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Estudios Políticos

versión impresa ISSN 0121-5167versión On-line ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.67 Medellín mayo/ago. 2023  Epub 02-Oct-2023

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n67a01 

Editorial

El uso de las metáforas en los estudios políticos y de la paz*

Germán Darío Valencia Agudelo1 

1 Director revista Estudios Políticos. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA. Calle 70 No. 52-21, Medellín, Colombia. Correo electrónico: german.valencia@udea.edu.co - Orcid: https://orcid.org/0000-0002-6412-6986 - Google Scholar https://scholar.google.es/citations?user=7Sm8z3MAAAAJ&hl=es


En los estudios políticos es una práctica recurrente el uso de las metáforas. Una revisión de la literatura muestra que la mayoría de las obras políticas, desde la Grecia clásica hasta nuestros días, han recurrido a estas figuras literarias para ilustrar sus ideas. Así lo hizo Hesíodo, en Trabajos y días (1978) -en el siglo viii antes de nuestra era-, cuando habló de la justicia usando la fábula del halcón y el ruiseñor; también Platón en la República (2000), con su popular mito de la caverna; y más recientemente, John Rawls (1985), en su Teoría de la justicia, donde presentó sus ideas recurriendo a la nave del Estado y el velo de la ignorancia.

Y si bien en un principio se pensaba que el símil y su subespecie, la metáfora, eran un simple instrumento retórico que servía para conectar y unir el mundo con palabras y las palabras con imágenes, cuyo objetivo se reducía a embellecer el discurso político como elemento persuasivo -imágenes para explicar con ejemplos o ilustrar determinadas ideas y, por tanto, que pueden sustituirse fácilmente por otras categorías o formas discursivas, como lo plantea Aristóteles en la Retórica (2000), donde presentó a la metáfora como una «traslación de nombres» (Barbosa, 2000)-, con el tiempo las metáforas se han transformado en un valioso recurso que usan los pensadores políticos para presentar discusiones complejas, abstractas, teóricas y, así, de una forma más simple y menos formal, llevarlas a un público más amplio, con el objetivo de que cumplan el papel formativo de brindar orientaciones para la vida pública.

Incluso, en muchos casos, las metáforas constituyen el elemento central de la exposición de las ideas, de la conceptualización y del análisis de la realidad social. De allí que para autores como Mark Johnson (1991), Karl Mannheim (1963) o José González (1998) se haría imposible la labor de comunicar ideas políticas si no se pudiera recurrir a la utilización de estas figuras. Para el primero: «no solo hablamos en metáforas, sino que además pensamos y conceptualizamos la realidad social en metáforas» (Johnson, 1991, p. 24 citado en González, 1998, p. 13); para el segundo, «sin metáforas no es posible el lenguaje, pensamos mediante metáforas y actuamos sobre la base proporcionada por metáforas fundamentales» (González, 1998, p. 12); y para el tercero, «cada pensamiento sobre la realidad social y política tiene oculta una metáfora o un símbolo que le da coherencia y estructura» (Mannheim, 1965 citado en González, 2006, p. 14).

El objetivo de este texto es explorar el uso de las metáforas en los estudios políticos y dejar planteado el poder que tienen para comprender y explicar fenómenos de la política. En este sentido, se quiere hacer una invitación directa a su uso y estudio, tanto en la academia y en el mundo de la exposición científica como en el mundo práctico y vivencial. El escrito quiere mostrar que estas figuras literarias se han convertido en un instrumento muy útil para orientar políticamente a las personas en la vida colectiva, ya que tienen un poder constitutivo del pensamiento y de la acción política.

Para ilustrar estas ideas, además de identificar algunas metáforas que han sido utilizadas en algunos de los campos de los estudios políticos -economía política, ciencia política y filosofía política-, se identifican otros tres ejemplos en los estudios de paz. Se muestra que, desde hace varios siglos, pensadores políticos han intentado asociar la paz con variadas imágenes: Inmanuel Kant (2016) presenta la paz como perpetuidad; Mahatma Gandhi (2001) como camino; y Boutros Boutros-Ghali (2011) como un proceso en construcción. Es última idea ha logrado posicionarse en el mundo actual después de que el secretario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la usó en la década de 1990. Estas imágenes de paz han logrado configurarse en un grupo de las metáforas explicativas o estructurales, según el criterio de González (1998).

El uso de la metáfora en la política

Una característica transversal en las ciencias sociales y humanas es el uso de imágenes metafóricas. Tanto en la historia como en la sociología, en la filosofía o en la literatura se usan metáforas en cualquier momento. Susana Barbosa (2000) muestra cómo en textos clásicos de la literatura, como los de Pedro Calderón, Luis Vélez de Guevara, Johann Goethe o Benito Pérez Galdós, aparecen imágenes que sirven para crear tramas y desarrollar historias. Así, González (1998) reconoce que «las metáforas sirven como punto de contacto entre diversas tradiciones artísticas, filosóficas, literarias y políticas que constituyen el humus central de nuestro pensamiento» (p. 21). Siendo para José Ortega y Gasset (1979), la creación de metáforas, un acto normal del pensamiento:

Cuando el investigador descubre un fenómeno nuevo, es decir, cuando forma un nuevo concepto, necesita darle un nombre. Como una voz nueva no significaría nada para los demás, tiene que recurrir al repertorio del lenguaje duradero, donde cada voz se encuentra ya adscrita a una significación. A fin de hacerse entender, elige la palabra cuyo usual sentido tenga alguna semejanza con la nueva significación. De esta manera, el término adquiere la nueva significación a través y por medio de la antigua sin abandonarla. Esto es la metáfora (p. 388).

Un ejemplo claro que ilustra esta tesis la encontramos en la economía política. En su nacimiento como disciplina, en los siglos xvii y xviii, fue común encontrar a autores que recurrieron a las metáforas para desarrollar los primeros argumentos a favor de la libertad económica. Bernard Mandeville y Francis Quesnay usaron metáforas de la naturaleza para defender la libertad de empresa y la libre circulación de mercancías: el primero utilizó la metáfora del panal de abejas en La fábula de las abejas o Los vicios privados hacen la prosperidad pública (Mandeville, 1981); y el segundo, la del cuerpo humano para construir Le Tableau économique (Schumpeter, 1971). Incluso el mismo padre de la economía, Adam Smith (2017), en 1776 usó la metáfora de «mano invisible» como imagen para idear cómo las fuerzas del mercado hacen posible el equilibrio económico. La imagen sirvió para discutir la confluencia con que «gravitan» y confluyen los precios de mercado y los precios naturales.

Metáforas del mercado que, debido a su popularidad y poder explicativo, les han servido a otras ciencias sociales, cuyo desarrollo científico ha sido posterior. Este es el caso de la ciencia política -que comenzó su desarrollo muy recientemente a mediados del siglo xx-, cuyos autores han recurrido a las metáforas provenientes de la economía política para realizar el estudio de sus fenómenos de interés:

Entre las metáforas más utilizadas por la política en las últimas décadas, para ver y explicar su mundo democrático, se encuentra la del mercado. La teoría económica de la democracia ha usado esta figura, proveniente de la ciencia económica, para dar la luz y evidenciar los riesgos de la democracia representativa. Concibe los procesos electorales como un asunto similar al que ocurre en el mercado (Valencia, 2021, octubre 20).

Lo que hace la ciencia política es ver el sistema democrático como un mundo similar a la economía de mercado, con oferentes y demandantes. En este escenario, el político se comporta como un «empresario» que desea obtener poder y para ello requiere que la ciudadanía le dé su voto y alcance la mayoría para el cargo representativo. A cambio de esta delegación del poder político, el empresario le ofrece a los «consumidores o demandantes» programas de gobierno o políticas públicas: «Los políticos son profesionales en la ciencia de gobernar: buscan que se les delegue el poder a través de promesas creíbles o programas viables que se le hacen a la ciudadanía» (Valencia, 2021, octubre 20). Por su parte, el ciudadano «es un agente que utiliza su voto para pagar por una propuesta que le gustó, convirtiendo al voto en el dinero que se usa en el sistema democrático. Dinero que entrega con libertad a quien más le convenga, a quien le ofrezca el mejor programa en las elecciones» (Valencia, 2021, octubre 20).

De esta manera, se encuentra en la ciencia política una utilización y reutilización de metáforas provenientes de otros campos disciplinares. La idea es usar aquellas imágenes que son más penetrantes y atractivas, aquellas figuras que son comunes para entender algo complejo de forma fácil y simple -en el caso de la metáfora del mercado político, la idea cotidiana de ir al supermercado y comprar algo con dinero, convirtiendo el voto en el dinero para la política (Valencia, 2001)-. Ideas que quedaron muy bien adoptadas por los padres de la ciencia política, como James Buchanan, Anthony Downs o William Rilker (Batlle, 1992), para exponer sus teorías de la elección racional y logran ver a la política como un juego -de nuevo, una metáfora que se usó en las matemáticas por John Von Neumann y Oskar Morgenster en 1944, y que se convirtió en la teoría de juegos-, donde los diversos actores interpretan variados papel -empresarios políticos, electores, burócratas, grupos de presión, entre otros- con la intención de maximizar su beneficio, dando forma a la teoría económica de la democracia (Colomer, 1991).

Algo similar ocurre con otro pensador de la ciencia política, David Easton (1999), que en su obra Esquema para el análisis político usa la teoría de sistemas -desarrollada siglos antes por las ciencias naturales- para explicar la autonomía científica de la política. El autor se basó en la idea metafórica del sistema biológico y natural para construir su enfoque de análisis de la vida política. Pensó a la sociedad como un sistema celular, donde el subsistema político se convierte en un nuevo componente -al lado de otros subsistemas como el económico, religioso, cultural o jurídico-. Lo que hace la política es estructurarse en un sistema complejo de relaciones intrasocietal y extrasocietal para lograr mantener su autonomía como sistema político, idea que retomó el sociólogo alemán Niklas Luhmann (2007) a finales del siglo xx para contribuir a su modelo de La sociedad de la sociedad, donde cada uno de estos campos del conocimiento se convierte en un subsistema social con los que logra construir una teoría general de sistema, convirtiendo a la política en un subsistema entre todos ellos (Torres, 2009).

Finalmente, una mención especial en el uso de las metáforas en la ciencia política durante los últimos cincuenta años la merece el politólogo noruego Jon Elster, que en la mayoría de sus obras usa la metáfora para la presentación y discusión de sus pensamientos. La presencia metafórica aparece desde sus primeras obras, como Ulises y las sirenas (2002), y posteriormente en Ulises desatado (2003), donde, partiendo de la fábula griega, hace un estudio sistemático sobre el uso de la racionalidad e irracionalidad en la toma de decisiones. Presenta al personaje griego Ulises atado a un madero de un barco -temeroso de lo que le puede hacer el canto de las sirenas-, lo que le permite discutir la débil voluntad y lo fuerte que resulta ante la racionalidad otros sentimientos como el amor, el odio y el autoengaño.

Lo mismo ocurre en otras obras, como Juicios salomónicos (Elster, 2009), donde continúa su debate sobre la racionalidad como instrumento de decisión y las consecuencias que tiene en la toma de decisiones. En El cemento de la sociedad (1991), donde habla de valores como la confianza y la reciprocidad -que representan el cemento- y que sirven para el relacionamiento social -las personas serían los ladrillos-. Y en Tuercas y tornillos (1996) y en La explicación del comportamiento social: más tuercas y tornillos para las ciencias sociales (2010), donde el autor toma la analogía del «constructor» y «caja de piezas y herramientas» para introducir a los lectores en el uso de los conceptos básicos de las ciencias sociales, una serie de mecanismos causales -construidos por las teorías de la elección racional, de la probabilística, de la selección natural y de la contractualista- que sirven para explicar fenómenos parciales en un mundo de fenómenos sociales más complejos.

Ahora bien, en el campo de la filosofía política, dado que este es más antiguo que la ciencia política, la riqueza literaria es aún más abundante en el uso de las metáforas (Rigotti, 1992). Allí se encuentra una gama más amplia de autores que presentan sus ideas recurriendo a las metáforas: Séneca, Epícteto, Hobbes, Lutero, Schumpeter o Weber, entre muchos otros.

Desde los sofistas hasta Maquiavelo pasando por Aristóteles, estos elementos resultaron el instrumento preciso de los pensadores políticos para explicar, ya las instituciones sociales en términos naturales, ya la conducta del príncipe siendo a la vez la de un hombre que cumple la ley y la de la bestia que usa la violencia, y para explicar también los Órganos del Estado como extensión de los órganos corporales del gobernante. Dentro de este tipo de metáforas, la de la ciudad-Estado como cuerpo humano y su «correspondiente homología entre lo colectivo y lo individual parece ser una constante del pensamiento conservador desde Platón y Aristóteles hasta nuestros días», pasando desde luego por Hegel (Barbosa, 2000).

Todos ellos, como ha ocurrido con los anteriormente expuestos, recurren a una variedad de figuras para expresar sus profundos pensamientos. Incluso, el mismo concepto de política tiene un «origen metafórico (o quizá metonímico) originado en una forma típica e histórica de poblamiento humano, un modo de ocupación, distribución y uso del espacio, en la que se reúnen familias y pueblos» (Ghiretti, 2009, p. 27).

Tal vez el ejemplo que más ilustra el poder explicativo y discursivo de las metáforas en la filosofía política lo encontramos en Thomas Hobbes (2021). En su obra El Leviatán observamos cómo la imagen de un monstruo marino mitológico que tiene varias cabezas -el cual lo usó Isaías 27:1 en los textos bíblicos: «Aquel día el SEÑOR castigará con su espada feroz, grande y poderosa, a Leviatán, serpiente huidiza, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que vive en el mar»- se transmuta en un soberano o monarca benevolente que tiene el poder absoluto sobre un territorio, pues sus decisiones cuentan con el respaldo del pueblo. El Leviatán se convierte en una figura que le permite a Hobbes explicar tanto la necesidad y el origen del Estado como su poder para cumplir varias funciones, entre ellas, la de ejercer violencia, justicia y protección a su pueblo (Schmitt, 2002).

Lo mismo pasa en muchas de las obras de autores como Maquiavelo, Locke o Marx, todos ellos recurren a las metáforas como instrumentos de la razón imaginativa que sirven para presentar y discutir asuntos abstractos como el poder, la justicia o el buen gobierno. En sus trabajos encontramos una recurrencia continua a imágenes como leviatanes, máquinas, teatros, pactos con el diablo, mercados o naves, entre otras figuras literarias (González, 1998, p.14). Todos ellos usan el pensamiento metafórico para abordar conceptos abstractos como la «libertad», el «poder» o el «bienestar», transformando imágenes conocidas y comunes, y con ello acercando lo desconocido y ampliando nuestro saber. De esta forma, «una metáfora bien construida y presentada se convierta en un instrumento potente que permite transformar una situación compleja y difícil de entender en un conocimiento simple, cercano y fácil de agarrar o digerir» (Valencia, 2021, octubre 20).

Para finalizar este apartado, se presentan dos ejemplos más recientes, pero que con similar difusión lo ofrecen a comienzos del siglo xx Max Weber (2014) y Carl Schmitt (2008). El primero «usa un lenguaje metafórico para referirse a la política como pacto con el diablo, pacto que sintetiza el legado del Fausto goetheano» (Barbosa, 2000). La idea del diablo le permite a Weber hablar de la política como un campo en conflicto, de difícil relación entre el bien y el mal, para él, «la política involucra la generación de males que puedan desprenderse del bien» (Barbosa, 2000), un político que usa la fuerza, que causa dolor y sufrimiento para mantener el orden y la defensa del bien general. O también la idea weberiana de ver al Estado como «una gran máquina burocrática», un organismo racional que tiene sus propias reglas para funcionar y que le permite el monopolio de las armas y la lucha por el poder en un territorio. En cuanto a Carl Schmitt, usa con similar claridad y sutileza las metáforas, presenta a la política como un escenario donde se dan relaciones amigo-enemigo, las mismas que usa en la definición de política y que fue leída por el régimen Nazi para la eliminación del adversario político.

Las metáforas de la paz

Como se planteó al inicio, el papel que cumplen las metáforas no es sólo ilustrar y simplificar lo complejo, tienen un papel pedagógico y, por tanto, es usado en el discurso político como una manera de educar a la ciudadanía y ponerlos en dirección al cumplimiento de un objetivo. Como lo defiende González (2006, p. 14), las metáforas sirven también para guiar nuestra acción, son herramientas poderosas -no como un adorno estilístico- que se pueden usar y cambiar, eliminar o prescindir.

La metáfora no se puede limitar a su sentido tradicional como una mera figura retórica, sino que más bien conviene identificarla como una estructura penetrante e indispensable de la comprensión humana, mediante la cual aceptamos figurada e imaginariamente el mundo. Dicho brevemente, no solo hablamos en metáforas, sino que pensamos en metáforas y conceptualizamos la realidad social en metáforas (p. 14).

Un ejemplo, de los muchos que pululan en la historia -como lo vimos con el uso que se dio a la idea de amigo-enemigo desarrollada por Schmitt-, lo encontramos en la idea de metamorfosis o cambio continuo que presenta Karl Marx. Este autor explica el capitalismo y al mismo tiempo su propuesta de otro modo de producción usando la idea de metamorfosis del capital -existe una tradición en la literatura en el uso de la metamorfosis como cambios y transformaciones permanentes: como lo plantea Goethe, «en la vida todo es metamorfosis, desde las plantas y los animales, hasta los seres humanos» (citado en González, 2006, pp. 14-15); Ovidio fue uno de los primeros en usarla y desde está idea se ha generado una línea de usuarios que recurren a está metáfora, como Kafka-. Idea de cambio que también le sirvió a Marx para proponer una transición en los modos de producción -del capitalismo al socialismo- y que generó una idea en cascada que durante el siglo xx llevó a transformaciones sociales y políticas sin igual.

Según González García, el discurso metafórico es constitutivamente importante para la comprensión del discurso político, y esa importancia la enfatiza con la proposición «las metáforas también votan». Desde la fuerza de este enunciado, el autor apunta a ilustrar la necesidad de las metáforas para comprender el modo de funcionamiento efectivo de la vida política en la sociedad democrática actual. Su instrumentación en el discurso político ilumina los procesos decisorios que orientan la acción colectiva. Y ello porque el lazo entre el lenguaje, el pensamiento y la acción se imbrican a partir de la «capacidad humana de metaforizar». Porque no se trata solamente del reconocimiento de las metáforas en nuestro lenguaje, sino de su presencia en la estructura del pensamiento y en la de nuestra capacidad conceptualizadora de la realidad política (Barbosa, 2000).

Una forma de ilustrar el efecto de este uso metafórico y su importancia en las transformaciones sociales se puede encontrar en los estudios de paz. En este campo de estudio encontramos muchas formas metafóricas para su abordaje. A continuación, como se advirtió, se presentan tres: la paz como perpetuidad realizada por Kant (2016), la paz como camino que usa el pensador indio Mahatma Gandhi (2001) y la paz como construcción que defiende Boutros Boutros-Ghali (2011).

Kant vio y presentó a la paz como perpetuidad, una fábula estructurante o articuladora que toma de sus caminatas frente a un «cementerio». En su obra, Hacia la paz perpetua (2016), plantea «la necesidad de superar la incomunicación entre la ética y la política mediante la primacía de la primera sobre la segunda, o la primacía de la sabiduría moral sobre el arte de la política, del político moral sobre el moralista político» (González, 1998, pp. 179-196). Este autor piensa la conflictividad desde la filosofía política, usa el lenguaje bíblico, que tiene abundantes símbolos, para hacer una propuesta al mundo (Gómez, 1996). Presenta la astucia de la «serpiente» y la ingenuidad de las «palomas», y plantea la tesis de pensar la relación moral-política como «la paloma debe sortear la astucia de la serpiente», propias de la sagacidad política (González, 1998, p. 191).

La metáfora de la paz perpetua le sirve a Kant para justificar la necesidad de avanzar en la paz entre naciones -también entre comunidades y entre personas-. En el ámbito de lo colectivo, de la relación entre naciones, la paz perpetua «es un subproducto o un resultado colateral de la búsqueda de la justicia a nivel internacional», no es un «resultado directo de una actividad conscientemente dirigida a tal fin» (González, 1998, p. 183). El planteamiento de Kant es que si trabajamos bajo la guía de la razón práctica y su justicia «os dará por añadidura el resultado feliz de la paz perpetua» (Kant citado en González, 1998, p. 183). La paz, que es el fin de la guerra entre naciones, se obtiene con un «incremento de la cultura y la paulatina aproximación de los hombres a los principios que deben regir la convivencia entre todos los pueblos de la tierra» (González, 1998, p. 196). En este sentido, propone trabajar en la armonía entre los pueblos, en difundir el progreso cultural y en defender los principios de la libertad. Con ello le pone el reto a la humanidad de que si quieren instaurar una paz perpetua deben trabajar bajo la idea de justicia y razón práctica, intentando desarrollar e instaurar los diversos principios de la ilustración.

Mahatma Gandhi (2001), en la primera mitad del siglo xx, presentó la paz como «camino». Está idea-sendero la fue construyendo luego de las múltiples experiencias que tuvo a lo largo de su vida para resistir, usando el caminar con otros, la marcha de un sitio hacia otro, el movimiento permanente, como parte de su filosofía de no violencia, una idea de cambio social y político sin usar la violencia, y que sintetizó en la frase: «No hay camino para la paz, la paz es el camino».

La metáfora, como se dijo, la fue configurando Gandhi desde su misma experiencia. Fueron muchos los pasos que tuvo que dar en su vida para que finalmente pensara la paz de esta forma. Uno de los caminos más largos fue la mítica Marcha de la Sal que realizó en 1930, en la cual recorrió 388 kilómetros con dirección a Gujarat, en la India. La usó como estrategia para generar un boicot contra las normas británicas que obligaban al pueblo indio a comprar sal importada del Reino Unido, a pesar de contar con la riqueza salina local. Lo que hicieron los marchantes fue recoger sal del mar Arábigo, lo que llevó al encarcelamiento de por lo menos 60 000 personas (ACNUR, 2020, agosto 11), hecho que le sirvió a Gandhi para presionar al gobierno colonial y buscar la independencia y autonomía del pueblo indio.

En breve, su doctrina de resistencia pasiva, similar a la de trasegar todos los días por un largo camino, al final tuvo efecto. Y aunque no le tocó presenciar el día de la independencia de la India del Imperio Británico -un año antes de lograrlo fue asesinado-, dejó clara su filosofía para los grupos pacifistas en el mundo: les propuso una idea de paz como actividad permanente, como un trasegar, un avanzar todos los días. Metáfora que si la comparamos con la de paz perpetua de Kant se asemeja en proponer acciones, aunque se distancia, pues es una idea de no quietud. Una filosofía de movimiento, de avances y de experiencia vital.

Finalmente, una tercera idea de paz que usa la metáfora como idea estructurante es la de Bouthros-Ghali en el seno de la Organización de las Naciones Unidas a principios de la década de 1990. Allí, el entonces secretario presentó la imagen de la paz como una «construcción», un conjunto de acciones diseñadas con el fin de fortalecer las capacidades estatales para gestionar los conflictos violentos y, a la vez, crear condiciones políticas, económicas y culturales para edificar una paz duradera. Una idea de paz que inicialmente se dirigió a la reconstrucción posbélica -post-conflict peacebuilding- y que luego se amplió hasta abordar las causas de los conflictos armados y la manera de trabajar para erradicarlos del mundo, sintetizada como:

Todo tipo de esfuerzos para identificar y apoyar estructuras que tendieran a consolidar la paz y a mejorar la confianza y bienestar de las personas. Por tanto, ahí se incluían asuntos como el desarme, la desmovilización, la reinserción de combatientes, la custodia o destrucción de armas, el acuartelamiento/acantonamiento de combatientes, la repatriación de refugiados, la formación y asesoramiento de personal de seguridad, la preparación y verificación de elecciones, la protección de los derechos humanos y el apoyo a procesos formales e informales de participación política (Grasa y Mateos, 2014, p. 34).

Concepción de paz que tiene la ventaja de ofrecer a los países y actores internacionales una serie de instrumentos para la prevención y gestión de conflictos, y la rehabilitación en el posconflicto, que al igual que las dos anteriores metáforas presenta a la paz como resultado de ejecución de múltiples tareas, pero que en este caso las concibe como «un proceso ingenieril» que debe encaminarse a construir una paz estable y duradera (Rettberg, 2003). Acciones dirigidas a analizar las causas del conflicto armado -que constituyen los cimientos del conflicto- y en tomar acciones que logren en el largo plazo cambiar la situación y ponerle fin al conflicto para evitar que nuevamente resurjan las violencias. Acciones como la diplomacia, la mediación o la negociación de la paz, los programas de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) con excombatientes, misiones para construir la verdad y la memoria histórica en el posconflicto, tribunales que imparten justicia transicional o reformas políticas que amplíen la democracia participativa, entre muchas otras labores.

Se trata de una idea de que la paz se puede fabricar y para ello se requiere identificar los componentes que necesarios -como para en la construcción de una vía o una casa-: realizar procesos de negociación de la paz, de reintegración, de construcción de verdad, justicia y reparación, entre otros. Y que una vez se logre construir la paz es necesario seguir trabajando para mantenerla -es posible hacerle seguimiento a la edificación, mantenimiento preventivo, adecuación, reparación, entre otros-.

Es una concepción de paz muy funcional que le permitió al organismo internacional elaborar y proponer un Modelo estándar de la construcción de la paz que tiene varios componentes, como el de seguridad -en los que están los programas de DDR y las reformas del sector de la seguridad-, la reconstrucción y recuperación socioeconómica -para atacar la pobreza usando programas sociales y realizar reformas a los mercados para impulsar el empleo y el crecimiento económico-, la justicia transicional y la reconciliación, y la democratización -elecciones, reformas institucionales y procesos de descentralización política (Grasa y Mateos, 2014, pp. 35-36).

En síntesis, con la idea de paz como construcción las Naciones Unidas lograron elaborar una definición más operativa y precisa que la kantiana y gandhiana, la cual comparte con la primera la idea de trabajar en lograr una paz internacional o comunitaria, y con la segunda pensar en un continuo trasegar, pero que presenta con mayor precisión las acciones a realizar para evitar la continuación del conflicto armado o la recurrencia; que reconoce la presencia de múltiples actores y grados de actividad; que busca resultados a corto, medio y largo plazo; que incluye la gestión, prevención, resolución, reconstrucción y reconciliación; que tiene la ventaja -frente a la idea de paz como quietud de Kant- de proponer a los gobiernos y actores involucrados y responsables trabajar para lograr este bien público, de construir una agenda que les permita avanzar en su edificación (Grasa y Mateos, 2014, p. 7).

Una invitación a pensar metafóricamente

Desde la Antigüedad hasta hoy, la mayoría de los autores, por no decir la totalidad, recurren a imágenes literarias para ilustrar sus ideas, pero, sobre todo, para desarrollar sus ideas y lograr construir una explicación y comprensión mejor de sus pensamientos. De allí la importancia de pensar las metáforas y pensar metafóricamente. Está es una necesidad que se tiene en la academia, pero también en el mundo práctico de la política. Como lo advierte González (1998), se sabe de políticos que han perdido su posibilidad de subir al poder debido a su incapacidad de «comunicar su pensamiento creando una serie de metáforas y símbolos claves que redujeran la complejidad de los problemas» (p. 12).

La idea es que académicos y políticos o, si se quiere, políticos y científicos, como lo propone Weber (2012), se interesen en conocer y hacer uso de las metáforas. Para lograrlo se puede seguir tres caminos: el primero es recurrir a las personas expertas para que nos digan cómo se analizan las metáforas, cuáles son sus teorías y escuchar sus sugerencias. Autores como los que se identifican y señalan en la primera columna del cuadro 1 evidencian que el camino de lectura es largo. Maestros de la metáfora como Mark Johnson, Hans Blumenberg, Paul Ricoeur y Georg Lakoff tendrán mucho que decir. Ellos nos hablan de las metáforas vivas y de las muertas, las cuales usan de manera marginal para ilustrar, o de la estructurales, las cuales aparecen de forma preponderante (González, 2006, p. 14).

Cuadro 1 Algunos autores relacionados con el uso de las metáforas en los estudios políticos. 

Autores que teorizan sobre las metáforas Autores que analizan metáforas en la política Autores que usan metáforas en los estudios políticos
Aristóteles (2000); Max Black (1966) ; Carmen Bobes (1985) ; David Cooper (1986) ; Donald Davidson (1999); Umberto Eco (1990); George Lakoff y Mark Johnson (1980); José Ortega y Gasset (1979) ; Paul Ricoeur (1980; 2003); Francesca Rigotti (1992) Johnatan Charteris-Black (2005); José Díaz (1994); René Dirven (1989) ; Alexandre Dorna (1993) ; Jorge Etkin (1980) ; Héctor Ghiretti (2009) ; José González (1998; 2006; 2016); María Hernández (2004); George Lakoff (1991; 2007); Coloma Lleal (1979) ; Francisco Martínez (2003); Francesca Rigotti (1989); Francesca Rigotti, Pierangelo Schiera y Walter Euchner (1998); Carl Schmitt (2002) ; Monica Strmisková (2004) Aristóteles (1989); Albert Batlle (1992) ; Isaiah Berlin (2016) ; David Easton (1999) ; Jon Elster (1991; 1996; 2002; 2003; 2009; 2010); Mahatma Gandhi (2001) ; Hesíodo (1978); Thomas Hobbes (2021) ; Johan Huizinga (1990) Inmanuel Kant (2016) Niklas Luhmann (2007) José Ortega y Gasset (1955); Platón (2020); John Rawls (1985); Diego Saavedra (1988); Carl Schmitt (1979; 2008); Philo Wasburn (1997)

Fuente: elaboración propia.

Una segunda estrategia es recurrir de forma precisa, para ser directos, a los autores que analizan las metáforas en la política, los cuales nos sugieren formas de uso de las metáforas en este campo disciplinar. Es está lógica, se puede recomendar la obra de José María González García (1998; 2006; 2016), uno de los autores que más ha explorado el uso de las metáforas en la filosofía política. La intención de González (1998) es mostrar «el papel de las metáforas en la conformación de nuestro discurso y pensamiento político, en los procesos de toma de decisiones y, en general, en toda acción colectiva» (p. 12).

En su libro Metáforas del poder (González, 1998) logra construir un marco general en el uso de las metáforas en la filosofía política. Allí presenta el rico uso de las metáforas que usa este campo disciplinar y donde aparecen analizadas las obras de Maquiavelo, que utiliza un lenguaje en prosa y en verso; de Saavedra Fajardo, que en su libro Empresas políticas (1988) hace uso de la metáfora de forma recurrente para expresar su pensamiento político y la importancia de la educación de los príncipes; y lo mismo encontramos en Baltasar Gracián, que en el barroco español recurre a la metáfora de la diosa fortuna para educar políticamente a la población y señalar «las amenazas, los engaños y crueldades» (González, 2006, p. 17).

En esta segunda línea la lista de trabajos es más escasa y limitada que la que puede construirse para la primera y tercera columna que se presenta en el Cuadro 1. La razón es que los trabajos en este sentido especial, los cuales realizan un análisis en el campo de los estudios políticos, es muy limitado. Y aunque el uso de las metáforas ha sido una constante en las ciencias sociales, son pocos los trabajos que abordan la discusión de la metáfora en este sentido. De allí que Sergio Pérez (1999, p. 214) reconozca que «en nuestra lengua no abundan los tratados de meteorología» y que la reflexión sobre este tema ocupa aún «un espacio inexplorado en nuestro medio». Lo cual lo debemos ver como una oportunidad para explorar en su estudio.

Finalmente, el tercer sendero es permitirnos una lectura atenta de los autores que en su pensar han usado las metáforas. La invitación es seguir haciendo lo que hacemos: leer a los clásicos y contemporáneos, leer sobre diversos temas -justicia, bienestar, políticas públicas, entre otros-, pero con el ojo atento en el uso de metáforas. Aquí, como se ha dicho, la lista es casi infinita, en la columna 3 del Cuadro 1 se hace una primera sugerencia, pero la literatura está plagada de imágenes que sirven para ilustrar o para desarrollar ideas de forma estructural.

En conclusión, cualquiera que sea el camino que elijamos estaremos aceptando la invitación de explorar el uso de las metáforas. Para los investigadores y académicos se le presentará una oportunidad para enriquecer tanto el proceso expositivo -escrito y oral- como la docencia, de explorar cómo las metáforas políticas son «el fruto fecundo del maridaje entre la analogía y la retórica» (Ghiretti, 2009, p. 17). Y para las personas prácticas, entre ellas los políticos, el conocimiento y dominio del mundo metafórico lo dotará de las capacidades de crear metáforas que lograrán, muy posiblemente, «aglutinar los deseo y las expectativas» (González, 1998, p. 12), logrando llegar a cargos políticos importantes.

Para lograr esto es necesario identificar figuras conocidas, que todos dominen y relacionen con facilidad, para que cumpla su papel de llegar a un público más amplio. Metáforas vivas y metáforas muertas, como lo plantea Paul Ricoeur, que son aquellas que directa o indirectamente comprendemos como metáforas o que fueron, pero ahora han sido «lexicalizados e incluidos en el lenguaje común» (González, 1998, p. 14), como los son líder, candidato, patria, carisma o burocracia. La idea es que el interesado en el uso de las metáforas logre, cuando le hablen de Guerra fría, caída del Muro o Cortina de Hierro, identificar que está frente a una metáfora y que se permita ordenar, modelar, construir y significar el mundo de otro modo, tal como no lo sugiere el pensador español, José Ortega y Gasset (1979, p. 391):

La metáfora es un procedimiento intelectual por cuyo medio conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual. Con lo más próximo y lo que mejor dominamos, podemos alcanzar contacto mental con lo remoto y más arisco. Es la metáfora un suplemento a nuestro brazo intelectivo, y representa, en lógica, la caña de pescar o el fusil (p. 391).

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*Cómo citar este artículo. Valencia Agudelo, Germán Darío. (2023). El uso de las metáforas en los estudios políticos y de la paz. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 67, pp. . https://doi.org/10.17533/udea.espo.n67a01

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