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Revista Colombiana de Psicología

versão impressa ISSN 0121-5469

Rev. colomb. psicol. vol.29 no.1 Bogotá jan./jun. 2020

https://doi.org/10.15446/rcp.v29n1.76536 

Artículos

Desentendimiento Moral y Atribución de Culpa: Encuentros y Desencuentros en el Estudio de la Cognición Moral

Moral Disengagement and Attribution of Blame: Convergences and Divergences in the Study of Moral Cognition

Desentendimento Moral e Atribuição de Culpa: Encontros e Desencontros no Estudo da Cognição Moral

CAMILO O. MORENO-ROMERO1  * 

1 Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia


Resumen

El estudio de la cognición moral pareciera estar marcado por dos tradiciones: una centrada en el estudio del procesamiento de información referente a la causalidad y la intencionalidad, y otra que, con origen en posturas sociocognitivas, privilegia la agencia moral y regulación conductual más allá del procesamiento. Así, pareciera existir una brecha entre el estudio del razonamiento y el estudio de la conducta cuando se habla de moral. La presente propuesta muestra una interacción entre un modelo de culpa (path model), centrado en el procesamiento de información, y el desentendimiento moral (DM) como un conjunto de justificaciones de la conducta inmoral. Si bien la integración no es completa, aporta a una visión de la cognición moral centrada en la regulación social y en las interacciones entre juicios y respuestas evidentes en las interacciones sociales. Adicionalmente, como producto de la interacción se presenta una propuesta metodológica para indagar por el origen del DM en el desarrollo.

Palabras clave: atribución de culpa; cognición moral; desarrollo; desentendimiento moral; intencionalidad

Abstract

The study of moral cognition is marked by two traditions: one centered on the study of how information regarding causality and intentionality is processed, and the other, derived from socio-cognitive potions, privileging moral agency and behavior regulation beyond processing. Thus, there seems to be a gap between the study of reasoning and the study of conduct, when speaking of morals. The article proposes an interaction between a path model of blame, centered on the processing of information, and moral disengagement (MD) as a set of justifications of immoral conduct. While the integration is not complete, it does contribute a view of moral cognition focused on social regulation and the interactions between the judgments and responses evident in social interactions. Additionally, as a product of that interaction, the study provides a methodological proposal to inquire into the origin of md in development.

Keywords: attribution of blame; development; intentionality; moral cognition; moral disengagement

Resumo

O estudo da cognição moral parece estar marcado por duas tradições: uma focada no estudo do processamento de informação referente à causalidade e à intencionalidade, e outra que, com origem em posicionamentos sociocognitivos, privilegia a agência moral e a normatização do comportamento mais além do processamento. Assim, é provável que exista uma brecha entre o estudo do raciocínio e o estudo do comportamento quando se fala de moral. Esta proposta mostra uma interação entre um modelo de culpa (path model), centralizado no processamento de informação, e o desentendimento moral (DM) como um conjunto de justificativas do comportamento imoral. Embora a integração não seja completa, contribui para uma visão da cognição moral enfocada na regulamentação social e nas interações entre julgamentos e respostas evidentes nas interações sociais. Além disso, como produto da interação, apresenta-se uma proposta metodológica para indagar a respeito da origem do DM no desenvolvimento.

Palavras-chave: atribuição de culpa; cognição moral; desenvolvimento; desentendimento moral; intencionalidade

EL ESTUDIO del juicio moral, y en general del razonamiento acerca de si nuestras propias acciones y las de los demás están bien o mal, se ha convertido en un tema central en el estudio de la cognición humana, dadas sus implicaciones sobre la regulación del comportamiento de los individuos desde edades tempranas (Heiphetz & Young 2014). Sin embargo, pareciera que en la cognición moral existiera una brecha entre el estudio del razonamiento y el de la conducta moral como se da en la vida cotidiana (Teper, Zhong, & Inzlicht, 2015). Esta división se verá representada en este texto por dos perspectivas generales: el procesamiento de la información, y la visión sociocognitiva.

Desde el procesamiento de información, el estudio de la cognición moral se centra en la evaluación que hacen los seres humanos sobre aspectos relacionados con la causalidad (Lagnado & Channon, 2008), las creencias e intenciones, y los resultados de las acciones al momento de emitir un juicio moral (Cushman, 2015a). Por otra parte y paralelamente, posturas sociocognitivas han venido subrayando que la conducta humana y su regulación implican mucho más que el razonamiento y el juicio moral, y que se ha privilegiado una visión racionalista no muy relacionada con la conducta (Bandura, 1991), dejando de lado constructos como la agencia y el autocontrol que ejercen los individuos para comportarse de acuerdo con estándares morales, o inhibirse de comportamientos que violan dichos estándares (Bandura, 2001; 2007).

Partiendo de esta aparente brecha, este texto plantea una interacción entre un modelo de procesamiento y un modelo centrado en la conducta moral, estableciendo un diálogo en el que la moral es un mecanismo de regulación individual y social, donde los mismos elementos tenidos en cuenta para emitir un juicio de culpabilidad son empleados como respuesta para dar justificaciones o excusas ante la conducta inmoral.

Esta propuesta de diálogo es posible al tener en cuenta, por una parte, aproximaciones recientes como el modelo de procesamiento de un juicio específico como el de trayectoria de culpabilización (Malle, Guglielmo, & Monroe, 2012; Malle, Monroe, & Guglielmo, 2014). En este modelo de procesamiento, tras la detección de un evento posiblemente inapropiado moralmente, se evalúa tanto el rol causal y la intencionalidad del agente implicado, como sus justificaciones y excusas para dicho acto, con el fin de culpabilizarlo o no. Dado que este modelo incluye no solo el procesamiento de información de quien emite el juicio, sino la evaluación de las excusas y justificaciones dadas por el transgresor, se retoma así la noción de que el juicio moral tiene un componente social, regula el comportamiento (Cushman, 2008) y está inscrito dentro de un sistema de normas brindadas por un grupo.

La otra parte del diálogo se da desde visiones sociocognitivas en las que la agencia moral, entendida como aquella influencia, regulación y control intencional que ejercen los individuos sobre su propia conducta moral (Bandura, 2004), no siempre es activada y surge así el Desentendimiento Moral (DM en adelante), como una serie de justificaciones útiles para reinterpretar la conducta, obscurecer el rol causal en ella y evitar la autocensura (Bandura, Barbaranelli, Caprara, & Pastorelli, 1996). Este constructo ha sido aplicado a diferentes problemas sociales en los que pareciera que se actúa en contra de estándares morales individuales y grupales que serán ejemplificados más adelante; sin embargo, persisten preguntas centrales sobre su origen y medición que comúnmente recae en el autorre-porte y en la adolescencia (Gini, Pozzoli, & Hymel, 2014; Moore, 2015; Pozzolli, Gini, & Vieno, 2012).

Desde lo anterior, el objetivo del texto es doble: primero, busca elementos comunes a las dos perspectivas en una interacción que permita entender la moral como una forma de regulación social compuesta por juicios y respuestas a estos; segundo, sugerir implicaciones metodológicas que resulten de dicha interacción y que permitan estudiar constructos como el dm en el desarrollo previo a la adolescencia, en edades que pueden ir de los cinco a los nueve años. Se espera entonces que emerjan nuevas estrategias de acercamiento a preguntas vigentes en el desarrollo en general, y a conductas específicas como la cooperación y la agresión, enriqueciendo el debate no únicamente en un plano teórico sino metodológico. Si bien no se puede esperar un acople perfecto entre estas perspectivas, la idea de entender y estudiar la moral desde los elementos en juego en las interacciones entre seres humanos agrega valor a la interacción propuesta.

Para cumplir con estos objetivos, el texto presenta en su primera sección una descripción de los mecanismos de DM centrada en el desplazamiento de la responsabilidad por ser aquel el centro del diálogo propuesto con el modelo de atribución de culpa. Se presentan también algunos aspectos y vacíos metodológicos del estudio del DM. En otra sección, con los mismos elementos de la primera en cuanto a aspectos teóricos y metodológicos, se describe el modelo de trayectoria de culpabilidad. Un tercer apartado muestra la interacción propuesta entre modelos, para en una cuarta sección mostrar las implicaciones teóricas y metodológicas derivadas de la propuesta. Por último, se presentan conclusiones y limitaciones del diálogo planteado entre modelos.

Desentendimiento Moral: Justificaciones dadas a la Conducta Inmoral

El desentendimiento se enmarca en la noción de agencia moral, que implica una serie de sistemas de creencias y mecanismos de autorregulación mediante los cuales los seres humanos monitorean su conducta, la juzgan de acuerdo con estándares morales y la ejecutan, ya sea proactivamente y de acuerdo con dichos estándares, o inhibiéndose de conductas desviadas de estos mediante autosanciones (Bandura, 1991; 2002). Ahora bien, dicha agencia no está presente de una manera continua en la interacción del individuo con el ambiente, es decir, necesita ser activada para ejercer su influencia sobre el individuo (Bandura, 2007). Es allí donde varios mecanismos psicosociales pueden hacer que las personas se desentiendan de autosanciones que se impondrían por un comportamiento moralmente inadecuado; este conjunto de mecanismos constituye el desentendimiento moral (Bandura et al, 1996).

El dm entonces puede ser abordado como una serie de justificaciones que llevan progresiva y cotidianamente a que los individuos y la sociedad vean como aceptables comportamientos que no están de acuerdo con sus estándares morales (Almeida, Correia, & Marinho, 2010). Existen diferentes formas de desentendimiento, asociadas a lo que se consideran puntos del sistema autorregulatorio propuesto para la conducta, y que constituyen el elemento en que cada justificación pone énfasis (Gini, 2006; Bandura, 2004; Bandura et al, 1996). Estos puntos son los siguientes: la conducta inmoral, que se puede justificar por servir a un bien mayor o cambiarle su nombre para hacerla aceptable (decir limpieza social cuando se comenten asesinatos de cierta población) (Bandura, 2002); las consecuencias de las acciones, que se ven minimizadas o negadas ("se golpeó porque lo empujé, pero no fue tan duro, no le pasó casi nada"); las víctimas, que pueden ser culpabilizadas o deshumanizadas despojándolas de atributos cognitivos ("ella se buscó que la violaran, por no pensar en cómo se viste") (Bastian & Haslam, 2010).

El punto de control moral sobre el cual se hace énfasis en esta propuesta (segundo dentro del desentendimiento) habla de los intentos de minimizar el rol causal y de agencia que se ejerció en una conducta que derivó en una consecuencia negativa; para ello, se recurre a la difusión o desplazamiento de la responsabilidad (Bandura, 2006). Este mecanismo consiste básicamente en adjudicar la responsabilidad de las acciones a otros que tienen autoridad y estatus, negando la intencionalidad individual, viéndola como sujeta a la obediencia y a la pertenencia a un grupo (Dovidio & Gaterner, 2010). Por ejemplo, las ejecuciones por parte de integrantes del Partido Nazi se justificaban por ser mandato de mandos medios y superiores (Osofsky, Bandura, & Zimbardo, 2005) o, en un plano más común, el bullying o la agresión escolar pueden justificarse porque así funciona el salón o porque hay individuos con más poder en una clase (Bustamante & Chaux, 2014; De Caroli & Sagone, 2014), desplazando y negando así el control o la obligación de intervenir para que no ocurran dichas transgresiones.

La razón para hacer dicho énfasis es que, precisamente en las nociones de causalidad, control, obligación y capacidad de previsión hacen parte fundamental de los juicios de culpabilidad y castigo hechos por terceros dentro de los modelos centrados en el procesamiento de información (Lagnado & Channon, 2008; Cushman 2008; 2015a), pero al mismo tiempo -y como se verá más adelante- estos mismos elementos sirven a la función de distanciar a las personas de su rol en el daño causado a otros para evitar ser juzgadas por su conducta o para mitigar dichos juicios.

Para hablar de los problemas o vacíos metodológicos del DM que quiere abordar esta propuesta, es necesario partir de que la importancia de este constructo se encuentra en su carácter progresivo y en el hecho de que estos mecanismos tienen un rol activo en la vida diaria, modificando la percepción negativa que un agente tiene de las transgresiones que comete (Bandura, 2002; 1991). Así, se ha estudiado del DM en temas como la agresión, el bullying y el detrimento del comportamiento prosocial (De Caroli & Sagone, 2014), poniendo énfasis en la adolescencia. Ejemplo de este énfasis es el estudio de Caravita, Gini y Pozzoli (2012), quienes encuentran que adolescentes entre los 12 y 15 años que reportan mayores niveles de dm también reportaban mayor participación en bullying. En edades menores, entre estudiantes de últimos grados de primaria, se encuentra que el dm estaba más relacionado con el hecho de no defender a la víctima. Adicionalmente, se encontró que factores como la popularidad en el grupo o el estatus dentro de este exacerbaban la relación entre el desentendimiento y el bullying.

En estudios relacionados, se ha intentado ver las relaciones entre factores como las condiciones socioeconómicas, el estatus dentro de un grupo y el dm (Chaux & Castellanos, 2015; Pornari & Wood, 2010). Exploraciones de mecanismos específicos han encontrado que los hombres reportan mayores niveles de difusión de la responsabilidad y atribución de culpa a la víctima que las adolescentes mujeres (Thornberg & Jungert, 2014), y que estos mismos mecanismos se relacionan negativamente con la tendencia a defender a quienes son víctimas de acoso en la escuela, aunque de nuevo centrado en población adolescente y en problemáticas ligadas al contexto escolar (Hinrichs, Wang, Hinrichs, & Romero, 2012; Bandura, 2007).

El énfasis mencionado en la adolescencia resulta problemático para el DM, pues dada su estrecha relación con la capacidad de agencia moral está ligado a las nociones que desde temprano tienen los seres humanos respecto a su capacidad para producir cambios en el ambiente, y para percibir relaciones de causa y efecto entre eventos ambientales (Bandura, 2006). Desde la infancia se va desarrollando el sentido de agencia, así como la tendencia a dar explicaciones y justificaciones sobre la conducta (Bandura, 1991). Por ello, la pregunta acerca del desarrollo y curso de los mecanismos de desentendimiento resulta relevante.

En cuanto a este curso de desarrollo se han descrito cuatro trayectorias en el curso de estos mecanismos durante la adolescencia, en las que el dm es más alto entre los 14 y 16 años, manteniéndose estable hasta los 20 años o decreciendo luego de los 16 como trayectorias principales (Paciello, Fida, Tramontano, Lupinetti, & Caprara, 2008). Por su parte, Obermann (2013) describe el curso del dm como una cristalización, es decir, una vez que aparece la utilización de estos mecanismos, esta se mantiene estable, sin que aumente o decrezca con la edad. Aunque se llega a esta conclusión con dos mediciones de autorreporte realizadas en año, estos resultados contradicen la idea de una exacerbación del dm en la adolescencia.

Autores como Gini et al. (2014) comparten la inquietud acerca del curso del DM y resaltan la falta de evidencia sobre el origen del uso de estos mecanismos en interacciones de la vida cotidiana entre niños menores de nueve años. Aunque se encuentra que el desentendimiento aumenta en la juventud, se hace necesaria la adaptación y creación de técnicas que permitan abordarlo en otras etapas del desarrollo, dado que hasta ahora los estudios del DM se han centrado en medidas tradicionales de autorreporte, en las que se le considera un constructo unidimensional, sin tener en cuenta el valor explicativo que diferentes tipos de justificaciones pueden tener en conductas específicas (Pozzoli et al., 2012; Moore, 2015; Caprara, Barbaranelli, Vicino, & Bandura, 1996).

En estos casos, los autorreportes incluyen una serie de afirmaciones que hacen referencia a justificaciones ya sea sobre el uso de la fuerza y la violencia, la responsabilidad de los individuos en actos inmorales, o la noción de deshumanización frente a grupos a los que quien responde no pertenece (McAlister, 2001). Ejemplos de estas afirmaciones son "no es mi asunto" o "no intervengo porque no lo conozco" (Van Cleemput, Vandebosch, & Pabian, 2014; Van Noorden, Haselager, Cillessen, & Bukowski, 2014; Shu, Gino, & Bazerman, 2011), ante los cuales quienes responden expresan su acuerdo o desacuerdo. La misma herramienta es empleada en la nominación de pares que buscan entender los sistemas de relaciones entre grupos (Caravita, Sijtsema, Rambaran, & Gini 2014; Von Grundherr, Geisler, Stoiber, & Scháfer, 2016). De esta manera, el DM alude a las formas empleadas prototípicamente en las interacciones sociales para negar la responsabilidad en conductas consideradas inmorales. Sin embargo, sus orígenes o presencia en edades tempranas no han sido suficientemente abordadas, y las mediciones utilizadas son herramientas indirectas que infieren la presencia de los mecanismos mediante el acuerdo frente a diferentes afirmaciones. Es en estos dos aspectos -el del desarrollo del DM y en sus técnicas- que se centran los puentes tendidos acá mediante la revisión de procesos centrados en el procesamiento de la información.

El Juicio de Culpabilidad como Juicio Social: Modelo de Trayectoria de Culpabilización y Atribuciones como Explicaciones de la Conducta

Este modelo parte de la idea de que el acto de culpar a otro es un mecanismo clave en la regulación social de la conducta, puesto que constituye un juicio público acerca de las transgresiones a una regla por parte de un tercero (Malle, Guglielmo et al., 2014). A partir de esta premisa, se postulan elementos que, organizados en una trayectoria y que luego de su procesamiento llevan a emitir o no dicho juicio, primero se da la detección de un evento negativo (la torre que estaba armando x con cubos fue destruida; x llora), para luego evaluar si un agente tuvo un rol causal en dicho evento (y fue quien tumbó la torre). En caso de que dicho rol causal exista, se juzga la intencionalidad en la acción (¿Fue un accidente o y planeó y tumbó intencionalmente la torre?). Dependiendo de si hay intención o no, el trayecto se bifurca para dar paso a las razones o justificaciones, que llevarán a que se amplifique o mitigue la culpabilidad (Guglielmo, Monroe, & Malle, 2009; Cushman, 2008). Si hay intención, se evaluarán las razones por las cuales el agente ejecutó la acción (por ejemplo, ¿x había hecho lo mismo antes con y?); si no hay intención se evalúa si el agente tenía la obligación y la capacidad para prevenir las consecuencias negativas (¿pudo evitar y tumbar la torre pasando por otra parte?).

Adicionalmente, y con implicaciones relevantes para el presente escrito, dada la naturaleza social del juicio, quien está siendo juzgado responde a la acusación negando el evento, su participación como agente causal ("No fui yo"), la existencia de una intención o su incapacidad para prevenir o prever el evento (excusas como, "me tropecé", "no vi la torre"), o si existe la intención justificará su conducta ("me hizo lo mismo") (Malle et al., 2014). Esto hace que dicho juicio requiera garantía, pues quien emite el juicio debe estar seguro de los elementos que tuvo en cuenta para llegar a él, dado que los costos de juzgar a alguien inocente son altos, mientras quien es juzgado debe dar razones de peso para eliminar o mitigar el juicio (Malle et al., 2012). En general, la concepción del modelo está basada en el procesamiento de ciertos elementos para emitir y responder a un juicio, lo que implica una base mecanicista de este en la que son fundamentales la cognición social y la inferencia de estados mentales que han sustentado la investigación empírica en este campo (Frith & Frith, 2012).

Metodológicamente, y junto con en el énfasis en capacidades mentalistas, ha predominado el uso de dilemas morales, entendidos como situaciones hipotéticas que sirven para inferir los elementos que son tenidos en cuenta al momento de emitir un juicio moral (Christensen, Flexas, Clabrese, Gut, & Gomila, 2014), que incluyen frecuentemente características como el contacto físico entre actores en el dilema, las intenciones de estos actores, entre otros, combinados para ver cuál o cuáles tienen más peso en el juicio moral (Cushman, 2015a).

La manipulación experimental de las anteriores características ha mostrado cómo los juicios de culpabilidad se ven influenciados por intenciones negativas y amplificados cuando un agente tiene la capacidad de prevenir el evento; por ejemplo, un accidente, que es un evento con una intención positiva o al menos la ausencia de una intención negativa, es juzgado como más aceptable que un intento de daño, donde hay una intención negativa clara pero que no se concreta en un resultado negativo (Lagnado & Channon, 2008). En la misma línea, el control, tomado como capacidad de elección en el curso de acción, resulta ser un factor relevante en la culpabilización y asignación de castigo, pues una persona que actúa bajo coerción de algún tipo es señalada como menos culpable y merecedora de un castigo menor (Martin & Cushman, 2016). Otros factores, como el conocimiento de que un resultado negativo pueda ocurrir y no hacer nada prevenirlo, llevan a evaluaciones de causalidad y responsabilidad más severas (Gilbert, Tenney, Holland, & Spellman, 2015; Cushman & Young, 2011).

En general, hay una predominancia de explicación de la conducta desde la presencia de estados mentales como creencias e intenciones (Korman & Malle, 2016; Voiklis, Cusimano, & Malle, 2014), tanto en la conducta individual como de grupos (O'Laughlin & Malle, 2002). Por ello, estos modelos se han preocupado por el desarrollo de los conceptos mentalistas, la evolución de la cognición social durante la infancia y su influencia en el desarrollo moral (Heiphetz & Young, 2014). Al mismo tiempo, intentando ligar el conocimiento y cambio de la cognición social en la niñez con la conducta moral, se han venido utilizando tareas de cooperación y de interacción con otros agentes que vayan más allá de los dilemas y den un panorama más completo de la cognición moral en el desarrollo (Camerer & Fehr, 2003; Tomasello & Carpenter, 2007).

En líneas generales, se puede hablar de incremento progresivo en el conocimiento y peso que tienen las intenciones y los estados mentales en los juicios morales durante el desarrollo (Cushman, Sheketoff, Wharton, & Carey, 2013). Niños de cuatro años prefieren interactuar y ayudar a quien tiene buenas intenciones (Vaish, Carpenter, & Tomasello, 2010), y sobre los seis años se identifican y consideran factores como el control y la coerción junto con las intenciones que anteceden la conducta (Chernyak & Kushnir, 2014), además de tener en cuenta factores como la negligencia de un agente al momento de causar una transgresión (Nobes, Panagiotaki, & Pawson, 2009).

Las situaciones de cooperación e interacción mencionadas han aportado evidencia de la complejización del juicio y conducta moral desde edades prescolares hasta la adolescencia (Palacio & Parra, 2015). Por ejemplo, se suele observar que solo luego de los seis años se comparte realmente lo que se dijo que se compartiría en una situación hipotética en un juego del ultimátum (Smith, Blake, & Harris, 2013). Además de las intenciones, que muchas veces se tienen en cuenta para aceptar ofertas y realizar distribuciones en estos juegos (Guroǧlu, van den Bos, & Crone, 2009), los factores de grupo y las reglas aprendidas en ellos afectan las nociones de moralidad y el comportamiento moral en estas edades (Fehr, Bernhard, & Rockenbach, 2008). Por ello, la integración propuesta acá toma como base metodológica estas situaciones para acercarse a de otra manera al DM y su desarrollo, como se verá más adelante.

Interacción: Procesamiento de Elementos para el Juicio y Justificaciones

Hasta este punto, se ha presentado el dm como un conjunto de justificaciones que surgen al emitir una conducta que puede ser considerada inmoral y que va en detrimento de estándares morales y grupales; asimismo, se mostró de qué manera este constructo adolece de problemas de medición y de estrategias para estudiarlo en el desarrollo. Por otra parte, centrándose en un modelo de elementos de procesamiento para un juicio de culpa, se muestra la moral como mecanismo de regulación social al dar cabida a las excusas y justificaciones de quien es juzgado, pero sin especificar la forma que asumen esas respuestas.

Con este marco, se propone que las estrategias de mitigación de la culpabilidad expresadas desde el modelo de trayectoria, es decir, las excusas (Malle, Guglielmo et al., 2014) gozarían de mayor especificidad si se toma en cuenta lo propuesto desde el DM (Bandura, et al, 1996). Al mismo tiempo, el dm puede ser más ampliamente entendido y respaldado si se tienen en cuenta los elementos de procesamiento de información que operarían en los mecanismos de desentendimiento como formas de justificación (Figura 1), ante todo para aquellos mecanismos que hablan de la responsabilidad y rol causal de agentes intencionales. Lo anterior se justifica debido a que las estrategias de mitigación en el modelo de trayectoria parecen reducirse a la negación de cada uno de los puntos de procesamiento: evento, rol causal, intencionalidad, justificaciones o negación de capacidad de prevención o negación de obligación, mientras que, por su parte, los mecanismos de dm hablan sobre qué formas específicas -y prototípicas- asumirían dichas negaciones, complementando las dos visiones.

Siguiendo el ejemplo dado en otra sección, una vez se niega la intención y se dan excusas basadas ya sea en la negación de la capacidad para prevenir el evento (e. g., "no vi la torre de x") o en la obligación (e. g., "tenía que hacerlo", "me mandaron los niños malos del salón"), lo que está haciendo el transgresor es acudir a la difusión y desplazamiento de la responsabilidad, intentando minimizar su rol causal y de agencia ante quien lo juzga (Bandura et al., 2006). La caracterización de esta excusa como desplazamiento de la responsabilidad es más completa y descriptiva que solo decir que se ha dado una excusa, y también aplicaría en conductas como el cyberbullying, en el que factores como la participación de varios miembros de un grupo donde no hay culpabilidad de alguien específico y el hecho de poder realizar transgresiones de manera anónima llevan a ejecutar la conducta y no responsabilizarse por ella (Cross et al., 2015; DeScioli, Burening, & Kurzban, 2011).

Lo anterior implica que, tras la utilización de un mecanismo de dm como el desplazamiento de la responsabilidad, se ha realizado un procesamiento de la intencionalidad y su rol en la transgresión moral, ya sea por parte de quien juzga o por parte de quien responde al juicio. Así, el modelo de atribución se ve complementado por una forma específica de justificación, mientras que el dm se ve respaldado en los elementos cognitivos que dan origen y subyacen a la aparición de las justificaciones, llevando a una visión más completa de la moral y su papel regulador.

En otro caso, cuando se reconoce la intencionalidad en la acción, el modelo de trayectoria da cabida a las justificaciones (Figura 1); pero -de nuevo- no se especifica el tipo de justificaciones a las que podría acudir el transgresor. Desde el DM, estas justificaciones podrían incluir mecanismos como la comparación ventajosa (i. e., "lo que hace el otro es peor") (Bandura, 2002), que siguiendo el ejemplo que se viene empleando sería: "x me pegó antes, no es tan grave como desbaratarle la torre". Otro mecanismo de desentendimiento aplicable a lo que el modelo de trayectoria considera justificaciones es la deshumanización, pues los actos con consecuencias negativas pueden verse validados porque la víctima no cuenta con atributos tanto cognitivos como emocionales similares a los del agresor (Bastian & Haslam, 2010).

Tal vez donde sea más difícil acoplar estas concepciones es en la negación del evento desde el modelo de trayectoria, referente a los mecanismos que minimizan o ignoran las consecuencias de la conducta (Bandura et al., 1996), pues no es lo mismo intentar mitigar la culpabilidad diciendo que el evento no existió, al hecho de decir que las consecuencias de dicho evento no son tan negativas o no existieron, lo que en sí mismo implica el reconocimiento del evento. De igual manera, aunque la deshumanización puede encajar en una justificación vista en amplio sentido desde el modelo de culpabilidad, el mecanismo específico de culpar a la víctima no estaría claramente inscrito o relacionado con los puntos de negación que propone el modelo de trayectoria.

A pesar de lo anterior, la integración propuesta establece, a través del juicio de culpabilidad, una visión donde la información procesada para emitir un juicio ante una conducta inmoral se tiene en cuenta al momento de responder a acusaciones de terceros, destacando el papel de la interacción social en la moral. Por otra parte, tener como base elementos específicos de procesamiento, como los propuestos por el modelo de atribución, puede dar pie a describir y clasificar nuevas formas de DM que surjan en la interacción entre quienes juzgan una acción y quienes responden el juicio, reforzando la visión de interacción, regulación y retroalimentación sobre la conducta que tiene la moral (Janoff-Bulman & Carnes, 2013; Holroyd, 2007).

Implicaciones Teóricas y Metodológicas de la Interacción

Esta sección se centra en presentar las implicaciones que tiene la interacción propuesta, abarcando aspectos de orden teórico en torno a perspectivas sobre la cognición moral, pero ante todo metodológicas, que se centran en herramientas para abordar el desarrollo del DM.

Figura 1 Integración entre estrategias de mitigación de la culpabilidad (Malle, Guglielmo et al., 2014), tales como negaciones (negro) y los mecanismos de desentendimiento moral (Bandura, 1996) (punteado). 

Implicaciones Teóricas

La primera implicación se relaciona con la manera en que se puede entender el comportamiento moral, pues con la interacción entre las perspectivas presentadas este incluye no solo el conocimiento y procesamiento de información referente a reglas y estándares morales que llevan al juicio moral (Coates & Tognazzini, 2013), sino las relaciones bidireccionales establecidas entre transgresor y víctima, que es donde emerge el DM (Gini, 2006); es decir, se ponen razonamiento y conducta en un plano social y de interacción. Adicionalmente, y relacionado con la cognición moral, la interacción planteada mostraría que evaluamos, reaccionamos y respondemos a los otros desde los mismos elementos normativos, lo que lleva a poder hablar no solo de razonamiento, sino de regulación y sentido de agencia (DeScioli & Kurzban, 2009).

Dicha regulación está marcada por la retroalimentación sobre nuestra conducta, lo que se hace presente en lo planteado mediante el juicio de culpa y las diferentes justificaciones con las que puede responder el acusado. Así, tanto el procesamiento de los elementos para llegar al juicio, como la evaluación que se haga de las excusas y justificaciones a manera de DM, se pueden enmarcar en lo que se denomina una preocupación moral, en la que evaluamos la conducta de otros y la propia por medio de intenciones y estados mentales (Cushman, 2015b), lo que es compatible con la agencia moral propuesta por Bandura (2002; 2006).

Con estos elementos, la principal implicación de lo acá propuesto es poder concebir tanto el modelo de juicio de culpa como el DM como constructo, dentro de una perspectiva de la cognición moral y su desarrollo como un sistema de interacciones entre víctimas que condenan, terceros que juzgan actos transgresores y actores morales que ejercen la agencia moral (Descioli & Kurzban, 2009; Haidt & Kesebir, 2010; Rai & Fiske, 2011), interacciones que se dan desde edad temprana y llevan a interiorizar estándares morales (Bandura, 1991). Se pueden superar de esta manera limitaciones de modelos del procesamiento de información donde muchas veces, más allá del juicio, no se evalúan las respuestas de quien recibe dichos juicios, al mismo tiempo que se da un sustento desde elementos como las intenciones, la causalidad y los estados mentales a las respuestas o justificaciones de los transgresores, tal y como las plantea el DM.

Implicaciones Metodológicas

Esta sección se centra en mostrar herramientas experimentales que permitan abordar el dm en etapas previas a la adolescencia y que vayan más allá del autorreporte. Si bien hay acercamientos experimentales para mecanismos de DM como la deshumanización (Bastian, Jetten, & Radke, 2012) o la culpabilización a víctimas (Catellani, Alberici, & Milesi, 2004), la presente propuesta se centra en elementos como la comprensión y uso de estados mentales en el juicio moral (Wainryb & Brehl 2006) y su estudio desde la cooperación y el altruismo (Camerer & Fehr, 2003), mencionados previamente. Las situaciones de cooperación en juegos como los del ultimátum y el dictador son adecuadas para evaluar competencias psicológicas (mentalistas) necesarias para la conducta moral (Gummerum, Hanoch, & Keller, 2008), por lo que vienen siendo útiles en la exploración de brechas entre la conducta y el razonamiento en etapas escolares y prescolares (Fehr et al., 2008; Smith et al., 2013; Gummerum & Chu, 2014), lo que las hace fundamentales al propósito de integrar modelos de razonamiento y conducta moral.

Al emplear las situaciones mencionadas con niños, entran en juego factores como el interés propio, el conocimiento o anonimato del otro participante, y las preferencias por la cooperación con otros (Blake & McAuliffe, 2011). Asimismo, se ha encontrado que desde los seis años se evidencian sesgos intergrupo, compartiendo más con pares designados como del mismo grupo o equipo, que con desconocidos (Moore, 2009; Kogut, Slovic, & Vástfjáll, 2015). Resultados como estos pueden estar relacionados con la emergencia de mecanismos de dm como la glorificación del grupo y el detrimento de quienes no pertenecen a él, así como a la tendencia al favorecimiento de los intereses grupales que también se ha relacionado con el desplazamiento de la responsabilidad, o justificaciones a la agresión entre grupos (Castano, 2008; Waytz & Epley, 2012). Esta idea se ve respaldada cuando procedimientos similares con adultos han mostrado que pensar en los beneficios para sí mismo propicia el uso de mecanismos de DM (Kish-Gephart, Detert, Treviño, Baker, & Martin, 2014), Junto con técnicas como la nominación de pares (Von Grundherr et al., 2016) con el uso de estas situaciones de intercambio, podrían observarse patrones de distribución de recursos como menor número de stickers para quienes ejecuten el bullying o para sus víctimas (tema frecuentemente abordado en el DM), ya que estas tareas se han usado para ver el castigo a terceros mediante distribuciones menores o que pueden ser consideradas injustas (McAuliffe, Jordan, & Warneken, 2015). Adicionalmente, podría esperarse que mayores niveles de desentendimiento o uso de estos mecanismos se asocien con distribuciones más injustas, aun con el conocimiento que tienen los menores acerca de la equidad, complementando estudios de razonamiento, medidas de autorreporte y tareas conductuales.

En resumen, estos juegos constituyen un acercamiento a interacciones reales entre pares, de los cuales se podría inferir la emergencia de ciertas formas de DM. No obstante, dichas inferencias no serían suficientes para hablar del uso y emergencia del desentendimiento, siendo necesaria la inclusión de las justificaciones verbales dentro de las metodologías mencionadas. Para Malle (2011a), la medición a través de las justificaciones e interacciones verbales sobre las explicaciones del comportamiento, aunque impliquen más trabajo, es una aproximación a interacciones reales entre seres humanos que explican la conducta de sí mismos y los demás frecuentemente. Así, se puede estudiar el DM partiendo de una situación de interacción como las planteadas y pidiendo a los niños menores justificaciones para la conducta que emitan, justificaciones que pueden ser clasificadas de acuerdo con los mecanismos de DM, complementando de esta manera herramientas típicas de modelos centrados en el procesamiento de información.

Por ejemplo, una vez un grupo de menores haga una distribución de recursos considerada injusta, pueden justificarse como grupo o individualmente diciendo que los receptores de los recursos son de un grupo diferente al propio, que se han portado mal en el pasado, o que la distribución es culpa del grupo y no de ellos, que solo se conformaron con lo que el grupo decidió; de este modo, se indica no solo una glorificación de grupo, sino la emergencia de lealtad que es esperada entre niños desde los cinco años (Misch, Over, & Carpenter, 2014; Peplak, Song, Colasante, & Malti, 2017; Mulvey, 2016). Afirmaciones verbales del tipo "no jugué con él/ella, porque no es mi amigo(a)" o "él se porta mal y por eso no jugamos con él", que reportan Wainryb y Brehl (2006) para situaciones en las que hay transgresiones morales en edad prescolar, encajan en mecanismos como la difusión de la responsabilidad, la comparación ventajosa o la culpabilización de la víctima.

Aunque pueden existir limitaciones lingüísticas para el uso de las justificaciones en este caso, estas han mostrado ser una buena medida de las explicaciones de niños en edad prescolar en dominios como el biológico y de la conductual (Kelemen, Widdowson, Posner, Brown, & Casler, 2003). Adicionalmente, en interacciones entre amigos las quejas sobre el comportamiento de otros son frecuentes, así como la explicación de dichos comportamientos (Traverso, 2009) y sus funciones sociales como el manejo de la imagen y reputación (Ingram, 2014) que encajan en el modelo de culpabilización y su función social.

Limitaciones y Conclusiones

La moral y su estudio han ocupado un lugar preponderante en la psicología cognitiva, ya sea desde modelos en los que se intentan dilucidar los factores tenidos en cuenta al emitir un juicio moral, o desde perspectivas que suman al razonamiento las capacidades de agencia y autocontrol para dar una explicación a la conducta moral o la que se desvía de esta. Aunque la evolución de dichas posturas parece paralela, el modelo de trayectoria y el dm sirvieron acá como modelo de interacción, en el que a través de conceptos como la intencionalidad, la agencia, la causalidad y la culpabilidad se logró plantear que la moral puede ser entendida desde las interacciones entre transgresores, víctimas y terceros, sin tener que omitir o privilegiar elementos del procesamiento de información o de la perspectiva sociocognitiva. Tomando en cuenta estos elementos, se planteó un acercamiento al origen del desentendimiento, destacando el papel del razonamiento y procesamiento de información en este (Gini, 2006), al tiempo que se evidenció cómo estas metodologías pueden incluir las justificaciones y aproximarse a la generación de situaciones de interacción en la que emerja la conducta moral.

No obstante, el análisis realizado deja algunos vacíos que vale la pena resaltar. En primer lugar, esta integración no exploró el papel de las emociones en los juicios y la conducta moral en los puntos del desarrollo abordado, así como su relación con el DM (Perren & Gutzwiller-Helfenfinger, 2012). Si emociones como la culpa contribuyen a la formación de una identidad moral y emergen paralelamente con las capacidades mentalistas cerca de los cuatro años (Kochanska, Gross, Lin, & Nichols, 2003; Romera, Casas, Gómez-Ortiz, & Ortega-Ruiz, 2019), es importante que futuras investigaciones se pregunten por el rol de esta emoción en el tipo de justificaciones que se emiten ante la ruptura de normas. Dichas justificaciones suelen estar mediadas por la culpa y la vergüenza al emerger en un contexto social que retroalimenta la conducta (Sette, Baldwin, Zava, Baumgartner, & Coplan, 2019), aspecto que se señaló como fundamental en la interacción propuesta. De igual manera, el arrepentimiento y el alivio, estudiados desde la cognición en relación con el razonamiento contrafáctico (O'connor, McCormack, & Feeney, 2014), pueden tener que ver con el uso de mecanismos de DM.

Por otra parte, el modelo de trayectoria no sienta postura frente a si el procesamiento de sus elementos se realiza de manera automática o deliberada, y los mecanismos de DM están anclados a capacidades metacognitivas que parecen realizarse de manera controlada para permitir la conducta inmoral. Un análisis de la naturaleza de los sistemas cognitivos (Evans, 2008) que guían estos procesos daría mayor soporte a la interacción propuesta, al tiempo que aclararía el papel del DM como algo pensado previamente a la conducta inmoral o como una justificación posterior a esta que funcione a manera de autoengaño (Haidt, 2001; Reynolds, Dang, Yam, & Leavitt, 2014; Chance & Norton, 2015).

A pesar de estas limitaciones, lo realizado permite ver que el comportamiento moral requiere del conocimiento e identificación de estados mentales propios y de terceros, así como del papel que tiene la pertenencia e interacción con un grupo para la explicación de la conducta. Por ello, también se hace necesario llevar al campo lo expresado en el plano metodológico, evaluando si en tareas como las propuestas emerge el dm desde edades tempranas, y si este tipo de situaciones es suficiente para dar cuenta de los diferentes mecanismos de desentendimiento, tal y como una visión multidimensional del constructo lo requeriría (Moore, 2015). Solo uniendo la propuesta teórica con evidencia desde el desarrollo y la cognición moral se podrá seguir avanzando en la integración de modelos que aparentemente tratan aspectos diferentes de la conducta moral.

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Cómo citar este artículo: Moreno-Romero, C. O. (2020). Desentendimiento Moral y Atribución de Culpa: Encuentros y Desencuentros en el Estudio de la Cognición Moral. Revista Colombiana de Psicología, 29, 125-141. https://doi.org/10.15446/rcp.v29n1.76536

Recibido: 30 de Noviembre de 2018; Aprobado: 22 de Octubre de 2019

* La correspondencia relacionada con este artículo debe dirigirse al Sr. Camilo Moreno Romero, e-mail: co.moreno@uniandes.edu.co. Dirección Postal: Calle 12 s #18-45 este A4-402.

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