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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.33 no.98 Bogotá Jan./Apr. 2020

https://doi.org/10.15446/anpol.v33n98.89413 

Dossier

PODERES EN MOVIMIENTO: MOVILIZACIÓN SOCIAL Y MODULACIÓN DEL TERRITORIO. EL CASO DEL MUNICIPIO DE CAJAMARCA (TOLIMA)*

POWERS IN MOVEMENT: SOCIAL MOBILIZATION AND MODULATION OF THE TERRITORY. THE CASE OF THE MUNICIPALITY OF CAJAMARCA (TOLIMA)

Norma Patricia Vela Murillo* 

*Trabajadora Social. Mg. en Territorio, Conflicto y Cultura. PhD en Estudios Territoriales. Docente, Universidad del Quindío. Colombia - Correo electrónico: npvela@uniquindio.edu.co


RESUMEN

Este artículo expone cómo el surgimiento y el despliegue de un movimiento social en contra del modelo de desarrollo extractivista modula un territorio. A partir de la minería de datos, del trabajo etnográfico y el análisis del conflicto territorial presente en el municipio de Cajamarca (Tolima), se discute sobre cómo la movilización social funge como columna vertebral en la interpelación a las lógicas estatales del gobierno colombiano en torno a la construcción de país desde la otredad. De esta manera, el capital cognitivo y las capacidades que tienen los diversos actores sociales de cooperar en el marco de la movilización no se agotan en ésta y, están en constante juego a partir de la superposición de instituciones y la negociación de poderes.

Palabras clave: Movilización social; Conflicto territorial; modulación del territorio

ABSTRACT

This article explains how the emergence and deployment of a social movement against the extractivist development model modulates a territory. Based on data mining, ethnographic work and the analysis of the territorial conflict in the municipality of Cajamarca (Tolima), it discusses how social mobilisation acts as the backbone of the questioning of the Colombian government’s state logic regarding the construction of the country from the other side. In this way, the cognitive capital and the capacities that the diverse social actors have to cooperate in the framework of the mobilization are not exhausted in this one and, they are in constant game from the superposition of institutions and the negotiation of powers.

Keywords: Social mobilization; Territorial conflict; modulation of territory

INTRODUCCIÓN

Las estrategias desarrolladas desde el Ministerio de Minas y de la Unidad Minero-energética de Colombia han posibilitado un mayor interés del capital extranjero para adelantar sus diversas actividades económicas1, de manera que la política minera se encuentra direccionada hacia el aumento de la competitividad en el mercado internacional debido a las grandes reservas con las que cuenta el país. El direccionamiento que ha tenido tanto la política como el ordenamiento minero en Colombia ha conllevado a que las relaciones entre el gobierno y las comunidades se tense en razón a las lógicas con las cuales se pondera la inversión extranjera y se desconoce la vocación territorial local privilegiando principalmente el modelo extractivo a nivel económico.

Las nuevas formas de ordenar el territorio desde las políticas sociales, económicas e institucionales diseñadas e implementadas durante los últimos cinco periodos del gobierno colombiano, han generado una multiplicidad de conflictos sociales, económicos, ambientales, políticos y territoriales en los distintos municipios del país; especialmente el despliegue de acciones estatales hacia el sector minero, pues en algunos municipios dicha actividad económica irrumpe drásticamente con la formas tradicionales2 con las cuales se dinamiza y dinamizaba la economía en la localidad.

El caso que se analiza es el Distrito Minero Bermellón creado en el año 2009 y conformado por los municipios de Santa Isabel, Murillo, Líbano, Anzoátegui, Ibagué y Cajamarca pertenecientes al departamento del Tolima y en él, el proyecto aurífero emplazado en el municipio de Cajamarca denominado La Colosa propiedad de la transnacional AngloGold Ashanti S.A. que si bien, se encuentra aún en la etapa de exploración, la introducción de esta nueva actividad económica -minería a gran escala- en el municipio ha generado tensiones y conflictos en los distintos actores sociales al ver amenazado su sustento de vida gestándose así un movimiento social. El artículo está estructurado a partir de tres apartados. El primero realiza un breve análisis sobre la literatura acerca del estudio de los movimientos sociales, el segundo expone la elaboración de marcos para la movilización social desde los actores sociales opositores al proyecto aurífero La Colosa y el tercero presenta los repertorios de la protesta como una de las tácticas fundamentales en la interpelación a la política estatal económica.

SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Para comprender la complejidad de la modulación territorial en el marco del movimiento social en contra del proyecto aurífero La Colosa mediante las prácticas sociales de cooperación y resistencia; es necesario en primera instancia reconocer los desarrollos teóricos que ha tenido la acción colectiva y los movimientos sociales tanto desde la perspectiva clásica como de la contemporánea. Desde la perspectiva clásica, plantea Tarrow (2012:55) que,

Marx, Lenin, Gramsci y Tilly hicieron énfasis en un elemento diferente de la acción colectiva, así el hincapié que hizo Marx en torno a la acción colectiva fue las divisiones internas de la sociedad capitalista que generaban capacidad de movilización, sin llegar a especificar los mecanismos por los cuales algunos trabajadores se rebelaban en determinados contextos. Lenin creó la organización necesaria para estructurar este potencial de movilización en torno a una élite de revolucionarios, para así evitar su dispersión en reivindicaciones sindicales cortas de miras. Gramsci concentró sus esfuerzos en la necesidad de construir un consenso alrededor de los objetivos del partido, pero no llegó a especificar en qué condiciones políticas se podía esperar que unos trabajadores explotados y con escasos recursos fueran a movilizarse en beneficio de sus intereses y, los primeros trabajos de Tilly analizaron estas condiciones políticas, aunque de un modo más bien estático.

De lo anterior, se podrá decir que el interés común es la interacción social entendida como el proceso por el cual se actúa y se reacciona ante quienes están alrededor; “porque todo encuentro interpersonal supone «interactuantes» socialmente situados y caracterizados, y se desarrolla en un «contexto» social que imprime su marca aportando un conjunto de códigos, de normas y de modales que vuelven posible la comunicación y aseguran su regulación” (Marc y Picard, 1992:16). Las interacciones sociales en esta lógica determinan las formas de comportamiento individuales y colectivas, como parte constituyente del funcionamiento de la sociedad y como factor de cambio dentro de la misma.

Respecto a las teorías contemporáneas, es necesario precisar que reconocen el conflicto como parte de lo cotidiano de la vida societal, el conflicto, es pues considerado como un motor de cambio inherente al proceso mismo de la estructuración de toda sociedad. Citando a Tarrow (2012: 56),

las cuatro corrientes dentro del estudio reciente de la acción colectiva y los movimientos sociales son: la teoría del comportamiento colectivo (50’ y principios de los 60’) que centró su trabajo en los agravios que desencadenaban las movilizaciones, provocados por las tensiones estructurales subyacentes; la teoría de la movilización de los recursos ( finales de los 60’ y principios de los 70’) centrada en la organización y el liderazgo; la teoría de los marcos y de la identidad colectiva (80’ y comienzos de los 90’) focalizada en los orígenes del consenso en el movimiento y, la teoría de los procesos políticos, siguiendo a Tilly, en las oportunidades y restricciones políticas que estructuran las acciones colectivas.

Años más tarde se incorporaría al escenario, la perspectiva latinoamericana con Zibechi y Porto que comparten postulados de la teoría de la identidad colectiva y de la teoría de los procesos políticos, haciendo énfasis en los problemas particulares propios de la región. Estas discusiones teóricas reconocieron que los participantes de las protestas no eran individuos irracionales; que se trataba por el contrario de sujetos racionales miembros de diversas formas de organización y participación social y; que sus acciones de protesta estaban impulsadas por intereses específicos, objetivos claros y concretos además de construcciones estratégicas para poder operar en el escenario público. Y que además los actores sociales se coordinan a través de recursos de mediación en la conquista/pérdida de escenarios de participación política y simbólica en pro de la consecución de sus propósitos a corto, mediano y largo plazo.

Se indicará entonces que las cuatro perspectivas teóricas en torno a la acción colectiva y los movimientos sociales hacen énfasis en las relaciones sociales, en tanto éstas se articulan con compromisos dentro de formas colectivas de diferente naturaleza, pues como expresa Goffman (1977: 136-137 citado en Grossetti, 2009) “la mayoría de las relaciones ancladas nacen, por razones que les son exteriores y son el resultado directo e inmediato de disposiciones institucionales […] desde luego, esos contactos [en el curso de los cuales se afirman las relaciones] reenvían ellos mismos a las organizaciones sociales, que constituyen un marco extenso […]” y que derivan en un campo relacional complejo.

Ubicar la discusión de la emergencia de acciones colectivas y de movimientos sociales en el marco del extractivismo como una forma de ordenamiento territorial del capital y como una forma de organización social, posibilita reflexionar en torno a las lógicas de su ordenación y a la ponderación de los actores sociales que las promueven;

este orden va consolidando un estilo de desarrollo neoextractivista que produce nuevas asimetrías y conflictos sociales, económicos, ambientales y político-culturales. Tal conflictividad marca la apertura de un nuevo ciclo de luchas, centrado en la defensa del territorio y del ambiente, así como en la discusión sobre los modelos de desarrollo y las fronteras mismas de la democracia (Svampa, 2013:30).

Este ciclo de luchas como lo manifiesta Svampa, expresan una visión contraria a como se debe ordenar el mundo desde la lógica del extractivismo, así, el caso del movimiento social que se gesta a partir del proyecto aurífero La Colosa, va a protagonizar una de las grandes movilizaciones a nivel local, regional y nacional, escalonando en el ámbito internacional mediante la apelación a la defensa del agua, la vida, el territorio y la soberanía. Ya para el año 2011 el Informe de Desarrollo Humano para Colombia había expresado que,

el modelo genera un conflicto social permanente entre los pobladores rurales, el Estado y la sociedad urbana, por la deuda social y política irresoluta con el sector. Los planes de desarrollo de los gobiernos han manejado el concepto de modernización sin distribución, haciendo énfasis en el crecimiento antes que en el desarrollo (PNUD, 2011: 39).

Situación ésta que pone de manifiesto, por ejemplo, la alta concentración de la tierra en unos pocos, los bajos niveles de calidad de vida y el bajo índice de desarrollo humano, sobre todo, en las regiones y departamentos donde existe mayor biodiversidad y riqueza mineral en el país; continúa planteando el Informe de Desarrollo Humano que,

las áreas dadas en concesión para la explotación del subsuelo pueden crear conflictos debido a la superposición de suelos con aptitud para la explotación agrícola y aquellos destinados a la extracción de minerales. La competencia por uso del suelo y subsuelo puede convertirse en una forma soterrada de presión y despojo de la tierra (PNUD, 2011: 40).

Este hecho en particular proporciona un punto de referencia en la producción social del espacio, tanto para la implantación de enclaves económicos como el proyecto aurífero en el municipio de Cajamarca, como por la movilización social que se gestó a raíz de ese nuevo recorte territorial; siendo “las relaciones sociales predominantemente productoras de espacios fragmentados, divididos, únicos, singulares, dicotomizados, fraccionados, y, por lo tanto, también conflictivos” (Mançano, 2004).

Analizar el movimiento social en contra del proyecto aurífero La Colosa, significa comprender las fuerzas que cambian en la constitución de los distintos actores sociales, en tanto que los movimientos sociales son “sistemas de acción, redes complejas entre los distintos niveles y significados de la acción social […] son el resultado de intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores” (Melucci, 2010:12), que vehiculizan los procesos de transformación de los actores sociales; de esta manera el movimiento social en contra del proyecto aurífero se configuró como un espacio que dio respuesta a una pluralidad de vivencias, concepciones y percepciones en torno al territorio, que no se veían reflejados en el espacio concebido por la política del gobierno colombiano mediante la constitución del Distrito Minero Bermellón y mucho menos, mediante el macroproyecto La Colosa.

ELABORACIÓN DE MARCOS PARA LA MOVILIZACIÓN SOCIAL

En este orden de ideas es importante reconocer que el espacio producido por el Movimiento social derivó entre otras cosas, en la introducción de nuevos repertorios, con otras tácticas, con otros esquemas explicativos por parte de los actores sociales para dar cuenta de lo sucesos que en el municipio se presentaban en relación con las lógicas a nivel global y de su proyección en el futuro. Justamente ese reconocimiento de lógicas, trayectorias y fuerzas en tensión constante que poco a poco comenzaron a develar, fue lo que hizo posible la elaboración de un marco de referencia para la movilización social, que para este caso fue la promoción del municipio de Cajamarca como despensa agrícola ante el modelo neoextractivista intrínseco en el proyecto aurífero. La elaboración de este marco de referencia significó en primera instancia un trabajo arduo en la medida de, tratar de desmitificar la idea de desarrollo como aquel que “todo lo va a solucionar”, o como aquello a lo que “todos deben apostar” por ello, la primera táctica en la elaboración de dicho marco se configuró como la manzana de la discordia.

“LA PILATUNA DE LA PINTURA”

Expresa De Certeau (1999) que, mediante diferentes maneras de hacer en el interior de las estructuras, los usuarios se apropian del espacio organizado y modifican su funcionamiento, pero, las diferentes maneras de hacer, presentan un poder disruptivo cuando éstas se llevan a cabo mediante una elaborada infrapolítica de los grupos subordinados (Scott, 2011) eso, precisamente, fue lo que significó la primera iniciativa en el área rural del municipio de Cajamarca en contra del proyecto aurífero La Colosa; cuando dos campesinos decidieron decir no, al mejoramiento (pintura) del centro educativo La Leona sede el Águila, por parte de la AngloGold Ashanti. Para esa época -2006-2007-, la transnacional había venido socializando el proyecto mediante un low profile, pues “[…] la noticia se dio sin mayor confianza y relacionamiento y trabajando sobre lo reactivo y no proactivamente” (Gerente de gobierno del proyecto La Colosa AGA. 2016). Esta estrategia -low profile3- llevó a que la comunidad no tuviera claridad sobre la magnitud y dimensión del proyecto aurífero y se iniciara una serie de especulaciones en torno al mismo, generando un ambiente de desconfianza.

En este contexto algunas formas prácticas de resistencia (Scott, 2011) tienen como punto de partida, la elaboración de un oficio por parte de dos campesinos dirigido al alcalde de Cajamarca4 y a los funcionarios de la transnacional, con el propósito de expresar su inconformidad respecto al mejoramiento (pintura) del centro educativo La Leona en la vereda el Águila, pues según ellos esta labor era responsabilidad del Estado y no de un tercero,

[…] y es que tuvimos el coraje de confrontar una empresa, así, de frente, y decirle no queremos su pintura, llévense su pintura, hicimos una carta con una máquina de escribir y la firmamos dos personas y fuimos y le llevamos la carta al alcalde y se la llevamos a los funcionarios de AngloGold y se devolvieron esas pinturas que nosotros no queríamos […] (Líder Campesino de Cajamarca)

Lo anterior, permite develar la potencia de un acto disruptivo de poder, como la elaboración de un oficio, al desafiar el orden establecido y evidenciar que las relaciones sociales no son neutras y que toman partido bien sea de manera individual o colectiva, llevando en algunos casos al enfrentamiento de proyectos distintos y para el caso específico, la confrontación de visiones diversas de lo que es calidad de vida y desarrollo para el municipio de Cajamarca.

[…] pero el presidente de la vereda ya había sido comprado por la Anglo, pues imagínese que luego pasó a trabajar con la empresa, se llama Dairo Carranza, entonces claro, la gente se puso en contra de nosotros, que éramos los que habíamos hecho esa pilatuna de la pintura, entonces Wilson me dijo qué vamos a hacer, entonces yo le dije, no pues, pensemos haber, entonces yo le dije, no, pues pintemos la escuela, porque que más vamos a hacer, porque si no la pintó la Anglo, pues nos toca pintarla a nosotros, en ese tiempo a él le iba bien, cultivaba lulo y me dijo, yo pongo para la pintura y ya luego miramos a ver cómo conseguimos gente para pintarla (Líder Campesino de Cajamarca).

Esta posición asumida por dos campesinos inicialmente se configura como una materialidad del capital social construido por sus padres, a raíz de la conformación de la red de hitos territoriales y la producción territorial en la época de la violencia y el conflicto armado; lo que evidencia la generación de sujetos que hicieron tránsito hacia la conformación de actores sociales que ponen su acento en la capacidad de agenciamiento para movilizar en primera instancia capital cognitivo, es decir, la aprehensión del conocimiento situado y con ello la capacidad de negociar para estar juntos,

entonces claro, comenzamos a regar la bola, y la gente en contra de nosotros, que por que íbamos a cometer ese error de devolver las pinturas a esa empresa y con el presidente de Junta también encima; entonces lo que hicimos fue hacer una comitiva -en la vereda el Águila- y miramos que si habían personas que estaban de acuerdo con nosotros, los trabajadores de Wilson y dos o tres familias, que estaban de acuerdo, pues que, hubiéramos devuelto esa pintura.

Entonces programamos fecha, ya habíamos conseguido la pintura, me vine para Cajamarca - área urbana del municipio- a conseguirme unos pollos, para hacer un sancocho comunitario, y en ese tiempo pues yo estaba haciendo mis primeros días en la Universidad, entonces vine a Cajamarca a comprar los pollos, ya estaba Renzo por ahí haciendo entrevistas y cosas así, entonces le conté la historia, y en ese tiempo había una delegación que se llama Colombia Solidarity Campaing, que hizo un informe sobre La Colosa que se llama “Crónica de una muerte anunciada”, entonces me invitaron a tomar tinto y yo les conté lo que estaba pasando, pero yo no sabía nada de lo que estaba pasando en esa otra vereda, entonces yo les dije me voy porque tengo que hacer esto y esto, entonces los extranjeros dijeron, no, pues vamos a conocer esa experiencia, y estaba el director de Colombia Solidarity y dijo no, vamos. Entonces ellos, compraron pollos, compraron todo y Renzo con otro combo, dijo, pues vamos a pintar la escuela.

Resultamos 80 personas pintando la escuela, trabajadores, amas de casa, todos pintando la escuela, y contando esa historia de vida, de por qué se había hecho, hicimos el sancocho comunitario, Renzo contando la historia de lo que pasaba en otras partes de Colombia y el mundo con la minería, mostramos los documentales, uno o dos de lo que pasaba en Yanacocha Perú y todo eso; se presentaron todas estas personas de esta organización, más acompañamientos de personas del sur de la Guajira de todo el proceso del Cerrejón, también estaban con esta delegación, y ahí se dio la primera iniciativa de la parte rural, porque de la parte urbana pues ya estaba Ecotierra” (Líder Campesino de Cajamarca).

Se hace evidente de esta manera que, lo que hizo el líder campesino fue “[…] “tomar” la ocasión, como producto de la coyuntura, es decir, de circunstancias exteriores donde el vistazo sabe reconocer el nuevo y favorable conjunto que constituirán mediante un detalle adicional” (De Certeau, 1999:96), para congregar la solidaridad de los otros respecto a la comitiva a realizarse en el centro educativo; así, el otro nos interpela y nos obliga a redireccionar los proyectos a corto, mediano y largo plazo. Se observa con ello que, un espacio material no tiene sentido en sí mismo, si no es a partir del recorte y la marcación realizada por diversos actores sociales con un propósito específico (Santos, 2000) y se configura en lugar, en la medida que permite diferentes modalidades de apropiación por parte de los actores sociales que intervienen en él.

La elaboración del oficio, el sancocho comunitario, pintar la escuela, el voz a voz de la ausencia del Estado en cuanto al mantenimiento de los centros educativos en el área rural -como forma de relacionarse-, la comitiva en la vereda el Águila, el tomar café y narrar la historia de lo que estaba pasando a personas extranjeras, conocidas y desconocidas, desembocaron en una politización de las prácticas cotidianas (Scott, 2011), siendo “personas que vivíamos en el anonimato, dejamos de ser anónimos y nos hicimos visibles” (Campesino de Cajamarca). (Infografía territorial 1.)

El centro educativo La Leona con sede en la vereda el Águila, se constituyó en un lugar significativo para narrar su historia y afianzar su identidad como campesinos, mediante un marcaje físico a través del mejoramiento de la infraestructura de la escuela hecho por trabajadores, amas de casa y estudiantes propios del sector; pero también, a través de un marcaje simbólico como lugar donde fue posible “desafiar” el poder de una política social de un actor transnacional como la AngloGold Ashanti; de manera que “[…] el espacio representado es una relación y sus propiedades se actualizan a través de códigos y sistemas sémicos” (Raffestin, 2011:102) como lo sucedido también a través de la solidaridad y la cooperación que convocó este centro educativo por parte de actores externos como funcionarios y estudiantes de la Universidad del Tolima, de la organización no gubernamental Colombia Solidarity Campaign y de los actores del sur de La Guajira que adelantaban procesos de denuncia y visibilización de las implicaciones socioambientales, económicas, políticas y culturales presentes en la región debido al Cerrejón5.

Expresa Harvey (1998: 228) que “[…] reconocer las múltiples cualidades objetivas que el tiempo y el espacio pueden expresar, y el rol de las prácticas humanas en su construcción […] nos permite saber que […] el tiempo social y el espacio social están construidos de manera diferencial […]” así, los ritmos provenientes de las trayectorias tanto de la AngloGold Ashanti como actor económico transnacional y, de los campesinos del municipio de Cajamarca se yuxtaponen y entran en conflicto en primera instancia debido a la lógica de producción y reproducción del capital representado en el enclave minero;

[…] antes con los españoles, la estrategia fue comprarnos que, con espejitos, que para que nos viéramos bonitos, si ve, ahora, ellos utilizaron la estrategia, y ¿cómo? pues comprando la comunidad del pueblo, y ¿cómo? es que yo recuerdo cuando fueron al Águila, ellos ya habían comprado a muchos campesinos, vea, ellos hacían reuniones, y con los comunales -presidentes de las Juntas de Acción Comunal- ellos llevaban tamalitos, dulcecitos, ellos iban y llevaban cositas, y a prometer y mirar el video, que lo bueno que era la minería para el desarrollo del pueblo, ese era un compromiso que ellos nos estaban metiendo por los ojos; porque como daban el almuercito, el tamalito, creyeron que nosotros vivíamos de mucha hambre, entonces ellos uríados, entonces nos les vamos metiendo ahí, que con regalitos, que con lapicitos y cuadernitos, ahí nos les vamos metiendo, entonces esa era la estrategia que ellos trajeron y la gente se echó a dar de cuenta, de que eso era comprarlo a uno, para que nosotros dijieramos que si estábamos de acuerdo con la minería” (Campesino de Cajamarca).

En razón a ello, las prácticas sociales se espacializan y re-crean de manera constante en el territorio, imprimiéndole rasgos particulares y diferenciales respecto al grupo y/o comunidad que se inserta en él; siendo “los ordenamientos simbólicos del espacio y el tiempo quienes conforman un marco para la experiencia por la cual aprendemos quiénes y qué somos en la sociedad” (Harvey, 2000: 239); experiencia incorporada por los campesinos del municipio de Cajamarca, como un cúmulo de aprehendizajes6 que les posibilita “maniobrar” de manera efectiva y eficiente determinadas situaciones como la defensa de su territorio; aflorando la preponderancia que tiene la representación del espacio y el tiempo, dado que afecta a la forma en que se interpreta el mundo y se actúa en él.

Fuente: Norma Vela 2018, a partir de cartografía básica IGAC 2017 y trabajo de campo

Infografía Territorial 1 Pintando “La Leona” vereda el Águila 

LOS REPERTORIOS DE LA PROTESTA

Según el Centro de Investigación y Educación Popular, Programa por la paz (CINEP/PP), en Colombia “para el año 2013 se registraron 1027 protestas, el mayor número de luchas desde 1975. Tan inusitado nivel de movilización da cuenta de una sociedad en movimiento con altos niveles de participación ciudadana y con notoria visibilidad de sus actores”; ello debido en gran parte a los dispositivos de territorialización de las políticas económicas estatales que propiciaron una mayor inversión extranjera directa (IED).

entre enero de 2001 y diciembre de 2011 se han registrado, en la Base de Datos de Luchas Sociales de CINEP/PPP, 274 acciones sociales colectivas, asociadas a la extracción de petróleo, carbón y oro que, aunque solo corresponden al 3.7% del total de luchas sociales del mismo periodo, su comportamiento en el tiempo muestra un ascenso desde 2005 y un crecimiento sostenido a partir de 2008 (CINEP/PP, 2012:4).

Fuente: CINEP/PPP. 2012

Gráfico 1 Trayectoria de las luchas sociales asociadas a extracción de carbón, oro y petróleo. Colombia 2001-2011 

Estas estadísticas evidencian un significativo descontento por parte de los actores sociales en torno al enfoque extractivista del modelo de desarrollo económico que ha conllevado a la agudización de la desigualdad social en la sociedad colombiana, siendo de esta manera, “el desarrollo minero quien actualiza los históricos problemas agrarios de la tierra y del desarrollo rural que no se han resuelto en el país” (CINEP/PPP, 2012:5).

Fuente: CINEP/PPP. 2012

Gráfico 2 Distribución de las luchas sociales según recurso explotado. Colombia 2001-2011 

Para el caso de los municipios de Cajamarca e Ibagué, la protesta social encuentra su asidero en las Marchas Carnaval, como momentos extraordinarios en la cotidianidad de ambas ciudades, en el que las diferencias se anulan temporalmente para dejar emerger el interés colectivo por la lucha en defensa de la vida el agua y el territorio. La característica fundamental de los repertorios de dicha protesta es la “alteración de la rutina cotidiana de un modo que los manifestantes esperan que desarme, inquiete y trastorne a sus oponentes” (Tarrow, 2012:180), así, el diseño de las Marchas Carnavales, presentaron una potente resonancia en las distintas escalas geográficas de manera pacífica, en tanto que lograron articular diversas expresiones artísticas y simbólicas en torno a la denuncia de la vulneración de la autonomía territorial mediante el proyecto aurífero la Colosa. Adentrarse en la comprensión de dichas Marchas, significa reconocer la trayectoria de su organización y los actores sociales que las promueven, así como de la pluralidad de símbolos que cada grupo participante moviliza y pone en escena durante la Marcha Carnaval.

Respecto a la cronología y espacialización de las Marchas Carnavales se podrá decir que, éstas7 (mapa 1) iniciaron en un contexto de descontento por parte de la población colombiana en general y en particular de los habitantes de los municipios de Cajamarca e Ibagué inicialmente, debido a la unidireccionalidad de las políticas estatales; dichas Marchas con el pasar del tiempo, consiguieron congregar cada vez más la solidaridad de los habitantes de los municipios de Cajamarca e Ibagué, Líbano, Murillo y Piedras, pero también de otros departamentos como Quindío, Caldas y Caquetá. Lograron expandir su radio de acción, en la medida en que los repertorios de la protesta se fueron combinando con las consultas populares, por ejemplo, y pusieron en la escena pública la complejidad en el trazado de un modelo de ocupación territorial, que no se circunscribe de manera exclusiva a un modelado matemático de mejores escenarios para la intervención

Las Marchas Carnavales emergieron como una táctica ante el contexto de aquella época de criminalizar la protesta, pues no se puede olvidar que durante el gobierno de Uribe Vélez, la represión de ésta tuvo sus picos más altos, tildando a los marchantes de las diversas movilizaciones a nivel nacional, regional y local como “guerrilleros”; ello aunado a la elaboración de los “falsos positivos”, hicieron que las organizaciones sociales integrantes del Movimiento social opositor reinventaran la forma de salir a las calles a protestar.

Fuente: (Vela, 2018) a partir de cartografía básica del IGAC 2017 y trabajo de campo

Mapa 1 Trayecto Primera Marcha Carnaval 2011 

Otro elemento para la comprensión de las Marchas ha de ser la pluralidad de símbolos que cada individuo y grupo participante moviliza y que pone en escena durante la misma, de tal forma que lo que se observa es “la alteración de lo establecido, siendo éste la fuente de innovaciones que hace que los movimientos sociales sean creativos” (Tarrow, 2012:180). Como sistema expresivo las Marchas Carnaval han ventilado las demandas ciudadanas en contra del modelo de gestión del territorio por parte del gobierno nacional centrado en macroproyectos mineros extractivos. Abordar la Marcha Carnaval como un ritual de resistencia, permite reconocerle un poder disruptivo en la alteración de la cotidianidad de un orden establecido y dotarla de un valor inconmensurable respecto a las maneras otras de territorializar la denuncia y la acción colectiva.

Tanto para Víctor Turner (2008) como para Roberto Da Matta (1997), los rituales son procesos políticos y como tales son procedimientos complejos cargados de simbolismos, acciones dramatizadas que dotan de sentido y significado la puesta en escena del drama social; en la medida en que los conflictos sociales derivan en dramas a partir de un proceso en el que las diferencias entre las acciones y las normas abren brechas entre los grupos, y durante las crisis los actores sociales toman posiciones. Así, por ejemplo, lo potente de la Marcha Carnaval, es en este sentido, el uso político que ésta tiene frente a las demandas que hace el movimiento social, pero sobre todo es un escenario que permite reconocer cómo se dramatiza el conflicto territorial (fotografías 1, 2 y 3) por parte de la sociedad colombiana; evidenciando las diferentes formas en que sus participantes expresan su capacidad de interpretar, criticar y transformar su propio mundo; es en ella justamente donde se es posible liberar anhelos, fantasías, frustraciones, pero también interpelar al otro y exigir demandas que derivan posteriormente en prácticas espaciales.

Fuente: http://www.pacocol.org/index.php/comites-regionales/tolima/

Fotografía 1 Expresiones artísticas en la Marcha Carnava 

Fuente: https://www.elrincondelvinotinto.com/2016/06/la-revolucion-vinotinto-surpresente-en.html

Fotografía 2 Personificación política Extractivista 

Fuente: https://es-la.facebook.com/pg/concienciacampesina/photos/?ref=page_ internal

Fotografía 3 Carroza agrícola IX Marcha Carnaval 

Las Marchas Carnavales serán rituales emblemáticos de la resistencia respecto al modelo extractivo promovido por el gobierno nacional colombiano, especialmente durante las últimas dos décadas. El papel de la Marcha como ritual de resistencia contribuye a crear solidaridades en la sociedad colombiana, haciéndose evidente una forma de dar salida a los debates que se generan en torno a la política minera, los montajes escenográficos y el despliegue de rituales públicos como este, expresan las oposiciones políticas que sirven de base al movimiento social y que transcurren en las calles y las esquinas de las ciudades de Cajamarca e Ibagué, siendo éstas los lugares propios del ritual (Da Matta, 1997:66).

El despliegue de la pluralidad de expresiones individuales y colectivas de forma organizada y espontánea proporciona una riqueza comunicativa y simbólica al Carnaval en defensa de la vida el agua y el territorio. Así, por ejemplo, los disfraces utilizados por los marchantes teatralizan y acentúan el carácter domesticado de la trasmutación del ciudadano de a pie a una transnacional o una política minera, pero también a la encarnación de otros seres vivos como la madre tierra, el agua, el oso y la guacamaya por nombrar algunos.

En este sentido, las Marchas Carnaval constituyen un evento extraordinario en la cotidianidad de los municipios de Cajamarca y de Ibagué, un momento en el que las diferencias se anulan temporalmente para dejar emerger el interés colectivo por la lucha en defensa de la vida el agua, el territorio y la soberanía, que en condiciones normales no sería posible hacer. La fuerza de los símbolos que se despliegan posibilita la creación de emociones, creencias y conocimientos sobre el contexto actual, haciendo de esta manera que los procesos de solidaridad se fortalezcan y se constituya en el esfuerzo de un actor colectivo por adueñarse de los “valores”, de las orientaciones culturales de una sociedad oponiéndose a la acción de un adversario con el que está vinculado por relaciones de poder (Touraine, 2012).

Así, el poder de alterar el orden establecido a través de la invención de maneras de representar la protesta, es el eje central de la denuncia y de la acción colectiva; siendo las maneras esbozadas en los performance, en la creatividad de las arengas y los cánticos, en la adaptación del bambuco “Canta un Pijao” por el maestro Jorge Humberto Jimenez para convertirse en el himno de los marchantes y en la solidaridad de los barristas del Deportivo Tolima respecto a la defensa del territorio, un claro ejemplo de cómo los orígenes y las trayectorias de los movimientos sociales, generan repercusiones en las maneras otras de percibir y vivir el espacio. La Marcha Carnaval, acentúa entonces la disputa a través de las prácticas sociales de los actores en conflicto y de sus símbolos, la construcción de una política estatal que genera recortes territoriales, sellos particulares y la agudización de los procesos de desigualdad social; “podría decirse que la marcha es un dispositivo de construcción de imágenes colectivas” (Cruces, 1998:46) que posibilita un ejercicio político en el juego de oportunidades; siendo estas prácticas -la Marcha-,

modos alternativos de apropiación física y/o simbólica del espacio público que a menudo implican una renovación de los lenguajes estéticos y políticos. Allí la memoria es menos un relato apoyado en soportes diversos que un compromiso del cuerpo y un modo alerta de la conciencia; no un contenido a ser transmitido sino un acontecimiento colectivo. Son prácticas que no evocan, sino que realizan, o son, ellas mismas la memoria. Como se sostienen en la participación colectiva, existen sólo en tanto existen individuos que las portan (Schindel, 2009:86).

En esta lógica, la naturaleza innovadora y modular del repertorio no violento movilizada en la Marcha, se constituye en un movimiento táctico que construye lazos de solidaridad entre los diferentes actores sociales y eso precisamente es una de las determinantes en la constitución de los movimientos sociales. “[…] Lo que se percibe es, por tanto, un desplazamiento de la idea de “bien común” como eje de lo público en dirección a una ética de mínimos (en términos por ejemplo, de riesgos compartidos por diferentes colectivos)” (Cruces, 1998, 230), de ahí que la Marcha vista como ritual, reviste un carácter político que consiste en circunscribir a un espacio-tiempo la manifestación dramatizada del conflicto territorial presente en el municipio de Cajamarca.

CONSIDERACIONES FINALES

Cuando se superponen las instituciones y se negocian los poderes, los actores sociales se coordinan a través de recursos de mediación, siendo estos cognitivos y materiales. Entre los recursos cognitivos se encuentran las lecciones aprendidas de experiencias propias y/o ajenas, las estrategias de aprehendizaje para manejar la frustración, la imaginería, el lenguaje, los dispositivos de comunicación y la memoria entre otros; en cuanto a los materiales se denotan las marcas físicas en espacios determinados, la señalización, el establecimiento de límites y la infraestructura de las comunicaciones por nombrar algunos. Lo que es valorado en dichos recursos es la eficiencia que tienen cuando se accionan en un área específica orientada a un tipo de actor social. Ahora bien, las capacidades desplegadas por los diversos actores sociales para cooperar son de diversa índole y más complejas de lo que las instituciones posibilitan, así la cooperación establecida parte de la ponderación de las circunstancias del contexto y de los posibles efectos de las prácticas sociales para la producción territorial.

Se deduce entonces que el desafío colectivo del movimiento social en contra del proyecto aurífero, se dio en la medida en que se puso en discusión la naturaleza capitalista (Escobar, 1999) es decir, la forma en que se regula, simplifica y administra a modo de mercancía y los actores que la agencian, las estrategias que emplazan y las redes que conectan; siendo necesario “recurrir al desafío colectivo para convertirse en el punto focal de sus seguidores, atraer la atención de sus oponentes y de terceras partes, y crear un colectivo del cual ser portavoz” (Tarrow, 2012:39), lo que le permitió en primera instancia al movimiento generar un proceso de identificación en el ámbito local, regional y nacional.

Así se fue delimitando el objetivo común del movimiento social, mediante la defensa de un territorio agropecuario en razón a que la minería de gran escala se configuraría como un agravio que socavaría el despliegue de la vida, la cultura, la soberanía y la biodiversidad; posibilitando con ello la construcción de una plataforma para “plantear exigencias comunes a sus adversarios, a los gobernantes o a las élites de poder” (Tarrow, 2012:39). Este objetivo común ha permanecido por la solidaridad social, es decir, por el proceso de re-escalamiento mediante el establecimiento de relaciones sociales mediadas por un sentimiento de afinidad, actitud de unidad y reconocimiento de intereses comunes no solo a escala local, sino regional y supranacional, siendo una tarea ineludible por parte de quienes lideran “[…] explotar sentimientos más enraizados y profundos de solidaridad e identidad” (Tarrow, 2012:40) como lo hicieron en este caso Evelio, Renzo y Yimmy. Así pues, el mantenimiento de la acción colectiva se ha dado en la medida en que las prácticas sociales puestas en marcha han posibilitado robustecer el desafío colectivo frente a “[…] oponentes mejor equipados” (Tarrow, 2012:41) como la tercera transnacional más grande del mundo y el Estado-nación colombiano.

Finalmente, la constitución y consolidación del movimiento social no fue un proceso que se basó exclusivamente en relaciones armónicas, los conflictos interpersonales y organizacionales salieron a flote cada tanto tiempo en la tensa pulsión de posicionar y direccionar la acción colectiva bajo una sola perspectiva, así por ejemplo, algunas de las organizaciones dejaron de liderar procesos en la escena pública y se aislaron de la dinámica de la concertación colectiva para la planeación de las actividades, otros, capitalizaron su liderazgo para candidatizarse a cargos públicos, cosa que no fue bien recibida por varios sectores del movimiento, pues ello implicó la identificación con un partido político en especial y otros más vieron en la acción colectiva una oportunidad para conseguir empleo. Así la procesualidad del movimiento tuvo/tiene un carácter conflictivo a todo nivel, que en varias ocasiones llevó a replegar en cierta medida su movilización en razón a no ahondar sobre las fisuras internas que a largo plazo podría poner en riesgo todo el movimiento.

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* Este artículo hace parte de la tesis doctoral en Estudios Territoriales de la Universidad de Caldas denominada “Prácticas sociales de cooperación y resistencia que configuran procesos de territorialización mediados por el conflicto territorial en el municipio de Cajamarca Tolima” dirigida por el PhD César Abilio Vergara Figueroa profesor investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, ENAH-INAH.

1 Según el Departamento de Planeación Nacional Colombiano (2011) en 2009, la inversión extranjera directa estuvo en 80% dirigida al sector minero-energético y más del 50% de las exportaciones totales correspondieron a este sector.

2 Aquellas formas de producción precapitalistas, en tanto que existe cierta unidad entre el trabajo y la tierra, como la existente en algunas familias campesinas presentes en el municipio de Cajamarca.

3 Esta estrategia se llevó a cabo hasta el año 2012, pues a partir de esta fecha la transnacional redirecciona su actuar.

4 Para era época se encontraba Guillermo Rodríguez Moreno.

5 Es una mina a cielo abierto de carbón, ubicado al sureste del Departamento de La Guajira, en la cuenca del río Ranchería, al norte de Colombia, propiedad de Carbones del Cerrejón perteneciente a tres transnacionales a saber BHP Billiton, Anglo American y Glencore. Inició sus operaciones en la década de los 80´ y es considerada como una de las minas de carbón más grandes en el mundo.

6 Desde el ámbito educativo se hace alusión al aprehendizaje con h, para indicar un proceso de internalización de saberes mediante la experiencia autobiográfica, así el conocimiento adquirido es significativo, haciéndolo propio y de modo duradero.

7 La primera Marcha Carnaval que llevó a cabo el Movimiento social en contra del proyecto aurífero La Colosa, fue el viernes 3 de junio del año 2011, en la ciudad de Ibagué, capital del departamento del Tolima, siendo “el agua, la vida y la soberanía” su bandera principal. A esta Marcha Carnaval asistieron aproximadamente 12.000 personas entre estudiantes, campesinos, profesores y amas de casa. La décima Marcha Carnaval tuvo lugar el viernes 8 de junio de 2018, congregó la participación de aproximadamente 140.000 personas. En la movilización participaron organizaciones campesinas e indígenas, sindicatos, instituciones educativas, animalistas, grupos ambientalistas, aficionados del Deportes Tolima, servidores públicos, comerciantes, amas de casa, entre otros.

Recibido: 07 de Febrero de 2020; Aprobado: 25 de Abril de 2020

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