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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  n.66 Bogotá jul./dic. 2007

 

LUCHAS HEGEMÓNICAS Y CAMBIO POLÍTICO: el avance de la izquierda suramericana en perspectiva comparada

HEGEMONIC STRUGGLES AND POLITICAL CHANGE: The Advance of the South American Left in Comparative Perspective

Jorge Lazo Cividanes*

* Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca. Docente de las Universidades de Québec y Ottawa, Canadá. Correo electrónico: jorgelaz@yahoo.com


Resumen

Este artículo se ocupa del análisis de un fenómeno reciente: el avance de la izquierda en América del Sur. Además de considerar factores institucionales y estructurales que contribuyen a la comprensión de las distintas expresiones de la izquierda en el sur del continente, el análisis se centra en los aspectos ideológicos y discursivos que otorgan unidad al fenómeno. Partiendo de la hipótesis de que el avance de la izquierda en la región está ligado a un proceso de luchas hegemónicas en sociedades con crisis estructurales, este artículo ofrece evidencias que iluminan posibles factores causales y explicativos del fenómeno, a partir de los supuestos de la Teoría del Discurso.

Palabras clave: América del Sur, izquierda, discurso, ideología.


Abstract

The object of this article is to analyse the recent phenomenon of the left's advance in South America. Besides considering institutional and structural factors which contribute to the comprehension of the left's diverse expressions in the south of the continent, the analysis revolves around ideological and discursive aspects that give unity to the phenomenon. Starting from the hypothesis that the advance of the left in the region is linked to a process of hegemonic fights in societies with structural crisis, this article offers evidence that enlightens possible causal and explanatory factors of such a phenomenon from the perspective of discursive theory.

Key words: South America, left, discourse, ideology.

recibido 22/08/2007, aprobado 25/09/2007


Introducción

El panorama político en América Latina ha experimentado en años recientes cambios profundos e insospechados hace una década.Atrás ha quedado un período marcado por el predominio de estrategias políticas y económicas que muchos pensaban acabaría con las tradicionales luchas ideológicas y conduciría -según sus críticos- al establecimiento de una suerte de pensamiento único. Por aquel entonces, frente al fracaso de sus modelos y el desmoronamiento y descrédito de sus referentes mundiales, la izquierda en el la izquierda en el continente lucía políticamente inerme y condenada al dilema de elegir entre el ostracismo o la metamorfosis. Esos días parecen hoy bastante lejanos: la izquierda ha vuelto de su destierro transformando el escenario de la política latinoamericana, particularmente, al sur del continente.

En América del Sur, gobiernos de izquierda han ido apareciendo, en efecto, progresivamente: Venezuela (1998), Chile (1999), Brasil (2002), Ecuador (2002),Argentina (2003),Uruguay (2004), Bolivia (2005), Perú (2006), a lo que habría que agregar los triunfos de Michelle Bachelet en Chile (2006) y las posibles reelecciones de Luís Inácio "Lula" da Silva en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela. Este fenómeno ha suscitado un vivo debate entre académicos, políticos y periodistas, cuyas valoraciones son frecuentemente antagónicas y fuentes de nuevas polémicas. Particularmente vigorosa ha sido la discusión en torno a la existencia o no de un "giro" a la izquierda de la política latinoamericana1. A pesar de la vivacidad de la polémica, curiosamente, ello no se ha traducido hasta el momento en la aparición de investigaciones que aborden el fenómeno de manera sistemática y permitan superar visiones fragmentarias. Este trabajo pretende contribuir a llenar ese vacío. Para ello, analizamos con detenimiento aspectos cognitivos del fenómeno, además de aquellos institucionales y estructurales que podrían estar modelando las distintas expresiones de una izquierda latinoamericana que -como veremos tiene unidad, pero es heterogénea.

En el presente, la heterogeneidad de la izquierda suramericana se expresa, por ejemplo, en aspectos institucionales que sugieren la existencia de dos subgrupos dentro del conjunto de los casos aquí considerados (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Venezuela). Existen, en tal sentido, dos grandes patrones: por una parte, países con niveles altos o medios de gobernabilidad, donde el liderazgo y el tipo de coalición en el gobierno son de carácter institucional (izquierda institucional) y, por la otra, países donde las condiciones son las opuestas (izquierda extrainstitucional). En el primero grupo se encuentran Argentina,Brasil y Chile,y en el segundo, Bolivia, Ecuador y Venezuela. En el caso de la izquierda extrainstitucional, la crisis de gobernabilidad y la aparición de formas de liderazgo no institucionales podrían estar ligadas al colapso del sistema de partidos (Venezuela) o a un debilitamiento acentuado deéste (Bolivia y Ecuador).Por el contrario, la izquierda institucional se presenta en países donde, o el sistema de partidos se muestra saludable y las tensiones sociales son comparativamente menores (Chile), o el sistema de partidos es capaz de resistirlas y encauzarlas (Brasil y Argentina)2.

Desde esta perspectiva, un análisis comparativo de la experiencia reciente en Venezuela sugiere que la estabilidad del sistema de partidos, en cuanto a continuidad o rupturas, estaría relacionada con su capacidad para absorber o canalizar demandas de sectores desplazados social y políticamente en contextos de grandes tensiones sociales. Podría afirmarse, por lo tanto, que: 1) la incapacidad de los actores políticos tradicionales para representar adecuadamente viejas y nuevas demandas y 2) su eventual aislamiento y deslegitimación, a consecuencia de lo anterior, podrían estar condicionando -allí donde la izquierda resulta victoriosa- la aparición de un tipo u otro de izquierda: institucional o extrainstitucional.

Desde el punto de vista económico, los años previos a la llegada de la izquierda al poder revelan desempeños desiguales, con países en los que ciertas condiciones económicas (crecimiento, inflación, ingreso, niveles de pobreza, etc.) resultaron muy negativas (Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela) y otros en los que el deterioro fue menor (Brasil) o, por el contrario, hubo progresos (Chile). La aplicación de reformas estructurales en la región, por otra parte, no fue menos diversa, con casos como los de Argentina, Bolivia y Chile, donde se aplicaron de manera intensa, y otros como Brasil, Ecuador y Venezuela, de forma más bien exigua (Correa 2002: 91). Estas divergencias, en sí mismas, no aclaran ni explican el avance de la izquierda en el continente, pero iluminan la comprensión del fenómeno: las condiciones económicas seguramente han contribuido a modelar el tipo de izquierda que se presenta en los diversos países.Visto así, diríamos que las condiciones económicas negativas podrían estar incidiendo en el deterioro de las condiciones institucionales, favoreciendo así la emergencia de una determinada tendencia (moderada o radical) del fenómeno; tendencias que, como veremos posteriormente, se manifiestan a través de elementos ideológicos en los discursos.

Y es justamente en el plano del discurso donde la izquierda suramericana encuentra los ejes que la articulan y le dan unidad. Los aspectos institucionales y estructurales que contribuyen a comprenderla no son suficientes para dar cuenta de un fenómeno complejo, cuyos ángulos cognitivos son claves para explicarlo. En tal sentido, partimos de la hipótesis de que el avance de la izquierda en la región está ligado a un proceso de luchas hegemónicas en sociedades con crisis estructurales. Para demostrar su plausibilidad, comparamos una muestra de discursos de un conjunto de presidentes que han encarnado el avance de esta corriente política en América del Sur, con el objeto de que ello nos permita: 1) ubi-car y comparar los elementos fundamentales que los componen desde el punto de vista ideológico3y 2) dilucidar posibles claves causales y explicativas del fenómeno, a partir de los supuestos de la Teoría del Discurso4.

El trabajo está dividido en cinco partes. A la introducción -en la que ya esbozamos rasgos institucionales y estructurales que caracterizan y diferencian los casos considerados- le sigue un apartado en el cual describimos la relación que existe entre el lenguaje, el discurso y la hegemonía. Posteriormente, presentamos el protocolo y los resultados del análisis de los discursos seleccionados mediante tablas que describen los planos ideológicos de los mismos. Seguidamente consideramos de modo comparativo estos resultados desde la perspectiva de la Teoría del Discurso, antes de finalizar con las conclusiones del trabajo.

Lenguaje, discurso y hegemonía: algunas premisas

Como sabemos, el lenguaje se encuentra en el origen de las relaciones sociales y, desde luego, políticas. La política es, en buena medida, acción simbólica (Le Bart 1998: 117). Formalmente, el lenguaje es un sistema de posibles declaraciones, un conjunto finito de reglas, que autoriza un número infinito de performances (Foucault 1998: 306). Es, además, una necesaria precondición para el pensamiento, y no sólo nombra el mundo, también le da sentido y lo ordena5(Burr 1995: 7; Lecourt 1999: 413). Desde el punto de vista de la conciencia social, los límites del lenguaje son los límites del mundo (Wittgenstein 1971: 149). El lenguaje es, por otra parte,indeterminado,y tal indeterminación tiene importancia política: la lucha política involucra la contestación de significados fijados por proyectos políticos previos y su rearticulación en nuevas cadenas de significados (Nash 2000: 29). El lenguaje es, de ese modo, un espacio de variabilidad, desacuerdos y conflictos potenciales, por lo que involucra relaciones de poder.

El lenguaje transforma el mundo e incorpora las cosas de éste a través de la significación (Taylor 1995: 107). Sin embargo, los significados son históricos,por lo cual,el único modo de tener acceso al significado de una declaración es situándola en su contexto de mundo. Una palabra, expresión o proposición no tiene, en consecuencia, significado en sí misma, lo adquiere por la formación discursiva en la que es producida y cambia de significado de acuerdo a la posición sostenida por aquellos que la usan (Pêcheux 1982: 111). El discurso opera, entonces, como una construcción social y política que establece un sistema de relaciones entre diferentes objetos y prácticas y provee posiciones con las cuales los agentes sociales se identifican (Howarth y Stavrakakis 2000: 3).

En tanto práctica articulatoria, todo discurso es construido como un intento de edificar un "centro", de saturar un determinado espacio social y cognitivo6. Los puntos privilegiados del discurso son llamados "puntos noda-horizonte de inteligibilidad en el que les", los cuales son significantes privile-sólo se reconocen la coherencia y legigiados en el discurso que atan o juntan timidad de ciertas demandas y posicioun sistema particular de significados o nes autorizadas para los sujetos8. cadena de significantes (Laclau y Desconociendo su historicidad y con-Mouffe 2001: 112).Tomemos un ejem-tingencia (lo propio de la ideología) y plo clásico: un número preexistente y siguiendo la lógica que impone tal disponible de significantes (democra-horizonte, el discurso que lo encarna se cia, Estado, libertad, etc.) adquiere un presenta como la única manera posible nuevo significado, al ser articulados de pensar lo político. alrededor del significante "comunis-El proceso de construcción mo" (el punto nodal). Gracias a su hegemónica es complejo9. En princiintervención, tales elementos son trans-pio, hay que entender una paradoja: la formados en "momentos" del discurso hegemonía tiene que ver con objetos comunista; es decir, su significado es (de representación) que dentro del parcialmente fijado por el punto nodal. ámbito social son al mismo tiempo La democracia adquiere, por ello, el sig-imposibles y necesarios10. La articulanificado de "democracia real", opuesta ción hegemónica sólo es posible cuana la "democracia burguesa"7(Howarth do sobre tales objetos opera la y Stavrakakis 2000: 8). dicotomía particularidad-universalidad.

Este proceso articulatorio es el mismo que, mediante la constitución de equivalencias y diferencias, construye identidades sociales y sienta las bases para la conformación de visiones de mundo (tan precarias e inestables como las propias identidades). Desde esta perspectiva, un proyecto político, cuando deviene hegemónico, opera como un imaginario social, que configura un horizonte de inteligibilidad en el que sólo se reconocen la coherencia y legitimidad de ciertas demandas y posiciones autorizadas para los sujetos8. Desconociendo su historicidad y contingencia (lo propio de la ideología) y siguiendo la lógica que impone tal horizonte, el discurso que lo encarna se presenta como la única manera posible de pensar lo político.

El proceso de construcción hegemónica es complejo9. En principio, hay que entender una paradoja: la hegemonía tiene que ver con objetos (de representación) que dentro del ámbito social son al mismo tiempo imposibles y necesarios10. La articulación hegemónica sólo es posible cuando sobre tales objetos opera la dicotomía particularidad-universalidad. En virtud de que lo universal no es representable directamente (no hay un concepto que corresponda al objeto), cualquier tentativa de representación constituye inevitablemente una distorsión. La pretensión de que una particularidad se transforme en representación o tome el lugar de lo universal está, justamente, en el centro de las relaciones hegemónicas (Laclau 2000: 56).

Lo que determina en distintas circunstancias que un significante y no otro ocupe la función significativa pertenece justamente al campo de la política. En el paso de lo particular a lo universal,la relación hegemónica requiere la producción de "significantes vacíos". En ese sentido, las operaciones hegemónicas podríamos comprenderlas como la representación de la particularidad de un grupo que se convierte, mediante la producción de un significante vacío, en la encarnación de la necesidad ausente, del objeto imposible (Laclau 1996: 44). El que cada uno de estos elementos se integre en un proceso articulatorio hegemónico es posible, dado el carácter incompleto y abierto de lo social (Laclau y Mouffe 2001: 93). Sin embargo, no toda articulación supone una práctica hegemónica; son necesarias dos condiciones: la presencia de fuerzas antagónicas y la inestabilidad de las fronteras que las separan.

En consecuencia:1) la articulación de un discurso político sólo puede tomar lugar alrededor de un significante vacío que funcione como un punto nodal, 2) dada la apertura de lo social y la infinitud del campo discursivo,las prácticas de articulación consisten precisamente en la construcción de puntos nodales, 3) todo lo cual nos lleva a que el objetivo de un proyecto hegemónico es construir y establecer puntos nodales (Howarth y Stavrakakis 2000: 15). El discurso neoliberal es un buen ejemplo, en la medida que redefinió los términos del debate político y conformó una nueva agenda caracterizada por sus ataques al centralismo y burocratismo del Estado, la celebración de la iniciativa individual y las virtudes del mercado como mecanismo de regulación. La predominancia de estos "momentos"del discurso neoliberal obligó a las fuerzas opositoras a reconsiderar sus concepciones sobre la relación entre el Estado,la economía y la sociedad (Torfing 1999: 102).

Las prácticas hegemónicas son, en consecuencia, una forma de actividad política que envuelve la articulación de diferentes identidades y subjetividades en un proyecto común, y la formación hegemónica es, por su parte, el resultado u outcome del proyecto. Esta formación hegemónica lo es hasta que se presenta una situación de dislocación que provee las condiciones para la construcción de relaciones antagónicas entre los agentes. Es decir, la dislocación quiebra identidades y discursos, hace visible la contingencia de la estructura discursiva y crea un vacío de significado que estimula nuevas construcciones discursivas, las cuales intentan saturar (fijar) las estructuras dislocadas (Howarth y Stavrakakis 2000: 13). La crisis de un discurso político dominante constituye,por ello,la progresiva desarticulación de sus elementos constitutivos (Laclau 1970: 188). La dislocación sería, entonces, una situación en la que los elementos en la estructura social no están representados adecuadamente, y ello produce una crisis en la formación hegemónica presente.

La articulación hegemónica supone, por otra parte, antagonismo, que tiene que ver con los procesos de identificación. Y un antagonismo sobreviene cuando la presencia de un "otro" me previene de ser totalmente "yo", cuando mi identidad fallida se articula11.Esta articulación se realiza en el discurso mediante un proceso de construcción de diferencias y equivalencias entre los agentes sociales, como ocurre en una lucha hegemónica con el paso de lo particular a lo universal: si la lógica de la equivalencia expande un sistema de diferencias e instituye una frontera política entre dos campos opuestos, la lógica de la diferencia consiste, al contrario, en la expansión de un sistema de diferencias mediante la disolución de cadenas de equivalencias existentes (Howarth y Stavrakakis 2000: 11). Mientras la lógica de la equivalencia permite dividir el espacio social condensando significados alrededor de dos polos antagónicos, la lógica de la diferencia debilita y dispersa una polaridad de antagonismos12.

El discurso de la izquierda suramericana y sus claves ideológicas

Para llevar a cabo nuestro análisis, desde el punto de vista metodológico hemos seguido el siguiente protocolo. De acuerdo al procedimiento de análisis cualitativo propuesto por Robert y Bouillaguet (1997), llevamos a cabo un análisis de contenido del discurso político de seis presidentes de izquierda en América del Sur. Siguiendo a Miles y Huberman (2003: 58-61), hemos seleccionado como muestra cinco discursos de cada uno de los seis presidentes, bajo el criterio de "intensidad": los casos expresan el fenómeno con intensidad pero sin carácter extremo. Los cinco discursos, en cada caso, están integrados por una alocución o entrevista durante la campaña electoral, el discurso de toma de posesión, el discurso tradicional ante la Asamblea de Naciones Unidas y dos alocuciones posteriores a las elecciones. No teniendo esta muestra una representatividad de tipo estadístico, sin embargo, expresa ampliamente el fenómeno, como hemos corroborado a través de la lectura posterior de una decena de discursos de estos mismos líderes y diversas declaraciones en medios de comunicación. Los detalles de cada uno de los cinco discursos seleccionados se encuentran señalados en las referencias al final del trabajo (fuentes documentales). Igualmente, en el análisis utilizamos tres categorías (representaciones, actitudes y acciones13), y la unidad de registro utilizada para la disección del texto fue la frase14. Una vez concluida la aplicación de la técnica a la muestra seleccionada, los resultados son los siguientes15:

El avance de la izquierda en América del Sur: ¿la expresión de una nueva hegemonía?

Más allá de la "epidermis" en la cual cada uno de los discursos expresa particularidades de la dinámica interna de cada país o del proyecto específico de cada candidato-presidente, el análisis detallado de los resultados expuestos en las tablas revela patrones comunes. Si miramos integralmente las tres categorías que componen la estructura ideológica, podríamos subrayar que las acciones propuestas son cónsonas con las representaciones y las actitudes describen la división del campo político que la izquierda pretende establecer. Hay, por otra parte, una convergencia de todos los discursos hacia los temas de la injusticia social, la pobreza, la crisis del modelo de desarrollo (neoliberalismo), la importancia del Estado como actor económico y los desafíos que para los países del área significan la globalización, la deuda externa y la inserción en los mercados internacionales.

La izquierda pretende, asimismo, ser asociada al cambio, ya sea mediante metáforas nacionalistas, la adopción de políticas públicas diferentes o la superación del pasado. La izquierda converge en torno a una serie de críticas alrededor del modelo de desarrollo ligado a la economía de mercado y de las presuntas secuelas que, sobre el conjunto de la sociedad, dejó su aplicación, tanto en el ámbito social como en el económico y político. La crítica al mercado es unánime, aunque con matices. Desde un rechazo total de Morales al mercado y la competitividad, por ser el origen de los males mundiales, hasta un moderado Lagos acusando sus iniquidades (y reivindicando, en consecuencia, el ámbito de lo público); la visión de conjunto sería que el mercado excluye y afecta la cohesión social. El comercio y el desarrollo no pueden perseguirse, entonces, a costa de la desigualdad y la pobreza, frente a la cual hay que actuar con políticas públicas. La pobreza constituye, para el conjunto de nuestros casos, un derecho humano violado, una acto discriminatorio, ante el cual el discurso de la izquierda promete el rescate de la dignidad.

Pero el mercado es un componente del verdadero factor nocivo, el modelo económico anterior. El neoliberalismo es, desde la perspectiva de todos los discursos, el verdadero causante de la situación de pobreza y exclusión de grandes sectores sociales. Es, por otra parte, una ideología asociada al "neocolonialismo", a convulsiones sociales, por la aplicación de los "paquetes" del FMI (Gutiérrez, Chávez y Morales); al individualismo y la falta de solidaridad, que atentan contra la justicia social (Lula, Lagos, Kirchner, Chávez). La crisis que atraviesa la región es, en tal sentido, la consecuencia de los años de su aplicación y requiere, para superarla, la implementación de un cambio de paradigma: unas veces, un modelo económico nacional e inclusivo (Kirchner); otras, un desarrollo nacionalista con base en una economía solidaria (Lula), en ocasiones un socialismo con reminiscencias indigenistas (Morales), o una tercera vía que supere los fracasos del capitalismo y el comunismo, la cual es llamada "economía humanista" (Chávez).

En su discurso, la izquierda suramericana reformula los objetivos que deben ser perseguidos por las políticas públicas en el ámbito de la economía. El más importante de todos, desde luego, es alcanzar un crecimiento sustentable y equitativo. Sobre esa base debe medirse el éxito de tales políticas. Para lograrlo, se requiere diversificar las exportaciones (Kirchner, Gutiérrez y Lula), fortalecer la acumulación de capital nacional (Chávez), fortalecer el consumo interno (Kirchner), pero siempre cuidando los equilibrios (todos, excepto Morales). Tales transformaciones requieren, obviamente, de un cambio de rol del Estado. Si en los años del liberalismo el mercado corregía las ineficiencias del Estado, ahora se trata de lo contrario: el Estado corrige los trastornos que produce el mercado, mediante la (re)distribución de la riqueza (todos) y la provisión de educación y salud (Chávez, Lagos, Gutiérrez, Lula y Kirchner). La buena ejecución del rol del Estado aumenta la inclusión y mejora la cohesión social.

Pero en el discurso de la izquierda suramericana, los cambios en el modelo económico representan sólo una parte de las transformaciones necesarias. La crisis es económica, pero también política. Los desequilibrios sociales afectan la democracia y la gobernabilidad: las instituciones necesitan que haya cohesión social (Lagos), los órganos del poder público deben luchar contra la pobreza y las injusticias (Gutiérrez), con exclusión no es viable la democracia (Kirchner), la corrupción afecta su calidad (Chávez, Kirchner, Gutiérrez). La justicia social es necesaria para la salud de la democracia y se debe, para ello, atender la deuda social. En el mejor interés de satisfacer estos fines, la democracia, por otra parte, debe ser "participativa" (Gutiérrez) o "efectiva" (Kirchner), o "protagónica" (Chávez), o "social" y "económica" (Lula). No necesariamente la burguesa-liberal que nos ha servido de modelo durante décadas (Chávez, Gutiérrez). El verdadero soberano es el pueblo (Chávez, Lagos, Gutiérrez, Morales) y hay que rescatar la identidad y la soberanía (Lula, Chávez, Gutiérrez, Morales).

El discurso, como hemos dicho, divide el campo de la política, y con base en las actitudes descritas en las distintas tablas, podemos conformar el mapa de actores con el que la izquierda opera en América del Sur. La categoría sobre la cual todos los discursos convergen en términos reivindicativos es la de desfavorecidos. Ello ocurre acompañado de una revalorización de sectores de la sociedad, como campesinos, indígenas, comunidad negra, movimientos sociales y pequeños productores. Cuando se trata, por el contrario, de sectores ligados al capital, la situación es ambigua: hay quienes valoran positivamente a inversionistas y empresarios (Lagos, Lula); otros que distinguen entre empresarios honestos e inescrupulosos (Gutiérrez, Chávez, Morales), y aquellos que, cuando se trata de empresarios, prefieren que sean nacionales (Kirchner). Los banqueros, en general, no son muy populares (Chávez, Kirchner, Gutiérrez, Morales) y los tenedores de deuda, ya sabemos, son villanos en el sur (Kirchner).

Ahora bien, tanto o más importante es la división en términos de lo que podríamos llamar metafóricamente la dicotomía "aliados"-"enemigos". Aquí encontramos, nuevamente, la gran convergencia: el enemigo de todos, tanto interno como externo, son los neoliberales. De allí en adelante hay matices de distintos tipos. Si hablamos en el plano externo de la dicotomía, entre ellos mismos se presentan empatías: con Chávez (Gutiérrez, Morales), con Lula (Morales, Chávez), con Fidel Castro (Chávez, Morales). Igualmente, existen antipatías o rechazos: George W. Bush (Morales, Chávez).Viendo el asunto respecto a los países, las actitudes hacia EE. UU. son algunas veces positivas (Lula, Kirchner), lo mismo que hacia Cuba (Morales, Chávez).Y si de organismos multilaterales y acuerdos se trata, existen actitudes positivas en los casos de la ONU (Kirchner, Lagos, Lula), Mercosur (todos), Comunidad Europea (Lagos, Lula y Morales), Comunidad Andina (Gutiérrez), OMC (Lagos), y ALCA (Lagos); y negativas en los de FMI (Chávez, Kirchner, Morales), BM (Morales) y ALCA (Chávez, Morales y Gutiérrez).

Respecto al enemigo interno, es identificado unas veces como la oligarquía (Chávez, Morales, Lula, Gutiérrez); otras, como la derecha (Lagos, Gutiérrez); en ocasiones, como las cúpulas políticas (Chávez, Gutiérrez, Morales), o como figuras que alguna vez las representaron: Ménem y De la Rúa (Kirchner).

El discurso de la izquierda suramericana, como hemos visto, pivota alrededor de la noción de justicia, que, en su caso, además, está articulada como un tipo particular de justicia: la justicia social. Hemos dicho que las operaciones hegemónicas requieren la transformación de estos significantes vacíos en puntos nodales, y lo clave aquí es comprender cómo opera este punto nodal en la dinámica que permite el paso de lo particular a lo universal. Esta dinámica facilita, por ejemplo, que un grupo o parcialidad (y sus intereses) encarne el interés colectivo (lo universal). Nuestros casos construyen un discurso en el que la izquierda se autorrepresenta como un proyecto (lucha contra el neoliberalismo) que encarna la alternativa y ofrece la posibilidad de satisfacer esa necesidad ausente o faltante que aqueja a vastos sectores desfavorecidos del continente (la justicia social).

Es evidente que la crisis del modelo neoliberal a finales de los noventa significó lo que en la Teoría del Discurso se conoce como una etapa de "dislocación". Ello no es sólo evidente en los discursos que aquí se han analizado; una simple revisión general del debate sobre el mejor modelo de desarrollo para América Latina desde finales de la década del noventa hacia acá pondrá en evidencia el agotamiento del neoliberalismo, no sólo en términos de políticas públicas, sino sobre todo como corriente ideológica dominante. No en vano, organismos multilaterales como el BM y el BID, antiguos bastiones de la ortodoxia económica neoliberal, vienen desde hace tiempo enfatizando la importancia de factores institucionales y reivindicando el rol del Estado en la economía.

Sin embargo, el simple agotamiento de un modelo económico (entendiendo por ello la incapacidad de éste para producir unos determinados resultados en un momento dado) no produce ni significa en sí mismo una situación de dislocación. Una dislocación, recordemos, produce un quiebre de identidades y hace visible la contingencia de la estructura discursiva, crea un vacío de significado y estimula nuevas construcciones discursivas. Es decir, en un momento dado, los elementos en la estructura social no están representados adecuadamente, y se dislocan. Si pensamos en el ocaso de la experiencia neoliberal, en el momento a partir del cual sobrevino la dislocación de tal discurso, el "Estado", el "mercado", la "iniciativa individual", etc., se transforman en elementos "flotantes" que demandaban una nueva articulación.

Por ello, Lula, Kirchner, Gutiérrez, hablan de "competencia", de "eliminación de barreras arancelarias", de "condena a los subsidios", de "defensas de los equilibrios", etc. Se trata de "momentos" de este discurso, y como tales, no pueden verse en forma aislada: la significación que ellos adquieren dentro de la formación discursiva de la que son parte depende de una articulación basada en la noción de justicia y no en la de competitividad (como lo sería en la perspectiva neoliberal). Esto es una clave para su comprensión, para evitar lecturas aisladas de proposiciones y frases que, fuera de contexto, pueden parecer simples contradicciones, como la "sustitución competitiva de importaciones" (Lula). Hay otros ejemplos de la articulación de "elementos" y su transformación en "momentos": la democracia se transforma en "democracia efectiva" o "democracia social"; la deuda, en "deuda social"; el desarrollo, en "desarrollo sustentable"; la ciudadanía, en "ciudadanía económica"; la seguridad, en "seguridad alimentaria"16. Es decir, todos adquieren su significación en el discurso de la izquierda suramericana a partir de un punto nodal: la justicia (que, siguiendo la lógica, es ella misma "justicia social").

Ahora, una articulación hegemónica debe reunir, para ser tal, la presencia de fuerzas antagónicas y la inestabilidad de las fronteras que las separan (dislocación). La lógica de la equivalencia, como indicamos, permite dividir el espacio social condensando significados alrededor de dos polos antagónicos. En ese sentido, lo que encontramos en los discursos de nuestros seis casos es la construcción de una polaridad muy acusada entre neoliberales (ellos) y antineoliberales (nosotros). El discurso de la izquierda suramericana, a grandes trazos, utiliza una lógica de equivalencias, por la cual se debilitan y minimizan las diferencias existentes entre grupos o actores sociales en los distintos países. Por una parte, pueblo, pobres, trabajadores, comunidades étnicas, campesinos, etc., quedan todos agrupados bajo la noción de sectores "desfavorecidos" (con fuerte presencia de rasgos nacionalistas, principalmente en los casos de Gutiérrez, Chávez y Morales). Por la otra, la clase política, la oligarquía, los banqueros, los terratenientes, ciertos sectores empresariales (deshonestos y apátridas), los organismos multilaterales (BM y FMI) y el gobierno de EE. UU. integrarían la corriente neoliberal, que es siempre asociada a intereses imperialistas y antinacionales.

Conclusiones

Este trabajo comienza describiendo someramente algunos elementos institucionales y estructurales que son mencionados con frecuencia como factores que en la actualidad diferencian internamente a la izquierda en América del Sur. Con base en los tipos de coalición y liderazgo y la situación de gobernabilidad que hay en cada uno de los casos considerados, apuntábamos la existencia de dos expresiones, una institucional y otra extrainstitucional. Señalábamos además que, no obstante su heterogeneidad, la izquierda suramericana encuentra -como vimos en el apartado anterior- su unidad en el plano cognitivo del fenómeno. En los discursos se pone de manifiesto una convergencia significativa en la agenda política que propone la izquierda y, desde el punto de vista ideológico, éstos siguen un patrón análogo en términos de representaciones, actitudes y acciones políticas. Ello se hace aún más evidente cuando se establecen contrastes con discursos pertenecientes a otros espacios del espectro ideológico, como en los casos de los presidentes Vicente Fox y Álvaro Uribe Vélez (Lazo 2006).

Con base en los elementos ideológicos descritos previamente (y referidos a factores como 1) el modelo económico y el tipo de democracia propugnada, 2) las valoraciones de los agentes económicos ligados al capital y 3) la división interna y externa de los antagonismos políticos) es posible establecer una diferencia entre los discursos que expresan posiciones moderadas (izquierda reformista) y aquellos que manifiestan tendencias más bien antisistema o de ruptura (izquierda radical). Entre los primeros se ubican los discursos de Lula y Lagos, y entre los segundos, los discursos de Kirchner, Chávez, Gutiérrez y Morales. Desde esta perspectiva, en el sur del continente tendríamos varias combinaciones de izquierdas victoriosas. Por una parte, Argentina, que representa el caso de una izquierda con un discurso de inclinaciones relativamente radicales en medio de un entramado institucional que ha resistido las crisis recientes del país; luego Brasil y Chile, donde tendencias discursivas moderadas se combinan con estabilidad institucional; y finalmente, Bolivia, Ecuador y Venezuela, en los que confluyen inclinaciones radicales e inestabilidad política (ver el cuadro 1).

Todo esto sugiere que, dentro del conjunto de fuerzas que integran la izquierda suramericana, ahí donde los resultados económicos fueron peores y donde el sistema de partidos enfrentaba problemas mayores de gobernabilidad, el tipo de izquierda que alcanzó el poder tuvo rasgos menos institucionales y más radicales en sus posiciones discursivas, que el tipo de izquierda que gobierna países donde las condiciones materiales se deterioraron menos o transitoriamente, y que no confrontan problemas de gobernabilidad importantes.

Ahora, visto desde la perspectiva de la Teoría del Discurso, nuestro análisis deja en evidencia los componentes mediante los cuales el discurso de la izquierda latinoamericana constituye una formación hegemónica que involucra la construcción de un imaginario social, de un horizonte que dicta pautas sobre la legitimidad de demandas, posiciones y actores de la vida política. Como señalamos previamente, las hegemonías no son, por cierto, fenómenos permanentes ni que uniformizan, en el sentido de hacer desaparecer los antagonismos. Más bien son coyunturales y su duración depende del surgimiento de situaciones de crisis o dislocaciones.

Así como una década atrás el neoliberalismo constituyó un horizonte cognitivo que organizó la agenda pública, redefinió roles y otorgó legitimidades, el discurso de la izquierda expresa actualmente un nuevo horizonte que ha logrado desplazar el imaginario neoliberal.Tal cambio,además, prefigura una nueva hegemonía basada ya no en nociones como la eficiencia, la competitividad y las virtudes individuales y del mercado, sino en nociones relativas a la dignidad, la justicia y la solidaridad (ver la figura 1). Quien observa de cerca la política latinoamericana sabe que, desde hace algún tiempo, ser etiquetado de "neoliberal" -un término académicamente reductor, pero políticamente muy eficaz- es un sello que descalifica y deslegitima a cualquier actor político en esta parte del continente.

Desde el punto de vista de lo que podríamos considerar procesos causales, el giro a la izquierda en la región se explicaría como una respuesta lógica al desgaste y desplazamiento del horizonte hegemónico anterior. La articulación de una nueva hegemonía, además, otorga a la izquierda una posición privilegiada en cuanto a legitimidad, dado que ella se presenta a sí misma y simboliza la fuerza antagónica que se opone a los efectos perversos y a los fracasos atribuidos al neoliberalismo y el mercado. Por otra parte, la instauración de este nuevo horizonte es no sólo el producto de un trabajo discursivo, sino que, en términos de coyuntura, el discurso de la izquierda se ha favorecido de un deterioro o estancamiento de las condiciones de vida en el continente y se alimenta de percepciones negativas -muchas de ellas carentes de fundamentos o susceptibles de ser matizadas- sobre los efectos de las reformas estructurales.

En el contexto político actual de la región, la posibilidad de un avance de la izquierda no está determinada automáticamente por el cambio hegemónico, también importan las contingencias nacionales, que en un momento pueden jugar temporalmente a favor o en contra de tal avance. Además de las contingencias nacionales, hay que tener presente que observamos un fenómeno en desarrollo cuyos límites temporales son igualmente difíciles de precisar. El número de gobiernos de izquierda en América Latina continúa aumentando, pero ello no quiere decir que la política en el continente siga una pauta lineal o exacta. En tal sentido, el cambio de horizonte cognitivo y la formación de una nueva hegemonía en la región colocan a la izquierda en una posición de fuerza, pero no la hace invulnerable.

Todo lo expuesto anteriormente recalca la importancia del discurso como plano de análisis politológico. En un mundo donde vemos que antiguos clivajes políticos reaparecen, donde se construyen "ejes del mal" y "alianzas de civilizaciones", las luchas ideológicas no son cosa del pasado. En particular, el fenómeno del cual nos hemos ocupado en esta investigación nos parece difícil de comprender, explicar y interpretar sin un conocimiento adecuado de los factores cognitivos que gravitan hoy en la política latinoamericana y, particular-mente, en la parte sur del continente. Teniendo en cuenta que en buena medida se trata de acontecimientos en desarrollo, las conclusiones de esta investigación vienen a llenar parcialmente un vacío en el estudio de los cambios políticos recientes en el continente.


Comentarios

1 Uno de los flancos del debate es sobre la distinción entre derecha e izquierda, una discusión clásica en el estudio de la política. La misma, desde luego, va mucho más allá de la oposición entre capitalismo y comunismo. En la esencia de los movimientos de izquierda se encuentra su aspiración recurrente a la igualdad. Esto no quiere decir que la derecha esté a favor de la desigualdad, sino que generalmente considera que es imposible eliminarla y que, por el contrario, intentarlo puede obstruir una suerte de lucha permanente que mejora a la sociedad en su conjunto. El igualitarismo que persigue la izquierda no representa la utopía de una sociedad donde los seres humanos serían iguales en todo, sino una tendencia a subrayar aquello que produce inequidades entre los hombres y a privilegiar las políticas que procuran reducirlas o acabarlas. La izquierda está asociada a valores como la igualdad, la justicia y la solidaridad. No obstante, como todas las nociones sufren cambios históricos, la naturaleza de la izquierda y los facto-res potencialmente explicativos de su avance o retroceso deben ser estudiados -como pretendemos aquí- de acuerdo al contexto histórico en el que son consideradas expresiones concretas (Bobbio 1996).

2 Las diferencias que establecemos respecto al estado de la gobernabilidad en estos países se basan en: 1) la presencia o no de conflictos étnicos que contestan las nociones tradicionales de ciudadanía y el advenimiento de crisis constitucionales y/o intentos de golpes de Estado y 2) mediciones sobre la estabilidad política y la efectividad de gobierno (Kaufmann, Kraay y Mastruzzi 2003). Asimismo, consideramos como institucional aquella coalición que resulta de negociaciones simétricas entre partidos (y no la suma de adhesiones en torno a un líder cuyo peso es muy superior al resto de integrantes del pacto), y no institucional, un tipo de liderazgo outsider, en el cual el líder carece de trayectoria política prolongada dentro de un partido político. Para detalles, ver Lazo (2006).

3 Nos referimos a los planos estructurantes de la ideología: representaciones, actitudes y acciones. La ideología está asociada al "conjunto de representaciones que acompañan las acciones que, en una sociedad dada, orientan la conquista o la conservación del poder" (Baechler 1976: 60). Para una descripción mayor, ver Lazo (2002).

4 La Teoría del Discurso es un programa de investigación que concibe la sociedad como un orden simbólico en el cual los antagonismos y las crisis estructurales no pueden ser reducidos ni determinados por relaciones o procesos económicos. Inspirada en las ideas de Gramsci y desarrollada alrededor del concepto de Hegemonía, esta teoría estudia la manera en que las prácticas sociales contestan y articulan el discurso que constituye la realidad social (Laclau y Mouffe 2001; Howarth y Stavrakakis 2000; Howarth 2000;Torfing 1999).

5 Recordemos que el mundo "objetivo" está estructurado en secuencias relacionales que no tienen sentido de finalidad y que no requieren significado alguno. Por el contrario, la conciencia es intencional (Anderson, Hughes y Sharrock 1986: 22). Que un objeto sea un objeto del discurso no tiene que ver con el hecho de si hay un mundo externo al pensamiento, ni con posiciones de realismo o idealismo. Cada estructura discursiva tiene un carácter material: un terremoto es un evento que existe ciertamente con independencia de nuestros deseos,externamente al pensamiento,pero su especificidad como objeto,sea en términos de fenómeno natural o castigo divino, depende de la estructuración de un campo discursivo (Laclau y Mouffe 2001: 108).

6 Lo social es un espacio no saturado en el que toda positividad es metafórica y subvertible La ausencia de este espacio saturado obedece a que lo social carece de esencia (Laclau y Mouffe 2001: 96). No hay vínculo entre objetos y palabras, más que las convenciones sociales (Nash 2000: 28). No existe algo así como un lenguaje descriptivo neutral (Bernstein 1983: 3). De modo que la realidad es intangible, pero no inefable, lo que permite una variedad de expresiones simbólicas de la experiencia (Voegelin 1978: 147). En tal sentido, la proposición es una pintura de la realidad, un modelo de cómo la pensamos. Una proposición, a fin de cuentas, sólo puede decir cómo es la cosa, no lo que ella es (Wittgenstein 1997: 49, 63).

7 Dentro de la Teoría del Discurso,se distinguen dos tipos de significantes,"momentos"y "elementos".Los primeros corresponden a las posiciones diferenciales que aparecen articuladas dentro de un discurso (como "democracia real"). Los segundos (democracia,libertad,etc.) son aquellas diferencias que no son articuladas discursivamente en razón del carácter "flotante" que adquieren en un período de crisis social y dislocación. En razón de que todas las formas sociales son contingentes, la transición de "elementos" a "momentos" nunca es completa (Howarth y Stavrakakis 2000: 8).

8 Un imaginario es un horizonte, y un horizonte es limitado y finito, pero esencialmente abierto (Bernstein 1983: 143).

9 Aunque utilizado por la socialdemocracia rusa y el leninismo previamente, fue con Antonio Gramsci que el concepto de hegemonía adquirió mayor importancia. Desde la perspectiva de Gramsci, las crisis económicas producen eventos históricos fundamentales, que crean un terreno favorable para la diseminación de ciertos modos de pensamiento y maneras de formular y responder a los problemas en una sociedad (Gramsci 1999: 208). Estas ideas son retomadas por Laclau y Mouffe, quienes definen la hegemonía como una práctica articulatoria en la que puntos nodales fijan parcialmente los significados de lo social en un sistema organizado de diferencias, eliminando los restos de economicismo que permanecían en Gramsci (Laclau y Mouffe 2001: 134-137).

10 Laclau nos propone el caso del cero para ejemplificar su idea:"the zero is always called a one, when the zero is actually nameless, innommable. So we have a situation in which: 1) a systematic totality cannot be constituted without appealing to something radically heterogeneous vis-à-vis what is representable within it; 2) this something has, anyway, to be somehow represented if there is to be a system at all; 3) as this will, however, be the representation of something which is not representable within the system -even more: the representation of the radical impossibility of the representing the latter- that representation can take place only through tropological substitution" (Laclau 2000: 68).

11 La autodeterminación del sujeto, recordemos, es parcial:"as this self-determination is not the expression of what the subject already is but the result of its lack of being instead, self-determination can only proceed through processes of identification" (Laclau 1997: 55).

12 Un ejemplo es la Revolución Mexicana, donde el campo político quedó dividido entre los oprimidos (campesinos, obreros, pequeños propietarios, etc.) y los opresores (gobierno, Iglesia, empresarios, terratenientes, etc.), a pesar de las diferencias existentes entre cada unos de estos sectores (Howarth y Stavrakakis 2000: 11).

13 Estas categorías han sido operacionalizadas como sigue: consideramos que una "representación" es cualquier enunciado que comporta una creencia que sirve de principio generador de toma de posición en los procesos simbólicos. Las "actitudes" representan cualquier enunciado que evidencia una determinada predisposición u orientación de espíritu hacia un actor concerniente (positiva-aceptación o negativa-rechazo). Finalmente, las "acciones" serán aquí consideradas como cualquier enunciado que invoque o guíe una movilización en términos de lucha vinculada a relaciones de poder.

14 Ello obedece a que la unidad mínima de significación (y de pensamiento) es la frase, cuyo sentido se revela mediante ideas (Pereña 1999: 469).

15 Los enunciados de las distintas tablas son textuales y han sido extraídos del "texto" construido a partir de los cinco discursos seleccionados como muestra. Por limitaciones de espacio, las tablas que aquí se presentan son una síntesis de las producidas por un estudio más amplio. Para ver detalles, consultar Lazo (2006).

16 Dentro del discurso de la derecha en Colombia, también es el caso de la política de "Seguridad Democrática" de Álvaro Uribe.


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