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Revista Colombiana de Psicología

Print version ISSN 0121-5469

Rev. colomb. psicol. vol.19 no.2 Bogotá July/Dec. 2010

 

Psicología social del envejecimiento y perspectiva del transcurso de la vida: consideraciones críticas

Social Psychology of Aging and Lifespan Perspective: Critical Considerations

ELISA DULCEY-RUIZ*
Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano, Bogotá, Colombia**
Correspondencia: cepsiger@gmail.com

Recibido: 15 de junio del 2010 - Aceptado: 10 de agosto del 2010


Resumen

En el artículo se plantea como psicología social del envejecimiento una relación de interdependencia entre la psicología social y la psicología del desarrollo, considerándolas histórica y socioculturalmente contextuadas. La psicología social del envejecimiento se asume, entonces, como una alternativa crítica, coherente con la perspectiva contextual dialéctica del transcurso vital. Se presenta dicha perspectiva como integradora del desarrollo-envejecimiento, y se ilustra por medio de aportes de psicólogos que han contribuido a su consolidación, enriqueciéndola con planteamientos provenientes de la ecología del desarrollo humano y de una visión contextualizada de la cultura. Finalmente, se considera la necesidad de superar las visiones ahistóricas y culturalmente descontextualizadas del desarrollo-envejecimiento a lo largo de la vida, con el propósito de contribuir a la construcción de sociedades que sean, realmente, para todas las edades.

Palabras claves: desarrollo, envejecimiento, perspectiva del transcurso vital, psicología social crítica, psicología social del envejecimiento, vejez.


Abstract

The social psychology of aging is introduced as an interdependent relationship between social psychology and developmental psychology, both viewed in historical and social-cultural context. The social psychology of aging is assumed, then, as a critical alternative consistent with the contextual and dialectical lifespan perspective. Such perspective is presented as an integrative view of human development and aging, and it is illustrate with contributions from psychologists who have helped to consolidate it. It is enriched with approaches of the ecology of human development, and a contextualized view of culture. Finally, the need to overcome ahistorical and culturally decontextualized perspectives on development and aging throughout the lifespan is considered in order to contribute to building societies for all ages.

Keywords: aging, critical social psychology, development, lifespan perspective, old age, social psychology of aging.


PROBABLEMENTE, una razón fundamental por la cual se ha incrementado progresivamente el interés por estudiar el envejecimiento y la vejez por parte de los profesionales de la psicología, así como de otras disciplinas, es la evidencia de la cantidad, cada vez mayor, de personas viejas en nuestras sociedades.

En efecto, los cambios en la estructura por edad y sexo de la población reflejan, en general, un progresivo envejecimiento en términos de aumento de personas mayores de 60 años, población que está creciendo a un ritmo continuo y más rápido que el de otros sectores poblacionales, siendo, además, mayor el número de mujeres viejas que de hombres viejos.

Así, por ejemplo, en América Latina y el Caribe, mientras entre los años 2000 y 2050, la población menor de 15 años pasará del 31.6% al 20%, el porcentaje de personas de 60 y más años se triplicará, pasando del 8.2%, en el año 2000, al 25.5%, en el 2050. De hecho, se prevé que, para el 2050, uno de cada cuatro habitantes de la región será mayor de 60 años y en esta población mayor predominarán las mujeres (Naciones Unidas, Cepal-Celade, 2007; Naciones Unidas, Cepal, 2009).

Las transformaciones demográficas, el aumento de la esperanza de vida al nacer y la mayor longevidad humana, exigen, como ya lo planteara la antropóloga social de la Universidad de Chile, Paulina Osorio (2006), repensar la totalidad del transcurso de la vida y sus significados, no solamente como realidad individual, sino como construcción sociocultural.

En este sentido, surge acrecentada la importancia de que los profesionales de la psicología se ocupen del proceso de envejecimiento y de la condición de la vejez, como realidades cada vez más evidentes, pero también diferenciales y, en todo caso, histórica y socioculturalmente contextualizadas. Bajo esta luz, se invita a revisar conocimientos, creencias y suposiciones acerca del desarrollo humano, del envejecimiento, de la vejez y del transcurso vital en su integralidad.

La psicología social del envejecimiento

Aludir a una psicología social del envejecimiento implica reconocer que las trayectorias vitales de todas las personas se construyen en la interacción social, teniendo en cuenta condiciones y entornos socio-culturales, así como experiencias y significados diversos y cambiantes, sin desconocer, por ello, sus dimensiones biológicas. Lo anterior lleva a considerar de manera interdependiente la psicología del desarrollo y la psicología social, asumiendo que la primera estudia los cambios a través de la vida, en tanto que la segunda centra su interés en las interacciones sociales.

Se alude así a una psicología social del envejecimiento que integre perspectivas críticas de la psicología social y de la psicología del desarrollo, repensándolas y reconceptualizando términos como el de desarrollo —para hacerlo más comprehensivo multidimensional y dialéctico— revisando, además, el concepto de envejecimiento y asumiéndolo como representativo del proceso de hacernos cada día mayores (más viejos) en condiciones biológicas diferenciales y en circunstancias históricas y socioculturales cada vez más cambiantes. Es decir, entendiendo el envejecimiento como parte del desarrollo a lo largo de la vida, en integración dialéctica con él mismo y no como su contraparte.

La propuesta de considerar de manera interdependiente la psicología social y la psicología del desarrollo, haciendo énfasis en la necesidad de una mirada crítica, pretende ir más allá de la descripción de dichos campos. Atiende al porqué de su necesaria interrelación y plantea aproximaciones cuestionadoras a miradas que se han venido dando, sin mayor atención, sobre diferencias y entornos específicos.

De hecho, una perspectiva crítica de la psicología social cuestiona, ante todo que, en su ejercicio académico e investigativo, la psicología social haya estado, por mucho tiempo, desprovista de referentes históricos y contextuales, y desligada del transcurrir vital de las personas. Por su parte, una perspectiva crítica de la psicología del desarrollo revela su incompletud y ahistoricidad, en el sentido de concentrar su interés en las fases iniciales de la vida, así como en privilegiar métodos de investigación de carácter sincrónico o transversal, como también métodos espacio-temporalmente descontextualizados.

Desde una perspectiva crítica de la psicología social, el psicólogo estadounidense Kenneth Gergen se refiere a la psicología social como historia. Gergen (1973) enfatiza la necesidad de reconocer nuestra propia historicidad, tan-to como la del conocimiento, como resultado de prácticas socioculturales que se construyen a través del tiempo y en contextos específicos. Destaca, además, el papel del discurso y de la narrativa en la constitución de identidad personal, la cual Gergen caracteriza como construcción histórico-social, no como resultado de procesos psicológicos internos.

Con una visión cuestionadora de la psicología del desarrollo, el psicólogo alemán Klaus F. Riegel (1976a, 1976b) se propuso construir una psicología dialéctica del desarrollo, sustentada socio-cultural e históricamente. Advirtiendo el riesgo que implica estudiar el desarrollo humano desligándolo del contexto sociocultural, Riegel destaca las influencias sociales en el desarrollo psicológico y propone enfocarlo, teniendo en cuenta una relación dialéctica de individuos cambiantes en contextos cambiantes.

El psicólogo ruso-estadounidense Urie Bronfenbrenner (1917-2005) se refirió a la influencia que, en el proceso de desarrollo individual, ejercen las interrelaciones entre distintos entornos —inmediatos y más amplios—, enfatizando el papel de la cultura, las subculturas, las instituciones, las redes sociales, la ideología y la política social (Bronfenbrenner, 1979/1987, 2004).

En un estudio referente al impacto de la psicología social crítica, en diversos campos de la psicología en América Latina, el psicólogo latinoamericano Fernando Luis González Rey (2004) alude al comienzo paulatino de "una visión socio-histórica de lo psíquico" (p. 353) y al desafío de tener en cuenta el carácter complejo de los entornos sociales e histórico-culturales en los que se construye la subjetividad individual. A propósito, se refiere al psicólogo social español-salvadoreño Ignacio Martín-Baró como alguien que supo hacerlo bien y abogó por considerar, de manera integral, los aspectos sociales e individuales. Ciertamente, Martín-Baró (1986/2006) destacó la estrecha vinculación de control personal con poder social, de alienación y desalienación personal con alienación y desalienación social.

En efecto, al abogar por una psicología de la liberación para América Latina, Martín-Baró cuestionó, entre otras cosas, el individualismo y el ahistoricismo que han caracterizado, en general, a la psicología en esta región, estancando así sus posibilidades de transformación social. Así, se refirió al reduccionismo que implica el que la psicología se centre en el sujeto individual, desconociendo que la identidad personal se construye en contextos sociales específicos y en relaciones interpersonales diferenciales, dinámicas, contradictorias y cambiantes. En un sentido similar, se pronuncian las psicólogas Rice, Löckenhoff y Carstensen (2002) al afirmar que "los modelos individualistas de la evolución omiten la naturaleza fundamentalmente social de los seres humanos" (p. 136).

Martín-Baró (1986/2006) criticó, igualmente, el ahistoricismo como uno de los más graves problemas de la psicología dominante. Ahistoricismo que lleva a pensar en la universalidad de las identidades personales (sin importar historias ni contextos); a creer, por ejemplo, que no existen diferencias de fondo entre un estudiante estadounidense y un campesino centroamericano; a aceptar, sin más, que las clasificaciones de personalidad, inteligencia y motivaciones, se aplican por igual y sin diferenciación alguna a personas de todas las épocas y latitudes, desconociendo que son construcciones sociales, histórica y culturalmente situadas.

Por su parte, Rice et al. (2002) analizan la influencia de las llamadas "culturas occidentales" (industrializadas) en las explicaciones acerca del envejecimiento y la vejez. A propósito, se refieren a cómo valores predominantes en las mencionadas culturas, tales como la productividad y la independencia, moldean el transcurso vital de las personas, los supuestos y las expectativas acerca del envejecimiento, como también la orientación de las investigaciones y la interpretación de sus resultados. Invitan, entonces, a los estudiosos del envejecimiento a revisar sus creencias y supuestos, con el ánimo de superar visiones reduccionistas y permitir que surjan explicaciones y modelos histórica y culturalmente contextuados.

Al respecto, Osorio (2006) plantea que los profesionales de las ciencias sociales deben tener presente que los cambios que conllevan las diversas épocas históricas influyen, necesariamente, en las trayectorias vitales de las personas y en sus relaciones con los entornos en los cuales viven. Así, en cada época, cultura y generación se evidencian diferentes patrones de envejecimiento y de vejez.

En su libro Nacidos para cambiar. Cómo construimos nuestras biografías, el sociólogo español enrique Gil Calvo (2001) plantea cómo los vertiginosos cambios de la historia reciente afectan y transforman los entornos cotidianos, así como las identidades en las diversas fases de la vida, haciéndolas cada vez más plurales, diversas y flexibles. Así, a cada paso, se identifican múltiples maneras de ser niño, joven, adulto y persona anciana.

En este orden de ideas, autores como los mencionados anteriormente se refieren a la importancia de considerar de forma integral las biografías individuales y los entornos sociales en los cuales se construyen.

La perspectiva del transcurso vital como una mirada contextualizada del desarrollo

Coherentemente con lo planteado hasta ahora con respecto a la necesidad de una mirada que integre posiciones críticas de la psicología social y de la psicología del desarrollo, la perspectiva del transcurso vital (lifespan perspective) se presenta aquí como un enfoque contextualizado del desarrollo-envejecimiento. Enfoque que, como toda aproximación científica a una realidad, es una construcción inacabada que necesita revisión y cuestionamiento, a la luz de hallazgos investigativos diferenciales.

A esta forma de entender el transcurso de la vida como algo histórica y socio-culturalmente contextualizado, varios psicólogos y psicólogas han hecho contribuciones destacadas: Paul B. Baltes, James Birren, Laura Carstensen, Anita Liberalesso Neri, Ursula Lehr, Klaus F. Riegel, Bernice L. Neugarten, Warner Schaie y Hans Thomae, para mencionar solo algunos.

Klaus F. Riegel

Con una perspectiva histórica dialéctica, Klaus F. Riegel (1925-1977) se refirió a la psicología del envejecimiento como integradora del desarrollo en su totalidad. Planteó que la historia de la psicología del desarrollo hace parte de la historia de la psicología del envejecimiento, puesto que diversas investigaciones longitudinales centradas en el envejecimiento y que incluyen la vejez dan cuenta de la vida entera. Y al aludir a psicología del desarrollo y del envejecimiento, Riegel destacó siempre la necesidad de considerar los contextos históricos y socioculturales, así como las influencias de ideologías económicas y políticas, de las cuales dicha psicología no escapa (Riegel, 1972a, 1972b, 1976a, 1976b; Riegel, Riegel, & Meyer, 1967).

Afirmaba Riegel (1976a, 1976b) que los estudios transversales o a corto plazo (sobre rasgos y habilidades, conflictos y contradicciones), deben complementarse con investigaciones de tipo longitudinal mixto, que, con un enfoque dialéctico, se orienten a conocer cambios a corto y a largo plazo, considerando, a la vez, las trayectorias vitales individuales y la historia de las sociedades (Riegel & Meacham, 1976a, 1976b; Van IJzendoorn, Goossens, & Van Der Veer, 1984).

Hans Thomae

Hans Thomae (1915-2001), considerado por Paul Baltes (2002) como el más destacado y respetado representante de la psicología del transcurso vital (lifespan psychology), durante el siglo XX en Alemania, conceptualizó el estudio psicológico del desarrollo humano como "psicología del desarrollo del ciclo vital". Se refirió a esta como: "el estudio del cambio en el contexto de los ciclos individuales de vida" y definió su interés en este campo e, incluso, su propio transcurso vital, como caracterizados por una "curiosidad persistente acerca de las vidas humanas" (Thomae, 2002, pp. 285 y 290).

En efecto, Thomae, investigador permanente del desarrollo-envejecimiento y coautor del estudio longitudinal de Bonn sobre el envejecimiento (1964-1983), planteó en relación con la psicología del ciclo vital y con el proceso de envejecimiento, las siguientes premisas: su carácter diferencial, multidimensional, multirrelacional, dependiente de muy diversas influencias, entre las cuales destacó los contextos vitales, la historia educacional, el funcionamiento cognoscitivo, las percepciones acerca de la propia vida y sus perspectivas (Thomae, 1976, 1979).

Ursula Lehr

Ursula Lehr, psicóloga alemana, quien fuera, con Thomae, coautora de algunas investigaciones y publicaciones, enfatiza la influencia de factores sociales, históricos, políticos, económicos, financieros y ecológicos (Lehr & Thomae, 1994). Lehr, quien escribió uno de los más conocidos libros sobre psicología de la vejez, traducido al español a finales del siglo XX (Lehr, 1977/1980), participó en el estudio longitudinal de Bonn. A propósito, refiere que en dicho estudio investigaron sistemáticamente, entre otros aspectos, las vivencias del transcurso del día y, pese a hallar semejanzas, encontraron una gran variabilidad interindividual con respecto a las situaciones cotidianas vivenciadas (Lehr & Thomae, 1994).

Bernice L. Neugarten

La psicóloga estadounidense Bernice L. Neugarten (1916-2001) es, sin duda, una de las autoras más representativas de la psicología del transcurso vital. Neugarten centró su interés investigativo en la vida adulta y la vejez, subrayando la importancia de la historia previa y de los contextos sociales diferenciales. A propósito, planteaba la necesidad de preguntarse: "¿cómo influyen los cambios sociales sobre las vidas de las personas mayores?" sin dejar de indagar, al mismo tiempo: "¿de qué forma la presencia cada vez mayor de personas viejas afecta a la sociedad en general?" (Neugarten, 1996/1999, p. 32).

La irrelevancia de la edad fue uno de los aspectos más tenidos en cuenta por Neugarten, quien planteó que las políticas públicas deben centrarse en necesidades y realidades cambiantes, más que en edades cronológicas. Se preguntaba Neugarten si las políticas relacionadas con el desarrollo eran coherentes con el espíritu cambiante de los tiempos y, afirmaba que "la necesidad sin edad debe anteponerse a la edad sin necesidad" (Neugarten, 1996/1999, p. 380).

No menos importantes fueron sus planteamientos con respecto a la gerontología, teniendo en cuenta que el envejecimiento1 comienza con el nacimiento y se da durante toda la vida, que el transcurso vital es indivisible, que la edad que se define como vejez se basa en parámetros arbitrarios y que no ha sido buena idea la de despedazar el ciclo vital. Concluye, entonces, que:

El estudio del envejecimiento, tal y como está definido será cada vez menos viable, en la medida en que la edad sea un criterio menos aplicable. La palabra "gerontología" será sustituida por algo como "el estudio de las vidas", basado en el concepto de ciclo vital como un todo y en los procesos de cambio desde la infancia hasta la vejez. (Neugarten, 1996/1999, p. 380).

Paul B. Baltes

El psicólogo alemán Paul B. Baltes (1939-2006) representa un hito muy importante en la consolidación de la perspectiva del ciclo vital en psicología, como paradigma aplicado al desarrollo y al envejecimiento (Neri, 2007a). Baltes fundó y dirigió, desde comienzos de la década de 1980, el instituto Max Planck para el Desarrollo humano, en Berlín, Alemania. El trabajo del instituto se ha centrado en establecer dicha perspectiva como un enfoque conceptual alternativo de la psicología del desarrollo.

Baltes se refirió a la psicología del desarrollo del ciclo vital (lifespan developmental psychology, abreviada posteriormente como lifespan psychology) a la cual consideró como el estudio de la constancia y el cambio en el comportamiento durante el transcurso de la vida. En la Tabla 1 se presenta una síntesis de las proposiciones teóricas básicas acerca de la psicología del ciclo vital propuesta por Baltes y varios de sus colegas (Baltes, 1987, 1997; Baltes, Lindenberger, & Staudinger, 1998, 2006).

Baltes se ocupó de estudiar y proponer métodos de investigación acordes con la perspectiva lifespan y sus implicaciones. Cuestionó la utilización de los métodos transversales y longitudinales simples, señalando, entre sus defectos, el carácter selectivo del muestreo, de la supervivencia y del abandono del estudio, así como los efectos de las pruebas y los efectos generacionales. Propuso, en cambio, la utilización, preferiblemente simultánea, de métodos secuenciales de tipo transversal y longitudinal, que, combinando edad y cohorte, dan mejor cuenta de diferencias interindividuales, así como de cambios intraindividuales a través del tiempo (Baltes, 1968; Baltes, Reese, & Nesselroade, 1977/1981).

Quizá por algunos de sus énfasis, propuestas y experiencias específicas —aunque sin dejar de tener en cuenta elementos históricos en la conformación de la psicología del transcurso vital (Baltes, 1983) y sin desconocer el trabajo de otros colegas, como Charlotte Bülher, Erik Erikson, Robert Havighurst, Bernice Neugarten y Hans Thomae—, Baltes afirmó que "ninguno de sus inmediatos mentores o colegas fue un psicólogo lifespan" en el sentido en el que él mismo lo consideró (Baltes, 2002, p. 19). Planteamiento respetable, bajo la luz misma de los postulados de la perspectiva lifespan, los cuales enfatizan, fundamentalmente, la variabilidad interindividual, coherente con historias, contextos y experiencias diversas y cambiantes.

Particularmente, en la última década de su vida, Baltes reiteró el contraste entre la habilidad humana para lograr una mayor longevidad y la escasa capacidad que hemos tenido para agregar vida a los años que hemos ganado. Dejó planteado, entonces, como desafío fundamental del siglo XXI, completar la inacabada arquitectura del trascurso de la vida humana, empleando la cultura y la tecnología basada en la cultura, para disminuir la brecha entre funcionamiento biológico y metas socioculturales, particularmente al final de la vida (Baltes et al., 1998, 2006; Baltes & Baltes, 1999).

Laura L. Carstensen

Como profesora de Psicología de la Universidad de Stanford (Palo Alto, Estados Unidos) y Directora del Centro de Longevidad de Stanford, Laura L. Carstensen se ha interesado particularmente por la psicología del ciclo vital, privilegiando el estudio de aspectos motivacionales y emocionales a través de la vida y particularmente en la vejez, teniendo en cuenta percepciones del tiempo (Carstensen, 2006).

Tabla 1. Lifespan psychology: proposiciones teóricas características


  • Replanteamiento del concepto "desarrollo ontogenético", cuyo significado tradicionalmente ha estado arraigado en la biología. Al reformular dicho concepto, se enfatiza en que los cambios adaptativos a través de la vida implican gran apertura y multidireccionalidad, y van mucho más allá de la maduración biológica y del crecimiento físico.
  • El desarrollo se considera, entonces, como un proceso de construcción biológica-cultural que se da durante el transcurso total de la vida. A propósito, se plantea que, a medida que se avanza en edad, se va abriendo una brecha entre el potencial biológico y las metas individuales-culturales. La brecha entre lo biológico y lo cultural constituye la arquitectura incompleta de la vida y tiene, como resultados inevitables, pérdidas en el funcionamiento adaptativo y finalmente, la muerte.
  • El transcurso de la vida involucra cambios en la distribución de recursos a diferentes funciones del desarrollo: crecimiento vs. mantenimiento vs. Regulación de pérdidas. Así, por ejemplo, en la niñez, los recursos se centran en el crecimiento y, más adelante en la vida, se centran en el mantenimiento y en el manejo de las pérdidas.
  • La plasticidad es otra de las características del proceso de desarrollo, con respecto a la cual hay gran variabilidad intrapersonal. Resulta entonces fundamental lograr equilibrio entre plasticidad y limitaciones en el funcionamiento adaptativo.
  • El funcionamiento adaptativo implica espacios, contextos y vínculos temporales, siendo, a la vez, selectivo y cambiante. Esto hace del desarrollo individual un interjuego permanente de ganancias y pérdidas. De hecho: no hay ganancias sin pérdidas, ni pérdidas sin ganancias.
  • Teniendo en cuenta sus diversas influencias, caminos y desafíos adaptativos, en el desarrollo se conjugan los aspectos de multidimensionalidad, multidireccionalidad y multifuncionalidad.
  • El desarrollo ontogenético varía marcadamente por las condiciones histórico-culturales (bio-contextualismo cultural) y es el resultado de interacciones dialécticas entre tres sistemas o conjuntos de influencias biológico-ambientales: (a) influencias normativas relacionadas con la edad —mediadas por la biología (crecimiento, pubertad, menopausia...) y/o por la cultura (ingreso a la escuela, al trabajo, retiro del trabajo formal...)—; (b) influencias normativas relacionadas con la historia (cambios en la naturaleza, como el "calentamiento global", costumbres alimenticias.../cambios en los valores, en las tecnologías, depresión económica o bonanzas...); (c) influencias no normativas o idiosincráticas (acontecimientos únicos en la vida de cada persona, tales como: riesgos genéticos o enfermedades.../desempleo, divorcio, viudez, crisis económicas personales/familiares...). Cada una de estas influencias revela diferencias individuales y está sujeta a continuos cambios. Así que, cuanto más vivamos, más diferentes somos unos de otros.
  • El desarrollo implica, además, una "orquestada" relación de tres procesos: selectividad, optimización y compensación. Es selectivo en cuanto implica una escogencia de metas y una orientación del comportamiento hacia las mismas. Es, al mismo tiempo, un proceso de optimización de ciertas capacidades y experiencias mediante la práctica y, además, un proceso de compensación de pérdidas (sustitución de medios, adquisición de nuevas habilidades y recursos, utilización de ayudas tecnológicas...). La efectiva coordinación de selectividad, optimización y compensación está relacionada con un desarrollo "exitosamente logrado" en términos funcionales. Es decir, implicaría la maximización subjetiva y objetiva de ganancias y la minimización de pérdidas, lo cual supone un interjuego colaborativo entre selectividad, optimización y compensación. Interjuego que implica presiones que se incrementan con la edad, al tiempo que se amplía la brecha entre biología y cultura.
  • El estudio del desarrollo constituye un campo multidisciplinario y debe darse, preferiblemente, en contextos interdisciplinarios. La psicología solo puede ofrecer una perspectiva parcial del mismo.

  • Fuente: elaboración propia, con base en: Baltes (1987, 1997) y Baltes et al. (1998, 2006).

La teoría de la selectividad socioemocional constituye un aporte importante de Carstensen al estudio del desarrollo y el envejecimiento humano (Carstensen, Isaacowitz, & Charles, 1999). Tiene en cuenta estudios previos realizados por Baltes y otros autores acerca de la selectividad, optimización y compensación (Baltes & Baltes, 1990; Baltes, Dittmann-Kohli, & Dixon, 1984).

A propósito, al revisar las investigaciones de Carstensen a través de su carrera profesional, se percibe su interés por las interrelaciones y el apoyo socio-afectivo. Ya desde 1986 investigó sobre las interacciones sociales en personas viejas institucionalizadas, sobre cambios en la actividad y el apoyo social en la vejez (Carstensen 1986, 1987; Carstensen & Erickson, 1986).

Planteaba, desde entonces (Carstensen, 1987), que los psicólogos se habían interesado por los beneficios de la interacción social en la vejez, descuidando sus costos, entre los cuales mencionaba cambios físicos, psicológicos y sociales, incluyendo creencias estereotipadas y prejuiciadas acerca de la edad, como el edaísmo (ageism)2.

Al comenzar la década de 1990, se evidencian más claramente sus planteamientos acerca de la selectividad social y emocional (Carstensen, 1991, 1992, 1993), a propósito de la cual menciona tres funciones predominantes de la interacción social: (a) consecución de información, (b) desarrollo y mantenimiento de la identidad y (c) regulación emocional. Carstensen considera que las funciones psicológicas del contacto social se mantienen a lo largo de la vida, aunque múltiples influencias físicas y socioculturales intervienen diferencialmente en las escogencias sociales de las personas. Entre tales influencias menciona las relacionadas con edad, generación, género, etnia, condiciones socioeconómicas, contexto sociocultural, así como el carácter novedoso o familiar de la relación (Carstensen, 1991).

En síntesis, la teoría de la selectividad socioemocional plantea que ante la percepción del tiempo como limitado, las metas afectivas y emocionales tienden a ser cada vez más selectivas y se priorizan sobre otras tales como la adquisición de información y la expansión de horizontes. Esto conllevaría ventajas, en el sentido de incrementar el bienestar emocional, pero también desventajas si limita las posibilidades para buscar información que contribuya a mejorar la calidad de vida y a estimular procesos de atención, memoria y toma de decisiones. En vista de lo anterior, Löckenhoff y Carstensen (2004) consideran importante hacer adaptaciones en los contextos cotidianos de la vida, de modo que puedan evitarse los inconvenientes mencionados.

Luego de revisar estudios recientes sobre aspectos emocionales relacionados con el envejecimiento y la vejez, Scheibe y Carstensen (2010) consideran prometedores los esfuerzos por investigar relaciones entre características del procesamiento emocional y el bienestar afectivo a través del transcurso vital. Plantean la necesidad de realizar investigaciones que combinen métodos sensibles a aspectos relacionados con el tiempo, con métodos que den cuenta del funcionamiento del cerebro (neuroimágenes, EEG y tiempos de reacción, por ejemplo). Afirman que los avances investigativos sobre el particular favorecerán una mejor comprensión del desarrollo emocional en la adultez y la vejez, y a la vez permitirán intervenciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas, particularmente en la vejez.

Obviamente, como todo lo referente a los conocimientos científicos es de carácter provisional, los estudios de Carstensen han dado lugar a controversias y a un número cada vez mayor de investigaciones relacionadas con actividad socioafectiva en la vejez. A modo de ilustración, se presentan conclusiones de una investigación reciente en América Latina.

En un estudio sobre aspectos estructurales y funcionales de redes de apoyo social, realizado con algo más de un centenar de personas adultas mayores en Mar del Plata (Argentina), Arias (2010) encontró gran variabilidad estructural y funcional, así como evidente heterogeneidad en las redes de apoyo social. Todo ello coherente con el carácter enormemente diferencial del envejecimiento y la vejez. Arias concluye reafirmando la desestimación del supuesto aislamiento social en la vejez y, a la vez, propone explorar, específicamente, los cambios de las redes sociales a través del tiempo y sus motivaciones, tanto como aspectos compensatorios relacionados con la cantidad y la calidad de vínculos que se pierden y se ganan en la vejez.

Anita Liberalesso Neri

Profesora Titular de la Universidad Estatal de Campinas (Brasil), Anita Liberalesso Neri, doctorada en Psicología y quien fuera investigadora visitante en el instituto Max Planck para el Desarrollo Humano de Berlín, introdujo en Brasil, como paradigma, la psicología del desarrollo a lo largo de la vida (paradigma lifespan). Investigadora en el campo de la psicología del envejecimiento y de la gerontología, se ha dedicado a estudiar aspectos relacionados con bienestar subjetivo, calidad de vida percibida, mecanismos de autorregulación, vulnerabilidad y fragilidad en la vejez. Ha sido autora y editora de varios libros sobre el envejecimiento y la vejez, algunos de los cuales dan cuenta específica de investigaciones interdisciplinarias realizadas en Brasil, en las cuales ha participado (Neri, 2007b).

Respecto al paradigma del desarrollo a lo largo de toda la vida (lifespan) en psicología, al cual se refiere en tales términos, anita lo define como "el más influyente en la psicología contemporánea del envejecimiento" (Neri, 2005, p. 151), señalando que el concepto lifespan alude al desarrollo como un proceso que sucede a lo largo de toda la vida.

Dadas las características de dicha perspectiva, Neri recalca su carácter de paradigma, advirtiendo que, coherente con los planteamientos de Thomas Kuhn (1962/2004), implica un cambio drástico en lo que se refiere a construcción de explicaciones, teorización y métodos de investigación con respecto al desarrollo humano (Neri, 2005).

Ello constituye el paso de un modelo lineal y generalmente incompleto del desarrollo, más orientado por enfoques organicistas y mecanicistas, a una perspectiva compleja, multidimensional, multidireccional y multifuncional, enmarcada en una orientación contextual dialéctica, que tiene en cuenta la totalidad del transcurso de la vida.

Desde el punto de vista metodológico, dicho cambio de paradigma se ilustra por el paso de estudios transversales, generalmente descontextualizados espacio-temporalmente, a la priorización de investigaciones procesuales (diacrónicas), con énfasis en estudios secuenciales de tipo longitudinal que contemplan simultáneamente aspectos del desarrollo individual y del desarrollo histórico y sociocultural.

A lo anterior podríamos agregar, en concordancia con lo planteado por Kuhn, que este cambio de paradigma, evidentemente, ha estado precedido y sigue estando acompañado de amplios y cada vez más frecuentes debates y discusiones acerca de conceptualizaciones, presupuestos, explicaciones y formas de investigar el transcurso vital en su permanente condición de desarrollo y envejecimiento humano.

La perspectiva del transcurso vital y los contextos del desarrollo

Cuanto se ha venido planteando en relación con la psicología social del desarrollo y la perspectiva del transcurso vital, significa considerar que el desarrollo humano, a lo largo de toda la vida, implica dimensiones contextuales, relacionales y temporales.

Como se señaló al comienzo de este artículo, en su ecología del desarrollo humano, el psicólogo Urie Bronfenbrenner buscó integrar el estudio del desarrollo psicológico con una perspectiva ecológico-social. Tal mirada social del desarrollo constituye un punto de vista enriquecedor de la perspectiva del transcurso vital, la cual merece considerarse.

Asumiendo que, como lo planteara Lewin (1951/1978), es indispensable conocer el ambiente en el que viven las personas para poder dar cuenta de su comportamiento, Bronfenbrenner se dedicó a estudiar las mutuas y cambiantes relaciones y acomodaciones entre el ser humano en desarrollo y los entornos en los cuales vive (Bronfenbrenner, 1979/1987, 2004).

Tales entornos o niveles ecológicos, anidados unos en otros e interconectados, hacen parte del ambiente, en sentido amplio, considerado como "un conjunto de estructuras seriadas, cada una de las cuales cabe dentro de la siguiente, como las muñecas rusas" (Bronfenbrenner, 1979/1987, p. 23). Así, de acuerdo con Bronfenbrenner, las personas viven, interactúan, desempeñan roles y actividades en entornos interdependientes, multivariados y cambiantes, los que describió como microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema. Por otra parte, denominó cronosistema a la dimensión temporal y consideró, además, la importancia de situaciones específicas de cambio que impactan las vidas de las personas a las cuales calificó como transiciones ecológicas (Tabla 2).

Otro concepto importante utilizado por Bronfenbrenner es el de transición ecológica, con el cual se refirió a modificaciones en la posición de una persona en el ambiente, como resultado de cambio de roles, de entornos, de situaciones en la vida. Por ejemplo: ingreso a la escuela, deserción escolar, pasar de ser estudiante graduado a ser trabajador, casarse, ser padre, cambiar de residencia, de vecindario, divorciarse, volver a casarse, cambiar de carrera, emigrar, enfermar, jubilarse y la transición final de la vida: la muerte (Bronfenbrenner, 1979/1987).

Tabla 2. Sistemas ecológicos del desarrollo propuestos por Bronfenbrenner


  • Microsistema: se refiere a los ambientes inmediatos donde predominan las relaciones cara a cara y más cercanas (familia inmediata, vecindario próximo, escuela, iglesia, trabajo, etc.).
  • Mesosistema: interrelaciones de dos o más microsistemas en los que la persona participa activamente, como por ejemplo entre familia y vecindario, entre escuela y familia o entre trabajo y vida social.
  • Exosistema: entorno más amplio del que hacen parte el microsistema y el mesosistema (amistades de la familia, vecinos del barrio y comunidad —en general—, servicios sociales, servicios de salud, bibliotecas, medios de comunicación). Aunque la persona no participe directamente en este entorno, en él ocurren hechos que afectan la vida de los ambientes más inmediatos en los cuales vive (microsistema y mesosistema) y por ello, su propia vida.
  • Macrosistema: entorno que incluye la cultura, en términos de actitudes, creencias, ideologías, representaciones o imaginarios sociales, aspectos lingüsticos, étnicos, éticos y axiológicos. También incluye las macroinstituciones, como el gobierno municipal, regional, nacional, el sistema económico y político, la Nación/nacionalidad, las políticas públicas y el mundo globalizado. Con la clara intención de entenderlo más allá del presente, Bronfenbrenner aludió a "patrones que 'podrían existir'", refiriéndose a "posibles esquemas" orientados hacia el futuro, reflejados en la visión que de una sociedad tienen sus dirigentes, sus planificadores, sus intelectuales y quienes ejercen influencia más directa en la misma.
  • Cronosistema: hace referencia al tiempo o época histórica en la cual vive la persona, así como a sus efectos sobre el microsistema, el mesosistema, el exosistema y el macrosistema. Tiene que ver con las condiciones sociohistóricas, con cambios —tanto en la persona como en el ambiente— a través del tiempo de vida, con la influencia de épocas críticas en el desarrollo.

  • Fuente: elaboración propia con base en: Bronfenbrenner (1979/1987) y Bronfenbrenner y Morris (1998).

En ciertos momentos y circunstancias, las situaciones que hacen parte de un entorno menos cercano, como el exosistema, pueden convertirse en parte de ambientes más próximos, como el microsistema. Tal sería el caso de un hospital —comúnmente considerado como parte del exosistema— el cual, para una persona hospitalizada, se convierte en parte de su microsistema. Las circunstancias de violencia política (bien sea que se consideren parte de un macrosistema culturalmente violento o de un exosistema en el que grupos e instituciones ejercen violencia por razones políticas) pueden ser parte de un microsistema cuando se convive diariamente con dicha violencia (e.g., secuestro, desplazamiento forzado o irrespeto cotidiano a la vida con pretextos supuestamente políticos).

Bronfenbrenner (1979/1987, 1986) planteó la necesidad de atender aspectos subjetivos y objetivos relacionados con la experiencia, a la vez que señaló la importancia del desarrollo temprano en el transcurso posterior de la vida. A propósito, consideró fundamental el impacto de las interacciones bidireccionales, particularmente con los cuidadores primarios y con los contextos cotidianos, en el desarrollo infantil.

Hasta poco antes de su muerte, ocurrida en el 2005, Bronfenbrenner continuó investigando, con el propósito de hacer cada vez más funcional y completa su teoría ecológica del desarrollo humano. En su último libro publicado en el 2004, Bronfenbrenner se refirió a la importancia de las relaciones entre las personas como organismos humanos activos, a la mutua influencia entre las mismas, al contexto ecológico y al tiempo personal, familiar e histórico como modulador de los cambios durante el transcurso de la vida. Bronfenbrenner denominó dicho conjunto de relaciones modelo bioecológico persona-proceso-contexto-tiempo (Tabla 3), al que consideró particularmente útil para analizar y optimizar el desarrollo humano de las generaciones presentes y venideras, atendiendo a los entornos en los que tiene lugar y, particularmente, a sus interrelaciones. Porque reiteraba Bronfenbrenner que muy probablemente las principales influencias están en las interrelaciones.

Tabla 3. El modelo bioecológico de Bronfenbrenner y sus componentes básicos


  • Los procesos próximos se refieren al intercambio entre el organismo en desarrollo con personas, objetos y símbolos del entorno inmediato. Constituyen la fuerza motriz del desarrollo. Una ilustración de estos es el grado de responsividad de padres y maestros con respecto a las oportunidades de aprendizaje infantil.
  • La persona implica al organismo con sus características genéticas, sexuales y de género, así como temperamentales. Las variables personales son moldeadas por los procesos próximos, que pueden modificar sus impactos en el desarrollo. Así, por ejemplo, el temperamento suave de un niño puede favorecer las relaciones con sus padres y cuidadores.
  • El contexto se refiere a los ambientes ecológicos (sociales, culturales y físicos) del desarrollo ya presentados en la Tabla 2: microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema. Estos influencian, directa e indirectamente, los procesos próximos y el desarrollo en general. Por ejemplo, la calidad de las relaciones padres-hijos tiene que ver, tanto con la interacción directa como con influencias indirectas, por ejemplo, del ambiente de trabajo de los padres, así como situaciones socio-políticas y económicas, entre otras.
  • El tiempo incluye: edad cronológica, periodo histórico, duración y continuidad de exposición a situaciones o eventos. Se refiere, igualmente, al efecto acumulativo de procesos e influencias del contexto. Ilustración de ello sería el impacto diferencial de situaciones de pobreza, bien sea crónica o transitoria.

  • Fuente: elaboración propia con base en: Bronfenbrenner (2001a, 2004); Bronfenbrenner y Ceci (1994); Bronfenbrenner y Morris (1998), y Evans y Wachs (2010).

Dun, Schaefer-McDaniel y Ramsay (2010) retoman la teoría de Bronfenbrenner para destacar la importancia de los vínculos afectivos en todas la fases del desarrollo, particularmente en la infancia. Al mismo tiempo (y teniendo en cuenta los diversos entornos del desarrollo y, en general, los componentes y las interrelaciones del modelo bioecológico), se refieren a las influencias desestabilizantes de los ambientes caóticos en el desarrollo humano, tales como: creciente inestabilidad familiar, movilidad y desarraigo residencial, inseguridad en los vecindarios, hacinamiento, ruido, pérdida de rutinas, sobre-estimulación y desconfianza en las instituciones, en la sociedad, en las demás personas y en sí mismos (Bronfenbrenner, 2001b; Dun et al., 2010; Wachs & Evans, 2010).

Lo anterior equivaldría a lo que el sociólogo británico Anthony Giddens (1991) ha denominado inseguridad ontológica, teniendo en cuenta influencias negativas de la modernidad y la posmodernidad en la vida personal y social. La inseguridad ontológica se opone a la seguridad ontológica o confianza básica, como lo planteara Erikson (1983), en quien Giddens se basa, para aludir, por oposición, a ambientes cada vez más desorganizados que debilitan actitudes de confianza y coartan sentimientos de continuidad y permanencia de las cosas, de las personas, del sí mismo y de la identidad personal. En tal sentido, Giddens coincidiría con Bronfenbrenner (2001b) quien, preocupado por los efectos de contextos cada vez más caóticos en las vidas de niños, jóvenes y familias, se preguntaba ¿cómo revertirlos?

Las anteriores consideraciones, derivadas de y relacionadas con los modelos y las teorías de Bronfenbrenner sobre el desarrollo, reafirman, una vez más, la intrincada relación entre contextos sociales y comportamiento y desarrollo individuales. Enfatizan, a la vez, la importancia del desarrollo temprano en la vida posterior, incluyendo, obviamente, la vejez. Todo ello, en concordancia y complementariedad con la perspectiva del transcurso vital y la psicología social del desarrollo.

La cultura como parte de los contextos del desarrollo

El antropólogo estadounidense Clifford Geertz (1926-2006) se refería a la cultura entendiéndola como un contexto que implica sistemas simbólicos de interacción y entramados de significaciones, mediante los cuales las personas se comunican, desarrollan conocimientos y actitudes hacia la vida, interpretan el mundo y orientan su comportamiento. Consideraba que la conceptualización científica de la cultura per-mite comprender las relaciones entre los seres humanos y sus contextos, y enfatizaba la importancia del análisis cultural, en sentido profundo, como esfuerzo intelectual para comprender hechos y significados del comportamiento humano (Geertz, 1973/1987).

Este enfoque diferencial y contextualizado de la cultura y de los seres humanos, coherente con la propuesta de una psicología social del envejecimiento, enriquece la perspectiva del transcurso vital como alternativa paradigmática del desarrollo-envejecimiento a lo largo de la vida. Constituye, además, un marco de referencia privilegiado para analizar cómo las interpretaciones de la vida y del mundo orientan los comportamientos de las personas.

A propósito, nos interesa preguntarnos por las interpretaciones y los comportamientos que, a través del tiempo, en diferentes culturas, se han dado con respecto al envejecimiento, a la vejez y al transcurso total de la vida. Featherstone y Wernick (1995), editores de un libro sobre representaciones culturales del envejecimiento y la vejez a través de diversas épocas y entornos culturales, afirman que, al respecto, parece haber un vacío de estudios culturalmente contextualizados y, al mismo tiempo, interpretaciones del envejecimiento, la longevidad y el transcurso de la vida, que oscilan entre lo milagroso y lo atemporal.

En la mencionada obra, el sociólogo Stephen Katz (1995) se refiere a diversas formas de imaginar el transcurso vital a través del tiempo, desde percepciones premodernas predominantes en épocas como la ilustración y el renacimiento, en las cuales la longevidad se consideraba un milagro, hasta visiones posmodernas, centradas en la atemporalidad como una manera de negar y escapar de la historia. Katz concluye que, revisando la historia cultural, tanto pasada como presente, podemos aprender que, inclusive una imagen supuestamente universal, como es la del transcurso de la vida, da paso a interpretaciones y discursos que consideran que el vivir, el envejecer y el morir son atemporales.

Aunque el propósito fundamental de este artículo no sea detenerse en el análisis de percepciones, creencias e imágenes comúnmente asociadas al vivir-envejecer, a la vejez y al transcurso de la vida en general, sí conviene llamar la atención sobre la abundancia de visiones estereotipadas, prejuiciosas y evasivas al respecto. Existen visiones coherentes con lo que Butler (1969) denominara ageism y que, pese al cada vez mayor número de estudios e investigaciones que las contradicen, sustentan discursos académicos, políticas públicas y prácticas sociales, supuestamente orientados a mejorar condiciones y estilos de vida, pero que, paradójicamente, contribuyen a lo contrario.

Llama la atención que, como lo señalan Rice et al. (2002), mientras el promedio de vida aumenta en forma llamativa, nuestras expectativas culturales acerca del envejecimiento y del transcurso de la vida no parecen haber cambiado. En un sentido similar, se pronuncia la socióloga Gunhild Hagestad (1998), al deplorar que los cambios demográficos y científicos hayan influido tan poco en configurar las imágenes y las políticas acerca del envejecimiento y de la vejez.

Como consecuencia de lo anterior, Hagestad plantea que es preciso revisar y transformar nuestras maneras de pensar, nuestro lenguaje, nuestras conversaciones cotidianas y, por supuesto, nuestras formas de educación y nuestra cultura en general, para que sean coherentes con las transformaciones demográficas y con las lecciones más recientemente aprendidas acerca del envejecimiento humano. También psicólogos latinoamericanos como Patiño (2002), Iacub (2002) y Parales (2010) coinciden en cuestionar la perspectiva del envejecimiento, la vejez, la gerontología y la psicología, más cercanas a miradas ingenuas e ideologizadas que a los conocimientos científicos.

Patiño (2002) se refiere a la necesidad de controvertir prácticas sociales fundamentadas en concepciones ideológicas, eufemísticas y unidimensionales, acudiendo, para lograrlo, a perspectivas coherentes con el humanismo y la trasdiciplinariedad. En concordancia con ello, propone que la psicología social y la psicología política investiguen, revisen y contribuyan a transformar percepciones, conceptos y procesos que distorsionan, ocultan y favorecen la marginación de las personas en la vejez.

Iacub (2002) invita a un renovado estudio de la gerontología, al cual denomina postgerontología, planteando la necesidad de enfoques políticos, culturales y éticos del envejecimiento y la vejez que faciliten la reflexión crítica y transformadora de modelos basados en concepciones normativas y en criterios de edad. La postgerontología supone desestabilizar los relatos de la gerontología acrítica e ingenua, así como las miradas al desarrollo individual sustentadas en tales relatos.

Parales (2010), partiendo de considerar las interacciones individuo-sociedad y la percepción social como aspectos centrales de la psicología en general y de la psicología social, respectivamente, alude al error fundamental de atribución, que consiste en desconocer o atenuar la influencia del contexto y de los factores situacionales, y en sobreestimar los factores personales, cuando se trata de explicar el comportamiento. Postura concordante con las miradas ingenuas y acríticas de la psicología social y de la psicología del desarrollo y que, en el caso del desarrollo-envejecimiento humano, refuerza el statu quo, así como los modelos deficitarios y fatalistas del envejecimiento, desconociendo su carácter de construcción social enmarcada histórica y socio-culturalmente.

Desde otras latitudes, autores como Hofer y Piccini (2010), abogan por lo que denominan una ciencia integradora del desarrollo y el envejecimiento a través del transcurso vital. Esta perspectiva requiere un marco de referencia que involucre interdisciplinariedad, enfoques colaborativos y multimetodológicos que consideren aspectos individuales y socioculturales y contribuyan al entendimiento y a la comprensión de cómo y por qué los individuos cambian a lo largo de sus vidas.

El filósofo y educador Harry R. Moody (2010) considera que revisar ideas y contenidos claves de la gerontología puede convertirse en una oportunidad para el desarrollo de un pensamiento crítico y para reflexionar más profundamente acerca de conceptos enraizados en el estudio tradicional del envejecimiento. Moody afirma que no se trata de buscar "la respuesta correcta", sino de apreciar la necesidad de con-tar con un marco de referencia para interpretar y juzgar de manera responsable, reconociendo la transitoriedad de las "verdades" científicas.

A propósito de la revisión de las ideas y contenidos de la gerontología propuesta por Moody, es posible volver sobre el planteamiento que acerca de la arquitectura incompleta del desarrollo ontogenético hiciera Baltes (1997), refiriéndose a la creciente brecha entre la biología y la cultura en el transcurso vital individual. Dicho planteamiento puede llevarnos a considerar, desde una perspectiva sociodemográfica y cultural, la existencia de otra arquitectura incompleta, ya sugerida por Hagestad (1998) y por Rice et al. (2002): la brecha que implican el envejecimiento demográfico y el aumento de la esperanza de vida humana, junto con el incremento en los conocimientos científicos acerca del transcurso vital y el envejecimiento, por una parte, y los significados e interpretaciones que damos a los mismos, por otra. Interpretaciones y significados que parecen haberse quedado rezagados y casi inamovibles.

Conclusiones

Partiendo de evidenciar el envejecimiento demográfico y la mayor longevidad humana como características del presente siglo XXI, se han planteado posturas críticas de la psicología social y del desarrollo, proponiendo su integración en una psicología social del envejecimiento. Psicología social del envejecimiento coherente con una perspectiva contextual dialéctica e integrativa del transcurso vital, complementada con aportes de la ecología del desarrollo, así como con una mirada antropológica de la cultura.

Con base en lo anterior, podemos concluir que el transcurso vital constituye un proceso de desarrollo-envejecimiento permanente, entendido como construcción biológica y socio-cultural, en la que están siempre presentes cambios contextuales e individuales interrelacionados. Lo anterior equivale a afirmar que somos individuos cambiantes en contextos históricos y culturales diferenciales y cada vez más cambiantes.

El transcurso vital ha de entenderse como proceso permanente de cambio, influenciado por expectativas sociales referentes a la edad, por condiciones históricas específicas y por acontecimientos individuales únicos. En el transcurso de la vida, se combinan, de forma permanente, ganancias y pérdidas. Del mismo hacen parte los procesos de selectividad progresiva de metas —incluyendo el predominio de metas socioafectivas—, de optimización de habilidades, así como de compensación de pérdidas.

Se enfatiza que la edad, por sí sola, resulta irrelevante, dado que no es el tiempo vivido, sino lo vivido en el tiempo lo que constituye el transcurso vital individual. Trascurso que requiere, para su comprensión, alternativas de estudio coherentes con su carácter multidimensional, procesual, dialéctico, histórica y culturalmente contextualizado, teniendo siempre presentes los cambios individuales y los cambios histórico-culturales. Alternativas de estudio que contemplen el trascurso vital como un todo, atendiendo, además, a los trascursos cotidianos de la vida que la conforman progresivamente.

Como corolario, se plantea la necesidad de superar visiones ingenuas, acríticas y ahistóricas del desarrollo-envejecimiento y del transcurso vital en su totalidad. Se pretende, en cambio, que los conocimientos científicos, basados en investigaciones espacio-temporalmente contextualizadas, en revisiones conceptuales y análisis críticos, orienten las prácticas sociales, las políticas públicas, los programas comunitarios. Con base en ello, se busca superar las brechas entre la biología y las metas culturales individuales (en el caso del desarrollo ontogenético) así como las brechas entre los logros sociodemográficos y científicos, por un lado, y las creencias, imágenes y representaciones culturales acerca de la vida, del envejecimiento y de la vejez, por el otro. Solo así podremos construir sociedades que sean realmente y en la práctica, para todas las personas de todas las edades y condiciones.


* La autora agradece a Lina Paola Lara Negrette, psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia y asesora de la Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano, su colaboración en la revisión y la edición de la versión final de este artículo.

** Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano: www.fundacioncepsiger.org.

1 Fundamental es insistir en no confundir el proceso de envejecimiento, el cual comienza al nacer y termina al morir, con la condición de la vejez, que equivale a la fase final del envejecimiento: cuando más se ha vivido.

2 El término ageism se refiere a estereotipos, prejuicios y discriminación de personas o grupos por razones de su edad. Fue acuñado en 1969 por el médico psiquiatra y gerontólogo estadounidense Robert Butler (1927- 2010).


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