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Estudios Políticos

versión impresa ISSN 0121-5167versión On-line ISSN 2462-8433

Estud. Polit.  no.67 Medellín mayo/ago. 2023  Epub 09-Oct-2023

https://doi.org/10.17533/udea.espo.n67a07 

Sección general

Marx y Sarmiento en simultáneo. Tensiones reclasificatorias emergentes en Las luchas de clases en Francia, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y Facundo o Civilización y barbarie1 *

Marx and Sarmiento Simultaneously. Emerging Reclassifying Tensions in The Class Struggles in France, The 18th Brumaire of Louis Bonaparte and Facundo, or Civilization and Barbarism

Alejandro Bialakowsky1 

Fermín Álvarez Ruiz2 

Ana Belén Blanco3 

1 Argentina, Profesor de la carrera de Sociología, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: alejbialakowsk@gmail.com - Orcid: https://orcid.org/0000-0001-8076-7671

2 Argentina. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: ferminalvarez@gmail.com - Orcid: https://orcid.org/0009-0008-2915-7278 - Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=XU9zgD8AAAAJ

3 Argentina. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: blancoanabelen24@gmail.com - Orcid: https://orcid.org/0000-0002-3740-5349 - Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=hUqm6fQAAAAJ


Resumen

Las profundamente disímiles obras de Marx y Sarmiento postulan dos divisiones fundamentales que subsumirían y explicarían sus otras categorizaciones: «burguesía-proletariado» (Marx) y «civilización-barbarie» (Sarmiento). A partir de un abordaje simultáneo, este artículo analiza cómo estas divisiones han sido reclasificadas de manera teórico-analítica por estas mismas perspectivas en el marco de ciertos estudios histórico-políticos: Las luchas de clases en Francia (1848-1850) y El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Marx), y Facundo o Civilización y barbarie (Sarmiento). Así, se despliegan tensiones reclasificatorias claves. Respecto de Marx, el esquema «burguesía-proletariado» se tensiona a partir de las «fracciones de clase» y las «protoclases», las cuales allanarían y sostendrían el liderazgo sobre las masas de Luis Bonaparte. En Sarmiento, sus análisis histórico-políticos dan cuenta del entrelazamiento entre supuestos elementos de la «civilización» y la «barbarie», el cual encuentra su máxima expresión en la figura de Juan Manuel de Rosas y en las ambigüedades del autor acerca de «lo español». A partir de tales tensiones, se delinea una hipótesis emergente para futuras investigaciones: los ejercicios de reclasificación teórica-analítica de Marx y Sarmiento han sido fundamentales para su reelaboración crítica en la sociología argentina, en especial, entre 1960 y 1980.

Palabras clave: Teoría Sociológica; Análisis Histórico-Político; Marx, Karl; Sarmiento, Domingo Faustino; Abordaje Simultáneo; Reclasificaciones

Abstract

The deeply dissimilar works of Marx and Sarmiento both postulate two fundamental divisions, which would subsume and explain their other categorizations: “bourgeoisie/proletariat” (Marx) and “civilization/barbarism” (Sarmiento). From a simultaneous approach, this article analyzes how these divisions have been reclassified in a theoretical-analytical way by this two perspectives within the framework of certain historical-political studies: Class struggles in France (1848-1850) and The Eighteenth Brumaire of Louis Bonaparte (Marx); and Facundo: Civilization and Barbarism (Sarmiento). Thus, key reclassificatory tensions are deployed. Regarding Marx, the “bourgeoisie/proletariat” scheme is stressed from the standpoint of the “class fractions” and the “protoclasses”, which would facilitate and sustain the leadership of the masses by Bonaparte. In Sarmiento, his historical-political analysis reveals the intertwining between elements of supposed “civilization” and “barbarism”, which finds its maximum expression in the figure of Rosas and in the ambiguities about “the Spanish” pointed out by the author. Based on such tensions, an emerging hypothesis for future research is outlined: the theoretical-analytical reclassification exercises of Marx and Samiento have been fundamental for its critical reelaboration by Argentinean sociology, especially between 1960 and 1980.

Keywords: Sociological Theory; Historical-Political Analysis; Marx, Karl; Sarmiento, Domingo Faustino; Simultaneous Approach; Reclassifications

Introducción

El problema central de este artículo son las reclasificaciones sociológicas, que se analizarán en un conjunto de obras específicas de Karl Marx (1818-1883) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Este problema alude a las formas de dividir y calificar el mundo social y natural, el cual ha sido debatido en las más diversas producciones de la sociología. En esas plurales obras, se han desplegado discusiones, innovaciones, perfeccionamientos, abandonos y recuperaciones de las maneras de catalogar «individuos», «grupos», «territorios», «instituciones» o «sociedades». Así, se han trazado atributos, se los ha criticado, se los ha invertido y, en algunos casos, se los ha intentado dejar atrás para siempre (Bialakowsky, 2017).

Por ende, se han producido constantes reclasificaciones en dos direcciones: por un lado, acerca de divisiones y atributos sociales en general, respecto de las cuales las teorías se aproximan o distancian en una época determinada; y, por el otro, sobre las categorizaciones específicamente sociológicas que presentan otras posturas con las que se debate. En este sentido, las teorías sociológicas siempre están inmersas en procesos que transforman lo ya reclasificado, a la vez que son modificadas por ello. No hay una clasificación originaria desde la cual puedan partir (Bialakowsky, 2017).

Ahora bien, hay elaboraciones que han marcado un antes y un después en lo que respecta a la construcción de reclasificaciones de gran alcance. Estas producciones han sido especialmente retomadas o criticadas por otras teorías, así como también por diversos movimientos sociales, partidos políticos y vanguardias estéticas. Entre ellas, aquí se retoman dos reclasificaciones nodales para la reflexión sociológica y que se han desplegado en simultáneo en el Norte y en el Sur:2 por una parte, las de Marx, con su interrogación sobre las «clases sociales» y la lucha entre «burguesía» y «proletariado»; y por la otra, las de Sarmiento, con sus reflexiones sobre el conflicto entre la «civilización» y la «barbarie».

En términos metodológicos, se propone analizar estas dos perspectivas a partir de un abordaje teórico problemático y simultáneo (Bialakowsky y Blanco, 2019). Las producciones de Marx y Sarmiento, con pocos años de diferencia, comparten ciertas encrucijadas teóricas y epocales del expansivo capitalismo mundial de mediados del siglo xix, ya sea desde América Latina en Sarmiento, ya sea desde Europa Occidental en Marx. Este enfoque simultáneo consiste en poner en un mismo plano teórico analítico perspectivas elaboradas en distintas latitudes, sin establecer a priori una primacía epistemológica del Norte sobre el Sur -sostenida en el supuesto «atraso temporal» de este último-, ni defender una inconmensurabilidad entre sus sociologías -perdiendo de vista las conexiones entre ellas, como si se desplegaran en «espacio-tiempos» incomparables y aislados-. Esto no implica considerar homogéneas estas miradas, sino que se trata de comprender sus complejas relaciones simultáneas, atravesadas por heterogeneidades, asimetrías y asincronías. En los escritos de los autores seleccionados, esas complejas relaciones se despliegan en puntos de contacto y divergencia que, en conjunto, habilitan un abordaje simultáneo. En principio, cabe señalar cuatro de ellos que son compartidos por las dos perspectivas, con ciertas tonalidades disímiles.

En primer lugar, se destaca cómo ambas perspectivas desarrollan y complejizan sus categorizaciones fundamentales en sus análisis histórico-políticos nacionales -sobre Argentina y Francia-: en el caso de Sarmiento, en Facundo o Civilización y barbarie -publicado en 1845-; en el de Marx, en Las luchas de clases en Francia (1848-1850) y El 18 Brumario de Luis Bonaparte -publicados en 1850 y 1852, respectivamente-. Al colocar sus elaboraciones en un mismo ámbito teórico-analítico, en este trabajo se focaliza en los planteos de cuño sociológico trazados por ambos autores, en sus diferentes presupuestos, estudios y búsquedas políticas. En esta dirección, si se atiende a sus propósitos, se puede afirmar que la obra Facundo condensa El manifiesto comunista, Las luchas de clases y El 18 Brumario. Facundo es un manifiesto que presenta una reclasificación teórica y política de forma sintética -como realiza Marx en El manifiesto comunista, que no se aborda aquí-, a la vez que la complejiza al reclasificar esa categorización en un análisis histórico-político -como efectúa Marx en Las luchas de clases y El 18 Brumario-.

En segundo lugar, es notoria la relación que Sarmiento y Marx establecen con la literatura, por ejemplo, en su invocación a los espectros y a lo teatral de corte shakesperiano para aludir a ciertos procesos histórico-políticos (Rinesi, 2016). Excede a este trabajo un estudio de estos textos en clave literaria, en particular, sobre Facundo -que ha sido trabajado extensamente-. No obstante, son de interés las reflexiones sobre la relación dialéctica entre tragedia, farsa y superación en los procesos sociopolíticos, como ocurre respecto de la conocida frase de Marx, donde se encadenan la primera y la segunda, mientras que en Sarmiento se despliega la narración de un drama en aumento, aunque auspicie un futuro venturoso (Bueno, 2012). Así también, resultan sugerentes la duplicidad y la ambigüedad de los ropajes, impostaciones y disfraces utilizados por los actores en un escenario sociopolítico atravesado por la violencia (González, 2001).

En tercer lugar, estos textos están escritos con ciertos rasgos de estilo polémicos, atrapantes y abiertos a la interpretación continua de sus recursos retóricos singulares y magistrales. No es casual que hayan sido publicados de forma inicial en el marco de revistas y periódicos, lo cual los ubica cerca del periodismo político y el ensayo. Sin desconocer estos marcados rasgos de estilo, aquí se busca realizar un abordaje de estos escritos en el mismo ámbito analítico sociológico con el cual se suele dar cuenta de la teoría de las clases de Marx.

Por último, los análisis desplegados por los autores han incidido en diversas producciones claves de la sociología argentina. En este sentido, como hipótesis emergente y línea abierta para futuras investigaciones, se argumenta que los ejercicios reclasificatorios de Sarmiento y Marx han sido particularmente recuperados, criticados y entrelazados de manera original por una serie de análisis sociohistóricos y políticos elaborados en Argentina entre 1960 y 1980. Para comprender los espacio-tiempos periféricos (Bialakowsky y de Marinis, 2023), los procesos políticos en América Latina, en Argentina y, en especial, el peronismo, tales producciones se enfrentaron a ciertas tensiones fundamentales en estas elaboraciones de Sarmiento y Marx. Estas tensiones, que se marcan a lo largo del artículo, también permitieron a estas investigaciones sociológicas del siglo xx producir innovaciones teóricas con pretensiones generales que condensaban debates teóricos, analíticos, culturales y sociopolíticos de su época y de la región. En este punto, entonces, reside la relevancia de nuestro análisis para el contexto de América Latina. A través del abordaje simultáneo de los estudios de Sarmiento y Marx es posible identificar elementos analíticos que, de modo heterogéneo y complejo, persisten en las perspectivas del Sur para hacer frente a las disyuntivas teóricas y políticas desde el siglo xx y que continúan vigentes hasta el presente.

A su vez, resulta necesaria una aclaración clave respecto de dos diferencias significativas entre las miradas de los autores. Es evidente que las obras de Sarmiento y Marx no fueron consideradas de la misma manera en ese momento de la sociología argentina -ni tampoco lo son hoy-. Respecto de sus presupuestos y análisis, Sarmiento ha quedado lejos del estatus de referente «teórico» e incluso «científico» alcanzado por Marx. Aquí resultan decisivas no sólo las trayectorias de uno y otro, sino también la ausencia, en el caso de Sarmiento, de otros textos de mayor profundidad teórico-abstracta como, por ejemplo, El capital.

Asimismo, sobre todo respecto de sus posicionamientos políticos, la diferencia fue fundamental. Por un lado, ambos proyectaban un futuro promisorio con el despliegue mundial del capitalismo moderno, que hacía posible el triunfo de una de las partes de sus reclasificaciones: en Marx, el «proletariado»; en Sarmiento, la «civilización». Sin embargo, por el otro lado, las diferencias de esos horizontes sociopolíticos fueron abismales. Marx convocaba a una emancipación universal frente a la explotación capitalista y al desarrollo exponencial de sus fuerzas productivas en lo que posteriormente se fue consolidando en las múltiples variantes de los movimientos políticos del comunismo o el socialismo -los cuales, por cierto, no estuvieron exentos de fracasos, traiciones o tragedias-. En cambio, Sarmiento buscaba la inserción aceitada de la Argentina en el capitalismo mundial y en la cultura europea occidental, a partir de lo cual se desprendía una mirada que justificaba el menosprecio e incluso la eliminación de ciertas poblaciones -por momentos, marcadas racialmente (Grondona, 2019)-, en lo que hoy se conoce como «colonialidad del poder» (Quijano, 2000).

1. Más allá de la burguesía y el proletariado: las reclasificaciones sociales y sociológicas en Las luchas de clases y en El 18 Brumario

El enfoque de Marx sobre el capitalismo se organiza en torno a un conjunto vasto y complejo de presupuestos. Entre ellos, es posible destacar la reclasificación de los grupos y sujetos que integran la sociedad capitalista en dos clases antagónicas: la «burguesía» y el «proletariado». Esta categorización es el eje de distintas obras de Marx (Marx y Engels, 1985 [1845-1846]; Marx, 1999 [1867]). No obstante, es presentada con toda su contundencia sociológica y política en El manifiesto comunista (Marx y Engels, 2000 [1848]). Allí, los autores proponen que las contradicciones económicas y políticas fundamentales del capitalismo emergen de la interrelación entre estas dos clases, ya que la explotación de la primera sobre la segunda hace posible la existencia del capital.

A su vez, precisamente por la posición que ocupa cada clase en las relaciones de producción capitalistas, les atribuyen intereses y perspectivas políticas específicas. Por una parte, sostienen que la burguesía busca transformar constantemente las relaciones de producción y las fuerzas productivas en favor de la acumulación de capital, sin modificar la forma de explotación capitalista. Por otra parte, indican que el proletariado se ve impulsado a superar las relaciones de producción existentes. De esta manera, la reclasificación fundamental que Marx y Engels despliegan en El manifiesto comunista entrelaza atributos vinculados con la posición de cada clase en las relaciones de producción-explotación y los intereses y orientaciones políticas que se desprenden de ellas.

En Las luchas de clases (Marx, 2005 [1850]) y en El 18 Brumario (Marx, 1978 [1852])3 este esquema se ve profundamente desestabilizado (Bonavena, 2011; Duek e Inda, 2007). En estos escritos Marx analiza el proceso revolucionario que se inició en Francia en 1848 y que concluyó en 1852 con la consagración de Luis Napoleón Bonaparte como emperador. Para dar cuenta de la complejidad del proceso, el autor despliega un conjunto de operaciones reclasificatorias que remiten a una multiplicidad de posiciones en las relaciones de producción y en la estructura social, así como a una diversidad de orientaciones políticas e ideológicas (Cowling y Martin, 2002; Macdonald, 2003). Estas operaciones exceden y tensionan la división fundamental «burguesía-proletariado».

En principio, Marx reclasifica a la burguesía por su nacionalidad, ya que se refiere a la burguesía «francesa», para luego desagregarla en distintas fracciones, de acuerdo con las actividades que realizan. Así, identifica a la «burguesía financiera», la «burguesía industrial», la «pequeña burguesía», los «talentos» -los escritores del periódico el National- y la «clase campesina». Esta última estaba integrada por «parceleros» y «pequeños propietarios» subordinados -al igual que la burguesía industrial- a los grandes terratenientes que formaban parte de la «burguesía financiera». En relación con estas reclasificaciones, delimita dos fracciones de la aristocracia -«orleanistas» y «borbones»- que también formaban parte de la burguesía, debido a que realizaban actividades financieras y agrarias, por ejemplo, explotaciones forestales. Además, recategoriza las distintas fracciones de la burguesía a partir de sus vínculos con el poder estatal. La burguesía-aristocracia financiera y terrateniente -que encarnaban los «borbones» y parte de los «orleanistas»- ocupaban el aparato estatal, mientras que el resto de la burguesía estaba prácticamente excluida de él (Marx, 2005 [1850]), pp. 125-127).

Ahora bien, estas reclasificaciones adquieren una modulación diferente en el análisis de la revolución de febrero de 1848. En ese marco, Marx reordena las distintas fracciones de la burguesía a partir de la división «republicanos-antirrepublicanos». En este punto, emerge una diferencia respecto al proletariado y al campesinado, de especial interés aquí: si bien afirma que participaron de la revolución bajo las banderas antimonárquicas de la triunfante «burguesía republicana», no los reclasifica políticamente como proletariado y campesinado «republicanos». Según su interpretación, en este momento del proceso se encontraban a la retaguardia y sus contradicciones con la burguesía francesa no estaban plenamente desarrolladas, por lo que su apoyo -incluso en las barricadas- a las fuerzas republicanas fue circunstancial (pp. 131-137).

Para Marx, aquí resultan claves las condiciones históricas de la sociedad francesa. En gran medida, la burguesía industrial debía su existencia al establecimiento de aranceles proteccionistas, con lo cual no dominaba a la burguesía-aristocracia financiera. Esto explica su enfrentamiento «republicano» contra la burguesía financiera para modificar su posición de retaguardia política en relación con esa otra fracción de su clase. Por este motivo, el antagonismo, al que Marx señala como fundamental del modo de producción capitalista -entre burguesía industrial y proletariado-, no se desplegó con toda su fuerza. Dado que la burguesía industrial no ocupaba su lugar de forma estable y definido, el proletariado no podía concentrar contra ella los intereses sociales revolucionarios.

A partir de la instauración de la república provisional, luego de la revolución de febrero, el autor despliega nuevos rótulos para los grupos y sujetos que participaron del proceso, los cuales exceden a la burguesía y al proletariado. En este sentido, se destaca la incorporación del «lumpenproletariado» al esquema. Del lumpenproletariado, afirma, se reclutaron los integrantes de las «Guardias móviles» y los «Talleres nacionales», instituciones que organizaron «rateros», «delincuentes» y «vagabundos», entre otros, como agentes del orden y como trabajadores bajo tutela del Estado, respectivamente. Según la interpretación de Marx, ambas instituciones fueron creadas por la burguesía con el objetivo de debilitar al proletariado y excluirlo de toda participación en el control del aparato estatal (Marx, 2005 [1850], p. 143).

Las constantes operaciones reclasificatorias de Marx muestran un nuevo desplazamiento en sus análisis sobre el proceso político inaugurado con la sanción de una nueva constitución, la instauración del sufragio universal y, principalmente, la aparición en escena de Luis Napoleón Bonaparte como presidente (Balsa, 2019). Para dar cuenta de las nuevas alianzas y formas de agrupamiento que provocaron estos momentos del movimiento revolucionario, Marx reclasifica a casi todos los grupos de acuerdo con los partidos políticos que integraban. Así, identifica el «Partido del orden» -integrado por las burguesías «industrial» y «financiera»-, el «Partido Demócrata Socialista» o «Partido Rojo» -compuesto por la «pequeña burguesía», la «clase campesina» y el «proletariado revolucionario»- y los «Amigos de la Constitución» -que representa a la «burguesía republicana del National»- (Marx, 2005 [1850], p. 182). Esta reclasificación de las distintas clases y grupos consolida una lectura del proceso que se centra en los posicionamientos ideológicos y políticos de los distintos actores.

El análisis de las consecuencias de la victoria del «Partido Rojo» -que luego denomina «de la revolución»- en las elecciones de 1850 da lugar a una última operación recategorizadora basada en el derrotero del proceso político. Según Marx, ante la imposición del proletariado como una fuerza social capaz de trastocar el poder de las clases dominantes, las fuerzas burguesas y realistas que ocupaban el poder estatal impulsaron la suspensión del sufragio universal y extendieron el mandato de Bonaparte (Marx, 2005 [1850], pp. 223-224). A partir de este momento, el autor reordena la lectura del escenario político bajo la división «bonapartistas-no bonapartistas». Las derivas de esta operación pueden verse con claridad en El 18 Brumario (Marx, 1978 [1852]), en el cual retoma las observaciones de Las luchas de clases y se detiene en el análisis del golpe de Estado que consagró a Bonaparte como emperador. Ahora bien, en el estudio de este proceso Marx no efectúa una reclasificación sobre el propio proletariado, ni de su composición interna, sus disputas, tradiciones o diferentes actividades de producción; señala, sin más, su derrota.

Según Marx, el ascenso de Bonaparte al poder estatal se vinculó, en primer término, con la importancia que adquirieron en Francia las representaciones de los procesos revolucionarios burgueses del pasado, así como también respecto del apellido «Bonaparte» en la historia de esa sociedad. En esta dirección, el análisis involucra una nueva reclasificación de la sociedad entre lo que denomina «viejas fuerzas de la sociedad», coaligadas en torno a representaciones comunes y conservadoras sobre el pasado, y las «nuevas fuerzas de la sociedad», representadas por el proletariado y proyectadas hacia el futuro (Marx, 1978 [1852], pp. 16-17). Las «viejas fuerzas de la sociedad», que son a la vez los «bonapartistas», están integradas por tres grupos, cuya identificación va más allá del esquema fundamental «burguesía-proletariado» en un sentido específico. Tal identificación de tres grupos se vincula con su importancia respecto de la relativa autonomía del Estado como garante de la reproducción de las relaciones capitalistas amenazadas -«se entrega la corona para salvar la bolsa»-.

En primer término, Marx retoma al «lumpenproletariado» (Stallybrass, 1990). El autor vuelve a indicar que agrupa una masa de sujetos excluidos de todas las clases, que ni siquiera comparten condiciones materiales de existencia. Éstos apoyaron a Bonaparte, que los organizó como una suerte de partido y ejército propio en la «Sociedad del 10 de diciembre» (Marx, 1978 [1852], pp. 74-75), la cual les brindaba un reconocimiento simbólico y ciertos bienes materiales -un sueldo, «aguardiente y salchichón»- (p. 129). En segundo lugar, Marx identifica una «casta artificial del Estado». La paulatina expansión de la maquinaría estatal, desde el Estado absolutista hasta mediados del siglo xix, habilitó la conformación de una casta de burócratas estatales sobre la que el poder ejecutivo se apoyaba y conformaba una base social propia (pp. 127-128).

Finalmente, le asigna una célebre importancia específica a los «campesinos parcelarios». A propósito de este grupo, indica que, a pesar de ser la clase más numerosa de la sociedad francesa, mantenían una unidad débil, «al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas». Esta debilidad no permitió que se conformaran como una clase social que lucha por sus propios intereses (Marx, 1978 [1852], pp. 129-130). En este sentido, al igual que el «lumpenproletariado» y la «casta artificial del Estado», los «campesinos parcelarios» se presentan como una «protoclase».4

Por esta condición, precisamente, Marx los vincula con las «viejas fuerzas de la sociedad» sobre las que Bonaparte erigió su autoridad, se consagró como Emperador de Francia y dio cierre al proceso revolucionario que se inició en 1848. Según Marx, Bonaparte consiguió movilizar reclasificaciones plagadas de ambigüedades, impostaciones, espectros y simbologías que articulan su triunfo (Nocera, 2006). En ese contexto, las reflexiones sobre su comportamiento político derivan en un análisis sobre el liderazgo político de las masas que, en la tradición marxista, se condensa bajo el rótulo de «bonapartismo».

La consagración de Bonaparte como líder de masas abre un interrogante histórico y teórico en el esquema de Marx, ya que su ascenso no puede remitirse de forma directa a un interés de clase particular. Por este motivo, para explicar su victoria política, el autor delimita un conjunto de mediaciones que tienen como eje las «protoclases» señaladas. Ellas operan como una mediación histórica y teórica para dar cuenta de un fenómeno que posteriormente inquietaría profundamente al marxismo en distintos momentos históricos (Codato y Perissinotto, 2001): la irrupción de un líder político que se constituye como tal al presentarse por encima y por fuera de las clases particulares, pero que, en última instancia, resguarda los intereses de los grupos dominantes.5

Entonces, el juego de reclasificaciones teórico-analíticas que Marx despliega en Las luchas de clases y en El 18 Brumario en principio se apoya en atributos ligados a diferentes actividades. Ahora bien, de manera cada vez más significativa, a medida que avanza el análisis, también se sostiene en los diferentes posicionamientos políticos. Este movimiento se combina con el despliegue, especialmente hacia el final de El 18 Brumario, de un conjunto de reclasificaciones que remiten a lo que aquí se denomina «protoclases» -el «lumpenproletariado», la «casta artificial del Estado» y los «campesinos parcelarios»-. La centralidad que adquieren estas reclasificaciones en la explicación del ascenso de Bonaparte da cuenta de un significativo desplazamiento en la propuesta de Marx. En lugar de desarrollar una reclasificación del proletariado, el autor se vuelca hacia una reflexión sobre la relación entre esas «protoclases» y la conformación de un liderazgo político conservador que se erige sobre todas las clases sociales. Por ende, estas reflexiones en torno al vínculo entre el líder político y las masas que exceden la calificación de proletarias revelan una tensión ineludible entre la división «burguesía-proletariado» y los grupos que no se encuadran en ella.

2. Civilización y barbarie: reclasificaciones de los modos de ser y gobernar a los pueblos

Publicado como folletín en el diario chileno El Progreso en 1845, Facundo o Civilización y barbarie de Sarmiento ha resultado un texto nodal para el pensamiento social argentino, también presente a lo largo de las décadas en los debates latinoamericanos (Jitrik, 1970; Fernández, 1989).6 En este escrito elaborado durante su exilio7 Sarmiento narra la vida del caudillo riojano Facundo Quiroga, la cual entrelaza con su abierta y enfática crítica al gobierno, entonces en curso, de Rosas. El relato biográfico y el manifiesto político confluyen en una trama compleja que los excede a ambos, puesto que persigue la caracterización del «enigma de la organización política de la República» (Sarmiento, 2018 [1845], p. 36). Se trata de explicar cómo, después de años de convulsión interna y guerra civil, con fallidos intentos de organización, finalmente se estableció el liderazgo que encarna Rosas.

Con una prosa de variadas figuras retóricas y que anticipa gran parte de los temas sobre los que luego ha trabajado la literatura argentina, Sarmiento presenta un análisis de la coyuntura sociohistórica. De forma compleja, el autor conjuga una historia reciente, una crónica de los acontecimientos y el registro de lo inmediato con una caracterización general de personajes, tradiciones, costumbres, pasiones e intereses implicados en la conflictiva constitución del Estado-nación argentino. Este anudamiento se da en el particular escenario argentino que está signado por su inmensa extensión (Ramos, 2021).

En este marco, Sarmiento plantea su célebre esquema reclasificatorio «de los modos de existencia de un pueblo» organizado en torno a dos categorías: «civilización» y «barbarie». Esto supone una matriz descriptiva-valorativa que ubica del lado de la «civilización» a la cultura y a la ciencia -europeas-, al progreso, a la riqueza, a las profesiones liberales, a la organización, a lo perenne, a la inteligencia, al control de las pasiones; en oposición, vincula lo «bárbaro» a lo natural, a lo arcaico, a la pobreza, a lo indomable, a lo nómade, a lo visceral, a lo instintivo, a lo pasional.8 Cabe resaltar que la construcción de esta oposición en la obra sarmientina no se reduce al análisis de la realidad argentina, sino que se despliega en relación con otros contextos, remarcando continuidades y rupturas con las coyunturas que atraviesan otros países latinoamericanos, y analogías entre el desierto pampeano y el africano, entre los «pueblos bárbaros» argentinos y los asiáticos. A partir de entonces, este esquema «funda» un vocabulario que ha acompañado la vida sociopolítica argentina y sus lecturas, por su reafirmación explícita, por su reproducción implícita o por su radical puesta en cuestión (Svampa, 1994; Sorensen, 1998).

Sarmiento recorre espacios, figuras, ideas y prácticas, munido de este antagonismo «civilización-barbarie» como división fundamental, a la que parecería subsumirse todo el resto de las categorizaciones existentes, incluso la figura mítica del «héroe» -o «villano»- de Quiroga, que transita el supuesto pasaje de la «naturaleza» a la «cultura». En principio, el autor encuentra materializada esta oposición en la distribución y la organización del espacio, clave que resulta fundamental en su perspectiva: el campo es presentado como el ámbito de la «barbarie», mientras que la ciudad es el territorio de la «civilización».

Los grupos sociales y las instituciones también se organizan en torno a esta oposición: de un lado, «los ejércitos patriotas», del otro, las «montoneras». En las formas de sociabilidad, frente a los salones y, como emblema, el «Salón literario de Buenos Aires», se encuentran las pulperías del campo. En las formas de vestir, «los vestidos europeos, el frac y la levita» se distinguían del «traje americano», típico de diferentes pueblos de la región. En la utilización y la valoración social del tiempo, la forma industriosa y productiva «civilizada» se oponían a la pereza «bárbara». En la construcción de narrativas, la literatura culta se oponía a la poesía y los relatos orales de los gauchos, en general, acompañados por la guitarra. Entre tantos otros ejemplos, a lo largo del ensayo, se construyen vívidas caracterizaciones, pobladas de detalles e imágenes que dan carnadura y dramatismo a esa fórmula reclasificatoria propuesta. Cabe destacar que Sarmiento no reconoce atributos de «civilización» en los «pueblos indígenas», lo cual continúa y prefigura su menosprecio, persecución y exterminio.9

Ahora bien, a pesar de la contundencia de estas etiquetas, interesa detenerse en ciertos elementos que complejizan estas clasificaciones, en principio, dicotómicas. Tales elementos tensionan una división estática entre las categorías «civilización» y «barbarie» y, por momentos, las entremezclan. Así, por ejemplo, se destaca su singular tipología del gaucho que, en cuatro figuras, reconoce características, roles y saberes específicos (Laera, 2018). Primero, señala al «baqueano» que conoce a la perfección el territorio y es capaz de guiar por el mejor camino; segundo, bosqueja al «rastreador» que se distingue por su capacidad para identificar huellas, seguir rastros; tercero, describe al «cantor» que, como los trovadores de la Edad Media, en sus cantos condensa y lega historias, crónicas, que de otro modo se perderían; por último, se detiene en el «gaucho malo», que a la vez que resulta un «outlaw», un «squatter» -no un «bandido»-, también marca un límite social al mostrarse como aquel que está por fuera, que es ajeno al orden establecido (Sarmiento, 2018 [1845], pp. 71-79).

A su vez, traza una descripción pormenorizada de las diferentes ciudades del país. Por un lado, Sarmiento destaca las particularidades que presentaban las capitales de provincias pastoras que, sin ciudades menores, estaban «condenadas a la soledad», como pequeños reductos de «civilización» en un desierto que las circunda y las subyuga. Para constituirse, la nación moderna debía correr las fronteras e imponerse sobre ese «desierto opresor» (Cordero, 2021).

Por otro lado, para delinear «una carta geográfica de las ideas y de los intereses que se agitaban en las ciudades», contrapone Córdoba y Buenos Aires. Describe a Córdoba como una ciudad «coqueta», «estacionaria» y «replegada sobre sí misma». Una ciudad con una célebre universidad, pero que ha permanecido enclaustrada, habitada por un carácter más bien «monacal y escolástico». Este territorio «hostil a las innovaciones revolucionarias» ha sido «el asilo de los españoles en todas las demás partes maltratados» (Sarmiento 2018 [1845], p. 137). Buenos Aires, en cambio, ha sido la ciudad del movimiento, la innovación, la apertura. Allí han circulado los revolucionarios «avezados en todas las doctrinas antiespañolas, francesas, europeas» (p. 139). Su fisonomía ha sido marcada por las diferentes -y violentas- luchas con el fin de hacerse un lugar, proceso que ha contribuido a forjar ese espíritu de propia suficiencia que le es tan característico.

Ahora bien, su análisis también se detiene en el reconocimiento de un conjunto de especificidades entre quienes supuestamente encarnan los valores «civilizatorios», los cuales debían instalarse, extenderse y educarse -como es sabido, su figura política ha quedado anudada a estas acciones programáticas pedagógicas-. Aquí se encuentra un punto fundamental en el que su esquema se ve tensionado. Sarmiento identifica diferencias entre los horizontes, las destrezas y las capacidades del ideario y las prácticas de cuño español frente a las impulsadas por otros poderes europeos como los franceses, los ingleses, los alemanes o los holandeses, a los que admira al resaltar su presencia en las ciudades como Buenos Aires. De este modo, afirma la necesidad de un pasaje de una dominación en decadencia hacia otra que se iba volviendo cada vez más hegemónica, aunque ya no bajo un dominio imperial directo. El ejemplo era Estados Unidos, con un profuso desarrollo de sus ciudades.

Así, en Facundo, el modelo europeo español es presentado como promotor de tradiciones católicas, con su herencia de absolutismo e inquisición, por lo cual ha resultado una traba para el despliegue de la «civilización». En esa dirección, Sarmiento problematiza cómo la cuestión religiosa puede ser utilizada estratégicamente como bandera política para encauzar a las masas a prácticas criminales, como el propio Quiroga habría realizado. A su vez, el autor critica una mirada «idealista sobre la civilización» encarnada en los ideales de la revolución francesa, en la que cayeron los unitarios -en particular, Bernardino Rivadavia-, quienes defendían la primacía política de Buenos Aires sobre el país.10 En cambio, Sarmiento reivindica nuevas perspectivas de las ciencias sociales de corte «realista» para comprender las características de la «civilización».

Tales caracterizaciones, precisamente, le dan espesor a su análisis y permiten plantear que la oposición «civilización-barbarie», ya desde su propia enunciación, es una fórmula atravesada por reclasificaciones que la complejizan y, en parte, la dislocan, exhibiendo los límites de esa dualidad. Si bien en principio la categorización «civilización-barbarie» parece subsumir a todas las demás, un análisis profundo advierte la introducción de otras reclasificaciones que establecen distinciones de peso que la tensionan. Así, se muestra que la «civilización» está ya habitada por la «barbarie», a la vez que formas de la «barbarie» se anudan con la «civilización».

En este punto, uno de los elementos más contundentes radica en la torsión respecto de la distinción política fundamental entre «unitarios» y «federales». Sarmiento (2018 [1845]) señala a Rosas como aquel que consumó «el Gobierno central, unitario, despótico» argentino cuando «clava en la culta Buenos Aires, el cuchillo del gaucho y destruye la obra de los siglos, la civilización, las leyes y la libertad» (p. 87). Esta crítica supone, al mismo tiempo, el reconocimiento de Rosas como quien logró la unificación nacional que parecía imposible. Esto es, valga la redundancia, posible porque Rosas -según Sarmiento-, a diferencia de Quiroga, en lugar de espíritu campestre, valores coloniales y «naturaleza bárbara», encarnaba un arte de gobierno con capacidad para dominar a las personas y a las cosas. Rosas representaba otra forma de ejercer el liderazgo, ya no basado en la espontaneidad y la audacia de Quiroga, quien personificó la duplicidad de la noción de «bárbaro» -que combina lo «inculto» con la «valentía»-. El «corazón helado» de Rosas y su «espíritu calculador» le permitían desplegar «el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo» (p. 35).

Según Sarmiento (2018 [1845]), Rosas manejaba con gran astucia y habilidad las posibilidades de los símbolos y sus lógicas reclasificatorias. En primer lugar, mediante el terror, la asociación y la repetición consiguió imponer el rojo federal como color emblemático, el cual se asocia con la violencia y la sangre, encarnadas en la Mazorca -como fuerza «parapolicial» de su gobierno-. En segundo lugar, invirtió el atributo de «salvajes» hacia los unitarios, con lo cual eludió el menosprecio y la autoclasificación de los federales como «bárbaros» -o «salvajes»-. Por último, logró constituirse como defensor de la nación e incluso del americanismo, al enfrentarse al bloqueo anglo-francés del río de la Plata que impulsaron las potencias europeas para ampliar sus mercados, conflicto que derivó en la batalla de la «vuelta de obligado». De hecho, Sarmiento defiende la necesidad de aliarse a esas potencias para vencer el «despotismo» de Rosas y permitir la libre navegación de los ríos -«vehículos de civilización y riqueza»-, obturados por la «barbarie» y el españolismo.

En definitiva, a partir de las tensiones que se ponen en juego en sus reclasificaciones, Sarmiento (2018 [1845]) traza una significativa división entre las masas rosistas y las masas cívicas de las ciudades. Afirma que el sistema de poder rosista apelaba a «los instintos brutales de las masas ignorantes» que formaron las hordas y las montoneras, aquellas multitudes indisciplinadas que vagaban por el desierto y se ofrecían para el combate (pp. 91-92), aliadas con las masas de ex esclavos afroamericanos -con sus fiestas y su lugar de servidumbre en las casas «civilizadas»-. En cambio, en las ciudades, particularmente en Córdoba y Buenos Aires, observa que las clases inferiores «no eran completamente ajenas a las luces», lo cual explica su constitución como «masas civiles» que apoyaron movimientos revolucionarios de corte «unitario». Sarmiento subraya el establecimiento de un vínculo «virtuoso» entre doctores, jóvenes, clero y masas que, sosteniendo los mismos principios, permitirían «recuperar» las ciudades -en particular, Buenos Aires- de su «barbarización», pero a partir de la unificación «unitaria» que el mismo Quiroga y, más profundamente, Rosas ya asentaron, como reverso histórico a lo que supuestamente sostenían sus proclamas.

3. Tensiones reclasificatorias de Marx y Sarmiento en la sociología argentina (1960-1980)

Lejos de repetir y sostener de modo esquemático las categorizaciones generales de «civilización-barbarie» y «burguesía-proletariado», en Facundo y en Las luchas de clases y en El 18 Brumario Sarmiento y Marx efectúan reclasificaciones que enriquecen y tensionan sus propuestas. Por un lado, estas torsiones se desarrollan a partir de que los autores pretenden explicar un fenómeno singular, el triunfo de un liderazgo político que consideran «autoritario» -Bonaparte y Rosas- con el apoyo de unas masas particulares. En esas explicaciones de procesos políticos sus esquemas generales, sin más, se muestran insuficientes. Por otro lado, en esa misma operación, ambos buscan sostener sus propuestas de que una de las partes de sus categorizaciones generales resulta la «solución» a la farsa o el drama en los que están atrapados Francia y Argentina -el «proletariado» en Marx, la «civilización» en Sarmiento-.

De esta manera, Marx realiza una serie de ejercicios. En principio, recataloga la «burguesía» en una multiplicidad de variantes según sus posiciones en la producción, en el espectro político de alianzas, en las tradiciones sociopolíticas, entre otros; luego genera nuevas reclasificaciones -que resultan claves para su análisis-, a las que aquí hemos denominado «protoclases»: el «lumpenproletariado», la «casta artificial del Estado» y los «campesinos parcelarios»; por último, deja sin reclasificar al «proletariado».

Por su parte, Sarmiento despliega combinaciones entre «civilización y barbarie» en sus tipologías del gaucho, en sus análisis de las ciudades, en las características que presentan las masas, entre otros; a su vez, estas combinaciones se condensan en la figura de Rosas, que fusionaría de modo «monstruoso» la ciudad y el campo; asimismo, esa condensación se conecta a que la «civilización europea» se impregna de «barbarie» cuando Sarmiento reclasifica sus encarnaciones, en especial, en relación con lo español -por ejemplo, con la Inquisición-.

Estos ejercicios de reclasificación teórico-analítica no implican una simetría entre ambas perspectivas. El despliegue de esta metodología de abordaje simultáneo resulta productivo para dar cuenta de los puntos de contacto y las divergencias que surgen de dos análisis sobre las encrucijadas del capitalismo mundial en expansión a mitad del siglo xix, que ambos observan con una fuerza apabullante. Como resultado de esta investigación, también se plantea que, en ciertos puntos, parecen focalizarse -con valoraciones, conceptos y horizontes sociopolíticos diferentes- en cuestiones que la otra perspectiva o bien deja de lado, o bien se ve obligada a enfrentar en el despliegue de sus análisis histórico-políticos con nuevas reclasificaciones.

Así, Sarmiento se detiene en aquello que no se inscribe fácilmente dentro del capitalismo de los países centrales del Norte, con lo cual sus reclasificaciones de la «civilización» y la «barbarie» vuelven ambiguos a ambos términos. Mientras tanto, Marx se focaliza en las contradicciones y crisis de ese capitalismo mundial en crecimiento, en el cual siguen pesando los «campesinos» y el «lumpenproletariado». Estas torsiones y tensiones teórico-analíticas se anudan en la preocupación de ambos por ciertos liderazgos de «masas», vinculados a la definición de cada Estado-nación, a los cuales intentan explicar y derrotar. Sus esfuerzos reclasificatorios pretenden dar cuenta de emergentes divisiones específicamente políticas: «bonapartistas-no bonapartistas» en Marx y «unitarios-federales» en Sarmiento. Por momentos, éstas incluso parecen adquirir autonomía y volverse autoexplicativas; sin embargo, ambas propuestas pretenden comprenderlas -no sin fricciones- mediante una perspectiva de cuño sociológico.

En esa dirección, Sarmiento y Marx ahondan en las habilidades y astucias de esos actores sociopolíticos -algunos más hábiles, algunos más reflexivos, en especial, Rosas y Luis Bonaparte-. Estos mismos actores son capaces de reclasificar las relaciones sociales y sus grupos a través de un entramado de ropajes, espectros, simbologías y ambivalencias. A partir de las operaciones teórico-analíticas que efectúan Sarmiento y Marx -con todas las diferencias ya mencionadas-, se pretende dar cuenta e intervenir en escenarios sociopolíticos atravesados por la violencia para dislocar los triunfos reclasificatorios de Rosas y Bonaparte, sin por ello desconocer las consecuencias de esos triunfos en las configuraciones sociales analizadas. Con ello, según sus propósitos -emancipatorios o no -, cada uno busca colaborar con grupos sociales derrotados que encarnan una posible transformación social generalizada que permitirían revitalizar «otras masas» vinculadas a su esquema general -«proletariado» o «civilización»-. Así, ambos muestran sus esfuerzos por lidiar con las tensiones que han ido irrumpiendo en sus propias complejizaciones analíticas, en el ida y vuelta entre las reclasificaciones sociales en general -en especial, las políticas- y aquellas específicas de una reflexión sobre lo social y lo político que son parte de ellas, pero con diferencias y objetivos particulares.

Consideramos que este conjunto de simultaneidades permite articular una hipótesis emergente a desarrollar en futuras indagaciones. Las preguntas y los ejercicios reclasificatorios desplegados en las obras de Marx y Sarmiento, lejos de caer en el olvido, resultan piezas claves para posteriores producciones de la sociología argentina entre 1960 y 1980. Esto se da con proximidades y notables diferencias, en general, con más reivindicaciones a Marx y más críticas a Sarmiento.

De modo sintético y sin dejar de advertir que se trata de la presentación de una línea de investigación a desarrollar, vale señalar cómo las tensiones reclasificatorias simultáneas analizadas resuenan casi un siglo después. En principio, el «enigma» del peronismo reemplaza al de Rosas, que había continuado en las reflexiones de Ernesto Quesada (2011 [1898]) y José María Ramos Mejía (2001 [1907]) de finales del siglo xix y principios del xx (Blois, 2018; Haidar, 2019). Así, el esfuerzo «refundacional» de Gino Germani (1962) establece una recombinación de esta pregunta con su compleja respuesta acerca de la consideración del carácter «autoritario» del peronismo y el lugar que ocupan en su conformación poblaciones de raigambre rural y semirural. La «masa disponible» de nuevos proletarios migrantes -y no de clase media, como en los fascismos europeos- se desplegaba en ese creciente espacio de los «conurbanos» de las grandes ciudades con crecimiento industrial. Esto conllevaba a una nueva forma sociopolítica, esto es, el peronismo mismo como proceso político fuertemente reclasificador, «democratizador» y «autoritario» a la vez (Blanco, 2006; Trovero, 2020). A partir de esta propuesta, surgieron debates que respondieron a los planteos de Germani (González, 2000; Pereyra, 2010), con algunos continuadores y muchos críticos -aunque, no por ello, separados de todos sus presupuestos-.

Consecuencia de los procesos de masificación modernos (Fraga, 2023), la «masa marginal» de Jorge Graciarena (1967) señala las características peculiares de las clases en América Latina, en las cuales son centrales este tipo de masas sin empleo estable, sin sindicalización y que habitan zonas marginales de las ciudades -las denominadas «villas miseria»-. Su participación política generalmente no tiene legitimidad, ya que están excluidas del «pacto oligárquico» político y de su expansión hacia las clases medias. Por ende, su inclusión ocurre a través de alianzas nacionales populares multiclasistas que presionan sobre ese «pacto». Esto ha generado un ciclo de intervenciones militares contra la democracia y procesos de radicalización política contra el statu quo. Por su parte, las diferentes definiciones de la «masa marginal» de Miguel Murmis (1969) y José Nun (1969) afirman su heterogeneidad y afuncionalidad respecto del capitalismo en la periferia argentina, pero también en la lógica del capitalismo mundial, afectando también a los países centrales (Grondona, 2014). Sus estudios sobre el problema de la marginalidad, al plantear la existencia de una población «sobrante», retoman la pregunta por las formas de movilización que las caracterizan. En principio, éstas no remiten directamente a intereses de clase, por el contrario, pueden vincularse con formas de reclasificación que surgen del mundo de la marginalidad.

A su vez, la recuperación de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero (2011 [1971]) de un proletariado con tradición sindical disuelve la «masa disponible» de Germani en convenientes «alianzas de clases» del movimiento peronista. La clase obrera aliada con una fracción de la burguesía industrial en crecimiento (Camarero, 2011) queda enfrentada con otras alianzas de clases y fracciones de clase de la burguesía industrial y agraria. De este modo, los autores discuten la tesis de que la distinción entre nuevos y viejos trabajadores pueda explicar el fenómeno peronista. Así, dan cuenta de cómo se fue gestando la clase obrera sindicalizada en el contexto de la incipiente industrialización del país que tuvo lugar durante los gobiernos conservadores (1930-1940). Este proceso de reclasificación previo de los sectores dominados resulta un elemento imprescindible para comprender la llegada de Juan Domingo Perón al poder en 1945 y el peronismo como fenómeno de masas. Más tarde, la propuesta analítica de Portantiero (1977) sobre el «empate hegemónico» puntualizó en la imposibilidad de las clases dominantes argentinas y sus alianzas respectivas con clases dominadas de imponer un «orden» hegemónico, dadas las contradicciones del capitalismo en la Argentina y su subordinación a distintos capitales trasnacionales (Casco, 2017).

Desde otra perspectiva, las tensiones reclasificatorias analizadas resuenan en el trabajo de Roberto Carri (2001 [1968]), en particular, en la definición que ofrece del «proletariado total» como una recategorización que incluye aquellas formas de resistencia y lucha política en las fronteras del capitalismo extractivo, entre ellas, una cercana al «gaucho malo» de Sarmiento, que resiste a la ley, aunque con una valoración opuesta (Ferreyra, 2021). De esta manera, en su investigación sobre la figura del «bandolero» Isidro Velázquez, perseguido por las fuerzas policiales de Chaco -provincia empobrecida de la Argentina-, retoma la pregunta por las habilidades y astucias de los actores sociales para reclasificarse en relación con las masas, en este caso, rurales y semirurales, de forma positiva. No se trata de un líder político que conquista el Estado, sino que sus reflexiones indagan en el apoyo que recibe, en tanto resistencia violenta a las relaciones de dominación del capitalismo en la periferia.

Así también, ya en la década de 1980, los debates sobre los nexos entre teorías del discurso y procesos sociopolíticos retomaron estas tensiones entre reclasificaciones, masas y liderazgo. De modo directo sobre el peronismo, Silvia Sigal y Eliseo Verón (1986) buscan detectar los fundamentos de ese discurso que condujo a la tragedia política argentina en la década de 1970. Para ello, trazan un análisis de las condiciones de producción del discurso peronista y el abordaje del liderazgo de masas desde el punto de vista del dispositivo de la enunciación que identifica posiciones y estrategias. Con este análisis, complejizan la forma de comprender las posibilidades de los actores sociopolíticos para reclasificarse, al poner de relieve la intrincada trama de relaciones en las que se generan las creencias, las adhesiones y los colectivos. El papel del líder político ya no puede explicarse por ser portador de un poder carismático, sino como locus de la enunciación (Licata y de Bertranou, 1989). Por último, en cambio, a partir de su relectura de la hegemonía como un juego de diferencias y equivalencias, Ernesto Laclau defiende una reclasificación política radical basada en el reconocimiento del antagonismo como constitutivo de toda identidad social. Las tensiones reclasificatorias que surgen en el marco de las divisiones políticas pasan a primer plano, dado que no pueden ser ya vistas como elementos derivados de una totalidad que subyace o de una contradicción esencial que las antecede (Critchley y Marchart, 2008). Desde este enfoque teórico, la clase pierde su privilegio ontológico como actor político y, en contraposición, se afirma la centralidad de la práctica articulatoria como forma de establecer relaciones de equivalencia y fijar posiciones diferenciales en el campo social (Laclau y Mouffe, 2010 [1985]).

Si bien se pueden extender estas puntualizaciones a otras perspectivas claves de la sociología argentina de la época, hemos destacado éstas en particular, dado que en ellas resuenan de modo incisivo las preguntas y tensiones reclasificatorias simultáneas de Sarmiento y Marx. En futuras investigaciones profundizaremos en esta línea de indagación.

Conclusiones

En el artículo hemos ahondado en ciertas reclasificaciones sociológicas claves desplegadas en las producciones de Marx y de Sarmiento. Desde un abordaje simultáneo, hemos problematizado cómo las divisiones fundamentales «burguesía-proletariado» (Marx) y «civilización-barbarie» (Sarmiento), que -supuestamente- organizarían todo su aparato analítico -subsumiendo el resto de sus categorizaciones-, son tensionadas en el marco de ciertos análisis histórico-políticos, en especial, en Las luchas de clases en Francia (1848-1850) y El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Marx), y Facundo o Civilización y barbarie (Sarmiento).

Con diferencias notables entre ambas propuestas en sus horizontes políticos, los autores pretenden volver inteligible el triunfo de un gobierno que consideraban «conservador» y «autoritario», contrario al horizonte sociopolítico que defendían -el de Rosas para Sarmiento, el de Luis Bonaparte para Marx-. En ese esfuerzo, se complejizan sus reclasificaciones generales -las luchas entre «clases» en Marx o entre «civilización y barbarie» en Sarmiento-, sustentadas en una teoría social particular: los modos de producción en Marx y la relación entre campo y ciudad en Sarmiento. Así, aquella reclasificación general de cada propuesta se pone a prueba y es atravesada por tensiones teórico-analíticas. Son precisamente esas tensiones las que hemos puesto de relieve.

A partir de ese análisis simultáneo, delimitamos una hipótesis emergente según la cual tales tensiones teórico-analíticas han resultado fundamentales para los debates críticos posteriores y, en especial, para ciertas producciones de la sociología argentina entre 1960 y 1980. Los límites de este artículo impiden extenderse en los derroteros de la sociología argentina, pero se ha propuesto la hipótesis de que en ellos -de modo explícito o implícito- reaparecen de un modo original y renovado parte de las reclasificaciones y tensiones que se han analizado en los escritos histórico-políticos de Sarmiento y de Marx. Sus rastros, un siglo después, destacan la centralidad que ostentan tales formulaciones en un ámbito teórico-analítico de debate y de elaboración conceptual de gran sofisticación y novedad. Esas búsquedas de la sociología argentina pueden no estar tan lejos de las nuestras de hoy en América Latina, en los interrogantes y combinaciones que ponen en juego, así como también en la condición histórica de toda reclasificación política.

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1 Este artículo es resultado de una investigación más amplia sobre el problema de las reclasificaciones en la teoría sociológica clásica y contemporánea. Se desarrolla en el marco de dos proyectos de investigación financiados por la Universidad de Buenos Aires (UBACyT) y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (PICT), radicados en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

2Norte y Sur se refieren a dos «geografías sociales», definidas por formas de dominación que atraviesan fronteras nacionales (Santos, 2000 [1995]).

3El 18 Brumario fue publicado en 1852 en forma de folleto en la revista de Die Revolution. Las luchas de clases fue publicado por Engels en 1895, como compilación de artículos de Marx en La Nueva Gaceta Renana de 1850. Miguel González Madrid (1992) sostiene que estos artículos sirvieron de borrador a Marx para la elaboración de El 18 Brumario.

4Para una discusión sobre las relaciones entre este tema y el Estado moderno, a través del concepto de «grupos subalternos» de Antonio Gramsci, véase Leandro Galastri (2018). También resulta clave ponerlas en debate con las clásicas reflexiones de Max Weber (1997) sobre estas cuestiones, por ejemplo, con sus conceptualizaciones de las «clases», los «estamentos» y los «partidos».

5También se han indagado otros ejercicios reclasificatorios del autor vinculados a las periferias de los centros capitalistas, como sus conocidas reflexiones sobre la comuna rural rusa —obschina— (Marx, 1980 [1881]). En ellas, en contraste con sus análisis del imperialismo inglés en India y China, Marx revisa sus categorizaciones tajantes del «curso» de la historia y la expansión capitalista, a partir de procesos políticos gestados en las articulaciones coloniales e imperiales entre modos de producción capitalistas y no capitalistas (Hobsbawm, 2009 [1971]). Tales preguntas han sido claves para miradas latinoamericanas (Mariátegui, 2004 [1928]).

6Aquí nos centramos en el Facundo, si bien la polémica obra de Sarmiento es sumamente vasta, difundida, traducida y debatida a lo largo del tiempo y en variadas latitudes. Sin duda, Sarmiento ha resultado una figura del pensamiento social latinoamericano. Para una aproximación a su obra y a las variadas lecturas que ha suscitado, véase Tulio Halperín Donghi et al. (1994) y Adriana Amante (2012).

7Facundo no fue el único texto elaborado y publicado por Sarmiento en su estancia en Chile. El trabajo de investigación realizado por Hernán Pas (2013) recoge valiosos artículos de tres diarios chilenos —El Progreso, La Crónica y El Siglo—, señalando su activa participación en la prensa de la época.

8Excede los objetivos de este trabajo establecer un sugerente contraste con los análisis de Norbert Elias (2016 [1939]) sobre el «proceso de la civilización» europeo.

9Pablo Ansolabehere (2012) advierte el «doble deslinde» de Sarmiento entre las figuras del «bárbaro» y del «salvaje», término que reserva para designar a los «indios», a la vez que critica su adopción por los federales rosistas para referir a los unitarios.

10La historia argentina ha estado atravesada por enfrentamientos entre «unitarios» y «federales». Según sus idearios, los primeros son partidarios de la unidad nacional bajo la égida de un gobierno fuerte centralizado en Buenos Aires, mientras que los segundos abogan por un sistema de confederación que respete la autonomía de las provincias. Esto se ha complejizado a lo largo de esa historia.

*Cómo citar este artículo. Bialakowsky, Alejandro; Álvarez Ruiz, Fermín y Blanco, Ana Belén. (2023). Marx y Sarmiento en simultáneo: tensiones reclasificatorias emergentes en Las luchas de clases en Francia, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y Facundo o Civilización y barbarie. Estudios Políticos (Universidad de Antioquia), 67, pp. . https://doi.org/10.17533/udea.espo.n67a07

Recibido: 01 de Febrero de 2023; Aprobado: 01 de Junio de 2023

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