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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.82 Bogotá jul./set. 2014

 

Populismo, pueblo y liderazgo en América Latina

Sebastián Barros*

* Doctor en Gobierno de la Universidad de Essex (Reino Unido). Actualmente es director del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia, profesor de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco e investigador adjunto de CONICET (Argetina). Junto a Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, David Howarth, Alejandro Groppo, entre otros, formó parte del Essex School of Discourse Analysis. Entre sus últimas publicaciones están: Las brechas del pueblo: reflexiones sobre identidades populares y populismo (con Gerardo Aboy Carlés y Julián Melo). Buenos Aires: UNGS, 2013; y "Pensar la diferencia. Carencia y política en Pierre Clastres". Iconos. Revista de Ciencias Sociales 47, 2013. Correo electrónico: barros.sebastian@gmail.com

DOI: dx.doi.org/10.7440/colombiaint82.2014.12


¿Qué hace del populismo un concepto a la vez tan utilizado e indefinido? Desde mediados del siglo pasado las ciencias sociales de América Latina piensan y vuelven a pensar un fenómeno político recurrente. Desde las posturas estructuralistas en torno a la sociología de la modernización hasta los enfoques posestructuralistas contemporáneos, pasando por análisis institucionalistas, históricos, económicos, etcétera, las ciencias sociales latinoamericanas han tomado al populismo como un fenómeno especial de atención. Al mismo tiempo, esta noción es utilizada en el lenguaje político de manera constante. En este caso, el populismo no cuenta con buena prensa. Por el contrario, es generalmente presentado como un calificativo negativo de políticas y gobiernos que no cumplen con ciertas "expectativas" democrático-liberales-mercantiles. Sin embargo, en los dos casos, tanto en su uso académico como en su uso cotidiano en el lenguaje político, existen cuestiones que nos permiten ponerlos en común. Ellas aparecen de forma más o menos explícita, a veces entre líneas, en los discursos seleccionados para la elaboración de este documento. En este breve texto, tomaré cuatro puntos que me parecen importantes para pensar, una vez más, los populismos latinoamericanos.

El primero de ellos es la apelación a la idea de pueblo. Esto parece la afirmación de una obviedad, pero la referencia al pueblo en los discursos tiene una particularidad. Es más, esa particularidad nos reenvía a una ambigüedad que está presente en el pensamiento político occidental moderno, la idea de que el pueblo es a la vez una parte y el todo. Es la parte de los indignados por la exclusión y la desconsideración, y es a la vez el todo que corporiza al sujeto soberano de la representación. Este carácter es destacado por desarrollos en la teoría política contemporánea que resaltan que la categoría pueblo está marcada por una paradoja.1 Pueblo es, por un lado, la categoría que define a todos quienes pertenecen al demos, es decir, a todos quienes pueden ser considerados miembros plenos de esa unidad que toma decisiones legítimas respecto a la vida comunitaria. Pero, por el otro lado, pueblo es también la categoría que define a una parte de ese todo que, si bien se encuentra en esa comunidad, no es miembro pleno de ella. Pueblo también hace referencia a los no-privilegiados y a quienes de alguna manera son considerados indignos en la plenitud del demos. Paradójicamente entonces, todos los miembros del pueblo son y no son al mismo tiempo miembros del pueblo.

En los discursos analizados, el esfuerzo por operar sobre esta ambigüedad es notorio. Cuando Gaitán dice "¡A la carga pueblo! Por la derrota de la oligarquía", no está haciendo otra cosa que mostrar lo paradójico de la noción de pueblo, del que la oligarquía es a la vez parte, y no lo es. Cuando Morales afirma que la intención de los pueblos originarios de Bolivia es vivir en igualdad de condiciones con la "gente que es enemiga de los pueblos indígenas" está haciendo lo mismo, visibilizando esas fronteras identitarias que son internas a la noción misma de pueblo. O en el cierre del discurso de Lula da Silva, cuando dice que "a responsabilidade não é apenas minha, é nossa, do povo brasileiro, que me colocou aqui", a sabiendas de que no todo ese pueblo lo había votado, sino que una parte, paradójicamente la parte del pueblo, era la que lo había puesto en ese lugar. Esta operación sobre la ambigüedad constitutiva de la noción de pueblo es infinita porque es una ambigüedad inerradicable. La particularidad de los discursos populistas es que extreman esta ambigüedad, por cuanto no pueden presentarse a sí mismos como un elemento que resuelva la ambigüedad, sea anulándola o sea situándose en uno de los polos que la constituyen. El discurso populista no puede presentarse sólo como un discurso más entre otros, ya que representa a la víctima de un daño, pero tampoco puede presentarse simplemente como esa víctima, ya que pretende representar a ese todo comunitario que la excluye. Es en nombre del daño sufrido que el discurso populista se presentará a sí mismo, y a la vez, como parte y todo.

En segundo lugar, otro aspecto que resalta en estos discursos es la apelación particular que adquiere esa parte sufrida. En los discursos populistas aparecerá la idea de dignidad como un significante recurrente. Una dignidad que tendrá dos aspectos. Por un lado, una dignidad que se juega en lo que E. P. Thompson llamó "la deferencia social". La dignidad en el trato de sujetos que comienzan a rechazar, incluso en actos aparentemente triviales de la vida cotidiana, el lugar que les corresponde en la distribución de lugares sociales. Pero también, por otro lado, hay otro aspecto de esa dignidad, el que se juega entre las más ardientes pasiones y la racionalización de derechos. Las pasiones frente a la frialdad dolosa de los académicos (Gaitán), la pasión que supone poseer y defender la felicidad (Perón). Pero también la pasión que se indigna por el daño sufrido, por la humillación cotidiana (Vargas), la indignación de no sentirse reconocido como ser humano (Morales). Esa indignidad no se salva cándidamente a partir de una supuesta inclusión lisa y llana. También se engendra frente al desprecio de un pueblo sufriente, pero se enfrenta con la idea de derecho. Con la verdadera civilidad argentina de Perón, con la referencia a la constitución brasilera y la Declaração Universal dos Direitos Humanos de Lula da Silva, con la afirmación de Evo Morales: "Antes no teníamos derecho".

Los populismos latinoamericanos han sido agentes de expansión de derechos. Pero, quizá, la ciencia política que se ha enfocado sobre estos procesos políticos no ha prestado suficiente atención a un efecto de esa expansión, que es el efecto sobre la autoestima de esos indignos. Lula da Silva lo hace explícitamente, "iremos recuperar a dignidade do povo brasileiro, recuperar a sua auto-estima". No se trata simplemente de dar una respuesta a una demanda. La articulación de identificaciones populares por parte de los populismos supone una transformación en la estima de los indignos. En la estima-de-sí y en la estima-de-los-demás. La noción de tener un derecho, pero, a la vez, sentir que no se lo tiene hace a esa estima. Es decir, más allá de su inclusión en una articulación populista hay una subjetivación de demandas que claman ser escuchadas como partes que se reconocen como portadoras de derechos. Como consecuencia de esto, esas demandas se plantean en términos igualitarios. El cambio en la estima-de-sí implica una presuposición de igualdad en la palabra, negada hasta allí por esa comunidad que agravia.

En tercer lugar, los discursos analizados muestran un aspecto que ha sido señalado de manera recurrente en los estudios sobre el populismo en América Latina. La parte indigna del pueblo irrumpe en una formación política determinada partiendo la vida comunitaria en dos espacios identitarios polarizados. Ésta es la razón por la cual los populismos han sido descritos como agentes de la división de la comunidad, como instrumentos de los líderes especializados en generar una brecha insalvable entre dos polos antagónicos dentro de una misma comunidad política. La polarización social y política no es consecuencia de la perversidad intrínseca de los liderazgos, sino que está encarnada en la emergencia de identificaciones populares que reclaman la capacidad legítima de poder definir y decidir qué es y qué será esa comunidad.

Esta polarización tiene también una especificidad. No es una partición en términos de amigo-enemigo, como es el caso de los discursos impregnados de lógicas autoritarias. La referencia de Evo Morales a los enemigos de los pueblos indígenas y la propuesta de querer vivir con ellos en igualdad de condiciones muestra precisamente que el lenguaje populista no es un lenguaje autoritario. Los discursos autoritarios pueden ser polarizantes, pero es una polarización que lleva a la eliminación del otro en pos de lograr la unificación de la comunidad en un todo pleno. Los discursos populistas no pueden lógicamente polarizar en ese sentido, ya que, desaparecidas las partes, desaparecería también esa frontera interna que delimita la existencia de la víctima de un daño que le da sustento. La posibilidad lógica de que esto suceda implica que la ambigüedad cargada por la idea de pueblo que mencionábamos se disuelva, lo cual llevaría, a su vez, a la desaparición del elemento mismo en que los populismos asientan su existencia. Como bien marca Aboy Carlés, esto hace que los discursos populistas oscilen entre momentos polarizantes y momentos de unificación estricta de la vida comunitaria, extremando la ambigüedad del pueblo (Aboy Carlés 2007).

El último rasgo que se destaca en los discursos es el carácter de los liderazgos. Todos los enfoques sobre el populismo en América Latina hacen referencia a la centralidad de la figura de los líderes en estos movimientos. En su generalidad, la presencia de líderes fue asociada al carisma y a la demagogia. Las ciencias sociales han sido bastante injustas con los sujetos representados en dichos liderazgos. Sin embargo, pueden hacerse dos observaciones al respecto, con la intención de provocar el estudio más detenido de las formas que adquirieron estos liderazgos descritos como populistas. Ambas observaciones se desprenden de los temas mencionados antes. La primera es que allí donde la ciencia política y la sociología leen liderazgos demagógicos, puede leerse también una realidad que pone en palabras y hace visibles la indignación y la consecuente dignidad que implica sentirse no reconocido como ser humano que legítimamente porta una capacidad.

En este sentido, es importante destacar que, con la excepción de Gaitán, en Colombia, los otros líderes cuyos discursos fueron seleccionados llegaron a ocupar el lugar del Estado. Teniendo en cuenta el papel que tuvo el Estado en la conformación de las comunidades políticas en América Latina, no es de extrañar entonces que la figura de un líder que ocupa ese lugar haya terminado representando y visibilizando esa indignación/dignidad. La segunda observación se desprende de la ambigüedad de la noción pueblo. Dijimos más arriba que el pueblo era a la vez parte y todo. Estos liderazgos tienen entonces que representar, a la vez y de manera constante, a la parte y al todo. Pero ni el todo ni las partes son compartimentos estancos o espacios inmóviles. Por lo tanto, estos liderazgos operan sobre, y son operados desde, una multiplicidad y diversidad de identificaciones populares. Afirmar que un nombre será bandera (Vargas) no puede ser simplemente entendido como un exabrupto personalista de un líder mesiánico, sino que también debe poder leerse como la condensación de la pluralidad de contextos y circunstancias en los que se expresaban la dignidad y la indignación. Lo mismo puede interpretarse en la afirmación de "que sea el coronel Perón el vínculo de unión que haga indestructible la hermandad entre el pueblo, el ejército y la policía; que sea esta unión eterna e infinita para que este pueblo crezca en esa unidad espiritual de las verdaderas y auténticas fuerzas de la nacionalidad y del orden". Es el líder quien amalgama la pluralidad, unificándola de manera eterna e infinita, junto a las auténticas fuerzas de la vida comunitaria. Las constantes referencias personales de los otros discursos, que no tenemos espacio de analizar, también pueden ser leídas en estos términos, para evitar caer en condenas normativas a procesos políticos cuya especificidad deberíamos poder, al menos, explicar.


Comentarios

1 Pueden verse Laclau (2005), Rancière (1996) y Agamben (2001).


Referencias

1. Aboy Carlés, Gerardo. 2007. La democratización beligerante del populismo. Debate. Revista de la Asamblea Nacional de Panamá 12: 47-58.         [ Links ]

2. Agamben, Giorgio. 2001. Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia: Pre-Textos.         [ Links ]

3. Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

4. Rancière, Jacques. 1996. El desacuerdo. Buenos Aires: Nueva Visión.         [ Links ]

Discursos

5. Discurso de asunción de Evo Morales ante el Congreso Nacional de la República de Bolivia. La Paz, 22 de enero de 2006.         [ Links ]

6. Discurso de Néstor Kirchner. Acto de asunción presidencial ante la Asamblea Legislativa. Buenos Aires, 25 de mayo de 2003.         [ Links ]

7. Pronunciamento à nação do Presidente da República, Luiz Inácio Lula da Silva, após a cerimônia de posse. Parlatório do Palácio do Planalto. Brasilia, 1º de enero de 2003.         [ Links ]

8. Discurso de Perón. Diálogo entre manifestantes y Perón desde el balcón de la Casa Rosada en la Plaza de Mayo. Buenos Aires, 17 de octubre de 1945.         [ Links ]

9. Carta. Testamento de Getúlio Vargas, escrito el 24 de agosto de 1954.         [ Links ]

10. Jorge Eliécer Gaitán. 1945. El país nacional y el país político. Discurso pronunciado durante la campaña presidencial de las elecciones de 1946, en las que se enfrentaron dos líderes liberales (Gabriel Turbay, candidato oficial del Partido Liberal, y Gaitán, del liberalismo disidente) y Mariano Ospina Pérez (Partido Conservador).         [ Links ]