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Cuadernos de Economía

Print version ISSN 0121-4772On-line version ISSN 2248-4337

Cuad. Econ. vol.20 no.34 Bogotá Jan./June 2001

 

LA ECONOMÍA COMO DISCIPLINA Y COMO PROFESIÓN

Homero Cuevas*

* Profesor Emérito, Universidad Nacional de Colombia


INTRODUCCIÓN

Albert Berry fue uno de mis profesores hace más de treinta años. En ese momento, ya había dedicado un periodo importante de su vida a la investigación pura sobre la teoría del bienestar y era reconocido a nivel internacional como un destacado experto en desarrollo económico. Desde entonces, ha sabido acumular sabiduría tras cada instante, más allá de los límites del conocimiento convencional. Y la lleva bajo una gruesa capa de modestia, transformándola en lo que un poeta colombiano llamaría sus tesoros íntimos. Esto se trasluce en cada uno de los párrafos de su ponencia.1 En contraste, las proposiciones de quienes apenas hemos alcanzado los argumentos ordinarios lucen como un exhibicionismo de oropeles. De hecho, el ensayo de Berry es la crítica más seria y contundente que he conocido sobre los modelos de apertura y liberalización en países subdesarrollados, como Colombia. Por esto, no considero pertinente añadir observaciones al respecto.

De otro lado, al menos en la versión que me correspondió leer, el profesor Berry formula algunas reflexiones sobre el ejercicio de los economistas, que inspiraron las siguientes inquietudes, que considero conveniente compartir.

LA TEORÍA PURA

La teorización abstracta, sin un componente simultáneo de validación estadística, podría seguir constituyendo una actividad estratégica, debido por lo menos a las siguientes razones:

    a. La medición económica presupone una inversión significativa en elaboración conceptual y en su refinamiento, a medida que las posibilidades de aplicación se expanden.

    b. La investigación teórica puede considerarse como una condición necesaria aunque no suficiente para la investigación concreta.

    c. La consistencia y la influencia ideológicas constituyen apetecibles fuentes de poder.

    d. Puede transcurrir un largo periodo antes de disponer de la información empírica adecuada para validar todas las proposiciones teóricas relevantes.

Claro está, los desarrollos teóricos contemporáneos también lucen abrumadores con el peso de los adornos especulativos y los refinamientos de la formalización. Pero esto parece una condición general de las mercancías en la opulenta sociedad de consumo masivo. Para indicar la hora con precisión aceptable, bastaría un reloj de solamente cinco dólares, mientras los adornos añadidos pueden llegar a costar miles de veces ese valor, para no mencionar las publicaciones frívolas, la música exitosa, los espectáculos y el lujo desplegado en los centros comerciales. Quizá gustaría que la producción de los economistas no estuviese sujeta a las mismas leyes del mercado. Pero este es precisamente un problema que plantea una amplia discusión.

LAS MATEMÁTICAS

Walras y Debreu intentaron quebrar las ilusiones de quienes aspiraban a la respetabilidad entre los economistas siendo mitad matemáticos y las de quienes aspiraban a la respetabilidad entre los matemáticos siendo mitad economistas. El primero definió a la economía como una rama de las matemáticas. Y el segundo se mofó de la denominada economía matemática señalando su distinción con el éxito alcanzado por los matemáticos profesionales, dentro del mundo académico de la economía.

En medio de todo esto, y en cualquier caso, parece incuestionable la demanda por idoneidad. Por eso luce triste el espectáculo de una matemática del péndulo del siglo dieciocho, con la ingenua pretensión de poder demostrar la malevolencia inmanente de la política económica y la superioridad de las reglas sobre la discrecionalidad. Cuando se requieran las matemáticas, se deberían usar las mejores que estén a disposición, o sea, en forma idónea. Para eso, seria conveniente acelerar el arribo y la bienvenida de las matemáticas más poderosas para el análisis de los problemas del equilibrio económico, que desnudan la incompetencia de las ingenuidades lineales, a través de sus dinámicas no lineales, sus atractores y sus exponentes de Lyapunov.

LA ECONOMETRÍA

El profesor Currie sonreía al referir el siguiente chiste: cuando en física, los datos contradicen a la teoría, la teoría está mal. Cuando en econorrua, los datos contradicen a la teoría, los datos están mal. Y tardé años para sospechar que el humor estaba en creer que se trataba de un chiste. Vale la pena documentar esto con un caso.

Con unas fotografías de las estrellas, Hubble pudo refutar la teoría del universo de Einstein, considerado entonces como la maxima autondad en física. En cambio, cuando Leontief quizá el econometrista más destacado del siglo veinte, descubrió que los datos de Estados Unidos se contradecían con la teoría del comercio internacional, concluyó que los datos estaban mal. Y los cambió. También me parece haber leído en algún ensayo de Arrow su protesta ante la práctica de manipular las series hasta alcanzar las conclusiones previstas. Podrían existir, sin embargo, algunos bases para estas diferencias, pues las magnitudes agregad.as de capital, por ejemplo, no son como fotografías sobre diferentes posiciones de la Luna. En síntesis, la validación econométrica se encuentra limitada por la cantidad y calidad de la teorización sobre los conceptos observados.

Una segunda limitación es la insuficiencia, por lo menos durante un período importante, de información empírica adecuada. Por ejemplo, los investigadores del comercio internacional suelen verse forzados a utilizar matricess con una sola tecnología por producto ya suponer que la matriz de coeficientes técnicos de Estados Unidos es idéntica a la de cada país en el resto del mundo. De manera similar, los investigadores sobre ciclos económicos carecen de información adecuada para zanjar sus diferencias sobre la identidad y la importancia de una diversidad de choques exógenos.

Y una tercera limitación surge de los efectos de la condición ceteris paribus. Como en el caso de las matemáticas, deberíamos acelerar el arnbo y preparar la bienvenida de la econometría más poderosa e idónea, capaz de evaluar en forma objetiva el alcance relativo de sus propias contribuciones y de desnudar la incompetencia de toda superioridad levantada sobre bases injustificadas.

EL ANÁLISIS INSTITUCIONAL

Como el profesor Berry ha indicado, las falacias de composición siguen apareciendo en argumentaciones económicas sobre problemas estratégicos. Una adicional es la idea de que la mayor especialización de una institución, sin especializar simultáneamente a otras en las funciones abandonadas, constituye un mejoramiento del sistema institucional en su conjunto. De esta manera, podría juzgarse admirable la imitación del sistema monetario de un país de la Unión Europea sin reproducir y aun sin intentar la limitación del resto de su sistema institucional.

Pero, épor qué habrían de preocuparse los economistas de las funciones abandonadas, si no existiese una demanda efectiva para ello? Plantearse una pregunta así podría ser como mirarse en uno de los espejos de Borges, en el que el reflejo recíproco de las imágenes genera una sucesión sin solución definida. En todo caso, no parece usual que en forma explícita los economistas sigan el ejemplo de los psicoanalistas y se pongan en el diván antes de poner a otros, o apliquen el mismo análisis económico a su ejercicio de la economía. Si esto fuese posible, podrían surgir algunos problemas interesantes, como el del valor presente neto de unos benefi­ cios potencialmente obtenibles de una política, solo después de diez años de inversión en los sacrificios; o si se desea eludir eso, el de una tasa de descuento no aplicable a nivel intergeneracional, por razones de equidad, y caer entonces en el de esta última, colándose dentro del respetable ejercicio profesional; o el del estudio mismo de algunos bienes públicos, como bienes públicos adicionales.

El dramático algoritmo de los espejos podría permanecer sin solución, pero por lo menos estaríamos en capacidad de reconocer la existencia de ese problema.


NOTAS AL PIE

1 El au tor se refiere a la ponencia de Albert Berry en el Congreso de Economistas, incluida en este mismo número de Cuadernos de Economía (nota del editor).


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