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Análisis Político

Print version ISSN 0121-4705

anal.polit. vol.33 no.98 Bogotá Jan./Apr. 2020

https://doi.org/10.15446/anpol.v33n98.89417 

Dossier

LAS IDEOLOGÍAS Y MOVILIZACIONES POLÍTICAS DEL URIBISMO Y PETRISMO: DOS COLOMBIAS DISTINTAS*

THE IDEOLOGIES AND POLITICAL MOBILIZATIONS OF URIBISM AND PETRISM: TWO DIFFERENT COLOMBIANS

Blendi Kajsiu* 

*Doctor en Análisis del discurso e ideología de la Universidad de Essex, Inglaterra. Magíster en Estudios internacionales de paz y conflicto en la Universidad de Notre Dame. Profesor asistente de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, Universidad de Antioquia, Colombia. Correo electrónico: blendi.kajsiu@udea.edu.co


RESUMEN

Aunque el Uribismo y el Petrismo son los dos proyectos más importantes en la derecha e izquierda colombiana, respectivamente, no existen estudios académicos que comparen sus ideologías y movilizaciones sociales. Este artículo propone llenar este vacío comparando la dimensión ideológica de cada proyecto y el apoyo electoral que reciben entre diferentes estratos sociales. A tal fin, utilizo un marco teórico para el análisis de ideologías desarrollado por Michael Freeden (1996) y los resultados electorales de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 en las tres ciudades principales de Colombia, Bogotá, Medellín y Cali. El hallazgo central de esta investigación es que mientras el Uribismo es un proyecto político neoconservador, que combina la ideología conservadora y neoliberal, recibe más apoyo entre los estratos altos (5 y 6), el Petrismo articula una ideología populista socialdemócrata que recibe más apoyo entre los estratos bajos (1 y 2).

Palabras clave: Ideologías; Movilizaciones; Colombia; Política

ABSTRACT

Although Uribismo y Petrismo are the two most important political projects on the right and left of the Colombian political scene respectively, there are no academic investigations that compare their ideologies and political mobilizations. This article aims to address this problematic void in the literature by comparing their ideological dimension and the political support they enjoy amongst different social strata. To this end, I utilize a theoretical framework for the analysis of ideologies developed by Michael Freeden (1996), as well as the electoral results of the second round of the 2018 Presidential Elections in the three biggest Colombian cities, Bogota, Medellin and Cali. The main finding of this article is that while Uribismo is a neoconservative political project that receives more electoral support from the upper social strata, Petrismo articulates a populist and social democratic ideology that enjoys more support amongst the lower social strata.

Keywords: Ideologies; Mobilizations; Colombia; Politics

INTRODUCCIÓN: URIBISMO Y PETRISMO APARIENCIAS QUE ENGAÑAN

El Uribismo y el Petrismo son los proyectos políticos más importantes en la escena política colombiana, en la derecha e izquierda respectivamente. Por lo cual, es muy sorprendente que todavía no existan trabajos académicos serios que comparen y contrasten sus ideologías y movilizaciones políticas. De hecho, existe una tendencia en la academia y en la generalidad de la esfera pública colombiana, de enfocarse en sus similitudes como dos proyectos políticos extremistas y populistas. Las pocas comparaciones que existen se enfocan en las similitudes entre Uribe y Petro, en términos de su carisma, populismo, caudillismo, autoritarismo o relación directa con sus seguidores, mientras que ignoran sus diferentes ideologías y los distintos estratos sociales que movilizan (Garavito, 2018; Giraldo, 2018).

Este artículo propone llenar dicho vacío contrastando las distintas ideologías políticas y movilizaciones sociales de estos dos proyectos políticos, los más importantes hoy en día en la derecha e izquierda colombiana. Su argumento central es que mientras el Uribismo es un proyecto político neoconservador (donde se combina la ideología conservadora con la neoliberal) que recibe mayor apoyo electoral entre los estratos altos, el Petrismo articula un populismo socialdemócrata que moviliza principalmente los estratos bajos. El Uribismo no se legitima de manera populista contra las élites y, menos aún, como un movimiento que representa la voluntad popular contra el establecimiento. Al contrario, en su fuerte dimensión conservadora propone el fortalecimiento del statu quo, orden, autoridad y legalidad. No es ninguna coincidencia que reciba mayor respaldo electoral entre los estratos altos que en los estratos bajos. El Petrismo, por otro lado, se legitima como un movimiento político que representa la voluntad popular en contra de una élite corrupta. Esta dimensión populista se combina con conceptos centrales de la socialdemocracia que, mientras reconoce el mercado como fuente de desarrollo, resalta la importancia de la justicia social, la igualdad y el trabajo como valores sociales fundamentales. Es decir, se legitima a través de una ideología populista socialdemócrata que no critica el capitalismo per se, sino a las élites que no lo implementan de manera adecuada. Esto podría explicar su apoyo más grande entre los estratos bajos que entre los altos. Por lo tanto, a diferencia del Uribismo, se puede categorizar como un proyecto político populista, pero que no pertenece a la izquierda extrema.

Para desarrollar el argumento anterior el artículo se organiza en cuatro partes. En la primera, se presenta el marco teórico y metodológico que se utiliza para definir ideologías como populismo, neoliberalismo, socialdemocracia y conservadurismo, siguiendo el análisis morfológico de las ideologías desarrollado por Michael Freeden (1996). En la segunda parte se comparan de manera cuantitativa la frecuencia de diferentes conceptos ideológicos en los discursos del Uribismo y el Petrismo. En la tercera se realiza una comparación cualitativa de las ideas y supuestos centrales de los dos proyectos políticos. Finalmente, en la última parte, comparo los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 en Bogotá, Medellín y Cali, para mostrar que el candidato uribista Iván Duque recibió más apoyo entre los estratos altos (5 y 6), mientras que Petro recibió mayor respaldo de los estratos bajos (1 y 2).

MARCO TEÓRICO: UN ANÁLISIS CONCEPTUAL DE LAS IDEOLOGÍAS

Freeden (2013), p. 75 propone un análisis conceptual que define la ideología como “una organización estructural de amplia pretensión que atribuye significados des-polemizados a una serie de conceptos políticos que se definen entre sí mutuamente.” Las ideologías comparten varios conceptos como justicia, libertad, democracia o igualdad pero los articulan de manera muy distinta dependiendo de su ubicación, énfasis y relación con otros conceptos dentro de la misma ideología. Esto quiere decir que el significado de un concepto polisémico como justicia, por ejemplo, va a depender de si se relaciona con un concepto como igualdad o con otro como propiedad (Freeden, 2013; 72). El concepto de igualdad, por otro lado, podría ser central para una ideología como el socialismo y adyacente o periférico para otras ideologías como el neoliberalismo o el conservadurismo.

En este sentido, las ideologías “están caracterizadas por una morfología que exhibe conceptos centrales, adyacentes y periféricos” (Freeden, 1996, p. 78). Los conceptos centrales constituyen el núcleo conceptual de una ideología que se puede identificar en todas sus diferentes manifestaciones. La libertad, por ejemplo, es un concepto central del liberalismo en sus diferentes manifestaciones históricas. Sin embargo, su sentido concreto depende si se articula en relación con un concepto adyacente como “democracia” o con otro como “propiedad”. En el primer caso, el concepto de libertad hace referencia a las libertades políticas, mientras que en el segundo indica las libertades económicas. A diferencia de los conceptos adyacentes, los periféricos se “encuentran situados en el perímetro exterior de una ideología, entre el pensamiento y la acción.” (Ibid., p. 84). Los conceptos periféricos son las prácticas o políticas que produce cierta ideología en un contexto concreto.

La democracia social

La democracia social pertenece a la familia ideológica del socialismo. En este sentido comparte algunos de los conceptos y características centrales de dicha ideología, como el énfasis sobre la igualdad, justicia social, trabajo y solidaridad. Según Heywood (2017); 95: “El valor central, y algunos dirían definitivo, del socialismo es la igualdad, especialmente la igualdad social”. Otros valores socialistas como la importancia del trabajo humano, el progreso social y la solidaridad también hacen parte de la ideología socialdemócrata. Según Freeden (2013); 107 el socialismo “prioriza el trabajo (también llamado fuerza de trabajo, creatividad, productividad o actividad) como el rasgo constitutivo fundamental de la naturaleza humana y en consecuencia como el elemento básico alrededor del cual ha de estructurarse la organización social.” La socialdemocracia comparte este énfasis sobre el valor del trabajo como fuente del desarrollo personal y social. No es ninguna coincidencia que el partido más grande e importante socialdemócrata del Reino Unido se llame Labour Party (Partido del Trabajo).

Otra idea central de la socialdemocracia que comparte con la ideología socialista ha sido la crítica del sistema capitalista. Los socialdemócratas criticaban el capitalismo no solamente porque produce desigualdad, sino también porque socaba el proceso democrático. Por consiguiente, la democracia social “ha sido, sobre todo, un esfuerzo para restringir y ejercer control democrático sobre el poder de mercantilización de los mercados” (Jackson, 2013; 348).

Sin embargo, a diferencia de los socialistas y comunistas, los socialdemócratas no proponen superar o derrocar el capitalismo a través de una revolución social, sino su humanización “a través de la reducción de las desigualdades materiales y la pobreza” (Heywood, 2017, p. 95). La democracia social de manera incremental ha venido aceptando la centralidad del mercado libre como fuente del desarrollo y la necesidad del sistema capitalista de producción. A diferencia de los marxistas y comunistas, los socialdemócratas proponían un camino pacífico y gradual hacia el socialismo, en lugar de un cambio revolucionario (Jackson, 2013; 352). Después de la Segunda Guerra Mundial la socialdemocracia reemplaza la búsqueda de una sociedad socialista con la construcción del Estado de Bienestar basado en el Keynesianismo, que implicaba una fuerte crítica del mercado libre y del capitalismo (Ibid). Finalmente, enfrentados con la crisis del Estado de Bienestar en los años 1980 “los socialdemócratas aceptaron que no existía una alternativa viable al mercado” (Heywood, 2017; 129). En esta última transformación “la ética socialista sobrevivió en la forma de un compromiso con la justicia social” (Heywood, 2017; 129).

A pesar de sus varias transformaciones, la socialdemocracia articula y prioriza unos conceptos básicos que los distinguen de otras ideologías. Los más importantes entre ellos son la igualdad, justicia social, solidaridad y el trabajo. Naturalmente estos conceptos centrales se articulan con otros adyacentes, a saber, la aceptación del mercado libre como fuente de desarrollo, que diferencia a la socialdemocracia del socialismo.

La ideología neoliberal

El neoliberalismo se identifica a menudo con la reducción del Estado y la expansión del mercado a través de políticas como la desregularización y la privatización (Estrada, 2006, p. 19). No obstante, los regímenes neoliberales de forma frecuente producen más -no menos- intervención estatal. Por consiguiente, constreñir la definición del neoliberalismo a la reducción de la intervención estatal confunde al neoliberalismo actual con el liberalismo clásico de laissez faire que abogaba por el Estado mínimo. A diferencia del liberalismo clásico el proyecto neoliberal no intenta simplemente reducir sino reinventar la actividad estatal, transformando el mercado y su concepto rector de libre competencia, en el principio organizativo del Estado y de la sociedad en general. El neoliberalismo quiere construir “un Estado bajo la vigilancia del mercado más que un mercado bajo la vigilancia del Estado” (Foucault, 2007, p. 149). En la ideología neoliberal el mercado no representa solamente un espacio de libertad, sino que constituye un orden de relaciones económicas “que están en el fundamento del vínculo social” (Laval y Dardot, 2010, p. 163). De acuerdo con esto, mercado, competencia y emprendimiento, son conceptos centrales del neoliberalismo.

A tal fin la ideología neoliberal enfatiza los derechos de propiedad, libertades empresariales, apertura económica e intervenciones estatales que promueven la libre competencia. Según Harvey (2007), p. 6, el neoliberalismo defiende “las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio.” La libertad económica es entonces un concepto central del neoliberalismo, puesto que se supone que “las libertades individuales se garantizan mediante la libertad de mercado y de comercio” (Harvey, 2007, p. 13).

Finalmente, la responsabilidad personal es un corolario central de la ideología neoliberal, dentro de la cual: “Cada individuo es responsable y debe responder por sus acciones y su bienestar” (Harvey, 2007, p. 75). Es un concepto estrechamente relacionado con el ideal del mercado y de la competencia. Claramente, en un mercado y competencia libre los actores son los únicos responsables de su éxito o fracaso. Esa misma lógica se aplica en el ámbito político y social.

La ideología conservadora

Las diferentes manifestaciones históricas del conservadurismo comparten el supuesto básico de que “el orden social está fundado en leyes que no se hallan sometidas al control humano” (Freeden, 2013; 111). El origen de estas leyes es diferente en distintos proyectos conservadores. Algunos encuentran este origen en Dios, otros en la evolución biológica, la historia, o la economía. En todos los casos son leyes que ni son producto de la voluntad humana, ni se pueden someter a la misma. En virtud de ello, el orden social no es producto de un acuerdo racional entre humanos (o de un contrato social, como dirían los liberales), sino que es consecuencia de factores históricos, económicos, biológicos o incluso divinos, que van más allá del entendimiento limitado e imperfecto humano.

Esto implica que los conservadores son reacios a cambios radicales o revolucionarios que intenten transformar de manera fundamental el orden social. Esto no quiere decir que los conservadores rechazan cualquier cambio. Empero, en la ideología conservadora existe “una inquietud ante el cambio y una urgencia por distinguir el cambio natural del antinatural.” (Freeden, 2013; 111). El primero es legítimo, orgánico, gradual y por lo tanto sano para la sociedad; el segundo es radical, mecánico, disruptivo y dañino para la sociedad. Como consecuencia, el conservadurismo a menudo sirve para justificar el orden establecido o el statu quo y las jerarquías sociales vigentes: “La esencia del conservadurismo es la racionalización de las instituciones vigentes en términos de historia, Dios, naturaleza y hombre” (Huntington, 1957; 457).

Por lo tanto, todas las diferentes formas del conservadurismo articulan conceptos básicos como “tradición, imperfección humana, sociedad, jerarquía y autoridad, propiedad” (Heywood 2017, p. 65). Apoyan un cambio “gradual, natural u orgánico” y rechazan cambios radicales y revolucionarios (Freeden, 1996; p. 409). Conceptos como la propiedad privada son importantes dentro de la ideología conservadora porque los propietarios tienen un interés personal en “mantener la ley y el orden.” (Heywood, 2017; 73). Por lo cual, la propiedad privada fomenta valores conservativos como “el respeto por la ley, la autoridad y el orden social” (Ibid.). Así pues, estos son los conceptos nucleares del conservadurismo que se conectan con otros conceptos adyacentes, como democracia o derechos humanos, según el contexto histórico, político y geográfico dentro del cual se desarrolla dicha ideología.

El populismo como ideología estrecha

A diferencia de las ideologías clásicas y bien desarrolladas históricamente que he señalado hasta ahora, el populismo es una ideología que alberga un número reducido de conceptos centrales. En este sentido, se trata de una ideología estrecha, limitada en su ambición y alcance conceptual (Freeden, 1998; 750). Desde esta perspectiva el populismo como ideología tiene solamente dos conceptos centrales; una relación antagónica entre una élite corrupta y un pueblo honesto y la idea de la soberanía popular (Stanely, 2008; 102). Esta última implica que la voluntad popular es la única fuente de legitimidad política, por encima de limitaciones constitucionales.

Lo que diferencia al populismo de otras ideologías es la articulación del pueblo a través del antagonismo con las élites. Esto quiere decir que no cualquier discurso que produce un antagonismo entre el pueblo y un enemigo, es populista. Articular al pueblo contra alguna amenaza específica es parte esencial de cualquier proyecto político. Como afirma Mouffe (2007), p. 16: “La vida política nunca podrá prescindir del antagonismo pues atañe a la acción pública y a la formación de identidades colectivas”. La especificidad del populismo reside en su articulación del pueblo contra las élites (políticas, económicas, culturales) a diferencia de otras ideologías que estructuran al pueblo contra otras amenazas (capitalismo, tiranía, anarquía, razas inferiores).

En este punto resulta significativo explicar por qué no he incluido como características esenciales del populismo algunos elementos que parecen acompañar a casi todos los fenómenos populistas en América Latina, como el carisma del líder populista, el personalismo y la relación directa con los seguidores. Aunque el liderazgo carismático y personalista se asocia a menudo con el populismo, no constituye un rasgo esencial de este. El análisis comparativo ha mostrado que “no todos los casos de populismo en las democracias modernas involucran liderazgo carismático” (Girdron y Bonikowski, 2016, p. 32). Es fácil identificar líderes populistas que no son carismáticos, como Alberto Fujimori en Perú o Nicolás Maduro en Venezuela. Además la relación carismática y directa del líder con los seguidores no es una característica esencial del populismo sino del caudillismo. Por lo tanto, “los académicos que ven el populismo como un tipo de política personalizada y carismática a menudo lo confunden con el caudillismo” (Jansen, 2011, p. 86). Con todo, el caudillismo es un fenómeno que forma parte del reportorio político-cultural de América Latina y, aunque se mezcle a menudo con el populismo, es bien diferente de este. Algunos movimientos importantes populistas, como los narodnik en la Rusia del siglo XIX o el Partido Populista en EEUU al inicio del siglo XX, carecían completamente de líderes carismáticos o caudillistas.

En este punto es importante enfatizar que mi definición del populismo como ideología estrecha difiere mucho de la manera cómo se utiliza dicho concepto en la academia, los medios de comunicación y la política colombiana, donde es sinónimo de demagogia, autoritarismo o caudillismo y, por consiguiente, es un término derogatorio. La reducción de la ideología populista a demagogia es problemática por dos razones. En primer lugar, implica que cualquier discurso populista es simplemente mentira o manipulación, lo que es históricamente incorrecto. Desde esta perspectiva, proyectos populistas que posibilitaron la integración de grupos marginalizados en el proceso político, como el Peronismo en Argentina o el Gaitanismo en Colombia, se reducen a demagogias caudillistas y manipuladoras. En segundo lugar, la identificación del populismo con demagogia entraña que las otras ideologías no son demagógicas, sino verdaderas. Es decir, no hay demagogos de índole liberal, conservadora o neoliberal. Esto es obviamente falso porque es posible mentir y manipular a la gente utilizando cualquier ideología.

Implicaciones metodológicas

Utilizando el marco teórico de Freeden (1996) voy a evaluar, de manera cuantitativa y cualitativa, la presencia de los conceptos centrales del conservadurismo, neoliberalismo, populismo y socialdemocracia en los discursos uribistas y petristas. A tal fin voy a analizar los discursos políticos de sus representantes más importantes, y algunas de las políticas claves que han propuesto o implementado. En el caso del Uribismo, analizo los discursos del presidente Álvaro Uribe Vélez durante su presidencia 2002-2010, los discursos del candidato uribista Iván Duque durante la campaña electoral presidencial de 2018. También utilizaré los comentarios de algunos de los ideólogos claves del proyecto uribista, como José Obdulio Gaviria Vélez. En el caso del Petrismo, me voy a enfocar en los discursos de Gustavo Petro y su programa electoral durante las elecciones presidenciales de 2018. La Tabla 1 resume algunos de los discursos que voy a analizar.

Tabla 1 Discursos analizados 

Fuente: elaboración propia.

El análisis cuantitativo identifica la frecuencia de los conceptos claves de las distintas ideologías dentro de los dos discursos, uribista y petrista. El análisis cualitativo, por el otro lado, resalta la importancia, la ubicación y el sentido de estos conceptos dentro de cada discurso.

UNA COMPARACIÓN CUANTITATIVA ENTRE LAS IDEOLOGÍAS DEL URIBISMO Y PETRISMO

Para perfilar y comparar los rasgos ideológicos del Uribismo y Petrismo, aparte de los conceptos centrales de cada ideología identificados en el marco teórico, introduzco otros conceptos proxis que permiten evaluar posturas que no se pueden medir directamente. Por ejemplo, es difícil medir de forma directa la crítica de la ideología neoliberal al Estado y su intervención en la economía. Por lo tanto, utilizo conceptos como “burocracia”, a través de los cuales normalmente se expresa dicha crítica. En cada caso divido el número de veces que el concepto aparece en el discurso por la totalidad de las palabras y lo multiplico por 1.000 (Ver tabla 2).

Tabla 2 Frecuencia de los conceptos claves en los discursos de Uribe, Duque y Petro 

Fuente: construcción propia.

La tabla anterior esboza de manera general la dimensión neoconservadora del Uribismo y el populismo socialdemócrata de Petro. El Uribismo combina conceptos centrales del conservadurismo, como autoridad, legalidad, orden y tradición con conceptos básicos neoliberales como emprendimiento, competitividad y responsabilidad. El Petrismo, por otra parte, articula de manera más frecuente, comparado con el Uribismo, conceptos como pueblo y élite, típicos del populismo, y conceptos socialdemócratas como trabajo, justicia social e igualdad.

Para facilitar la comparación, desarrollo un coeficiente ideológico que es el promedio de las frecuencias de los diferentes conceptos dentro de cada categoría ideológica. Es decir, en lugar de comparar la presencia de cada concepto conservador entre los dos discursos, se puede comparar el promedio de las frecuencias de todos los conceptos centrales del conservadurismo dentro de cada discurso. Este promedio lo llamo coeficiente ideológico. En el caso de la ideología conservadora, el Petrismo y el Uribismo tienen coeficientes ideológicos de 0.16 y 0.61, respectivamente, que es el promedio de la frecuencia de los conceptos conservadores (orden, autoridad, tradición, institución, legalidad y familia) en sus discursos. Un coeficiente más grande implica una presencia más alta de la ideología respectiva (Ver la tabla 3).

Tabla 3 Coeficientes Ideológicos del Uribismo y Petrismo 

Fuente: Elaboración propia.

La Tabla 3 confirma y aclara los hallazgos de la tabla 2. El Uribismo tiene el coeficiente más alto en el conservadurismo y el neoliberalismo, mientras que el Petrismo alcanza mayores valores en el populismo y la socialdemocracia. Los datos muestran que el Petrismo es más populista que socialdemócrata, mientras que el Uribismo es más conservador que neoliberal. El punto donde los dos discursos convergen más es en su dimensión neoliberal. Es importante notar que a pesar de sus diferencias el discurso de Uribe y Duque tiene el mismo perfil ideológico. En ambos casos predomina la dimensión conservadora y neoliberal, aunque Uribe es más conservador y menos neoliberal que Duque.

Aunque útil, el análisis que proporciona la tabla 3 no soluciona algunas “anomalías” visibles en la Tabla 2. Por ejemplo, los conceptos de solidaridad y equidad se utilizan más por el Uribismo que el Petrismo. Son “anomalías” importantes que no se pueden explicar a través de un análisis cuantitativo porque la frecuencia de la utilización de un concepto no es siempre un indicador de su importancia y aún menos de su sentido. En el discurso uribista la equidad es producto del mercado libre, del orden y de la autoridad y no viceversa, por lo tanto, es un concepto adyacente (secundario), no central. En este mismo discurso, el concepto de solidaridad hace referencia a la cooperación de los ciudadanos con las autoridades estatales: “Una estructura estatal fuerte, apoyada en la solidaridad ciudadana, garantiza el imperio de la ley y el respeto de los derechos y libertades.” (Presidencia de la República, 2003; 7). A saber, la solidaridad está en función del imperio de la ley y del fortalecimiento de la autoridad estatal, no se utiliza como un concepto izquierdista que tiene que ver con la redistribución de ingresos. Solamente un análisis cualitativo puede identificar el sentido específico y la importancia de los conceptos presentados en la tabla 3.

EL ENALTECIMIENTO URIBISTA Y LA DENUNCIA PETRISTA DEL STATU QUO COLOMBIANO: DOS COLOMBIAS DISTINTAS

La defensa uribista del statu quo: ¡Colombia es una democracia profunda!

La política central del uribismo, la Seguridad Democrática, tenía como objetivo principal establecer el orden y la autoridad estatal en Colombia. Según uno de sus ideólogos más importantes: “Seguridad Democrática es orden” (Gaviria, 2005; 147). Ahora el discurso uribista no es conservador simplemente por enfatizar la necesidad de orden y autoridad, especialmente en un país que después del fracaso de los acuerdos de Caguán con las FARC, durante la presidencia de Pastrana (1998-2002), se encontraba en una situación de desorden e inseguridad profunda, donde el estado no controlaba la mayoría de su territorio. La dimensión conservadora del uribismo se encuentra en los dos supuestos que fundamentan su defensa del orden y autoridad en Colombia: respeto para las jerarquías y la valoración de las estructuras sociales vigentes.

En el discurso uribista orden implica respeto por las jerarquías sociales existentes. Esto se refleja en el paternalismo político que articula el Uribismo, el cual concibe la sociedad colombiana “como una familia, un cuerpo donde hay jerarquías y divisiones funcionales, y donde el Gobierno -y en particular el presidente- ejerce el papel paternal, a la vez severo y bienhechor.” (Mejía, 2010). Según Uribe, “un buen padre de familia para ejercer autoridad tiene que dar ejemplo, el Estado para ejercer autoridad se tiene que legitimar.” (Uribe, 2001; 209). La metáfora paternal es importante aquí porque la relación entre padre e hijos en la familia tradicional es jerárquica no igualitaria. Esta dimensión ha sido identificada de manera perspicaz por Cardona Zuleta (2016), p. 209 quien sostiene que: “El lenguaje del presidente [Uribe] evocaba un pirámide […] en donde la autoridad se concentra en el vértice de la pirámide y va descendiendo hacia la base, aunque disminuida a través de varias capas”.

La defensa del orden vigente se fundamenta en el supuesto básico de que el statu quo político, económico y social colombiano es esencialmente bueno, a pesar de los desafíos que enfrenta. Según Uribe (2006) en Colombia había un “desafío del terrorismo financiado por el narcotráfico contra una democracia profunda” que era “totalmente pluralista” (Uribe, 2004). La insurgencia de las FARC era “una amenaza terrorista contra un Estado que está profundizando la democracia pluralista” (Uribe, 2005). Desde esta perspectiva la democracia colombiana era “una de las democracias más antiguas del continente. […] que todos los días se ha perfeccionado más. […] una democracia sin límites. Sin veniales hostilidades a la expresión del pensamiento democrático” (Uribe, 2003). Para Uribe, Colombia tenía “una gran clase política” (2004a). Esto se reflejaba en el hecho que: “El Congreso colombiano ha sido uno de los foros intelectuales más elevados del continente” (Uribe 2004b). De la misma manera la fuerza pública colombiana “ha sido una de las más, sino la más civilizada del continente” (Uribe, 2001, p. 79). Para Uribe “la Fuerza Pública colombiana tiene la misma legitimidad y respetabilidad que la de cualquier otro país del mundo, España, Suecia, Dinamarca.” (Gaviria, 2005; p. 66). De igual manera, el sector privado y empresarial en Colombia era “digno de aplausos por su compromiso social” porque “la empresa privada tiene unas cargas fiscales de seguridad social en ocasiones muy superiores en las que se presentan en democracias que se auto titulan de izquierda” (Uribe, 2005b, p. 4).

Esta valoración de las estructuras sociales, políticas y económicas colombianas es crucial para justificar la defensa del statu quo. Es una narrativa patriótica que invita a los colombianos a estar orgullosos de hacer parte de la democracia más antigua y profunda del continente. Contradice la narrativa “pesimista” de la izquierda, en la cual Colombia es un país sin democracia, solamente con represión, explotación y violencia. Según el ideólogo principal del Uribismo, a diferencia de los “terroristas” que dicen que en Colombia

[…] solo hay ricos “malos”, gobernantes corruptos, policías y soldados asesinos. […] La Seguridad Democrática, en cambio, parte de que somos […] un bello territorio gobernado por las leyes que nos hemos dado quienes conformamos esta gran sociedad de intereses y sentimientos nacionales. (Gaviria, 2005; 101)

En este contexto, la famosa negación del conflicto armado interno, por parte de Uribe, no solamente deslegitimaba a las FARC, sino que también presentaba a Colombia como un país “normal” que sufría el mismo flagelo terrorista que otros países “normales”, como EEUU, España o Europa en general. La seguridad democrática con sus campañas “Vive Colombia, viaja por ella” y “Colombia es Pasión”, entre otras, “produjo un importante optimismo social y llevo a revertir la caracterización de Colombia como un país inviable” (López dela Roche, 2014; 544).

Obviamente el Uribismo reconocía los graves problemas de la sociedad colombiana, pero como producto de la violencia de los terroristas y grupos criminales, y no de la estructura social, económica o política. Para los uribistas: “No existe en Colombia un conflicto social que justifique el uso de la violencia para obtener resultados políticos. Los canales democráticos han sido abiertos para la expresión libre de todas las reivindicaciones sociales” (Gaviria, 2005; 245). Tampoco se pueden explicar los altos niveles de desigualdad por el modelo económico: “Las enormes desigualdades sociales en Colombia no las produce la empresa privada sino, al contrario, su poco crecimiento” (Gaviria, 2006; 183). La violencia no era la consecuencia, sino “la causa principal de la pobreza y de la desigualdad” (Programa del Gobierno, 2002; 5); un producto de la maldad y avaricia de los grupos violentos y criminales, especialmente las FARC. Por esta razón la solución no eran cambios estructurales sino el fortalecimiento de la coerción estatal contra los grupos criminales. Según Uribe: “Si el Departamento de Bolívar tuviera 35 000 hombres, aquí no habría guerrilla, ni habría grupos de autodefensa y los problemas de delincuencia común serían fácilmente reducibles” (Uribe, 2001, p. 176).

En este contexto el fortalecimiento de la autoridad estatal era fundamental. Era importante “convencer a los colombianos de la importancia de la autoridad en este país, que ha sido proclive a lo anti estatal y a lo criminal (Uribe, 2001, p. 175). Resulta necesario aclarar aquí que las políticas sociales del uribismo (como familias en acción, salud o educación pública) que parecen “izquierdistas” estaban fundamentalmente en función de la legitimización de la autoridad estatal, más que herramientas para reducir la desigualdad. Esto es algo que Uribe dice explícitamente: “Nosotros tenemos que derrotar los criminales, pero necesitamos legitimar este Estado, y para legitimar el Estado tenemos que hacer política social” (Uribe, 2001, p. 172).

En este orden de ideas, la dimensión neoliberal del Uribismo debería ser entendida como una defensa del modelo económico vigente en Colombia. El Estado comunitario de Uribe era en esencia un Estado neoliberal subsidiario al mercado:

El Estado Comunitario es un Estado promotor y subsidiario

[…] La función de promover implica llenar vacíos, acometer una labor subsidiaria y, por lo general, temporal. El Estado Comunitario es un árbitro, no un invasor de la actividad privada. Es un complemento, no un sustituto de ella”. (Departamento Nacional de Planeación, 2007; 18).

Es decir, el Estado estaba en función del mercado y no viceversa. La dimensión neoliberal del Estado uribista se refleja también en su concepto del Estado austero, que está muy presente, tanto en los discursos del Uribe, como en la campaña presidencial de Duque en 2018. Para ambos la corrupción y el derroche estaban principalmente ubicados en el sector público en general, consecuencia de la ineficacia del Estado en particular (Kajsiu, 2019).

Esta prioridad del mercado y del sector privado como fuente del desarrollo socioeconómico es producto de la idea de que el mercado libre constituye un orden funcional y espontáneo con sus leyes que no son susceptibles a la voluntad humana. El modelo marxista propuesto por las FARC o el modelo “Castro-Chavista” de Petro, amenazaba este orden funcional. Bajo esta lógica, Duque presentaba su propuesta presidencial como “la alternativa a quienes quieren llevarnos al modelo fracasado de Venezuela” (Duque, 2018a, p. 1). El modelo venezolano atentaba contra el orden social, proponiendo reformas radicales de ingeniería social y no reformas orgánicas y graduales en armonía con las leyes extrahumanas del mercado. Era un modelo “donde hay exceso de autoritarismo y el Estado está todos los días presionando al sector privado hacia dónde y cómo debe operar” (Duque, 2018, p. 2). Aquí la falta de capitalismo (libertad económica) y la falta de democracia (libertad política) son dos caras de la misma moneda. Se trata de la misma idea neoliberal de Hayek, quien sostenía que “la libertad es imposible sin el capitalismo” (O’Sullivan, 2013; 303).

En resumen, el uribismo articula de manera muy clara y coherente una ideología neoconservadora que combina los conceptos centrales del conservadurismo y neoliberalismo. En este aspecto es muy parecido a otros proyectos neoconservadores en el mundo occidental (especialmente EEUU y Reino Unido) que “se definen por su apoyo a un Estado mínimo pero fuerte [y] han típicamente intentado restaurar el orden público, fortalecer ‘la familia’ o ‘los valores religiosos’, y consolidar la identidad nacional” (Heywood, 2017, p. 88). Los neoconservadores creen que los altos niveles de criminalidad son consecuencia de la debilitamiento de la “autoridad que ha afectado la mayoría de las sociedad occidentales desde los 1960s” (Heywood, 2017, p 89). Todas estas son características que definen muy bien el proyecto uribista.

En este punto es importante abordar dos aspectos del discurso uribista que han sido utilizados para calificarlo como populista; su denuncia de la politiquería y su defensa del estado de opinión. Ninguno de estos dos conceptos ha sido tan central en el discurso uribista, como los conceptos de orden, autoridad o legalidad. Un simple análisis cuantitativo muestra esto tabla 4:

Tabla 4 Frecuencia del concepto de politiquería en el discurso de Uribe, 2002-2010 

Fuente: Construcción propia.

Como muestra la tabla 4, el concepto de politiquería era casi insignificante en el discurso Uribista en comparación con los conceptos centrales de su ideología neoconservadora, como autoridad, legalidad y orden, para no hablar del concepto de seguridad que era sinónimo de orden. De hecho el concepto está presente en los discursos de Uribe en los años 2002 y 2003, pero después del fracaso de su referendo contra la politiquería y la corrupción en 2003, desaparece casi completamente (Kajsiu, 2017: 218). Obviamente Uribe criticaba a varios políticos tradicionales que eran críticos de su gobierno, como Alfonso López Michelsen, pero esto no era una crítica de la clase política colombiana en general, sino un recurso retórico que “favorecía su imagen frente a la de los gobernantes anteriores” (López de la Roche, 2014; 236). Bajo dicha lógica, la imagen de Uribe, construida especialmente por los medios de comunicación, como un político “outsider” de “provincia” con un discurso populista anti establecimiento, constituye un malentendido profundo del proyecto neoconservador uribista. Es una descripción que confunde la tensión entre las élites nacionales o capitalinas (Bogotá) y locales (Medellín), típica del sistema político colombiano, con el choque entre élite y pueblo.

Naturalmente, Uribe a menudo habla del pueblo y del estado de opinión en sus consejos comunales, pero nunca “intentó hacer del pueblo una fuerza política” (González, 2013: 144). En el discurso uribista el estado de opinión no se puede reducir a la voluntad popular. Es un Estado donde las leyes “son sometidas a un riguroso escrutinio popular, y finalmente a un riguroso escrutinio constitucional” (citado en Jaramillo, 2009). Cuando había un choque entre la voluntad popular y el escrutinio constitucional, este último prevalecía. En su aceptación del fallo de la Corte Constitucional del 26 Febrero de 2010, donde se declaró inexequible el referendo que intentaba legalizar una segunda reelección presidencial, Uribe afirmó: “El Estado de Opinión es una expresión del Estado de Derecho […] La participación de los ciudadanos no puede ser contraria a la ley. No puede ser contraria a la Constitución.” (Citado en López de la Roche, 2014; 406).

La denuncia petrista del statu quo: ¡Colombia es una dictadura mafiosa!

Si en el discurso uribista en Colombia existía una democracia profunda y pluralista, desde la perspectiva petrista: “Colombia no se podría llamar una democracia porque en el fondo era una dictadura corrupta mafiosa” (Petro, 2018i, min. 48:15). Si dentro del uribismo Colombia tenía una gran clase política, en el discurso petrista el país sufría bajo “una clase política degradada hundida absolutamente en la sangre y en la corrupción” (Petro, 2018l, min. 18:14). A diferencia del uribismo donde el problema era la politiquería y el clientelismo, especialmente de los caciques y gamonales locales, para Petro la corrupción se ubicaba en la cumbre de la política nacional: “El corrupto no es Nule, ni es Ñoño […] El corrupto es Santos, es Zuluaga, es Vargas Lleras, es Duque, y por encima de ellos, `el Capo` Álvaro Uribe Vélez” (Petro, 2018e, min. 13:53). Finalmente, si en el discurso uribista Colombia tenía un sector privado fuente del desarrollo socioeconómico y con alto compromiso social, en el discurso petrista el país tenía un sistema económico corrupto que se basaba en el latifundio improductivo y en el dinero fácil proveniente de la cocaína, el petróleo y el carbón (Petro, 2018g, min. 23:05). Era un sistema económico, construido y defendido por una clase política corrupta, que concentraba la riqueza en las manos de “cinco magnates” (Petro, 2018d, min. 37:05).

En oposición a la corrupta clase política, Petro articulaba un pueblo honesto y digno que tenía “que irrumpir para restaurar moral y democráticamente la republica” (Petro, 2018k, min. 29:30). La moralidad y la democracia estaban con el pueblo, la degradación y la dictadura con la clase política. En consonancia, uno de los más destacados políticos petristas, Hollman Morris, aseguraba que “Colombia es un pueblo honesto. Colombia es un pueblo digno al que le quedó grande una minoría política corrupta […] Esa clase política minoritaria corrupta que no han tenido grandeza” (citado en Petro, 2018j). A tal fin Petro enfatizaba su origen popular y no elitista. Con orgullo declaraba que era hijo de campesinos y no de la élite: “yo soy hijo de campesinos, mis abuelos eran campesinos, mis bisabuelos eran campesinos” (Petro, 2018h, min. 22:27). Invitaba a los colombianos a votar “un presidente que ya no es de los linajes un presidente que es del pueblo” (Petro, 2018f, min. 125:30).

Este antagonismo entre el pueblo honesto y las élites corruptas es el eje central del discurso petrista y se combina con otro concepto fundamental de la ideología populista; la articulación del pueblo como la única fuente de la legitimidad política. Dentro del discurso petrista la democracia se define principalmente en términos de la participación popular y no en términos procedimentales y constitucionales. Según Petro “la democracia significa que el pueblo gobierne” (2018)j, min. 137:07. Esto implica que “la democracia no es más sino un pueblo libre que toma decisiones por sí mismo” (Petro, 2018j, min. 13:09).

Ahora bien, la dimensión populista del Petrismo se combinaba con una ideología socialdemócrata que enfatizaba la importancia de la igualdad, la justicia social y el trabajo como fuentes y valores fundamentales del desarrollo socioeconómico. Si para el Uribismo la fuente de todas las calamidades colombianas era la falta de autoridad, legalidad y orden, para Petro la causa que produce “los problemas fundamentales de la sociedad colombiana contemporánea […] se llama desigualdad social” (2018a, min. 8:03). La desigualdad resultaba del actuar de una élite que le había quitado a la población la posibilidad de trabajar dignamente: “Nos han expropiado las condiciones de trabajo y por eso hay desigualdad social” (Petro, 2018c, min. 47:35). Entonces la raíz de la desigualdad se encontraba la falta del trabajo digno. En este sentido, el trabajo era un concepto fundamental en la ideología petrista. Según el candidato “lo único que puede enriquecer a una sociedad es el trabajo humano” (Petro, 2018i, min. 92:25). Toda riqueza que no se generaba a partir del trabajo humano causaba corrupción, por esta razón la riqueza que provenía del narcotráfico o del petróleo, lo que Petro llamaba el “dinero fácil”, engendraba dicha problemática: “la única riqueza válida es aquella que nace del trabajo” (Petro, 2018, p. 11).

A pesar de su discurso izquierdista, es importante resaltar que la propuesta de Petro no implicaba acabar con el capitalismo y tampoco era anti neoliberal. Al contrario, suponía y proponía la construcción de un capitalismo democrático en Colombia a través de “la democratización de la propiedad y del trabajo y del capital” (Petro, 2018d). Planteaba además, la democratización del capital para integrar en la economía de mercado a los estratos populares y los campesinos, multiplicando el número de los empresarios: “Queremos que haya dos millones, tres millones de empresarios” (Petro, 2018d, min. 37:32). Su propósito era “desarrollar el capitalismo en Colombia bajo una forma democrática […] porque el feudalismo colombiano […] no dejaba avanzar a la sociedad colombiana hacia la modernidad, hacia el progreso, hacia la democracia” (Petro, 2018k, min. 28:50). Era el latifundio improductivo con su concentración de tierras en pocas manos lo que obstaculizaba el desarrollo del capitalismo moderno y mantenía a Colombia en la era feudal. Por este motivo “era fundamental que el latifundio improductivo dejara de existir en Colombia porque a partir de la modernización agraria y no del feudalismo agrario se podría lograr la industrialización de obreros y empresarios” (Petro, 2018b, min. 33:53).

Es interesante notar que el discurso de Petro refleja la penetración de la lógica económica en el ámbito social, uno de los rasgos distintivos del neoliberalismo. Para Petro fenómenos como la salud, la educación, el conocimiento y el agua no eran solamente derechos fundamentales sino también capitales necesarios para el crecimiento económico. Según el candidato “la salud […] es también capital. Desde el punto de vista económico si un pueblo tiene salud […] es más productivo, se puede construir riqueza colectiva” (Petro, 2018d, min. 47:01). De la misma manera, la educación y el saber no eran solamente derechos humanos; “el saber es capital […] es por eso que hablo de un sistema de educación superior gratuito” (Petro, 2018d, min. 39:14). En consonancia, la educación superior tenía que ser gratuita, no solamente para cumplir los derechos de los estratos bajos, sino porque en el nuevo mundo del siglo XXI la economía colombiana no podría competir a nivel global sin invertir en el saber y el conocimiento: “en el siglo XXI no hay producción eficaz si no hay saber. Todo lo que tenemos desde el celular hasta cómo manejar un tractor del siglo XXI implica saberes intensivos que nos remite a nuestro sistema de educación, el saber es capital” (Petro, 2018d, min. 38:45).

En este aspecto la ideología petrista es diferente del Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, en cuanto no desarrolla ninguna crítica sustancial ni del capitalismo en general, ni del neoliberalismo en particular. El Socialismo del Siglo XXI, por otro lado, implicaba “tanto en Venezuela como en Bolivia y Ecuador […] una alianza social anti-neoliberal, con contenidos claros, nacionalistas, desarrollistas, democráticos y decoloniales” (Monereo, 2010, p. i). Era “un proyecto de desarrollo fundado sobre el Estado, antes que sobre el mercado” (Valencia, 2016, p. 118). Este no era el caso del petrismo, que no identificaba ninguna contradicción entre mercado, competencia, democracia, desarrollo, igualdad y justicia social. No criticaba los ideales de competencia, mercado libre y emprendimiento, sino que resaltaba la imposibilidad de realizarlos bajo la clase política corrupta colombiana, la estructura feudal del latifundio colombiano y los monopolios u oligopolios económicos controlados por los “cincos magnates”. En otras palabras, aunque Petro hace una crítica radical de la sociedad colombiana desde su ideología populista, su crítica izquierdista o socialdemócrata era menos radical. Esto se confirma también por el análisis cuantitativo en la Tabla 3 arriba, donde petrismo presenta un coeficiente ideológico más alto en populismo que en socialdemocracia.

DOS MOVILIZACIONES DISTINTAS: LOS ESTRATOS ALTOS VS. LOS ESTRATOS BAJOS

Ahora sería muy extraño encontrar que el statu quo se valorara mejor entre los estratos bajos que los estratos altos. Por lo tanto, se esperaría que la ideología uribista gozara más apego entre los estratos altos que bajos, mientras que lo opuesto debería suceder con el petrismo. Esto es lo que muestran los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018. Utilizando los datos de la Registraduría Nacional analicé el comportamiento electoral de los estratos bajos (1 y 2) y los estratos altos (5 y 6) en las tres principales ciudades de Colombia, Bogotá, Medellín y Cali. Con tal fin, calculé el resultado electoral en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 en las zonas donde se encuentran exclusivamente (o casi exclusivamente) viviendas de estratos 1 y 2, y en zonas donde se ubican solamente viviendas de estratos 5 y 6. Los resultados resumidos en la tabla 5 muestran que Duque recibió un apoyo más grande entre los estratos altos, mientras que Petro recibió mayor apoyo entre los estratos bajos (Ver tabla 5).

Tabla 5 Resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 en Colombia.  

Fuente: compilación del autor con datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

Incluso en Medellín, el bastión electoral del uribismo, donde Duque gana de manera contundente en todos los estratos sociales, su apoyo electoral es mayor entre los estratos altos. Esto se hace más evidente si se tiene en cuenta que los estratos altos participan más en las elecciones que los estratos bajos. Por esta razón en la tabla 6 muestro el apoyo electoral para Duque y Petro en Medellín como porcentaje de los votantes registrados.

Tabla 6 Votación como porcentaje de los votantes registrados en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018 en Medellín. 

Fuente: compilación del autor con datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil

Como muestra la tabla 6, Duque recibió casi dos veces más apoyo electoral entre los estratos altos comparado con los estratos bajos. Petro, por otra parte, recibió más apoyo entre los estratos bajos. Este comportamiento electoral confirma la hipótesis inicial, es decir que la ideología neoconservadora del uribismo moviliza más a los estratos altos que a los bajos, mientras que el populismo socialdemócrata de Petro tiene el efecto opuesto.

El cuadro 1 abajo, resume el análisis que he desarrollado hasta el momento resaltando las diferencias principales entre los dos proyectos políticos, en términos de ideología y movilización social.

Cuadro 1 Las características principales del Uribismo y Petrismo en 2018. 

Fuente: Construcción propia.

CONCLUSIÓN: DE LA DENUNCIA HACIA EL ANÁLISIS CRÍTICO DE LA IDEOLOGÍA URIBISTA Y PETRISTA

La identificación de las ideologías y las movilizaciones políticas que producen el Uribismo y el Petrismo permiten superar tres malentendidos generalizados sobre su naturaleza. Primero, el Uribismo no es un proyecto populista o neo-populista, a pesar de un consenso casi completo en los medios de comunicación y la academia colombiana que lo categoriza como tal. A diferencia del Petrismo, no se erige sobre ningún antagonismo entre una élite corrupta y un pueblo honesto, no articula a este último como la única fuente de legitimidad política y, menos aún, construye un discurso anti establecimiento. Segundo, el análisis de la ideología y movilización política resalta la importancia del optimismo uribista, que ha recibido muy poca atención en los análisis académicos. Algunos de los estudios más importantes sobre el Uribismo se enfocan en su dimensión paramilitar (López 2010; Cepeda 2014), en su autoritarismo, caudillismo y bonapartismo (Angarita 2011; 64; Sánchez 2005) o analizan su discurso polarizador y manipulador (Cardona Zuleta 2016; 129; López de la Roche 2014; 212). No obstante, el éxito uribista se debe en gran parte al apoyo electoral que recibe de los estratos medios y altos, que se puede explicar mejor teniendo en cuenta la dimensión optimista y esperanzadora del Uribismo. Pues los estratos altos son los más difíciles de manipular e intimidar. Finalmente, mi análisis muestra que el populismo socialdemócrata del Petrismo no se puede reducir a un discurso demagógico de la extrema izquierda. La ideología populista de Petro no es simple demagogia; hay bastantes razones para denunciar las élites políticas, sociales y económicas colombianas. Su ideología socialdemócrata, por otro lado, se encuentra lejos de pertenecer a la izquierda extrema. No existe un criticismo del capitalismo en general, o del neoliberalismo en particular, en el discurso Petrista. En este sentido es muy diferente del socialismo del siglo XXI de Chávez, Correa y Morales.

En resumen, las dos ideologías, uribismo y petrismo, ofrecen dos visiones distintas de Colombia que representan la división entre la izquierda y la derecha en este país. La primera enfatiza la dimensión represiva del sistema político colombiano, reduce la democracia colombiana a una dictadura y su clase política a una banda criminal sangrienta, ignorante y corrupta. La segunda perspectiva, ignora la violencia estatal, la dimensión represiva de la democracia colombiana y especialmente su máxima expresión; el paramilitarismo. Como argumenta con mucha lucidez Francisco Gutiérrez (2014) ambas son caras del sistema político colombiano: Colombia ha sido simultáneamente entre los países más democráticos y más represivos en América Latina. Por lo tanto, ambas perspectivas son parciales, simplificadoras, llenas de distorsiones y omisiones, pero aun así, plausibles.

Esto no quiere decir que no se puedan criticar. Empero lo que propone un análisis ideológico es una crítica que identifica las tensiones y contradicciones internas de un proyecto político y no se limita a la crítica de sus distorsiones u omisiones. Esto implica tomar en serio lo que propone el Uribismo y el Petrismo, evaluarlo y criticarlo en sus términos. En el caso del Uribismo es importante explorar la tensión entre su ideología neoliberal y conservadora. La primera propone la competencia y el mercado libre, mientras que la segunda defiende un statu quo que los imposibilita. Es decir, la concentración del capital financiero, la concentración de tierras y los altos niveles de desigualdad, o el statu quo, que defiende el uribismo conservador hacen imposible la competencia y el mercado libre que propone el uribismo neoliberal. De la misma manera, en el caso del Petrismo es necesario analizar su supuesto básico de que los problemas estructurales de Colombia, como la violencia y la desigualdad, son producto de una estructura económica pre moderna y feudal, y no del sistema capitalista per se. Es un supuesto bastante problemático dado que el mismo desarrollo capitalista produce altos niveles de desigualdad y la captura del Estado por intereses privados. Por consiguiente, el petrismo se puede criticar dentro de la misma ideología izquierdista que aboga.

Se trata de una crítica que toma en serio su objeto de análisis, en lugar de descartarlo a priori. Pocas ideologías, como el fascismo o el racismo, son inaceptables en su esencia. La mayoría se construye sobre conceptos como la libertad, comunidad, competencia, seguridad, igualdad o justicia que son bastante razonables y legítimos. Reconocer esta legitimidad no quiere decir que se esté de acuerdo con cierta ideología, o que no se pueden criticar sus nefastas consecuencias y usos. Pero si implica una crítica que en su desacuerdo reconoce la legitimidad de la existencia del otro, y no una denuncia que niega su derecho de existir.

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* Quisiera expresar mi agradecimiento a mi ex-estudiante Yenifer Tamayo Grisales por ayudarme en calcular la movilización política según el estrato social en las elecciones presidenciales de 2018 en Colombia. También quisiera darle las gracias al profesor Hernando León Londoño Berrio por sus comentarios sobre una versión anterior de este articulo. Finalmente, quisiera reconocer el apoyo valioso que he recibido en mi trabajo de investigación por parte de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, de la Universidad de Antioquia.

Recibido: 12 de Febrero de 2020; Aprobado: 12 de Abril de 2020

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