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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.31 no.94 Bogotá July/Dec. 2018

https://doi.org/10.15446/anpol.v31n94.78306 

DOSSIER

AUGE, RESURGIMIENTO Y DECLIVE DE LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES EN CHILE. FACTORES EXPLICATIVOS Y PERSPECTIVAS

RISE, RESURGENCE AND DECLINE OF INTERNATIONAL STUDIES IN CHILE. EXPLANATORY FACTORS AND PERSPECTIVES

Gonzalo Álvarez Fuentes* 

Margarita Figueroa Sepúlveda** 

* Investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat (Chile). Doctor en América Latina Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid (España). Correo electrónico: goalvarez@unap.cl

** Estudiante de la Maestría en Ciencia Política, mención Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Católica de Chile. ChileLicenciada en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Alberto Hurtado (Chile). Correo electrónico: mtfigueroa1@uc.cl


RESUMEN

Este artículo apunta a determinar los factores que explican el auge, resurgimiento y declive de los estudios internacionales en Chile. Considerando las perspectivas constructivista y crítica de las relaciones internacionales, junto con el análisis de las transformaciones que afectaron al país en el periodo de dictadura y posterior retorno a la democracia, se plantea que los cambios ocurridos tuvieron un impacto en el desarrollo de las ideas y producción académica, lo cual fue facilitado por el rol que desempeñaron los intelectuales. En este sentido, si bien se creó una comunidad epistémica, esta no generó ideas propias sobre lo internacional que trascendieran en el tiempo, adicionalmente, una vez recuperada la democracia, la mayoría de los estudiosos de las relaciones internacionales pasaron de la academia a la práctica política. La suma de tales fenómenos menoscabó este campo de estudio, que, tras varias décadas, todavía mantiene un futuro incierto.

Palabras clave: estudios internacionales; Chile; comunidades epistémicas; evolución disciplinar

ABSTRACT

This article aims to determine the factors that explain the rise, resurgence and decline of international studies in Chile. Considering the constructivist and critical perspectives of international relations, together with the analysis of the transformations that affected the country in the period of dictatorship and subsequent return to democracy, it is proposed that the changes that occurred had an impact on the development of ideas and academic production, which was facilitated by the role played by intellectuals. In this sense, although an epistemic community was created, it did not generate its own ideas about the international that transcended in time; additionally, once democracy was recovered, most scholars of international relations moved from academia to political practice. The sum of such phenomena undermined this field of study, which, after several decades, still has an uncertain future.

Keywords: international studies; Chile; epistemic communities; disciplinary evolution.

INTRODUCCIÓN

Los estudios internacionales en Chile tuvieron un desarrollo destacado en América Latina, fundamentalmente desde la segunda mitad de la década de 1950, a partir de la creación de instituciones, programas académicos y de una creciente formación de especialistas en la materia. Este desarrollo continuó durante el decenio de 1960 pero se interrumpiría en los años setenta, luego del golpe de Estado que encabezaron las Fuerzas Armadas. A pesar del abrupto cambio en el escenario, buena parte de los estudiosos de las relaciones internacionales prosiguieron su labor fuera de Chile, y posteriormente retomaron sus actividades en este campo en el país, una vez que se abrieron algunos espacios para la actividad académica en la dictadura cívico-militar.

No obstante, los cambios domésticos y externos generaron un impacto en los estudios internacionales, tanto en su forma como en su contenido. Paradójicamente, con el regreso a la democracia en 1990, los estudios internacionales en Chile decayeron en términos de articulación y debate entre diversas comunidades académicas y en el aporte teórico-metodológico de las publicaciones. ¿Qué factores propiciaron que el dinamismo que caracterizó a este campo de estudios en las décadas anteriores fuera decreciendo? En este artículo se plantean tres dimensiones interrelacionadas que explican este fenómeno.

Desde una primera dimensión, de tipo estructural, se sostiene que las transformaciones en los ámbitos internacional y nacional (interdependencia, neoliberalismo, dictadura, transición) impactaron de manera profunda en las ciencias sociales en general y en los estudios internacionales en particular. Esto significó que en Chile se produjo un cambio en la actividad académica, la cual pasó de concentrarse en lo reflexivo-intelectual a centrarse en lo práctico-profesional (Domínguez, 2006; Puryear, 1994; Silva, 2006).

Desde una segunda dimensión, “actoral” o de los agentes, se argumenta que el paso de los intelectuales desde la academia a la práctica política (Giacalone, 2012; Tickner, 2002, una vez reiniciada la democracia, disminuyó la “masa crítica” en el escenario de las relaciones internacionales, lo que influyó no solo en el volumen de la actividad científica, sino también en el calado de su contenido.

No obstante, desde una tercera dimensión, ideacional, se asevera que las ideas sobre lo internacional que se propusieron en este campo de estudio no tuvieron el suficiente desarrollo conceptual ni autónomo para generar una “escuela de pensamiento”. Por el contrario, las ideas promovidas, en el caso chileno, fueron funcionales a las prácticas de la transición a la democracia y a las condiciones dominantes del periodo.

El resultado de estos procesos, y la interacción de estas dimensiones, generaron el deterioro de los estudios internacionales en Chile, lo cual se advierte en la escasa cantidad de publicaciones de carácter teórico o metodológico dentro del pensamiento sobre las relaciones internacionales en el país y que impide el despliegue de debates teóricos o metodológicos sobre la realidad internacional que enfrenta Chile y la región latinoamericana, al mismo tiempo que los trabajos se definen por ser esporádicos y difusos respecto a las agendas de investigación.

Asimismo, dicho fenómeno se observa en que a pesar de la creación de programas de pregrado y posgrado en materias que incluyen, o derechamente son, estudios internacionales, existe una incapacidad de la comunidad científica para crear un núcleo de pensamiento o comunidad epistémica que articule el quehacer académico y el debate sobre las relaciones internacionales, lo que imposibilita una agenda de investigación consistente que logre entregar aportes sustantivos para la comprensión de los fenómenos internacionales desde una perspectiva y realidad latinoamericana.

Los diversos autores que analizan la evolución de los estudios internacionales en América Latina (Abadía, Milanese y Fernández, 2016; Dávila y Domínguez, 2016; Jaramillo, 2011) identifican los obstáculos que dificultan el proceso de institucionalización de la disciplina en la región, a pesar de los avances en la creación de nuevos programas y profesionales especializados. De esta forma, la escasez de deliberación e innovación teórica y conceptual, propias de la región, frente a la adaptación de teorías anglosajonas; la inexistencia de discusión metodológica para consolidar marcos analíticos propios para comprender la realidad regional; y el limitado avance de redes locales y regionales entre los académicos, han frenado un mayor progreso de la disciplina en Latinoamérica, así como también las contribuciones que esta pueda realizar al desarrollo global de la misma (Abadía et al., 2016; Dávila y Domínguez, 2016; Jaramillo, 2011), elementos que se exacerban aún más en el desarrollo disciplinar en Chile.

Para el análisis de las dimensiones propuestas, este artículo aborda el caso chileno desde una perspectiva crítica y constructivista, que considera la interacción entre agentes, ideas y estructuras. Así, se hace una breve síntesis de los estudios internacionales en Chile, en contraste con los cambios en el sistema político chileno y su impacto en las ideas en general. Posteriormente, el documento se concentra en las repercusiones de estos cambios, con aplicación al ámbito de los estudios internacionales, en particular se examina el Programa de Estudios Conjuntos sobre las Relaciones Internacionales de América Latina (Rial), sus propuestas teóricas y metodológicas, además del paso de sus principales integrantes desde la academia a la práctica política gubernamental. Por último, se analiza el devenir de los estudios internacionales luego del regreso a la democracia.

IDEAS, AGENTES Y ESTRUCTURAS

Las perspectivas reflectivistas han abierto un amplio abanico para el estudio de los fenómenos internacionales, sobre todo en el plano de las ideas. A diferencia de las corrientes racionalistas como el neorrealismo y el neoliberalismo, que enfocan sus explicaciones en la estructura y en las instituciones respectivamente, y que asumen explicaciones unicausales centradas en el ethos racional (costo-beneficio) de los actores internacionales, los reflectivistas consideran las interacciones entre agentes, ideas y estructuras para comprender la complejidad de lo internacional.

Dentro de ellas, por un lado, para el constructivismo, las relaciones internacionales se componen tanto por aspectos ideacionales como materiales, donde actores y estructuras se constituyen mutuamente (Adler y Haas, 1992; Hopf, 1998; Onuf, 1989; Wendt, 1995). Por otro, perspectivas críticas asociadas al neomarxismo, señalan que, pese a que los constreñimientos estructurales definen en gran parte los fenómenos internacionales, esto es facilitado por agentes que promueven la reproducción de las ideas hegemónicas o dominantes (Cox, 1981, 1983; Gill, 1995; Linklater, 1986, 2005; Neufeld, 1995), aunque a la vez, también los actores internacionales pueden desarrollar tendencias contrahegemónicas (Cox, 1981, 1983).

Ambos puntos de vista coinciden en el rol de las ideas y las identidades como determinantes de los fenómenos internacionales, además de concentrarse en las explicaciones de su procedencia, que puede ser diversa, al contrario de las corrientes de ethos racionalista (Adler y Haas, 1992; Hopf, 1998). Sin embargo, es precisamente en la determinación de la identidad -desde donde proviene- que el constructivismo presenta debilidades, es decir, que esta corriente no posee una “teoría causal de la identidad”, ante lo cual se sugiere como “solución metodológica” la interacción con otras ópticas de las relaciones internacionales, de la ciencia política y otras disciplinas (Hopf, 1998).

Para el caso en análisis, que estima el fuerte impacto que tuvieron los cambios estructurales en los estudios internacionales -como se constata más adelante-, se optó por combinar el constructivismo con la visión crítica neomarxista de las relaciones internacionales. Esta, en su corriente gramsciana, apunta a determinar la identidad de los actores internacionales en función de la estructura dominante o hegemónica (Cox, 1981, 1983; Devetak, 2005; Gill, 1995; Neufeld, 1995).

De igual manera que los constructivistas, los críticos coinciden en la constitución mutua entre actores/agentes y estructuras, aunque otorgándole un mayor énfasis a esta última en la configuración de la identidad (Hopf, 1998), en la medida que no se distingue entre hechos/valores y sujeto/objeto (Devetak, 2005). Para esta visión crítica, las relaciones internacionales están socialmente determinadas por la estructura dominante en términos de poder material y de elementos ideacionales (Cox, 1981; Devetak, 2005; Neufeld, 1995).

En este sentido, ideas y estructuras (condiciones materiales) están siempre ligadas, donde los intelectuales desempeñan un papel clave al articular el discurso, la identidad y las representaciones de una cierta clase (Cox, 1983). En esta lógica, los intelectuales son actores que desarrollan y promueven las ideas de determinadas clases, en función de la distribución del poder dentro de la estructura. Así, las ideas dominantes -hegemonía- serán el resultado de la interacción entre estructuras y agentes, y se manifestarán en los ámbitos doméstico e internacional a partir de la distribución de poder y la estructura de clases (Cox, 1981, 1983).

Así, aproximaciones como la de las comunidades epistémicas (Haas, 1992) se pueden enmarcar también en los constreñimientos estructurales. Las comunidades epistémicas o redes de profesionales expertos en ciertas áreas del conocimiento (Haas, 1992) contribuyen a explicar la interacción entre agentes y estructura y a revelar cómo las nuevas ideas dan forma a una política (Adler y Haas, 1992; Haas, 2008). En un sentido empírico, el enfoque de las comunidades epistémicas enfatiza en cómo el conocimiento científico logra una mayor influencia en las decisiones políticas que otros grupos con conocimientos especializados (Davis, 2013). Por otra parte, entre los elementos que definen a este tipo de comunidades, se estima la existencia de valores y creencias causales o juicios profesionales compartidos, que proporcionan razones analíticas y explicaciones del comportamiento, y ofrecen explicaciones causales para los múltiples vínculos entre las posibles acciones de política y los resultados deseados, lo cual se puede traducir en un objetivo de política común que incluye una serie de prácticas asociadas con un conjunto central de problemas que deben abordarse (Haas, 1992, 2008).

Entre las condiciones que permiten la emergencia de comunidades epistémicas destaca la existencia de incertidumbre respecto a la toma de decisiones que genera una demanda por información sobre cierta área o asunto, que incentiva a ciertos grupos a cohesionarse para incidir en el proceso decisorio (Haas, 1992). Es por ello que, a pesar de que se haya alcanzado una solución sobre cierta problemática, aquellas comunidades epistémicas que logran ser altamente cohesionadas para influenciar la toma de decisiones consiguen perdurar en el tiempo e, incluso, las investigaciones más recientes demuestran que estas tras el cumplimiento de sus objetivos definen nuevas metas políticas en las que incidir (Davis, 2013).

Para el caso en estudio, los elementos señalados también habrían tenido un correlato en los estudios internacionales y los actores asociados a este campo. Es decir, las comunidades epistémicas vinculadas a los estudios internacionales, en el caso de Chile, si bien buscaron desarrollar sus ideas, estas fueron influidas por los cambios estructurales y la hegemonía, además de que los procesos propios del ámbito doméstico terminaron por impactar de manera negativa en este sector del conocimiento.

LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES EN CHILE Y EL PESO DE LAS ESTRUCTURAS

En Chile, los estudios internacionales inician en la década de 1960 tras la creación del Instituto de Estudios Internacionales (IEI) en la Universidad de Chile, que junto con el Colegio de México y el Instituto Brasileño de Relaciones Internacionales en el mismo decenio, llevó a cabo los primeros esfuerzos en la región para desarrollar conocimiento en el ámbito internacional, mediante la integración de diversas ramas de las ciencias sociales, con un énfasis en la historia diplomática, los estudios jurídicos y los análisis de tipo geopolítico (Morandé, 1989).

De esta forma, la creación del IEI en 1966 y la publicación de su revista Estudios Internacionales institucionalizan los estudios internacionales en Chile, proceso que se fortaleció por la presencia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en el país, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, y por la creación solo tres años después (1969) del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica (Serbin, 2002; Tickner, 2002). Tales condiciones permitieron a Chile convertirse en uno de los líderes en el estudio de las relaciones internacionales en América Latina.

Sin embargo, si bien los estudios internacionales en el país experimentaron condiciones propicias para su desarrollo, como la existencia de redes y vínculos entre diferentes instituciones, el golpe de Estado de 1973 y el comienzo del periodo de dictadura, socavaron y paralizaron su proceso de consolidación, y que tuvo como resultado más visible la migración de académicos e investigadores hacia otros países u organizaciones, generando una interrupción del avance disciplinar. El abrupto cambio no solo afectó al campo específico de las relaciones internacionales, sino que también tuvo un importante impacto en el contenido de las ideas que se venían dando en las ciencias sociales en general. Por otra parte, la transición de gobierno autoritario a la democracia en 1990 no significó retomar la prometedora senda de los estudios internacionales de principios de los sesenta.

En efecto, el modelo impuesto por la dictadura militar produjo un cambio dramático en Chile, que no solo reemplazó la conducción política y su institucionalización, sino que direccionó el sistema económico y social hacia un esquema neoliberal (Garretón, 1991). Este proceso de reestructuración del país fue respaldado mediante la difusión de las ideas del libre mercado, las cuales apoyaron medios de comunicación, ideólogos extranjeros y funcionarios de organismos internacionales (Fontaine, 1993). Pese a que en varios aspectos la dictadura de Augusto Pinochet fue repudiada internacionalmente -sobre todo a partir de las violaciones a los derechos humanos-, contó con el soporte de países como Estados Unidos y el Reino Unido -en particular durante las administraciones de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, respectivamente-, y de la banca transnacional (Goicovic, 2006).

Hacia el final de la dictadura, y a pesar de que la oposición democrática cuestionó ampliamente las transformaciones hechas por el régimen, los “denominados enclaves autoritarios”1 (Garretón, 1991, 1994), además del modelo económico y de relaciones sociales, se mantuvieron una vez recuperada la democracia. Entre las numerosas explicaciones de este fenómeno, existe consenso en que la naturaleza pactada “desde arriba” -según los mecanismos impuestos por el gobierno de Pinochet- de la transición del autoritarismo a la democracia resultó gravitante, lo cual facilitaron las cambiantes circunstancias internacionales asociadas a la globalización y a la imposición del modelo de libre mercado (Brunner, 1990; Huneeus, 1994; Moulian, 1994).

En este marco se configuró la democracia chilena a partir de 1990. Los amarres del régimen autoritario se prolongaron durante este nuevo periodo, constituyéndose una dinámica política asociada a los acuerdos entre el nuevo gobierno democrático y la oposición ligada al régimen dictatorial (Brunner, 1990; Garretón, 1991; Siavelis, 2009), lo que se prolongaría -inclusive- hasta el año 2005, fecha en que se reformó la Constitución y se eliminaron los principales enclaves de la dictadura (Siavelis, 2009).

No obstante la paulatina democratización y los cambios institucionales, las fuertes transformaciones que sufrió el país también ocasionaron variaciones importantes en los ámbitos social, de los actores y de las ideas. En este sentido, el nuevo modelo lo legitimaron amplios sectores democráticos (Moulian, 1994), lo que se relaciona con que buena parte de los actores democráticos relevantes habían renovado sus ideas respecto a sus planteamientos de antes del golpe de Estado de 1973.

Principalmente, la renovación ideológica de la izquierda a partir de esa fecha contribuyó, a su vez, al desarrollo del sistema político democrático posdictatorial, así como también a la adaptación de las nuevas condiciones internacionales y domésticas que se impusieron desde mediados de los setenta e inicios de los noventa (Brunner, 1990; Fontaine, 1993; Garretón, 1994; Lechner y Güell, 1998; Moulian, 1994). Entre los resultados observables de esta renovación, se advierte, por ejemplo, la profundización del modelo económico neoliberal a partir de una mayor apertura financiera y comercial hacia el exterior, de una relación positiva entre el empresariado, los inversionistas internacionales y el gobierno de centro izquierda, y fundamentalmente de la centralidad del mercado como eje de la economía (Domínguez, 2006; Garretón, 1991; Siavelis, 2009; Vial, 1995).

En la esfera gubernamental, el nuevo modelo permitió la incorporación de tecnócratas en la alta política (Joignant, 2009), algunos de ellos provenientes de centros de investigación opositores a la dictadura, que durante este periodo facilitaron el acercamiento al régimen autoritario a través de su conocimiento especializado, y que luego se posicionarían en puestos relevantes a partir de la recuperación de la democracia en 1990 (Silva, 2006).

Esto último se conecta directamente con el cambio en las ideas promovidas por los actores, no solo en el plano político, también en el académico y de la investigación. Así, desde la irrupción de la dictadura militar, se produjo un debilitamiento del ámbito intelectual, atribuido a su persecución por parte del gobierno autoritario y posterior exilio, pero además debido a que parte de los intelectuales adoptaron nuevas ideas “tecnocratizantes” en función de la “creciente internacionalización, academización y profesionalización de los cientistas sociales” (Silva, 2006, p. 180).

En efecto, factores como la dependencia económica de donantes extranjeros para el financiamiento de las actividades de investigación, la obtención de posgrados en países del “primer mundo”, la interacción con las corrientes principales de las ciencias sociales a través de encuentros académicos o la emergencia del criterio “publicar o perecer” (Silva, 2006, p. 180), contribuyeron al cambio en las ideas que otrora promovieron los intelectuales. Como sostiene Puryear (1994, p. 74):

(…) los intelectuales chilenos estuvieron expuestos a los grandes cambios mundiales, estuvieron en contacto con sus colegas en el exterior, conscientes de los nuevos desarrollos y se movieron en respuesta a reinterpretar su propio pensamiento […] Los intelectuales se convirtieron en parte de la comunidad académica de Europa y Norteamérica, su pensamiento fue internacionalizado.

Si en el periodo anterior a la dictadura buena parte de los intelectuales se concentró, por ejemplo, en perspectivas estructuralistas asociadas al marxismo y al pensamiento de la Cepal, con los cambios señalados, desplegó una nueva agenda y ethos, un “nuevo estilo” de ciencia social diferenciado de la ideología política, menos teórico y más analítico, además de enmarcarse en un modelo competitivo de financiamiento de proyectos (Puryear, 1994).

El nuevo ethos académico aportaría después al proceso de transición de la dictadura a la democracia, donde las ideas que promovieron los académicos fueron insertadas tanto en el debate como en la acción política que configuraría los programas y prácticas gubernamentales una vez reiniciada la democracia, primero, a partir de su participación en los equipos técnicos para apoyar al candidato a la presidencia de la centro izquierda y, luego, pasando a ocupar altos cargos en el gobierno democrático (Puryear, 1994).

LOS CAMBIOS EN EL CONTEXTO Y SU IMPACTO EN LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES

Los cambios advertidos tuvieron impacto en el terreno de las ideas, donde los actores políticos e intelectuales también fueron afectados, pero a su vez desempeñaron un rol significativo en los procesos que dispusieron la transición a la democracia. Estos fenómenos también se observan en los estudios internacionales, que fueron influidos por las transformaciones en cita y siguieron un derrotero con consecuencias negativas en este campo del conocimiento.

Tal es el caso del Rial. La relevancia de la creación del Rial para los estudios internacionales se debe a que este permitió poner en diálogo el quehacer académico de la región con el mundo anglosajón, y propició un marco para el debate teórico y metodológico sobre la disciplina y la definición de agendas de investigación regionales sobre la participación de América Latina en el sistema internacional (Abadía et al., 2016).

A partir del análisis de este organismo, que agrupó a académicos de múltiples centros de investigación de América Latina, para el caso de Chile, se evidencia un proceso marcado por los cambios estructurales que se mencionaron en el título anterior. Es decir, varios académicos chilenos, que ulteriormente formarían parte del Rial, debieron abandonar el país luego del golpe de Estado en 1973; posteriormente -en el exilio- obtuvieron posgrados en el ámbito de las relaciones internacionales y se vincularon a los principales centros de pensamiento y corrientes de las relaciones internacionales; para, más adelante, llevar a cabo sus investigaciones con el financiamiento de organismos extranjeros. Una vez finalizó la dictadura, algunos de los más prominentes integrantes del Rial, ocuparon importantes cargos en el gobierno democrático.

En general -del Rial como red regional-, uno de los objetivos primordiales del organismo fue promover la integración de América Latina como medio para atenuar la dependencia regional y alcanzar una mayor autonomía (Tickner, 2002). Inclusive, en este nivel, para algunos autores, el Rial buscó constituirse en un centro que reformulara la teoría de las relaciones internacionales en el continente y a partir de ello, influenciar en las políticas externas de los países de la región (Serbin, 2002; Tickner, 2002, 2009; Tulchin, 2016), lo cual convertiría a esta red en una comunidad epistémica o de expertos en materia internacional que se propusieron llevar a la práctica su agencia en el sistema internacional (Tickner, 2002; Tulchin, 2016).

No obstante, a partir de factores como el financiamiento extranjero, los contenidos que promovieron los miembros del Rial no necesariamente apuntaron a una visión crítica del sistema internacional de producción capitalista, sino que, por el contrario, fueron influenciados por instituciones internacionales (Tickner, 2002). Asimismo, la agenda de contenidos se definió por la interacción en el extranjero de los académicos a causa del exilio y por la formación de posgrado -principalmente en Estados Unidos- (Tickner, 2002; Tulchin, 2016), por lo que los debates principales de las relaciones internacionales se transmitieron a los académicos de América Latina (Serbin, 2002; Tickner, 2002).

Estos elementos contribuyeron a la ruptura con los enfoques estructurales y marxistas que caracterizaron el desarrollo previo de las relaciones internacionales en la región (Serbin, 2002). Las nuevas aproximaciones que fomentaron los integrantes del Rial, se dirigieron hacia aspectos más pragmáticos y enfoques eclécticos de las relaciones internacionales, lo cual influyó también en los cursos de acción práctica que sugirieron para los países de América Latina, tales como la participación selectiva en el sistema internacional y la multiplicidad de estrategias de integración (Serbin, 2002), en lugar -por ejemplo- del tercermundismo, la autonomía y la integración latinoamericana, que se favorecieron durante las décadas pasadas.

De esta forma, el contenido de las propuestas de los miembros del Rial siguió también la lógica de los cambios estructurales, lo que se tradujo en la reproducción -con algunas variantes contextuales- de las ideas dominantes en el área de las relaciones internacionales. Esto es, el desarrollo de conocimiento e ideas, como lo indicaron algunos miembros del Rial, en especial los chilenos Heraldo Muñoz y Luciano Tomassini, no debía realizarse de manera mecánica a partir de los marcos teóricos surtidos en el exterior, sino que debía sopesarse con las particularidades de la realidad latinoamericana (Bernal-Meza, 2005; Tickner, 2002).

En efecto, Muñoz (1980) y Tomassini (1980) pese a promover los enfoques dominantes de las relaciones internacionales de la época, sobre todo el transnacionalismo, señalaban que debían tenerse en consideración elementos comunes para el contexto de América Latina como el concepto y los problemas del desarrollo que han estado presentes en la agenda de investigación regional sobre las relaciones internacionales. Asimismo, Tomassini (1982, 1984) planteaba que el enfoque del transnacionalismo debía utilizarse para estudiar los fenómenos de América Latina, pero estimando su contexto específico.

Así, se habría producido una “latinoamericanización” de las perspectivas importadas, facilitando el surgimiento de una “masa crítica” de especialistas, preocupados por las implicaciones hegemónicas y dependientes, principalmente de los Estados Unidos (Tickner, 2002).

A pesar de este empeño por latinoamericanizar las corrientes dominantes de las relaciones internacionales, en la práctica, para el caso de Chile, esto no se logró. De hecho, a partir del análisis de los trabajos teóricos, metodológicos y disciplinarios de los principales integrantes chilenos del Rial, publicados durante el periodo de funcionamiento del organismo (1977-1991) en su medio de divulgación más importante: la revista Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, es posible advertir que no obstante la intencionalidad de otorgarle una orientación centrada en las particularidades de América Latina a los enfoques dominantes de las relaciones internacionales, este propósito no se alcanzó (Álvarez, 2017).

En primer lugar, pese a la manifestación explícita de construir una teoría de las relaciones internacionales desde la región, y de adaptar los enfoques dominantes a la realidad latinoamericana, para de esta manera, contribuir a mejorar la posición de los países latinoamericanos en el sistema internacional (Muñoz, 1980; Tomassini, 1980), sus aportes -aunque importantes- no conquistaron este objetivo.

Por lo común, al examinar los trabajos de estos autores (Muñoz, 1980, 1987; Tomassini, 1980, 1982, 1984, 1987, 1988, 1990) en materia de aportes teóricos y metodológicos en el campo de las relaciones internacionales, encontramos más un conato de difusión de las principales corrientes que proposiciones originales sobre el asunto. Por ejemplo, en la esfera de la teoría de las relaciones internacionales, estos autores realizan aproximaciones generales sobre diversas corrientes dominantes -en particular el transnacionalismo y la interdependencia-, sin abordarlas sistemáticamente a través del tiempo y de aplicaciones concretas, ni tampoco lo hacen de manera crítica, solo indican la necesidad de adaptarlas a la realidad latinoamericana; asimismo si bien se hacen críticas a corrientes como el neorrealismo desde el posmodernismo (Tomassini, 1990), esto no tiene continuidad en el tiempo.

En cuanto a aspectos metodológicos, más que una crítica a los enfoques dominantes, se hace una constatación de que las relaciones internacionales en América Latina han carecido de sofisticación en esta órbita y apuntan a la necesidad de dotar a este campo de estudio de herramientas para su desarrollo científico, considerando las singularidades de la región (Muñoz, 1980; Tomassini, 1980). Donde sí existe una aplicación más constante en el tiempo es en el escenario del análisis de política exterior, aunque también se sigue la aplicación de las corrientes principales de las relaciones internacionales, sobre todo, las visiones ya tradicionales de este subcampo provenientes de Estados Unidos; por caso, Tomassini (1987, 1988) establece categorías para el análisis de la política exterior extraídas de autores como James Rosenau y Graham Allison, si bien dando cuenta de la urgencia de adaptación y actualización con base en los trabajos de Joseph Nye y Robert Keohane. Es decir, existe una difusión de los enfoques dominantes y no necesariamente una crítica ni problematización de estas perspectivas.

En segundo lugar, los cambios en el contexto político terminaron, paradójicamente, por socavar el reflorecimiento de los estudios internacionales en Chile y, por consiguiente, los intentos por latinoamericanizar esta área del conocimiento se vieron truncados. La transición del autoritarismo a la democracia significó un decaimiento de la actividad investigativa, en función de que muchos programas internacionales dejaron de financiar a los centros de investigación, incluido el Rial (Serbin, 2002; Tickner, 2002, 2009). Pero el factor determinante de este fenómeno fue el paso de varios de los integrantes de este organismo hacia actividades gubernamentales en la nueva administración democrática.

Este fenómeno no fue exclusivo de Chile, afectó a otros países de la región, donde los integrantes del Rial ocuparon importantes cargos vinculados a las relaciones exteriores (Giacalone, 2012; Serbin, 2002; Tickner, 2002, 2008, 2009). Este hecho contribuyó a dotar de contenido a la política exterior de países como Argentina, México, y particularmente Chile, así como también favoreció -dado el funcionamiento del Rial como comunidad epistémica en América Latina- la identificación de problemas y soluciones comunes en materia internacional (Tickner, 2002); no obstante que, paralelamente, el paso de la academia a la práctica habría “conservatizado” los discursos sobre las relaciones internacionales, disminuyendo el potencial del Rial para generar una alternativa sostenible al estudio de las relaciones internacionales, a lo cual se adicionaron las cambiantes condiciones internacionales globales, caracterizadas por la supremacía de Estados Unidos y el aumento de la globalización neoliberal (Tickner, 2009). Lo que ayudó a que los académicos abandonaran el discurso autonomista que había prevalecido y a que este se tornara hacia interpretaciones liberales de los asuntos globales y hacia el planteamiento de cuestiones “prácticas” sobre los temas internacionales, restándole valor a los asuntos teóricos y metodológicos del campo (Giacalone, 2012; Tickner, 2002, 2003, 2008, 2009).

Lo anterior fue patente en el caso de Chile, donde la política exterior desarrollada a partir del regreso a la democracia estuvo influida y fue construida por varios de los integrantes del Rial2, en efecto,

(…) la política exterior del gobierno de la Concertación estuvo en manos de un extraordinario grupo de activistas académicos, que durante su exilio a causa de la dictadura, tomaron ventaja y obtuvieron grados académicos avanzados en los Estados Unidos, y que colectivamente -a través del Rial- proveyeron un mapa de ruta lejos del antiamericanismo, la dependencia y el sentido de victimización, contrariamente, ellos trajeron el concepto del soft power al centro del debate en la región: “sin estos ‘chilenos’, no podría tener un caso tan paradigmático para señalar” (Tulchin, 2016, p. 13).

Lo dicho, sin embargo, debilitaría el ámbito académico y el desarrollo disciplinario de los estudios internacionales. Como ya se argumentó, varios de los integrantes del Rial pasaron a ocupar considerables cargos gubernamentales, dejando a este organismo y a los centros de investigación abocados a los estudios internacionales con una merma intelectual significativa. En efecto, Tickner (2002) anota que la desaparición del Rial en 1991, entre otras causas, obedeció a la dependencia exclusiva de Luciano Tomassini, a que el ente estaba constituido por un pequeño grupo de individuos importantes, y a que no se preparó a nuevas generaciones de expertos en relaciones internacionales.

LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES EN CHILE: DEVENIR Y PERSPECTIVAS

La transición de Chile hacia la democracia en la década de 1990 trajo consigo una oportunidad para retomar los estudios internacionales en el país tras la interrupción que significó el régimen militar y en función del valioso resurgimiento disciplinario a partir de los esfuerzos realizados por los autores del Rial. No obstante, por los factores que se describieron en el título anterior, se produjo un decaimiento en este campo de estudios.

De esta forma, los estudios internacionales en el país tras la década de los noventa y la actualidad han experimentado varios fenómenos. Primero, luego del reinicio de la democracia, la academia experimenta el movimiento de varios de sus miembros más relevantes y referentes de los estudios internacionales en Chile hacia el Estado, debido a la demanda existente por gestar una política exterior que permitiera la reinserción internacional de Chile tras el aislamiento producto de la dictadura militar.

Muchos de quienes se dedicaron al estudio de relaciones internacionales terminaron por formar parte del proceso de diseño de la nueva política exterior de la cancillería chilena y abandonaron el quehacer académico permanente, pasando a generar publicaciones esporádicas, caracterizadas por su experiencia como funcionarios de gobierno, y con contenidos centrados más en la difusión de las acciones del país en materia internacional que en las discusiones teóricas. Además, estas giran en torno a los temas de globalización e integración desde la óptica neoliberal dominante en la década, sin indagar en los debates de teorías como el neorrealismo, el institucionalismo neoliberal, el constructivismo y las perspectivas del tercer debate -críticas y constructivistas-, las cuales están ausentes en el manejo de los problemas internacionales tratados en los artículos publicados (Tickner, 2002).

Este proceso se acompaña de la falta de formación de nuevas generaciones para seguir manteniendo y fomentando el debate teórico y desarrollo de conocimiento sobre los estudios internacionales, argumenta Tickner (2002, p. 89) “como resultado, muchos de los programas de relaciones internacionales se vieron debilitados. Chile es, quizás, el ejemplo más agudo de esta situación”.

Segundo, luego de esta etapa de transición de la academia a la práctica durante la década de los noventa, los estudios internacionales en Chile se ven afectados por nuevos fenómenos, asociados al auge formativo profesional. La entrada del nuevo milenio y las demandas por una mayor comprensión de la realidad política nacional e internacional generan en Chile un apogeo de la disciplina de la ciencia política (Fuentes y Santana, 2005). De este modo, al año 2015 se alcanza un total de diez programas de pregrado en ciencia política, que incluyen componentes de relaciones internacionales, y además se crea una Licenciatura en Estudios Internacionales (Heiss, 2015).

Por su parte, son cuatro los programas de posgrado (maestría) en estudios internacionales, sumados a un magíster y doctorado en ciencia política que incluyen la mención en relaciones internacionales y otro en estudios americanos que también posee una mención en esta área del conocimiento. En consecuencia, este auge permite incrementar el número de profesionales especializados en estudios internacionales en pregrado y posgrado, pero que en el mediano plazo no ha conseguido impactar en el desarrollo de escuelas ni programas de investigación específicos en relaciones internacionales o estudios internacionales.

Junto con ello, en el ámbito de la productividad académica, no se observa un incremento de los debates teóricos, disciplinarios ni metodológicos de las relaciones internacionales. En efecto, al analizar las publicaciones de la revista Estudios Internacionales del IEI de la Universidad de Chile, entre los años 2000 y 2015, se evidencia que la producción académica durante este periodo se define por una casi total ausencia de trabajos teóricos, donde solo se encuentra un artículo -de autores chilenos- de estas características. Continuando con la premisa de la década de 1990, los numerosos artículos de autores nacionales sobre materias internacionales tratan estas desprovistas de cuestiones metodológicas y por sobre todo teóricas. Asimismo, los trabajos de autores que formaron parte del Rial, como por ejemplo Heraldo Muñoz (2001, 2003, 2006) o Carlos Portales (2003, 2011), se han enfocado en la difusión de las acciones exteriores de Chile y de obras descriptivas sobre ciertos temas que se consideran contingentes o relevantes para la política exterior del país.

Tercero, los estudios internacionales en la actualidad presentan un importante nivel de incertidumbre respecto del futuro. Por un lado, todavía se observa una escasez de discusión teórica y disciplinaria dentro de la academia chilena, no existe -por ejemplo- dentro de la Asociación Chilena de Ciencia Política un grupo de estudios específico sobre relaciones internacionales, además de que las asociaciones disciplinarias existentes corresponden a exdiplomáticos e historiadores de las relaciones internacionales.

Por otro lado, se experimenta un aumento en los programas académicos de la disciplina. Durante 2018, el IEI abrió su programa de pregrado en Estudios Internacionales, que se suma a su programa de posgrado de igual nombre. Asimismo, las oportunidades de formación académica en el país y en el exterior a partir de la creación de becas específicas otorgadas por el Estado mediante la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt) han permitido el incremento de especialistas en el nivel de posgrado (maestría y doctorado). Según la base de datos de Becarios Programa Formación de Capital Humano Avanzado de Conicyt, al año 2018 hay un total posgraduados -en el ámbito nacional y extranjero- en estudios internacionales de 8 doctores y 39 magísteres; y un total de 22 becas vigentes, 12 doctorados y 10 magísteres.

Por último, y vinculado con ambos escenarios anteriores, a pesar de la existencia de programas que relacionan los estudios internacionales y egresados con especializaciones en el área, en el país aún se carece de comunidades o escuelas de especialistas en relaciones internacionales, lo cual ocasiona poca demanda por el ejercicio académico en el área, impactando directamente en el tipo de conocimiento que se genera sobre las relaciones internacionales en Chile, que termina siendo esporádico o endógeno a cada institución e imposibilitando el debate y aporte teórico en el área.

En consecuencia, el devenir de los estudios internacionales en Chile evidencia diversos desafíos para su permanencia en el tiempo, la que además se ve presionada por los cada vez mayores estándares de rigurosidad científica, fomentados por el proceso de indexación de revistas, que condiciona la producción académica desde una perspectiva más positivista que dificulta el desarrollo de publicaciones puramente teóricas.

CONCLUSIONES

Las profundas transformaciones que experimentó Chile con la irrupción de la dictadura militar y la posterior transición a la democracia, en paralelo con los cambios en el contexto internacional, asociados a la interdependencia y el neoliberalismo, influyeron en el sistema político, económico y social del país, así como también tuvieron repercusiones en el ámbito de las ideas y las ciencias sociales en general y en los estudios internacionales en particular.

Los cambios que afectaron la actividad académica estuvieron influenciados por factores domésticos y externos. Por un lado, la dictadura propició el exilio de los intelectuales y la reconfiguración de la agenda de investigación y las ideas que promovieron a partir de su interacción con los principales centros de poder internacional mediante la obtención de posgrados en el extranjero, la adopción de las corrientes dominantes de las relaciones internacionales y el financiamiento de las investigaciones en este escenario por parte de donantes foráneos. Por otro, una vez que fue posible rearticular el conocimiento académico, se dio un resurgimiento en el campo de los estudios internacionales, que, a través de organismos como el Rial, apuntó a difundir una nueva agenda de investigación en esta área.

De este modo, una renovada comunidad epistémica emergería en el campo de los estudios internacionales, la que, no obstante, como se ha observado, si bien buscó forjar una idea diferenciadora de las corrientes dominantes de las relaciones internacionales, no cumplió su propósito. Hechos como el retorno de la democracia y el paso de los académicos a la práctica política gubernamental incidieron en que no se continuara con el desarrollo de esta reemergencia de los estudios internacionales en Chile. Sin embargo, se ha podido constatar, a partir del análisis de los contenidos de la producción académica de estos estudiosos, que sus propuestas fueron más bien difusoras de las corrientes dominantes de las relaciones internacionales, y que no contaron con un despliegue sistemático y crítico en el tiempo.

Por ende, las transformaciones estructurales advertidas, tanto en el plano doméstico como internacional, favorecieron un cambio en las ideas que fomentaron los académicos asociados a los estudios internacionales, los cuales, a su vez, primero, difundieron y pretendieron influir en la agenda de la transición a la democracia y, luego, pudieron promover en el gobierno y la política exterior del país una vez recuperada la democracia mediante el conocimiento práctico.

Desde las perspectivas teóricas planteadas, se puede argumentar cómo las ideas y la identidad de los actores, en este caso intelectuales o académicos, fueron influenciadas por las estructuras dominantes y las corrientes hegemónicas a través de su formación en el extranjero e interacción con las corrientes principales de las relaciones internacionales. A su vez, pese a su intento por latinoamericanizar los enfoques de las relaciones internacionales, estos intelectuales tuvieron un rol en legitimar y difundir las ideas dominantes a partir de las comunidades epistémicas en las que se desenvolvieron y que posteriormente transformaron en conocimiento práctico para la actividad gubernamental, sobre todo asociado a la generación de insumos para respaldar las estrategias desarrolladas por la política exterior del país. Empero, no hubo permanencia en el tiempo, precisamente por ser absorbida esta comunidad por el Estado y al no propiciar el surgimiento de nuevas generaciones de estudiosos sobre los asuntos internacionales, lo cual habría impedido el mayor progreso de nuevos conocimientos teóricos y prácticos para la influencia en los asuntos externos del país.

Como resultado, luego de un periodo de auge, retroceso y posterior resurgimiento, se produjo un declive de los estudios internacionales. El desarrollo académico que inició con los nuevos programas de pregrado y posgrado y el ulterior ingreso de nuevos profesionales especialistas en el área no han logrado crear una masa crítica como la que caracterizó los estudios internacionales en Chile a comienzos de los años sesenta, y que marcó su resurgimiento con el quehacer del Rial tanto en Chile como en América Latina. Por el contrario, se ha suscitado un espacio que se caracteriza por la ausencia de debate teórico y metodológico y de una agenda de investigación claramente definida, así como por una falta de articulación entre las instituciones y académicos, causando un desarrollo disciplinar endogámico y aislado tanto de los debates internacionales como regionales.

En definitiva, el futuro de los estudios internacionales en Chile posee un panorama incierto en el corto plazo, pero presenta, como rasgo auspicioso, la creciente formación de nuevos especialistas y académicos en pregrado y posgrado, lo que supone el desafío de articular a esta comunidad y crear una agenda de investigación coherente que no solo considere la reproducción de las corrientes principales o la descripción de diversos fenómenos internacionales, sino que avance hacia un nuevo ethos diferenciador en este campo del conocimiento.

Asimismo, para propiciar un espacio para el desarrollo de debates teórico-conceptuales y metodológicos se torna esencial la construcción de redes locales e internacionales que ayuden a poner en diálogo las agendas de investigación regionales y globales, ya que un desarrollo endógeno de la disciplina en Chile llevaría a un aislamiento de los académicos frente a los grandes debates disciplinarios y sobre las nuevas perspectivas de origen latinoamericano que intentan comprender las complejidades de la misma región. Por tanto, la articulación de las comunidades epistémicas regionales es la oportunidad que tienen los estudios internacionales en América Latina de efectuar sus propios aportes a la disciplina global de las relaciones internacionales. Como exponen Dávila y Domínguez (2016), América Latina es un espacio fértil para la diversificación de los enfoques teóricos de los países anglosajones y para favorecer un fructífero flujo de ideas, pero para ello, la vinculación y marcos para el diálogo y debate son vitales.

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1 Estos se manifestaron institucionalmente a través de la Constitución, las leyes orgánicas y otras normas legales; cuestiones ético-simbólicas, como el problema de la violación de los derechos humanos en la dictadura militar y; elementos actorales, caracterizados por la presencia de núcleos duros del autoritarismo, que se expresaba en el alto poder político de los militares, apoyado por grupos de civiles de derecha (Garretón, 1994).

2Salvo el caso de Augusto Varas y Luciano Tomassini, los integrantes más destacados del Rial siguieron trayectorias en los sucesivos gobiernos democráticos. Heraldo Muñoz ocupó distintos cargos en la cancillería chilena, llegando al de ministro de Relaciones Exteriores. Alberto van Klaveren también desempeñó cargos de relevancia en la cancillería, alcanzando a ser subsecretario de Relaciones Exteriores. Carlos Portales ejerció las funciones de director general de Política Exterior y de director de Planificación del Ministerio de Relaciones Exteriores. Luis Maira fue embajador en Argentina.

Recibido: 28 de Septiembre de 2018; Aprobado: 30 de Noviembre de 2018

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