismos que han sido mencionados frecuentemente en la literatura acerca de las causas de la confianza interpersonal. Sin embargo, sería apresurado extraer esta conclusión, dadas las limitaciones expuestas anteriormente. El modelo presentado solamente explica una parte de la variación observada, lo cual da razones para pensar que las variables omitidas si pueden tener un efecto en la variable explicada.

A este respecto, el resultado más contra-intuitivo es el que concierne a la falta de significación estadística de las variables con la cuales se procuró captar el efecto de las instituciones que castigan el oportunismo y la deshonestidad. En efecto, es posible postular que en una sociedad desigual en la que hayan instituciones imparciales el grado diferenciado de acceso a los recursos no habría de tener un impacto sustancial en la protección de los derechos individuales y en la garantía del cumplimiento de los deberes establecidos en acuerdos privados. Así las cosas, sería posible observar altos niveles de confianza en sociedades desiguales. No obstante, puede suceder también que la mayor efectividad de las instituciones formales compense la falta de confianza que los individuos experimentan con respecto a otros, un punto que no ha sido tomado en cuenta adecuadamente en la literatura sobre confianza.

IV. UNA PRUEBA ADICIONAL DEL EFECTO DE LOS MECANISMOS INSTITUCIONALES EN LOS NIVELES DE CONFIANZA

Una forma de interpretar el resultado anterior es examinar algunas de sus implicaciones utilizando un conjunto de datos distintos. Esto es, si la confianza interpersonal varía de modo independiente del funcionamiento de las instituciones formales, entonces observaciones de otro conjunto de países, en un lapso de tiempo distinto y de forma reiterada habrían de proporcionar apoyo a esta hipótesis. Ese nuevo conjunto de datos también nos puede dar la oportunidad de observar si el efecto de las instituciones políticas representativas sobre los niveles de confianza es negativo, como lo postulan Rothstein y Stolle (2008).

Con este fin, indagué si había una correlación positiva entre, por un lado, la proporción de respuestas positivas sobre confianza interpersonal y, por el otro, la proporción de respuestas de satisfacción (mucha o algo) con la democracia, de confianza (mucha o algo) en el Congreso, el Gobierno, el poder judicial y la policía, de las 15 encuestas sobre valores cívicos y participación del Latinobarómetro, realizadas entre 1996 y 201012. Si la teoría de Rothstein y Stolle acerca del papel de las instituciones en la generación y mantenimiento de la confianza interpersonal fuese robusta, habríamos de observar una correlación positiva alta y estadísticamente significativa entre los niveles de confianza y la confianza en la justicia y en la policía. Bajos niveles de confianza en el Gobierno no afectarían mucho esta teoría porque lo decisivo es el papel que juegan las instituciones en el castigo del oportunismo y la deshonestidad. Lo mismo podríamos decir de la confianza en el Congreso o de la satisfacción con la democracia. Sin embargo, los resultados de este análisis están lejos de proporcionar apoyo a los planteamientos de Rothstein y Stolle.

Tabla 4.

Como puede verse, la confianza expresada en el poder judicial y en la policía es superior a la confianza en el gobierno, pero inferior a la confianza en el Congreso. Aunque el grado de satisfacción con la democracia es un indicador imperfecto de la confianza en las instituciones políticas representativas13, vale la pena destacar que es mucho más alta que la confianza en el poder judicial y en la policía, las instituciones con las cuales los ciudadanos interactúan más frecuentemente14. Este último resultado proporcionaría apoyo a la teoría de Freitag y Bühlmann (2009), no a la de Rothstein y Stolle (2008). Empero, las cosas se pueden ver de otro modo. Quizá sea necesario introducir más precisiones antes de formular una teoría general que explique las variaciones regionales. En efecto, estos resultados nos plantean la necesidad de buscar relaciones que capten el efecto de distintas trayectorias. Como lo plantearon Uslaner y Badescu (2004), la teoría de Rothstein es más apta para explicar la trayectoria escandinava. La trayectoria iberoamericana parecería mostrar pues que la inclusión política es más importante en la generación de confianza interpersonal que la experiencia con las instituciones encargadas de mantener el imperio de la ley. Esta no es la única alternativa para resolver el rompecabezas de la confianza interpersonal. Otro camino es modelar el efecto de las instituciones de forma distinta, introduciendo mediaciones que no han sido adecuadamente teorizadas hasta ahora ni investigadas empíricamente.

Como también lo muestran los datos, en la trayectoria iberoamericana, la confianza en una institución como la Iglesia Católica puede ser considerada como una alternativa a la poca confianza que se tiene en los demás. La correlación entre uno y otro fenómeno es negativa, y es estadísticamente significativa. No es muy alta, sin embargo, lo cual pueda explicarse por referencia a la expansión de otras denominaciones religiosas en la región. No obstante, coincide con lo observado en otras latitudes: en ausencia de una red social institucional fuerte, personas en situación de vulnerabilidad recurren a sustitutos en sistemas de creencias e instituciones que proporcionan compensaciones simbólicas a sus carencias materiales (Harris, 1981).

CONCLUSIÓN

Un prejuicio bastante extendido asocia los niveles más altos de tributación y, consiguientemente, los bajos niveles de desigualdad, con una estructura social étnicamente homogénea. Se trata de un prejuicio puesto que quienes invocan esta asociación dejan de considerar evidencia que lo contradice. En efecto, países con altos niveles de heterogeneidad étnica como Canadá, Nueva Zelanda y Suiza tienen altos niveles de confianza y también de tributación. La evidencia presentada en este artículo acerca del efecto de la estabilidad política sirve de apoyo a un argumento de tipo histórico-evolutivo según el cual más importante que la homogeneidad étnica es la homogeneización de los miembros de la comunidad política: su reconocimiento recíproco como próximos o similares que comparten un repertorio de evaluaciones acerca de lo que es correcto o incorrecto. Este acuerdo contribuye a cementar los lazos fuertes y también los lazos tenues (weak ties), proporcionando una base sólida a la confianza interpersonal.

El efecto de las instituciones de representación e inclusión políticas, así como de las encargadas de castigar y desincentivar el oportunismo y ladeshonestidad, requiere de un examen más profundo. Los datos empleados en este trabajo para evaluar ese efecto —los indicadores de gobierno ( governance) del Banco Mundial— están fuertemente correlacionados, lo cual afecta las estimaciones del modelo. La solución de omitir variables, sin embargo, no está exenta de problemas, como se señaló anteriormente. Además, el análisis realizado con otro conjunto de datos —las respuestas a las encuestas del Latinobarómetro— no le proporcionan mucho apoyo a la teoría según la cual la confianza interpersonal depende de la confiabilidad de instituciones tales como el poder judicial y la policía. Si este resultado fuera producto de un fenómeno idiosincrático, entonces sería preciso indagar qué aspectos de la trayectoria histórica hacen que en Iberoamérica la confianza dependa menos de las instituciones de orden que de las de representación e inclusión políticas. La referencia al dicho "la ley es para los de ruana" explica en parte los bajos niveles de confianza en el poder judicial y en la policía, pero no explica por qué es tan baja la asociación entre estas instituciones y la confianza que se tiene en los demás. Otra posibilidad, como se mencionó anteriormente, es que el efecto de estas instituciones está mediado por mecanismos que no han sido adecuadamente especificados todavía. Esto requiere de un mayor trabajo teórico y, desde luego, de una fuerte investigación empírica que ponga a prueba ese trabajo teórico.

La solución de este rompecabezas no es un asunto meramente académico. Como lo destaqué en la introducción, en la solución al problema de la confianza está una de las llaves para resolver el dilema social de la redistribución de la riqueza. En tal caso haría mal la izquierda intelectual y política en no incorporar en su agenda temas y preocupaciones usualmente asociados con la derecha.


1. Estos datos están disponibles en http://www.worldvaluessurvey.org/, sitio visitado por última vez el 6 de abril de 2013.

2. Disponibles en http://www.heritage.org/index/, sitio visitado por última vez el 6 de abril de 2013.

3. Sin duda, requerimos mayor evidencia para aceptar que la confianza interpersonal es un factor mediador de los niveles de tributación. No obstante, sería equivocado echar por la borda este hallazgo apelando a la objeción usual según la cual la correlación no implica relación de causalidad. Esto por dos razones: la primera, de orden lógico, planteada por Edward Tufte (2003), es que si bien la correlación no es causación, si es un indicio acerca de su existencia. Y lo es porque la correlación es una condición necesaria aunque no suficiente de la existencia de un nexo de causalidad. La segunda razón es de orden analítico: concierne a la especificación de un mecanismo que conecta los niveles de tributación con los de confianza interpersonal, de acuerdo con teorías relativas a los microfundamentos de la acción social. Sin haber especificado este mecanismo, la objeción usual sería pertinente puesto que careceríamos de razones para considerar que el vínculo relativo a la ocurrencia de los dos fenómenos mencionados puede ser causal.

4. http://www.imf.org/external/ns/cs.aspx?id=28, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

5. http://www.wider.unu.edu/research/Database/, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

6. http://www.nsd.uib.no/macrodataguide/set.html?id=16&sub=1, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

7. http://info.worldbank.org/governance/wgi/resources.htm, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

8. Los países clasificados con régimen comunista (1), casi la quinta parte de todos los países, son: Bulgaria, China, Georgia, Eslovenia, Moldova, Polonia, Rumanía, Rusia, Serbia y Vietnam. Desafortunadamente, los datos disponibles de Alemania no permiten distinguir entre la población que vivió bajo un régimen comunista del resto. Tomando nota de este problema, sin embargo, Alemania fue clasificada como no comunista (0).

9. http://www.systemicpeace.org/inscr/inscr.htm, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

10. Los test realizados (Shapiro-Wilk, Breusch-Pagan y Durbin-Watson) permitieron descartar la posibilidad de heteroscedasticidad.

11. Este es, sin embargo, un tema objeto de debate. El Índice de Desarrollo Humano sigue sin tomar en cuenta la sostenibilidad del desarrollo. Como lo señalan Sagar y Najam (1998), muchos países han transformado su capital natural en ingresos, elevando así durante la época reciente su nivel de desarrollo humano. Empero, al tomar en cuenta la degradación del medio ambiente natural, está en cuestión si esta elevación de los ingresos puede ser duradera. Esto explica el interés en índices que procurar incluir la huella ecológica en la evaluación del bienestar de cada país, tal y como se hace con el Índice de Felicidad del Planeta (Happy Planet Index): http://www.happyplanetindex.org/, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

12. http://www.latinobarometro.org/latino/LATDatos.jsp, página visitada por última vez el 6 de abril de 2013.

13. A este respecto, otra pregunta del Latinobarómetro concierne a la confianza en la democracia, pero contiene un componente que la confunde con las expectativas de crecimiento económico. En efecto, la pregunta A111 dice, "¿cuánta confianza tiene usted en la democracia como sistema de gobierno para que su país llegue a ser un país desarrollado?" Por la razón anotada, las respuestas a esta pregunta no fueron consideradas en este análisis.

14. Realicé un análisis similar con datos del Afrobarómetro y encontré que las correlaciones entre las respuestas positivas a la confianza en los otros y la confianza en el poder judicial y en la policía eran muy bajas, negativas, pero no eran estadísticamente significativas. Esto se puede deber al hecho de que el número de observaciones disponibles es muy bajo, N = 28, de las encuestas realizadas en 1999, 2000, 2005 y 2006. Los datos están disponibles en el sitio http://www.afrobarometer.org/, visitado por última vez el 6 de abril de 2013.


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