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Análisis Político

versión impresa ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.31 no.94 Bogotá jul./dic. 2018

https://doi.org/10.15446/anpol.v31n94.78311 

Reseñas

SCIENCE DIPLOMACY: NEW DAY OR FALSE DAWN

Jhon Kelly Bonilla Aranzales* 

*Magister en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario Bogotá- Colombia.


Lloyd S Davis. Robert G. Patman. Eds. (2015). Science Diplomacy: New Day or False Dawn, New Zealand, University of Otago.

Nueva Zelanda, lugar de edición de esta obra, es un país relevante en espacios multilaterales que se ocupan de deporte, género, cultura indígena y fuentes de energía renovable. También es un país destacado en una nueva área de la política internacional poco estudiada en América Latina y el Caribe: la diplomacia científica, actividad que reune dos términos aparentemente incompatibles. Por una parte, la ciencia cuyos actores motivados por su curiosidad y la opción racional de aceptar cambios, principalmente a través de la implementación de métodos de investigación científica. Por otra parte, la diplomacia movilizada por actores que expresan los intereses nacionales y objetivos de la política exterior de los estados (A. Cooper, Heine, & Thakur, 2013; Jacobs & Page, 2005). La diplomacia científica es un mecanismo de diálogo entre científicos y políticos destinado a promover intereses nacionales en áreas del conocimiento, significado éste que es asumido por los compiladores Davis y Patman. Ellos, en efecto, reconocen las contribuciones de la evidencia científica en la formulación de política exterior para brindar respuestas a problemas complejos de la agenda mundial como, por ejemplo, enfermedades infecciosas, escasez de alimentos y cambio climático.

Así, siendo el objetivo demostrar la relevancia de la diplomacia científica en este mundo interconectado, el libro plantea la incorporación al análisis de las actividades científicas en la política exterior en tres dimensiones: diplomacia para la ciencia, ciencia y diplomacia, y ciencia para la diplomacia. Sus compiladores resaltan además el desarrollo de iniciativas conjuntas de investigación, independientemente de las áreas geográficas o temas de conocimiento

Este libro de Davis y Patman está compuesto por 14 capítulos, escritos por autores principalmente anglosajones, que en su gran mayoría participaron en la versión No 46 de la Escuela de Política Exterior de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda. Todos los autores cuentan con experticia científica en algunas áreas del conocimiento o bien en el ejercicio de la diplomacia científica. Se trata de una obra que se erige como buen punto de partida para comprender y analizar la relevancia de la diplomacia científica en la política exterior. También sirve para comprender la complejidad de la política mundial en términos de la construcción del conocimiento. Además, ilustra la relevancia de los proyectos de investigación interdisciplinarios para comprender cómo los esfuerzos científicos afectan nuestra vida diaria y a las instituciones gubernamentales.

En las líneas que siguen me gustaría primero discutir algunos capítulos que a mi juicio explican claramente las tres dimensiones de la diplomacia científica. Enseguida, quisiera precisar algunas líneas de investigación que me parece la lectura de esta esta obra sugiere para el área de estudios internacionales en América Latina.

En el campo de la ciencia para la diplomacia, que permite comprender cómo la ciencia puede respaldar decisiones de política exterior, el capítulo 2 describe la estrategia estadounidense de cooperación científica con los países árabes bajo la administración Obama. Su gobierno, con la coordinación el Departamento de Estado, creó el programa de Embajadores de Ciencia (science envoys), que incluye la participación de científicos de renombre en ciencias básicas y aplicadas para trabajar con homólogos de países árabes; los centros conjuntos de excelencia patrocinados por la Agencia de Cooperación de los Estados Unidos de América; el programa de desarrollo de las fronteras de la ciencia, con la participación de las Academias Nacionales de Ciencias; y las Academias Nacionales de Ingeniería. Además, desde el Departamento de Estado, el gobierno Obama resaltó el papel de organizaciones no gubernamentales en el mejoramiento de la cooperación internacional en investigación.

Ahora bien, aunque existe una extensa bibliografía sobre la ayuda externa estadounidense que considera ideas y ejemplos sobre la importancia de la asistencia técnica de los países en desarrollo (Arndt, 2000; Lancaster, 2008), generalmente los académicos no toman en consideración el impacto de la investigación ni la cooperación tecnológica. El autor del capítulo dos, por el contrario, aporta a la literatura especializada demostrando que la relevancia de la ciencia para la diplomacia, como estrategia de política exterior, no solo depende de los científicos sino que sobre todo incluye el apoyo gubernamental en términos de financiamiento y cooperación técnica.

En la diplomacia para la ciencia, que ilustra sobre cómo las actividades de política exterior facilitan la cooperación científica internacional, el capítulo 5 ofrece un caso interesante. Su autor describe la creación y puesta en marcha de un radiotelescopio que vincula satélites colocados cuidadosamente en zonas libres de "ruido de radio" y cómo esta iniciativa académica pasó a constituirse en una compañía independiente, sin ánimo de lucro, patrocinada por 11 países de Europa, Norteamérica y Oceanía. Este capítulo también señala, aunque sin mayor precisión, el papel de organizaciones no gubernamentales en el desarrollo la Unión Internacional de Radio y Ciencias, y analiza las posiciones de las agencias gubernamentales de Australia y Sudáfrica para decidir dónde la ubicación de los satélites y sobre el monitoreo de las ondas de radio de baja frecuencia.

En el caso de Australia, este proyecto fue incluido en el marco de su política exterior para lograr la generación de ciencia y tecnología como objetivo de interes nacional. Sin embargo, problemas en las negociaciones locales con los pueblos indígenas y la falta de suministro de energía en zonas remotas de Australia han afectado el desarrollo de este proyecto. Para Sudáfrica el proyecto traerá un reconocimiento internacional y un terreno común para atraer jóvenes científicos en temas relacionados con la ingeniería y la astronomía. Las conclusiones del capítulo describen las ventajas que la actividad conjunta ofrece para fomentar la cooperación entre los dos países en otras áreas de conocimiento. El capítulo sugiere igualmente interrogantes para explorar: sobre la toma de decisión con asesoramiento científico en política exterior, el lugar de la ciencia y tecnología en el marco del poder blando o inteligente (Nye, 2008)values, and policies. A smart power strategy combines hard and soft power resources. Public diplomacy has a long history as a means of promoting a country's soft power and was essential in winning the cold war. The current struggle against transnational terrorism is a struggle to win hearts and minds, and the current overreliance on hard power alone is not the path to success. Public diplomacy is an important tool in the arsenal of smart power, but smart public diplomacy requires an understanding of the roles of credibility, self-criticism, and civil society in generating soft power.","author":[{"dropping-particle":"","family":"Nye","given":"Joseph S.","non-dropping-particle":"","parse-names":false,"suffix":""}],"container-title":"Annals of the American Academy of Political and Social Science","id":"ITEM-1","issued":{"date-parts":[["2008"]]},"title":"Public diplomacy and soft power","type":"article-journal"},"uris":["http://www.mendeley.com/documents/?uuid=53e27a29-8d53-4bb8-b542-e8c12b2bc41f"]}],"mendeley":{"formattedCitation":"(Nye, 2008, y acerca del compromiso científico en términos de inversión y la definición del interés nacional.

El capítulo 10 presenta una experiencia de la ciencia y diplomacia que se refiere al uso del conocimiento científico para respaldar decisiones diplomáticas. El ejercicio de esta práctica se puede encontrar en la creación y puesta en marcha de acuerdos o regímenes internacionales promovidos por comunidades epistémicas (Dobusch & Quack, 2010; Haas, 1992, 2016). Pero en este caso el capítulo se ocupa de la diplomacia en temas de salud señalando la complejidad de las interrelaciones entre sus actores, que incluyen organizaciones internacionales, institutos nacionales de salud, centros e instituciones de investigación, empresas privadas, entre otros actores. Igualmente, como Fidler (2013) y Hein (2013), este capítulo examina el impacto de amenazas que podrían afectar a nuestra sociedad interconectada en cuestiones de salud. Además su autor analiza la diplomacia de investigación en salud Global, y afirma que al respecto "todos pueden comprender el impacto de los objetivos y resultados científicos" (Liu, 2015, p. 219).

Del capítulo 10 cabe destacar sus tres temas principales: 1) respuestas a epidemias mundiales, particuarlmente la respuesta global al virus epidémico del síndrome respiratorio agudo severo, y cómo este último caso brinda algunas lecciones para enfrentar la amenaza de la pandemia de influenza H1N1; 2) investigación clínica del cáncer, en relación a cómo la diplomacia de la salud podría promover actividades de resolución de conflictos, y en el papel jugado por el Consorcio de Cáncer All-Ireland-NCI para acercar a las partes del conflicto armado de Irlanda del Norte; 3) la importancia de la Organización del Genoma Humano para la secuenciación y el estudio del genoma humano, especialmente estudiando el uso de muestras de ADN de habitantes de países de la región de Asia Pacífico para mapear la diversidad étnica de la población. El capítulo diez no cubre, sin embargo, algunas posiciones del análisis que son relevantes para tener en cuenta, como por ejemplo las presiones de las compañías farmacéuticas a los llamados países en desarrollo para evitar la producción local de productos biotecnológicos debido a los derechos de propiedad intelectual (Correa, 2014); o los dilemas éticos que podrían surgir en el desarrollo de actividades científicas en temas relacionados con la clonación o la manipulación genética, o el impacto de las nuevas tendencias migratorias en África y América Latina en términos de salud pública.

Para América Latina y el Caribe, los trabajos reunidos por Davis y Patman sugieren un terreno fértil de análisis de la política exterior y la cooperación académica teniendo en cuenta las dimensiones de la diplomacia científica. Un punto de partida claro podría ser la actualización de iniciativas relacionadas con la asistencia técnica desarrollada por agencias gubernamentales y organizaciones internacionales alrededor del mundo. De hecho, aunque la compilación de Davis y Patman ignora experiecias latinoamericanas, en ésta región del mundo hay múltiples casos que nosotros mismos tampoco hemos explorado bajo el foco de diplomacia científica. Como, por ejemplo, la creación de los Institutos Internacionales para la Innovación Interdisciplinaria, el Centro Latinoamericano para la Formación Interdisciplinaria en Argentina, la cooperación internacional de investigación en materia de ciencia y educación establecida en las diferentes agendas bilaterales, la contribución de los países latinoamericanos en acuerdos internacionales como el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, los programas relacionados con la asistencia técnica en el marco de la cooperación sur-sur, la relevancia de los programas científicos y educativos patrocinados por el Banco Mundial, el Convenio Andrés Bello, el Convenio Hipolito Unanue de la Comunidad Andina, el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud de Unasur o las interrelaciones de organismos de educación en el marco del Mercosur. Desde una perspectiva de los actores también tenemos en América Latina un terreno fertil e inexplorado para analizar cómo universidades, institutos y centros de investigación, empresas y científicos participan en la creación y desarrollo de actividades de diplomacia científica.

Finalmente, se podría argumentar que este libro resalta la idea del quéhacer científicas como actividades disruptivas en la política exterior, dado que en su desarrollo puede cambiar positivamente la comprensión de nuestro universo en diferentes áreas de conocimiento, teniendo en cuenta una visión a largo plazo. Al mismo tiempo, es indudable reconocer que entre científicos existe el interés de promover actividades para satisfacer la curiosidad, el cual es el motor de nuestra sociedad del conocimiento. Empero, creo que la lectura del libro de Davis y Patman también sugiere preguntas que pueden devenir agendas de investigación interdisciplinar: ¿cómo la diplomacia científica puede sobrevivir a esta llamada era de la postverdad ? ¿cuál es el impacto del negacionismo de los hechos científicos en el ámbito de las políticas exteriores sobre problemáticas como el cambio climático? ¿cómo los científicos pueden difundir y hacer más comprensibles sus investigaciones?

REFERENCIAS

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