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Cuadernos de Economía

Print version ISSN 0121-4772On-line version ISSN 2248-4337

Cuad. Econ. vol.28 no.51 Bogotá July/Dec. 2009

 

CRECIMIENTO, ECONÓMICO Y POBREZA EN URUGUAY (1991-2006)

Verónica Amarante*

Ivone Perazzo**

* Magíster en Economía, investigadora del Instituto de economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República Oriental del Uruguay. E-mail: vero@iecon.ccee.edu.uy. Dirección de correspondencia: Joaquín Requena 1375, Montevideo (Uruguay).

** Licenciada en Economía, investigadora del Instituto de economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República Oriental del Uruguay. E-mail: ivone@iecon.ccee.edu.uy. Dirección de correspondencia: Joaquín Requena 1375, Montevideo (Uruguay).

Este artículo fue recibido el 31 de octubre de 2008 y su publicación aprobada el 26 de junio de 2009.


Resumen

En este artículo se analiza la relación entre el crecimiento económico y la pobreza en el período 1991-2006 en Uruguay. La literatura acerca de los efectos del crecimiento sobre el bienestar de la población y específicamente sobre la población en situación de pobreza ha tenido una rápida expansión en los últimos años. En el artículo se revisan los distintos conceptos de crecimiento propobre y se presentan los resultados de la aplicación de distintas metodologías para la determinación de la relación entre crecimiento y pobreza en Uruguay en diferentes sub-periodos.

Palabras clave: pobreza, crecimiento económico, pro-pobre. JEL: I32, O15, O40.

Abstract

This article analyses the relation between economic growth and poverty in Uruguay, considering the period 1991-2006. The economic literature about poverty and growth has become very profuse during the last years. In this article, we summarize the concepts of pro-poor growth and the methodologies to address this topic. We then apply two well-known methods (growth incidence curves and poverty decompositions) to consider the link between poverty and economic growth in different sub-periods.

Key words: poverty, economic growth, pro-poor. JEL: I32, O15, O40.

Résumé

Dans cet article on analyse la relation entre la croissance économique et la pauvreté dans la période 1991-2006 en Uruguay. La littérature qui traite des effets de la croissance sur le bien-être de la population et spécifiquement sur la population en situation de pauvreté a eu une expansion rapide dans les dernières années. Dans l´article on examine les différents concepts de croissance pro-pauvre et on présente les résultats de l´application de méthodologies alternatives pour la détermination de la relation entre la croissance et la pauvreté en Uruguay pour des différentes sous-périodes.

Mot clés : pauvreté, croissance économique, pro-pauvre. JEL : I32, O15, O40.


La relación entre el crecimiento económico y la pobreza ha sido extensamente analizada en la literatura económica. Aunque las discusiones sobre la temática han sido y son profusas, se puede afirmar que existe un relativo consenso acerca de la necesidad de que exista crecimiento económico para lograr reducciones significativas de la pobreza. También resulta claro que la mera existencia de crecimiento no es garantía de avances en términos de reducción de la pobreza, ya que no es condición suficiente para garantizar este proceso. Entre otras cosas, es relevante el contexto de cada economía, aspectos como el acceso a servicios públicos, la acumulación de capital humano, la manera en la cual se distribuye el ingreso entre la población, entre otros. Este artículo se centra en el análisis de la relación entre crecimiento y pobreza, y el rol jugado por la desigualdad del ingreso en el caso uruguayo.

La década de 1990 fue un período de expansión sostenida de la economía uruguaya, cuya tasa de crecimiento promedio anual ascendió a 4,4% entre 1991 y 1998. Los indicadores de pobreza y desigualdad no siempre acompañaron este buen desempeño macroeconómico. En efecto, si bien la pobreza tuvo una tendencia decreciente desde el advenimiento de la democracia en 1985, la misma se revierte a partir de 1995, cuando comienza a aumentar. Esta tendencia creciente se profundizó a partir de 1999 con el comienzo de la recesión y posterior crisis económica que alcanzó su máximo en 2002. La recuperación económica de los últimos años ha tardado en reflejarse en los indicadores sociales, que han mostrado un fuerte rezago para acompasarse al crecimiento económico.

En este artículo se analiza la relación entre el crecimiento económico y la pobreza en el período 1991-2006 en Uruguay, prestando especial atención a la salida de la reciente crisis económica. La literatura acerca de los efectos del crecimiento (o la recesión) sobre el bienestar de la población, y específicamente de la población en situación de pobreza, ha tenido una rápida expansión en los últimos años. Se han elaborado distintas definiciones que intentan reflejar en qué medida el crecimiento logra aliviar la pobreza y se han diseñado diversas metodologías para su cuantificación.

En el artículo se revisan los distintos conceptos de crecimiento pro-pobre (sección I) y las metodologías para su estudio (sección II). Más adelante se describe la evolución de los principales indicadores macroeconómicos y sociales en el período de estudio (sección III). Los resultados de la aplicación de distintas metodologías para la determinación de la relación entre crecimiento y pobreza en diferentes sub-periodos se presentan en la sección IV. Finalmente, en la sección V se realizan algunos comentarios finales.

LA RELACIÓN ENTRE CRECIMIENTO Y POBREZA

Antes de considerar las distintas definiciones de crecimiento pro-pobre, resulta útil recordar la relación entre crecimiento económico, pobreza y desigualdad. Si se entiende como crecimiento económico el incremento del ingreso medio de los hogares, es claro que las tres variables se vinculan aritméticamente, como señala Bourguignon (2002)1. La reducción de la pobreza en un país en un determinado momento se determina completamente a través de la tasa de crecimiento del ingreso medio de la población y los cambios en la distribución del mismo. Si la distribución del ingreso no cambia, para reducir la tasa de pobreza es indispensable el crecimiento del ingreso medio. Pero podría darse el caso en que un país incrementara su ingreso medio y también sus niveles de pobreza, si tiene lugar simultáneamente un incremento en la desigualdad. La Gráfica 1 ilustra esta relación entre crecimiento económico, pobreza y distribución.

La incidencia de la pobreza está representada por el área debajo de la función de densidad, a la izquierda de la línea de pobreza (que en la gráfica se establece en 1 dólar por día). El movimiento desde la distribución inicial del ingreso hasta la distribución final implica una reducción de la pobreza. Este movimiento de la función de densidad original a la final puede descomponerse en dos efectos, introduciendo un paso intermedio, el cual consiste en una traslación hacia la derecha de la función de densidad original, manteniendo su forma exacta. Esta nueva curva intermedia indica que los ingresos de los individuos (expresados en logaritmos) presentaron el mismo incremento proporcional, por lo tanto solamente hubo un efecto crecimiento puro y no cambios en la distribución del ingreso.

El movimiento desde esta curva intermedia hacia la final (ambas con el mismo ingreso medio) muestra el efecto distribución. En este caso, tanto el crecimiento de los ingresos en promedio, como su distribución, contribuyen a la reducción de la pobreza. En efecto, si todos los ingresos hubieran cambiado en la misma proporción (pasaje de la curva inicial a la intermedia), la incidencia de la pobreza hubiera sido superior a la que finalmente prevaleció. Cabe señalar que la relación entre crecimiento económico, pobreza y desigualdad también ha sido abordada con un enfoque macroeconómico, que busca señalar los impactos negativos potenciales de la desigualdad sobre el crecimiento económico. Revisiones sobre esta literatura pueden encontrarse en Benabou (1996) y Barro (2000).

La relación entre crecimiento y pobreza está mediada entonces por lo que suceda con la desigualdad. Las distintas definiciones sobre crecimiento pro-pobre van a diferir, como se verá más adelante, en el papel que asignan a los aspectos distributivos. En la medida en que las recomendaciones de política económica van a depender de lo que se entiende por crecimiento económico a favor de los pobres, la definición adoptada resulta relevante. Dentro de la literatura reciente sobre esta temática, se han difundido dos conceptos o definiciones de crecimiento pro-pobre y se han desarrollado distintas medidas que intentan captar si los procesos de crecimiento favorecen a la población en situación de pobreza.

El concepto de crecimiento pro-pobre diferirá si se entiende a la pobreza como un concepto absoluto o relativo. En el primer caso, se dirá que el crecimiento fue favorable a los pobres cuando la pobreza disminuye en el proceso de crecimiento, sin tener en cuenta lo que suceda con la desigualdad del ingreso. Este concepto absoluto de crecimiento pro-pobre, solamente establece como requisito que los pobres mejoren su situación como consecuencia de la estrategia de crecimiento (Datt y Ravallion, 1992; Ravallion y Chen, 2003; Kraay, 2003; Ravallion, 2004).

Si bien el planteamiento inicial del tema se encuentra en un artículo de Datt y Ravallion (1992) realizado al comienzo de la década de 1990, el disparador del debate sobre el tema es el trabajo de Dollar y Kraay (2000) que, con base en estimaciones econométricas con datos de panel para una serie de países, concluyó que los pobres se benefician en una proporción similar que el resto de la economía del crecimiento económico. Este trabajo ha recibido fuertes críticas y se han interpretado sus conclusiones, o las implicaciones de sus conclusiones, de manera forzada o errónea (véase Warr, 2005).

Bajo la segunda concepción de crecimiento pro-pobre en términos relativos, se establece que el crecimiento favorece a la población en situación de pobreza si la misma se beneficia más que los ricos del crecimiento (Klasen, 2004; Kakwani y Pernia, 2000; McCulloch y Baulch, 1999; Kakwani y Son, 2003). En este caso es necesario que durante el proceso de crecimiento económico se produzcan cambios redistributivos favorables a la población más pobre.

Se considera entonces que el crecimiento es pro-pobre si la disminución de la pobreza es mayor que la que hubiera existido si los ingresos de toda la población hubieran aumentado a la misma tasa. Bajo esta óptica, el proceso de crecimiento pro-pobre implica necesariamente un descenso en la desigualdad, ya que si los ingresos de los más pobres aumentan más que el promedio, se presume que la desigualdad debe reducirse2. Los defensores de esta visión argumentan que el proceso de crecimiento en general beneficia a la población en situación de pobreza en alguna medida, y por tanto, lo que es relevante es ver la magnitud de dicho beneficio. Requerir solamente un beneficio en términos absolutos implicaría ser poco exigente acerca de las características del proceso de crecimiento.

Como se adelantó, en la medida que ambas concepciones difieren en el énfasis otorgado al papel de la redistribución, tendrán distintas implicaciones en términos de las políticas de crecimiento recomendables para lograr una reducción de la pobreza. En el caso del concepto absoluto, el objetivo de las políticas debería ser lograr la mayor caída posible de la pobreza. Los defensores de esta concepción resaltan que los procesos de crecimiento suelen ser neutros en términos re-distributivos, y por lo tanto lo relevante es analizar la variación en el ingreso de la población en situación de pobreza (Ravallion, 2004).

En el caso del concepto relativo, el foco está puesto en la desigualdad. En principio podría parecer que esta definición es más estricta, ya que requiere que se reduzca tanto la pobreza como la desigualdad para que un proceso de crecimiento se califique como pro-pobre. Sin embargo, distintos autores han señalado que esta definición presenta la limitación de ignorar el desempeño económico general, y por tanto, bajo esta concepción se puede preferir una situación en la cual la tasa de crecimiento de los ingresos de los pobres sea menor que en otra hipotética, solamente porque en el primer caso se reduce la desigualdad. Hay un aspecto importante que subyace a esta discusión sobre crecimiento y pobreza, y es si la reducción de la desigualdad es valorada como un fin en sí mismo o como un medio de conseguir una mayor reducción de la pobreza. Cabe señalar por último, que el crecimiento que resulta más efectivo para reducir la pobreza no necesariamente es el más eficiente para reducir la desigualdad.

METODOLOGÍAS PARA EL ANÁLISIS DE LA RELACIÓN ENTRE CRECIMIENTO Y POBREZA

Siguiendo a Grimm y Gunther (2007), las metodologías para el análisis del crecimiento pro-pobreza pueden dividirse en dos categorías: las descomposiciones de pobreza y las descomposiciones de crecimiento. La primera corresponde a métodos que permiten vincular los cambios en la incidencia de la pobreza con la variación en el ingreso promedio (efecto crecimiento) y en la distribución del ingreso (efecto desigualdad). Esta metodología fue originalmente propuesta por Datt y Ravallion (1992) y formulaciones más recientes de estos métodos incluyen las propuestas de McCulloch y Baulch (2000), Kakwani (2000) y Kakwani y Pernia (2000). Estos métodos más recientes proveen un índice que permite realizar comparaciones de distintos episodios de crecimiento con el objetivo de determinar en qué medida fueron pro-pobres. Una de las limitaciones que presentan es que suelen ser sensibles a las líneas de pobreza escogidas, así como al nivel inicial de desigualdad y de ingreso.

Por otro lado, las descomposiciones de crecimiento consideran los cambios en el ingreso a lo largo de toda la distribución, con el objetivo de analizar qué segmentos de la distribución del ingreso se beneficiaron más del proceso. Dentro de este grupo se cuentan las metodologías propuestas por Klasen (1994), Chen y Ravallion (2001) y Son (2003). La ventaja de estos métodos es que no es necesario especificar una línea de pobreza, aunque en muchos casos estas mediciones no permiten concluir si un episodio de crecimiento ha sido más pro-pobre que otro.

Algunas de estas metodologías han sido creadas con base en una concepción absoluta o relativa de pobreza, mientras que otras permiten evaluar si el proceso de crecimiento ha sido pro-pobre o no en función de las dos concepciones. A modo de ejemplo, si la descomposición de Datt y Ravallion (1992) indica que el efecto crecimiento contribuyó a la reducción de la pobreza, con base en una concepción absoluta de crecimiento pro-pobre, esta sola información permite clasificar a ese período como de crecimiento propobre; pero con base en una concepción relativa de crecimiento pro-pobre, será necesario que el componente distributivo contribuya a una reducción de la pobreza para que el crecimiento sea considerado pro-pobre. A con tinuación se presentan con mayor detalle los métodos utilizados en este trabajo.

Descomposición de los cambios en la pobreza en efectos crecimiento y distribución

Datt y Ravallion (1992) propusieron una descomposición de los cambios en la pobreza en efecto ingreso y efecto distribución. El efecto crecimiento se computa como el cambio que se hubiera dado en la pobreza si el ingreso medio (µ) hubiese variado y la desigualdad hubiese permanecido constante, dado un umbral de pobreza (z). El efecto distribución es el cambio que se hubiera dado en la pobreza si sólo hubiese cambiado la distribución (L) y el ingreso medio no hubiese variado, dado un umbral de pobreza.

De la descomposición surge un residuo (R) que, en general, resulta ser no despreciable. Este cambio en la pobreza no explicado surge porque el cambio total no es aditivamente separable en µ y L. De esta manera, es posible verificar si la tasa de reducción de la pobreza en un período de crecimiento es mayor o menor de lo esperado si no hubieran existido cambios distributivos.

En función de lo anterior, el cambio en el nivel de pobreza entre el período t y el período t + 1 puede ser expresado como:

[1]

Donde el primer componente corresponde al efecto crecimiento, el segundo al efecto distribución y el tercero al efecto residual.

Esta descomposición requiere que la línea de pobreza se mantenga constante en el tiempo en términos reales. Por ende, para que la descomposición resulte consistente, la tasa de inflación que subyace en la línea de pobreza debería ser similar a la tasa de inflación utilizada para actualizar el valor de los ingresos. Pero en el caso de Uruguay, mientras que los ingresos reales se calculan deflactando por el IPC (Índice de Precios al Consumidor), la variación del valor de la línea de pobreza se actualiza con otros índices3. En este aspecto radica una de las principales críticas que se han realizado a esta descomposición, ya que no toma en cuenta las tasas de inflación diferenciales para los distintos hogares.

Para solucionar este aspecto, se ha propuesto modificar la descomposición original de Datt y Ravallion (1992), agregando un componente de precios, que corresponde al cambio en la incidencia de la pobreza que es explicado por la diferencia entre las tasas de inflación de la línea de pobreza y de los precios al consumo, es decir por las diferencias en la evolución de los precios de los bienes consumidos por los hogares pobres y los precios de los bienes consumidos por los hogares promedio (Grimm y Gunther, 2007). De esta forma, la descomposición de la variación de la pobreza entre t y t + 1 consiste en tres términos:

[2]

El tercer componente representa el cambio en la pobreza que se explica por las variaciones en los precios relativos. Para calcularlo, la línea de pobreza en el período t + 1 se obtiene incrementando zt por la relación entre la inflación de la línea de pobreza y la de la canasta media de consumo. En esta nueva descomposición, el primer término, que refleja el efecto crecimiento, debe interpretarse de otra manera, ya que corresponde al cambio en la pobreza que ocurriría si la distribución se hubiera mantenido constante y si los precios de los bienes consumidos por la población en situación de pobreza hubieran evolucionado igual que los precios al consumo promedio.

En este trabajo se realiza la descomposición de Datt y Ravallion (1992) incorporando el efecto de los precios, tal como sugieren Grimm y Gunther (2007). Esta descomposición tiene la desventaja de que hay un remanente que permanece en el residuo y no es posible asignarlo a ninguno de los componentes. Si bien se han propuesto distintas alternativas para eliminar el residuo (Kakwani, 2000 y Kakwani y Pernia, 2003), las mismas se basan en criterios arbitrarios4. Por esta razón, en el presente trabajo se opta por la estimación original que tiene la virtud de explicitar el componente que no se puede asignar a los efectos considerados.

Curvas de incidencia del crecimiento

Siguiendo a Chen y Ravallion (2001), las metodologías de descomposición de la variación de la pobreza pueden clasificar un período de crecimiento como pro-pobre, aun si no ha existido una ganancia absoluta para los pobres, y lo que es lo mismo, se puede concluir que un período de crecimiento es favorable a los ricos, aun cuando haya importantes ganancias absolutas para los individuos en situación de pobreza. Con base en esta crítica, los autores proponen aplicar un método más directo, que consiste en considerar las tasas de crecimiento de los ingresos de los individuos en situación de pobreza. Partiendo de la curva de Pen (1971), que consiste en la comparación de los ingresos medios a lo largo de la distribución, proponen analizar la tasa de crecimiento del ingreso de los diferentes cuantiles para determinar si el crecimiento fue pro-pobre. Definen la curva de incidencia del crecimiento, denominada GIC (Growth incidence curve), como:

[3]

Donde yt(p) corresponde al ingreso del cuantil p.

Cuando L(p) es la curva de Lorenz, µt es la media y yt(0, 5) es la mediana, haciendo variar p entre 0 y 1 se obtiene una versión de la metodología de Pen. Comparando los ingresos del cuantil p en dos momentos del tiempo se obtiene:

[4]

Dejando que p varíe entre 0 y 1, gt(p) describe lo que se denomina curva de incidencia del crecimiento sobre la pobreza que puede ser escrita como:

[5]

Donde γt = (µt / µt - 1)-1. Si gt (p) es decreciente con p entonces la inequidad cae siempre, para toda medida de inequidad que satisfaga el principio de Pigou-Dalton. En ese caso, el período puede caracterizarse como propobre en términos relativos. Si gt (p) es mayor que 0 para todo p, existe una dominancia de primer orden de la distribución de t sobre la de t - 1, indicando una reducción de la pobreza sin importar donde se establezca la línea o que índice se utilice. De esta manera, el período puede caracterizar se como pro-pobre en términos absolutos5. La práctica habitual consiste en calcular las curvas de los ingresos reales deflactados por el IPC6.

Las metodologías reseñadas proponen entonces maneras concretas de clasificar los períodos de crecimiento (o recesión) económica en función del impacto que han tenido sobre la situación de las personas pobres. Se podría decir entonces que en el plano de la medición del grado de pro-pobreza se ha avanzado y son múltiples los métodos propuestos. Sin embargo, también son muchas las limitaciones que pueden señalarse. Por un lado, resulta claro que no es suficiente lo que aportan a la discusión sobre la relación entre crecimiento y pobreza, que abarca múltiples aspectos. En particular, es poco el aporte de estos métodos para comprender mejor cómo se logra este crecimiento y cuáles son las políticas más eficaces si el objetivo es reducir la pobreza. Además, se ha señalado que estas mediciones se centran en el aspecto monetario de la pobreza. Esto constituye una importante limitación, ya que no se obtiene información sobre la evolución de las distintas dimensiones del bienestar de los individuos.

Por lo antes mencionado, muchas veces las conclusiones que se derivan de este tipo de análisis son apresuradas. A modo de ejemplo, si el crecimiento en un determinado período resulta sesgado contra los pobres, esto no implica necesariamente que las políticas aplicadas en ese período lo hayan sido; es posible que esas intervenciones permitieran reducir el sesgo anti pobreza del proceso de crecimiento. Sin embargo, muchas veces las conclusiones de este tipo de análisis se interpretan de manera errónea.

En el presente artículo se estiman las curvas de incidencia del crecimiento para los períodos analizados siguiendo a Chen y Ravallion (2001).

CRECIMIENTO, INGRESOS, DESIGUALDAD Y POBREZA

Uruguay se ha situado históricamente entre los países latinoamericanos que presentan menores niveles de desigualdad y de incidencia de la pobreza.

No obstante, en un amplio conjunto de trabajos se evidencia que la pobreza descendió ininterrumpidamente entre 1985 y 1994, y a partir de allí la tendencia se revierte (Melgar y Vigorito, 2000; Amarante, 2002; Vigorito, 2003; Bucheli y Furtado, 2004; PNUD, 2005; entre otros). En efecto, en 1995 la proporción de hogares pobres comenzó a incrementarse, aunque levemente. Este aumento se acelera a partir de 1999 cuando se inicia la recesión económica. A su vez, el desencadenamiento de la crisis económica llevó a un aumento del desempleo nunca antes registrado y a una abrupta caída del ingreso de los hogares. La recuperación económica, que comenzó a mediados de 2003, no tuvo impactos significativos sobre los ingresos de los hogares hasta 2005, año en que también se detecta una reducción de la pobreza (Gráfica 2).

El análisis de la evolución del PIB y la pobreza muestra su relación simétrica en el período considerado. El PIB y el ingreso de los hogares evolucionan en forma similar, aunque no totalmente acompasados. La desigualdad del ingreso, por otro lado, presenta una tendencia creciente en todo el período, que obedeció fundamentalmente a lo acontecido luego de la mitad de la década (Gráfica 3)7.

Como se señaló, la aplicación de las metodologías reseñadas en la sección anterior implica trabajar con microdatos provenientes de las encuestas de hogares. De esta manera, los ingresos de los hogares que surgen de estas encuestas son utilizados como proxy del PIB, ya que no existe otra forma de asociar el crecimiento del mismo con su impacto sobre cada hogar o individuo en términos de pobreza. Por ende, en este punto hay un aspecto sobre el que vale la pena detenerse: la relación entre el ingreso de los hogares y el PIB. Puede suceder que la evolución y nivel del PIB y del ingreso de los hogares sea divergente, tanto porque ambas variables son conceptualmente diferentes, como por la existencia de problemas estadísticos.

En el caso de Uruguay, si se compara la evolución del PIB, que surge de las estadísticas de cuentas nacionales y la del ingreso per cápita de los hogares se distinguen cuatro períodos. Entre 1991 y 1994, tanto el ingreso como el producto presentan una tendencia creciente, que es levemente más pronunciada para el ingreso. En 1995 caen ambas variables, pero a partir de allí y hasta 1998 el PIB se incrementa mientras que los ingresos de los hogares continúan cayendo. Desde 1998, cuando comienza la recesión, tanto el PIB como el ingreso de los hogares caen sostenidamente, aunque la caída en el ingreso es más pronunciada. Por último, el PIB se recupera rápidamente desde 2003, superando en 2006 el nivel previo a la crisis, al tiempo que los ingresos de los hogares, que no han recuperado aún el nivel previo a la crisis, muestran señales de recuperación a partir de 2004 (Gráficas 2 y 3).

Por lo tanto, si bien las diferencias entre ambas variables no son sustanciales, cabe preguntarse cuáles son las fuentes de disparidad. Un primer paso es considerar las diferencias entre el PIB y el Ingreso Nacional Disponible de la economía, ambas variable relevadas por el BCU (Banco Central del Uruguay) bajo el sistema integrado de información de cuentas nacionales. El PIB refleja el valor de la producción final de bienes de una economía y es equivalente por tanto al YBI (ingreso bruto interno), éste se refiere solamente a lo generado dentro de las fronteras de la economía y por tanto constituye una aproximación limitada a los recursos disponibles en la misma.

Es necesario agregar el resultado neto de las rentas de la propiedad percibidas desde el exterior por los agentes residentes y deducir las rentas de la propiedad pagadas por el país a los agentes externos, así como otro tipo de ingresos sin contrapartida (transferencias corrientes), para acercarse a la variable que se conoce en el sistema de cuentas nacionales como YNDB (ingreso nacional disponible bruto). Este YNDB es el ingreso percibido por todos los agentes residentes de la economía, hogares, gobierno, sociedades públicas y privadas. Mas allá de las diferencias entre estas variables, la relación entre el YNDB y el PIB per cápita en pesos constantes como en valores corrientes muestra una evolución similar en el período analizado (Gráfica 4).

Por lo tanto, la diferencia observada entre la evolución del PIB y el ingreso per cápita de los hogares obedece a la divergencia entre el YNDB de toda la economía y el ingreso de los hogares que surge de la ECH (encuesta continua de hogares). Teniendo en cuenta que el YNDB comprende el ingreso de todos los agentes económicos, incluido el disponible para los hogares, las diferencias entre ambas variables deberían explicarse por la diferente evolución del ingreso de los demás sectores institucionales con respecto al de los hogares al interior del período analizado. Lamentablemente el BCU no publica estimaciones del ingreso desagregado por agentes institucionales, por lo que no puede realizarse la comparación entre ambos agregados.

¿FUE EL CRECIMIENTO FAVORABLE PARA LOS POBRES?

En esta sección se presentan los resultados que surgen de la aplicación de la descomposición de la variación de la tasa de pobreza y de las curvas GIC para el caso uruguayo. Se consideran los siguientes períodos: 1991-1994, 1994-1998, 1998-2003 y 2003-2006, los cuales coinciden con la evolución diferencial de la pobreza: en el primero de ellos la pobreza cae, en el segundo comienza una leve tendencia creciente, que se agudiza marcadamente en el tercer período, para revertirse en el cuarto.

Descomposición de la variación de pobreza

Para realizar la descomposición de la variación de la tasa de pobreza se optó por utilizar la metodología propuesta por Grimm y Gunther (2007) señalada en la sección III, que aísla el efecto de los precios. En el caso uruguayo este efecto puede ser significativo, ya que la medición de la incidencia de la pobreza se realiza con una línea absoluta cuyos valores no se actualizan con el IPC.

En rigor, existen dos alternativas para actualizar la línea de pobreza en Uruguay Hasta 2002, los análisis de la evolución de la pobreza se basaban en la línea de pobreza absoluta calculada por el INE (Instituto Nacional de Estadística) en el marco de la Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares de 1994-1995 (INE/CEPAL, 1997). En esa oportunidad, se recomendó actualizar la línea de pobreza a partir de un índice de precios específico para los hogares de menores ingresos y los ponderadores de éste surgían de la canasta de consumo sobre la cual se elaboró la línea de pobreza (se denominará a esta línea de pobreza LP 1997).

A fines de 2002, el INE elabora una nueva línea de pobreza, basada en la misma Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares, pero introduciendo modificaciones metodológicas con respecto a la LP 1997. Entre estas variaciones se encuentra la actualización de la línea de pobreza utilizando el IPAB (índice de precios de alimentos y bebidas). En Amarante et al. (2003) se analizan en detalle estos cambios metodológicos y sus efectos sobre la medición de la pobreza. Los resultados indican que la medición de la pobreza es altamente sensible al deflactor escogido. Las divergencias entre la evolución del precio de los alimentos y del resto de los bienes y servicios influyen en la estimación de la línea de pobreza para los distintos años y por tanto, también sobre la evolución de su incidencia.

En el período considerado, el IPC presentó un incremento mayor que el índice de precios específico de la línea de pobreza (que difiere entre Montevideo e Interior ya que las canastas de consumo son distintas), y éste a su vez aumentó más que el IPAB (Gráfica 5). Estas evoluciones de precios divergentes indican que el efecto precio en la descomposición de la tasa de pobreza puede ser relevante, y que a su vez será mayor cuando se considera la LP 2002 que cuando se utiliza la LP 1997.

En el período 1991-1994 se produce una caída de más de ocho puntos porcentuales en la incidencia de la pobreza (Cuadro 1). El efecto crecimiento indica que si la distribución se hubiera mantenido constante y los precios de los bienes consumidos por la población pobre hubieran evolucionado igual que el IPC, la pobreza hubiera caído entre seis y siete puntos porcentuales por efecto del crecimiento de los ingresos de los hogares. A su vez, dado que los precios de los bienes consumidos por la población pobre evolucionaron por debajo del IPC, hay un efecto precios favorable.

Cuando se asume que el IPAB refleja los precios de los bienes consumidos por los pobres (es decir bajo la LP 2002 que se actualiza con este índice), el efecto favorable de los precios es de más de cuatro puntos porcentuales. Al utilizar la LP 1997, que considera el índice de precios específico de la canasta de consumo de la población pobre, el efecto precio es aún mayor. El efecto distribución mientras tanto tiene un impacto negativo en la pobreza, es decir que si la distribución del ingreso se hubiera mantenido igual a la prevaleciente al principio del período, la pobreza se hubiera reducido aún más. Los cambios en la distribución del ingreso impidieron que la pobreza se redujera en aproximadamente un punto porcentual adicional en el período.

En resumen, entre 1991 y 1994 la caída en la incidencia de la pobreza se explica por efecto del crecimiento y de cambios en los precios relativos, mientras que la forma en que se distribuyeron los ingresos tuvo un efecto contrario, aunque de magnitud relativamente pequeña. Este período sólo puede ser considerado pro-pobre desde una perspectiva absoluta.

En el período 1994-1998 se revierte la tendencia decreciente de la incidencia de la pobreza y la misma aumenta entre 1, 6 y 4, 4 puntos porcentuales dependiendo del umbral de pobreza utilizado para su medición (Cuadro 2). Tanto el efecto crecimiento como el efecto distribución contribuyeron a este incremento en la incidencia de la pobreza. El menor aumento que se verifica bajo la LP 2002 obedece al efecto positivo de los precios cuando se considera este umbral, el cual se revierte al considerar la LP 1997. Esto obedece a que en este período, los precios de alimentos y bebidas evolucionaron por debajo de los precios que componen la canasta de bienes de la línea de pobreza. De esta manera, el umbral construido actualizando por IPAB (es decir la LP 2002), resulta considerablemente menor y lo mismo ocurre con el aumento de la pobreza. Esto evidencia la importancia del mecanismo de actualización de los umbrales de pobreza en períodos de variación de precios relativos. El período es desfavorable para los pobres tanto desde una perspectiva absoluta como relativa.

En el tercer sub-período considerado, 1998-2003, la incidencia de la pobreza se incrementó fuertemente, pasando de 16,7% a 30,8% (cuando se utiliza la LP 2002) (Cuadro 3). Ese incremento se explica casi totalmente por el efecto crecimiento, es decir por la variación del los ingresos reales, bajo el supuesto de que se mantiene constante la distribución y los precios relativos de los consumos de pobres y no pobres. El efecto precios es muy reducido en este período, ya que las variaciones del IPC, el IPAB y el índice de precios específico de la línea de pobreza son similares. El efecto distribución tiene signos contrarios según la línea de pobreza utilizada, pero su impacto es de pequeña magnitud, especialmente si se considera la variación porcentual de la pobreza. Por lo tanto, el efecto fundamental que explica el aumento de la pobreza en el período es la caída del ingreso. Este período puede ser considerado como desfavorable a los pobres bajo la perspectiva absoluta y neutral desde una perspectiva relativa.

El cuarto sub-período considerado es 2003-2006, es decir, la etapa reciente de crecimiento económico. La incidencia de la pobreza cae más de cinco puntos porcentuales si se cuantifica con la LP 2002 (Cuadro 4). En este caso, el efecto crecimiento es el dominante; el aumento de los ingresos explica la caída de la incidencia de la pobreza casi en su totalidad. Hay un efecto precios positivo, pero de magnitud muy pequeña, y un efecto distribución también positivo y de magnitud aún más pequeña. El primero implicó una tendencia al aumento de la pobreza, que es algo mayor si se utiliza la LP 2002, ya que el IPAB creció algo más que el índice específico de la LP 1997 y a su vez ambos colectivos de precios se acrecentaron levemente por encima del IPC. El efecto distribución tiene una magnitud muy reducida y opera empujando al alza la pobreza, aunque no llega a un punto porcentual. En otras palabras, este período puede definirse como de crecimiento pro-pobre desde una perspectiva absoluta, pero en términos relativos sería anti-pobre, o a lo sumo considerando la pequeña magnitud del efecto distribución, neutral.

Finalmente, si se considera todo el período, la pobreza presenta un incremento que oscila entre 2 y 5 puntos porcentuales, según la línea de pobreza utilizada. El efecto crecimiento y en mayor medida el efecto distribución, explican ese incremento de la pobreza. La variación de los precios relativos que operó en todo el período a favor de la población pobre (bajo el supuesto de que el IPAB o el índice específico de la línea de pobreza reflejan mejor sus consumos que el IPC), impidió que el aumento de la pobreza fuera superior. Con la LP 2002 la magnitud de la disminución de la pobreza por efecto precios es mayor, ya que el IPAB se incrementó menos en todo el período que el índice específico de la LP 1997. El período considerado en su conjunto es claramente anti-pobre y coinciden en ello las dos perspectivas analizadas (absoluta y relativa).

Como se observa en el Cuadro 5, el efecto distribución supera en magnitud al efecto crecimiento. Aquí cabe realizar dos consideraciones: en primer lugar el método no es aditivamente descomponible; en segundo lugar, las fluctuaciones del ingreso podrían tener un impacto mayor en períodos más cortos y los cambios en la distribución del ingreso, si bien más lentos y moderados, tienen impactos mayores a largo plazo.

Descomposición del crecimiento

En esta sección se obtienen las curvas de incidencia del crecimiento (GIC) para los períodos analizados siguiendo a Chen y Ravallion (2001).

El lapso 1991-1994 fue un período de crecimiento de los ingresos medios de los hogares y de fuerte reducción de la pobreza. El crecimiento del ingreso promedio fue 5%, mientras que los ingresos del 20% más pobre crecieron 3,7%8. La curva de incidencia del crecimiento, que muestra la variación del ingreso de los hogares por percentiles, es creciente a lo largo de la distribución del ingreso, evidenciando claramente el sesgo anti-pobreza del crecimiento en términos relativos (Gráfica 6). La curva de variación del ingreso está por debajo de cero para la parte baja de la distribución; por lo tanto, este período no podría considerarse pro-pobre desde una perspectiva absoluta ni relativa, si se aplica un criterio estricto.

Entre 1994 y 1996 el ingreso promedio de la población cayó casi 5%, mientras que el del 20% más pobre experimentó un decrecimiento superior a 11% (Gráfica 7). Nuevamente, la curva de incidencia del crecimiento muestra un patrón creciente por percentiles (aunque recién en el tramo superior la variación del ingreso se vuelve positiva) (Gráfica 7). El período es desfavorable para los pobres tanto desde una perspectiva absoluta como relativa.

Entre 1998 y 2003 los ingresos medios cayeron fuertemente (1, 97% anual) al tiempo que la pobreza creció en forma marcada (más de 14 puntos porcentuales). Los ingresos de los más pobres se redujeron en una proporción similar a la media (1, 96%). Por tanto, el período recesivo fue claramente anti-pobre desde una visión absoluta. El análisis acerca de los resultados sobre la distribución del ingreso, en cambio, resulta ambiguo en este período. Esto se debe a que la tasa de caída de los ingresos no es monótonamente decreciente. Los ingresos medios caen más que los ingresos de los más ricos. Particularmente el índice de Gini, que pondera más fuertemente a los percentiles que se encuentran en la media de la distribución, indica que la distribución del ingreso empeoró en el período (se incrementó 1, 1 puntos porcentuales) (Gráfica 8).

Finalmente, la recuperación económica y de los ingresos entre 2003 y 2006 trajo aparejada una caída en la incidencia de la pobreza. Los ingresos de la población en los distintos tramos de la distribución se incrementaron en el período, la curva está siempre por encima de cero.

Sin embargo, el crecimiento de los ingresos del 20% más pobre de la población estuvo levemente por debajo del aumento los ingresos medios, aunque el índice de Gini permaneció prácticamente constante. Esta fase solo puede considerarse pro-pobre desde una perspectiva absoluta (Gráfica 9).

Cuando se considera todo el período bajo análisis, en el que coexisten un sub-período de contracción del ingreso y dos de crecimiento, el saldo fue negativo bajo las dos ópticas consideradas, dado que aumenta la pobreza y los ingresos de los más pobres son los más afectados (Gráfica 10).

A su vez, es interesante notar que no existe ningún sub-período que pueda ser considerado pro-pobre bajo los dos criterios de análisis. En efecto, en aquellos períodos donde la pobreza se reduce a causa de un incremento de los ingresos, los ingresos de los más pobres crecen en igual medida o por debajo de los ingresos medios. Si bien el crecimiento económico contribuyó a reducir la pobreza, la población más pobre no fue la más beneficiada por los frutos de dicho crecimiento.

REFLEXIONES FINALES

El crecimiento económico que ha tenido lugar en Uruguay en los últimos quince años, que ha implicado un aumento del PIB de 2,5% anual en promedio entre 1991 y 2006, no ha sido favorable a las personas de menores ingresos. El sesgo anti-pobreza del crecimiento en el período considerado globalmente se detecta con ambas perspectivas (absoluta y relativa). A pesar del crecimiento económico, la incidencia de la pobreza aumenta y también la desigualdad del ingreso (Cuadro 6).

Al descomponer la globalidad de esta fase en sub-períodos, se evidencia que en ningún caso las variaciones del ingreso han sido favorables a los pobres en términos relativos. Esto es más claro en los períodos de crecimiento, que se producen conjuntamente con empeoramientos en la distribución del ingreso y por lo tanto resultan anti-pobre con una perspectiva relativa, aunque sean pro-pobres en términos absolutos (1991-1994 y 2003-2006). Durante la crisis económica, que es claramente anti-pobre desde el enfoque absoluto, los efectos distributivos son de pequeña magnitud, por lo que el criterio relativo resulta ambiguo.

No deben perderse de vista las limitaciones de este análisis. El crecimiento económico puede tener un efecto mayor o menor en la reducción de la pobreza, dependiendo de las condiciones iniciales y de la naturaleza del proceso de crecimiento. En Uruguay resulta claro que no se han logrado mejoras en términos distributivos, ni en los períodos de crecimiento ni en los de crisis y esto ha implicado una barrera en los logros en términos de reducción de la pobreza. El modelo de crecimiento de las últimas décadas produjo una tendencia desigualitaria y las políticas distributivas no han tenido un rol importante para contribuir a la reducción de la pobreza.

NOTAS AL PIE

1 El crecimiento económico tradicionalmente se mide a través de la variación del PIB. La relación entre el PIB y el ingreso de los hogares se analiza con mayor detalle en la sección III.

2 Esta presunción se verifica en la mayoría de los casos, sin embargo, en teoría podría suceder que los ingresos de la parte media de la distribución diminuyeran de manera marcada, y la desigualdad aumentara, aún en una situación donde el ingreso de los más pobres crece más que el promedio.

3 En el apartado siguiente se explican con mayor detalle los mecanismos alternativos de actualización de la línea de pobreza en Uruguay.

4 Por ejemplo, la metodología propuesta por Kakwani en el año 2000 para eliminar el residuo consiste en tomar como punto de comparación el promedio del efecto crecimiento valuado en la distribución del ingreso al inicio y al final. Bajo esta última metodología de análisis el residuo puede ser interpretado como la diferencia entre el efecto crecimiento (distribución) evaluado en la distribución (media de ingresos) final e inicial, respectivamente. De esta forma, si la media de ingresos o la distribución no cambian durante el período de descomposición, el residuo se desvanece. Esta solución implica una distribución arbitraria del componente residual, que se reparte entre el efecto crecimiento y el efecto distribución.

5 Los autores proponen también una medida de crecimiento pro-pobre, que denominan PPG (Pro Poor Growth), que surge de la integración de la GIC hasta el punto de la distribución que equivale a la incidencia de la pobreza. Este indicador no será utilizado en este trabajo.

6 Al igual que en el caso de la descomposición de pobreza, si la inflación que enfrentan los hogares es diferencial por estratos de ingresos, esta forma de deflactar los ingresos podría no ser la más adecuada. Grimm y Gunther (2007) señalan que se deberían deflactar los ingresos utilizando el índice de precios al consumo específico que corresponde a cada percentil, de acuerdo con su canasta de consumo.

7 Los distintos indicadores de desigualdad del ingreso muestran evoluciones similares. El índice de Atkinson, por ejemplo, toma el valor de 0,25 en 1991, 0,26 en 1995 y se eleva a 0,29 en 2006.

8 La variación del ingreso del 20% más pobre se presenta con fines informativos. Este indicador puede interpretarse como el indicador PPG mencionado en la sección metodológica, pero no se le dará aquí esta interpretación.


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