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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.27 no.81 Bogotá May/Aug. 2014

https://doi.org/10.15446/anpol.v27n81.45771 

http://dx.doi.org/10.15446/anpol.v27n81.45771

INTERNACIONAL

 

Entre valores cosmopolitas e intereses estratégicos: discursos liberales y realistas de la política de seguridad internacional de Canadá durante la posguerra fría

 

Among cosmopolitan values and atrategic interests: liberal and realist discourses of Canada's international security policy during post- cold war

 

 

Federmán Rodriguez M

Profesor Principal, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario, Bogotá-Colombia, Email: federman.rodriguez@urosario.edu.co

 

 


RESUMEN

El propósito del artículo consiste en explicar los discursos liberales y realistas que han sustentado la Política de Seguridad Internacional de Canadá (PSIC) durante la posguerra fría. En especial, se ofrecen evidencias orientadas a demostrar que los gobiernos canadienses se debaten inevitablemente entre valores cosmopolitas e intereses estratégicos, al formular sus respectivas políticas de seguridad internacional. Luego de considerar, en el seno de la literatura sobre la PSIC, cómo se han estudiado las orientaciones liberales y realistas de esta política, se explican los discursos liberales y realistas específicos que han configurado las políticas de seguridad internacional de los gobiernos de Jean Chrétien (1993-2003), Paul Martin (2003-2006) y Stephen Harper (2006). Como una consideración final, se pretende dilucidar el modo progresivo en el que los distintos gobiernos canadienses han venido adoptando los intereses y valores cosmopolitas de Estados Unidos en materia de seguridad internacional.

Palabras clave: Canadá, Política de Seguridad Internacional, Realismo, Liberalismo, Posguerra Fría.


SUMMARY

The purpose of the article is to explain the liberal and realist discourses that underpinned the Canadian International Security Policy (CISP) during the post-Cold War. In particular, it offers evidence to show that Canadian governments inevitably debate between cosmopolitan values and strategic interests in formulating their respective policies of international security. After considering how liberal and realist orientations of this policy have been studied in the literature on CISP, it explains the specific liberal and realist discourses that have shaped international security policies of the governments of Jean Chrétien (1993-2003), Paul Martin (2003-2006) and Stephen Harper (2006 -). As a final consideration, it intends to elucidate the progressive way in which the various Canadian governments have been adopting the United States' cosmopolitan values and interests regarding international security.

Keywords: Canada, International Security Policy, Realism, Liberalism, post-Cold War.


 

 

INTRODUCCIÓN

Desde la Primera Guerra Mundial, Canadá se ha preocupado por contribuir a la construcción de la seguridad internacional. Como muchos países que buscan garantizar y ampliar su liderazgo en el ámbito mundial, Canadá se ha interesado por enfrentar -por medio de lo que podría denominarse su política de seguridad internacional- aquellas amenazas de orden doméstico, transnacional o global que en distintas regiones en el mundo han menoscabado la seguridad de los Estados y de sus respectivas sociedades. Dicha preocupación motivó a esta nación a participar en las dos guerras mundiales y a contribuir a la paz y la seguridad internacionales durante la Guerra Fría. En este último periodo, este país apoyó con ímpetu las operaciones de paz de las Naciones Unidas, promovió la no proliferación nuclear y abogó por el mantenimiento de canales multilaterales. Durante la década de los noventa, Canadá participó en las operaciones de construcción de seguridad en los teatros de operaciones más emblemáticos de la posguerra fría, como la antigua Yugoslavia. Al mismo tiempo, decidió animar un esquema alternativo al de la seguridad nacional que, inspirado en el Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 1994, le permitió defender los principios de la seguridad humana. Después del 11 de septiembre, Canadá se comprometió con la lucha contra el terrorismo y con la consecuente estabilización y eventual reconstrucción de Afganistán. Aún más, desde la llegada al poder de Stephen Harper como Primer Ministro, esta nación ha pretendido ampliar sus capacidades como guardián de la seguridad, lo que ha implicado abandonar la imagen histórica de la potencia media.

Dado el alcance global de las decisiones, acciones y estrategias de los gobiernos canadienses en relación con la construcción de un mundo más pacífico, no es sorprendente que existan distintos aportes académicos encaminados a explicar la Política de Seguridad Internacional de Canadá (PSIC) (Rodríguez, 2013: 3-56). En el seno de estas investigaciones, el presente artículo pretende sustentar que la hipótesis histórica de que los gobiernos canadienses se debaten entre valores cosmopolitas e intereses estratégicos se ha mantenido vigente en la Postguerra Fría.

Para cumplir con este propósito, se explican, en la primera sección, los discursos liberales y realistas que sustentan los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos que pueden definir una política de seguridad internacional, en general, y la PSIC, en particular. Aparte de considerar las investigaciones de inspiración liberal y realista en el seno de la literatura sobre PSIC, se tienen en cuenta los aportes de Costas Melakopides, Kim Nossal y Allan Gotlieb, quienes han insistido que los gobiernos canadienses han interiorizado, al mismo tiempo, creencias liberales y realistas al formular sus respectivas políticas exteriores. En las siguientes secciones, se sostiene que los gobiernos de Jean Chrétien (1993-2003), Paul Martin (2003-2006) y Stephen Harper (2006-) mantuvieron su compromiso con los valores cosmopolitas defendidos tradicionalmente por los canadienses. Dichos valores han sido readaptados por medio de la agenda de seguridad humana, de las políticas de reconstrucción de países frágiles y fallidos y la promoción -y eventual imposición- de los valores democrático-liberales en países en conflicto. No obstante, se afirma que estos valores cosmopolitas han coexistido con los intereses estratégicos del país. Junto a la imagen de los canadienses como buenos ciudadanos del mundo, coexiste la imagen de un país interesado en mantener su seguridad económica, en ampliar su agenda de seguridad nacional y en reposicionarse en la configuración del poder mundial durante la postguerra fría.

 

1. DISCURSOS REALISTAS Y LIBERALES EN MATERIA DE SEGURIDAD INTERNACIONAL: COMPRENDIENDO LA PSIC

En el campo de las Relaciones Internacionales, hay por lo menos dos posturas que se han preocupado por teorizar las razones por las cuales los Estados se preocupan por contribuir a la seguridad y la paz internacionales. Por un lado, las corrientes liberales, en especial el internacionalismo liberal, pretenden sustentar que los Estados contribuyen a la paz internacional debido a que se sienten impelidos por su deseo de vivir en una comunidad o sociedad de Estados. De hecho, en el seno del pensamiento liberal han surgido razonamientos que motivan a los Estados a garantizar la paz como una máxima universal de comportamiento, por cuanto constituye un bien en sí mismo y, en consecuencia, una máxima expresión de la justicia internacional. Estas son preocupaciones que pueden ser inspiradas por valores cosmopolitas, entendidos como normas cuyo contenido ético -por lo menos para aquellos que los evocan- tiene un alcance universal y, por ende, son de obligatorio cumplimiento, independientemente de las circunstancias políticas (Lawler, 2013, Dunne y McDonald, 2013).

Por otro lado, las corrientes realistas sostienen que la contribución de los Estados a la seguridad internacional solo puede efectuarse como resultado de un cálculo estratégico encaminado a satisfacer los intereses de una nación (Morgenthau, 1952). De hecho, este cálculo se encuentra constreñido por la configuración del poder mundial, es decir por la distribución de capacidades económicas, militares y/o nucleares en el ámbito internacional (Waltz, 1979). Aún más, dicha distribución puede motivar a los Estados a asumir estrategias defensivas u ofensivas para garantizar su seguridad nacional, lo que puede contribuir a la seguridad o a la inseguridad internacionales, ya sea porque se traduce en la construcción de múltiples equilibrios de poder o porque se expresa en disputas entre poderes con ambiciones hegemónicas (Mearsheimer, 2001; Taliaferro, 2000-2001). Estas son preocupaciones que pueden ser inspiradas por intereses estratégicos, entendidos como los elementos esenciales para garantizar calculadamente -es decir de acuerdo con las circunstancias específicas del orden internacional- la existencia y la calidad de vida de una nación (Morgenthau, 1952: 972, Buzan, 1991:432-433).

Dadas las ambiciones globales de Canadá en el terreno de la seguridad internacional, no es sorprendente que, en el marco de la literatura sobre la PSIC, hayan aparecido líneas de pensamiento orientadas respectivamente a estudiar los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos del país. El primer conjunto de investigaciones se ha preocupado por explicar la imagen altruista de la potencia media canadiense, en especial respecto de su enorme capacidad para construir consensos internacionales y contribuir al mantenimiento del orden internacional, ya sea mediante el irrestricto respeto por el derecho internacional, la promoción del multilateralismo o la contribución a la seguridad y la paz por medio de operaciones de peacekeeping (Nafey, 2007:15-35; Mackay, 1992; Keating, 1993; Nossal, 2010: 4). Así mismo, junto a estas investigaciones, existen estudios preocupados por entender los valores cosmopolitas de la PSIC. Dichas investigaciones se han orientado a explicar la proyección y consolidación de la agenda de seguridad humana canadiense, la contribución del país al desarrollo económico y la seguridad de aquellos Estados en proceso de construcción y la concepción jurídica canadiense centrada en la defensa de los derechos humanos (Irwin, 2001; Carment et al, 2006: 1-35; Barratt, 2006; Carvin, 2003).

Un segundo conjunto de investigaciones, de inspiración realista, se han concentrado en precisar los principales intereses estratégicos explícitos o implícitos en la PSIC. En primer lugar, en el seno de esta corriente se ha sostenido que Canadá se compromete con las operaciones de seguridad internacional, debido a la necesidad no solo de mantener alejada la violencia internacional de Norteamérica, sino también de honrar las principales alianzas en las que participa, tal como las suscritas con los Estados Unidos (Holloway, 2006: 49-79; Bland y Maloney, 2004: ix-xiv y 1-30; Lagassé, 2008, Holland, 2012:53-55). En segundo lugar, se sostiene que el país se ha comprometido con las misiones de paz de Naciones Unidas y las operaciones militares de la OTAN, debido a que, por medio de aquellas, ha podido asegurar el pleno funcionamiento de sectores económicos en zonas de conflicto, en especial el minero, que son vitales para garantizar la prosperidad canadiense (Blackwood, 2006:85-99). Así mismo, la participación en estas misiones y operaciones le han permitido a Canadá asegurar, en algunos casos, la obtención de beneficios económicos de sus aliados, en especial de Estados Unidos, país con el que ha tejido un denso mercado comercial y financiero (Clarkson y Banda, 2003).

Aunque los trabajos inspirados en los pensamientos realistas y liberales han sido útiles para interpretar la PSIC, aquellos, al escoger justamente una interpretación realista o liberal, no han sido suficientes para constituir una visión del conjunto de las preocupaciones de los gobiernos canadienses en materia de seguridad internacional. Es decir, no han sido capaces de entender al mismo tiempo los intereses estratégicos y los valores cosmopolitas que impulsan a los gobiernos canadienses. Sin embargo, este vacío ha sido llenado, por lo menos preliminarmente, por los planteamientos de Costas Melakopides, Kim Nossal y Allan Gotlieb, en la medida en la que han pretendido interpretar la posición internacional del país como el producto respectivamente de la armonización, la tensión y la eventual contradicción entre las posturas liberales y realistas canadienses.

Costas Melakopides intentó conceptualizar las principales posiciones oficiales de distintos gobiernos canadienses desde la Segunda Guerra Mundial conforme a lo que denominó la perspectiva del idealismo pragmático. Dicha perspectiva pretendió entender la política exterior de Canadá como una articulación consistente entre las visiones de mundo realista y liberal. Para este autor, esta perspectiva permite defender los valores cosmopolitas, tales como "la primacía de la justicia; la satisfacción de las necesidades globales y humanas [y] la existencia de deberes más allá de las fronteras", al tiempo que garantiza intereses nacionales, como la proyección de la imagen internacional del país como "uno de los actores internacionales más honorables, ilustrados y civilizados" (Melakopides, 1998:3-5).

Kim Nossal (1999:786-789) ha sugerido que el planteamiento de Melakopides parece orientarse más a legitimar la política exterior de Canadá que a explicar realmente las ambiciones nacionales del país en el ámbito internacional. Así, Nossal plantea que las ambiciones de Canadá desde 1963 han oscilado, más bien, entre el realismo liberal y el idealismo moralista. El realismo liberal, que permite explicar sobre todo las acciones de los gobiernos de Pierre Trudeau, no sólo "entiende y acepta la importancia del poder en la determinación de los conflictos entre personas, comunidades y Estados en el ámbito global", sino que también defiende "la diversidad y la heterogeneidad de las comunidades políticas en el sistema internacional contemporáneo", lo que sugiere por demás el rechazo de aquellas tendencias antiliberales a universalizar el proyecto político de una nación (Nossal, 2007: 269 y 271-272). Por su parte, el idealismo moralista, que permite entender los gobiernos de Brian Mulroney, Jean Chrétien y Paul Martin, defiende la pretensión de algunas naciones a sustentar su comportamiento en máximas morales universales, en especial en lo que atañe a la justificación de sus decisiones conforme a una suerte de superioridad moral (Nossal, 2007:273-274).

Allan Gotlieb, ex embajador canadiense en los Estados Unidos y antiguo Subsecretario de Estado para los Asuntos Externos, ha sugerido una interpretación mucha más crítica que la de Nossal y desde luego que la de Melakopides. Se ha preocupado más por las contradicciones entre las visiones de mundo realistas y liberales que por su mera "armonización" o "tensión". Para Gotlieb, "cada nación necesita un psiquiatra", y ello es particularmente cierto en el caso de Canadá que históricamente ha desarrollado una suerte de personalidad escindida. En efecto, Canadá parece encontrarse atraída por dos polos opuestos respecto de su rol en el mundo, a saber:

"Un polo nos ata a la dura realidad, la realpolitik si se quiere, y nos hace querer de nuestros gobiernos que protejan el interés nacional cuando ellos tratan con otros Estados. Cuando los canadienses piensan en este sentido hablan en términos de nuestra soberanía, la seguridad, el territorio, el comercio, el crecimiento económico y la prosperidad. En contraste al polo del realismo, hay otro polo que atrae a los canadienses a una vocación idealista. Sus defensores tienden a tener una postura visionaria, prácticamente romántica, de nuestra posición en el mundo. La visión cambia de un periodo a otro, pero en su concepción más amplia, esta se sustenta en la misión de crear un mundo más justo, de promover la democracia, de reducir las desigualdades entre las naciones, de proteger las víctimas de la injusticia y de atenuar las condiciones de la pobreza y la opresión"(Gotlieb, 2004:1).

Los planteamientos de Melakopides, Nossal y Gotlieb permiten sustentar la idea de que cada vez que los gobiernos canadienses pretenden contribuir a la construcción de un mundo más seguro y pacífico se encuentran inspirados, cuando no condicionados, por visiones de mundo liberales y realistas, las cuales pueden ser armonizadas, mantener una relación tensa o ser contradictorias entre sí. Así mismo, a partir de estos planteamientos puede sostenerse que si se desea comprender la naturaleza y el alcance de la PSIC, el realismo y el liberalismo no deberían concebirse como "herramientas" que permiten organizar el análisis, sino como sistemas de creencias o discursos que le han impreso sentido a la concepción canadiense de la seguridad internacional.

En consecuencia, parece necesario comprender el rol que juegan las ideas liberales y realistas, entendidas como creencias, en la definición del sentido de la "acción" de este país en materia de seguridad internacional. Para este ejercicio parece conveniente que el punto de partida sea la precisión de dos tipos de creencias que hacen posible comprender el sentido de esta acción, a saber: las creencias de principios y las creencias de causalidad, evocadas por cada gobierno. Las creencias de principios [principled beliefs] constituyen "ideas normativas que especifican los criterios para distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo injusto" (Goldstein y Keohane, 1993:9). En el ámbito de la seguridad internacional, permiten a los actores definir lo que más valoran en el proceso de construcción de un mundo más seguro y pacífico, sean valores cosmopolitas o intereses estratégicos. Por su parte, las creencias de causalidad [causal beliefs] establecen el modo en el que los actores buscan lograr sus fines a través de la adopción de determinados medios, en función de la identificación previa de opciones disponibles (Goldstein y Keohane, 1993: 10). Cabe señalar que mientras las creencias de causalidad realistas suelen sugerir el fortalecimiento de las capacidades armadas y defensivas del Estado para garantizar la defensa nacional, las creencias de causalidad liberales suelen motivar a los Estados a abogar por la promoción de acuerdos institucionalizados en el ámbito internacional para garantizar la defensa de la libertad y la seguridad individuales.

En las siguientes secciones, se pretende comprender las creencias de principios y de causalidad que sustentaron las respectivas políticas de seguridad internacional de los gobiernos de Jean Chrétien, Paul Martin y Stephen Harper. Ante todo, se pretende identificar el modo en el que dichas creencias fueron articuladas por sus discursos liberales y realistas en materia de seguridad internacional.

 

2. EL MANDATO DE JEAN CHRÉTIEN: ENTRE LA DEFENSA ÉTICA DE LA SEGURIDAD HUMANA Y LA PROMOCIÓN DE LA SEGURIDAD ECONÓMICA

El 4 de noviembre de 1993, el liberal Jean Chrétien inició su mandato como Primer Ministro. Fue reelegido dos veces, en los años 1997 y 2000, y finalizó su gestión el 12 de diciembre de 2003. Durante esta década, los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos que animaron la PSIC pueden ser comprendidos de acuerdo con los discursos de la defensa ética de la seguridad humana y de la consolidación de la seguridad económica de Canadá.

La defensa ética de la seguridad humana puede ser interpretada como un intento de este gobierno por hacer de la defensa de la seguridad de las personas en todo el mundo una máxima moral universal, en un momento en el que la supuesta paz, derivada del final de la Guerra Fría, había sido eclipsada por las crisis humanitarias en África y en los Balcanes. Fundamentándose en las creencias de principios expuestas en el Informe del PNUD de 1994, este gobierno sostuvo que la seguridad humana consistía en la protección de las personas tanto de "amenazas violentas" como "no violentas" y, por ende, implica una condición "caracterizada por la libertad de las omnipresentes amenazas a sus derechos, su seguridad e incluso sus vidas" (Canadá, 1999). Así mismo, este gobierno consideró que aunque los conceptos de la seguridad humana y el desarrollo humano no son sinónimos, juntos permiten constituir el doble propósito de un esquema de seguridad concentrado en los individuos: la libertad frente al miedo y la libertad frente a las carencias (Canadá, 1999). No obstante, este gobierno le apostó mucho más a la primera libertad, debido a que implícitamente consideró que era menos ambicioso que contribuir a la segunda. En efecto, mientras que la libertad frente al miedo se encuentra asociada a la protección de la violencia física, la libertad frente a las carencias depende de factores de orden estructural y de largo plazo (Tigerstrom, 2007:28-29).

Siguiendo una suerte de enfoque misionero (Hampson y Dean, 1998), la propuesta de la seguridad humana pretendió ampliar significativamente la agenda canadiense de seguridad internacional, al incluir varias creencias de causalidad. Canadá mantuvo su compromiso tradicional con las operaciones de mantenimiento de paz; con la construcción de un orden jurídico internacional, orientado a la consolidación de un orden más pacífico; y con los programas de asistencia humanitaria y de desarrollo económico (Gotlieb, 2004). Ante todo, volcó buena parte de sus esfuerzos a constituirse como un norm-entrepreneur, en especial como el líder de la construcción de las normas internacionales que alimentan lo que podría denominarse la comunidad de la seguridad humana. Por medio de una consistente actuación multilateral, este gobierno se concentró de manera particular en la promoción del Tratado de Prohibición de Minas Terrestres Anti-persona; la consolidación de la Corte Penal Internacional y la adopción de la Responsabilidad de Proteger como una regla internacional (Tomlin et al, 2008: 222-229).

Al mismo tiempo, el gobierno de Jean Chrétien justificó su política de seguridad internacional en la consolidación de la seguridad económica de Canadá. Desde luego, para el gobierno de Jean Chrétien, la desaparición del "peligroso pero predecible" orden bipolar hacía necesario que Canadá respondiera tanto a amenazas tradicionales como de "nuevo orden" con el propósito de garantizar su seguridad nacional (Canadá, 1994; Canadá, 1995). Sin embargo, este gobierno se preocupó de manera significativa por la seguridad económica de Canadá. La adopción de este discurso significó que la prosperidad, que dependía sustancialmente del acceso a mercados comerciales, sería concebida como un asunto de seguridad por cuanto no sólo garantizaría niveles aceptables de bienestar sino también de poder estatal. De acuerdo con la lógica del gobierno de Jean Chrétien, esta preocupación era justificable debido a los constreñimientos fiscales que pesaban sobre la gestión gubernamental y a la nueva configuración del poder internacional, expresada durante la década de los noventas principalmente en términos económicos (Canadá,1994; Canadá, 1995).

El discurso de la seguridad económica justificó la adopción por parte de este gobierno de tres tipos de creencias de causalidad. La primera creencia consistió en que la prosperidad económica de Canadá en un mundo altamente globalizado obliga al país no sólo a contribuir al buen funcionamiento de la economía global sino también al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Para este gobierno era indispensable promover la paz particularmente en aquellas regiones en los que el país tiene intereses económicos (Canadá, 1995).

La segunda creencia de causalidad consistió en que la seguridad económica de Canadá depende de la búsqueda prácticamente insaciable de oportunidades comerciales. Esta postura constituyó una lógica ambiciosa que en algunos casos llegó incluso a contradecir el compromiso de este gobierno con las creencias de la seguridad humana. No solo condujo a privilegiar relaciones comerciales con países reconocidos internacionalmente por su poco compromiso con los derechos humanos, tales como China e Indonesia (Smith, 2001, 84-85), sino que también promovió la inversión de sus empresas mineras en países cuyo conflicto armado pudo haberse agravado como resultado de dicha inversiones, tales como el caso de Talysman Energy en Sudán (Blackwood, 2006: 88-92).

La tercera creencia de causalidad consistió en que la búsqueda de competitividad internacional como condición de la maximización del poderío nacional hace inevitables los tratados de libre comercio. Esta postura redundó en el interés de este gobierno de participar activamente en la construcción y en la efectiva implementación de la Organización Mundial del Comercio. Se expresó igualmente en el interés no sólo de negociar la posibilidad de eliminar las barreras comerciales entre Europa y Norteamérica, principalmente en el sector agrícola, por la vía de la suscripción de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el NAFTA, sino también de aumentar las oportunidades comerciales en Asia-Pacífico y Latinoamérica (Canadá, 1995). Cabe señalar que en relación con Norteamérica, el principal temor de este gobierno en materia de seguridad económica se derivó del sistema comercial que su vecino pretendió imponer en el hemisferio. Denominado como el sistema de los cubos y los rayos [hub and spoke], este sistema implicaba la suscripción de acuerdos comerciales que beneficiaban prioritariamente al cubo, que correspondía a los Estados Unidos, pero que iban en detrimento de los rayos, los otros países contratantes (Perret, 2001: 346-347).

Aunque los discursos de la seguridad humana y la seguridad económica fueron fundamentales en el proceso de formulación y ejecución de la política de seguridad internacional de Canadá en este momento, el gobierno de Jean Chrétien consideró inevitable el aceptar igualmente la retórica de la lucha contra el terrorismo del gobierno del Presidente George W. Bush después del 11 de septiembre, teniendo en cuenta que Estados Unidos era su principal socio comercial.

Desde luego, este gobierno rechazó algunas creencias de principios del discurso neoconservador que sustentó la visión estadounidense de la seguridad internacional, en especial aquellas concernientes al mantenimiento de un orden unipolar después de la implosión de la Unión Soviética. De hecho, se opuso tajantemente a la pre-emptive doctrine, la cual no solo planteaba la necesidad de actuar en contra de "la capacidad terrorista de atacar antes que aquella pudiese ser utilizada y más aún antes de que fuera adquirida"(Wedgwood, 2003: 583), sino ante todo socavaba implícitamente el trabajo multilateral de Canadá en relación con la construcción de la paz y la seguridad internacionales (Chrétien, 2003). Por esa razón, este gobierno se opuso a la invasión estadounidense en Irak en 2003, encaminada a cambiar el régimen de Saddam Hussein, que se presumía tenía armas de destrucción masiva. Sin embargo, este gobierno aceptó las creencias de causalidad de la lucha contra el terrorismo, asociadas a las ideas de la prevención, frente a los posibles y potenciales ataques terroristas que pudieran perpetuarse en Norteamérica, y del castigo, en relación con la justificación de la intervención militar orientada "a destruir el régimen Taliban en Afganistán" (Clarkson y Banda, 2003: 2). En relación con la adopción de estrategias preventivas, este gobierno se propuso presentar un paquete legislativo que pretendía emular el USAPATRIOT Act (Acta Anti-Terrorista de los Estados Unidos), así como armonizar sus políticas de seguridad, de migración y de inteligencia con su vecino (Raj, 2007: 158- 159). Respecto de las creencias de causalidad asociadas a la idea del castigo, el gobierno de Jean Chrétien fue uno de los primeros en apoyar la intervención militar en Afganistán, en una clara demostración de solidaridad frente a los Estados Unidos (Boucher, 2009: 723)

Al considerar los discursos liberales y realistas que sustentaron la política de seguridad internacional del gobierno de Jean Chrétien, cabe preguntarse qué tan contradictorios fueron sus valores cosmopolitas y sus intereses estratégicos. Teniendo en cuenta solo la retórica gubernamental, podría señalarse que la pretensión de consolidar la prosperidad económica de Canadá no contradijo los impulsos humanitarios del país. En la medida en que este gobierno se ocupó -de acuerdo con sus posibilidades- del buen funcionamiento de la economía internacional, pudo haber contribuido directa e indirectamente a las exigencias de la provisión de la seguridad humana en un mundo globalizado. Sin embargo, lo cierto es que la búsqueda insaciable de mercados comerciales contradijo ampliamente las creencias de principios y de causalidad de la seguridad humana canadiense.

Ahora bien, después del 11 de septiembre, las contradicciones evidentes entre los discursos de la seguridad humana y la seguridad económica fueron superadas en el momento en el que el gobierno de Jean Chrétien decidió adoptar, como nuevo referente de su política de seguridad internacional, el sistema de creencias de la lucha contra el terrorismo. Aún más, aunque esta decisión habría implicado superar los discursos de la seguridad económica y la seguridad humana, este nuevo sistema de creencias fue coherente con el primero y no contradijo, por lo menos directamente, el segundo. En efecto, la alianza estrategia con los Estados Unidos aseguró el permanente acceso de Canadá al mercado de dicho país, y, al mismo tiempo, no implicó abandonar la retórica de la seguridad humana, la cual, de hecho, fue invocada en el momento en el que Canadá decidió intervenir en Afganistán.

 

3. EL MANDATO DE PAUL MARTIN (2003-2006): ENTRE EL LIBERALISMO FUNCIONALISTA Y LA SEGURIDAD NACIONAL COMPREHENSIVA

El 12 de diciembre de 2003, Paul Martin, Ministro de Finanzas entre 1993 y 2002 y vehemente contradictor político de Jean Chrétien, inició su mandato como Primer Ministro de Canadá. Finalizó su gestión el 6 de febrero de 2006, luego de ser derrotado en las elecciones de enero de ese mismo año. Durante estos años, los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos que animaron la PSIC pueden ser comprendidos de acuerdo con los discursos de la reconstrucción liberal-funcional de los Estados Frágiles y Fallidos (EFF) y de la seguridad nacional comprehensiva.

El discurso de la reconstrucción liberal-funcional de los EFF fue el resultado de la articulación de creencias de principios liberales y creencias de causalidad funcionalistas. Por un lado, el gobierno de Paul Martin pretendió promover los valores liberales de Canadá en estos países, partiendo del supuesto de que la construcción exitosa de la comunidad política canadiense podría constituir una guía ineludible para estos países en formación. En particular, este gobierno intentó estabilizar y reconstruir estos países fundamentándose en los principios de la paz, el orden y el buen gobierno, los cuales le habían dado sentido al orden constitucional canadiense desde 1867 (Maclean, 2006: 63-72) De hecho, en el documento insignia de la política exterior de este gobierno, el International Policy Statement (IPS), se estableció que "el compromiso con la paz, el orden y el buen gobierno [han hecho que Canadá sea] una vibrante y prospera comunidad política [que] ha aprendido cómo constituir compromisos efectivos y sustentados, integrando grupos e intereses dispares para servir a un propósito común [lo que es fundamental para guiar] su compromiso con otras sociedades alrededor del mundo [en especial para construir] un mundo más seguro y justo" (Canadá, 2005a:4).

Por otro lado, este gobierno adoptó las creencias de causalidad funcionalista debido a que aceptó no solo la existencia de países disfuncionales que por "necesidad" deben ser intervenidos, teniendo en cuenta su efecto desestabilizador para la seguridad internacional y global, sino también que dichos países pueden ser estabilizados por medio de "estrategias de derrame" que los pueden hacer más gobernables. Para este gobierno, fue necesario articular esfuerzos gubernamentales en materia de defensa, diplomacia y desarrollo. Tal convicción quedó materializada por medio de su propuesta del enfoque de las "3D" (Canadá, 2005a: 20). Este enfoque no sólo evocó la necesaria integración de las actividades entre departamentos sino que también exigió una nueva forma de concebir la diplomacia, la defensa y el desarrollo. Los esfuerzos en el ámbito diplomático, el primer eslabón de la estrategia funcionalista, estuvieron al servicio de la defensa de la Responsabilidad de Proteger, en especial de la idea de que no debía protegerse regímenes genocidas amparados bajo el principio de la soberanía. La nueva interpretación de la defensa, pensada como el segundo eslabón, se expresó en la ampliación del rango de acción de las fuerzas canadienses, las cuales serían preparadas ahora no sólo para las operaciones en combate, sino también para el mantenimiento de la paz y la asistencia humanitaria (Canadá, 2005b:8; Carment, 2005: 16). La articulación de estos tres frentes estratégicos fue conocida como la doctrina Three-Block War (Desrosiers y Lagassé, 2009: 672). La intervención de Canadá y sus aliados en los EFF, amparada bajo el principio de la Responsabilidad de Proteger y sustentada en las renovadas capacidades de las fuerzas armadas, allanaría el terreno para el tercer eslabón de la estrategia, correspondiente a las tradicionales estrategias de desarrollo internacional implementadas por Canadá (Canadá, 2005c: 1y 12-13).

Aparte de pretender reconstruir en términos liberal-funcionalistas los EFF, el gobierno de Paul Martin intentó articular un conjunto de acciones, decisiones y estrategias bajo el discurso de la seguridad nacional comprehensiva. Este discurso se sustentó en dos creencias de principios. La primera correspondió a la idea de que era preciso reconocer las diversas amenazas que ponían en peligro a la nación, entendida ahora como el principal objeto de referencia de la actuación gubernamental en materia de seguridad. Desde luego, después de los atentados en Estados Unidos del 2001 y en España del 2004, las principales preocupaciones de este gobierno se concentraron en el terrorismo internacional y los fenómenos que lo causaban o lo propiciaban. Dichos fenómenos correspondieron al extremismo religioso, los movimientos secesionistas violentos y a la existencia de Estados patrocinadores del terrorismo. Además, este gobierno consideró que los grupos terroristas podían tener acceso a armas de destrucción masiva, se beneficiaban de las redes del crimen organizado y usaban como santuarios a los EFF. Aparte de preocuparse por el terrorismo, este gobierno incluyó en la agenda de seguridad nacional a los desastres naturales, que habían afectado a distintas regiones en Canadá; la vulnerabilidad de la infraestructura energética, que se había hecho evidente con la falla eléctrica del 2003; y las pandemias, que fueron objeto de atención luego del brote de SARS en el 2003 (Canadá, 2004: 6-8 y 48-49; Canadá, 2005a).

La segunda creencia de principio consistió en la necesidad de concebir, en una misma agenda, las amenazas a la seguridad personal y a la seguridad internacional, con el propósito de garantizar de manera idónea e integral la seguridad de la nación. Desde luego, este gobierno procuró ser consecuente con las demandas propias de un mundo globalizado que exigía considerar al mismo tiempo la seguridad en otros ámbitos. Sin embargo, la seguridad en los ámbitos personal e internacional fue concebida en función de la seguridad de la nación en la medida en que fueron tratadas como complementos, mas no como prioridades en el marco de la política de seguridad internacional (Canadá, 2004: 4).

La adopción de un enfoque comprehensivo de seguridad nacional construido conforme a estas creencias de principios condujo a este gobierno a considerar que la mejor estrategia para responder a las exigencias de su agenda de seguridad nacional era contribuir al mismo tiempo y de manera integral a la seguridad interna [homeland security], a la seguridad norteamericana y a la seguridad internacional -particularmente en lo que respecta al terrorismo internacional y a sus amenazas conexas. En especial, este gobierno adoptó tres creencias de causalidad que le imprimieron sentido a la puesta en marcha de su esquema comprehensivo de seguridad nacional, a saber: 1) La seguridad nacional depende de un sistema organizacional integrado que permita garantizar la seguridad de la sociedad y el Estado canadienses; 2) la profundización de las relaciones de interdependencia con su vecino del sur es necesaria como estrategia para garantizar su seguridad interna y nacional; y 3) la estabilización y reconstrucción de los EFF constituye una estrategia inevitable para evitar que se conviertan en santuarios para aquellos grupos o redes terroristas que puedan perpetrar ataques en territorio canadiense.

Sobra aclarar que la priorización de estos ámbitos de seguridad pueden ser leídos como la respuesta canadiense a la nueva concepción de "defensa activa y por capas" que quedó consagrada en la Strategy for Homeland Defense and Civil Support (2005) y en la National Defense Strategy (2008) de los Estados Unidos. Como lo han resumido Sokolsky y Lagassé (2005/2006:16), la concepción de defensa estadounidense orientada principalmente a luchar contra el terrorismo incorpora en efecto tres capas: La primera capa corresponde al territorio estadounidense, en el que se usan políticas de seguridad interna y de inteligencia y procedimientos judiciales concernientes a la aplicación de la ley y el encarcelamiento, lo que en Canadá se tradujo en la creación del Department of Public Safety and Emergency Preparedness, fiel emulación del Department of Homenland Security de Estados Unidos. La segunda capa corresponde al territorio de los aliados de Estados Unidos así como a su mar territorial y sus fronteras, lo que implica la negociación y suscripción de acuerdos en materia de seguridad y defensa con ellos. Esta capa de defensa se tradujo en la construcción del Security and Prosperity Partnership of North America en el ٢٠٠٥. La tercera capa corresponde al ámbito global en el que Estados Unidos pretende no solo prevenir posibles ataques de grupos terroristas y de Estados Bribones en el territorio estadounidense sino también eliminar la capacidad para que dichos enemigos puedan perpetrarlos (Sokolsky y Lagassé, 2005/2006: 16). En este frente el gobierno de Paul Martin, planteó, tal como lo hizo su vecino, que la seguridad canadiense se encuentra vinculada con la de los EFF, debido a que constituyen santuarios para grupos terroristas y redes criminales que pueden llegar a atacar el territorio norteamericano (Canadá, 2005b:5; Canadá, 2004: 47). Por esa razón, este gobierno se comprometió aún más con la intervención en Afganistán iniciada en 2001(Chapin, 2010: 194-195; Murray y McCoy, 2010).

Al valorar los discursos realistas y liberales que sustentaron la política de seguridad internacional del gobierno de Paul Martin, cabe preguntarse el grado en el que los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos de este gobierno fueron contradictorios o si, más bien, mantuvieron una relación tensa entre sí.

En primera instancia, podría sostenerse que estos discursos tendieron a ser contradictorios, en especial si se consideran las creencias de principios que los animan. Ante todo, debe señalarse que el discurso liberal-funcionalista que responde a los tradicionales impulsos cosmopolitas y liberales de Canadá fue menoscabo por intereses estratégicos, en especial los que atañen a la seguridad y la defensa de la nación canadiense. Si la principal orientación de este gobierno hubiera sido de carácter liberal-funcional habría podido advertirse un involucramiento mayor en Sudán y en Haití, tal como sucedió en Afganistán. Además, como ha sido señalado, para este gobierno la participación en la estabilización y reconstrucción en Afganistán no respondió tanto a los impulsos cosmopolitas y liberales como a la necesidad de fortalecer las relaciones estratégicas con los Estados Unidos.

Sin embargo, si se consideran las creencias de causalidad de estos dos discursos, en especial su grado de compatibilidad, puede sostenerse que dichas creencias animaron estrategias encaminadas a un mismo fin: estabilizar y reconstruir EFF, a pesar de que dicha prioridad hubiera sido consumada en la práctica en un solo teatro de operaciones: Afganistán. No es fortuito que este gobierno se hubiera preocupado por articular sus esfuerzos en materia de seguridad, diplomacia y desarrollo en el IPS. En suma, al suponer fuerzas opuestas que se atraen, estos discursos pueden ser leídos como racionalidades que mantuvieron una "tensión" permanente en el seno de la política de seguridad internacional de este gobierno.

 

4. EL MANDATO DE STEPHEN HARPER (2006-): ENTRE EL PEACE-BUILDING DEMOCRÁTICO-LIBERAL Y EL REPOSICIONAMIENTO ESTRATÉGICO

El 6 de febrero de 2006, Stephen Harper, el líder del reconstituido Partido Conservador, inició su mandato como Primer Ministro de Canadá. Durante estos años, el gobierno de Stephen Harper ha diseñado una política de seguridad internacional que podría ser considerada como una de las más robustas de la historia canadiense reciente, por lo menos si se considera el fortalecimiento de las Fuerzas Canadienses (FC) planteado en la Canada First Defense Strategy (CFDS). Dicha estrategia permitió formular una política de seguridad internacional sustentada en los discursos del peace-building democrático-liberal y del reposicionamiento estratégico, los cuales definieron respectivamente los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos de este gobierno.

El discurso del peace-building democrático-liberal podría ser considerado como el resultado de la tradición de Canadá orientada a promover en el ámbito internacional los valores emblemáticos de su sistema político. Sin embargo, aquel, a diferencia de las posturas de los gobiernos anteriores, ha supuesto desplazar las creencias liberales asociadas a las imágenes de un peace-keeper o de un norm entrepeneur, en favor de las creencias liberales propias de un peace-builder, que se preocupa no solo por proyectar sino también por imponer los valores de la democracia liberal en zonas en conflicto. Así mismo, a diferencia de los gobiernos liberales anteriores, que pretendieron proyectar las creencias de principios de la paz, el orden y el buen gobierno, el gobierno de Stephen Harper ha buscado promover las creencias de la libertad, la democracia y los derechos humanos (Harper, 2006a; Harper, 2006b; Harper, 2007; Harper, 2008). Es decir, ha abandonado progresivamente las creencias de principios colectivistas del orden constitucional canadiense y ha adoptado, con mucho más ahínco, en el marco de la definición de su contribución a la seguridad internacional, los valores individualistas del orden constitucional defendido por los Estados Unidos, lo que contradeciría la conocida hipótesis de Seymour Lipset (1993) sobre las tradicionales diferencias entre las instituciones canadienses y estadounidenses. Tal decisión parece encontrarse al servicio no solo de la necesidad de integrarse a las estrategias de peacebuilding de sus aliados, en especial los Estados Unidos, sino también de ampliar su protagonismo en teatros de operaciones como el afgano (Harper, 2006b; Harper, 2007).

Estas creencias de principios se tradujeron en una creencia de causalidad inicial: la necesidad de que Canadá mejorara su capacidad de reconstrucción democrático-liberal conforme al esquema whole of government. Sobra aclarar que este esquema, adoptado por distintos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pretende justificar el despliegue de una acción intra e intergubernamental coordinada, orientada a estabilizar y reconstruir países fallidos. Al partir del supuesto de que las amenazas consustanciales a la debilidad institucional de los EFF se encuentran interconectadas, sean de orden militar, económico o societal, este enfoque plantea la necesidad de intervenir dichos países por medio de una acción que coordina "actores, instrumentos [e] incentivos" (Röder, 2008: 185). Aunque esta creencia de causalidad puede ser considerada como una estrategia para continuar adoptando el espíritu de las "3D", el Gobierno de Stephen Harper no ha pensado la estabilización y la reconstrucción de estos países de acuerdo con la misma lógica funcionalista de su antecesor. Antes que preocuparse por la integración de funciones entre las agencias gubernamentales, este gobierno ha adoptado el esquema whole-of-government para concentrar las decisiones en manos del Primer Ministro. Dicha postura, que se ha traducido en un marcado "tono autoritario" del Ministro Harper, ha sido justificada por la necesidad de garantizar la coordinación efectiva de los exigentes procesos de reconstrucción de naciones (Noble, 2008: 38-40; Wright, 2009: 62 y 76; Röder, 2008: 228).

La segunda creencia de causalidad liberal animada por este gobierno ha supuesto que la reconstrucción democrático-liberal de naciones en conflicto demanda la promoción de un esquema democrático, centrado en los ciudadanos, la conformación del estado de derecho y la construcción de un entorno institucional encaminado a la prevención del conflicto. De hecho, estas han sido las prioridades de uno de los programas centrales de este gobierno para contribuir a la paz y la seguridad internacionales, a saber: el Glym Berry Program, que recibió esta denominación en memoria del diplomático canadiense muerto tras un atentado con un carro bomba en Afganistán en enero de 2006 (Canadá, 2008a).

Aparte de adoptar el discurso del peace-building democrático-liberal, este gobierno sustentó su política de seguridad internacional en el discurso del reposicionamiento estratégico. Las creencias de principios de dicho discurso implicaron la intención de sustituir la imagen de Canadá como "potencia media" por la de "potencia principal", lo que supuso la búsqueda de un mayor protagonismo en la escena internacional, así como una ruptura con la tradicional cultura diplomática y estratégica canadiense despreocupada por el mejoramiento de la posición internacional del país (Dewitt y Kirton, 2008:30). Con el nuevo propósito de mejorar la capacidad y el poderío relativo del país, el gobierno de Stephen Harper ha sustentado su política de seguridad internacional en las creencias de principios propios de un guardián global de la seguridad. Es decir, este gobierno ha pretendido convertir a Canadá como un país capaz no sólo de contribuir al mantenimiento del orden internacional en calidad de mediador sino también de intervenir militarmente países y regiones en conflicto (Harper, 2007a; Kirkey y Ostroy 2010:208).

Vale recordar que durante la posguerra fría, los guardianes de la seguridad internacional, en especial los Estados Unidos, junto con los miembros más poderosos de la OTAN, han definido como una creencia de causalidad central la readaptación de sus fuerzas militares, en especial en términos de su organización, entrenamiento y equipamiento. Esta renovación de capacidades defensivas ha sido concebida para responder a un nuevo ambiente de seguridad internacional en el que coexisten diferentes amenazas, riesgos y peligros a la seguridad de los Estados y de sus respectivas sociedades, cuya interrelación ha sido posible debido a la emergencia de lo que ha venido a denominarse como las "nuevas guerras" (Bredow, 2010: 170 y 173). Estas guerras son nuevas porque a diferencia de las guerras interestatales ya no ocurren en territorios plenamente definidos; las partes en conflicto son más difíciles de combatir debido a su irregularidad; la debilidad institucional, antes que el poderío de los Estados, constituye su principal detonante; y en ellas preexisten intereses para evitar su finalización, en especial los propios de los señores de la guerra que se benefician económica y políticamente de la violencia, una violencia que puede expresarse como actos esporádicos de terrorismo o como actos de genocidio (Bredow, 2010: 173-174).

En consecuencia, para cumplir con las ambiciones de un guardián de la seguridad internacional, el gobierno de Stephen Harper, aparte de continuar con el esquema de la seguridad nacional comprehensiva de su antecesor, ha diseñado un plan a veinte años (2008-2028) para transformar y fortalecer las FC, el cual costará en total 490 mil millones de dólares, luego de que en 2006 aumentara el presupuesto de defensa aprobado durante el gobierno de Paul Martin, de 13,6 mil millones a 17,6 mil millones de dólares, y de que en el presupuesto de 2007 añadiera otros mil millones de dólares para empezar con las compras de equipo militar (Canadá, 2008b: 11-13 Moens, 2008: 572). Dicho plan se ha centrado en cuatro pilares: a) el incremento de la fuerza militar y de los reservistas, b) la sustitución del equipo viejo e inoperante para garantizar la soberanía y la defensa canadiense, así como el compromiso con las operaciones militares en el exterior, c) la preparación del personal para defender la soberanía canadiense en regiones complejas como el Ártico, así como para ingresar a teatros de operaciones como el de Afganistán y d) mejorar la infraestructura para garantizar las operaciones del DDN y de las FC (Canadá, 2008b: 12 y 19).

Con el propósito de continuar sofisticando las capacidades defensivas del país, este gobierno decidió comprar 65 jets Joint Strike Fighter F-35 en 2011. Con esta compra, el gobierno de Stephen Harper ha pretendido demostrar, principalmente a sus aliados, las capacidades de Canadá no solo para contribuir a la defensa terrestre y área de Norteamérica, sino también para participar en eventuales operaciones de la OTAN -tal como sucedió con ocasión de la intervención del régimen libio-. Ante todo, la renovación de las capacidades defensivas de Canadá, con aviones de combate de quinta generación, parecen encontrarse al servicio de su status como uno de los líderes en la construcción de la seguridad internacional, al tiempo que garantiza su disposición para operar al mismo nivel estratégico que los Estados Unidos, en especial de sus F-22 Raptors (Massie, 2011:256-261). Vale aclarar que la compra de los F-35 fue criticada a tal grado por el Partido Liberal y por el Nuevo Partido Democrático que fue necesario convocar a nuevas elecciones en mayo de 2011. Sin embargo, el gobierno Stephen Harper salió favorecido de estos comicios al convertirse en un gobierno mayoritario.

Al valorar los discursos liberales y realistas de este gobierno, puede sostenerse que, a diferencia de sus antecesores, logró articular de manera armónica sus intereses estratégicos con valores cosmopolitas. O, por lo menos, puede afirmarse que no existe mucha evidencia de que hubiese expresado sus sistemas de creencias de manera contradictoria. Este gobierno buscó que Canadá actuara como una gran potencia democrático-liberal que asume el rol de un guardián de la seguridad. Conforme a este razonamiento, la promoción y la imposición de los valores de la democracia liberal no sólo permiten garantizar de manera más efectiva la seguridad internacional sino también ayudan a mantener o a mejorar la posición estratégica de las potencias democrático-liberales en la configuración del poder mundial.

 

CONCLUSIÓN

Durante la postguerra fría, la PSIC puede ser explicada de acuerdo con distintos discursos, en especial porque cualquier proceso de toma de decisiones se encuentra configurado por distintos actores con racionalidades diferentes. Sin embargo, al considerar las decisiones substantivas tomadas por los gobiernos canadienses, antes que el proceso de formulación de la PSIC, este artículo ha pretendido defender que dichos gobiernos se debaten entre creencias liberales y realistas. Es decir, se ha defendido la hipótesis histórica de que aquellos se debaten entre valores cosmopolitas e intereses estratégicos. No obstante, los principales hallazgos se encuentran referidos al modo en el que la PSIC cambió de un gobierno a otro, es decir, a cómo estos gobiernos se apropiaron de manera particular los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos, animados por distintos discursos liberales y realistas canadienses.

En este sentido, se mostró cómo el gobierno de Jean Chrétien formuló su política de seguridad internacional de acuerdo con los discursos de la defensa ética de la seguridad humana y la consolidación de la seguridad económica de Canadá. La defensa ética de la seguridad humana se expresó como una obligación cosmopolita orientada a brindar seguridad a los seres humanos en todo el mundo. Por su parte, el discurso de la seguridad económica se manifestó en la necesidad de garantizar la prosperidad de Canadá por medio de su acceso a mercados comerciales que garantizaran su poderío nacional. Puede sostenerse que las acciones derivadas del discurso de la seguridad económica contradijeron ampliamente las creencias de la seguridad humana. En particular, la insaciable búsqueda de la seguridad económica motivó a este gobierno a suscribir acuerdos comerciales con regímenes criticados internacionalmente por su escaso compromiso con los derechos humanos. Al mismo tiempo, este gobierno promovió el ingreso de algunas empresas mineras canadienses en zonas en conflicto, a pesar de que las operaciones de dichas empresas hubieran agudizado dichos conflictos. No obstante, después del 11 de septiembre este gobierno formuló una política de seguridad internacional mucho más enfocada y menos contradictoria al adoptar -aunque con algunas reservas- la lucha contra el terrorismo liderado por Estados Unidos.

Las creencias de principios y de causalidad del gobierno de Paul Martin en materia de seguridad internacional fueron articuladas conforme a los discursos de la reconstrucción liberal-funcional de los países frágiles y fallidos y de la seguridad nacional comprehensiva. La seguridad nacional comprehensiva constituyó un discurso orientado no solo a concebir una amplia gama de amenazas a la seguridad de la nación, sino también a concebir la contribución a la seguridad internacional como una estrategia para garantizar la seguridad nacional. Entre tanto, el discurso de la reconstrucción de los países frágiles y fallidos condujo a este gobierno a intentar a hacer de estos países más gobernables, por medio de la proyección de los valores liberales del sistema político canadiense. Puede concluirse que el principio ordenador que le imprimió sentido a la coexistencia de estos dos discursos fue la tensión.

La política de seguridad internacional del gobierno de Stephen Harper ha supuesto no sólo que Canadá debe reconstruir regiones o naciones en conflicto apoyándose en los valores de la democracia liberal sino también que el país debe buscar reposicionarse internacionalmente, por medio de su capacidad para intervenir militarmente en dichas regiones y naciones. Ambas posiciones pueden explicarse a través de los discursos del peace-building democrático-liberal y del reposicionamiento estratégico neorrealista. Dichos discursos han permitido sustituir el rol tradicional de Canadá como un peacekeeper por el de un peace-builder o un guardián de la seguridad, una imagen propia de las grandes potencias. Se concluye que ambos discursos tendieron a ser articulados de manera armónica.

Al sumarse estos tres hallazgos, puede inferirse el modo progresivo en el que los distintos gobiernos canadienses han venido adoptando las creencias de principios y de causalidad de Estados Unidos en materia de seguridad internacional. En especial, es evidente que la agenda canadiense en materia de seguridad internacional se ha adaptado a los valores cosmopolitas y los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Del antiamericanismo, expresado durante el primer gobierno de Jean Chrétien, se ha pasado al fortalecimiento de la alianza estratégica con los Estados Unidos durante el gobierno de Stephen Harper, siendo el gobierno de Paul Martin un periodo de transición. Futuras investigaciones sobre la PSIC deberán formularse, en consecuencia, por lo menos dos preguntas: a) ¿cómo la adopción de los roles propios de un guardián de la seguridad ha afectado y afectará la cultura estratégica canadiense del peacekeeping y la imagen internacional de Canadá como middle power?, y b) ¿cómo estos nuevos roles pueden encontrarse al servicio de la construcción hegemónica de la seguridad internacional por parte de los Estados Unidos, en un momento en el que este país ha empezado a perder sus capacidades para controlar los resultados finales en este terreno?

 

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Fecha de Recepción: 18/11/2013
Fecha de Aprobación: 18/05/2014