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Estudios Políticos

Print version ISSN 0121-5167On-line version ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.59 Medellín Sep./Dec. 2020

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n59a15 

Reseña

Gutiérrez Sanín, Francisco. (2017). La destrucción de una República. Bogotá, D. C.: Universidad Externado de Colombia.

Cristian de Jesús Acosta Olaya1 

1 Colombia. Politólogo. Magíster en Ciencia Política. Doctor en Ciencias Sociales. Becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Correo electrónico: cjacostao@gmail.com - Orcid: http://orcid.org/0000-0002-0415-1186

Gutiérrez Sanín, Francisco. . (, 2017. )., La destrucción de una República. ., , Bogotá, D. C.: :, Universidad Externado de Colombia, .


Resumen

Esta obra de Francisco Gutiérrez Sanín maneja tres registros de análisis: primero, se realiza una indagación historiográfica sobre la República Liberal, tomando como base los textos canónicos y fuentes primarias existentes sobre el periodo; segundo, se analiza politológicamente la consolidación institucional de los partidos tradicionales colombianos entre 1930 y 1946; y tercero, se propone un estudio de las identidades políticas de dichos partidos, mostrando cómo los militantes de las organizaciones políticas se veían a sí mismos y a sus adversarios. Respecto a este último, el texto brinda resultados insatisfactorios, ya que no logra auscultar analíticamente qué se entiende por identidad política y cuáles son sus respectivas dimensiones.

Palabras clave: República Liberal; Partidos Políticos; Identidades Políticas; Violencia; Colombia

Un llamado al estudio profundo de las identidades políticas colombianas

El interés de Francisco Gutiérrez Sanín por la República Liberal tiene como epicentro el estudio del devenir de las dos agrupaciones políticas tradicionales en Colombia, el Partido Conservador y el Partido Liberal, reflexionando sobre sus formas organizativas y prácticas colectivas. De esta manera, el autor parte de una premisa general que desarrolla a lo largo de casi setecientas páginas: la competencia entre los partidos tradicionales en aquel periodo generó en el país trayectorias de modernización divergentes en ambas agrupaciones, las cuales redujeron al mínimo el espacio de negociación entre partidos. En otros términos, las indagaciones del politólogo colombiano tienen como leitmotiv controvertir el sentido común que considera al bipartidismo de la época como una alianza entre dos agrupaciones políticas más o menos idénticas cuyas élites «convivieron» sin mayores problemas hasta el inicio de la Violencia.

En este sentido, en el libro se desarrolla a través de sus siete extensos capítulos el estudio de la República Liberal a través de tres registros: en primer lugar, el registro histórico-historiográfico, con el cual Gutiérrez Sanín hace un recorrido detallado de los principales acontecimientos acaecidos entre 1930 y 1946. El autor, empero, no se limita a narrar el devenir del escenario político colombiano a lo largo de dichos años, sino que también logra rastrear los eventos políticos previos que más influyeron a los cuatro gobiernos liberales que rigieron el país durante el periodo, específicamente, la reforma constitucional de 1910, que marcó un parteaguas en la forma en que se dirimían las disputas políticas entre los tradicionales partidos Conservador y Liberal. De hecho, según el autor, la Reforma de 1910 estableció una repartición del poder que colocaba al liberalismo como «socio minoritario» de la hegemonía conservadora; de esta manera, la integración del Partido Liberal a través del «voto incompleto» servía para «abrirle parcialmente las puertas al adversario» y así, desde el conservatismo, «impedir que este [el adversario] echara para el monte» (p. 540). Así, con apoyo de fuentes primarias, tanto de periódicos de la época como de archivos personales de políticos de alto y medio rango, que reposan en la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la Universidad Externado de Colombia, Gutiérrez Sanín realiza un recorrido atractivo del periodo que le interesa.

Como es sabido a partir de trabajos anteriores de Gutiérrez Sanín (2007; 2014), la pretensión de este autor no ha sido remover los cimientos de la historiografía tradicional colombiana a partir del uso de fuentes primarias novedosas. En cambio, y de manera no menos pretensiosa, sus análisis son ampliamente reconocidos por su veta puntualmente politológica: es este el segundo registro en el que se desarrollan varios de los capítulos. El autor parte de un marco analítico que combina las preocupaciones tanto de Maurice Duverger como de Joseph Schumpeter sobre la organización y prácticas de los partidos políticos modernos. Esta combinación interpretativa para entender la política llevó al antropólogo colombiano a denominar «marco DS» a su herramienta analítica primordial. Desde esta perspectiva, los partidos son comprendidos como actores privilegiados que disputan el poder y el control del Estado a través de prácticas que, al ser públicas, hacen que estos mismos actores se fortalezcan organizativamente, se imiten y evolucionen en el proceso de enfrentamiento político con sus adversarios.

Como ya se mencionó, uno de los puntos centrales del libro es cuestionar la idea de que los principales actores partidistas de las décadas de 1940 y 1950 en Colombia fueron iguales. Como lo argumenta Gutiérrez Sanín, los partidos efectivamente se parecen en rasgos tales como su multiclasismo y por tener un grado considerable de elementos «oligárquicos», además de su manejo de las clientelas; sin embargo, aquellos se diferencian en sus «tradiciones», «referentes ideológicos» y estrategias (p. 43). Por dichas razones, redujeron el espacio de negociación entre ellos: sus respectivas divergencias en las trayectorias para modernizarse -en tanto organizaciones- signaron las distancias partidistas, que se profundizarían ad infinitum en la Violencia. Asimismo, diversos elementos institucionales y coyunturales marcaron dicha diferenciación entre los partidos Conservador y Liberal. Gutiérrez Sanín sostiene que durante la República Liberal el partido oficialista no logró nunca generar un entramado de gobierno estable que sí habría logrado el conservatismo con la mencionada Reforma de 1910. Al contrario, el Partido Liberal reforzó la división entre partidos impulsando otra reforma constitucional, la de 1936, la cual implicó fuertes cambios en lo que respecta a las exclusivas prerrogativas de ciertas corporaciones -por ejemplo, la Iglesia Católica, en asuntos legales y educativos-, trastocó la propiedad rural y, en especial, puso en vigencia el sufragio universal masculino. Frente a este escenario de transformaciones, el Partido Conservador desde 1931 empezó a tomar distancia del poder liberal, al punto de abstenerse a participar en diversos comicios regionales y presidenciales.

Por otra parte, el autor considera que ambos partidos se manejaban al interior del espectro político «izquierda-centro-derecha»; el liberalismo, por su parte, lograba desplegar su accionar a lo largo de los tres matices políticos, permitiendo así que en su seno partidista emergieran un sinnúmero de facciones ideológicas. De esta manera, la debacle del Partido Liberal para 1946 puede explicarse por el fallido intento de gobernar con un partido atomizado irreconciliablemente -santismo, lopismo, gaitanismo, turbayismo, entre otros-. En cambio, el Partido Conservador logró establecer, a partir de su papel opositor y manteniendo su convicción de «huelga electoral» -abstención-, una relativa uniformidad ideológica que mantenía sus cauces en la parte de centro y derecha del espectro político. Esto último, incluso, se marcó aún más con la «disciplina para perros» implementada por el famoso dirigente conservador Laureano Gómez, quien buscó caracterizar cualquier conciliación -moderados- con el liberalismo en términos de debilidad doctrinaria y traición. A partir de esto se puede entender, al decir de Gutiérrez Sanín, que el Partido Conservador tuvo -respecto al Partido Liberal- un mayor esfuerzo de modernizarse y acomodarse a las prerrogativas de profesionalización de la política impuestas por la Reforma de 1936, a pesar de que le haya costado insoslayables réditos inmediatos y posiciones de poder. Asimismo, durante los años estudiados la «unidad organizativa básica» que se consolidó en ambos partidos fue el Directorio.

Finalmente, el tercer registro del libro -capítulo 6 y conclusiones- es el de la problemática identitaria. En efecto, la cuestión de la identidad política que plantea Gutiérrez Sanín en su más reciente obra no se queda en denunciar la efectiva diferenciación de los partidos tradicionales, cuya uniformidad -«son todos iguales»- fue sugerida y promulgada por actores políticos y analistas a lo largo del siglo xx. Aparte de cuestionar la pertenencia partidista en términos «hereditarios» o de «subcultura», el autor busca también auscultar las «autodefiniciones» y «definiciones del opositor» realizadas por los actores principales de ambos partidos durante la República Liberal. En este punto, el análisis es sumamente ilustrativo, ya que logra dar cuenta de cómo cada organización política caracterizaba a sus seguidores y a sus oponentes, y plasma con éxito las diversas maneras en que tanto los liberales como los conservadores caracterizaban al pueblo colombiano en función de representarlo.

Terminado el esbozo general de los rasgos destacables de la obra, se considera aquí fundamental discutir ciertas cuestiones respecto al tercer registro usado por Gutiérrez Sanín, a saber, el abocado al estudio de las identidades políticas:

Si bien los testimonios de los actores del periodo -que, valga decirse, aparecen muchas veces repetidos, literalmente, en los distintos capítulos del libro- dan ocasión a la riqueza de reflexiones brindadas por el autor, el análisis identitario realizado por Gutiérrez Sanín carece de un entramado conceptual claro. Dicho en otras palabras: la «introducción al debate identitario» al que invita el autor no deja de ser sugestivo, aunque no deja de moverse en un terreno meramente intuitivo. Solo en este sentido es entendible por qué el autor no logra explicar justamente qué es una identidad política, qué lugar ocupa la alteridad en la conformación de un espacio de solidaridad político específico y, a su vez, la porosidad de las fronteras que se establece entre campos identitarios, en este caso, partidarios. Para decirlo sin ambages, el marco analítico de Gutiérrez Sanín parece desconocer conceptualmente las lógicas específicas que operan en la configuración de identidades políticas, es decir, el establecimiento de un límite de un «nosotros» frente a un «ellos» -que no siempre implica la eliminación física mutua-, la tensión entre parte y todo al interior de una comunidad política, entre otras cuestiones analíticas no menores sobre la problemática identitaria (Aboy, 2001).

Este bache conceptual lleva a que las reflexiones identitarias presentes en La destrucción de una República no logren desembocar en conclusiones más certeras sobre la pertenencia partidista de sus actores y, en especial, en la comprensión del enfrentamiento violento que se desataría en Colombia desde 1946 entre partidos. Al respecto, es importante exponer dos críticas puntales: Gutiérrez Sanín parte erróneamente de una «convergencia homicida», no porque cuestione -con precisión- el postulado que sostiene que al final de la República Liberal ambos partidos eran lo mismo -«entonces, ¿por qué llegaron a matarse?»-, sino porque considera que la convergencia difícilmente pueda ser homicida. Justamente, el hecho de compartir un lenguaje político específico -y no solo un «espacio» de multiclasismo, centrismo y articulación con todas las élites socioeconómicas- es lo que hace que los partidos se diferencien. En otras palabras: se sugiere aquí que es justamente una disputa hegemónica por categorías igualmente compartidas en demasía -léase, «pueblo», «democracia», «orden», «justicia»- lo que llevó al paroxismo el enfrentamiento entre partidos; esto sí, sobre la base de una ya minada «convivencia» entre élites. Al tener en cuenta esto, se podría argumentar que el «juego de espejos» entre los partidos Liberal y Conservador al que remite el autor operaba como una forma de configurar un terreno de disputa de valores políticos similares; o expresado en otros términos: el bipartidismo durante la República Liberal consolidó un campo semántico común de términos políticos que exacerbó la pertenencia identitaria-partidista de sus actores.

En síntesis, se considera aquí sumamente importante que las ciencias sociales colombianas tomen en serio el llamado de Gutiérrez Sanín y se emprenda un estudio profundo sobre las identidades políticas en Colombia. Esta tarea, sin embargo, es imposible sin antes indagar y definir las herramientas conceptuales claves para entender a las identidades políticas en general. Esto ayudaría, en definitiva, a examinar de manera novedosa la siempre intrincada relación entre identidad, violencia y política, tan presente en la historia colombiana.

Referencias bibliográficas

1. Aboy Carlés, Gerardo. (2001). Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem. Rosario: Homo Sapiens. [ Links ]

2. Gutiérrez Sanín, Francisco . (2007). ¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia 1958-2002. Bogotá, D. C: Norma. [ Links ]

3. Gutiérrez Sanín, Francisco . (2014). El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010). Bogotá, D. C.: Debate. [ Links ]

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