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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.70 Bogotá July/Dec. 2009

 

EL CARÁCTER CAMBIANTE DE LAS GUERRAS CIVILES 1800-2009

Stathis Kalyvas es profesor Arnold Wolfers de Ciencia Política y Director del programa Conflicto Orden y Violencia del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Yale, New Haven, Estados Unidos. stathis.kalyvas@yale.edu


Thexto de la conferencia inaugural del Doctorado en Ciencia Política del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, dictada el 18 de septiembre de 2009 en el Auditorio Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes.

Con pocas excepciones, el estudio cuantitativo del reciente conflicto interno ha tenido una tendencia hacia el período posterior a 19451. Existe una manera adicional, sin embargo, en la cual la historia ha sido ignorada y tiene menos relación con el alcance cronológico de la investigación actual y más con las implicaciones conceptuales de este truncamiento cronológico. Al tratar las guerras civiles como fundamentalmente homogéneas a través de tiempo y del espacio, los investigadores no se han percatado de examinar la evolución y transformación en un cierto período de las guerras civiles. Esta negligencia se relaciona con sus características "sobre el terreno" y, quizás más importante, las formas en las cuales se han entendido y conceptualizado tanto de parte de actores como de observadores. Esta miopía histórica ha producido un resultado sorprendente: la dominación de la asociación empírica y conceptual de la insurgencia, la guerra civil y la revolución. Es, después de todo, común para referirse a la guerra civil y la insurgencia de manera intercambiable. Esta asociación es frecuentemente entendida como una constante universal, cuando, en realidad, es históricamente contingente.

Este ensayo es una rectificación en gran medida del carácter a histórico de la investigación actual. Mediante la adopción de una perspectiva cronológica más amplia y analizando las guerras civiles en los siglos XIX y XX, trazo la evolución de las guerras civiles, a través del tiempo, tanto empírica como intelectualmente. Me refiero a las líneas generales de las características militares ("la forma en que se llevaron al terreno"), así como la manera en que han sido descritas y comprendidas tanto por los observadores como por los participantes. Yo sostengo que la forma en la cual se llevaron a cabo las guerras civiles está estrechamente relacionada con el modo en que han sido entendidas y conceptualizadas.

Surgen dos ideas fundamentales. En primer lugar, es posible distinguir tres grandes períodos históricos correspondientes a los tres tipos generales de las guerras civiles. Las guerras civiles eran principalmente las guerras convencionales en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX; eran primariamente las guerras irregulares o insurgentes durante el período después de la Segunda Guerra Mundial, y se han convertido en toda una mezcla de guerras tradicionales y de "baja tecnología" simétricas en la pos-Guerra Fría.

En una formulación diferente, la guerra irregular antes de la Segunda Guerra Mundial, y especialmente durante el siglo XIX, no se asociaba principalmente con la guerra civil. En su lugar, fue una de las principales características de las guerras de conquista imperial y colonial, enfrentando a los ejércitos modernos contra la resistencia de los pueblos nativos. En otras palabras, la asociación entre la guerra civil y la guerra irregular es un producto de la Segunda Guerra Mundial y, especialmente, de la Guerra Fría.

En segundo lugar, la asociación de la guerra civil y la revolución es un fenómeno del siglo XX. Antes de él, la revolución fue concebida principalmente como un levantamiento de las masas urbanas. Éste era un proceso que requería la participación de los habitantes urbanos y los trabajadores de la industria por encima de los campesinos. En la medida en que una revolución tomó la forma de guerra civil, su primera asociación era con la guerra convencional y no con la irregular. En contraste, la guerra irregular fue rechazada por los teóricos revolucionarios y activistas, hasta que Mao Zedong. Marx, Engels, Lenin y Trotsky, entre otros, concibieron todos que la guerra de guerrillas era una forma menor de la lucha armada no apta para los verdaderos revolucionarios y la clase obrera.

En resumen, las guerras civiles han experimentado un notable —y poco estudiado hasta ahora— proceso de transformación en los últimos dos siglos; a su vez, esta transformación ha configurado la comprensión general y el estudio de la guerra civil. Por lo tanto, la hostilización de las guerras civiles demuestra que presunciones clave sobre el carácter de las guerras civiles son sólo variables y no constantes, que necesitan ser problematizadas y exploradas empíricamente, más que presumidas.

Comienzo proporcionando algunas definiciones clave. Luego ofrezco una breve reseña del carácter cambiante de las guerras intraestatales desde el comienzo del siglo XIX, tras lo cual demuestro cómo dicha transformación está relacionada con el proceso paralelo de comprensión intelectual y conceptual de las guerras civiles. La lente de análisis central de este trabajo es el concepto de guerra o "tecnología de la rebelión" (Kalyvas y Balcells 2009), que, a mi juicio, funciona como un reemplazo conveniente de una serie de características clave, incluidos la organización, la ideología, los recursos y la violencia que caracterizan a los conflictos particulares.


DEFINICIONES

La guerra civil puede ser definida mínimamente como la "lucha armada dentro de los límites de una entidad soberana reconocida, entre partes sujetas a una autoridad común al inicio de las hostilidades" (Kalyvas 2006). La intuición detrás de esta definición es mejor captada por la descripción de Charles Tilly (1978, 191) de una situación revolucionaria que implique reclamos mutuamente exclusivos a la autoridad que producen una situación de soberanía dividida o doble. Aunque guerra interna (o intraestatal) es, tal vez, un término más preciso, la guerra civil es, de lejos, el más conocido. A raíz de esta definición, la resistencia armada contra la ocupación militar después de una invasión exitosa, las guerras de secesión y las guerras de descolonización pueden considerarse guerras civiles. Una consecuencia observable es que las partes rivales en estos conflictos tienden a contratar personal entre la población local misma. "La Revolución Estadounidense fue una guerra civil", nos recuerda Shy (1976, 183), porque "en proporción a la población, casi tantos americanos se dedicaron a la lucha contra otros americanos durante la Revolución, como lo hicieron durante la Guerra Civil". En contraste, las guerras de conquista, incluida la conquista imperial y colonial, se acercan más al tipo ideal de la guerra interestatal. Cuando el territorio en cuestión carece de una soberanía reconocida internacionalmente o un aparato estatal moderno, la frontera entre las guerras interestatales e intraestatales se hace borrosa. El choque armado inicial, después de la invasión, se puede considerar como el equivalente de una guerra interestatal, mientras que el conflicto armado que estalla después de que este territorio ha sido conquistado puede ser pensado como la aproximación de la guerra civil.

Muy parecido a la guerra civil, el concepto de revolución ha sido utilizado en una multiplicidad de formas. En este trabajo sigo la intuición de la revolución como un proceso que produce un cambio político radical. Desde esta perspectiva, las guerras civiles que producen sólo un cambio de personal político no calificaría como una revolución, mientras que las revoluciones triunfantes generalmente evitan el descenso a la guerra civil.

Las guerras civiles se han librado en una variedad de maneras. Yo distingo entre tres tipos básicos de guerra o "tecnologías de la rebelión", todos los cuales se ofrecen como tipos ideales, dada la fluidez que tiende a caracterizar a estos conflictos: las guerras convencionales, las irregulares y las simétricas no convencionales (Kalyvas 2005).

Empezando con el primer tipo, es importante resaltar que muchas guerras civiles se han llevado a cabo de forma convencional. Éste es un término que se refiere a la intervención militar directa o bien a través de frentes bien definidos o por el choque de las columnas armadas; una forma común de confrontación en ese contexto es el gran conjunto de batallas entre ejércitos opuestos organizados en formaciones de batalla. Guerras Civiles Convencionales incluyen casos bien conocidos como la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865), la Guerra Civil Rusa (1917-1923), la Guerra Civil Finlandesa (1918) y la Guerra Civil Española (1936-1939), e, igualmente los conflictos más recientes, como el conflicto de Biafra en Nigeria (1967-1970), la guerra de Abjasia en Georgia (1992-1994), la guerra en Alto Karabaj en Azerbaiyán (1991-1994), y las guerras de Croacia y Bosnia en la antigua Yugoslavia (1992-1995).

En contraste con las guerras convencionales, que implican un sentido compartido de simetría entre los bandos rivales, la guerra irregular o de guerrillas es una expresión de la asimetría entre los estados y los rebeldes: aunque los rebeldes tienen la capacidad militar para desafiar al Estado, carecen de la capacidad para confrontarlo de una manera directa y frontal. Este tipo de guerra se caracteriza por combates indirectos y de bajo nivel, a menudo dominados por la emboscada y los asaltos. Los rebeldes evitan el combate directo con el ejército más poderoso del Estado y dependen del acoso y el sigilo. Guerras irregulares civiles incluyen la Guerra de Independencia en España (1807-1814), que introdujo el término "guerrilla" al léxico de la guerra, la Insurrección Filipina contra ee. uu. (1898-1902); varias guerras de resistencia contra la ocupación alemana y japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, en lugares como Grecia, Yugoslavia, China o Filipinas; las guerras anticoloniales, como la Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962), la Guerra de Independencia de Rodesia (1966-1979) y las guerras en Angola (1961-1975), Mozambique (1962-1975) y Guinea Bissau (1962-1974) contra los portugueses; las guerras secesionistas, como la Rebelión Kurda en Irak (1980-1988), diversos grupos insurgentes en la India (por ejemplo, Assam, 1966-1986) y Pakistán (por ejemplo, de Beluchistán, 1973-1977), y grupos insurgentes de izquierda en contra de los gobiernos de derecha (por ejemplo, El Salvador, 1979-1992; Perú, 1980-1996, y, más recientemente, Nepal, 1996-2006); y viceversa, las insurgencias de la derecha contra los gobiernos de izquierda (la Renamo en Mozambique, 1976-1992; los Contras en Nicaragua, 1981-1988). "Insurgencia" es un término que a veces se utiliza para significar cualquier tipo de rebelión. En este trabajo, me parece que es un sinónimo de la guerra "irregular" o "de guerrillas". Desde esta perspectiva, las insurgencias constituyen un subconjunto, más que un sinónimo de guerras civiles.

Por último, algunas guerras civiles no caben en la dicotomía entre la guerra convencional y la irregular: se alejan de las guerras irregulares en cuanto carecen de la asimetría entre el Estado y los rebeldes que caracteriza a estos conflictos. Cuando los estados no son capaces (o, en algunos casos, no quieren) de desplegar una fuerza militar organizada contra los insurgentes mal equipados de forma realista y sistemática, los dos lados coinciden en un bajo nivel de capacidad militar. Esta debilidad mutua produce un tipo de guerra que a menudo es comparada con la guerra premoderna. Tales "guerras simétricas y no convencionales" surgen en contextos de extrema debilidad del Estado, y se incluyen como ejemplos las guerras civiles en Líbano (1975-1990), Somalia (1991-en curso), Congo-Brazzaville (1993-1997) y la República Centroafricana (1996-1997).

En resumen, el examen de las guerras civiles desde la perspectiva de la guerra nos permite observar la heterogeneidad sistemática en términos de la guerra que las caracteriza. A su vez, este tipo de captación de desagregación contiene diferencias importantes entre las guerras civiles (Kalyvas 2005) y hace posible ofrecer una visión general de la transformación de las guerras civiles en el tiempo.

Armados con estas definiciones, ahora miraré al registro de los conflictos armados durante los siglos XIX y XX para identificar los principales patrones. Para ello, me baso principalmente en la lista de los conflictos producidos por el proyecto Correlates of War (cow, por su sigla en inglés)2.


EL SIGLO XIX

Es posible distinguir durante el siglo XIX tres grandes tipos de conflictos que no eran claramente guerras interestatales. La categoría más grande se compone de las guerras secesionistas que tienen lugar dentro de los imperios; la mayoría de las veces, éstas se libraron por medios convencionales. La segunda categoría comprende un número menor de conflictos en los que el objetivo era el control del centro; estos conflictos tomaron la forma de insurrección urbana, se entendieron como revoluciones, en lugar de guerras civiles, ya que no involucraron combates a gran escala entre actores armados organizados. Por último, un gran número de guerras que se caracterizaron por la guerra irregular tuvo lugar en el contexto de las guerras de expansión imperial y el asentamiento. Estos conflictos son percibidos frecuentemente como guerras; sin embargo, el término "interestatal" no tiene mucho sentido, ya que un lado estaba generalmente conformado por nativos "primitivos" que carecieron de los símbolos de la soberanía moderna. De hecho, sólo la primera categoría de los conflictos, las guerras secesionistas que tienen lugar dentro de los imperios, se adapta a la definición de las guerras civiles explicada arriba.

Las "revoluciones nacionales" o "guerras de independencia" en las Américas se destacan tanto en términos de magnitud como en su importancia geopolítica. Comenzando, justo antes de la clausura del siglo XVIII, con la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775-1783), estos conflictos se extendieron a América Central y Sudamérica desde 1808 hasta 1829, y condujeron al casi total desmantelamiento de los imperios coloniales británicos y españoles en el continente americano y la creación de un gran número de nuevos estados. Estas guerras incluyen la Guerra de Independencia Argentina (1810-1818), la Guerra de Independencia de México (1810-1821), la Guerra de Independencia de Venezuela (1811-1823), y la Guerra de Independencia de Chile (1810-1826), entre otras. Aunque se trata de conflictos que un analista contemporáneo caracterizaría como guerras civiles secesionistas, sería incorrecto seguir la confluencia común y describirlas como guerras étnicas. Estas guerras se libraron en gran medida entre los colonos europeos y sus descendientes; aunque los ejércitos coloniales y los independentistas reclutaron la población indígena, su papel era generalmente subordinado (Archer 2000; Costeloe 1986; Domínguez 1980). Una característica común entre estas guerras fue que se libraron principalmente en forma convencional, entre los ejércitos regulares que combatieron en batallas campales, aunque los episodios de la guerra irregular también se llevaron a cabo. De hecho, sus resultados se decidieron frecuentemente en las batallas decisivas. Por ejemplo, la Batalla de Carabobo (24 de junio de 1821) condujo a la independencia de Venezuela, y la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) fue un paso clave en la independencia de Colombia. Tras la Independencia, los nuevos estados americanos experimentaron una serie de guerras civiles: unos pocos separatistas (la más importante fue la Guerra Civil Estadounidense, 1861-1865) pero la mayoría se trató del control del centro.

Además de los imperios coloniales de los españoles y los británicos, el Imperio otomano también se dedicó a una serie de guerras locales que pueden ser descritas como separatistas o autonómicas. Éstas incluyen la Guerra de Independencia Griega (1821-1828), la Primera Guerra Siria (1831-1832), la Revuelta de Bosnia (1841), la Guerra de la Independencia de Valaquia (1848-1851)| y las insurrecciones sucesivas de Creta (1866-1868, 1888-1889 y 1896-1897), entre muchas otras. Claramente influenciada por las ideas de la Revolución Francesa, la Guerra de Independencia Griega fue un hito para el sureste de Europa: a diferencia de anteriores rebeliones "tradicionales" que seguían siendo locales y exigieron la autonomía, el levantamiento griego se convirtió en la primera rebelión otomana en incluir una demanda explícita de la formación de un nuevo Estado-Nación, y, por lo tanto, en una guerra que podría ser caracterizada como secesionista y étnica3. A diferencia de las guerras americanas, en su mayoría las guerras que tuvieron lugar en el contexto del Imperio otomano se libraron tanto a través de la guerra irregular tradicional como de una combinación de la guerra irregular y convencional.

En contraste, las guerras civiles que se llevaron a cabo por el control del centro fueron mucho menos frecuentes durante el siglo XIX. Algunas fueron principalmente guerras convencionales, como la Guerra Carlista de España (1833-1839, 1846-1849, 1872-1876). La mayoría, sin embargo, tomó la forma de la insurrección urbana, y fueron llamadas "revoluciones". Éstas incluyeron los diversos levantamientos en toda Europa en 1848 y, más notablemente, la Comuna de París de 1871, que se eleva por encima de la mayoría de los levantamientos urbanos en términos de muertes.

Si las guerras civiles secesionistas eran principalmente luchadas de manera convencional y las guerras civiles por el control del centro tomaron la forma de insurrección urbana, ¿existe algún espacio para la guerra irregular? Resulta que en su gran mayoría las guerras irregulares durante el siglo XIX no fueron guerras civiles. A veces llamados "pequeñas guerras", estos conflictos tuvieron como rasgo la guerra irregular utilizada principalmente por los pueblos nativos (sin éxito) que resistieron la invasión de colonos y la conquista colonial. Así, muchas de las guerras en las que el Imperio ruso intervino durante el siglo XIX eran guerras de conquista imperial o de incorporación, incluidos conflictos como la Guerra Ruso-Georgiana (1816-1825), las Guerras Ruso-Circasianas (1829-1840) y la Guerra Murid (1830-1859). Asimismo, la expansión hacia el oeste puso a Estados Unidos en conflicto con las poblaciones nativas, produciendo las múltiples Guerras Indias durante ese tiempo. Guerras similares fueron llevadas a cabo en América del Sur. En cuanto a la implacable expansión de las potencias europeas en Indochina, África y Asia, ésta generó un gran número de conflictos contra los pueblos nativos. Algunos ejemplos son las Guerras Británico-Zulú (1879 y 1906), las Guerras Bóer (1880-1881, 1899-1902), las Guerras Francesas en Senegal (1890-1891), Madagascar (1883-1885 y 1894-1895) e Indochina (1858-1863, 1885-1896), y la guerra contra EE. UU. en Filipinas (1898-1902). Los pueblos nativos que resistieron las invasiones imperiales lucharon utilizando fundamentalmente técnicas de guerrilla, aunque este término puede ser un nombre poco apropiado, ya que muchos de estos conflictos eran, de hecho, poco sofisticados, y equivocados los intentos de los nativos, que mal armados se enfrentaban de manera más o menos frontal contra las fuerzas europeas, que eran numéricamente inferiores pero militarmente superiores, una decisión que a menudo produjo una masacre en masa. No es de extrañar, entonces, que la guerra irregular se asociara, en la mente de muchos observadores, con la guerra primitiva y, más generalmente, con pueblos "primitivos" o "incivilizados". En resumen, se trata de un tipo de guerra ampliamente percibida como la representación del pasado, no del futuro.

Existe una excepción interesante, importante y limitada a la asociación de la guerra irregular con la guerra primitiva: en algunos casos, la guerra irregular se utilizó en sociedades europeas "avanzadas" contra las tropas extranjeras invasoras, a veces en el contexto de una guerra civil, y a veces en el contexto de una guerra interestatal, pero tras la derrota del ejército regular de un Estado. Los levantamientos realistas en contra de la Revolución Francesa, que se llevaron a cabo en el oeste de Francia, conocidos como Chouannerie o Chuanes (1794-1800); la guerra española contra Napoleón, que dio al mundo el término "guerrilla" (1808-1814), y la rebelión tirolesa contra las fuerzas de Francia y Baviera (1809) fueron todos casos de un tipo de guerra que señaló una modernización que abrió el camino de la antigua práctica de la guerra irregular, que ahora se llama Guerra Partisana. Este tipo de conflicto requería la movilización de la población en grupos rebeldes que combaten detrás de la primera línea contra un invasor o una ocupación militar. El elemento moderno era el fundamento ideológico y el carácter masivo de esta movilización. La Revolución Francesa, con su movilización masiva, fue la inspiración de un "Pueblo en Armas"; la ideología en cuestión era el nacionalismo. Fue Carl von Clausewitz quien elaboró la idea de "guerra popular en la Europa civilizada". En el libro vi de De la guerra, sostuvo que la defensa comunitaria basada en la resistencia popular espontánea, utilizando técnicas de lucha indirecta, podría ser un factor militar importante, siempre y cuando sea auxiliar de un ejército regular. Ésta era una afirmación audaz, dado que la resistencia organizada de las masas populares seguía siendo un fenómeno muy limitado durante el siglo XIX.

En resumen, una visión general de los patrones de conflicto durante el siglo XIX sugiere que la guerra civil, la guerra irregular y la revolución fueron los fenómenos que se distinguen de manera clara, tanto conceptual como empíricamente: las guerras civiles, en su mayoría, se libraron convencionalmente; las revoluciones en su mayoría tomaron la forma de levantamientos urbanos, y las guerras irregulares en su mayoría se caracterizaron como resistencia "primitiva" a la expansión imperial o colonial.


LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

En muchos sentidos, la primera mitad del siglo XX fue una continuidad: los patrones que caracterizan al siglo XIX siguieron dominando, con un par de diferencias clave. En primer lugar, la guerra irregular se utilizaba en algunas colonias, en un esfuerzo inútil y poco frecuente para revertir el dominio colonial. En segundo lugar, la guerra civil regresó a Europa, en la forma de la guerra convencional de gran tamaño.

Varias rebeliones se presentaron en las colonias adquiridas durante el período anterior. El método de lucha, así como el resultado, sin embargo, no se modificaron. No obstante, debido al hecho de que estas rebeliones se llevaron a cabo dentro de los territorios que formaban parte de los imperios coloniales europeos, estos conflictos pueden ser descritos como guerras civiles. De este modo, Alemania enfrenta el Levantamiento Hotentote (1903-1908) y la rebelión de Maji Maji (1905-1907); Francia, el levantamiento de Marruecos de 1916-1917; Italia, la rebelión de Sanusi en Libia (1920-1931), y así sucesivamente.

El área principal de diferenciación entre los dos períodos es el regreso de la guerra civil de Europa, principalmente en la forma de guerras importantes, que reflejan grandes divisiones ideológicas y que se libraron sobre todo de manera convencional. La Revolución Rusa y la Guerra Civil (1917-1921), la Revolución Alemana (1918-1919), la Guerra Civil de Finlandia (1918), y, por supuesto, la Guerra Civil española (1936-1939) son los casos más notables. Obviamente, los tres primeros casos están directamente vinculados a la Primera Guerra Mundial, un factor que explica el grado de militarización y el tipo de lucha. Las guerras civiles no europeas de mayor importancia durante el mismo período incluyen la Revolución Mexicana (1910-1920) y la Guerra Civil china, que comenzó en 1927 como un conflicto complejo, multifacético, con la participación de varios ejércitos de señores de la guerra, de los cuales los comunistas eran inicialmente sólo uno de menor importancia. Por último, la Guerra de Independencia de Irlanda (1919-1921) se destaca como una guerra de secesión, que se libró con una combinación de terrorismo urbano y las tácticas de la insurgencia.


LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

La guerra civil sufrió un cambio estructural masivo durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Este cambio puede atribuirse a tres desarrollos fundamentales. El primero de ellos se puede encontrar en la Guerra Civil china. Mao Zedong llegó a la conclusión de que la guerrilla podría ser un instrumento importante para los revolucionarios, especialmente cuando la insurrección urbana y la guerra convencional no estaban disponibles. Igual de importante, también él fue capaz de teorizar (y, más tarde, de popularizar) su experiencia y convertirla en una doctrina de guerra de guerrillas. El éxito de los comunistas chinos contra la ocupación japonesa y su victoria sobre sus enemigos Nacionalistas en 1949 le dio a la doctrina maoísta de la "guerra popular revolucionaria" un enorme prestigio y credibilidad instantánea.

El segundo desarrollo fue la realización de que la combinación del marxismo revolucionario y el nacionalismo en el contexto de las ocupaciones del Eje durante la Segunda Guerra Mundial podría dar lugar a movimientos guerrilleros robustos, mientras se extendía la influencia de los partidos comunistas más allá de su limitada base de trabajo de clase. Dicho de otro modo, la transformación de los partidos comunistas en organizaciones "abarcatodo" con una base fuerte campesina podría lograrse mediante la guerra de guerrillas, más que el electoralismo simple o la movilización de masas y las protestas urbanas. La experiencia de Yugoslavia, Grecia, China o Vietnam, entre otros, fue vista como la validación de este punto. La razón por la cual los comunistas resultaron ser usuarios tan exitosos de la guerra irregular se ubicó en su know-how de la actividad clandestina, el vacío de poder y la dislocación social provocada por la guerra y la ocupación, y la estrategia del "frente popular" del comunismo de entreguerras, que creó la ilusión de una coalición política y social enorme.

La tercera novedad fue la Revolución Cubana, en 1958-1959. La capacidad de un pequeño grupo de combatientes de la guerrilla —encabezados por jóvenes idealistas, como Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara— para derrocar a una autocracia corrupta, a pesar de sus vínculos con Estados Unidos, e implementar un cambio social a gran escala en una nación poscolonial periférica demostró ser una fuente de inspiración global e indicó que la guerrilla no era simplemente un instrumento para la revolución, sino el instrumento por excelencia de la revolución.

Estos tres factores —junto con la disponibilidad de material de apoyo amplio entregado por urss, China, Cuba y sus aliados a muchas organizaciones rebeldes en todo el mundo— convirtieron la guerra irregular en el tipo dominante de guerra en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Kalyvas y Balcells (2009) encuentran que la guerra de guerrillas es el 66% de todas las guerras civiles entre 1944 y 1990, con las guerras convencionales muy por detrás (27%). En otras palabras, fue sólo durante este período que las guerras civiles se asociaron con las guerras de guerrillas ejecutadas en nombre de la revolución.

Al examinar las guerras irregulares de este período, es fácil observar que un gran número de conflictos, incluidos muchos de los más importantes, fue librado por los rebeldes que reclamaron cierto grado de fidelidad a la ideología marxista. Estos conflictos incluyen la Guerra Civil griega (1946-1949), la insurgencia Vietminh contra los franceses en Vietnam (1946-1954), la insurgencia malaya (1950-1960), la guerra de Vietnam (1959-1975), la guerra de Camboya (en 1970-1975), la insurgencia jvp de Sri Lanka (1987-1989), las guerras de independencia en Angola (1961-1975), Mozambique (1962-1975), Guinea-Bissau (1962-1974) y Rodesia (1966-1979), y las insurrecciones en Venezuela (1963-1965), Nicaragua (1978-1979), Perú (1980-1999), Guatemala (1970-1971, 1978-1984), El Salvador (1979-1992) y Colombia (1964-presente), entre otros. Otra característica de muchos de estos conflictos es que los rebeldes fueron capaces de mezclar la ideología marxista y el nacionalismo con éxito; los llamados "Movimientos de liberación nacional" dieron una oportunidad para la expansión de la atracción de estos movimientos. Por el contrario, la ideología marxista tenía muy poco que ver con las guerras civiles convencionales que se libraron durante ese período.

El poder de la doctrina de la guerrilla marxista era tal, que influyó en el pensamiento estratégico de sus adversarios. De hecho, la lucha contra la insurgencia marxista de los años 1970 y 1980 fue lanzada frecuentemente por los ex insurgentes marxistas (por ejemplo, Jonas Savimbi en Angola y Edén Pastora en Nicaragua). En su descripción de estas insurgencias, Radu (1990, 14) señala que "algunos de los insurgentes anticomunistas de mayor éxito hoy en día han sido influenciados por las estrategias de la insurgencia comunista", que también habla de "la paradoja de los métodos comunistas siendo utilizados contra los regímenes comunistas, y hace referencia a la llamada profunda del leninismo, en particular, en sus encarnaciones en el Thercer Mundo".

En resumen, la relación que se forjó durante la Guerra Fría hizo que los conceptos de guerra civil, guerra de guerrillas y revolución fueran términos intercambiables para muchos observadores y participantes. Vale la pena, por tanto, examinar exactamente cómo la tradicional guerra de guerrillas se transformó en una guerra popular y cómo llegó a dominar las guerras civiles.

El punto de partida es reconocer que, a pesar de la tradicional guerra de guerrillas y la moderna insurgencia, éstas comparten elementos comunes, que también difieren en muchos aspectos. Como explica Beckett (2001, VIII), la guerra de guerrillas tradicional se entendía generalmente como una forma de lucha puramente militar que utilizaba la táctica clásica de hit and run (ataque sorpresa y fuga), y ha sido empleada por los grupos indígenas, donde un ejército convencional, o bien había sido derrotado o nunca había existido. Sostiene que rara vez los practicantes principalmente poco sofisticados mostraban alguna comprensión más allá del potencial de los modelos irregulares del conflicto, en la forma en que se hizo común después de 1945, cuando la guerrilla se convirtió en "revolucionaria" y fue llamada "la insurgencia." De hecho, este período coincide con un cambio notable en los resultados de las guerras irregulares: mientras que aproximadamente antes de la Segunda Guerra Mundial los estados, los "actores fuertes" y "grandes poderes" de forma rutinaria derrotaron a los ejércitos irregulares, este patrón se invirtió después de la Segunda Guerra Mundial, con insurgentes probablemente cada vez más capaces de forzar un "empate" o derrotar a sus enemigos más fuertes (Lyall y Wilson 2009; Arreguín-Toft 2001). Para distinguir las técnicas de guerrillas tradicionales de la versión muy politizada de las guerrilleras irregulares que fue perfeccionada por los rebeldes izquierdistas durante el período de la Guerra Fría, designo a este última "insurgencia robusta".

Kalyvas y Balcells (2009) identifican tres canales a través de los cuales la guerra de guerrillas tradicional se convirtió en la guerra popular revolucionaria: el apoyo material, las creencias, la doctrina y la organización.

En primer lugar, mientras que la guerra de guerrillas tradicional dependía de la movilización de recursos locales con el apoyo ocasional de un Estado vecino, las insurgencias robustas de la Guerra Fría se beneficiaron del apoyo amplio y multifacético de las superpotencias. Es de conocimiento común que un objetivo central de la política exterior soviética era entrenar y motivar, directamente o a través de intermediarios, a los insurgentes en ciernes en todo el mundo en desarrollo. La Unión Soviética proporcionó armas y entrenamiento a grupos insurgentes de la izquierda inmediatamente después del inicio de la Guerra Fría (los beneficiarios iniciales, incluidos los chinos y los comunistas griegos), y se convirtió al Thercer Mundo en una prioridad de la política exterior en la década de 1950. Una vez que China se volvió comunista, entró en la batalla, mientras que varios sustitutos (en particular, Cuba, Libia y la Organización de Liberación de Palestina) desempeñaron un papel importante tanto en la formación como en el apoyo. De hecho, la asistencia material se amplió significativamente después de mediados de los cincuenta. Al mismo tiempo, el concepto de "guerras subsidiarias" es una descripción pobre de la política soviética, ya que sólo hace énfasis en la perfusión mecánica de los recursos materiales de los movimientos rebeldes; frecuentemente, ni siquiera implica una relación puramente instrumental entre los rebeldes oportunistas que fingen creer en el socialismo, a fin de recibir armas soviéticas. Aunque el oportunismo estaba presente, no agota la gama de motivaciones, y aunque el apoyo material, generalmente, estaba centrado en las armas, se extendió a múltiples formas de asistencia, capacitación, y en muchos casos, a la presencia sobre el terreno de asesores. Más importante aún, la asistencia y el apoyo se canalizan a través de los movimientos sociales transnacionales. Miles de activistas radicales habían construido contactos suprarregionales e, incluso, redes mundiales, mientras se entrenaban en los campos y universidades militares financiados por la Unión Soviética, la más famosa de las cuales fue la "Universidad de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba", en Moscú. La centralidad de los movimientos sociales ayuda a diferenciar la insurgencia robusta de la guerra de guerrillas tradicional. Mientras que esta última se basaba en la movilización de los sentimientos sobre todo conservadores y/o el patrocinio local, tribal y de redes de parentesco, la primera movilizaba a las antiguas redes revolucionarias transnacionales; éstas se vincularían con las redes tradicionales de las zonas rurales, y asumirían el liderazgo. Éste es un punto subrayado por Carl Schmitt (2007, 30), que distingue entre dos tipos ideales de combatientes irregulares: los tradicionales "defensores del hogar defensivo-autóctonos" y los "activistas agresivos revolucionarios internacionales". La guerra de guerrillas revolucionaria moderna, argumenta, alcanzó su máxima expresión cuando se conectan estos dos (Schmitt 2007, 30).

El segundo mecanismo está relacionado con las creencias, particularmente, las de los cuadros de nivel medio que constituían el vínculo crítico entre los líderes rebeldes y las masas en el terreno. Después de todo, la Guerra Fría fue también una competencia ideológica en el plano mundial, cuyos marcos cognitivos e ideologías "despertaron apasionados compromisos ideológicos entre los combatientes, tanto nacional como internacionalmente" (Hironaka 2005, 123). Creencias que importaban de tres maneras. En primer lugar, como ideas sobre el cambio radical: la percepción de que un modelo contrahegemónico de organización política y social estaba disponible y alcanzable capturó la imaginación de millones de personas. Las ideas específicas, así como las etiquetas utilizadas, variaban, pero generalmente se incluían conceptos como el de la liberación nacional, la descolonización, el desarrollismo, el "tercermundismo" y el marxismo. En segundo lugar, las creencias son importantes como fuente de motivación tanto individual como colectiva: dinamizaron la energía de muchos de los primeros movilizadores que estaban dispuestos a invertir un esfuerzo tremendo, un riesgo significativo y enormes privaciones, para la causa de la revolución. Por último, las creencias importaban como percepciones sobre la viabilidad de un cambio radical a través de la lucha armada: actores subordinados o débiles podrían retar exitosamente a los actores más fuertes si se enteraban exactamente de cómo implementar la tecnología de insurgencia robusta. Un cambio radical se convirtió en una cuestión de formación, que, a su vez, requería la doctrina correcta.

El último componente de la insurgencia robusta era la doctrina organizacional. La ecuación de la teoría revolucionaria con los principios de organización de la guerra irregular fue una innovación importante, cuyo avance mundial llegó con la Revolución Cubana, "que puso la estrategia de la guerrilla en las primeras páginas de los periódicos del mundo" (Hobsbawm 1996, 438). En un texto de 1973, Wolin (354) observó cómo "el modo de pensamiento militar casi ha suplantado a la forma política en los círculos revolucionarios. Adonde uno mire [...] encuentra debates sofisticados de la táctica, la potencia de fuego, la guerra de guerrillas, y técnicas de combate". Los escritos de Mao Zedong, el "Che" Guevara, Régis Debray y Amilcar Cabral, entre otros, fueron ampliamente difundidos y leídos por miles de activistas y simpatizantes en el mundo en desarrollo, especialmente entre los jóvenes urbanos educados. Todos señalaron la posibilidad de un cambio global, político y radical que se iniciaría en la periferia y adoptaría la forma de una revolución emprendida por la guerra de guerrillas. Los ejemplos de China, Cuba y Vietnam sugirieron que, a pesar de algunos reveses, la guerra de guerrillas era un camino posible y exitoso para el cambio político y social. Para los movimientos de guerrillas de izquierda era importante invitar a cientos de periodistas y activistas de todo el mundo, con el fin de socializarlos en las formas de la lucha armada.

A pesar de su énfasis en la acción, la guerra irregular nunca fue una táctica militar simple, similar a "fuerzas especiales" insurgentes abriendo su camino al poder. En cambio, los empresarios rebeldes se enteraron de que la clave del éxito residía en la formación paciente de una organización política muy estructurada, por lo general un partido, en el control de un brazo armado disciplinado. El objetivo era adquirir y gobernar el territorio. Por un lado, la organización garantizó la disciplina, ya que la ausencia de la misma implicaba que los rebeldes nunca podrían aspirar a soportar, aún más, a derrotar, la superioridad militar del Estado. Por el otro lado, el territorio constituía un recurso clave para la lucha armada. La administración eficaz y la movilización de masas en las zonas liberadas fueron bases esenciales para el desarrollo de la lucha armada en condiciones de inferioridad militar. Esto equivale a la construcción del Estado revolucionario (Kalyvas 2006), que estuvo ausente en la guerra de guerrillas tradicional.

En resumen, durante la Guerra Fría una convergencia de apoyo material, creencias y principios organizativos de la insurgencia se volvió fuerte en una tecnología fable y eficaz de la rebelión, que se reflejó en la ecuación de la guerra civil, la guerra de guerrillas y la revolución. Las creencias se mantuvieron y se reprodujeron por medio de ejemplos de guerras irregulares exitosas que se basaron en estos principios de organización; a su vez, tanto la difusión de las creencias como la aplicación de los principios organizativos requerían capacitación, asistencia y armas. Aunque era posible para cada uno de estos factores funcionar por sí solo (algunos grupos insurgentes de izquierda fueron capaces de salir adelante e, incluso, tener éxito a pesar de la falta de apoyo externo, mientras que algunos grupos insurgentes de derecha se basaron más en la ayuda externa y menos en las creencias), la combinación de los tres era fundamental en el nivel global y explica la transformación de la guerra civil en la segunda mitad del siglo XX.


EL AMANECER DEL SIGLO XXI

Puesto que la conexión entre la guerra civil, la guerra de guerrillas y la revolución fue producto de la Guerra Fría, es lógico que su fin debiera haber interpuesto alteraciones importantes en el carácter de la guerra civil, desconectándola tanto de la guerra de guerrillas como de la revolución. De hecho, la evidencia empírica sugiere un declive secular de la guerra irregular.

El fin de la Guerra Fría fue acogido favorablemente por los optimistas como una bendición que traería la apertura global, la democracia y la paz. Al mismo tiempo, los pesimistas advirtieron una anarquía mundial inminente, una era de conflictos étnicos e inestabilidad. Al acercarnos al vigésimo aniversario del final de la Guerra Fría, vale la pena hacer un balance de las consecuencias de este acontecimiento trascendental para el conflicto violento. Lo primero que cabe señalar es que la guerra civil aumentó inmediatamente después del final de la Guerra Fría. Los observadores y los analistas estaban influidos al comienzo por este pico inicial. Muchos pensaron que el final de la Guerra Fría significaba una "anarquía que viene" a través de la erupción de "nuevas guerras" que "rompieron los sueños de la pos-Guerra Fría" (Münkler 2005; Kaplan 2000; Kaldor 1999). A raíz de esta ola de predicciones apocalípticas, y después de que la tasa del principio de las guerras civiles había regresado al promedio que tuvo durante la Guerra Fría, muchos investigadores concluyeron, como Fearon y Laitin (2003, 77-78), que "la prevalencia de la guerra civil en la década de 1990 no se debió al final de la Guerra Fría y a cambios asociados en el sistema internacional". Más recientemente, sin embargo, la observación de una tendencia a la baja en las guerras civiles tiene una sensibilidad renovada producida sobre el final de la Guerra Fría (Cramer 2007, 53): y con razón. Por ejemplo, los investigadores asociados con el Human Security Centre han caracterizado esta disminución como una mejora "extraordinaria y contraria a la intuición en la seguridad mundial". Se nota que en 2003 había 40% menos de los conflictos que había en 1992, y que los conflictos más mortíferos (aquellos con 1000 o más de muertes en batalla) han disminuido en casi 80%. También agregaron que el fin de la Guerra Fría fue el factor individual más importante en esta disminución e identificaron a la intervención internacional como el mecanismo clave: porque las dos superpotencias pusieron fin a su interés en "guerras subsidiarías" en el mundo en desarrollo, las Naciones Unidas, al igual que otros organismos internacionales, gobiernos donantes y organizaciones no gubernamentales, fueron libres para desempeñar un nuevo papel de seguridad global, que incluía una diplomacia activa, el mantenimiento y establecimiento de la paz, evitando así que nuevos conflictos tuvieran lugar, y buscando la intermediación en los acuerdos de paz, para poner fin a los que ya habían estallado (Human Security Centre 2005).

¿Qué hay de la transformación de la guerra civil? Como se mencionó anteriormente, la tesis de "nueva guerra" se basa en la expectativa de que las guerras civiles podían ser menos ideológicas y más desorganizadas, una predicción que fue impugnada tanto por razones conceptuales como empíricas (Kalyvas 2001). El hecho de que no haya contraste entre las "nuevas guerras" y "viejas", sin embargo, no significa que el fin de la Guerra Fría no tuvo ningún efecto sobre la guerra. De hecho, un examen de los patrones globales confirma que el carácter de la guerra civil ha cambiado una vez más, y de una manera bastante dramática.

La evidencia empírica sugiere que, tras el final de la Guerra Fría (y hasta 2004), las guerras civiles sufrieron otro cambio notable. El vínculo entre la revolución, la guerra de guerrillas y la guerra civil, que por la década de 1980 parecía natural para la mayoría de los observadores, dejó de reflejar la realidad. Ahora, las guerras convencionales llegaron a ser dominantes (48% de los casos), con las guerras simétricas no convencionales (las guerras de baja tecnología) coincidiendo con guerras irregulares en un 26% (Kalyvas y Balcells 2009). Las guerras convencionales de la pos-Guerra Fría incluían las guerras yugoslavas de Croacia y de Bosnia (1991-1992), y varias guerras possoviéticas, incluidos los conflictos en Transnistria (1992), Tayikistán (1992-1997), Georgia (1988-1993) y Azerbaiyán (1991-1994). En cambio, las guerras simétricas no convencionales caracterizan principalmente a África subsahariana, en conflictos como los de Liberia (1989-1996 y 1999-2003), Somalia (1991-), Sierra Leona (1991-2002) y el Congo Brazzaville (1997-1999). ¿Qué explica esta transformación masiva?

El fin de la Guerra Fría fue un golpe tremendo tanto para los estados como para los rebeldes que perdieron el apoyo de las superpotencias. El golpe fue particularmente doloroso para los rebeldes revolucionarios. Al privarlos del apoyo abundante de las superpotencias, al destruir la creencia de que el cambio social podía salir del cañón de una pistola y al socavar las redes transnacionales en que se apoyaban, el fin de la Guerra Fría seleccionó, por decirlo así, estos rebeldes al cabo de la historia. Ahora, estados relativamente débiles que habían sido vulnerables en la guerra irregular, fácilmente podría disuadir a los rebeldes de baja calidad. En contraste, los estados más débiles, privados de cualquier apoyo de las superpotencias, se vieron mucho más expuestos a los rebeldes, pero más a los oportunistas que a los revolucionarios. En resumen, el final de la Guerra Fría divorció la guerra civil tanto de la guerra irregular como de la revolución. En cierto modo, Collier (2007) no necesariamente estaba equivocado cuando describió a todos los rebeldes como saqueadores avaros, en lugar de ser buscadores de la justicia; él tenía en mente un subconjunto de las guerras civiles que resultaron ser particularmente visibles en el África subsahariana durante la pos-Guerra Fría. Su error consistió en generalizar lo que fue, una vez más, un fenómeno histórica y geográficamente limitado.


EL FUTURO DE LA GUERRA CIVIL

Las guerras civiles han experimentado considerables transformaciones en los últimos dos siglos. Estas transformaciones reflejan la evolución de la dinámica geopolítica e ideológica; a su vez, han dado forma a la manera como los eruditos y los actores han pensado la guerra civil. La relación entre la guerra civil y la revolución ha sido históricamente variable. Estos dos conceptos no se asociaron hasta el comienzo del siglo XX, especialmente, a partir de la llegada de la Revolución Rusa y la Guerra Civil. La Segunda Guerra Mundial conectó tanto la guerra civil como la revolución con la guerra de guerrillas, y la Guerra Fría consolidó dicha conexión, que todavía está presente en nuestro mapa mental. Por último, el final de la Guerra Fría condujo al divorcio de la guerra civil tanto de la guerra irregular como de la revolución. La Guerra Civil está asociada con las formas no convencionales y simétricas de lucha, y parece haber perdido sus ambiciones revolucionarias. En una formulación diferente, las formas de la revolución ya no son expresadas por la guerra civil. En resumen, este panorama histórico ha puesto de manifestó importantes transformaciones tanto en términos de cómo las guerras civiles se han librado en el terreno como en términos de cómo han sido conceptualizadas por los estudiosos y los participantes. ¿Cuáles son las consecuencias de estas transformaciones para el futuro?

Este análisis sugiere que el tiempo de la insurgencia robusta puede pertenecer al pasado histórico. Como su predecesor revolucionario —la insurrección urbana de masas modelada siguiendo la Revolución Francesa—, la insurgencia fuerte dependía históricamente de un contexto internacional caracterizado por la bipolaridad y la competencia ideológica mundial. Las guerras civiles futuras son menos propensas a ser guerras irregulares que se llevan a cabo en nombre del cambio revolucionario.

Esto no significa que la guerra irregular desaparecerá. Un examen de las guerras irregulares civiles de la pos-Guerra Fría sugiere que es probable que sean de dos tipos principales. El primero se compone de guerras periféricas, menores, similares a lo que Fearon (2004) llama insurgencias de los "hijos de la tierra" (por ejemplo, en Aceh, en Indonesia o en el sur de Tailandia); estas insurgencias étnicas periféricas señalan un retorno de la guerra de guerrillas tradicionales, en lugar de la insurgencia robusta; no amenazan el poder en el centro y pueden ser contenidas o resueltas sin grandes repercusiones internacionales. El segundo tipo de guerra irregular consiste en insurgencias que muestran una visión islamista radical (por ejemplo, Egipto, Argelia, Irak, Chechenia, Afganistán, Pakistán). Estas guerras tienden a agruparse en el Medio Oriente-África del Norte. Debido a la participación de ee. uu. en Irak y Afganistán, las guerras irregulares han recibido considerable atención justificada; a su vez, esto ha contribuido a la percepción de que la insurgencia es un fenómeno transhistórico.

El primer punto digno de destacar es que, a pesar de su importancia, las insurgencias islamistas radicales no son representativas de las tendencias más amplias de los conflictos (Kalyvas y Balcells 2009). El segundo punto es que el islam radical es hoy en día el único movimiento revolucionario mundial. Visto desde este ángulo, no es sorprendente que se haya tratado de resucitar la insurgencia robusta. El islam radical combina, de manera única hasta ahora en la era de la pos-Guerra Fría, un movimiento social transnacional (junto con los campos de entrenamiento obligatorio), las creencias revolucionarias, tanto en el sentido de una lucha mundial contra la ideología hegemónica como la disposición a tomar las armas para luchar contra ella, y una doctrina de organización de la guerrilla revolucionaria formulada por Abu Mus'ab al-Suri, el "Che" Guevara de la yihad. Su obra maestra, La llamada global a la resistencia islámica, ha aumentado la atracción del yihadismo hacia nuevas audiencias, especialmente entre los musulmanes jóvenes, cultos y occidentalizados que parecen estar más motivados por una mezcla de radicalismo de izquierda y militante nacionalismo panislámico que por la religiosidad (Lia 2008, 27).

Sin embargo, de los tres elementos que marcaron el ascenso de la insurgencia robusta durante la Guerra Fría, el yihadismo aún carece del apoyo de un patrocinador externo de gran alcance. El resultado ha sido una ola de derrotas militares, que ha obligado a los estrategas del islam radical, incluido Al-Suri, a recomendar el abandono de la insurgencia y virar hacia el terrorismo transnacional urbano (Lia 2008). Este cambio sugiere una interesante analogía entre la estrategia del islamismo radical y la de los anarquistas europeos a finales del siglo XIX y la de los europeos izquierdistas radicales en la década de 1970: el terrorismo, una analogía que podría confirmar el divorcio entre la guerra civil y la revolución. Además, y en la medida en que sea posible extrapolar la experiencia pasada, las campañas terroristas han tenido poco éxito.

Desde una perspectiva política, este análisis sugiere que si la disminución de las guerras civiles resulta duradera, y si se debe, de hecho, a la disminución secular de las guerras irregulares, tenemos razones para ser optimistas. A diferencia las anteriores, los rebeldes en las guerras no convencionales y las simétricas convencionales son más fáciles de vencer, o al menos de contener, por una fuerza internacional bien organizada. Estos conflictos no son lodazales de la guerrilla y los rebeldes no tienen la capacidad de poner una grave resistencia a largo plazo. El peor resultado es la persistencia de conflictos crónicos de baja intensidad en las periferias de los estados débiles, en oposición a las guerras de mayor intensidad de desgaste que amenazan el poder en el centro. Esto no es para minimizar este tipo de inestabilidad, pero es mucho más fácil de manejar que las guerras civiles irregulares de la Guerra Fría, a través de un énfasis en las habilidades de la construcción del Estado y la inversión a largo plazo en el fortalecimiento institucional y el desarrollo económico.

Por último, este análisis tiene una implicación importante sobre la manera en que estudiamos las guerras civiles. Los analistas siempre tienen la tentación de generalizar a partir de los casos que mejor conocen y del contexto histórico que los rodea. Por lo tanto, era natural que los analistas del período de la Guerra Fría equipararan la guerra civil con la guerra de guerrillas y la revolución. Del mismo modo, es natural que los economistas del desarrollo en la pos-Guerra Fría equipararan la guerra civil con las guerras de baja tecnología oportunistas libradas en el África subsahariana. Es precisamente porque esta tendencia llega tan naturalmente que debemos ser muy cautelosos con ella. Este ensayo constituye un paso en esta dirección.


Comentarios

1 Las excepciones incluyen Arreguín-Toft 2001, Lyall y Wilson 2009 y Wimmer y Min 2006. Los dos primeros autores, sin embargo, se centran en las insurgencias, más que en las guerras civiles, mientras que el tercero se centra en todas las guerras, tanto interestatales como intraestatales.

2 Mi intención es proporcionar una visión general de las principales tendencias, más bien que una visión sistemática. Para un análisis sistemático enfocado en el período 1944-2004, ver Kalyvas y Balcells 2009.

3 El término "étnico" es interpretado ampliamente para incluir las divisiones religiosas. La península Itálica también experimentó una serie de conflictos internos que, en relación con una guerra interestatal, condujo a la unificación de Italia en 1871.


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