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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.36 Medellín Jan./June 2010

 

 

La extrema izquierda armada colombiana representada en los relatos de ficción de la novela y el cuento, décadas de 1970 y 1990*

 

The Colombian Armed Left-wing Represented in Fictional Narratives of the Novel and the Tale, Decades 1970 and 1990

 

Dairo Correa Gutiérrez**

 

** Historiador y Magister en Ciencia Política, Universidad de Antioquia, 2008. Docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia e investigador del Grupo Estudios del Territorio, adscrito al Instituto de Estudios Regionales de la misma universidad. E-Mail: dai_correa@yahoo.it

 

 


RESUMEN

A partir de un ejercicio de lectura comparativa de diez y siete obras literarias colombianas publicadas en las décadas de 1970 y 1980, entre novelas y cuentos, se busca debatir sobre la manera en que fue representada ficcionalmente la extrema izquierda armada en el país. El interés en explorar la narrativa deviene de la creciente importancia de su función testimonial para el análisis de fenómenos sociopolíticos. La literatura, en tanto discurso dotado de múltiples significados, fue durante el periodo estudiado, un arte politizado y un vehículo para la denuncia de asimetrías sociales, capaz de recoger tipos sociales densamente considerados que ilustran la interacción de grupos humanos y el poder político. El artículo pretende aportar a los estudios en torno a las relaciones literatura-política, los cuales en Colombia hoy están ligados a la construcción de la idea de nación, las guerras civiles del siglo XIX, la Violencia de los años 50 del siglo XX y recientemente al narcotráfico.

Palabras clave: Izquierda Radical; Guerrilla; Ficción; Literatura; Poder Político; Desigualdades Sociales.


ABSTRACT

Based on a comparative reading exercise of seventeen Colombian literary works published in the 1970s and 1980s, including novels and short stories, the paper seeks to discuss how was fictionally represented the armed extreme left-wing in the country. The interest in exploring the narrative stems from the growing importance of its testimonial role for the analysis of socio-political phenomena. The Literature, as speech endowed with multiple meanings, was during the period studied a politicized art and a vehicle for the exposure of several social inequalities, capable to gather densely considered social types that illustrate the interaction of human groups and political power. The article seeks to contribute to studies on Literature-Politics relations, which in Colombia today are linked to the construction of the idea of Nation, the Civil Wars of the nineteenth century, the violence of the 50s of the twentieth century and, recently, drug trafficking.

Keywords: Social Inequalities; Fiction; Guerrilla; Radical Left-Wing; Literature and Politics; Political Power; Testimonials.


 

 

Introducción

Según lo argumentado por los escritos de Claudia Gilman, durante los años sesenta y setenta la política constituyó el parámetro para legitimar la producción literaria de los escritores de Latinoamérica. En su texto Entre la pluma y el fusil, debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Gilman (2003) señala la importancia política que se le dio a la literatura acompañada de una interrogación permanente sobre su valor social y por la “intensa voluntad programática de crear un arte político y revolucionario”. La construcción narrativa no fue un elemento aislado del contexto sociopolítico, y al discurso literario se le demandó compromiso con causas políticas, la inclusión de sectores sociales subalternos en las tramas ficcionales y un esmero en construir referentes políticos de estímulo o crítica a situaciones específicas del poder constituido. No fueron escasas las demandas de los intelectuales y de la comunidad académica por la ausencia de compromiso de los escritores con la realidad de sus países, con la lucha antiimperialista, con el avance de las ideas de izquierda. Son notorios, por ejemplo, los planteamientos del francés Règis Debray por generar sentimientos de compromiso entre los intelectuales con los movimientos libertarios del subcontinente (Debray, 1969), así como las ideas pro-politización del oficio de escritor publicadas en revistas especializadas en poesía, novela y cuento[1].

La construcción de relatos ficcionales por los escritores y la circulación de sus obras en el ámbito colombiano desde los años sesenta se desarrolló en un contexto de politización del papel social del escritor[2]. Una importante parte de las novelas y cuentos de esa época estaban permeados por un fuerte sentido político y una gran preocupación por las formas en que se expresan las relaciones de poder en la sociedad colombiana; de ahí que los relatos literarios no se caracterizaron por ser discursos ingenuos, sino que, por el contrario, estaban cargados de finalidades. Detrás de las formas acabadas del lenguaje que incluyen el placer estético y de las tramas ficcionales que recrean situaciones, se ubica el sujeto-escritor que significa la realidad de su entorno. La elaboración de los textos literarios responde a intereses, búsquedas personales y preocupaciones del literato que, en ciertos casos, son guiadas por la denuncia para conservar memoria de los acontecimientos, y en otros, pretenden crear afinidades con un proyecto político; en unos más se establece la crítica directa a actores políticos, formas institucionales de gobierno o las relaciones de países con sistemas internacionales de poder económico, cultural y político.

Si bien las relaciones entre literatura-política son por definición complejas, interesa desarrollar en este escrito, en primer lugar, algunos aspectos de la función testimonial del discurso literario para relatar y darle significado a eventos o situaciones relacionadas con el poder político. Se introduce esta temática mediante la exposición de algunas ideas centrales sobre el uso de la literatura testimonial como fuente para el estudio de fenómenos sociopolíticos, incluida también la referencia a varias investigaciones en temas políticos que han tenido a la literatura colombiana como elemento esencial. La segunda parte del escrito contiene el análisis de las representaciones literarias de un fenómeno concreto: la extrema izquierda armada en Colombia durante las décadas de 1970 y 1980.

 

1. La literatura como fuente de información para el análisis de fenómenos políticos

La literatura, en su aspecto más general, constituye una representación, un tipo de testimonio transfigurado o metafórico (más o menos mimético o imaginativo) sobre un momento determinado, pasado o presente. En un plano más particular, las narraciones publicadas en las novelas y los cuentos, mientras almacenan las representaciones de los fenómenos sociales elaboradas por los literatos, caracterizan, no obstante, su heterogeneidad de formas y estilos, por la multitud de significados y valoraciones construidas por los autores a medida que dan cuenta de esos fenómenos. Las expresiones de los personajes, su explicación del entorno, las angustias, los sentimientos, las reflexiones, las acciones u omisiones hacen parte del un tejido complejo de la obra literaria misma en la cual cobran significado los contextos relatados.

La lectura de una obra literaria, en la relación del lector frente al código escrito cuando el escritor es un emisor distante, abre la posibilidad de conocer los significados construidos de antemano por el autor y dar lugar a nuevas interpretaciones bajo una perspectiva del lector que, empleando su propio acervo intelectual, deconstruye los datos al interpretar lo que lee. La construcción de significados por el literato al escribir y del lector al leer, reconociendo la obra literaria como producto de la ficción, facilita hablar del discurso de la literatura referido a un tema. Ese discurso no es homogéneo y unívoco, y suele ser inacabado y contradictorio. En su carácter de corpus de significados, es un discurso articulado que describe situaciones sociales, imaginarios, valores, costumbres, prácticas sociales, episodios de la vida cotidiana y contextos económicos y sociopolíticos. Sus funciones sociales, a parte de generar placer estético en la comunidad de lectores, son de corte diverso. El discurso literario es un vehículo de expresión del escritor para transmitir mensajes; inclusive se convierte en ocasiones en forma de denuncia política frente a una situación dada. Es un discurso ficcional que genera lazos de identidad o nacionalidad en un grupo social a partir del reconocimiento que tienen los lectores de lo narrado por el autor, y especialmente es un tipo de fuente alternativa (de testimonio), para comprender como se manifiestan los fenómenos sociales y la forma como han sido representados en determinado momento.

En su sentido testimonial[3], la literatura permite (de forma ambientada) una aproximación a los mundos íntimos de los sujetos sociales y al comportamiento de los grupos humanos, aspectos difícilmente encontrados en otro tipo de vestigios del pasado. Al ser analizados por el investigador social, los textos literarios testimonian situaciones y episodios de la vida socioeconómica de un colectivo. La validación de su función testimonial como fuente para estudiar los fenómenos sociales ha sido efectuada en diferentes momentos. Referencias explícitas en el siglo XIX de Karl Marx y Federico Engels[4] sobre la importancia de la obra de Honoré de Balzac para estudiar la Restauración Francesa[5], son la génesis del empleo de la literatura por las ciencias sociales para acercarse al análisis de procesos políticos y socioeconómicos. El valor de los relatos literarios en el estudio de las grandes ciudades aparece registrado en los escritos del sociólogo José Luis Romero (Romero, 1984). Asimismo, gran parte del análisis de la complejidad de la vida moderna europea y norteamericana provienen del elemento testimonial de la literatura, aspecto visible en las investigaciones de Robert Escarpit (1948), Leo Löwenthal (1998)[6] y Lewis A. Coser (1963). Otras interpretaciones del valor testimonial de la literatura son acotadas para el siglo XX por el sociólogo Karl Mannheim, en sus libro Los ensayos de sociología de la cultura (Mannheim, 1963), y por George Lukács en Teoría de la novela y Sociología de la literatura (Lukács, 1968). A la literatura han acudido, en gran medida, los historiadores en búsqueda de los vestigios de épocas distantes. Lucian Lebvre (1970) y Marc Bloch (1988) refieren las potencialidades del material literario para conocer el espíritu del pasado y temas de la cultura y mentalidad de grupos humanos de los cuales otro tipo de fuentes no dan perfecta cuenta.

El uso del elemento testimonial de la literatura para integrar los relatos ficcionales en el estudio de fenómenos sociales, proviene de los significados y temas almacenados en las obras literarias. Las narraciones de los géneros literarios incluyen representaciones complejas del mundo social. La ficción que define este tipo de fuente no es sinónimo de fábula o engaño, sino de expresión metafórica que capta, no individuos, sino tipos sociales densamente considerados. Para el análisis político, la utilidad de los significados construidos por los relatos, en un plano muy sintético, se desprende de las percepciones y representaciones de las relaciones de poder político en un grupo social descritas al explicar las conductas de los personajes ficcionales y los ambientes habitados por ellos. Las representaciones de este tipo son complementarias, contradictorias o reproductoras de otras representaciones de la fuente oral, escrita o audiovisual. Esas representaciones contribuyen al estudio político en la medida que pueden ampliar el campo de análisis mediante la inclusión de las voces de otros sujetos a la comprensión de realidades pasadas o actuales. La información y el conocimiento presente en las representaciones de fenómenos sociales creadas por la ficción literaria le aportan de forma específica al estudio de la política en tres temas importantes:

  • Los relatos literarios con fuerte preocupación por el poder político contienen, directamente o entrelíneas, visiones de sistemas políticos. Novelas y cuentos describen la organización política de forma general o particular dependiendo del interés implícito en el relato. El modelo de Estado, las instituciones asociadas con el control del poder político y los mecanismos de participación de los sujetos en la política son narrados. Se denota la existencia de organizaciones políticas constituidas a partir de modelos de partidos políticos, su ideario y prácticas con relación al poder. Es frecuente hallar en la literatura juicios de valor en torno al sistema político, su conveniencia o inconveniencia para los intereses de un grupo social. La crítica negativa y el señalamiento de las fallas en la organización política son planteadas con regularidad.
  • Se ubican también las representaciones de actores directamente involucrados con la política. Es el caso de las ficciones de políticos y funcionarios públicos encargados de la toma de decisiones políticas. La construcción de personajes relacionados con la política, unos imaginarios y otros reales, testimonia el mundo político y el grado de aceptación o rechazo de los modelos usados para ejemplificar a los políticos. Asimismo, la literatura documenta prácticas sociales de los políticos, sus discursos, acciones, la motivación de sus conductas y el mundo socioeconómico en el cual se desenvuelven.
  • Un último aporte es la narración de la cotidianidad de los sujetos vinculados indirectamente con la política y otros espacios de socialización política no siempre incorporados por los sistemas políticos. El ciudadano común y los grupos subordinados, sus pensamientos en relación con el poder político, su percepción de los políticos y la valoración de su importancia como posibles actores para presionar decisiones políticas son registrados en la literatura. Los escritores dan a conocer y preservan en los relatos ficcionales opiniones de sectores sociales sobre la organización política, los temas de interés público y las alternativas asumidas por las personas del común para interactuar con los políticos y con el poder político. No hay una limitación para circunscribir la política sólo a los círculos más altos del poder; se testimonian formas de socialización política locales, familiares y asociativas de pequeños grupos de interés o de movimientos sociales.

En el contexto de Latinoamérica y Colombia los estudios sobre la producción literaria en cuanto a representación de fenómenos sociopolíticos y económicos tienen una importante trayectoria. Los estudios que profundizan sobre las representaciones de lo político en la literatura en el país han enfatizado esencialmente en determinados fenómenos políticos registrados por los literatos. Cabe destacar aquí algunos de estos estudios: “El mal de María: (con)fusión en un romance nacional” contenido en Ficciones fundacionales: las novelas nacionales de América Latina de Doris Sommer con el tema de la publicación del primer relato literario de circulación nacional que reprodujo valores y costumbres colombianas, la novela fundacional de la nación tras la separación de la Metrópoli, concretamente el estudio de La María (1867) autoría de Jorge Isaacs (1837-1895). Se encuentra también Narrativa de las guerras civiles colombianas (Tomo I, 1860), editado por Gonzalo España, Arbey Atehortúa y Mario Palencia Silva (España, 2003) con la recuperación de novelas, cuentos y otros textos narrativos sobre las guerras civiles colombianas acompañadas de un breve ensayo en forma de comentario; y las tesis de pregrado Guerra y religión Católica en Colombia en el conflicto bélico de 1876-1877, una mirada desde la literatura de Ana Patricia Ángel Correa (Ángel, 2003) y Entre la historia y la literatura: ficciones políticas en Colombia, 1860-1914 de María Yaneth Gómez Sosa (Gómez, 2005). En ambos textos se valida la importancia del discurso ficcional de la literatura para conocer los discursos de las elites políticas del país, interpretar la generación de identidades colectivas nacionales, regionales, partidistas e ideológicas.

Igualmente se destacan los estudios sobre cuento y novelística de La Violencia bipartidista de mediados del siglo XX (1947-1965), el fenómeno político más representado en la producción literaria nacional. Balances e investigaciones al respecto (por mencionar algunas) como las de Laura Restrepo y Gonzalo Sánchez con “Historicidad de la Violencia” (Restrepo, 1989), la de Jonatan Tittler con Violencia y literatura en Colombia (Tittler, 1989), y las de Augusto Escobar Mesa con “La literatura y la violencia en la línea de fuego” (Escobar, 1997) y “La violencia ¿generadora de una tradición literaria?” (Augusto, 2006). Es posible observar en estos textos el análisis de la Violencia, las dimensiones dadas al fenómeno por los literatos y sus posturas políticas. La Violencia plasmada en la ficción literaria ha servido no sólo de testimonio, sino que ha formado opiniones y marcos de interpretación sobre este proceso en el grupo de lectores, colombianos y extranjeros. Asimismo, está la temática del narcotráfico, un fenómeno que desde principios de la década de los años ochenta hasta hoy marca profundamente a sectores rurales y urbanos del país, a actores políticos y a la economía nacional. La “literatura del narcotráfico” ha llamado mucho la atención, marca una ruptura con anteriores tradiciones literarias, (entre otras con el “realismo mágico”), y se centra en otros sectores sociales, problemáticas y actores del conflicto armado colombiano. En este caso, el texto “La novela de sicarios y violencia en Colombia” de Erna Von der Walde (2001) es un buen ejemplo de los estudios sobre representaciones literarias de este fenómeno. Finalmente, hay una reflexión alternativa de la política y la literatura en Novela y poder en Colombia de Raymond Willams (1991), en la cual se aborda la literatura del país bajo la perspectiva de las obras literarias que fortalecieron los grandes regionalismos o centros de poder político-económico colombianos: costeño, antioqueño, altiplano cundiboyacense y gran cauca.

En cuanto a crítica literaria sobre novelas y cuentos colombianos que abordan temas relacionados con la izquierda, incluyendo la extrema izquierda y su lucha revolucionaria, su producción es escasa. Es un tema poco abordadoen los estudios literarios a diferencia de otros países latinoamericanos, como México y por supuesto Cuba, donde este tipo de manifestaciones literarias ha merecido más atención. Los estudios tampoco se han ocupado en desarrollar a fondo el papel social y político del escritor, tema de especial importancia para inscribir en un contexto político la literatura colombiana. Por ello, se intenta hacer una aproximación a la historia política colombiana al indagar cómo fue representado el contexto sociopolítico relacionado con la izquierda radical armada, durante el periodo 1970–1990. Si bien el objeto de interés son las representaciones sobre estas organizaciones, ellas están en concordancia con otros temas políticos incluidos en varias obras literarias de corte testimonial del periodo: los discursos de las desigualdades sociales y los actores sociales allí vinculados, la emergencia de nuevos sectores y movimientos sociales, las disputas por el poder político en el país, sus conflictos y las reacciones de la derecha conservadora. Al ser un ejercicio que interpreta los significados de un discurso, convergen en él elementos muy generales del llamado giro lingüístico en ciencias sociales; particularmente tiene conexiones con el análisis crítico del discurso, aunque no se centre en una línea concreta de este tipo de análisis interdisciplinar. Se contempla el discurso como un tipo de interacción en su contexto social, político y cultural que almacena significados acerca de la legitimación —reproducción y de crítica— y resistencia a las formas de dominación, de poder y de construcción histórica de las desigualdades sociales. El discurso de los textos narrativos es abordado en tanto práctica social sin que en ello sea determinante el aspecto gramatical o estructura sintáctica, sino su validación como testimonios.

 

2. Movilización de la extrema izquierda armada: el discurso literario sobre las organizaciones guerrilleras

Eran guerrilleros los hombres nuevos de la nueva América, los portadores del ideal; los hombres que sabían que iban a morir en su lucha; que no peleaban para ellos, porque tenían la certidumbre de que el sistema terminaría matándolos, pero confiaban en que sus hijos tendrían una patria digna, una sociedad igualitaria, sin odios, sin los antiguos crímenes, sin las pavorosas desigualdades, sin la lepra vergonzosa de la injusticia social (Soto, 1991, p. 195).

Con la anterior cita de la novela La siembra de Camilo de Fernando Soto Aparicio, se presenta este acápite. El tema aquí desarrollado es uno de los horizontes más polémicos e interesantes plasmados por la literatura al referir a la izquierda colombiana en la segunda mitad del siglo XX. La polémica se configura por las particularidades de la extrema izquierda y la distancia asumida por ella para distinguirse de una izquierda centro o de tendencia social-demócrata. En el contexto del país, la izquierda extrema, la izquierda radical de cuño marxista-leninista, ha sido vista desde diferentes ángulos una vez inició su transitar en el territorio nacional desde la década de 1920. A medida que hizo viraje hacia unas prácticas más desafiantes al poder constituido, la izquierda radical fue objeto de exclusión del escenario político al transformarse en el enemigo absoluto, usando la expresión del filósofo político alemán Carl Schmitt (Schmitt, 1992). Muchos de los lenguajes oficiales de gobernantes colombianos se han articulado en alusiones a la defensa contra el enemigo interno, lanzando los aparatos armados estatales contra las agrupaciones guerrilleras. Se empezó a reconocer en las guerrillas, especialmente luego de la Revolución Cubana, un elemento desarticulador de un orden previamente definido, de la democracia, de la paz.

Las particularidades mismas de la extrema izquierda sobrepasan las visiones construidas de ella desde los discursos oficiales de gobernantes y de sus opositores de extrema derecha. La izquierda radical se concibe a sí misma como el desafío a la soberanía del Estado, un Estado que reconoce como ilegítimo por ser una parte más de las propiedades de los sectores ricos del país y actuar contrariamente a los intereses de los sectores más pobres que componen la mayoría de habitantes del territorio. Se presenta no sólo como una alternativa política al modelo asumido por el país, sino como el camino inexorable por la vía armada hacia otras formas de organización sociopolítica y económica de la nación mediante la figura de la revolución, mezcla de retórica marxista–leninista, o las variables castrista, maoísta y socialista-trotskista. Sus discursos y actores tienden a ser heterogéneos dependiendo la época y el lugar. Aunque se legitime en el discurso de las desigualdades sociales, la extrema izquierda es excluyente de quienes no se alineen de acuerdo con sus convicciones e imaginarios políticos.

Las proclamas políticas de la extrema izquierda y su esfuerzo por hacerse al poder político caracterizan otro tipo de guerrilla no alineada con los partidos tradicionales de los siglos XIX y XX, Liberal y Conservador. Si bien algunas agrupaciones fueron partisanas y vinculadas con un partido como el Comunista, no todas se circunscriben a brazos armados de partidos, persiguiendo un ideario independiente. Esa autonomía de algunas guerrillas las asocia como voceros armados de un grupo social (colonos campesinos sin tierra, estudiantes o sindicalistas políticamente radicalizados), y dejan de extender una representatividad mayor a la del grupo de origen, así se proclamen nacionales y en defensa del interés de la mayoría de los colombianos. Aunque pudiera argumentarse que efectivamente ningún grupo guerrillero ha logrado disputar el poder político al Estado para impulsar un cambio en el ámbito nacional, la soberanía y el control efectivo estatal no son homogéneos en todo el territorio, y los grupos guerrilleros, y su correlato el paramilitarismo, son poderes que se expresan en lo local y regional, deviniendo de allí gran parte de su importancia y complejidad.

Por cuanto toca el discurso literario sobre la izquierda en un aspecto muy particular, la extrema izquierda, denotada en las organizaciones guerrilleras, es un tema importante en doce novelas y cinco cuentos seleccionados, en los cuales se aborda el arribo de las guerrillas, parte de su discurso político y algunos de los actores a ellas asociadas. Las novelas son La siembra de Camilo, ya mencionada, Los funerales de América (Soto, 1989) y Viva el Ejército (Soto, 1979) de Fernando Soto Aparicio, El Magnicidio de Germán Espinosa (Espinosa, 1979), Años de fuga de Plinio Apuleyo Mendoza (Apuleyo, 1979), El guerrillero viejo de Álvaro Rodríguez Lugo (Rodríguez, 1980), Todo nunca es todo de Clemente Airo (Airo, 1982), Sin remedio de Antonio Caballero (Caballero, 1984), Atancheros de Jairus [pseudónimo] (Jairus, 1984), Los estandartes rotos: un episodio obrero estudiantil de Luis Corsi Otálora (Corsi, 1973), Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón (Ángel, 1981) de Alba Lucía Ángel y La miseria de los dioses de Álvaro de la Espriella (Espriella, 1985). Por su parte, los cuentos son: Las muertes de Tirofijo de Arturo Alape (Alape, 1976), Bomba de tiempo de Eutiquio Leal (Leal, 1974), Años de fuga y los cuentos de El desertor de Plinio Apuleyo Mendoza (Apuleyo, 1979).

La cita de La siembra de Camilo, introductoria de este acápite, apenas es un ejemplo de las representaciones literarias del fenómeno guerrillero. En esa primera cita, hay una inicial visión positiva de los guerrilleros como hombres nuevos para un continente encaminado hacia otros horizontes, son los sujetos entregados a la lucha a muerte por un ideal para construir una patria justa y una sociedad igualitaria para las generaciones futuras. Pero la visión ficcional de Soto Aparicio no es la única; igual a lo acontecido en los espacios de debate político y académico, la mirada y representación de las guerrillas no es unívoca. Hay literariamente distintas interpretaciones de la extrema izquierda que observan otros ángulos del fenómeno y su complejidad. No toda la literatura es optimista respecto a la guerrilla como instrumento del pueblo para tomar el poder político e imponer un nuevo modelo de sociedad. Están relatos críticos frente a la beligerancia guerrillera, sus prácticas, su dogmatismo, el uso indiscriminado de la violencia.

Cuando se trata de referir a las organizaciones guerrilleras de la izquierda radical, la literatura establece una estrecha relación con los acontecimientos que caracterizaron el surgimiento y actividades de estos grupos. El acontecimiento facilita contextualizar el periodo de tiempo referido por el autor en el relato y reconocer en qué fase de su desarrollo histórico se encuentra la organización guerrillera retratada. El eje temporal es útil para interpretar el contenido de obra cuando describe y valora una guerrilla. Si lo hace para mediados de la década de 1960, para los años setenta o en el transcurso de la década de 1980, relata agrupaciones diferentes, así conserven su nombre y en ella continúen algunos de sus actores. El avance de la contienda contra el Estado modificó sus discursos, prácticas, formas de financiamiento y regiones controladas.

El momento de escribir y publicar la obra literaria, lo mismo que el contexto histórico en ella narrado, influye en la valoración de las guerrillas. Los discursos literarios narran las etapas fundacionales de las organizaciones guerrilleras y sólo en algunas novelas enfatizan en sus primeros conflictos internos, desde lo ideológico y desde la táctica militar. Pero ninguna obra explora temas como la negociación del conflicto con el Estado o la desmovilización, aspectos propios de una agenda política posterior en el marco de la distensión de la Perestroika. La literatura cumple así la función de fuente y testimonio al conservar la visión del fenómeno en un tiempo dado. Ninguna de las novelas al contemplar a la extrema izquierda lo hace como un episodio del pasado distante, y lo realiza al tratarla como eventos del presente, del día a día, o de actos que no pasan de haberse ejecutado hace más de diez años.

Uno de los elementos más importante de los relatos sobre las organizaciones guerrilleras, característico de su singularidad, es referir sólo a dos agrupaciones guerrilleras históricas, otras propiamente ficcionales, o no identificar a qué organización se alude. La literatura explora mayormente al Ejército de Liberación Nacional, ELN, y en menor medida a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Ninguna de las obras menciona al Movimiento Diecinueve de Abril, M-19; al Ejército Popular de Liberación, EPL; o a organizaciones guerrilleras menores como Quintín Lame. El discurso literario en este punto es limitado y no aborda la crisis y división de los primeros grupos guerrilleros, como sí lo hacen los analistas políticos[7]. Varias pueden ser las explicaciones a este hecho. Una es la afinidad y simpatía ocasionada entre los escritores de las primeras agrupaciones guerrilleras, algunas originadas como correlato nacional a la Revolución Cubana y cercanas a intelectuales.

Los efectos negativos para la práctica democrática del Frente Nacional (1958–1970), y la percepción pesimista del sistema político para afrontar las desigualdades sociales en el país, justificaron la atención de los literatos a las primeras guerrillas como vía de oposición. Posteriormente, la afinidad decayó por la crisis de estas organizaciones en la década de 1970 y el fortalecimiento de movimientos sociales para hacer emerger derechos socioeconómicos.

La visión literaria de las agrupaciones guerrilleras se presenta en tres planos distintos. Un primer grupo de obras literarias dan por hecho a la guerrilla y la mencionan simplemente en la trama literaria o se detienen en sus prácticas sin perfilarla dentro de ninguna organización de extrema izquierda específica, un tiempo definido o lugar geográfico determinado. Un segundo grupo lo componen las novelas y cuentos donde es posible identificar las organizaciones guerrilleras, tanto las históricas como la ficcionales. Hay allí referencias específicas al ELN, a las FARC, a organizaciones guerrilleras latinoamericanas y a otras guerrillas producto de la invención del escritor. Un último plano de la visión literaria es el desplegado en la revisión crítica del actuar político y bélico de una guerrilla en particular: el ELN. Es el caso una postura evaluativa que no contempla como simple hecho social el actuar guerrillero con su irrupción en el escenario colombiano ni ofrece una valoración positiva. El eje narrativo se desplaza hacia una visión no comprometida con la extrema izquierda y se orienta a un desencanto por la guerrilla y su relación de choque con el poder constituido dentro del Estado.

2.1 Las guerrillas como componentes del escenario político y de la izquierda de los años setenta y ochenta

El primer plano de representaciones literarias caracteriza a las guerrillas más desde sus prácticas que desde la alusión a un grupo en particular. Las guerrillas son expresiones tanto del escenario urbano como del rural, y su existencia se origina de marcadas desigualdades sociales en la población colombiana. La presencia de opositores políticos armados frente al Estado connota un horizonte de lucha abierta contra un sistema considerado promotor de las desigualdades sociales, comprometido con los intereses de unos sectores sociales privilegiados, y ciego a los reclamos de la masa de nacionales. Hacer parte de la guerrilla ficcionalmente es visto como forma de vincular un proyecto de vida o un ideal elevado de bienestar para el conjunto de habitantes del territorio y no de unos pocos, denotado en un intenso compromiso en la lucha armada.

La primera representación cobra visibilidad en tres novelas: El guerrillero viejo de Álvaro Rodríguez Lugo, Viva el Ejército de Fernando Soto Aparicio y Todo nunca es todo de Clemente Airo. En éstas obras, la valoración sobre la guerrilla la hace uno de los protagonistas desde su rol social de guerrillero; es la versión subjetiva, la interpretación del individuo desde su vivencia cotidiana la que califica a la agrupación guerrillera y le da legitimidad política. El viraje hacia la izquierda armada no es un asunto fortuito para los guerrilleros allí descritos, y se acepta el compromiso luego de una reflexión sobre las desigualdades sociales, a pesar de que también sea vista la guerrilla como una forma de escape a la sociedad tradicional colmada de vicios. Los relatos incluyen una visión positiva de la lucha armada, la observan como indispensable para el futuro del país y como salida a la crisis ocasionada por las estructuras económica y política. En las tres novelas los guerrilleros representados provienen de sectores sociales diferenciados: la clase media con formación académica, el campo y los barrios marginados de Bogotá. La guerrilla, según los personajes, no es un fenómeno aislado y, pese a estar oculto por la persecución de las fuerzas armadas del Estado y la inteligencia militar, es real y constante.

En Viva el Ejército, un guerrillero de origen campesino —Lisístrato— se ha infiltrado en las fuerzas armadas colombianas con el ánimo de conocer su funcionamiento interno, tácticas y operaciones, empleando la excusa de prestar su servicio militar obligatorio. Nacionalista, antiimperialista y castrista, dejó su visión sobre el conflicto armado narrado en sus papeles. Son estos documentos los que permiten a otro personaje de la obra leer su pensamiento libertario y darle un significado. Allí encuentra la reflexión sobre la historia latinoamericana y un interés por emprender una lucha de liberación supranacional frente a la dominación económica, cultural y política de los Estados Unidos. Para Lisístrato, el subcontinente tiene un hambre acumulada de 500 años con una miseria que crece diariamente como las úlceras, la misma que ahora “despierta para buscar alternativas” (Soto, 1979, pp. 233-237).

Los papeles contienen una invocación al latinoamericano para que “grite, empuñe un arma, cargue la bandera roja de la revolución o la muerte”. El pueblo debe recorrer las calles para defenderse, no debe dejar “que otros metan las manos en su sopa de maíz y de lágrimas”, debe impedir que los “ricos montados en barriles de petróleo sigan bebiéndose su sangre”. “La unión del hermano negro, el mestizo, el indio debe dar origen a la libertad, la igualdad, la fraternidad”. A ellos se debe sumar el “hermano guerrillero, el hermano torturado, el hermano perseguido, el hermano inconforme para crear el cambio, para golpear a quienes se les comen el hígado desde siglos atrás” (Soto, 1979, pp. 233-237).

La visión del combatiente en cumplimiento de una tarea indispensable para la lucha del grupo guerrillero aparece también en Todo nunca es todo. En esta novela, un hombre de extracción humilde y habitante de un barrio periférico de Bogotá, se une a una guerrilla por su convicción de la legitimidad de la lucha armada para imponer otro modelo de organización sociopolítica en el país. Tal como antes lo hiciera su hermano muerto en combate contra el Ejército, el personaje de Alberto buscó contactos para integrarse a una guerrilla anónima como enlace urbano. Allí conoció la retórica marxista-leninista, la visión de los guerrilleros sobre la revolución y la lucha de clases.

La última obra donde se configura la primera visión literaria sobre la guerrilla es El guerrillero viejo. Siguiendo la orientación de las anteriores, la guerrilla es percibida desde sus acciones y no asociada a un grupo particular, pero las motivaciones que posee el protagonista del relato para ser guerrillero son distintas a las expuestas en las anteriores novelas. Siendo ya mayor, un hombre de clase media opta por la guerrilla como escape a su frustración amorosa. La guerrilla representa para él uno de los pocos espacios de “liberación” en que puede ocupar su vida; la guerrilla “persigue ideales de justicia, de bienestar, de compromiso con la sociedad”. Al marchar a los campos de combate sabe las dificultades venideras y las padece cuando se genera un enfrentamiento con las fuerzas armadas del gobierno. La particularidad del relato en Guerrillero viejo proviene de ese combate con la fuerza armada, en el cual el autor alcanza a construir la idea del Estado como una máquina represiva, asesina, invencible. Los guerrilleros van muriendo uno a uno en el combate y la máquina gigante que les dispara es inhumana y amorfa. No sirve de mucho la experiencia acumulada de guerrillero en asaltos anteriores a grupos de soldados y tomas de pueblos con resultados exitosos, puesto que la célula guerrillera a la cual pertenece no es un poder capaz de desafiar la tecnología con la cual se arma el Estado, representado en las fuerzas armadas, para impedir que sean eliminadas sus vidas y su lucha.

2.2 Relaciones contexto político-discurso ficcional: las representaciones de los grupos guerrilleros históricos

El segundo plano de representaciones literarias sobre las guerrillas colombianas es el más desarrollado en las diferentes obras y con mejores elementos del contexto histórico nacional e internacional. La visión literaria del fenómeno guerrillero incorpora alusiones a guerrillas específicas del país, del continente y a otras ficcionales. La exploración en la organización interna de las guerrillas, las motivaciones de la lucha armada, los actores vinculados a los grupos y el ideario político perseguido, son aspectos representados de manera reflexiva. Estos discursos literarios se enfocan en hacer explícitas algunas de las conductas de las guerrillas, sus proclamas, perspectivas y, en esa medida, documentan su irrupción en el escenario político. Las descripciones literarias resumen los enfrentamientos con la fuerza pública, la recepción de las guerrillas por otros grupos sociales y, muy especialmente, relacionan el discurso de las desigualdades sociales con las vías de la extrema izquierda armada, legitimando su conducta.

Las narraciones en el segundo plano de representaciones continúan la línea insinuada en el anterior plano. Nuevamente aparece una percepción positiva de los primeros grupos guerrilleros. El uso que ellos hacen de la violencia es defendido como necesario para alcanzar un logro superior, materializado en derrumbar el poder constituido para imponer uno nuevo. Los guerrilleros son, desde la literatura, combatientes no asalariados provenientes de los sectores populares de las ciudades y los campos inscritos en el enfrentamiento a un sistema capitalista inhumano e insensible frente a las inequidades sociales; representan, a partir del punto de vista ficcional, nuevas fuerzas sociales en disputa por el poder en representación del gran número de colombianos en condiciones de miseria, usados por las clases privilegiadas para aportar con un trabajo mal pago al enriquecimiento de pocos. Se trata, en último término, de las respuestas extremas a un sistema percibido como injusto para configurar uno más incluyente, democrático, equitativo.

El segundo plano de reflexión literaria se ve ejemplificado en ocho novelas y cuatro cuentos. Las novelas son Sin remedio de Antonio Caballero, El Magnicidio de Germán Espinosa, Atancheros de Jairus [pseudónimo], Los estandartes rotos: un episodio obrero estudiantil de Luis Corsi Otálora, Estaba la pájara pinta sentada en su verde Limón de Alba Lucía Ángel y dos novelas de Fernando Soto Aparicio: Los funerales de América y La siembra de Camilo. Los cuentos son: Las muertes de Tirofijo de Arturo Alape, y Bomba de tiempo de Eutiquio Leal. El principal elemento diferenciador de las obras literarias es el grado de ficción sobre el cual se apoya la narración para referir a las guerrillas, lo cual da lugar a dos subgrupos: por un lado, se ubican las obras donde su trama involucra directamente a agrupaciones guerrilleras históricas, tramas en las cuales, sean o no nombradas dichas agrupaciones, es posible reconocerlas. Cabe señalar que en esta categoría, el ELN y las FARC son vistos por los literatos de forma particular, individualizándolas en cuanto a actores y prácticas, fundamentalmente en sus orígenes y durante los primeros años de existencia. Por otro lado, se encuentran las obras donde la guerrilla es abordada concretamente desde el elemento ficcional, aludiendo a grupos imaginarios e irreales, caracterizando de paso su ideario y plataforma política, sujetos sociales y enfrentamientos con la fuerza pública. Para este segundo subgrupo, el literato se permite mayor libertad al inventar guerrillas en los ámbitos rurales y urbanos, denotando generalidades en las prácticas sociales comunes a todas las guerrillas de la época en cuanto a ideario político y reflexiones socioeconómicas.

Ambos subgrupos convergen en el afán de ambientar el escenario de choque entre valores tradicionales de la sociedad colombiana y los valores nuevos incorporados con la irrupción del fenómeno guerrillero, y la consecuente polémica generada en la opinión pública y la polarización política de la población. El respeto a la autoridad, propio de una sociedad jerárquica y conservadora, se ve menguado ficcionalmente cuando la autoridad se cuestiona por sus conexiones con una clase social minoritaria que ha usado instrumentalmente esa autoridad para perpetuarse en el poder. Estos subgrupos de obras convergen, además, en representar un primer periodo de configuración de las guerrillas —entre la década de 1960 y finales de la década de 1970—, periodo que recoge la influencia de la Revolución Cubana y la Guerra fría entre las potencias capitalistas y comunistas, también perceptible en otras regiones deAmérica Latina. Es el momento propio de mayor impacto, en términos sociales, de los grupos guerrilleros pese a sus crisis y divisiones internas.

Finalmente, las obras convergen en asociar a la extrema izquierda armada con la revolución en términos de cambio radical. Los métodos, las tácticas militares y los discursos políticos de las guerrillas se correlacionan con el concepto de revolución en su interpretación más general. La promesa de una transformación de las estructuras sociales, económicas y políticas con la inauguración de un sistema nuevo es reiterada en diferente medida en las obras. A cada grupo social las guerrillas transmiten el mensaje de la revolución como posibilidad, como meta, como horizonte y respuesta a las desigualdades sociales, y en algunas obras se contextualiza una Colombia en pleno tránsito hacia esa revolución. Son los campesinos en armas los que aparecen en los relatos, son los trabajadores de las grandes industrias y desempleados manifestando sus angustias en las calles, son los estudiantes conscientes de la extrema pobreza haciendo trabajo político en las ciudades.

En los relatos de Soto Aparicio, Airo Clemente, Alba Lucía Ángel y Eutiquio Leal, hay diversos procesos ligados a la revolución de izquierda; ella es fenómeno que se esparce por la geografía del continente latinoamericano de forma constante. A un espíritu libertario y revolucionario se deben sumar hombres y mujeres, los oprimidos, los explotados, los perseguidos y sumar fuerzas para una guerra sin tregua (Soto, 1973, pp. 14-18; 129-130) (Soto, 1973, pp. 9-12) (Soto, 1989, pp. 123-127); es el momento histórico para la contienda, es el enfrentamiento de la mayoría contra la minoría aferrada al poder político y al control de la fuerza pública para reafirmar su poder (Clemente, 1982, pp. 48-50; 249-251). Todo sujeto social cumple un papel, un deber, una obligación para con sus congéneres y para con una patria nueva (Ángel, pp. 279-280). Para estas obras, el punto de quiebre del sistema injusto se aproxima, y es cuestión de tiempo para construir una nación renovada sin casos de corrupción de los grupos políticos tradicionales y con una organización capaz de garantizar la desconcentración de la riqueza.

Las novelas y cuentos donde la mirada de los literatos se centró en presentar grupos guerrilleros del contexto histórico (FARC y ELN), lo hacen principalmente desde sus hitos fundacionales y de sujetos vinculados originariamente. El caso de las FARC, es abordado por Arturo Alape en sus cuentos Las muertes de Tirofijo y por Eutiquio Leal en otro cuento llamado Bomba de tiempo. Al tratarse de narraciones cortas, no profundizan sobre varias temáticas, siendo usual que se concentren en episodios puntuales. En los cuentos de Arturo Alape se emplea la narración en primera persona de los protagonistas del relato, quienes expresan momentos de su vida pasada o la cotidianidad forzada por situaciones de persecuciones de las fuerzas armadas colombianas para asesinarlos. Sus personajes son campesinos de tradición violenta, despojados de sus tierras por terratenientes con la única alternativa de huir en un éxodo hacia las regiones de frontera interna.

En Las muertes de Tirofijo, a pesar de no denominarse una guerrilla determinada, el autor explora el grupo embrionario de las FARC. En los distintos relatos se narran los efectos de La Violencia sobre campesinos liberales, sus formas de resistencia a los conservadores y al sistema político, su desplazamiento al sur del país, a las llamadas “repúblicas independientes”[8], tras la persecución del gobierno a través de las columnas de marcha. Finalmente, se narra la relación con un personaje emblemático de las FARC: Manuel Marulanda Vélez, conocido también como Tirofijo. Aunque no hay un abordaje del proceso constitutivo de las FARC hasta su “Programa Agrario”, base inicial de su lucha entre 1964-1965, los cuentos logran reproducir el escenario donde apareció la guerrilla, empleando las voces de sus protagonistas anónimos.

Además, consigue conectar el fenómeno de La Violencia con elementos de la sociedad agraria de donde procede la población asentada en Marquetalia [Tolima - Huila], Riochiquito [Cauca- Tolima], Alto Sumapaz, Alto Ariari, El Duda, Guayabero [Meta] y Pato [Caquetá]. Según se deduce de la narración es desde el ejercicio de prácticas de resistencia para impedir el aniquilamiento, que personas civiles del centro del país generaron una identidad y buscaron su autodefensa con el uso de las armas. La resistencia derivó en la legitimación de una organización autodefensiva con tintes ideológicos de izquierda comunista al trasplantar su ideario político en el plano nacional: las FARC.

Sobre la narración de episodios de violencia se articulan las respuestas de resistencia social, y de ahí la importancia de los relatos que exploran este tema. Familias de campesinos desplazados se agrupan en otras zonas evadiendo a sus enemigos y, tras ellos, a las fuerzas represivas del Estado en defensa de los propietarios de los suelos que invadieron y del orden autónomo que inauguraron. Campañas militares, los bombardeos de las zonas, el uso de armas no convencionales para atacar a la población civil, también son motivo de narración en Las muertes de Tirofijo y en Bomba de tiempo. En esta última narración, la historia es relatada por uno de los personajes de la nueva violencia oficial empleada para exterminar a los pobladores de las “repúblicas independientes”:

[…] No obstante las sucesivas ráfagas de ametralladoras que rociaban la cordillera desde el aire, él seguía con el pecho un tanto menos oprimido y continuaba oyendo esa especie de tronamenta que hacía recordar las tempestades del páramo. Uno tras otro los truenos eran rematados por recios estampidos de bombas tormentosas. Ya casi iba él alcanzando la cumbre rocosa cuando empezó a sentir detonaciones menores y secas, allá arriba en la línea de trincheras, al paso del tercer aparato. Las descargas venían del otro lado. Cuando había salido de su caleta, hacía rato, estaba él tan sonámbulo, que hasta entonces no pensaba en sus compañeros, y si ahora lo hacía era por los disparos de ellos, a quienes recordaba con cierta angustia. De seguro ellos estarían en los mismos apuros, acaso ya hubiera heridos o ni se sabe si muertos (Leal, 1974, p. 26).

En los cuentos de Alape se halla la construcción ficcional de uno de los principales líderes de las FARC: Tirofijo, tema sobre cual vuelve en repetidas ocasiones el autor[9]. La mitificación da paso a la elaboración de un personaje que simboliza a las FARC en cuanto, como sucede con el grupo guerrillero según la literatura de Alape, es imposible acabarlo, capturarlo, reducirlo. Tirofijo cuenta con la legitimidad de defender “una causa justa” que lo hace estar a salvo de las balas, de sus enemigos, del gobierno; esa legitimidad se extiende al plano de las FARC al representar a la sociedad agraria “atacada por los terratenientes detentadores del poder político”.

Aunque el caso de las FARC es aludido por la literatura a partir de sus orígenes como un movimiento de resistencia armada y desde sus actores (campesinos, combatientes, población civil y líderes de la organización), otro tanto ocurre con el ELN. Esta agrupación es referida en tres novelas: Los estandartes rotos, La siembra de Camilo y Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón. Las obras abordan al grupo guerrillero tanto desde sus actores como desde sus discursos político-sociales. Una de las novelas, Los estandartes rotos de Luis Corsi Otálora, realiza su aproximación al ELN destacando su peso en el ambiente universitario con la existencia de una organización estudiantil llamada Sol Rojo. El ELN en el relato de ficción congrega a simpatizantes de la Revolución Cubana, los nacionalistas y antiimperialistas de la Universidad de Tunja enfrentados a un grupo de ultra derecha, ideológicamente cercano al fascismo, llamado Nuevo Orden. Ambas organizaciones estudiantiles se disputan el control de la Universidad y se inspiran en idearios políticos opuestos: mientras para Sol Rojo el tema de las desigualdades sociales es central para motivar acciones en el terreno político a fin de disminuirlas, Nuevo Orden se encamina hacia la imposición de un orden conservador jerárquico, siempre indiferente a problemas tales como la concentración del ingreso y la pobreza extrema. A medida que avanza el relato, ficcionalmente termina imponiéndose el ELN a través de Sol Rojo al conformar una fuerza más amplia.

Las restantes dos novelas aluden también al ELN por sus actores sociales, pero enfatizando en una figura emblemática: el Padre Camilo Torres Restrepo. La vinculación del sacerdote con la lucha de la extrema izquierda en 1965, luego de un amplio trabajo político, valida una agrupación apenas embrionaria. Tanto en La siembra de Camilo como en Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón, hay una visión positiva del tránsito de Camilo hacia vías más directas de toma del poder político. Pese a ser violentas tales vías, la violencia es sólo una herramienta que no reduce la legitimidad de la lucha. El ELN irrumpió con un proyecto armado ante la ausencia de democracia acusada por el Frente Nacional y por las élites político-económicas del país. Se pretende, desde el discurso de los actores de extrema izquierda representados, disputar el monopolio del poder para arrebatarlo de una clase dominante “sumisa a los intereses del capitalismo norteamericano” y con ello efectuar una verdadera redistribución en Colombia de los recursos y del ingreso.

En la Siembra de Camilo, la guerrilla es presentada como el último eslabón en una cadena de actividades políticas de la población con alternativas extremas que se justifican ante el fracaso o la lentitud de los movimientos sociales más convencionales para incorporar derechos socioeconómicos, y más aún con medidas ineficaces para la redistribución. En la obra, ya Camilo dio el paso y queda recoger esa semilla para marchar al campo a fortalecer la guerrilla. No obstante, la muerte de Camilo, el líder, deja un vacío de legitimidad en la guerrilla; ya no estaba la voz carismática del religioso para guiar a los colombianos, y únicamente los combatientes continuaban una lucha difícil y larga.

Esa percepción positiva del tránsito de Camilo hacia la izquierda armada es reasumida en Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón. En la novela el ELN es contemplado desde uno de sus actores, un preso político. Detenido en una cárcel, comunica en cartas a su novia sus sentimientos y los últimos acontecimientos de su vida. Él expresa un fuerte compromiso con Camilo Torres Restrepo y su legado, con la lucha guerrillera, con el ELN. El detenido es parte de una organización estudiantil universitaria, y esa pertenencia lo hace víctima de la violencia estatal empecinada en eliminar el enemigo interno. En la cárcel, se relata en el cuento, enfrenta la represión por sus ideales políticos, su compromiso con la causa de mitigar las desigualdades y la tortura para confesar información sobre el ELN.

Retomando las visiones literarias de las guerrillas, el siguiente subgrupo de obras es aquel donde el tema de la extrema izquierda involucra en menor medida a grupos guerrilleros históricos. Figuran en este campo las novelas Sin remedio, Los funerales de América, Atancheros, El magnicidio y Las miserias de los dioses. Ficcionalmente los autores construyen agrupaciones guerrilleras independientes, con impacto rural y urbano. Las agrupaciones tienen la singularidad de transportar al campo netamente ficcional prácticas de la extrema izquierda del momento, sus discursos, sus motivaciones. Tal y como se evidencia en las restantes representaciones, las guerrillas ficcionales están estrechamente vinculadas con la reflexión sobre las desigualdades sociales en amplios sectores de la población latinoamericana. Son guerrillas legitimadas en calidad de alternativas para impulsar un proyecto político de disputa del poder tanto a los actores tradicionales de la política colombiana (partidos Liberal y Conservador), como a los sectores de la burguesía nacional considerados aliados con los Estados Unidos y su lucha contra el comunismo.

Las representaciones de las guerrillas ficcionales no son completamente homogéneas y refieren contextos diferenciados de tiempo y lugar. En Sin remedio, Antonio Caballero explora la vida cotidiana de un hombre de Bogotá y el aproximamiento que inició a un grupo de intelectuales marxista-leninistas opositores a la política de mediados de la década de 1970. El grupo inició trabajo con los pocos espacios de expresión política de la democracia burguesa, las manifestaciones, las protestas. Luego, la cercanía a ese grupo terminó por involucrar al protagonista con una célula guerrillera que planeaba entrar en el escenario público con el secuestro de un banquero y ex ministro. El grupo guerrillero recibió el nombre de OMLA Organización Eme-Ele, escindida del Partido Comunista Marxista-Leninista, pensamiento Mao Tsé Tung. Sobre el pensamiento de este último el grupo generó la crítica a la manera como anteriores organizaciones guerrilleras habían comprendido la revolución, la particularidad del caso colombiano y las fuerzas sociales indispensables para la lucha.

Las agrupaciones ficcionales de extrema izquierda son vistas desde sus prácticas en Atancheros. Pese a no expresar una región particular del territorio colombiano, una guerrilla representada tiene impacto en el escenario rural y emprende una oposición armada al ejército y a fuerzas estatales locales en las estaciones de policía para sembrar un caos propicio para avanzar en la toma del poder. Tal situación se repite en La miseria de los dioses y El magnicidio, con la diferencia de no contemplar la lucha guerrillera en Colombia sino otro lugar ficcional y legitimar las prácticas guerrilleras para derrocar regímenes dictatoriales de derecha. En La miseria de los dioses su autor no trata de una guerrilla marxista-leninista, sino una guerrilla de liberación nacional con el propósito de establecer una “democracia más justa en términos de equidad social” tras derrocar al dictador de una isla. Por su parte, Germán Espinosa en El magnicidio refiere el proceso de conquista del poder político por un grupo guerrillero partisano de impacto mayoritariamente rural y alineado ideológicamente con el marxismo. Al igual que en Las miserias de los dioses, ficcionalmente se describe la cotidianidad de un grupo guerrillero, sus discursos y proclamas políticas, actores y conflictos en el interior de la organización. En ambas obras tiene centralidad la figura del líder revolucionario como eje narrativo principal; los acontecimientos transcurren relacionados con el líder y la construcción de los significados que encierra la guerrilla se desprenden de las reflexiones de este personaje. En El magnicidio se le califica a Manuel Cristo, el líder de la revolución, como un héroe, un caudillo; es un hombre de fuerte carácter, consciente de las desigualdades sociales, de los lazos de dependencia económica respecto a Estados Unidos y el beneficio que ha sacado la burguesía y terratenientes locales con la dictadura de Zumárregui para mejorar su rendimiento económico. Su toma de poder, semejante a la efectuada por Fidel Castro en Cuba, ocurrió luego de años de lucha guerrillera en los campos. Su primer discurso al pueblo es así narrado en la novela:

En el instante en el que el caudillo, que jamás había hablado ante un auditorio de tal magnitud, alzó los brazos en ademán de imponer orden y silencio, se expresó en la plaza una conmoción de orgasmo, una especie de choque masivo que le ganó, en contados segundos y para siempre, el fervor y la devoción de las gentes (Espinosa, 1979, p. 86).

La conquista del poder le permitió literariamente a la guerrilla adelantar una serie de reformas económico-sociales para intentar resolver los problemas de desigualdad aguzados por la derrocada dictadura[10]. Se procedió a realizar reformas de fondo a la tenencia de la tierra, nacionalización de la industria básica, la banca y las minas. El nuevo régimen se propuso desvincular el capital extranjero de áreas como la electrificación, el petróleo, la petroquímica, la carboquímica, la siderúrgica, los ferrocarriles, los transportes marítimos y aéreos, los teléfonos, radio, televisión, publicidad. Simultáneamente, fue declarada la inexistencia de todas las agrupaciones políticas diferentes al comunismo, incluidos partidos de centro-izquierda, “en los cuales militaban la mayoría de los intelectuales, pero que a veces eran controlados por los imperialistas”. Con el inicio de la revolución se fortaleció el partido del cual dependía la guerrilla y la figura del líder se desvaneció luego de ser asesinado en un confuso hecho tras haber iniciado las reformas.

Hay una última obra a propósito de las guerrillas ficcionales. Es el caso de Los funerales de América de Soto Aparicio, texto donde la existencia de una agrupación guerrillera es el núcleo de la narración sobre el cual se estructura la reflexión de las desigualdades sociales. Los funerales de América relata varios meses de las acciones de los Furatenas, un grupo guerrillero marxista-leninista, independiente de cualquier partido y centrado en acciones urbanas, tal como lo fuera en Uruguay los Tupamaros. Su lucha se desprende del análisis histórico de las condiciones de inequidad en Colombia y del papel que ficcionalmente se le asignó al movimiento guerrillero en América Latina para construir un nuevo orden sociopolítico. Como agrupación de extrema izquierda, reconoce el trabajo del ELN y las FARC dentro de su especificidad y busca con ellos espacios de diálogo para constituir una fuerza de mayor impacto.

La novela de Soto Aparicio es el relato más acabado sobre las organizaciones guerrilleras ficcionales. La obra permite rastrear la evolución política de los personajes, desde su reflexión sobre las desigualdades sociales y la toma de conciencia sociopolítica hasta su adhesión a un proyecto político de izquierda. El relato facilita también adentrarse al espacio de la cotidianidad de las organizaciones guerrilleras, el rol del combatiente, la concepción de la lucha y de la política. La narración cubre el ambiente universitario, el obrero–sindical y la esfera estatal a través de las organizaciones militares, aspectos que contextualizan las conexiones entre los grupos de extrema izquierda con algunos sectores sociales y espacios de socialización política de los años setenta.

La construcción de la conciencia sociopolítica de los personajes en Los funerales de América la hacen dos estudiantes y una obrera. Las estudiantes representan a las clases media y alta de Bogotá, compañeras de estudio y amigas. En la Universidad Nacional se relacionan con las ciencias sociales y personas interesadas en el análisis de las desigualdades sociales. Como otros jóvenes, la posibilidad de introducir un cambio profundo a las estructuras sociales, económicas y política del país en beneficio de la amplia capa de pobres atrajo su atención. Su ingreso a los Furatenas, como enlaces urbanos y luego como guerrilleras, fue paulatino. El compromiso con apoyar una lucha percibida como justa sirve de motivación para dejar las comodidades materiales y empezar a participar de la contienda, eliminar las inequidades sociales no abordadas por los gobiernos.

Con la detención de otras dos guerrilleras, las estudiantes ven separados sus destinos. Se planea el secuestro del hijo de un alto militar para presionar la entrega de las detenidas, secuestro luego ejecutado, dejando al cuidado del secuestrado a una de las estudiantes en una región del oriente de Antioquia —cercana de Anorí— donde el Ejército combatió al ELN a principios de los años setenta. La otra, hija de uno de los industriales del aceite de palma más ricos del país, realizó la tarea de infiltrarse en la familia del secuestrado para conocer todos los movimientos para recuperarlo.

La construcción de la conciencia sociopolítica de uno de los personajes recae además en una de las obreras de la empresa de aceites de palma. Aunque no mezcla su descontento con las condiciones de pobreza ocasionadas por el sistema capitalista en ella y su familia, con participación alguna en la guerrilla, sí apoya otras formas de hacer sentir su reflexión sobre las desigualdades sociales. Así, experimenta una constante radicalización denotada en un compromiso decidido con la huelga y la protesta social en busca de mejores condiciones laborales y salariales.

Quizá el aporte más destacado de Los funerales de América sobre la extrema izquierda lo compone la representación de los combatientes y sus motivaciones. En la novela se responde concretamente a los imaginarios más frecuentes del porqué de la existencia de las guerrillas y las razones por las cuales a ellas se vinculan personas de diferentes orígenes sociales. En el relato se construye una visión mística del guerrillero idealizado como portador de una lucha superior a sus instintos egoístas, inspirado en un humanismo extremo. Allí, los guerrilleros no están limitados por un tiempo definido para finalizar la contienda, no tienen interés de ver triunfar la revolución de inmediato para justificar su participación en la contienda; si luchan, lo hacen a nombre de todos los colombianos y por el bienestar de las generaciones futuras, si mueren, es un precio. Lo importante es el ideal con el cual van a los diferentes campos de batalla por que no hay una única forma de lucha[11].

Otro de los elementos importantes de Los funerales de América es abordar el contexto latinoamericano desde el nacionalismo y a partir de la conformación de diferentes agrupaciones guerrilleras en el conjunto de los países. Como su nombre lo indica, y tal como se ve en las carátulas de las seis ediciones de la novela, la obra representa la muerte de un continente que renace hacia un nuevo orden con la presencia de las guerrillas. El fenómeno guerrillero se presenta en Centro América, en Argentina, Brasil, Perú, Uruguay, Bolivia y Venezuela[12].

2.3 Relatos literarios de desencanto y crítica del movimiento guerrillero en Colombia

El último plano de reflexión y de representaciones de la literatura sobre la extrema izquierda lo compone la visión crítica de la guerrilla, sus discursos y sus prácticas. Si bien no es una de las representaciones más frecuentes, si tiene una importante centralidad para entender a la izquierda colombiana de los años setenta y ochenta. Propiamente construido en la novela Años de fuga y los cuentos El desertor y Espejismo de Plinio Apuleyo Mendoza, este último plano enfatiza en las equivocaciones de la extrema izquierda, su beligerancia, su distanciamiento de la población que defiende, su dogmatismo. El relato se concibe como el distanciamiento de una izquierda radical cada vez más deslegitimada con sus acciones y errores, creando en el lector la idea de un profundo desencanto del proyecto guerrillero.

El desencanto, el distanciamiento y la crítica a la extrema izquierda no cubren a todas las organizaciones, y por el contrario centran su interés exclusivamente en el ELN. En años de fuga el Ejército de Liberación Nacional es reconstruido a través de los recuerdos del protagonista de la novela, iniciando con los orígenes del grupo entre un conjunto de estudiantes de Bogotá hasta la incorporación y muerte en combate de Camilo Torres. Tal trayectoria histórica sirve de fondo a la reflexión sobre las metas fijadas, lo ambicioso de la empresa revolucionaria y los errores al intentar trasplantar el modelo cubano a Colombia para tomar el poder político. En la narración, la afinidad con el proyecto guerrillero, con el uso de la violencia, con la radicalidad política es abandonado por el escritor al problematizar la conformación ideológica y táctica de una guerrilla en particular.

Con un sinnúmero de elementos autobiográficos, en Años de fuga, Plinio Apuleyo recoge aspectos del contexto de los años sesenta y setenta, el fenómeno de las dictaduras, el desprestigio de la política en el país causado por el Frente Nacional y elementos de la oposición política antisistémica del momento con la Anapo, el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, y la Unión Nacional de Oposición, UNO. Si bien el tono recurrente en la obra es el de la crítica y el desencanto del proyecto guerrillero, la novela documenta las motivaciones para crear un ejército de liberación como proyecto de extrema izquierda, las relaciones entre el movimiento estudiantil y los nuevos grupos guerrilleros, la persecución política del Estado a los no alineados con el modelo capitalista democrático.

Continuando en la misma línea de Años de fuga, Plinio Apuleyo en sus cuentos El desertor y Espejismo prosigue la crítica al ELN. El proyecto guerrillero es visto como un asunto que nació de la radicalización política de los estudiantes y tempranamente se metió en una guerra desastrosa. Pese a alternar técnicas como la del foco guerrillero, la creación de frentes urbanos y rurales, el ELN se aventuró en una lucha cuando no estaban dados todos los elementos indispensables para el triunfo en la guerra por el poder político. Es en este punto donde se trazan las diferencias con Cuba donde efectivamente los “barbudos de la Sierra Maestra” estaban legitimados por un pueblo que los apoyaba, situación no visible en Colombia. Por ello, el ELN estaba dejando un rastro de muerte entre los jóvenes allí reclutados y entre los restantes colombianos a quienes combate.

El distanciamiento respecto a los movimientos guerrilleros de Plinio Apuleyo denota tendencias en la literatura colombiana. Con posterioridad, la izquierda extrema deja de ser un tema reiterado en la literatura dado el protagonismo de la democracia y la transformación de algunos grupos guerrilleros en residuales o desmovilizados, y el tema es asumido en otro tipo de escritos como las memorias combatientes[13]. Con pocas excepciones, para la década de 1990 nuevas preocupaciones de la vida nacional aparecen en las novelas y los cuentos, ejemplificadas en el narcotráfico y el sicariato.

 

 

Notas

* Este artículo se deriva de la investigación realizada para optar por el título de Magíster en Ciencia Política, denominada “El discurso literario colombiano y la izquierda: representaciones de los actores y los espacios de la política en la novela y el cuento, décadas de 1970 y 1980”. Universidad de Antioquia, Medellín, 2008.

[1] Mario Benedetti, José Bianco, Manuel Rojas, Roberto Fernández Retamar, Manuel Galich, Mario Vargas Llosa, Jorge Zalamea, participaron o fueron citados por la revista Casa de las Américas para debatir sobre el compromiso de los escritores con la izquierda luego del triunfo de la Revolución Cubana. La revista fue creada tras la llegada de Fidel Castro al poder como elemento de conexión entre La Habana y los movimientos insurgentes e intelectuales de América Latina.

[2] Al respecto, la autora Jane Franco (1985) hace una importante aproximación al ámbito latinoamericano y las relaciones de la literatura con el discurso político de la izquierda.

[3] Literatura testimonial es un término que se emplea para distinguir la novela y el cuento cuyas tramas son sobre el presente cercano donde el autor vivió, y no tramas del pasado lejano al estilo de la novela histórica escrita a partir de los siglos XVIII y XIX luego de las publicaciones de autores como Walter Scott, Alfred de Vigny, Gustave Flaubert, Alessandro Manzoni y León Tolstoy.

[4] En el texto El origen de la familia, la propiedad y el Estado, Marx y Engels expresan la convicción de que la literatura es un espejo de la estructura social. Según lo anotaban, en la literatura homérica se deja ver claramente, por ejemplo, la posición de la mujer en la sociedad y el tipo de estructura social correspondiente.

[5] Balzac, por ejemplo, era para Marx un retrato acabado de su época, y su gran comedia humana era la mejor radiografía de la Francia de la Restauración.

[6] Según este autor, para la sociología de la literatura la tarea principal consiste en poner en relación los personajes imaginarios de las obras con situaciones históricas, y buscar cuáles son los mensajes que los escritores transmiten en sus escritos, pues al seriar estos mensajes es posible adentrarse en las opiniones que como grupo social tienen los escritores de las tensiones entre los demás grupos sociales, la oposición de las masas y los “grandes hombres”.

[7] Sobre la configuración histórica de la guerrilla en Colombia, véase: Enrique Neira “Conspiración actual de la violencia en Colombia”. (Neira, 1989, pp. 105-121), Eduardo Pizarro Leongómez “Elementos para una sociología de la guerrilla colombiana” (Pizarro, 1991, pp. 7-22) y “La insurgencia armada: raíces y perspectivas” (Pizarro, 1991, pp. 387-408).

[8] Este proceso es estudiado por José Jairo González Arias en El estigma de las Repúblicas independientes, 1955-1965 (González, 1992). Para este autor, el proceso de ocupación de regiones responde a un modelo de colonización armada que lejos de ser idílico, implicó el desalojo de antiguos colonos de las zonas con el uso de las armas, el desarrollo de un modelo especial de ocupación del territorio y el despliegue de relaciones de lucha y resistencia contra el Estado. En su proceso de construcción, las “repúblicas independientes” tuvieron un perfil sociopolítico que pasa por la formación de destacamentos armados altamente politizados, quienes terminan independizándose de la orientación liberal para asumir su fisonomía agrarista con influencia del partido Comunista.

[9] Arturo Alape es autor, entre otros títulos, de Diario de un guerrillero (Alape, 1970), Tirofijo: los sueños y las montañas, 1964-1984. (Alape, 1994) y Las vidas de Pedro Antonio Marín y Manuel Marulanda Vélez Tirofijo (Alape, 1989).

[10] En el conjunto de la producción literaria analizada, se dio otro caso del triunfo de una revolución diferente a los ya anotados. Es el caso de Los míos de Gustavo Álvarez Gardeazábal. En la novela, un grupo de izquierda colombiano se hizo al poder dada la des-legitimidad y corrupción: la corrupción de la élite política caracterizada por la exclusión de otros sectores sociales de la política.

[11] En un aspecto general, el escenario de lucha de las organizaciones guerrilleras marxista-leninistas no es homogéneo. Puede históricamente ubicarse varios planos de la acción bélica en posturas como “todas las formas de lucha” (trabajo político con grupos poblacionales, desarrollo de contienda bélica, impacto local-nacional de las acciones político-militares, alianzas estratégicas con distintos sectores de la izquierda), “la guerra prolongada” cercana al modelo de las guerrillas de Mao Tsé-Tung [1893-1973] en China, cuyos elementos básicos son un tipo de resistencia frente a un enemigo numéricamente superior con el cual se enfrenta hasta vencerlo sin mediar metas claras en el tiempo, implantación de guerrillas en zonas rurales con el objeto de desgastar a las fuerzas armadas estatales y asfixiar los centros de poder ], “ la teoría del foco”, derivada de varios planteamientos de actores de la Revolución Cubana (cataliza el descontento popular a partir de un pequeño grupo armado) y el “modelo insurreccionalista” (centrada en los medios urbanos, privilegiando la guerrilla urbana para desestabilizar el poder constituido) (Pizarro, 2007, pp. 321-238).

[12] En América Latina, el fenómeno de las guerrillas marxista-leninistas entra en un periodo de auge luego de la Revolución Cubana en 1959. El ámbito rural y urbano se ve acometido por organizaciones como el Frente de Insurrección Nicaragüense en 1963 [Nicaragua], el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre MR-13 y Fuerzas Armadas Rebeldes en 1960 [Guatemala], el Ejército de Liberación Nacional en 1962 y Fuerzas Armadas de Liberación Nacional FALN en 1963 [Venezuela], el Ejército de Liberación Nacional en 1963 [Perú], el Ejército de Liberación Nacional con la participación de “El Che” en 1967 [Bolivia], los Tupamaros en 1963 [Uruguay], las Fuerzas Armadas Revolucionarias en 1966 [Argentina] y la Vanguardia Popular Revolucionaria en 1968 [Brasil] (Saiz, 1974).

[13] Caso especial por cuanto son escritores los interesados en dejar memoria sobre actores involucrados con la izquierda, aparte de lo mencionado de Arturo Alape, es el de Laura Restrepo. En Historia de una traición (Restrepo, 1986). Reeditado en 1998 como Historia de un entusiasmo, la escritora reflexiona acerca de su participación en el proceso de negociación de la guerrilla del M-19 con el gobierno durante 1984. En este texto, temáticamente explora aspectos como la guerra irregular, de Jaime Bateman, las selvas del Carare – Opón y la industria del secuestro.

 

 

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Fecha de recepción: 16 de Diciembre de 2009

Fecha de aprobación: 6 de marzo de 2010 

 

Cómo citar este artículo

Correa, Dairo. (2010, enero-junio). La extrema izquierda armada colombiana representada en los relatos de ficción de la novela y el cuento, décadas de 1970 y 1990. Estudios Políticos, 36, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, (pp. 111-139).

 

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