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Revista Colombiana de Psicología

versión impresa ISSN 0121-5469

Rev. colomb. psicol. vol.27 no.2 Bogotá jul./dic. 2018

 

Editorial

Editorial


EL PROGRAMA Ser Pilo Paga ha generado un importante debate en relación con las políticas estatales para mejorar el acceso a la educación superior. Este programa consiste en un sistema de créditos condonables, concedidos a estudiantes de bajos recursos con desempeños académicos altos, para financiar sus estudios universitarios. En el centro del debate está la idea de que los recursos dedicados al programa podrían utilizarse con una mayor efectividad para aumentar la cobertura a través del crecimiento de las universidades públicas. Los defensores del programa sostienen —utilizando argumentos de teoría económica de carácter general— que este les permite a los estudiantes elegir las universidades de mayor calidad de acuerdo a sus criterios, lo cual justifica financiar la demanda y no la oferta.

En términos teóricos, dos asuntos resultan sorprendentes, tanto de esta defensa como del diseño del programa en general: el primero es la dependencia de la teoría del actor racional de la teoría económica, y el segundo —derivado del anterior—, es la forma en que se ignora la cantidad monumental de literatura dedicada a estudiar los efectos de los programas de ayuda financiera basados en créditos en la persistencia y graduación de los beneficiarios.

La dependencia de la teoría del actor racional es uno de los postulados de la economía neoclásica. Fundamentalmente, se asume, desde este punto de vista que, a la hora de tomar decisiones económicas, los humanos tienen racionalidad perfecta, conocimiento infinito y capacidad de procesamiento ilimitada, lo que les permite maximizar utilidades en cualquier nivel: en palabras de un famoso crítico de la teoría, se asume que los humanos tienen la mente de Dios. En relación con el programa Ser Pilo Paga, lo que esto implica es que se asume que los estudiantes son capaces de determinar con perfecta precisión su nivel de habilidad cognitiva y, derivado de esto, su capacidad para graduarse, así como la calidad de las instituciones a las que aplican y sus ganancias subsecuentes (véase, por ejemplo, Lyons & Hunt, 2003). En el mundo de los economistas —por lo menos los que creen en el actor racional—, no debería haber estudiantes que sean incapaces de graduarse dejando endeudadas a sus familias. En este mundo, tampoco existen estudiantes que confundan la visibilidad y falsa reputación de una institución con calidad académica, porque ellos saben de antemano mágicamente cuáles son los niveles de calidad de las instituciones y los ingresos derivados. Este modelo ha sido fuertemente cuestionado desde la psicología y la economía misma. El reciente nobel (¡de Economía!), Richard Thaler, es prueba de ello: ese y los de Kahneman, Shiller u Ostrom, entre otros. En un nivel específico, existe un cuerpo de evidencia amplio que señala que las personas sobreestiman sus capacidades cognitivas y su conocimiento (Kruger & Dunning, 1999; Rozenblit & Keil, 2002). Esto, en términos prácticos implica que ellos son incapaces de calcular su capacidad de graduarse. En una línea relacionada, existe evidencia de que los estudiantes son incapaces de determinar la calidad de las instituciones —confundiendo, por ejemplo, costo con calidad (Hossler, 2000)— y de hacer cálculos financieros complejos en relación con sus capacidad de endeudamiento y sus ganancias posteriores (Lyons & Hunt, 2003). En el caso del programa Ser Pilo Paga, la preferencia por instituciones regionales privadas de menor calidad que las públicas en los rankings internacionales, es un ejemplo de ello.

En relación con el segundo punto, es importante señalar que el programa se diseñó sin atender a la investigación previa en el área. Esta investigación muestra que las tasas de retiro en los programas de ayuda financiera para educación superior son muy altas (Henry, Rubenstein, & Bugler, 2004), que la presentación de esta ayuda en forma de préstamos aumenta la deserción (Alon, 2007; Cofer & Somers, 2000) y que los efectos psicológicos negativos de la adaptación de estudiantes no tradicionales a universidades de élite son muy altos (Castillo, Conoley, & Brossart, 2004; Crockett et al., 2007). Se ignora, además, la evidencia que muestra que los estudiantes se adaptan mejor a ambientes universitarios con características socioeconómicas similares a las de los becarios, y que una mayor diversidad estructural contribuye al bienestar de los estudiantes (Allen, 1992; Cofer & Somers, 2000; Hayes, Cunningham, & Courseault, 2006; Leyton, Vásquez, & Fuenzalida, 2012). Estos problemas de diseño apenas se empiezan a ver y el costo humano a mediano plazo apenas se vislumbra. Un informe reciente sobre el programa sostiene que los estudiantes becados se retiran menos, pero pierden más materias que los estudiantes tradicionales (Londoño-Vélez, Rodríguez, & Sánchez, 2017). Lo harán mientras puedan. Y después, los costos los asumirán sus vidas y sus familias.

Digo todo esto porque en ambos niveles del debate, la psicología y en general las ciencias sociales han sido ignoradas, a pesar de tener mucha más investigación de dominio específico sobre el tema que otras disciplinas —por ejemplo, el derecho y la economía— que dependen de modelos teóricos generales multi-uso. En este caso, como en muchos otros, los constructores de política pública se dejaron guiar más por el prestigio social y no por la investigación comprobada y demostrada en el área. Es entendible que lo hicieran, ya que a pesar de lo que sostenga la economía clásica, ni siquiera los expertos en política pública son actores racionales.

Referencias

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Alon, S. (2007). The influence of financial aid in leveling group differences in graduating from elite institutions. Economics of Education Review, 26, 296-311. [ Links ]

Castillo, L. G., Conoley, C. W, & Brossart, D. F. (2004). Acculturation, white marginalization, and family support as predictors of perceived distress in mexican american female college students. Journal of Counseling Psychology, 51, 151-157. [ Links ]

Cofer, J., & Somers, P. (2000). A comparison of the influence of debt load on the persistence of students at public and private colleges. Journal of Student Financial Aid, 30, 39-58. [ Links ]

Crockett, L. J., Iturbide, M. I., Torres Stone, R. A., McGinley, M., Raffaelli, M., & Carlo, G. (2007). Acculturative stress, social support, and coping: Relations to psychological adjustment among Mexican American college students. Cultural Diversity and Ethnic Minority Psychology, 13, 347-355. [ Links ]

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Kruger, J., & Dunning, D. (1999). Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one's own incompetence lead to inflated self-assessments. Journal of Personality and Social Psychology, 77 1121-1134. [ Links ]

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Londoño-Vélez, J., Rodríguez, C., & Sánchez, F. (2017). The intended and unintended impacts of a merit-based financial aid program for the poor: The case of Ser Pilo Paga. Documentos CEDE, 24, 1-54. [ Links ]

Lyons, A. C., & Hunt, J. (2003). The Credit practices and financial education needs of community. College students. Financial Counseling and Planning Journal, 14, 63-74. [ Links ]

Rozenblit, L., & Keil, F. (2002). The misunderstood limits of folk science: An illusion of explanatory depth. Cognitive Science, 26, 521-562. [ Links ]

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