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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.63 Bogotá Jan./June 2006

 

PRONUNCIAMIENTO DE BUENAVENTURA

Jóvenes de Buenaventura

Los días 16, 17 y 18 de agosto de 2005, nos reunimos en la ciudad de Buenaventura 67 jóvenes de varias regiones del Pacífico colombiano. Fuimos acompañados por organizaciones negras locales, varios Consejos Comunitarios del Pacífico, el Proceso de Comunidades Negras, PCN, representantes de organizaciones indígenas del país y la Unión territorial Interétnica del Naya, UTINAYA. Después de tratar nuestra problemática y debatir sobre nuestro quehacer hacia el futuro, hemos decidido poner en conocimiento del pueblo colombiano este pronunciamiento. Con estas palabras estamos pensando no solamente en nuestras comunidades negras. Estamos pensando también en las comunidades indígenas y campesinas y el resto de pobladores pobres del Pacífico, que comparten con nosotros situaciones de marginalidad, exclusión y miseria, producto del olvido del Estado colombiano y de la voracidad de intereses económicos, para los cuales nuestras culturas y territorios somos un estorbo.

Somos jóvenes negros venidos de diferentes lugares del Pacífico colombiano, territorio ancestral de miles de familias negras. Convivimos en esta gran región con los pueblos Embera, Wounaan y Tule. Hasta hace pocos años en este territorio vivíamos en relativa calma, a pesar de la exclusión y atropellos a esta región y la discriminación que han recibido sus pobladores durante siglos.

No obstante su gran riqueza cultural,su asombrosa diversidad biológica y sus enormes recursos naturales, en el Pacífico se encuentran concentrados todos los males que sufre Colombia: extracción irracional de recursos naturales, pobreza, exclusión y violencia. Todo el mundo conoce que el Estado en esta región se ha caracterizado por la desidia, la discriminación, la incompetencia y la corrupción.

Últimamente nos preocupa la violencia a nuestros hermanos, los más jóvenes, pues es entre nosotros que se producen más pérdidas humanas por causa de la violencia y es con nosotros que se vienen nutriendo los intentos de subordinar las economías comunitarias a los designios del neoliberalismo, un sistema económico excluyente y egoísta.

Más del 60% de la población del territorio región del Pacífico somos jóvenes. Paradójicamente, siendo el componente social más importante, estamos desvinculados de las tareas de gobierno en nuestras comunidades de origen y, progresivamente venimos perdiendo los nexos con la tierra y con la cultura generadora de recursos y bienestar.

Es entre nosotros los jóvenes donde se da la más alta proporción de los reclutados para la tala indiscriminada de los bosques, para el cultivo de ilícitos y aún como carne de cañón para todos los grupos armados que hoy desangran el país. Esto es así por carecer de oportunidades sociales y económicas para llevar una vida digna.

Pero nos estamos organizando para tratar de cambiar esta situación, teniendo como principios el respeto y la valoración de la pluralidad y la diversidad de la vida en todas sus expresiones y la defensa de nuestros territorios ancestrales, como espacios generadores de vida y libertad.

Nos estamos organizando para romper la diáspora hacia las ciudades, verdadera amenaza hacia la futura estabilidad territorial y demográfica de las comunidades y pueblos del Pacífico colombiano que hoy luchan por afianzarse en sus territorios como única posibilidad de resistencia frente a las presiones de la violencia.

Nos estamos organizando para tener más presencia en actividades organizativas y en iniciativas acordes con nuestras aspiraciones de futuro. Y esto es necesario, pues queremos ser útiles a nuestros pueblos, colaborando en los esfuerzos de garantizar la seguridad territorial y la seguridad humana de nuestras comunidades.

Nosotros los jóvenes negros del Pacífico tenemos explicaciones y propuestas, tenemos pensamiento acumulado, ojos diferentes para ver las cosas, prácticas económicas diversas, sueños y deseos que son semilleros de paz y convivencia entre los seres humanos y con los seres y las cosas de la naturaleza.

Pero también tenemos preocupaciones que queremos compartir con el resto del mundo:

  1. Consideramos que nuestro territorio-región del Pacífico no quedó aislado de la exacerbación del conflicto armado colombiano. Por el contrario, se configuró en uno de los más duros y cruentos escenarios de despojo y desterritorialización de las comunidades negras en los últimos 10 años, lo que ha determinado una fuerte transformación de sus procesos políticos, sociales y económicos. Las dinámicas locales, a pesar de su valor, quedan sometidas a decisiones que se toman cada vez más lejos de la región.
  2. Paradójicamente, o tal vez por eso, en una región tan bien dotada de riquezas naturales como el territorioregión del Pacífico están los focos más conflictivos y violentos del país, con las cifras más altas de desplazamiento, asesinatos y secuestros. Una región relativamente joven, sufre síntomas de decrepitud, al entrar en el engranaje de actividades extractivistas, cultivos ilícitos, monocultivos de palma aceitera y toda suerte de actividades expoliadoras de recursos.
  3. La explotación, la exclusión con sus secuelas de miseria y violencia han llegado Pacífico para quedarse. Sobre esta región están puestos los ojos de muchos “empresarios” rapaces y capitales mal habidos que se disputan el control de estas regiones y recursos.
  4. En gran medida son estos sistemas económicos que se vienen imponiendo, los que originan el atraso, dependencia y marginalidad económica y social de nuestro territorioregión.
  5. La Constitución Política de Colombia y desarrollos jurídicos posteriores establecen derechos colectivos de propiedad del territorio a poblaciones étnico territoriales (indígenas y afrocolombianos). Igualmente el convenio 169 de la OIT, hoy ley de la República, enfatiza la necesidad de que los afrocolombianos y los indígenas contemos con mecanismos apropiados de consulta, participación y consentimiento previo e informado sobre los hechos y medidas que tengan impactos sobre nuestros pueblos. Pero el Estado colombiano no se ha identificado con estos propósitos, se ha opuesto sistemáticamente a revisar el proyecto de Nación excluyente, donde los negros seguimos siendo ciudadanos de tercera categoría y viene cambiando las reglas de juego, privilegiando intereses económicos expoliadores de tierras y recursos, básicos para la permanencia en nuestros territorios y sobrevivencia como pueblos.
    Persiste la incapacidad, pero también la falta de voluntad de algunos sectores sociales para asumir las diferencias culturales y políticas y respetarlas. Se ve como un obstáculo la divergencia y se considera un conflicto pensar y sentir diferente.
  6. El gobierno y los que detentan los poderes económicos en el Pacífico miran a un lado, mientras nuestras comunidades son desangradas. Esto no es bueno ni para nosotros, ni para Colombia.Y tampoco es conveniente que los poderes económicos que hoy buscan apropiarse del Pacífico pretendan cerrar los espacios que abrió la Constitución Política del 91 para nuestros pueblos.
  7. A la exclusión y segregación que han estado presentes en las políticas estatales y en las prácticas socio-culturales de las poblaciones blancas y mestizas, se suman ahora las masacres de jóvenes en varias regiones del Pacífico. Las más conocidas son las de Buenaventura, donde en menos de tres meses han sido brutalmente asesinados más de 30 jóvenes. El Estado no ha mostrado voluntad política para intervenir frente a estos delitos de lesa humanidad protagonizados por sectores racistas de horca y cuchillo, que quieren mantener y perpetuar, a como de lugar, sistemas económicos y de gobierno que excluyen económica-, social-y políticamente a negros y a indios y arrebatarnos las conquistas territoriales logradas a partir de la nueva Constitución Política.
  8. La violencia que vivimos en el Pacífico es difusa, aunque sus víctimas tienen nombre y apellido: jóvenes desempleados, excluidos y ofendidos. Militantes de la vida que rechazan las imposiciones y exigen atención a las demandas de sus comunidades. Esta violencia es difusa por las diferentes formas en que se presenta: violencia política, conflicto armado, asesinatos, desplazamientos, extorsiones, desapariciones, secuestros y violencia común, que interactúan y se retroalimentan, creando un círculo vicioso ascendente y cumulativo, aunque también los victimarios tienen nombre y apellido y son aquellos que pretenden mantener y aumentar sus riquezas y poder, obtenidas por el ejercicio de la violencia.
  9. El drama que vivimos en el Pacífico, es haber entrado al Siglo XXI, sin haberle dado solución a problemas que arrastramos desde el Siglo XIX. La diferencia radica en términos cuantitativos. Las riquezas naturales que tienen demanda en el mercado mundial (incluida la cocaína) y que son apetecidas por sus rentas, son hoy más numerosas. Las armas para apropiarse de estos recursos son más sofisticadas, los métodos más crueles y el número de muertos y desplazados es mayor.

Por todas estas razones, los jóvenes hemos decidido

  1. Rechazar los métodos violentos que se emplean para desalojar y despojar a nuestras comunidades de sus tierras y recursos. Anhelamos y vamos a luchar para que este territorio no sea más un escenario del conflicto armado, donde campeen la injusticia y la crueldad.
  2. Exigir verdad, justicia y reparación para las familias de las víctimas.
  3. Exigir del Estado la protección integral para nuestros territorios, pues son el fundamento de toda vida y bienestar. Por ello, no compartimos las políticas que atentan contra nuestro territorio y contra las fuentes de vida que son nuestros bosques y ríos.
  4. Comprometernos en la construcción de un sistema de convivencia con nuestros vecinos, ya que queremos aportar nuestro grano de arena en la construcción de una sociedad pluriétnica, donde hombres y mujeres de colores y culturas diferentes podamos vivir en paz. Esta convivencia la vamos a buscar a pesar de las voces escépticas que persisten en la intolerancia que tantos males le ha causado al país.
  5. Defender los espacios de paz, convivencia y libertad que tanto nos ha costado construir.
    Indudablemente que son tareas muy duras para jóvenes que apenas comenzamos a organizarnos. Es por eso que pedimos el apoyo a todos ustedes, a todos los jóvenes de Colombia, a los indios, a todos los negros del país, a todos los injuriados y ofendidos, y a todos los colombianos que creen que el Pacífico y Colombia se merecen un futuro mejor.
    De lo que más pueden estar seguros los colombianos es que nuestras culturas sobrevivirán a los regímenes autoritarios y a la barbarie que piensan imponer los actores armados (legales o ilegales) en el Pacífico. Después de esta noche oscura que estamos viviendo, recordaremos con orgullo y agradecimiento a estos jóvenes que por pensar de manera diferente, no aceptar ningún sometimiento, defender la validez de nuestros proyectos de vida acordes con la naturaleza, se les niega la vida.

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