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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.63 Bogotá Jan./June 2006

 

EMOCIONES Y MOVIMIENTOS SOCIALES: algunas claves útiles para estudiar el conflicto armado

Silvia Otero Bahamón1

1 Estudiante de último semestre de ciencia política en la Universidad de los Andes y joven investigadora del Centro de Investigación y Educación Popular CINEP. Agradezco a Ingrid Bolívar por su ayuda en la concepción y corrección de este artículo.

recibido 26/04/06, aprobado 16/05/06


Introducción

En el estudio del conflicto armado colombiano han sido comunes las preguntas sobre las causas objetivas de la confrontación, la lógica estratégica, las relaciones de los actores armados con la sociedad civil, el vínculo con las economías ilegales y la evolución y expansión de los grupos al margen de la ley. Mucha menor preocupación por parte de la comunidad académica han suscitado las preguntas sobre el reclutamiento de los miembros, las motivaciones que incitan la participación, o las diferencias entre sectores o grupos sociales que existen al interior de los grupos armados (diferencias tales como sexo, raza, estrato o edad). La reciente multiplicación de eventos de desmovilización de los grupos armados ha permitido contar con nuevas fuentes –los excombatientes-, lo cual ha abierto el panorama para investigar estos aspectos.

Y es que esta particularidad en las investigaciones sobre el conflicto armado colombiano se presenta también en la tradición sobre movimientos sociales.Allí, algunos teóricos han señalado que los modelos tradicionales de racionalidad instrumental no siempre explican con satisfacción la participación de sus miembros (Goodwin,Jasper y Pollera 2003:5-7). En consecuencia, investigadores han pensado en conceptos y métodos para dar cuenta de las motivaciones individuales de los acto-res, y darles un lugar en la comprensión de los fenómenos de movilización social. Es allí donde las emociones han sido traídas de vuelta a la investigación en ciencias sociales –de donde habían sido excluidas durante décadas y han sido útiles en el entendimiento de conceptos claves como marcos, identidades colectivas o redes sociales, y por supuesto, reclutamiento y participación.

En este artículo extraeré ciertos conceptos y argumentos de dichos estudios sobre emociones y movilización social para analizar los relatos de un pequeño grupo de ocho mujeres excombatientes que fueron entrevistadas sobre sus experiencias de ingreso y estancia en el grupo armado. Las entrevistas se hicieron a desmovilizadas voluntarias de la guerrilla de las FARC y de grupos de autodefensa en el marco de mi tesis de pregrado, algunas de cuyas conclusiones presentaré aquí. Me permitiré extrapolar conceptos de los movimientos sociales a los grupos armados, teniendo en cuenta que, como han señalado algunos autores, hay una gran continuidad entre diversos tipos de acción colectiva, e incluso la acción violenta es una forma histórica de acción colectiva (Archila y Bolívar 2006:14). En el caso colombiano esta asociación no ha dejado de generar malestar, ya que “la tendencia de la política colombiana a penalizar la protesta asimilándola a la acción insurgente hace que tanto los autores dedicados a este tema como los mismos dirigentes de las organizaciones sociales enfaticen las diferencias entre la acción social y la lógica armada” (Archila y Bolívar 2006:14). Como señalé anteriormente, hago esta asociación porque he encontrado similitudes entre las atribuciones que las mujeres hacen a la organización, y las que hacen los participantes de múltiples movimientos sociales estudiados por los teóricos.

El artículo esta dividido en tres secciones. En la primera se hará una exposición de los principales aportes que las emociones han hecho a los estudios sobre movilizaciones sociales. Esto dará paso a la segunda sección, dónde se enfatizan las redes sociales y los lazos afectivos bajo los cuales operan los movimientos. En la última sección nos ocuparán las motivaciones individuales de los participantes, especificando aquellas que esgrimieron las mujeres excombatientes en sus relatos.

Emociones y movilización social

Los estudios sobre movilizaciones sociales han silenciado sistemáticamente a las emociones (Aminzade y McAdam 2001:14). Esto ha sucedido pues se tiende a suponer las emociones como irrupciones irracionales del estado de ánimo, que conllevan a la toma de decisiones incorrectas. Entre tanto, en el ámbito de lo público, dónde las movilizaciones sociales tienen lugar, la legitimidad de la acción proviene de la racionalidad de los agentes. Es el cálculo costo-beneficio, y la persecución de intereses “racionales”, y la configuración de la acción en torno a “ideales” lo que motiva la acción colectiva: allí las emociones no tienen nada que aportar. No obstante, recientemente varios autores se han preguntado a qué se debe el “silencio” de la sociología de los movimientos sobre el papel de las emociones. Goodwin, Jasper y Polleta comentan que en los estudios iniciales, los movimientos se entendían como expresiones reaccionarias de una multitud furiosa e iracunda.Al respecto dicen que “la sicología freudiana era generalmente apropiada para mostrar que los participantes (de las revueltas) eran inmaduros, narcisistas, sin autoestima y que necesitaban creer en algo”, y que las protestas eran un error, un signo de inmadurez (Goodwin, Jasper y Pollera 2003: 2). En los años setenta este modelo se vio fuertemente criticado cuando los sociólogos empezaron a simpatizar con los movimientos sociales que estudiaban. Su orientación con respecto a las movilizaciones pasó a ser estructural, racionalista e individual: “los manifestantes estaban sencillamente siguiendo intereses individuales y de grupo existentes, definidos por posiciones estructurales como las clases sociales” (Goodwin, Jasper y Pollera 2003: 5).

Sin embargo, nuevas aproximaciones han sacado las emociones del silencio, quitando la exclusividad que sobre ellas tuvieron la biología y la psicología, disciplinas que suelen situar las emociones “dentro” de los individuos puesto que se manifiestan como sensaciones corporales. Sin embargo, de acuerdo a estas perspectivas, éstas no pertenecen únicamente a la esfera de lo íntimo y lo apolítico, y afirman que las emociones también se producen en las interacciones sociales, por lo cual se expresan en significados compartidos socialmente, convenciones, valores culturales y creencias, que inciden en la valoración del entorno y en la motivación de la acción (Lutz y Abu-Lughod 1990: 5; Goodwin, Jasper y Pollera 2003: 6). Las emociones en tanto se configuran y se forjan en el orden social, son “resultados reales, anticipados, recolectados o imaginados de las relaciones sociales”, y por eso, pueden dar pistas de características estructurales como el status y el poder (Kemper: 2003: 59). Este autor insiste en que la posición de los actores en tales jerarquías tiene un correlato en las emociones que se sienten; por ejemplo el orgullo puede denotar que el status otorgado por los otros es consecuencia de los logros alcanzados por uno (Kemper 2003: 66).

En este punto hay que recalcar que esta aproximación rompe con la dicotomía racionalidad /emoción. Al respecto Jon Elster arguye que “son varios los autores y autoras que han defendido una perspectiva revisionista según la cual las emociones lejos de interferir la toma racional de decisiones pueden llegar incluso a fomentarla” (Elster 2001: 343). Las emociones ayudan a dirimir el empate entre varias opciones igualmente racionales, al tiempo que está demostrado que personas emocionalmente planas están inhabilitadas para tomar incluso las decisiones más cotidianas (Elster 2001: 352)2. Por último, se debe anotar que así como las emociones que se derivan de determinadas situaciones dependen del entorno cultural del agente, aquello que se considera racional puede ser también una cuestión cultural.

Volviendo a lo nuestro, los autores empezaron a notar que elementos fundamentales para la movilización social no se explicaban con los modelos tradicionales de racionalidad instrumental y cálculo de intereses. Ron Aminzade y Doug McAdam (2001) comentan que las emociones y los procesos emocionales cuentan con gran capacidad explicativa en dos niveles de la movilización social: el individual y el colectivo. En el primero de ellos, los autores mencionados y otros más recalcan la importancia de apelar a las emociones en los momentos iniciales del movimiento social. Así, la frustración, la indignación, la rabia o la esperanza constituyen motivantes fundacionales para la acción colectiva. Como dicen Aminzade y McAdam, no se trata de decir que la movilización de emociones fuertes cause los movimientos o las revoluciones, pero a pesar de que existan circunstancias favorables, la ausencia de dichas emociones no permitirá la generación de un movimiento (Aminzade y McAdam 2001:17). Goodwin, Jasper y Polleta hacen un aporte situado más en el nivel colectivo. Estos autores afirman que la identidad colectiva ha devenido un término popular en la literatura sobre movilización social, y allí las emociones también tienen mucho que ver.Además de estar fundadas en características como sexo, raza, clase y género, las identidades “se usan para describir cierto sentido de solidaridad entre miembros de un movimiento social, sugiriendo lazos de confianza, lealtad y afecto” (Godwin, Jasper y Pollera 2003:8).Y es que estos lazos de amistad entre miembros de un movimiento social nos conectan con el nivel individual, ya que animan la participación de las personas en el movimiento (Della Porta 1998:223). Las emociones motivan el activismo individual y permiten entender por qué los individuos deciden involucrarse incluso cuando los costos de la participación son más altos que los beneficios. Por cuenta de estos fuertes sentimientos por el grupo la participación se convierte un una actividad placentera, independientemente de los objetivos y resultados del movimiento (Aminzade y McAdam 2001:17;Wood 2003; Goodwin, Jasper y Pollera 2001:5, 9). Sin embargo se debe aclarar que estas emociones sólo explican por qué existen lazos de amistad y redes sociales fuertes en los movimientos sociales, pero no hablan de las condiciones objetivas que permiten la emergencia de los mismos (estructura de oportunidad, presión social, presencia de organizaciones establecidas, etc.) (Della Porta 1998:236; Aminzade y McAdam 2001:17). Esta salvedad indica que el interés por las motivaciones individuales y por las emociones no implica que se desconozca la existencia de condiciones estructurales. Al contrario, al enfocarnos en la forma como los actores “sienten” la participación, estamos dando oportunidad para encontrar allí indicios de cómo experimentan la objetividad de lo social. Esto será importante en los apartados siguientes, en los que se profundizará en la capacidad explicativa de las emociones en los dos niveles –individual y colectivo- recogiendo los relatos de un grupo de mujeres excombatientes con respecto a su ingreso y permanencia en los grupos armados.

Redes sociales y lazos de amistad

Al preguntarle a un pequeño grupo de mujeres excombatientes3 por aquello que rescataban como agradable o positivo de su paso por el grupo armado, todas coincidieron en responder que la solidaridad, la amistad entre los compañeros y la camaradería, pues hacían amena y grata la vida clandestina:

Lo que me gustaba más era el ambiente de camaradería (...) a los comandantes les interesaba eso, porque si no ellos saben que los combatientes se aburren, y se vuelan. Por eso mismo a mi no me dejaron ir para la casa, porque sino había que mandar a un hombre del frente para la radio. A los comandantes les conviene tener a la gente contenta, ahí (Entrevista No. 2 - AUC).

Me gustaba estar en el grupo porque me la llevaba bien con los compañeros, andábamos y conocíamos, teníamos muchas experiencias. Había mucha solidaridad. Los comandantes daban charlas, nos reunían para que habláramos entre nosotros.Ellos se la pasaban dando charlas sobre el reglamento y allí está contemplado todo eso, que la solidaridad, la camaradería, que un ejército tiene que estar unido… todo eso (Entrevista No. 3 - FARC).

Se sentía uno bien... sobre todo por los amigos que uno se hace allá. Eso me hace falta. Había un esfuerzo porque uno se la llevara bien con los otros…. Ellos hacían charlas de toda clase, por ejemplo sobre cómo tratar a la población civil, o por ejemplo que uno no puede pelear con otro guerrillero, que tienen que tratarse bien, todo eso (Entrevista No. 4 - FARC).

Las mujeres atribuyen al clima organizacional de los grupos armados atributos similares a aquellos asignados a los movimientos sociales. En organizaciones como las FARC y las AUC existen esfuerzos “institucionales” orientados a fortalecer los lazos de afecto entre los miembros, prolongando el vínculo entre el individuo y el grupo armado. Los fuertes sentimientos de solidaridad, lealtad y amistad encontrados permiten entrender que la organización hace las veces de grupo social de base o “patria social” para los participantes4. Aquellos que ingresan a los grupos armados suelen romper con sus antiguas redes sociales, perdiendo contacto con la familia, amigos y vecinos. En palabras de Donatella Della Porta (1998:221), se trata de una segunda socialización –casi tan fuerte como la primaria-. Una ex paramilitar lo expresa así:

Yo sabía que estar en el grupo estaba mal, pero igual yo me sentía bien, allí encontré cariño, allá hablaba uno lo que quisiera con quien quisiera y nadie lo estaba juzgando (Entrevista No. 2- AUC).

Della Porta añade que estos lazos cumplen una función vital en la implicación política de los sujetos, “ya que proporcionan un sentido de cohesión frente a la oposición de la comunidad que les rodea, fomentan un deseo de aceptación y coherencia cognitiva que produce conformidad y filtran los mensajes e información política” (Della Porta 1998:221). Por otro lado Jeff Goodwin y Steven Pfaff (2003:288) sustentan que las relaciones estrechas entre los miembros de los movimientos sociales ayudan a sostener su compromiso de cara a la represión y al aislamiento social, además de alentarlos en sus actividades y de aumentar los costos de retirarse o de sucumbir ante la presión externa.

A la hora de explicar por qué se construyen estas redes sociales y lazos afectivos tan fuertes, los autores también hacen significativos aportes. De nuevo Della Porta hace un estudio sobre la transición que ciertos movimientos sociales hacen a organizaciones clandestinas, y encuentra que en estas últimas la densidad y fortaleza de las redes sociales se debe en parte a la juventud de los miembros. Esto por cuanto la participación del activista en organizaciones clandestinas a menudo “coincide con la búsqueda de independencia emocional de su familia, y la lealtad al grupo de iguales” (Della Porta 1998: 223).Y es que dichas características de la juventud hacen que los adolescentes sean bastante vulnerables a las ofertas de los grupos armados. Así lo afirman las autoras Rachel Brett e Irma Specht en un estudio sobre jóvenes combatientes de distintos países, cuando comentan que en dicho periodo surge una nueva gama de oportunidades, consecuencia de la libertad adquirida al dejar de ser un/a niño/a.“Es un momento clave para la configuración de la propia identidad y para encontrar su lugar en la comunidad y la sociedad, además de ser un momento en el que se adquiere una nueva capacidad para tomar decisiones y asumir responsabilidades”(Brett y Specht 2004:3).

Las anteriores consideraciones sobre la juventud son útiles para pensar el conflicto armado colombiano. Sobre todo si se tiene en cuenta que algunos estudios revelan que el 70% de los miembros de grupos armados en Colombia se componen por jóvenes menores de 25 años (Alvarrez-Correa y Aguirre 2002). Esta tendencia se repitió en la pequeña muestra de mujeres entrevistadas, de donde seis ingresaron a grupos armados entre los 13 y los 17 años. Lo que preocupa es que esta generalidad ha pasado casi desapercibida por la investigación. Por eso debemos hacernos la pregunta por ¿qué es lo que les ofrece el grupo armado a los niños y jóvenes que la familia, escuela y comunidad no están ofreciendo? ¿Por qué el grupo armado resulta ser una opción tan atractiva para la juventud? Las entrevistas realizadas junto con otros estudios realizados sobre niños y jóvenes en el conflicto, permiten esbozar una posible respuesta: al ser partícipes de las actividades de la guerra los jóvenes dotan sus vidas de “sentido” de varias maneras. Primero, por la vía de llevar a cabo lo que ellos definen como aventuras excitantes y novedosas. Segundo, las personas otorgan una nueva dimensión a las relaciones con sus pares (léase otros combatientes) afianzando las amistades y afectos, ya que hacen parte de un grupo donde prevalecen las relaciones de camaradería y fraternidad. Tercero, teniendo en cuenta que la formación de la propia identidad es otra característica de la adolescencia (al ser una parte importante del crecimiento y un factor que determina la vida adulta), hacer parte del grupo armado es conformar un todo, es sentir un respaldo institucional que conforma la identidad individual con base en la identidad colectiva.

En conclusión, las redes sociales y los lazos afectivos son notablemente fuertes en los movimientos sociales y en este artículo se ha sostenido que similares características se encuentran en los grupos armados. Esto sucede por cuenta (en parte) de la juventud de sus integrantes, lo cual facilita el compromiso y la vinculación a actividades de alto riesgo. Sin embargo estas explicaciones no responden a la pregunta más general sobre cuáles son las condiciones sociales que permiten que las redes sociales emerjan y se construyan, ni tampoco contestan por qué las organizaciones optan por la clandestinidad. Evidentemente los movimientos o los grupos armados no existen porque sus miembros sean jóvenes, pero el hecho de que la mayoría de sus miembros pertenezcan a este sector de la sociedad debe ser tomado más seriamente.

Motivaciones individuales de la participación

Como se expuso anteriormente, la solidaridad, la lealtad y la camaradería son emociones que constituyen por sí mismas motivos preponderantes para participar en el grupo armado o para permanecer en él. No obstante, además de estos tres, las conversaciones con las mujeres excombatientes permitieron dar cuenta de otros motivos importantes para ingresar al grupo, como la búsqueda de aventuras, el hacerse respetar o el gusto por la milicia.

Ahora bien, antes de trabajar las motivaciones particulares para ingresar a grupos armados, quisiera profundizar en la importancia de tenerlas en cuenta. Volviendo a la sección inicial del artículo, los estudios sobre conflicto armado han cubierto con mayor amplitud temas sobre la expansión de los grupos ilegales, su lógica estratégica, los impactos sobre la población civil o los vínculos con la economía del narcotráfico. Mucho menos se ha escrito sobre las razones de los miembros de los grupos para estar allí, o sobre los beneficios de la participación o sobre las dinámicas de reclutamiento. En adición, la literatura sobre movilizaciones sociales presenta carencias semejantes5. ¿Por qué esta pregunta se ha relegado a un segundo plano? ¿Por qué no ha sido importante estudiar las motivaciones individuales? En el proceso de involucrarse a grupos o movimientos de seguido se toma por hecho la existencia de intereses por condiciones dadas objetivamente (Goodwin, Jasper, Pollera 2003:7). Es decir, condiciones estructurales como la represión o la marginación son tomadas como motivaciones suficientes para los participantes de movimientos sociales. Además, hablar de motivaciones individuales da la idea de simplificar los procesos sociales al desagregarlos de su carácter colectivo. Desde esta perspectiva, la existencia de movimientos sociales, o extrapolando, la existencia de grupos armados no se explica por motivaciones particulares de ciertos individuos, y por consecuencia, estudiarlos puede tergiversar la interpretación de la realidad.

No obstante, el que sea necesario situar la emergencia de intereses y motivaciones objetivas en las condiciones estructurales, no quiere decir que las motivaciones individuales no existan, o incluso, que éstas no se desprendan igualmente de la estructura social. ¿Cuáles son esas otras motivaciones y beneficios? ¿Sirven para complementar en vez de simplificar las conclusiones sobre los procesos sociales?

Las emociones han jugado un papel importante en darle un sentido a este tipo de motivaciones. Como afirma Elisabeth Wood, la participación en movimientos sociales o en grupos armados trae para sus miembros ciertos beneficios que pueden considerarse emocionales, tales como el empoderamiento, el hacerse admirar o respetar, los lazos de amistad y afecto, o el suplir un estado de aburrimiento dotando la vida de sentido. Dichos beneficios no se identifican con los objetivos últimos de la organización, pero ayudan a entender por qué ciertos miembros se involucran o permanecen. Ella indica que cuando los costos de la participación superan los beneficios materiales de la misma –como tierras, derechos o incluso participación-, es necesario tener en cuenta tales beneficios emocionales (Wood 2003:267)

No es cierto que tener en cuenta estos beneficios y motivaciones diga menos de la complejidad de la realidad social. Al contrario, éstos también se dibujan como correlatos de las condiciones estructurales de una sociedad. Para ejemplificar, y anticipándonos a lo que se expondrá a continuación, varias mujeres excombatientes asignaron al “aburrimiento” un peso importante a la hora de decidir ingresar al grupo armado. De allí no se quiere concluir que los grupos armados existen porque los jóvenes están aburridos. Por el contrario, se trata de tomar la emoción del aburrimiento como un resultado de condiciones estructurales de las relaciones sociales (Kemper 2003). De hecho, el aburrimiento puede ser visto como la conjunción entre la desilusión y la decepción,y la existencia sistemática de un sentimiento tal en jóvenes que pertenecen a grupos armados da pistas sobre la estrechez de los canales de realización personal en la sociedad colombiana (Serrano 2004:203).

En las entrevistas que se han aludido se preguntó a las mujeres excombatientes por las razones que tuvieron para ingresar al grupo armado.Aunque se trata de un trabajo exploratorio por la pequeñez de la muestra, los resultados que se presentarán buscan apenas abrir el espectro de investigación y llamar la atención sobre la importancia de tener en cuenta los beneficios individuales de la participación. Esto se dice porque en sus relatos, las mujeres esgrimieron como razones muy importantes el aburrimiento, la búsqueda de aventuras, el gusto por la milicia y el hacerse respetar. Ninguna de ellas esgrimió motivos reconocidos como “ideológicos” –tales como la defensa de las comunidades, o la lucha de clases- y en menor proporción se habló de pobreza o maltrato doméstico. Esto no quiere decir que estas últimas no se presentan en el universo de los combatientes pero quiero recalcar aquí el hecho de que las primeras se hubieran nombrado repetidamente tanto por las que estuvieron en las FARC como por las que hicieron parte de grupos de autodefensa6.

Recordemos el carácter emocional de estas motivaciones: por ejemplo, el gusto por la milicia está fundamentado en la admiración y el respeto que las mujeres sienten frente a los combatientes. El deseo de tener aventuras muestra una búsqueda de excitación y exaltación en una idea de vivir el presente, y el aburrimiento, como ya se mencionó, da muestra de la desilusión y decepción. A continuación se profundizaran en tres de estos beneficios: la admiración y respeto, el hacerse respetar y la dotación de sentido.

Empecemos con el primero de ellos. El gusto por la milicia se refleja en el gusto por las armas y los uniformes dando cuenta de la importancia otorgada a los elementos de poder en los imaginarios colectivos.Veamos algunos testimonios:

Uno piensa que porque lo ven armado, entonces lo respetan más a uno, y sí, eso es así. Los civiles respetan mucho a esa gente, y eso me gustaba (Entrevista No. 4 - FARC).

Si, me trataban todos con respeto porque ya uno con arma lo tratan distinto, lo tratan a uno con respeto. A mi me gustaba eso aunque esas son ideas de uno.Yo veía de vez en cuando a mis vecinos, y si, a uno lo tratan mejor, le hablan con más respeto (Entrevista No. 8 - AUC).

Como denotan las palabras de las mujeres, las armas como fuente de poder están asociadas con emociones como admiración y respeto por quienes las poseen.

Los civiles quieren mucho a las mujeres guerrilleras, dicen que las admiran mucho por valientes, por guapas, por lo duro que es estar allá. Las admiran mucho. Uno se siente bien de eso porque en los pueblos hacen reuniones con los civiles y a uno lo tratan muy bien. Allá quieren mucho a la guerrilla y eso lo hace sentir bien a uno (Entrevista No. 3 - FARC).

Una motivación importante para ingresar a los grupos armados consiste en aspirar ser merecedor de dichas emociones. Así, ingresar al grupo armado puede ser una apuesta política por parte de los miembros por cambiar su posición en las jerarquías de status, -en la medida en que son beneficiarios del respeto y la admiración que se le otorga a quienes llevan acabo estas actividades-; pero también en las relaciones de poder, en la medida en que participan, forjan y ordenan lo público, y se convierten en agentes que intervienen y regulan la vida social. Esto adquiere sentido si tenemos en cuenta que ingresar al grupo armado es una vía de acceso a posibilidades y beneficios que están cerradas para las mujeres de extracción rural, inscritas en una lógica patriarcal que destina para ellas el ámbito doméstico.

Ahora bien, varias mujeres afirmaron que una de las principales ganancias de haber pasado por el grupo fue aprender a hacerse respetar por los otros. Dicho respeto se gana puesto que la mujer es capaz de hacer lo que se le pide en el grupo armado, e incluso es capaz de hacer lo mismo que los hombres. Esto genera en ellas mucha satisfacción, volviéndose un beneficio emocional de la participación.Veamos algunos testimonios:

Allá uno se gana el respeto uno mismo, haciéndose respetar, no dejándose coger, no dejándose sabotear. Allá lo enseñan a uno a valorarse uno mismo, a hacerse respetar (Entrevista No. 1 – AUC).

Los civiles saben que uno no es cualquier mujer, mientras que a veces a uno le tienen miedo. A los soldados se les hace increíble que uno de mujer sea más capaz que ellos. La experiencia que uno tiene y lo que uno sabe no lo sabe ningún raso del ejército (Entrevista No. 5 – FARC).

Como se ha insistido desde el inicio de este artículo, las emociones, en este caso el respeto, dan cuenta de características estructurales de las relaciones sociales. El respeto otorgado por los otros da cuenta de una ganancia en términos de status. Por eso, ellas ya no son consideradas como “una mujer cualquiera” y tienen la posibilidad de exigir otro trato, de “no dejarse sabotear”. Por haber vivido lo que vivieron las mujeres se sienten orgullosas, y experimentan cierto placer de la agencia. En sus palabras:

Yo siento que soy más valiente en cierto modo. Estar en la guerrilla es en general, es una experiencia buena porque uno aprende, pero mala porque en cualquier momento le llega la hora de morir. (Entrevista No. 3 – FARC)

Uno madura, para la edad que yo tengo soy demasiado madura.Yo no soy cualquier boba.Uno sufre mucho allá y por eso uno acá sufre y no pasa nada. Acá uno consigue de todo, mientras que allá es lo que le quieran dar a uno. (Entrevista No. 5 - FARC)

Sin entrar a discutir aquí si lo que se deriva de las armas es efectivamente respeto;y si ese respeto puede compararse con el que se tiene a figuras prominentes y admirables, lo importante aquí es mostrar que así es identificado por las entrevistadas. Es necesario dar un lugar analítico a estas formulaciones, aún para cuando en la concepción generalizada el respeto no lo irradian los actores armados.

Por último deseo concluir esta exposición con el aburrimiento y la falta de sentido.Varias entrevistadas aludieron que el aburrimiento frente a sus vidas motivó el ingreso al grupo. Traducido en falta de motivaciones y percepción de un futuro sin perspectivas, “el aburrimiento” nos hace pensar que, de alguna manera, participar en las actividades bélicas les permitió dotar sus vidas de sentido. Así la situación de “aburrimiento” constante se solucionaba por la vía de tener “aventuras”, “experiencias” o de “vivir el presente”.

En su libro Los Alemanes, Norbert Elías estudia el surgimiento de grupos terroristas en Alemania durante la República de Weimar, afirmando que “no es difícil ver que esa pérdida de sentido para una parte no despreciable de los jóvenes ya sea debido a las leyes, al desempleo o a lo que sea, constituye un terreno fértil no solo para los traficantes de drogas del presente, sino también para las futuras guerrillas urbanas y para los movimientos radicales del mañana de izquierda o de derecha” (Elías 1994:239). Tal como lo afirma este autor, en el caso que nos ocupa, los síntomas de aburrimiento esgrimidos por la juventud hablan también sobre la posición relacional de los mismos en sus sociedades y sobre las condiciones estructurales que conllevan a la participación.

Esta última frase nos hace volver a la discusión planteada anteriormente: los beneficios y motivaciones emocionales individuales esbozados aquí explican en parte por qué algunas mujeres ingresan en grupos armados y persisten en ellos. Otras investigaciones realizadas entre jóvenes combatientes muestran también la existencia de beneficios similares. Ahora bien, esto no quiere decir, nuevamente, que los grupos armados existan porque hay jóvenes aburridos, irrespetados y con conflictos de identidad. Pero estas motivaciones también son un correlato de condiciones estructurales de la sociedad. Desde sus relatos también se sugiere que en ciertas regiones en Colombia, los canales para ascender socio-económicamente, para alcanzar reconocimiento y respetabilidad, y para dotar de sentido la vida, están relativamente cerrados para las generaciones más jóvenes. Para esas personas los grupos armados son vías de acceso a esos beneficios, y no la escuela, o la comunidad. Por la vía de identificar las emociones de las excombatientes se llega a conclusiones semejantes a las obtenidas por la vía del análisis de las condiciones estructurales.

El hecho que beneficios y motivaciones emocionales –y no sólo materiales o “ideológicos”- sean importantes para ingresar al grupo armado, también obliga a hacer algunas reflexiones7. De hecho, cuando algunas mujeres comentaron a sus familias que estaban en las FARC o en las autodefensas, éstas les preguntaron por qué se habían ido si “en sus casas no les hacía falta nada”. Sus familias consideraron que si a ellas no les hace falta la ropa, la comida, el techo o el descanso, no deberían estar en el grupo buscando nada más. Esto es lo que las familias “deben” proveer a los jóvenes, y si lo hacen satisfactoriamente, ¿qué les puede hacer falta? La cuestión es fundamental, sobre todo si se tiene en cuenta que entre los colombianos es cada vez más generalizada la idea de que la pobreza y la miseria obliga a las personas a ingresar a grupos armados, y que al estar allí el ánimo por el lucro y la ambición determinan la permanencia. Es decir, se tiene a pensar que las privaciones de alimentos y el interés material mantienen a los grupos ilegales. Pero las motivaciones a las que se ha hecho alusión acá permiten atreverse a pensar que los jóvenes colombianos sufren otras privaciones además de las económicas, y que esas motivan el ingreso y permanencia en grupos armados: “¿cómo llamarlas? ¿Privación de valor? o ¿de sentido? ¿de amor propio y autoestima?” (Elías 1976:111).

El hecho de que las mujeres y otros jóvenes ex miembros de grupos armados hablen de estas motivaciones, que suelen ser vistas como nomateriales, no es muestra de la banalidad de objetivos, ni de la falta de justificación que se suele asignar al recurso de la violencia política. Al contrario, habla precisamente sobre “lo que les ha hecho falta”; -y usando las reflexiones que Elías escribió sobre los marginados de un barrio inglés-, esto sugiere que los jóvenes “cuanto más se elevan por encima del nivel de subsistencia, tanto más emplean sus ingresos, sus recursos económicos para la satisfacción también de otras necesidades humanas que van más allá de sus urgencias más elementales naturales o “materiales”; entonces también sienten más agudamente la espina de su inferioridad social, es decir, su poder inferior, su bajo estatus (...)la lucha deja de enfocarse prioritariamente sobre el hambre, sobre los medios de supervivencia física y entonces se torna una lucha por la satisfacción de otras necesidades humanas” (Elías 1976:108).

El malestar y disgusto que en muchas personas genera el hecho de que los jóvenes esgriman motivaciones individuales como “aburrimiento”o “gusto por la milicia” debe también hacernos pensar sobre cuáles son las justificaciones que la sociedad acepta sobre la utilización de la violencia política. ¿Por qué resulta más fácil aceptar el hambre que la desilusión? ¿Por qué es más aceptable el deseo de comer que el deseo de hacerse respetar? ¿Por qué cuesta más reconocer la privación de status y de poder que la privación de alimentos? “¿Qué otras privaciones, aparte de las económicas, tienen que sufrir los marginados?” (Elías1976:107). Empezar a plantearnos estas preguntas es también abrir una nueva ventana en el estudio del conflicto armado.

En conclusión, la pregunta por las motivaciones individuales y por las emociones como resultado de las relaciones sociales, ha permitido darle un lugar a unos relatos que un grupo de mujeres excombatientes hizo sobre su ingreso y permanencia en el grupo armado. Las similitudes en las atribuciones que las mujeres hacían a las FARC o las AUC con aquellas que participantes hacen a sus movimientos sociales permitió también alimentar la discusión con esas perspectivas teóricas. Como se dijo al iniciar este artículo, la reciente disponibilidad de fuentes como los excombatientes o ex milicianos de grupos armados puede ser aprovechado por la investigación para hacerse otras preguntas y poder corroborarlas más fácilmente. Los ejemplos aquí mostrados sobre las mujeres excombatientes solo intentan ser una pequeña muestra de esta tendencia. La invitación es a seguir investigando.


Comentarios

2 Elster toma esta idea de Damasio (2001).

3 Se entrevistaron 8 mujeres desmovilizadas voluntarias, 5 provenientes de las FARC y 3 de las AUC.

4 Para una profundización sobre la guerrilla de las FARC como “patria social” de sus miembros ver Bolívar (2005).

5 La literatura ha trabajado el problema de los freeriders o excitement-seekers, pero poco se ha dicho sobre otra clase de participantes.

6 Miguel Alvarez-Correa y Julián Aguirre (2002) también llaman la atención sobre estas motivaciones, sobre todo el gusto por la milicia y el deseo de tener aventuras. La investigación Aprenderás a no llorar (2003) de Humans Rights Watch también menciona la existencia de estas motivaciones en el grupo de niños encuestados.

7 Recordemos que esta distinción parte del trabajo de Word (2001), donde los beneficios materiales como dinero, tierras, participación política o derechos se diferencian de los emocionales, como el placer de la agencia y el orgullo.


Bibliografía

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Aminzade, Ron y Doug McAdam. 2001.“Emotions and Contentious politics” en Aminzade Ron (et al), Silence and voice in contentious politics. Cambridge: Cambridge University Press. 14-50

Archila, Mauricio y Bolívar Ingrid. 2006. “Introducción” en Archila, Mauricio (et al) Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio 1990-2001. Bogotá: Cinep

Bolívar, Ingrid. 2005. Discursos emocionales y experiencias de la política. Las Farc y las Auc en los procesos de negociación política. Bogotá: Tesis de maestría en antropología social – Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes

Brett, Rachel e Irma Specht. 2004. Young soldiers. Why they chose to fight? Suiza: International Labour Organization

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