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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.80 Bogotá ene./abr. 2014

 

De las experiencias invisibles: las mujeres en los Comités de Autodefensa durante el conflicto armado en Perú (1980-2000)

Camille Boutron

Socióloga. Obtuvo su doctorado de la Universidad de la Sorbona en 2009 con la presentación de un trabajo sobre la participación de las mujeres en el conflicto armado peruano. Fue invitada a adelantar sus investigaciones en el Centro de Estudios e Investigaciones de la Universidad de Montreal, donde continuó estudiando el tema de las trayectorias de combatiente mujeres y la construcción social del posconflicto en Perú. Fue profesora invitada del Instituto de Altos Estudios sobre el Desarrollo en Bogotá en agosto. Entre 2012 y 2014 integró un equipo del Institut de Recherche pour le Développement (IRD) sobre riesgos y vulnerabilidades urbanas en países andinos.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/colombiaint80.2014.08


1. El conflicto armado en Perú

Entre 1980 y 2000, Perú sufrió un violento conflicto armado que terminó con la vida de aproximadamente 70.000 personas. Dos guerrillas, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL) -de orientación maoísta- y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) -que se puede considerar como un heredero de los proyectos revolucionarios que circulaban en Latinoamérica desde la Revolución Cubana-, se levantaron en armas contra un Estado que recién había reincorporado la democracia a Perú después de más de diez años de dictadura militar. El PCP-SL sigue siendo el movimiento más recordado, no sólo porque contó con más militantes, sino también porque desarrolló prácticas de violencia extrema y de eliminación sistemática de las autoridades locales tradicionales y de los dirigentes populares. La Comisión de la Verdad y Reconciliación considera que es responsable de aproximadamente 54% de las víctimas del conflicto armado peruano (el MRTA es responsable de menos del 5%), que lo convierte en el mayor perpetrador de la violencia en esa época. Mientras que el MRTA nació de la unión de diferentes ramas de partidos de izquierda, encontrando sus redes de apoyo principalmente en el medio urbano, Sendero Luminoso supo movilizar a los jóvenes originarios de sectores rurales hijos de campesinos, lo que le permitió empezar sus acciones armadas en el campo y ejercer un cierto control territorial en amplias zonas del país.

Si bien los dos proyectos revolucionarios defendidos por el PCP-SL y el MRTA fracasaron, el clima de violencia que se instauró en el país en esa época ha dejado huellas indelebles en el presente. Hasta el día de hoy las secuelas de la violencia son visibles en los diferentes sectores que componen la sociedad peruana, tanto en el campo como en la ciudad. Las acciones de las guerrillas contribuyeron, de hecho, a socavar la izquierda tradicional en el país, que aún hoy es considerada como sinónimo de inestabilidad y violencia. Aunque el Estado peruano se apoyó principalmente en las Fuerzas Armadas para acabar con las guerrillas, también fue el responsable del incremento de la violencia, sobre todo en las zonas rurales, las cuales fueron declaradas "zonas de emergencia" desde 1982, por ser los escenarios cardinales del conflicto.

Los episodios de violencia empezaron a distanciarse en los noventa con la llegada al poder de Alberto Fujimori, quien reinstauró un gobierno autoritario que perduró hasta su caída por delitos de corrupción, en el 2000. Desde los primeros años del gobierno de Fujimori, la represión estatal evolucionó para permitir las detenciones sistemáticas y ampliar los cargos criminales comprendidos en la definición del "delito de terrorismo", al mismo tiempo que se contó con la participación (muchas veces obligatoria) de la población en la lucha contrainsurgente, especialmente en el campo, donde se formaron Comités de Autodefensa cuya tarea era secundar a los militares en la defensa de sus comunidades en contra de los ataques "terroristas". Esa época es importante porque significó la escritura de una resolución del conflicto en la cual el Estado aparece como el vencedor indiscutible y el protector de las ciudadanía frente al "terrorismo", una versión en la cual se negó cualquier dimensión política de las rebeliones del PCP-SL y el MRTA, a quienes aún hoy se les prohíbe participar en la escritura y registro de los veinte años de violencia política.

Formulando amnistías a favor de los miembros de las fuerzas del orden y los grupos de autodefensa, negando toda forma de negociación con los grupos guerrilleros y buscando socavar sistemáticamente los movimientos de Derechos Humanos y de protestas sociales, el gobierno de Fujimori ayudó a la polarización de la sociedad peruana, la cual se dividió entre perdedores y vencedores, victimarios y víctimas, culpables y héroes, y que permanece fragmentada, pese al regreso de la democracia en 2001 y la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 2003.

2. Las mujeres en el conflicto armado peruano: una historia incompleta

Actualmente en Perú se está definiendo el monto de las indemnizaciones individuales a las víctimas del conflicto armado después de haberse realizado una primera entrega de reparaciones de forma colectiva. Las movilizaciones de la sociedad civil a favor de las víctimas, los procesos judiciales y el choque de memorias "concurrenciales" evidencian, entre muchos otros hechos, que el país sigue en una situación de posconflicto. En este contexto, la cuestión del "género" ocupa un lugar estratégico. Las mujeres son, en efecto, la espina dorsal de las asociaciones de víctimas, formadas mayormente por familiares que reclaman por sus desaparecidos y muertos. La Comisión de la Verdad y Reconciliación puso en evidencia prácticas de violencia diferencial contra las mujeres, tales como violaciones, embarazos o abortos forzados, o secuestros forzosos para cumplir tareas domésticas en los cuarteles. Las mujeres, además, representan un canal de expresión de la voz de los desaparecidos, al ser testigos de sus padres, esposos, hermanos e hijos fallecidos. Es por esto que se puede decir que existe una narrativa/discurso femenina/o alternativo a las "otras" versiones. Perú tiene como particularidad no disponer todavía de un verdadero consenso sobre la elaboración de una memoria histórica colectiva del conflicto; por esta razón, las narrativas femeninas corren el riesgo de ser "recuperadas" para servir los intereses de los diferentes actores involucrados en los procesos de posconflicto. En otras palabras, si las mujeres peruanas adquirieron una cierta visibilidad al registrar sus testimonios sobre la violencia y establecer medidas de pacificación, este reconocimiento sigue condicionado a su capacidad de legitimar medidas y discursos ajenos.

Entonces, ciertas experiencias vividas por las mujeres durante el conflicto armado han sido bastante invisibilizadas; éste es el caso de las mujeres combatientes. La experiencia combatiente femenina sigue siendo un campo casi desconocido en la historia del conflicto armado del Perú, en parte porque se considera que la mayoría de las que llevaron las armas durante esa época eran militantes de Sendero Luminoso (se estima que aproximadamente 40% de los senderistas eran mujeres). El Partido supo empoderarse de las teorías feministas para insertarlas en su proyecto ideológico; también buscó reclutar militantes femeninas de diferentes sectores sociales y se mostró capaz de adaptar su discurso a las campesinas, estudiantes, obreras o jóvenes profesionales. En fin, nunca en una guerrilla latinoamericana se había visto a las mujeres en rangos tan altos de la jerarquía, dirigiendo operaciones y encargándose de las ejecuciones, como es el caso de Sendero Luminoso. El compromiso de las mujeres en la lucha armada llevada por el partido maoísta cobró visibilidad desde los primeros años del conflicto. Cuando Abimael Guzmán, dirigente máximo del PCP-SL fue detenido el 12 de septiembre de 1992, otros ocho militantes, miembros de la cúpula, fueron arrestados con él, de los cuales, cuatro eran mujeres. Es interesante subrayar el hecho de que en los días siguientes a la detención, fueron ellas las que más ocuparon las primeras planas de los periódicos; sus otros compañeros permanecieron casi en el anonimato (aparte de Guzmán). Los discursos de la prensa evidenciaron el choque que generó la participación femenina en las guerrillas, pero también mostraron cómo la presencia de mujeres ha ayudado a deslegitimar el proyecto revolucionario adelantado por los grupos armados. En efecto, si el MRTA no contaba con tantas mujeres en sus rangos, sus militantes femeninas generalmente fueron juzgadas de la misma manera que sus rivales del PCP-SL.

La participación de las mujeres en la lucha armada en Perú por entonces se presentó como una demostración del peligro encarnado por los partidos subversivos, y sirvió al mismo tiempo para deslegitimar su compromiso político. En realidad, las representaciones que circularon sobre las guerrilleras senderistas y, en menor medida, emerretistas mostraron cómo las referencias de género han permitido justificar discursos y prácticas de violencia contra los insurgentes que participaban en un proceso de reafirmación general de las relaciones de dominación que caracterizan la sociedad peruana.

3. Las "invisibles": mujeres de los Comités de Autodefensa

Las militantes del PCP-SL y MRTA no fueron las únicas que participaron en el conflicto armado. De hecho, la mayoría de las mujeres que se quedaron en las comunidades campesinas en las zonas más afectadas por el conflicto contribuyeron de una forma u otra a las actividades desarrolladas por los Comités de Autodefensa (CAD). Formados por los habitantes de las comunidades ubicadas en las zonas más afectadas por el conflicto, los modos de acción de los CAD cambian bastante de un pueblo a otro, entre otras cosas, según la cualidad de las relaciones entre la población y los militares instalados en las bases locales. Por lo tanto, es difícil escribir una historia del papel de los CAD sin tener en cuenta las especificidades locales. Sin embargo, se puede decir que, de manera general, esas organizaciones reemplazaron durante un tiempo las autoridades locales. Las autodefensas han transformado de manera radical la organización social en las comunidades al representar un espacio de oportunidad para hombres, pero también mujeres. Las mujeres, en efecto, si no siempre formaron parte de los comandos de los CAD, contribuyeron masivamente a la "autodefensa", al encargarse de las tareas de vigilancia, cuidado, alimentación, negociación con los militares, entre otras. En algunos casos, han participado activamente en los comandos y hasta han formado columnas femeninas de autodefensa.

Esos hechos, a pesar de haber sido subrayados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación, siguen en la sombra. Si bien existe una narrativa que pone en escena el "heroísmo" demostrado por las comunidades campesinas en contra del "terrorismo", las mujeres son borradas de ella de modo sistemático. Las memorias construidas sobre las acciones de los CAD durante el conflicto han vinculado estrechamente el heroísmo con la masculinidad, ocultando la contribución de las mujeres a la defensa de sus comunidades. Por eso son importantes testimonios como el de Irene -el cual es reproducido aquí-, por cuanto permite cambiar la perspectiva cerrada que necesitamos ampliar cuando buscamos analizar situaciones de violencia. La narrativa femenina, particularmente cuando se trata de rescatar la experiencia combatiente, permite establecer puentes entre los diferentes tipos de violencia política, de género, armada, y mejorar nuestra comprensión de sus lógicas, al romper con los estereotipos que impiden aportar una mirada innovadora enfocada en la resolución de los conflictos.

4. Irene

Esa entrevista la realicé en abril de 2007, en el pueblo de Tambo, a unas dos horas al norte de la ciudad de Ayacucho, capital del departamento del mismo nombre, en el sur del Perú. En esa época, estaba realizando el trabajo de campo para mi tesis doctoral, investigando la participación de las mujeres durante el conflicto armado en Perú. Tenía como meta superar las divisiones ideológicas al caracterizar los diferentes grupos involucrados, para privilegiar el enfoque de género. Por esa razón, aunque era más fácil realizar mis entrevistas con militantes senderistas o emerretistas que para esa época estaban en las cárceles limeñas, así como en diferentes barrios de la capital, también era muy importante para mí lograr integrar a mi análisis la experiencia de las mujeres que habían participado en los CAD y cuya historia seguía "sin escribirse".

Mi principal estrategia en ese momento fue buscar las mujeres que habían participado en un documental realizado dos años antes por el CEPRODEP, una ONG peruana, titulado Mujeres en la guerra, y en el cual Irene cuenta su experiencia. Fue de esa manera que logré contactarme con ella y pedirle el favor de conversar conmigo y aceptar eventualmente una entrevista. Viajé hasta Tambo e Irene me recibió dentro de las instalaciones de la municipalidad del distrito.

Para el momento de la entrevista no tenía ni la experiencia ni la distancia intelectual suficientes para realizarla despojada de las emociones contradictorias que caracterizan el sentir del (de la) sociólogo(a) cuando emprende una investigación de esta naturaleza. Mientras que mi trabajo con las militantes subversivas era, en general, bien entendido tanto por mis pares en el ámbito académico como por las diferentes personas que hacían parte de mi cotidianidad en Perú, mi voluntad de incluir a las mujeres de las comunidades en el marco de mi investigación chocaba contra una cierta incomprensión, particularmente por parte de los trabajadores de organizaciones de defensa de los Derechos Humanos. Con el tiempo, entendí que temían que pudiera invalidar las imágenes que estaban elaborando sobre las mujeres de las comunidades como víctimas de la violencia. Ahora sé que tendría una conducta un poco diferente y que intentaría abarcar el tema desde otro punto de vista, pero en esa época era joven y soberbia, y me lanzaba en mi proyecto de investigación con el entusiasmo un poco ingenuo que todos experimentamos al comenzar esta carrera.

Por eso esta entrevista es muy importante: Irene rompe drásticamente con los estereotipos en general vehiculados a la experiencia de las mujeres de las comunidades andinas en el conflicto armado interno del Perú. El testimonio de Irene por entonces nos informa de las secuelas que ha tenido el conflicto sobre las mujeres de su generación a largo plazo. Sin embargo, Irene a su vez fue vector de violencia, interiorizó normas de violencia y adoptó una posición clara en cuanto a lo que provocó el conflicto. No es la voz de una víctima sino la de un actor clave de uno de los episodios más dramáticos que ha tenido que vivir Perú.

5. Entrevista con Irene Avendaño Guachaca1

a. Comités de Autodefensas

Mi nombre es Irene Avendaño Guachaca y soy una comunera del distrito de Tambo, provincia de La Mar, del departamento de Ayacucho. En los tiempos de la violencia sociopolítica en 1980, 1984, 1985, el distrito de Tambo se encontraba en un tiempo muy difícil, muy peligroso, porque no nos dejaban avanzar a los jóvenes, más que nada, para poder terminar nuestros estudio; no nos dejaban avanzar a donde la familia. Para esa época, yo tenía 15 años, era muy joven, y no había terminado, al igual que muchas jóvenes, mis estudios. La situación no dejaba avanzar a los jóvenes. Muchos se fueron a las ciudades, a las capitales, más que nada a Lima. El resto, los que quedamos, hemos sostenido esto. Después de eso, al ver que había tanto maltrato, había tantos reclutas de los senderistas, nosotros hemos tomado la decisión en cada comunidad y en cada base para organizarnos. Primero nos hemos organizado con el nombre de Comité de Autodefensa. Así, organizamos el Comité de Autodefensa en todas las comunidades, también gracias a los que han venido a apoyarnos de la selva, de la selva de 2 después de Manitea Baja; los ronderos que han venido a ayudarnos a organizarnos, porque Tambo estaba distribuido en tres zonas rojas, había zona roja por margen derecha, por margen izquierda. Al saber todo esto, vinieron de la selva las patrullas y nos han organizado, a todos, y también las mujeres hemos participado. Las mujeres hemos participado en las vigilancias, a hacer los rastrillajes; más que nada fue la juventud la que participó.

Las mujeres hemos participado haciendo la vigilancia de día, porque había madres viudas y solteras y ellas no tenían sus esposos, por eso participaban. Los varones de noche hacían el rastrillaje y de día las mujeres hacíamos la vigilancia. Cuando venían las patrullas o la visita también preparábamos la comida, el desayuno, y la atendíamos, porque ésa era nuestra obligación. Cuando bajaron los hombres de la selva hubo una mejor organización, por ejemplo, personas que estaban infiltradas, las sacaron y se las llevaron: ellos merecían su castigo; y nosotros ya como gente sana nos hemos constituido. Después de eso pasó un tiempo, y los que venían de la selva también comenzaron a maltratarnos. Eso habrá sido en el 92 o en el 93, no me acuerdo. Después de que habían organizado el distrito de Tambo [los que venían de la selva], empezaron también a maltratarnos. Cuando llegábamos tarde nos querían maltratar, nos castigaban, nos hacían cantar. Por eso las jóvenes también nos hemos rebelado ante ellos y hemos dicho, "vamos a formar un comando de mujeres".

Conformamos, entonces, el Comité con ayuda de quince personas jóvenes, quince chicas, y a mí me llamaron para ser comando.3 He comandado a las quince personas. Después de eso empezamos a trabajar: nosotras sabíamos cuándo nos tocaba hacer los turnos, salíamos a hacer el rastrillaje con los comandos varones, porque cuando venía gente de otra comunidad nos maltrataban de noche. Venían cuando les daba la gana, venían de noche, llegaban, nos maltrataban, nos sacaban de la casa, nos hacían daño, nos castigaban de muchas formas. Por eso nosotras también teníamos que rebelarnos ante las otras comunidades y por eso las mujeres hemos participado en los Comités y nos han dado armas.

Cada comunidad tenía un Comité de Autodefensa; hacíamos fondos para comprar [las armas], otras han sido donadas por el Gobierno, otras, por ejemplo, los retrocarga, mandábamos a alguien para que las comprara, y cada cual tenía su arma. Entonces, cuando pasaba cualquier cosa hacíamos el rastrillaje con las armas; nosotras hemos sido las defensoras, las quince madres. En cualquier momento, había un silbato, y cuando sonaba teníamos que saltar para poder formarnos, para poder corretear, de esa forma nos defendíamos. También salíamos de rastrillaje, por ejemplo, íbamos a otra comunidad a reorganizar. A nosotros nos pedían, gracias a la experiencia que hemos tenido en el barrio, ayuda para poder organizar a las mujeres, porque en otras comunidades no hacían caso, y nosotras fuimos organizando a otras mujeres y servíamos como ejemplo para que las otras comunidades también se organizaran.

Así es como hemos participado. En varias oportunidades hubo dos enfrentamientos. Sin que yo supiera hacer reventar el arma, de todos modos la agarré, ¿qué más puedo hacer? Ya estaban cerca de nuestra comunidad y ¿qué podía hacer? El miedo ahí terminó. La hice reventar. Yo en mi vida había hecho reventar [un arma] porque yo no sabía, pero tenía que reventarla para que ellos se fueran. Ya estaban cerca y me dije: "Nos hemos defendido de esta forma y hemos arriado a nuestros enemigos". La segunda vez, los jóvenes que son de pandillaje también utilizan el nombre del Sendero y entraron a la casa de nuestro vecino, y ahí los hemos correteado, éste ha sido el segundo trabajo de nosotras, las quince madres, y los seguimos y los buscamos pero no los pudimos encontrar; también había otras madres con sus hijos que nos estaban animando. También había mujeres solteras. Nosotros hemos escogido a las jóvenes y las que querían participar, las que tenían la voluntad de trabajar con mi persona.

b. Relación con los comandos de varones

Había una concertación buena en esos momentos. Ellos nos llamaban para cualquier reunión entre comandos. Entrabamos de acuerdo, porque había dentro de nuestra organización personas que son doble filo. También cuando dices públicamente: "Tal día vamos a salir a tal sitio, o tal día vamos a hacer rastrillaje", ya la pasaban [la información] y no queremos caer en esos juegos. Por eso entre comandos [de mujeres y varones] entrábamos de acuerdo en secreto: "Tal noche vamos a salir", y nadie se daba cuenta. Salíamos de noche para poder hacer rastrillaje.

Los varones hacían más trabajo que las mujeres, porque de noche salían y regresaban a las cuatro de la mañana... salían a las nueve de la noche. Las madres teníamos nuestro turno hasta medianoche, es por ese motivo [que no había comandos mixtos]. A veces nos uníamos, por ejemplo, para ir a organizar a otras comunidades, nos uníamos tanto varones como mujeres, cargábamos el armamento. Las mujeres utilizábamos ponchos para poder llegar a esos lugares y poder organizar, para que no nos conozcan, porque a veces cuando te conocen te hacen venganza, es por ese motivo que lo hacíamos así. Por ejemplo, para desfiles veníamos a varones y mujeres. En la provincia había, después de nosotras, otras comunidades de mujeres, eso se notaba en los desfiles. Había una cierta cantidad de mujeres patrulleras que también desfilaban con sus comandos.

c. La cotidianidad de la mujer durante la época de conflicto

En los tiempos de violencia sociopolítica ya no te interesaba tu familia, ni tus hijos, prácticamente ya habíamos dejado todo porque teníamos que luchar en defensa de nosotras y en defensa de nuestra comunidad. Había madres con hijos, ya no nos interesaba, ni siquiera ya nos interesaban los animales que teníamos, pues sólo nos interesaba cuidarnos de los enemigos. Teníamos la mentalidad de: "Ahora, van a llegar de repente esta noche, esta mañana"; ésa es la mentalidad.

Por ejemplo, en los centros educativos no había tantos niños y niñas como ahora. No teníamos interés de estudiar, porque francamente fue una época que nos hirió demasiado. ¿Para qué vamos a estudiar? Los jóvenes estudiantes nos reuníamos y nos decíamos: "¿Para qué vamos a estudiar?, para que nos recluten como a otros". Porque también a nuestros compañeros de estudio los han reclutado los senderistas, y se los llevaron sin que ellos quisieran, y los retuvieron; hasta los han hecho desaparecer o los han matado. Con esa mentalidad, ¿para qué vamos a estudiar? Mejor hay que defendernos, ésa era nuestra mentalidad. En cada salón habría quince o dieciocho personas que han estudiado. Nuestras madres no nos interesaban, la familia no nos interesaba porque ya sabíamos cómo defendernos. Si matas a mi madre, pues yo quedaré, es una decisión de nosotras. Todas éramos jóvenes, teníamos 16 o 18 años. Había madres; sí, había madres con sus hijos jóvenes que querían luchar, querían defender su pueblo; ellas decían: "Yo participo por mi propia voluntad". Era la decisión de ellas. Las demás mujeres de la comunidad no reprocharon nuestra participación en los comandos. Aunque claro, a los comandos y a las personas que hemos sido más reclamonas, que hemos dicho que se pongan en regla las cosas, sí había un intercambio de palabras que te marginaban, pero eso a nosotras no nos ha hecho decir: "Hasta aquí llego", sino más bien nosotras hemos cogido más fuerza y hemos salido adelante.

d. Relaciones con los militares y las autoridades

Aquí en Tambo no ha habido tanta presencia de los militares. Ellos venían solamente a utilizarte, te decían: "Cocina tal", te mandaban; te decían: "Hoy queremos caldo de gallina". Ésa era su mentalidad de hombre. Y también venían a golpearte, a maltratarte, pero nosotras cuando ya nos organizamos, no hemos permitido que vengan. Los comandos y los presidentes de autodefensa teníamos cada semana, cada domingo, una reunión en la base con ellos [los militares]; participaban, tenían acuerdos, agendas de trabajo, pero en las comunidades casi no, porque la gente de la selva es lo que nos ha reunido y organizado, gracias a ellos quizá estamos en pacificación.

Para nosotros ahora no hay pacificación; no podemos decir que hay pacificación porque nosotros los que hemos sido afectados por la violencia sociopolítica tenemos esa mentalidad. Pensamos que la violencia puede volver cualquier día, incluso hay habladurías que ya están apareciendo en las alturas y se está reorganizando el Sendero. Para nosotros no hay pacificación, sino ya estaríamos bien tranquilos, en una armonía con nuestras autoridades, con otros líderes de la comunidad; estaríamos en una concertación, así sí hablaríamos de pacificación. Porque ahora seguimos buscando [una explicación] por la pérdida de la familia, estamos buscando una explicación correcta. Todavía hay conflictos. Por ejemplo, a causa de la violencia sociopolítica, ahora ya está empezando la violencia familiar y sexual. Antes no había eso, eso es la consecuencia de la violencia sociopolítica. Hay personas que han quedado con traumas en la cabeza, esas personas fácil pueden hacer esas cosas, y es lo que vemos. No hay para nosotros pacificación, porque en cualquier momento puede haber un rebrote del Sendero. También entre comunidades, por ejemplo, hay venganza, eso es todo lo que tenemos. Lo hemos pacificado un poco, no han sido muchos años todavía, pero no podemos decir que haya una completa pacificación.

Por el 93 o 94 dejamos de patrullar, hasta ahora sigue el armamento, está donde las autoridades. Los armamentos que tenemos en cada comunidad lo utiliza gente foránea para hacer sus negocios. El resto, lo que nos ha dado en préstamo el Gobierno central lo hemos hecho devolver, pero el que nosotros compramos con nuestro propio esfuerzo lo tenemos.

Ya no seguimos patrullando, pero en cualquier reunión participamos. Pero, por ejemplo, el mes pasado hubo una matanza de una niña de cuatro años en El Disco, en eso hemos participado todos; pensamos qué pudo haber pasado, parece que entre los jóvenes se hacen esas cosas. De todos modos, para cualquier cosa hay un silbato: saltamos y pensamos organizarnos de vuelta. Pensamos organizarnos porque teniendo esa mentalidad que han hecho esas cosas [los senderistas], no pensamos que haya pacificación. Si toca tomar las armas, las tenemos ahí. [...]Ya no patrullamos. Aunque depende del barrio. Por ejemplo, en el barrio de Túpac Amaru nosotros en la noche damos una vueltica, ya no mujeres, porque ya hay una autoridad que da la vueltica. Hay mucha delincuencia, han aparecido muchos jóvenes que están caminado en otra vida, van, y de repente si ven a una persona que vive sola en su casa, aprovechan eso para robarle, o para hacerle cualquier acoso, nosotros de eso es que nos prevenimos.

Los Comités de Autodefensas cambiaron mucho la manera de gobernar la comunidad y las relaciones entre las personas. Por ejemplo, hasta ahora siguen los presidentes de autodefensa en cada comunidad; por ejemplo, el presidente del Comité de Autodefensa Central todavía está, y en cada comunidad existen los presidentes de autodefensa; aunque no cumplen el papel de alcalde o gobernador. Tenemos varias organizaciones sociales de base. Por ejemplo, en las mesas de concertación todas las autoridades sociales de base participan, en los desfiles participan, en cabildos abiertos, reuniones participan ellos. Cada domingo ellos [organizaciones sociales de base] tienen una reunión con el presidente de la Autodefensa [Central] que es el presidente de las 64 comunidades, a él lo informan sobre las diferentes comunidades, cómo están, si hay un rebrote, una amenaza; eso es lo que ellos le informan y él está al tanto para poder formarse: si hay un rebrote forma su comando, él tiene un comando especial. Con ellos conforma un comando y se van a hacer un rastrillaje de noche a la mañana, porque ellos tienen sus fortalezas, conocen por dónde ir, por dónde salir, por dónde volver. El presidente del Comité se elige con voto en una asamblea general. Tenemos una dirigente en el Comité de Autodefensa que está como tesorera [secretaria de economía].

e. Irene y las mujeres en la política

A los 17 años me formé como una dirigente, desde muy niña, yo nací con ese don, con ese don de tener liderazgo, de ser líder. En mis estudios en mis colegios yo lideraba y poco a poco crecí. Después de eso ya me formaron comando al ver visto que había tantas madres, viudas, niños huérfanos que de hambre lloraban; al ver eso, hemos pensado constituir la organización para poder hacer una olla común, buscar el apoyo para los niños, para los jóvenes; para las viudas y viudos hemos constituido el Comité Distrital que se formó en tiempo del Sendero Luminoso, en medio de la sangre, por eso lo tenemos tan bien valorado. Cuando no había una organización, no había apoyo. Una dirigente se tiene que formar y buscar el apoyo para los niños. Entonces, nos hemos constituido en Comités de Autodefensa, Club de Madres en Defensa de los Derechos Humanos, porque había hijos, padres, hermanos, varones que cuando los veían, los miraban, se los llevaban y los hacían desaparecer. Ahí las mujeres hemos cumplido un papel: las mujeres cargando sus hijos, cargando con sus bebés, nos plantábamos en la puerta de la Policía, de los marinos, de los militares, y a las mujeres no nos pueden tocar, no nos pueden decir que no, porque a los varones los maltrataban o les pegaban, pero a las mujeres nos respetaban, porque una manchaza nos plantábamos en la puerta, hacíamos una bulla, les gritábamos, y nunca nos han tocado.

Y eso es por eso que nosotros [por la desaparición de los familiares] nos hemos constituido. La organización ha buscado muchos apoyos para poder solventar la necesidad de los niños. Después se constituyeron en nuestro distrito de Tambo las 35 bases, en cada comunidad teníamos nuestras dirigentas presidiendo. Después, poco a poco, fue aumentando, había retornantes, también se unían otras personas, hasta que llegamos hasta 54, y ahora ya somos 64. Yo, después de constituir mi comité distrital, tuve un cargo en mi barrio como secretaria de actas, después fui secretaria de actas del comité distrital, a nivel del distrito de Tambo; después asumí la presidencia del distrito. Luego seguimos trabajanado, buscamos apoyo, hacíamos capacitaciones, incluso hemos hecho una casa de la mujer tambina. Al ver que yo había sido activa, me nombraron en la provincia como secretaria de la organización. Esto es una escala, esto es subiendo, es como un colegio, primero, segundo, tercero, todo es subiendo. Yo en la provincia sigo participando, hemos avanzado muchos trabajos: el año antepasado hubo un congreso departamental, ahí confiaron en mi persona para ser secretaria de capacitación y formación de la FEDECMA.4 En el reglamento de la FEDECMA, en los estatutos, dice que una dirigente tiene que nacer desde su base, no nacer en su base y saltar a su provincia ni a la FEDECMA, sino que tiene que pasar por varias etapas, por ejemplo, club de madres, comité distrital, provincial y departamental, cuatro escalas subimos. Cuando eres dirigente de la FEDECMA, no puedes ocupar otros cargos; por ejemplo, ahora tenemos un Centro de Capacitación de la Mujer -CECAMU-, allá tienes que participar, ya no puedes volver a tu distrito ni a tu provincia, sino que tienes que seguir.

A mí no me interesa la política, porque lo que veo, la política es muy cochina. No es una política sana, no es una política buena, ¡no! Eso es una política cochina, sucia. Veo eso y analizo y no me meto. Tengo la capacidad de hacerlo, pero no me gusta porque en la política se agarran de lo que tú eres, no conocen tu plan de trabajo, sino que se agarran de lo que tú vives, lo que eres, cómo te vistes, de eso es lo que se agarran. A mí me interesa la política social, no la política partidaria.

Nos buscan [los políticos], nos buscan, pero quieren utilizarte. Quieren sólo utilizarte, no te dicen: "Te voy a dar este puesto", sólo te dicen: "Apóyame". No te dicen que te van a dar trabajo. A veces las mujeres, ¿valen las verdades?, para decirlo, las mujeres no tomamos una conciencia todavía. Francamente eso es lo que veo. Yo bajo a diferentes provincias, incluso el día jueves ya me voy a Vilkas: no hay una conciencia, su voto [el de las mujeres] se vende, sus conciencias se venden por un kilo de azúcar o de arroz. Cuando les dan un kilo de azúcar, ellas votan por él: te doy esto, tú me das tu voto. No toman una conciencia todavía, es por eso que yo no puedo participar en la política: yo llevo muchos años trabajando, y sí tengo la capacidad de llegar al gobierno local, pero como las mujeres no han desarrollado una conciencia, te dicen: "Hoy sí por ti", pero mañana cambian de idea. Es por eso que no llegamos. Quizá hay varias madres, varias mujeres que aspiramos llegar, pero de las diez llegarán una o dos.

También son iguales [los hombres], porque a nosotros en la FEDECMA sí nos ha pasado: queríamos lanzar una propuesta, hemos concertado con los varones, también un día dicen sí, pero mañana cambian de idea. Los varones se venden por un vaso de cerveza. ¿Te digo la verdad? Hay varones que te marginan, que te dicen: "¿Por qué ella tiene que ir?, ¿por qué yo no?". Hay una marginación entre mujeres también. Por ejemplo, nosotras hemos apoyado a una mujer para que nos lidere, a la doctora Lurdes, nosotras como mujer de varias organizaciones hemos hecho un recorrido por todo valle, y lo que hemos escuchado es: "¿Qué va hacer una mujer soltera?", o sea, ¿una mujer soltera no tiene iniciativa, no puede trabajar? Eso es lo que la gente ve, no ven cuál es su plan de trabajo, cuál es su plan de gobierno. Ellos no ven eso, solo dicen: "¿Qué va hacer una mujer soltera?, ¿esas mujeres que creen?". Si hubiera una conciencia, ¿cuántas madres hubiéramos pasado en el gobierno local?, ahora estaríamos en el gobierno regional, pero lamento que no haya una conciencia. Cuando una mujer dice: "Yo voy a ir por la regidora", la gente dice: "¿Qué vas a hacer tú? Tú iras a dormir a la municipalidad". No tenemos esa conciencia, es por eso que no queremos las mujeres, las diregentas, o las lideresas, presentarnos en los partidos políticos. De repente puedes presentarte si te dijeran: "¿Sabes? Nosotros unimos la mano por ella", ahí sí, con ganas harías cualquier cosa.

Quizá, como hemos sufrido un golpe del Sendero Luminoso, ya hemos quedado traumados. Tantas capacitaciones que hemos hecho, tantas ONG que vienen a enseñarnos, a capacitarnos, gastando plata, y no nos preocupamos por esto; de diez habremos tres madres que nos preocupamos. El año pasado en las elecciones varias madres se presentaron, y bueno, no se preocuparon, no tomaron una conciencia, no valoraron el trabajo hecho.

Yo soy soltera, quizá por las experiencias que hemos vivido y gracias a las ONG que me han formado, también gracias a mi madre que vive y a mi padre que en paz descanse: ellos me han formado. Mi papá ha sido bien golpeador. Mi papá una vez me dijo: "Como yo, puede ser tu marido, tenga un hijo, pero no te juntes". Me estaba haciendo ver el error que él estaba cometiendo. Mi madre me dijo: "No te juntes que como yo vas a sufrir. Mírame, mira el sufrimiento que estoy pasando". Eso es lo que yo tengo en mi mente y decidí no juntarme. Tuve un hijo, pero después dije: "No me junto". Tiene seis años, es chiquito. Y hasta eso te afecta políticamente, porque te dicen: "Una mujer soltera no va a hacer nada, tiene que ser una mujer casada". Pero hay mujeres casadas con hijos que se preocupan por ellos, pero una mujer soltera se puede preocupar por el bien de la comunidad, por el bien del distrito, sin distraerse con pensamientos sobre la familia. Pero eso no lo ven, y dicen: "Una mujer casada tiene más peso". Eso te influye. Te dicen: "Ella es una madre soltera que tiene un hijo", hasta eso influye en la política. Yo no quiero tener pareja, porque yo veo en las diferentes comunidades que visito que hay una violencia familiar altísima, fuerte, entonces, ¿para qué? Antes eso no había, y si había, de diez mujeres sólo había una golpeada, pero no como ahora. Ahora inclusive los profesionales golpean, con las madres humildes pasa menos, pero con los profesionales es donde más pasa.


Comentarios

1 Transcripción y edición del audio de Norman Mora Quintero.

2 Inaudible.

3 Jefe de un Comité de Autodefensa.

4 Federación de Clubes de Madres de Ayacucho.