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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.45 Medellín July/Dec. 2014

 

SECCIÓN GENERAL

 

Líneas de fuga: transformación y cambio social*

 

Social Flight Lines: Transformation and Social Change

 

 

Sebastián Alejandro González Montero1

 

1 Profesional en Filosofía. Magíster en Filosofía. Doctor en Filosofía. Investigador y docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de La Salle. Correo electrónico: sgonzalez@unisalle.edu.co

 

Fecha de recepción: enero de 2014

Fecha de aprobación: mayo de 2014

 

Cómo citar este artículo: González Montero, Sebastián Alejandro. (2014). Líneas de fuga: transformación y cambio social. Estudios Políticos, 45, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, pp. 115–133.

 


RESUMEN

La idea central del artículo es que la hipótesis de las líneas de fuga sencillamente orienta el problema general de las resistencias difusas. Se sostiene que abordar la cuestión de cómo cambian y se transforman las sociedades depende de acotar el terreno de la investigación más allá de los fenómenos de rechazo, inconformidad y divergencia colectiva. Desde ese punto de vista, se intenta diferenciar entre: i) las campañas cuyo esfuerzo colectivo se traslada a la reivindicación política; ii) las coaliciones en las reuniones públicas, los mítines, las manifestaciones, peticiones o declaraciones, procesiones solemnes y vigilias; y iii) los fenómenos de innovación social. Se trata de mostrar que se puede considerar a los movimientos sociales en el contexto de situaciones decisivas de la transformación radical de la experiencia social ganando en una definición que excede la cuestión del activismo popular y la lucha por la transformación política del Estado. La naturaleza de la investigación es teórica, luego su metodología tiene que ver con el planteamiento general de la hipótesis filosófica de las líneas de fuga, en su compresión como orientación sociológica general.

Palabras clave: Líneas de Fuga; Movimientos Sociales; Sociología de la Desviación.


Abstract

The main idea of the article is that the hypothesis of the flight lines simply orients within the general problem of the diffuse resistances. We maintain that the approach to the question of how societies change and transform depends on narrowing the research field beyond the rejection phenomena, non–conformity and collective divergence. From that point of view the article distinguishes among: i) the campaigns whose collective effort moves to the political claims; ii) the coalitions in the public meetings, rallies, manifestations, requests or declarations, solemn processions and watches ; iii) the social innovation phenomena. The idea is to show that one can consider the social movements in the context of decisive situations of radical transformation of the social experience, which allows us to get a rich definition that exceeds the problem of popular activism and the fight for the political transformation of the State. In the end, the article turns the philosophical hypothesis of the flight lines into a general a sociological orientation that should serve like work hypothesis in practical research.

Keywords: Social Flight Lines; Social Movements; Deviation Sociology.


 

 

Introducción

¿Cómo estar atento y pensar los cambios sociales? (Tiago, 2005, p. 157). Esta pregunta tiene varios antecedentes y extensiones: se trata de la hipótesis de las líneas de fuga sin asumirla como una afirmación sustantiva sobre tal o cual hecho social, fenómeno colectivo, sociedad, entre otros. Se sostiene que el tema de las fugas nace en el seno de desarrollos teóricos que pueden ser asumidos como importantes sugerencias de investigación y no como tercas aseveraciones sobre tal o cual estado de cosas. La idea central es que la hipótesis de las líneas de fuga sencillamente orienta en el problema general de las resistencias difusas.

Si se hace caso a la hipótesis indicada, se acota el terreno de la investigación sobre los fenómenos de ruptura social así: preocupados por el devenir social, i) no se cuestiona la existencia de los grupos recurriendo a sus supuestas oposiciones, contradicciones o evidente coordinación imperfecta (Adorno, 2008, pp. 44–64; Merton, 2010, p. 239); ii) no se invoca el esclarecimiento de lo moviente y lo efervescente de la vida social desde el punto de vista de la reflexión sobre el ''modo en que los grupos sociales, las asociaciones, generan derechos nuevos contra la soberanía de los Estados'' (Ansart, 1990, p. 14). El cabal respecto por las multiplicidades obliga a reconocer una vía particular para atender sus dinámicas. Es decir, asumiendo que las multiplicidades no dejan de engendrar sus procesos de organización —segmentación molar— y de modificarse internamente — segmentación flexible—, hace falta descubrir cómo entender los hechos a través de los cuales las sociedades dejan de ser lo que son —o lo que han sido— para transformarse radicalmente.

Se puede decir que los estudios sobre las empresas colectivas ''innovadoras'' y pos–obreristas redundan en una tesis similar: existen asociaciones técnicas, estéticas, económicas, sociales, entre otras, de muy diversa naturaleza y en muy diversos escenarios de la vida actual, que se resisten, desde abajo, impulsando cambios, promocionando devenires (Lazzarato, 2008, p. 109; Virno, 2003b; González, 2010). Los investigadores se han tomado en serio la idea, desplegando lo que se ha llamado habitualmente ''microluchas'' y, más recientemente ''una ecología humana'' o ''una ecología de las prácticas colectivas'' (Vaercauteren, Crabbé y Müller, 2010; Mezzadra, 2005; Virno, 2003a). Sin alejarse fundamentalmente del sentido en que se ha adelantado el tema, en el fondo interesa poder desarrollar las observaciones que se desprenden de la hipótesis de las líneas de fuga. Hay mucho de cliché cuando se invoca la terminología de la ''dimensión molecular'', de los ''afectos informales o libres'', de las ''relaciones no individualizadas''... de las ''máquinas de guerra'' (Lazzarato, 2008, p. 110), por lo que se puede tener la simplificada idea de que el problema de las fugas limita con el rango de prácticas técnicas, estéticas, económicas, sociales, entre otras, ''inventadas'' a lo largo de grupos que proceden a la manera de nichos minoritarios o de subjetividades rebeldes y resistentes (Žižek, 2006, pp. 209–210).

 

1. Hipótesis sobre la fluidez social

Desde hace eras se guardan esperanzas en la idea de que existe algo así como cierto momento originario en el que todo habría tenido sentido pleno. Quizá es igualmente antiguo el temor que causa las figuras de lo oculto (González, 2008). Humano demasiado humano es el gesto arcaico de cobijar el presente vivido bajo la sombra de lo armónico y lo racional. Si no resulta exagerado decirlo, lo que sorprende es que el temor asociado a realidades ocultas tiene muy probablemente la misma edad (Blumenberg, 2003).

Suponer orden y temer lo inesperado hace parte de la hipótesis humana sobre la organización y el devenir. Plan del mundo: se sospecha que lo real debería tener alguna cohesión o ser destruido (Balandier, 1988, p. 20). ¿Quién podría vivir en un mundo cuyo secreto no sea el relato de la unión y la armonía? ¿Quién viviría en un mundo de ''esterilidad de la tierra, el incesto, lo monstruoso, la muerte; un mundo que no fuera mundo, una realización frustrada y condenada a la degradación, un falso orden sin verdadera vida''? (Balandier, 1988, p. 21).

Habría orden en lo que hay, decimos. Por otra parte, temido y ridiculizado, el rebelde aspecto de desorden salvaje habla igualmente de una presente ambivalencia en todo lo que existe. Se sospecha, pues, una influencia perturbadora que parece ubicarse como ''elemento indispensable para la marcha del mundo'' (Balandier, 1988, p. 22). Se trata del advenimiento de una pulsión salvaje, aunque no necesariamente negativa. Desequilibrio y muerte, mutación y equívocos: al orden de las cosas le coexiste una animalidad de fuerzas que se disputa la comandancia de los eventos inesperados (Safranski, 2008, pp. 86–87). Lo organizado es víctima siempre de desajuste y escasez. Lo que significa que la vida tiende a rehacerse. La vida se muestra a través de aquello que le es más cercano y al tiempo más heterogéneo: no su opuesto, sino el diluvio que es la vida misma y que impulsa todo desastre, pero también toda alegría. La vida organizada, se entiende, ''no está terminada'', pues también ''es movimiento, vida, turbulencia'' (Balandier, 1988, p. 23).

Permítase el uso de vocabularios ya bien reconocidos: la afirmación del orden es evidentemente relativa a la afirmación del desorden, pero la conexión entre ellas guarda un matiz que no puede ser descuidado: orden y desorden no deberían ser entendidos como afirmaciones de fuerzas opuestas o en contradicción sino como procesos heterogéneos participando en una misma dimensión. Esto es fundamental para percibir el espacio filosófico de la hipótesis general que aquí se esboza: el desorden remite a formas posibles cuya organización engendra su propia razón inmanente (Deleuze, 2005, pp. 19–30). Desde ese punto de vista, valdría la consideración de que lo vivo se endurece visiblemente a través de procesos que forman estrechos o complejos de relaciones dinámicas. ¿Por qué dinámicas? Porque hablan de la historia de sus propias diferenciaciones, habida cuenta de sus disociaciones y momentos de flexibilización.

''Termogonía'': la representación de los procesos ordenados es alternada con una imagen de pérdida o resistencia venida de la experiencia de fenómenos de degradación cualitativa de los ciclos y las repeticiones (Balandier, 1988, p. 50). La declaración trastorna el importante uso de la fórmula original del orden: a los procesos que evolucionan sobre trayectorias racionales les suceden microestados correspondientes a dinámicas generadoras de variaciones constantes (Balandier, 1988, p. 51).

Esa orientación sirve para mantener la perspectiva sobre los hechos que preceden a la obra colectiva de los seres y sobre los hechos que hablan de la capacidad creadora manifiesta en la necesaria presencia de movimientos, rupturas, entre otros. Se supone así que en toda sociedad —humana y no–humana—: ''el orden del conjunto nunca es sino aproximaciones y vulnerable, siempre inestable y, por eso mismo, generador de incertidumbre'' (Balandier, 1988, p. 64). Los dos aspectos mentados de la realidad son usualmente asignados a los procesos de organización social. De manera que nos encontramos con el panorama específico de los últimos tiempos en lo que toca a la vida de los grupos —sociología—: ''existirían disipaciones y fluctuaciones que animan perturbaciones a cada instante en que la formación colectiva intenta darse su propia forma''. La confusión paradójica de los contrarios tendría su solución —problemática— en la afirmación de que son parte del estado vital de la vida organizándose y ofreciendo a los individuos sus funciones y alternativas (Balandier, 1988, pp. 53–55).

¿A dónde lleva la hipótesis sobre la inmanencia —o presuposición recíproca— del orden y desorden? Siempre se puede considerar la vida social a partir del amplio punto de vista de la organización. Se hablará de orden, de armonía, de estructuras, de funciones, entre otros. Y no se tardará, claro está, en hablar de la ley, el Estado, las instituciones. Una perspectiva que atienda este tema se preocupará, quizá a través de métodos bien distintos, de la cristalización de los procesos sociales y de las estructuras que tienden a su reproducción (Bourdieu, 1970; Merton, 2010; Varela y Álvarez–Uría, 2009). Por otra parte, siempre se pueden considerar las potencialidades, lo poco previsible, lo latente y demás, de la vida social. Se hablará de cambio, transformación, devenir (Bajoit, 2008). Por supuesto, a partir de la afirmación del devenir no se tardará en hablar de dramas locales imprevistos, prácticas de resistencia, movimientos sociales, entre otros (Ansart, 1990, pp. 52–53).

Esta imagen de pensamiento ya tiene sus años con nosotros.1 Hace tiempo nos hemos acostumbrado a la idea de que a la organización le sigue intrínsecamente la turbulencia, que a los procesos más o menos estabilizados les siguen eventos imprevisibles. Las estructuras, se diría, coinciden organizaciones y permanencias, las cuales a su vez, admiten dinámicas no–lineales, fenómenos aparentemente menos ordenados (Balandier, 1988, pp. 10 y ss.; Merton, 2010, pp. 210 y ss.). Esto propone toda clase de cuestiones: ¿se trata de una apología del desorden sostener que existen acontecimientos de turbulencia cuya impresión en la realidad deja rastros de confusión? ¿O no es nada de eso porque lo que se alega es sencillamente que la organización a su vez hace surgir dinámicas de cambio y viceversa? El vocabulario cool y posmoderno —tan caro en algunas discusiones recientes— no debe impedir aprovechar una valiosa intuición: el factor conservador de la tradición que se afirma con respecto a la permanencia y la unidad de los hechos no debe ser desacreditado de acuerdo a la afirmación de su contraparte, el caos o el desorden. No se cree que deba defenderse el afianzado y elemental contento de asirse al no–sentido o al trasnochado y nefasto nihilismo proveniente de la apología del caos. Por su parte, la defensa de la armonía y el orden pleno ya no tiene cabida plena en las especulaciones teóricas sobre las sociedades. La modernidad ya mezcló las cartas de tal manera que el lenguaje de la identidad, la unidad y demás, tiene que enfrentar necesariamente el advenimiento de la figura del desorden (Balandier, 1988, pp. 176–187).

 

2. Hipótesis: las líneas de fuga

Líneas de fuga es ''algo'' que arrastra a la naturaleza, al organismo y al espíritu. Si pensamos que lo organizado hace referencia a la imposición de tal o cual régimen de totalización, de colaboración, de sinergia o integración, la hipótesis de las líneas de fuga sería que siempre hay lugares, situaciones, hechos, experiencias, etc., por donde todo se escapa (Deleuze, 2007, p. 43). Lo real, diríamos, resguarda una inquietante locura por la que los mecanismos sociales de ordenamiento y jerarquización encuentran su límite insuperable. Atendamos ahora la cuestión.

Acaso sea una gran inquietud la que yace detrás del planteamiento. Sin ser demasiado exagerados, pensaríamos que lo que más nos preocupa a todos no es tanto el crimen o el delito o la enfermedad... sino algo peor: la locura (Deleuze, 2007, p. 64). ¡Admirable sentencia! Que podría ser complementada con una afirmación sugerente: ''una sociedad ante todo se fuga'' (Deleuze, 2007, p. 125). ''Locura'' y ''fuga'' son expresiones relativamente sombrías porque ligan a fenómenos de flexibilidad social en muchas ocasiones difíciles de comprender (Deleuze y Guattari, 1994, p. 59). Diríamos que ''locura'' y ''fuga'' hablan de situaciones que no nos gustan mucho. Entrevemos, sin embargo, que se trata de algo más que la insinuación de que en el fondo la realidad no es más que caos y desorden. Hay cosas que pasan y que no son asimilables desde el punto de vista de lo conocido en el pasado. Aunque la vida diaria tiene muchos días ordinarios o normales, también es cierto que hay días de días. Días en los que la gente se salta los patrones bajo los cuales se subsumen la gran mayoría de nuestras actitudes y comportamientos. Días en los que pasan cosas que liberan el espíritu al fragor de una mañana que da la impresión que todo es posible... Puede que no sean grandes hechos decisivos —aunque a veces sí lo son—. Puede, de hecho, que no sean cosas siempre agradables. Ocurrencias sutiles que pasan: una pequeña salida, una situación que se nos escapa, la maniática cosa que no se puede asir plenamente. Un gesto renovado allí, una promovida entonación allá (Llopis, 2010, p. 12). ''Decirte que te quiero'' puede sonar a lo mismo que tantas personas se han dicho. Pero en condiciones específicas las cosas cambian mucho:

Decirte que te quiero no es suficiente, dijo ella: no te quiero como hijo, ni como hermano ni como esposo, sino de las tres formas a la vez, y amo sobre todo a esa mujer oculta que llevas en el fondo de ti, a quien reconozco en cada uno de tus gestos, en cada uno de tus crímenes [...] (Deleuze, 2007, p. 83).

El problema, claro está, es saber cómo caracterizar las condiciones que hacen tan singular y tan tierna la expresión. Es cuestión de percepción:

[...] entramos en una habitación y percibimos algo como dejà là, como si acabara de suceder, incluso si todavía no ha sucedido. O bien sabemos que lo que está pasando sólo pasa por última vez, se acabó. Oímos un ''te quiero'' que sabemos perfectamente que se dice por última vez. Semiótica perceptiva. Dios mío, ¿qué ha podido pasar, mientras que todo es y permanece imperceptible, y para que todo sea y permanezca imperceptible para siempre? (Deleuze y Guattari, 1994, p. 199).

Sabemos que las palabras ''desterritorialización'', ''fuga'', ''plano de consistencia'', ''agenciamiento maquínico'', ''máquina de guerra'', ''líneas molares'', ''líneas moleculares'' y demás, no dicen mucho si se las recupera directamente o si se las emula o transcribe. Cada quien reconocerá sus gustos y apatías a la hora de enfrentar la terminología. A la larga, malos entendidos productivos surgen constantemente (Badiou y Žižek, 2012). Por lo pronto, no se puede descuidar la esencial intuición que está en la base de las expresiones indicadas: cuando se habla de los procesos por los cuales la organización se produce como un efecto de conjunto —unificaciones, totalizaciones, masificaciones que reflejan procesos estabilizándose paulatinamente— es fundamental reconocer que tal efecto también conlleva a los acontecimientos por los cuales es puesto en riesgo el mandato o la ordenanza que le presupone. Pese a toda anticipada percepción de organización, y precisamente cuando uno se fija bien en los pequeños detalles, resulta que las cosas muestran sus propias precipitaciones y rupturas. La mesura de ver lo habitualmente consistente se contrapone a la perspectiva de un estado sustancial que lo deshace y siempre de maneras precisas. Palabras igualmente encriptadas se dirigen a lo mismo: ''intensidades libres'', ''inconsistencias'', ''roturas'', ''quiebres'', son nombres más o menos buenos para ''algo'' que no deja de hacer presencia poniendo en juego los organismos y las organizaciones (Deleuze y Guattari, 1994, p. 10).

¿Qué es ese ''algo''? Fugas o precipitaciones, diríamos (Deleuze y Guattari, 1994, p. 61). Aunque se puede tener la impresión de que algo que escapa es justamente algo sin atribuciones a la organización original de la que hace parte, también es cierto que ese criterio resulta muy exigente puesto que sirve para hacer inadmisibles cualquier variación de una misma cosa. Entiéndase bien: con el tema de las fugas se introduce una precisa elaboración de aspectos pertinentes a hechos de devenir en la formación de grupos ordenados. ''Fuga'' designa de esa manera la situación de definir aquellos aspectos que hacen desaparecer ''el organismo y su organización'' (Deleuze y Guattari, 1994, p. 37). De todas maneras, es importante notar que no se trata de estimar por esa vía el lado supuestamente negativo de los grupos. La oposición en las fugas no actúa al modo de una carencia de orden o trabajo de la negatividad. Tampoco es el fragmento excluido de tal o cual unidad. O no lo es en el sentido que algo de la unidad se pierde en la nada y sí en el sentido que algo de ella se fuga para hacer conexión con otras unidades, léase grupos que hacen composición con otros grupos —multiplicidades de multiplicidades—. Las fugas son en realidad multiplicidades en dinámicas de transformación, que obligan a reiterar en una observación básica los cuerpos compuestos se entremezclan bajo funciones —registrables—,cuya naturaleza tiene que ver más con el propio hecho de la combinación en redes que con la cristalización unificada de las propias partes de un todo (Merton, 2010, pp. 126–160; Latour, 2008, pp. 47–68).

Por otra parte, los grupos presentan características cualitativamente distintas en lo referente a su consistencia. Decimos: ''las multiplicidades están tanto más aseguradas como cuanto internamente dispuestas a variación'' (Deleuze y Guattari, 1994, p. 60); es decir, que los grupos tienen propiedades que restringen su alcance y continuidad por el hecho que sus elementos compositivos adquieren otras dimensiones e intensidades. Muchas veces se ve bajo la forma de bandas elementales y grupúsculos ''malformados''. Son grupos pequeños que se las ingenian para no crecer demasiado. Son dispersos. Pueden hacer varias cosas al tiempo sin que ninguna defina claramente lo que hacen o pueden hacer. Tienen sus jerarquías. Pero no son las mismas que vemos en los grupos grandes. Se diría también que los grupos pequeños son de naturaleza desastrosa en el sentido que malogran las tentativas de totalización (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 39–40). Lo cual se convierte en la mayor ventaja de los pequeños grupos —y es definitivamente lo que más temor causa— (Fischer, 2008). Además, los grupos presentan fugas de manera que la sociabilidad que ata a sus miembros no solo permanece limitada sino que también puede ser radicalmente transformada o simplemente destruida. Diríamos que las fugas son señales de fenómenos que no necesariamente deben caracterizarse como rasgos de negatividad interna a los grupos. Esto último es más una valoración moral (Deleuze y Guattari, 1994, p. 47). A su manera, la organización ocurre del lado de los grandes grupos: las multiplicidades son redes de conexiones estables que forman el fenómeno —importante, inevitable, beneficioso en algunos aspectos, perjudicial en muchos otros— de la estratificación (Deleuze y Guattari, 1994, p. 48). Organización = estratificación. Por otra parte, se hace referencia a la formación de multiplicidades menos estables por las que se puede hablar de ordenamientos, jerarquías, distribuciones que pueden presentar variación.

La organización, se diría, corresponde igualmente a fenómenos dinámicos de cambio. Por lo que a las estructuras rígidas del orden le siguen hechos de dinámica y movimiento. Y, finalmente, tenemos fugas.

 

3. Sociología de las fugas

Ahora bien, no se cree que deba admitirse la afirmación de que los procesos mencionados existen separados. No es que de una parte se hable de la sociedad de los individuos bien coordinados y, por otra, de desadaptados sujetos que no entienden nada de nada (Giddens, 2002, pp. 277–281). Bajo ninguna circunstancia se sostiene alguna distinción entre multiplicidades consistentes o grupos sociales y multiplicidades nómadas o manadas y bandas de pequeños componentes con tendencias destructoras. Mucho de lo que está en juego aquí obliga a pensar aspectos de la formación y composición de grupos sabiendo que prima la atención a las redes que hacen red — devenir— o ruptura —fuga— con más redes. Desde ese punto de vista la afirmación más fuerte —y que más interesa— es la de la única existencia de multiplicidades de multiplicidades con grados diferenciales de organización y hechos importantes de fuga (Deleuze y Guattari, 1994, p. 49). Eso significa que no hace falta suponer algo así como cosas fuera de las multiplicidades. Los grupos son agenciamientos y estos son procesos que cobijan todo bajo la forma de dinámicas de conexión e interrupción de conexiones, léase en otro vocabulario: redes o rizomas (Latour, 2008). Todo esto es el devenir real de lo que sucede y vivimos: lo real (Deleuze y Guattari, 1994, p. 74). No hay nada más allá ni se puede distinguir lo que ocurre en lo real más que por las cualidades y participantes y las cantidades de energía intensa —deseo— que se aprisiona, fluye o se escapa (Deleuze y Guattari, 1994, p. 56).

Se afirma, pues, que la organización liga a la aparición de procesos estables en el tiempo mientras que el devenir es su contraparte de variación interna (Deleuze y Guattari, 1994, p. 50). Al citar el tema de las fugas, por su parte, se hace mención de la idea según la cual existe ''algo'' que no deja de sustraerse, de huir al proceso (Deleuze y Guattari, 1994, p. 59). Con el interés particular que sigue: las tres afirmaciones dan lugar a una eventual decisión sobre aquello que importa de los grupos. Siempre existe la posibilidad de fijarse en el modo en que se constituyen los compuestos molares o la sedimentación de los grupos. Existe también la posibilidad de inclinarse hacia las multiplicidades flexibles, menos centradas, menos logradas —puede leerse así a Jon Elster (1990; 2010) y a Michel Maffesoli (2004), o a Robert Merton (2010) y a Howard Becker (2009), por ejemplo—. Y finalmente, existe la posibilidad de preguntar cómo es que se fugan los entes colectivos Y no estamos seguros que se pueda privilegiar el tema de los fenómenos de centrado, unificación, totalización y demás, por encima de los fenómenos de fuga o de los fenómenos de variación y cambio, o viceversa. Quizá es cuestión de perspectivismo. En el carisma de una investigación sobre cómo se asegura la consistencia de los grupos habría que atender aquello que sedimenta sus redes y conexiones en niveles bien particulares: fenómenos de masa, determinaciones de orden, funciones y relaciones de aseguramiento —tema de la estructura social y sus funciones (Merton, 2010, pp. 126–160)—. En el carisma de una investigación sobre los cambios en los grupos hay que ocuparse de los motivos que cincelan la organización vía transformación —tema de la anomia social (Merton, 2010, pp. 209–272; Giddens, 2002, pp. 272–281)—. En el carisma de una investigación sobre las fugas se deben buscar los eventos que hacen que los grupos huyan sobre sí mismos, en el que todas las metas de la organización y cambio no dejan de ser obstaculizadas (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 208–210).

Lo cierto es que, para nosotros, la hipótesis de las líneas de fuga es fundamental. Y no tanto porque pueda guardar algo de supuesta verdad sino porque permite tomar decisiones bien particulares sobre cómo aproximarse a la investigación social. Permítase una pequeña redundancia: parece obvio decir que los grupos dependen en primera instancia del grado de consistencia que son capaces de alcanzar. Las malas costumbres que todos tenemos nos hacen inclinar hacia el lado de esa consistencia por la elemental suposición de que allí se guarda la invariancia que definiría el conjunto. Lo que no quiere decir que ese gesto esté equivocado. Solo que también habría lugar a la pregunta por aquello que varía en todo estrato grupal (Deleuze y Guattari, 1994, p. 52). La cuestión de la unidad y la diversidad implica la tarea de caracterizar los grados de consistencia de los grupos. Es fundamental en esa medida tanto la perspectiva de la consistencia como la perspectiva asociada de la dispersión. Según esta tendencia: ''los tipos de formas deben comprenderse cada vez más a partir de poblaciones, manadas, colonias, colectividades o multiplicidades; y los grados de desarrollo deben comprenderse en términos de velocidades, de tasas, de coeficientes y de relaciones diferenciales'' (Deleuze y Guattari, 1994, p. 55). ¿Cuál es la tasa de crecimiento y estabilidad tal o cual grupo? ¿Cuál su coeficiente de integración? ¿Qué es lo que agrupa tal o cual grupo? ¿Y a qué velocidad? Ya dijimos: la conquista de esa investigación es que dará razones para saber qué es lo que pasa en el interior de los grupos que los hace consistentes en el tiempo.

La decisión teóricamente orientada sobre los cambios y las transformaciones de los grupos resulta relevante porque al decidir ocuparse de esos temas obtenemos la posibilidad de percibir el modo en que los grupos se dividen y diferencian en otros de distinta naturaleza. Diríamos, desde ese punto de vista, que así se puede asumir seriamente el hecho que en lo social intervienen aspectos que deben ser interpretados en el marco específico de la construcción funcional de heterogeneidades y mixturas varias (Deleuze y Guattari, 1994, p. 250). Multiplicidad o principio de manada: los grupos surgen del movimiento de ensamblado de entidades heterogéneas que deben ser perseguidas en lo tocante al nacimiento de otros nexos, otras ligaduras, nuevas alianzas y relaciones... En fin, todo lo que recuerde la formación de asociaciones en devenir intensivo (Latour, 2008, p. 131; Deleuze y Guattari, 1994, pp. 245–249).

Finalmente, la hipótesis de las líneas de fuga es relativa a la afirmación de que los grupos son existencias singulares cuyas fronteras son cambiantes y permeables de acuerdo fenómenos de radical ruptura y devenir (Deleuze y Guattari, 1994, p. 202). En el fondo, la hipótesis hace alusión al momento en que no se sabe quién es quién, ni lo que cada cosa significa. Permítase el recurso fiel para poder abrazar la hipótesis.

Diríamos que las líneas de fuga son:

[...] como un tren en marcha [donde] se salta linealmente, [donde] por fin se puede hablar ''literalmente'', de cualquier cosa, en una aceptación tranquila de lo que sucede en la que ya nada equivale a otra cosa [...] Llegue a la conclusión de que los que habían sobrevivido habían realizado una verdadera ruptura. Ruptura quiere decir mucho y no tiene que ver con ruptura de cadena, en la que uno está generalmente destinado a encontrar otra cadena o retomar la antigua [...] En la ruptura no sólo [sic] la materia del pasado se ha volatilizado, sino que la forma de lo que ha pasado, de un algo imperceptible que ha pasado en una materia volátil, ya ni siquiera existe. Uno mismo ha devenido imperceptible y clandestino en un viaje inmóvil. Ya nada puede pasar, no haber pasado. Ya nadie puede hacer nada por mí ni contra mí. Mis territorios están fuera del alcance, y no porque sean imaginarios, al contrario: porque estoy trazándolos. Se acabaron las grandes o las pequeñas guerras. Se acabaron los viajes, siempre a remolque de algo. A fuerza de haber perdido el rostro, forma y materia, ya no tengo ningún secreto. Ya no soy más que una línea. He devenido capaz de amar, no con un gran amor universal abstracto, sino a aquel que voy a elegir, y que va a elegirme a mí, ciegamente, mi doble, que no tiene más yo que yo. Uno se ha salvado por amor y para el amor, abandonando el amor y el yo. Uno ya no es más que una línea abstracta, como una flecha que atraviesa el vacío. Desterritorialización absoluta (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 201–204).

Pero qué es esto tan enigmático que se nombra desterritorialización absoluta. La respuesta técnica sería la siguiente: las líneas de fuga son procesos de desterritorialización absoluta. Las líneas de fuga = desterritorialización absoluta. ¿....? Aceptemos que la expresión es oscura en la medida en que la cuestión también lo es. Por lo demás, no habría razones para quejarse demasiado de los recursos usados para enfrentar los problemas de los que hablamos del mismo modo en que no habría razones para quejarse sobre la manera en la que alguien, cualquiera, filósofo, artista o escritor, se arriesga para resolver sus asuntos a enfrentar —el problema es saber si se logra o no—.

Siendo así las cosas, solo hace falta redondear la hipótesis de trabajo ordenando las afirmaciones precedentes: i) organización es el proceso de estabilización de las partes componentes de los grupos; por otra parte, ii) devenir es el proceso de expansión y, por lo tanto, de variación de las multiplicidades (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 244–245). A las dos afirmaciones les sigue este corolario: el proceso de organización implica más el efecto por el cual las partes de los grupos se reúnen establemente y no tanto el número de individuos del que se componen (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 215–217). Pocos pueden fortalecer una red y muchos hacerse inestables. Esto no es definitivo. Una gran variedad de individuos puede adquirir formas ordenadas pese a sus muchas diferencias. Unos pocos pueden resultar altamente repelentes entre sí. El punto es que siempre hará falta describir las multiplicidades desde el punto de vista de los procesos de organización y devenir y no tanto desde el punto de vista de la cantidad o el número. No hay que olvidar que no se trata de mayorías y minorías ni de mejor o peor, bueno o malo, aunque a cada proceso le correspondan cantidades y peligros precisos (Deleuze y Guattari, 1994, p. 220).

La tercera afirmación es la que más nos interesa. ''Líneas de fuga'' califica procesos y episodios inasignables a la organización y el devenir de los grupos. Decir que es inasignable no hace imposible, sin embargo, su caracterización. ''Líneas de fuga'', insistimos, califica el acontecimiento, una suerte de situación, acto, gesto, palabra, cosa, experimentación..., que no liga a la organización o el devenir (Deleuze y Guattari, 1994, pp. 225– 226). Impotencia en las multiplicidades reflejada en el hecho que no todo es susceptible de ser acogido bajo el seno de las dinámicas sociales —líneas molar y molecular—. No existe, pues, proceso del que algo no pueda escapar (Deleuze y Guattari, 1994, p. 224).

 

4. ¿Qué huye en una sociedad?

Ante la sujeción social y la servidumbre maquínica nos hemos acostumbrado a escuchar el vocabulario de las multiplicidades supuestamente logradas más allá de las formas ya adquiridas de lo social y en la dirección de revoluciones moleculares o por la vía experimentaciones que unirían signos y fuerzas nuevas y encontradas (Guattari, 2004). Vale. De acuerdo. En efecto, lo hemos escuchado repetir muchas veces (Roth, 2007). De todas maneras, siempre es bueno evitar los clichés. El tema de la resistencia y las microluchas ha llegado a plantearse con tal precisión alrededor de la cuestión sobre las ecologías humanas que vale el intento de transitar otros caminos (Galcerán, 2009).

Aceptemos la siguiente insinuación: ¿qué ocurriría si nos preocupamos más seriamente por la idea de una constante generación de desindividuación en lugar de promulgar vulgarmente el:

[...] deseo de fabricar un territorio donde se desplegarían y se cultivarían a la vez una sensibilidad a las mutaciones [...], una agilidad en la capacidad de ''pensarnos'' y un arte de bricolaje en nuestras formas de hacer [...] Insistencia muchas veces enunciada, mil veces encontrada: no somos grupo, devenimos grupo. Y la posibilidad de ese devenir hay que construirla (Vaercauteren, Crabbé y Müller, 2010, pp. 18–19).

De nuevo: estamos de acuerdo. ¡Pero el problema yace en el fondo de lo que se entiende por ''devenir'', por ''construir nuestro devenir colectivo''¡ Quizá el devenir, en el sentido de hacerse sensible a los cambios, las transformaciones y a la experimentación colectiva, ya no puede ser simplemente asumido como la ''buena disposición'' al romanticismo por lo freak, lo raro, y en el peor de los casos, por lo iconoclasta y lo contracultural o antisistema (Touraine, 1997; Laclau, 2005; 2008). Diríamos, en definitiva, que ''nadie encuentra nada diciendo ‘soy anticapitalista', ‘soy explotado', etc.'' (Colectivo Cactus, 2008, p. 11).

En efecto, por más bello y defendible que sea el tema reciente de los colectivos, de la ecología de las prácticas colectivas, de la acción colectiva y demás, hay algo que debe problematizarse con insistencia.2 Frente a la insuficiencia de entender el devenir de los grupos desde el punto de vista del bricolaje de ''nuevas'' prácticas, fácilmente traducibles en procesos de reorganización social, tal vez lo mejor sea pensar que, precisamente, el asunto es hacerse fuga, hacerse imperceptible. ''La invención de modos de existencia o de articulaciones colectivas'' es una fórmula que, o bien puede ser reabsorbida a la discusión sobre el reconocimiento y la inclusión de minorías, o bien remite a la mera actividad de militar en torno a la pluralidad de la vida (Benhabib, 1992). Cualquiera sea el caso, parece ser que la proclamada experimentación en las multiplicidades no tendería solamente a la formación de colectivos.

¿Qué huye en una sociedad? Lo que sigue no es una repuesta definitiva, pero nos pone en el camino de saber cómo encontrarla: diríamos que huye o se fuga aquello que es precisamente imperceptible; lo que se sustrae a los afectos molar y flexible por atender al proceso del puro devenir. Fugarse es devenir, devenir, devenir... hasta donde eso sea posible. Tema de la existencia en la multiplicidad o del hacerse todos y ninguno al mismo tiempo: hablamos del proceso a través de la cual la experimentación se manifiesta huida —o se hace fuga— en la prolongación máxima de las propias intensidades y posibilidades. Fugarse es, pues, un proyecto en curso. Siendo esto así, el problema no tiene que ver con alguna exigencia de fundamento —el lugar de partida que haría las veces de un momento de afirmación— ni con alguna exigencia de fin, que haría las veces de una instancia a la que trascender y de una causa a defender —e. g. crisis de la lógica de la representación y tema de la acción directa (McDonald, 2009)—. El devenir es plenamente inocente y solo tiene sentido porque se asume como proceso, porque se le presupone siempre en marcha y porque se le reclama límite solamente en el máximo del rendimiento potencial de los existentes —intensidad— (Deleuze, 2008, pp. 64–72). Diríamos que hacerse imperceptible no hace referencia, en ningún caso, a la disolución y muerte de una realidad social: momento antecedente del mejor destino, la utopía al fin realizada o el monstruo del fin de los tiempos, qué más da. Hacerse imperceptible es, en otro sentido, la puesta en marcha del proceso que hace continuar el devenir todo lo intensamente posible: hasta la disolución, hasta la despersonalización, hasta la perdida de la propia identidad... ''Es que yo soy así'': qué desfachatez. Es mejor: ''nunca volveré a decir soy esto, soy aquello'' (Deleuze y Guattari, 1994, p. 36).

En efecto, no se trata de estar mal en la vida. El problema no tiene que ver con algún aparente y desgraciado malestar —de alguien o de la cultura—. No es que haya mucha gente de bien y otros tantos ''malos muchachos'' que no entienden nada de nada. Definitivamente no es tema de contravenciones, de comportamientos considerados incorrectos, de violación de las reglas de sociales, de actividades restringidas, del delito patológico, de enfermedad mental, de reacciones a la prohibición o mera desaprobación (Becker, 2009, p. 20). Evitar el concepto de negatividad implica no solo el uso de recursos bien distintos al del ''buen método de la comparación'' sino también una radical renuncia a toda valoración de ese carisma (Becker, 2009, p. 24). Hablar de fugas, en el marco de una compresión que no se juega en la afirmación de dimensiones opuestas —orden–desorden, organización–cambio, entre otros— sirve para evitar valorar las conductas, las situaciones, los hechos y demás, desde el punto de vista de todo aquello que da la impresión de no obedecer a la estandarización social, a la pauta recurrente... a las regularidades en el comportamiento (Ion, 1997). Asumidas las fugas como eventos de creación y como eventos de indeterminación se evita decir que ''el comportamiento normal goza de la aprobación de la sociedad, mientras que el anormal sufre su desaprobación, y que el estudio de la desviación implica hasta cierto grado el de los valores de la cultura'' (Fichter, 1974, pp. 390–391; Laclau y Mouffe., 2006, pp. 173 y ss.).

El estudio de las líneas de fuga no debería ser inaugurado, iniciado según la preocupación de ver violaciones a las normas sociales. Si se confunden las fugas con la desviación de patrones se corre el riesgo de ofrecer una visión simplista atada al prejuicio de calificar los fenómenos de ruptura como ''de anormalidad'', ''disfuncionalidad'', entre otros. ''Disfuncional'', ''desarreglo'', ''patología'', ''desviación'' y sinónimos, son términos que subrayan el carácter negativo guardado en la suposición según la cual habría desórdenes sociales, que además, no tardarían en ser asimilados a los adjetivos ''desorden mental'', ''homosexualidad'', ''drogadicción'', ''síntoma''. Hay algo importante que debe ser rechazado: hablar de procesos en marcha tendientes a amenazar y desestabilizar la organización social es hablar de fenómenos extraños con características negativas afiliadas. ¿Qué se puede decir siguiendo esa perspectiva? Que alguien diferente del resto de los demás, que algo que no coincide con los hábitos, que una situación fuera de lo normal, son todas cosas que tienen rasgos determinantes de conductas desviadas. ¿Qué será eso? Pues lo de siempre: la raza de alguien, la condición social de las personas, el trauma infantil familiar, los objetivos de desadaptados e irracionales, el aprendizaje del comportamiento delictivo por la vía de la interacción social, la naturaleza egoísta de los individuos, la falta de autocontrol, la inadecuada socialización de las reglas sociales o la falta de conformidad racional con ellas (Giddens, 2002, pp. 273–274; 295–316).

La verdad es que así no se logra más que conservar la imagen invertida de los fenómenos sociales funcionales o normalizados. Sin adornos, esto es lo que se obtiene: el razonamiento por oposición, mediante el cual se dice que i) habría obediencia a las normas de la organización, y por otra parte, ii) habría desacato de las mismas, solo conduce a la elemental impresión que si alguien hace la elección correcta, o si tal o cual evento ocurrido coincide con lo ya conocido y habitual, será bien recibido en el seno de la comunidad convencional. Mientras que si, por el contrario, se opta por el movimiento equivocado, o si ocurre lo inesperado, pues —él o esto que ocurre— será rechazado por el riesgo de hacernos ingresar en un ciclo de desviación creciente (Becker, 2009, p. 56). En la práctica, esa lógica conduce al análisis de los hechos, las situaciones, las conductas, las personas y demás, identificadas como síntomas de desarreglo con valores simbólicos tan nefastos y moralizantes que, con toda facilidad, llevan consigo la presuposición que los poseedores de la etiqueta tienen simples rasgos indeseables asociados (Becker, 2009, pp. 52–57). En contraste, la orientación que ofrece la hipótesis de las líneas de fuga es mucho más inocente, pues tiene la virtud de señalar zonas, momentos, situaciones, eventos, acontecimientos, personas, cosas..., pertenecientes a la sociedad —no se trata de marginalidad ni de minoría— en el sentido que se hacen potencialmente problemáticos; o sea, cuya existencia se define en su propia potencia para hacer problema social, para problematizar lo social.

 

Notas

* El artículo hace parte del programa general de investigación Asentamientos humanos para una nueva ruralidad, específicamente del proyecto de investigación Narrativas Socio–Culturales y (re) construcción de la memoria histórica, Universidad de la Salle–CIHDEP–VRIT, 2013–2015.

1 Es probable que la tesis ya inicial tenga registro (que no nuevo) en el problema de la sociología dinámica planteada en la perspectiva de Georges Gurvitch (1950; 1969). Jean Duvignaud dedica a Gurvitch un texto monográfico en Anthologie des sociologues français contemporains (1970, pp. 70–73; 181–184; 226–229; 245). De la época también es posible encontrar los documentos de Duvignaud (1969) y Réne Toulemont (1955). Por otra parte, puede ser encontrada la tesis de la dinámica orden–desorden —aunque con otro vocabulario— en afirmaciones de Theodor Adorno (2008) sobre la definición teórica de la dialéctica. Sin embargo, hay una distancia muy particular entre la tesis dialéctica de la oposición orden–desorden y la tesis inmanentista de las fuerzas dinámicas, sobre todo en lo relativo al lugar que tiene el concepto de lo negativo en una y otra (Deleuze, 1986).

2 Para una impresión más general sobre el tema, véase la investigación de Carlos Enríquez del árbol (2002), Teoría de las formaciones sociales postcapitalistas.

 

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