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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.73 Bogotá Jan./June 2011

 

Tegucigolpe: donde se cruzan los caminos, se unen fronteras y divergen las percepciones

Adrienne Pine* y David Vivar**

* Adrienne Pine es profesora asistente en el Departamento de Antropología de la Universidad Americana, Washington, Estados Unidos. pine@american.edu.

** David Vivar ha sido investigador del Centro de Estudios para la Democracia, Tegucigalpa, Honduras. davidvivar@live.com.


Resumen

El artículo explora la problemática contenida en Tegucigalpa, ahonda en la "ciudades gemelas" (Comayagüela y Tegucigalpa) involucrándose de manera activa en su configuración topográfica de exclusión y desigualdad socioeconómica, en la violencia estructural y simbólica que se relaciona de manera directa con la aplicación de políticas neoliberales. Un acercamiento a la ciudad post-huracán Mitch y posgolpe de Estado a partir de la comparación sistemática de notas etnográficas e historiográficas. Resultado de esto será un análisis del Estado corporativista y sus implicaciones en Tegucigalpa. .

Palabras clave
Frente Nacional de Resistencia Popular • Giorgio Agamben • estado de excepción • Naomi Klein • capitalismo de desastres • Merrill Singer • cultura de la riqueza • Mary Douglas • Nancy Scheper-Hughes • genocidio • Michael Taussig • terror usual


Tegucigolpe: Where roads cross, borders unite, and perceptions diverge

Abstract

This article examines the capital of Honduras-Tegucigalpa-focusing on its "twin cities" of Comayagüela and Tegucigalpa, examining the relationships between topographic and socioeconomic exclusion, structural and symbolic violence, and the application of neoliberal policies. It explores the city post-hurricane Mitch and post-coup d'État using historical and ethnographic data to shed light on Tegucigalpa, the troubled political center of a corporatizing State.

Keywords
FNRP • Giorgio Agamben • state of exception • Naomi Klein • disaster capitalism • Merrill Singer • culture of wealth • Mary Douglas • Nancy Scheper-Hughes • invisible genocide • Michael Taussig • usual terror

Recibido el 24 de enero de 2011 y aceptado el 15 de abril de 2011.


Tegucigalpa o "Tegucigolpe", como fue bautizada por los miembros de la Resistencia hondureña después del golpe de Estado del 29 de junio de 2009, se ha convertido en un espacio de atención internacional reciente, asumiendo un lugar muy distinto al que tuvo en la década de los ochenta, cuando fue conocida como el centro de operaciones de John Dimitri Negroponte, para atacar desde la embajada norteamericana los procesos insurreccionales en Centroamérica.

La capital hondureña es un paisaje complicado, con una definición topográfica sumamente accidentada: llena de cerros, calles angostas y laberínticos asentamientos de poblaciones, en su mayoría pobres.

La Tegucigalpa que se describe a continuación es un sitio donde la ciudadanía de manera contradictoria, antes y aun después del golpe de Estado, apoya e impugna la agenda neoliberal. Se examinan dos sitios geográficos: el río Choluteca y la Colonia Kennedy. Ambos sitios concentran en su condición e historia gran parte de las características del complejo sistema de relaciones de la ciudad, y en ambos casos la percepción varía dramáticamente según la aproximación o el punto desde donde se analizan.

El río Choluteca se escabulle entre los cerros y ha sido la frontera entre dos ciudades gemelas donde las desigualdades se remontan hasta el momento de su fundación. A medida que el espectador se acerca al río, los colores de azul turquesa con que lo han presentado renombrados artistas y el Photoshop de las campañas políticas se diluyen en una oscura profundidad de miseria, como frontera entre la Tegucigalpa que todo lo quiere y la Comayagüela que cada día tiene menos.

Por su parte, la Colonia Kennedy, desde el imaginario de quien ha decidido mantenerse alejado, es una zona en extremo peligro, llena de gente violenta (o pobre, que a veces significa lo mismo para los elegantes presentadores de la televisión). A medida que el espectador se acerca al amurallado claustro, éste se muestra más solidario que intimidante y es otra frontera que, en este caso, divide lo que las políticas neoliberales han querido hacer creer de la población empobrecida y lo que realmente ocurre en comunidades que están aprendiendo a resistir con dignidad ante la avanzada de los empresarios (o golpistas, que a veces significa lo mismo para los "desaliñados" habitantes de la Kennedy).

La sección de reseñas para viajeros del New York Times del 12 de noviembre de 1995 registra un artículo sobre Tegucigalpa, en el que su autora Patricia Volk apunta: "Ésta podría ser la última capital no mercadeada en el mundo" (1995). De hecho, los intentos de "mercadeo" de Tegucigalpa como destino turístico han sido indudablemente un fracaso. Esto ha sido particularmente cierto durante y después del golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel "Mel" Zelaya. Las muestras públicas de violencia estatal que sucedieron al golpe se han mantenido, los capitalinos son herederos de una historia de exclusión estructural y de los desastrosos resultados infraestructurales de las desenfrenadas políticas neoliberales, las cuales se hicieron más que evidentes a raíz del huracán Mitch, en 1998.

El marketing político, desde el golpe, no ha podido crear sujetos-ciudadanos, dispuestos a participar plenamente en las campañas que sí se mercadean: como la del alcalde Ricardo Álvarez, "Primero los pobres", o la campaña de "Seguridad ciudadana" del ministro de Seguridad Oscar Álvarez, que supuestamente actúa contra el terrorismo. En este artículo examinamos una Tegucigalpa muy diferente a ese lugar eterno y no comercializado descrito por Volk, donde el "realismo mágico impregna la ciudad". La Tegucigalpa que se describe a continuación es la misma que conoció Volk, un poco más golpeada.

EL RÍO CHOLUTECA, AGUAS SUCIAS DE EXCLUSIÓN

Tal como expone el historiador Rolando Zelaya y Ferrera, Tegucigalpa no fue fundada, sino que es el producto del poblamiento ulterior de una zona en la que se descubrieron yacimientos de plata cercanos a los principales ríos: el río Choluteca (río Grande en aquel entonces) y el río Chiquito; éstos cortan simbólicamente la Villa del Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa y Heredia. Tegucigalpa se dividiría así en dos ciudades gemelas; Tegucigalpa, y un asentamiento vecino, la Villa de la Concepción de Comayagüela o Comayagua pequeña. Los habitantes originarios de estas tierras se encontraban dispersos por toda el área, siendo sometidos a reducciones y agrupados en Comayagüela. Los indígenas que habitaban la zona de las "ciudades gemelas" eran de diferentes etnias, si bien con un fuerte predominio de raza lenca, fuerte en el momento del contacto, aunque no podemos dejar por aparte la aculturación que en épocas posteriores recibirían de otros grupos indígenas como los xicaques, payas y chorotegas1. Éstos abastecerían de mano de obra asalariada para el servicio de las casas o para el trabajo de superficie de las minas, según una autorización del rey Felipe II fechada en 1584. Por tanto, desde su fundación, la ciudad se basa en un legado de explotación que se refleja en la segregación espacial de la ciudad y que se inscribe en edificaciones como la iglesia, un ejemplo característico: la ermita de indios, mestizos y mulatos asentados en Tegucigalpa, "Los Dolores".

La relación entre ambos asentamientos resultó atractiva para la inversión, especialmente de los estratos sociales que aún no lograban mayores adelantos en Comayagua (entonces capital de la República). La economía de la Tegucigalpa de antaño se basaba en la actividad minera y en la ganadería; sin embargo, en 1821, año en el que se declara la independencia, a la vez ésta es elevada a la categoría de ciudad; la minería estaba casi extinguida en el país (Argueta et al. 1976). Es hasta finales del siglo xix, en pleno auge del liberalismo en Honduras, que esto se revierte, cuando comienzan las relaciones entre el Gobierno y el capital transnacional.

Esta posición procapitalista revivió a Tegucigalpa, que para el 30 de octubre de 1880 contaba con "las condiciones y elementos necesarios de población y riqueza, para la residencia del Gobierno y de la Corte Suprema de Justicia y reunión del Congreso"2; por tanto, por medio de una Asamblea Nacional Constituyente, se decreta capital de la República. Esto trastocó los espacios de la antigua Tegucigalpa. El flujo migratorio creado por su cercanía a los enclaves mineros de Santa Lucía y San Juancito, además de ser una ruta obligada para llegar al puerto de Amapala y al golfo de Fonseca, obligó a la ciudad a expandirse y mestizarse. Para 1887 Luis Bográn, el presidente de la República, intentaría la fusión de las dos ciudades en una sola acción, que fracasó debido a la resistencia de los indígenas de La Cuesta, El Carrizal, Lodo Prieto, La Soledad, La Quebrada Arriba y los propios vecinos de la ciudad (Jerez 1981). Hacia 1898 se dispuso que Tegucigalpa y Comayagüela, las ciudades vecinas, a orillas de los ríos Chiquito y Choluteca, mantuviesen nombres separados y con dos gobiernos municipales. Comayagüela contaba con 40.000 habitantes, y Tegucigalpa, incluidas poblaciones circunvecinas, reunía más de 50.0003.

La incipiente capital de la República, dividida desde la Colonia en dos ciudades, será el ejemplo de orden para el país. Los procesos modernizantes y liberales coadyuvarán en los procesos urbanos de segregación. Tegucigalpa será la progresista, y su "otro yo significativo", Comayagüela, más pobre, más sucia y de más baja elevación, permanecerá así.

Desde una perspectiva antropológica, es fundamental analizar el simbolismo de las aguas sucias que dividen la capital. En sus 14 años de investigación etnográfica, Adrienne Pine ha notado que el tema de la higiene es un marcador simbólico importante de clase social. En el año 2000, una amiga cercana de Adrienne, cuya casa estaba al lado de un río de aguas negras, ocultó tal situación a ésta, por vergüenza (sin ser esto su responsabilidad). El bañarse todos los días, y en ocasiones más de una vez, es obligatorio, especialmente para la gente pobre que intenta limpiarse de la contaminación simbólica de la pobreza. Las enfermedades hídricas como el dengue son vistas como culpa de las víctimas, a pesar de que para éstas conservar agua en depósitos es una necesidad, pues el agua potable sólo llega de vez en cuando y, muchas veces, en camiones cisterna. La medicalización de problemas sociales como la falta de infraestructura y de servicios se liga con las campañas "educativas" nacionales e internacionales de salud pública, culpabilizando al individuo por enfermedades originadas por la violencia estructural.

En julio de 2010, después de una visita a Comayagüela, Adrienne Pine mencionó el simbolismo del río Choluteca en sus notas de campo:

    Muchos se asustan al hablar de Comayagüela, la hermana ciudad de Tegucigalpa; de baja altitud, la que siempre se inunda. Tengo la sensación de que para muchos tegucigalpenses de clase media y clase media alta, el puente sobre el río Choluteca es algo así como el portal al infierno. Antes de salir me dicen: ¡No ande por allí! ¡Quédese en la estación de autobuses! (y la obligatoria lista en detalle, de las cosas posibles y específicas que me podrían suceder)4.

Con la llegada del huracán Mitch, el río que divide la ciudad entre rico y pobre, limpio y sucio, apto para la promoción turística y algo que mejor se esconde, puso en peligro esas divisiones, desbordándose y arriesgando no sólo las vidas de las personas en las cercanías de los ríos, sino también la estabilidad de las divisiones sociales que simbólicamente se mantenían. El agua amenazó con igualar al rico y al pobre en todo el país. Eso causó sorpresa y deleite a alguna gente de pocos recursos económicos, como unas jóvenes que entrevistó Pine en la ciudad de La Lima, quienes señalaron: "El Mitch ni siquiera respetó la Zona Americana" (refiriéndose a la zona privada originalmente construida para ejecutivos estadounidenses de las compañías bananeras). Pero para los que se veían en peligro de caer en igualdad de condiciones, esto no era nada divertido.

La destrucción que el Mitch causó en Tegucigalpa, la devastación de Comayagüela y los altos niveles de mortalidad que provocó se debieron a muchos factores; entre ellos se destacan el deterioro y abandono de la infraestructura: drenaje, calles adecuadas, planes de emergencia y recursos para implementarlos. La insuficiencia o inexistencia de infraestructura se vería de manera más acentuada en las zonas pobres como Comayagüela. Los inmigrantes que habían llegado a la ciudad durante las décadas anteriores por haber sido expulsados económicamente, o desterrados de sus lugares de origen, construyeron sus casas en zonas de alto riesgo (los llamados barrios marginales). Estos barrios carecen de servicios municipales, pero a la vez surgieron con la plena complicidad de las autoridades. Las personas asentadas ahí fueron las primeras en perderlo todo en los derrumbes.

Mitch no logró emparejar las cosas. El daño estructural afectó desproporcionalmente a los pobres, que pusieron los muertos. Mitch más bien tuvo un efecto contrario: el huracán sirvió como justificación para implementar políticas que sólo incrementaron la distancia entre rico y pobre, entre Tegucigalpa y Comayagüela (Boyer y Pell 1999; Pine 2008). El filósofo italiano Giorgio Agamben, en su libro Estado de excepción, argumenta que en tiempos de crisis, los Estados aprovechan para centralizar más su poder (2005). Las crisis, sean estas "naturales" o políticas, son interpretadas como "estados de excepción", permitiendo a los gobernantes extender su poder y suspender los derechos civiles de la ciudadanía imponiendo nuevas leyes de poder soberano, como lo demuestran los poderes de emergencia permanentes del USA Patriot Act del gobierno de George Bush (que continúan en la administración Obama). Este ejemplo es comparable con las leyes legitimadas por el gobierno nazi durante el Tercer Reich. En Honduras, después del Mitch, un estado de emergencia permitió una extensión del poder, como lo que explica Agamben. El 31 de octubre de 1998, dos días después de la llegada del huracán, el consejo de ministros del presidente Carlos Flores Facussé (quien cumplió un papel central en el golpe de 2009) declaró el Estado de Emergencia. El decreto ejecutivo pcm-019-98 que acompañó la declaración del estado de emergencia suspendió derechos constitucionales básicos, implementó el toque de queda, prohibió el uso de vehículos e implantó la "ley seca" prohibiendo la venta de alcohol. En muchas ocasiones después del golpe de Estado, especialmente en Tegucigalpa, se ha considerado que la "crisis" de las protestas no violentas, las lluvias fuertes y la epidemia del dengue son estados de emergencia y así han logrado suspender derechos civiles y democráticos de la misma forma. A pesar de que el estado de emergencia se aplica en toda la ciudad, es en los barrios marginales donde se ve la aplicación policiaca y militar de la criminalización de la democracia.

En su libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo de desastres (2007), la autora canadiense Naomi Klein desarrolla una teoría que complementa la desarrollada por Agamben. Klein sostiene que los desastres son utilizados por los gobiernos para implementar reformas que siguen el modelo del economista Milton Friedman. Según Klein, los gobernantes abusan de la psicología social de choque nacional e internacionalmente para implementar reformas impopulares de mercado libre, tal como se han aplicado los choques eléctricos como técnica psiquiátrica para tratar a los pacientes con enfermedades mentales. Da como ejemplos (entre otros) la guerra de las Malvinas, los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la crisis del huracán Katrina. Así como se ve la concentración de poder soberano bajo el estado de excepción de que habla Agamben, se puede ver en la respuesta oficial al Mitch un ejemplo claro de "capitalismo de desastres". Inmediatamente después del Mitch el Congreso hondureño inició las llamadas "liquidaciones rápidas después de la tempestad". En su "carta de buena fe" al Fondo Monetario Internacional de 1999, el Gobierno de Honduras prometió llevar a cabo ajustes estructurales radicales como condición para recibir préstamos para la supuesta reconstrucción del país y para pagar la deuda externa, dando como justificación de las reformas el mismo huracán (Núñez y Barjum 1999). Dio paso a la concesión y privatización de los aeropuertos, puertos y ejes carreteros, además de iniciar los trámites para la venta de empresas estatales como la telefónica, la eléctrica, y la "municipalización" del agua. Cancelaron las leyes para la reforma de las zonas agrarias e hicieron más fácil para los extranjeros comprar y vender la propiedad. Abundaba el abuso de fondos públicos para fines privados (Lafferty 1998; Meza y Centro de Documentación de Honduras 2002). A pesar de que los daños al sector de la maquila habían sido muy leves, el entonces presidente Flores Facussé aprovechó la oportunidad para congelar los salarios en las maquilas y declaró que todo el territorio nacional era una Zona Franca Industrial, o sea una zona de libre comercio.

Para los tegucigalpenses de zonas que contaban con cierta seguridad geográfica e infraestructura, el poder igualador del río Choluteca durante el Mitch representaba un peligro simbólico intenso. El discurso que se manejaba en los medios de comunicación de la oligarquía (los mismos que una década después financiaron y promovieron el golpe de Estado de 2009) demostró la importancia de enmarcar el desastre como resultado de una "cultura de pobreza", en combinación con lo que se entiende por naturaleza, y no como resultado de la condición neoliberal. Así, promovieron el estado de excepción para privar a la población (principalmente a los pobres) de sus derechos fundamentales y para implementar reformas neoliberales más drásticas aún que las reformas responsables en gran parte de la extensiva destrucción del huracán. Pero siguiendo la argumentación de Merrill Singer, se puede ver que, más que la ficticia cultura de pobreza, es "la cultura de riqueza" -o sea la política neoliberal de eliminar cualquier obstáculo al libre tránsito de capital, y la protección al obrero, al pobre y al sector público- la política que tiene la culpa del crecimiento de la pobreza y la miseria que la acompaña (2007). En los medios masivos de Honduras, después del Mitch se hablaba mucho de la irresponsabilidad de construir casas en zonas de alto riesgo, ignorando los desalojos comunes y violentos de campesinos en tierras fértiles del país por compañías multinacionales que llevan a cabo proyectos hidroeléctricos y por oligarcas nacionales que siembran palma africana para biocombustible,5 como sigue pasando en la región del Bajo Aguán. También se ignoraban las otras condiciones estructurales que favorecen la concentración de riqueza y el poder político en muy pocas manos, que habían dejado sin más opciones a los pobladores de barrios marginales.

Un anuncio "ambientalista" de la presidencia neoliberal de Flores Facussé (considerado uno de los principales autores del golpe de Estado de 2009) deja muy claro, en enero de 1999, quiénes fueron los culpables de la destrucción de la ciudad. En el anuncio, publicado en el periódico La Tribuna el 18 de octubre de 1999, aparecen tres fotos, en un rollo de celuloide, que representan a la gente "a. m.", con un reloj que señala las cinco para las doce, "Mitch" (con un reloj de mediodía) y p. m. (la una de la tarde, con aproximadamente un minuto). La primera imagen, en blanco y negro, muestra niños pobres buscando algo dentro de un pequeño basurero junto a una alcantarilla llena de basura. La acompaña el siguiente texto:

    En la Honduras antes del Mitch ignoramos con indiferencia irresponsable los mensajes ecológicos. La gente a. m. tiraba la basura en las calles, cunetas, alcantarillas, patios baldíos, con evidente desprecio a su país.

En la segunda imagen, también monocromática pero con un color fecal (sepia si se prefiere), aparece un grupo de gente mojada y sucia, viendo desde el lado de Comayagüela la creciente del río Choluteca. Al otro lado del río impenetrable, se ven los edificios modernos de Tegucigalpa también inundándose. Dice:

    Durante el Mitch, la basura acumulada en cunetas y en las alcantarillas, más la basura que la lluvia arrastró de las calles bloquearon los desagües y el agua al no poder drenar, rebalsó e inundó mercados, negocios y barrios con graves daños.

La tercera imagen, en colores, presenta un puente recién pintado y moderno, libre de basura. El texto nos comunica:

    La gente p. m. de la nueva Honduras Post-Mitch ya no tira la basura en las calles, respeta el ambiente, cuida las áreas verdes y enseña a sus hijos a preservar con amor su país natal.

Con el Mitch, a través del río que divide la ciudad, se hizo del capitalino pobre el chivo expiatorio de la destrucción causada principalmente por las políticas neoliberales, para justificar la intensificación de esas políticas que seguían aumentando la distancia económica y simbólica (si bien no fue posible perpetrar un distanciamiento geográfico más marcado) entre rico y pobre. El sujeto neoliberal, tal como el sujeto de la ética protestante que plantea Weber, es el único responsable de su bienestar, exculpando al Estado y a las políticas que le roban la oportunidad de avanzar como individuo.

Los ríos son puntos geográficos pero a su vez, por su movilidad y carácter impredecible, son agentes sujetos, como los pobres, a la modernización. El huracán Mitch hizo que el caso del río Choluteca fuese más que evidente. En su libro Pureza y peligro, la antropóloga Mary Douglas (1966) teoriza que lo que se considera "sucio" dentro de una sociedad simboliza materia "fuera de lugar". Cuando fracasaron los intentos de controlar el río desbordado, fue necesario culpar a los pobres, quienes, como ya se mencionó, están simbólicamente ligados con basura y aguas sucias. Muchos sin hogar -sus cuerpos fuera de lugar (ya sea como muertos o refugiados, sufriendo públicamente)-, los pobres demostraron al mundo, durante los pocos momentos en que la crisis del huracán robó la atención de televidentes internacionales, la incapacidad del Estado hondureño para modernizar exitosamente.

Así como el río sucio es usado para contaminar simbólicamente a los pobres, cuando se liga simbólicamente el río con los ricos, se requiere descontaminar. En la revista de sociedad y farándula hondureña Cromos, en una edición de septiembre de 2006, aparece una foto de la abogada y entonces diputada Myrna Castro modelando desde la antigua casa presidencial en Tegucigalpa. Se ve el río Choluteca en el fondo. La abogada Castro, que después del golpe de 2009 sería nombrada ministra de Cultura por el presidente de facto Roberto Micheletti (reemplazando ilegalmente al destacado historiador Rodolfo Pastor Fasquelle), aparece en la foto con lentes de contacto verdes, pelo pintado de rubio y un río milagrosamente azul (Euraque 2010, 370-371)6.

De manera semejante, a partir del golpe de Estado de 2009 la propaganda "cultural" y turística promovida por Castro y sus homólogos en la Secretaría de Turismo sirve para embellecer el pasado y los paisajes, escondiendo el sufrimiento de la población actual y los devastadores resultados ecológicos de las políticas neoliberales. Durante el gobierno de Zelaya, Pastor Fasquelle y Darío Euraque (el gerente del Instituto Hondureño de Antropología e Historia hasta ser ilegalmente derrocado por la misma Castro), la política cultural se basó en la participación activa de grupos étnicos y regionales en el trabajo historiográfico y en la promoción turística de municipalidades de todo el país. Como señala Euraque en su libro El golpe de Estado del 28 de junio de 2009, el patrimonio cultural y la identidad nacional de Honduras, esa política inclusiva pronto retrocedió a la anterior política de mayanización, en la cual la herencia maya antigua se manipula para definir el nacionalismo, a pesar de que gran parte de los hondureños no cuentan con herencia maya. También, con el golpe, dejaron de promover el turismo regional, incluso en la capital. Así que los únicos ríos que se muestran al exterior, en revistas ecoturísticas y en los sitios oficiales del Gobierno, son los que nunca ven los capitalinos, tan azules como el Choluteca después de aplicar el Photoshop.

Así como el golpe de Estado intentó borrar el experimento popular de participación ciudadana que se promulgaba durante la presidencia de Zelaya, la foto de Cromos y el material propagandístico del Estado golpista, así como la propaganda estatal pos-Mitch, demuestran la necesidad de la élite de borrar evidencias de la extrema pobreza efectuada por las políticas de exclusión.

LA COLONIA KENNEDY Y EL LEGADO DE USAID

Caminando hacia el este de la vieja casa presidencial (designada como la sede del Instituto Hondureño de Antropología e Historia durante la presidencia de Zelaya pero militarizada como base antichavista después del golpe de Estado), uno pasa por varios parques con esculturas de héroes nacionales, un museo militar, el mercado San Miguel, una cancha de basquetbol famosa por las ricas baleadas que se venden allí por las noches, un supermercado, una gasolinera y varios restaurantes chinos. Subiendo la Avenida la Paz, se puede ver la embajada estadounidense, fortaleza de cemento. Todas las mañanas, gran cantidad de gente espera para solicitar una visa para viajar a Estados Unidos; la mayoría recibirá una respuesta negativa después de pagar usd 131 (equivalente al 45,32% del salario mínimo urbano y 55,98% del salario mínimo rural).

La embajada norteamericana no siempre fue un búnker; antes era más accesible, pero se militarizó desde 1988, cuando fue quemada y saqueada por estudiantes y otras organizaciones en protesta por el secuestro y extradición extrajudicial a Estados Unidos del popular narcotraficante Ramón Matta Ballesteros (residente de Comayagüela), quien había ofrecido pagar la deuda externa del país.

Al otro lado de la calle, la sede de usaid en Honduras, una barricada aún más dramática; alambre de púas, cerco electrificado y guardias armados. En 1961, mucho antes de ser la fortaleza amenazante que es hoy, usaid llevó a cabo su primer programa de ayuda bilateral con el Gobierno de Honduras, como parte de la "Alianza para el Progreso" del entonces presidente John F. Kennedy. La Alianza para el Progreso pretendía utilizar el desarrollo económico como forma de impedir la radicalización de movimientos sociales, después del éxito de la Revolución Cubana. El Cuerpo de Paz, otro proyecto de Kennedy, también cabía dentro de este modelo que enfrentaba a las tendencias revolucionarias con la política del desarrollo en América Latina. Honduras es uno de los países que ha funcionado como base de operaciones militares para Estados Unidos en Centroamérica, y en su capital, Tegucigalpa, usaid y el Cuerpo de Paz tendrán desde entonces una presencia muy marcada. Los capitalinos comentan que los edificios más grandes y seguros de Tegucigalpa son los que prometen desarrollar el país -entre ellos, el de las Naciones Unidas, el de usaid, el Cuerpo de Paz-, mientras que la municipalidad se queda sin recursos.

El proyecto que se promovió en 1961 era la construcción de una colonia de viviendas sencillas para gente de escasos recursos. Con un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo, el Instituto Nacional de la Vivienda logró construir unas 3800 casas, para una cantidad estimada de 25000 personas. Hoy, en la colonia bautizada con el nombre del fundador de la Alianza para el Progreso, viven más de 100000 personas.

"La Kennedy", como Comayagüela, significa peligro en la imaginación capitalina. El nombre de la colonia es sinónimo de atraso, mugre, peligro, pobreza, maras (pandillas juveniles) y, ahora, dentro del discurso golpista heredado de los discursos pos-9/11 estadounidenses, de terrorismo. A pesar del nombre familiar de la colonia, el extranjero es advertido repetidamente de nunca acercarse a la Kennedy. Según el discurso oficialista de la Policía, el fenómeno de las maras se inicia en la década de 1980 por hondureños residentes de la Kennedy deportados de Estados Unidos7. Así como el discurso oficial y mediático culpó a los pobres por la destrucción que dejó el Mitch, el discurso oficial y mediático ha fomentado una imagen de criminalidad localizada en la cultura de pobreza en la Kennedy.

La imagen popular y la caracterización de la Kennedy como un espacio de peligro extremo contradicen la experiencia empírica y cotidiana de la colonia, aunque los residentes también participan en la construcción de un discurso de peligro. La Kennedy es uno de los espacios más comunitarios de la ciudad, donde los vecinos se conocen y comentan a la antropóloga (tras declarar su gran sorpresa de verla ahí) que su colonia se siente como un pueblo chiquito, donde todos se protegen y se ayudan; también se quejan de los chismes fatales, como en cualquier pueblito. Funciona en cierta forma como un espacio liminal entre la ciudad que la envuelve y el país; allí residen comunidades de migrantes miskitos, garífunas y de varias partes del país. Aunque, desde fuera, la Kennedy es caracterizada como un espacio de peligro homogéneo, por dentro esas divisiones residenciales también definen alianzas y espacios de peligro. Un residente de Las Palmas, un barrio que forma parte de lo que se conoce como las afueras de "la Kennedy", se quejaba ante Adrienne Pine en junio de 2010 de un amigo residente de la misma Kennedy, que sentía miedo de entrar en su barrio, cerrando los vidrios de su carro y pidiendo salir lo más pronto posible8.

En un artículo publicado en el periódico golpista La Tribuna, en la conmemoración del aniversario del asesinato de John F. Kennedy, el periodista criticaba sutilmente a los residentes de la colonia:

    A la entrada, una junta directiva del patronato del período 1996 y 1998 mandó a levantar una estatua en memoria del ex presidente estadounidense John F. Kennedy en cuyo mandato se creó la colonia que lleva su nombre. Hoy luce deteriorada y "enredada" entre cables eléctricos9.

Se implica aquí y en el resto del artículo una falta de agradecimiento, de educación y de responsabilidad de parte de los residentes de la colonia Kennedy hacia su supuesto benefactor. Pero la relación entre el Estado, el imperio y los residentes de colonias como la Kennedy en la capital ha sido más compleja. A pesar de las campañas mediáticas de los alcaldes capitalinos, por ejemplo, "La Nueva Alianza" y "el Nuevo Tiempo" de Miguel Pastor10, y la del actual alcalde Ricardo Álvarez, "Primero los Pobres"; el resultado ha sido cada vez más pobreza. Esas campañas dependen de la práctica y tecnocracia neoliberales que plantean soluciones privadas e individuales para problemas públicos y estructurales, inculpando al pobre (y a su "cultura") por los fracasos tanto individuales como estructurales. Un ejemplo clásico de la injerencia de los programas públicos financiados por usaid será la estrategia de seguridad aplicada en el Triángulo Norte de la región Centroamericana llamada "Mano Dura". La neoliberalización de las políticas públicas, en donde, tal como resalta Habermas (1975, 21), "las crisis surgen cuando la estructura de un sistema de sociedad admite menos posibilidades de resolver problemas que las requeridas para su conservación".

El discurso neoliberal concerniente al capitalino pobre lo proyecta como el responsable de desastres como el del Mitch, por su falta de cultura; su situación de pobreza lo lleva a ser el culpable también de la violencia que se vive en la ciudad. Tanto la Kennedy como Comayagüela son vistas como espacios de criminalidad y, por el simple hecho de vivir allí, sus residentes ya son sospechosos de actos criminales. En 2003, ese discurso se volvió parte de la legislación hondureña, con la aprobación de la Ley Anti-Maras, por el entonces presidente del Congreso, Porfirio Lobo Sosa (actualmente presidente del gobierno sucesor del golpe de Estado). El gobierno nacionalista no dudó en importar el modelo de Rudolph Giuliani e incluso nombrarlo asesor del entonces (y actual) ministro de Seguridad, Oscar Álvarez. Maduro, Álvarez y Lobo, consecuentemente, aplicaron la denominada "Operación Libertad"; un eslogan similar a la "Operation Enduring Freedom" u "Operación Libertad Duradera" llevada a cabo durante el mismo período en Afganistán. Estas leyes y operaciones policiaco-militares se asemejan a la "Gang Deterrence and Comunitty Protection Act" de 2005 (H.R. 1279, Forbes [R-Va.]) y al USA Patriot Act, durante la corta estadía de Negroponte como director nacional de Inteligencia (una alusión directa a la ley antiterrorista emitida durante el mando de Álvarez Martínez, nefasto tío del asesor de seguridad de Maduro y de Lobo, cuando Negroponte tenía el cargo de embajador de Estados Unidos en Honduras) (Pine 2008, 64).

Esta tétrica iniciativa combinó la presencia del Ejército y la Policía con las políticas de procesos de reformas a la legislación, que aumentaron las facultades discrecionales de la Policía para intervenir en infracciones menores y aun en las faltas municipales. Esta ampliación de facultades atribuidas al aparato policial permitía emitir órdenes de arresto prescindiendo de la figura del juez y el fiscal, hacer "requisas personales" sin orden judicial, entre otras.

En otras palabras, se criminalizó la identidad. Fue crimen ser identificado como marero, sin importar los actos cometidos o no, asociarse con mareros, tener tatuajes, etc. (Pine 2008). No fue difícil hacerlo, ya que desde el Mitch, se estaba promoviendo la imagen del pobre como sucio, irresponsable y peligroso.

El llamado "showman" Oscar Álvarez, ministro de Seguridad bajo el gobierno del entonces presidente Ricardo Maduro (otra figura central en el golpe de Estado), utilizó la ley para hacer redadas televisadas y espectaculares para capturar supuestos "mareros" en la Kennedy y en otros barrios y colonias marginales de la capital. Estas redadas fueron vistas por televidentes de todo el país, lo cual ayudaba a crear un discurso de violencia simbólica, dentro del cual los hondureños solían enfocarse en la amenaza del prójimo y no en la violencia estructural ligada con la violencia del estado de excepción y el capitalismo de desastres neoliberal (Pine 2008). Así, los reducidos recursos municipales se fueron a pagar salarios de policías militarizados, y se suponía que la ciudadanía se volvía más segura, mientras se privatizaban cada vez más la educación, la salud y la infraestructura pública desde el Congreso Nacional, situado al lado del río Choluteca. Los resultados fueron devastadores. En la "limpieza de calles" que resultó, miles de niños y jóvenes, principalmente varones, fueron asesinados extrajudicialmente, muchas veces por agentes de policía y militares, y con total impunidad11.

La antropóloga Nancy Scheper-Hughes ha argumentado que, a pesar del excepcionalismo que enmarca los discursos populares y académicos sobre el holocausto y el concepto de genocidio, es necesario reconocer los ejemplos de sufrimiento social arbitrarios y extremos como genocidios invisibles y pequeños holocaustos. Ella escribe: "La paradoja es que no son invisibles por ser escondidos, sino al revés. Como señaló Wittgenstein, suele suceder que lo evidente es lo más difícil de percibir" (1996, 889). La matanza de miles de jóvenes hondureños que aprovechan la ideología de higiene que señala Mary Douglas se puede entender como un ejemplo de genocidio invisible. El genocidio invisible de la Mano Dura creó un ambiente de "terror de siempre", como describe Taussig. Citando a Walter Benjamin (y escribiendo antes de la publicación del libro del mismo nombre de Agamben), Taussig afirma que vivimos en un estado de emergencia permanente, o sea un "sistema nervioso" (1989). Se puede decir que en Tegucigalpa se vive el terror de siempre, aunque desde el golpe de Estado, el genocidio invisible se ha vuelto más visible, y el estado de emergencia quedó más evidente que antes (especialmente en sectores señalados por el discurso oficial como revoltosos, por ejemplo, la Kennedy y Comayagüela).

Al parecer, la política neoliberal que tanto daño había hecho a la infraestructura y la población de la capital continuaba con la presidencia de Manuel Zelaya. Poco después de ser instalado como presidente, convocó la "Operación Trueno", que delegó a agencias de seguridad privada actividades policíacas en redadas estilo Mano Dura (Mejía 2006). Firmó el Cafta. La administración Zelaya mantuvo los tratados internacionales suscritos por las anteriores administraciones y se ajustó a ellos, tanto los económicos como los de seguridad. Su incorporación a nuevos tratados comerciales regionales sucede como algo natural, pues los gobiernos latinoamericanos, en general, han sido coadyuvantes en la implementación de estas iniciativas de integración regional y no son el espacio desde donde cabe esperarse una resistencia a ellas, ni siquiera porque la firma de estos tratados es la negación misma de sus facultades, estatus y atribuciones12, tal como lo expone Ana Esther Ceceña.

No obstante, empezó a mostrar oposición a ciertos efectos de la política neoliberal y a combatir políticas exteriores que amenazaban la "Participación Ciudadana" -lema del gobierno de Zelaya-, que, a diferencia de campañas políticas como las arribas señaladas, mostró coherencia. Junto a los acuerdos multilaterales y neoliberales, la administración Zelaya se incorpora a la iniciativa Petrocaribe, el 21 de diciembre de 2007, y a la Alianza Bolivariana para las Américas (alba), el 27 de agosto de 2008 (el ex presidente Maduro llamó a esto "una mordida a la mano que alimenta"), lo cual generó que los sectores empresariales y el grueso de los principales partidos políticos manifestaran su rechazo.

Aunado a esto, el poder ejecutivo mantuvo una desapacible relación con el embajador Charles Ford e incluso se negó acreditar a su reemplazo (Hugo Llorens), en solidaridad con el pueblo boliviano. En el perfil confidencial de Zelaya escrito para Llorens, Ford simultáneamente expresó su desdén hacia la política del presidente y hacia la capital: "Cuando Zelaya piensa en 'la gran ciudad' eso para él significa Tegucigalpa y no Miami o Nueva Orleans".13 El Ejecutivo, a partir de su adhesión al alba, rechazó la renovación del acuerdo "stand by" con el Fondo Monetario Interacional; a inicios de 2009 aumentó por decreto el salario mínimo; se negó el otorgamiento de nuevas concesiones a compañías mineras canadienses; la iniciativa Petrocaribe mantuvo la pugna interno/externa por la importación y distribución de combustibles, además de la comprobación e intereses por la existencia de reservas remanentes de petróleo en el subsuelo hondureño. Para culminar su gestión propuso la convocatoria de una asamblea constituyente, al igual que los gobiernos progresistas en el sur del continente (pero también como habían hecho Álvaro Uribe en Colombia y Alan García en Perú). Para eso programó para la fecha 28 de junio 2009 una encuesta no vinculante que consultaba si se apoyaba la instalación de una "cuarta urna" en las elecciones generales de noviembre del mismo año (siendo las otras tres la presidencial, la regional y la municipal), que sería un referendum sobre la asamblea constituyente.

Tanto en la capital como en las provincias, a raíz de sus políticas de participación ciudadana, Zelaya disfrutaba de una creciente popularidad, principalmente en los meses antes de su derrocamiento. En la medida que los poderes fácticos fueron tomando distancia y cerrando espacios, Zelaya empezó a responder más al movimiento popular. Para los residentes de los barrios marginales de la capital, lucieron ejemplos como la incorporación de Arcadia Gómez, vendedora en un mercado de Comayagüela, como asistente de la Presidencia en Asuntos Sociales, en el gabinete de Zelaya. Once meses después del golpe, bajo el régimen de Porfirio Lobo, fueron asesinados extrajudicialmente el hermano y el cuñado de la señora Gómez.

En los meses que antecedieron el golpe, se empezaban a ver cambios en los barrios marginales de la capital, ya que la gente se movilizaba localmente en apoyo a la cuarta urna, con la idea de llegar a una constitución que por primera vez los incluyera como ciudadanos que participan y tienen poder de decisión dentro del gobierno. Las movilizaciones en barrios como la Kennedy14 confrontaron la violencia simbólica del temor generalizado a los espacios públicos, asimismo enfrentando la lógica individualista y neoliberal de la ciudad. Aunque no estaban conscientes de lo que estaba por suceder, este pequeño pero significativo cambio preparó a los residentes para redefinir dramáticamente la capital después del golpe de Estado.

El movimiento de resistencia que surge con el golpe se vio fortalecido por las redes que se habían construido en la lucha por la cuarta urna. En la Kennedy, antes del genocidio invisible de la Mano Dura de Maduro, los grafitis en todas las paredes marcaban territorio de pandillas juveniles, simbolizando para muchos el terror de siempre que señala Taussig. Después del golpe, la frase "cuando los medios callan, las paredes hablan" se hizo popular. Las paredes en la Kennedy gritaban después del golpe, retomando espacios públicos y declarando no sólo resistencia al golpismo sino también una política de solidaridad que se oponía al neoliberalismo. Las movilizaciones diarias continuaron durante cinco meses. El acto de tomar calles, que antes del golpe eran espacios de terror, volvió a ser costumbre. Capitalinos en resistencia hablaban de sus "kits" de todos los días: mochilas con camisetas sin señales de resistencia para cambiarse si se alejaban de la masa, los tenis, el agua, los pañuelos.

Aunque desde un principio la resistencia contra el golpe surgió de forma espontánea en cada rincón del país, la capital de la nación también ha funcionado como la capital de la jerarquía del Frente Nacional de Resistencia Popular (fnrp) y ha sido el sitio de las manifestaciones más grandes en contra de la violencia del régimen, violencia que también ha sido usada para reprimir a los mismos manifestantes. Es importante destacar que lo que se llama la Resistencia hondureña, que forma un frente amplio de muchos movimientos distintos, responde a la historia particular de Honduras, y, a diferencia de los movimientos de resistencia en sus países vecinos, nunca ha sido un movimiento armado y sostiene una praxis estrictamente pacífica.

A mediados de los setenta en Honduras se distinguían los movimientos sociales de clase; siendo los obreros y campesinos, el movimiento estudiantil y algunos gremios profesionales quienes habían pugnado en su rol de sujeto central de la acción colectiva hondureña.

El terrorismo de Estado y la represión durante esta época vapulearon fundamentalmente a obreros, campesinos y estudiantes culpabilizando a éstos de ser militantes políticos. Más que de genocidio, lo que Honduras sufrió durante esta época fue politicidio, en donde las víctimas son definidas fundamentalmente en términos de su posición jerárquica u oposición política al régimen o a los grupos dominantes, siendo la militancia una forma de la política (Harff y Gurr 1994, 192). Esta forma operó a pesar de la civilidad de los gobiernos de turno, frenó el ascenso de los incipientes movimientos armados y se dio a la tarea de neutralizar el conflicto en todas sus expresiones pacíficas: electorales y partidarias, reformistas o revolucionarias (Modonessi 2008).

Durante los años noventa la acción colectiva se había ido separando cada vez más de la forma política común a los movimientos de oposición tradicional. El neoliberalismo había reconfigurado la sociedad, y fruto de esto veremos la embrionaria visibilidad de formas de acción social y nuevos actores. Mujeres, indígenas, jóvenes, ambientalistas, en fin, nuevas reivindicaciones que desarrollarían noveles procesos de construcción de identidad y de subjetividad. Durante la década de los noventa y principios del siglo XXI, la visibilidad más concreta del movimiento social en Honduras se constituía en el Bloque Popular y la Coordinadora Nacional de Resistencia15. Si bien los actores y sociedad civil asistían a la emergencia de una situación compleja en donde los actores clásicos habían perdido el protagonismo social y político de antaño, hasta entonces en defensa de las viejas conquistas históricas y ante el embate de los tratados y políticas neoliberales que se imponían, la presencia de los nuevos actores aún no se constituía en movimientos estables. La acción colectiva durante esta década se mostraba ante el público como movilizaciones bastante esporádicas. Los actores durante los noventa no lograron institucionalizarse ni obtener representación política.

Es esta diversidad de sujetos y actores configurados durante los noventa la que nutre al Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado, posteriormente fnrp. La denominada Resistencia, y el fnrp como su interlocutor principal (pero no único), es un movimiento que se nutre de movimientos16. La diversidad de las identidades sociales y políticas articuladas dentro de la Resistencia ha forjado nuevas identidades sectoriales y reconocido identidades hasta entonces "ocultas" o invisibles históricamente, pero con una trayectoria de reivindicaciones propias. El reconocimiento de estos ciudadanos y ciudadanas, su adhesión a la identidad colectiva opuesta al golpe de Estado, no sólo enriquece la identidad colectiva de la Resistencia como movimiento sino que también la actualiza.

Cada actor y sujeto quiere y exige representar sus propias demandas, y no está dispuesto a delegar al régimen que se autodenomina representante de toda la sociedad. La Resistencia como movimiento social no es un sujeto unificado sino la sinergia de fenómenos colectivos que conciben básicamente el reconocimiento mutuo de los actores que conforman la unidad, en oposición a un adversario que persigue los mismos bienes o valores, confrontándolos en los límites de compatibilidad del sistema. A pesar de la multiplicidad de sujetos que conforman la Resistencia hondureña, la oposición a la lucha armada como táctica de resistencia ha sido universal.

Un dicho salido de la Resistencia era: "Se quitaron las máscaras". El desenmascaramiento se puede entender en un doble sentido: por un lado, dejó expuesto a los autores y beneficiarios del golpe, pero también abrió la posibilidad de que la gente residente en barrios y colonias marcadas como espacios de peligro se vieran con nuevos ojos solidarios. Colonias como la Kennedy se organizaban colectivamente para protegerse de las fuerzas de seguridad del gobierno de facto e, incluso, en algunos casos los mismos pandilleros se integraron a la resistencia con el fin de proteger al vecino17. En la Kennedy hubo confrontaciones entre los residentes organizados y la Policía del gobierno de facto, que respondieron en varias ocasiones a manifestaciones pacíficas con helicópteros, bombas de gases y disparos18.

Los políticos que antes habían definido con facilidad al capitalino pobre como criminal, hoy siguen con los mismos discursos, diciendo que los integrantes de la resistencia son simples delincuentes, o terroristas. Tal como hizo Lobo en 2003 con la ley antimaras, en noviembre de 2010 el ministro de Seguridad, Oscar Álvarez, logró la aprobación de una "ley antiterrorista" que facilitó la criminalización de grupos que se oponían a la violencia estatal definiéndolos como terroristas, amplificando así el poder represivo del Estado contra la resistencia que había logrado redefinir la ciudad.19 No fue una nueva táctica para Álvarez, quien en 2004 había declarado sin evidencia alguna que las maras hondureñas tenían lazos con Al Qaeda. De tal forma, fue como se aprovecharon del Mitch para suspender garantías constitucionales e impulsar reformas neoliberales; Lobo y el alcalde capitalino, Ricardo Álvarez, se aprovecharon de fuertes lluvias y una epidemia de dengue para declarar un estado de emergencia en 2010, promoviendo la militarización de sectores como la Kennedy y los barrios de Comayagüela que habían rechazado la presencia de las fuerzas represivas del Estado.

En la Kennedy, muchos se molestaron con la invasión militar que, supuestamente, se llevó a cabo para su protección sanitaria. Una vecina de Adrienne Pine, en junio de 2010, discutió acaloradamente con el funcionario que llegó a la Kennedy a cobrar a cada vecino una supuesta cuota municipal de hnl 100 para cubrir el precio de la fumigación, supervisada por militares, hasta que aquél se retiró sin el dinero. En sus comunicados, el gobierno de Porfirio Lobo cínicamente llamó a la iniciativa contra el dengue "Frente Nacional de Resistencia contra el Dengue", aunque el propósito fue diametralmente opuesto al del Frente Nacional de Resistencia Popular; es decir, en vez de culpar al Estado por no proporcionar agua potable a los ciudadanos, la campaña echaba la culpa a los capitalinos que mantenían pilas de agua, enfocándose no en la necesidad de mejoramiento infraestructural, cosa necesaria para la prevención, sino en el desarrollo de una campaña "educativa" que refuerza el discurso neoliberal que sataniza y criminaliza la pobreza.20

A pesar de recurrir a viejas tácticas discursivas y legales que servían para fortalecer las prácticas ideológicas y territoriales en la capital hondureña, no han podido convencer a la población posgolpe con la facilidad de antes. Las calles fueron pintadas nuevamente, la intención inherente era olvidar de a poco lo sucedido; pero esto no duró mucho. Las protestas se han mantenido, el Frente Nacional de Resistencia Popular celebró su primera Asamblea Nacional en febrero de 2011. Mil quinientos delegados fueron elegidos para representar cada uno de los 298 municipios, después de que asambleas como ésta se celebraran a lo largo y ancho del país. A ellos se les unieron delegados representantes de cientos de organizaciones que forman la resistencia hondureña.

Los medios de comunicación masiva, tanto nacionales como internacionales, ignoran su existencia, pero los renovados grafitis por doquier demuestran su presencia en el país.

En marzo de 2011 un nuevo estado de emergencia fue decretado por el gobierno de Porfirio Lobo; esta vez, el sistema educativo es el objetivo de la praxis neoliberal de este régimen. La represión, la vigilancia agresiva, los encarcelamientos en masa y la reducción de las libertades civiles son la respuesta estatal ante una ciudad que centraliza el conflicto en sus calles. El terrorismo estatal se nutre del discurso orweliano, que depende de la identificación de gente pobre, de gente resistente y de ciertos espacios capitalinos como Comayagüela y la Kennedy como antihigiénicos, sucios y "fuera de lugar". La criminalización (y ahora, con la Ley Anti-Terrorista, la "terrorización") de la pobreza y de la resistencia -y la Resistencia- va de la mano con las "emergencias" de Lobo, y funciona para mantener una política golpista que a diario reprime los procesos democráticos como mecanismo para seguir usurpando los recursos naturales y públicos del pueblo hondureño.

En el artículo del New York Times Patricia Volk menciona con evidente satisfacción que "El lempira se ha devaluado de 2 por dólar a 10 [sic] por dólar, lo cual significa que tu dinero vale cinco veces lo de antes. El salario mínimo en Honduras es 35 centavos por hora, pero durante los seis días que pasé en Tegucigalpa sólo encontré dos mendigos". También cita a un señor que vacaciona tres veces por año en Tegucigalpa, quien dice que "el tiempo no tiene esencia en Tegucigalpa". Al parecer, el tiempo no tiene esencia en los medios del imperio, pero en Tegucigalpa todo ha cambiado con el tiempo. Hoy, en los barrios y las colonias de la capital, la devaluación del lempira y la pobreza se entienden como resultado del neoliberalismo y del golpismo, y eso -producto de la misma resistencia al golpe de Estado- ha cambiado profundamente los espacios de la capital.


Comentarios

1 Martínez Castillo, en Rolando Zelaya Sierra, Una aproximación geográfico-histórica, en http://www.historiadehonduras.hn/Historia/tegus/historicos.htm#_ftn2.

2 Decreto 11. Asamblea Nacional Constituyente, Tegucigalpa, 2 de noviembre de 1880.

3 http://www.elheraldo.hn/subsistemas/especiales/432_aniversario_tegucigalpa/pages/ historia.

4 http://quotha.net/node/1082.

5 http://www.resistenciahonduras.net/index.php?option=com_content&view=article&id=2 480:mision-internacional-pide-suspension-del-financiamiento-del-ifcbanco-mundial-a -la-corporacion-dinant-de-miguel-facusse&catid=60:derechos-humanos&Itemid=244.

6 http://voselsoberano.com/v1/index.php?option=com_content&view=article&id=1262%3 Amyrna-castro-entre-copas-y-modas-trivializa-y-elitiza-la-cultura-y-el-patrimonio-de -la-nacion&catid=27%3Amyrnasterio&Itemid=1.

7 Capítulo "Violence", en Pine 2008.

8 Adrienne Pine hizo trabajo de campo etnográfico utilizando la metodología de observación participante en la colonia Las Palmas, sector Kennedy, durante el mes de julio de 2010; David Vivar es nativo de la Kennedy.

9 http://www.latribuna.hn/web2.0/?p=212618.

10 http://www.madrid.es/UnidadWeb/Contenidos/Publicaciones/BolyRevPeriodicas/RevistaCiudIbero/Rev24/Especial20/Fichero/tegucigalpa.pdf.

11 http://www.casa-alianza.org.hn/index.php?option=com_content&view=article&id=67&It emid=78.

12 América Latina en la geopolítica del poder: http://www.redem.buap.mx/pdf/cecena/cecena7.pdf.

13 Wikileaks 08TEGUCIGALPA459.

14 http://www.elheraldo.hn/content/view/full/200759.

15 Eugenio Sosa, Las nuevas claves para el análisis de la acción colectiva en Honduras http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Las%20nuevas%20claves%20para%20 el%20analisis%20de%20la%20accion%20colectiva%20e.pdf.

16 Eugenio Sosa, La contienda política por el futuro de la democracia hondureña se libra en las calles http://www.rebelion.org/noticia.php?id=91017.

17 http://quotha.net/node/531.

18 http://hablahonduras.com/articles/4802-la-kennedy-en-resistencia-manifestacion-es -atacada-por-la-policia-video.

19 http://oscarlestrada.blogspot.com/2010/11/contra-que-apunta-la-ley-alvarez.html.

20 http://www.proceso.hn/2010/07/19/Nacionales/Constituyen.Frente.Nacional/25859 .html y http://hablahonduras.com/articles/6186-las-emergencias-del-lobo-el -aniversario-del-fnrp-y-el-fantasma-de-valenzuela.


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