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Estudios Políticos

versão impressa ISSN 0121-5167versão On-line ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.66 Medellín jan./abr. 2023  Epub 27-Jun-2023

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n66a04 

Sección general

Comportamiento político, ¿emocional o racional? El caso de las elecciones a la Alcaldía en Rionegro, Antioquia, 20191 **

Political Behavior, Emotional or Rational? The Case of the Mayoral Elections in Rionegro, Antioquia, 2019

Milany Andrea Gómez Betancur1 

Juan Pablo Sánchez Escudero2 

Carolina Rincón Zapata3 

1 Colombia. Filósofa. Magíster en Relaciones Internacionales. Doctora en Marketing Político. Docente del Departamento de Humanidades, Universidad Católica de Oriente. Correo electrónico: milandreagobe@gmail.com - Orcid: http://orcid.org/0000-0001-9362-3896 - Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=0tSqEcEAAAAJ

2 Colombia. Psicólogo. Magíster en Psicología. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: juanp.sanchez@udea.edu.co - Orcid: http://orcid.org/0000-0002-4375-2865 - Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=0kdQ6yUAAAAJ

3 Colombia. Economista. Especialista en Finanzas. Magíster en Economía. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Católica de Oriente. Correo electrónico: carolinarinconzapata@yahoo.com - Orcid: http://orcid.org/0000-0003-3846-2449 - Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=SXoGJMYAAAAJ


Resumen

Estudios del comportamiento político indican que cuando un ciudadano elige una opción política lo puede hacer emocional y racionalmente. Basados en la teoría de la inteligencia afectiva y la valoración cognitiva, con esta investigación se trata de entender qué factores emocionales y racionales valoran los electores rionegreros. Para tal fin, se realizó un estudio cross-sectional con un nivel correlacional-explicativo, el cual establece modelos predictivos de la conducta racional a partir de las emociones. Los resultados muestran que hay emociones positivas que explican la elección, lo que concuerda con la teoría de la inteligencia afectiva; sin embargo, también se evidencia que emociones positivas conducen en los electores a comportamientos racionales.

Palabras clave: Comportamiento Político; Elecciones; Emociones; Racionalidad; Rionegro, Antioquia

Abstract

Studies of political behavior indicate that when citizens choose a political option, they can do it emotionally and rationally. Based on the theory of affective intelligence and cognitive assessment, this research tries to understand the emotional and rational factors valued by the voters from Rionegro, Antioquia. For this purpose, a cross-sectional study is carried out with a correlational-explanatory level, which establishes predictive models of rational behavior based on emotions. The results show that there are positive emotions that explain the election, which is consistent with the theory of affective intelligence, however, it is also evidenced that positive emotions lead voters to rational behaviors.

Keywords: Political Behavior; Elections; Emotions; Rationality; Rionegro, Antioquia

Introducción. Rionegro y su comportamiento electoral

Colombia es un Estado centralista dividido en 32 departamentos. De estos, Antioquia es el segundo más importante en el ámbito económico y ha sido un gran jalonador del crecimiento nacional en sectores como el industrial, minero-energético, construcción y agrícola (Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, 2023), representando 14,5% del producto interno bruto (PIB) nacional para 2019 (DANE, 2021, marzo 26).

En el ámbito nacional, Bogotá, además de ser la ciudad que mayor participación posee dentro del PIB total, es una ciudad cosmopolita que recibe ciudadanos de todas las regiones del país. Este hecho, si bien es nutritivo en el ámbito cultural, en términos de identidad hace que las votaciones en esta zona no se enmarquen mucho alrededor de este clivaje. En contraposición, para el caso del departamento de Antioquia, las razones ideológicas, religiosas, culturales, económicas y étnicas poseen una mayor fuerza en términos sociales, por lo que, junto con las razones expuestas en el anterior párrafo, se convierte en un territorio deseable de gobernar por las diferentes fuerzas políticas del país.

El departamento de Antioquia está compuesto por nueve subregiones, de las que sobresalen el Valle de Aburrá, la cual concentra la mayor población y la mayor actividad económica del departamento, y el Oriente, la segunda subregión en importancia económica. Así mismo, de la subregión del Oriente, Rionegro no solo es el municipio con mayor participación en el PIB, sino también del crecimiento en términos urbanos, industriales, comerciales y de servicios, ya que por su ubicación geográfica ha sido un atractivo de asentamiento industrial. El municipio de Rionegro cuenta, dentro de su área geográfica, con el aeropuerto internacional José María Córdoba -segundo aeropuerto más importante del país-, dos zonas francas -industrial y de servicios-, un corredor vial entre Medellín y Bogotá, una elevada cantidad de empresas y una elevada oferta de servicios educativos y de salud que se ha desarrollado en los últimos años (Cornare, 2015).

Ahora bien, hasta principio de la década de 1990 Colombia fue un país bipartidista, estando de manera efectiva en la contienda política los partidos Liberal y Conservador. Rionegro fue hasta 2008 bastión liberal, fundamentada esta conducta política en la firma de la Constitución de 1863, la cual consagró al país como una república federalista y a su prócer más reconocido José María Córdoba y su hermano Salvador Córdoba como partidarios de la tendencia que más adelante se conocería como liberal. Desde 2008 este municipio comenzó a cambiar su preferencia de voto hacia partidos de centro derecha, obteniendo en las dos últimas elecciones gobiernos de derecha asociados al partido Centro Democrático.

Así, siendo el voto uno de los principales mecanismos de participación ciudadana en los Estados democráticos y consagrado en la Constitución Política de Colombia de 1991, es además la vía para elegir popularmente tanto al presidente de la República, como al vicepresidente y a los miembros del Congreso en el orden nacional. En el orden departamental y municipal, el voto popular es la vía para la elección de alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y miembros de Juntas Administradoras Locales. Estos últimos son elegidos en Colombia para periodos de cuatro años. En las pasadas elecciones de las autoridades territoriales, realizadas el día 27 de octubre de 2019, se promulgaron las declaratorias de elección de los alcaldes municipales para el periodo 2020-2023.

Según el Consejo Nacional Electoral (CNE, 2019, marzo 13), en Colombia están registrados con personería jurídica dieciséis partidos y movimientos políticos, a saber: Movimiento Colombia Humana-Unión Patriótica UP, Movimiento Autoridades Indígenas de Colombia (AICO), Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), Partido ADA, Partido Colombia Renaciente, Partido Alianza Social Independiente (ASI), Partido Alianza Verde, Partido Cambio Radical, Partido Centro Democrático, Partido Colombia Justa, Partido Conservador Colombiano, Partido FARC Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, Partido Liberal Colombiano, Partido Político MIRA, Partido Polo Democrático Alternativo y Partido Social de Unidad Nacional «Partido de la U».

Específicamente, en el municipio de Rionegro los candidatos a la Alcaldía de las elecciones de 2019 estaban respaldados por varios partidos políticos, otros como candidatos de un solo partido o como candidatos independientes. En el caso del candidato Rodrigo Hernández Alzate, de la coalición Juntos Avanzamos Más, fue respaldado por el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia (AICO), la Alianza Social Independiente (ASI), el Partido Conservador Colombiano y el Partido Centro Democrático. Por su parte, Fernando Andrés Valencia Vallejo, de la coalición Primero la Gente, fue respaldado por el Partido Social de Unidad Nacional «Partido de la U», el Partido Cambio Radical, el Partido Alianza Verde y el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS). Asimismo, Mauricio de Jesús Rendón González, del Partido de Reivindicación Étnica (PRE); Laura Emilse Marulanda Tobón, de Rionegro Te Llevo en el Corazón; Carlos Mauricio Martínez Florez, de la coalición Más Oportunidades; Hernán de Jesús Ospina Sepúlveda, del Partido Liberal Colombiano; y Carlos Ignacio Osorio Uribe, del Partido Polo Democrático Alternativo.

Según datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil (s. f.), el candidato elegido fue Rodrigo Hernández Alzate, con un total de 25 756 votos; seguido de Fernando Andrés Valencia Vallejo, con 24 361 votos; Mauricio de Jesús Rendón González, con 8152; Laura Emilse Marulanda Tobon, con 4050 votos; y Carlos Mauricio Martínez Florez, Hernán de Jesus Ospina Sepúlveda y Carlos Ignacio Osorio Uribe, con 3793, 822 y 600 votos, respectivamente. En dichas votaciones se registraron, además, un total general de 74 877 votos, de los cuales 5,99% correspondieron a votos en blanco (4490), 2,12% correspondieron a votos nulos (1592) y 1,68% a votos no marcados (1261).

Lo anterior muestra un comportamiento electoral del Municipio de Rionegro que, en comparación con las estadísticas departamentales y nacionales, se muestran desfavorables por su mayor porcentaje, como se muestra en la siguiente Tabla 1.

Tabla 1 Comparativo de las estadísticas de votos en blanco y no válidos en las elecciones 2019. 

Tipo de voto Estadísticas municipio de Rionegro Estadísticas departamentales Estadísticas nacionales
Total de votos 74 877 2 615 238 19 643 676
Votos en blanco 4490 (5,99%) 54 365 (2,07%) 338 581 (1,72%)
Votos nulos 1592 (2,12%) 31 859(1,21%) 242 002 (1,23%)
Votos no marcados 1261 (1,68%) 7958(0,30%) 47 675 (0,24%)

Fuente: elaboración propia a partir de Registraduría Nacional del Estado Civil (s. f.).

¿Pero qué factores pudieron influir en estas votaciones? Más allá de asuntos demográficos o ideológicos, en esta investigación se quiso indagar si variables emocionales incidieron en estas contiendas y cómo estas se contrastan con asuntos racionales; es decir, qué variables tuvieron más peso, si las emocionales o las racionales en la elección al candidato ganador.

1. Marco teórico y conceptual

1.1 Las emociones en el proceso de votación

El estudio de la influencia de las emociones en la política tomó fuerza en la década de 1980, principalmente, a partir de la neuropsicología cognitiva (Masters y Sullivan, 1989; Lodge, McGraw & Stroh, 1989; McGuire, 1993), mediante diversas investigaciones demoscópicas y pruebas de neuroimagen que intentaron captar, por un lado, la relación existente entre el neocórtex y el cerebro límbico al exponer a determinado grupo de personas a escenarios políticos y, por otro, identificar las emociones que un individuo puede decir experimentar o sentir frente a este mismo escenario. Hoy, cuarenta años después, se tiene evidencia de que las emociones influyen en el comportamiento político, dando paso a preguntas sobre la fuerza y características de esta interacción. Sin embargo, llegar al punto de aceptar valores no racionales que permitieran entender el comportamiento humano y las relaciones de poder que entre estos se tejen, no ha sido una tarea fácil.

Como lo expone Susan Fiske (2011), al principio la neuropsicología dio primacía a la explicación de los procesos conscientes en la mente y la forma como estos estaban implicados en las decisiones humanas, hecho ligado -según la autora- a la preponderancia del conductismo psicológico que dominaba las postrimerías de la década de 1970. Y es que hasta muy entrado el siglo XX se continuaba con la idea de que la razón o los juicios racionales eran aquellos que constituían la creación de conocimiento sensato y comportamiento aceptable. De esta forma, Thomas Dixon (2003) explica cómo durante la Antigüedad y la Edad Media las emociones fueron identificadas con afectos, pasiones y sentimientos que, en su generalidad, iban en contravía de la razón.

Así, mientras los afectos marcaban estados físicos o mentales naturales del ser humano tras un sentimiento vivido o de agitación física, pero con un carácter amoral y posiblemente controlable dependiendo del grado de educación y racionalidad del individuo, las pasiones constituían formas de rebeldía y desobediencia moralmente peligrosos al ser irracionales y que precisan la voluntad racional del individuo. Como lo plantea Patricia Moya (2007), un ejemplo de esto se puede hallar en Tomas de Aquino:

La perspectiva desde la que Tomás analiza las pasiones es la historia de la salvación en la que el pecado original ha introducido un desorden en el alma humana. La consideración de este hecho es importante para establecer la moralidad de las acciones realizadas bajo el efecto de las pasiones, pues éstas influyen en el grado de voluntariedad del sujeto. Aunque la pasión en sí misma carece de valor moral, porque radica en el apetito sensible que está en el nivel de lo natural, es decir, en el ámbito de lo determinado, la integración de este apetito en el conjunto de la persona influye en la moralidad de la acción (p. 150).

Para la Edad Antigua y Edad Media, pasiones y afectos fueron asociadas a cuestiones ajenas a la cognición y aquello diferente al cuerpo, que era donde normalmente se alojaba el alma, la cual tenía pasiones en un sentido accidental por su unión con el cuerpo y porque sólo en su aspecto corporal la persona afectada por una pasión puede transmutar hacia lo peor perdiendo algo que le es conveniente (Moya, 2007, p. 150).

Ahora bien, el estudio de la influencia cerebral en la emoción comienza en la Modernidad tras el auge del paradigma cartesiano; el cual permitió un abordaje más científico. En esta línea se inscriben Thomas Brown (1824) y William James (1884), que en el siglo XIX consideraron la emoción como una reacción corpórea, visceral e instintiva del cerebro y el cuerpo tras un estímulo externo. Para ambos autores la reacción emocional seguía siendo algo inconsciente, algo fuera de la razón, pues las emociones serían percepciones de los cambios fisiológicos o corporales que tiene el individuo al confrontarse con un estímulo externo.

Si se sigue a Immanuel Kant (2004) en su famoso texto ¿Qué es la ilustración?, se puede evidenciar cómo el llamado al pensamiento y acción racional permeó todos los ámbitos de la vida humana, hasta el espiritual. Es por este motivo que, en el marco de los principios de la época, la libertad se asume tanto en los ámbitos científico como político, una libertad razonada en el que la ciencia debía encontrar el principio no teológico de la naturaleza y la política el mejor orden social para controlar el poder como pasión desenfrenada humana. El liberalismo político sería entonces la teoría y praxis que permitiría este control, a partir de la creación del Estado. Al respecto, Ramón Maíz (2010), citando a Alexander Hamilton en The Federalis Papers, afirma lo siguiente: «¿Por qué se creó el Estado? Porque las pasiones de los hombres no se adecuan a los dictados de la razón y la justicia sin la presencia de coacción» (p. 14).

En este orden, la tesis de que la emoción distorsiona, nubla y perturba a la razón y que debe ser controlada es la base de la política moderna, una política liberal democrática en la que el hombre debe participar, siempre y cuando sea intelectualmente superior y socialmente responsable, usando la racionalidad para decidir el rumbo de la sociedad. Como lo menciona Manuel Arias Maldonado (2016), el optimismo ilustrado conlleva a la creencia de que la deliberación pública llevada a cabo por sujetos racionales que intercambian razones con otros hasta dar el mejor argumento en un debate era condición necesaria para la legitimidad de un gobierno. Así, desde Montesquieu (2002), Jean-Jacques Rousseau (2007), hasta Jürgen Habermas (2008) y John Rawls (1995) la deliberación colectiva racional es la única que puede generar un orden justo, dejando de lado la realidad del ser humano, quien está coaccionado por influencias físicas, psicológicas, culturales, entre otros.

De hecho, si se recuerdan las disposiciones constitucionales establecidas en la carta magna francesa de 1789 o incluso de las dispuestas en América Latina después de sus independencias (Gros Espiell, 2002), el voto constituía un privilegio de hombres con estudios y una posición social predominante o económicamente estable, lo que generaba la idea de una preocupación racional por una mejor sociedad donde los principios liberales primaban. Así, se concibe la política como el mundo racionalizado del orden, de la estabilidad y de la coherencia que encaja perfectamente con el dominio de la razón científica sobre la naturaleza.

Ahora bien, estas ideas basadas en la libertad de albedrío del hombre dadas por la filosofía fueron, desde la misma ciencia, cuestionadas. No porque le dieran un papel predominante durante el siglo XIX a las emociones en la elaboración del conocimiento humano, ni coadyuvar en decisiones racionales, sino porque empezó a cuestionar esta libertad total del ser humano al encontrar en los afectos procesos inconscientes incontrolables para el hombre. Por ello desde el conductismo y el psicoanálisis se intentó controlar esta parte humana que no lo dejaría actuar de una manera aceptable socialmente. En este orden, hasta la década de 1970 la psicología y la política concibieron las emociones a partir de una dicotomía insuperable.

1.2 La razón en el proceso de votación

Por el lado de la psicología, el cognitivismo llegó a irrumpir a mitad del siglo xx con la idea hasta entonces constituida de la impermeabilidad de la mente humana, la cual parte de la hipótesis de que el procesamiento de la información y los procesos mentales tienen repercusiones sobre la conducta de un individuo al comparar conscientemente la información nueva con su «esquema» o estructura cognitiva preexistente. Los psicólogos cognitivos estaban centrados en el procesamiento de la información, en la atención, la memoria, el aprendizaje, pero no les interesaban problemas sociales (Fiske, 2011, p. 168).

Por el lado de los estudios del comportamiento político, se marcó una ruptura en la década de 1950 con las explicaciones filosóficas, normativas e históricas que prevalecían hasta entonces, al utilizar el paradigma conductista para dar cuenta de este. De hecho, la escuela de Rochester surgió a finales de la década de 1950 y tuvo como uno de sus más importantes representantes a Anthony Downs (1957) y la teoría de la acción racional. Su planteamiento apunta a considerar a los individuos que deciden como expectantes de lo que proporciona el gobierno de turno y de los posibles y probables beneficios de los contrincantes. Por lo tanto, la elección -que en esta teoría es racional- depende de las percepciones de los individuos en relación con las acciones e «inacciones» del gobierno, y en la credibilidad en las ofertas que realizan a favor o en contra de los programas y propuestas de este.

Entonces, como lo plantea Jesús Rivero Casas (2012), estas ideas tienen su origen en teorías económicas, pues intentan entender cómo las personas, con el fin de lograr un mayor beneficio, parten de la premisa de que la sociedad es comprendida a partir de la acción individual de quienes hacen parte de ella y que son consecuencia de sus deseos y creencias, siendo además las acciones de estos individuos de tipo racional.

Hasta entonces, la racionalidad seguía marcando una pauta de comprensión del comportamiento tanto político como social, generando una exclusión fundacional de las emociones que, como lo afirma Maíz (2010), a) conduce a un indisimulado hiperracionalismo que b) se traduce en la sobrevaloración del consenso y la correlativa elisión del conflicto como dimensión inevitable de la política, c) desatiende, de la mano de un individualismo racionalista, los procesos de construcción y movilización antagónica de las identidades colectivas, y d) promueve el desplazamiento de la política por la moral, el derecho, la economía o la gestión pública.

1.3 La emoción versus la razón

El cambio de estas ideas llegó de la mano de la Escuela de Columbia y, principalmente, de la Escuela de Michigan, las cuales utilizaron las perspectivas sociológicas y de la psicología social cognitiva para explicar el comportamiento político, haciendo énfasis en las identidades y emociones. Así, para la escuela de Columbia y sus principales representantes, los votantes a la hora de tomar decisiones tienen presentes tres elementos de origen socio-psicológico: identidad político-partidaria, imagen de los candidatos y temas de interés en las campañas políticas (Campbell, Converse, Miller y Stokes, 1960). Esta escuela establece como punto clave variables psicológicas y perceptivas del individuo ante diferentes elementos del sistema político y lo sitúa como actor con capacidad para intervenir políticamente. Marca también una tendencia a considerar como punto significativo para la explicación del comportamiento electoral la identificación partidista y pone el énfasis del modelo en el individuo, pues considera que la persona desarrolla una identificación psicológica duradera con un partido a través del proceso de socialización.

Esta teoría tiene como fundamento los famosos clivajes sociales, los cuales hacen que, a partir de creencias ideológicas, de clase, religiosas, entre otros, se logre una identificación fuerte con un partido difícil de romper. Sin embargo, al igual que la teoría de acción racional, postula que los electores tienen patrones de juicio y comportamiento invariables. En el caso de la identificación partidaria, los votantes son partidarios o no, y en el caso de la elección racional, los votantes piensan y actúan racionalmente en todas las situaciones en las que existe un mínimo de riesgo.

Con la llegada de los estudios sociales cognitivos, se pudo dar cuenta de un nuevo planteamiento que postula la idea de que el elector puede cambiar de una estrategia a otra, en relación con las emociones que siente en un momento determinado. Como se dijo más arriba, la psicología cognitiva estaba concentrada en los estudios sobre el procesamiento de la información en la mente humana, sin embargo, la psicología social cognitiva fue más allá al plantear que el proceso de juicio en el que se integra la información en el conocimiento existente de un individuo sobre un objeto parece venir después del proceso afectivo, en el cual el individuo forma sus gustos o disgustos sobre el objeto (Cassino y Lodge, 2007), es decir, el afecto o -lo que es igual- la asociación de objetos individuales en la memoria a emociones que pueden ser negativas o positivas se convierte en una regla organizativa utilizada para clasificar los objetos. Como lo afirman Susan Fiske y Mark Pavelchak (1986), se etiqueta esta dimensión como «afectar» y se habla de una «etiqueta afectiva» adjunta al objeto que representa la dirección -positiva o negativa- y la fuerza que tendrá.

De esta manera, el procesamiento de la información en los individuos implica la categorización de los objetos que a este se le presenta, asociándose no solo de manera cognitiva, sino afectivamente de manera positiva y negativa, llevándolos a que su encuentro genere una determinada emoción.2 De ahí que se pueda plantear que la emoción y el afecto organizan la mente. Dicha idea remite a lo que se ha denominado modelos de valencia o a una teoría que plantea las emociones en una lógica bivalente, en la cual se pueden organizar como positivas o negativas para el sujeto. Sin embargo, este modelo no es el único que se ha desarrollado desde entonces.

Si se parte de la idea de que el afecto es un episodio de reclutamiento sincrónico de recursos mentales y somáticos para adaptarse y hacer frente a un estímulo que se evalúa subjetivamente como muy pertinentes a las necesidades, metas y variables del individuo, estos no pueden ser entendidos solamente desde modelos discretos o valenciales del afecto; es decir, no pueden ser medidos a partir de una lista de emociones positivas y negativas como las planteadas por Ira Roseman (1991), en la medida de que no sabemos si estas son las que el individuo en realidad siente e identifica, o desde la lógica de valencia, la cual plantea un individuo que solo siente afectos positivos o negativos. Por ello, autores como James Russell (2003) han utilizado modelos multidimensionales del afecto, según los cuales las emociones positivas o negativas generan excitaciones altas o bajas, o lo que es igual, no se sienten siempre con la misma intensidad.

Surge así la teoría de la inteligencia afectiva (Marcus, Neuman y MacKuen, 2000), la cual pone énfasis en las emociones, principalmente en la hipótesis de que las emociones pueden coadyuvar a la elección racional de los candidatos en la contienda política, pues mientras las emociones negativas y su grado de excitación pueden llevar a que los individuos tomen decisiones más racionales, las emociones positivas llevan a que se conserven disposiciones habituales de elección que, dependiendo del grado de excitación, pueden llevar a que los individuos voten por lo ya conocido y en lo que se confía. Esto es lo que los autores denominan la rutas directas e indirectas de las tomas de decisiones.

Partiendo de la idea de que el individuo moderno es un ser poco comprometido con la política, que tiene un conocimiento limitado de esta y que incluso en ocasiones ignora estos temas, suele hacer elecciones en este campo a partir de disposiciones habituales o, lo que es igual, a partir de aquello que consecuentemente cree, hace y piensa. Ahora bien, estas disposiciones habituales se relacionan con lo que se denomina «ruta directa de la toma de decisiones» (Marcus, Neuman y MacKuen, 2000), la cual se establece en la heurística de la simpatía e implica una decisión de voto sin acudir a conductas racionales. Es decir, en esta ruta las emociones pueden clasificarse de acuerdo con su valencia. Las interpretaciones de la «valencia emocional» varían desde sentirse bien o mal, sentir agrado o desagrado, hasta experimentar placer o dolor; sin embargo, en pocas palabras, la valencia puede entenderse como la dirección de la respuesta emocional, es decir, en si esta es positiva o negativa. Por esta razón, el votante elige meramente en relación con lo que siente y por lo que le produce el candidato.

Por otro lado, están los juicios razonados, los cuales se relacionan con la ruta indirecta de las emociones. Este planteamiento se puede entender a partir de la teoría de Antonio Damásio (2018, p. 18) de que los sistemas cerebrales que se ocupan conjuntamente de las emociones y la toma de decisiones por lo general participan en la gestión de la cognición y del comportamiento social. Esta idea da paso a la conexión entre el tejido de los fenómenos sociales y culturales, y los rasgos concretos de la neurobiología, proponiendo con ello el presupuesto de que la emoción es el motor del pensamiento y del comportamiento al estar relacionado su punto de reacción biológico en el mismo espacio neuronal. De ahí que las emociones se entiendan como modelos diferenciados de respuesta químicas y neuronales que actúan dentro de unos marcos configurados previamente en la mente, donde las emociones y sentimientos se conectan para influir en la toma de decisiones.

Por este motivo los juicios razonados se refieren a aquella situación en que el elector entra en una situación que activa sus emociones de valencia negativa -por ejemplo, ansiedad- al percibir una situación desconocida para él o que pone en riesgo su interés. Según la teoría de la inteligencia afectiva, esto lleva a que se active el «sistema de vigilancia», es decir, que el elector active la racionalidad, busque informarse sobre el candidato, sus propuestas, la problemática subyacente y tome una decisión racional. Se presenta entonces aquí una ruta indirecta de toma de decisión, pues el sistema de vigilancia es como una especie de intermediario entre la emoción que se siente -en este caso, ansiedad- y la elección del candidato. Así pues, el cuestionamiento que hace este candidato o partido al mundo simbólico del elector es el que despliega la racionalidad y lo saca de una posición cómoda de elección directa por la lógica valencial negativa o positiva que se presente (Tarullo, 2016).

En síntesis, según la teoría de la inteligencia afectiva, basada en estudios neuronales, las emociones negativas -aquellas como rabia, tristeza, aburrimiento y frustración- pueden funcionar como desencadenantes de actos racionales o, a partir de un modelo de valencia, llevar a elegir de manera directa.

Ahora bien, a pesar de esta lógica de comprensión múltiple de la emoción, en la cual el grado de excitación y tipo de emoción -valencia positiva o negativa- desempeñan un papel significativo, autores como Nicholas Valentino et al. (2011) plantean que hay buenas razones para ir más allá del énfasis en las respuestas automáticas a las emociones positivas -euforia, felicidad, satisfacción y tranquilidad- versus las negativas -rabia, tristeza, aburrimiento y frustración-: i) porque las encuestas de opinión pública captan la conciencia emocional a partir de respuestas que son generadas o sostenidas por evaluaciones conscientes, y es probable que tales respuestas sean altamente relevantes a medida que los individuos deciden si y cómo participar en política; y ii) porque las personas usan a sus emociones como una fuente de información sobre el mundo de alrededor para ayudarles a tomar decisiones y a actuar (Corduneanu, Muñiz y Echeverría, 2019). Este orden depende de las características de este mundo que serán las acciones de los individuos, por ejemplo, en el caso de la ansiedad -emociones de valencia negativa-, esta teoría plantea que, si bien la atención puede desencadenarse por la ansiedad, el afrontamiento conductual puede ser igualmente probable a través del distanciamiento y apatía, en lugar de atacar el problema lo que genera es desinterés por la política y los candidatos.

Por esta razón, la teoría de la valoración cognitiva plantea que emociones como la ira o el entusiasmo pueden tener mayor eficacia política, y la primera, a pesar de ser negativa y parte de la aversión, no implica necesariamente una mayor búsqueda de información. Como lo reconoce George Marcus (2002), alguna evidencia sugiere que la aversión que se desencadena por un conflicto sobre lo familiar y disgustos acerca de preferencias de grupos o cuestiones socava nuevas búsquedas de información, en este caso, esta emoción negativa no implicaría conductas racionales. Por ello, la ira en la política puede ser la clave para el desarrollo de un hábito de participación: cuando un ciudadano enojado participa en la política y esa acción se ve como éxito, la eficacia aumenta (Valentino, Gregorowicz y Groenendyk, 2009).

Por otro lado, a partir de esta teoría de la evaluación cognitiva también se espera que las emociones positivas como el entusiasmo impulsen la participación. Sus ideas parten del «enfoque conductual» o, lo que es igual, del sistema BAS -Behavioral Activation System- planteado por Jeffrey Gray (1987), el cual monitorea la distancia del individuo con respecto a los objetivos deseados y solo está relacionado a las emociones positivas: cuanto más te acercas a un deseado objetivo, más positivo te sientes. En este orden, el acercamiento a la meta, lo que sería al triunfo del candidato o partido político de su preferencia, implicaría una mayor participación del elector a fin de lograr el objetivo. Esta participación puede ser el seguimiento a las propuestas de campaña, a los medios de comunicación, la asistencia a reuniones y otras acciones racionales y conscientes.

2. Metodología

Esta investigación está basada en un estudio cross-sectional, observacional-analítico, con un nivel correlacional-explicativo, que pretende establecer modelos predictivos de la conducta racional a partir de puntuaciones derivadas del autorreporte de emociones de valencia positiva o negativa. Se utilizó un muestreo probabilístico para seleccionar un total de 385 habitantes del municipio de Rionegro a través de una empresa encuestadora local que seleccionó al azar desde sus bases de datos a los participantes, a partir de criterios de inclusión que corresponden a personas aptas para votar, mayor de 18 años y sin exclusión por sexo.

El cálculo del tamaño de la muestra se estimó para una población superior a 100 000 habitantes, con un intervalo de confianza de 95%, un error de 5% y máxima heterogeneidad debido a la ausencia de estudios previos que establecieran la proporción en la que el fenómeno se presentaba en la población.

La construcción del instrumento se basó en estudios realizados sobre emociones y actitudes y comportamiento político como los realizados por George Marcus et al. (2000) que permitieron clasificar las emociones en cuatro variables de tipo positivo -euforia, felicidad, satisfacción y tranquilidad- y cuatro de tipo negativo -rabia, tristeza, aburrimiento y frustración-.

Por su parte, para la construcción de las variables racionales se tuvieron en cuenta estudios como Jaraíz Erika et al. (2020) y Angus Campbell et al. (1960) que permitieron categorizarlas en ver debates, asistir a reuniones políticas, leer folletos, participar como voluntario y escuchar propaganda política.

3. Resultados

Teniendo en cuenta la relevancia que, de acuerdo con los antecedentes, un mayor grado de activación emocional de valencia positiva daría paso a estrategias de elección basadas en la emocionalidad, mientras que una mayor activación de emociones de valencia negativa se relacionarían con estrategias de elección racional, se plantea la necesidad de ofrecer evidencia respecto a la adecuación de una estructura de dos factores -valencia positiva y negativa- generados a partir del autorreporte de emociones específicas y su relación con comportamientos clasificados como «racionales». No obstante, estos mismos datos podrían dar validez a la teoría de la valoración cognitiva, antes descrita, la cual considera que las emociones positivas como el entusiasmo pueden también generar una participación política racional y activa del elector, mientas que las emociones negativas como la ira podrían ocasionar apatía política más que activación del sistema de vigilancia -racionalidad-.

Tabla 2 Características sociodemográficas de la muestra. 

Hombre (n = 131) Mujer (n = 254) General (n = 385)
Grupo etario
18 a 24 años 23 (17,6%) 76 (29,9%) 99 (25,7%)
25 a 34 años 49 (37,4%) 81 (31,9%) 130 (33,8%)
35 a 44 años 32 (24,4%) 59 (23,2%) 91 (23,6%)
45 a 54 años 16 (12,2%) 24 (9,4%) 40 (10,4%)
Mayor de 54 años 11 (8,4%) 14 (5,5%) 25 (6,5%)
Nivel educativo
Doctor 2 (1,5%) 1 (0,4%) 3 (0,8%)
Especialista 18 (13,7%) 34 (13,4%) 52 (13,5%)
Magíster 10 (7,6%) 15 (5,9%) 25 (6,5%)
Profesional 62 (47,3%) 128 (50,4%) 190 (49,4%)
Secundaria 15 (11,5%) 30 (11,8%) 45 (11,7%)
Técnica 7 (5,3%) 26 (10,2%) 33 (8,6%)
Tecnológica 17 (13,0%) 17 (6,7%) 34 (8,8%)
Primaria 0 (0%) 3 (1,2%) 3 (0,8%)
Situación laboral
Desempleado 7 (5,3%) 27 (10,6%) 34 (8,8%)
Empleo de medio tiempo 11 (8,4%) 16 (6,3%) 27 (7,0%)
Empleo de tiempo completo 79 (60,3%) 139 (54,7%) 218 (56,6%)
Estudiante 17 (13,0%) 48 (18,9%) 65 (16,9%)
Retirado 2 (1,5%) 3 (1,2%) 5 (1,3%)
Trabajador por cuenta propia 15 (11,5%) 21 (8,3%) 36 (9,4%)
Ingresos
Más de 1 y hasta 2 SMLV 50 (38,2%) 99 (39,0%) 149 (38,7%)
Más de 2 y hasta 3 SMLV 32 (24,4%) 60 (23,6%) 92 (23,9%)
Más de 3 y hasta 4 SMLV 25 (19,1%) 38 (15,0%) 63 (16,4%)
Más de 4 SMLV 18 (13,7%) 20 (7,9%) 38 (9,9%)
Menos de 1 SMLV 6 (4,6%) 37 (14,6%) 43 (11,2%)

Fuente: elaboración propia.

Como parte de la encuesta se les pidió a los participantes puntuar en una escala Likert -con puntuaciones de 1 a 5- el nivel de euforia, felicidad, satisfacción, tranquilidad, rabia, tristeza, aburrimiento y frustración, emociones de valencia positiva y negativa seleccionadas a partir de la revisión bibliográfica. Para cada emoción se calculó el puntaje promedio.

Tabla 3 Descripción de variables emocionales. 

Euforia Felicidad Satisfacción Tranquilidad Rabia Tristeza
N 365 366 358 357 345 345
Media 2.39 2.30 2.28 2.30 1.87 1.76
Mediana 2.40 2.20 2.20 2.00 1.60 1.25
Mínimo 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00
Máximo 5.00 5.00 5.00 5.00 5.00 5.00
Asimetría 0.43 0.62 0.77 0.70 1.02 1.21
Curtosis 0.13 0.21 0.03 -0.01 0.29 0.89
Shapiro-Wilk p < .001 < .001 < .001 < .001 < .001 < .001
Percentil 25 1.80 1.60 1.60 1.60 1.00 1.00
Percentil 75 3.00 2.80 3.00 3.00 2.60 2.40

Fuente: elaboración propia.

A partir de los resultados se evidencia que para los rionegreros encuestados la mediana de la puntuación para las emociones de valencia positiva y negativa se ubicó por debajo del promedio teórico (3,0), indicando una distribución asimétrica de las puntuaciones. Esta tendencia es mayor en las emociones de valencia negativa (véase Gráfica 1): hubo emociones positivas por los candidatos a la Alcaldía. Aunque en ambos casos -emociones positivas y negativas- se puede apreciar una asimetría positiva, para el caso de las emociones de valencia negativa este sesgo es mucho mayor, indicando una preferencia de los encuestados por seleccionar puntuaciones muy bajas. De acuerdo con el valor p de la prueba de Shapiro-Wilk (p < .001), ninguna de las variables procede de poblaciones normalmente distribuidas.

Fuente: elaboración propia

Gráfica 1 Distribución de puntuaciones en las variables emocionales. 

Profundizando el análisis, particularmente para el candidato elegido Rodrigo Hernández, del Centro Democrático, se evidenció una tendencia en las emociones positivas con relación a las negativas (véase Gráfica 2). Si se toma en cuenta la preferencia partidista manifestada por los encuestados en las dos últimas elecciones -Partido Centro Democrático- se puede hipotetizar que hubo un tendencial uso de la «ruta directa de las emociones» o heurística de la simpatía, lo cual implicaría, en un primer momento, un voto no racional (véase Gráfica 3).

Fuente: elaboración propia

Gráfica 2 Tendencia emocional hacia el candidato Rodrigo Hernández. 

Fuente: elaboración propia

Gráfica 3 Preferencia partidista de los encuestados. 

Para determinar si las variables se ajustaban a la estructura factorial hipotetizada se realizó, en primer lugar, un análisis factorial exploratorio tras determinar la adecuación muestral para el procedimiento mediante el índice de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO = 0.81) y la prueba de esfericidad de Bartlett [X2 (6) = 43,83; p < .001]. La cantidad de factores a extraer se determinó mediante análisis paralelo y el correspondiente gráfico de sedimentación (véase Gráfica 4).

Fuente: elaboración propia

Gráfica 4 Gráfico de sedimentación. 

Para la extracción de factores se utilizó el método de Máxima Verosimilitud y una rotación oblimin, dada la baja correlación entre los factores (r < 0,3). Según los resultados presentados en la Tabla 4, se extrajeron dos factores que explicaban un total de 71,2% de la varianza. Estos factores agrupan la información sobre la emocionalidad de los participantes en dos dimensiones según su valencia. De esta manera, el Factor 1 estaba compuesto por las variables Rabia, Frustración, Tristeza y Aburrimiento, mientras que el Factor 2 agrupaba las variables Euforia, Felicidad y Satisfacción.

Tabla 4 Cargas factoriales. 

Factor 1 Factor 2
Rabia 0.807
Frustración 0.830
Tristeza 0.856
Aburrimiento 0.865
Euforia 0.877
Felicidad 0.974
Satisfacción 0.648

Fuente: elaboración propia.

Para analizar la adecuación de este modelo a los datos se procedió mediante un análisis factorial confirmatorio (véase Gráfica 5). De acuerdo con la información de los índices de ajuste el modelo presentó un ajuste inadecuado a los datos [X2 (12) = 87,96; p < ,001]; sin embargo, esto puede explicarse debido al tamaño de la muestra. De manera complementaria, los índices incrementales CFI (0.99) y TLI (0.99) sugieren un adecuado ajuste del modelo.

Fuente: elaboración propia.

Gráfica 5 Modelo de emoción. 

Finalmente, se estimaron los coeficientes de confiabilidad Alpha de Cronbach y Omega de McDonald para cada uno de los factores, asumiendo puntuaciones > .7 como indicadores de una adecuada consistencia interna (véase Tabla 5). Como puede apreciarse, tanto el factor de valencia positiva como el factor de valencia negativa mostraron adecuados índices de consistencia interna.

Tabla 5 Índices de consistencia interna de los factores. 

Alpha de Cronbach Omega de McDonald
0.87 0.89
0.91 0.91

Fuente: elaboración propia.

Ahora bien, para analizar el efecto de las emociones sobre los comportamientos racionales se estimaron modelos de regresión logística usando las puntuaciones de los factores como variables independientes y los comportamientos racionales en cuestión como dependientes. Se tomaron cinco comportamientos como racionales: i) ver debates, ii) escuchar propaganda electoral, iii) leer folletos, iv) participar como voluntario y v) asistir a reuniones (véase Tabla 6).

Tabla 6 Distribución de los comportamientos «racionales». 

Hombre Mujer General
(n = 131) (n = 254) (n = 385)
¿Vio debates?
No 16 (12,2%) 39 (15,4%) 55 (14,3%)
115 (87,8%) 215 (84,6%) 330 (85,7%)
¿Escuchó propaganda electoral?
No 30 (22,9%) 55 (21,7%) 85 (22,1%)
101 (77,1%) 199 (78,3%) 300 (77,9%)
¿Leyó folletos?
No 24 (18,3%) 53 (20,9%) 77 (20,0%)
107 (81,7%) 201 (79,1%) 308 (80,0%)
¿Participó como voluntario?
No 99 (75,6%) 211 (83,1%) 310 (80,5%)
32 (24,4%) 43 (16,9%) 75 (19,5%)
¿Asistió a reuniones?
No 66 (50,4%) 134 (52,8%) 200 (51,9%)
65 (49,6%) 120 (47,2%) 185 (48,1%)

Fuente: elaboración propia.

Se construyeron modelos de regresión logística para los comportamientos ver debates y asistir a reuniones, en tanto fueron los únicos en los que se encontraron diferencias significativas que pudieran advertir sobre el efecto de las emociones en su ejecución. Los resultados del análisis del cumplimiento del supuesto de normalidad, así como la comparación entre grupos se presenta en la Tabla 7. Se usó la prueba t de Student para comparar el promedio de las variables con una distribución normal, mientras que se usó la prueba U de Mann-Whitney para aquellas que no cumplían el criterio.

Tabla 7 Normalidad y Comparación entre grupos. 

Conducta Valencia positiva Valencia negativa
KSL Valor p Comparación KSL Valor p Comparación
¿Vio debates? 0.04 0.26 t (67) = -2.83; 0.11 < .001 W = 7551.5
No 0.07 0.44 p < .01 0.14 < .001 p < .05
¿Escuchó propaganda electoral? 0.04 0.26 t (128) = 0.32; 0.11 < .001 W = 12926
No 0.07 0.44 p = 0.75 0.14 < .001 p = .85
¿Leyó folletos? 0.05 0.01 W = 12095 0.10 < .001 W = 10810
No 0.04 0.98 p = .79 0.14 < .001 p = .23
¿Participó como voluntario? 0.07 0.58 W = 10976 0.13 < .01 W = 10683
No 0.05 0.04 p = .45 0.11 < .001 p = .28
¿Asistió a reuniones? 0.06 0.06 W = 14862 0.11 < .05 W = 15661
No 0.07 0.03 p< .01 0.11 < .001 p < .01

Fuente: elaboración propia.

Los modelos estimados para los comportamientos se presentan en la Tabla 8. En ambos casos se encontró que el autorreporte de emociones de valencia positiva es un predictor significativo del comportamiento.

Tabla 8 Modelos estimados para los comportamientos. 

Estimado Error estándar Valor Z
Vio debates (Intercepto) 0.73 0.35* 2.11
Emoción positiva 0.04 0.01** 3.12
Asistió a reuniones (Intercepto) -101.24 0.28*** -3.59
Emoción positiva 0.03 0.01*** 3.58

Fuente: elaboración propia a partir de datos propios. Nota: *p < ,05; **p < ,01; *** p < ,001.

En ninguno de los casos se encontró evidencia estadísticamente significativa para rechazar el ajuste de los modelos con el criterio de Hosmer-Lemeshow. Para el Modelo 1 -ver debates- se encontró una tasa correcta de clasificación de 14% y un pseudo R2 de 0.02. Para el caso del Modelo 2 se encontró una tasa correcta de clasificación de 55,84% y un pseudo R2 de 0.034, indicando en ambos casos una inadecuación de los modelos para su uso en contextos de clasificación.

La ecuación para el Modelo 1 fue la siguiente:

Mientras que para el Modelo 2 fue la siguiente:

De acuerdo con los coeficientes de los modelos se puede afirmar que por cada aumento en la puntuación de la valencia positiva aumenta en 4% (CI = 1% a 6%) la posibilidad de ver un debate, mientras que para la asistencia a reuniones la posibilidad de asistir a una reunión aumenta 3% (CI = 1% a 5%).

A partir de estos datos, se puede plantear que, si bien la votación por el Centro Democrático en relación con el candidato ganador de este mismo partido sugería un voto emocional más que racional, el resultado es contrario a los estudios de la inteligencia afectiva sobre el papel de la ansiedad -como emoción negativa- activador del sistema de «vigilancia». Respecto a asistir a reuniones y ver debates es más consistente con los resultados de la teoría de la valoración cognitiva en cuanto al papel movilizador de las emociones positivas, pues en el caso de la campaña a la Alcaldía de Rionegro de 2019 se detectó que, a más emociones positivas, mayor comportamiento racional.

Conclusión

De los datos obtenidos de la encuesta hecha a 385 votantes del municipio de Rionegro, Antioquia, en las elecciones a la Alcaldía en 2019 se puede concluir que la mayoría de los votantes de la muestra votó por el Centro Democrático, siendo el candidato ganador de este partido, lo que implicaría la activación de la heurística de la simpatía entre los encuestados. Las emociones de valencia positiva por Rodrigo Hernández mostraron puntuaciones medias superiores a las de otros candidatos, lo que sugiere, según la teoría de la inteligencia afectiva, un voto emocional, no racional.

Sin embargo, de acuerdo con los modelos de regresión logística estimados, solo las emociones positivas se relacionaron con comportamientos racionales -como asistir a reuniones y ver un debate-, lo que se aproxima, al contrario de la teoría de la inteligencia afectiva, a la afirmación de la teoría de la valoración cognitiva, pues probablemente los encuestados deseaban reafirmar su emoción e indagar si sus preferencias eran las que iban ganando o si se iban logrando sus objetivos. Sin embargo, el comportamiento estadístico de los modelos invita a seguir profundizando en esta posible asociación.

En las elecciones de 2019 en Rionegro se puede concluir que las emociones negativas no son las únicas que generan comportamientos racionales, las positivas también lo hacen. Se sigue así manteniendo la teoría de que la emoción y la razón desempeñan un papel significativo para el comportamiento político, pero se descarta que solo las negativas activen el sistema de vigilancia o racional.

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1 Artículo resultado del proyecto de investigación De la elección económica a la elección emocional: el papel de los procesos de racionalización en la política, financiado por la Universidad Católica de Oriente.

2Para profundizar en el tema de las emociones y la política se recomienda a George Lakoff (2007), donde el autor expone cómo a través de la formación de juicios morales anclados cultural y socialmente se forman marcos cognitivos inconscientes que nos inducen a actuar de una manera determinada, incluso a la hora de escoger nuestras preferencias electorales. Por otra parte, en Manuel Castells (2009) se puede encontrar que, sin lugar a dudas, las emociones constituyen un puente muy necesario entre la estructuración social y el procesamiento individual de las relaciones de poder.

**Cómo citar este artículo. Gómez, Milany Andrea; Rincón Zapata, Carolina y Sánchez Escudero, Juan Pablo. (2023). Comportamiento político, ¿emocional o racional? El caso de las elecciones a la Alcaldía en Rionegro, Antioquia, 2019. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 66, pp. 73-100. https://doi.org/10.17533/udea.espo.n66a04

Recibido: 01 de Agosto de 2022; Aprobado: 01 de Marzo de 2023

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