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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.57 Medellín Jan./Apr. 2020

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n57a06 

Sección temática

Presentación. Movilidades forzadas y dinámicas transfronterizas en América Latina*

Enrique Coraza de los Santos1 

Luis Alfredo Arriola Vega2 

Adriana María González Gil3 

1México. Editor invitado. Historiador. Magíster en Historia Latinoamericana. Doctorado en Historia Medieval, Moderna y Contemporánea. Investigador Titular A del Grupo Académico de Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos, Departamento de Sociedad y Cultura, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Regional Tapachula, Chiapas, México. Correo electrónico: ecoraza@mail.ecosur.mx - Orcid: http://orcid.org/0000-0003-2572-7516

2México. Editor invitado. Magíster y doctorado en Antropología. Profesor e investigador del Departamento de Sociedad y Cultura, y miembro del grupo Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos, El Colegio de la Frontera Sur, México. Correo electrónico: larriola@ecosur.mx - Orcid: https://orcid.org/0000-0001-7571-3759

3Colombia. Editora invitada. Licenciada en Historia y Filosofía. Magíster en Historia y en América Latina Contemporánea. Doctora en América Latina Contemporánea. Profesora titular e investigadora, Grupo Estudios Políticos, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA. Calle 70 No. 52-21, Medellín, Colombia. Correo electrónico: amaria.gonzalez@udea.edu.co - Orcid: https://orcid.org/0000-0003-0977-5382


No hay pensamiento aislado, así como no hay hombre aislado (Freyre, 1973, 74).

Exordio: de nuestro ser y conocer

Quienes promovemos esta sección temática provenimos de realidades y entornos diferentes, pero nos convoca algo que nos identifica como interés de investigación, de estudio, de reflexión, pero también de experiencias. En definitiva, siempre hay algo de nosotros(as) en lo que hacemos, en lo que nos emociona, en lo que nos impulsa a indagar, a luchar, a visibilizar, a evidenciar y a compartir. Por tanto, leer y leernos es una forma de conocernos, de adentrarse en una parte de nuestras miradas sobre la realidad que nos rodea, la cual puede tener enfoques, recortes disciplinarios o construcciones transdisciplinarias diversos, pero que comparten el preocuparnos y ocuparnos de las movilidades de las personas y los límites que a lo largo de la historia se han construido, impuesto, traspasado, violentado y hasta resistido, y que se han llamado fronteras. Cada autor(a) de esta sección ha convivido, en definitiva, con la movilidad y las fronteras, ya sea como recorrido vital o como objeto-sujeto de estudio, pero algo de estos procesos humanos e históricos les ha movido y conmovido para reflexionar y exponer sus ideas, así como para construir sus propias trayectorias personales y profesionales.

Como lo expresa Paulo Freire (1973), «El sujeto pensante no puede pensar solo: no puede pensar sin la coparticipación de otros sujetos, en el acto de pensar, sobre el objeto. No hay un “pienso” sino “pensamos”» (p. 74). Pero también este nosotros(as) construido a partir de una confluencia de intereses reflexiona sobre unos otros(as) que nos interpelan, ya sea por ser diferentes o por ser parte de otras comunidades, grupos o colectivos, por ser extraños cuando muchas veces los extraños somos nosotros que llegamos; nos impresionamos, nos preguntamos y tratamos de comprender a esos otros(as) para encontrar en ellos(as) nuestro lugar. Por tanto, nos construimos como sujetos en la medida que entablamos interrelación, diálogo, integración con esos nuevos otros, resultado de una relación dialógica de interacción. Por todo lo anterior, reconocemos nuestras subjetividades como autores y colegas, pero asimismo en la intersubjetividad que se ha construido a partir de la relación que desata una idea, una propuesta, un proyecto en común, como lo es esta sección temática.

Un contexto en permanente devenir

Las circunstancias globales actuales en materia de movilidad humana ponen en evidencia nuevas formas de moverse. Es el caso, particularmente notable, de las movilidades forzadas, las cuales ya no se asocian exclusivamente a hechos de guerra o persecución política, sino a una confluencia múltiple de problemáticas sociales, políticas, económicas, medioambientales o territoriales. Asimismo, se han diversificado las causas en origen que detonan la migración, tanto como los lugares de destino de los migrantes. Igualmente, los cambios ocurridos respecto al carácter frecuentemente masivo de la movilidad -caminantes venezolanos, caravanas centroamericanas-, las condiciones de precariedad imperantes en los lugares de tránsito, la creciente vulneración de los derechos de la población que se moviliza -en origen, tránsito, destino y retorno- y las dificultades esgrimidas por los gobiernos para atender de manera adecuada a la población que se moviliza y garantizar la restitución de sus derechos en los distintos lugares de tránsito o recepción temporal, sitúa con mayor precisión la urgencia de respuestas estatales, sociales y académicas que contribuyan a atender los impactos de la creciente ola migratoria, particularmente en América Latina.

Las transformaciones anteriores van de la mano con drásticos cambios en las respuestas que se originan en los centros de poder del sistema hegemónico, con repercusiones mundiales. Como es sabido, las nuevas conflictividades globales y la estrategia de lucha contra el terror a partir de los atentados de 2001 explican el posterior endurecimiento de las políticas migratorias globales: el mayor control de los flujos migratorios se vio acompañado del uso de la fuerza, incremento de mecanismos de vigilancia, deportaciones, persecución, estigmatización de los migrantes y la consecuente vulneración de sus derechos. Es una tendencia que ha tomado forma en muchos países de la región, los cuales viven con preocupación el crecimiento sostenido de la población inmigrante en sus territorios o los requerimientos del Gobierno de Estados Unidos para contener la migración hacia ese país.

Las presiones sobre México, Guatemala, Honduras y El Salvador para convertirse en «tercer país seguro», son un ejemplo de dichos requerimientos, los que terminan vulnerando la autonomía de los gobiernos para promover medidas adecuadas respecto al hecho migratorio y, por supuesto, terminan propiciando prácticas de exclusión y xenofobia sobre los migrantes. A ello se ha sumado la agudización y expansión de la violencia al interior y en los corredores fronterizos de varios países latinoamericanos. La presencia de grupos del crimen organizado y el impacto de sus acciones sobre la población más vulnerable convierte en víctimas a muchos migrantes, quienes padecen, además, la incapacidad gubernamental para detener a los actores ilegales, proteger sus derechos y atender sus demandas.

Es en ese telón de fondo que determinados países de Centro y Sur América enfrentan varias formas de violencias, sin estar en guerra, las cuales alteran el tejido social y la construcción de sociedades ya de por sí fragmentadas, con sistemas de gobierno precarios, incluso Estados endebles. Se perturba el tejido social porque las movilidades humanas desestructuran, separan y excluyen a grupos familiares. La falta de acción o la omisión por parte de los gobiernos centrales y locales para enfrentar ese contexto violento y para resolver las causas profundas que dan origen a las movilidades contribuye poco a restaurar la paz social y con ello (re)construir sociedades equitativas justas.

Afrontar desafíos

Consideramos necesario presentar una serie de retos que surgen desde diversos ámbitos y posturas, y señalar otros que seguirán apremiándonos en relación con el estudio de las fronteras y las movilidades. Por ejemplo, vale la pena problematizar si la tesis planteada por Reece Jones (2016), de cara a lo que han conllevado las «crisis» migratorias para las fronteras de la Unión Europea y Estados Unidos a partir de 2014, también puede considerarse para ciertos contextos latinoamericanos: ¿son las fronteras de los estados nacionales actuales estructuralmente violentas? Al aproximarnos a ciertas experiencias, pensemos en lo que ha acontecido recientemente entre Colombia y Venezuela o entre México y Guatemala. Hay suficientes elementos por inclinarse hacia una respuesta positiva a esa interrogante.

Al abordar las movilidades humanas y su relación con el espacio no solo lo hacemos considerando a los sujetos, sino también la territorialidad, la idea de cuál es su lugar desde un enfoque multidimensional, pensando en lo que acontece actualmente, en lo emergente, pero también en lo histórico, en su dimensión reciente o de una mayor profundidad temporal, anclado en las memorias resultado de la permanente tensión entre recuerdo y olvido, pero también en las construcciones de los relatos y de los discursos. Todo ello nos lleva a reflexionar sobre cuáles son los retos a los que nos enfrentamos actualmente como humanistas y cientistas sociales que observan y participan de las realidades que estudian. En definitiva, somos parte de la historia que analizamos, tal como lo concebía Eric Hobsbawm (2003).

Dentro de los retos que podemos identificar a partir de nuestra posición como investigadores(as) en temas de movilidad humana, encontramos que estos se ubican en diferentes dimensiones que nos atraviesan, desde lo personal y profesional, desde lo institucional y político, desde lo corporativo, desde los contenidos y desde las disciplinas y enfoques que se ocupan de esta temática. Vinculado a los procesos de securitización y de control de las movilidades, a las políticas públicas y otras acciones de los gobiernos, tanto los Estados como los organismos internacionales que tienen competencia en materia de movilidades -por ejemplo, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur)- demandan análisis, datos e insumos para comprender los fenómenos de la movilidad y las fronteras y así desarrollar sus propias estrategias institucionales. En ese sentido, como académicos estamos en una tensión constante entre la libertad de cátedra y de investigación, y la presión e instrumentalización que desde el poder político se ejerce con la intensión de dotar de contenido, cuando no justificar y sustentar las medidas que se adoptan frente a los movimientos de población y gestión del territorio.

Por tanto, los desafíos son, por un lado, observar y analizar cómo desde la política se percibe a los académicos y a la propia academia, y a las ciencias sociales y humanas, el papel que se les otorga en las realidades que atraviesan los países y las regiones; por otro lado, cómo se puede incidir e intervenir en las políticas públicas sin perder el sentido crítico frente a las medidas instrumentadas desde los Estados. A lo anterior podemos señalar una dificultad del sistema: el desfinanciamiento del que han sido objeto las instituciones públicas de enseñanza e investigación. Debido a las políticas de corte neoliberal, esas instituciones han sufrido recortes considerables a sus recursos, tanto en lo laboral como en el apoyo directo al quehacer científico y tecnológico.

Si nos centramos en la dimensión temática, nos enfrentamos al reto de comprender que cada vez más, como característica de este siglo xxi, las movilidades son un fenómeno global que ha modificado muchas de las tendencias ya establecidas durante el siglo anterior. Hablamos de la relación entre países de origen, rutas, destinos y retornos, de la dispersión de los flujos hacia nuevos territorios que ven con sorpresa cómo llegan colectivos de migrantes que antes no habían ingresado, o el propio aumento de las movilidades, tanto las forzadas como las no forzadas. A su vez, comprendemos cada vez con mayor claridad cómo los movimientos de población no pueden seguir siendo estudiados como fenómenos aislados, sino que están íntimamente relacionados con conceptos como territorialidad, frontera, espacio, lugar y seguridad. Asimismo, es un desafío la incorporación de una mirada multiescalar, donde lo local y lo global están íntimamente relacionados. Esto obliga a pensar más en la necesidad de abordajes que integren herramientas teóricas y metodológicas transdisciplinarias, y no concebir las movilidades como fenómenos homogéneos ni estáticos, sino como algo muy diverso y sujeto permanentemente a cambios coyunturales. Esto también nos obliga a establecer diálogos entre los estudios que tienen como sujetos-objetos diversos tipos de movimientos de población, integrando las dimensiones espaciales y temporales, aplicadas desde lo individual a lo grupal y colectivo.

Al mismo tiempo, han cobrado cada vez mayor fuerza nuevas temáticas o miradas que atraviesan las movilidades como elementos transversales que complejizan cómo aproximarse a su estudio, y de esa forma visibilizar o evidenciar lo multifactorial del fenómeno en sí. De esta forma se integran estudios con enfoques de género, feminismos y masculinidades, corporalidades, raza y etnia, clase social, diversidad sexual, discapacidad, niñez y juventud, familias en su diversidad de resoluciones y realidades, (in)movilidad. Igualmente, adquieren mayor relevancia otras dimensiones y aspectos, entre ellos el espacio asociado a la noción de lugar y territorio, a las formas de atención y asistencia, a la salud mental y emocional, a la institucionalidad y a las acciones de la sociedad civil, al papel de la denuncia frente a la violación y negación de derechos -a la falta de humanidad, a los mecanismos de resistencia y oposición, a las realidades de vulnerabilidad y precariedad de las poblaciones que huyen y se mueven, a la necesidad de la protección jurídica-, a los mecanismos de regularización, a la tensión entre inserción e integración, y a la consideración de los procesos de retorno, tanto voluntario como forzado, como parte integrante del circuito de movilidad, pero no ya en su tradicional idea de final del procesos, sino como parte constitutiva del mismo, donde, más que ese final, en muchas ocasiones es un nuevo inicio.

Desde el punto de vista teórico también tenemos retos por delante. Uno de ellos reside en trascender el concepto dominante de migración a la noción de movilidades, en la medida en que no solo las personas se ven atravesadas por diferentes experiencias en su movimiento -incluyendo la inmovilidad, forzada o estratégica-, sino que los territorios se ven traspasados por esos diferentes movimientos que van más allá del acto de migrar. Esto se liga a la necesidad de observar todos estos movimientos y evidenciarlos con sus distintos impactos e intervenciones en el espacio público. Es decir, que existen intereses académicos y políticos que han instalado ciertos imaginarios en la literatura especializada sobre el supuesto dominio de ciertas formas de movimiento frente a otras, algo que distorsiona lo que realmente está sucediendo. Por ejemplo, en ciertos contextos hay determinados tipos de migración que adquieren mayor peso relativo frente a otros: la migración en tránsito versus los desplazamientos internos; estos últimos en relación con la migración internacional; o las migraciones por razones económicas vis a vis las forzadas; incluso de estas frente a los exilios.

En los ejemplos anteriores aparece otro reto que es parte de un debate profundo sobre la relación y complejidad que comportan las causalidades de las movilidades con la vigencia de los conceptos y categorías que utilizamos para definirlas. Como lo ha señalado Gloria Naranjo (2015), la transformación de ciertas movilidades y migraciones internacionales en migraciones forzadas muestra dos rasgos significativos: el incremento y endurecimiento de políticas de control, seguridad fronteriza y contención migratoria en los Estados nacionales, y el incremento de las migraciones mixtas, de los flujos y asentamientos que hacen converger a migrantes, desplazados y refugiados.

La discusión anterior sobre cambios en las motivaciones para migrar y la forma de categorizar nuevos fenómenos nos remite, a la vez, a los mecanismos de protección y de derechos que se asocian a ellos, lo que nos obliga, cada vez más, a realizar estudios situados y contextualizados regionalmente, llevándonos a indagar quiénes somos los que desde América Latina estudiamos y observamos estos fenómenos. Esto último, también conlleva otro desafío importante: la necesidad de diálogos múltiples, en muchas ocasiones poco frecuentes. Una de esas cuestiones pasa por tender puentes dialógicos entre las diversas modalidades de los movimientos de población. Por ejemplo, son los pocos puntos de contacto entre las implicancias de las movilidades en general, dominadas por aquellas originadas por razones económicas versus las forzadas, estas últimas asociadas a las violencias y amenazas. Se trata de un examen de los contextos que permita situar el papel de la violencia y su impacto en los procesos de movilidad, sin desconocer que, además de la violencia como factor detonante, existe un crítico contexto socioeconómico y político, agravado por las estrategias que se derivan del nuevo orden mundial, de las nuevas conflictividades globales, particularmente, a partir de las cruzadas contra el narcotráfico y el terrorismo.

Otro desafío conlleva el superar los nacionalismos y regionalismos metodológicos, donde es frecuente encontrar tendencias autorreferenciales en los estudios sobre estos fenómenos, pero escasas contribuciones de estos en otras regiones de América Latina. Se nos plantea, así, poner en funcionamiento una estrategia comparada que permita superar la mirada insular que ha predominado y que consulte las realidades y particularidades de los países latinoamericanos, sin la pretensión de ahondar en las diferencias ni sobredimensionar los rasgos comunes, una comparación que parta del tratamiento empírico de los casos y contribuya a una reflexión teórica en clave latinoamericana. Por ello se aboga por la necesidad de los estudios comparados, que permita desterrar la imagen de que una experiencia particular a una región o territorio es exclusiva de ella. Más bien debemos concebir que esas experiencias son compartidas, en la medida en que estamos frente a dinámicas globales. El llamado es a la cros-fertilización teórica y metodológica a partir de estos puentes aún pendientes de entablar.

Por último, hay otros retos que podemos considerar como éticos o que nos interpelan como cientistas sociales y de las humanidades, a la vez que nos instan como actores -no solo académicos, sino también políticos-, y que están cargados de subjetividad y dotados de agencia. El primero que podríamos mencionar es la necesidad de pensar en la tensión que se nos presenta hoy en día entre investigación, activismo y atención social a la población que se encuentra en situación de movilidad, así como la propia respuesta social al panorama migratorio actual, a saber, desde las organizaciones de la sociedad civil, iglesias y otros grupos.

Las políticas adoptadas, en ocasiones ambivalentes, en otras severas, debe hacernos cavilar si esas políticas contribuyen a desactivar o a reforzar esos imaginarios colectivos sobre quienes se mueven, expresados en respuestas sociales de acogida, hostilidad o rechazo. Es decir ¿cómo resolver en nuestro interior el interés por investigar, por comprender, por aportar conocimiento y la consideración del drama humano de las personas y sus sufrimientos y penalidades?, ¿cómo acompañar a los actores que desde diversos espacios de la sociedad civil abogan por las personas en situación de movilidad?, ¿cómo dejar de verlas en tanto objetos para integrarnos en una relación entre sujetos que deje de ser extractivista, colonial y con un sentido de uso? Algo similar podemos mencionar en relación con los medios de comunicación. Las características que hemos mencionado de aquellos con quien trabajamos no solo revisten interés académico y político, también tienen significación social, porque los medios de comunicación desempeñan un papel crucial en la construcción de imaginarios, de percepciones, de visiones del otro. Por ello debemos plantearnos cómo nos debemos relacionar con los medios de comunicación masiva, cómo informar con rigurosidad y evitar ser instrumentalizados con una intencionalidad, un discurso, un guion y un sentido ya preestablecido, cómo evitar ser manipulados para legitimar esas narrativas, por ejemplo, utilizando de una forma poco seria la información y los análisis que proporcionamos en una entrevista.

Sobre los contenidos de la sección

Los textos que integran el segmento temático ofrecen reflexiones sobre situaciones problemáticas que están en marcha o que han sucedido en el pasado reciente en algún punto de América Latina. Obviamente, estas colaboraciones hacen eco de las preocupaciones actuales de muchos investigadores de las ciencias sociales y humanidades sobre la realidad del subcontinente. Los artículos incluyen una amplia gama de enfoques y temas, a partir de diversas miradas disciplinarias y teóricas.

Enrique Coraza, por ejemplo, bosqueja una discusión crítica sobre el concepto de movilidades forzadas que sirve de encuadre general para varias de las contribuciones subsiguiente en la sección. La complejidad que atañe la manera de concebir lo forzado no se limita únicamente a la deliberación abstracta de lo que encierra el término. Parte de esa complejidad se manifiesta en la débil línea que, en el presente, separa a lo voluntario de lo forzado. Las diversas manifestaciones de la movilidad forzada también dan cuenta de lo espinoso que resulta el debate.

A partir de la óptica de la ciencia política y apoyándose en el análisis del discurso, Daniel Bello y Magglio Chuminiato hacen una extrapolación sobre la narrativa que se construye sobre la frontera chileno-peruana en medios de prensa chilenos. A través del enfoque semántico, los autores examinan la forma en que emerge un discurso polisémico sobre el significado del espacio fronterizo. La posibilidad de múltiples interpretaciones y relatos produce resultados diferentes: para los medios del centro del país la frontera aparece como una simple demarcación en medio de un -aparente- territorio yermo. El imaginario que trasmiten los periódicos locales es completamente diferente: el espacio fronterizo es un ámbito de intercambios, de contactos. Es un claro ejemplo de la manera en que las formas de representar están imbuidas de contradicción, de oposición. Tal como afirman los autores, se contrapone una visión centralista, donde la mirada se vuelve hacia dentro, a otra orientada hacia fuera, hacia un espacio social compartido, incluso de alcance transfronterizo.

El artículo sobre las percepciones y sus significados entre solicitantes de refugio en México, suscrito por Luis Arriola y Santiago Martínez, también sigue una línea de indagación similar al que de Bello y Chuminiato. Apoyándose en denominado enfoque del diferencial semántico, con orígenes en la psicología, y la entrevista etnográfica, el texto tiene como objetivo central desentrañar cuáles son las actitudes que afloran en centroamericanos que se encuentran en el proceso de obtener la condición de refugiados. La larga espera, las condiciones en los lugares donde se encuentran y el procedimiento mismo influyen de manera decisiva en la forma en que la gente reacciona y enfrenta un periodo caracterizado por la incertidumbre. Si bien el panorama es poco alentador -lo cual aparece claramente en las respuestas de los participantes de la investigación- también hay ciertos visos de expectativas positivas a través de manifestaciones de capacidad agentiva. Las actitudes dejan entrever los claroscuros y las contradicciones que resultan de una condición de inmovilidad para personas que desean continuar movilizándose.

Mientras la gran mayoría de centroamericanos huyen forzados por violencias de diversa naturaleza que aquejan al tejido social en sus países de origen, los venezolanos salen de su país por una condición caótica, crítica, en su nación. En ese sentido, centroamericanos y venezolanos comparten condiciones de inseguridad, algo que causa un efecto «derrame» en estados vecinos, como México y Colombia, respectivamente. De las consecuencias que implica para la política pública colombiana gestionar el flujo venezolano se ocupa el texto que presenta Alejandra León. Con base en la lectura de fuentes secundarias, la autora pasa revista al nexo migración-seguridad y sus implicaciones debido a la presencia de migrantes venezolanos en ese país. León sostiene que el manejo del caso venezolano en toda Suramérica, incluyendo Colombia, es un ejemplo del esfuerzo fallido de «gobernabilidad migratoria» en la región. Los desafíos para la sociedad y el Estado colombiano no son fáciles.

Esta breve mirada introductoria a los contenidos de la sección revela ciertos elementos que entrelazan, en mayor o menor medida, a todos los artículos. Sin la pretensión de establecer generalizaciones, formulamos que subyace una atmósfera de tensión, debate y controversia, tanto en la naturaleza propia de los fenómenos y procesos investigados, como en los resultados de las pesquisas resultantes en torno a ellos. Esto no es algo necesariamente negativo, pero sí manifiesta lo complicado del momento actual en las sociedades latinoamericanas, a la vez que refleja la compleja riqueza que enfrentamos al estudiar las movilidades y las fronteras.

Referencias bibliográficas

1. Freire, Paulo. (1973). ¿Extensión o Comunicación? La concientización en el medio rural. México: Siglo xxi. [ Links ]

2. Hobsbawm, Eric J. (2003). Años interesantes. Una vida en el siglo xx. Barcelona: Crítica. [ Links ]

3. Jones, Reece. (2016). Violent Borders: Refugees and the Right to Move. London, New York: Verso. [ Links ]

4. Naranjo Giraldo, Gloria. (2015). El nexo migración-desplazamiento-asilo en el orden fronterizo de las cosas. Una propuesta analítica. Estudios Políticos, 47. DOI: 10.17533/udea.espo.n47a15 [ Links ]

*Cómo citar este artículo. Coraza de los Santos, Enrique; Arriola Vega, Luis Alfredo y González Gil, Adriana María. (2020). Presentación sección temática. Movilidades forzadas y dinámicas transfronterizas en América Latina. Estudios Políticos, 57, pp. 116-126. DOI: 10.17533/udea.espo.n57a06

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