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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.78 Bogotá May/Aug. 2013

 

Doble ronda electoral y apoyo al presidente. El caso de Perú*

Rodrigo Salazar-Elena1

Es candidato a doctor en ciencia política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es profesor-investigador en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México, institución en la que coordina la Unidad de Métodos e Información Estadística. En la actualidad realiza una investigación sobre los efectos de la reelección presidencial inmediata en el desempeño económico en América Latina, a la vez que conduce un proyecto sobre logro escolar y desigualdad social en México.

Entre sus publicaciones más recientes están "El estado de la ciencia política en México: Un retrato empírico", Política y Gobierno, 2011, vol. XVIII, núm. 1, primer semestre, pp. 72-108 (con Mauricio Rivera) y "México 2010-2011. Los últimos años de una gestión cuestionada", Revista de Ciencia Política, 2012, vol. 32, núm. 1, pp. 193-210. Es co-coordinador del libro América Latina en los albores del siglo XXI (vol. 1. Aspectos económicos; vol. 2. Aspectos sociales y políticos), FLACSO - México, México, 2012. Correo electrónico: rosencrantz@flacso.edu.mx


RESUMEN

El artículo busca determinar si los sistemas de elección presidencial por doble ronda electoral tienen algún efecto sobre la legitimidad del mandatario, analizando el caso de la segunda gestión de Alan García en Perú. A primera vista, este caso parece ser contrario a la perspectiva que asocia segunda ronda con legitimidad. El análisis se centra en la evaluación de la gestión de gobierno por parte del grupo de electores que tenía al candidato Alan García como una preferencia distinta a la primera, pero votó por él en la segunda ronda. Se encuentra que la evaluación de estos electores no es distinta de la realizada por aquellos para los que García representaba su primera preferencia. Si la elección por doble ronda no importara, se habría observado que el comportamiento de este grupo es más cercano al de quienes preferían a Ollanta Humala sobre Alan García. Los resultados se sostienen controlando por las preferencias sobre políticas y las divisiones de los electores, a la vez que son consistentes con una perspectiva teórica que postula un sentimiento de identificación entre los ciudadanos hacia el candidato por el que votan.

PALABRAS CLAVE

Doble ronda, elecciones presidenciales, evaluación de la gestión, Perú.


Double Ballot and Support to the President. The Case of Peru

ABSTRACT

The paper looks to establish the impact of runoff voting systems for electing presidents on the president's legitimacy, studying the second presidency of Alan García in Peru. At first sight, this case seems to be at odds with the perspective that associates runoff voting with legitimacy. The analysis focuses on the evaluation made by citizens to whom the candidate Alan García was not the first preference, but nevertheless voted for him in the second round. Our findings suggest that judgments made by this group of citizens are not different from those made by those who had García as their first preference. If the two-round system didn't matter, this group would behave like those who preferred Ollanta Humala to Alan García. Results are robust to inclusion of preferences over policies and cleavages as controls. They are consistent with theoretical expectations that come from asserting a sense of identification by citizens towards the candidate they vote for.

KEYWORDS

Majority runoff, presidential elections, performance evaluation, Peru.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/colombiaint78.2013.03

Recibido: 29 de mayo de 2012 Modificado: 22 de octubre de 2012 Aprobado: 12 de diciembre de 2012


Introducción

Los sistemas políticos de América Latina han optado por la forma de gobierno presidencial para definir las relaciones entre los poderes ejecutivo y legislativo. Esta forma de gobierno tiene diversas virtudes, en lo que se refiere al establecimiento de balanzas y contrapesos que en teoría limitan la capacidad de abuso del poder, a la vez que promueve la identificabilidad de las decisiones de gobierno y la rendición de cuentas (Samuels y Shugart 2003). Sin embargo, esto tiene un costo, en la medida en que concentra la responsabilidad y las expectativas en la figura de la presidencia, al mismo tiempo que escatima las herramientas para llevar a cabo un programa de gobierno, en especial cuando carece de una mayoría en el Congreso. Tal vez por esta razón, la democracia se muestra empíricamente más inestable cuando se combina con un sistema presidencial (Przeworski, Cheibub y Limongi 2004; Adserà y Boix 2008).

Una de las maneras en las que las democracias latinoamericanas han intentado resolver los problemas de inestabilidad derivados de su forma de gobierno ha sido mediante el establecimiento del sistema de mayoría absoluta con doble ronda para elegir a sus presidentes. Este sistema parece atacar en concreto los problemas de legitimidad dual del presidencialismo (Linz 1994). En caso de tener una mayoría adversa en el Congreso, un presidente reforzaría su propia fuente de legitimidad si cuenta con el respaldo expreso de más de la mitad de los electores.

La idea de que las presidencias electas por más de la mitad de los votos (en primera o segunda ronda) son reforzadas en su legitimidad está muy extendida. Así, en un comentario sobre la predominancia de los sistemas de doble ronda para elegir presidente en América Latina, se afirma:

    [...] esto puede relacionarse con la necesidad de fortalecer el mandato del presidente electo, dado que la segunda ronda tiende a garantizar que el presidente resulte finalmente electo por una mayoría, con independencia de la cantidad de votos que el candidato haya logrado en la primera vuelta. En apariencia, esta variable influye de manera positiva en la legitimidad del mandato, al menos cuando algún candidato gana la primera ronda con una tercera parte o menos del total de votos. (Zovatto y Orozco Henriquez 2008, 91-92)

En el mismo sentido, se comenta que, con la mayoría absoluta con doble ronda,

    [...] la legitimidad del presidente electo ha sido intensa y [...] se ha impedido la elección de presidentes extremadamente débiles en razón de su apoyo electoral. El reforzamiento de la legitimidad se traduce en que el vencedor tendrá seguro un porcentaje mayor de votos que la oposición: si es en primera vuelta porque ha alcanzado la mayoría absoluta, o un porcentaje cercano, y si es en segunda su porcentaje será [.] mayor que el de su opositor. Es decir, se evita que el ganador pueda tener un apoyo menor que el hipotéticamente creado por la unión de sus rivales. (Martínez Martínez 2006, 19-20)

La capacidad de la elección por mayoría absoluta con doble ronda para apuntalar la legitimidad presidencial es una noción aceptada. Sin embargo, como veremos, no se dispone de evidencia que muestre que este método de elección tiene, en efecto, dicha propiedad.

Una evaluación preliminar indica que la doble ronda se asocia con mayores niveles de apoyo a la presidencia. El cuadro 1 presenta el porcentaje de personas que considera, en dieciocho países de América Latina, que el presidente está realizando un trabajo "Bueno" o "Muy bueno". En cada país se indica el sistema electoral para elegir al presidente: mayoría absoluta con doble ronda, mayoría relativa con umbral reducido (cuando se requiere un porcentaje de votos mínimo para obtener el triunfo en primera vuelta, pero inferior a la mitad más uno) y mayoría relativa. Los países están ordenados de forma decreciente con respecto al porcentaje de aprobación.

Si se obtienen, a título indicativo, los promedios de aprobación según regla de elección, tenemos que los nueve países que se rigen por mayoría absoluta con doble ronda registran el promedio más alto, con 41,3%. A continuación están los cuatro países con umbral reducido, con 37,5%. En último lugar están los cinco países cuya regla es la de mayoría relativa, con 25,2%.

La regla de mayoría absoluta parece apuntalar la aprobación de la gestión presidencial. Dentro de este panorama general, se destaca el caso de Perú. En este país, en donde el sistema de elección presidencial es de mayoría absoluta con doble ronda, el porcentaje de aprobación del presidente Alan García es de apenas el 13,9, que lo separa del resto de los países con igual sistema electoral y lo ubica en el penúltimo lugar del ordenamiento, con puntuaciones similares a las obtenidas por presidentes electos bajo el sistema de mayoría relativa.

Estos datos motivan a preguntarse sobre la forma en que operan las reglas electorales en este país: ¿Cuál es el efecto del sistema de segunda ronda en Perú sobre la aprobación presidencial? ¿Tiene o no incidencia? Si la tiene, ¿por qué la aprobación presidencial es tan baja? En este documento se pretende dar respuesta a estas preguntas.

Aunque, como se mencionó, el pretendido efecto legitimador de las elecciones de segunda vuelta es un lugar común y es tenido en cuenta en el momento de reformar el sistema electoral presidencial, la literatura no ha abordado suficientemente este tema. El grueso de los estudios sobre las elecciones con segunda vuelta se ocupa de su efecto sobre el número de partidos o de candidatos (Cox 1997; Callander 2005; Blais, Dobrzynska e Indridason 2005; Golder 2006; Blais y Loewen 2009; Dickson y Scheve 2010; Van der Straeten et al. 2010; Blais et al. 2011; Blais, Lachat y Doray-Demers 2011). También se ha analizado el impacto de la segunda vuelta sobre la disciplina en el Congreso (Sauger 2009) y sobre la participación electoral (Fauvelle-Ayma y François 2006), y la formación de alianzas (Blais e Indridason 2007) cuando los resultados son muy cercanos. Otra forma de estudiar el sistema electoral de dos vueltas es tomándolo como variable dependiente, a fin de encontrar sus determinantes (Cusack, Iversen y Soskice 2007; Negretto 2009).

Por otro lado, las investigaciones que siguen la tradición del modelo de "pan y paz" (Hibbs 2000 y 2006) y del "voto económico retrospectivo" (Fiorina 1978; Nannestad y Paldam 1994; Cheibub y Przeworski 1999; Duch y Stevenson 2005; Duch 2007) han proporcionado abundante evidencia empírica mostrando que el éxito electoral de una gestión es una función del estado de la economía. La implicación directa de estos trabajos, dada su interpretación más común, es que la aprobación presidencial responde a los vaivenes de la economía, implicación que ha sido confirmada de un modo directo por décadas de estudios, con indicadores económicos objetivos y subjetivos.2 Esta línea de investigación ha sido aplicada al caso específico de los países en desarrollo. Aunque existe la posibilidad de que la proporcionalidad del sistema electoral influya (Benton 2005), los hallazgos generales son consistentes con la hipótesis principal de esta corriente (Lewis-Beck y Stegmaier 2008). El aspecto por destacar de este cuerpo de investigación es que la aprobación presidencial responde a factores económicos y a eventos políticos de carácter contextual, pero nada en esta tradición sugiere que el comportamiento electoral pasado podría tener un efecto sobre la evaluación posterior.

Si estos trabajos no atienden la relación entre sistema de mayoría absoluta con doble ronda y evaluación de la gestión, están más cerca de aquellos que encuentran que bajo estas reglas es más probable que resulte electo el candidato ganador de Condorcet, cuando éste existe (O'Neill 2007; Messner y Polborn 2007). Una implicación de este argumento es que el sistema de doble ronda arroja como ganadores a aquellos candidatos que maximizan el apoyo de la población, y esto podría traducirse en mayores niveles de legitimidad. Sin embargo, estos trabajos se mantienen en el terreno teórico y no evalúan sus consecuencias empíricas.

Pero aun en este terreno, el argumento de la legitimidad de los presidentes electos en sistemas de segunda ronda no parece limitarse a los electores que los tienen como alternativa preferida frente a sus rivales. En sentido estricto, la relación entre elección por segunda ronda y apoyo a la presidencia tiene el estatus de una intuición, dado que no se han explorado las razones teóricas por las que dicho vínculo debería estar presente.

El efecto de la segunda ronda sobre la legitimidad de la presidencia debe ser buscado en un sector específico de la población, y que consiste en los electores que votaron por el presidente en funciones únicamente en la segunda ronda electoral. Este sector es, de alguna forma, una creación del sistema electoral, pues en un sistema de mayoría simple no existe un grupo de electores que explícitamente vote por un candidato al que ya había rechazado, también explícitamente. Si el sistema de segunda ronda tiene un impacto, cabe esperar que sea produciendo en este grupo un fenómeno similar al "efecto de dotación" que se ha detectado en la economía (Thaler 1980). El efecto de dotación consiste en el hecho de que los individuos asignan un valor a los bienes que poseen que es mayor al que le asignarían si no fuesen propietarios. Los estudios económicos de este efecto (Kahneman, Knetsch y Thaler 1991) tienden a explicar su origen en la mayor magnitud del dolor de renunciar a un bien en relación con el placer de adquirirlo (aversión a la pérdida). Sin embargo, estudios recientes en psicología experimental han mostrado que el efecto de dotación tiene su origen en la propiedad en sí, ya que los individuos transfieren las evaluaciones que hacen del yo a los bienes que eligen (Gawronski, Bodenhausen y Becker 2007; Morewedge et al. 2009).

El efecto de dotación podría estar operando en los sistemas de doble ronda. Si es así, el hecho de seleccionar a un candidato al votar por él generará asociaciones afectivas positivas hacia su persona que se transformarán, si llega a la presidencia, en evaluaciones positivas de su gestión. Por supuesto, esto ocurrirá tanto en quienes votan por él en la primera vuelta como en quienes votan por él en la segunda. Sin embargo, los electores que sólo votan por el candidato ganador en la segunda vuelta son un grupo específico de este sistema electoral. Esto quiere decir que, vía el efecto de dotación, los sistemas de doble ronda crean un cúmulo de evaluaciones positivas que no existiría en un sistema de mayoría simple, en el que este grupo de electores no habría votado por el candidato ganador, y, por lo tanto, no se habría verificado la transferencia que conduce al efecto de dotación.

En este sentido, el presente artículo representa una primera aproximación empírica a la relación entre doble ronda y apoyo político. Se mostrará que en Perú la regla de elección por mayoría absoluta hace lo que se espera de ella, al influir positivamente en los niveles de aprobación de la gestión del presidente. Las causas de los bajos niveles de aprobación radican en otros factores, principalmente, la confianza en el presidente. La primera sección expone brevemente la información básica de la elección presidencial en Perú del año 2006. A continuación se presentan hipótesis sobre la relación entre comportamiento electoral y apoyo a la presidencia. Luego, se presenta el modelo de análisis empírico. En la última sección se interpretan los resultados.

1. Contexto: la elección presidencial de Perú en 2006

En Perú, la presidencia se elige por el sistema de mayoría absoluta con doble ronda. Obtiene el triunfo el candidato que consiga el 50% más uno de los votos válidos (descontando los votos en blanco y los nulos). Si ninguna candidatura cubre este requisito, se realiza una segunda elección, en la que sólo participan los dos candidatos que hayan conseguido más votos en la primera ronda, y gana quien obtenga la mayor cantidad de votos.

La elección de 20063 fue el segundo proceso electoral tras el desmantelamiento del gobierno autoritario de Alberto Fujimori. El presidente saliente, Alejandro Toledo, había gobernado un período de crecimiento económico sostenido. Sin embargo, a partir de diversos escándalos en los que se vio implicado, su popularidad se vio reducida a niveles que fluctuaron entre 8 y 14%. La impopularidad era tan acentuada que muy pronto fue claro que Perú Posible, el partido del presidente, no tenía ninguna oportunidad de ganar, y su candidato Rafael Belaúnde se retiró de la contienda.

Un total de 36 partidos presentaron 20 candidaturas presidenciales.4De ellas, tres destacaron como los contendientes que competirían en la segunda vuelta: por la izquierda nacionalista, Ollanta Humala Tasso, de Unión por el Perú;5 a la derecha, Lourdes Flores Nano, de Unidad Nacional;6 entre ambos se ubicaba Alan García, del Partido Aprista Peruano (APRA), la organización más institucionalizada y permanente del sistema de partidos del Perú.

Lourdes Flores explotó durante la campaña su reputación de honestidad y trabajo duro, con una oferta de creación de empleos y de eficiencia en los servicios de salud y educación. Para contrarrestar acusaciones de ser la candidata de los ricos, llevó a cabo visitas a barrios pobres y enfatizó el contacto directo con los electores. En buena medida, la candidatura de Flores representaba la continuidad de la política económica de Toledo y se presentaba como la alternativa del cambio pacífico.

Ollanta Humala es un excomandante que, en los últimos días del régimen de Fujimori, encabezó un levantamiento militar en su contra. Fue arrestado y, tras la caída de Fujimori, indultado. Llevó a cabo una campaña apelando al descontento con el Gobierno, la clase política y los partidos tradicionales. Criticó la inefectividad del Gobierno para crear oportunidades para los más pobres, así como la incapacidad del neoliberalismo para repartir la riqueza. En materia económica, su propuesta consistía en una mayor intervención del Estado en la economía, una estrategia de desarrollo hacia adentro, la defensa de los recursos naturales frente a las transnacionales y la promesa de no ratificar el tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos, y en materia política, en investigar la corrupción del Gobierno y convocar a un congreso constituyente que redactara una nueva constitución. Fue acusado de haber apoyado el levantamiento militar de su hermano Antauro en enero de 2005, así como de cometer violaciones a los derechos humanos en operaciones contrainsurgentes.

Alan García había sido presidente entre 1985 y 1990, e implementó una política económica de corte heterodoxo que, tras un período corto de aparente éxito, derivó en una caída del producto, hiperinflación, y la suspensión del pago de servicios de la deuda pública. A pesar de haber contribuido con esto a desmoronar el sistema de partidos peruano, y de su mala reputación, presentó su candidatura en las elecciones de 2001 y pasó a la segunda vuelta, en la que fue derrotado por Toledo. En la campaña de 2006 aseguró haber "aprendido la lección" y promover una política económica responsable. Situándose entre Flores y Humala, ofrecía dar un apoyo condicionado al tratado de libre comercio, así como estimular las exportaciones agrícolas y proteger a los más débiles contra los caprichos del mercado.

La campaña presentó una enorme inestabilidad en las preferencias electorales. Desde octubre de 2005, Flores aparecía como la primera preferencia, con 30%, mientras que García y el expresidente interino Valentín Paniagua (2000-2001) compartían el segundo lugar, con 15%. Esta situación cambió con la emergencia de la candidatura de Humala, cuya popularidad aumentó de 7 a 28% entre agosto de 2005 y enero de 2006. Para marzo, Humala ocupaba el primer lugar en las encuestas.

En la primera ronda electoral, del 9 de abril de 2006, Humala obtuvo el 30,6% de los votos válidos, seguido de García, con el 24,3%. Esta votación apenas lo separó de Flores, quien consiguió el 23,8% de la votación.

En la campaña para la segunda ronda, García apeló al centro llamando al "cambio responsable", mientras que Humala recordaba el desastre económico de la gestión de García. Desde su surgimiento como candidato competitivo, se insistió en acusar a Humala de ser financiado por el presidente venezolano Hugo Chávez. Sin embargo, es tras la primera vuelta que el tema adquirió relevancia, a partir de una disputa verbal entre Chávez y García, que éste aprovechó para despertar sentimientos patrióticos entre los electores. Junto a esto, García pintó a Humala como una amenaza para la estabilidad de Perú.

En la segunda vuelta, el 4 de junio, Alan García obtuvo la presidencia al conseguir el 52,6% de los votos válidos, mientras que Humala recibió el 47,4% restante. En este resultado fue decisivo el apoyo a García por parte de los electores de Lima, que en la primera vuelta habían votado mayoritariamente por Flores.

Aunque el APRA no obtuvo mayoría en el Congreso unicameral, la bancada de oposición de mayor tamaño, formada por Unión por el Perú y el Partido Nacionalista Peruano, pronto se dividió. Gracias a la disciplina de su partido, contrastante con el comportamiento de la oposición, García pudo formar una alianza con los sectores fujimoristas que le permitió echar a andar su programa de gobierno, muy en línea con los parámetros seguidos por Toledo (Tanaka y Vera 2008).

En estas condiciones, la economía continuó creciendo de manera acelerada, registrando un nivel de 8,3% en 2007. Sin embargo, al igual que con su antecesor, esto no se tradujo en aceptación del gobierno y sus políticas en el terreno social. En primer lugar, la aprobación mensual media del presidente se desplomó, pasando de un 53% en 2006 a 42% en 2007. Para 2008, la aprobación se ubicaba en 27%, nivel en el que se mantuvo durante los siguientes años de la gestión.7

Por otro lado, durante la gestión de García se registra un notable incremento en la conflictividad social, sobre todo a partir de 2008. Se trata de conflictos coyunturales, de carácter específico, y muy fragmentados, motivados principalmente por el descontento alrededor de inversiones mineras y petroleras, así como quejas sobre gobiernos locales. En la comunidad de Bagua, en el Amazonas, las protestas de la población nativa causaron veinticinco muertos y una crisis ministerial (Meléndez y León 2009 y 2010).

2. Elección de doble ronda y evaluación del presidente

Si la idea de que las elecciones por mayoría absoluta refuerzan la legitimidad tiene algún sentido práctico, entonces significa que fortalece el nivel de apoyo a la presidencia entre la ciudadanía. Las elecciones con doble ronda hacen que los presidentes en funciones hayan recibido el mandato explícito por parte de una mayoría absoluta del cuerpo electoral. Este hecho del consentimiento explícito, del que carecen los presidentes electos por mayoría simple, es el que tendría que traducirse en mayores niveles de apoyo hacia la presidencia.

Al analizar la elección en un país en el que las reglas son iguales para todos los individuos, es imposible informarse sobre cómo reaccionarían los electores si hubiesen emitido su voto bajo la regla de mayoría relativa. Sin embargo, podemos hacernos una idea de qué es lo que observaríamos si la elección por segunda vuelta no tiene efectos en los niveles de apoyo político.

Para ello, debemos distinguir entre tres grupos de electores. En primer lugar, y refiriéndonos concretamente al caso de Perú en 2006, están quienes votaron por Alan García en las dos rondas. Podemos asumir sin riesgo que este primer grupo tenía a dicho candidato como primera preferencia. Es de esperarse que, una vez en la presidencia, este grupo le muestre altos niveles de apoyo. De quienes no votaron por él en ninguna de las dos rondas, asumimos que tenían a Humala o a otro candidato o candidata (si no votó por Humala en las dos rondas) en una posición más cercana a sus preferencias que la ocupada por García. De este grupo esperamos que muestre bajos niveles de apoyo a la presidencia de García.

Nuestro grupo crucial es el conformado por quienes votaron por un candidato distinto a García en la primera ronda, pero votaron por él en la segunda. El supuesto es que García no ocupa la primera preferencia de este grupo, pero en el ordenamiento se encuentra en una posición más cercana al punto ideal de estos electores que la ocupada por Humala.

La expectativa para este grupo depende de qué efecto le atribuimos a la segunda vuelta. Si el comportamiento electoral en la segunda vuelta no importa, el apoyo responde sólo al lugar que ocupa el presidente en las preferencias. Por lo tanto, tendríamos que observar que el apoyo de este grupo hacia el Gobierno se sitúa justo entre el que muestran quienes votaron en las dos rondas por García y el de quienes no votaron por él en ninguna ronda. De hecho, para esta elección en particular, si la segunda ronda no tiene un efecto, podría esperarse algo más extremo. Los observadores han afirmado que el voto por García expresaba mucho menos una preferencia por éste que una elección del "mal menor", dado el temor infundido por el radicalismo de Humala (Masías Núñez y Segura Escobar 2006; McCkintock 2008). Si esto es cierto, no extrañaría observar que el apoyo de este grupo a la presidencia se acerca al de los que votaron contra García en las dos rondas.

Supongamos, en cambio, que el hecho de votar en la segunda ronda por quien fue electo presidente tiene consecuencias en el ánimo de los electores, y que éstos se identifican con quien fue explícitamente elegido por ellos para gobernar, aunque no ocupe el primer lugar de sus preferencias. Ésta sería una forma en la que la elección de mayoría absoluta con doble ronda refuerza la legitimidad del gobierno, creando percepciones positivas que de otra forma no se tendrían. Si esto es así, entonces tendríamos que observar que el apoyo mostrado por este grupo no se distingue del que revelan quienes votaron en las dos rondas por García.

3. Análisis empírico

El objetivo de esta sección es determinar si el comportamiento electoral en la primera y la segunda vueltas del Perú está asociado con la evaluación de la gestión presidencial. El argumento que vincula los sistemas de doble ronda con la mayor legitimidad de la presidencia sugiere que esta asociación existe. Para indagar sobre esto, utilizaremos los, datos de la encuesta realizada en 2008 en Perú por el Latin American Public Opinion Project (LAPOP).8

Medimos el apoyo a partir del nivel de aprobación de la presidencia. En consecuencia, la variable dependiente del modelo de análisis consiste en las respuestas a la pregunta: "Y hablando en general del actual gobierno, ¿diría usted que el trabajo que está realizando el presidente Alan García es...?". El cuadro 2 presenta las respuestas posibles y el número y porcentaje de personas que contestaron cada una.

La variable es categórica, y sus categorías representan un ordenamiento en el que la evaluación del presidente es crecientemente positiva. Por esta razón, se consideró apropiado escoger como modelo de los determinantes de la evaluación del presidente una regresión logística ordinal. Dada la baja frecuencia de la categoría de mayor valor, ésta fue fundida con la categoría anterior, para formar una sola, que representa las respuestas "Bueno" o "Muy bueno".

La variable independiente de interés es el comportamiento electoral en las dos rondas de la elección de 2006. El cuestionario de LAPOP pregunta sobre el voto en cada una de las rondas. Nos centramos en tres grupos. En primer lugar, están quienes votaron por Alan García en las dos rondas. Nuestro segundo grupo de interés consiste en quienes votaron por cualquier otro candidato en la primera ronda y por Alan García en la segunda ronda. Por último, consideramos a los electores que no votaron por Alan García en ninguna de las dos rondas.

Existen dos grupos adicionales de electores. Se trata de quienes no votaron en ninguna de las dos rondas y quienes votaron en otras combinaciones (incluidos quienes no votaron en alguna de las rondas). Estos grupos fueron incluidos en el análisis, a fin de no perder información. Sin embargo, no nos centraremos en ellos porque no es posible hacer supuestos realistas sobre el ordenamiento de las preferencias entre los abstencionistas, lo que impide formar expectativas sobre sus juicios. En potencia, varios reaccionaron con su abstención al rechazo que sienten por todas las alternativas. En otros casos, no obstante, los abstencionistas tienen un ordenamiento bien definido, pero estiman que el costo de votar es superior al beneficio esperado del voto. El hecho de que no se pueda distinguir entre ambas motivaciones nos impide formarnos expectativas sobre este conjunto de electores.

El modelo controla por diversas variables, siguiendo estudios previos sobre la aprobación presidencial en Perú. Dichos factores se refieren a la evaluación económica y de aspectos de la realidad peruana, la ideología y divisiones de la sociedad que condicionan las posiciones políticas. Controlar por estas variables permite descartar explícitamente hipótesis alternativas. En particular, si el análisis arrojara que la aprobación entre quienes votaron por García sólo en la segunda ronda es similar a la de quienes votaron por él en ambas rondas, siempre es posible que esto no se deba al hecho de haber votado por el presidente, sino a que la forma de gobernar del presidente es afín a las preferencias de sus electores de la segunda ronda; a saber, electores del centro y la derecha, favorables a las políticas neoliberales y residentes en Lima.9

La aprobación presidencial en Perú es una función de la situación económica. Aunque estudios iniciales produjeron resultados contradictorios (Stokes 1996), estudios posteriores han mostrado la solidez de esta asociación, usando indicadores económicos tanto subjetivos (Weyland 2000; Kelly 2003) como objetivos (Arce 2003; Arce y Carrión 2010). Por ello, el modelo incluye una evaluación de la situación económica nacional en los últimos doce meses, en la que 0 indica "peor", 1 significa "igual" y 2 "mejor". La variable es tratada como numérica.

Otro factor, propio de la coyuntura peruana, consiste en la situación creada por el conflicto entre el Estado y la guerrilla Sendero Luminoso. Las investigaciones han arrojado resultados divergentes (Weyland 2000; Arce 2003; Arce y Carrión 2010). Por otro lado, con las medidas contrainsurgentes implementadas por Fujimori, la actividad guerrillera disminuyó hasta casi desaparecer hacia 1998 (Arce 2003), y en 2008 sólo el 2% de la población consideraba al terrorismo como el problema más grave del país. Sin embargo, podría ser que una preocupación general por temas relativos a la seguridad tuviese efectos sobre la aprobación presidencial. Para ilustrar este efecto, se creó una variable dicotómica en la que se asigna un valor de 1 a los individuos que consideran que diversos problemas de seguridad son los más graves del país.10

Además, entre los factores coyunturales está el incremento en la conflictividad social, del que se ha hipotetizado que podría estar relacionado con la reducción en la popularidad registrada por Alan García (Meléndez y León 2010). Para ilustrar este posible efecto, se incluye la respuesta a la pregunta "¿Hasta qué punto aprueba que las personas participen en un cierre o bloqueo de calles o carreteras?", que se presenta en una escala en la que 1 significa "desaprueba firmemente" y 10 significa "aprueba firmemente".

Es posible que la aprobación del presidente se asocie con la coincidencia ideológico-partidista. Por tanto, se incluye una variable de autoubicación en la escala izquierda derecha (1 a 10). La variable fue transformada para obtener las siguientes categorías: izquierda (1 a 3 en la escala), centro (4 a 7) y derecha (8 a 10). A fin de evitar una pérdida considerable de datos, la variable incluye una categoría adicional que comprende a quienes no son capaces de ubicar en la escala. Este grupo ha mostrado tener un comportamiento distintivo en estudios que abarcan diversos países de América Latina (Temkin y Salazar-Elena 2009), por lo que tratar a sus integrantes como valores perdidos sería inapropiado. Se utiliza también una variable de identificación partidista que distingue entre quienes no simpatizan con ningún partido, quienes simpatizan con el APRA y quienes simpatizan con cualquier otro partido.

El gobierno de Alan García se caracterizó por un estilo fuertemente personalista (Tanaka y Vera 2008). Por lo tanto, es necesario controlar por alguna variable que informe sobre las actitudes hacia los atributos personales del presidente. Se utiliza una escala de confianza en el presidente que va de 1 a 7, donde valores más altos indican mayor confianza.

Se ha mencionado que la política peruana está cada vez más marcada por heterogeneidades de clase y regionales, las cuales impactan en las actitudes hacia la presidencia (Tanaka y Vera 2008). Estos factores son controlados incluyendo indicadores del carácter urbano o rural del entrevistado, su nivel educativo, sus ingresos y región del país en la que reside. Por último, dado que la etnia ha presentado una mayor relevancia en el discurso y la práctica de este país (Madrid 2011), se incluye una variable dicotómica que indica si la lengua materna del entrevistado es indígena.

El cuadro 3 muestra las estadísticas descriptivas de las variables independientes del modelo.

El cuadro 4 presenta los resultados del modelo de regresión.

El resultado que tiene especial interés para nosotros se refiere a los coeficientes asociados con dos comportamientos electorales: quienes votaron por un candidato distinto a García en la primera ronda y votaron por él en la segunda, por un lado, y, por el otro, quienes no votaron por García en ninguna de las dos rondas. De los resultados del cuadro 4 se puede concluir que quienes votaron en contra de García en las dos rondas tienen evaluaciones más negativas que quienes votaron por García en dos ocasiones, tal como se esperaba. La insignificancia del coeficiente asociado con quienes votaron por García sólo en la segunda ronda indica que la evaluación que realiza este grupo es indistinguible de la que realizan quienes votaron por García en las dos elecciones, tal y como cabe esperar si las elecciones de doble ronda refuerzan la legitimidad del gobierno.

Antes de profundizar en la interpretación de este resultado, se dedica un comentario al resto de las variables del modelo. Se obtiene que mejores evaluaciones de la situación económica del país en el último año se reflejan en una mejor evaluación del gobierno, como han reportado repetidos estudios sobre aprobación presidencial en Perú. Tener algún tema relacionado con la seguridad como el principal problema del país se asocia con una mejor evaluación del gobierno.11 Quienes aprueban los métodos de las protestas con cierres y bloqueos tienden a asignar evaluaciones negativas. Los entrevistados de izquierda y los que no son capaces de ubicarse en la escala ideológica evalúan al Gobierno peor que los entrevistados de centro y de derecha. Los simpatizantes del APRA, el partido del presidente, lo evalúan mejor que los no identificados y los simpatizantes de otros partidos. Mayores niveles de confianza en el presidente se asocian con mejores evaluaciones del Gobierno.

El ingreso no parece estar asociado con la aprobación del presidente, pero mayores niveles de escolaridad se asocian con una mejor evaluación del Gobierno. Los habitantes de localidades rurales evalúan al Gobierno peor que los habitantes de localidades urbanas, al igual que quienes tienen una lengua indígena como lengua materna. Tal como se esperaba, existen divisiones regionales importantes, siendo más propensos a aprobar al presidente quienes residen en Lima Metropolitana, la Selva y Sierra Sur.12

4. Interpretación

A fin de mostrar más claramente la relación de los resultados con nuestras hipótesis, fueron simuladas, a partir de los coeficientes y los errores estándar del modelo de regresión, mil probabilidades de que ocurra cada una de las categorías de la variable de respuesta, que representan el rango de valores posibles para cada categoría, dados los parámetros del modelo.13 Trabajar con rangos de probabilidades simuladas en vez de hacerlo sólo con las estimaciones puntuales permite comparar parámetros y determinar si son diferentes o indistinguibles desde un punto de vista estadístico.

El panel 1 presenta la distribución de la probabilidad de que ocurra cada una de las categorías de la variable dependiente para los tres grupos de interés de comportamiento electoral en las dos rondas: quienes votaron por Alan García en ambas rondas (García/García), quienes votaron por él en la segunda ronda, pero por otro candidato en la primera (Otro/García) y quienes votaron por un candidato distinto a García en la primera ronda y por Ollanta Humala en la segunda ronda (Otro/Otro). Al generar las simulaciones, el resto de las variables se mantiene constante en su valor medio.

En las cuatro categorías la situación es similar. La probabilidad de que se conteste cualquiera de las dos respuestas de evaluación negativa ("Muy malo" y "Malo") es mayor entre quienes no votaron por García en ninguna de las elecciones que entre quienes votaron por él en ambas elecciones. El traslape absoluto de las distribuciones indica que esta última probabilidad es indistinguible de la asociada con quienes únicamente votaron por García en la segunda ronda. En cambio, el hecho de que no ocurra traslape entre la distribución correspondiente a quienes votaron por García sólo en la segunda ronda y quienes no votaron por él en ninguna vuelta indica que la diferencia es significativa. En las dos categorías que representan las evaluaciones más positivas ("Ni bueno ni malo" y "Bueno o muy bueno"), la situación es la misma, si bien el ordenamiento es diferente. La probabilidad es más baja para quienes votaron contra García en las dos elecciones y más alta para quienes votaron por él en las dos ocasiones. Una vez más, esta probabilidad no se distingue de la probabilidad para quienes votaron por García sólo en la segunda vuelta.

Conviene recordar que estas observaciones son las que cabe esperar si la hipótesis de mayor legitimidad atribuida a la elección por segunda ronda es correcta. En caso de que la segunda ronda no tuviese este efecto, observaríamos que la distribución de las probabilidades para el grupo crítico, quienes sólo votaron por García en la segunda ronda, se ubicaría justo (y de manera distinguible) entre la correspondiente a quienes votaron en las dos rondas por García y la correspondiente a quienes no votaron por él de manera reiterada.

Una segunda forma de evaluar el efecto de la segunda ronda consiste en determinar si los efectos marginales de otras variables varían en función del comportamiento electoral en ambas rondas. El cuadro 5 presenta el cambio en la probabilidad de que el entrevistado responda la categoría j cuando se pasa de considerar que en los últimos 12 meses la situación económica ha empeorado, a considerar que ha mejorado, manteniendo el resto de las variables constante en su valor medio.

El panorama es similar al antes explorado. Tenemos que el pasar de una mala a una buena evaluación de la situación económica produce, entre quienes votaron dos veces por Alan García, una reducción de 3% en la probabilidad de que se califique el Gobierno como "Muy malo", y de 10,4% en la probabilidad de que se lo califique como "Malo". El efecto sobre la probabilidad de que se lo califique como "Ni bueno ni malo" es casi nulo.14 El cambio positivo en la evaluación económica, finalmente, se asocia con un incremento de 14% en la probabilidad de que el Gobierno sea evaluado como "Bueno" o "Muy bueno". En cambio, el efecto marginal del cambio en la evaluación económica para quienes no votaron por García en ninguna de las dos rondas es de magnitud más pronunciada para las evaluaciones "Muy malo" (reducción de 7,4%), "Malo" (reducción de 18,4%) y "Ni bueno ni malo" (incremento de 17,2%), mientras que el efecto es de magnitud menor para la categoría "Bueno o Muy bueno" (incremento de 8,5%).

Los efectos marginales para los electores que votaron por García en las dos rondas y los correspondientes para quienes no votaron por él en ninguna son estadísticamente distintos, en la medida en que los intervalos de confianza correspondientes a uno y a otro no se traslapan. En cambio, los efectos marginales correspondientes al grupo que votó por García sólo en la segunda ronda no se distinguen estadísticamente de los que votaron por García en las dos rondas, mientras que, en dos de las cuatro categorías de la variable dependiente, son diferentes de los asociados al grupo que nunca votó por García.

Entonces, tenemos que, en lo que se refiere tanto a la evaluación del Gobierno en sí como al impacto del juicio de la situación económica sobre esta evaluación, quienes votaron por García sólo en la segunda ronda se comportan de manera indistinguible de quienes tienen a García como su primera preferencia. Como se argumentó, esto no es lo que cabe esperar si la segunda ronda no tiene efectos sobre las percepciones.

De esta forma, tenemos que las elecciones de segunda vuelta generan entre quienes dan su apoyo explícito a un candidato que no es su primera preferencia -cuando éste asume la presidencia- niveles de aprobación similares a los de quienes lo tenían como la opción más preferida. En este sentido, es posible afirmar que las elecciones de mayoría absoluta con doble ronda refuerzan la legitimidad de la presidencia.

Esto es lo que ocurre en Perú, en el caso del presidente Alan García. ¿Por qué, entonces, sus niveles generales de aprobación son tan bajos? Esto se debe al efecto de otros determinantes de la evaluación del presidente. Factores que ayudarían a elevar la aprobación se encuentran de manera muy escasa en el Perú. Así, por ejemplo, en el momento de la encuesta, casi un 50% de los encuestados consideraba que la situación económica había empeorado durante los doce meses previos, mientras que únicamente el 14% consideraba que había mejorado. De igual forma, un 80% de los encuestados declaraba no simpatizar con ningún partido, mientras que sólo el 8% simpatizaba con el APRA.

En estos casos, la distribución de las variables es tal que favorece evaluaciones bajas. Esto es aún más cierto para la confianza en el presidente. Su impacto sobre el nivel de evaluación es considerable, como puede observarse en la gráfica 1 y en el hecho de que un cambio del valor mínimo al valor máximo en la confianza en el presidente se asocia con un incremento de cerca del 40% en la probabilidad de que su gobierno sea evaluado como "Bueno" o "Muy bueno".

Observando la distribución de esta variable, tenemos que hasta un 60% de los encuestados registran niveles de confianza en el presidente que van de 1 a 3, valores que se asocian con un probabilidad de calificar al Gobierno como "Bueno" o "Muy bueno" inferior al 10%.

Una vez reunida la totalidad de la evidencia, es posible afirmar que Perú no representa un caso en el que la segunda ronda no tenga efectos positivos sobre la evaluación de la presidencia. Más bien, parece ser que, de no haber sido electo por una mayoría absoluta, el presidente García habría tenido una evaluación aun inferior a la observada.

Conclusiones

Los bajos niveles de aprobación mostrados por el presidente de Perú en 2008 hacen pensar que en este país las elecciones por mayoría absoluta con doble ronda no están produciendo el impacto positivo en la legitimidad que se les atribuye. En este artículo mostramos que, aun con niveles tan bajos de aprobación, las elecciones de doble ronda generan efectivamente mayores niveles de apoyo que los que cabría esperar en elecciones por mayoría simple.

Para llegar a esta conclusión, nos centramos en el comportamiento del grupo de electores que tenía al candidato Alan García como una preferencia distinta a la primera, pero votó por él en la segunda ronda. La evaluación por parte de estos electores de la gestión del Gobierno no es distinta de la realizada por aquellos para los que García representaba su primera preferencia. Si la elección por doble ronda no importara, habríamos observado que el comportamiento de este grupo crítico es más cercano al de quienes preferían a Ollanta Humala sobre Alan García.

Para nuestro conocimiento, este estudio es una primera aproximación empírica al pretendido efecto legitimador de las elecciones de mayoría absoluta con doble ronda. Claramente, la validez de los hallazgos se circunscribe a un caso muy particular. No obstante, el caso seleccionado (Perú en 2008) tiene un valor especial como caso crítico, en la medida en que, como se mostró en un inicio, es en América Latina, precisamente, donde menos cabía esperar que se presentara la relación entre elecciones por segunda ronda y legitimidad.

Estudios posteriores, con mayor potencial de generalización, tendrían que recurrir a un grupo variado de casos, así como construir con propiedad una situación contrafáctica que nos informe sobre cómo evaluaría nuestro grupo crítico la gestión presidencial si no se sintiese de alguna forma identificado con ella por haberle otorgado su consentimiento explícito mediante la opción del voto. Para esto, se necesitaría información sobre el ordenamiento de preferencias en los países con sistemas de elección por mayoría relativa. En donde se usa la segunda ronda, se pueden hacer algunas inferencias sobre dicho ordenamiento a partir del comportamiento electoral. En donde las elecciones son por mayoría relativa, estas inferencias no se pueden hacer. Sin esta información, no es posible proceder a estudios comparativos con contrafácticos apropiados.


Comentarios

* La presente investigación se inscribe en un proyecto más amplio sobre el impacto de las instituciones políticas en América Latina. No recibió ningún tipo de financiamiento.

1 Profesor-investigador adjunto en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México. El autor agradece la colaboración de Arturo Regalado en la asistencia de investigación.

2 Véase una revisión general en Gronke y Newman (2003) y una confirmación reciente en Enns (2007) y Berlemann y Enkelmann (2012).

3 Para una exposición a profundidad de este proceso electoral, consúltense Mäckelman (2006), Masías Núñez y Segura Escobar (2006), Schmidt (2007), McCkintock (2008), Cameron (2009) y Madrid (2011), de donde proviene la información de esta sección.

4 Se registraron veintitrés candidaturas, pero tres abandonaron la competencia. El expresidente Fujimori, contra quien había una orden de aprehensión, pretendió regresar de su exilio en Japón para competir como candidato. En su tránsito, fue detenido en Chile por solicitud de extradición de las autoridades peruanas. Sus seguidores intentaron registrarlo como candidato, pero la solicitud fue rechazada.

5 Ollanta Humala no pudo registrar a tiempo a su Partido Nacionalista Peruano, por lo que tuvo que llegar a un acuerdo con la UPP para obtener la postulación.

6 Unidad Nacional era una alianza integrada por el Partido Popular Cristiano, de Flores, Renovación Nacional y Solidaridad Nacional. En las elecciones presidenciales de 2001, la misma alianza ya había postulado a Flores.

7 Con datos de Torres (2010) y del Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica de Perú (http://iop.pucp.edu.pe).

8 Véase www.vanderbilt.edu/lapop/. En condiciones óptimas, lo deseable habría sido replicar el análisis que a continuación se presenta para diversos años y, de ser posible, en distintas presidencias, a fin de tener más confianza en que los resultados se refieren a un aspecto estructural y no coyuntural. Sin embargo, las limitaciones en los datos disponibles nos impidieron realizar estas pruebas. El proyecto LAPOP ha realizado levantamientos en los años 2006, 2008 y 2010. Para el momento en que se escribe este artículo, los resultados de la aplicación de 2012 no se han hecho públicos. En el estudio de 2006, se pregunta por la orientación del voto en las elecciones de ese año, pero el levantamiento ocurre antes de que García asumiera la presidencia. Por lo tanto, no se puede estimar el efecto del comportamiento electoral sobre la gestión del presidente. A la vez, no existe un estudio que pregunte sobre la orientación del voto en la elección de 2001, por lo que no se puede probar el argumento para la gestión de Toledo. En el estudio de 2010, por su lado, no se preguntó sobre el sentido del voto en la primera vuelta. Como se verá, distinguir el comportamiento electoral de la primera y de la segunda vueltas es crucial para la prueba de la hipótesis que aquí nos interesa. Por esta razón, la única información pertinente para nuestra pregunta de investigación es la proporcionada por el levantamiento de 2008. Otras fuentes potenciales como Latinobarómetro, CSES, y la Encuesta Mundial de Valores, o bien tienen lugar muy poco tiempo después de la elección (CSES), o bien preguntan la intención de voto para una elección hipotética futura. En las conclusiones se comenta el alcance de nuestras inferencias basadas en el estudio mencionado.

9 Agradezco a uno de los dictaminadores anónimos de este documento el haber sugerido en estos términos la hipótesis alternativa.

10 Los problemas son: delincuencia y crimen, guerra contra el terrorismo, falta de seguridad, secuestro, terrorismo, violaciones de los derechos humanos, violencia y narcoterrorismo.

11 Este resultado es consistente con el argumento de Arce (2003), según el cual los gobiernos de derecha se ven afectados positivamente por la actividad guerrillera, mientras que la relación para los gobiernos de izquierda es la inversa.

12 En diversas especificaciones, el resto de las regiones probaron tener el mismo nivel de aprobación al presidente, por lo que fueron fundidas todas en el grupo de control.

13 Las simulaciones fueron generadas con el paquete Clarify. Véase King, Tomz y Wittenberg (2000) y Tomz, Wittenberg y King (2001).

14 Desde un punto de vista estadístico, es nulo, puesto que el intervalo de confianza de los efectos marginales simulados pasa por cero. Los resultados detallados están disponibles mediante solicitud al autor.


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