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Innovar

versão impressa ISSN 0121-5051

Innovar vol.22 no.46 Bogotá out./dez. 2012

 

 

 

Lo que hacen los mejores profesores universitarios

El autor y un grupo de colegas exploraron, y definitivamente se adentraron, en el devenir académico de casi 36 profesores universitarios extraídos de un grupo de entre 60 y 70 catedráticos, con el objetivo fundamental de establecer las actividades que ellos han desarrollado y lo que piensan respecto a la actividad de la docencia, teniendo como escenario subyacente establecer si todo aquello que ellos han vivido, experimentado y aprendido sería de verdadera utilidad para instruir y mejorar las actividades de docencia de otros profesores universitarios en cualquier lugar del mundo. Para lograrlo, fue necesario adelantar un estudio mediante el cual se lograra la caracterización de las diferentes prácticas de profesores de cerca de dos docenas de universidades, recogiendo información desde las facultades de libre acceso y pasando por universidades que priorizan altamente la investigación y que entre sus cánones tienen el ser altamente selectivas; se atendieron tanto a estudiantes con las más altas tipologías académicas, como a estudiantes con historias académicas por debajo del promedio. Así mismo fue necesario recopilar un amplio conjunto de disciplinas, de tal manera que en el grupo de profesores, algunos provenían de facultades de derecho, Ciencias Básicas, Ciencias sociales, Humanidades, Artes, Gestión y medicina.

Uno de los primeros retos que enfrentaron fue establecer lo que para el estudio significaría ser un profesor extraordinario; determinaron entonces que sería aquel que "había logrado un gran éxito a la hora de ayudar a sus estudiantes a aprender, consiguiendo influir positiva, sustancial y sostenidamente en sus formas de pensar, actuar y sentir". En segunda instancia se trabajó la manera de llegar a ubicar la información que estableciera si un determinado profesor tenía los atributos para ser uno de estos profesores extraordinarios, puesto que se concluyó que las informaciones provenientes de los estudiantes y de los colegas no resultaban ser suficientes.

Respecto de este tema, el autor nos ilustra sobre la decisión de someter a todos los profesores a lo que ellos denominaron dos pruebas de fuego, de tal manera que para ser hacer parte del selecto grupo final, cada profesor debería ser sometido a estas dos pruebas y aprobarlas con lujo de detalles. La primera de estas dos pruebas tenía que ver con la opinión de sus estudiantes respecto a si habían aprendido, y sobre todo si se sentían animados a seguir aprendiendo; así se trascendía del simple hecho de si al estudiante le había gustado el profesor o no; pero esto fue necesario contrastarlo al mismo tiempo con los resultados finales obtenidos por los estudiantes no solo en la(s) asignatura(s) de un determinado profesor bajo estudio, sino de asignaturas conexas, puesto que el profesor que se pretendía estudiar debía no solo enseñar, sino dejar en el estudiante el ansia de seguir aprendiendo y disfrutando de esa experiencia.

El número de estudiantes atendido y su relación con el número de estudiantes satisfechos también fue una variable importante, pues lo que interesó fue aquel profesor capaz de influir no solo en algunos estudiantes sino en la mayoría de ellos. En conclusión, fue de interés analizar a aquellos profesores que sí lograron obtener de la gran mayoría de los estudiantes aquello que los otros profesores en general no lograron, pero respaldado tanto con evidencias sustraídas de los estudiantes como, adicionalmente, de sus propios colegas, que recibían a quienes fueron sus estudiantes.

La segunda prueba de fuego tenía relación con aquello que realmente aprendieron los estudiantes en diferentes y variadas disciplinas, que abordaban temas tan delicados y diversos como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad, la curiosidad, el compromiso con los asuntos éticos; se daba importancia a la amplitud de conocimientos y a la profundidad de ellos, priorizando la permanencia de la influencia. En otras palabras, el estudio no se centró en establecer si los profesores eran expresivos o no, si usaban una determinada técnica o no; se buscaba determinar si se aprendía con este profesor y si se estimulaba el interés por una determinada área del conocimiento.

Puntos que se pueden considerar como aquellos que componen la columna vertebral de este estudio son: el conocimiento se construye día tras día, y de ninguna manera se debe considerar como algo que simplemente se debe recibir; los modelos mentales generalmente están posicionados, y para lograr cambiarlos es necesario tener paciencia y ser insistentes; las preguntas que se hacen en el aula de clase y por fuera de ella son fundamentales para generar y mantener un ritmo de aprendizaje que sea motivador; y finalmente, es de suma importancia el crear y mantener un alto nivel interés por parte de los estudiantes, al punto que los lleve a querer ir más allá de lo que se estudia en una determinada asignatura.

Con referencia a las conclusiones, estas tienen una relación directa con las características estudiadas, que fueron agrupadas en seis ítems, pero los resultados no pueden llevar a pensar falsamente que quien ostente estas seis características será un buen profesor. Las interrelaciones que existen entre cada una de ellas, y entre todas, miradas como un estrecho conjunto, son importantes y para nada despreciables, todo lo contrario. Esta forma de presentar las conclusiones solo obedece a la necesidad de darles un ordenamiento para tratar de lograr su comprensión, y son las siguientes:

¿Qué saben y entienden los mejores profesores? Una condición indispensable pero no suficiente es conocer a cabalidad su asignatura, estar permanentemente actualizado respecto a las discusiones que se desarrollan tanto en sus materias como en otras, puesto que leen, discuten y analizan materias de otros campos, y se enfocan en discusiones incluso epistemológicas en variados escenarios. y todo esto lo han compaginado de tal manera que les permite transmitir de forma clara y sencilla aquello que tiene un alto grado de complejidad, asegurando así la comprensión por parte de los estudiantes. El autor hace referencia al principio del pensamiento meta-cognitivo, que es lo que a su juicio permite lograr todo lo anterior (capítulo 2).

¿Cómo preparan su docencia? se estableció que estos profesores asumen la preparación de cada una de sus diferentes clases mediante una actitud que les permite colocarlas al mismo nivel de relevancia que si estuviesen preparando material científico para una importante publicación de sus investigaciones académicas, dando prioridad a los objetivos de aprendizaje de los estudiantes (capítulo 3).

¿Qué esperan de los estudiantes? o en otras palabras, ¿qué hacen los profesores con más éxito para fomentar un rendimiento alto? sobre este aspecto se concluye que ellos priorizan las formas de razonar y de actuar que se esperan en el día a día (capítulo 4).

¿Qué hacen cuando enseñan? aunque existe un gran número de métodos desplegados por los profesores, ellos coinciden en seleccionar aquellos en los que prevalece la generación y el mantenimiento de un ambiente en donde se privilegia el análisis de problemas considerados como importantes, que mantienen el interés por ser desafiantes y que obligan a recapacitar sobre los modelos mentales que se juzgan ya establecidos y validados (capítulo 5).

¿Cómo tratan a los estudiantes? la confianza es el común denominador respecto a este tema, aunado con la amabilidad (capítulo 6).

¿Cómo comprueban su progreso y evalúan sus resultados? Partiendo del hecho que existen objetivos claros, el evaluarlos sin apartarse de ellos es lo que prima (capítulo 7).

Cabe señalar que aquellos profesores que hicieron parte del grupo estudiado no es que siempre hayan hecho todo de manera perfecta, que nunca hubiesen cometido errores, que todos sus estudiantes siempre los hayan considerado como aquellos insuperables; de ninguna manera, puesto que la perfección no existe y mucho menos en este tipo de actividades. Lo que sí existe es la voluntad de aprender de sus errores y poner en práctica permanentemente un proceso de reconocimiento y de análisis de las causas de sus fracasos. Para lograrlo, requieren ser conscientes de sus errores y limitantes, y no transferirlos a los estudiantes, culpándolos de sus propios desaciertos.

Como conclusión final, este libro definitivamente no es para leerlo pensando en encontrar una receta o una serie de puntos por realizar para llegar a ser un profesor extraordinario; es un libro que nos lleva a hacer un análisis de nuestras propias experiencias, modelos y metodologías docentes, en el caso en que nuestro objetivo sea ser cada vez mejores profesores universitarios.

 

Gloria I. Rodríguez Lozano

Profesora asociada, Facultad de Ciencias económicas, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: girodriguezl@unal.edu.co