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Revista Colombiana de Psicología

versão impressa ISSN 0121-5469

Rev. colomb. psicol. vol.24 no.1 Bogotá jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/rcp.v24n1.41439 

doi: 10.15446/rcp.v24n1.41439

Relación Entre las Estrategias de Manejo del Conflicto y la Percepción de la Violencia Situacional en la Pareja*

The Relationship Between Strategies for Conflict Management and the Perception of Situational Violence in Couples

Relação Entre as Estratégias de Administração do Conflito e a Percepção da Violência Situacional no Casal

MARÍA DEL PILAR MÉNDEZ SÁNCHEZ
MIRNA GARCÍA MÉNDEZ
Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., México

Cómo citar este artículo: Méndez Sánchez, M. del P., García Méndez, M. (2015). Relación entre las estrategias de manejo del conflicto y la percepción de la violencia situacional en la pareja. Revista Colombiana de Psicología, 24(1), 99-111. doi:10.15446/rcp.v24n1.41439

La correspondencia relacionada con este artículo debe dirigirse a María del Pilar Méndez Sánchez, e-mail: mendezsanchezp@gmail.com; o Mirna García Méndez, e-mail: mina@unam.mx. Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Carrera de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México, Guelatao No. 66, Edificio de Gobierno, Colonia Ejército de Oriente, Delegación Iztapalapa, Distrito Federal, México. CP: 09230.

ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
RECIBIDO: 7 DE ENERO DEL 2014 - ACEPTADO: 4 DE NOVIEMBRE DEL 2014

* La presente investigación fue realizada gracias al apoyo del Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad Nacional Autónoma de México.


Resumen

Se buscó determinar si las estrategias de manejo del conflicto influyen en la violencia situacional en la pareja. A una muestra de 342 participantes se le aplicó la Escala de Estrategias de Manejo de Conflicto y la Escala de Violencia en la Pareja. Los resultados indicaron que los hombres muestran mayor afecto, tiempo y acomodación que las mujeres ante los conflictos de pareja; sin embargo, ellas perciben más violencia física y económica, así como mayor intimidación y humillación/devaluación. Un modelo estructural para el análisis de los datos mostró que la violencia fue predicha por las dimensiones de las estrategias de manejo del conflicto de evitación, tiempo, afecto, acomodación y reflexión/comunicación.

Palabras clave: violencia situacional, conflicto, parejas, evitación, modelos estructurales.


Abstract

The objective of this study was to determine whether conflict management strategies influence situational violence in couples. The Conflict Management Strategies Scale and the Violence in Couples Scale were used with a sample of 342 participants. Results indicated that men show greater affection, time, and accommodation than women in cases of conflict; whereas women perceived greater physical and economic violence, as well as more intimidation and humiliation/devaluation. An structural equation model for data analysis showed that violence was predicted by the conflict management dimensions of avoidance, time, affection, accommodation, and reflection/communication.

Keywords: situational violence, conflict, couples, avoidance, structural models.


Resumo

Pretendeu-se determinar se as estratégias de manejo de conflito influenciam na violência situacional no casal. A uma amostra de 342 participantes, foi aplicada a Escala de Estratégia de Administração de Conflito e a Escala de Violência no Casal. Os resultados indicaram que os homens mostram maior afeto, tempo e acomodação que as mulheres ante os conflitos do casal; contudo, elas percebem mais violência física e econômica, bem como maior intimidação e humilhação/desvalorização. Um modelo estrutural para a análise dos dados mostrou que a violência foi prevista pelas dimensões das estratégias de administração do conflito de evitação, tempo, afeto, acomodação e reflexão/comunicação.

Palavras-chave: violência situacional, conflitos, casais, evitação, modelos estruturais.


La violencia en la pareja no es un fenómeno unitario. Johnston y Campbell (1993) indicaron que cuando este fenómeno se caracteriza por el poder, el control y afecta sobre todo a la mujer se denomina violencia coercitiva de control; en cambio, la violencia en la que participan hombres y mujeres, que comúnmente surge de los conflictos, y que tiende a incrementarse si no se resuelve, es llamada violencia situacional en la pareja.

La violencia coercitiva de control tiene consecuencias más severas, en comparación con la situacional en la pareja (Johnson & Leone, 2005). Quienes la padecen exhiben más síntomas de estrés postraumático, llegan a utilizar fármacos y pierden sus trabajos. Estos dos tipos de violencia tienen el mismo riesgo de aparecer, independientemente de si la pareja vive casada o en unión libre (Brownridge, 2010).

Johnson (2008, 2011) distingue otros tipos de violencia, dependiendo el motivo del perpetrador: terrorismo íntimo, en la que el objetivo es el control de la pareja por el miedo, y resistencia violenta, en donde la violencia es perpetrada por las víctimas como autodefensa y expresión de ira contra una pareja violenta.

Moral de la Rubia y López (2012) reportaron que hombres y mujeres ejercen la violencia de manera similar. La violencia situacional es simétrica y bidireccional (Johnson, 2008), y además es un fenómeno multicausal en el que convergen aspectos de tipo psicológico, psicosocial, económico, cultural, genético, ambiental, familiar, personal, entre otros (Ocampo & Amar, 2011).

La probabilidad de ser víctima o agresor en la violencia en pareja en ciudades de Perú es similar tanto para hombres como para mujeres, e independiente del tiempo de convivencia. El patrón de características que predicen qué rol asume cada quien está asociado con haber sufrido niveles altos de violencia durante la niñez, tener actitud favorable hacia esta, consumir alcohol excesivamente, no tener grado académico y tener ingresos económicos bajos (Fiestas, Rojas, Gushiken, & Gozzer, 2012).

Corral (2009), en un estudio llevado a cabo con jóvenes españoles, encontró un patrón bidireccional de este tipo de agresiones y mencionó que no se encontraron índices altos de severidad de violencia entre los jóvenes. Esto se ajustaría a la clasificación de violencia situacional, que generalmente tiene su motivo en el conflicto.

En otro estudio, Vizcarra y Póo (2011), en una muestra de estudiantes chilenos, encontraron una frecuencia levemente mayor de agresiones de parte de las mujeres. Este hecho se interpretó como un subreporte por parte de los varones, dado que ellas están más dispuestas a reportar la violencia porque existe menor sanción social. Este hallazgo también fue interpretado como una distribución de poder igualitaria en las relaciones intergénero.

Rodríguez (2014) encontró que la tendencia predominante ante el conflicto de pareja en venezolanos es la agresión psicológica, recíproca y de moderada asiduidad. Algunos datos reflejaron diferencias significativas en la prevalencia de victimización por abuso físico leve. En este caso, una proporción mayor de hombres sufrió este tipo de maltrato. Asimismo, los datos demuestran que las mujeres reportan un uso más frecuente de agresión psicológica y física leve, y que los hombres revelan ser agraviados más veces por medio de estas formas de abuso.

En México, Moral de la Rubia y López (2014) reportaron que la unidimensionalidad de la violencia en la pareja solo se dividía en ejercida y recibida; ajustada al modelo de violencia situacional y violencia coercitiva (terrorismo íntimo). Estos autores explicaron los niveles equivalentes de maltrato entre ambos sexos, y concluyeron que es un error promover intervenciones que solo consideren a la mujer como víctima y al hombre como perpetrador. Cáceres (2011) encontró que, en ámbitos clínicos, tanto hombres como mujeres dicen haber sido víctimas de violencia. Sin embargo, este autor menciona la tendencia a maximizar la violencia recibida y minimizar la ejercida. Ibaceta (2011) propone que la violencia situacional en la pareja podría ser abordada en la terapia de pareja conjunta, siendo el terrorismo íntimo un caso más específico para el aspecto legal y psiquiátrico.

Desde una perspectiva de género, las mujeres presentan más violencia física, psicológica, sexual (Cáceres, 2011; Cantera & Blanch, 2010), económica e intimidación; siendo el hombre el perpetrador (Cienfuegos, 2010). La Organización Mundial de Salud (OMS, 2013) reportó que en todo el mundo el 30% de las mujeres que han mantenido una relación sentimental ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja, y en algunas regiones, como América Latina, este porcentaje puede llegar al 38%.

En México, los estudios sobre este fenómeno indican que 63 de cada 100 mujeres han padecido algún incidente de violencia por parte de su pareja o alguna persona allegada a ellas; 47 de cada 100 han sido agredidas por su actual o última pareja en algún momento de la relación. Adicionalmente, también han mostrado que la prevalencia es mayor cuando viven en unión libre (49.3%), que cuando están casadas (43.2%; Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2013).

Otros estudios señalan que las mujeres mayores de 15 años alguna vez casadas o en unión libre han presentado una relación violenta, en aspectos psicológicos, físicos y sexuales (Morales-Reyes, Alonso-Castillo, & López-García, 2011). La agresión por parte de la pareja hombre ha sido asociada con el uso de alcohol, los celos (Espinosa, 2010), la falta de comunicación, la personalidad, el tiempo que se dedica a la relación, los problemas económicos, la sexualidad y diferencias en educación, intereses y gustos (Arnaldo, 2001).

Estar expuesto a la violencia de pareja tiene un impacto mayor en las mujeres. Ellas reportan disminución en su salud física y más depresión y miedo que los hombres (Sillito, 2012). Las mujeres diagnosticadas con trastorno depresivo presentan una frecuencia mayor de violencia física, relaciones sexuales forzadas y amenazas de muerte (Tiburcio, Natera, & Berenzon, 2010).

Rojas-Solís (2013) considera que si bien en la literatura anglosajona la bidireccionalidad de la violencia es ya un debate de lleno, en México esta discusión apenas empieza. Y, sin cuestionar la lucha contra la violencia hacia la mujer, menciona que es importante no enquistar la investigación desde la perspectiva de género, así como proponer nuevos enfoques que consideren un punto de partida neutral, o por lo menos no nieguen el carácter bidireccional de la violencia.

Herrera (2013) señaló que del total de las mujeres que reportan haber sufrido violencia (46%) solo el 14% acude a alguna instancia pública para denunciarla o recibir atención psicológica. Hecho que dificulta conocer el tipo de violencia que padecen.

Un factor asociado a la violencia situacional en la pareja son los conflictos que se dan en la dinámica familiar (Corral, 2009). Estos son desacuerdos que ocurren entre dos o más personas cuando al menos una de ellas hace algo que impide que la otra se sienta bien o haga lo que necesita; lo que provoca un choque entre ambos (Marinés, 1996). Por lo general, se aprende a valorar los conflictos como negativos, pero son desacuerdos entre las personas que muchas veces pueden ser constructivos (Cascón, 2006).

Las parejas ante un conflicto utilizan estrategias tales como comunicación y negociación, automodificación, evitación, acomodación, tiempo, coerción, reflexión, negociación, control, entre otras (Díaz-Loving & Sánchez-Aragón, 2002). Investigaciones sobre las estrategias ante este tipo de situaciones han indicado que a más cohesión y satisfacción marital menos conflictos-desacuerdos y conflicto-agresión (Mosmann & Wagner, 2008); además, que ante la estrategia de control por parte de la pareja hay una menor satisfacción marital para las mujeres (Wheeler, Updegraff, & Thayer, 2010).

Reportes sobre manejo del conflicto indican que los hombres usan más la no-confrontación que las mujeres, y estas últimas, más el control (Wheeler et al., 2010). Los hombres indican tener un mayor consenso, más satisfacción y cohesión en comparación con la mujeres (Cáceres, 2011). Por otro lado, ellas presentan más afecto y evitación. Arnaldo (2001) reportó que los hombres consideran que las estrategias de automodificación y acomodación son más eficaces para enfrentar los conflictos. En otro estudio, Méndez, Andrade y Peñaloza (2013) señalan que los hombres tienden a utilizar la evitación, mientras que las mujeres usan la negociación/comunicación ante los problemas.

El empleo del estilo de afrontamiento pasivo (evitación y acomodación) predice la violencia recibida; y del estilo activo (afecto y reflexión), la violencia ejercida y recibida (Moral de la Rubia & López, 2012).

En lo concerniente a la relación entre la violencia y el conflicto, Cienfuegos (2010) reporta tres situaciones: (a) las personas que buscan solucionar sus conflictos mediante la promoción de la comunicación y el diálogo (racional/reflexivo), son pacientes, evitan dañar a la pareja y consideran la posición del otro (automodificación). Suelen no ser receptores de violencia económica, psicológica, física o sexual; (b) los que se alejan y muestran indiferencia. Ejercen y reciben violencia por parte de su pareja de manera frecuente; (c) quienes ceden y aceptan ser culpables. Su pareja utiliza el dinero para controlarlos (violencia económica), los insulta, los amenaza e incluso golpea (violencia física/intimidación).

En el caso de las mujeres, Cienfuegos (2010) presenta lo siguiente: (a) las que responden de manera afectuosa suelen ser receptoras de violencia económica, psicológica y sexual. Ejercen menos violencia psicológica con su pareja; (b) las que reportan ser pacientes, prudentes, evitan a su pareja (automodificación) y ejercen menos violencia; (c) quienes utilizan la evitación, ceden y aceptan ser culpables de los conflictos (acomodación), muestran altos niveles de violencia económica, psicológica, sexual y física.

A partir de la evidencia empírica y la revisión de la literatura, el presente estudio tuvo como objetivos:

    1. Identificar si existen diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en las estrategias de manejo del conflicto y la percepción de violencia situacional en la pareja. Se espera que esto no se dé en las medias, ya que la percepción de la violencia situacional es simétrica y bidireccional (Johnson, 2011; Moral de la Rubia & López, 2012). En el caso de las estrategias de manejo del conflicto, sí se espera encontrar dichas diferencias, debido a que hombres y mujeres utilizan diferentes estrategias para manejar sus conflictos en pareja (Arnaldo, 2001; Cáceres, 2011; Méndez et al. 2013).

    2. Determinar si las estrategias de manejo del conflicto predicen la violencia situacional en la pareja y obtener un modelo para identificar cuáles cumplen esa función.

Método

Participantes

La muestra estuvo conformada por 342 participantes (150 hombres y 192 mujeres), de la zona urbana de la delegación Coyoacán del Distrito Federal en la Ciudad de México. La selección se hizo de manera no probabilística. Los criterios de inclusión para participar en esta investigación fueron tener pareja y al menos un hijo. Los participantes tuvieron una media de edad de 44.7 años (DE=7.78) y mencionaron tener una relación con su pareja con una moda de 20 años (M=20.19, DE=8.11). El 8.7% de la muestra indicó tener un hijo; el 44.9%, dos hijos; el 33.2%, tres hijos; el 9.3%, cuatro hijos; el 2.7%, cinco hijos, y el 1.2%, seis hijos.

Instrumentos

Escala de Estrategias de Manejo del Conflicto. Diseñada y validada en México por Rivera-Aragón, Cruz, Arnaldo & Díaz-Loving (2004). Es un instrumento autoaplicable que evalúa las estrategias de manejo del conflicto en la pareja, a partir de 34 reactivos divididos en cinco factores: reflexión/comunicación (e.g., “le pido que entre los dos lleguemos a una solución”), evitación (e.g., “me alejo de él/ella”), afecto (e.g., “le hago sentir que lo amo”), tiempo (e.g., “espero el momento oportuno para hablar”) y acomodación (e.g., “termino cediendo sin importar quién se equivocó”). Cada reactivo tiene 5 opciones de respuesta, a las cuales se les asignan valores progresivos de 1 a 5, donde 1 significa nunca; 2, casi nunca; 3, a veces; 4, casi siempre, y 5, siempre. Los autores de la escala reportaron índices de consistencia interna alpha de Cronbach superiores a .70, con una varianza explicada total de 53.48%.

Para confirmar la consistencia interna de la escala con la muestra de este estudio, se realizó un análisis de confiablidad alpha de Cronbach para cada uno de los factores. Se obtuvieron los siguientes valores: en el factor de reflexión/comunicación (10 reactivos), α=.724; en evitación (8 reactivos), α=.710; en afecto (5 reactivos), α=.641; en tiempo (6 reactivos), α=.774, y en acomodación (5 reactivos), α=.746.

Escala de Violencia en la Pareja. Es una escala validada en México por Cienfuegos y Díaz-Loving (2010) para evaluar la violencia que hombres y mujeres experimentan en su relación de pareja. La escala tuvo índices de consistencia interna alpha de Cronbach de .97, con una varianza explicada de 72.52%. La escala está distribuida en ocho factores: violencia física (e.g., “mi pareja me ha golpeado con un palo, cinturón o algo parecido”), violencia económica (e.g., “mi pareja controla el dinero y yo se lo tengo que pedir”), intimidación (e.g., “mi pareja ha amenazado con lastimarme”), violencia psicológica (e.g., “mi pareja me ha dicho que mi arreglo personal es desagradable”), control (e.g., “mi pareja me prohíbe que me junte o reúna con mis amigas”), humillación/devaluación (e.g., “mi pareja me trata como ignorante o tonta”), chantaje (e.g., “mi pareja me ha amenazado con quitarse la vida”) y violencia sexual (e.g., “mi pareja me ha pedido que realice actos sexuales que no deseo”). Los reactivos son contestados mediante una escala Likert, con las respuestas: nunca, rara vez, algunas veces, frecuentemente y siempre.

En el presente estudio se realizaron análisis de confiabilidad de cada una de las dimensiones, para confirmar la consistencia interna de los instrumentos. Los alfas obtenidos para esta muestra fueron: violencia física (16 reactivos), α=.839; violencia económica (11 reactivos), α=.884; intimidación (9 reactivos), α=.892; violencia psicológica (9 reactivos), α=.885; control (8 reactivos), α=.878; humillación (7 reactivos), α=.869; chantaje (5 reactivos), α=.743, y violencia sexual (4 reactivos), α=.671.

Procedimiento

Se obtuvo la autorización de las autoridades de una preparatoria ubicada en el Distrito Federal para enviar los cuestionarios a los padres de los estudiantes -por medio de sus hijos-, en un sobre que indicaba en la parte frontal el objetivo del estudio. En cada uno de los cuestionarios se solicitó la rúbrica de autorización para participar en la investigación. Los cuestionarios fueron recolectados 1 día después de haber sido enviados. Se indicó de manera escrita el anonimato de las respuestas y su confidencialidad.

Análisis Estadísticos

Los datos obtenidos se analizaron mediante el programa estadístico SPSS 21 y el programa de ecuaciones de modelos estructurales SPSS Amos 21.

Con el SPSS se aplicaron pruebas t para muestras independientes en cada uno de los factores de las escalas, con el fin de determinar si existían diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres. La asociación entre las variables se realizó mediante correlaciones de Pearson. Finalmente, con el objetivo de determinar la predicción de las estrategias de manejo de conflicto en la violencia en la pareja, se hicieron modelos de ecuaciones estructurales con el programa SPSS Amos, a través el método de máxima verosimilitud.

Resultados

Para lograr el primer objetivo de esta investigación (identificar si existían diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en las estrategias de manejo del conflicto y la percepción de la violencia situacional en la pareja) se realizó una análisis de diferencia de medias (prueba t de Student) para dos grupos con muestras independientes.

En la Tabla 1 se observa que se encontraron diferencias significativas en las estrategias de manejo del conflicto de afecto, tiempo y acomodación, siendo los hombres quienes puntuaron más alto en estas dimensiones. En la Tabla 2 se observan las diferencias significativas en la escala de Violencia en la Pareja. Las mujeres obtuvieron un puntaje mayor que los hombres en los factores de violencia física, violencia económica, intimidación y humillación/devaluación.

Para dar respuesta al segundo objetivo (determinar si las estrategias de manejo del conflicto predicen la violencia situacional en la pareja) se hizo, como primer paso, un análisis de correlación paramétrico r de Pearson para determinar la relación lineal y el cambio sistemático en las puntuaciones de las variables. Luego, se procedió a realizar el estudio de predicción, mediante ecuaciones de modelos estructurales, para determinar el coeficiente de predicción para las variables dependientes.

A partir del análisis de correlación entre los factores de la violencia en la pareja y las estrategias de manejo del conflicto, se encontraron correlaciones débiles a moderadas (véase Tabla 3). La reflexión/comunicación se correlacionó de manera negativa con la violencia física, la violencia económica, la intimidación, la humillación/devaluación y el chantaje. La estrategia de evitación se asoció positivamente con la violencia física, la violencia económica, la intimidación, la violencia psicológica, el control, la humillación/devaluación, el chantaje y la violencia sexual. La estrategia de manejo del conflicto de afecto se correlacionó de forma negativa con la violencia física, la violencia económica, la intimidación, la violencia psicológica, el control, la humillación/devaluación y el chantaje. El factor de tiempo se asoció negativamente con la violencia física, la intimidación, la violencia psicológica y la humillación/devaluación. Finalmente, la estrategia de acomodación se correlacionó de forma positiva con la violencia económica, la violencia psicológica, el control, el chantaje y la violencia sexual.

Ya que se comprobó la relación entre los factores de la escala de Estrategias de Manejo del Conflicto y la escala de Violencia Situacional en la Pareja, se prosiguió a determinar el efecto que tenían las dimensiones de la escala de Estrategias de Manejo de Conflicto en las dimensiones de la escala de Violencia Situacional en la Pareja, y se realizó un modelo de ecuaciones estructurales. Dicho modelo presentó los siguientes índices de ajuste: χ²=26.844 (24 gl, p>.05), CFI=.999, IFI=.999, RMSA=.019.

En la Figura 1 se muestra la representación gráfica del modelo estimado y los coeficientes estandarizados. El coeficiente de predicción para el factor de violencia física fue =.040, siendo los principales predictores los factores de evitación (β=.166, p<.05) y tiempo (β=-.111, p<.05). Para el factor de violencia económica el coeficiente de predicción fue =.096, los predictores fueron los factores de evitación (β=.211, p<.01), afecto (β=-.175, p<.01) y acomodación (β=.113, p<.05). La intimidación tuvo un coeficiente de =.060, los predictores fueron evitación (β=.221, p<.01) y tiempo (β=-.106, p<.01). La violencia psicológica mostró una =.119, sus predictores fueron los factores reflexión/comunicación (β=-.111, p<.01) y evitación (β=.296, p<.01). El factor control tuvo un coeficiente =.109, sus predictores fueron evitación (β=.254, p<.01), afecto (β=-.135, p<.01) y acomodación (β=.113, p<.01). El factor de humillación/devaluación tuvo un coeficiente de =.098, sus predictores fueron reflexión/comunicación (β=-.135, p<.01) y evitación (β=.245, p<.01). El factor chantaje presentó un coeficiente =.100, sus predictores fueron evitación (β=.229, p<.01) y tiempo (β=-.106, p<.01). Por último, la violencia sexual tuvo una =.065 y su predictor fue la evitación (β=.256, p<.01).

Discusión

En los resultados obtenidos se encontró que las mujeres reportan más violencia física y económica, intimidación y humillación/devaluación, datos que concuerdan con los presentados en otros estudios (Cáceres, 2011; Cantera & Blanch, 2010; Cienfuegos, 2010; Zamora et al., 2012). En este estudio no se encontraron diferencias entre hombres y mujeres en los factores de violencia psicológica, control y chantaje, lo cual apoya lo sugerido por Johnson (2011), quien indica que ambos miembros de la pareja ejercen violencia situacional ante la no resolución de los conflictos. Esto además confirma lo encontrado por Corral (2009), Moral de la Rubia y López (2014) y Rodríguez (2014) sobre la bidireccionalidad de la violencia en la pareja.

En cuanto a las diferencias por sexo en los factores de la escala de Estrategias de Manejo del Conflicto se encontraron diferencias en el factor de afecto, siendo los hombres quienes puntuaron más alto. Al parecer, en este estudio los hombres emplean el ser cariñosos y amorosos con la pareja como estrategia de resolución de conflictos. Estos datos no apoyan lo reportado por Cienfuegos (2010), cuyo estudio indica que son las mujeres quienes presentan más afecto. Además, los estereotipos dicen que las mujeres suelen mostrar más afecto y, por lo tanto, la no-agresión (López, Moral de la Rubia, Díaz-Loving, & Cienfuegos, 2013); o bien ellas actúan por lo general con más ternura y los hombres con más dureza (Cantera & Blanch, 2010). También se encontró que los hombres puntuaron más alto en acomodación, pero no se presentaron diferencias significativas en las dimensiones de evitación y reflexión/comunicación. Los resultados de esta investigación sugieren que el afecto (cariñoso, amoroso, amor) y la acomodación no son considerados una estrategia exclusiva de las mujeres para el manejo del conflicto con la pareja.

En el modelo estructural realizado para determinar el efecto que tienen las estrategias de manejo del conflicto en la violencia situacional de pareja, se observó que la estrategia que predijo más factores de violencia fue la evitación. Esta influyó de manera positiva en las formas de violencia física, económica, psicológica y sexual, la intimidación, el control, la humillación/devaluación y el chantaje. Moral de la Rubia y López (2012) ya habían reportado que la violencia recibida estaba asociada a la evitación. Cienfuegos (2010) también señaló que la evitación, no hablarle a la pareja o alejarse o mostrarse indiferente son comportamientos asociados con las personas que ejercen y reciben violencia contra y hacia su pareja de manera frecuente.

El factor tiempo, aquel que podría considerarse como la búsqueda del momento adecuado para buscar una solución al conflicto, fue predictor negativo de la violencia física, la intimidación y el chantaje. Un factor que sería similar a este es la automodificación, en la cual la persona busca controlar su propia conducta para resolver los conflictos e incluso evitarlos.

El factor de reflexión/comunicación predijo de forma negativa la violencia psicológica y la humillación/devaluación. Es decir, aquellas personas que prefieren no confrontar a su pareja y buscar la comunicación suelen presentar poca o nula violencia económica, psicológica, física y sexual (Cienfuegos, 2010). También el factor de afecto como estrategia de resolución del conflicto fue un predictor negativo de la violencia económica y el control. Esto coincide con lo que ha reportado López et al. (2013) acerca de que el afecto es un indicador de no-agresión y, por lo tanto, de no violencia.

Finalmente, el factor de acomodación, es decir, ceder y aceptar ser culpables de los conflictos, fue un predictor positivo de la violencia económica y el control. Estos datos concuerdan con los brindados por Cienfuegos (2010), al mencionar que las personas que utilizan esta estrategia para el manejo del conflicto suelen tener altos niveles del ejercicio y recepción de violencia económica, psicológica, sexual y física.

A partir de los resultados de este estudio se concluye que las estrategias de manejo del conflicto predicen la percepción de la violencia situacional en la pareja. Estos datos son relevantes debido a que en las familias (integradas por una pareja) la legitimación de la violencia ha servido como vía de control en aspectos personales y sociales de la identidad de sus integrantes, y como factor social que podría reproducirse (Mejía, 2006). Además, la violencia situacional es simétrica y bidireccional, lo que daña a ambos miembros de la pareja (Johnson, 2011). Por lo tanto, es recomendable que en los programas de prevención de la violencia se incluyan talleres sobre el manejo adecuado del conflicto con la pareja (Corral, 2009), con el fin de que los hombres y las mujeres tengan habilidades eficaces que les permitan resolver sus problemas antes de llegar a convertirse en conductas violentas. Ibaceta (2011) propone que la violencia situacional podría ser abordada desde la terapia conjunta.

Para finalizar, es importante señalar algunas limitaciones del presente estudio. En primer lugar, no se han considerado categorías o intervalos acerca de la severidad de la violencia presentada en la pareja. En segundo lugar, no se realizaron análisis de modelos estructurales por sexo. Adicionalmente, en el presente trabajo solo se tomó en cuenta la percepción que tenían los participantes acerca de la violencia que recibían y no la que ejercen. Cáceres (2011) menciona que generalmente se minimiza lo que se admite hacer y se maximiza lo que el otro infringe. Por esta razón, se recomienda incluir en posteriores estudios una medición de deseabilidad social. Otras limitantes son el tamaño y la falta de datos descriptivos de la muestra, por lo que se sugiere, para futuras investigaciones, ampliar el tamaño de esta e informar sobre el nivel socioeconómico de los participantes.


Referencias

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