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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.43 Medellín July/Dec. 2013

 

SECCIÓN GENERAL

 

Apuntes sobre los principales debates disciplinares de la teoría política*

 

Notes About The Main Disciplinary Discussions of Political Theory

 

 

Sergio Angel Baquero1; Fredy Andrés Barrero Escobar2

 

1 Magíster en Estudios Políticos y Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de tiempo completo de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda y miembro del grupo de Análisis Político (GAP), de la misma Universidad. Correo electrónico: sergio.angel@usa.edu.co.

2 Magíster en Estudios Políticos y Politólogo de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro del grupo de Análisis Político (GAP) de la Universidad Sergio Arboleda. Correo electrónico: fredy.barrero@usa.edu.co.

 

Fecha de recepción: julio de 2013

Fecha de aprobación: octubre de 2013

 

Cómo citar este artículo: Angel Baquero, Sergio y Barrero Escobar, Fredy Andrés. (2013). Apuntes sobre los principales debates disciplinares de la teoría política. Estudios Políticos, 43, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, (pp. 39–57).

 


RESUMEN

El presente artículo tiene como propósito dar cuenta de los principales debates sobre teoría política de la literatura en ingles de la última década. Para este efecto se encuentra dividido en cuatro partes: la primera se ocupa de mostrar los cambios y continuidades en la Ciencia Política norteamericana durante la primera y segunda mitad del siglo xx; la segunda se centra en los casos paradigmáticos de la disciplina en Oriente y Occidente; la tercera alude a las tendencias del campo dentro de los principales manuales; y la cuarta apunta a los retos y desafíos de la disciplina en el marco de las transformaciones de los últimos años. Metodológicamente, el artículo intenta desarrollar un estado del arte sobre el campo de la teoría política, tomando como base los manuales de ciencia política y algunas de las más importantes revistas de la disciplina del mundo anglosajón.

Palabras clave: Ciencia Política; Teoría Política; Enfoques Cientificistas; American Political Science Asociation (APSA); Movimiento Perestroika; Interdisciplinariedad.


Abstract

This paper aims to give an account of the main discussions of political theory over the last decade in the English literature. For this reason it is divided into four parts: the first deals with show changes and continuities in American Political Science during the first and second half of the twentieth century; the second focuses on the paradigmatic cases of the discipline in the East and West; the third refers to trends in the field in the main manuals; and the fourth points to the challenges of the discipline in the context of the transformations of recent years. The method of the article is a state of the art about the field of political theory based on the manuals of Political Science and some of the most important journals of the discipline in the English language world.

Keywords: Political Science; Political Theory; Scientistic Approaches; American Political Science Asociation (APSA); Perestroika Movement; Interdisciplinarity.


 

 

Introducción: un acercamiento a la teoría política anglosajona

Este escrito busca llevar a cabo un acercamiento a la producción académica sobre teoría política durante la última década, estableciendo tendencias teóricas y metodológicas, escuelas y temas recurrentes. La organización del texto sigue una lógica diacrónica con base en los principales debates que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX en la literatura en inglés. Las fuentes para la elaboración de este documento fueron los manuales de Ciencia Política y teoría política publicados por la editora neoyorquina Oxford University Press, desde 2004, así como algunas de las revistas más emblemáticas de Ciencia Política en el mundo: American Political Science Review, The British Journal of Sociology, Political Research Quarterly, Political Science & Politics, European Political Science, Perspectives on Politics, There View of Politics y Journal of Chinese Political Science.

La primera parte busca hacer un repaso de la forma en que la Ciencia Política se constituyó como campo específico de saber, posicionándose en la academia norteamericana durante la primera mitad del siglo XX, para luego mostrar las principales transformaciones, rupturas e innovaciones, pero también las principales continuidades y permanencias en la estructura disciplinar, metodológica, teórica y temática ocurridas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

En la segunda parte se abordarán dos casos particulares que revisten gran importancia a la hora de realizar balances en torno al devenir de la Ciencia Política: por un lado, el debate surgido en torno a la decisión de las autoridades académicas de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos de hacer electivos los cursos de teoría política para obtener el título en Ciencia Política, en cuanto dan cuenta del intento de muchos sectores de la Ciencia Política de dejar a la teoría política por fuera del núcleo duro de la disciplina y la reacción de quienes pretenden conservarla en dicho lugar; por otro lado, los cambios acaecidos en la academia China de los últimos 20 años como consecuencia de los procesos de apertura económica, política y cultural que se han venido dando. Dos casos que resultan interesantes al momento de pensar el lugar de la teoría política dentro de la disciplina en Oriente y Occidente, puesto que dejan ver como en Estados Unidos la teoría política ocupa un papel cada vez menos esencial para la Ciencia Política, mientras en China la injerencia de la teoría política occidental es esencial no solo por el cambio cultual que ha gestado, sino porque es la causa de muchas de las transformaciones de este gigante asiático en la actualidad.

En la tercera parte se hará una revisión de los contenidos temáticos, las perspectivas metodológicas y las tendencias teóricas de los principales libros y manuales de Ciencia Política y teoría política publicados por Oxford University Press desde 2006: The Oxford Handbook of Contextual Political Analysis, The Oxford Handbook of Political Science, Issues in Political Theory, Making Political Science Matter, The Nature Of Political Theory; y en la cuarta parte se presentarán los retos, las oportunidades, los desafíos y la proyección de la Ciencia Política en general y de la teoría política en particular, a partir de las transformaciones que el mundo ha sufrido en los últimos años.

Tres temas se impusieron históricamente a la agenda temática de la teoría política en el siglo XX: el Estado, los sistemas políticos y los discursos. De estos tres temas el Estado es el tema que permanece aún en el núcleo duro de la teoría política contemporánea. Sin embargo, el enfoque para su abordaje ha cambiado, pues la preocupación por los discursos ha hecho que el poder se disuelva en análisis micropolíticos en los cuales el Estado y el sistema político son estudiados.

Es importante señalar que cuando se aborda el problema de la caracterización de la Ciencia Política como disciplina, la teoría política se muestra como el campo disciplinar que la dota de identidad. De manera que, la teoría política comienza a configurarse como campo cuando la teoría de la elección racional cobra relevancia y el positivismo se convierte en el paradigma reinante. En este contexto la teoría política se convierte en el punto de entrada para las humanidades, el resguardo de los no positivistas y el polo a tierra de la disciplina.

En cuanto a enfoques teóricos se podría decir que los tres paradigmas que dominaron la Ciencia Política en el siglo XX fueron: el institucionalismo, el pluralismo y el elitismo (Marsh, 2010, p. 15). El institucionalismo, centrado en las constituciones y las instituciones; los pluralistas, con los grupos sociales y sus negociaciones como foco de análisis; y el paradigma elitista, preocupado por el estudio del poder asociado a las elites. El institucionalismo ha sido el más fuerte de estos tres enfoques teóricos y se caracteriza por su vocación investigativa en torno a las reglas formales y las convenciones informales que regulan la sociedad; descansa sobre una visión estructuralista de la sociedad en la que el comportamiento político está determinado por estructuras sociales. Es un enfoque teórico histórico, legalista, holístico y funcionalista (Marsh, 2010, p. 15).

 

1. La Ciencia Política en el siglo XX

1.1 Hacia la profesionalización de la Ciencia Política en Estados Unidos

Hay que recordar que la Ciencia Política nace como disciplina en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Allí, la política aparece como el objeto de estudio por antonomasia de la disciplina y rápidamente se avanza hacia la profesionalización de dicho saber. A la hora de caracterizar los desarrollos del subcampo de la teoría política, dentro de la Ciencia Política, un tema importante es el relacionado con la profesionalización de la disciplina. La fundación de la American Political Science Asociation (APSA), en 1903, marca un punto de inflexión importante. Sus orígenes están asociados a un movimiento en contra de la forma en que el estudio de la política operaba a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Gunnell, 2006, p. 479) y a la necesidad de incidir en la vida pública, con base en el modelo de la universidad alemana, con los estudios de Max Weber como fuente de inspiración. El medio de difusión de la APSA fue la American Political Science Review.1 En este sentido, es importante anotar que los órganos de difusión académica lejos de ser meros medios divulgativos son creadores de opinión, de lenguajes y de prácticas que producen transformaciones sociales, políticas y, por supuesto, disciplinares.

Con la fundación de la American Political Science Review el eco de la pregunta weberiana por el ''hecho'' social y por la política social tuvo una resonancia significativa. La necesidad de formar juicios y valores en torno a problemas sociales prácticos era, para Weber, el origen mismo de las Ciencias Sociales. Así pues, la Ciencia Política estuvo asociada al resultado de la conjunción entre la filosofía moral, la educación cívica y la respuesta a problemas sociales concretos, en una clara distinción entre conocimiento existencial y normativo, entre saber empírico y saber ético, entre hecho y valor, entre ciencia y política. Esta preocupación por el hecho social estuvo acompañada de una búsqueda de autonomía, lo que no significó romper relaciones con historiadores y economistas, con quienes se tenían relaciones de vieja data. Estas dos preocupaciones podrían sintetizarse en una: responder a la necesidad de consolidar un puente epistémico entre Ciencia Social y política (Gunnell, 2006, p. 481).

Una variable fundamental que sirvió de mecanismo para resolver estas problemáticas fue el hecho de que la universidad influyó cada vez más en la política y en la sociedad —en este caso Columbia University y John Hopkins University—, esto en el marco de un ambiente reformista dirigido a responder al pluralismo de la sociedad, que tuvo en la consolidación de una esfera ''pública'' un motor y un objeto de estudio para la naciente Ciencia Política.

En todo este escenario la discusión por la naturaleza de la teoría política empezó a ser cada vez más constante y Westel Willoughby, el primer secretario de la APSA, fue un impulsor de primer orden. Willoughby coadyuvó a la conformación de la teoría política o filosofía política, como se le llamaba en aquel entonces, como uno de las tres áreas de la Ciencia Política encargada de definir los conceptos utilizados en el pensamiento político, diferenciándola así de las ideas en política, bajo el precepto weberiano de la distinción entre ciencia y política (Gunnell, 2006, p. 482). Un problema importante para la Ciencia Política, desde entonces, y objeto de fuerte debate, fue cómo ''evitar tomar partido pero sin dejar de ganar autoridad en materia de política pública'' (Gunnell, 2006, p. 483); es decir, la Ciencia Política se ubicaba en una línea delgada entre neutralidad y relevancia. El camino optado fue asumir el fuero científico como muestra de imparcialidad y carácter no partidista, en cuanto a la pertinencia, la creación de la American Political Science Review, al tercer año de la fundación de la APSA, fue un hecho crucial.

Así pues, el tema del estatus científico de la Ciencia Política, estuvo ligado en sus orígenes al tema metodológico, lo cual hace parte de una larga tradición que se remonta a la Grecia clásica. En este estado de cosas es que la teoría política se va haciendo, a lo largo del siglo XX, un componente fundamental que provee a la disciplina de conceptos, definiciones y teorías que la dotan de pertinencia y legitimidad.

1.2 La teoría política en la segunda mitad del siglo XX

Después de la Segunda Guerra Mundial —décadas de 1950 y 1960—, las Ciencias Sociales y Humanas tuvieron significativos desarrollos en el ámbito mundial, teniendo como horizonte epistemológico las teorías del comportamiento y el institucionalismo. Sin embargo, en el campo de la teoría política norteamericana, la teoría tradicional seguía teniendo vigencia o, por lo menos, un lugar substancial; así lo demuestra la producción de la revista emblemática de la Ciencia Política en este período: The American Political Science Review (Kettler, 2006, p. 531). Según David Kettler, esto se debe al rol de la Fundación Rockefeller en la investigación en Ciencias Sociales, la intromisión de Washington en los organismos constructores de opinión, como las revistas científicas, y la producción de los migrantes europeos en Estados Unidos —particularmente los alemanes—, atados a la tradición teórica de Leo Strauss. En este escenario un tema se impuso en la agenda teórica de la Ciencia Política de estos años: los sistemas políticos.

Hannah Arendt y Max Weber seguían siendo fuentes teóricas de primer orden en los Estados Unidos con marcados intereses morales y políticos, así como también en el uso de los métodos históricos. Esta perspectiva teórica y metodológica tuvo un lugar primordial en los círculos de difusión académica gracias al espacio que Harvey Mansfield abrió a este enfoque en The American Political Science Review durante su dirección, siendo uno de los mecanismos a través de los cuales la filosofía política entró a hacer parte de la agenda de la teoría política norteamericana —y que sigue estando presente hoy día— (Goodin, 2006, p. 36). Este tipo de producción comprendió cerca de la cuarta parte de la producción literaria de la revista de este período (Kettler, 2006, p. 532). En la década de 1950 Franz Neumann propuso una innovación en el núcleo de la Ciencia Política: interrelacionar la teoría política con la Ciencia Política empírica, esto es, la Ciencia Política con la acción política, como años después de su muerte declaró uno de sus más cercanos amigos, Herbert Marcuse, a propósito de esta perspectiva (Schram y Cateriono, 2006, p. 236).

Según Kettler, quien hizo parte de este proceso, el objetivo de esta tendencia teórica era redefinir el ethos de la Ciencia Política y revitalizar la educación política del público norteamericano, lo que se convertía en la misión de la Ciencia Política (Kettler, 2006, p. 535) con el posicionamiento de la filosofía política como estrategia para lograrlo. No obstante, para autores como Avner De Shalit este nuevo rol de la filosofía política fue perjudicial para la disciplina, pues se perdía de vista que la filosofía política y la Ciencia Política son dos disciplinas distintas —debido al uso de métodos distintos de análisis— con un objeto de estudio en común: la política. Una de las grandes distancias entre filosofía política y Ciencia Política es que la primera es normativa y la segunda positiva, a la primera le importa ''el deber ser'' y a la segunda lo que efectivamente ''es''. Sin embargo, De Shalit (2009), plantea no solo que es posible, sino deseable, que estas dos disciplinas cooperen para hacer que ambas cuenten con relevancia social, pero sin perder el estatus epistemológico particular de cada una.

El hilo argumental de De Shalit es una revisión histórica de las relaciones entre ambas disciplinas partiendo de su antagonismo originario, pasando por la indiferencia surgida con la consolidación de cada disciplina, hasta llegar a lo que llama ''la curiosidad de los estudios cooperativos'', después del movimiento de Mayo del 68, con la figura central de Theodor Adorno y su teoría crítica, que inspiró a algunos de sus estudiantes a asumir la filosofía política en sus implicaciones prácticas, se abrieron las puertas a una cooperación que él llama ''marginal''. El autor muestra lo que considera los problemas de la falta de cooperación y las dificultades para que esta pueda tener lugar, entre las que se destaca la futilidad del ejercicio académico, si se realiza sólo para influir en un pequeño círculo de colegas y no para tratar de influir en el desenvolvimiento social. La solución a este problema es la democratización de la filosofía política, lo que significa subordinar la disciplina a una actitud política basada en valores democráticos con un impacto en lo que los gobiernos y las personas piensan y hacen en materia de política (De Shalit, 2009).

A partir de la década de 1960 esta tendencia teórica clásica, basada en la filosofía política, dio paso a la New Political Science que se preocupaba mucho más por los problemas metodológicos de la Ciencia Política que de los problemas filosóficos planteados por la Question of Political Theory de Mansfield. Autores como Rogers Smith consideran que durante la Guerra Fría se creó un cuarteto temático en la Ciencia Política: Norteamérica, Ciencia Política comparativa, relaciones internacionales y teoría política, respondiendo a la demanda nacionalista de la sociedad norteamericana de esos años (Kaufman–Osborn, 2010, p. 662). Este ímpetu por consolidar a la Ciencia Política con un rasgo claramente nacionalista fue financiado por las tres grandes fundaciones norteamericanas: Rockefeller, Ford y Carnegie; y fueron direccionados en forma de subvenciones hacia los departamentos de Ciencia Política de Harvard, Columbia y Berkeley.

Después de la caída del Muro de Berlín se generó una proliferación de académicos e instituciones preocupados por la realización de estudios de teoría política comparativa (TPC) poniendo en diálogo perspectivas occidentales y orientales —finales de la década de 1980 y comienzos de 1990— ,lo que abrió paso a los trabajos en TPC preocupados por la cultura y la religión. Pese a que esta perspectiva no tenía altos grados de coherencia y consistencia, como otros subcampos de la teoría política, pues el remoquete de ''comparativo'' era más descriptivo que epistemológico. De hecho, la caracterización de la teoría política en sí misma es objeto de discusión, lo que complica la definición del campo comparativo. Los teóricos políticos suelen evadir la respuesta a la pregunta ¿qué es la teoría política?, más bien se preocupan por caracterizar su práctica. Hay quienes prefieren poner a la teoría política más cerca de las Humanidades que de las Ciencias Sociales. Sin embargo, en las últimas dos décadas la TPC ha sido una de las banderas defendidas por los cientistas políticos a lo que Ulrich Beck llama, en el marco de la segunda modernidad, el giro cosmopolita de la investigación en teoría política (Beck y Grande, 2010). Andrew March distingue dos tipos de TPC: la académica y la comprometida. La primera apunta a comprender en profundidad un texto, una práctica o un fenómeno; mientras que la comprometida busca establecer la positividad de un conjunto de ideas.

Un lugar común para definir la teoría política es el hecho de no intentar explicaciones empíricas o predecir el futuro. La teoría política trata con un conjunto de ideas, conceptos, textos, ideas, valores y normas que son su objeto de análisis (March, 2008, p. 534). Para autores como Catriona McKinnon las dimensiones de lo político se dividen en tres categorías: relaciones interpersonales, relaciones Estado–personas y relaciones globales. Por supuesto, esta concepción de la teoría política determina el enfoque con el que se abordan los problemas. En el texto de McKinnon los contenidos temáticos siguen una línea problémica que incluye: al individuo, a la justicia global y al medio ambiente, en el marco de las relaciones entre Estado e individuo; algunos de los problemas tratados en este texto son: problemas relacionados con los conceptos de nación y Estado, análisis de la guerra, democracia, libertad, tolerancia, equidad y justicia social, derechos humanos, multiculturalismo, género y ciudadanía (McKinnon, 2012).

 

2. Occidente y Oriente: entre transformaciones y rupturas

2.1 El caso de Penn State University

A comienzos de este milenio Bent Flyvberg hizo un llamado al reempoderamiento de las Ciencias Sociales (Schram y Cateriono, 2006, p. 234), en el marco de la amenaza al otrora lugar preponderante de la teoría política dentro del campo disciplinar de la Ciencia Política, pero este llamado se hizo sobre el entendido de que el estatus de cientificidad de la disciplina se sustentaba sobre una base metodológica, más que teórica (Kaufman–Osborn, 2010, p. 656). No obstante, Timothy Kaufman incorpora una variable que matiza dicho fenómeno: la profesionalización, ya no de la Ciencia Política sino de la teoría política, es decir, la emergencia de teóricos políticos profesionales que ejerzan influencia sobre el medio académico y que reaccionen frente al retroceso de las Ciencias Sociales de manera gremialista. El iceberg de esta discusión, es el debate surgido como consecuencia de la decisión de la Universidad de Pensilvania acaecida en 2007, de reformar su pénsum en desmedro de la teoría política (Kaufman–Osborn, 2010).

Las posiciones frente a este acontecimiento institucional en una universidad norteamericana, hicieron que la academia de este país se manifestara vehementemente a favor y en contra, según los particulares intereses o puntos de vista teóricos y metodológicos. Entre quienes no ven un gran problema en la decisión de la Penn University, una de las posiciones más fuertes fue la de Kaufman para quien la teoría política se convirtió en un campo ''mítico'' que defiende intereses muy particulares de una ''comunidad imaginada'' que no está dispuesta a ceder los terrenos en los que se ha establecido (Kaufman–Osborn, 2010). Mito creado a partir de supuestos como la existencia de un núcleo de saberes propios, particulares y pertinentes para la Ciencia Política que dista mucho, según él, de la real importancia de este subcampo en de la Ciencia Política. John G. Gunnell (2010) comparte esta posición y converge con Kaufman en ver un momento inicial de la crisis de la teoría política en las décadas de 1960 y de 1970 cuando, con la incursión de las teorías del comportamiento en las Ciencias Sociales, la teoría política vio minado su campo de saber y empezó a difuminarse en innumerables subcampos que han complicado su definición, sus límites y los asuntos propios de la teoría política (Kaufman–Osborn, 2010, p. 657), proceso al que Wendy Brown (2010) ha llamado la balcanización de la teoría política. La teoría política es, según estos autores, un campo cada vez menos específico y se nos muestra como una creación de la academia norteamericana, con caracteres de autorreferenciación que dificultan garantizar la legitimidad de esta área de la Ciencia Política.

Brown (2010), por otra parte, contrapone su punto vista al de Kaufman y Gunell. Ella comparte la caracterización hecha por Kaufman de la teoría política en ''histórica'' y ''normativa'', y el hecho de que la teoría política no es un campo homogéneo, coherente y unificado. Para ella como para Kaufman la teoría política es un campo en el que convergen forasteros de la Ciencia Política empírica. No obstante, el tono usado y la propuesta hecha por Kaufman, en torno a cómo defender la autonomía de la teoría política son objeto de una crítica mordaz por parte de la autora. Brown señala la ausencia, en el artículo de Kaufman, de una definición de la teoría política, sumada a la carencia de un análisis crítico del rol de los organismos de poder —económicos y de conocimiento— en el devenir de la teoría política contemporánea. Para ella los subcampos que emergen en la contemporaneidad: ''teoría democrática'', ''teoría política comparativa'' ''estudios poscoloniales'' y ''teoría crítica'' son insuficientes, con respecto a lo que los cientistas hacen por fuera de los trabajos empíricos de la Ciencia Política.

El Affair Penn State University es analizado de forma distinta por otros autores, es el caso de Andrew Rehfeld (2010). Para él la teoría política parte del hecho de que esta nomenclatura abarca diferentes ámbitos de interés: conceptual, normativo, explicativo, histórico, interpretativo y textual. En esencia, la teoría política es interdisciplinaria y algunas de estas temáticas se circunscriben en de las Ciencias Sociales y otras no. El autor propone una definición de ciencia y de Ciencia Política en que la condición de falsación y de la diferencia entre observador y mundo a observar son centrales para la primera, y la inclusión de los conceptos de poder y pueblo para la segunda. Finalmente el autor propone la necesidad de la teoría política en algunos subcampos de la Ciencia Política —que no en todos— pero señala la importancia de la teoría política para el mundo universitario en general.

A la visión de Rehfeld se contrapone la de Ross J. Corbett (2011) que critica su posición de entender a la teoría política desde su método y no desde su objeto de estudio. Para Rehfeld la teoría política debe redefinirse con base en la incorporación de métodos cuantitativos de análisis que la doten de rigor científico; Corbett lo critica porque considera que la Ciencia Política debe ser definida por su objeto de estudio y no por el poco o muy estilizado método científico de análisis. Rehfeld hace un parangón entre la lógica positivista y las ciencias sociales, estableciendo como punto de encuentro la capacidad de falsación de una proposición —o de una teoría— de una y otra, lo que para él es la prueba de la condición científica de la Ciencia Social, sin embargo, este énfasis, en el método positivista, es objeto de crítica por parte de Corbett, que piensa que la rigurosidad de un método no garantiza su aplicabilidad para todos los campos de conocimiento. Rehfled propone una perspectiva metodológica particular para la Ciencia Social, el enfoque empírico, que para Corbett también es limitado; pues si bien la Ciencia Política aborda fenómenos políticos concretos, hay fenómenos políticos que no pueden ser estudiados a partir de métodos empíricos.

Así pues, como consecuencia del cierre de unos cuantos cursos en una universidad estadounidense, se han sucedido varias polémicas en torno al estatus científico de la teoría política y su correspondiente papel en la Ciencia Política. A pesar de la distancia entre detractores y defensores de la medida, en lo que todos coinciden es en la necesidad de la interdisciplinariedad como estrategia de supervivencia, tal parece ser la ruta por la que la teoría política debería transitar si quiere tener un papel preponderante en la Ciencia Política contemporánea.

2.2 El caso de la teoría política en China durante los últimos 30 años

Es interesante observar el ensanchamiento del espectro teórico de la teoría política no solo en Occidente sino también en Oriente tal es el caso de lo acontecido en China en los últimos 30 años. En China la academia estuvo cerrada a las influencias occidentales en la era posmaoista pero a partir de 1980 la situación empezó a cambiar y aunque la producción en Ciencia Política se seguía haciendo desde una perspectiva de clase, fiel a la teoría política marxista, nuevos problemas empezaron a hacer parte del abanico de la teoría política. A partir de la década de 1990, empezó a operarse una transformación de la Ciencia Política en China como resultado del envío de estudiantes a las principales universidades occidentales y al consumo de producción académica de los Estados Unidos. Esta transformación teórica hace parte de un proceso más amplio de cambio en la estructura de la sociedad y del Estado en China. Es decir, el cambio en la producción teórica no es solo resultado —consecuencia— sino causa de la transformación de la República Popular China. Esta realidad particular sirve para observar la incidencia del proceso de transformación de la teoría política sobre las sociedades.

Las transformaciones de la teoría política se encuentran en el marco de la reestructuración del Estado chino que ha seguido, desde comienzos de la década de 1990, el modelo de otras naciones asiáticas que han hecho ingentes esfuerzos para alcanzar una estructura estatal orientada hacia el logro de un desarrollo capitalista comandado por el Estado a través de la centralización y el desarrollo del mercado interno con una clara vocación consumista. Así pues, la nueva realidad de la República Popular de China en la década de 1990 estuvo marcada por la incorporación de un nuevo lenguaje político que tiene su origen en Occidente, para tratar de construir una nueva realidad socio–económica. Los lenguajes políticos y la teoría política occidental, entonces, empezaron a ser resignificados y usados en China para dar cuenta de su nueva realidad.

Varios aspectos pueden demostrar los cambios ocurridos desde entonces. Por una parte, la participación de la población en la definición de la política pública a través de la movilización y los cambios en la política industrial del país, que lo han convertido en una potencia productiva en la economía actual. En el escenario de la teoría política, estos cambios arrojan innumerables retos; uno de ellos es la caracterización misma de la organización política de este país, pues el prisma clásico de basarse en la libertad o existencia de elecciones como determinante de si una sociedad es democrática o autoritaria, se muestra limitado e incluso fuera de contexto al tratar de abordar la compleja estructura estatal de China.

Si bien el abanico conceptual de la teoría política china se ha enriquecido con aportes occidentales, este no ha sido trasladado de forma unívoca a la realidad china sino que se ha recreado a las particulares necesidades de esta sociedad, respondiendo al paulatino pero lento proceso de transformación política que ha operado en los últimos 20 años. Es decir, la teoría política en China ha sido una de las variables de transformación social y política de la China contemporánea y no un mero artefacto de saber sin efectos reales. Este cambio del que se habla no implica abandonar legados teóricos propios de la sociedad china tales como el análisis de clase, que no solo es un método analítico de la academia sino una herramienta de movilización que comprende varias facetas, por ejemplo, los estudios políticos comparativos.

Lo dicho hasta aquí muestra que el eclecticismo de la teoría política puede tener impactos muy interesantes sobre la esfera de lo político, para lo cual China es un buen ejemplo, pues la incorporación de teorías políticas occidentales tales como: las aproximaciones al análisis de los sistemas políticos, el estructuralismo–funcionalismo, la teoría del comportamiento, la teoría de la cosa social, el institucionalismo histórico, entre otras corrientes (Yang y Li, 2009, p. 281), dinamizaron no solo la academia en general y la Ciencia Política en particular, sino que posibilitaron cambios en la sociedad que han hecho de China un protagonista del mundo contemporáneo.

 

3. Los manuales de teoría política

En los manuales de teoría política editados por Oxford University Press (McKinnon, 2012; Goodin, 2006; Dryzek, Honig, y Phillips, 2006) la teoría del comportamiento de la década de 1950 y 1960 se muestra como un punto de inflexión en la consolidación de la teoría política como subcampo de la Ciencia Política, de hecho, se le considera como punto de partida para abordar los problemas teóricos y metodológicos de la disciplina. También es el caso del texto editado por David Marsh y Gerry Stoker (2010) en el que dicha perspectiva analítica abre el libro para luego dar paso al enfoque de la elección racional; es decir, si bien la elección racional sigue siendo para los cientistas sociales el punto de referencia teórico, en cuanto a los inicios de la teoría política, la teoría del comportamiento sigue desempeñando un papel central en la demarcación de la especificidad de su campo disciplinar.

Otro punto de inflexión clave para estos manuales, en el proceso de decantamiento de la teoría política, es el aporte hecho por John Rawls, quien a partir de una mirada liberal posicionó los conceptos de igualdad y libertad para construir una teoría de la justicia social, logrando así ubicar a la filosofía política como uno de los componentes centrales de la teoría política. Por supuesto que este aporte no estuvo exento de críticas, pues autores como Amartya Zen y Robert Nozick han señalado que las dotaciones iniciales de los individuos no son iguales, es deseable que las instituciones garanticen la igualdad de una forma positiva y no meramente formal (Arneson, 2009).

En cuanto a los enfoques teóricos, el institucionalismo, el constructivismo y el mismo marxismo, siguen teniendo un lugar preponderante, pero se han enriquecido en el contexto de las variaciones posmodernas que han abierto espacio a nuevos enfoques tales como el feminismo y la teoría normativa. Esto ha sido potenciado por el papel protagónico de autores como John Rawls, Michel Foucault, y Jürgen Habermas que no solo elaboraron nuevos aparatos analíticos sino que promovieron la inclusión de nuevos temas en de la corriente principal de la teoría política, además de abordar viejos temas desde nuevas perspectivas tales como: justicia, poder y teoría crítica. Así pues, la teoría política contemporánea ha sido un escenario en el que los ecos del giro lingüístico, el posestructuralismo y la teoría del pragmatismo político liberal han llegado como un canto de sirena que ha permitido entrar en diálogo con otras disciplinas y le han permitido ganar en versatilidad temática cuando no en especificidad epistémica. Esto puede ser observado en el Manual de Teoría Política de Oxford editado por John Drizek, Bonnie Honig y Anne Phillips (2006) en el que se observa una preocupación por ubicar estas temáticas en el marco de un contexto particular, que obliga a análisis transdisciplinares y comparativos tales como la Unión Europea, las relaciones Oriente–Occidente —con Japón, China, Estados Unidos e Inglaterra como protagonistas— y el mundo islámico, entre los más importantes.

En estos manuales se da un espacio significativo para mostrar el devenir conceptual de la teoría política, particularmente el de la segunda mitad del siglo XX. Las temáticas de la teoría política a lo largo de estos años fueron objeto de reinvenciones que estuvieron asociadas al contexto particular de cada momento histórico: desde la defensa de los derechos civiles en Norteamérica en la década de 1950, la oposición a la guerra de Vietnam en la década de 1960 hasta la desobediencia civil de la década de 1970. En todos estos años los trabajos de Hannah Arendt y Herbert Marcuse fueron referentes teóricos de primer orden (Dryzek et al., 2006, p. 14). Por otra parte están los trascendentales trabajos en torno a la elección racional de Rawls que tuvieron un gran impacto en el abordaje de temas relacionados con el Estado como son: la política redistributiva, la objeción de conciencia y la legitimidad del poder estatal (Dryzek et al., 2006, p. 14). Posteriormente apareció la llamada Escuela de Cambridge, con Quentin Skinner como su principal representante, que introdujo en las Ciencias Sociales la perspectiva teórica de la historia conceptual, que en el manual de Oxford es llamado ''contextualismo histórico'' y que abrió una nueva forma de abordar el pensamiento político a partir del lugar de producción histórico de los discursos, que, a su vez, hacen parte del proceso de transformación de la sociedad.

Estas perspectivas —teoría crítica, liberalismo, elección racional e historia conceptual— son muestra de la frugalidad de las Ciencias Sociales entre las décadas de 1950 y 1970 y su impacto en la teoría política, siempre abierta a echar mano de la caja de herramientas de las Ciencias Sociales para robustecerse. Este fenómeno es plasmado en el Manual de teoría política de Oxford en el que la estructura adoptada es el abordaje de problemas teóricos con una visión histórica que permita ubicar las discusiones en espacios–tiempos particulares para la mejor comprensión de la constitución del campo disciplinar de la teoría política (Dryzek et al., 2006). La premisa del texto de Oxford es que el liberalismo es la perspectiva teórica que, gracias a su capacidad de absorber a sus competidores y de reinventarse a sí misma, ha podido imponerse en el marco de la Ciencias Sociales y en el de la teoría política en particular (Dryzek et al., 2006, p. 23), razón por la que el enfoque general del libro se erige sobre las bases del liberalismo con temas como constitucionalismo, pueblo, sociedad civil, democracia, ciudadanía, justicia, redistribución, equidad, libertad y propiedad.

Otro problema central en estos manuales de teoría política es la pregunta por el método. Son muchas los problemas que se plantean y hay uno que reviste mayor importancia a la hora de evaluar los resultados producidos por la Ciencia Social; se trata del asunto de las conclusiones en Ciencias Sociales en general y en teoría política en particular. Si bien estas siguen una coherencia que se basa en los principios de la lógica y el método, son siempre hipotéticas, por lo que se le llama ''indeterminación de la teoría con base en evidencia'' (Aya, 2006); y este rasgo fundamental de la teoría política genera ruido entre los metodólogos de la ciencia quitándole rigor científico a la producción de la teoría política.

Otro debate es el inconveniente de transponer los métodos y teorías de las Ciencias Naturales a las Ciencias Sociales, que es de vieja data; en la actualidad ha adquirido relevancia en el ámbito de crear perspectivas, enfoques teóricos y metodológicos que permitan explicar por qué las personas hacen lo que hacen. En The Oxford Handbook of Contextual Political Analysis se muestran tres perspectivas metodológicas con las que se construyen las explicaciones en la teoría: la explicación hipotético–deductiva que pretende explicar un hecho a partir de otros hechos; la explicación basada en modelos explicativos de alguna situación social; y finalmente, la perspectiva metodológica comparativa que pretende explicar un fenómeno social a través del contraste de dos situaciones bajo condiciones controladas, es decir, este método establece cuándo una situación se presenta y cuándo no. Esto llevaría a que las perspectivas metodológicas de la teoría social ofrecen explicaciones que son coherentes y lógicas hasta que surja otra que contradiga las premisas de la primera (Aya, 2006). En lo que respecta a la teoría política en particular, lo más interesante de estos debates metodológicos es la capacidad de crear aparatos teóricos robustos que tengan relevancia empírica, es decir, estos enfoques se han preocupado por hacer de la teoría política una herramienta para la decisión política (Schram y Cateriono, 2006).

Una perspectiva contemporánea que ha tratado de alejarse de los enfoques ''cientificistas'' y ''conductistas'' de la teoría política, que apuntaban a hacerla más formal y cuantitativa es la del movimiento de la Perestroika, la cual ha apostado por una teoría política más cualitativa e interpretativa. Así pues, los problemas propios de la teoría política han intentado responder a los problemas propios de la vida política, lo que es una de las principales características de la disciplina y que se debe en gran parte al movimiento de la Perestroika, esto es lo que Sanford Schram llama el retorno a la política, que para Bent Flyvbjerg es la capacidad phronética de la Ciencia Política, es decir, la capacidad de tomar decisiones racionales en circunstancias particulares (Schram y Cateriono, 2006, p. 18). Es esto lo que, precisamente, según estos autores, hace a la Ciencia Política importante.

 

4. La teoría política y la Ciencia Política en prospectiva

La Ciencia Política surge de la confluencia de varios campos emblemáticos del saber decimonónico —la ética, la filosofía, la ley y la historia—, pero lo que fue generando insumos propios de este campo del saber fue la convergencia de la historia de las ideas políticas y las teorías del Estado, de hecho, el mote de teoría para este subcampo de la Ciencia Política fue acuñado por miembros de la APSA a comienzos del siglo XIX en los Estados Unidos y, desde entonces, no ha tenido un significado específico.

Gunell (2010), por ejemplo, aduce que lo que en Norteamérica se ha dado por llamar teoría política, —por lo menos en la producción literaria de la American Political Science Review— ha comprendido estudios cronológicos de estudiosos de la Ciencia Política más que estudios conceptuales o formulación de modelos interpretativos. Solo hasta después de 1930 el campo de la teoría política fue reconocido como un área específica de la Ciencia Social por la APSA (Kaufman–Osborn, 2010, p. 658). Es la década de 1940 la que sirve de escenario del posicionamiento de la teoría política como campo de saber, gracias a la lucha emprendida en contra de la emergencia de la teoría comportamental (Kaufman–Osborn, 2010, p. 653), que se valía de métodos positivistas para dotar de cientificidad a las Ciencias Sociales, a través de la comprensión del comportamiento político y el funcionamiento de las instituciones políticas. Es para la década de 1950 que se crea una tradición de estudios en torno a ideas e instituciones como parte constitutiva de la teoría política (Kaufman–Osborn, 2010, p. 661).

En el manual de Oxford, para definir la relación entre teoría política y Ciencia Política, se usa la palabra de origen francés cohabitación para referir la colaboración, tolerancia, pero a la vez antagonismo, que se experimentan entre ambas. La Ciencia Política necesita de la teoría política pero, a su vez, esta última carece de metodología propia o de un núcleo teórico rígido y acotado, tal es el estado de la teoría y quizás allí resida su frugalidad. La teoría política contemporánea, particularmente en los últimos diez años, ha empezado a estudiar problemas relacionados con violencia y conflictos, así como a estudiar las instituciones desde nuevas perspectivas asociadas al posestructuralismo. Estos temas marcan la pauta pero hacen parte de una pléyade de nuevos problemas que se pueden constatar en los setenta y seis campos de interés contenidos en el directorio temático de la disciplina publicado por la APSA en 2007. Lo cual es un ejemplo de la explosión temática de la teoría política contemporánea. Todos estos temas son abordados por los teóricos políticos en una suerte de pacto no escrito basado en no buscar hegemonía y en hacer de la Ciencia Política un campo de análisis abierto a múltiples intereses investigativos y enfoques teóricos y metodológicos. A esta tendencia —que tiene sus orígenes históricos en la post–Guerra Fría— se le ha llamado Perestroika, que promueve y defiende el pluralismo metodológico y el trabajo interdisciplinar (Schram y Cateriono, 2006, p. 252).

Si bien este pluralismo amplía el horizonte epistémico y temático de la Ciencia Política, también difumina su especificidad disciplinar y metodológica, sin embargo, para autores como los del manual de Oxford es precisamente la teoría política la que emerge como parte de la solución. Estos autores establecen a la teoría política como el núcleo de la disciplina —no obstante, es un núcleo inestable sin una metodología definida—; autores como Kaufman definen a la teoría política como ''un híbrido que no tiene identidad fija, ni método distintivo y consecuentemente no cuenta con un obvio hogar académico'' (2010, p. 664). En la literatura reciente, dedicada a la teoría política contemporánea, existe un acuerdo en torno al ''pluralismo'' de enfoques y temas que permite que hoy exista un amplio espectro metodológico y teórico para abordar el problema de ''lo'' político. De hecho la concepción misma de la teoría política se erige a partir de la idea de interdisciplinariedad con ella se teorizan, critican y diagnostican las normas, las prácticas y la organización de la acción política (Goodin, 2006, p. 4).

Wendy Brown (2010) sostiene el inconveniente de defender el campo de la teoría política en el marco de los parámetros establecidos por la cientificidad y el mundo neoliberal, pues la teoría política es y debe ser importante, pero, no obedeciendo a estos patrones sino a propósitos intelectuales y a necesidades sociales (Brown, 2010), tal es el reto de la teoría política en el mundo contemporáneo: valerse de métodos diversos para el abordaje de problemas variopintos. Esta estrategia puede dotar a la teoría política del lugar histórico que ha tenido dentro de la Ciencia Política y —¿por qué no?— ganar para sí un lugar preponderante en las Ciencias Sociales y Humanas.

 


Notas

* Este artículo fue elaborado en el marco de la investigación Avatares formativos e investigativos de la Ciencia Política en Colombia: hacia una revisión de la disciplina en su período de consolidación (1995–2010), adelantado con la Universidad Sergio Arboleda durante el año 2012 y 2013. Contó con la colaboración en calidad de asistente de investigación de Juan Carlos Rico. Se agradece especialmente la colaboración de John Jairo Cárdenas en la recolección y sistematización de información acerca de la literatura sobre Teoría Política y a Andrea Angel en la revisión del documento final.

1 Siguiendo a Gunnell, esto se puede entender si se tiene en cuenta que ''Esta rebelión fue en parte una insurgencia ideológica, así como el comienzo de una revolución teórica que envolvió el concepto de Estado y atendió a una reorientación metodológica. Más importante aún, se trataba de un cambio estratégico en el tratamiento de la cuestión perenne y endémica de la relación entre la academia y la vida pública'' (Gunnell, 2006, p. 479).


 

 

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