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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.69 Bogotá Jan.June 2009

 

EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELí
Una propuesta para la negociación

THE ISRAELI-PALESTINIAN CONFLICT
A Proposal for Negotiation

Luis E. Bosemberg
Profesor asociado, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.


RESUMEN

El artículo plantea que para lograr una verdadera paz en el conflicto palestino-israelí se deben negociar cuatro escenarios fundamentales: la cuestión del Estado palestino, el problema de la ciudad de Jerusalén, los refugiados palestinos y las colonias judías. El artículo hace un recorrido histórico del surgimiento de dichos problemas, para luego hacer un recuento de Camp David II, del año 2000, la última cumbre en donde se intentó negociar estos problemas y, finalmente, sugerir por qué estos problemas son tan importantes.

Palabras Clave: conflicto palestino-israelí, Estados Unidos, Camp David II, Jerusalén, colonias judías, Estado palestino, refugiados palestinos.



ABSTRACT

The article proposes that, to accomplish true peace in the Israeli-Palestinian conflict, four fundamental issues must be the subject of negotiations: the question of the Palestinian State, the issue of Jerusalem, the Palestinian refugees and the Jewish colonies. This article does a historic exploration of the apparition of said questions, to then recount the events of Camp David II, the year 2000, the last summit where an attempt was made to negotiate on these problems and, finally, suggest why these issues are so important.

Keywords: Israeli-Palestinian conflict, United States, Camp David II, Jerusalem, Jewish colonies, Palestinian state, Palestinian refugees.

recibido 05/06/08, aprobado 14/04/09


Introducción

En tantas ocasiones, cuando se plantea la solución al problema palestino-israelí, políticos de diversa índole o medios de comunicación acuden a simples llamados para "acabar con el terrorismo" —como una obligación de los palestinos—, a los israelíes que deberían congelar la construcción de sus colonias —lo que no suena como una obligación—, a "reiniciar la cooperación en seguridad", a "hallar un período de enfriamiento", a "construir confianza" o, como figura en las declaraciones del nuevo ministro de relaciones exteriores de Israel a finales de abril de 2009: "La solución del problema está en Irán", etc. Todos estos llamados no son sino embelecos que prolongan el conflicto pero no tocan los grandes problemas de fondo.

El artículo plantea, entonces, que para solucionar el conflicto se deben tocar de forma concreta y definitiva los siguientes cuatro escenarios: el Estado palestino, el estatus de Jerusalén, la cuestión de los refugiados y las colonias judías; obviar alguno de ellos conduciría al fracaso cualquier intento de alcanzar la paz. La importancia de cada uno de ellos se revelará cuando se exponga cada caso por separado.

El texto que presentamos es descriptivo y político, cuenta con una secuencia cronológica y su contenido se enmarca dentro de una narración coherente y singular. Predominan los personajes, lo particular y lo específico y no tanto lo colectivo. Se introduce a aquellas personas —diplomáticos, políticos— en cuyas manos está el destino de varios millones pero no en el vacío, sino en su contexto histórico. Se concentra en un grupo pequeño, así que una parte del artículo es una microhistoria y más que elaborarse a partir de grandes conceptos mira ciertas realidades y percepciones políticas. El artículo, entonces, se puede ver como una crítica a los poderosos a quienes le recomienda ser más concesivos, y como una advertencia, porque la situación es apremiante y porque se trata de hallar una solución aquí y ahora.

La visión histórica, junto con el debate en las negociaciones, nos parece una contribución para que se argumente con argumentos históricos. En ese sentido, la historia cumpliría el papel de instrumento de negociación y de argumentación evitando así los lugares comunes, los facilismos, las historias maniqueas escritas en blanco y negro, las narrativas nacionales y las historias oficiales que obviamente, son partidistas.

Por supuesto, exponer ciertos problemas y la crítica o defensa de algunos de ellos manifesta una selección. La cercanía al problema, es decir su actualidad, nos impide ver desde la lejanía; si el conflicto hubiese terminado siglos atrás, tal vez, podríamos ser más "objetivos". La cercanía hace que, de una u otra manera, defendamos algún campo en la actualidad.

Creemos, sin embargo, que nosotros desde aquí, desde el sur del continente, desde una Colombia lejana al conflicto, desde un país que no tiene grandes lazos ni intereses con el mundo árabe, ni siquiera una política exterior decidida hacia esa región, que no tiene grandes intereses en Israel —aunque todavía hay un antisemitismo latente—, que, en definitiva, está alejado geográfca y culturalmente del Medio Oriente —a pesar de la existencia de descendientes de emigrantes de esa región ya que, de una u otra manera estos se "colombianizaron"—, tendríamos tal vez la posibilidad de ser más distantes, quiero decir, más objetivos con respecto al problema.

También es saludable señalar que la crítica es un instrumento saludable y necesario y que ése es el ofcio principal del intelectual: argumentar de forma crítica y enseñar a hacerlo.

Cualquier país y cualquier político son criticables. Esto incluye al Estado de Israel, ya que existe la costumbre radical entre algunos de califcar de antisemita a quien lo critique.1 Edward Said señalaba algo parecido al relatar que en los Estados Unidos Israel no era un "debate" (issue) sino una idea o un talismán de algún tipo (2005, 67-71; 2002, 181–187) . Es decir, era un mito intocable. Además, no falta aquel que cree que defender a los palestinos equivale a defender el terrorismo o que cree que la cuestión palestina no es sino sinónimo de violencia irracional y por lo tanto punible.

El trabajo tiene dos grandes propósitos: por un lado, introduce históricamente los problemas y, por el otro, se centra en la última cumbre de paz celebrada en Camp David2, Estados Unidos, a mediados del año 2000. Parte de la idea de que los temas allí tratados son los fundamentales para solucionar el conflicto.

Allí se trataron los cuatro escenarios que obviamente, no fueron solucionados, pues la conferencia fracasó.3


1. El Estado palestino

Uno de los grandes temas de actualidad en cualquier discusión debe ser la cuestión del Estado palestino, de sus fronteras definitivas y de su soberanía. El problema no es si va a existir o no, ya que las más diversas tendencias políticas, locales, regionales e internacionales, están de acuerdo en que va a existir uno. Las preguntas son, ¿en dónde se localizará, qué tan soberano será y bajo qué condiciones se establecerá?

Volvamos a la historia. La partición hecha en 1947 por la ONU otorgó a los judíos el 56% del territorio del Mandato y a los palestinos el 42 %. Durante la primera guerra árabe israelí (1948–1949), conflicto que iniciaron los países árabes vecinos al invadir al recién fundado Estado de Israel, éste se expandió, conquistando y anexando el 78% del Mandato, de manera que el plan de partición dejó de existir. Esta guerra se convirtió en un punto de quiebre, en la primera gran victoria de los judíos (ellos la llamaron su guerra de independencia), en la primera gran derrota árabe y palestina, y en el trauma nacional árabe (ellos la llamaron la nakbaj, la tragedia). Para completar males, Jordania se anexó la parte que acababa de invadir durante la guerra, mostrando así intereses propios, la desunión árabe y un mínimo interés por la independencia palestina. Invadió el territorio que hoy llamamos Cisjordania, una parte del territorio en donde debería haberse fundado el Estado palestino y también la parte oriental de Jerusalén.

La Franja de Gaza quedó bajo la administración de Egipto, zona que había invadido durante la primera guerra árabe-israelí. En 1967, Israel conquistó cinco territorios a saber, Cisjordania, Gaza, Jerusalén oriental, los Altos del Golán que pertenecían a Siria y la Península del Sinaí que era egipcia. Israel prácticamente triplicó su territorio y mostró quién era la potencia militar de la región. De esta época data su alianza con los Estados Unidos. Si en un momento los británicos fueron sus protectores a partir de ahora lo fueron los estadounidenses. Israel conquistaba así la totalidad del otrora Mandato Británico. En las zonas invadidas, Gaza y Cisjordania, se inició una administración militar israelí, la paulatina fundación de colonias, confscación de tierras palestinas, expulsiones, construcción de infraestructura exclusiva para las colonias, apropiación del agua, y se combatía a la resistencia palestina de forma brutal (Pappe 2006, 194–202) . Aunque Oficialmente Israel decía que la ocupación era benéfca, ya que por ejemplo, miles de palestinos de estas zonas trabajaban en Israel ganando mejores salarios que en Cisjordania y Gaza; sin embargo, en 1987 estalló la segunda revuelta palestina (1987–1993). Mejor dicho, la tesis de la "ocupación benéfca" se desvanecía ante la explosión de la revuelta: la respuesta israelí fue excesivamente violenta.

En 1988, el Consejo Nacional Palestino reunido en Argel y teniendo como telón de fondo la revuelta, reconoció la coexistencia de dos Estados basado en las Resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas reconociendo así no sólo el derecho a la existencia del Estado de Israel sino, sobre todo, la soberanía judía sobre el 78% del otrora Mandato y se aceptó así que tan solo les quedaba el 22% del territorio. Vale la pena recordar que la Resolución 242 de la ONU (1967) establecía el principio del intercambio de paz por tierra o intercambio de territorios, instaba a que Israel se retirara de las zonas invadidas en 1967 y "...al reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de cada Estado en el área... " (Reich 1995, 101–102).

El proceso de paz que se inició con un cierto optimismo en 1991, aceptaba el principio de "paz por tierra" pero no produjo grandes resultados4. Los temas más importantes, los cuatro que estamos tratando, se dejaron de lado para una futura negociación sobre el llamado estatus final. Esto fue un error; por ello, la total independencia palestina no se manifestaba por ningún lado, además, empeoró la situación socio-económica, apareció la violencia religiosa islámica, los judíos contraatacaban, la mayoría de muertos, como siempre, eran del bando palestino, e Israel se retiró formalmente sólo del 40% de Cisjordania. Al mismo tiempo, construía con ahínco más colonias y más carreteras de uso exclusivo judío; construyó más colonias durante la primera década del proceso de paz que en las anteriores. La situación era espantosa en Gaza y Cisjordania5.

Para salir de este impasse se celebró la conferencia de Camp David II, en donde se negociaría el estatus final. Al iniciarse la cumbre los palestinos pidieron que se aceptara como punto de partida el principio de "intercambio de territorios" de acuerdo a la Resolución 242, petición que fue rechazada.

Madeleine Albright, ministra de relaciones exteriores del entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, quien formuló que "Los palestinos no expresan claramente sus reivindicaciones ... [y] que nadie obtendrá el 100% de lo que se está planteando" (Enderlin 2002, 189–190). Insistiendo sobre este punto, Abu Ala, negociador palestino, expresó que "para los palestinos la legitimidad internacional significa una retirada israelí a las fronteras del 4 de junio de 1967", es decir, de acuerdo con lo redactado en la Resolución 242; a lo anterior Clinton, en un tono bastante fuerte, replicó: "Usted está obstaculizando la negociación... Usted no está presentando una contrapropuesta." (Enderlin 2002, 205). En otra ocasión, Shlomo Ben Ami, por la parte israelí, objetó que los palestinos no merecían un Estado porque no eran capaces de estar a la altura del momento histórico y porque no supieron aprovecharse de la oportunidad que se les estaba presentando (Enderlin 2002, 212). Ya en una reunión preparatoria en Estocolmo entre Shlomo Ben-Ami y Ajmad Qorei, presidente de la asamblea legislativa palestina, los israelíes habían insistido en que los palestinos deberían ser más moderados en sus peticiones y que, además, no tenían la sufciente fortaleza para que estas tuviesen éxito y, por lo tanto, deberían aceptar las propuestas de Israel (Kapeliouk 2000a, 93). Clinton y su ministra de relaciones exteriores fueron enfáticos: según ellos, Arafat debía ceder ya que los palestinos nunca cedían; no proponían nada e insistían en que ninguna de las partes obtendría el 100% de lo que solicitaba (Enderlin 2002, 190, 253–254). Clinton sin embargo, había abierto las sesiones hablando de soluciones equitativas para ambas partes (Enderlin 2002, 183) . Esta fue la posición que los norteamericanos en numerosas ocasiones han calificado de "intercesora".

El problema de las fronteras y soberanía del Estado palestino no quedaba resuelto. El 10% de Cisjordania que consistiría en dos bloques de colonias judías se anexaría a Israel y el 10% a lo largo del río Jordán quedaría alquilado durante 20 años también a Israel, por "razones de seguridad" (Gresh 2002, 148) , de tal manera que el Estado palestino no tendría una frontera con Jordania, ni acceso al Mar Muerto y la frontera con este país estaría controlada por Israel. Es decir, el Estado quedaría rodeado por Israel en su totalidad. Israel tendría cinco posiciones en Cisjordania unidas entre ellas por carretera que en caso de urgencia serían controladas por los judíos (Enderlin 2002, 210). Con la anexión de los bloques de colonias, el Estado palestino quedaría prácticamente dividido en cuatro partes, cortadas por bloques de colonias israelíes y carreteras de uso exclusivo que impedirían un Estado con un territorio contiguo, viable, en donde no existiera el control de fronteras a mano de terceros.

Es decir, del 22% restante en el que Yasser Arafat, presidente de la OLP (Organización para la Liberación Palestina), proponía un Estado, Israel quería ceder aún menos. Recordemos: en términos históricos, Israel ya había conquistado en la primera guerra árabe-israelí (1948–1949) el 78% de lo que fue el Mandato Británico de Palestina, de tal manera que a los palestinos tan sólo les quedaba el 22%. En Camp David II, Israel no estaba dispuesto a ceder ni siquiera ese 22% sino que quería anexarse aún más tierra palestina: quería tomar para sí el 20% de ese 22% restante.

Esa fue la famosa "oferta generosa" que circuló en los grandes medios del mundo después del fracaso de la negociación. Al finalizar la conferencia el presidente Clinton y el primer ministro de Israel, Ehud Barak, organizaron una rueda de prensa, sin participación palestina, en donde culparon a los palestinos del fracaso, relatando al mundo que Arafat había rechazado su "oferta generosa", que había rechazado el ofrecimiento de un territorio que abarcaba el 90%. Cuando los negociadores palestinos se enteraron de dicha declaración al ver la televisión llamaron a Dennis Ross, quien había hecho parte del equipo de Clinton, y quien les explicó que no había otra opción, que era la única manera de conservar la coalición del gobierno en Israel (Enderlin 2002, 260) . La "oferta generosa" consistía en el 80% de Cisjordania, pero para ser más exactos y desde una perspectiva histórica, la oferta consistió en que a los palestinos se les estaba ofreciendo el 17,6% de la Palestina mandataria (Aruri 2003, 175) .

Durante la cumbre, Clinton presentó ciertas propuestas que sorprendieron a todos menos a Barak. Edward Walker, uno de los consejeros de Madeleine Albright, afrmó que la delegación estadounidense siempre consultó con la judía antes de hacer cualquier proposición (Kapeliouk 2000b, 175) . Es decir, de un lado estaba la delegación palestina y del otro, la de Estados Unidos e Israel, aliados de vieja data; una negociación bastante asimétrica. Clinton culpó a Arafat por el fracaso de las negociaciones traicionando las promesas hechas a éste de que en ningún momento lo culparía del fracaso. Para apoyar a su esposa, Hillary Clinton, en las elecciones al senado expresó públicamente que transferiría la residencia de la embajada de Te l Aviv a Jerusalén y prometió más ayuda militar a Israel (Aruri 2003, 171) .

La dupla estadounidense-israelí planteó que el Estado palestino sería desmilitarizado e Israel tendría la soberanía aérea. Tal medida, nos parece, tiene un significado doble: por un lado, sería el único estado plano del mundo y, por el otro, los agentes hegemónicos estarían arriba y los subordinados abajo; sería la continuación de la hegemonía de Israel. Camp David II fracasó y estalló la tercera revuelta palestina (2000) : la situación en las zonas invadidas se hacía intolerable.

Si se quiere entender parte de la posición norteamericana-israelí hay que saber que algunos judíos y sus aliados norteamericanos se han referido a la Resolución 242 para decir que Israel ya la cumplió y que las zonas están en disputa, es decir, no son zonas invadidas por Israel, sino son zonas en las que se va a llevar un acuerdo y por lo consiguiente no todo el conjunto será palestino. Se refieren al hecho de que en la versión inglesa, considerada la original, no aparecía la preposición "los" cuando se refería a la retirada. Decía únicamente lo siguiente: "retiro de ... territorios ocupados... " (Reich 1995, 101) . Es decir, para ellos la falta de tal preposición significaba que Israel debía retirarse de territorios, de cualquier territorio y no de los territorios, de todos los territorios. Aparte de esta discusión semántica, Israel no se contenta con el 78% adquirido en 1948–1949, ni con el 22% restante que les queda a los palestinos. Quiere aún más. Además, el muro que se está construyendo, y que fue declarado ilegal por la Corte de la Haya, está incorporando unilateralmente tierras de Cisjordania.

Algunos en Israel opinan que retornar a las fronteras de 1967 representa un peligro para el país. Traen a colación el hecho de que desde la frontera de Cisjordania e Israel (la llamada línea verde) hasta el Mar Mediterráneo hay tan sólo 35 km, 15 km o 18 km dependiendo de desde dónde se mida. Es decir, que en caso de un ataque desde Cisjordania Israel podría ser fácilmente cortado en dos ya que para hacerlo habría que recorrer tan sólo los pocos kilómetros mencionados. Pero la gran pregunta es qué tipo de fuerzas militares van a atacar a Israel desde Cisjordania, y más aún, cuáles serían las fuerzas árabes o de otra procedencia, que desde allí invadirían. Libia, en alguna época antiisraelí, está cada vez más inserta en fujos occidentales y ya abandonó el apoyo al terrorismo. Siria, derrotada en varias guerras por Israel, sabe que no tiene una capacidad militar como la suya. Irak fue destruido y conquistado por Estados Unidos (en 1991 y en 2003) en parte, para acabar con un enemigo de Israel. E Irán, que intenta perfilarse como un nuevo agente hegemónico regional, rivaliza con sus dos enemigos, Israel y EE. UU., y planea tener armamento nuclear pero aún no tiene la capacidad militar para rechazar un ataque conjunto de estadounidenses e israelíes, del imperio más poderoso del planeta y del país más poderoso del Medio Oriente. Más aún, ¿acaso Israel no puede evitar una derrota como lo ha hecho en tantas ocasiones? No creemos que exista una fuerza o fuerzas regionales que puedan atacar, vencer y dividir en dos a Israel.

Los palestinos ya reconocieron que Israel conquistó el 78% del territorio, pero nadie tiene en cuenta ese reconocimiento. Nadie está planteando volver a la participación de 1947 en donde Israel recibió el 56%. Los Estados Unidos y su gran aliado desean una parte de Cisjordania. ¿No es justo que a los palestinos se les reconozca ese pequeño Estado de acuerdo a las resoluciones 242 y 338? En Camp David II, Israel presentó de forma explícita la voluntad de aceptar un Estado palestino, pero nunca reconoció el derecho a la soberanía del mismo porque así se limitaría cada vez que quisiese invadir un territorio palestino como represalia por uno de sus ataques.

El error palestino en Camp David II consistió en que su propuesta era fja y no negociable, en que no hubo una estrategia de negociación, o como lo expresó Aruri, "... la propuesta de dos Estados ... era al mismo tiempo su posición de negociación" (2003, 189) . Tal vez se debió haber planteado algo mucho más maximalista.

Algunos miembros de Hamas plantean todavía la propuesta de que en todo el territorio del otrora Mandato Británico debería establecerse un Estado islámico. La idea aparece por ahí cuando se quiere plantear que Israel es inseguro y que no puede ceder territorios ante tal amenaza. Pero, ¿existe tal amenaza? Hamas no puede acabar con Israel. Nadie puede. Israel es el Estado más poderoso de la región y cuenta con el apoyo del imperio más poderoso del planeta.


2. Jerusalén

Otro de los temas de negociación debe ser el de la ciudad de Jerusalén, un debate bastante complejo. Jerusalén toca sensibilidades religiosas en la negociación y, además, es un problema que rebasa las prerrogativas de los palestinos ya que también hace parte del imaginario del mundo musulmán. La pregunta es, ¿de quién debería ser la ciudad? O mejor dicho, ¿en dónde residiría la soberanía política de la ciudad? Una posibilidad radicaría en compartir dicha soberanía entre el Estado judío y el palestino. La otra podría ser tesis del corpus separatum, que veremos más adelante, es decir la de algún tipo de soberanía compartida, ya sea por musulmanes, judíos y otras comunidades con apoyo de la comunidad internacional.

Los antecedentes históricos muestran una ciudad que ha sido conquistada por numerosos invasores. En términos de larga duración, Jerusalén ha conocido 19 conquistas. Fue en dos ocasiones conquistada por judíos, desde 1050 hasta 586 a. E. C. (durante 464 años) y entre 166 y 63 a. E. C. (103 años) . Los persas también la conquistaron en dos ocasiones por un total de 220 años, los romanos, por 386 años, los bizantinos, por 300, y los cruzados, por 88. Los árabes musulmanes la invadieron en cuatro ocasiones por un total de 759 años (Cattan 1987, 14–16) . Con su primera conquista en 637 y el supuesto ascenso de Mahoma a los cielos en Jerusalén se convirtió en la tercera ciudad en importancia para el mundo islámico después de La Meca y Medina. En los últimos siglos, la ocuparon los turcos otomanos, también musulmanes (1517–1917) , los británicos (1917–1948) , los jordanos y los judíos (1949–1967) y finalmente, los judíos (desde 1967) .

La idea de unificar toda la ciudad es reciente y data de 1967. Los fundadores del sionismo como Teodoro Herzl, Jaím Weizmann y David Ben Gurión pensaban de otra manera. El primero de ellos, quien ya en el siglo XIX buscaba la protección de los poderosos para el proyecto de su Estado, tuvo cuidado en no exagerar las pretensiones sobre Jerusalén. Weizmann, quien asumió la dirección del movimiento después de la Primera Guerra Mundial, consideraba a la ciudad como encarnación del judaísmo obsoleto. Ben Gurión, uno de los fundadores de Israel, aceptó el plan de partición británico de 1937 de la comisión Peel que consideraba a Jerusalén como un enclave británico. Tanto este último como Herzl tenían sus ojos puestos en la parte occidental de la ciudad, separada de la ciudad vieja, situada en la parte oriental. Ben Gurión hablaba de la ciudad vieja como un museo espiritual y religioso para todas las religiones (Shattner 2002, 132) .

La Resolución 181 de 1947 de la ONU decidió que la ciudad, que representaba el 2% del Mandato, tendría un "régimen especial" que consistiría en un "... corpus separatum bajo un régimen especial internacional y ... administrado por las Naciones Unidas" (Reich 1995, 72) , lo que nunca se llevó a la realidad con el estallido de la primera guerra árabe-israelí. La Resolución 194 de 1948 insistía en que "... de acuerdo a su asociación con tres religiones universales, al área de Jerusalén ... se le debe otorgar un tratamiento especial y separado del resto de Palestina y debe estar bajo el control efectivo de las Naciones Unidas;" (Reich 1995, 80) . Como resultado de la primera guerra árabe-israelí (1948–1949) , la ciudad quedó dividida en dos: la parte occidental para el recién fundado Estado de Israel, y la oriental que fue anexada por Jordania. En la guerra de 1967 Israel conquistó la parte jordana, que incluía la ciudad amurallada, para posteriormente ampliar el casco urbano de 4 millas cuadradas en 1967 a 47 en la actualidad, y anexarla unilateralmente en 1980. En esta fecha el parlamento israelí la declaró "unifcada y capital eterna del Estado". Según esta fraseología, entonces, la ciudad es innegociable. La rápida y efectiva victoria de 1967 había hecho esto posible, es decir, tan sólo a partir de 1967 se planteó la idea de la reunifcación. Para los árabes se trataba de una decisión inadmisible ya que no podían aceptar la soberanía judía sobre los lugares considerados por ellos sagrados. Esta anexión unilateral no fue aceptada por la mayoría de países del mundo y por ello la mayoría de embajadas se encuentran en Te l Aviv, la capital original.

Además, la conquista de 1967 despertó nacionalismos religiosos judíos ya que algunos celebraban una victoria milagrosa, lo que abría el camino para el ascenso de una extrema derecha religiosa. Los judíos celebraron que ahora tenían acceso a uno de sus monumentos religiosos más importantes, el Muro de las Lamentaciones, ya que se trataba para ellos de la realización de un deseo milenario. Pero para no enemistarse con los musulmanes de todo el mundo las autoridades israelíes han evitado tocar la Explanada de las Mezquitas o Al Haram al Sharif6. Numerosos barrios palestinos fueron demolidos para convertirlos en barrios judíos. En Camp David I (1978) se aceptó que el problema se postergaría. El proceso de paz palestino-israelí que se inició en 1991 dejó abierta la cuestión, uno de los puntos que se negociarían más adelante.

En Camp David II la negociación no llegó a conclusión alguna aunque hay que reconocer que por primera vez Israel aceptaba ceder ciertos barrios de la ciudad "unifcada". Dos cosas estaban en juego: la cuestión de la capital y la de los lugares santos. Los judíos propusieron establecer, por un lado, una capital palestina que no solamente se situaba únicamente en barrios periféricos en el este y norte de la ciudad —como Abu Dis, Shufaat y Beit Hanina, el 15% de la ciudad— sino que además, no conformaban un terreno contiguo7. Por el otro lado, propusieron una especie de autonomía palestina en los barrios musulmanes y cristianos de la ciudad vieja. A cambio de ello, los palestinos reconocerían la mayor parte de la ciudad como la capital de Israel, incluyendo la ciudad vieja.

El contencioso giró alrededor de la Explanada de las Mezquitas que quedaría bajo la soberanía política de Israel, como lo es hasta el momento. Sandy Berger, quien hacía parte de la comisión de EE. UU., pidió que se le dejara un lugar a los judíos para rezar allí (Kapeliouk 2000c) , lo que fue interpretado como la pretensión de construir allí una sinagoga. Peor aún, históricamente ni siquiera los judíos religiosos habían reclamado ese derecho. Se habló de que estaría bajo jurisdicción palestina, de la ONU y de Marruecos, otorgando al Estado palestino la guardia de los lugares santos sobre los cuales Israel conservaría una soberanía limitada (Enderlin 2002, 209) . Clinton propuso una división horizontal de los lugares sagrados: la parte superior, la explanada propiamente dicha, tendría la soberanía palestina y la parte debajo de esta, que incluye las ruinas del templo judío y el famoso Muro de las Lamentaciones, la soberanía judía. Pero Arafat, porque sentía que estaba representando a millones de musulmanes, no deseaba pasar a la historia como aquel que entregó los lugares sagrados de los musulmanes a los judíos lo que sería una provocación para el mundo musulmán. Como él mismo se lo preguntaba de forma retórica a Clinton: "Señor presidente, ¿quiere usted asistir a mis funerales?" (Kapeliouk 2000a, 92; Kapeliouk 2000c) . Arafat propuso dejarles a los judíos la soberanía del barrio judío de la ciudad vieja y la del Muro de las Lamentaciones pero Israel se retiraría del resto de la parte oriental de la ciudad. Barak se mostró en contra (Ramonet 2002, 106) .

Si nos remitimos a la Realpolitik valga la pena recordar un encuentro de judíos laboristas y palestinos, después del fracaso de Camp David II, en donde aquellos le dijeron a estos que nadie en Israel jamás estaría dispuesto a ceder unos barrios a los palestinos, así fuesen periféricos, para establecer su capital y que como estaba la situación, Ariel Sharon estaba a punto de ganar las elecciones y cualquier propuesta como esa dejaría de ser válida, tal como, en efecto, sucedería poco después. ¿Perdió Arafat la única oportunidad de establecer una capital palestina en Jerusalén, como se lo dijeron los laboristas? Mejor dicho, los dos más poderosos (EE. UU. e Israel) querían imponer una agenda con ciertas pequeñas concesiones, ¿era la oportunidad perdida para los palestinos? La tesis del fracaso de las negociaciones por culpa de los palestinos —como en tantas ocasiones— fue la que circuló ampliamente en la prensa norteamericana y colombiana. ¿Culpa de Arafat o intransigencia israelí? Recordemos que también en este caso —como en otros que estamos viendo— ni siquiera los palestinos están hablando de volver a la tesis del corpus separatum.


3. La cuestión de los refugiados palestinos

Otro de los temas espinosos es el de los refugiados. Si bien hay diferentes cifras sobre su cantidad, su situación es penosa y ya que son tantos hay que satisfacer sus exigencias más cotidianas.

El Estado judío ha repetido incasablemente la tesis de la culpabilidad palestina. Según esta versión, el problema se originó durante la primera guerra árabe-israelí cuando los árabes atacaron a Israel y en medio del conflicto sus líderes instaron a los palestinos a que huyeran de sus casas para que después retornaran, una vez que los judíos hubiesen sido derrotados, de tal manera que se exilaron de forma voluntaria.

Pero la nueva historia de Israel8, que ha trabajado en los archivos de este país, ha echado por tierra esa tesis de la culpabilidad. Según ellos, la cuestión es mucha más compleja. Benny Morris resumía que el otro gran resultado de la primera guerra árabe-israelí fue la destrucción de la sociedad palestina y el nacimiento del problema de los refugiados (1999a, 252–258) . La fuga de los palestinos se produjo por varias razones según un informe de inteligencia militar israelí del 30 de junio 1948: entre diciembre de 1947 y junio de 1948, por lo menos el 55% del éxodo palestino fue causado por las operaciones del ejército de Israel; el 15% fue producto de las acciones del Irgún y de Lehi; el 2% a causa de órdenes de expulsión explícitas emanadas por soldados judíos, y el 1% por la guerra sicológica del ejército. Es decir, el 73% fue provocado directamente por Israel. Tan sólo el 5% fue producto de los llamados árabes a retirarse voluntariamente (Morris 1999b; Vidal 1997) .

Las cifras sobre la cantidad de refugiados de 1949 se tornaron también en objeto de discusión. Para Israel no eran sino 500.000, para los palestinos, 1'000.000. Hoy en día, mal que bien, existe el consenso de que fueron 750.000. Las víctimas exageraban las cifras y los nuevos agentes hegemónicos las disminuían.

La Resolución 194 de 1948 de la ONU estipulaba que a "... los refugiados que deseasen regresar a sus hogares ... se les debe permitir [el regreso] lo más pronto posible y que una compensación debía ser pagada a aquellos que resuelvan no volver... " (Reich 1995, 80) . Con la guerra de 1967 se sumaron 350.000 más.

En Camp David II los palestinos eran conscientes de la preocupación israelí sobre los 3,5 millones de refugiados palestinos que supuestamente esperaban volver a Israel. Yossi Beilin, ministro de justicia de Israel por aquel entonces, afrmó que Arafat le había expresado a Clinton que la solución a la cuestión de los refugiados debería tener en cuenta las preocupaciones israelíes (Kapeliouk 2000b, 172) , que "... es imposible que regresen todos los refugiados, una parte de ellos se instalará en los países donde viven" (Enderlin 2002, 185) . Gilead Sher, quien era director de la Oficina de la Oficina del primer ministro en tiempos de Barak, confrmó que, en efecto, los palestinos no exigían el regreso de todos los refugiados y "... en mi opinión eso no forma parte del 'núcleo central' de sus reivindicaciones." (Kapeliouk 2000b, 176) .

Arafat nunca exigió el regreso de millones de refugiados palestinos, tan sólo el de unos miles de ellos. Robert Malley, consejero de Clinton en su delegación, resaltó que esta discusión no fue la más importante, a pesar de que Barak culpó a Arafat del fracaso de las negociaciones por su intransigencia en este problema (Aruri 2003, 170) . Israel no quería aceptar responsabilidad alguna sobre la cuestión de los refugiados y por lo consiguiente planteó que el problema no era suyo, que el problema lo habían causado los árabes mismos, una tesis que la nueva historia de Israel desmontó en su totalidad. A lo sumo, según Israel, podrían regresar algunos miles de una sola vez, o entre cinco y diez mil refugiados en un período de diez años. Barak ofreció, en términos concretos, que aceptaría 4.000 refugiados dentro de un programa llamado "reunión familiar", pero que de ninguna manera se hablaría de "derecho al retorno". Tampoco Israel aceptaría responsabilidad alguna en el surgimiento del problema de los refugiados ya que se trataba de un debate histórico y la cumbre no era el lugar para que éste se diera (Aruri 2003, 170; Enderlin 2002, 200–201) . Para Clinton se trataba de "divergencias flosófcas" que había que rebasar (Enderlin 2002, 202) .

Cuando Palestina planteó la cuestión de las indemnizaciones y la restitución de bienes de los refugiados, Israel rechazó enfáticamente las propuestas. Yaser Abed Rabbo planteó que las cifras ascendieron en aquella época a GBP 1.124 millones lo que equivaldría en el momento de la cumbre a varios cientos de miles de millones de USD. Esos dineros contestó Elyakim Rubinstein ya no existían y era deber de la comunidad internacional poner fondos a disposición, pero no solamente para los palestinos sino también para los judíos que fueron expulsados de los países árabes. La comisión palestina respondió que la cuestión de los judíos expulsados de los países árabes era cuestión de esos países y no de los palestinos. No se llegó a ningún arreglo (Kapeliouk 2000a, 96) . En cierto momento Israel y EE. UU. estaban dispuestos tan sólo a aceptar ciertas reivindicaciones fin ancieras y el programa de reunión familiar (Enderlin 2002, 201) .

Hay que tener claro que Israel tiene un temor inmenso e histórico: el peso del número o ser minoría. Por ello no va a aceptar el regreso de millones de refugiados. Proponer tal regreso puede ser tan sólo una carta de negociación maximalista, pero no obedece a la realidad. Israel en cambio, sí debería pagar indemnizaciones a los refugiados, tal como fgura en la Resolución de la ONU.


4. Las colonias judías

Otro gran tema de discusión es el futuro de las colonias judías en las tierras palestinas de Cisjordania y Jerusalén. Su construcción se inició como resultado de la victoria de 1967 en las zonas invadidas. Igal Allon planteó por aquel entonces la tesis de la seguridad según la cual las colonias conformarían una red de apoyo en caso de una invasión externa, teniendo en cuenta lo pequeño del territorio israelí. En la década de los setenta Gush Emunin (el Bloque de la fe, fanáticos religiosos que, según ellos, obraban por mandato divino) , tomó la iniciativa en su construcción, posición reforzada con la llegada al poder en 1977 del partido de derecha Likud, de tal manera que a la tesis de la seguridad se unía la religiosa: la tierra ya no tenía una función estratégica sino además un valor en sí.

Pero el argumento de la seguridad se debilitó con los tratados de paz con Egipto (1979) y Jordania (1994) , países que cubren el 80% de la frontera terrestre con Israel. Entre 1991 —año en el que se inició el proceso de paz— y 2000 se duplicó la cifra de colonos. Israel no mostraba así una política de paz sino que presentaba hechos cumplidos. Hoy por hoy no está dispuesta a abandonar la mayoría de esas colonias. En la actualidad hay en Cisjordania 240.000 colonos y en Jerusalén 200.000. Muchos en Israel las consideran necesarias porque son espacios estratégicos y zonas nuevas para los habitantes de Israel. Israel teme además, un enfrentamiento con sus colonos, que podría ser complicado.

Las colonias se retiraron de Gaza en 2005. Aunque el retiro se mostró en ciertos medios israelíes, norteamericanos y colombianos como una acto generoso y producto de una voluntad de paz, la retirada se produjo en contravía del proceso de paz, es decir, de forma unilateral, sin la participación palestina y además, se hizo con el gran proyecto de anexarse a cambio, ciertas zonas de Cisjordania y de Jerusalén. Esa acción unilateral era parte del plan de Sharon de acabar con el proceso de paz. Vale la pena mencionar que por la retirada de Gaza los EE. UU. le dieron a Israel una fuerte suma de dinero —alrededor de USD 2.000 millones— además de ayuda financiera para reubicar las bases militares que debían ser trasladadas, lo que fortaleció una vez más a Israel.

Tengamos en cuenta que según la organización judía Paz Ahora, aproximadamente el 40% de las colonias en Cisjordania se originaron como confscaciones ilegales a propietarios palestinos. Según esta organización, la tesis Oficial de que las colonias han sido construidas en tierras de dominio público, de forma legal, no es cierta (Le Monde 2006) . Israel está presentando hechos cumplidos y se basa en la presencia de sus colonos en las zonas invadidas para rechazar la 242 o el retorno a las fronteras de 1967.


Conclusión

Si hiciéramos un recuento de las propuestas de origen estadounidense e israelí saltaría a la vista que parten de una tesis de culpabilidad palestina, que el problema es el resultado de la violencia palestina a la que hay hallarle un fin por medio de, obviamente, el final de la violencia palestina; que hay que mejorar sus instituciones, lideres y, por supuesto, la democracia. En suma, los palestinos deben mejorar su comportamiento. Y por supuesto, que si se habla de la violencia israelí, esta es tan sólo una forma de legítima defensa, mejor dicho, la violencia es el producto de los palestinos y de nadie más. Pero lo que falta en esas propuestas de paz es tener en cuenta las cotidianas realidades palestinas, los resultados de la ocupación israelí (Sara Roy 1994, 1998, 2002, 2004; ONU 1987) . Gideon Levy decía en el periódico israelí Ha'aretz el 1 de junio de 2003 que como la mayoría de israelíes, Sharon no sabía lo que era "... vivir los toques queda en comunidades que han estado sitiadas por años. ¿Qué sabe él sobre las humillaciones en los retenes, o sobre la gente que es forzada a viajar en carreteras de barro arriesgando sus vidas para llevar a una mujer a parir en el hospital? ¿Qué sabe él sobre la vida al borde de la inanición? ¿Sobre una casa demolida? ¿Sobre niños que han visto cómo golpean y humillan a sus padres en medio de la noche?".

De nuevo Israel y los EE. UU., tras Camp David II, repitieron aquello que se ha vuelto una frasecilla simple e ideologizada, que reza que Israel nunca ha tenido con quién negociar y que los palestinos no desean la paz. Pero, ¿no será más bien que no han encontrado al personaje a quien imponerle sus condiciones?

Pero no queremos plantear una historia tan maniquea. Arafat cometió errores. La corrupción ha estropeado estructuras cuasi-estatales de la Autoridad Palestina; él no fue capaz de organizar una campaña de información ante el fracaso de la cumbre, como sí lo hizo Israel (Gresh 2002, 151) . Arafat era egocéntrico, sus prácticas nepotistas y autoritarias reflejaban su personalidad pero también las tradicionales estructuras patriarcales de los regímenes árabes. Ya en la época mandataria los palestinos no lograron construir un Estado dentro del Estado, como sí lo hicieron los judíos. Algunos lo culpan del resultado desastroso del proceso de paz ya que dicen, firmó en 1993 por recoger tan sólo unas migajas y nunca pudo imponer unas mejores condiciones. él aprobó la tercera revuelta palestina (2000) y no logró sino debilitar aún más a la sociedad palestina. La organización de Arafat, al-Fatej, fue excesivamente dominante, nunca supo lo que significaba compartir el poder y por ello los palestinos han sufrido varias fisuras y fracasos políticos. El más notorio y reciente ejemplo de ello es el triunfo de Hamas en las elecciones de 2006. Ya en la década de los noventa durante el proceso de paz y a pesar de la fundación de la Autoridad Palestina quedó claro que los palestinos habían hecho poco para poder fundar un Estado. En parte, debido al poder de los israelíes y las restricciones impuestas durante el proceso de paz, pero igualmente en parte, porque no crearon un marco constitucional y un equilibrio de poderes. Muchos de sus líderes no tenían experiencia como funcionarios en el marco de la ley sino que su experiencia se basaba más bien en la lucha clandestina; y a Camp David II no fueron muy preparados (Khalidi 2006, 143, 149–162) .

En Camp David II, de nuevo como en tantas ocasiones, los palestinos pidieron la participación de otros actores, de la UE, de Rusia y de países árabes, como Jordania y Marruecos. Y como en tantas ocasiones, la propuesta fue rechazada (Enderlin 2002, 184) .

Hay que terminar con el monopolio estadounidense como "mediador" en las negociaciones y organizar una conferencia internacional con todos los participantes en los conflicto. La Hoja de Ruta de 2003 frmada por el "cuarteto" conformado por la UE, los EE. UU., la ONU y Rusia es un buen comienzo.

Si se mira la propuesta de Barak tal y como las formuló en Yedioth Ahronoth observamos una continuidad en las propuestas que Israel califca "de paz": no al regreso a las fronteras de 1967, Jerusalén unifcada bajo la soberanía de Israel, no la existencia de tropas extranjeras, la mayoría de colonos anexados a Israel y no al reconocimiento por parte de Israel de su responsabilidad en el problema de los refugiados. De esta forma, mal que bien, han pensado Begin, Shamir, Rabin, Netanyahu y Sharon (Aruri 2003, 172) . Es decir, cuando se trata de negociar no importa el color político. Es este lineamiento, precisamente, el que Israel y los EE.UU. tienen que revisar o de otro modo el conflicto continuará.

En síntesis, por supuesto que los judíos conquistaron esa tierra, ganaron la batalla de la conquista, pero no han ganado la de la seguridad. La tenacidad del pueblo palestino, calificado por la gran prensa norteamericana y otros como terrorismo, ha hecho posible el reconocimiento de la causa palestina. No hay que tenerle miedo a la palabra conquistador ni vencedor. Los judíos conquistaron y creyeron ganar. Pero después de tanto tiempo, y de querer imponer condiciones draconianas, ya es hora de mostrarse más concesivos. Gilead Sher expresó que la contradicción giraba alrededor unos palestinos que hablaban en nombre de la justicia y unos israelíes que se basaban en la Realpolitik. Sin embargo, la Realpolitik no ha hecho de Israel un país seguro a pesar de ser la potencia militar de la región, aliada con la potencia militar mundial.

El antiamericanismo en la región no es, como algunos lo señalan, producto de simple resentimiento. Si los EE.UU. apoyaran una solución más justa al problema palestino tendrían una imagen más positiva en la región, tanto en las masas y en los Estados cercanos a ellos, como en la de sus Estados enemigos –lo que mejoraría su posición después del "Vietnam" que están viviendo en Iraq. Ya han existido otros momentos en los que tuvieron una imagen más positiva, por ejemplo, cuando el presidente Wilson proclamó los "14 puntos" en 1918 y cuando en 1956 Israel, la Gran Bretaña y Francia invadieron Egipto y tanto norteamericanos como soviéticos presionaron a los tres invasores para que se retirasen. Si se repiten los errores de Camp David II no habrá una paz real. Es más, al optar Israel por la expansión, conquistando, anexando y confiscando tierras palestinas, en vez de haber optado por su seguridad, creó una dependencia militar y diplomática enorme de los EE.UU. Una buena cantidad de los USD 3.000 millones que los EE. UU. le dan anualmente a Israel se gastan en defensa. La paz traería menos dependencia.

Hay que negociar con todos los actores o si no se continuarán guerras como la séptima guerra árabe-israelí que acabamos de vivir a comienzos de 2009 en la Franja de Gaza. La política estadounidense-israelí consiste en no reconocer ni negociar con Hamas, cometiendo un error de vieja data: en vez de negociar con todos los actores rechazaba a alguno, generalmente calificado de "terrorista", como sucedió durante décadas con la OLP.

El problema se ha complicado a principios de 2009 con el triunfo de la ultraderecha israelí con Netanyaju y su ministro de relaciones exteriores, Lieberman, quienes no aceptan la tesis de la existencia de los dos Estados situándose así en contravía del proceso de paz que se inició en la década de los noventa, en contra de la Hoja de Ruta, de las propuestas de Annapolis (reunión en 2007 que contó con la participación de EE. UU., Israel, la Autoridad Palestina y varios países árabes, incluso Siria) y de la propuesta del actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien también aboga por la creación de dos Estados. Al escribir estos renglones a finales de abril de 2009 el nuevo gobierno de Israel, claramente para no sentarse a la mesa de negociaciones o para dilatar el encuentro, exigía de los palestinos que reconociesen a Israel como el Estado de los judíos. Como en tantas otras ocasiones, y muy acorde con la tesis de este artículo, se utilizaban frases para evitar la negociación. Con respecto a tal exigencia, valga la pena recordar que la OLP ya reconoció a Israel en 1988 y 1993; que reconocer a Israel como Estado de los judíos equivale a no tener en cuenta a los 1,2 millones de palestinos que viven en ese país; tal reconocimiento significaría, de una vez y por todas, rechazar cualquier posibilidad de retorno de los palestinos.

Se necesita un Estado palestino soberano, una Jerusalén compartida, unos refugiados que habiten en mejores condiciones y unas colonias que deberían ser desmanteladas o ser parte del nuevo Estado palestino.

Pero, ¿por qué estos cuatro escenarios son los más importantes? El hecho de que estuvieran en la agenda de Camp David II significaba la importancia que les daban los negociadores. La famosa resolución 242 de la ONU de 1967 y la 338 de 1973 plantearon explícitamente la retirada de las zonas invadidas que en ese momento incluían Jerusalén oriental, Cisjordania y Gaza. La cuestión de Estado palestino es una exigencia natural ya que se convertiría en el representante y protector del pueblo palestino, es la aspiración de millones de ellos y se enmarca en la historia mundial: en el surgimiento de los Estados-Nación. Se trata del derecho inalienable a la autodeterminación.

Dentro de una generación va a haber más palestinos que judíos al oeste del río Jordán (sumando a los palestinos de Israel con los de Cisjordania, Gaza y Jerusalén) y si no hay una paz más justa que lo que se ha planteado hasta el momento el problema alcanzará dimensiones mayores. La demografía apremia: hoy en día hay 5,5 millones de judíos en Israel y las tierras ocupadas. Se calcula que para el año 2020 habrá 6,7 millones. Igualmente, en los mismos territorios hay casi 5 millones de palestinos9 y para la misma fecha habrá 8,1 millones. Por eso va a existir tarde o temprano un Estado palestino. Es vital que las fronteras establecidas entre los dos Estados sean seguras, defin idas, aceptables y reconocidas dentro de las cuales ambas poblaciones puedan vivir y sentirse como en casa. Se darían por satisfechas las expectativas de millones de árabes: la cumbre árabe de marzo de 2002 en Beirut planteó el regreso a las fronteras de 1967 a cambio de que los 22 Estados árabes reconociesen a Israel, propuesta rechazada por Sharon. Majmud Abbas persiste, como Arafat en su momento, en el regreso a las fronteras de 1967, el reconocimiento de Jerusalén oriental como capital, y en una "solución justa y negociada" de los refugiados. En los últimos 25 años la comunidad internacional ha estado a favor del Estado palestino, basado en la retirada de Cisjordania, la Franja de Gaza y el reconocimiento de Israel dentro de las fronteras anteriores a 1967. La asamblea general de las Naciones Unidad ha aprobado de forma reiterada esa propuesta. En 1989 la aprobó con 151 Estados a favor y tres en contra y en 2004 por 160 contra seis (Finkelstein 2005, 6) . A favor de todo esto hay millones de musulmanes en el mundo, otros tantos millones, que tal vez se podría califcar de izquierda porque han sido críticos de las políticas por ejemplo, de la confscación de tierras por parte de Israel. No hay que olvidar incluso, que muchos judíos creen que la solución debe de ser más equitativa.

En cuanto a Jerusalén, innumerables resoluciones de la ONU han declarado ilegal medidas tomadas por Israel como la anexión unilateral de la ciudad, la ampliación del casco urbano que ocupó tierras palestinas y la construcción de colonias judías. La comunidad internacional, hoy por hoy, no reconoce a Jerusalén como capital: la mayoría de embajadas están en Tel-Aviv. Una solución más equitativa aliviaría tensiones con una buena parte del mundo musulmán, es decir, aplacaría los ánimos de millones de musulmanes y de palestinos musulmanes que, además, hacen parte de su población.

En cuanto a los refugiados, aunque hay sectores que creen que se fueron por su cuenta, el gran hecho incuestionable es que no se les permitió regresar. Si uno abandona su hogar siempre tiene el derecho a regresar (Chomsky y Achcar 2007, 217) . Ellos no han olvidado su herencia, se identifican con las aldeas en las que vivieron y que ahora son parte de Israel, aunque las nuevas generaciones no las han visto jamás. Sus vínculos con sus tierras no han desaparecido a pesar de su situación, las tensiones y las guerras. Siguen cuestionando la legitimidad de Israel, muchos tienen las llaves de sus casas —que estaban ubicadas en lo que es hoy Israel— y las entregan a la generación siguiente. Sus campos son considerados como una etapa de transición y solucionar su problema legitimaría a Israel. Ya líderes palestinos aceptaron un acuerdo pragmático que no modifique el carácter demográfico de Israel, es decir, aquí ya cedieron, se ha reconocido un regreso simbólico a Israel y que el resto tendría derecho a asentarse en el Estado palestino.

En cuanto a las colonias judías en tierras palestinas, hay que tener en cuenta que son un foco de tensión que permanece dentro de territorio palestino, son ilegales según el Tribunal Internacional de Justicia y son una vulneración del párrafo seis del artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra (1949) , relativa a la protección de personas civiles en tiempo de guerra (Chomsky y Achcar 2007, 216, 318) . Su congelamiento mostraría un respeto por la parte judía de las tierras palestinas, mostraría que Israel no es expansionista y daría pie a un Estado palestino más homogéneo.

La región sería más estable. Si se negocian estos problemas de forma más equitativa seguramente el campo radical, como el de Hamas, se fisuraría, es decir, se lograría el apoyo de sus facciones más moderadas. Así, con los estadounidenses convertidos en verdaderos intermediarios, probablemente disminuiría la violencia y el antiamericanismo en la región y, tal vez, más allá de ella.

Sin desconocer otros graves problemas regionales el conflicto aquí tratado es, sin lugar a dudas, uno de los más importantes; después de todo ha causado siete guerras regulares y una violencia constante de baja intensidad, con todas las calamidades que eso ha suscitado.

Dieciocho años después del inicio del proceso de paz, los palestinos tan sólo controlan parcialmente el 40% de Cisjordania. El tiempo apremia.


Comentarios

1 El autor recuerda aquellos comunistas, igualmente radicales, que no toleraban que se criticase a la Unión Soviética; el que la criticaba era anatematizado como "reaccionario" o "pequeñoburgués".

2 Ya que la cumbre fue la segunda en este sitio la denominamos con el número II. La primera, o Camp David I, tuvo lugar en 1978 cuando el presidente Jimmy Carter se reunió con el presidente egipcio Anuar al-Sadat y el primer ministro israelí, Menachem Beguin, y resultó en el primer tratado entre un país árabe y el Estado judío (1979).

3 Recordemos, de forma muy somera, ciertos antecedentes para contextualizar los problemas que se van a presentar. La escalada del conflicto en el Medio Oriente es muy reciente y data apenas del siglo XX, más exactamente, del periodo en que la Gran Bretaña se convirtió en la hegemonía reinante sobre el Medio Oriente y en Palestina. Los británicos la invadieron entre 1917 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial. Gracias a su condición de vencedores de la contienda, estuvieron hasta 1948 en el territorio llamado Mandato Británico de Palestina, que abarcó lo que hoy en día es el Estado de Israel más Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén. Prometieron a los judíos un "hogar nacional" y posibilitaron la entrada de miles de ellos. Intentaron pactar con los palestinos pero en 1936 se produjo un levantamiento de estos, lo que hoy llamamos la primera Intifada. Al final de cuentas, después de la Segunda Guerra Mundial fueron víctimas de terrorismo judío y palestino, el territorio se convirtió en ingobernable y decidieron que la ONU resolviera el problema que ellos, en parte, habían creado. El 29 de noviembre de 1947 la ONU dividió Palestina por medio de la Resolución 181. Los judíos lograron durante la existencia del Mandato Británico de Palestina construir un Estado dentro del Estado. Apoyados en su gran aliado, los británicos, contaban con una inmigración creciente y un apoyo financiero internacional, tenían ya en esta época estructuras políticas, paramilitares que contenían los cimientos de un moderno ejército, tierras y fábricas, una universidad, en fin, una formidable organización. Con el genocidio perpetrado en Europa contra ellos durante la Segunda Guerra Mundial estaban cada vez más convencidos de que se necesitaba un Estado propio que los protegiera. Históricamente, muchos consideraban que Palestina les fue otorgada por obra de su dios y había que regresar a ella. A fnales de la Primera Guerra Mundial eran la décima parte de la población en el territorio del Mandato, en 1948, la tercera parte. Durante y después de la Primera Guerra Mundial, el Medio Oriente era un hervidero de nacionalismo, los árabes creían que con la caída del Imperio turco —que había controlado la región desde el siglo XVI— llegaba la época de la independencia. Los palestinos, sin embargo, veían que su tierra era conquistada tanto por británicos y judíos y temían que estos últimos se convirtiesen en los dominadores. En 1937 la Comisión Peel, que había sido formada por los ingleses para investigar las causas de la primera revuelta palestina (1936–1939), aseguraba que el descontento árabe se basaba en "... el incumplimiento de las promesas de independencia que ... se les había hecho durante la guerra,... [y en] el temor de que el establecimiento de un hogar nacional judío conllevaría un gran aumento de la inmigración judía y significaría la sujeción económica y política [de los palestinos] a los judíos" (ONU 1990, 45; véase el informe en Reich 1995, 45–52). Por ello, iniciaron los primeros ataques contra los judíos. Pero sufrían divisiones internas, las grandes familias, los Husseini y los Nashashibi, no se entendían y algunos pactaron con los británicos. El liderazgo palestino, todavía semifeudal en el campo y autoritario en las ciudades, no supo trascender el mundo estrecho de la política de notables (Pappe 2006, 85–87). No tuvo la sufciente capacidad de movilizar social y políticamente para así vencer los desafíos que encaraba (Khalidi 2006, 30). La revuelta palestina terminó en una derrota y la resistencia se debilitó aún más. No aceptaron la partición de Palestina de 1947 pues argumentaban que era incompatible con la democracia ya que la mayoría estaba en contra; para ellos era como si Argelia fuese dividida entre árabes y franceses.

4 Véanse las condiciones que gestaron dicho proceso en Bosemberg 1997

5 Véanse los artículos de Roy 1994, 1998, 2002, 2004.

6 Se trata de una plaza en la ciudad amurallada que se sitúa encima de lo que fue el templo judío, destruido por los romanos en el año 70 de nuestra era, en donde se localizan dos mezquitas y desde donde, dice la tradición musulmana, Mahoma ascendió al cielo.

7 Véase el mapa correspondiente en Aruri 2003, 15. También en www.passia.org.

8 Se entiende por nueva historia de Israel aquella nueva generación de historiadores que a partir de la década de los 80 reescribieron la historia de su país. Beni Morris, Simha Flapan, To m Segev, Avi Shlaim, e Ilan Pappé escribieron a partir de investigaciones en archivos para así desmitificar los relatos de la historia oficial de su país. Reescribir la historia hace parte del proceso normal que viven los más diferentes países. Véanse algunos debates entre la historia oficial y la nueva en Shlaim 1995.

9 Hay 1,2 millones de palestinos en Israel (el 20% de la población) y 3,7 en Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Fuera de Palestina-Israel viven entre cuatro y seis millones (no hay datos exactos al respecto).



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