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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.28 no.85 Bogotá Sep./Dec. 2015

https://doi.org/10.15446/anpol.v28n85.56256 

http://dx.doi.org/10.15446/anpol.v28n85.56256

PAZ Y ESTRUCTURA SOCIAL. EL NIDO DE LA PALOMA

Ramírez-Orozco, Mario. La paz sin engaños: Estrategias de solución para el conflicto colombiano. Bogotá, Universidad de La Salle, 2013, 288 págs.

Por: Miguel Borja
Profesor Titular de la Escuela Superior de Administración Pública
Catedrático del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Derecho,
Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia


Por fin aparece en la literatura contemporánea de Colombia una obra dedicada al tema de la paz. El lector encuentra de ordinario en los anaqueles de las librerías y bibliotecas un sin número de libros dedicados al tema de la guerra y la violencia, pero la paz, su búsqueda, encuentro y consolidación, no ha merecido la atención de los científicos sociales, quienes se han limitado a aventurar glosas marginales sobre ella.

La literatura sobre la guerra y la violencia es pródiga en descripciones, detalles y estadísticas [233]sobre los conflictos armados, sufridos por el país desde la guerra del año de 1812-1814 hasta nuestros días. Frente a la gran cantidad de literatura existente, el lector podría preguntarse si el libro de Ramírez-Orozco no es un manuscrito más sobre la guerra y la violencia, vino nuevo en viejos odres. Afortunadamente, no es así. El estudio tiene una perspectiva diferente: traza rumbos originales en la interpretación de nuestros conflictos bélicos y caminos ciertos hacia la construcción de la paz. Recupera la Teoría Crítica con el fin de que el conocimiento vuelva a orientar los procesos de cambio indispensables para superar las contiendas armadas. El punto de partida no es el conflicto bélico, sino la génesis de la paz; el principio lógico del análisis no es la guerra sino la paz. Por consiguiente, la obra erige una nueva vertiente en las ciencias sociales colombianas al tomar como punto de leva la paz. El autor indica que su objetivo es encontrar fórmulas eficaces para la solución pacífica de las disputas bélicas de la Colombia de hoy (21).

A lo largo del libro compara los esfuerzos para superar la guerra con los realizados en otros países; reflexiona sobre los procesos de paz llevados a cabo durante el último medio siglo en América Latina y África. Dicha metodología desmitifica la violencia como excepcionalidad de Colombia, la marca país, como se ha querido presentar en los medios nacionales e internacionales.

Ramírez-Orozco delinea una serie de políticas públicas encaminadas a fortalecer las negociaciones de una paz sin engaños (22). Con esta dirección, argumenta que la consolidación de la paz va más allá de los acuerdos y requiere reformas estructurales en la organización económica y social de la nación.

La perspectiva del autor abandona, según se ha mencionado, los estrechos marcos del estado nacional y se dirige al análisis internacional, con el objetivo de superar las falsas coordenadas de los diferentes nacionalismos practicados por los analistas de la guerra. Esta visión descifra los principales formatos utilizados para la resolución de conflictos internos: el pragmático, centrado en la desmovilización y la reinserción de los grupos rebeldes dentro del statu quo, regreso al orden establecido; el estructural, anclado en la superación de las circunstancias que dan lugar a las confrontaciones bélicas; y el que va de uno a otro de los modelos mencionados, haciendo de la paz y la guerra un juego sin fin. Las consideraciones del autor al respecto son:

Se busca con ello un efecto a corto plazo a través del reconocimiento de ciertos derechos políticos y de algunas prebendas económicas, casi siempre beneficiosas solo para los jefes de la insurgencia….La tendencia contraria es aquella que aboga por un modelo estructural. Su premisa fundamental es la superación de las causas principales que originan los conflictos. Además de los compromisos políticos acordados, que son importantes, considera fundamental el impulso de políticas de desarrollo social que tengan como prioridad la superación gradual de la desigualdad y la pobreza… Se puede reconocer también un tercer modelo, al que se podría denominar mixto. Y sería aquel en el que, a pesar de tomar en consideración los problemas estructurales e incluirlos en la agenda negociadora, los deja en un segundo plano" (26-30).

Con base en las experiencias fallidas de los acuerdos de paz en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y, parcialmente, en Colombia, países donde se firmaron pactos y se quedaron sin solución los problemas axiales causantes del levantamiento armado, el autor apuesta por la paz estructural. Según él, dichas experiencias indican que el malestar social como generatriz de la guerra subyace cuando no se alcanza una "coincidencia entre una parte importante de los acuerdos firmados y la realidad imperante. La deficiente redistribución de la riqueza, la tenencia de la tierra en pocos propietarios, la inexistencia de una justicia eficaz, la falta de servicios básicos para la mayoría de la población, etc. siguen siendo en la actualidad fuente importante de la inestabilidad política y social en Centroamérica" (24).

Siguiendo a Johan Galtun, Ramírez-Orozco concreta dos nociones sobre la paz: "Una negativa, que consiste en la no guerra, y una positiva, donde lo fundamental será la ausencia de violencia estructural, en la que se habrá de considerar todas las muertes evitables causadas por estructuras sociales y económicas perversas. Así, el objetivo central para la consecución de la paz es el descenso de las expresiones violentas de cualquier índole no solo las producidas por la lucha armada" (47). En el estudio se entiende por paz estructural: "Al tipo de paz que supere las secuelas producidas tanto por la violencia directa como por los efectos inherentes a la violencia indirecta y/o encubierta. De manera que la ausencia de guerra o conflicto armado sea concomitante a la superación de las desigualdades extremas, la integración de las poblaciones excluidas y el goce efectivo de los derechos ciudadanos para toda la población" (57). La paz es, así, considerada como un proceso complejo, una construcción que incluye diversos tipos de ella: desde la coyuntural, pasando por la colectiva, la ecológica, la religiosa, las de géneros, hasta la estructural (33-47).

El libro privilegia la historia de los procesos de paz y elabora una arqueología de la paz en Colombia que facilita detallar y analizar, ya no la serie de guerras, sino la sucesión de acuerdos inútiles: La paz extraviada (1949-1953), La paz de la dictadura (1953-1957), La paz excluyente (1958-1974), La paz represiva (1974-1982), La paz objetiva (1982-1986), La paz sin tregua (19861990), La paz constituyente (1990-1998), La paz y el plan garrote (1998-2002) ¿La paz o las paces entre amigos? (2002-2006), después del 2010???. El lector puede comprobar, mientras pasa páginas, que en dichos convenios y esfuerzos nunca se modificaron las causas del conflicto social. Fueron pactos representativos de una paz con engaños: "Lo que se impuso fue un sistema de pacificación, ya fuera por imposición, engaño o a cambio de algunas prebendas para los líderes de los levantamiento. Esta forma de hacer la paz evadió de forma transitoria las razones de los insurgentes y dio apenas un respiro mientras se recomponían o formaban nuevas fuerzas de oposición armada" (59).

Ramírez-Orozco no se mueve en la superficie de los acontecimientos bélicos y corre los velos para penetrar en el contenido del cual son expresión. Realiza un estudio de la organización económica y social de Colombia con la intención de proporcionar elementos de interpretación histórica para fundamentar las estrategias de paz (99). Divide la historia del país con relación a las dinámicas de paz en dos tiempos históricos, colocando como mojón el año de 1957. El país anterior, el de 18101957, heredero directo del 'Antiguo Régimen', teatro para que las vetustas elites coloniales cambien de ropaje y se vistan con los trajes desgastados del republicanismo. A partir del año de 1957 se asiste al segundo acto del sainete trágico de unas cuantas familias que conforman las rancias élites del poder, usufructuarias del sistema de la guerra y desinteresadas en resolver los problemas medulares de la nación (la reorganización del poder, la desintegración territorial, el desconocimiento de las fronteras campesinas y la lucha jurídica por la propiedad, la concentración ilegal y violenta de la tierra, la fase nunca terminada de una incipiente industrialización, la rentabilidad de la violencia, una organización económica más propia del capitalismo salvaje que del capitalismo moderno, los intentos frustrados de una reforma agraria, la quimera de la paz, y los recientes poderes generados por la narcoeconomía).

Ramírez-Orozco no es un escritor dedicado a llorar sobre las tragedias de la nación, por el contrario, elabora un conjunto de estrategias estructurales que de ser tenidas en cuenta permitirían alcanzar La paz sin engaños. En este mar desconocido de concordia, las constituciones dejarían de ser "Cartas de Batalla" para convertirse en Cartas de Paz. Plantea como preámbulo a las trasformaciones estructurales que necesita la república, una Conferencia Internacional para la Paz, con miras a vincular a la comunidad internacional como garante de los acuerdos y obtener recursos para la implementación de los cambios requeridos (167).

Sugiere, igualmente, modificar el modelo de desarrollo con el fin de apalancar la democracia, que no es solamente el derecho a votar o a formar parte del poder estatal: "La democracia se vive a diario, en las relaciones de convivencia entre ciudadanos, en el ejercicio de plenos derechos, el cumplimiento de sus obligaciones para con el Estado y los otros conciudadanos" (168). Asimismo, llama la atención sobre la perentoriedad de que la Constitución deje de ser "Reina de Burlas" y se convierta en el norte de la acción del Estado y sus ciudadanos. Indica que es indispensable alcanzar un consenso social amplio, una verdadera apertura democrática, para construir los acuerdos de paz; pues concibe que la pacificación real no es labor de círculos cerrados ni conventículos, camarillas o comisiones de alto nivel; para él, la paz verdadera es una edificación cimentada en las masas populares de la nación: "En este punto, es fundamental tener en cuenta las muchas experiencias de autogestión y de iniciativa social que han logrado importantes logros, en contravía al ineficiente sistema político, el Estado y a la violencia que generan todos los actores armados" (183).

A la pregunta siempre eludida de quién habrá de pagar los costos de la paz, el autor enumera diversas fuentes de recursos: los presupuestos habituales para desarrollo económico y social, los grandes recursos dedicados a los gastos militares para sostener el conflicto, los capitales y propiedades ilegales que se recuperen a través de la Ley de Extinción de Dominio, el aporte de las remesas de los emigrantes colombianos, la ayuda económica internacional y el buen manejo de las finanzas públicas. Además, enfatiza un concepto axial: "Toda sociedad pacífica exige superar el enfrentamiento social a través de la generación de empleos y de la cobertura total de los servicios básicos" (20). Razón por la cual aclara que tanto el gobierno como los empresarios deben esforzarse en solucionar los problemas crónicos de la población.

El libro ubica puntos nodales para estructurar la paz: el tema agrario, el desplazamiento interno y el enfrentamiento entre el sector financiero y el sector productivo: "Aunque es responsabilidad gubernamental, los sectores empresariales y financiero también deben comprometerse frente al país en los planes generales para la solución permanente del conflicto, con la generación de empleo y programas de capacitación" (209). Del mismo modo, urge a superar las disimetrías entre lo rural y lo urbano, y estima que un reto crucial del posconflicto es encontrar recetas adecuadas para liberar la economía y las instituciones de los efectos nocivos de los grandes recursos del narcotráfico (212). Con igual preocupación, juzga esenciales como elementos primordiales para una paz duradera: cambiar el modelo jurídico con el fin de superar la incapacidad funcional de la justicia; superar la impunidad rampante que recorre las instituciones y las organizaciones estatales, y recuperar el poder y la dignidad de la justicia.

La paz sin engaños. Estrategias de solución para el conflicto armado es una obra escrita con el mayor sentido patriótico en aras de la superación de un conflicto nacional que ha sumido al país en la injusticia social desde sus mismos albores. El texto permite comprender que si bien a la historia de la larga serie de guerras civiles en Colombia le corresponde una larga historia de acuerdos de paz, la permanencia de la guerra obedece a que en el país la paz se ha construido falazmente, como para asegurar su fracaso. Las pautas establecidas por Ramírez-Orozco para construir la convivencia nacional encaminarían a los colombianos por los senderos del progreso sin el estigma ni los obstáculos de la violencia.

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