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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.76 Bogotá jul./dic. 2012

 

Transformar a los espectadores en un público: un desafío en las campañas transnacionales de defensa de una causa1

Juan Carlos Guerrero Bernal

Investigador del CEPI (Centro de Estudios Políticos e Internacionales) y del ORAC (Observatorio de Redes y Acción Colectiva), profesor de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. PhD. en Sociología y M.A. en Relaciones Internacionales. E-mail: guerrerojcdl@gmail.com


RESUMEN

Este artículo esclarece una diferencia establecida por los sociólogos entre las nociones de espectador y de público. Con base en esa distinción y en una encuesta etnográfica efectuada en Francia a espectadores distantes de la violencia en Colombia, se establece que esos observadores no pueden ser considerados como un público concernido por la problemática colombiana. El artículo explica por qué resulta difícil transformar a esos espectadores en un público. Esa transformación no se da fácilmente, no tanto por el hecho de que muchos espectadores franceses no tengan vínculos particulares con Colombia, sino más bien debido a dos razones. Primero, porque no es frecuente que la problemática colombiana surja como un objeto de discusión cotidiana en Francia. Y segundo, porque los espectadores franceses tienen dificultades para volver inteligible lo que ocurre en Colombia.

PALABRAS CLAVE

Activismo político transnacional, espectadores distantes, público internacional, violencia colombiana, Francia


Transforming the Spectators into a Public: A Challenge in Transnational Advocacy Campaigns

ABSTRACT

This paper clarifies a distinction the sociologists make between the notions of spectator and public. Based on this distinction and on an ethnographic survey carried out in France among people who are distant spectators of the violence in Colombia, the paper states that these observers cannot be considered as a public concerned by Colombian issues. The purpose is to explain why it is difficult to turn those spectators into a public. This transformation does not come easily, not so much by the fact that many French viewers have no particular ties with Colombia, but rather because of two reasons. Firstly, because it is not common that the Colombian internal problems emerge as a subject of daily discussion in France. Secondly, because French spectators strive to make what is happening in Colombia intelligible.

KEYWORDS

Transnational political activism, distant spectator, international public, Colombian violence, France

digital object Identification

http://dx.doi.org/10.7440/colombiaint76.2012.08


INTRODUCCIÓN

Lograr la adhesión de un público es un asunto crucial para cualquier grupo de activistas que se moviliza en defensa de una causa. Así es, puesto que el apoyo del público aumenta la capacidad de presión e influencia de los militantes sobre los actores a los cuales dirigen sus reivindicaciones y demandas. No importa a qué escala espacial (local, regional, nacional, continental o internacional) se despliegue una acción militante, los públicos son siempre importantes para quienes defienden una causa. Está claro sin embargo que cuanto más elevada sea la escala espacial de la movilización, mayor es la dificultad para convocar a un público alrededor de una causa cualquiera.

En este artículo se reflexiona sobre las dificultades a las cuales se ven abocados los activistas para obtener la adhesión de un público, en particular cuando las causas defendidas se refieren a situaciones problemáticas que tienen lugar en un país distinto a aquel en donde se sitúa el público por sensibilizar. Concretamente, se trata de mostrar los obstáculos que existen para constituir un público en Francia que se sienta concernido por la situación de violencia en Colombia. Dicho público sería un público internacional, en la medida en que los individuos por sensibilizar no se encuentran situados en el país donde surge la situación problemática que los activistas intentan visibilizar.

El artículo busca responder cuatro preguntas esenciales e interrelacionadas. La primera: ¿Qué es un público y por qué razón es importante reflexionar sobre él cuando se analizan las campañas transnacionales de defensa de una causa? La segunda: ¿Puede ser considerado como un público cualquier grupo de personas que observe a distancia el fenómeno de la violencia colombiana? La tercera: ¿Qué tipo de representación de la problemática colombiana predomina entre los espectadores distantes de lo que ocurre en Colombia? La cuarta: ¿Por qué razón es difícil transformar a los espectadores distantes de la violencia colombiana en un público que se sienta concernido por ese problema?

Para responder a estas preguntas, se indagó sobre el concepto de público en la literatura académica, con el propósito de establecer qué es un público y cómo se constituye éste. Además, se estableció, con base en un trabajo empírico de carácter etnográfico, cuáles son los marcos interpretativos a través de los cuáles personas comunes y corrientes, que observan a distancia (desde Francia) el fenómeno de la violencia en Colombia, intentan interpretar la problemática colombiana. Con base en los resultados de esa etnografía se extrajeron unas conclusiones finales para explicar por qué es difícil transformar a esos espectadores franceses de una violencia lejana (como la colombiana) en un público concernido por lo que sucede en nuestro país.

1. EL CONCEPTO DE PÚBLICO EN LA LITERATURA ACADÉMICA

Hace más de dos décadas que el activismo político transnacional comenzó a surgir como un campo de estudios en el mundo académico.2 Hoy en día, la literatura académica sobre el activismo político transnacional es abundante, no sólo por la multiplicidad de trabajos dedicados al análisis de estudios de caso,3 sino también porque académicos provenientes de diferentes disciplinas se han interesado en el tema, en especial los sociólogos y los politólogos (entre ellos, por supuesto, los especialistas en Relaciones Internacionales).

Por un lado, los sociólogos y algunos politólogos se han preocupado por reflexionar sobre cómo la globalización y la interdependencia han afectado la naturaleza y la dinámica de los movimientos sociales, y han sostenido que desde finales del siglo XX se asiste al surgimiento de "organizaciones de movimientos sociales transnacionales" (transnational social movement organizations o TSMO). Esa reflexión ha sido llevada a cabo poniendo a prueba marcos analíticos y conceptuales desarrollados previamente en la Sociología para el análisis de movimientos sociales nacionales (Klandermans, Kriesi y Tarrow 1988; Kriesi et al. 1995; McAdam, McCarthy y Zald 1996; Della Porta, Kriesi y Rucht 1999; Della Porta y Tarrow 2004).

Por otro lado, varios académicos (en particular los especialistas en Relaciones Internacionales) se han interesado en observar la manera como, en este mundo cada vez más globalizado, han proliferado "redes transnacionales de defensa" (transnational advocacy networks). Dichas redes pueden contener movimientos sociales nacionales o trasnacionales, pero también incorporan a otros actores (ONG, sindicatos, fundaciones, iglesias, partes de organizaciones intergubernamentales regionales e internacionales, ciudadanos cosmopolitas, etc.) que se organizan de manera horizontal para defender causas específicas, trascendiendo las fronteras estatales (Keck y Sikkink 1998; Tarrow 2005; Reitan 2007; Prakash y Gugerty 2010; Von Bülow 2010; Reydams 2011).

El abanico de problemáticas abordadas en toda esta literatura es bastante amplio. Por ejemplo: de qué manera los contextos o entornos (nacionales e internacionales) inciden en el desarrollo y la eficacia de los movimientos sociales transnacionales y de las redes transnacionales de defensa; cuáles son las tácticas y estrategias utilizadas por los activistas para posicionar sus causas; qué tipo de estructuras movilizadoras despliegan los activistas transnacionales; qué registros discursivos y qué repertorios de acción colectiva son utilizados por ellos y cómo ambos se difunden de un país a otro a través de redes que trascienden fronteras estatales. A todas estas preguntas de investigación podrían agregarse otras relacionadas con la manera como los activistas transnacionales interactúan con unos medios de comunicación convencionales cada vez más globalizados y usan las nuevas tecnologías de la información (McCaughey y Ayers 2003; Van de Donk et al. 2004; De Jong, Shaw y Stammers 2005).

Ahora bien, aunque la importancia del público al cual van dirigidas buena parte de las acciones militantes es siempre reconocida en la abundante literatura consagrada al activismo político transnacional, curiosamente allí no se reflexiona demasiado sobre él. Por lo general, dicha literatura se centra en los activistas mismos o en los contextos políticos e institucionales en los cuales despliegan sus acciones, pero sin otorgarle mucha atención al público. Este último sólo es tenido en cuenta cuando se reflexiona sobre cómo "enmarcan" los activistas sus reivindicaciones para lograr la adhesión de un público a su causa. Pero el estudio de esos procesos de "encuadre" de las causas (el llamado frame analysis) se interesa sobre todo en establecer cuáles son las estrategias empleadas por los activistas al realizar esa actividad de producción de "marcos de la acción colectiva" y de qué factores depende la buena acogida de dichos marcos por parte del público (Benford y Snow 2000). Es decir, el frame analysis no reflexiona sobre el público mismo, sobre qué es esta entidad colectiva y cómo se constituye. Es como si se asumiera que el público prexiste a la acción de los activistas; como si el público se encontrara latente y a la espera de una causa bien enmarcada para poder aparecer.

Existe pues un vacío en la literatura del activismo político transnacional en lo que se refiere a la reflexión sobre los públicos. Y para subsanarlo es preciso recurrir a otros trabajos sociológicos.4 En ellos -especialmente en los más contemporáneos- se define qué es un público estableciendo una distinción conceptual con respecto a la noción de espectador (Dayan 2005).

En primer lugar, la diferencia entre espectador y público reposa en la existencia de dos estilos de atención distintos que las personas pueden poner en práctica al observar un acontecimiento o un espectáculo. La atención del espectador es flotante, pues ella tiende a permanecer abierta (es decir, a la espera de algo inesperado que logre finalmente retenerla). En cambio, la atención de un público es mucho más focalizada y se dirige hacia alguna cosa en particular; los miembros de un público no son totalmente ciegos ante "lo inesperado", sino que conocen de antemano aquello que observan y saben hacia dónde dirigir su atención (Dayan 2005, 46-47)5

En segundo lugar, una audiencia de espectadores y un público también se diferencian por las formas de comportamiento y de compromiso de los individuos que los componen. Mientras que los espectadores aguardan a implicarse en aquello que observan -y a lo sumo, su identificación con el objeto observado es tan sólo ocasional-, los miembros de un público producen manifestaciones sociales de su gusto o disgusto, de su aprobación o de su desaprobación frente al objeto observado. En otras palabras, un espectador espera pasivamente una implicación, mientras que un individuo que forma parte de un público se involucra activamente en performancias colectivas.6 Por esto, para los sociólogos, un público no es simplemente una sumatoria de espectadores, sino una entidad coherente de naturaleza colectiva (Dayan 2005, 47-48).

Por último, los procesos de observación en las audiencias de espectadores y de público son distintos. A diferencia del espectador, que acepta el marco propuesto por el objeto de su mirada, el público puede construir un marco alternativo de recepción (un contra-marco). En otras palabras, el público puede cuestionar los valores incorporados en ese marco y tiene la capacidad de establecer su propia forma de mirar, lo que le otorga una cierta autonomía que no tiene la audiencia de espectadores (Dayan 2005, 48).

Vale la pena anotar que la distinción entre audiencias de espectadores y de públicos de Daniel Dayan se asemeja bastante a una diferencia realizada entre públicos pasivos y públicos activos establecida por otros sociólogos que adoptan una perspectiva pragmática para estudiar la formación de los problemas públicos (Brugidou 2008). Según este enfoque, los públicos se forman a partir del momento en que varios ciudadanos le prestan atención a una controversia pública e intentan encontrar las causas, e incluso los responsables, de un problema que desde su perspectiva les concierne (no únicamente como individuos, sino sobre todo como comunidad política).7Es importante aclarar que, bajo el enfoque pragmático, los públicos no son una entidad estática, sino dinámica: ellos surgen y se deshacen a través de fases sucesivas que oscilan entre dos figuras. Por una parte, la figura del público activo, momento en el cual los individuos se involucran en una especie de "trabajo de investigación" frente a lo que les preocupa, adquiriendo conciencia de sus intereses, efectuando juicios sobre aquello que debe hacerse y evaluando la eficacia de una política pública o de las soluciones diseñadas para hacerle frente a un problema. Por otra parte, la figura del público pasivo, momento en el cual las personas ordinarias tan sólo tienen una vaga conciencia de los problemas que pueden concernirles en cuanto miembros de una comunidad política (Brugidou 2008).

Finalmente, debe recalcarse que un público (activo) sólo logra constituirse cuando varios individuos que observan simultáneamente un mismo hecho o fenómeno, y se ven afectados por él, terminan entrelazados por una forma de comprensión general del objeto observado. De esa forma, entre ellos se establece una especie de entendimiento común de por qué es importante lo que observan.8 La constitución de un público depende entonces de la posibilidad de los espectadores de referirse a un orden de sentido instituido, es decir, a una perspectiva impersonal y general que proporciona una contextualización implícita de lo que ocurre frente a ellos (Quéré 2003, 119-122).

Hecha la distinción entre el espectador y el público, uno puede entonces preguntarse sobre la importancia que tendría el concepto de público en el estudio del activismo político transnacional. Pues bien, el concepto es importante porque obliga a pensar las campañas de defensa de una causa sin centrarse solamente en el círculo restringido de los militantes que participan en ellas. No considerar lo qué es un público conlleva ignorar dificultades prácticas a las cuales pueden verse confrontados los activistas políticos cuando intentan obtener la adhesión de ciertos espectadores a sus causas. Esto es esencial, ya que un propósito fundamental de la actividad militante es intentar la configuración de públicos que presten atención a las cuestiones problemáticas y a las causas de movilización que los activistas pretenden hacer visibles en la esfera pública.

Al introducir el concepto del público en los estudios sobre activismo político transnacional resulta evidente que existe una gama amplia de diferentes formas y grados de implicación en la defensa de una causa. Uno podría representar esa gama con una serie de círculos concéntricos (ver la gráfica 1). Los círculos cercanos al epicentro de la gráfica (en diferentes tonalidades oscuras) ilustran diferentes tipos de militantes.9 Y dos círculos periféricos (los que se encuentran en color blanco) representan dos tipos de observadores de las acciones de dichos militantes. Según su mayor o menor grado de comprensión e implicación en las causas promovidas por los militantes, estos observadores componen, bien sea un público, o bien una audiencia de espectadores. El público es aquel que focaliza su atención en dichas causas, implicándose en ellas, es decir, comprendiendo su relevancia y manifestando su inquietud e interés a través de performancias colectivas que no necesariamente se realizan en un mismo espacio físico (dado que en la actualidad internet ha generado "espacios virtuales" de encuentro de personas situadas en espacios físicos distintos). En cambio, los espectadores observan, pero sin sentirse concernidos por los llamados de los militantes. Esto no significa que los espectadores se opongan a la causa defendida por los activistas. Simplemente son observadores pasivos. Por eso, el último círculo concéntrico (en color negro) sería el de los oponentes a las causas promovidas por los militantes.

La distinción propuesta aquí entre militantes y observadores puede parecer problemática cuando el analista se sitúa en el límite entre estos dos grupos, puesto que un público no es un conjunto de observadores pasivos e indiferentes a la causa defendida por los activistas. El público está compuesto por observadores "activos" que empero no llegan a ser militantes. Retomando otra tipología clásica, podría decirse que el público es un conjunto de "adherentes" a la causa.10 Si se quiere precisar aún más esta diferencia entre un activista y un público, conviene entonces rescatar la reflexión de Daniel Dayan (2005, 49) al respecto. Para él, un activista pertenece a una entidad relativamente institucionalizada, con una jerarquía, unas reglas y unos niveles de decisión. En contrapartida, el público se caracteriza por una "inocencia institucional" y por una "ceguera frente a las jerarquías". Además, entre ambos hay una diferencia en cuanto a la acción: el activista se implica en tácticas (su acción es instrumental), mientras que el público, en lugar de buscar la oportunidad, apunta a la ejemplaridad. Podría decirse entonces que la acción de este último se funda en "motivos puros", y que ella es básicamente de tipo dramatúrgico (se realiza en un registro gestual y puede ser definida como una performancia).


2. UNA ENCUESTA ETNOGRÁFICA SOBRE LOS ESPECTADORES DISTANTES DEL FENÓMENO DE LA VIOLENCIA COLOMBIANA

Para mostrar en este artículo que el público no es una entidad cuya existencia puede ser asumida per se, se realizaron varias entrevistas etnográficas entre abril de 2003 y abril de 2005 a ciudadanos franceses que tenían algunas propiedades sociales comunes: todos ellos habían realizado al menos algunos estudios universitarios y pertenecían a una clase media francesa (la tabla 1 sintetiza los perfiles de las personas entrevistadas).11La encuesta se centró deliberadamente en personas con ese perfil, pues se asumió que en ese estrato social -y no en uno más popular- los individuos podrían ser más propensos a comportarse como "cosmopolitas arraigados" (rooted cosmopolitans).12 Más concretamente, el interés era observar hasta qué punto esas personas, con estudios superiores y capacidades cognitivas nada despreciables, que además viajan con cierta frecuencia fuera de su país y tienen posibilidades de "conectarse" a través de diferentes medios con la realidad internacional, se interesaban en cuestiones y problemas que, como el fenómeno de la violencia en Colombia, tenían lugar más allá de las fronteras francesas.

La encuesta reveló que los entrevistados debían ser considerados como espectadores distantes13 de la violencia colombiana, pues ellos tenían una comprensión "profana" de este fenómeno y no se sentían directamente concernidos por sus efectos. Más aún, los entrevistados no se definieron a sí mismos como "verdaderos conocedores" de nuestra realidad, ni tampoco leían ni miraban regularmente y con un interés particular, las informaciones transmitidas en los medios de comunicación franceses sobre la actualidad colombiana. Todos ellos compartían pues una cierta indiferencia frente al fenómeno de la violencia en Colombia.

Lo anterior no significa que todas las personas entrevistadas tuvieran el mismo interés hacia los asuntos relacionados con la actualidad internacional ni que usaran los medios de comunicación de igual forma para informarse. Una gran mayoría de los entrevistados reconoció no tener hábitos regulares de lectura de los periódicos y una cierta tendencia a informarse rápidamente sobre la actualidad internacional (a través de la televisión o de la radio).14 Pero algunos entrevistados sí manifestaron un interés hacia lo que ocurre en el mundo, demostrando además hábitos regulares de lectura de periódicos y de uso de fuentes de información variadas (incluidas aquellas disponibles en internet).

Las entrevistas mostraron también que varias de las personas entrevistadas, con tendencia a informarse rápidamente sobre lo que sucede en el mundo, eran conscientes de los límites de las fuentes de información internacional que privilegiaban. Según ellas, por lo general, la televisión y la radio (un poco menos la segunda que la primera) informan de manera "puntual" y "reactiva", es decir, sin profundizar demasiado y dejando rápidamente en el olvido los temas y acontecimientos mediatizados. Por eso, desde su punto de vista, para forjarse una opinión sobre los sucesos del mundo es necesario recurrir a análisis documentados que contextualicen los hechos y vayan más allá de ideas preconcebidas. Los entrevistados reconocieron que ese tipo de análisis -sobre todo tratándose de cuestiones internacionales- debe ser buscado en documentales televisados, en programas especiales de radio, en artículos de prensa o en internet. El problema es que ese esfuerzo por informarse de manera consciente y rigurosa, seleccionando deliberadamente informaciones profundas sobre un tema en particular, requiere no sólo disponer de tiempo sino también tener un interés por el tema. Lo interesante es que si bien ese interés por las cuestiones internacionales sólo lo poseían unos cuantos, las entrevistas revelaron que entre la gente común y corriente existe una capacidad crítica frente a la información divulgada por los medios de comunicación tradicionales.15

Por último, la encuesta reveló que los entrevistados ignoraban todas las campañas de sensibilización sobre Colombia realizadas por activistas transnacionales vinculados a ONG. En cambio, todos habían sido testigos de las marchas realizadas en Francia para exigir la liberación de Íngrid Betancourt, debido al cubrimiento mediático que recibieron esas acciones. Pero ninguno participó en esas movilizaciones, ni hizo parte de los comités ciudadanos que las organizaron. Todos eran espectadores, y no militantes.

En síntesis, en general, todos los entrevistados poseían muy pocos puntos de referencia para aprehender la realidad colombiana. Sus puntos de referencia provenían sobre todo de informaciones mediáticas que procesaban muy esporádica y rápidamente. Por eso, era muy probable que estos observadores de la problemática colombiana no constituyeran un público, sino que fueran simples espectadores. Para comprobarlo, esta investigación indagó sobre las representaciones que esos espectadores tenían del fenómeno de la violencia en Colombia, puesto que, para formar un público, los espectadores deben compartir una forma de comprensión general común del objeto o asunto observado. Esa investigación sobre las representaciones pretendía también explorar algunas claves para entender mejor las razones que hacen difícil la transformación de los espectadores en un público.


3. LOS ESPECTADORES DISTANTES FRENTE AL FENÓMENO DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA

a. La violencia colombiana: una realidad difícil de descifrar desde la distancia

Cuando uno se interroga sobre las condiciones de emergencia de un público internacional que se sienta concernido por el fenómeno de la violencia en Colombia, es preciso tener presente que dicho público no se constituye por el simple hecho de que individuos de uno o varios países accedan ocasional y simultáneamente a una información mediática sobre la actualidad colombiana. Esa mirada a distancia y concurrente de un acontecimiento en Colombia (realizada a través de la televisión, la radio, el internet o la prensa escrita) no engendra automáticamente un público. Un público sólo comienza a formarse cuando un cierto número de espectadores comparte una caracterización (o representación) más o menos común y clara del objeto o del acontecimiento observado. Cuando ese modo de caracterización común de los hechos lejanos aparece, los individuos dejan de ser una pluralidad de espectadores independientes, pues entre ellos se establece un vínculo común que es del orden de las representaciones.

Cuestionarse sobre la manera en que individuos distantes de la realidad colombiana caracterizan a priori la violencia en Colombia equivale entonces a explorar las condiciones de posibilidad de emergencia de un público internacional que se sienta concernido por el drama colombiano. De aquí surge una pregunta esencial: ¿qué forma de entendimiento común de la violencia en Colombia predomina entre los individuos que observan, ocasionalmente y a distancia, lo que allí ocurre?

Las entrevistas mostraron que la mayoría de espectadores franceses tienen dificultades para calificar e interpretar el fenómeno de la violencia colombiana. Varios de los entrevistados asocian a Colombia con una imagen de violencia, pero no logran forjarse una representación clara del problema. Para ellos, Colombia es un país peligroso, cuya problemática concreta es empero difícil de descifrar:

    [Colombia] es realmente un país sobre el cual hay una especie de velo. No sé si hay mucha gente que logra entrever lo que hay detrás de la droga, detrás de Íngrid Betancourt, de todo eso. Pienso que eso quizás sólo lo logra la gente que ha ido allá. Pero además, ése no es un país a donde uno va. Uno no va de viaje a Colombia porque uno tiene miedo. Si tú me dices mañana: "Ven a Colombia conmigo", a mí no me darían ganas ¡Colombia es peligrosa! Entonces, si yo fuera a América Latina, yo iría a Brasil o a Chile. En todo caso, no me darían ganas de ir a pasar dos semanas en Colombia, porque para mí es peligroso. Tal vez sea completamente loco lo que imagino, es decir, que si un turista va allá, va a recibir una bala de repente, saliendo del aeropuerto. Realmente uno no tiene una imagen clara. Uno sólo tiene miedo. ¡Uno tiene una impresión de violencia!16

Como puede verse en este extracto, varios espectadores franceses sólo poseen una imagen vaga de la problemática colombiana. Esa imagen apareció en formas ligeramente distintas en las entrevistas, a través de frases como que Colombia es "un país desgarrado por la violencia", "un país donde parece difícil desplazarse sin correr grandes riesgos", "un país donde hay una situación de violencia que no cesa de degradarse".17 Al tratar de describir la situación, todos los entrevistados evocaron el "tráfico de droga", la "violencia" y la "corrupción", pero todos esbozaron un cuadro borroso de la situación.

Curiosamente, el conflicto armado colombiano no surgió siempre en las entrevistas como un problema bien identificado por los espectadores distantes. Varios entrevistados olvidaron mencionarlo cuando comenzaron a referirse al fenómeno de la violencia en Colombia, y fue necesario preguntarles si habían escuchado hablar de dicho conflicto para que se refirieran a él. Desde luego, ése no fue el caso de algunos lectores asiduos de la prensa, ávidos de información sobre los asuntos internacionales. Pero incluso a estos individuos les pareció difícil discernir el abanico de actores implicados en el conflicto armado colombiano, así como tener claridad sobre "¿quién lucha contra quién?" y "¿por qué?". Aunque las guerrillas hicieron parte de su panorama borroso de actores, los entrevistados no lograron caracterizarlas fácilmente. Las analogías con otras guerrillas latinoamericanas no parecían resultar muy pertinentes, dado que en ellos prevaleció la duda sobre "la connotación política" de las guerrillas colombianas. Las fuerzas paramilitares les parecieron aún menos fáciles de definir que las guerrillas. Y aunque los individuos mejor informados también identificaron al Estado colombiano como un actor del conflicto, expresaron muchas dudas sobre qué tipo de complicidad existe entre las fuerzas estatales y las paramilitares. Lo que primó en ese panorama confuso de la realidad colombiana fue una impresión de "ausencia de Estado" y de "falta de unidad de Colombia".

La problemática colombiana resultó aún más confusa para los espectadores distantes al referirse al fenómeno del narcotráfico. Para ellos era evidente que el narcotráfico es imprescindible para entender lo que ocurre en Colombia. Pero los entrevistados no tuvieron muy claro "quién [qué actor armado] se financia con el dinero de la droga" y "hasta qué punto los narcotraficantes son un poder independiente o más bien un poder en el seno del Estado". Igualmente, el rol de Estados Unidos les pareció impreciso, a pesar de tener la idea de que "Estados Unidos siempre ha metido sus manos en América Latina", en particular, "para apoyar dictaduras". Todas las personas entrevistadas presumieron la intrusión de "los americanos" en Colombia, pero casi nadie entendía bien los motivos y modos de esa intromisión. Incluso aquellas personas que leían con frecuencia la prensa y se interesaban en la actualidad internacional percibieron una "injerencia confusa", relacionada con el problema de la droga, pero donde "lo que está en juego resulta opaco".

b. Sin puntos de referencia para situar el origen de la violencia en Colombia

El origen de la violencia tampoco resulta claro para los observadores distantes de la realidad colombiana. Casi todas las personas entrevistadas manifestaron tener la impresión de que "Colombia ha tenido siempre una historia bastante agitada", pero casi ninguna logró evocar una fecha o un acontecimiento que sirviera de punto de referencia para elaborar un relato histórico sobre el fenómeno de la violencia colombiana. Sólo uno de los entrevistados -un lector regular de la prensa y una persona con una cultura vasta- intentó elaborar un relato histórico, aunque con cierta dificultad:

    Bueno, yo oí hablar de Colombia a causa del escándalo alrededor de Íngrid Betancourt, puesto que, como Francia estaba implicada, entonces, en ese momento, por esa vía, uno pudo obtener un poco de información. Lo que sé de Colombia es que, por ejemplo, el presidente actual [n.d.a.18: el entrevistado se refería a Álvaro Uribe Vélez] es más bien de derecha, o incluso yo diría casi de extrema derecha. Entonces, es alguien de mano fuerte que, desde mi punto de vista, tiene más relaciones con Estados Unidos que con la sociedad civil o política de Colombia. Bueno, yo sé pocas cosas sobre Colombia... [n.d.a.: pausa del entrevistado]. Una de las cosas que creo saber es que Colombia vive en una guerra civil prácticamente desde hace sesenta años. Entonces, es un caso de una guerrilla que comenzó con una guerra civil atroz, donde hubo decenas o millares de muertos, que fue terrible. Pero pienso que finalmente esa guerra no puso un punto final a la oposición entre ciertos partidos y que, de cierta forma, Colombia se encuentra en estado permanente de guerra civil. [n.d.a.: expresión de duda manifiesta en el entrevistado]... desde hace sesenta años. No sé en qué fecha exactamente se terminó la guerra civil que produjo tantos muertos: ¿fue en los años treinta o cuarenta? [n.d.a.: la pregunta es lanzada esperando quizás una respuesta por parte del entrevistador]. No sé mucho, pero bueno, hace cincuenta años por lo menos que esa guerra continúa bajo otras formas y que los problemas no han sido resueltos, ni políticamente, ni económicamente. Lo que creo saber de Colombia es que hay una falta increíble de diálogo y de comunicación entre los partidos existentes.19

Lo que importa subrayar aquí no es la imposibilidad de los entrevistados para elaborar una historia detallada sobre Colombia, sino más bien su dificultad para retener una fecha o un acontecimiento cualquiera de importancia, a partir del cual pudieran situar, por lo menos intuitivamente, el origen de los problemas relacionados con la violencia. Varios entrevistados señalaron, por ejemplo, que sin tener un conocimiento muy profundo de otros conflictos en el mundo, podían identificar en esos casos algunos puntos de referencia temporal (por ejemplo, la creación del Estado de Israel o la Intifada, en lo que concierne al conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes). En cambio, en el caso colombiano lo que predomina es una impresión de "continuidad" de la violencia. En efecto, los entrevistados expresaron que la violencia colombiana parece ser un fenómeno que dura en el tiempo y que no cesa de degradarse, pero frente al cual es difícil distinguir sus orígenes y su evolución. Además, cuando en la memoria de los espectadores surgía un recuerdo sobre el pasado, no necesariamente se trataba de acontecimientos concretos, sino de personajes fuertemente mediatizados, como Íngrid Betancourt o Pablo Escobar. Y aún a través de estas figuras mediáticas resultaba difícil discernir cómo se originó y cómo ha evolucionado el fenómeno de la violencia en Colombia.20


4. INTENTOS DE HACER INTELIGIBLE LA VIOLENCIA COLOMBIANA

a. La confección de interpretaciones sobre una realidad lejana

Aunque el fenómeno de la violencia colombiana sea difícil de aprehender, los espectadores distantes pueden ocasionalmente confeccionar interpretaciones sobre esa realidad lejana y desconocida recurriendo a prismas de lectura que les brindan la posibilidad de enmarcarla y clarificarla momentáneamente. En efecto, hay esquemas interpretativos que las personas pueden elaborar para dar inteligibilidad a realidades extranjeras en apariencia incomprensibles como la colombiana. Así, incluso desprovistos de conocimientos directos o profundos sobre una realidad lejana, algunos espectadores franceses fueron capaces de "imaginar mentalmente" o de confeccionar una comprensión subjetiva de lo que ocurre en Colombia.

Las analogías fundadas, por ejemplo, en un criterio de proximidad geográfica (comparaciones con otros países latinoamericanos) fueron un recurso a través del cual algunos entrevistados trataron de clarificar el fenómeno de la violencia colombiana. Esos marcos de lectura fueron combinados con otros esquemas interpretativos que hacen parte de la cultura de los individuos y que hunden sus raíces en matrices ideológicas:

    Lo que yo sé, es que Colombia es, como todos los países de América del sur, una oligarquía. Entonces, supongo que todo tiene que ver con la repartición de los recursos. Algo así como una reforma agraria. Bueno, grosso modo, una división equitativa de las riquezas que, desde mi punto de vista, no existe en Colombia en este momento. No sé cómo funciona eso exactamente, pero tengo la impresión, así de lejos, de que hay un pequeño grupo de antiguas familias que acaparan toda la riqueza del país y todo el poder, y también toda la representación política. Pienso que el fracaso de Colombia es un fracaso de la representación política. Hay todo un sector de la sociedad que no está representado en el Gobierno. Y eso es un problema. Es lo que yo decía sobre Bolivia o Guatemala [n.d.a.: el entrevistado se refiere a otro momento de la entrevista]. Hay toda una parte de la población que sólo está allí como un adorno, que finalmente no toma parte de la democracia. Pero, por ejemplo, yo veo que en Guatemala, después de Rigoberta Menchú, hay una toma de conciencia y los indios, por ejemplo, están obteniendo alguna cosa. No sé, quizás no hay muchos indios en Colombia... Pero tengo la impresión de que las personas que son, digamos, proletarias -para retomar el término de Marx-, que hacen parte de las capas sociales bajas de la sociedad en Colombia, no tienen ningún medio de hacerse representar y escuchar. Es decir, que ellos están allá para trabajar, para crear unas riquezas, pero políticamente no valen nada.21

Ciertamente, esta interpretación fue producida por el entrevistado con recursos cognitivos que tenía a su disposición en el curso de una prueba puntual de comprensión de una realidad lejana, como es, de hecho, una entrevista formal que exige por parte del entrevistado una clarificación de sus opiniones.22 Se trata de una interpretación elaborada individualmente, sin que el entrevistado haya tenido la oportunidad de un contacto directo con la realidad colombiana, ni tampoco la ocasión de confrontar su visión con la de otros observadores o la de otras personas que conocieran el país. El entrevistado tenía absoluta conciencia de esto, pues durante la entrevista insistió en que había muchos aspectos de Colombia que no le parecían claros y que todo lo que podía hacer era "imaginar" las causas y las razones de una violencia lejana. Es decir, ese individuo no tenía ninguna seguridad de que sus esquemas interpretativos fueran correctos y bien forjados; más bien, tenía serias dudas respecto a que su lectura de la realidad pudiera dar cuenta de toda la complejidad de la violencia colombiana y resistir la prueba de una discusión con verdaderos conocedores de Colombia.

b. Una realidad resistente a los marcos interpretativos de los espectadores distantes

Cuando los espectadores distantes no constituyen aún un público -es decir, cuando aún no están unidos por una forma de representación común de lo que observan-, las posibilidades de interpretación de una realidad lejana son múltiples, pero no infinitas. Además de las analogías, los espectadores situados a distancia también pueden recurrir a repertorios limitados de categorías interpretativas que son producto de su propia cultura y pueden servir para aclarar realidades extranjeras.23

Por ejemplo, en Francia varios individuos tienden a remitir todo conflicto de orden político a una oposición ideológica entre la izquierda y la derecha. Y este marco de lectura es utilizado con naturalidad por los franceses para hacer inteligibles conflictos políticos que tienen lugar fuera de su país. Así, la violencia y el conflicto armado colombiano -cuando son percibidos como problemas políticos- pueden ser descritos como una confrontación violenta entre "la extrema izquierda" y "la extrema derecha". Sin embargo, es interesante constatar que los espectadores distantes de la realidad colombiana dudan de la validez de ese marco interpretativo, pues esas oposiciones fundadas en ideologías no parecen tener demasiado sentido en el caso colombiano:

    Para mí, [el conflicto armado] es la extrema izquierda contra la extrema derecha. De un lado las FARC, y del otro lado los grupúsculos de extrema derecha. Y entre los dos, un Estado que es más o menos acusado de tener unas connivencias, pero respecto a las cuales uno no sabe mucho, de hecho. Y además, sobre todo, una ausencia de Estado. Ése es el sentimiento fuerte que surge de todo esto. Es como si el país estuviera territorializado. Pero también la impresión que tengo es que la oposición de extrema derecha y de extrema izquierda no tiene prácticamente ningún sentido, puesto que a fin de cuentas, se llegó a un punto en el que las posiciones y las maneras de actuar de todos los actores son completamente similares. Es decir que los dos, creo, practican el secuestro. No sé, pero me parece... Y en últimas, uno tiene dos grupos que buscan tomar el poder, pero que se parecen mucho. Con un lado quizás más mafioso del lado de la extrema derecha y más jerarquizado quizás. Bueno, de hecho, no sé nada al respecto. Digo esto, pero es una impresión. Y, por supuesto, la cuestión de la droga en medio de todo esto... Quiero decir, que ellos luchan entre ellos por posesiones, por el tráfico de influencias. Pero, no sé. Y qué más podría decir. Ah, sí, pues que hay un momento en el que la situación se vuelve completamente absurda con esas historias de los secuestros, donde se secuestra incluso a personas pobres que no tienen evidentemente el dinero para pagar los rescates. Y al final, uno se pregunta si los secuestros no se convierten en unos arreglos de cuentas a una escala pequeña o local... Y entonces, finalmente, uno se ve confrontado a una guerra civil, pero también a una corrupción masiva, de hecho. Pues sí, eso es lo que yo diría. En fin, para resumir, sobre Colombia se tiene una imagen de violencia que irradia muy fuerte, pero también se tiene una imagen de imprecisión o de algo borroso.24

En la cita puede verse cómo el fenómeno de la violencia en Colombia sobrepasa el entendimiento de los espectadores distantes, incluso cuando intentan interpretarlo a partir de ciertos marcos que les son familiares. Y una vez que esos marcos se revelan inapropiados para aprehender la problemática colombiana, se impone una visión proteiforme y confusa de la violencia. En efecto, para los espectadores distantes es difícil comprender cuáles son las "divisiones ideológicas" que dividen a los grupos que se enfrentan en Colombia y cuáles son las líneas demarcadoras de la confrontación sobre el territorio. Para ellos, la única explicación más o menos plausible reposa en cuestiones económicas ligadas al tráfico de droga y a la corrupción. Es como si "la venta de la droga fuera el único objetivo de la confrontación" y como si "el principal medio para lograrlo fueran las armas". Ese marco interpretativo es el único que brinda alguna inteligibilidad a la situación, aunque parezca a priori una "simplificación caricatural" de la realidad.25 En todo caso, para dichos espectadores se trata de una caricatura confusa, pues todo se percibe imbricado, enredado y sin mucha explicación. La imprecisión termina así por prevalecer en cualquier tentativa de interpretación.


CONCLUSIÓN

En este artículo se mostró que la existencia del público no puede nunca asumirse como algo dado. En efecto, al examinar en un grupo de personas pertenecientes a la clase media francesa qué tanto podía ser calificado ese conjunto como un público concernido por el fenómeno de la violencia en Colombia, se encontró que ese tipo de entidad colectiva no existía. Y el público no existía allí, no sólo por el desinterés manifiesto que esos individuos expresaron frente a la problemática colombiana, sino también porque entre ellos no había un lazo forjado a partir de una forma común de entendimiento de la realidad colombiana. Las representaciones de esa realidad estaban colmadas de imágenes imprecisas y vagamente articuladas de violencia, droga y corrupción, de manera que entre las personas entrevistadas no había ese orden de sentido instituido que, según Louis Quéré (2003), le permite a un grupo de individuos focalizar su atención en un objeto y conformar un público. Las personas entrevistadas estaban desprovistas de esa perspectiva común o de esa representación diáfana de la realidad colombiana. Por eso, ellas sólo eran una agregación sin integración en un todo; no eran un público, sino una sumatoria de espectadores dispersos.

Esta constatación nos indica algo importante: la posesión de un capital social y cultural significativo no basta para que los individuos se comporten como "cosmopolitas arraigados" (Tarrow 2005) capaces de conformar "públicos activos" frente a cuestiones internacionales. Esos capitales no bastan, en buena medida, porque aunque hoy se viva en un mundo cada vez más interconectado, resulta casi imposible para todos nosotros interesarnos en el número cada vez más creciente de problemas que los medios de comunicación visibilizan en la actualidad. La siguiente observación resume bien el problema: "No solo nadie se interesa en todo, sino que cuanto más fácil resulta producir y difundir la información, más se da cuenta uno de que las condiciones de recepción son difíciles y limitadas. A la apertura de la comunicación, se opone la estrechez de la recepción" (Wolton 2008, 53).

Ahora bien, asumir que un público no es una entidad que existe per se o que emerge ex nihilo significa reconocer que el público surge en circunstancias muy particulares. Su emergencia exige no sólo coyunturas específicas que lo susciten, es decir, acontecimientos que lleven a la gente a tomar conciencia de la importancia de un asunto o un problema. Ella también requiere un esfuerzo de fabricación intencional del público que es justamente lo que intentan hacer los militantes de causas específicas. Éstos son actores que buscan constituir públicos movilizando recursos y creando marcos de acción colectiva de forma estratégica. Es por esta razón que transformar a simples espectadores en un público es un verdadero reto para los activistas.

En cuanto al caso examinado en este artículo (el de los espectadores franceses frente al fenómeno de violencia en Colombia), conviene proponer algunas explicaciones de por qué el proceso de transformación de los espectadores en un público puede resultar difícil para cualquier militante de una causa relacionada con los efectos de la violencia en Colombia. Al menos tres explicaciones pueden barajarse y discutirse brevemente.

Primera explicación: la transformación de los espectadores en un público es difícil, puesto que los observadores del fenómeno de la violencia en Colombia son personas que, por sus trayectorias biográficas, no han desarrollado vínculos de algún tipo (afectivos o profesionales) con los colombianos.

Esta explicación no tiene mucho peso, sobre todo cuando se confronta con la evidencia empírica. A priori, uno podría pensar que los franceses que han vivido por largo tiempo en Colombia, que tienen orígenes colombianos o que han desarrollado vínculos con colombianos en el marco de sus actividades profesionales o sus relaciones íntimas, tienen mayores posibilidades de hacer parte de un público concernido por los efectos de la violencia colombiana. Sin embargo, esta investigación mostró que las trayectorias biográficas no son absolutamente determinantes de la constitución de los públicos internacionales. Algunos franceses entrevistados en este trabajo habían desarrollado y tejido lazos personales con Colombia (ver en la tabla 1 los hombres casados con mujeres colombianas), mas no por esto se sentían particularmente concernidos por la problemática de nuestro país. Inversamente, otros franceses -como es el caso de muchos individuos que simpatizaron e incluso llegaron a formar parte de los Comités para la liberación de Íngrid Betancourt- no eran personas que tuvieran previamente lazos fuertes con Colombia.26

Segunda explicación: la transformación de los espectadores en un público es difícil porque la mayoría de los observadores franceses del fenómeno de la violencia en Colombia son personas que perciben esa cuestión como un problema internacional "lejano" que no tiene repercusiones inmediatas y evidentes en sus vidas.

Esta explicación tiene mucha más validez que la anterior, pues, por razones obvias, normalmente los asuntos nacionales son los que más acaparan el interés de los franceses. Sin embargo, esto no quiere decir que entre los ciudadanos franceses nunca exista un interés por fenómenos lejanos de violencia. Por ejemplo, los franceses no siempre ignoran las situaciones problemáticas que tienen lugar en Medio Oriente o incluso en Colombia. Su atención es a veces arrastrada hacia esos lugares "remotos", cuando lo que allí ocurre se convierte en un "asunto de actualidad".27 Claro está, en Francia es más probable que los eventos del Medio Oriente se vuelvan tema de actualidad, en la medida en que allí residen muchos inmigrantes de esa región, cuyas conversaciones ordinarias (en el seno de asociaciones, de barrios, de escuelas, de universidades) pueden girar en torno a las tensiones y conflictos de sus países de origen. Esas conversaciones contribuyen a erigir crisis lejanas en temas del día a día, frente a los cuales los espectadores distantes pueden verse eventualmente compelidos a forjarse una opinión.28 Y en ese momento puede asistirse al nacimiento de un público. Ahora, dado que la inmigración colombiana en Francia es mucho menor en términos absolutos, allí son más raras las conversaciones ordinarias sobre la violencia en Colombia. Pero que sean insólitas no significa que sean imposibles, pues ciertos acontecimientos pueden llevar a que el problema de la violencia en Colombia se convierta en un asunto de actualidad. Normalmente, esto ha ocurrido cuando un acontecimiento suscita una emoción profunda que interpela los límites entre lo aceptable y lo inaceptable, entre lo justo y lo injusto, entre lo tolerable y lo intolerable (ésa es, por cierto, una de las claves de comprensión del éxito del surgimiento de un público alrededor del caso de Íngrid Betancourt).

Tercera explicación: la transformación de los espectadores en un público es difícil porque la mayoría de los observadores franceses del fenómeno de la violencia en Colombia no logran hacer fácilmente inteligible esa problemática.

A lo largo de este trabajo se puso el acento en esta explicación, puesto que es importante subrayar que los "problemas internacionales" ponen a prueba de una manera más radical las capacidades cognitivas y morales de las personas (al menos, mucho más que cuando se trata de problemas próximos, locales o nacionales). En este trabajo de investigación resultó evidente esa dificultad de los espectadores franceses para enmarcar y caracterizar una situación de violencia compleja y poco inteligible como la colombiana.29 Las representaciones borrosas sobre la violencia colombiana de dichos espectadores -que, por cierto, hacen eco a las de muchos colombianos-impiden la focalización de su atención en Colombia, puesto que para interesarse en una realidad lejana y formular un juicio sobre ella hay que poder representársela y comprenderla, aunque sea mínimamente (ser capaz, por ejemplo, de entender lo que allí está en juego). Al decir esto no se pretende simplemente centrar la explicación en una supuesta incompetencia total de los espectadores para entender lo que ocurre en Colombia (de hecho, en las entrevistas algunos de ellos demostraron haber entendido varias cosas). Más bien, se quiere enfatizar en la complejidad misma de los fenómenos de violencia que tienen lugar en Colombia. A fin de cuentas, como lo subraya Daniel Dayan, un público no es independiente del problema (o como se diría en inglés, del issue) alrededor del cual él se constituye. En otras palabras, existe un vínculo interactivo entre el público y el problema, pues ambos se crean recíprocamente (Dayan 2005, 53-54). En este caso, el problema (el fenómeno de la violencia en Colombia) no es en sí mismo fácilmente representable, y el público no puede emerger con facilidad.


Comentarios

1 Este artículo es resultado de una investigación realizada por el autor en el marco de su tesis doctoral en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS). Dicha investigación se enriqueció posteriormente con reflexiones que fueron fruto de varios intercambios científicos entre Francia y Colombia financiados por el programa Ecos-Nord y Colciencias.

2 Sin duda alguna, el interés por el activismo político transnacional en el mundo académico surgió sobre todo con el fin de la Guerra Fría, y en particular con las movilizaciones sociales transnacionales que sacudieron al bloque del Este en aquella época. En aquel momento, tanto sociólogos como especialistas en Relaciones Internacionales comenzaron a observar con fascinación las capacidades y posibilidades de acción política aparentemente inéditas que habían adquirido los individuos y los movimientos sociales en el ámbito internacional (Rosenau 1990; McAdam, McCarthy y Zald 1996).

3 Resultaría imposible en un artículo breve realizar una revisión exhaustiva de los trabajos de estudios de caso sobre el activismo político transnacional. Sin embargo, conviene subrayar que los estudios de caso no sólo realizan observaciones de experiencias de activismo transnacional en países o regiones geográficas específicas, sino que también se concentran en el estudio de distintos tipos de causas relacionadas con los derechos humanos, el medio ambiente, la justicia social, la democracia, la paz y el desarme, etcétera.

4 Hace más de un siglo algunos sociólogos comenzaron a considerar al público como una entidad colectiva particular que merece atención. Gabriel Tarde fue uno de los pioneros en la reflexión sociológica sobre los públicos (2006). Publicado originalmente en 1901, su trabajo estableció una distinción, que se volvió célebre, entre la masa de gente reunida en un lugar específico (la foule) y el público (le public). Tarde sostenía que para el público el espacio ya no es el soporte fundamental de la asociación, pues no se necesita de un contacto corporal o una proximidad de cuerpos para formar parte de un público. El vínculo de los individuos que forman un público es de tipo "espiritual". Es decir, los individuos están dispersos y separados físicamente, pero entre ellos hay una conexión de tipo mental (Nocera 2008).

5 Esta diferencia de estilos de atención puede ilustrarse mejor retomando las observaciones de Theodor Adorno (2010) sobre la multiplicidad de "actitudes" y "disposiciones" que los individuos pueden adoptar al contemplar los objetos de arte. Adorno estableció toda una gama de formas de recepción de la música, tipificadas así: el "oyente perfecto" (tan sabio como un verdadero músico), el "buen oyente" (capaz de tener un buen sentido de la música y de no dejarse influenciar por las jerarquías establecidas por el prestigio), el "consumidor de cultura" (capaz de ver la música como un bien cultural que puede reforzar su prestigio social), el "consumidor emocional" (aquel que hace de la música una especie de recipiente en el cual él puede verter su energía psíquica), y por último, la "gran masa" (todos aquellos que se contentan con utilizar la música para "amoblar" su vida cotidiana). Podría decirse que el estilo de atención del público se asemeja al del "oyente perfecto" (conoce tan bien la música que sabe lo que está oyendo y hacia dónde dirigir su atención). Y el estilo de atención del espectador se parece más bien al de cualquier individuo de la gran masa (no conoce demasiado lo que escucha y permanece a la espera de que algo en la pieza musical logre llamar su atención). Desde luego, todo este abanico de formas posibles de consumir la música podría aplicarse, por analogía, a las formas de recepción de otros objetos distintos al arte, como la información mediática sobre una cuestión específica.

6 La palabra performancia es un anglicismo utilizado hoy en la sociología de la acción colectiva y en la sociología de la recepción de los medios de comunicación o de los objetos de arte. La palabra es utilizada más o menos con el mismo sentido que ella tiene en el medio artístico. Para los artistas, una performancia (performance) es un acto escénico que contiene elementos estéticos y que se lleva a cabo en un lugar y un momento precisos, con el objeto de llamar la atención y/o provocar a un público que al principio sólo aparece como un simple espectador. Es importante subrayar que los artistas entienden la performancia como un arte relacional. Esto quiere decir que su objetivo es lograr que los espectadores dejen de ser simples observadores de la obra artística y se involucren en ella, incluso comprometiendo sus propios cuerpos. Ahora bien, los sociólogos han retomado la idea de performancia de una manera más amplia para analizar los procesos de recepción, por parte de una audiencia, de cualquier objeto de arte o de cualquier producto audiovisual de los medios de comunicación. Los sociólogos se interesan sobre todo en observar la forma como esos objetos artísticos y productos mediáticos pueden llegar a involucrar a sus espectadores, al punto de generar públicos que llevan a cabo performancias colectivas. Un auditorio de espectadores en un concierto de música que al final se levanta y aplaude emocionado es un público que realiza una performancia colectiva. Del mismo modo puede ser calificada la audiencia de espectadores que, después de observar un acontecimiento indignante a través de los noticieros de televisión, se vuelca a las calles para protestar por lo ocurrido.

7 El pragmatismo niega un postulado de algunos trabajos sobre la "opinión pública" realizados a comienzos del siglo XX (Lipmann 2008), según el cual los ciudadanos no son capaces de aprehender la complejidad de los problemas de las sociedades en las que viven. La perspectiva pragmática exige, al contrario, reconocer la existencia de competencias cognitivas y morales en las personas ordinarias, gracias a las cuales ellas son capaces de hacer inteligible la realidad y problematizarla. Desde luego, no puede olvidarse que dichas competencias siempre se distribuyen desigualmente entre los individuos, de manera que en cualquier sociedad algunos individuos son más capaces que otros.

8 A esa forma de entendimiento común no se llega natural o espontáneamente. Por lo general, esa forma de entendimiento común es resultado del "trabajo de investigación" en el cual pueden sumergirse los individuos que comparten una experiencia de turbación frente a un acontecimiento que los afecta (Dewey 2003).

9 La sociología de los movimientos sociales ha establecido tipologías de los militantes de acuerdo con las distintas formas de apoyo que puede recibir una causa (Neveu 2002). Por ejemplo, existen los llamados "empresarios de la protesta" (aquellos que asumen el rol de portavoces y organizadores de un grupo que reivindica algo, aportando recursos valiosos como saberes, redes de apoyo o elementos logísticos que son escasos dentro del grupo) y los "miembros activos o constituyentes" (aquellos que aportan tiempo, dinero y apoyos concretos a una causa, pero sin asumir roles de liderazgo). Entre estos miembros activos algunos autores distinguen dos grupos: los "beneficiarios potenciales" (quienes pueden beneficiarse directamente del logro de la reivindicación colectiva) y los "militantes morales o de conciencia" (aquellos que apoyan un grupo militante sin obtener ni buscar beneficios directos o materiales).

10 Los sociólogos que se inscriben en la tradición de la movilización de recursos (McCarthy y Zald 1977) consideran que las "organizaciones de los movimientos sociales" existen en un entorno social compuesto por "adherentes" y "no adherentes" a la causa del movimiento. Por un lado, los "adherentes" son personas u organizaciones que simpatizan con la reivindicación de los activistas y que creen en las metas del movimiento, pero que no aportan recursos a la causa (como sí lo hacen los "constituyentes"). Esto quiere decir que los "adherentes" son parte del movimiento social, pero no pueden ser considerados exactamente como militantes del mismo. Por otro lado, los "no adherentes" son las personas u organizaciones que no hacen parte del movimiento social, lo cual no significa que ellas sean necesariamente "oponentes" del mismo. En efecto, entre los "no adherentes" puede existir un "público mirón" (bystander public), es decir, un conjunto de personas que son testigos sociales de la actividad del movimiento (Turner 1970). Como puede verse, los adherentes son, de acuerdo con lo planteado en este artículo, un "público", mientras que el "público mirón" es el conjunto de "espectadores".

11 En total se realizaron 18 entrevistas (9 hombres y 9 mujeres, entre los 21 y los 83 años de edad). El número de entrevistas realizadas fue reducido, dado que la intención no era efectuar una encuesta, sino entrevistas etnográficas en profundidad. Este tipo de entrevista no requiere muestras representativas de entrevistados: más que la cantidad, lo importante es la calidad y la profundidad de las entrevistas (Guber 2001). Para esta investigación se realizó una selección cuidadosa de un grupo de personas de la clase media francesa que pudiera brindar luces con respecto a cómo se informan sobre la actualidad internacional, y a cómo interpretan una realidad distante como la colombiana. Para indagar las respuestas a esos cuestionamientos se preparó un cuestionario antes de las entrevistas, pero éste no se aplicó tal cual durante las mismas. Como lo postulan varios metodólogos (Kaufmann 1996), en la entrevista etnográfica los cuestionarios son sólo una guía previa que no debe seguirse de manera estricta, pues el investigador debe intentar sobre todo entablar una conversación larga y profunda con base en los lineamientos que van surgiendo en la interacción con el entrevistado. Más que imponer un cuestionario, se trata de escuchar atentamente y de llevar al entrevistado a profundizar sus respuestas al máximo, explicitando toda una serie de implícitos.

12 El concepto de "cosmopolitas arraigados" pretende sintetizar una situación dialéctica en la cual se encuentran hoy muchos grupos y personas, dado que, al mismo tiempo que el internacionalismo tiene un impacto creciente en sus relaciones sociales, estas últimas no dejan de tener un anclaje en contextos locales y nacionales específicos. Los "cosmopolitas arraigados" son personas que se proyectan en sus relaciones más allá de los escenarios locales y nacionales, pero siempre manteniendo un arraigo en la localidad donde residen. En otras palabras, son "individuos cuyos lazos primarios son domésticos, pero que hacen parte de una sociedad internacional compleja" (Tarrow 2005, 42).

13 Los espectadores distantes son un conjunto de individuos que observan ocasionalmente y a distancia -es decir, a través de los medios de comunicación y sin sentirse particularmente implicados- distintos acontecimientos que tienen lugar en el mundo (en el extranjero). Esos sucesos son observados por los espectadores de manera irregular, esporádica y superficial.

14 Varias personas entrevistadas afirmaron que ni siquiera leían con regularidad los periódicos gratuitos que se reparten a veces en las calles (por ejemplo, a las entradas de los metros), y que permiten a los lectores "sentir" un poco "el clima de la actualidad".

15 Seguramente, esa actitud crítica explica en buena medida por qué han proliferado en internet páginas y blogs que proveen informaciones alternativas a aquellas transmitidas por los medios de comunicación convencionales (incluida la prensa escrita). Para las personas que terminan haciendo parte de un público concernido e interesado por un tema específico, esas informaciones alternativas son de gran relevancia.

16 Entrevistado número 9: profesora de francés, graduada en Letras, de 31 años de edad, lectora ocasional de periódicos, sin ninguna actividad militante o asociativa. La entrevista se efectuó en París, el 17 de mayo de 2004. Todas las citas de las entrevistas transcritas en este artículo fueron traducidas por el autor.

17 De aquí en adelante, todas las expresiones que se encuentran entre comillas corresponden a términos y frases empleados por las personas entrevistadas.

18 En las transcripciones de las entrevistas, la abreviación "n.d.a." significa "nota del autor".

19 Entrevistado 15: profesor de francés, de 52 años de edad, lector frecuente de numerosos periódicos, especialmente Le Monde Diplomatique, militante de izquierda durante su juventud y buen conocedor de América Latina, especialmente gracias a numerosos viajes de larga duración. La entrevista se efectuó en los suburbios parisinos, el 30 de noviembre de 2003. De todas las personas entrevistadas, ésta fue la única que logró elaborar algo parecido a un relato histórico para explicar el fenómeno de la violencia en Colombia. Los demás entrevistados se limitaron a decir que esa violencia había durado muchos años, pero sin poder situar el origen del fenómeno. Esta diferencia se explica por el hecho de que la persona citada aquí se interesa realmente en las cuestiones internacionales y lee con regularidad la prensa, informándose como si fuera un "ciudadano cosmopolita" ejemplar. A pesar de esto, en su respuesta se expresa en varias ocasiones una incertidumbre sobre la exactitud de su relato histórico, y sobre todo una dificultad para situar con precisión el origen de la violencia colombiana.

20 Por ejemplo, casi ningún francés desconoce el nombre de Pablo Escobar, personaje que atrajo la atención de los medios de comunicación entre 1989 y 1993, cuando el cartel de Medellín se enfrentó al Estado colombiano. Sin embargo, casi nadie es capaz de precisar lo que estaba en juego y el hilo de la intriga en esa guerra entre las mafias de la droga y las autoridades colombianas. Algo muy parecido sucede frente a la figura mediática de Íngrid Betancourt.

21 Entrevistado 15. (En la nota de pie de página 19 se encuentran más detalles sobre el perfil de esta persona).

22 David Hartley (1989) observó que el investigador, cuando interroga unas audiencias, puede suscitar glosas en los entrevistados que no existirían por fuera del marco de la investigación. En esos casos, el investigador podría llegar a creer que las representaciones de los entrevistados manifestadas durante la entrevista ya existían antes de ésta. Pero en realidad muchas de esas glosas son suscitadas por el hecho de que las entrevistas no son situaciones sociales neutras, desprovistas de expectativas recíprocas, tanto por parte del entrevistador como del entrevistado. Durante una entrevista, el entrevistado muchas veces responde intentando cumplir con expectativas que él presupone en el entrevistador (por ejemplo, la obtención de "buenas" respuestas). Esto ocurre en particular cuando el tema de la entrevista establece una especie de jerarquía entre el entrevistador (aquel que conoce bien el tema) y el entrevistado (aquel que tiene un conocimiento superficial del mismo) (Blanchet y Gotman 1992). Es probable que esto haya sucedio en las entrevistas realizadas para esta investigación, puesto que el entrevistador era de origen colombiano. Así, pese a los intentos de conducir la entrevista como si no fuera una evaluación de conocimientos, en muchas ocasiones los entrevistados trataron de proveer una representación menos vaga y contradictoria de Colombia de la que realmente tenían.

23 Erving Goffman fue uno de los primeros sociólogos en interesarse en la manera como las personas determinan la significación pertinente de una situación. A él se le atribuye la noción de "marco" (frame), que se refiere a los esquemas interpretativos a través de los cuales una escena desprovista a priori de sentido se transforma en algo que tiene un significado. Goffman estableció una distinción entre "marcos primarios" y "marcos transformados", o dicho de otra forma, entre esquemas de interpretación que tienen una relación con un "entorno cultural" (razón por la cual se encuentran inmediatamente disponibles cuando los actores emprenden un trabajo de atribución de significación a una situación) y esquemas "fabricados" a través de interacciones sociales que buscan definir una situación, cuyo sentido es objeto de controversias y polémicas (Goffman 1991). Al establecer esta distinción, los sociólogos subrayan el hecho de que los marcos no se reinventan permanentemente y que hasta cierto punto son un elemento forjado por la cultura (Cefaï 2001).

24 Entrevistado 4: estudiante francesa de doctorado en Ciencias Sociales, de 26 años de edad, lectora asidua del periódico Le Monde. La entrevista se realizó en París, el 19 de diciembre de 2003.

25 Algunos sociólogos (Chalvon-Demersay 2003) han observado cómo las ficciones transmitidas por la televisión pueden ser usadas por los individuos como un recurso para interpretar el mundo y orientarse en las experiencias de la vida ordinaria, sin necesariamente confundir el universo ficcional con el real. Según esto, la ficción también puede servir como una referencia en la cual los individuos se apoyan para "leer" realidades lejanas y desconocidas. Es obvio que las ficciones sobre las mafias de las drogas presentadas en series de televisión y en películas han contribuido a modelar las percepciones de varios espectadores que, desprovistos de otros marcos de lectura, tratan de imaginar una realidad extranjera como la colombiana. Las personas entrevistadas en esta investigación contaron que desde su adolescencia era común asociar a Colombia con el fenómeno de las drogas, sobre todo debido a las representaciones difundidas en las ficciones de la televisión o el cine. Pero, como lo señalan los sociólogos, todo el mundo sabe que esas ficciones contienen "estereotipos", es decir, una dosis de irrealidad. Sólo que al mismo tiempo, por tratarse de una realidad lejana y desconocida, casi nadie es capaz de establecer con precisión la frontera entre la ficción y la realidad. Sobre todo porque, por lo general, las ficciones no presentan retratos muy claros de la realidad colombiana. Esto fue evidente en esta investigación, al analizar la recepción de una película de Barbet Schroeder, La Virgen de los sicarios, que logró una cierta audiencia en Francia y que fue uno de los pocos retratos de Colombia que recordaban algunos entrevistados. Esta producción cinematográfica reafirmó en esas personas la imagen que tiene Colombia de "país ultrapeligroso", pero sin proveer muchos elementos para la comprensión de la realidad colombiana. Según los entrevistados, lo que se destaca en la película es el "ambiente angustioso", "arbitrario" y "sin sentido" de Medellín; en otras palabras, las riñas y arreglos de cuentas permanentes a los cuales está expuesto el protagonista. La cinta les dejó una impresión espantosa e incomprensible de Medellín: como si la ciudad fuera "una especie de polvorín", un lugar donde la gente puede ser asesinada en cualquier momento, sin saber bien por qué. Semejante retrato confirma los estereotipos que existen sobre Colombia, pero no aclara demasiado la frontera entre la ficción y la realidad sobre el país.

26 Las movilizaciones para la liberación de Íngrid Betancourt son un caso exitoso de constitución de un público y de emergencia de una causa relacionada con los problemas de violencia en Colombia. Por lo menos, así fue durante cierto tiempo (entre 2002 y 2008). La explicación de este éxito exigiría una exposición que desborda los límites de este trabajo, pero que será el objetivo esencial de otro documento resultante de nuestras investigaciones.

27 Es necesario aclarar que las diferencias en la atención prestada a los acontecimientos del extranjero no se relacionan tanto con la distancia geográfica que existe entre el lugar donde se desarrolla una crisis y el lugar desde donde ésta se observa, sino con el "sentimiento de actualidad" que los observadores experimentan frente a los diversos hechos que tienen lugar en el mundo. Dicho sentimiento remite, antes que nada, a una impresión compartida entre los individuos de estar frente a un hecho del cual todo el mundo habla. Es decir, el sentimiento de actualidad no tiene que ver con la novedad o cercanía de un hecho. Según Gabriel Tarde (2006, 9-10), lo que las personas consideran "actual" es aquello que interesa, no tanto por la contemporaneidad del acontecimiento, sino por su aparición como un objeto de interés general. Es decir, lo que apasiona cuando la gente se interesa en la información de los medios de comunicación, no es tanto el que los hechos mediatizados sean actuales o próximos geográficamente, sino la conciencia que se tiene de que esos hechos son simultáneamente conocidos por varias personas, lo cual los convierte así en temas de discusión pública. Esto significa que un hecho del pasado o distante geográficamente puede ser de actualidad, siempre y cuando, en un momento dado, éste se convierta en un tema de interés general.

28 Conviene subrayar que la comprensión común de una situación de violencia en otro país no puede llevarse a cabo solamente a través del acceso esporádico, momentáneo e individual a las informaciones que son transmitidas por los medios. Ella se realiza también en buena medida a través de experiencias de interacción, mediante las cuales los espectadores confrontan y ponen a prueba sus formas subjetivas de interpretación de una realidad lejana.

29 Quizás otros fenómenos de violencia intraestatal han sido más fácilmente representables para los espectadores franceses, que el caso colombiano. Por ejemplo, es probable que casos como el de Yugoslavia o Ruanda hayan sido comprendidos con un poco más de comodidad, dado que las fracturas de tipo étnico aclaran ciertas líneas divisorias de base entre los beligerantes y proporcionan algunas claves para entender esos conflictos.


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