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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  n.61 Bogotá ene./jun. 2005

 

EL TLC: PODER Y REPRESENTACIÓN EN EL CAPITALISMO CONTEMPORÁNEO

David Rojas1

1 Politólogo Universidad de los Andes; Mphil en Antropología Social, Cambridge University.

Recibido 10/10/05, Aprobado 01/12/05


Introducción

Con la firma del tratado de libre comercio los altos economistas del ejecutivo habrán producido (conjuntamente con sus pares estadounidenses) un documento que será descrito como una pieza que refleja los intereses de la nación. Siguiendo a Bourdieu, (1996) puede decirse que en el TLC, un punto de vista singular pretenderá ser reconocido como el punto de vista de la sociedad en general; en ese momento el TLC será "el punto de vista de los que dominan dominando al Estado y que han constituido su punto de vista como punto de vista universal al hacer al Estado". En su análisis, Bourdieu afirma que quienes construyen y dirigen las instancias técnicas del campo estatal se proyectan como la encarnación del interés universal, obteniendo de este modo un considerable capital simbólico. En este artículo me propongo analizar la lógica política presente en la constitución del TLC como punto de vista universal2. Para este fin, sostengo, en la primera parte de este texto, que el capital simbólico-estatal que ganan los tecnócratas supone una fuerte presión sobre las formas tradicionales de la democracia representativa. En particular, afirmo que el TLC y las políticas de liberalización comercial dificultan el desempeño - o hacen inoperantes -mecanismos representativos estatal nacionales. Argumento, además, que el impacto político de las reformas de liberalización comercial en la democracia representativa se debe a las características del saber económico propio del capitalismo contemporáneo.

En la segunda parte analizaré un argumento en favor del TLC y del ALCA propuesto por un alto técnico del gobierno colombiano. Así, esta parte estará abocada a un análisis discursivo con el que pretendo caracterizar algunas de las prácticas simbólicas que constituyen la dominación experta de la que habla Bourdieu. Bajo esta perspectiva, será de especial importancia el análisis de los supuestos estadísticos que sirven para legitimar las políticas de liberalización comercial. Por lo demás, mi análisis se fundamenta en herramientas analíticas desarrolladas por autores como Bourdieu y Foucault, esencialmente, en sus metodologías para el estudio político de sistemas simbólicos y de disciplinas de las ciencias sociales. De otro modo, en la tercera parte, estas perspectivas analíticas serán complementadas con otras que vienen siendo desarrolladas para el análisis de las dinámicas propias del capitalismo contemporáneo.

Finalmente, el artículo concluye sosteniendo que la relevancia política de los tecnócratas está fundada en los límites del conocimiento económico y en serias fallas técnicas de la economía. Límites y fallas que potencian las narrativas económicas antes que debilitarlas y son un elemento fundamental del saber económico en el momento en el cual éste constituye su dominio soberano.

El capitalismo de la información y el fin de la representación política.

Se ha dicho que desde la promulgación de la Constitución de 1991, una de las principales características de la política colombiana ha sido el enfrentamiento entre dos tipos de lógica estatal. A este respecto, la Corte Constitucional, espacio de juristas, se ha visto en repetidas ocasiones enfrentada a algunas de las más altas instituciones estatales de política económica del país (Palacios 2001), siendo particularmente vistosos los enfrentamientos académicos entre miembros de la Corte y codirectores de la Junta Directiva del Banco de la República (Clavijo 2001; Kalmanovitz 2003). Entre estos cuerpos el debate ha girado en torno a diferencias entre los principios de legitimidad política que ambas partes defienden (Orjuela 2003). En esta confrontación, "abogados" y "economistas" suelen atacar la legitimidad del contrario bajo el siguiente argumento: a diferencia del saber propio, el saber del contrario es limitado y responde a intereses ideológicos y de camarillas técnicas, y no a las verdaderas necesidades de la nación. (Cárdenas Rivera 2004; Clavijo 2001; Kalmanovitz 2003).

Este debate local entre disciplinas e instituciones hace parte de un fenómeno mundial. John Williamson acuñó el término "Consenso de Washington" para referirse a cierto espíritu de cuerpo, cierto acuerdo político presente entre la -supuesta- mayoría de economistas latinoamericanos, el cual giraba en torno a políticas económicas de liberalización comercial adoptadas desde finales de la década de los ochenta en América Latina 1990. Más de quince años después de la implementación de las reformas (y de sus mediocres resultados), los economistas que hablan de un "segundo consenso" y persisten en sus llamados a implementar subsecuentes "generaciones" de reformas estructurales, consideran que el efecto político de la tecnocracia está destinado a ser mucho más duradero con el paso del tiempo. Mientras que a finales de los ochenta y a principios de los noventa las crisis económicas hicieron posible que las reformas fueran adelantadas por el ejecutivo por medio de decretos de emergencia (emergency rule by decree) (Navia y Velasco 2003), hoy en día las políticas tecnocráticas suponen un encuentro más directo entre la tecnocracia y otros actores, como el sistema judicial (Navia y Velasco 2003). El creciente papel político de la tecnocracia en Colombia debe ser entonces analizado a la luz del debate mundial acerca de los efectos de las políticas de expertos sobre la democracia. A continuación expondré tres interpretaciones acerca de los efectos de la economía y el capitalismo contemporáneo sobre la democracia representativa.

Para sus defensores más radicales, las reformas económicas de liberalización comercial que supone el capitalismo contemporáneo llevan a que actores no-nacionales y no-estatales se conviertan en contra-poderes que limitan la autonomía del estado nacional. El menor poder relativo del estado con respecto a actores privados y multilaterales supone, desde esta perspectiva, una mayor responsabilidad de los burócratas oficiales.

Desde esta lectura, el estado es definido como un poder centralizado que concentra los recursos sociales bajo el mando de una camarilla reducida que generalmente pretende conducir la sociedad sometiéndola a principios verticales, unitarios, y de dudosa racionalidad económica. En oposición a esto, el libre-mercado supone una menor concentración del poder social y se postula como un mecanismo de coordinación social difuso, virtualmente libre de poderes autónomos y centralizados. La coordinación social se articularía desde micro-decisiones racional-económicas, individuales y libres, en un orden casi espontáneo que permitiría a nuestras sociedades ser creadas directamente por ellas mismas. (Zakaria 1997; Friedman 1999; Bhagwati 2004; Ohmae 2005).

Habría un segundo grupo de autores, quienes avanzan una crítica moderada del librecambismo. Desde acá se afirma que los nuevos espacios institucionales del capitalismo mundial (la OMC, el FMI, etc.), limitan el poder tanto de estados nacionales (máquinas oscuras, centralizadas y verticales), como de comunidades local-nacionales (conjuntos humanos potencialmente democráticos y horizontales). Bajo esta perspectiva, las instituciones tecnocráticas del libre comercio son consideradas defectuosas al no incorporar en sus procesos de toma de decisiones espacios de deliberación local-nacionales. Al no ser sus dirigentes electos, tampoco son responsables ante el electorado y responden a preceptos técnicos e institucionales sobre los cuales la ciudadanía en general tiene poca capacidad de injerencia. Por ello la democracia de mercado puede originar un "déficit democrático" (Bohman 1999; Stein 2001; Nye 2001). De este modo, el mercado y las instituciones tecnocráticas son útiles y necesarias dado que limitan el poder estatal. Sin embargo, desde acá se estima que el mercado y los espacios de política experta deben ser complementados con contrapoderes "de base" de cuya participación efectiva depende que el mercado sea capaz de otorgar los beneficios que promete. El objetivo es evitar que, luego de que la sociedad ha removido la intermediación del estado y la lucha por constituirse a sí misma de forma directa, aparezcan nuevos monopolios en torno a instituciones supra-nacionales del capitalismo mundial las cuales pueden dar al traste con un orden horizontal plenamente democrático (Korzeniewicz y Smith 2000; Stiglitz 2002; Fukuyama 2004a; Fukuyama 2004b).

Una tercera perspectiva, más critica que la anterior, entiende que el capitalismo contemporáneo reemplaza la dominación capitalista-industrial del estado-nación por un arreglo supra-nacional estructurado con base en instituciones multilaterales (BM, FMI, OMC) y organizaciones multinacionales del capitalismo postindustrial (corporaciones y agentes del sistema financiero internacional). Las nuevas bases del orden social son, como sus predecesoras, fuertemente verticales y excluyen de forma sistemática dinámicas sociopolíticas locales, impidiendo la integración horizontal de lo que podría ser una verdadera comunidad mundial. Desde esta perspectiva se propone así, liberarse del peso, tanto del estado-nacional, como de instituciones supra-nacionales de carácter privado, caracterizadas por la centralización del poder social en sus más altas instancias. Así, esta perspectiva manifiesta la necesidad de reemplazar el mercado y el Estado por mecanismos sociales diferentes que, como la Multitud, estén en capacidad de cumplir las promesas que la fórmula capitalista traiciona: una democracia plena y un orden en la cual la sociedad decida directamente sobre sí misma (Scholte 1997; Hardt y Negri 2002; Kellner 2002.

A pesar de las profundas diferencias entre sí, estas tres perspectivas entienden el impacto del saber tecnocrático en la democracia representativa de forma similar: el capitalismo contemporáneo supone cambios en los mecanismos que permiten a la sociedad participar en la creación de sí misma. En el modelo mítico de una democracia representativa efectiva, los ciudadanos participan en los procesos de toma de decisiones por medio del voto y de su vinculación a asociaciones de interés. Jornadas electorales y procesos de consulta transmitían a la burocracia estatal información acerca del estado de la sociedad, siendo ésta la base para la conformación de políticas y de un cuerpo gobernante que re-presentaba la sociedad al reflejar sus preferencias, necesidades y particularidades. Según las lecturas reseñadas atrás, hoy las decisiones de política se basan en otros mecanismos de acercarse a la sociedad, esto es, otras prácticas simbólicas. Veamos dos caras de estos mecanismos.

Por una parte, la burocracia estatal conoce hoy lo Real-social (la situación actual de la población y sus necesidades) gracias a procedimientos expertos que (como los análisis macro-económicos) no requieren de la participación activa de la ciudadanía. Siendo la representación técnica la fuente de su poder político, los tecnócratas no pretenden expresar los intereses que son manifestados por la población (mayores salarios, por ejemplo), sino que recogen y defienden los intereses más profundos que la ciudadanía ignora (estabilidad monetaria, por ejemplo).

Los tecnócratas se presentan a sí mismos como defensores del interés general sin necesitar de una apelación a los procedimientos tradicionales propios de la democracia representativa; su capacidad de poner en juego las estrategias científicas del saber económico les permite reivindicar una relación objetiva, directa y no mediada con lo Real. Es la pretendida relación inmediata de los tecnócratas con lo Real-social, la que hace posible que puedan ignorar espacios de la democracia representativa, reivindicando al mismo tiempo ser defensores de una democracia más plena (Centeno y Silva Eds. 1998).

Por otra parte, y sin que sea contradictorio con el punto anterior, las transformaciones recientes del capitalismo implican que la sociedad (quienes son consumidores en ella) participa de forma mucho más activa en la toma de decisiones económicas. En el capitalismo contemporáneo muchas decisiones de política económica se basan en la información que la población provee, de forma directa y constante, en "tiempo real", a departamentos de mercadeo, analistas económicos y tecnócratas oficiales, cuya función es analizar los movimientos del mercado y elaborar propuestas de políticas que se ajusten a la realidad así leída. En el mercado las múltiples decisiones de cada consumidor particular se traducen, gracias a la intervención de expertos, en el fundamento de políticas económicas.

En ambos extremos la manera en la cual las instancias de política económica registran lo Real, supone el desdibujamiento de los mecanismos propios de la política representativa y supone, también, el fortalecimiento de estrategias políticas que pretenden llevarnos más cerca a lo Real de lo que podrían hacerlo las estrategias participativas. La reivindicación, por parte de un grupo humano, de contar con información recopilada directamente, sin mediaciones, intermediarios o distorsiones, su pretendida posibilidad de "ver" la sociedad en tiempo real por medio de agregados estadísticos, implica que el capitalismo hegemónico ha transformado la política de los estados nacionales. Vale la pena decirlo nuevamente: las nuevas representaciones de lo Real elaboradas desde el saber experto-económico han transformado la política estatal nacional cuyas formas electorales corporativas y participativas de registrar lo Real han sido desvirtuadas.

La política estatal contemporánea se basa hoy en la representación técnica de lo Real. Los discursos tecnocráticos sobre la realidad implican que la tecnocracia oficial, en tanto parte del estado, "instaura e inculca formas y categorías de percepción y de pensamiento comunes, cuadros sociales de la percepción, del entendimiento o de la memoria, estructuras mentales. (...) Esta visión correcta, dominante (...) es una relación políticamente construida, como las categorías de la percepción que la hacen posible" (Bourdieu [1993] 1998). El poder tecnocrático se funda entonces, en el despliegue de sistemas simbólicos que crean lo Real como fundamento de su legitimidad. Ahora, ¿cómo entender sus contradicciones frente a la democracia representativa?

Foucault analiza el poder en las sociedades contemporáneas desde una perspectiva según la cual, bajo la superficie contractual del liberalismo y de sus procedimientos formales, se esconden mecanismos políticos más potentes, de tipo disciplinario, que operan en el ejercicio de saberes expertos. Para Foucault: "en el espacio y durante el tiempo en que ejercen su control y hacen jugar las disimetrías de su poder, [los mecanismos disciplinarios] efectúan una suspensión jamás total, pero jamás anulada del derecho. Por regular e institucional que sea, la disciplina, en su mecanismo, es un "contraderecho" (1998 [1975]: 226, comillas en el original). Si para Foucault los saberes expertos constituyen un "contraderecho", es en la medida en la que constituyen discursivamente la comunidad política como unidad, como homogeneidad que ha de ser preservada y potenciada en su regularidad y normalidad. Estas formaciones discursivas llevan a lo que Foucault llama "racismo de estado", una situación en la cual poderes que se dicen consagrados a la preservación de la vida y el respeto de los derechos, terminan ejerciendo un poder violento que retira derechos (y llega a causar la muerte) bajo la suposición que sus acciones son necesarias para la comunidad nacional (Foucault [1976] 2002). Hasta este momento he afirmado que el saber tecnocrático deriva su poder de su capacidad de representar lo Real sin apelar a mecanismos de representación tradicionales. He sostenido, además, que esta estrategia puede implicar retos importantes para la democracia representativa. El trabajo de significación implícito en el poder tecnocrático supondría que los técnicos constituyen su poder estatal haciendo referencia a una presencia real y objetiva por una parte, y a un saber ceñido a ésta por la otra. Por ello, la burocracia técnica puede afirmar que sus propuestas de política responden a un saber que se ajusta y captura con exactitud la realidad económica en beneficio del bien común. A continuación se estudiará un caso concreto de este procedimiento.

La pobreza mundial y la presencia inmediata de los pobres sin voz

En el 2004, el entonces miembro de la Junta Directiva del Banco de la República, Sergio Clavijo, afirmó que "las actuales negociaciones comerciales son (...) una gran oportunidad para globalizar nuestras prácticas económicas y culturales, poniéndolas a tono con las exigencias del mundo moderno"(2004: 19). Desde esta visión, el TLC es parte de un proyecto de transformación social que operaría no sólo en la economía nacional, sino sobre la cultura en Colombia.

La propuesta de transformación social de Clavijo se abre con una crítica a quienes afirman que la liberalización comercial de las últimas décadas ha implicado un crecimiento de la pobreza y de la inequidad en el mundo3. Clavijo sostiene que la apertura comercial de las últimas décadas está asociada al crecimiento económico y, como consecuencia de éste, a una importante reducción de la pobreza y de la inequidad. Para probarlo cita un conocido estudio de Stanley Fischer (2003) según el cual entre 1987 y 1999 la pobreza mundial (índice un dólar día) se ha reducido cinco puntos porcentuales (pasando del 28% al 23%)4. Esta tendencia tiene importantes diferencias regionales: entre 1987 y 1999, la pobreza aumentó en África (47% al 49%), permaneció igual en América Latina (11%) y se redujo en el Sudeste Asiático (24% al 11%).

El argumento de Clavijo prosigue mostrando cómo las diferencias regionales en la reducción de la pobreza coinciden con diferencias regionales en el crecimiento económico. Entre 1965 y 2004 el PIB anual del Sudeste Asiático creció un 4.8% anual, mientras que en América Latina creció sólo a un 1.5% anual. Las diferencias entre tazas de crecimiento económico coinciden con diferencias regionales en la liberalización de la economía. Mientras en Asia el índice de liberalización comercial es cercano al 100%, en América Latina apenas alcanza el 35%, siendo, para Clavijo, "particularmente triste" el caso de Colombia que tiene un índice de apertura comercial del 42%5. En este punto termina el argumento económico. Un lector medianamente atento puede ver que la reducción de la pobreza ha sido mayor en las regiones que han crecido más. A su vez las regiones con más crecimiento son las que han liberalizado en mayor grado sus economías. Así, el argumento estaría construido formalmente en los siguientes términos:

Liberalización comercial [TLC]
crecimiento económico
reducción de la pobreza.

Esta correlación es usada por Clavijo siguiendo una estrategia propia de autores como Dollar, Kraay Sala-i Martín y Bhagwati, entre otros. El argumento que se obtiene es en extremo potente: las propuestas de liberalización comercial se basan en una imagen estadística que tiene la fuerza de lo Real-inteligible; el mundo se presenta como una realidad conocida, sobre la cual es posible obrar y el cual ha respondido favorablemente a las intervenciones de política que sobre él han operado.

Dicho optimismo es reciente, dado que hasta hace poco más de cinco años, la imagen dominante de la evolución económica mundial mostraba un aumento de la pobreza y de la inequidad. Se tenía claro, por ejemplo, de que a excepción de China, India y Uganda "el promedio de los países ricos ha crecido más rápido que los países pobres" (OMC 1999: 9; ONU 1999).

Desde los primeros años de esta década esta percepción comenzó a diluirse con la introducción de una serie de cambios en las metodologías estadísticas usadas para medir la pobreza y la inequidad. Estos cambios metodológicos fueron introducidos por autores como Sala-i-Martín (2002b; 2002c), Fischer (2003), Ravaillon, (2003) y Deaton (2003), entre otros6. Estos economistas nos ofrecen hoy la nueva imagen de un nuevo Mundo: en el nuevo milenio la economía mundial se integra y converge, presenciamos el lento surgir de una verdadera comunidad mundial. La narrativa que envuelve esta imagen es la siguiente: desde 1970 y coincidiendo con la implementación de políticas de liberalización comercial, la pobreza se habría reducido y hoy no sólo habría menos pobres porcentualmente (Ravaillon 2004a), sino que habría menos pobres en números netos (unos 400 millones de pobres menos a pesar del incremento de la población mundial). En este mismo periodo las diferencias económicas se habrían reducido y la población mundial se estaría volviendo más equitativa, aún si para cada país, individualmente considerado, la desigualdad crece (Sala-i-Martín 2002b; Fischer 2003). Luego de décadas de proteccionismo en las cuales la pobreza y la inequidad aumentaban y el mundo se dividía de acuerdo a líneas profundas económicas (como lo indica la metáfora, ahora en desuso, de los Tres Mundos), el capitalismo contemporáneo, basado en la liberalización de las economías nacionales, hace que la pobreza y la inequidad se reduzcan en una escala y rapidez incomparables en la historia. Aparece así la imagen de un solo mundo, una superficie económica única, comercialmente integrada y sin las fracturas estadísticas del pasado. El capitalismo de hoy, de la mano del saber económico y de sus políticas de librecambio, estaría produciendo, por vez primera, el Mundo como unidad económica (Sala-i-Martín 2002b; Fischer 2003; Bhagwati 2005; Ohmae 1990). Si todavía hay retos que se nos imponen (las cifras sobre pobreza e inequidad son reconocidas como graves aún por los más optimistas, como Sala-i-Martín) esto no significa ya sino el reto 6 de continuar y profundizar nuestras prácticas económicas y sociales.

La legitimación última del librecambio es el Mundo mismo como realidad económica. Luego de arduas reformas a nuestras metodologías estadísticas llegamos a la fascinante imagen de lo Real-mundial; un mundo nos es entregado, una realidad socioeconómica que se estima comprensible y mesurable, cuyos secretos han sido revelados no quedando sino la necesidad democrática de profundizar el libre cambio, aún si la mayor parte de la población, al menos en América Latina, se opone a tal tipo de políticas (The Economist 2005). Desde su posición técnica, los tecnócratas encuentran en sus opositores adversarios confundidos, o defensores de intereses particulares. La voz de la mayoría, de aquellos cientos de millones de personas que han salido de la pobreza gracias a la liberalización de los mercados no es fielmente transmitida por intereses organizados, partidos políticos, sindicatos u organizaciones de interés. Estas humildes voces son, sin embargo, registradas por la robusta metodología experta que los economistas dominan y gracias a la cual la burocracia oficial afirma tener contacto estrecho con lo Real. De la mano de esta imagen la economía quiere ir más allá de la representación y hacia la presencia misma, reclamando justicia para su saber aún cuando este riña con el derecho.

Varios estudios sobre el Estado han sido desarrollados recientemente criticando el olvido estratégico del saber experto, el cual en su pretensión de objetividad y cientificidad no acepta que la suya es también una creación discursiva. Herzfeld (1992), Mitchell (1998; 2002) y Scott (1998), entre otros, han adelantado estudios en los cuales demuestran que el poder estatal depende de un movimiento por medio del cual la realidad social se construye como un objeto claro y legible, segmentado en dominios de saber, de acuerdo a categorías que permiten el ejercicio del saber experto al constituir una superficie de operación para el Estado. Estas representaciones se encuentran inmersas en tradiciones culturales, son parte de comunidades humanas y no son saberes objetivos; por otra parte, son incapaces de abarcar la complejidad de los fenómenos que pretenden controlar (no son una descripción adecuada de una realidad preexistente – lo Real desde estas posiciones se considera culturalmente configurado). En todas estas críticas el saber experto se critica por su apelación a lo Real como objeto delimitado y configuración discursiva en un movimiento que opera a partir de la oposición de categorías como: realidad / interpretación, significante / significado, naturaleza / sociedad, etc.

Quiero proponer una perspectiva analítica que desarrolla las perspectivas críticas mencionadas. Para decirlo brevemente, no basta con señalar las fallas del poder tecnocrático diciendo que éste basa su poder en un discurso cuya simpleza y apelación a lo Real es problemática; propongo avanzar en la siguiente dirección: criticar el poder tecnocrático mostrando cómo su poder proviene de la forma en la cual trabaja sobre las fallas e inconsistencias intrínsecas a su saber. Propongo que el poder del saber experto se origina allí donde su saber colapsa. Las aporías del saber económico en su búsqueda por una presencia sin mediaciones democrático-representativas convierten a los economistas en sujetos soberanos.

La soberanía técnica en el límite del saber económico

Volvamos una vez más al punto en el cual se correlaciona estadísticamente crecimiento económico, liberalización comercial, y reducción de la pobreza y de la inequidad. Clavijo, como otros economistas de alto nivel, establece esta relación con fuerza y determinación, de forma tal que cuando se afirma que la liberalización comercial generará mayor crecimiento y que esto reducirá la pobreza, parece que estamos frente a una limpia afirmación estadística. Sin embargo, allí donde uno esperaría encontrar una afirmación definitiva sobre la solidez estadística de las políticas propuestas, Clavijo afirma: "mucho se ha debatido si la mayor apertura genera o no mayor crecimiento, siendo casi imposible aislar (estadísticamente) los efectos directos de la apertura en cualquier país" (2004: 13, énfasis añadido). Así, a las puertas de la prueba económica, Clavijo abandona su argumento técnico y abraza una prueba histórica: "lo que es un hecho histórico es que ningún país en vías de desarrollo ha logrado consolidar su crecimiento sin volcarse sobre los mercados externos" (2004: 13). Si el TLC se defiende con despreocupada confianza es gracias a una imagen basada en una prueba negativa: no se conoce un país que haya crecido sostenidamente y a ritmo considerable sin volcarse sobre los mercados externos. Esto es muy diferente a una afirmación positiva y estadística del tipo "históricamente se ha visto que aquellos países que hacen X obtienen Y como resultado". El argumento es entonces más débil de lo que parece y evidencia las fallas intrínsecas del saber económico. Para decirlo sucintamente: las cifras, cálculos y metodologías más sofisticadas que hoy poseemos no permiten formular conclusiones de política económica técnicamente fundamentadas.

Más aún, las contradicciones intrínsecas y la ocasional incompatibilidad de las diversas representaciones estadísticas mundiales han llevado a que economistas como Ravaillon - quien trabaja, precisamente, en el Banco Mundial- afirmen que "las conclusiones sobre el impacto de las reformas comerciales en la distribución (de la riqueza) obtenidas a partir de comparaciones entre países (cross country analysis), son de cuestionable relevancia para las políticas públicas de cada país en particular" (2003: 21). Las imágenes estadísticas del Mundo no sirven entonces para formular recomendaciones, técnicamente fundadas, de política económica nacional.

En la misma línea Angus Deaton, profesor de Stanford y quien ha desarrollado algunas de las nuevas metodologías para la medición de la pobreza y la inequidad, ha planteado la necesidad de construir nuevos estándares de medición capaces de unificar los resultados dispares que hoy afligen a los economistas. La crisis en las formas estadísticas de representación, afirma Deaton, hace que sea imposible hacer afirmaciones serias acerca del impacto de la globalización sobre la pobreza en el mundo: "el debate acerca de la globalización es un debate serio, al punto de que es necesario medir genuina-mente los estándares de vida de los pobres, no simplemente asumirlos. ¡No podemos afirmar que la globalización ha reducido la pobreza sin medir los estándares de vida de los pobres!" ( 2003: 37, exclamación en el original).

Todas estas contradicciones se reflejan en la prueba histórica de Clavijo, sobre la cual vale la pena volver una vez más: "lo que es un hecho histórico es que ningún país en vías de desarrollo ha logrado consolidar su crecimiento sin volcarse sobre los mercados externos" (Fisher, 2003; Clavijo 2004:13). El hecho histórico es entonces tomado de un autor anterior, Fischer, de forma tal que parecería que, aún cuando la estadística falla, alguien ha trabajado históricamente este problema, y ha logrado aclarar la confusión existente. Sin embargo el texto de Fischer presenta las mismas contradicciones que el texto de Clavijo. Justo cuando el exdirector del FMI se dispone a fijar la correlación entre liberalización comercial y crecimiento económico llama a otro autor en su ayuda, trayendo una cita textual de Rodrik, la cual es extremadamente similar a la frase de Clavijo:"ningún país se ha desarrollado con éxito dándole la espalda al comercio internacional y a los flujos de capital de largo plazo" (Rodrik 2001: 26; también en Fischer 2003:13; similar a Clavijo 2004: 13). Como veremos, la prueba histórica que Clavijo introduce en su escrito está, ciertamente, muy lejos de poder proveer la prueba que Clavijo busca.

La lectura histórica de Rodrik es mucho más compleja de lo que se supondría desde Clavijo y Fischer. El autor afirma que para los dos países económicamente más exitosos de las últimas décadas, India y China (que son aquellos países a los cuales se debe, principalmente, la disminución global de la pobreza),"las reformas de liberalización comercial fueron implementadas una década después de que comenzara la tendencia de mayor crecimiento económico" (2001: 13, subrayado en el original)7. Más adelante Rodrik - quien después de todo termina siendo una cita extremadamente propicia -se refiere al problema que aqueja a Clavijo y a Fischer al afirmar que:

"La ausencia de una relación robusta entre las políticas de apertura comercial y crecimiento económico es una sorpresa en vista de la afirmación - siempre presente - de cómo la liberalización comercial promueve el crecimiento. En efecto, la literatura está repleta con estudios comparativos de varios países [cross-national studies] que concluyen que el crecimiento y el dinamismo económico están fuertemente relacionados con políticas de comercio liberales (...) Sin estos estudios organizaciones como el BM, el FMI y la OMC no podrían promocionar con tanto ruido estrategias de desarrollo basadas en el comercio. Una mirada más cercana, sin embargo, muestra que estos estudios tienen serias fallas (are flawed) (...) Su problema es uno muy común. En una revisión detallada de la literatura empírica, Francisco Rodríguez y yo hemos encontrado que hay una gran distancia entre las conclusiones de política que se obtienen y la investigación que actualmente es expuesta" (2001: 24-25)8.

La cita de Rodrik evidencia que la correlación buscada no puede encontrarse ni en la estadística, ni en la historia económica. Sin embargo gran parte (si no la mayoría) de la literatura económica, habla sobre inequidad, pobreza, crecimiento y liberalización comercial usando repetidamente la imagen del Mundo. Esta imagen y el sentido que le es propio se constituye en prueba última de la necesidad de implementar políticas económicas que se presentan con la certeza de la técnica (Montenegro y Rivas 2005). Estos argumentos carecen de un fundamento propiamente técnico; estas representaciones de lo Real-mundial- y lo que de allí se deriva en materia de política para lo Real-nacional - no tienen la solidez estadística que proclaman. No se trata de acusar a quienes articulan argumentos a favor del TLC de falta de pruebas técnicas o de poca seriedad académica9.Por el contrario, se trata de aceptar la fuerza técnico-académica desplegada por economistas e instituciones económicas en el momento en el cual su saber colapsa o llega a su límite; ser capaces de avanzar una discusión política con estos actores, ubicarse en esta situación en la cual el sentido del Mundo prescinde de relaciones de significación y escapa a la representación en más de un sentido (Nancy 1993). La literatura crítica reciente que estudia el estado, propone que el poder estatal (aquel que reviste a la tecnocracia colombiana), aunque se funda en un sistema simbólico, no parte de una presencia real sino de una presencia diferida (Ssorin-Chaikov 2003), una fantasía que la población acepta cínicamente (Navaro-Yashin 2002) o una forma imaginada (Gupta 1995). Estas interpretaciones, articuladas desde autores como Derrida, Agamben o Zizek, entre otros, entienden que la importancia política de los sistemas simbólicos aso-ciados al Estado no se debe a la coherencia de los sistemas de representación estatales. En una línea similar, en un estudio reciente sobre el sistema financiero japonés, Rise y Miyazaki argumentan que la política económica del Banco Central está elaborada desde "el punto final del conocimiento" (the endpoint of knowledge); los técnicos del Banco Central y los actores más informados del sistema financiero saben muy bien los límites que tienen las herramientas económicas para regular eficazmente los flujos de capital que pasan por el sistema financiero japonés; se sabe también que los modelos económicos del Banco no comprenden el funcionamiento actual de los flujos de capital; sin embargo esto no socava el poder estatal de los técnicos del Banco, quienes continúan operando como oficiales del estado desde el territorio de los límites de su saber. Es desde esta perspectiva general que intentaré dar una interpretación sobre cómo la tecnocracia logra reivindicarse soberana, gracias a su saber, aún a pesar de que es evidente que su saber presenta fallas profundas.

Conclusión

En la primera parte de este escrito argumenté que la tecnocracia evade la lógica de la democracia representativa gracias a que reivindicaba una relación inmediata con lo Real. En la segunda parte analicé un caso concreto de construcción técnica y apelación a lo Real, y señalé algunas posibles líneas críticas. En el tercer y último aparte afirmé que la imagen técnica de lo Real no puede ser construida por medio de la estadística o la historia económica; sin embargo sostuve que la técnica seguía jugando un papel importante en la medida en que ponía en evidencia sus límites. Para concluir analizaré qué estrategias permiten a la tecnocracia seguir apelando a lo Real (un Mundo menos pobre, etc.), y qué papel juega entonces su -limitado- saber. Propongo a manera de conclusión que el poder soberano de la tecnocracia es fundamentalmente místico (Derrida 1997). El saber económico legitima políticamente a los técnicos oficiales en medio de un movimiento en el cual, al fallar y apelar a una figura política esencial, lleva a la tecnocracia a un "lugar" por fuera de la representación.

Veamos entonces, al fin, la figura que garantiza la relación económica entre crecimiento económico, liberalización comercial y reducción de la pobreza y la inequidad; ésta figura es una imagen política, la división social del trabajo:

"Durante los últimos 200 años, diferentes economías locales alrededor del mundo se han integrado más mientras que la taza de crecimiento de la economía global se ha acelerado de manera dramática. Aunque es imposible probar causalmente los vínculos entre los dos desarrollos – dado que no hay otra economía mundial contra la cual hacer comparaciones – la evidencia sugiere que las flechas van en ambos sentidos. Como Adam Smith argumentó, un mercado mayor permite una división del trabajo más fina, lo que a su vez facilita la innovación y el aprendizaje en la práctica. De este modo es fácil ver cómo la integración y la innovación se apoyan mutuamente" (Dollar y Kraay 2002: 122, énfasis añadido).

Este pasaje de Dollar y Kraay sostiene que la imagen del mercado de Smith, hace "visible" lo que estadísticamente es imperceptible: las causas del crecimiento económico. Aunque el énfasis recae en los beneficios técnicos de la división del trabajo (innovación, tecnificación, etc.), Smith y la economía neoclásica entienden el proceso de la expansión de los mercados como un asunto plenamente político. La interacción en el mercado entre agentes inter-dependientes supone de antemano un orden que hace posible intercambios rápidos y confiables; cada agente, al someterse a la mediación de un poder abstracto y universal (la "mano invisible" de Smith, el capital de Marx), puede interactuar a una escala masiva intercambiando bienes y servicios de forma cada vez más veloz. Sin la garantía de relaciones a escala y flujos veloces, una sociedad no podría implementar procesos tecnificados de producción y no podría incrementar su productividad. La precondición política de la división del trabajo es que la sociedad esté regida por principios abstractos y no por poderes concretos. Esta transición entre regímenes políticos es uno de los principales argumentos de Clavijo al defender los beneficios económicos del TLC.

"La gran ventaja (del TLC y el ALCA) es que esas leyes y prácticas (que permiten la interacción económica) ya no podrán ser "fabricadas-amañadas" por jugadores locales que buscan explotar las condiciones "rentistas" de cada Estado-Nacional-débil, sino que se ciñen a unos principios de conveniencia multilateral." ( 2004: 4, énfasis añadido).

La liberalización comercial genera mayor crecimiento dado que reemplaza actores políticos concretos ("jugadores locales") por "principios" abstractos - es la interpretación del crecimiento económico que hace, por ejemplo, North (1999) -. El crecimiento económico y la reducción de la pobreza en el capitalismo contemporáneo se deben, desde esta perspectiva, a la desaparición del Soberano (poder concreto y mediado) y su reemplazo por una forma de regulación social abstracta (poder abstracto e inmediato). Desde una perspectiva crítica, autores como Marx y Foucault, han relacionado el capitalismo industrial (estadio avanzado de la división del trabajo) con la desaparición del Soberano y han identificado al poder abstracto e inmediato que lo reemplaza como algo que podría ser llamado - por el momento - regímenes de significación10. Aunque en varios momentos estos autores (al igual que Bourdieu) parecen entender que la soberanía, en el capitalismo, está garantizada al otorgar al poder estatal el peso de lo Real (un poder naturalizado, objetivizado, etc.), Derrida (1993) y Agamben (1998) han desarrollado aquellos apartes en los argumentos de Marx y Foucault en donde se evidencia que la significación en el capitalismo, y por ende la soberanía del capitalismo, se establece desde un "lugar" que no es el de lo Real.

Si el poder en el capitalismo contemporáneo opera estableciendo regímenes de significación basados en una distinción clara entre lo Real por un lado y los discursos acerca de lo Real por el otro, la acción soberana de significación depende, a su vez, de la posibilidad de realizar tal distribución, de un punto anterior a tal distribución. Si el poder soberano apela a algo como fuente de su poder, es a una condición más allá de toda significación11. No es este un poder que apele a nubosidades discursivas (no es un régimen de significados flotantes); tampoco es un poder que recurra en una materialidad preexistente (no es un materialismo).

El poder abstracto e inmediato al cual alude en la figura de la división del trabajo es, en últimas, un poder en el que confluyen significante y significado, un "lugar" situado entre categorías opuestas, que escapa a la representación, lugar de origen de la significación (Derrida 1967) y de la soberanía estatal (Agamben 1998).

Los economistas dicen conocer la causa del crecimiento económico y la fórmula para reducir la pobreza. Dado que saben esto, nos piden que, para poder implementar sus políticas, les dejemos actuar por fuera de mecanismos de representación democrática. Ahora bien, ¿qué tipo de saber les permite pedirnos esto?, ¿qué tipo de políticas quieren implementar? Los economistas muy bien saben que el crecimiento económico en el capitalismo contemporáneo proviene de un poder social que escapa a la representación. Si se considera que la integración a un mercado mayor causará mayor crecimiento, es por se configurará un poder político abstracto, inmediato y no-representativo. Lo que los tecnócratas saben y quieren, es aquello que los tecnócratas hacen: una soberanía que escapa a la representación. Nuevamente: lo que los economistas proponen como política para generar crecimiento es profundizar en aquello que los tecnócratas vienen realizando: una soberanía que escapa a la representación. La reivindicación soberana de la tecnocracia es tautológica, plena de aporías, no tiene justificación más allá de sí misma. Su posición no es débil por estas razones, por el contrario, es extremadamente poderosa al poner en movimiento la mística de la autoridad.

En el debate del TLC que habrá de ser desarrollado en Colombia el próximo año, dicha mística se pondrá en juego sistemáticamente. Para poder adelantar un debate crítico frente a la tecnocracia conviene entender que el saber del contrario es, en últimas, un saber profundo y sofisticado. Lo que se discutirá con el TLC serán principios de autoridad y soberanía, de los cuales los economistas tienen gran conocimiento, aunque digan no saberlo o en verdad no lo sepan. Es poco probable que el robusto argumento tecnocrático pueda ser derrotado en las actuales condiciones de política en Colombia. En cualquier caso, quizá el desarrollo de discursos críticos políticamente exitosos dependa de la construcción de otras formas de verdad.


Comentarios

2 Un análisis completo de las prácticas tecnocráticas por medio de las cuales constituye el TLC como punto de vista universal requeriría el uso de metodologías como la etnografía y el análisis histórico. El análisis discursivo que se propone aborda tan solo una parte del proceso técnico de construcción estatal que supondría un análisis desarrollado según las sugerencias de Bourdieu.

3 Esta es una estrategia narrativa dominante. Hoy los argumentos en defensa de la liberalización comercial comienzan por una crítica a los críticos de la liberalización comercial (Dollar & Kraay 2002; Ravaillon 2003; Fischer 2003; Bhagwati, 2005, entre otros).

4 Clavijo también cita las bondadosas y optimistas cifras de Sala-i-Martín (2002b), según el cual la pobreza actual en el mundo sería del 5% (¡!) según el índice de un dólar día, o de 18% según el índice "dos dólares día". En un cálculo posterior, Sala-i-Martín (2002c) entrega resultados revisados pero igualmente optimistas: 6.7% y 18% respectivamente.

5 Clavijo no explica cómo se obtiene este índice de liberalización comercial.

6 En estos trabajos se revisan críticamente los términos de pobreza y desigualdad de los cuales se parte (Sala-i-Martín 2002b; Ravaillon 2003), se debaten las fuentes usadas para recoger información sobre estos indicadores (encuestas de hogares Vs. cuentas nacionales) (Sala-i-Martín 2002b; Deaton 2003) y se implementan nuevas estrategias para la agregación de los datos, para el cómputo de las cifras y para el calculo de niveles de ingresos de poblaciones de países diferentes (Sala-i-Martín 2002b; Fischer 2003). Para una explicación de los cambios en la metodología estadística ver The Economist (2004).

7 Sería necesario reconocer también que si las cifras de pobreza - porcentual y neta - han descendido en el mundo esto ha sido posible por la reducción de la pobreza en China y en menor medida en la India. (China es responsable por haber "sacado a 400 millones de personas" de debajo de la línea de la pobreza, India ha "sacado a unos 70 millones" (The Economist 2005). Pero la de China es una economía que muy difícilmente cumple los requisitos de una economía liberalizada (como tampoco los cumple la India. (Ravaillon 2004; Rodrik 2001). Mientras las economías como la de China y la India, con derechos de propiedad que no se ajustan al canon librecambista, crecieron a tazas record y redujeron la pobreza, las economías de la región que más se ciñó al Consenso de Washington, no presenta progreso alguno en la reducción de la pobreza (Rodrik 2005) incluso utilizando indicadores extremadamente optimistas como los de Sala-i-Martín (2002b). Si un modelo funciona, de hecho, parecería ser el modelo Chino e Hindú (si es que hay tales "modelos") y no un modelo mundial de liberalización comercial (si es que hay tal "modelo").

8 Rodrik, profesor de economía en Harvard, está muy lejos de ser un nihilista o un crítico radical de las posibilidades científicas de la economía. Su problema con las aproximaciones que critica se debe a diferencias metodológicas propias del debate económico actual. Para un libro reciente que muestra su optimismo respecto a las posibilidades de conocer las causas del desarrollo económico ver (Rodrik 2003).

9 No se trata, en ningún caso, de denunciar un engaño. Clavijo, por ejemplo, no presenta nunca su argumento como una prueba irrefutable, nunca hace pasar su posición por ciencia. Tampoco habla de su propuesta como si fuese algo frágil como una promesa; si presenta algo, es algo que se sitúa entre la prueba y la promesa:"...las actuales negociaciones TLC-ALCA constituyen una oportunidad para anclar nuestras instituciones cerca de los patrones internacionales que han probado ser promisorios para el crecimiento económico" (2004: 15 énfasis añadido). ¿No es evidente la imposibilidad de que algo ("patrones internacionales") pueda "probarse""promisorio"?

10 El ejemplo más conocido de Foucault sobre el poder del capitalismo industrial se refiere al panóptico como mecanismo de representación . El panóptico es un "campo de visibilidad" compuesto por celdas que funciona como un "pequeño teatro" (1998: 203); el panóptico puede ser operado por cualquiera, o puede funcionar por sí mismo (1998). Marx por su parte postula que el capital es una medida universal que se convierte en el principal principio de realidad para los agentes del mercado; el capital no es manejado por los agentes concretos del capitalismo, por el contrario, en el proceso de producción capitalista, el individuo capitalista, junto con el proletariados, son medios a través de los cuales el capital se auto-valoriza (1990).

11 Una lectura de este tipo de "lógica cultural" en el "capitalismo tardío" en: (Jameson 1984).


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