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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.44 Medellín Jan./June 2014

 

SECCIÓN TEMÁTICA: HISTORIA POLÍTICA RECIENTE DE MEDELLÍN (1953–2013)

 

Construcción de ciudad: entre los filos de la memoria y la violencia. Caso Manrique, Medellín*

 

City Building: Among the Edges of Memory and Violence. The Case of Manrique, Medellin

 

 

Andrea Lissett Pérez Fonseca1; Carlos Andrés Aristizábal Botero2; Deisy Yuliana Ríos Castro3; Yuliana Osorno Vanegas4

 

1 Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Antropología Social, Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil y doctora en Antropología Social de la misma universidad. Docente de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: andrealizett@gmail.com

2 Sociólogo de la Universidad de Antioquia. Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Universidad de Manizales. Docente de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: aristizabalbotero@gmail.com

3 Estudiante de Sociología de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: deisy086@gmail.com

4 Estudiante de Sociología de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: yuliana1505@gmail.com

 

Fecha de recepción: octubre de 2013

Fecha de aprobación: febrero de 2014

 

Cómo citar este artículo: Pérez Fonseca, Andrea Lissett; Aristizábal Botero, Carlos Andrés; Ríos Castro, Deisy Yuliana; Osorno Vanegas, Yuliana. (2014). Construcción de ciudad: entre los filos de la memoria y la violencia. Caso Manrique, Medellín. Estudios Políticos, 44, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, pp. 141–161.

 


RESUMEN

Este artículo busca aportar a la reflexión de la historia reciente de la ciudad de Medellín de las últimas tres décadas (1980–2010), a través de la reconstrucción de la memoria de poblamiento de los barrios La Cruz, Bello Oriente y La Honda, ubicados en la zona periférica de la ladera oriental de la ciudad. Por medio de metodologías participativas con distintos sectores poblacionales, se recolectó información significativa sobre los eventos memorables que testimonian el surgimiento y urbanización de estos barrios, que hacen parte del hábitat popular de Medellín. Los datos obtenidos señalan cuatro ejes sobre los cuales se tejía la memoria: los procesos organizativos, las obras de infraestructura, el acceso a servicios públicos y la presencia de múltiples violencias. Este texto realiza un acercamiento interpretativo a partir del eje de violencias–resistencias, vistas como experiencias subjetivas y constructoras de prácticas sociales que han sido determinantes en la historia de vida de sus pobladores y en la configuración del territorio.

Palabras clave: Memoria; Violencias; Resistencias; Hábitat Popular.


Abstract

This article seeks to contribute to the recent history of Medellin (1980–2010), by reconstructing the memory of settlers of La Cruz, Bello Oriente and La Honda neighborhoods, located in the notheastern side of the city. By applying participatory methodologies on different population groups, the data obtained allow to identify significant data on memorable events that refer to processes of urbanization in these neighborhoods that are an integral part of Medellin's popular habitat. The data points to four elements in the construction of memory: organization processes, the construction of infrastructure, the access to public services and the expression of multiple forms of violence. This article offers an interpretative description of violence and resistance seen as subjective experiences that contribute in the construction of social practices that have been central in the life histories of the inhabitants and in the configuration of territory.

Keywords: Memory; Violence; Resistances; Low–Income Settlements.


 

 

Introducción1

Este artículo tiene como objetivo reflexionar sobre las percepciones de la ''violencia'' como uno de los ejes sobre los que se teje el proceso de reconstrucción de la memoria de poblamiento de los barrios periféricos La Cruz, La Honda y Bello Oriente, en la zona de Manrique, Comuna 3 de la ciudad de Medellín, durante el periodo 1980–2010.

La memoria colectiva, entendida como práctica social que hace parte de ''[...] una corriente de pensamiento continuo [...] ya que no retiene del pasado sino lo que todavía está vivo o es capaz de permanecer vivo en la conciencia del grupo que la mantiene'' (Halbwachs, 2004, p. 81), adquiere valor estratégico para los procesos de afirmación de identidad y construcción de proyectos de vida para comunidades histórica y socialmente excluidas, como en el caso de la presente investigación. Este campo de saber es igualmente relevante para la academia como vía de acceso a la comprensión de los sentidos que los sujetos asignan a sus vivencias, a las formas como se perciben, como se narran y se recrean en el tiempo (Ricoeur, 1994; Sánchez, 2006). Con el objetivo de recobrar las voces de los pobladores e identificar los eventos memorables en la reconstrucción de la historia de los mencionados barrios periféricos, se recurrió a metodologías participativas como conversatorios y talleres de la memoria con aplicación de diversas metodologías —colcha de retazos, el tendero del barrio, expresión lúdica, sociodramas, entre otros—, además de la realización de entrevistas semiestructuradas y de una amplia revisión documental.

Cabe subrayar que durante el proceso de investigación no se focalizó la problemática de la ''violencia'' por los miedos y recelos que perviven en los pobladores, pero fue notoria su recurrencia en las narraciones. Esto demostró que había ''algo'' que estaba más allá de las propias palabras e intenciones, algo que debía ser explorado, que parecía contener claves explicativas sobre la forma como los sujetos perciben su realidad.

De la identificación de esa recurrencia de pensamiento en el material de trabajo de campo, nace el presente texto que busca hacer una descripción interpretativa de los múltiples significados que la ''violencia'' adquiere bajo la mirada de tres grupos poblacionales: los niños, los jóvenes y los adultos.

Medellín, así como la mayoría de grandes ciudades latinoamericanas, ha tenido una alta tasa de crecimiento poblacional y de ocupación espacial durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Comparte factores similares de estos procesos poblacionales como la inmigración campesina, producto de las crisis de la economía agropecuaria, y la propia expansión y crecimiento de la ciudad, debido a la ola de desplazamiento generado en el periodo de la Violencia, haciendo que las fronteras urbanas se corran cada vez más hacia la periferia de la periferia, apareciendo así nuevos barrios, y segundos y terceros pisos sobre las viejas construcciones del primer proceso de urbanización (Nieto y Robledo, 2004).

La ciudad ha sido construida a partir de diferentes procesos migratorios, los cuales impusieron un modelo de urbanización, denominado por Jaime Ruiz Restrepo (2008) ''tugurización'' de la ciudad, ya que:

[...] los migrantes hicieron crecer la malla urbana de manera irregular y en forma de un tejido trunco y desarticulado, hacia el noroccidente y el nororiente. Estos nuevos barrios tuguriales han tenido una larga historia de enfrentamiento con el Estado a fin de obtener los servicios y la legalización de los predios que llegaron a ocupar (p. 33).

Una particularidad de estos contextos sociales es la relación existente entre el conflicto armado y el narcotráfico, que ha transformado profundamente la ocupación territorial de las zonas urbanas de Colombia. Durante el periodo considerado en este estudio —1980–2010— se pueden mencionar dos momentos de fuertes crisis que generaron flujos de poblamiento, desalojo y repoblamiento urbano: el desplazamiento forzado de poblaciones rurales a finales de la década de 1990, que llevó a miles de familias de origen campesino a migrar hacia los centros urbanos y la intervención de la fuerza estatal y de grupos paramilitares en los barrios periféricos de las ciudades desde 2002, que ocasionó fuertes desplazamientos intraurbanos (Rengifo, 2009), además de la inserción de grandes megaproyectos que, en su implementación, acarrean reubicaciones que generan mayor desarraigo en las comunidades. Estos son los elementos generales que condicionan la memoria de las comunidades que habitan los barrios La Cruz, Bello Oriente y La Honda.

Estos barrios cuentan con una población aproximada de 25 000 habitantes, de los cuales 56% están en condición de desarraigo (RIOBACH, 2010). Se encuentran ubicados en la periferia de la ciudad de Medellín, en la zona más alta de la ladera nororiental, en la frontera urbano–rural de la Comuna 3, Manrique.

La Honda, La Cruz y Bello Oriente han surgido como resultado de la confluencia de múltiples problemáticas: desplazamientos forzados, falta de vivienda, carencia de servicios básicos, desempleo y condiciones de extrema pobreza, que llevaron a familias de origen campesino y urbano a refugiarse en este territorio.

Varias fueron las oleadas de poblamiento que dieron origen a los barrios: a mediados de la década de 1970, el barrio La Cruz; a inicios de la década de 1980, el barrio Bello Oriente; y a finales de la década de 1990, el ingreso masivo de grupos de desplazados que formaron el barrio La Honda. La ocupación de este territorio se dio debido a las rutas abiertas por familiares, amigos y redes solidarias, así como por la llegada de grupos de desplazados por la violencia paramilitar, provenientes principalmente de Urabá, el Oriente antioqueño y Chocó.

Las condiciones urbano–rurales en las que se han constituido los tres barrios, han permitido que sus pobladores mantengan algunas prácticas y valores de la vida campesina. Todavía se pueden ver en el paisaje animales de granja y huertas caseras, adaptadas a las condiciones geográficas del lugar. Este es un territorio de frontera (Meza, 2006; García, 1990; Rosaldo, 1991)2 donde se entrelazan distintas prácticas y tradiciones, no solo provenientes de las áreas campesinas, sino también de diferentes barrios populares y procedencias locales, regionales y étnicas, que producen una rica diversidad de expresiones socioculturales.

En este territorio se puede observar la lógica de una ciudad no planeada, segregada, con ausencia estatal, frente a lo cual las comunidades que la habitan crean desde su dinámica procesos de construcción del territorio. En este sentido, puede afirmarse que es un territorio de resistencia (Foucault, 1992; Bourdieu, 1997; Scott, 2000),3 construido por la propia gente, no solo a partir del punto de vista de las obras de infraestructura y de urbanización, sino desde una perspectiva social y cultural, creando importantes sentidos de identidad.

El proceso organizativo en los barrios se afianzó a través de la participación en la toma de decisiones y la realización de actividades conjuntas, que fueron lideradas por comités y, posteriormente, por las Juntas de Acción Comunal. Los pobladores se comenzaron a integrar compartiendo, desde la recolección del agua, la lavada de ropa, los ritos religiosos, hasta los eventos culturales: la fiesta, la caminata, la fogata. Así se forjan los lazos comunitarios y de solidaridad que posibilitan la acción colectiva. Este proceso se ha ido potencializando desde múltiples organizaciones barriales de mujeres, jóvenes, adultos mayores, población desplazada, población afrodescendiente, entre otros. También se crearon redes de apoyo en los tres barrios con el fin de unir esfuerzos ante necesidades comunes, gestionar obras, formular planes y proyectos en los momentos de mayor dificultad —como ante la agudización del conflicto armado—.

Hablar de ''violencia''4 se ha convertido en un lugar común en Colombia, tanto para el mundo académico y su amplia producción sobre este fenómeno, como para la misma población que hace uso de esta noción de múltiples formas. Sin embargo, puede observarse que prevalece una polivalencia de significados, que varían según los enfoques, contextos y locus de enunciación (Mignolo, 2005).5 Así sucedió con la puesta en escena de los relatos de la memoria en torno al surgimiento y desarrollo de los barrios La Cruz, Bello Oriente y La Honda, que adquieren distintas miradas de acuerdo con la percepción de cada actor y grupo poblacional. En los testimonios aparece la ''violencia'' y otras designaciones próximas como el ''conflicto'' y la ''guerra'', que se convierten en desencadenantes de gran parte de los acontecimientos que marcaron la historia de este territorio.

Metodológicamente se intentó no inducir la noción de violencia por las fuertes cargas políticas, emocionales y morales que contrae, de modo que los relatos recogidos y citados en este texto son narraciones abiertas sobre la memoria de poblamiento de los barrios en los cuales aparecía de forma protagónica la experiencia de la ''violencia''. Con respecto al enfoque analítico privilegiado para abordar los eventos clasificados bajo esta categoría, se busca evitar algunos determinismos que suelen aparecer cuando se hace uso de esta noción en la investigación social. En primer lugar, se elude la noción de la violencia vista como ''gran sujeto de la historia'', tal como lo recuerda Gonzalo Sánchez (1991) al referirse a la percepción del periodo de la Violencia entre los campesinos de la zona cafetera: ''fragmentados en su reacción y con un profundo sentimiento de impotencia le otorgaban a la Violencia el carácter de Grande Sujeto Histórico, transcendente y exterior a los sujetos del conflicto'' (Sánchez, 1991, p. 22).

En segundo lugar, se evita transformar los eventos de violencia en el país en un trazo o componente cultural esencialista de ser ''colombianos'', según puede deducirse de la perspectiva asumida por algunos autores como Peter Waldmann (2007), cuando se refiere a la existencia de una ''cultura de la violencia'', en que la cultura queda restricta al terreno de las reglas de comportamiento, aprehendidas y reproducidas por generaciones, convirtiéndose en esquemas abstractos, intangibles, sin sujetos históricos ni agencia; de modo que la cultura se transforma en el gran sujeto, entendida como algo exógeno a las voluntades y a las interacciones sociales.

Por último, se intenta no caer en posiciones que juzgan y moralizan los eventos relacionados con la ''violencia'', que obnubilan el proceso comprensivo de este fenómeno en sus múltiples dimensiones. Por esta vía, se retoma como guía conceptual dos elementos explicativos que parecen pertinentes a la reflexión propuesta en este artículo: por un lado, la noción sociológica dada por Álvaro Camacho, Álvaro Guzmán, María Clemencia Ramírez de Jara y Fernando Gaitán (1997), de entender la violencia como ''una relación social de conflicto en la que se recurre al uso de la fuerza para tramitar o resolver ese conflicto'' (p. 32); y por otro, la perspectiva antropológica propuesta por Myriam Jimeno (2007), de recordar que todo acto clasificado como violencia es un acto humano que hace parte de la vida social, de sus contradicciones, jerarquías y conflictos, y está cargado de significaciones culturales.

 

1. Percepciones de la ''violencia'' en los niños

El trabajo de campo realizado con la población escolar del colegio Bello Oriente permitió evidenciar que en los niños predominan, de un lado, los tratos agresivos entre ellos y, de otro, la forma cruda como exteriorizan el substrato de socialización recibido en sus hogares, donde prevalece el conflicto y el uso de la ''violencia''.

Los niños resaltan la naturaleza como elemento altamente significativo, que puede recogerse en la siguiente enunciación: ''el barrio es bonito porque tiene naturaleza y los árboles, las montañas y los charcos para pescar [...]''.6 El origen campesino de muchos de ellos, la carencia de espacios de esparcimiento, así como el hecho de que este territorio sea un espacio de frontera entre lo urbano–rural, donde aún prevalece el entorno natural, hace que los niños se apropien creativamente de los espacios físicos y naturales a través de la lúdica y la recreación.

En contraste, son enfáticos al destacar los episodios de ''violencia'' de distinta naturaleza que los afectan. Sus testimonios dan cuenta de situaciones como violaciones a mujeres, personas asesinadas en el camino, peleas en la calle o en la escuela, y problemas en la familia. En los relatos salieron a flote situaciones conflictivas tanto del ámbito familiar como de espacios sociales del barrio, que fueron expresadas en un mismo plano de importancia y que se traducen en las relaciones de carácter societal que prevalecen en el barrio, en los que no se hace una distinción clara entre el contexto familiar y el contexto barrial: ''En el barrio hay muchos problemas y peligros, cuando voy al colegio pasan muchos problemas, igual que en mi casa, no quiero que pasen más''.71 También hacen uso del lenguaje musical para expresar sus miedos y deseos:

Este es mi barrio, es mi sociedad. Aquí es donde estudio. Quiero felicidad. Se escuchan las balas, se escucha la violencia, se escuchan los rumores de gente atenta. Yo quiero estudiar y mi madre ayudar. Yo quiero trabajar para este mundo cambiar. Yo quiero sacar a mi familia adelante. Yo quiero cuidar a la naturaleza. Yo quiero tener un futuro mejor. Por favor, ayúdame Dios.8

Esa forma de representar y significar los sentimientos demuestra la ausencia de clasificaciones jerárquicas entre las ''violencias'' o problemas percibidos por los niños en los espacios domésticos —la familia— y los públicos —como la escuela o el barrio—. Así mismo, puede apreciarse que entre ellos existen ciertos niveles de consciencia frente a los ''peligros'' que esos problemas acarrean, en los cuales seguramente reposan sus temores y sus sufrimientos.

 

2. Vivencia de la ''violencia'' en los jóvenes

Los jóvenes poseen una mayor trayectoria de vida pues han pasado por dos etapas importantes de su proceso de socialización: la infancia y la adolescencia. La mayoría de ellos llegaron pequeños a los barrios, desplazados por el recrudecimiento del conflicto armado en los territorios de origen. Gran parte de los jóvenes de estos barrios tienen historias de vida semejantes: desplazamiento forzado e itinerancia por varios lugares de la zona rural y de la propia ciudad. Su memoria se recrea a partir de estos referentes que marcan profundamente su infancia. Sus familias se refugiaron en estos barrios periféricos, pero allí también se encuentran con múltiples dinámicas de ''violencia'', algunas conocidas y otras nuevas.

El mayor riesgo que corren los jóvenes, sobre todo los hombres, es ser cooptados por alguna organización armada que ejerce el control de los barrios. Debido a las precarias condiciones de vida, la exclusión generada por las políticas sociales y las lógicas de exclusión laboral, y a la aparente oportunidad que se les presenta de obtener dinero fácil y poder, los jóvenes de estos barrios se convierten en canteras de reserva del conflicto colombiano,9 intensificado en los territorios periféricos y de frontera. Esta cruda realidad ha cobrado la vida de buena parte de estos jóvenes, como ellos lo testimonian: ''Mi generación prácticamente no existe, muchos de mis compañeros están muertos o consumidos en el vicio. La mayoría desertó de los colegios. Otros se han ido para otros lugares, pero en esos lugares también los han asesinado''.10

Se observa que la forma en que los jóvenes se expresan acerca de la ''violencia'', el ''conflicto'' o la ''guerra'', está asociado a la simplicidad y profundidad derivadas de sus propias experiencias, y de las edades y periodos en las que acontecieron. En tal dirección, pueden distinguirse dos momentos relevantes en sus relatos que corresponden a su propio proceso de crecimiento personal.

El primero se encuentra en relación con los recuerdos de la infancia y su periodo escolar, momento en que la ciudad asistía al ingreso y fortalecimiento de las llamadas Milicias Populares, adscritas a guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) o el Ejército de Liberación Nacional (ELN), presentes en estos barrios desde mediados de 1990 hasta inicios de 2000:

Cuando éramos niños fuimos testigos de otro sistema conflictivo que era lo que se denominaba las ''Milicias Populares'', que ahí también era maluco y feo porque en los barrios cada uno tenía un grupo [...], esa fue de las primeras guerras que nos tocó vivir, un poquito, pues, ¿cómo le digo yo?, salidos, alejados, sin tanto peligro porque sencillamente éramos niños espectadores.
Una vez estábamos jugando —nos regalaron una bicicleta sin llantas— y nosotros nos tirábamos por una bajada hasta que la bicicleta se nos dañó, entonces nos sentamos en unas escalas a arreglarla, cuando miramos para arriba y se veían por ahí 20 manes encapuchados, pues a uno todo chiquitico le asustaba mucho y salimos corriendo, no se nos vio sino el polvo, nos tiramos a los rastrojos, nos montamos a los techos de las casas, cuando vimos que iban a sacar un señor de por allá de una casa y fueron y le dieron bala; era así todos los días.11

El segundo se asocia con su juventud, que se da en el contexto de la estrategia militar desarrollada por el Estado para la expulsión de las Milicias Populares de los barrios de la ciudad, momento en el que se desarrollaron varias operaciones militares en diferentes lugares, como la Operación Orión en la Comuna 13 en 2002 y la operación Estrella 6 en la Comuna 3 en 2003, agudizando los enfrentamientos entre el Ejército y las guerrillas, expulsando a estas últimas del territorio. Después de estas operaciones militares y hasta hoy, se experimenta la inserción y dominio de grupos paramilitares, y de los llamados combos y bandas,12 conformados por paramilitares, antiguos militantes y nuevos miembros que activan nuevas formas de acción delincuencial:

Me acuerdo de la Operación Estrella 6, eso fue como un lunes, todo estaba lleno de policías [...]. Yo me acuerdo que andaban con gente toda tapada, esos eran los que decían quién era bueno o era malo, y se empezaron a llevar a todo el mundo, se llevaron a mi padrastro también, yo me fui para mi casa asustada [...].
Entonces empezaban haciendo las fiestas y a convocar pelaos, regalaban el chorro,13 regalaban droga, todo, pues pa' la música, entonces, iban infundiendo su filosofía de la vida fácil. Muchos pelaos se metieron a eso, y por eso ya no están. Entonces ya en estos días hubo una tragedia bastante grande: murieron muchos pelaos de acá, en un día o en dos días se murieron muchos, a otros los hicieron ir.14

Posterior a las operaciones militares, los lazos sociales de las comunidades se debilitan por las persecuciones políticas que se llevan a cabo, desaparición y asesinato de algunos líderes y dirigentes barriales, quedando sin los suficientes mecanismos sociales para hacer frente a los procesos violentos generados por las bandas. Por eso los jóvenes que no engrosaron ninguno de los grupos armados que disputan el dominio de estas zonas, apostaron por el desarrollo de proyectos educativos, artísticos y sociales dentro de los que se destacan el Kolectivo Kultural, surgido en 2006 con jóvenes del barrio de Bello Oriente con el ''objetivo de unir las actividades artística y culturales del barrio'';15 la Sociedad de los Sueños, creada en 2009 con jóvenes de La Cruz para realizar proyectos audiovisuales y artísticos; la comparsa Fantasía nació en 2011 en La Honda, conformada por niños y jóvenes; además de innumerables grupos de música rap, rock, punk y de teatro.

Los jóvenes hacen otras interpretaciones con base en sus propias vivencias de los episodios de violencia, resignificando su territorio. Cuando eran niños, su percepción de la violencia era más distante, de espectadores, pero en la medida de que crecen, los riesgos aumentan porque se convierten en protagonistas. Para ellos ser jóvenes se transforma en una condición de riesgo para la propia vida, por la presión de los diferentes actores armados que disputan el control de los barrios e involucra a la población juvenil como parte esencial de su accionar. A diferencia de los niños, los jóvenes se refieren a la violencia relacionada directamente con el conflicto armado y la guerra, especialmente en los momentos que este se agudiza. El miedo que se evidencia en sus testimonios es la muerte, cuyo rostro han visto de cerca, pues prácticamente ha perecido toda su generación de amigos, vecinos y compañeros de estudio.

Las nuevas generaciones se expresan a través del arte y la lúdica. Pese a las fragmentaciones generadas en el tejido social por la muerte violenta de algunos habitantes, sus voces toman fuerza en los espacios colectivos y públicos de estos barrios y de la ciudad, a través de los zancos, el teatro de calle, la música, los murales, los audiovisuales, el periódico, entre otros.

 

3. Marcas de la ''violencia'' en los adultos

Los adultos nombran de manera más discreta los acontecimientos violentos. En sus relatos aparecen con mayor frecuencia los desarrollos obtenidos en cuanto a infraestructura, procesos organizativos, consecución de servicios básicos y demás. Sin embargo, los hechos violentos acaecidos en los barrios son tan imponentes, que cuando se desgajan los hilos de la memoria les es complicado eludir esas pesadas sombras, pues de alguna manera su propio trasegar en la vida está íntimamente relacionado con tales sucesos.

A partir de la relectura de las narraciones recogidas, se caracterizan cinco momentos percibidos por los pobladores de estos barrios: huida, vandalismo, bandas barriales, dominio de la guerrilla, operaciones militares y paramilitarismo, en los cuales se incrementan notoriamente los niveles de conflictividad y se generan nuevas pautas de vida:

Huida de los lugares de residencia, sobre todo para el caso de los desplazados que constituye la mayor parte de la población de los barrios. En estas situaciones, sus historias están signadas por el destierro, por la pérdida de lo que tenían, de lo que hacían, de su hábitat, de su mundo social, además del terror producido al presenciar las amenazas y el asesinato de seres queridos y amigos:

Llegó un muchacho a la carrera y dijo: ''¡viejo! perdámonos que mataron a fulano, un pelado como de 15 añitos y otro como de 17, que también estaban sembrando en la finca, ¡ay, allá los amarraron y vea los picaron! ¡Y a mí no me vieron y yo me volé! ¡Viejo, perdámonos!''. Entonces mi viejo salió como estaba, sin zapatos y en medias, menos mal los papeles los cargaba diario en el bolsillo [...], todo, todo quedó allá: quedó ganado, las gallinas, los marranos, los pollos, quedó la yuca, quedó el maíz que estaba sembrado, el plátano [...], todo eso quedó.16

Durante la década de 1980, cuando estaban naciendo los barrios La Cruz y Bello Oriente, los actos delincuenciales, de robo, pillaje y violaciones, fueron recurrentes, siendo los pobladores las principales víctimas de este tipo de bandidajes, motivo por el cual la comunidad toma la iniciativa de defender su territorio ante estas amenazas, accediendo a formas de autodefensa:

En ese tiempo todo era como muy bueno, pero cuando ya empezaron a intervenir los de abajo, que empezaban a quitar los mercados a los que subían, les quitaban los zapatos, le quitaban lo que fuera, ahí empezó ya la cosa a complicarse un poquito, esos eran ladrones, pillitos, gente de afuera [...], entonces, hubo un movimiento en el que la comunidad se defendió sola, la misma gente se armó y se hicieron vigilancia.17

En la década de 1990, la población se ve afectada por el acoso de los grupos armados, que fueron inicialmente organizados por jóvenes de los mismos barrios. El cobro de vacunas18 a la población a cambio de brindar ''seguridad'' a los barrios, se convirtió en el principal mecanismo de dichos grupos:

Después de las banditas que habían de los pelaos del mismo barrio, apareció una banda que también era conformada de pelaos que estuvieron aquí; ellos llegaron al barrio y sacaron al anterior grupito que había [...], eran bandas articuladas que trabajaron alguna vez para Pablo Escobar. Ellos llegaron, sacaron a la antigua bandita y se instauraron acá, hicieron una reunión en la capilla, diciendo de manera muy sutil al barrio: ''díganos si quieren que nosotros le cuidemos el barrio'', y como tenían las armas todos dijimos que sí, y cobraban la pequeña vacuna cada ocho días de quinientos mil pesos con esta frase: ''no tiene que darla, no es obligación y no lo vamos a señalar por eso'', pero ellos llevaban el cuadernito de control y tenga por seguro que el que no la daba iba y le daban su susto.19

A mediados de 1990, se evidencia en el testimonio de algunos habitantes de la comunidad la agudización del conflicto, debido a la llegada de nuevos actores armados como la guerrilla, que entran a disputar el control del territorio con las bandas existentes. Como es descrito en sus relatos, la guerrilla coopta a los jóvenes que integraban los grupos armados barriales y se posiciona con fuerza sobre este territorio:

Un día cualesquiera yo iba saliendo a las tres de la tarde, oiga, cuando esa balacera por encima de uno, y yo: ''ay Dios mío bendito''; cuando vimos a esa gente que corría por allá, a veces bajaban diez o doce muchachos, unos peladitos [...], uno callado en su casa, y cuando menos pensamos nos hicieron una reunión y nos dijeron: ''nosotros aquí les vamos a colaborar, los vamos a ayudar, pero aquí la gente que entre que sea conocida de ustedes, porque aquí no vamos a admitir ladrones, viciosos, ni sapos''.20

El año 2003 deja una profunda huella en los pobladores de los barrios, pues el territorio se convierte en escenario de la Operación Estrella 6, que tenía por objetivo expulsar a las Milicias Populares, pero que, según sus testimonios, responde a una militarización de los barrios por parte de la fuerza pública (Ejército y Policía), favoreciendo la entrada de grupos paramilitares que se convierten en el nuevo eje de poder armado en este territorio:

Vea, los soldados empezaron con el emblema del Ejército, vinieron pues a hacer los operativos, a acabar la guerrilla —y con la gente—. Con los soldados venían muchos que eran paramilitares, no se sabía si eran soldados y paramilitares juntos; eso fue una apertura, les estaban abriendo terreno ya para que entraran los paramilitares a ejercer su monopolio.21

A pesar de la presencia de diferentes actores armados y de la exacerbación de las formas de violencia durante distintos momentos de la historia de los tres barrios, no puede decirse que estos episodios hayan paralizado a sus pobladores. El proceso de reconstrucción de memoria permitió evidenciar las formas de resistencia de los habitantes, las cuales posibilitan la apertura del barrio a formas de vida alternativas a la violencia. De esta manera, la población adulta ha generado diversas estrategias que hacen frente a las múltiples historias de violencia y, a su vez, resaltan la vida y dignidad de los barrios. Cabe destacar tres de ellas: la movilización por la paz, la resistencia cívica de sus moradores y la organización comunitaria.

La búsqueda de la paz en los barrios, como reivindicación social y política, a través de la cual los pobladores denuncian el conflicto, procuran formas de mediación y apoyo de la opinión pública y, al mismo tiempo, desarrollan formas de solidaridad y cohesión interna entre los pobladores, debido a las relaciones de confianza que se tejen en el marco de un constante interactuar, en pro del bienestar colectivo. En este contexto es de destacar un evento memorable para la comunidad de los tres barrios: la semana de la paz, organizada en el barrio La Cruz en 1997, con la ayuda de la comunidad religiosa de los jesuitas, durante un momento en que el conflicto armado se estaba agudizado:

Cuando entraron los jesuitas, aquí hubo un proceso muy bueno en el barrio, ahí fue cuando se conformaron las mesas de diálogo por la paz, cuando eso eran que estaban esos grupos armados fuertes, y muertos todos los días. Ahí fue también donde se fortaleció la junta de acción comunal con la formación de los comités de trabajo para que el barrio pudiera progresar y comités de diálogo para que la gente tuviera más comunicación unos con otros.22

En 2003, las comunidades de los barrios de Bello Oriente, La Cruz, La Honda, Altos de Oriente y el Pinar, se declararon como:

[...] asentamiento de refugiados internos por la paz y los derechos humanos, con el fin de defender el territorio y a su comunidad del hostigamiento y de la agresión de los distintos actores que operan en los sectores y a sus alrededores (Castrillón, 2008, p. 58).

Procesos como ''Juguemos a la Paz'', desarrollado entre 2002 y 2005 en el barrio Bello Oriente, se convierten en propuestas recreativas, lúdicas y artísticas, para generar espacios alternativos de socialización por medio de actividades con niños.

El festival ''Respirar por la vida y por la paz'', iniciado en 2008, el cual:

[...] se realiza durante toda una semana cultural que también incluye temas como la salud, la educación [...], hay actividades artísticas, música, poesía, teatro, se pintan murales, se hace olla comunitaria, un carnaval por el barrio, una comparsa. La idea es que toda la comunidad se sienta viviendo el festival, es unir a la comunidad.23

Otra iniciativa importante que nace de la comunidad es el festival San Morro, realizado anualmente en el barrio La Cruz, tiene como objetivo la reunión de la comunidad a través de eventos artísticos y culturales, así como la venta de productos artesanales y alimenticios elaborados por los mismos habitantes del barrio.

Una segunda estrategia llevada a cabo por los pobladores de estos barrios ha sido la resistencia, enfrentar el miedo y la muerte en momentos en que se agudiza el conflicto, cuando parece no haber más salida que la renuncia a habitar y construir el territorio. En esas circunstancias, se producen actos de profundo valor y fortaleza cívica como se puede apreciar en el siguiente relato:

Llegó la época que ya querían quitarme el rancho, que teníamos que desocupar el rancho, y tuvimos que poner eso en manos de la ley, entonces me mataron dos perros, les echaron veneno en el solar [...]. Entonces, yo me resolví pa' que me mataran, tanto sufrimiento y el otro humillándolo a uno porque habían matado cuatro o cinco, porque así decían, entonces dije yo, pues si mató cinco allá, ajuste conmigo seis y me salí pa' fuera [sic], y le dije salgase pa' fuera [sic], se muere usted o me muero yo''.24

En la dinámica del conflicto armado, cabe anotar que buena parte de los hombres han sido involucrados en la guerra y otros, como en el caso de los desplazados, han sido abaleados moralmente por la dureza de las vivencias. De modo que muchas mujeres han asumido la protección de sus familias y también papeles proactivos a favor de la comunidad. Ellas han desafiado el miedo, han denunciado las problemáticas y han confrontando a los distintos actores armados y al Estado en busca de alternativas:

Llegó la guerrilla, ay, qué horror esa gente ahí en la escuela y ellos por fuera enmascarados, pero el señor Sixto decía: ''ustedes son unas viejas verracas,25 eso como está —cuando eso ponían esas barricadas de piedras en todo—, esto aquí no progresó más antes por tanta violencia, y que vea ustedes son tan verraquitas que ese barrio como está de caliente y ustedes dizque pidiendo progreso''.26

Por último, una estrategia que ha tenido un significativo impacto en el contexto de estos barrios periféricos ha sido la organización comunitaria, un potente mecanismo para enfrentar las múltiples necesidades, carencias y conflictos, que ha caracterizado la historia de este territorio. Las formas organizativas en estos barrios nacieron del tejido social construido en la vida cotidiana, en los lazos de solidaridad que surgieron para solucionar necesidades vitales como obtener agua, hacer caminos, conseguir la energía eléctrica, dar educación a los niños, entre otros.

El proceso organizativo se ha consolidado por medio de la participación comunitaria, la deliberación, la planeación de actividades y la conformación de comités de trabajo, que posteriormente se transformaron en juntas de acción comunal (JAC) en La Cruz en 1984, en Bello Oriente en 1987 y en La Honda en 2005. También se crearon redes de apoyo como RIOBACH en 2003, la cual está conformada por expresiones organizativas de los tres barrios e instituciones que acompañan diferentes procesos sociales. Tales organizaciones han desempeñado un importante papel frente a la problemática del conflicto armado, promoviendo diferentes actividades de denuncia, de protesta y sirviendo en algunos momentos como mediadores frente a los diferentes conflictos que se han presentado.

 

Consideraciones finales

La violencia hace parte de la práctica social como expresión de una relación conflictiva en la que se recurre a la fuerza, cuyo significado se elabora según el contexto sociocultural en que se produce, cobrando importancia en los sujetos que se relacionan y que desarrollan prácticas sociales, pero también en la forma como perciben, interpretan y recrean la realidad que viven, la cual, en el marco del conflicto colombiano ''debe enfrentarse a la sensación de impotencia ante situaciones aberrantes, llegando al punto de restarles importancia para poder seguir el curso normal de los días [...]. Los actos más crueles y aberrantes no logran estremecer a la sociedad'' (Mesa de Acción Psicosocial, 2013).

Las personas inmersas en contextos de ''violencia'' son invisibilizadas, tratadas como números, abstraídas en explicaciones estructurales que hablan de las causas y condiciones de vida, o relegadas a la condición de víctimas pasivas.

En ese sentido, la memoria colectiva constituye un recurso de especial potencia para el reconocimiento y la creación de lazos de identidad y de acción colectiva. Un primer elemento para tener en cuenta en la trama de eventos memorables reconstruida, es la existencia de un universo de referentes comunes en las comunidades de La Cruz, La Honda y Bello Oriente. Las diversas procedencias y trayectorias de vida permiten a los pobladores compartir una condición existencial que crea niveles de identidad, como ser desterrados de su hábitat por actores armados. Este hecho genera sentimientos, afectividades y sentidos semejantes como, por ejemplo, la pérdida, la huida, el miedo, el desplazamiento, el refugio. Así, todo aquello que podría encuadrarse como ''violencia'' en los nuevos contextos de vida, no son situaciones completamente nuevas para ellos, porque han pasado por episodios extremos en los que estaba en juego la propia vida y la de sus seres queridos. Ese es el marco de referencia compartido, la memoria que los identifica.

Esta condición no es vivida de la misma forma por todas las generaciones. Los mayores manifiestan varias violencias que suman y acumulan; los jóvenes tienen partida su historia entre el antes, su infancia, transcurrida en los lugares de donde fueron desplazados, y la adolescencia, en los barrios donde se refugian sus padres; y los niños, en su mayoría, son hijos de este contexto, pues nacieron y se criaron allí. Las memorias de estas generaciones, abruptamente cortadas en el tiempo y en el espacio, se fragmentan, se repliegan y cobran nuevas identidades en este territorio.

En los mayores se amplía el abanico de momentos y formas de violencia vividas antes y después de su llegada al barrio. Su percepción está directamente relacionada con los actores armados y los eventos de violencia que de ellos se derivan. Puede afirmarse que su memoria está hilvanada sobre los rastros dejados por los eventos más dramáticos de las luchas por el poder territorial de los espacios habitados, que se expresan en acciones armadas y en la exacerbación de la violencia sobre la población civil.

Se hace oportuno hablar de la historia colombiana en términos de ciclos de guerra, así como lo propone Sánchez (1991). En este caso particular, en la historia reciente de tres barrios periféricos de la ciudad de Medellín, puede resaltarse cinco momentos significativos: 1) huida de sus territorios de origen por amenazas de muerte; 2) en la década de 1980, inseguridad de los primeros tiempos; 3) a inicios de la década de 1990, control territorial por bandas delincuenciales; 4) a mediados de la década de 1990 e inicios de la década de 2000, toma del poder territorial por las Milicias Populares y grupos guerrilleros; y 5) operativo militar en 2003 y dominio de grupos paramilitares y de bandas delictivas hasta la actualidad.

Ciertamente, el meollo de este conflicto radica en el dominio territorial de las zonas periféricas de la ciudad, que se convierten en canteras de disputa de distintos actores armados por controlar estos espacios, vistos como estratégicos desde la perspectiva de poder. Lo que singulariza este conflicto es que no se ejerce únicamente un control espacial —de las rutas de acceso, de la movilidad de las personas, del ingreso y salida, de la creación de fronteras invisibles, entre otras— y económico, con la exigencia de tributación de sus moradores y comerciantes, sino que se implanta un modelo de regulación social, político, cultural y estético, que impone normas de comportamiento, modela las relaciones sociales y afectivas, y se adjudica el ejercicio de la justicia (Nieto y Robledo, 2004).

Son proyectos de poder hegemónicos configurados sobre ideales de la izquierda radical, la derecha conservadora y los valores del mundo delincuencial forjados en las prácticas ilegales, especialmente del narcotráfico. Estos proyectos han sido permeados por el desgaste de la guerra y el afán de poder, siendo la mayoría de ellos transpuestos, llevando a que gran parte de sus participantes —la mayoría jóvenes de los propios barrios— transiten por las múltiples organizaciones armadas.

Finalmente, se resalta el papel de la agencia por parte de los pobladores, que cuestiona la perspectiva de victimización. Las memorias recogidas permitieron constatar un hecho altamente relevante para el estudio de la violencia: los sujetos no son simples receptores pasivos de las agresiones, sus testimonios relatan las formas en que a cada paso iban resistiendo, cayéndose y levantándose, buscando salidas, inventando proyectos de vida, como sujetos individuales, colectivos y con apoyo masivo.

Grosso modo se pueden recapitular estas experiencias bajo la noción de resistencias activas, en las que los pobladores han recurrido a múltiples estrategias para defender la vida y su derecho al territorio. En algunos casos, ante situaciones límite deciden afrontar directamente a los actores armados. Varios jóvenes y niños se han aglutinado en torno a propuestas lúdicas y artísticas, también han realizado manifestaciones, protestas, marchas y han formado movimientos y organizaciones en busca de la paz y el desarrollo de sus barrios. En todos los casos, se han debatido contra el miedo y la muerte instalados en el territorio con la dinámica del conflicto.

En el caso de La Honda, La Cruz y Bello Oriente, es posible evidenciar un entrelazamiento entre las prácticas y los valores propios de la vida campesina, y las condiciones y las necesidades que trae consigo la dinámica citadina, bajo el marco de una ausencia estatal y de planeación frente a las comunidades que la habitan, quienes crean procesos colectivos alternos, en que los sujetos son los protagonistas en los procesos de construcción del territorio. En este caso, los procesos organizativos se han consolidado por medio de la participación comunitaria, la deliberación, la planeación de actividades y la conformación de diversas organizaciones comunitarias, creando a su vez redes de apoyo que han desempeñado un importante papel frente a la problemática del conflicto armado, promoviendo diferentes actividades en torno a la resistencia.

A través de esas formas de resistencia, los pobladores de estos barrios se han construido como sujetos de acción y de pensamiento, se han reconocido, han forjado formas de identidad, se han producido como colectivo, han ejercido su ciudadanía política, han alcanzado reconocimiento público y han ido incluso más lejos, han pensado el futuro con deseos, proyectos y sueños, como lo decían los niños: ''[...] Yo quiero tener un futuro mejor. Por favor, ayúdame Dios''27 y lo reiteraban los jóvenes: ''[...] de ser líderes comunitarios y de apoyar los niños, de tener sueños''.28 Es decir, probablemente, en el proceso de resistencia cívica la ganancia más importante sea su propia transformación.

 

Notas

* El artículo es producto del proyecto Reconstrucción colectiva de la memoria histórica de los barrios la Cruz, la Honda y Bello Oriente, periodo 1980–2010, aprobado por el fondo de proyectos de Extensión Solidaria de la Universidad de Antioquia (BUPPE) en 2011.

1 Agradecemos los aportes de María Eugenia Moreno, líder del barrio La Cruz; a doña Mónica, líder del barrio La Honda; al profesor Darío Yepes del barrio Bello Oriente; al colectivo audiovisual Señales de Humo de la comuna 3; a Arnulfo, líder del barrio Bello Oriente; a los estudiantes de sociología Natalia Marín, Laura Blandón y Óscar Cárdenas; a Claudia Rengifo egresada de Sociología, con quienes compartimos largas y gratas jornadas de trabajo de campo y reflexión.

2 Se entiende por territorio de frontera un espacio ubicado en los límites, en los bordes, en las zonas de flujo y de contacto, que potencializa la movilidad poblacional, así como la presencia de diversas dinámicas sociales, económicas, culturales y de poder. Como lo señala Carlos Meza (2006): ''Más que un corte tajante de espacios, constituyen ámbitos de transición entre dos o más territorialidades, lo cual sugiere que una frontera no es una línea que marca el límite entre uno y otro orden sino un área de permanente tensión'' (p. 388). También cabe notar que en los territorios de frontera no solo tiene lugar el conflicto sino que igualmente se convierten en espacios de intercambio e hibridación, de nuevas recreaciones y de diversidades (García, 1990; Rosaldo, 1991).

3 El concepto de territorio de resistencia hace referencia al poder (Foucault, 1992; Bourdieu, 1997), en el sentido de que el espacio social es objeto de disputa y control por parte de distintas fuerzas sociales; también a que ese poder es rebatido, cuestionado a través de formas de resistencia por parte de los sujetos subalternos que despliegan distintas estrategias civiles para defender los territorios que habitan. Esas estrategias, como lo sustenta James Scott (2000), no solo se basan en formas organizadas, sino que fundamentan su potencia en el mundo cotidiano, en las ''formas de resistencia de cada día'' (p. 43).

4 Se ha optado por usar el término de ''violencia'' —entre comillas— para resaltar su carácter ambiguo y polisémico, de acuerdo con las diversas voces de los sujetos de la investigación y con las diversas perspectivas teóricas.

5 Locus de enunciación se refiere a los distintos lugares desde los cuales se producen conocimientos y sentidos de lo social. De acuerdo con la perspectiva postcolonial, locus puede entenderse como ''distintos espacios epistemológicos de enunciación'' (Mignolo, 2005).

6 Niños del colegio CEBOGA de Bello Oriente, taller lúdico sobre el barrio realizado por el equipo de investigación. Medellín, 15 de mayo de 2012.

7 Niños del colegio CEBOGA, 15 de mayo de 2012.

8 Letra de rap, creación niños del colegio CEBOGA, 15 de mayo de 2012.

9 Existe un relativo consenso entre los investigadores de esta temática de que en Colombia existe un conflicto interno y político, de larga duración, que posee un carácter eminentemente irregular, en el sentido de que no existen vanguardias claramente definidas, los combatientes son irregulares y sus simpatizantes no son claramente identificables (IEPRI, 2007).

10 Taller de la memoria con jóvenes de los barrios de Bello Oriente, La Cruz y La Honda, realizado por el equipo de investigación, 16 de junio de 2012. Los talleres de la memoria fueron una de las técnicas de generación de información implementadas en el proceso de investigación, allí se realizaban tertulias con el fin de activar el diálogo con y entre los jóvenes.

11 Taller de la memoria con jóvenes de los barrios de Bello Oriente, La Cruz y La Honda, realizado por el equipo de investigación, 22 de junio de 2012.

12 Por combos se denomina a las agrupaciones delincuenciales, sobre todo juveniles, que tienen un alcance preminentemente local. Las bandas hacen referencia a organizaciones más estructuradas y de mayor alcance territorial (Restrepo, 2004).

13 Bebidas alcohólicas.

14 Taller de la memoria con jóvenes, 16 de junio de 2012.

15 Taller de la memoria con jóvenes, 16 de junio de 2012.

16 Líder barrial, entrevista realizada por Carlos Andrés Aristizábal, Andrea Lissett Pérez, Natalia Marín y Laura Blandón. Medellín, 19 de abril de 2012.

17 Taller de la memoria con adultos del barrio Bello Oriente, realizado por el equipo de investigación, 28 de junio de 2012. Los talleres de la memoria fueron una de las técnicas de generación de información implementadas en el proceso de investigación, allí se realizaban murales, foto memoria, los rastros de la memoria, tertulias, entre otros, con el fin de activar el diálogo con y entre la población adulta.

18 Dinero cobrado a la población a través de la fuerza y la intimidación.

19 Taller de la memoria con adultos del barrio La Cruz, realizado por el equipo de investigación, 19 de junio de 2012.

20 Líder barrial, entrevista realizada el 19 de abril de 2012.

21 Taller de la memoria con adultos, 28 de junio de 2012.

22 Líder barrial, entrevista realizada por Óscar Cárdenas. Medellín, 22 de abril de 2012.

23 Líder barrial, entrevista realizada por Andrea Lissett Pérez, Natalia Marín y Deisy Ríos. Medellín, 28 de abril de 2012.

24 Taller de la memoria con adultos, 28 de junio de 2012.

25 Término que hace alusión a una personalidad fuerte, valiente, que resiste y enfrenta las dificultades.

26 Taller de la memoria con adultos del barrio La Cruz, realizado por el equipo de investigación, 12 de junio de 2012.

27 Niños del colegio CEBOGA, 15 de mayo de 2012.

28 Taller de la memoria con jóvenes, 16 de junio de 2012.

 

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