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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.48 Medellín Jan./June 2016

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n48a12 

SECCIÓN GENERAL

 

DOI: 10.17533/udea.espo.n48a12

 

La biopolítica y los dispositivos de control de la opinión pública en la era del ciberespacio*

 

Biopolitics and the Mechanisms of Control of Public Opinion in the Era of Cyberspace

 

 

Carlos Mario Cano Ramírez (Colombia)1

 

1 Psicólogo. Magíster en Ciencia Política. Docente e investigador de la Facultad de Diseño de Vestuario de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia. Correo electrónico: carlos.cano@upb.edu.co

 

Fecha de recepción: agosto de 2015

Fecha de aprobación: septiembre de 2015

 

Cómo citar este artículo: Cano Ramírez, Carlos Mario. (2016). La biopolítica y los dispositivos de control de la opinión pública en la era del ciberespacio. Estudios Políticos, 48, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, pp. 224–242. DOI: 10.17533/udea.espo.n48a12

 


RESUMEN

El presente texto se propone un esbozo general de la forma como se configura el ciberespacio y cómo este puede ser leído desde la lógica de la biopolítica, bajo una mirada crítica inaugurada por Michel Foucault y continuada por Maurizio Lazzarato, que sirve para entender cómo los espacios de simulación digital no escapan a las relaciones de poder, las cuales se basan en el control del movimiento del usuario en esta dimensión virtual, a partir de la posibilidad de marcar y predecir su trayectoria en su devenir como cibernauta. Se concluye entonces que la generación de la realidad social en este espacio telemático se diluye y se torna inmaterial, lo que acarrea que el sujeto individual se sustituye por una relación llamada biodata que no es más que información in–corporada.

Palabras clave: Biopolítica; Opinión Pública; Biodata; Ciberespacio.


Abstract

The article provides a general outline of the configuration of cyberspace and how it can be read from the logic of biopolitics based on the critical view founded by Michel Foucault and continued by Maurizio Lazzarato. This critical perspective helps to understand how spaces of digital simulation do not escape from power relations, which are based on the control of the user's movement in this virtual dimension. In this context, it is possible to establish and predict a cybernaut's Internet activity. The analysis finds that the generation of this online social reality becomes diluted and immaterialized; as a result, the individual is substituted by Biodata, that is, by integrated information.

Keywords: Biopolitics; Public Opinion; Biodata; Cyberspace.


 

 

Introducción

El grueso de este análisis corresponde a la manera como la biopolítica entiende las formas de marginación devenidas a partir de la puesta en escena en el ciberespacio, razón por la que se expone en profundidad la forma como el concepto de biopolítica fue elaborado por Michel Foucault, para luego explorar las dimensiones en que este nuevo modo de entender los juegos de poder sirven para abordar el tema de la opinión pública en la era del ciberespacio.

Primero se rastrea la forma como se instala en el pensamiento de nuestro tiempo el concepto de biopolítica, acercándose al texto Nacimiento de la biopolítica (2008) producto del curso que Michel Foucault dictó en el Collége de France entre 1978 y 1979. La intención —en su momento— fue hacer una reflexión sobre el arte de gobernar, no pensado desde la práctica gubernamental real, ni desde los instrumentos utilizados o las tácticas escogidas, sino desde la manera meditada de generar el mejor gobierno, haciendo una reflexión sobre la mejor forma posible de regir y administrar, basada en la conciencia de sí, en la racionalización de la práctica del gobernar y fijando sus reglas, proponiéndose como objetivo transformar en ser el deber ser del Estado.

Como método de análisis, Foucault deja a un lado el encaramiento de universales tales como soberano, sociedad civil, Estado, los sujetos, el pueblo, la nación, suponiendo de entrada que estos universales no existen: "no interrogar los universales utilizando la historia como método crítico, sino partir de la decisión de la inexistencia de los universales para preguntar qué historia puede hacerse" (Foucault, 2008, p. 19).

 

1. El principio de gobernabilidad para separar lo verdadero de lo falso

Lo primero que hace Foucault (2008) es definir qué entiende por gobernar: "Gobernar, según el principio de la razón de Estado, es actuar de tal modo que el Estado pueda llegar a ser sólido y permanente, pueda llegar a ser rico, pueda llegar a ser fuerte frente a todo lo que amenaza con destruirlo" (p. 19). De forma complementaria, afirma que la noción de Estado no pone de manifiesto ni una casa real, ni una iglesia, ni un imperio, es una realidad específica y discontinua, como correlato de una manera determinada de gobernar, que depara una práctica que no es impuesta por quienes gobiernan sobre quienes son gobernados, "sino una práctica que fija la definición y la posición respectiva de los gobernados y los gobernantes entre sí y con referencia a los otros" (pp. 28–29).

El Estado no tiene esencia ni es un universal, tampoco es en sí mismo una fuente autónoma de poder. El Estado no es otra cosa que el efecto de una perpetua estatización o de perpetuas estatizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan, trastornan las fuentes de financiamiento, las modalidades de inversión, los centros de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre poderes locales, autoridad central, entre otros. El Estado no es nada más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples.

Por su parte, el gobernar —en la contemporaneidad— ya no se ocuparía en sí de la gubernamentalidad, que son los individuos, las cosas, las riquezas, las tierras. El gobierno solo se centra en los intereses, es decir, el nuevo gobierno, la nueva razón gubernamental, se ocupa de esos fenómenos de la política, que son intereses o aquello por lo cual tal individuo, tal cosa, tal riqueza, entre otros, interesan a los otros individuos o la colectividad. Para ser un poco más agudos con el concepto de gobernar, se parte de entender que es una práctica producto de un fin ideológico, pero con esto no se afirma que sea una falsedad o una ilusión:

No es una ilusión porque es precisamente un conjunto de prácticas, y de prácticas reales, lo que lo ha establecido y lo marca así de manera imperiosa en lo real.

La apuesta de todas las empresas acerca de la locura, la enfermedad, la delincuencia, la sexualidad y el tema del que les hablo hoy es mostrar que el acoplamiento serie de prácticas–régimen de verdad forma un dispositivo de saber–poder que marca efectivamente en lo real lo inexistente, y lo somete en forma legítima a la división de lo verdadero y lo falso [...]. La política y la economía, que no son cosas que existen, ni errores, ni ilusiones, ni ideologías. Es algo que no existe y que, no obstante, está inscrito en lo real, correspondiente a un régimen de verdad que divide lo verdadero de lo falso (Foucault, 2008, p. 37).

Eso inexistente es precisamente la locura, la enfermedad, la delincuencia, la sexualidad, pero que se convierten en nominaciones gracias a los regímenes de verdad dados por un saber propio del discurso legal, psicológico y médico, y que a su vez se convierten en prácticas de gobernar sobre los sujetos. En este punto nos vemos de frente a una historia —o si se prefiere, con una genealogía— de la verdad, en la cual —por ejemplo— la locura o la delincuencia es asumida por los discursos del saber —médicos o penales— bajo la pregunta ¿quién eres?, dejando de lado la cuestión de ¿qué has hecho?, mostrando que la función jurisdiccional de lo penal o de lo médico comienza a transformarse o es duplicada por la cuestión de la veridicción.

En el Nacimiento de la biopolítica se muestra cómo las prácticas confesionales, la dirección de las conciencias o el informe médico tratan la sexualidad desde un intercambio y el cruce entre determinada jurisdicción de las relaciones sexuales que definían lo permitido y lo prohibido y la veridicción del deseo, que es lo que pone de manifiesto la armazón fundamental del objeto de la sexualidad.

Como ven, en todo esto —ya sea el mercado, lo confesional, la institución psiquiátrica, la prisión—, en todos estos casos, se trata de abordar desde diferentes ópticas una historia de la verdad o, mejor dicho, abordar una historia de la verdad que estaría unida, desde su origen, a una historia del derecho1 [...]. Se trataría de la genealogía de regímenes veridiccionales, vale decir, del análisis de la constitución de cierto derecho de la verdad a partir de una situación de derecho, donde la relación derecho y verdad encontraría su manifestación privilegiada en el discurso, el discurso en que se formula el derecho y lo que puede ser verdadero o falso; el régimen de veridicción, en efecto, no es una ley determinada de la verdad, [sino] el conjunto de las reglas que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos (Foucault, 2008, p. 53).

En otras palabras, lo que plantea Foucault no es tanto mirar la génesis de las verdades para entender el elemento político de los discursos de saber, sino determinar cuál es el régimen de veridicción que se instauró en un momento dado, que le permite, por ejemplo, a un psicólogo, a un médico o a un penalista decir o afirmar como verdaderas una serie de cosas que no lo son tanto.

 

2. La vitalpolitik: la política de la vida

Las nuevas formas de gobernar tienen un marco de referencia que termina por darle sentido a las prácticas de la coerción de la libertad, y dicho marco es el liberalismo del siglo XIX y el neoliberalismo del siglo XX, los cuales se fundan bajo el principio de cálculo, nombrado por Foucault como seguridad.

El liberalismo se ve en la necesidad de determinar con exactitud en qué medida y hasta qué punto el interés individual, los diferentes intereses, individuales en cuanto divergen unos de otros y eventualmente se oponen, no constituyen un peligro para el interés de todos. Es entonces cuando aparece el problema de seguridad, porque el liberalismo tiene como principio rector proteger el interés colectivo contra los intereses individuales o, en su versión contraria, proteger los intereses individuales contra todo lo que pueda aparecer —con relación a ellos— como una intrusión procedente del interés colectivo.

El liberalismo participa de un mecanismo en el que tendrá que arbitrar a cada instante la libertad y seguridad de los individuos alrededor de la noción de peligro. En el fondo, si por un lado [...] el liberalismo es un arte de gobernar que en lo fundamental manipula los intereses, no puede manipularlos sin ser al mismo tiempo el administrador de los peligros y de los mecanismos de seguridad/libertad, del juego seguridad/libertad que debe garantizar que los individuos o la colectividad estén expuestos lo menos posible a los peligros (Foucault, 2008, p. 86).

Se puede entrever en este párrafo que no hay liberalismo sin cultura del peligro emergente de la extensión de los mecanismos de coerción, de procedimientos de control y coacción, que van a constituir la contrapartida y el contrapeso de las libertades. A esta altura, se hace necesario citar la noción de libertad que Foucault (2008) rastrea en el surgimiento del liberalismo:

Y esto nos lleva a otra distinción también muy importante, y es que, por un lado, vamos a tener una concepción jurídica de la libertad: todo individuo posee originariamente, para sí, cierta libertad de la que cederá o no una parte determinada; y por otro lado, la libertad no se concebirá como el ejercicio de una serie de derechos fundamentales, sino que se la percibirá simplemente como la independencia de los gobernados con respecto a los gobernantes. Tenemos, por lo tanto, dos concepciones absolutamente heterogéneas de la libertad, una concebida a partir de los derechos del hombre y otra percibida sobre la base de la independencia de los gobernados (p. 61).

Es el neoliberalismo el telón de fondo, o mejor, la fuente desde donde surge la biopolítica, porque este tipo de liberalismo plantea un gobierno que no interviene sobre los efectos del mercado, ni corrige los efectos destructivos del mercado sobre la sociedad;2 el neoliberalismo interviene sobre la sociedad misma en su trama y espesor: "En el fondo [...] tiene que intervenir sobre esa sociedad para que los mecanismos competitivos, a cada instante y en cada punto del espesor social, pueda cumplir el papel de reguladores" (Foucault, 2008, p. 179). Se trata pues de un gobierno no económico sino de un gobierno de sociedad, una política de sociedad. Sociedad que se ha convertido en nuestros días en el objeto mismo de la intervención gubernamental.

Foucault (2008) hace un resumen de los presupuestos epistemológicos del neoliberalismo, para hacerse una idea general de él:

En primer lugar, permitir a cada uno, en la medida de lo posible, el acceso a la propiedad privada; segundo, reducción de los gigantismos urbanos, sustitución de la política de los grandes suburbios por una política de ciudades medianas, reemplazo de la política y la economía de los grandes complejos habitacionales por una política y una economía de viviendas individuales, aliento a las pequeñas unidades de explotación en el campo, desarrollo de lo que él llama industrias no proletarias, es decir, los artesanos y el pequeño comercio; tercero, descentralización de los lugares de vivienda, de producción y de gestión, corrección de los efectos de especialización y división del trabajo, reconstrucción orgánica de la sociedad a partir de las comunidades naturales, las familias y los vecindarios; y para terminar, de una manera general, organización, ordenamiento y control de todos los efectos ambientales que puedan ser producto de la cohabitación de la gente o del desarrollo de las empresas y los centros productivos (p. 185).

En otras palabras, es "desplazar el centro de gravedad de la acción gubernamental hacia abajo" (p. 185), pero no en la lógica de la masificación sino de la configuración del individuo, entendido como una clase de sujetos libres, que mediante la propiedad, las reservas, su inclusión en la naturaleza y en la comunidad devenga en ciudadano valioso para la sociedad. Pero este valor o sentido ciudadano inaugura una política de la vida —vitalpolitik— que no viene ya dada por las luchas de los proletariados frente a sus exigencias salariales o de tiempo libre, sino por una higiene material y moral, por una sensación de limpieza, por un sentimiento de integración social. ¿Esto qué quiere decir? Básicamente, que el gobierno de sociedad quiere hacer que el mercado sea posible, no sometiendo a la sociedad al efecto mercancía —sociedad de consumo—, sino una sociedad sometida a la dinámica competitiva. Estamos pasando de una sociedad de supermercado —todo se consume— a una sociedad de empresa, donde el Homo œconomicus que se intenta reconstruir no es el sujeto del intercambio de bienes, ni el sujeto consumidor, pero sí es el sujeto de la empresa, el sujeto de la producción.

La vitalpolitik depara que el sujeto haga parte de una trama social en la que las unidades básicas tengan la forma de una empresa: "Se trata de hacer del mercado, de la competencia y por consiguiente de la empresa, lo que podríamos llamar el poder informante de la sociedad [...] se trata de alcanzar una sociedad ajustada no a la mercancía y su uniformidad, sino a la multiplicación y la diferenciación de las empresas" (Foucault, 2008, p. 186). Es aquí que se puede afirmar que las fricciones dadas en la esfera pública tradicional obedecen a esa producción constante de identidades en los sujetos contemporáneos. Cuando una sociedad se pregunta por la forma de mejorar su capital humano en general, no puede dejar de exigir la cuestión del control y el filtro, en función de las uniones y procreaciones que resulte. Como consecuencia, el problema político de la utilización de la genética se formula entonces en términos de constitución, crecimiento, acumulación y mejora del capital humano.

El curso sobre el Nacimiento de la biopolítica finaliza haciendo evidente que para que el arte de gobernar de forma racional del liberalismo le de paso a la biopolítica, se debe contar con una nueva categoría y objeto de control político, que se convierta en una nueva realidad, y qué mejor que el concepto de sociedad civil para asumir este rol. Se refiere a un término que se piensa desde el liberalismo como un concepto de tecnología gubernamental, cuya medida racional debe ajustarse jurídicamente a una economía, entendida como proceso de producción e intercambio. La sociedad civil es un conjunto concreto dentro del cual es preciso resituar las reglas del derecho, respetando a su vez la especificidad de la economía.

Foucault le da a la sociedad civil el mismo tratamiento que le da a la locura o la sexualidad. Es vista como una realidad de transacción, porque en el juego de las relaciones de poder y de lo que escapa a ellas nacen esas figuras transaccionales y transitorias que no son menos reales por no haber existido desde siempre. Son transaccionales porque en ella se da una apertura de un ámbito de relaciones sociales, de lazos entre los sujetos, que constituyen unidades colectivas y políticas, sin ser —a pesar de ello— lazos jurídicos, y que van más allá de los vínculos económicos. Pero también son transitorias porque la sociedad civil es la articulación de la historia con el lazo social, porque la historia no viene a prolongar, como puro desarrollo lógico, una estructura jurídica dada en el inicio, lo que permite designar y mostrar una vinculación interna y compleja entre el lazo social y la relación de autoridad bajo la forma del gobierno.

¿Qué es entonces la biopolítica? Es la manera como se ha procurado racionalizar los problemas planteados a la práctica de gobernar por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, raza, entre otros.

 

3. La política como autocontrol responsable

Más arriba se destacó la forma como el neoliberalismo configura una nueva manera de individualidad, basado en una sociedad ya no del consumo, sino una sociedad empresaria, que autorregula las formas de producción: producción de símbolos, de higiene, identidades, salud, entre otros. La empresa se convierte en el modelo de racionalidad para estructurar la vida de los individuos, reinventando lo social, incentivando la autogestión y la autonomía de los sujetos, los grupos, las asociaciones y los movimientos.

Francisco Vásquez (2005), en su texto Empresarios de nosotros mismos, hace una indagación de la forma como la biopolítica se articula con el mercado y la soberanía en la gubernamentalidad neoliberal, para lo cual lo primero que se hace es crear realidades programables, fabricadas, como la libertad, que es vista como un artefacto. Vásquez muestra que el interés de la propia realización personal, la capacidad de elección, solo puede brotar en un entorno adecuadamente programado.

Se trata de convertir al individuo dependiente y necesario, al "ciudadano social", ligado a la colectividad por mecanismos estatales de solidaridad (como la seguridad social), en un individuo activo y autorresponsable, capaz de elegir por sí mismo y de sacarle el máximo partido a sus recursos personales en la búsqueda de un estilo de vida propio y singular (p. 92).

Es pensar al sujeto como "empresario de sí". Lo que es pertinente aclarar es que si se toma a la biopolítica como gobierno racional, como conducción de conductas de los sujetos, significa que su objeto no es el cuerpo —pensado como ente material—, sino que el objeto son las acciones de los otros: aquellos sobre los que se gobierna son sujetos activos, pero esta actividad puede ser instrumentalizada en relación con las metas de esa conducción de la conducta. Se trata pues de la biopolítica, del gobierno, como conducción de conductas y, en especial, de la propia conducta. Para esto es necesario que existan prácticas que objetivan a los seres humanos como ámbitos de conocimiento, para luego ver cómo se instalan otras prácticas que moldean a los seres humanos como objetos de poder, para finalizar con el advenimiento de prácticas por las cuales los seres humanos se modelan a sí mismos como sujetos de comportamiento moral.

El poder no sólo [sic] se ejerce mediante la sujeción, esto es, mediante la objetivación individualizada de los seres humanos; se asientan también en la subjetivación, merced a su capacidad de autoconstituirse como sujetos. En este empeño, las prácticas de libertad o técnicas del yo toman el relevo de las estrategias de gobierno (Vásquez, 2005, p. 83).

El autorregularse como forma de inclusión en la sociedad civil pasa entonces por hacer a los sujetos responsables de su propia existencia —ya no es el Estado de bienestar el que asume esta función, con sus sistemas de salud o sistema pensional—, pasa por fabricarse a uno mismo como consumidor, potenciando la autoestima y el modelado de una "vida de calidad",3 buscando con ello no tanto prevenir los riesgos de vida o reducirlos, sino administrarlos. La política remite así —en nuestros días— a la ética, que pasa por los recursos del lenguaje y de tecnologías del yo (Foucault, 1990) que proporcionan narrativas de "vida buena", para que los sujetos se formen en una conducta moral.

 

4. El significado del biopoder en la vida del sujeto contemporáneo

"Vida de calidad" o "vida buena", ideales construidos a partir de las formas de gobierno de la conducta y de la autorregulación de los sujetos que nacen de la biopolítica, muestran cómo ese concepto de vida fue introducido en la historia política de Occidente, posibilitando concebir una nueva ontología que parte del cuerpo y termina por ver al sujeto político como sujeto ético, dejando a un lado la concepción ortodoxa de ver al sujeto como sujeto de derecho.

Ortodoxa, porque la política ya no se mueve en las luchas por la reivindicación de la propiedad o del trabajo, sino que ahora se hace a partir de la vida y lo viviente, incluyendo a la especie, donde las condiciones de producción se convierten en el motor de luchas. Con esto Foucault le reprocha a Marx y a la economía política reducir las relaciones entre fuerzas a relaciones entre capital y trabajo, haciendo de esas relaciones, simétricas y binarias, el origen de toda dinámica social y de todas las relaciones de poder.

Foucault (2008) propone pensar la biopolítica como la coordinación de estrategias de las relaciones de poder dirigidas a que los vivientes produzcan más fuerza productiva. La biopolítica es una relación estratégica y no un poder de decidir la ley o de fundar la soberanía: coordinar y dar una finalidad son las funciones de la biopolítica. Al respecto hace una diferencia entre dialéctica y estrategia:

Dialéctica, una lógica que hace intervenir términos contradictorios en el elemento de lo homogéneo [...]. Una lógica de la estrategia no hace valer términos contradictorios en un elemento de lo homogéneo que promete su resolución en una unidad. La función de esa lógica de la estrategia es establecer las conexiones posibles entre términos dispares y que siguen dispares. La lógica de la estrategia es la lógica de la conexión de lo heterogéneo y no la lógica de la homogeneización de lo contradictorio (p. 62).

Lo que se nombra como poder entonces significa la integración, la coordinación y la dirección que se da entre una multiplicidad de fuerzas. El poder, de este modo, es definido como la capacidad de estructurar el campo de acción del otro, de intervenir en el dominio de sus acciones; pero este ejercicio de poder solo es posible si se presume que las fuerzas implicadas en la relación son virtualmente libres.

Una lectura de esta definición de poder dada por Foucault llama particularmente la atención por su lucidez, y es la que Maurizio Lazzarato (2002) construye en su texto Del biopoder a la biopolítica, donde afirma que el poder es un modo de acción sobre sujetos activos, sobre sujetos libres:

Una relación de poder, por el contrario, se articula sobre dos elementos que le son indispensables para ser precisamente una relación de poder: que "el otro" (aquél [sic] sobre el que se ejerce la acción) sea reconocido y mantenido hasta el final como sujeto de acción; y que se abre, ante la relación de poder, todo un campo de respuestas, reacciones, efectos, invenciones posibles (p. 60).

En este marco, que los sujetos sean libres significa que ellos tienen siempre la posibilidad de cambiar la situación, que esta posibilidad existe siempre.

Para Lazzarato (2002), los estados de dominación están caracterizados por el hecho de que la relación estratégica se ha establecido en las instituciones y que la movilidad, la reversibilidad y la inestabilidad de la acción sobre la acción son ilimitadas. Entre las relaciones estratégicas y los estados de dominación, Foucault (2008) coloca las tecnologías gubernamentales, es decir, la unión de las prácticas por las cuales se puede "construir, definir, organizar, instrumentalizar las estrategias que los individuos, en su libertad, pueden tener los unos en relación con los otros" (Lazzarato, 2002, p. 60).

Foucault (2008) sostiene que hay una multiplicidad de relaciones de poder y que no son las instituciones ni el Estado las que producen estas relaciones, sino que el Estado y las instituciones se derivan de las relaciones de poder. Pero, ¿cuáles son estas instituciones o dispositivos que surgen de las relaciones de poder?

Lazzarato (2007), en Biopolítica y control de la opinión pública, después de haber transitado por los laberintos epistémicos propuestos por Foucault, encuentra que este dividió los dispositivos propios de las sociedades disciplinarias y los dispositivos propios de las sociedades de control —o sociedades de seguridad—.

Las sociedades disciplinarias se basan en dos dispositivos:

a) Dispositivo disciplinario: es un dispositivos de encierro, pensado como una captura de la multiplicidad, pero poco numerosa y en un espacio encerrado, como la fábrica, la escuela, el cuartel, la cárcel, entre otros. A su vez este dispositivo tiene su margen de acción en el cuerpo, porque le imponen una tarea o una conducta cualquiera para la producción de hechos útiles, una tarea o una conducta.

Este dispositivo consiste en repartir la multiplicidad en el espacio cuadriculado, encerrado, seriado o serializado, es decir, consiste en repartir en el tiempo y ordenar en el espacio [...]. De modo que esta doble organización del espacio y del tiempo termina por componer un efecto útil que aumenta la fuerza que ha estado desde el comienzo en el origen de este movimiento; es una composición de fuerzas para lograr una mayor producción (Lazzarato, 2007, p. 110).

b) Dispositivo biopolítico: actúa sobre una población muy numerosa, sobre multiplicidades muy numerosas, como la población en general. Este dispositivo tiene su accionar sobre una masa como población. Se ejerce como una gestión de la vida de una multiplicidad. A diferencia de los dispositivos disciplinarios, la multiplicidad es numerosa y el espacio es abierto, donde los límites de la población están definidos por los límites de la nación.

El poder es una relación entre fuerzas, mientras que las instituciones son agentes de integración, de estratificación de las fuerzas. Las instituciones fijan las relaciones entre las fuerzas bajo formas precisas dándoles una función de reproducción. El Estado, el capital, las diferentes instituciones, no son la fuente de las relaciones de poder, sino que se derivan de ellas.

El cuerpo y la vida son los pivotes centrales alrededor de los cuales giran los dispositivos disciplinarios y biopolíticos, porque las técnicas disciplinarias transforman el cuerpo, se dirigen al cuerpo, solamente conocen el cuerpo del individuo. Mientras que las tecnologías biopolíticas se dirigen a la multiplicidad en tanto que masa global, porque su problema es ocuparse de la vida de estas masas, apunta a la población y al hombre en tanto especie.

De otro lado, Lazzarato (2007) hace un análisis de algo que Foucault no menciona en Nacimiento de la biopolítica, y tiene que ver con la comunicación y el control de la opinión pública. Lo que propone este filosofo italiano es encontrar la forma como los dispositivos de control en la contemporaneidad hacen uso de la comunicación para crear lo que se conoce como opinión pública. Para tal fin recurre a los planteamientos iniciales que el sociólogo y filosofo Gabriel Tarde (1907) propuso a finales del siglo xix, y que iban en la lógica de sostener que los grupos sociales en el futuro no serían ya ni poblaciones, ni clases sociales, ni la masa, sino más bien el público.

Tarde en ningún momento dice que estos grupos van a desaparecer, sino que la función del público va a superponerse a este tipo de divisiones o de categorías sociales. Específicamente, la concepción de público se entiende cuando Tarde lo concibe como una cooperación entre cerebros, la cual se da porque hay una acción a distancia, por ejemplo, de algún medio sobre la masa de individuos que actúan en un espacio abierto, que "sincronizan" los diferentes cerebros. Para este filósofo y sociólogo francés, fundador de la psicología social, el público "es una masa dispersa en la que la influencia de las mentes las unas sobre las otras ha llegado a ser una acción a distancia" (Tarde citado en Lazzarato, 2007, p. 114). Lazzarato advierte que Tarde prefiere hablar de una masa dispersa, porque la acción de una masa es la de un contagio inmediato, mientras que en el público se trata más bien de una acción a distancia.

Este concepto de público se hace diferente al de clase, en la medida en que un sujeto puede participar de diferentes públicos a la vez, mientras que ese mismo sujeto no puede pertenecer al mismo tiempo a diferentes clases: un burgués es un burgués y un proletario es un proletario. Acto seguido, Lazzarato (2007) expone cómo entender el control de la opinión pública:

Así pues, el control de la opinión pública es un dispositivo de poder que habría que agregar a los dispositivos disciplinarios y al dispositivo biopolítico [...]. Si la cooperación entre cerebros se da entre individuos, los media actúan a distancia sobre los individuos. Pero el problema es: ¿sobre qué actúan? Justamente sobre el cerebro. Una de las características del cuerpo disciplinario es que Foucault lo define como un cuerpo mudo, un cuerpo que no habla; mientras que aquí, en los dispositivos de control de la opinión pública, el poder se dirige a una parte especifica del cuerpo, a una evolución del sistema nervioso que se llama cerebro, y más específicamente, a funciones cerebrales como la memoria. Hay técnicas de poder que actúan en situaciones diferentes. En el dispositivo disciplinario tenemos un individuo–cuerpo sin palabra, mudo; en el dispositivo biopolítica tenemos masa–población y condiciones de la vida; y en los dispositivos de control de la opinión pública, por el contrario, tenemos funciones cerebrales intelectuales y memoria, sobre todo memoria (pp. 115–116).

Las formas de poder se dan por la capacidad de gobernar los diferentes dispositivos y en la capacidad de ponerle freno a las transgresiones; por ejemplo, en los dispositivos disciplinares la trasgresión se da en la rebelión, porque estos dispositivos establecen lo que es prohibido y lo que no lo es —o lo que es normal y lo que es anormal—. En los dispositivos biopolíticos o en los de control de la opinión pública, como su lógica determina que todo está permitido, es muy difícil identificar los mecanismos de poder.

Es en este punto donde el análisis de la obra de Foucault hecha por Lazzarato cobra mayor importancia para la tesis que se desea exponer, en la medida en que él nos muestra algo que nuestra ingenuidad no nos deja entrever: "Si desde la perspectiva del dispositivo disciplinar la resistencia se hace mediante la transgresión y la revuelta, parece que desde la perspectiva de la biopolítica se la puede ejercer al menos desde tres elementos: la oposición misma de la opinión pública, la autoproducción del saber y la autotransformación de los grupos" (Lazzarato, 2007, p. 124).

 

5. Biopolítica y ciberespacio

En este punto se intenta dar un esbozo general de la forma como se configura el ciberespacio y cómo este puede ser leído desde la lógica de la biopolítica, para lo cual Francisco Tirado y Blanca Callén (2008), en Simulación y códigos de información, dibujan un paisaje claro de lo que es la cibercultura y cómo se dan las formas de juegos políticos en ella.

El que controla esta red, que va de lo local a lo global, porque acapara todos los poderes, sustituye a la política, porque tiene todos los derechos, sustituye a lo judicial, porque lo sabe todo, sustituye a la sabiduría, porque hace funcionar su máquina de fabricar dioses posee lo sagrado, escoge los lugares de la violencia, hace crecer o no el comercio y el intercambio (Michel Serres citado en Tirado y Callén, 2008, p. 33).

Así inician estos dos catedráticos españoles su análisis de la forma como las prácticas biopolíticas han tomado terreno virgen en el ciberespacio; el cual es nombrado desde tres características principales:

a) Se despliega y opera desde dos niveles: i) nivel de uso: una dimensión básicamente visual, es fácil de manejar, "cercana" y constituida por íconos e imágenes que entre más familiares y simples, mejor; ii) nivel invisible: dimensión de las matrices numéricas, de la codificación digital y la circulación. Este nivel es inaccesible para los usuarios. Ambos niveles son paralelos e inseparables.

b) El ciberespacio remite a materialidades fluidas, porque hablamos de secuencias numéricas y de simulaciones —ya sea de relaciones, de decisiones, entre otros— que provocan efectos reales, tangibles y presentes, pero su materialidad última ya no hace referencia a algo sólido, claro, distinto y visible, sino a un material fluido, invisible y móvil.

Se dispone de una realidad poblada de presencias invisibles, donde la simulación se presenta más genérica y sofisticada que el panóptico del que habla Foucault, en la medida en que "ya no se trata de sentir la mirada del otro, sino de experimentar su presencia" (Tirado y Callén, 2008, p. 35). Lo interesante de la simulación es que permite sentir que estamos al lado de otros sin que estos estén presentes físicamente: "Compartimos un espacio, un tiempo y una acción abstracta con miradas de personas no localizadas geográficamente, imposibles de identificar temporalmente, y cuyas acciones parecen converger hacia nuestra situación" (p. 35).

Los espacios de simulación están pensados a partir de la práctica de la identidad, pero esta es devenida desde una clave particular, que hace las veces de documento de identidad en la esfera pública tradicional: el password; el único pasaporte en la aldea global y una nueva forma de experiencia del lenguaje, porque incluyen a agentes que no hablan, simplemente almacenan, contactan y buscan: "las bases de datos codifican numéricamente, no imitan o representan, y la codificación restringe el significado, elimina el ruido y la ambigüedad, y producen información rígida" (Tirado y Callén, 2008, p. 36). De lo que alertan es que la simulación no está ni en la mente del usuario ni el artefacto tecnológico, sino en las prácticas de conectar, relacionar, participar y mover que le dan existencia.

Pero los espacios de simulación digital no escapan de las relaciones de poder, que en este caso se basaría en el control del movimiento del usuario, donde el juego de la mirada retorna, pero asegurando su efectividad en formas novedosas de hacer visibles a aquellos a los que se aplica la vigilancia.4

¿Cuáles son las nuevas formas de operar de este control vigilante?:

Los individuos ya no son conscientes de la vigilancia. Esta se produce gracias a un registro de dichas bases [de datos de los usuarios en la red] y que se da en ese nivel de materialidad fluida al que no accede el usuario. Opera con un control que no es disciplinar. Y, finalmente, en la simulación, vigilar implica, sobre todo, un "dejar hacer", un permitir el movimiento continúo. Cuanto mayor sea el movimiento del usuario, mayor será la probabilidad de marcar y predecir su trayectoria (Tirado y Callén, 2008, p. 36).

En la era de la simulación digital la interacción directa entre los cuerpos para la generación de la realidad social se diluye y se torna inmaterial, lo que acarrea que el sujeto individual se sustituye por una relación que Tirado y Callén (2008) llaman biodata.

Los biodata son la representación de la hibridación entre realidad virtual y física, en un intento por fusionar nuestros cuerpos y vida con imágenes digitales para devenir flujos semióticos y materiales de información, totalmente móviles y duraderos en el tiempo: información in–corporada o cuerpos informados: "De este modo, el entrecruzamiento de bases de datos genera identidades–comandos artificiales, completamente operativas en las simulaciones y que determinan nuestras posibilidades de movimiento y acción en los entornos virtuales y, lo que resulta más importante, también en los entornos físicos" (Tirado y Callén, 2008, p. 39). El individuo pasa a definirse, a cobrar relevancia, en función de su conectividad, de su capacidad para devenir biodata y participar en una especie de superficie de ensamblaje.

No se puede suponer ingenuamente que todos los individuos poseen el mismo grado de conectividad o de participación social, esto muestra una nueva forma de desigualdad, que:

Cobra especial relevancia si tenemos en cuenta que mientras en las sociedades disciplinarias eran las instituciones las que encerraban en su interior a los sujetos con el fin de moldear sus almas y gestionar sus vidas, ahora son los propios (in)dividuos conectados y en movimiento quienes ejercen el papel de múltiples centros de inercia sobre los que gira y se despliega de forma centrípeta toda la red informativa biopolítica (Tirado y Callén, 2008, p. 40).

¿Dónde quedan puestas las nuevas prácticas biopolíticas a partir de la simulación digital?

[Pues] más que atrapar, encerrar y anular, operan por "prehensión". Es decir, pretenden incorporar o capturar una potencia en un acto donde a partir del anudamiento y la conexión entre entidades heterogéneas (personas, palabras y computadoras; códigos, comandos y acciones; etc.) unas comuniquen su virtud y potencian a las otras. De modo que distintas entidades resulten subordinadas, conectadas y coordinadas en otra nueva (Tirado y Callén, 2008, p. 40).

Por eso, tanto para el ejercicio del poder y el control como para las prácticas de resistencia ante este, las condiciones de posibilidad para desplegarse, tomar forma y organizarse son las mismas, residen en la producción de las mencionadas superficies de ensamblaje, en la posibilidad de manipulación, transmisión y conexión de información con el fin de generar una socialidad productiva.

Una sociedad que utiliza la información como su recurso principal altera la estructura constitutiva de la experiencia, donde la información deviene en el recurso fundamental con respecto al cual todos los demás son instrumentales. Esto a su vez depara otra forma de mirar los márgenes del ejercicio del poder, por un lado, porque hace visible su capacidad de convertir algo en global y, por el otro, la habilidad de ensamblar información y generar nuevas totalidades con sentido.

Por último, Tirado y Callén (2008) hacen una radiografía profunda de las características que han configurado la singularidad del ciberespacio frente a otras formas de simulación:

Detenta memoria por su soporte materializado en bases de datos, recuerda por su evocación y transporte, es experta por los sistemas que integra, aprende porque sabe buscar y actualizarse en cada movimiento, es flexible y adaptable, imaginativa dada las imágenes que tiene depositadas y las combinaciones que genera, es mimética por sus reproducciones fieles, acumula porque conecta, y es inteligente porque genera información. Es hiperreal. Más real que la realidad, acumula el poder de generar originales. Esta ciudad–red borra la frontera entre lo local y lo global al permitir que existan juntos, superpuestos, indiferenciados (p. 41).

 

A manera de conclusión

Se observa pues que el ciberespacio, como fenómeno de relación y simulación digital, permite que emerja una pantopía, un todos los lugares, cualquier lugar, una relación entre territorialización–desterritorialización– reterritorialización (Tirado y Callén, 2008), cuando se advierte que se puede sintetizar ese proceso en el momento en que en las relaciones entre elementos se extrae alguna cualidad, una expresión que se aísla de su contexto; luego, se ubica en otro contexto diferente, en el que recibe una nueva formulación y finalmente regresa al contexto original pero detentando su nueva forma. El efecto es una reconfiguración de este contexto original, un cambio: la reterritorialización. Se advierte en este ejercicio, que los dispositivos de control no pretenden crear sujeto, ni crear contextos, solo persigue modularlos.

 

Notas

* Este artículo se deriva de la investigación para la tesis de 2010 Biopolítica y ciberespacio. Reflexión sobre el uso que los jóvenes skinheads, emos y góticos hacen del ciberespacio y de su estética corporal, para optar por el título de magíster en Ciencia Política, Universidad de Antioquia.

1 La intención de Foucault es hacer una historia de la verdad unida a una historia del derecho.

2 Esto es lo que propone el socialismo, para el que gobernar se constituye en la construcción de una barrera protectora entre la sociedad y los procesos económicos.

3 Este ha sido el ideal de una parte de la psicología, de las teorías de superación personal y, más recientemente, de lo que se conoce como programación neurolingüística. A esto Foucault (1990) denomina como las tecnologías del yo.

4 Para Foucault (2008) la vigilancia es coextensiva a la disciplina y su principal efecto es la producción de subjetividades.

 

Referencias bibliográficas

1. Foucault, Michel. (1990). Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidos.         [ Links ]

2. Foucault, Michel. (2008). Nacimiento de la biopolítica: Curso en el Collége de France (1978–1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

3. Lazzarato, Maurizio. (2002). Del biopoder a la biopolítica. Nova & Vetera. Boletín del Instituto de Investigación de la ESAP, 48, pp. 53–63.         [ Links ]

4. Lazzarato, Maurizio. (2007). El acontecimiento y la política: la filosofía de la diferencia y las ciencias sociales. En: Zuleta, Mónica; Cubides, Humberto y Escobar, Manuel Roberto (eds.). ¿Uno solo o varios mundos?: diferencia, subjetividad y conocimientos en las Ciencias Sociales contemporáneas (pp. 23–36). Bogotá, D. C.: Siglo del Hombre, Universidad Central, Iesco.         [ Links ]

5. Lazzarato, Maurizio. (2007). Biopolítica y control de la opinión pública. En: La filosofía de la diferencia y el pensamiento menor (pp. 105–134). Bogotá, D. C.: Universidad Central, Iesco.         [ Links ]

6. Tarde, Gabriel. (1907). Las leyes de la imitación: estudio sociológico. España: Daniel Jorro.         [ Links ]

7. Tirado, Francisco y Callén, Blanca. (2008). Simulación y códigos de información: una nueva anatomía para las prácticas biopolíticas. Revista Nómadas, 28, pp. 34–43.         [ Links ]

8. Vásquez García, Francisco. (2005). "Empresarios de nosotros mismos": Biopolítica, mercado y soberanía en la gubernamentalidad neoliberal". En: Ugarte Pérez, Francisco Javier (coord.). La administración de la vida: estudios biopolíticos (pp. 73–103). Barcelona: Anthropos.         [ Links ]