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Análisis Político

versão impressa ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.29 no.87 Bogotá maio/ago. 2016

https://doi.org/10.15446/anpol.v29n87.60724 

http://dx.doi.org/10.15446/anpol.v29n87.60724

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE UNA GUERRILLA

THE SOCIAL CONSTRUCTION OF A GUERRILLA

Andrea Lissett Pérez Fonseca*

** Magíster y Doctora en Antropología Social por la Universidad Federal De Santa Catarina, Brasil. Docente de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Correo electrónico: andreaperez71@hotmail.com


RESUMEN

Este artículo busca contribuir a la comprensión de la permanencia de las guerrillas en Colombia a partir de la lectura de los procesos de construcción social de dichas organizaciones, teniéndose en cuenta aspectos como sus singularidades sociohistóricas, los diversos actores políticos que las conforman, sus subjetividades, las tradiciones de lucha y resistencia en que se cimientan y las estrategias desplegadas para la implantación de tales proyectos de lucha. Se toma como estudio de caso al Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrilla en la que se destaca la agencia ejercida por los estudiantes universitarios, los campesinos, los obreros petroleros y los cristianos de la teología de la liberación, cuyo entroncamiento dio vida a este proyecto y posibilitó su trascendencia en el tiempo.

Palabras clave: China, construcción social, subjetividades, guerrilla, Colombia, ELN.


ABSTRACT

This article seeks to contribute to the understanding of the permanence of the guerrillas in Colombia based on the reading of the social construction processes of said organizations, keeping aspects in mind such as their sociohistorical singularities, the diverse political actors comprising them, their subjectivities, the fighting and resistance traditions on which they are founded, and the strategies deployed for the implementation of such combat plans. As a case study, the paper examines the Ejército de Liberación Nacional, in Spanish, a guerilla group distinct for being operated by a mix of university students, farmers, oil workers, and Christians adhering to liberation theology whose coalescence brought this project to life and ensured its enduring significance.

Keywords: social construction, subjectivities, guerrilla, Colombia, ELN.


APUNTES INICIALES

La comprensión de la larga duración de algunas guerrillas en Colombia como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), surgidas a comienzos de los años 1960 y que hasta hoy continúan presentes en el escenario nacional, puede tener pistas relevantes en la lectura del proceso de formación social de estas organizaciones, así como en su asentamiento en ciertas poblaciones y territorios donde construyeron tejidos sociopolíticos y se enlazaron con tradiciones de resistencia y lucha.

Son pocos los estudios académicos que explican de manera analítica el fenómeno de las guerrillas contemporáneas en el país. Prevalece la perspectiva historiográfica con estudios sobre la dinámica de la guerra y la trayectoria de estos grupos, que siguen un formato tradicional de privilegiar los factores políticos y militares y de sustentarse en los testimonios de los principales mandos de tales organizaciones (por ejemplo, Alape, 1985, 1989; Medina, 1996, 2001). También se encuentran propuestas explicativas como la de Richani (2003) quien, desde una óptica estructural-funcionalista, sustenta la permanencia de las guerrillas en Colombia como consecuencia del llamado "sistema de guerra" que alimenta y reproduce el ciclo de la guerra gracias a la existencia de recursos y excedentes económicos. El eje argumentativo de este enfoque es la racionalidad económica que determina el funcionamiento del "sistema de guerra" y, al interior del mismo, las guerrillas vistas como un componente económico – de inversión, ganancias y gastos – que hacen parte de ese engranaje.

Dicha perspectiva fue dominante durante la década de 1990 y aún continúa teniendo acogida entre varios investigadores (Rangel, 1999; 2001), conocidos como "economicistas de la guerra" (Gutiérrez y Sánchez, 2007). Aquí se cuestiona su enfoque reduccionista de la guerra en función del factor económico que se convierte en totalizante y determinante de la acción con la consecuente pérdida y/o desvanecimiento del conjunto de dimensiones (sociales, políticas, simbólicas) que hacen parte de este fenómeno. Igualmente, se terminan desdibujando los sujetos sociales como componentes abstractos del "sistema de guerra", en el que cada quien cumple una función subordinados a la dinámica del mismo.

Otro abordaje analítico de este fenómeno es el desarrollado por Eduardo Pizarro (1991; 1996), quien construye un modelo comparativo de los tipos de guerrillas colombianas a lo largo del tiempo, señalando cambios diacrónicos pero también permanencias de los mismos que se traducen en tipos ideales. Estos estereotipos serían básicamente tres, así: (a) la guerrilla política, representada por las FARC y el Ejército Popular de Liberación (EPL), (b) la guerrilla militar, caracterizada por el ELN y (c) guerrilla societal, referida a organizaciones como el grupo indigenista Quintín Lame.

Aunque los anteriores enfoques y modelos apuntan hacia ciertos rasgos diferenciadores de cada una de las organizaciones guerrilleras, el problema radica en que terminan esencializandose y, con esto, restringiendo la posibilidad de comprender la complejidad de estos procesos en los que confluyen múltiples factores y contextos significativos. Considero que se requiere de lecturas que hagan reconstrucciones genealógicas que revisen críticamente los procesos y dinámicas internas de los grupos guerrilleros que han perdurado en la historia colombiana.

El presente artículo busca aportar en esta dirección, profundizando en las particularidades sociohistóricas del surgimiento y consolidación del ELN. Con base en fuentes documentales y testimoniales 1, se hace descripciones densas de los procesos, las estrategias y los recursos políticos desplegados en la construcción social de la guerrilla del ELN, enfatizando en las siguientes dimensiones: los estudiantes y su proyecto revolucionario, la formación del grupo guerrillero, los obreros petroleros y la cultura del tropel y la influencia del sacerdote Camilo Torres.

1. LOS ESTUDIANTES Y EL PROYECTO REVOLUCIONARIO

El ELN nace en el seno del movimiento estudiantil como decisión política de un grupo de líderes estudiantiles que, basados en su lectura del contexto internacional y de la problemática colombiana, resuelve fundar una guerrilla revolucionaria con el objetivo de vencer al Estado colombiano e instaurar el socialismo.

Esta propuesta de lucha revolucionaria no fue un caso aislado en el ámbito latinoamericano. Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se inició una nueva etapa en las contiendas sociales del continente, donde la toma del poder y la construcción de naciones socialistas pasaron a considerarse necesidades inmediatas y prioritarias. O sea, la revolución dejó de ser una quimera distante de ser alcanzada y se convirtió en una meta que era factible de ser realizada "aquí y ahora".

Este será el nuevo paradigma político de la izquierda y podría ser entendido, según McAdam (1994), como "marco dominante de protesta", constituido por referentes ideológicos que legitiman la acción colectiva en pro de los ideales revolucionarios y desde el cual se apoyan los nuevos movimientos y grupos insurgentes. Cabe resaltar el profundo impacto de este "nuevo marco de protesta" no solo en relación con los poderes establecidos, sino con los viejos partidos de izquierda, principalmente los partidos comunistas, que fueron fuertemente cuestionados. Este movimiento de crítica y renovación llevó a la formación de nuevas organizaciones políticas que fueron identificadas como la "nueva izquierda", caracterizada por su radicalización en la concepción política y por la defensa de las "formas superiores de lucha", esto es, la lucha armada (Arenas, 1971, pp. 8-9).

A pesar de que la Revolución Cubana desplegó una poderosa influencia en diferentes sectores sociales de América Latina, fue en el movimiento estudiantil donde tuvo mayor resonancia. Los estudiantes se convirtieron en la punta de lanza de la "nueva izquierda" con la vinculación de muchos de sus integrantes a organizaciones insurreccionales y focos guerrilleros (Medina, 2001); hecho comprensible si se tienen en cuenta las condiciones favorables que reúne este sector, como el ímpeto juvenil que los hace más propensos a la acción y al riesgo; su acceso a la formación intelectual, en especial a las corrientes de pensamiento social y revolucionario; y su alto nivel de politización, debido a la activa presencia de partidos políticos y organizaciones de izquierda en el ambiente universitario.

En ese contexto de efervescencia revolucionaria surge el proyecto del ELN, en un país que apenas estaba saliendo de la Violencia (1946-1964), empobrecido y desgastado por las pérdidas materiales, humanas y morales, y con un régimen político desprestigiado por los altos índices de represión y violencia estatal, estaba el terreno abonado para el florecimiento de nuevas formas políticas y organizativas.

¿Quiénes son estos estudiantes? ¿Cuáles son sus referentes de apoyo? ¿Qué recursos sociales y simbólicos movilizan?

La respuesta a esto presupone algunos elementos que contextualicen la dinámica histórica del movimiento estudiantil colombiano. Al respecto, conviene señalar que, a pesar del liderazgo sostenido durante las décadas del cincuenta y sesenta, el movimiento estudiantil no parece tener una presencia constante en el escenario social pues sus apariciones son aparentemente fluctuantes y relacionadas con determinadas coyunturas nacionales. No obstante, Caycedo (1984) afirma que existen niveles de identidad y coherencia en las luchas que los estudiantes lideraron en momentos de acentuada crisis política nacional. Estos momentos históricos fueron:

a. Las protestas y movilizaciones de 1909 contra el presidente Rafael Reyes, quien se proclamó dictador; momento emblemático que marca el nacimiento del movimiento estudiantil colombiano.

b. Las manifestaciones del 8 de junio de 1929 en memoria de la "masacre de las bananeras". Fueron duramente reprimidas y dejaron el saldo de un estudiante muerto: Gonzalo Bravo. Este episodio también signó la historia del movimiento estudiantil al transformarse en la fecha conmemorativa de los llamados "mártires" de este levantamiento.

c. El periodo de la dictadura militar (1954-1957), cuando la lucha estudiantil afloró nuevamente con grandes manifestaciones y protestas en favor de la democratización del país. En este lapso de tiempo ocurrieron hechos de especial trascendencia, como el derrocamiento del régimen militar debido a la presión de los estudiantes y el recrudecimiento de la represión estatal que condujo a la masacre estudiantil del 8 y 9 de junio de 1954, que profundizará el sentido del "martirologio estudiantil" (Caycedo, 1984).

Estos son los principales referentes históricos, potencializados durante los años sesenta, cuando se alcanzan los más altos niveles de organización, unidad y movilización estudiantil en el país, cuya máxima expresión fue la creación en 1963 de la Federación Nacional Universitaria (FUN). Esta organización reunió a la mayoría de universidades en una amplia plataforma política que permitió realizar importantes actividades, como la politización de los estudiantes, la coordinación de protestas estudiantiles y la organización de consejos; además de convertirse, conforme lo narra Arenas (1971), en una escuela de aprendizaje de la que salieron importantes dirigentes políticos.

Los momentos más significativos del movimiento estudiantil colombiano no son simples eventos de rememoración, sino rastros de la memoria colectiva que articulan e identifican a este sector social. En especial, la aún vigente conmemoración del 8 y 9 de junio que actualiza, a través del performance, estos momentos históricos en los nuevos contextos de lucha.

Otro rasgo relevante es la actitud de confrontación con el Estado, ya que en medio de las conmemoraciones se evidencia la cobranza histórica de las muertes de los estudiantes. La crítica al Estado, visto como represivo y antidemocrático, es un elemento que los une e identifica. Por su parte, el Estado ha tratado estas manifestaciones como problemas de orden público, siendo frecuente el impedimento de las marchas, la militarización de las universidades, las confrontaciones violentas y el encarcelamiento de estudiantes (Leal, 1981). De modo que la violencia se muestra como el principal medio de intervención estatal en estos casos.

Si a los anteriores elementos se suma la alta politización de las luchas estudiantiles, que trascienden las reivindicaciones de tipo gremial y abarcan importantes problemáticas sociales y políticas de la vida nacional, se vuelve posible pensar que históricamente se fue moldeando una tradición de lucha en el sector estudiantil, informalmente llamada "tira piedras", como una disposición de confrontación ante determinadas circunstancias y contextos de protesta.

Así, parece más clara la existencia de una base ideológica y política propicia para la acogida y desarrollo de proyectos de lucha social. Una disposición que se robustece con el clima de efervescencia que se vivió con el triunfo de la Revolución Cubana y que condujo a la radicalización de los estudiantes durante los años sesenta, cuando la vía armada parecía representar la única salida posible.

Surgen varias iniciativas de carácter revolucionario, como el Movimiento Obrero y Estudiantil de Colombia (MOEC) en 1959, liderado por estudiantes universitarios que organizaron focos guerrilleros en diversos lugares del territorio nacional, siendo rápidamente reprimidos y extinguidos (Archila, 2003). Tres años después, se conforma el ELN, también liderado por estudiantes, pero a diferencia del MOEC y otras propuestas surgidas en esta época, tuvo continuidad.

De acuerdo con los acontecimientos, es posible afirmar que buena parte de su éxito residió en las estrategias acertadas que siguieron tanto en la construcción del discurso que sustentó su proyecto, como en las acciones que operaron para su implementación. Siete estudiantes colombianos que viajaron a Cuba gracias al apoyo de un programa de becas ofrecido por dicho gobierno, trazaron un plan de acción y articularon el grupo denominado "Brigada Pro-Liberación Antonio Galán", cuyo objetivo era "regresar al país con el fin de impulsar la lucha revolucionaria y organizar, simultáneamente con la actividad política, los grupos que en la ciudad y en el campo desarrollarán la lucha armada" (Arenas, 1971, p. 16).

Este fue el derrotero para la creación del ELN. Sin embargo, materializar esta iniciativa requería del desarrollo de una serie de estrategias. Primero, la construcción de un discurso político que justificara el proyecto de lucha revolucionaria, el cual siguió, en líneas generales, el marco conceptual dominante de la izquierda revolucionaria: el marxismo-leninismo. En términos tácticos, acogieron el modelo de la Revolución Cubana que concedía prioridad a la formación de un grupo guerrillero de carácter político-militar que, a través de la lucha armada, tomara el poder ¿Cuál fue el impacto de esta propuesta y su potencia discursiva?

En el documento fundacional Manifiesto de Simacota, divulgado el día 7 de enero de 1965, explicitan los recursos discursivos para aproximarse y ganar legitimidad entre los sectores populares:

La violencia reaccionaria desatada por los diversos gobiernos oligarcas y continuada por el corrompido régimen Valencia-Ruiz Novoa-Lleras, ha sido un arma poderosa para sofocar el movimiento campesino revolucionario, ha sido una poderosa arma de dominación en los últimos quince años. La educación se encuentra en manos de negociantes que se enriquecen con la ignorancia en que mantienen a nuestros pueblos. La tierra es explotada por campesinos que no tienen donde caerse muertos y que terminan sus energías y las de su familia en beneficio de los oligarcas que viven en las ciudades como reyes. Los obreros trabajan jornales de hambre, sometidos a la miseria y humillaciones de las grandes empresas extranjeras y nacionales. Los intelectuales y profesionales jóvenes demócratas se ven cercados y están en el dilema de entregarse a la clase dominante o perecer. Los pequeños y medianos productores tanto del campo como de la ciudad ven arruinadas sus economías ante la cruel competencia y acaparamiento de los créditos por parte del capital extranjero y de sus secuaces vendepatrias [sic]. Las riquezas de todo el pueblo colombiano son saqueadas por los imperialistas norteamericanos. Pero nuestro pueblo que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la explotación, de la miseria, de la violencia reaccionaria, se levanta y está en pie de lucha. La lucha revolucionaria es el único camino de todo el pueblo para derrocar al actual gobierno de engaño y violencia. Nosotros que agrupamos el EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL, nos encontramos en la lucha por la liberación de Colombia. El pueblo liberal y el pueblo conservador harán frente juntos para derrocar las oligarquías de ambos partidos. Viva la unidad de los campesinos, obreros, estudiantes, profesionales y personas honradas que desean hacer de Colombia una patria digna para los colombianos honestos ¡LIBERACIÓN O MUERTE! EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL (como se cita en Arenas, 1971, pp. 47-48).

Nótese el uso de un lenguaje simple y accesible a la población común, alejándose del discurso tradicional de la izquierda que apela a categorías marxistas como proletariado, burguesía, capitalismo, entre otras. Estas palabras aparentemente corrientes, eran expresiones cargadas de significado histórico, por ejemplo: "violencia reaccionaria", "gobiernos oligárquicos", "pueblo colombiano" o "pueblo liberal"; todas evocaban tradiciones políticas de importante ascendencia popular como el Gaitanismo, aún vivo en la memoria social. El ELN supo aprovechar y rentabilizar este importante legado político.

Otra clave discursiva fue su profundo sentido nacionalista o de lucha por la "liberación nacional", que sintetizaba valores de unidad e identidad. Recuérdese que la "libertad" era una bandera de lucha que alimentó históricamente diversas movilizaciones sociales. El discurso intencionado buscaba penetrar el terreno de las significaciones compartidas y, por medio de estas, hacer un llamado perentorio a los distintos sectores sociales para que se vincularan a la lucha emancipadora. El ELN se apropió de significativos referentes sociales, políticos y simbólicos con el fin de ganar legitimidad y mostrarse como una opción amplia y popular donde todos cabían.

El discurso estratégicamente construido fue una poderosa llave que los fundadores del ELN supieron usar para abrirse paso hacia la conformación de su guerrilla. El siguiente estadio fue la elección del lugar donde se formaría el primer núcleo guerrillero y sus redes urbanas de apoyo. En esa estrategia también demostraron eficacia: después de considerar varias regiones, como Miraflores en Boyacá o el Viejo Caldas y San Pablo en el sur de Bolívar, los mentores de este proyecto optaron por la zona de Santander, un territorio que en su concepto "ofrecía condiciones más favorables" (Arenas, 1971).

2. LA FORMACIÓN DEL NÚCLEO GUERRILLERO

La iniciativa política del grupo de jóvenes estudiantes de formar una guerrilla revolucionaria capaz de derrumbar al Estado colombiano estaba sustentada en que se debía recurrir a las armas como "forma superior de la lucha revolucionaria" (Arenas, 1971). La prueba de fuego de este proyecto era la constitución de un núcleo armado que pudiera materializar las intencionalidades. Con este propósito, asumen el modelo de "guerra de guerrillas", cuyo territorio de operaciones era básicamente el campo, entendido como un lugar agreste, de difícil acceso y alejado de los centros urbanos, donde podrían refugiarse, defenderse y prepararse para el ataque. Estos son los elementos sobre los cuales se constituyó su mito de fundación 2:

Nuestro ideario comenzó a construirse a partir de la imagen del Guerrillero Heroico, quien participa en el destacamento de vanguardia, ubicado en el campo y con el campesino al frente, ejecuta la acción armada que lleva el mensaje revolucionario. Desde allí se darán fuertes golpes militares al ejército gubernamental, los cuales despertarán el apoyo y simpatía de las grandes masas urbanas y nacionales, lo que permitirá madurar un momento insurreccional, en el cual la población empobrecida se levantará en las ciudades, se desarrollará una huelga general, lo que creará un vacío de poder en el cual la burguesía huirá del país, mientras los destacamentos armados avanzan sobre las grandes ciudades y por último los guerrilleros barbudos, y triunfantes en carro con las armas en alto llegan a la Plaza de Bolívar en la capital del país (Exmilitante intelectual, entrevista personal, 2008).

Los campesinos ocupan un lugar privilegiado en este mito pues constituyen el puente para llegar al poder; por tanto, la conformación del núcleo armado y la articulación con la población campesina eran asuntos prioritarios en el proyecto Eleno. Con tal objetivo, escogieron como centro inicial de operaciones la zona de San Vicente de Chucurí, territorio montañoso de colonización campesina con una significativa trayectoria de lucha y organización "popular". Este hecho es de especial valía pues, aunque el ELN surgió como iniciativa política en un grupo de estudiantes, el proceso de formación del núcleo armado se vuelve un espacio de interacción en el que se actualiza la tradición de lucha y resistencia campesina preexistente en la zona.

Por esto, conviene retomar algunos eventos memorables de la tradición de lucha de los pobladores de esta zona como puntos de referencia de la articulación con la nueva propuesta guerrillera. Una primera etapa corresponde al origen de esta tradición beligerante en los años veinte, cuando los pobladores de la región fueron fuertemente influenciados por el PSR, participando, junto con otras cuatro ciudades, de la llamada "insurrección de los bolcheviques":

El 28 de julio de 1929 un grupo de artesanos, un exjuez y unos campesinos, parte todos ellos de lo que podríamos llamar la primera generación de revolucionarios románticos, intentan dar cumplimiento en San Vicente de Chucurí a las instrucciones emanadas del Comité Conspirativo del Partido Socialista Revolucionario [...] Aparecieron en la plaza entre tiros y gritos dando la buena nueva de que había estallado la Revolución Socialista [...] Cuando se vieran rodeados, entonces se entregaron, los llevaron amarrados [...] Tres muertos y dos heridos fue el saldo (Vargas, 1992, pp. 58-60).

Aunque este haya sido un esfuerzo malogrado, su importancia reside en la forma en que fue interpretado y registrado por las personas, por cuanto se convirtió en uno de los acontecimientos más memorables en la historia de aquella población, una vez que "alrededor de su recuerdo y de sus protagonistas se tejieron historias, leyendas y poesías. Sin duda fue un elemento que contribuyó a estructurar esa cultura rebelde de la región" (Vargas, 1992, p. 60).

Otro momento que marcó la memoria de estos habitantes es la época de la Violencia, particularmente la presencia de la guerrilla liberal de Rafael Rangel, cuyo epicentro estaba en esta zona. Esta guerrilla, surgida en 1949, estaba compuesta mayormente por campesinos, bajo el liderazgo del reconocido líder y apoyada por distintos sectores sociales del partido Liberal, principalmente de ascendencia gaitanista. El grupo tuvo un carácter defensivo ante las represalias estatales y la violencia partidista. Perduró hasta 1953, cuando el gobierno militar ofreció amnistía a todos los grupos alzados en armas; pero su entrega no fue total puesto que de allí se derivaron grupos de bandoleros y se conservaron reductos armados que desconfiaban de las medidas pacificadoras (Vargas, 1992, p. 142). Entre los remanentes de la guerrilla de Rangel sobresale el núcleo liderado por José Ayala en la zona de San Vicente de Chucurí, el cual posteriormente se integrará al ELN buscando "sin mucha claridad [...], aunque con cierta influencia del Partido Comunista [...], emprender un nuevo tipo de lucha guerrillera que superara el problema liberal-conservador" (Vargas, 1992, p. 188).

Sobre estas remanencias históricas se establecerá el proyecto de lucha del ELN, una tradición que estaba presente en su mundo afectivo, simbología, praxis social y, como tal, permeaba espacios de vital importancia como la socialización de las nuevas generaciones. Los jóvenes de la región, de tradición liberal y comunista, crecieron con el recuerdo de esos "héroes" que se sublevaron contra el régimen, al que siempre consideraron injusto y represivo. Este imaginario se recreaba con las historias de lucha de los personajes de la región:

Los viejos le hablaban a uno de lo que les tocó vivir, de las marchas que hicieron, y las peleas que formaron, del tiempo en que resistieron, de las famosas comunas de poder popular en Barrancabermeja; incluso, aún se conservan muchas historias y leyendas de personajes que hicieron parte del acervo revolucionario de ese tiempo (Nicolás Rodríguez, como se cita en Medina, 1996, p. 33).

Parece claro que no solamente hubo condiciones propicias para la implementación del proyecto revolucionario del ELN, sino también un tipo de continuidad con las formas recurrentes de lucha por medio de las armas ¿De qué manera los fundadores de este proyecto lograron la articulación efectiva con los campesinos de esta región? ¿Cómo consiguieron legitimar la conformación de la nueva guerrilla revolucionaria?

Inicialmente hicieron una exploración previa de las condiciones sociales, económicas y políticas de la zona, lo que les proporcionó el conocimiento básico para poder movilizarse en el terreno. Sin embargo, para su ingreso efectivo en el área, recurrieron a una valiosa estrategia: aproximarse a las personas de amplio reconocimiento en el trabajo político de la región, como Heliodoro Ochoa, miembro del Partido Comunista e importante líder de la zona; o José Ayala, otro simpatizante del Partido Comunista que lideraba un núcleo guerrillero (Medina, 1996). Con ellos no solo consiguen el acceso a la zona, sino la incorporación al trabajo político y organizativo liderado por los mismos.

En esta fase preliminar también tendrá un peso determinante la intervención de Fabio Vásquez, primer responsable del ELN y quien según Arenas (1971) poseía, pese a tener un nivel escolar elemental 3, "una inteligencia despierta":

… Había sufrido de forma directa los estragos de la violencia partidista. Su padre fue asesinado por los pájaros y por lo tanto, tuvo que trabajar fuertemente para contribuir con el sustento de su familia [...] De raíces campesinas, poseía un carácter firme y una personalidad definida y atrayente" (pp. 22-23; subrayado fuera de texto).

Probablemente, la procedencia del fundador ayudó a penetrar más rápidamente aquel universo social y ganar simpatías entre los habitantes de la región. También debió influir la fuerza del discurso que, conforme afirmó Nicolás Rodríguez, creó una sintonía entre las intenciones políticas de la organización y las expectativas de esta población, de modo que hubo una incorporación de las necesidades sociopolíticas de los pobladores en el discurso proselitista de la organización:

En la medida en que se iba conociendo mejor a la población, se conversaba de forma más concreta con los campesinos, se les ponía de presente la situación de abandono y miseria en que se encontraban y se enfatizaba en la necesidad de la lucha y en la inevitabilidad del cambio revolucionario en caso de que el pueblo se decidiera a luchar con fe en la victoria, con decisión y espíritu de sacrificio (Arenas, 1971, p. 42).

Se evidencia, además, un papel de vanguardia en el discurso de los fundadores al hacer ver a la población su "situación de abandono y miseria" e indicándoles el camino a seguir: la lucha revolucionaria, a la que debían entregarse hasta la victoria. Este discurso halla gran asidero entre la población, por cuanto históricamente había sufrido necesidades y carencias sociales, y porque empleaba un lenguaje que recurría a valores valiosos para ellos, como el sacrificio y el heroísmo, afines a su tradición de lucha.

Después de haberse establecido el vínculo fundamental de confianza, credibilidad y aceptación por parte de los habitantes, se comenzó a formar el tejido social de apoyo entre la población civil y la guerrilla. En esto el ELN contaba con un gran potencial, pues en la zona existían antecedentes organizativos desde la época de la Violencia, con la guerrilla liberal de Rafael Rangel; de modo que se apoyaron en las bases sociales de lucha todavía existentes.

Apoyados por los pobladores locales y por el grupo de simpatizantes de larga trayectoria política, los fundadores de este proyecto desarrollaron el proceso de organización, proselitismo, cooptación de combatientes y formación de redes de información y logística. El montaje del grupo armado se hizo artesanalmente con base en las redes de solidaridad:

Al comienzo no se necesitó el montaje de un aparato muy complejo; por ejemplo, mi papá mandaba un mercado muy grande para la casa, cuando eso no había retenes, entonces en ese mercado iba material para construir cosas. Mi mamá en su máquina de coser nos hizo los brazaletes, las hamacas [...] La comida no era problema porque la tenía sembrada por los mismos pelaos que fueron colonos (Nicolás Rodríguez, como se cita en Medina, 1996, p. 37).

Ese tejido social no era una mera base de aprovisionamiento de hombres y recursos, sino una red social organizada, con identidad política e ideológica, que ejercía un importante papel como medio de recreación de la tradición de resistencia y lucha, actualizada ahora bajo los ideales revolucionarios elenos. Al respecto, es ilustrativo el relato de Nicolás Rodríguez sobre su incorporación a la guerrilla:

El viejo me llamó y me dijo, escuche: el que va para una lucha tiene que ser fiel hasta la muerte. El triunfo no está a la vuelta de la esquina. El que se mete a la lucha en la lucha vivirá toda su vida. Míreme a mí: tengo 60 años y tengo que seguir luchando. No se haga películas en la cabeza, no piense que es héroe el que llegó, peleó, venció y se fue para su casa [...] Esta lucha es para toda la vida (como se cita en López, 1989, pp. 49-50).

Aunque a primera vista este diálogo parece un simple consejo familiar, en realidad significa mucho más: la advertencia sobre el hijo llama la atención frente al no retorno en los compromisos que se adquieren con la guerrilla y los códigos de honor que contiene un pacto para toda la vida. Se evidencia con esto el peso de la tradición familiar, por cuanto una vuelta hacia atrás implicaría censura social y un subsiguiente desprestigio de él y su familia.

3. LOS OBREROS PETROLEROS Y LA CULTURA DEL TROPEL

En la bibliografía sobre el ELN existe una marcada tendencia a enfocar, privilegiadamente, asuntos concernientes al grupo armado, invisibilizando otros aspectos importantes; esto ha dificultado la comprensión de la organización en todas sus dimensiones, en especial la manera en que se configuran sus redes, por medio de las cuales circula la información, la promoción de la propuesta, los recursos logísticos y las mismas personas. Considérese, por ejemplo, el regreso a Colombia de Víctor Medina, segundo al mando del ELN:

Con el regreso de Víctor Medina se inició la organización de los primeros núcleos urbanos, tanto en Bucaramanga como en San Vicente y Barrancabermeja, sobre la base de contactos individuales con personas a quien tenía conocido en su anterior actividad política. Era una tarea paciente y peligrosa. Inicialmente se gastaban varios días con aquellos que tenían más posibilidades de afinidad [...] Cuando ya se tenía conseguida cierta compenetración con los interlocutores, eran ellos mismos los que comenzaban a sugerir el camino por seguir. Entonces se les explicaba los objetivos que se tenían, las realizaciones y los trabajos concretos que se pensaban hacer y las medidas de seguridad que se debían tomar (Arenas, 1971, p. 21).

Entre las redes que se formaron desde el inicio del proyecto está la ubicada en la ciudad de Barrancabermeja. Sobre esta se apoyó buena parte del proceso organizativo y operativo del ELN: "en muchas ocasiones la guerrilla consiguió sobrevivir y aun superar una infinidad de problemas gracias al apoyo y a la actividad de la red urbana de Barranca" (Arenas, 1971, p. 22). En este tópico hay que destacar algunos datos históricos que ayudan a contextualizar este escenario social.

El primer elemento que se evidencia es el carácter estratégico del lugar escogido, pues Barrancabermeja fue y sigue siendo uno de los principales centros de explotación petrolera de Colombia, con una localización privilegiada en la zona media del río Magdalena 4, a menos de dos horas de distancia del municipio de San Vicente de Chucurí, donde se formó el primer núcleo guerrillero. Los responsables del ELN eran conscientes de la importancia geoestratégica de este lugar:

… Decíamos que, si nosotros lográbamos dominar el tren, el río Magdalena y la carretera al mar, comenzábamos a dividir el país, que eran los epicentros. Estaba la refinería en Barranca y si lográbamos impactar, fortalecernos ahí, comenzábamos a incidir en el país, a controlarlo, podíamos tomar decisiones importantes dentro de la vida del país (Claudio Mantilla, como se cita en Vargas, 1992, pp. 196-197).

También había un elemento de mucho peso, ampliamente conocido en el contexto nacional: la existencia de una tradición de rebeldía de la población, forjada en los albores del siglo XX, cuando inicia la explotación petrolera en la región. Desde esta época surgen múltiples movimientos de protesta en torno a las condiciones laborales de los trabajadores petroleros y a sus "degradantes condiciones de vida" (Vega, 2002). Estos movimientos se consolidan con el apoyo "popular" y bajo el liderazgo de la organización de los obreros petroleros. De hecho, los años veinte fueron un tiempo de ascenso de las luchas sociales, siendo llamada la década de la rebeldía (Vega, 2002). Barranca será uno de los epicentros de esta importante movilización social.

Entre los eventos más recordados de esta época están: la fundación de la Unión Obrera en 1923, organización que surge en un momento histórico en el que ni siquiera estaban regularizados los sindicatos en Colombia. Este colectivo de trabajadores será la base de los procesos organizativos y de lucha "popular" en la región. En 1924 y 1927 tendrán lugar dos importantes huelgas contra la compañía petrolera norteamericana Tropical Oil Company —o "Troco", como se le conoció— debido al incumplimiento de los compromisos firmados con los trabajadores. El tratamiento dado por el Estado fue de orden público y no de disputa laboral, de modo que declararon en "estado de sitio" a Barrancabermeja, llevaron a la cárcel a los líderes sindicales y despidieron a los obreros comprometidos con la protesta (Vega, 2002, pp. 222-234). A pesar del fracaso de estas manifestaciones, logran una importante convocatoria entre los sectores "populares" urbanos y campesinos de la zona, quienes se solidarizaron y participaron activamente en la lucha:

La solidaridad con los obreros petroleros se extendió por toda la zona petrolera y por lo río Magdalena. Los campesinos suministraban la alimentación [...]. El impacto social y político fue grande, pues se colocó en evidencia la capacidad organizativa y beligerante de esta población, que salieron masivamente a protestar a la calle: mujeres y hombres, acompañados de bandas de música, avivaron la lucha, denunciaron las injusticias, e portaron, en su grande mayoría, revólveres, armas blancas y garrotes, como medida de prevención contra los ataques de la policía (Vega, 2002, p. 252).

En este proceso organizativo tuvieron un significativo peso las ideas socialistas y libertadoras traídas por los líderes del PSR. Unas de las que gozaron de mayor acogida en la población fueron la postura antiimperialista y su opuesta, la nacionalista, ambas convertidas en ejes de la protesta obrera y popular, más allá de la coyuntura presentada con la empresa Troco, aunque esta fuera el símbolo de la inconformidad (Vega, 2002, p. 256).

El sentimiento nacionalista animó las luchas obreras e imprimió un carácter eminentemente político y beligerante en las reivindicaciones laborales. Este sentimiento se mantendrá y se reafirmará en el transcurso de las siguientes décadas, alimentando las luchas obreras y los reclamos sociales de la región. Así, al final de los años cuarenta, los trabajadores petroleros, apoyados por el movimiento popular, lideraron una de las luchas de mayor transcendencia nacional: impedir la prorrogación de la concesión de explotación petrolera a la Tropical Oil Company. Este hecho ejerció una decisiva presión para la nacionalización de este recurso energético en 1951, así como para la creación de la compañía nacional Ecopetrol.

Además del carácter político-nacionalista de estas luchas obreras, hay que resaltar también la articulación alcanzada con los sectores populares y su participación activa y solidaria, que se convirtió en una dinámica del movimiento social en Barrancabermeja, en dos sentidos: el de la organización obrera que apoyaba los procesos de movilización popular y el de los sectores populares que se vinculaban activamente a las luchas de los trabajadores petroleros:

Aquí es uno de los lugares donde ha sido más compacta la lucha de los trabajadores y los movimientos sociales. Los líderes y los trabajadores han sido también los líderes de los movimientos sociales en Barranca [...] Los obreros están articulados a la población, por eso cuentan con aceptación y tienen unidad, solidaridad y apoyo (Dirigente sindical, entrevista personal, 2008).

Estas características de la lucha social en Barrancabermeja fueron consolidando importantes identidades y solidaridades entre los sectores populares, lo que Vargas llama un "entrecruzamiento de conflictos", que propiciará una identidad en doble dirección, pues cuando se hace del Estado un adversario común, también se fortalecen las solidaridades horizontales (1992, p. 88). Estos factores desarrollan una posición desafiante frente al poder establecido, o mejor, la intención de ser también poder, algo que ha quedado en evidencia en momentos de crisis política, como ocurrió en la coyuntura de 1948 cuando, a raíz del asesinato de Gaitán, se produjeron levantamientos populares en el territorio nacional. En Barrancabermeja, dicha protesta se radicaliza y se transforma en un movimiento que deja precedentes en la vida política regional y nacional: la instauración de un "poder popular" que se prolonga por varios días y conlleva a la formación de una junta revolucionaria, el nombramiento de un alcalde popular (Rafael Rangel) y la constitución de milicias populares que asumieron la autodefensa de la población y las instalaciones petroleras (Vargas, 1992, p. 106).

Otro momento donde los sectores populares de esta ciudad efectuaron importantes ejercicios de "poder popular" fue durante las "huelgas cívicas" que cobraron fuerza en los sesenta. Estas se originaron a raíz de la inconformidad de la población ante sus precarias condiciones de vida, principalmente en lo tocante a servicios públicos. Fue fundamental la participación de los sectores comunitarios a través de una instancia de coordinación y acción denominada Comité Cívico Popular (CCP), en la que había representantes del gremio obrero, mujeres, campesinos, incluso de la Iglesia, todos electos de manera democrática en asambleas barriales. Se vivían jornadas de protesta y "empoderamiento popular" que prácticamente dominaban la ciudad:

Esas huelgas fueron más que simples paralizaciones, ellas fueron insurrecciones populares [...] Todo quedaba cerrado, la telefónica, el comercio, los bancos, las oficinas [...] La gente estaba en una expresión cívica, claro que también nos preparábamos ante los ataques del ejército, se criaban guardias cívicas en los barrios para contrarrestar la represión del Estado (Líder comunitario, entrevista personal, 2008).

Sin embargo, hay que recordar que esta disposición de lucha fue avivada, desde el principio, por la violenta represión estatal que generó respuestas también violentas por parte de la población. Las medidas de presión ante las fuerzas estatales contribuyeron a la consolidación de una tradición contestataria que desconfiaba de las intervenciones estatales, lo que en gran medida gestó una condición fundamental de la acogida del proyecto revolucionario armado (Vargas, 1992, p. 56).

Estas son las singularidades de la llamada tradición del tropel, fuertemente arraigada en la población y construida a lo largo de diferentes momentos de la lucha social. Una tradición que, según los propios habitantes, se convirtió en un "estilo de vida" y una identidad construida alrededor de cualidades como "la dignidad, la lucha y la beligerancia":

Para hablar de las cosas que son importantes para nosotros tendría que comenzar por la dignidad, saber que las cosas se construyen por procesos y lucha, que nada lo regalan, que se debe defender. Eso eleva la autoestima. Aquí a la gente del pueblo se le ha acabado esa sumisión de mirar para bajo, aquí se mira de frente [...] Por eso, a cualquier politiquero se le dice la verdad en la cara, incluso en la época de guerra intensa la gente se le paraba a los comandantes guerrilleros cuando cometían atropellos y se les hacía juicio público [...] También nos identifica la acción práctica de las cosas, el cumplir tareas, y parece que por idiosincrasia nos gusta el tropel, la adrenalina de hacer (Líder comunitaria, entrevista personal, 2008).

Este escenario social ofrecía las condiciones propicias para la implementación del proyecto Eleno: gozaba de un tejido social formado por procesos de organización y lucha social, configurado por lazos de solidaridad entre los sectores populares. Los promotores del ELN hicieron uso de este tejido a través de personas conocidas que sirvieron de puente para entrar en este ambiente e iniciar el trabajo organizativo. En este caso, fue Juan de Dios Aguilera, dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores Petroleros y exalumno de la Universidad Industrial de Santander, quien se encargó de formar la red de apoyo en Barrancabermeja (Arenas, 1971, p. 22). De esto modo, los obreros petroleros fueron la puerta de entrada a dicha ciudad, por cuanto eran el sector más politizado, con amplio liderazgo y capacidad para apoyar organizativamente en la zona rural y la ciudad (Vargas, 1992, p. 193).

Un aspecto que seguramente tuvo incidencia en esta articulación fue el discurso nacionalista del ELN, que en el documento de origen del grupo —Manifesto de Simacota— era explícito, tanto en el llamado a la lucha en favor del "empoderamiento popular" como en la reivindicación de la soberanía nacional contra toda forma de imperialismo: "[...] las riquezas de todo el pueblo colombiano son saqueadas por los imperialistas norteamericanos. Pero el pueblo, que ha sentido el látigo de la explotación, de la miseria, de la violencia reaccionaria, se levanta y está en pie de lucha" (como se cita en Arenas, 1971, p. 48).

Sobre estas identidades se configuró la red de apoyo del ELN en Barrancabermeja, yendo más allá de aspectos meramente operativos o logísticos para constituirse como un espacio social y político donde se formarían relaciones afectivas y formas comunes de entender y actuar en el mundo, que permitieron la consolidación del proyecto revolucionario en la región:

Los guerrilleros entraban y salían de las casas de la gente. En realidad, existían lazos de familiaridad, muchos eran amigos, primos, pero también había afecto y credibilidad en su mensaje emancipador. La gente soñaba con una Barranca completamente popular, hacíamos análisis y creíamos que estábamos en la puerta del poder (Líder comunitario, entrevista personal, 2008).

4. EL IMPACTO DE CAMILO TORRES EN EL ELN

El ingreso del exsacerdote Camilo Torres a las filas del ELN en un momento en el que apenas estaba surgiendo el grupo (1964), generó un profundo impacto en el proceso de configuración del proyecto revolucionario.

Transcurrían los años sesenta, época en que comienza a renovarse la institución eclesiástica debido a la influencia de las nuevas corrientes teológicas, proceso que irrumpe en América Latina con el surgimiento de un intenso movimiento socioreligioso que nace en las periferias de la institución eclesiástica y va más allá de la "centralidad de los pobres y oprimidos, a la urgencia de su libertad" (Boff, 1996, p. 10).

Steil (1998) propone el concepto de "Iglesia de los pobres" para caracterizar este movimiento, en el que, según el autor, está en juego la construcción de una nueva mentalidad donde lo social se expresa en términos humanistas y la secularización es asumida como "un medio de insertarse en la sociedad moderna" a través de la consciencia y de la praxis histórica. Por esta vía, los pobres son "proclamados al compromiso social, a la acción política y a la búsqueda de conocimiento científico (a la mediación socio analítica), para entrar en el juego político moderno" (p. 64).

Por esta vía, el camino de la salvación se entiende como el compromiso con la transformación social de los pobres y oprimidos a través de la lucha, donde el sacrificio continúa siendo la forma más elevada de comunión y expresión de la fe cristiana:

La Teología de la Liberación está revestida de irrecusable grandeza ética. Muestra compasión con el sufrimiento humano. Se asocia al destino de los condenados de la tierra. Escoge el camino más difícil, sin embargo más digno de pensar, de actuar, de compartir la causa, la lucha y la esperanza junto con todos los oprimidos, con miras a una convivencia en libertad, en solidaridad y en colaboración. Tal opción puede costar onerosos sacrificios: persecuciones, prisiones, torturas y, en no pocos casos, la propia vida (Boff, 1996, p. 15; traducción propia).

En este contexto histórico, Camilo Torres es pionero pues cuando los vientos de renovación en el estamento religioso aún eran incipientes, rompe con la institución eclesiástica para llevar hasta las últimas consecuencias su visión sobre el cristianismo social y liberador, ingresando en la guerrilla y volviéndose, luego de su muerte, "mártir" de la revolución. Este hecho desencadenará "un inmenso impacto emocional y político entre los cristianos latinoamericanos que llevará al surgimiento de una poderosa corriente que se identificará con su legado" (Lowy, 1999, p. 62).

Camilo Torres comienza a ejercer su sacerdocio a finales de los años cincuenta, en un periodo de radicalización de la confrontación política partidista y de recrudecimiento de la violencia. Para que Camilo pudiera practicar el cristianismo, conforme lo concebía, no parecía quedar otro camino que la ruptura radical con la institución religiosa.

Esta ruptura no se produjo repentinamente. El sacerdote siguió un arduo proceso tratando de aliar su condición clerical con su propuesta de cristianismo social. Al principio, cree que es posible y actúa respetando las pautas de la disciplina eclesiástica; dirige varias cartas a sus superiores y propone un dialogo abierto con la intención de redireccionar la acción pastoral. Pero la Iglesia colombiana no acepta ningún tipo de diálogo, al contrario, lo acusa de ser un peligro potencial:

El padre Camilo Torres se ha alejado conscientemente de las doctrinas y directrices de la Iglesia católica [...] Sus actividades son incompatibles con su carácter sacerdotal y con el mismo hábito que viste. Puede suceder que esas circunstancias induzcan a algunos católicos a seguir las erróneas y perniciosas doctrinas que el padre Torres propone en sus programas (Maldonado, Oliviéri & Zabala, 1970, p. 375).

Ante las crecientes presiones y la constatación de que era muy difícil conciliarse con las jerarquías eclesiásticas, Camilo toma la decisión de abandonar el sacerdocio en junio de 1965 para dedicarse completamente a la lucha social. Esta decisión no fue fácil, según él mismo lo explica en una entrevista en la que evidencia el intenso conflicto que vivía:

Abandoné el sacerdocio por las mismas razones por las cuales me comprometí en él. Descubrí el cristianismo como una vida centrada totalmente en el amor al prójimo [...] Fue después de esto cuando comprendí que en Colombia no se podía realizar este amor simplemente por la beneficencia, sino que urgía un cambio de estructuras políticas, económicas y sociales que exigían una revolución a la cual dicho amor estaba íntimamente ligado. Pero desgraciadamente pese a que mi acción revolucionaria encontraba una respuesta bastante amplia dentro del pueblo, la jerarquía eclesiástica en un momento determinado quiso hacerme callar contra mi conciencia [...] No obstante, me considero sacerdote hasta la eternidad y entiendo que mi sacerdocio y su ejercicio se cumplen en la realización de la revolución colombiana, en el amor al prójimo y en la lucha por el bienestar de las mayorías (Maldonado, Oliviéri & Zabala, 1970, pp. 406-407).

¿Cuáles fueron las condiciones que llevaron al sacerdote a separarse de la Iglesia e ingresar definitivamente en la guerrilla?

Camilo Torres procedía de una familia aristocrática colombiana que le brindó la oportunidad de recibir una buena formación intelectual. Además de cursar estudios en el seminario, ingresó en 1954 a la Universidad de Lovaina para estudiar sociología. En este ambiente intelectual tuvo acceso a las nuevas corrientes teológicas, a diversas experiencias del cristianismo social en Europa y en el norte de África, y al pensamiento moderno de las ciencias sociales. Esto ejerce una fuerte influencia en el ideario de Camilo y le mueve a orientar sus acciones por la vía del compromiso social; de modo que cuando retorna a Colombia en 1959, su vocación está definida por el ejercicio sacerdotal social. Al poco tiempo de su llegada, es nombrado capellán de la Universidad Nacional de Colombia. Allí, junto a Orlando Fals Borda 5, funda la Facultad de Sociología. En esta fase contó con condiciones favorables para desarrollar un amplio trabajo pastoral con distintos sectores sociales: estudiantes, residentes de barrios populares, mujeres, campesinos, obreros y organizaciones sindicales (Broderick, 1977).

El activismo de Camilo fue intenso y, a medida que avanzaba, ganaba más reconocimiento entre los sectores populares y progresistas de la sociedad. En marzo de 1965, decide direccionar este proceso social con el programa de acción Plataforma de la Unidad Popular, donde expone los objetivos y reformas sociales necesarias para mejorar las condiciones de vida del "pueblo" y deja explícito el camino revolucionario: "es necesario un cambio en la estructura del poder político para que las mayorías puedan producir las decisiones" (como se cita en Arenas, 1971, pp. 67-70); por lo que propone la creación de un movimiento político —el Frente Unido— que lidere los cambios sociales necesarios.

Esta propuesta es casi inmediatamente acogida y respaldada por diversas organizaciones sociales y políticas (Arenas, 1971). El liderazgo ejercido por Camilo fue altamente eficaz, al punto de escaparse del control de la Iglesia y convertirse en una amenaza para el Estado y la institución eclesiástica. Este hecho profundiza la crisis y genera la ruptura de Camilo con esta última.

En cuanto estos acontecimientos pasan por el lado institucional, en el contexto político nacional se produce una cierta coincidencia con el ELN, específicamente en lo relativo a la promulgación de ambos documentos fundacionales —Manifiesto de Simacota y Plataforma del Frente Unido del Pueblo Colombiano—, en los que aparece una cercanía de contenido, sobre todo, en lo concerniente al tipo de reformas sociales, la necesidad de cambio en las relaciones de poder, el marcado espíritu nacionalista y la exhortación a la unidad popular entre los distintos sectores sociales. Esta sintonía ideológica y política será fundamental en la aproximación de Camilo al ELN.

El sacerdote prácticamente desconocía al ELN; en cambio, los miembros del grupo venían siguiendo las actividades de este a través de la red urbana de Bogotá, formada básicamente por estudiantes de la Universidad Nacional. Así, cuando se produce la ruptura de Camilo con la Iglesia Católica, los estudiantes se acercaron a este líder para intentar establecer nexos con la organización.

Aquí es importante analizar las intenciones que perseguían los jefes del ELN. Durante este periodo, el interés en la figura de Camilo Torres parecía estar enfocado en solucionar problemas de orden táctico: ganar contactos con los sectores sociales que lo rodeaban, hacer proselitismo político, incidir en la esfera pública e, incluso, conseguir recursos económicos. De hecho, Camilo se compromete con el ELN en julio de 1965 y regresa al amplio trabajo con las masas bajo el firme propósito de promover el proyecto revolucionario del ELN.

Continúa con su intenso trabajo político, viajando por diversas ciudades, formando comités populares del Frente Unido y publicando el semanario de ese movimiento. Sin embargo, su discurso cambia de tono y se hace cada vez más radical, esto es, a favor de la lucha armada. Entretanto, las medidas represivas del Estado se vuelven más agresivas y los problemas de inseguridad aumentan, alcanzando una dimensión dramática cuando uno de sus más próximos colaboradores, miembro del ELN, es capturado. Por este motivo, en octubre de 1965 Camilo decide incorporarse a la guerrilla rural (Medina, 1996).

En concordancia con su ideal de entregarse a la causa de la liberación de los pobres, decide ingresar en el cuerpo armado del ELN como un militante raso, a combatir y conquistar un lugar en las nuevas condiciones de lucha: "yo admiré mucho a Camilo. Él se puso al mismo nivel de todos nosotros [...], sin ninguna discriminación. Él decía: 'No acepto privilegios. Aquí yo soy un combatiente más y ustedes tienen la ventaja sobre mí y deben enseñarme’" (Nicolás Rodríguez, como se cita en López, 1989, p. 19).

Como resultado de esta «entrega total», como la entendía Camilo, pierde la vida en febrero de 1966, en el primer combate en que participa, al tratar de tomar el arma de un soldado. Aunque el tiempo en que Camilo permanece en el ELN es muy breve (siete meses), los efectos a corto y largo plazo serán altamente significativos en la historia de la organización. El impacto inmediato es relativamente fácil de evaluar, pues todo lo que Camilo representaba como figura pública se vuelve un ejemplo de opción por la vía armada, particularmente por el ELN; opción que él mismo Camilo alienta vehementemente:

[...] Yo me he incorporado a la lucha armada. Desde las montañas colombianas pienso seguir la lucha con las armas en la mano, hasta conquistar el poder para el pueblo. Me he incorporado al Ejército de Liberación Nacional porque en él encontré los mismos ideales del Frente Unido. Encontré el deseo y la realización de una unidad por la base, de base campesina, sin diferencias religiosas ni de partidos tradicionales [...] Todos los colombianos patriotas debemos ponernos en pie de guerra [...] Debemos recoger armas y municiones. Buscar entrenamiento guerrillero. Conversar con los más íntimos. Reunir ropa, drogas y provisiones y prepararnos para una lucha prolongada (como se cita en Arenas, 1971, p. 97).

Con su paso por este grupo, el sacerdote abrió un importante camino para la incorporación de muchos revolucionarios a la lucha armada. De hecho, muchos de sus seguidores, simpatizantes y amigos ingresaron a las filas del ELN (Arenas, 1971). También se produce un fuerte impacto en la opinión pública pues a partir de este hecho, el ELN, una organización pequeña y con carencias económicas, con cerca de veinte guerrilleros en las montañas de Santander, ganó reconocimiento en el ámbito nacional y continental.

Este evento proporcionará legitimidad al grupo, pues si Camilo había ingresado a él, entonces significaba que era correcto y factible el camino de la revolución. El sacerdote rodeó al grupo de un "áurea religiosa", como pastor que indica y bendice el camino; lo que indiscutiblemente afianzó el proyecto del ELN en el contexto nacional y cristiano.

En efecto, el primer sector que comenzó a vincularse notoriamente al ELN es el clerical, procedente de diversos procesos organizativos como Golconda, Sacerdotes por América Latina (SAL), Organización de Religiosas de América Latina (ORAL), etc. Entre estos, cabe resaltar la llegada en 1969 de tres sacerdotes españoles: Manuel Pérez, José Antonio Jiménez y Domingo Ladín, siendo de especial mención el primero, por convertirse luego en máximo dirigente de la organización entre 1982 y 1996:

Para nosotros, Colombia era Camilo [...] Fuimos los primeros sacerdotes guerrilleros después de Camilo. Camilo se convirtió en un símbolo [...], se convirtió en el ejemplo de la entrega y de la convicción [...] porque había dado la vida, porque se había metido en todas, sin retroceso, sin voltear para atrás [...] (Manuel Pérez, como se cita en López, 1989, pp. 72-84).

Posteriormente, se vincularon cristianos procedentes del trabajo de masas desarrollado con las Comunidades Eclesiásticas de Base (CEB). Hubo una adhesión en masa por parte de este sector que ayudó a estrechar la frontera entre los seguidores del movimiento de la teología de la liberación y el ELN. La articulación con este ayudó a moldear el entramado de fuerzas sociales y políticas que configuraron la naciente guerrilla.

A lo largo de este artículo se desarrollaron argumentos sobre el origen y consolidación del ELN, más allá del papel cumplido por el grupo de estudiantes que viajaron a Cuba después del triunfo de la revolución y que regresaron a Colombia a formar esta guerrilla. No cabe duda de que dichos estudiantes idearon e impulsaron su creación, pero esta explicación no es suficiente pues una revisión cuidadosa de la historia de la organización demuestra que desde su surgimiento como colectividad estuvo imbricada en un fino entramado de actores sociopolíticos del escenario nacional y regional, que posibilitaron la consolidación de este proyecto armado revolucionario.

De modo que el objetivo militar —la toma del poder a través de las armas— estuvo enlazado con el contexto político y societario de significativas tradiciones de resistencia social, en las que la lucha guerrillera era vista en los años sesenta como forma de defensa legítima y una esperanza de cambio social y político. El movimiento estudiantil universitario nutrió onerosamente estas filas bajo la utopía social dominante de la revolución socialista. De igual forma, se unieron campesinos de distintas regiones del país, especialmente de Santander, que habían sufrido los avatares de la violencia estructural derivada de la carencia de una reforma agraria y el conflicto bipartidista y estatal. También engrosaron la organización los obreros petroleros, quienes contaron con el apoyo de las redes sociales de la región de Barrancabermeja, llamada la "ciudad del tropel" y donde existían importantes tejidos de solidaridad. Asimismo, tras la muerte en combate de Camilo Torres, hay un ingreso considerable de sectores clericales y cristianos seguidores de la teología de la liberación entregados a la causa de la justicia social y el bienestar del pueblo.

Así, a partir del encuentro y la interacción entre los sujetos políticos que se incorporaron en el grupo, cobró efectivamente vida el proyecto de lucha del ELN y ganó posibilidades para transcender en el tiempo.

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NOTAS

1 Los datos presentados en este artículo fueron obtenidos en el marco de la investigación doctoral "El sentido de ser guerrillero: un análisis antropológico del Ejército de Liberación Nacional de Colombia" (Pérez, 2008).

2 La connotación que se da al mito en este contexto analítico está ajustada a la perspectiva de Leach (1996), es decir, entiende este como forma de describir determinados tipos de comportamiento humano y expresiones simbólicas del orden social: "la estructura simbolizada en el ritual [asimilado también como mito por el autor] es el sistema social aprobado de las relaciones adecuadas entre los individuos y los grupos [...] Si se quiere evitar la anarquía, los individuos que constituyen la sociedad deben recordar, de vez en cuando, por lo menos en forma de símbolo, la orden subyacente que se supone es la guía de sus actividades sociales" (pp. 36-38).

3 Esto marca una diferencia con el grupo fundador del ELN, donde la mayoría poseía estudios universitarios.

4 Principal arteria fluvial de Colombia. Nace en el sistema montañoso de los Andes y atraviesa el país de sur a norte, desembocando en el litoral caribe.

5 (1925-2008). Fue pionero de la sociología en Colombia, con innumerables publicaciones y promotor de una metodología comprometida con lo social: la Investigación Acción Participación (IAP).

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