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Cuadernos de Economía

Print version ISSN 0121-4772On-line version ISSN 2248-4337

Cuad. Econ. vol.20 no.34 Bogotá Jan./June 2001

 

PALABRAS DE APERTURA

Antonio Hernández Gamarra *

* Economista, Universidad Nacional de Colombia


Se reúne el IV Congreso de Economistas de la Universidad Nacional de Colombia en momentos en que nuestra Facultad adelanta dos muy im­portantes construcciones.

Es la primera de ellas una construcción de carácter material que ampliará el espacio en el que la Facultad ha funcionado desde 1961, luego de su errante peregrinar por algunas aulas de la antigua Facultad de Filosofía, por la Facultad de Derecho y por el tercer piso de la Facultad de Odonto­logía. El nuevo edificio, ahora en pleno progreso, incrementará de manera notoria las dieciséis aulas hoy existentes y está concebido acorde con las líneas arquitectónicas del actual, cuya condición de monumento nacional fue reconocida por el Decreto 1418 de 1996. La nueva edificación, una vez terminada, será un logro que nos llenará de regocijo y hace merecedores de nuestra gratitud a quienes concibieron la idea y la han impulsado en los últimos años.

La segunda construcción es de carácter espiritual. Un grupo de profesores y de ex alumnos, incluidos entre otros Alberto Corchuelo, Alcides Gómez, Alfredo Sarmiento y Armando Rodríguez, nos hemos empeñado, desde hace algún tiempo, en construir y publicar las memorias de la Facultad. Edgar Morin nos enseñó que la memoria que no se regenera con las remembranzas tiende a degradarse, pero que cada remembranza puede adornar o desfigurar la memoria, por el humano deseo de rechazar el recuerdo que no nos conviene, o de borrar los eventos del pasado que juzgamos como desfavorables. En virtud de esa enseñanza nos hemos propuesto que la elaboración de las memorias de la Facultad no sea producto de una acción oficial sino el resultado de un esfuerzo colectivo, a muchas voces, para que además de derrotar la peste del olvido, nos encontremos con nuestros orígenes, recordemos nuestros sueños y nos sintamos orgullosos de saber quiénes somos y por lo tanto capaces de sembrar en las nuevas generaciones, como un desafío, la obligación de conocerse.

Basados en esos principios, esperamos que el contenido de las memorias se divida en tres partes. Estará constituida la primera de ellas por la des­cripción del transcurrir administrativo académico desde los tiempos del Instituto de Estudios de Economía fundado por Antonio García en 1945 hasta nuestros días, con el debido reconocimiento a quienes en todos estos años fungieron como orientadores de la docencia o fueron nuestros profesores. La segunda parte comprenderá las construcciones analíticas, la interpretación histórica o las solas remembranzas de estudiantes, tra­bajadores, profesores, administradores de la docencia o directores de in­vestigación, sobre su vida en la Facultad. La parte final incluirá juicios sobre la incidencia que la Facultad haya podido tener en la vida nacional.

La coordinación del trabajo ha sido encomendada al buen cuidado del profesor Beethoven Herrera. De la manera como ustedes, sus compañeros y sus amigos, se pueden vincular a este proyecto, tendrán oportunidad de hablar con el profesor Beethoven en estos días. Quienes impulsamos la idea esperamos de todos ustedes comentarios, críticas y sugerencias.

Como una de las piedras angulares de las memorias es la gratitud a ellas contribuirán también las voces de los maestros del pasado. Antonio García, desde un lejano diciembre de 1949, nos dirá:"personalmente no me importa que mis discípulos sigan a Keynnes, a Schumpeter, a Hansen, si con todos ellos podemos resolver los problemas de nuestra construcción y nuestra defensa. Lo que me interesa de la ciencia económica no es la capacidad de dar juicios abstractos… sino la facultad de influir decisivamente sobre el destino del hombre. Nunca he aceptado el que la admisión de una doctrina se convierta en una superstición, en un nudo ciego de la inteligencia o en un sistema de segar la honda y sensible corriente de la inquietud." El criterio de Alvaro Daza Roa señalará, hacia mediados de los años 60, el peligro de la falta de rigor en la enseñanza de la economía: "quizá … hemos considerado el estudio, el conocimiento y la aplicación de esta disciplina como la panacea salvadora a todos nuestros males, sin serlo realmente, y estamos forzando a que la economía borre sus fronteras y se pierda en un universalismo indefinido que le impida identificarse como una ciencia con su propia fisonomía y sus propios principios … ¿No estará ocurriendo que un espíritu renovador está contribuyendo en nuestros países a buscar la desintegración, o al menos la transformación hacia otra disciplina radicalmente diferente de lo que conocemos como ciencia económica en este momento?"

A las memorias contribuirá la voz del profesor Albert Berry, hoy aquí presente, para manifestar la importancia de los estudios de postgrado en la formación del profesorado, para señalar la trascendencia que para nuestro país tienen los estudios sobre la distribución del ingreso y el mejor conocimiento de nuestra sociedad rural. También durante los años 60 el profesor Lauchlin Currie repetirá una y otra vez la necesidad de estudiar la semántica, lo fatal que para el buen juicio es caer en la tiranía de las palabras y enunciará las calidades de una buena educación. A Currie le oiremos decir en un español trabajoso, pero con impecable lógica: "si la educación está bien realizada, puede contribuir al más importante de todos los objetivos, el entrenamiento de la mente humana como instrumento de análisis. Las caracteristicas de una mente bien disciplinada son: el logro de una cierta objetividad, humildad intelectual, conocimiento de las grandes dificultades envueltas en la mayoría de los problemas y particularmente los problemas humanos, respeto por la autoridad, no tanto en el sentido popular del término si no en el de la autoridad intelectual, un conocimiento de los puntos esenciales de las grandes contro­versias de nuestro tiempo, la habilidad para descubrir la demagogia, los argumentos mendicantes, los sofismas de simple lógica y los argumentos emocionales y, finalmente, un cierto grado de conocimiento de nuestros propios procesos mentales."

Irreverente v reflexivo Jesús Antonio Bejarano estará en nuestras memorias alertándonos sobre la importancia de distinguir entre la educación para el mercado, la educación para la ciencia y la educación para el buen ejercicio de la ciudadanía, que debe afianzarse en nuestra cultura para contribuir con su ejemplo a la lucha por el progreso y la igualdad social. Desgarrados por el dolor le oiremos decir a Chucho: "Será preciso admitir que pese a la abrumadora realidad cotidiana nutrida de hechos de violen­cia de todo orden, lo cierto es que entendemos poco de esa violencia y lo poco que entendemos no lo entendemos bien. Una parte de las razones de nuestra limitada comprensión, está en la desorientación de las ciencias sociales según la forma habitual en que se practican en Colombia. La sociología, la economía, las ciencias políticas, parecieran a menudo dar rodeos para evitar enfrentar explicaciones rigurosas de estos fenómenos, cuando no es que asumen de manera acrítica como verdades bien sabidas, afirmaciones que hacen carrera, sin mayor sustento empírico y que se apoyan las más de las veces en una mala lectura de cifras".

Por esas memorias pasarán también las voces de Luis Ospina Vásquez y de Jorge Méndez Munévar, y la de todos aquellos que han ejercido a lo largo de cincuenta años el oficio de decanos de la Facultad.

Estarán atravesados estos recuerdos por las mocedades andariegas y el calor jovial de quienes participamos en la organización estudiantil luchando. por una sociedad colombiana más democrática y más igualitana y reivimdicando la existencia de la Universidad Pública, principalmente de la Universidad Nacioonal, para que, como dice su legislación organica pueda "contribuir a la unidad nacional, en su condición de centro de vida intelectual y cultural, abierta a todas las corrientes de pensamiento y a todos los sectores sociales, étnicos, regionales y locales." Centro cultural en donde se formen ciudadanos libres, promotores de valores democráticos, comprometidos con la tolerancia, con la defensa de los derechos civiles y con el respeto a los derechos humanos.

Estará allí la lucha juvenil de todos los tiempos para que el currículum de nuestra Facultad no sea ajeno a los problemas de nuestro atraso, no se olvide de la pobreza de la mayoría de los colombianos y de la injusticia socíal que nos agobia, y que por todo ello la enseñanza no se satisfaga con la fragmentación del conoctrruento de la economía como únicamente la ciencia del mercado.

Seguramente, durante algunos períodos, aparecerá la lucha estudiantil contra la educación bancaria, o sea. aquella que se inspira en el principio de que una buena educación requiere que los estudiantes pasen buena par~e de su tiempo sentados en los bancos de clase. Y desde luego apareceran los muchos vestidos que los estudiantes de todas las épocas nos tuvimos que poner en un mismo día para atender los requerimientos de la lucha política, el gozo de la poesía, el disfrute del teatro y de la música, la unpresion de nuestros periódicos y el estudio de la teoría económica y de sus ciencias auxiliares.

Esperemos que por las memorias pasen, porque es parte de nuestra historia, los ex:enuantes debates sobre la metodología de la enseñanza; que algunas anecdotas nos recuerden el cariz de lo encarretadores que fueron en su momento los debates de pasillo; o el enorme desestímulo que en Ciertas épocas provoco el Cierre de la Universidad, en algunos casos a consecuencia de la franca represión política y en otros como remedio al anarquismo.

Tambén contendrán las memorias, los esfuerzos que los profesores y los estudiantes ~an hecho en materia de investigación y cómo se ha reflejado en la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, en los Cuadernos de Economía, en Síntesis de la Economía y la Cultura, en Isitome y en la ahora muy despierta hoja juvenil El Pasquín.

Como he dicho hará parte de esta historia la organización institucional de la Facultad: la creación del Instituto en 1945, su conversión en Facultad el 22 de enero de 1952; los pénsumesde 1956y 1958; la reforma del 60; la fundación del Departamento de Sociología en 1959 y su conversión en una nueva Facultad en 1961; la lucha de los años 60 en busca de una formación más universal y la integración con la Facultad de Ciencias Hu­manas; la creación de los departamentos de Contaduría y de Adminis­tración de Empresas; la vuelta a la Facultad de Ciencias Económicas en 1978; la institucionalización de la Maestría y el Doctorado en Ciencias Económicas; la creación de la Maestría en Administración de Empresas.

Pasarán por nuestra memoria todos nuestros maestros, los sabios, los dedicados como nuestro nunca bien recordado Leonidas Mora, y los menos.

De esta memoria colectiva y vario pinta, cada uno de nosotros elaborará su propia síntesis y conservará sus propios recuerdos pero muy segura­mente todos reconoceremos como nuestro sello el mantener un espíritu alerta, preocupado por el estudio del desarrollo económico y la distribución equitativa de la riqueza y el ingreso, y un poco menos por la política económica de corto plazo.

Quizás nos pongamos de acuerdo en que todos hemos luchado porque la Facultad nos dote de instrumentos para el entendimiento y la solución de los problemas, más que por el logro de unas habilidades específicas. Y aún así, seguramente le haremos justicia a una educación que desde la óptica de la estructura social imperante se juzga injustamente más subversiva que rigurosa.

La nueva edificación y la elaboración de las memorias de la Facultad, que se levantan una al lado de la otra, se terminarán el año entrante cuando se cumplan los cincuenta años formales de la fundación de la Facultad, oca­sión que será propicia para rendirles específicos tributos de gratitud, admiración y respeto a nuestros maestros con Antonio García a la cabeza.

Estas edificaciones deberán albergar a los muchachos y a sus maestros, quienes las harán suyas para seguir luchando por una educación universal, rigurosa y profundamente ligada a nuestras raíces culturales y a la solución de nuestros problemas como nación.

Para contribuir a esa lucha y como complemento de las construcciones en curso, quisiera proponerle a este Congreso que los ex alumnos ayude­mos a establecer un coloquio, mediante el cual rescatemos a la sindéresis para el análisis de la política económica en el país, cuyas vacaciones ya tan prolongadas es hora de dar por terminadas.

Nuestro coloquio lindará por el norte con la incertidumbre racional, como principio del conocimiento y la lucha contra el error; limitará por el oriente con la reciprocidad lógica como principio del diálogo y el respeto por el otro; se acotará por el occidente con la indulgente simpatía, como mecanismo para combatir el sectarismo; se verá circunscrito por el sur por el repudio a la amargura, como manera de decir que no podemos perder el tiempo en pequeñas vanidades cuando tenemos tanto por construir; tendrá como nadir la gratitud y será su cenit la libertad.

Arquitecto constructor del límite norte será designado Edgar Morin, quien nos recordará que la verdadera racionalidad, abierta por naturaleza, dialoga con la realidad que se le resiste. "La racionalidad constructiva elabora teorías coherentes verificando el carácter lógico de la organización teórica, la compatibilidad entre las ideas que componen la teoría, el acuerdo entre sus afirmaciones y los elementos empíricos a los cuales se dedica. Esta racionalidad debe permanecer abierta a la discusión para evitar que se vuelva a encerrar en una doctrina y se convierta en racionalización."

Desde el límite del principio de la reciprocidad lógica Estanislao Zuleta nos recordará "no se puede respetar el pensamiento del otro cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra." Para renglón seguido recordarnos que "la difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos."

De la vigilancia del costado occidental de nuestro coloquio encargaremos a Carlo Cipolla, quien nos dirá que el humorismo entendido como profunda e indulgente simpatía humana "es el mejor remedio para disi­par tensiones, resolver situaciones que podrían resultar penosas y facilitar el trato y las relaciones humanas."

De la lucha contra la amargura, del siembro de la gratitud y de la defensa de la libertad académica nos encargaremos todos nosotros.

Desde este coloquio, con el concurso de otras Facultades de Economía, a cuyos profesores y estudiantes aquí hoy presentes queremos agradecer de manera especial, construiremos una comunidad académica que como quería Chucho Bejarano tenga paradigmas, tenga colegio, tenga canales de comunicación y tenga jerarquías.

Como he dicho será el nuestro un dialogo abierto, mediante el cual se sientan a todo gusto los predicadores y cultivadores de la sindéresis. Del cual no se vean excluidos el debate racional, ni la controversia inteligente, ni la duda, ni la incertidumbre.

Esa seguirá siendo la contribución de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional a la dignificación de la política. Ayudaremos como ha propuesto Gonzalo Sánchez a que los partidos tengan inteligencia y que la inteligencia pueda tomar partido. Ello nos legitimará en la ardua tarea de reconfigurar la nación y nos dará voz para condenar la violencia que hoy tanto nos agobia, cualquiera sea su manifestación, cualquiera sea su ropaje, cualquiera sean sus motivaciones reales o pretendidas.

Anoche recordó aquí Consuelo Corredor lo importante que es jalarle la pita a la realidad para que se acerque a la utopía. Dándole continuidad al temario de este Congreso y para seguir construyendo nuestras memorias, nuestro coloquio debería en el futuro inmediato darle cabida al análisis de la política macroeconómica, al examen del desarrollo rural en las áreas del conflicto armado y al análisis periódico de los avances de la teoría económica.

En concreto propongo que de manera periódica, sistemática y rigurosa en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional se analice el informe que dos veces al año la Junta Directiva del Banco de la República le presenta al Congreso Nacional. No se trata desde luego de sustituir a esa Institución como el órgano ante el cual la autoridad monetaria, cambiaria y crediticia está obligada a rendirle a la ciudadanía cuenta por su gestión. Se trata de complementar esa tarea haciéndola más reflexiva, más analítica, más profunda. Se trata de que la voz de la razón y la discrepan­cia analítica no se vean silenciadas por la apetencia del micrófono o por la concupiscencia del linotipo, como alguna vez dijo Gilberto Alzate. Aparte de ello este debate se constituirá en un referente obligado para que los profesores del área de la política macroeconómica mejoren la calidad de su docencia.

El otro campo de análisis sería la apertura de un debate sobre el papel que la sustitución de los cultivos ilícitos puede tener en el desarrollo rural de este país y la manera de integrar esas regiones en lo económico, en lo cultural y en lo social al resto de la sociedad colombiana.

El tercer campo de reflexión periódica se daría con ocasión de la realización de un seminario internacional, cada dos años, sobre los avances de la teoría económica.

Desde luego, con el tiempo los temas podrían variar. Acordémonos que el fin último del coloquio es aminorar los humos de la pasión y el rencor, desterrar la insolencia, y sustituir el debate irascible y el lenguaje altisonante por la controversia académica en su nicho natural, que es la Universidad.

Norberto Bobio ha dicho que cuando uno se hace viejo le importan más los afectos que los conceptos. Este Congreso no parece darle la razón. La Facultad de Economía de la Universidad Nacional con el paso de los años quiere renovarse en sus afectos para recrear sus conceptos. Aquí hay hoy una prueba viviente de ello. Este Congreso tiene como su Presidente Honorario a Raúl Alameda, un joven próximo a cumplir 76 años, a cuyo entusiasmo por la vida de la Facultad se debe en buena parte la organización de los tres anteriores Congresos de Ex alumnos y quien también ha puesto su concurso intelectual para la organización de este que ahora inicia sus deliberaciones.

Muchas gracias.


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