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Cuadernos de Economía

Print version ISSN 0121-4772On-line version ISSN 2248-4337

Cuad. Econ. vol.20 no.34 Bogotá Jan./June 2001

 

DISCURSO DE INAUGURACIÓN

Consuelo Corredor Martínez*

* Decana Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia


Señor Rector, conferencistas, profesores, egresados, estudiantes, colegas y amigos

En los últimos tres años me ha correspondido como Decana de la Facul­tad de Ciencias Económicas continuar y liderar proyectos académico­administrativos que fortalezcan el desarrollo académico de la Facultad y que aporten a la consolidación institucional de la Universidad.

La Facultad ha tenido un papel importante en el quehacer nacional, no solo a través de la formación disciplinar y profesional, sino también a través de la investigación y de la contribución de sus egresados en los sectores público y privado.

Desde la creación del Instituto de Ciencias Económicas en 1945 bajo la dirección del profesor Antonio García, han sido enormes los esfuerzos por responder a los cambios que exigen los contextos internacional y na­cional, las transformaciones económicas, sociales y políticas, por respon­der a los desarrollos teóricos de la disciplina, por una continua búsqueda del mejoramiento en la formación de nuestros estudiantes, velar por la pertinencia de la investigación y de las actividades de asesoría y consul­toría, por proyectar la Facultad en los ámbitos nacional e internacional y por desarrollar programas de extensión que nos acerquen a las comuni­dades y a los entornos que le son propios.

En estos cincuenta y seis años de vida académica han sido muy importantes los cambios institucionales, que dan cuenta de las transformaciones a las que me he referido. En efecto, en sus inicios el Instituto de Ciencias Económicas estuvo adscrito a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, con un programa académico orientado hacia la eco­nomía pública. Este proceso de institucionalización de los estudios en economía estuvo ligado al desarrollo de la planificación económica en el país y a las demandas administrativas del Estado.

Ya al inicio de los años sesenta las opciones se diversificar ofreciendo especializaciones, en los dos últimos años del programa, en economía pública, estadística económica y economía privada. En 1965 se abrieron las carreras de Administración de Empresas y de Contaduría y al año siguiente pasaron a la Facultad de Ciencias Humanas. Esta adscripción da cuenta de la preocupación por una formación más humanista e integral que superara los énfasis en aspectos legales y técnicos. Sin duda, en esta orientación fue muy valioso el aporte del profesor Lauchlin Currie, quien en 1949 vino a Colombia como Jefe de la Misión del Banco Mundial y que, para fortuna del país y de la academia, se quedó por el resto de su vida. Su estadía en la Universidad fue breve pero dejó una profunda huella. Por iniciativa de un grupo de estudiantes, algunos de los cuales hoy están aquí y han estado vinculados como profesores o investigadores, el profesor Currie asumió la dirección del Departamento de Econo­mía en 1966. Entre los legados más importantes que dejó, se destaca su empeño por una formación humana con énfasis en una pedagogía que atendiera más a la lógica de los procesos, por una docencia de calidad ex­cepcional y su interés por promover la investigación académica de cara a la realidad de los problemas nacionales. Esto se materializó en la creación del Centro de Investigaciones para el Desarrollo -CID-, centro al cual se vincularon por entonces importantes profesores, entre ellos Al­bert Berry a quien le agradecemos haber aceptado la invitación para par­ticipar en este IV Congreso de Economistas.

Desde entonces la consolidación de la disciplina y la diversificación de programas llevaron a la creación de la Facultad de Ciencias Económicas en 1978, ya con las tres carreras de Economía, Administración y Conta­duría. Pero los esfuerzos no cesaron. El año pasado celebramos los veinte años de la Maestría en Economía con un seminario académico y la creación del Premio Jesús Antonio Bejarano a la mejor ponencia en econo­mía. Convocaremos en breve a la segunda edición de este premio. En 1996 se creó la Maestría en Administración y un año más tarde se puso en marcha el programa de Doctorado en Ciencias Económicas, único en el país, y el cual constituye uno de los mayores retos académicos para la Universidad y la Facultad.

Desde el momento de su creación como Facultad, en 1978, las distintas administraciones académicas han puesto su liderazgo al servicio del desarrollo académico y la construcción institucional. Las decanaturas de los profesores César González, Luis Bernardo Flórez, Homero Cuevas, Jesús A. Bejarano - a quien nos lo arrebató la absurda violencia -, Gabriel Misas, Juan José Echavarría, Clemente Forero, Salomón Kalmanovitz, Jorge Iván González y Germán Umaña hicieron una enorme contribu­ción para consolidar la formación profesional y disciplinaria. Sea esta una ocasión para agradecerles su aporte y el haber mantenido los víncu­los con la Facultad. Muchos de ellos, hoy están con nosotros y esperamos seguir contando con ellos.

El IV Congreso que hoy nos convoca, pretende recuperar espacios de encuentro para el debate, la reflexión y, por supuesto, para alimentar los vínculos de amistad. Esta primera iniciativa se realizó en agosto de 1966, convocó a 56 egresados y contó con la participación activa de todos ellos. Aquí quiero destacar que como parte de la Junta Directiva que organizó dicho evento estuvo Raúl Alameda, quien hoy nos acompaña como Presidente Honorar de este Congreso, como un homenaje a su infatigable empeño por el desarrollo de la economía, labor que ha cristalizado en el importante aporte que hoy hace la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, con la cual mantenemos estrechas relaciones.

Déjenme, entonces, expresarles los propósitos de esta convocatoria y las principales preocupaciones que nos llevaron, con la iniciativa y colaboración de muchos de ustedes, a propiciar este encuentro.

NUESTRO COMPROMISO CON LA REALIDAD NACIONAL

En reciente entrevista, Daniel Pécaut recordó que hace 35 años cuando comenzó a estudiar a Colombia consideraba que los grandes retos eran: "Borrar las huellas de la Violencia; lograr el reconocimiento político y simbólico de los actos atroces y de las humillaciones; acceder a la moder­nización cultural; producir una mayor igualdad social y en particular adelantar una reforma agraria". Y concluye, "En esto fracasó Colombia".

Y en efecto, hoy día esos retos están aún vigentes, los problemas se han multiplicado y los escenarios y actores son más complejos. De ahí que prácticamente haya consenso en que el principal reto que tiene Colombia, es la solución política negociada del conflicto armado. Pero este es sólo el primer paso. La búsqueda de la reconciliación es la garantía para poder construir una paz cierta y duradera. Para ello es imperativo reconstruir el orden ético y político.

La Carta Constitucional de 1991 acordó la puesta en vigencia de un Estado Social de Derecho, y hoy, una década después, estamos frente a una sociedad más desigual y más desintegrada, en la que tan sólo unos pocos tienen garantizado el ejercicio de sus derechos fundamentales.

Ahora, más que nunca, se hace necesario contribuir a un proceso construcción de identidad y de civilidad, corno diría Hegel, a propósito del deber ser de la pedagogía.

¿CÓMO APORTAR DESDE LA ACADEMIA A LA COMPRENSIóN Y A LA SOLUCIÓN DE LOS GRAVES PROBLEMAS QUE AQUEJAN AL PAÍS?

Los desarrollos investigativos en las Ciencias Sociales ya no se logran en los núcleos de las grandes disciplinas en sí mismas, sino en espacios interdisciplinarios. Es necesario mejorar la formulación de nuestros problemas y, por supuesto, encontrar respuestas adecuadas. La investigación es por excelencia una actividad académica y la Universidad debe buscar una mayor y mejor articulación con el país. Y ello pasa por fortalecer el carácter público de la Universidad y su compromiso con la construcción de un proyecto nacional.

El desarrollo de las disciplinas y de las profesiones requiere una modificación de sus objetos de estudio debido al avance de la ciencia y a los procesos históricos en continuo movimiento, así corno también un cambio en los métodos que exigen repensar las tradicionales formas de abordar los problemas. Estos deben ser recontextualizados para que tengan sentido.

No es conveniente mantener la rigidez de las separaciones institucionales del conocimiento y con ello no se llama a la confusión o a la incerti­dumbre. De lo que se trata es de promover una visión interdisciplinaria. y una muestra de ello es el problema de la negociación política del conflicto armado. En esta reflexión son muchas las disciplinas que tienen que aportar. Es todo un desafío metodológico.

NO ES POR AZAR QUE HOY ESTAMOS AQUí

Es un reto avanzar hacia la reflexión pro positiva y prospectiva pesar del escepticismo. Corno dijo Julieta Kirkwood "Hay que pararse en el umbral de la utopía para obligar a la realidad a que se acerque ella".

Nos proponernos crear un espacio para que nuestro quehacer incida de una mejor y más amplia manera en la realidad. La invitación es a crear una opinión colectiva y visible. Los esfuerzos individuales pueden arrojar resultados invisibles y muy localizados, pero no sociales.

Los tres ternas centrales que hoy nos convocan en este Congreso, dan cuenta de nuestra preocupación por contribuir a la comprensión de la crisis de la economía colombiana en un escenario de globalización y de liberalización de los mercados, de cara al desarrollo del país y a la negociación del conflicto armado.

Los procesos de ajuste y las reformas estructurales, adelantados desde inicios de la década pasada, no han rendido los frutos esperados. La mayor e indiscriminada apertura a los mercados internacionales puso al descubierto la fragilidad de la economía y el poco margen de las políticas domésticas. La crisis de la economía colombiana, con todos sus efectos nocivos, es un componente del conflicto y, a la vez, una seria restricción para una salida negociada que permita la construcción de una paz duradera.

La inequidad, expresada en los profundos desequilibrios sociales y regionales, la corrupción, la impunidad, son todos aspectos que contribuyen a la precaria legitimidad institucional. Aunado a lo anterior, la perversa dinámica que de tiempo atrás ha introducido el narcotráfico, ha subvertido los valores, ha alterado y modificado la efectividad de las políticas y ha cambiado en forma importante la identidad de los actores en conflicto. El conflicto, en buena medida, se ha despolitizado y la de­gradación de la guerra ha llegado a niveles intolerables.

De ahí que una de las preocupaciones sea la estrategia gubernamental para combatir el narcotráfico, en particular el Plan Colombia. Este es hoy objeto de una de las mayores controversias por su mirada unilateral ha­cia la oferta, por su alto componente militar y por las consecuencias que pueda tener en avivar la guerra expandiendo la dinámica del conflicto, cobrando un mayor número de vidas humanas y de recursos naturales y medioambientales.

Y frente a esta magnitud de problemas, los retos de la reflexión teórica son enormes. En particular, el problema de la globalización y la liberalización de los mercados, que es el contexto en el que se mueve el actual orden internacional, amerita un espacio académico de interés para identificar en qué estarnos y qué alternativas de interpretación debernos construir.

Sería equivocado afirmar que se trata de los problemas de siempre. Ya señalarnos que el contenido de los objetivos y las metodologías para abor­darlos son cambiantes. Y es deber de la academia ser vigilante y actuar en estos contextos cambiantes.

Cada una de las disciplinas debe aportar a este conocimiento, reconociendo y fortaleciendo su identidad, en diálogo con los otros saberes, para poder dar cuenta de su complejidad y contribuir a definir lo que es política y económicamente conveniente y posible.

Es necesario recuperar el prestigio de la política. Corno dice Fernando Savater, "Uno de los problemas de nuestro siglo es el desprestigio de la política. Se habla mucho de ética y moral. Incluso los políticos se la pasan hablando de ética y moral en vez de hablar de política. La política es algo tan respetable e interesante como la moral y no puede ser sustituida por ésta. Una filosofía o reflexión política seria, a la altura de nuestro tiempo, debería tomar en cuenta las nuevas tecnologías, la nueva distribución de los mercados, los movimientos estratégicos".

Si se trata de un proyecto colectivo de tanta trascendencia, como es la construcción de nación, de identidad y de civilidad, debe haber un mayor diálogo e interlocución entre la reflexión académica y la acción políti­ca. Los logros académicos deben socializarse y ponerse al servicio de los distintos sectores sociales, y una de las vías es a través de crear opinión para que sea debatida y escuchada por los hacedores y ejecutores de la política.

Este es uno de los propósitos de este encuentro. Sentar las bases para que la comunidad de la Universidad Nacional, egresados, profesores y estu­diantes, creemos ese espacio y podamos cumplir con los compromisos que, como ciudadanos, tenemos con la nación.

Esta es una invitación a fortalecer el pensamiento libre e independiente. Son muchos y muy complejos los problemas que nos aquejan como nación. La construcción de la paz, de una sociedad en la cual los valores del respeto, de la diferencia, de la dignidad y de la justicia nos permitan desplegar nuestras capacidades y potencialidades en torno de un proyecto común, constituyen el reto que debemos asumir para aportar a la cons­trucción del país que imaginamos y soñamos.

Es esta convicción la que nos ha llevado a este empeño de convocar a la comunidad académica de la Universidad Nacional. Una comunidad independiente, que, a través de su desempeño con mayores o menores contribuciones, es patrimonio de la nación, por su capital intelectual y por su aporte al desarrollo profesional y de las disciplinas. Una comunidad que se ha construido sobre la base de sus méritos. Que se empeña en el poder de la razón y no en el poder de la fuerza.

El momento por el que atraviesa el país requiere de sus mejores talentos. Los egresados y miembros de la Universidad Nacional se destacan por su independencia de criterio, por su capacidad académica y por su actitud ética.

Los quiero invitar a aunar voces, pasiones, reflexiones y esfuerzos en torno de un objetivo común: la construcción de nación a través de la construcción de ciudadanía que permita ejercer los derechos económicos, sociales, políticos y culturales.

No quiero terminar sin expresar nuestros sinceros agradecimientos a todos ustedes, quienes han respondido a esta convocatoria. Agradecer, en especial, a las instituciones que nos apoyaron y a los conferencistas que en forma entusiasta se sumaron a esta iniciativa. y, por supuesto, a todas las personas que desde hace ocho meses nos han contribuido incansablemente en la logística y organización de este evento.


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