LA RELACIÓN que se establece entre el adulto y el bebé durante su primer año de vida es fundamental para el desarrollo social, cognitivo y emocional del niño (Bornstein & Tamis-LeMonda, 2010; Jaffe, Beebe, Feldstein, Crown, & Jasnow, 2001; Kaye, 1986; Papoušek & Papoušek, 2002; Rivière, 2003; Schaffer, 1977; Trevarthen & Aitken, 2001). Este vínculo se va articulando en los reiterados encuentros interpersonales que se establecen en tiempo presente entre el adulto y su infante, para cuyo despliegue se utilizan diversas pautas de reciprocidad (miradas mutuas, sonrisas, gestos o ajustes de posturas corporales, vocalizaciones, etcétera; Español, 2012; Fogel & Garvey, 2007; Garvey & Fogel, 2007; Ribas & Seidl-de-Moura, 1999; Villalobos, 2006). Entre las múltiples pautas de reciprocidad, las actividades de coincidencia (acciones de los participantes que establecen coincidencia, congruencia o semejanza entre sus conductas) han sido señaladas como comportamientos que permiten establecer un grado especial de mutualidad entre los individuos (Beebe, Rustin, Sorter, & Knoblauch, 2003; Uzgiris, 1999; Uzgiris, Benson, Kruper, & Vasek, 1989). La imitación es la actividad de coincidencia por excelencia y, en los últimos años, se ha reconocido su importancia en los primeros contactos interpersonales del bebé con sus cuidadores, brindando evidencia de la temprana disposición del ser humano para involucrarse socialmente con el congénere (Killen & Uzgiris, 1981; Kugiumutzakis, 1998; Maratos, 1998; Meltzoff, 2010; Pawlby, 1977; Reddy, 2008; Trevarthen, 1998; Uzgiris, 1981, 1984). Sin embargo, la imitación no es la única actividad de coincidencia que aparece mencionada en la literatura sobre el tema. A mediados de la década de 1980, Stern y su equipo de investigación (Stern, 1991; Stern, Hofer, Haft, & Dore, 1985), indagando los modos en que se pueden compartir los afectos, identificaron otra actividad de coincidencia frecuente en las interacciones madre-bebé: el entonamiento afectivo. El presente artículo se propone revisar las investigaciones sobre entonamiento afectivo en interacciones tempranas adulto-bebé, que siguen la definición original propuesta por Stern (1991), quien lo concibe como un evento fugaz de interacción que sirve para establecer una sintonía afectiva momento a momento entre el bebé y su cuidador. Se reflexiona sobre la escasa cantidad de trabajos que siguieron esta línea original de trabajo y se proponen algunas posibles preguntas de investigación que la enriquezcan y le den continuidad.
Definición y Reconocimiento del Entonamiento Afectivo
El entonamiento afectivo es una pauta de comportamiento adulto que fue descubierto en el seno de investigaciones que indagaban los modos en que se pueden construir experiencias interafectivas (Stern et al., 1985). Originalmente fue observado en el juego espontáneo madre-bebé alrededor de los 9 meses de edad del niño (Stern et al., 1985) y, recientemente, ha sido observado desde los 2 meses (Español, Bordoni, Carretero Pérez, Martínez, & Camarasa, en prensa; Jonsson & Clinton, 2006; Jonsson, Clinton, Fahrman, Mazzaglia, Novak, & Sörhus, 2001). Es una pauta de interacción que, a simple vista, podría ser confundida con la imitación, sin embargo, son fenómenos que aunque pertenezcan a un mismo continuo merecen ser tratados como diferentes (Stern et al., 1985). En efecto, a diferencia de la imitación, los eventos de entonamiento afectivo se pueden reconocer cuando el adulto realiza una conducta abierta distinta a la del bebé, en la que mantiene y refleja ciertos rasgos de la conducta original: la intensidad, la organización temporal, la pauta espacial y/o la cantidad (Stern, 1991; Stern et al., 1985). Por ejemplo, si el bebé golpea sus manos contra una mesita tres veces, el adulto en lugar de imitarlo fielmente y golpear la mesa, puede vocalizar tres veces con el ritmo e intensidad de los golpes que observa en su bebé. De acuerdo con las investigaciones originales (Stern, 1991; Stern et al., 1985), haciendo esto, el adulto tiene la intención de indicarle al infante que comparte el estado afectivo que él o ella está sintiendo cuando realiza su acción. El adulto utiliza el entonamiento afectivo para sintonizar con la experiencia afectiva de su bebé. Cuando se imita no se puede reflejar con certeza que la comunicación se refiere a los afectos que se están sintiendo, ya que el foco de atención queda puesto en la acción global realizada (en el ejemplo mencionado, la acción de golpear la mesa).
La madre puede imitar las expresiones faciales y los gestos del infante, y este la vería haciéndolo. El problema consiste en que en tal caso el infante, a partir de la imitación de la madre, sólo podría saber que ella captó lo que él hizo; la madre habría reproducido las conductas abiertas, pero tal vez sin tener una experiencia interior análoga. (1991, p. 173)
En cambio, el entonamiento afectivo es una forma de actividad de coincidencia en la que la conducta del bebé no es repetida completamente, sino que se retoma e integra en una nueva unidad de comportamiento. Inicialmente, el entona-miento afectivo fue definido como una forma de imitación selectiva o parcial (Stern, 1991; Stern et al., 1985), pero más tarde se lo identificó como un tipo de coincidencia o emparejamiento de las formas dinámicas de la vitalidad1 (Stern, 2010a).
En esta redefinición del fenómeno se hace aún más evidente su diferenciación con la imitación, ya que la referencia del comportamiento cambia: mientras que la imitación se focaliza en la acción realizada, en el entonamiento afectivo se trata de compartir la forma dinámica de la vitalidad o el estado afectivo sentido durante la acción. En la propuesta original de Stern (1991), el entonamiento afectivo se entiende como un evento puntual de comportamiento adulto que sirve para compartir con el bebé los micro-cambios que momento a momento son vividos en la experiencia afectiva. Es el tipo inicial y sofisticado de conducta interactiva que nos permite compartir de manera no verbal la experiencia psicológica de sentir el perfil de activación somática que surge del despliegue del movimiento de la acción en el tiempo, transformando una experiencia de sentir individual en una experiencia compartida (López, 2011; Stern, 2010a, 2010b) y contribuyendo de esta manera al desarrollo del sí-mismo (Bleichmar, 2009; Stern, 1991). Concretamente, el entonamiento afectivo emerge cuando el adulto, respondiendo a la conducta del bebé, refleja la forma de la vitalidad de la acción infantil con un comportamiento diferente en el que establece coincidencias entre la duración, ritmo, pulso, cantidad, intensidad y/o pauta espacial de los comportamientos (Español et al., en prensa).
Dimensiones y Clases de Entonamiento Afectivo
Frecuentemente, los entonamientos afectivos atraviesan modalidades conductuales diferentes y por eso también se los ha definido como una coincidencia o correspondencia transmodal
que conllevan el hecho de estar vivos. Son experiencias afectivas que no se reflejan en el léxico de las emociones darwinianas, tristeza, alegría, etc. (Español, 2007), porque originadas en el movimiento, constituyen perfiles de activación en el tiempo que solo pueden describirse mediante términos dinámicos o cinéticos, los cuales se comparten a través del entonamiento afectivo y que se expresan con maestría en las artes temporales, como la música y la danza abstracta (Camarasa, 2011; Español, Martínez, Bordoni, Camarasa, & Carretero, 2014; Español, Bordoni, Martínez, Camarasa, & Carretero, 2015).
(Beebe et al., 2003); sin embargo, no siempre es así. Hay diferentes tipos de entonamientos afectivos (Stern et al., 1985). El entonamiento afectivo transmodal ocurre cuando en interacción con un bebé, el adulto cambia la modalidad de ejecución de la conducta del bebé, por ejemplo, cuando el ritmo de sus patadas se hace coincidir con el ritmo de las vocalizaciones. En cambio, el entonamiento intramodal ocurre cuando el adulto utiliza la misma modalidad conductual, pero comportándose de manera diferente; por ejemplo si el bebé hace tres gruñidos pulsados y la madre responde diciendo "¡ay, ay, ay!". Finalmente, se puede hacer un entonamiento mixto cuando se combinan un entonamiento intramodal y uno transmodal, por ejemplo si al ritmo de las pataditas del bebé, además de acompañarlo con vocalizaciones, se agrega el movimiento rítmico de los brazos y hombros como bailando la misma música.
Para que el entonamiento afectivo funcione, las diferentes expresiones conductuales deben ser intercambiables, deben compartir algún atributo o cualidad de percepción que sostenga la equivalencia y que, además, pueda ser percibida por el bebé. Los atributos de los comportamientos que permiten establecer los puentes necesarios para generar experiencias dinámicas equivalentes son la intensidad, la pauta espacial, la organización temporal y la cantidad (Stern, 1991). Todas estas son cualidades de estimulación que pueden ser abstraídas de las propiedades del mundo en todas las modalidades sensoriales y que, combinadas con la capacidad de percepción intersensorial, nos permiten tener una experiencia unificada de los eventos del mundo a partir del procesamiento de la información estimular que ingresa por los diferentes canales perceptivos.2
Se puede establecer la correspondencia entre los comportamientos a través de la intensidad absoluta de la conducta, por ejemplo el nivel de esfuerzo o energía generado en un grito puede ser equiparado por la presión o la fuerza de un abrazo. En otro caso, es posible establecer coincidencia en el perfil de intensidad de una acción, o sea reflejar el aumento o descenso de la fuerza y/o de la velocidad de los comportamientos. También, se puede equiparar el ritmo de las conductas (una pulsación con diferentes énfasis), como por ejemplo cuando un profesor de danza marca el tiempo del paso de vals diciendo "un, dos, tres". Otros de los rasgos que se pueden aparear son la duración de las conductas (el lapso que la conducta se prolonga en el tiempo) y el número o la cantidad, por ejemplo cuando a tres aplausos del bebé, la madre le responde con tres vocalizaciones. Por último, se puede hacer coincidir la pauta espacial de una conducta sin duplicar la acción global, por ejemplo cuando se hace corresponder el movimiento de abajo hacia arriba de los bracitos del bebé con la misma dirección de un movimiento de cabeza. Si bien es posible generar entonamientos afectivos a través de la coincidencia de un único rasgo amodal, generalmente se ponen en común más de uno (Stern et al., 1985).
Estudios Empíricos sobre Entonamiento Afectivo
Desde su formulación, el concepto de entona-miento afectivo ha sido ampliamente utilizado en discusiones teóricas en el ámbito clínico y académico (e.g., Beebe et al., 2003; Peixoto Junior & Arán, 2011; Sheets-Johnstone, 2008; Stern, 1995; Wright, 2009); pero, pese a la importancia que se le atribuye en el desarrollo vincular y afectivo infantil, los estudios de investigación en interacciones tempranas que siguen la propuesta original de Stern (1991; Stern et al., 1985) son relativamente escasos. Distintos factores pueden haber propiciado dicha situación. Por un lado, en muchas investigaciones posteriores se ha tomado el término "entonamiento afectivo" como un modo de calificar globalmente el comportamiento materno o el segmento de interacción social completa como entonada o no-entonada (e.g., Bartling et al., 2010; Feldman & Greenbaum, 1997; Hrynchak & Fouts, 1998; Legerstee et al., 2007; Markova & Legerstee, 2006). En tales trabajos, el entonamiento afectivo se refiere a la calidad de atención y de reciprocidad establecida entre los participantes y se habla de la "sintonía afectiva lograda" utilizando esta expresión para calificar la "calidad" de la sensibilidad materna. Este uso más laxo del término entonamiento afectivo ha conformado un fecundo campo de investigación, sin embargo, el uso de apreciaciones globales oscurece la sutileza de la micro-organización de los pequeños eventos que, momento a momento, permiten construir la reciprocidad en la interacción social (Forster & Iacono, 2013). Por otro lado, cabe destacar otra línea de investigación sobre el desarrollo de la intersubje-tividad temprana que nació contemporáneamente con los trabajos de Stern y que recientemente ha acuñado el concepto de musicalidad comunicativa, para referirse a la capacidad humana de sincronizar y congeniar con el gesto sonoro y motor del otro y de esta manera negociar intereses compartidos (Malloch & Trevarthen, 2009). Si bien los conceptos de musicalidad comunicativa, formas dinámicas de la vitalidad y entonamiento afectivo son muy cercanos, el concepto de musicalidad comunicativa contempla aspectos de la experiencia que no son exclusivamente dinámicos, como por ejemplo el tono y el timbre de las vocalizaciones (Stern, 2010a). En este sentido, ambas líneas de trabajo no se enfrentan, sino que más bien podrían complementarse.3 También es importante señalar que el cambio conceptual provocado por Stern en su último libro con el término formas dinámicas de la vitalidad (Stern, 2010a) ha engendrado una nueva línea de investigación que indaga las bases neurofisiológicas de la percepción de las formas de la vitalidad en la acción del otro, sin embargo, todavía no se ha avanzado en el estudio del entonamiento afectivo, es decir del establecimiento de coincidencias de las formas de la vitalidad en la interacción (di Cesare et al., 2013; Rochat et al., 2013). Finalmente, es importante señalar que los trabajos de Stern tienen un fuerte impacto en el ámbito clínico (Bleichmar, 2009), donde no es tan frecuente la realización de estudios cuyos resultados sean posteriormente publicados en revistas de investigación científica; sin embargo, es interesante mencionar una publicación reciente en Internet, en donde se informa la indicación del uso del entonamiento afectivo como una pauta de reciprocidad útil para que los padres de bebés con riesgo de presentar algún trastorno del espectro autista interactúen con sus hijos (Doyle & Kalmanson, 2017).
En este trabajo se revisan exclusivamente aquellas investigaciones que siguieron la línea original de la propuesta de Stern, porque se considera que la observación detallada momento a momento arroja luz sobre los recursos que tienen a disposición los adultos para establecer contacto psicológico con los bebés. La mayoría de los trabajos que siguieron esta propuesta de investigación son estudios transversales-observacionales que se concentran en describir el comportamiento materno en situaciones de juego diádico, durante el primer año de vida del niño.
En el estudio original de Stern et al. (1985) se observaron las filmaciones de situaciones de juego social de diez díadas madre-bebé (de entre 8 y 12 meses) y se registró que casi la mitad de las manifestaciones afectivas infantiles fueron respondidas por la madre con entonamientos afectivos. En dicho trabajo se reconoció y definió por primera vez esta pauta de comportamiento materno no-consciente que, a pesar de su alta frecuencia (1 evento cada 65 segundos de interacción), aún no aparecía mencionada en la literatura del área. Asimismo, los entonamientos afectivos se clasificaron de acuerdo a las modalidades conductuales implicadas, registrándose que la mayor parte fueron mixtos, luego transmodales y, por último, intramodales, dejando evidencia de cuán frecuente es el uso de equivalencias intersensoriales por parte de la madre en la interacción con su bebé. Se observó que la dimensión coincidente más frecuente fue la intensidad, luego la organización temporal y, finalmente, la pauta espacial o la forma. La mayoría de los entonamientos afectivos maternos ocurrieron en respuesta a las vocalizaciones del bebé, luego a los gestos y a las expresiones faciales. Las madres respondieron sobre todo utilizando vocalizaciones y expresiones faciales y, en menor medida, gestos de movimientos de cabeza y del cuerpo. En este estudio, sin embargo, no se indagó cómo es la relación entre las modalidades conductuales del bebé y de la mamá, es decir entre qué modalidades de conducta se establecen las correspondencias. Esto resulta ser un dato interesante para entender cómo se construye la reciprocidad en la díada. Asimismo, por una cuestión de definición metodológica, en este estudio los eventos de entonamiento afectivo observados se enfocaron en las respuestas maternas a las expresiones afectivas del bebé; sin embargo, al entender que el entonamiento afectivo es el establecimiento de coincidencia entre formas de la vitalidad y que estas acompañan a cualquier experiencia de movimiento (Stern, 2010a), puede pensarse que el entonamiento afectivo adulto podría emerger ante cualquier comportamiento infantil y no solo frente a expresiones afectivas. Entonces, sería interesante hacer una observación detallada de la interacción espontánea adulto-bebé y observar si emergen entonamientos como respuesta a comportamientos infantiles que no sean evidentemente "afectivos" Por último, en el trabajo mencionado se informa que los bebés no manifestaban ninguna muestra de haber percibido las pautas de entonamiento afectivo materno por lo que, a fin de indagar qué efecto podrían tener en el bebé, se tuvieron que realizar algunas perturbaciones en los entonamientos afectivos rutinarios de ciertas díadas pidiéndoles a las madres que exageraran o suavizaran la intensidad usualmente utilizada, para que no coincidieran con la expresada por el bebé. En estas situaciones, los bebés frenaron su acción y miraron a sus mamás, aparentemente reconociendo la discrepancia, por lo que se concluyó que ellos percibían los entonamientos afectivos maternos, aunque continuaran con su acción como si nada especial hubiese pasado.
Siguiendo con la línea del trabajo original, Haft y Slade (1989) evaluaron la relación entre el modelo de apego de la madres construido en su infancia con el uso que ellas hacían del entona-miento afectivo en la interacción con sus bebés de 9 a 13 meses. Encontraron que las madres con apego seguro mostraron un patrón de entona-miento afectivo más flexible y abierto, ya que sintonizaron con un rango más amplio de afectos (incluyendo afectos negativos). En cambio, las madres con apego no-seguro negligente fallaron consistentemente en reconocer y sintonizar con los afectos negativos manifestados por sus bebés. Estos resultados permiten observar que realmente existe un límite en el tipo de experiencias que pueden ser compartidas en la interacción madre-bebé, el cual dependerá, en parte, del tipo de apego que la madre haya desarrollado en su infancia. Cuando una mamá entona selectivamente un tipo particular de afecto, el bebé no solo aprende que ese estado tiene un estatus especial para su madre, sino que recrearlo es uno de los modos que dispone para establecer alguna unión intersubjetiva con ella, generando así una construcción particular del sí mismo del bebé.
Por otro lado, Szjnberg, Skrinjaric y Moore (1989) midieron los entonamientos afectivos maternos en interacciones diádicas con sus bebés gemelos y registraron en promedio 0.75 entonamientos afectivos por minuto. La cantidad de entonamientos afectivos en la interacción entre el bebé y la madre resulta de la combinación de las características individuales de ambos. Dichos investigadores encontraron que los hermanos monocigotos recibieron frecuencias de entonamientos maternos más semejantes que los hermanos dicigotos y sugirieron que esto podía ser a causa del grado de expresividad que estarían compartiendo los hermanos. Los autores clasificaron las díadas con "muchos entonamientos" y "pocos entonamientos" pero no hubo una asociación estadística entre la cantidad de entonamientos afectivos maternos y el tipo de apego demostrado por el bebé a los 17 meses en la tarea de separación de Ainsworth. En un estudio posterior, Siegel (1996; citado por Forster, 2011) tampoco halló asociación entre la frecuencia de entonamientos afectivos maternos y el tipo de apego desarrollado por los bebés. Esto sugiere que "si bien los eventos de entonamiento afectivo son interesantes para ser estudiados, estas interacciones parecen no ser suficientes para generar en los bebés sentimientos pronunciados de seguridad o inseguridad" (Siegel, 1996, p. 91; citado por Forster, 2011).
Los estudios hasta ahora mencionados se concentraron en la observación de interacciones espontáneas de madres con sus bebés a partir de los 8 meses de edad. En estudios más recientes, se registraron entonamientos afectivos maternos desde los 2 meses del bebé y se observó que estos ocurren frente a distintos comportamientos infantiles. Entre los 2 y los 12 meses del bebé, Jonsson et al. (2001) registraron un promedio de 11 actividades de coincidencia maternas (imitación y entonamiento afectivo) por cada 15 minutos de interacción de juego libre; esto es casi 1 evento de coincidencia por minuto. Alrededor de los 6 meses del bebé, se observó un cambio en el uso materno de la imitación y del entonamiento afectivo para compartir estados afectivos. Durante los primeros meses, la imitación predominó por sobre el entonamiento afectivo, mientras que después de este momento, el entonamiento afectivo se volvió más frecuente. Estos autores especulan sobre la posibilidad de que los cambios observados en las frecuencias relativas de las actividades de coincidencia de imitación y de entonamiento afectivo estén reflejando un cambio en la función que dichos comportamientos cumplen en la comunión afectiva de la madre con el bebé a medida que este crece. Sugieren que, en los primeros meses, la imitación de la madre -que suele recaer sobre las vocalizaciones y las expresiones faciales- llama la atención del bebé sobre ella favoreciendo el establecimiento de los intercambios intersubjetivos primarios cara a cara (Trevarthen, 1998) y que, un poco más adelante, el entonamiento afectivo podría estar ayudando a establecer y regular los encuentros triangulares de intersubjetividad secundaria, en los cuales el bebé establece contacto atencional con el adulto en referencia a un objeto (Trevarthen, 1998). En relación con esta hipótesis resultaría interesante indagar, por ejemplo, si la frecuencia de entonamientos afectivos maternos cambia dependiendo de si el bebé está utilizando o no un objeto durante el momento de interacción con la madre.
Posteriormente, Jonsson y Clinton (2006) realizaron un estudio acerca de cuáles son los tipos de comportamientos infantiles a los cuales las madres responden con entonamientos afectivos y observaron que fueron los comportamientos motores placenteros, la iniciación de algún efecto (comportamientos intencionales), la focalización de la atención en algún objeto (curiosidad), la pérdida de equilibrio, los comportamientos no controlados y las manifestaciones de malestar. Encontraron que es poco frecuente la ocurrencia de entonamientos afectivos asociados a la expresión de emociones básicas, lo que refuerza la observación de Stern (1991) acerca de que el entonamiento no es un proceso afectivo que involucre necesariamente las emociones darwinianas, sino que es un fenómeno que permite la comunión intersubjetiva en las experiencias de los afectos de la vitalidad o los sentimientos temporales y dinámicos (actualmente denominados formas de la vitalidad). Luego, agruparon a los bebés en dos grupos de edad (mayores y menores de 9 meses), pero no encontraron diferencias significativas en cuanto a la frecuencia de los temas conductuales asociados a la edad. Los investigadores sugieren que el entonamiento podría actuar como un reforzamiento en los comportamientos placenteros y como una ayuda para mantener concentrada la atención en los comportamientos de focalización, puesto que la mayoría de los entonamientos fueron provocados por comportamientos infantiles que involucraron experiencias de exploración, movimientos intencionales o esfuerzos por controlar su cuerpo y el mundo físico. Jonsson y Clinton (2006) especulan que el entonamiento afectivo podría funcionar como un medio para que el bebé monitoree la disponibilidad emocional de la madre en relación con él, y que a través de estos comentarios emocionales, simultáneos y no intrusivos la madre puede ayudar al desarrollo de la agencia y de la habilidad del bebé para moverse entre la experiencia subjetiva del sí mismo y la experiencia del mundo interpersonal y del mundo de los objetos. En esta línea, podría hacerse un estudio sobre la pauta de mirada del bebé en interacciones con objetos que sean acompañados por entonamientos afectivos maternos, en comparación con alguna otra pauta de reciprocidad (como, por ejemplo, comentarios o imitaciones) para poder evaluar si el entonamiento afectivo favorece el sostenimiento de la atención en la exploración de los objetos y si esto cambia con la edad.
El entonamiento afectivo forma parte de las respuestas intuitivas maternas que le proveen retroalimentación inmediata al bebé sobre su propio estado afectivo y sobre la conexión que hay con su madre; de este modo, le permite tener un acceso a sí mismo por la vía del otro (Wright, 2009). El acoplamiento o desacoplamiento de las formas de la vitalidad puede moldear lo que el infante hace y la manera en que se siente al hacerlo. "La comunión interpersonal, como es creada en el entonamiento, jugará un rol importante en el desarrollo del bebé para reconocer que los estados afectivos internos son experiencias humanas que pueden ser compartidas con otras personas" (Stern, 1985, pp. 151-152, citado por Haft & Slade, 1989, p. 161). La historia de entonamientos afectivos desempeñará un papel fundamental en el conocimiento que el bebé desarrolle acerca de cuáles son los estados internos que se comparten con otros seres humanos (Haft & Slade, 1989; Peixoto Junior & Arán, 2011; Stern, 1991, 1995). El estudio de Jonsson y Clinton (2006) mostró que los tres grupos temáticos más frecuentemente entonados por las madres (movimientos placenteros, iniciación de efectos y focalización de la atención) son experiencias afectivas positivas, agradables y marcadas por el interés o la curiosidad. Si bien los investigadores no dicen nada al respecto, se puede observar que la interacción se encuentra sesgada hacia entonar y compartir afectos positivos y agradables, dejando de lado las experiencias afectivas negativas. Esto deja abierta al menos dos preguntas: por un lado, ¿qué otros recursos ofrecen los adultos a los bebés para procesar las experiencias negativas o desagradables?, y por otro, aquellos bebés cuyos cuidadores fueron capaces de sintonizar tempranamente con sus experiencias negativas, ¿tendrán una mejor capacidad para regular sus emociones negativas?
Los efectos de ser entonado afectivamente.
Todos los estudios reseñados hasta el momento registraron y caracterizaron el uso del entonamiento afectivo por parte de la madre en la interacción lúdica con su bebé. Pero como toda pauta de reciprocidad, el entonamiento afectivo tiene dos caras: entonar y ser entonado. Recientemente, Bordoni et al. (2016) evaluaron el efecto que tiene el entonamiento afectivo adulto sobre la reacción visual del bebé, durante la segunda mitad del primer año de vida, en comparación con la imitación y con una situación de interacción social espontánea. Se trató de un estudio longitudinal experimental, en el que un investigador interactuó con los bebés a los 6, 9 y 12 meses, en tres condiciones controladas de interacción: entonamiento afectivo, imitación e interacción social prototípica. Los datos obtenidos en dicho estudio indican que el entonamiento afectivo y la imitación son actividades de coincidencia que generan diferente involucramiento visual con el adulto: el entonamiento afectivo generó menores valores de atracción visual en el bebé. De acuerdo con estos datos -y en línea con lo sugerido por Jonsson et al. (2001) y Jonsson y Clinton (2006)- los investigadores suponen que, en comparación con la imitación, el entonamiento afectivo puede funcionar como una pauta de reciprocidad que le permita al adulto acompañar al bebé en su interés creciente por la exploración del mundo de los objetos que aparece en la segunda mitad del primer año de vida. Es posible que la coincidencia establecida entre la intensidad y la pauta temporal de los comportamientos implicada en los entonamientos afectivos permita generar un encuentro intersubjetivo más allá del contacto visual. Desde la perspectiva del adulto, el ento-namiento afectivo puede servir para acompañar las acciones del bebé sin distraerlo. Desde la perspectiva del bebé, el entonamiento afectivo podría brindarle una experiencia de acompañamiento en sus actividades (Bordoni et al., 2016). Estos datos hacen pensar que los eventos de entonamiento afectivo pueden surgir en interacciones cuya disposición corporal no sea necesariamente cara a cara, e incluso que pueden ocurrir cuando el bebé se encuentra interactuando con algún objeto. Entonces, en esta línea de pensamiento sería útil estudiar si, en interacciones espontáneas, se encuentran diferencias en la frecuencia de entonamientos afectivos del adulto en función de si el bebé está o no interactuando con un objeto y en qué disposiciones corporales se registra una mayor frecuencia de entonamientos afectivos.
Conclusiones
En el presente artículo se revisaron aquellas investigaciones sobre entonamiento afectivo en interacciones tempranas adulto-bebé que siguieron la línea original propuesta por Stern, en donde se entiende al entonamiento afectivo como un comportamiento adulto que permite sintonizar momento a momento con la experiencia afectiva del bebé. Se desatacaron las modalidades de entonamiento afectivo y sus límites con otros fenómenos cercanos, como la imitación y la musicalidad comunicativa. Se ha llamado la atención sobre la escasez de estudios que siguen la línea de investigación original y, al respecto, se mencionaron algunos trabajos que utilizan el concepto de entonamiento afectivo en un sentido "laxo" para calificar la interacción madre-bebé de manera global, destacándose la importancia de mantener la mirada microanalítica que permite poner de relieve los recursos interactivos que construyen la interacción interpersonal momento a momento. Siguiendo la línea de investigación original se han destacado posibles vías para estudios futuros; por ejemplo, comparar, en interacciones espontáneas, si hay diferencia en la frecuencia de entonamientos afectivos en relación a la presencia de objetos o a las disposiciones corporales del bebé y del adulto en la interacción, o realizar microanálisis de la pauta de mirada del bebé antes, durante y después del entonamiento afectivo del adulto para evaluar si esta pauta de reciprocidad favorece la movilidad de atención del bebé entre la experiencia del sí mismo, la experiencia del mundo interpersonal y del mundo de los objetos. Por otro lado, los estudios revisados indican que el entonamiento afectivo surge fundamentalmente frente a expresiones afectivas positivas o neutras. En este sentido, resultaría interesante indagar qué otros recursos brindan los cuidadores a sus hijos para procesar las expresiones negativas o de malestar, y si hay diferencia en la regulación emocional en díadas donde los padres entonan afectivamente las expresiones de displacer de su hijo.
Asimismo, cabe destacar que todos los estudios revisados se limitan al primer año de vida del niño, por lo cual se considera conveniente extender su estudio por lo menos al segundo año. Finalmente, considerando que se están realizando ensayos clínicos que utilizan el entonamiento afectivo del adulto en la interacción con bebés con riesgo de sufrir algún trastorno del espectro autista, también sería interesante hacer una indagación experimental que permita evaluar los efectos que puede llegar a tener esta pauta de interacción en niños con diagnóstico confirmado.